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En el presente trabajo, intentaré abordar la noción de elucidación como eje desde el cual recorrer
transversalmente distintos elementos de la obra de Corneluis Castoriadis trabajados en el seminario
SICA 04. La elección de poner el foco en la categoría de elucidación como orientador surge de la
necesidad de poder resignificar este concepto, intentando que al ponerla en diálogo con otros
desarrollos de Castoriadis, la misma adquiera mayor significación en el contexto de su obra.
De este modo, intentaré recorrer algunas de las temáticas abordadas en el seminario a modo de
esbozar ciertos elementos que nos permitan situar la elucidación como una herramienta
imprescindible para pensar el proyecto de autonomía.
La elucidación como interrogación
Entiendo la elucidación como una acción del sujeto, o mejor dicho, una acción vinculada a la
posibilidad de emergencia de un sujeto capaz de reflexionar sobre su hacer-pensar y a través de ello
develar e interrogar sus instituciones y esa construcción imaginaria llamada sociedad.
Así pensada, la elucidación representa una posibilidad para el individuo socializado de acceder a una
mirada particular, la cual volviéndose sobre sí, anuncia el despliegue de un movimiento de
interrogación ilimitada. Interrogación que permite el rastreo de las condiciones histórico-sociales de
producción de la institución y sus significaciones, poniendo en tela de juicio, el carácter natural de
las formas instituidas y permitiendo imaginar la emergencia de formas inéditas.
Ambas interrogantes parecen orientarse hacia dos elementos centrales de la perspectiva ontológica
de Castoriadis (2010), los cuales podrían resumirse en la pregunta por la relación del individuo y la
sociedad. Siguiendo al autor, para comprender esta relación, tendríamos que replantear este par
individuo- sociedad, proponiéndonos pensarlo en clave de una tensión central, la cual debe ser
concebida en términos de la polaridad psique-sociedad. Poner el acento en el individuo, implicaría un
error, ya que significa focalizar en un elemento que de por sí (en tanto individuo socialmente
producido) hace referencia a un producto o mejor dicho a su fabricación social, en tanto proceso por
el cual la psique ha adquirido forma de ese individuo social, como resultante del proceso de
socialización.
Encontramos que como resultante de esta tensión psique-sociedad, se dará paso al proceso de
socialización en tanto proceso de fabricación social de los individuos. Este proceso pone en cuestión
a ambos términos implicados, ya que en ese encuentro, producto de la llegada al mundo de un nuevo
ser se reedita una tensión que dará lugar a la posibilidad de emergencia de un sujeto, a la vez que este
incorporará y reinventará la sociedad que lo ha fabricado. Este carácter de fabricación pone en
destaque la dimensión transformadora del proceso de socialización, el cual impone una modificación
significativa a la psique obligándola a romper con su estado monádico de clausura.
Como nos propone Castoriadis, la psique esta a completa merced de la sociedad, esta tiene la
posibilidad de hacer de la psique lo que desee, bajo la condición de que la sociedad en tanto
institución le ofrezca a la psique sentido para su vida, pero sobre todo un sentido para su muerte
(Castoriadis, 2008a). Esta dimensión por la cual la psique sale de su estado monádico de clausura e
internaliza los sentidos, las normas, las significaciones ofrecidos por la institución mediante la
socialización es clave para comprender las formas por las cuales, se reproduce y produce la
institución imaginaria de la sociedad apoyada en sus significaciones imaginarias sociales.
La psique desde su expresión en tanto individuo socializado, ha incorporado el sentido ofrecido por
la institución, a través de las significaciones imaginarias creadas por la sociedad, y junto con ellas ha
hecho suyas las instituciones que la sociedad erige como naturalmente legítimas.
Podemos apreciar como la sociedad establece una relación de aparente clausura, en tanto solo puede
existir mediante una relación que se cierra sobre sí misma, (identificándose con los elementos que
ella misma ha creado). De esta manera crea las instituciones, las significaciones imaginarias y las
normas, las cuales le son imprescindibles como condición para existir en tanto tal sociedad.
Este mismo proceso se pone en juego en referencia al sujeto dando cuenta de su doble dimensión,
como fabricación social, a la vez que como condición de existencia de la institución. En relación a
esto, Castoriadis piensa que la sociedad es en último sentido, una mediación de encarnación e
incorporación siempre fragmentaria y complementaria, de sus instituciones y sus significaciones
imaginarias, por parte de los individuos que hacen y piensan en ella. Establece en este sentido una
relación donde la sociedad crea a los individuos, a la vez que solo a partir de estos, puede existir
efectivamente. (Castoriadis, 2008a)
La dimensión que opera como ocultamiento de la autoalteración de la sociedad nos permite visualizar
la existencia de una tensión entre dos momentos del ser – hacer de la sociedad, los que pueden
pensarse como la sociedad heterónoma y la sociedad autónoma.
Castoriadis propone pensar que una sociedad es heterónoma cuando en ella, la ley, el nomos, la
institución aparece como dada por otros, pese a ser (como vimos anteriormente) necesariamente
autocreación de esta sociedad dada. De ahí que en esta sociedad la institución adquiera un carácter
extra-social, instaurada por otros e instalada más allá del alcance del poder y actuar de los individuos
(Castoriadis,1997). Estas formas de institución solo se sostienen si borran los rastros del proceso
creador que les ha dado forma y niegan su autoalteración, ofreciendo en su lugar explicaciones
mediadas por referencias míticas que ubican estos procesos fuera del campo de acción de sus sujetos
e instituciones.
En este caso, encontramos lo que Castoriadis (2010) define como heteronomía instituida, en tanto
construcción de una representación instituida de una fuente extra social de la norma. Lo que da lugar
a la institución de sociedades que se caracterizan por su alienación, volviéndose regímenes de
clausura de sentido, condenados a ser sociedades de repetición, donde el sometimiento de la psique
por por parte de la institución en la socialización limita toda posibilidad de autonomía y anulando (al
menos aparentemente) la capacidad de interrogación y cuestionamiento del sujeto ante la vivencia de
este orden social ajeno y natural.
Castoriadis (1995), dirá en este sentido que toda pregunta formulable en estas sociedades encontrará
respuesta en las significaciones imaginarias existentes, y aquellas que no puedan ser respondidas
serán imposibles de ser planteadas por los integrantes de esa sociedad. Esta forma de existencia
heterónoma de la institución en tanto movimiento de clausura y ocultamiento de su dimensión
creadora-imaginante, opera a modo de cierre ante la posibilidad de emergencia de formas nuevas,
será en este sentido que Castoriadis (1999), proponga pensar también la heteronomía como
encrucijada de la imaginación.
Como veníamos desarrollando anteriormente, este movimiento de clausura que pone en juego la
institución representa una forma de defensa de lo dado (instituído) ante la emergencia del potencial
creador de alteridad (lo por-ser).
En este caso corresponde aclarar que alteridad no significa simplemente lo diferente, ya que la
diferencia remite a formas de existencia producidas a partir de determinadas “leyes” identificables,
mientras que la idea de alteridad en Castoriadis (2010) (en tanto alloiosis) nos posiciona en el terreno
de la creación y surgimiento de formas inéditas, las cuales siempre estarán abiertas a su inherente
autoalteración.
Considero pertinente aquí, ubicar los desarrollos de Miranda (2010) sobre la noción de alteridad en
Castoriadis, desde donde poder problematizar 3 dimensiones en las que se expresa la alteridad: como
caos y ausencia de sentido, como alteridad real y como alteridad emergente.
Será ante esta primer dimensión de la alteridad expresada como caos y ausencia de sentido que la
institución es confrontada y puesta en tela de juicio por ese otro, otro en tanto un otro diferente de sí
mismo, pero también en relación a ese otro que nos compone en tanto imaginario radical, ese otro
que habita en mí al decir de Castoriadis (2010). La institución en sí misma, en tanto formación-
creación, enfrenta a la alteridad en su lógica de creación- destrucción, y ante este enfrentamiento
responde con su tendencia a la clausura y al ocultamiento de su dimensión creadora.
Se pone de manifiesto en este proceso la emergencia de la institución como frontera de sentido ante
la alteridad. (Miranda 2010). Castoriadis hace referencia al riesgo del encuentro de la institución con
el sin sentido del mundo, vinculado a la confrontación con la institución de los otros y sus sentidos,
la cual implica siempre una amenaza mortal para el sentido de la sociedad, el riesgo en este sentido
es el desmoronamiento de esa construcción llamada sociedad. A su vez será esa misma pluralidad de
sociedades la prueba irrefutable de la expresión y existencia del imaginario instituyente. (Castoriadis,
2008a)
La misma institución en tanto clausura y frontera, es la que hace posible la creación de sentido ante
la condición primordial en que se expresa la alteridad (ausencia de sentido). Del mismo modo
responderá ante la dimensión de la alteridad real, en tanto formas de representación del contenido
social histórico a investir a cambio de ofrecer sentido al sujeto (Miranda, 2010).
Esta alteridad real, nos pone frente a la relación entre la institución y la significaciones imaginarias
sociales. Caracterizando a estas como imaginarias en tanto se diferencian de la dimensión de lo
consciente, y sociales, en tanto su posibilidad de representación es a través del uso de las formas y
figuras socialmente disponibles (Miranda, 2010).
Estas respuestas de la institución ante de la alteridad, si bien establecen como formas la clausura,
frontera y su tendencia a su ocultamiento, no agotan la capacidad creadora del imaginario radical. El
cual en su expresión de lo que es, encierre la potencia de lo por ser. Castoriadis trabaja esta idea de lo
por ser, al cual lo piensa como un porvenir que esta siempre por hacer gracias al empuje en el
pasado/presente de la sociedad, será este empuje lo que dará sentido al enigma de lo que no es pero
será. (Castoriadis, 2008a)
En este sentido, Miranda (2010) desarrolla esta noción de lo por-ser, pensándolo como una
dimensión específica de la alteridad, la alteridad emergente. Esta dimensión aparece vinculada a la
emergencia de formas radicalmente nuevas (eidos), producto de la creación y autocreación de los
sujetos en cada sociedad. Profundiza en esta idea proponiendo que:
“Ni necesario, ni contingente dicho por-ser no es, ni equivalente al ser como sentido per
se, ni equivalente a lo determinado, ni a creación teológica, estructura o función alguna.
El por-ser se manifiesta en el espacio de la historia a través de la creación de nuevas
formas.” Miranda: 2010, p.95)
Ante este escenario corresponde interrogarnos por: ¿Cuál es esa otra forma posible del ser-hacer
social a la que denominamos sociedad autónoma?
La idea de la autonomía como lo indica la etimología implica el auto-nomos, el darse uno mismo la
leyes. Castoriadis nos responderá que una sociedad será autónoma no simplemente por saberse
creadora de sus leyes, sino que será autónoma solamente si esta en condiciones de volver a ponerlas
explícitamente en cuestión (Castoriadis:1997)
“La autonomía surge, como germen, desde que la pregunta explícita e ilimitada estalla,
haciendo hincapié no sobre los “hechos” sino sobre las significaciones sociales y su
fundamento posible.(...) La aparición de la pregunta ilimitada crea un eidos histórico
nuevo- la reflexión en un sentido riguroso y amplio o autorreflexividad, así como el
individuo que la encarna y las instituciones donde se instrumentaliza (...).”
(Castoriadis: 2008a, p.103)
Como plantea el autor, esta dimensión ubica la autonomía en tanto creación de una forma (eidos)
nueva en la historia, que se crea en un movimiento interminable, el cual es necesariamente a la vez
individual y social. En su dimensión individual, podemos decir que la misma psique del sujeto posee
en su constitución un núcleo irreductible en tanto producto del imaginario radical, el cual no puede
ser domesticado, ni eliminado, ya que ello implicaría la muerte del sujeto.
En este sentido Castoriadis (2008a) continúa planteando que el individuo es portador de una Historia
(en tanto su constitución) que no puede, ni tiene que eliminar, ya que en ella misma se juega parte de
su capacidad reflexiva y su lucidez.
Esto genera la necesidad de pensar en las formas específicas que el sujeto deberá establecer consigo
mismo y con la historia como condición imprescindible para su autonomía. Castoriadis avanza en la
conceptualización de la autonomía en la esfera del individuo y nos plantea que esta forma específica
consiste en que se establece:
“(...) otra relación entre la instancia reflexiva y las demás instancias psíquicas, así como
entre su presente y la historia, mediante la cual él se hace tal como es, permítele escapar
de la servidumbre de la repetición, de volver sobre sí mismo, de las razones de su
pensamiento y de los motivos de sus actos, guiado por la intención de la verdad y la
elucidación de su deseo.” (Castoriadis: 2008a, p,105)
Esta otra relación entre instancias, hace acuerdo también con el planteo de Castoriadis (2010), sobre
“donde Yo/soy es, Ello también debe emerger”, anunciando la particular relación donde se vuelve
necesaria la expresión del inconsciente en tanto fuente inagotable del imaginario radical de la psique.
La perspectiva del sujeto autónomo, instala el pasaje del individuo socializado al sujeto reflexivo, en
tanto este sujeto puede dejar de ser simple producción de la institución, la historia o de la psique.
Orientándose hacia la emergencia de la verdadera subjetividad en tanto instancia reflexiva y
deliberante abierta a la liberación de imaginación radical como creación, y provocando el
agotamiento del sentido dado socialmente, para posicionarse en tanto instancia reflexiva activa no
predeterminada. (Castoriadis, 2008a)
A esta altura, hemos avanzado sustancialmente en esbozar algunas respuestas a las interrogantes que
nos planteáramos al inicio del texto, sobre las condiciones de emergencia del sujeto reflexivo y sobre
el escenario donde esa reflexividad adquiere sentido y potencia política. En relación a este último
aspecto debemos plantear algunas consideraciones.
Quizás la pregunta por el sujeto y por la sociedad donde ese sujeto pude existir no revista dos
respuestas, sino, sea parte de un mismo problema. En este sentido la posibilidad de pensar en la
dimensión social de la autonomía, lleva implícita la necesidad de la pregunta por el sujeto y
viceversa. Ya nos alertaba Castoriadis (2010) sobre la imposibilidad de querer la autonomía sin
quererla para todos, y sobre la condición por la cual su realización solo es posible concebirla en tanto
empresa colectiva.
Esta formación de los individuos representa una garantía para la democracia, en tanto potencialidad
de formar a los ciudadanos capaces de interiorizar la necesidad de la ley junto a la capacidad
mediante la interrogación y la reflexividad de ponerla en tela de juicio.
Es en este sentido, que la autonomía en tanto proyecto se impone como propuesta que involucra
necesariamente al sujeto en tanto sujeto capaz de deliberar y reflexionar, así como a la sociedad, en
tanto construcción que mediante su capacidad de interrogarse habilite la existencia de la autonomía
en tanto eidos particular.
En este punto, nos encontramos ante la necesidad de profundizar en las relaciones que la noción de
elucidación establece con respecto al proyecto de autonomía. En este sentido, recorriendo algunos
pasajes de la obra de Castoriadis podemos afirmar que se plantea un punto de quiebre frente a la idea
de revolución en las formas en que esta era concebida por la filosofía política y especialmente por el
marxismo. Se vuelve de nuestro interés lo que refiere a la relación entre estas formas de concebir la
revolución y las teorías que la sustentan.
De este modo, Castoriadis (2010) nos interroga imaginando la posibilidad (o imposibilidad mejor
dicho) de pensar una revolución renunciando a la teoría que le da sentido. Pone en juego este
ejercicio, el cual permite analizar los vínculos entre revolución y teoría (en tanto saber) desplegando
una crítica fecunda de estas relaciones.
Castoriadis establece una crítica a la dimensión de la teoría en tanto saber totalizador, que mistifica,
diagrama y determina las posibilidades y el alcance de revolución. Ese movimiento se expresa en la
teoría en tanto forma de salvar y mantener la coherencia de la revolución, lo cual se configura en un
andar de ojos cerrados. Y en otro extremo, aparece como resignación del proyecto revolucionario
ante la incompletud de la teoría, entregándose a la ciega voluntad de transformar. Ambas posiciones
representan una contradicción, donde el hombre que se dice de acción cede su lugar a la teoría.
(Castoriadis, 2010)
Para Castoriadis (2010), el mundo histórico representa el mundo del hacer humano, en tal sentido, la
teoría representa un hacer específico de ese mundo, en tanto ensayo siempre incierto de realizar el
proyecto de una elucidación de ese mundo. Podemos pensar la elucidación como otra forma del
saber, un saber que no se presenta subordinado a lo instituido, sino que por el contrario, es la
condición por la cual el sujeto y la institución pueden saberse y reconocerse a la vez que extrañarse,
como condición para su transformación y apertura a lo por ser.
La elucidación en esta perspectiva es un hacer, pero un hacer específico que adquiere significación
cuando toma dimensión de proyecto:
La elucidación en tanto proyecto, alcanza su dimensión política, al inscribirse en el campo del hacer
específico de la práxis, a la vez que la práxis se transforma en un hacer en el cual los otros son
considerados como sujetos autónomos y son reconocidos como agentes de esa autonomía
(Castoriadis, 2010)
Esta autonomía representa ese hacer específico, o mejor dicho, ese por hacer inherente a la praxis.
Luego de este breve recorrido por algunas conceptualizaciones vinculadas a la obra de Castoriadis,
estamos quizás en condiciones de poder dimensionar el volumen y la riqueza de la noción de
elucidación en el marco de una apuesta más amplia, la del proyecto de la autonomía.
Para hacernos de ella, debemos pensarla como posibilidad del sujeto, en tanto hacer específico del
sujeto en el histórico-social, pero sobretodo debemos concebirla como posibilidad en tanto forma de
emergencia de un sujeto capaz de reflexionar y deliberar sobre su hacer-pensar, movimiento que se
ofrece como condición imprescindible para ese devenir sujeto.
En este sentido, elucidación es saber en movimiento, el cual renuncia a la certeza en tanto forma
cristalizada, absoluta, y como ficción mistificadora y promesa de eternidad de lo que renuncia a lo
por ser. Saber capaz de ponerse en entre dicho e interrogar el nomos, lucidez que se sabe
momentánea en cuanto está siendo a la vez que está por ser, y revolucionaria ya que solo cobra
sentido en el corazón de la praxis.
Elucidación entonces como pregunta por las formas del sujeto, del nómos, de la institución, de la
sociedad. Como búsqueda de la verdad en tanto interrogación y apertura ilimitada. Como posibilidad
de la subjetividad reflexiva.
Pero, especialmente debemos pensar la elucidación como acción política, en tanto condición de un
régimen colectivo de reflexividad y como posibilidad de expresión de esa forma específica del hacer
transformador y revolucionario imprescindible en el camino hacia la autonomía.
Bibliografía