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Sigue en pie injusto sistema de asignación de estudiantes a las instituciones de educación

universitaria
Julio Mosquera

En 2005 apareció mi primer artículo en Aporrea en defensa de un sistema justo de ingreso a


la educación universitaria (ver: https://www.aporrea.org/actualidad/a14839.html). A ese
artículo le siguieron unos cuantos más sobre el mismo asunto. Entre estos resalto uno
dedicado a la prueba de aptitud académica, antes de su eliminación por orden del Presidente
Hugo Chávez (ver: https://www.aporrea.org/educacion/a22840.html) y uno sobre el
concepto de vocación (ver: https://www.aporrea.org/educacion/a41464.html). También
otros autores han escrito sobre este asunto en Aporrea y en otros sitios en internet. Con esto
quiero resaltar que el problema de la selección de estudiantes para el ingreso a la educación
universitaria es un problema que heredamos de la IV República y que no hemos resuelto
satisfactoriamente hasta ahora. La ausencia de un sistema de asignación de estudiantes a las
instituciones de educación universitaria sigue perjudicando sobre todo a las y los hijos de
los trabajadores, quienes no tienen acceso a las mismas universidades que las y los hijos de
la burguesía. Más que un sistema de asignación, porque he sido siempre un defensor de la
admisión libre, necesitamos de una reorganización del sistema de educación universitaria
que garantice el ingreso, la prosecución y la culminación exitosa de todas y todos los hijos
de los trabajadores. Por ahora y mientras tanto, podemos plantearnos como una tarea a
corto plazo la definición y puesta en práctica de un sistema de ingreso que garantice el
acceso a las universidades de su preferencia a todas y todos los hijos de los trabajadores.

En una página web de la OPSU encontramos una infografía donde se dan algunos detalles
sobre las variables consideradas para el cálculo del Índice Académico que esta institución
la asigna a cada estudiante para decidir su ingreso o no a una de las carreras universitarias
solicitadas por el estudiante (ver: http://ingreso.opsu.gob.ve/descargas/multivariable.pdf). A
continuación mis observaciones a la información presentada en el mencionado sitio web.
Lamentablemente esa es la única información disponible al público donde se explica de
alguna manera cuáles son los componentes del Índice Académico. No se específica en ese
sitio si esos son los criterios vigentes. Pero, en vista de que ese método tiene sus defensores
(por ejemplo Ancidey, ver comentarios más abajo), creo que merece unos comentarios.

En el sitio web mencionado se señala que en Índice Académico está compuesto de puntajes
totales obtenidos de dos componentes. En el primero de estos componentes se toman en
consideración tres variables para un total máximo de 2,50 puntos y en el segundo
componente cuatro variables par aun total máximo de 97,50 puntos. De las tres variables
incluidas en el primer componente las dos última tienen la misma descripción, aunque
diferente puntuación. Todas las variables incluidas en el segundo componente toman sus
valores de promedios de calificaciones y de comparaciones entre promedios de notas,
también se hace referencia a la mediana de los promedios globales. En esta infografía no se
explica no cómo se calculan los valores de cada variable ni cómo se calcula el índice. En
algunos sitios web se informa que se introdujeron cambios, a partir de 2014, en las
variables tomadas en consideración para calcular el Índice Académico. Según algunas de
estas páginas ahora sería tomado serían tomados en cuenta la participación en actividades
extracurriculares y el mal llamado nivel socioeconómico de las y los aspirantes. Pero, no
nos ha sido posible localizar ningún sitio donde se explique cómo se calcula ese índice con
las nuevas variables.

En 2015, el profesor Torres Nuñez afirmó que: “(…) el actual sistema de ingreso a través
de la OPSU no es en primer lugar transparente, porque el portal de la OPSU menciona 4
variables a tomarse en cuenta, y en los listados de estudiantes asignados se mencionan 7
variables. Los padres no están informados del algoritmo con el cual se calcula el índice
académico. Tampoco se dispuso de un mecanismo para corregir errores que se hayan
cometido en el llenado de la planilla.” (fuente:
https://www.aporrea.org/educacion/a210090.html). En 2016, Bernardo Anciedy reconocía
que: “Hasta la fecha se carece de información pública sobre la base y el procedimiento para
calcular la contribución de la condición socio-económica y la participación extra-curricular
en los índices utilizados para la asignación de acuerdo al modelo aprobado en diciembre del
2014. La primera representa el 30% del índice mientras que el segundo determina otro 5%,
es decir que el cálculo del 35% del índice utilizado para la asignación de cupos es
totalmente desconocido.” (fuente: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/177425). A lo
cual agrega que: “(…) se desconoce la fuente de los datos y la forma de cálculo para
determinar el puntaje debido a la condición socio-económica y la participación en
actividades extra-curriculares. Esta situación es una gran debilidad, porque contradice los
fines expresados por las autoridades gubernamentales de transparencia en el proceso
de asignación de plazas. Señalamiento que se refuerza por la ausencia de una
fundamentación técnica y de consenso que avalara la modificación, como sí se hizo en el
año 2008” [énfasis en el original] (fuente:
http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/177425).

En el cálculo del Índice Académico se asumen una serie de supuestos que no son
soportados ni por la estadística ni por otra ciencia. Por ejemplo, se asume que las
calificaciones y los promedios de esas calificaciones de las y los estudiantes son
comparables, de la misma manera en que serían comparables los promedios de temperatura
corporal tomados a cada estudiante seis veces al mes durante un año. Se asume así, que 15
puntos en Matemática de un estudiante del Colegio Champañat, es exactamente lo mismo
que 15 puntos en Matemática de un estudiante del Liceo Fermín Toro. Lo cual es
totalmente falso, al no existir unos criterios únicos universalmente aceptados y aplicados
para asignar las calificaciones a las y los estudiantes en Matemática. No se trata de un
sistema de medida estándar. Mucho más problemático, sumado a lo anterior, es el uso del
promedio de notas y su comparación. En especial cuando se sabe que el promedio de notas
es sensible a los valores extremos y un muy mal indicador.

Supuestos beneficios colaterales no soportados por investigación alguna. Como por


ejemplo, según afirmaciones de Ancidey: “En un reporte anterior (8) se evidenció que para
el año 2009 los aspirantes provenientes del último año de educación media representaban
en promedio un 80% de la demanda, mientras que los egresados en años anteriores
rondaban el 20%. De modo que en solo dos años de aplicación del mecanismo se logró una
modificación importante al perfil de los demandantes. Anteriormente, hasta un 55% de los
aspirantes repetían sus solicitudes de asignación (9).” (fuente:
http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/177425).
Afirma Ancidey que. “El cambio de 2014 es sin duda, producto de las inconsecuencias,
abandonos, impericia, arrogancia y posible “mano pelúa”, reflejadas en las medidas
recientes sobre el tema.” (fuente: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/177425)
Ancidey argumenta a favor de un mayor peso del promedio de calificaciones en el cálculo
del Índice Académico. Con lo cual no estoy de acuerdo.

En fin tenemos que, primero, no es posible crear un sistema de ingreso que responda a
criterios racionales dada la actual organización de nuestras universidades. Debe primero
cambiarse la organización de las universidades, por cierto no solo por esta razón. La
organización medieval en facultades y escuelas no tiene ninguna justificación en el siglo
XXI. No solo no es sustentable económicamente, sino que ha demostrado ser un estorbo a
la creación y la innovación, incluso a la enseñanza y al aprendizaje. Una vez modificada la
organización de las instituciones de educación universitaria, las y los estudiantes deberían
ser asignados no a una carrera sino a una institución de educación universitaria. En las
condiciones actuales los estudiantes no son estudiantes de una universidad sino estudiantes
de una carrera o de un programa nacional de formación. Esta situación obliga a las y los
estudiantes a seleccionar desde muy temprano una carrera, lo cual significa un problema
tanto para el estudiante como para la sociedad. Esto lo explicaré con más detalles en otro
artículo. Segundo, en un país como el nuestro donde las estadísticas son prácticamente
inexistentes y las pocas que existen no son confiables, no es posible sostener un sistema de
ingreso a las instituciones universitarias basado solo en datos cuantitativos. Se requiere de
un sistema de ingreso con un componente cualitativo de mayor peso que el componente
cuantitativo, o uno exclusivamente cualitativo. Tercero, relacionado con el primer punto, se
requiere de una mejor distribución en el territorio de las universidades existentes. Una vía
para ampliar la cobertura geográfica de las universidades es la opción pedagógica de
educación a distancia.

Entiendo que las y los ministros que han pasado por el ministerio con competencia en
educación universitaria han tenido la mejor de las intenciones en cuanto a los que se refiere
a las políticas de ingreso a las instituciones de educación universitaria. Pero, de buenas
intenciones está empedrado el camino al infierno. Lo que ha fallado es la formulación de
una política clara, teóricamente fundamentada, compartida por los miembros del Gobierno
en materia de educación universitaria, de la que se derive una adecuada política de
asignación de las y los egresados de la educación media a las instituciones de educación
universitaria. La política y la práctica de ingreso no pueden ser vistas como una política y
una práctica aislada del resto del sistema universitario. Ese es el reto que enfrentamos
todavía después de casi veinte años de gobierno bolivariano, zamorano y robinsoniano.

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