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Los principados mixtos presentan varias dificultades generales para mantenerlos que son intrínsecas a todo principado nuevo: en
primer lugar, en ellos los hombres no son fieles a su nuevo señor y, con la errada esperanza de mejorar su suerte, se alzan contra él;8
en segundo lugar, el nuevo príncipe, para efectuar la conquista, se encuentra en la necesidad de ofender a sus nuevos súbditos, ya con
tropas, ya con una infinidad de otras injurias, y esos súbditos se vuelven sus enemigos;8 en tercer lugar, el príncipe suele perder la
amistad de aquellos que lo ayudaron a ingresar y conquistar el nuevo territorio, y a la postre no puede deshacerse de ellos porque ya
ha contraído con ellos obligaciones.10 A estas dificultades generales, que ocurren siempre, se agregan otras especiales, que a veces
ocurren y otras no: puede que los territorios conquistados tengan diferente "lengua" (lo que implica que tienen tradiciones culturales y
civiles diferentes)11 y puede también que estén acostumbrados a ser libres (es decir, que el Estado hasta ese momento fuera una
república). Si se cumple cualquiera de estas condiciones, las dificultades iniciales para mantener el nuevo principado sumarán un
agravante.12
Puede entonces que a las dificultades generales se sumen las especiales o no. Si no se suman, todo será más fácil, puesto que no será
necesario alterar las costumbres de la gente y ésta permanecerá tranquila.13 Todo lo que debe hacerse es «exterminar a la familia del
príncipe anterior»12 y evitar alterar las leyes o aumentar los impuestos.13 Pero si sucede que el nuevo territorio tiene costumbres
muy diferentes (y más todavía si era libre), entonces habrá que diseñar estrategias más complejas, además de mucha suerte y
virtud.13 Una primera estrategia es que el príncipe se traslade a vivir al nuevo territorio, lo que permite: conocer y por ende sofocar
más rápido los desórdenes, controlar a los propios funcionarios, permitir mayor acceso de los súbditos al príncipe, lo que facilitaría
que aquéllos lo amen o teman.13 Sin embargo, esta táctica, al requerir que se ocupe el territorio con gran cantidad de gente armada,
ello produce grandes gastos y por consiguiente el Estado genera pérdidas, además de que se ofende a toda la población y se la coloca
en contra.14 La estrategia verdaderamente conveniente es la de establecer una o dos colonias dentro del territorio conquistado, lo
cual carece de los dos defectos anteriores: ni se genera mucho gasto y «se ofende tan sólo a aquellos que se le quitan sus campos y
casas para darlos a los nuevos moradores... y quedando dispersos y pobres aquellos a quienes ha ofendido, no pueden perjudicarte
nunca».14
Ahora bien, ya aplicada la estrategia inicial es fundamental para conservar el principado aplicar dos principios capitales. Si el
príncipe logra aplicarlos, tendrá garantizado su éxito; de lo contrario, fracasará.15 El primero es el de que «a los hombres hay que
comprarlos o reventarlos» (vezzeggiare o spegnare),14 esto es, el príncipe deberá ganarse el favor de los súbidtos débiles, quienes
fácilmente se aliarán a él por temor o ambición, cuidándose desde luego de que no adquieran mucho poder; deberá, al mismo tiempo
y con ayuda de aquéllos, debilitar a los poderosos, humillarlos y reducirlos.15 El segundo principio es el de «prever para prevenir»
(vedere discosto),13 lo que significa que se debe permanecer en constante vigilancia para detectar temprano cualquier inconvente (un
descontento entre los súbditos, el ingreso de un forastero poderoso) de modo que se pueda erradicarlo de inmediato. Si, por el
contrario, se deja pasar el tiempo, ese problema se volverá incurable.16 Finalmente, Maquiavelo ilustra todo lo expuesto con el éxito
de los romanos al aplicar los anteriores estrategias y principios,17 y con el fracaso de Luis XII al no hacerlo.18 De ello extrae
además un tercer principio: el príncipe jamás debe hacer poderoso a otro o permitir que ello ocurra. «El que es causa de que otro se
vuelva poderoso obra su propia ruina. No le hace volverse tal más que con su propia fuerza o con astucia, y estos dos medios de que
19
él se ha manifestado provisto permanecen muy sospechosos a aquel que, por medio de ellos, se volvió más poderoso.»
Capítulo IV: Por qué razón el reino de Darío, ocupado por
Alejandro, no se rebeló contra los sucesores de éste después de su
muerte
La pregunta que da nombre a este capítulo es respondida por Maquiavelo mediante una distinción entre las dos formas generales de
gobernar un principado.19 O bien lo gobierna el príncipe solo, de manera absoluta y únicamente con siervos que, por gracia suya, lo
ayudan a administrar el dominio; o bien lo gobierna el príncipe pero con barones que tienen su título y prerrogativas, no por gracia de
aquél, sino por nobleza propia.20 Puesto que estos barones tienen a su vez Estados y súbditos propios que lo reconocen y aman, el
príncipe tendrá en este caso una menor autoridad y las rebeliones internas serán más frecuentes, de modo que perderá más fácilmente
el principado. En el primer caso, por el contrario, el príncipe detenta todo el poder y le es mucho más fácil retener sus dominios, y
por ende mucho más difícil conquistarlos a alguien de fuera. Pero si se logra conquistarlo, como hizo Alejandro con el reino de Darío
21
(gobernado del primer modo), ya no se lo pierde, salvo si los desórdenes los genera uno mismo.
En cambio, si se obtiene el poder con el favor popular, se conserva una autoridad indiscutida y sólo hay que ofender a la minoría de
los poderosos y quitarles su poder, mientras que el pueblo amará al príncipe por no ser oprimido. Como lo determinante es tener del
propio lado al pueblo, en este caso el príncipe tendrá éxito.33 Pero para ello debe conducirse adecuadamente con los poderosos: si
éstos dependen del príncipe, le bastará con beneficiarlos (en la justa medida), pero si se mantienen independientes de él habrá que
, en cuyo caso habrá que saber comprarlos y utilizarlos).33
cuidarse de ellos (salvo que lo hagan por puro temor
Luego vendrá el momento en que el principado de civil haya de convertirse en absoluto, es decir, el momento en que el príncipe se
haga de todo el poder. Éste es el momento más difícil y sólo hay una oportunidad para llevarlo a cabo con éxito.34 Para eso es
importante que el príncipe gobierne directamente, pues si lo hace por intermedio de ciudadanos en función de magistrados éstos
fácilmente podrán arrebatarle el poder. Ello puede solucionarse si se garantiza que los ciudadanos sean siempre dependientes del
príncipe de modo que le sean fieles.34
«Combatir con las leyes es propio de los hombres; combatir con la fuerza, propio de las bestias. Pero como lo primero muchas veces
no basta conviene recurrir a lo segundo. Es necesario que un príncipe sepa actuar como bestia y como hombre.»54 Esos animales que
el príncipe debe imitar cuando es necesario son el zorro, por su astucia, y el león, por su temeridad.55 Por ende, no hay que mantener
la palabra dada si eso puede volverse en contra, lo cual no es malo, pues los hombres de hecho no suelen cumplir con su palabra.55
Lo importante es saber disimularlo: «Los hombres son tan crédulos que el que engaña siempre encontrará a quien se deje engañar.»
55
En esto se puede imitar a expertos como el papa Alejandro VI.
En cuanto al dilema de ser o parecer, mejor es parecer que ser. «[Las virtudes] son útiles si tan sólo haces ver que las posees: como
parecer compasivo, fiel, humano, íntegro, religioso y serio; pero estar con el ánimo dispuesto de tal modo que si es necesario puedas
cambiar a todo lo contrario.»56 «Y no hay nada que sea más necesario aparentar que el practicar la religión.»57 La virtud es con
frecuencia perjudicial al poder. El Estado obliga a obrar «contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión».57
De modo que hay que estar dispuesto a adaptarse y hacer el mal cuando sea necesario, ocupándose a la vez de parecer virtuoso, pues
58
la mayoría –que es lo que importa– sólo juzga por las apariencias y por los resultados.
Así, el principio "el fin justifica a los medios", que no aparece con esas palabras y que en Maquiavelo suele malinterpretarse,
significa en este autor: primero, que lo importante es el fin, entendiendo por "fin" el resultado y no la finalidad (un acto se juzga por
el éxito o fracaso que obtuvo, no por tener una finalidad de un tipo o de otro); segundo, que de hecho la gente justifica los actos por
su resultado (el argumento de Maquiavelo no es que los actos deban juzgarse así, sino que la realidad es pura y simplemente que
todos lo hacen así).59
La táctica de generar discordias entre los súbditos para mantener el poder es perjudicial, porque siempre la facción más débil acabará
por aliarse con algún extranjero.64 Sí conviene ganarse la confianza de los que eran enemigos cuando se realizó la conquista.65 En
cuanto a construir fortalezas, sólo sirve al que tenga más miedo al pueblo que a los invasores, mientras que el que tenga más temor a
los invasores no debe hacerlo.65
Capítulo XXIV: De por qué los príncipes de Italia han perdido sus
Estados
El príncipe nuevo es más observado en sus acciones que uno hereditario, de modo que, si sabe hacerlas como corresponde, le va
mejor que al hereditario, pues sus acciones conquistan y obligan más por el hecho de ser presentes y estar vivas.72 He ahí una
primera desventaja para los príncipes italianos. Ello se completa con una serie de defectos que no pueden sino conducir a la pérdida
del poder: carencia de ejércitos propios, malas relaciones con el pueblo con los poderosos, falta de previsión y luego falta de decisión
a la hora de actuar.73
Referencias
6. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
1. Demicheli, Tulio D. (10 de diciembre de 2012). «500 Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998,
años de «El príncipe» de Maquiavelo» (http://www.abc. capítulo XV y notas al pie explicativas de la traductora.
es/cultura/libros/20131210/abci-anos-principe-maquiav
elico-201312092221.html). ABC (Madrid). Consultado 7. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
el 21 de agosto de 2016. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. T ecnos, 1998, p. 6.
2. Maquiavelo, Nicolás: El príncipe. Santiago de Chile, 8. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
Editorial Ercilla, 1935. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. T
e cnos, 1998, p. 7.
3. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 9. Error en la cita: Etiqueta <ref> inválida; no se ha
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, definido el contenido de las referencias llamadas
capítulo II. Maquiavelo_2
4. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 10. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 8.
71. Maquiavelo dice que no puede aplicarles "medicinas
fuertes". La traductora aclara que se refiere a
5. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
aplicarles procedimientos crueles.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
72. 11. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 8,
nota al pie de la traductora. 33. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
12. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 8. 39.
13. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 34. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 9. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
14. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 41.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 35. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
10. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
15. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 42.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p. 36. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
11. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
16. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 43.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, pp. 37. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
11 y ss. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
17. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 44.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, pp. 38. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
11-12. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
18. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 47.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, pp. 39. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
13 y ss. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
19. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 48.
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16. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
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17. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
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18. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
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19. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
23. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 58
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20. Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
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Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, cap. 45. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
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70. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
72
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58. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 97
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
71. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
73
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
59. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 99
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, cf.
72. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
p. 73 y anotaciones de la traductora.
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
60. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 100
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73. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
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61. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 101
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74. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por
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62. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 103
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86
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64. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe (1531), trad. por 107
Helena Puigdomenech, Madrid, ed. Tecnos, 1998, p.
87
Enlaces externos
Wikiquote alberga frases célebres de o sobreEl príncipe.
Wikisource contiene una copia deEl Príncipe.
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