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En nosotros, la voz y la palabra no son la misma cosa, porque la voz se puede

hacer oír sin que tenga ningún sentido, sin palabras, y la palabra igualmente puede
ser transmitida al espíritu sin voz, como ocurre con el discurso en nuestro
pensamiento. De la misma manera, puesto que el Salvador es Palabra..., Juan
difiere de él siendo la voz, por analogía con Cristo que es la Palabra. Es esto lo que
el mismo Juan responde a los que le preguntan quién es: «Yo soy la voz del que
clama en el desierto: 'Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos'» (Jn
1,23).

Es posible que sea por esta razón que Zacarías, porque dudó del nacimiento de
esta voz que debía revelar a la Palabra de Dios, perdió la voz y la recuperó al nacer
el que es esta voz , el precursor de la Palabra (Lc 1,64). Porque para que el espíritu
pueda captar la palabra que designa a la voz, es preciso escuchar la voz. Es también
por eso que, según la fecha de su nacimiento, Juan es un poco mayor que Cristo;
en efecto, nosotros percibimos la voz antes que la palabra: Juan señala así a Cristo,
porque es por una voz que la Palabra se manifiesta. Igualmente Cristo es bautizado
por Juan que confiesa tener necesidad de ser bautizado por él (Mt 3,14)... En una
palabra, cuando Juan muestra a Cristo, es un hombre que muestra a Dios, al
Salvador incorporal; es una voz que muestra la Palabra...

“Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Esa frase
del Padre Nuestro es a lo mejor una de las más difíciles de decir … ¿somos capaces de
perdonar de tanto como Dios nos perdona?
Perdonar parece a menudo imposible. ¿Cómo podría perdonar a los que me han hecho tanto
daño? Los recuerdos son dolorosos…Ese amigo que amaba y que traicionó mi confianza. Ese
compañero de trabajo cuya maldad me hace daño todos los días. Y a todas esas personas
desconocidas, cuyos desengaños inesperados me dejaron con un sabor amargo. De vez en
cuando la herida queda abierta… ¡Y aún en esto Dios nos pide perdonar !
Nos pide perdonar de todo corazón, gratuitamente, sin medida. Cuando Pedro pregunta a Jesús
cuántas veces debe perdonar a los que le han hecho daño, Jesús responde: “setenta veces
siete”. Es decir, sin fin. Jesús ilustra su perdón de las ofensas mediante una parábola, la
parábola del siervo despiadado (Mt 18, 23-25):un rey acepta perdonar la deuda de su siervo, la
cual es de diez mil monedas. Luego, sabe que ese siervo ha rechazado de perdonar a su vez
la deuda de uno de sus amigos, que no era más de cien denarios (antigua moneda romana).
Entonces el rey le convoca y le dice :”¿No debías tú también haberte compadecido de tu
compañero, así como yo me compadecí de ti?” Dios nos ha perdonado el imposible, “diez mil
talentos”. Él nos envió su propio hijo para salvarnos del pecado. Entonces yo, pobre pecador,
si un día alguien me ofende, ¿no tendría que perdonarle sus “cien denarios”?
En este tiempo de preparación para recibir Navidad, entremos en una óptica de paz.
Examinemos nuestro corazón. ¿Guardo en mi interior algunas heridas? A lo mejor podríamos
pedir al Espíritu Santo ayudarnos a perdonar nuestras pequeñas ofensa, las heridas más
profundas. Pidámosle que nos de ánimo y perseverancia. Esto puede tomar tiempo, ¡pero con la
ayuda de Dios todo es posible !
Hoy, puedo decidir hacer La Paz con alguien que me ha herido y puedo pedir al Espíritu Santo de
ayudar a perdonar aquél o aquella contra quien tengo rencor u otro sentimiento que
guardo desde hace mucho tiempo en mi vida.
MEDITEMOS ESTA HERMOSA ORACIÓN Y ROGUEMOS LA GRACIA DE QUE SEA
ESCUCHADA
Oración de J.Galot :
“ Ayúdame, Señor, a perdonar como tú perdonas;
A perdonar desde lo profundo de mi corazón, no sólo com palabras sino con toda la fuerza de
mi voluntad;
A perdonar completamente, sin poner reserva ni condición a mi perdón;
A perdonar definitivamente, sin jamás volver a los eventos del pasado”

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