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No le temo a la muerte, le temo a el olvido de la gente que quiero.

Un viejo blues me hizo recordar momentos de mi vida y mi primer amor, pero aquí estoy tan solo en la
vida que mejor me voy.

Llegara la paz a nuestras vidas, con nuestra muerte física.

Ese mocoso esta en su asiento en el cine, pero no se da cuenta que en esta sociedad no tiene lugar.

El pensamiento de un comunista:

El joven comunista es aquel ser humano que entiende que su vida no tendría sentido y valor alguno si no
tuviese a otro al lado, el joven comunista tiene el entendimiento racional de que los seres vivos no son
puramente racionales, todo ser humano tiene muchos asuntos que no necesitan ser explicados, y no
valdría la pena hacerlo, pues son asuntos de entendimiento emocional.

Sentado en pedazos del periódico, manchados con mi sangre, con las piernas temblorosas y los brazos
humildes, leo con la mirada al suelo el pedazo de periodismo que dice tener libertad, contiene
información y sustentos absurdos sobre la vida de un hombre que intento contagiar la utopía de
alcanzar la felicidad, la paz.

Analizo cuales fueron mis errores para estar entre los barrotes que me robaron lo único que me
quedaba, la esperanza de conocer al amor inexistente de la libertad absoluta, libertad que quise que
todo el mundo buscara.

Aun escupo la sangre que me regalo mi madre, la fuerza que me obsequio mi padre fue mermada pues
es física, la esperanza de una nueva vida escapa con cada aliento, el tiempo se alarga en cada herida y
me duele, me duelen los brazos, el pecho, las piernas y la cabeza, me duele el rostro, incluso respirar me
duele. Pero no encuentro mejor manera de irme que ofreciendo mi vida a mis pensamientos,
fundamentos de mi vida de cada día.

Parecen casi las seis de la mañana, el viento entra sencillo y me acaricia y me refresca la fiebre de los
golpes, la brisa de la madrugada humedece mis labios que extrañan el agua, cuando siento pasos
afirmados acercarse no muy apresurados, parece que toca completar mi parte final de este extenso
camino.

Las sombras tiritantes con las que la luz de las velas intenta hacerme saber quiénes se acercan, no
tienen sentido, todos saben que no existe otro final. Llegan 3 militares, un hombre muy importante, un
juez y un sacerdote, siento el helar de toda la noche en pocos segundos, luego intento distinguir la
condena que me dicta el juez.

Mientras cumplen una hipócrita parte burocrática de esta sociedad, algunos recuerdos se roban mi
atención y solo atino a perder la mirada en el infinito adimensional.

Ellos me toman de los brazos y me ayudan a acercarme al sacerdote, nos encierran y se van.

A las siete de la mañana mi vida no lo será más, y no necesito un sacerdote para hablar con mi Dios.

Las seis y media y los militares me sacan de mi celda, mientras avanzo por los estrechos pasillos de suelo
de barro, atravieso con mis pensamientos casi veintiséis años de existencia.
Cuando entro a un cuarto de adobe extenso no muy oscuro, puedo ver a la muerte esperando hacer su
trabajo, me sonríe y no le tengo miedo, le sonrío.

Soy atado a una estaca mas grande que yo, me sujetan con sogas el cuello, el pecho, la cintura, y las
piernas al madero, para que no me escape no, para que no me caiga.

El Teniente a cargo ordena me retiren el paño que tengo atado al cuello, entonces el soldado más joven,
tan viejo como mi hermano menor se acerca con miedo, y desata el nudo poco útil que quedaba en el
pedazo de trapo:” Lo lamento”, yo también lo lamento, hermano.

Cuando todos están en su lugar se me permite utilizar mis palabras por última vez, yo tomo un buen
respiro, y no dejo se pierda mi mirada en otro que no sean los ojos de las personas que comparten
conmigo mi muerte.

“En ningún momento en toda mi vida he tenido la intención de hacerle daño a alguien, y si lo hice pido
perdón de corazón, espero que cuando se termine mi castigo, cuando mis ojos terminen de ver, y mi
sangre busque descanso en mi tierra, cuando llegue a entender el color de la existencia, las personas a
las que no les fui mas que veneno, puedan perdonarme, y pueda mi memoria estar en paz, me toca
ahora seguir con lo que le sigue a este camino, creo que mi conciencia permanecerá, e iré a buscar la
verdad tal vez diferente a la que intentaba defender en esta tierra, y esperare a cada unos de ustedes y
a cada ser con una sonrisa y un buen deseo, y si a alguno no se le permite, levantare de nuevo mi voz de
protesta y arriesgare cada pedazo de mi alma exigiendo una mejor existencia para todos sin tener que
sacrificar o abusar de alguien”.

“Señores!........., hermanos, díganle a mi padre y a mis hermanos que fui valiente, díganle que no tuve
miedo, díganle la verdad”.

Disparen, dice el Teniente, siete explosiones de pólvora terminan con los sonidos.

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Puedo sentir un poco de paz, mi rostro al fin se agacha lentamente, la muerte me braza y ya no siento
frio, puedo escuchar por ultima vez el gotear de la lluvia en los charcos de agua, la vista que me queda
se empaña poco a poco, y en mi cabeza escucho una vieja canción que nunca comenzó, unas pocas
lagrimas rebalsan de mis ojos, estoy muy cansado, aun sonrío.

No sé porque imaginé que estabas aquí conmigo, y me sentí mejor.

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