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P. ¿Cuál es el valor de la meditación como una práctica deliberada?

R. Su único valor es el de crear un sentido de separación de lo que no es "meditación".


Le aparta a uno de la vida. No puede haber ninguna intención en la meditación. La
meditación te llama, tú no la llamas. Es como preguntar algo a un maestro: es un insulto
al maestro. El maestro te dice lo que tiene que decirte – sólo mantén la boca cerrada y
escucha. No le preguntes nada. Si le preguntas, no hay espacio para una respuesta,
porque estás lleno de expectativas. Cuando estés con un maestro, sólo escucha; no
preguntes nada. En ausencia de preguntas, en ausencia de acaparamiento, hay espacio
para que la enseñanza se desarrolle. Por supuesto, el maestro del que hablamos puede
ser llamado "vida" también.

La meditación te llama en ciertos momentos del día. Has completado una actividad y
aún no te has dedicado a otra: te sientas en silencio, o te acuestas en silencio, o te pones
de cabeza en silencio. Afrontas simplemente lo que está aquí ahora. Inmediatamente tu
cuerpo se convierte obviamente en el objeto de observación. En primer lugar,
encuentras los elementos burdos: el miedo, la ansiedad, la sensación de pesadez, la
tensión. Estos se disuelven rápidamente en vibración, en luz, en calor. Lo que queda es
una sensación de espacio, de vibrante luz, y que resuena en tu silencio, en tu presencia.
Eres feliz, no tienes necesidades, no tienes futuro. La meditación te llama.

Pero meditar sólo tiene sentido si tienes la misma actitud hacia ella como la que tienes
para ir al baño por la mañana. No lo haces para alcanzar la iluminación. Lo haces
porque es natural, como cuando te levantas, vas al baño, te cepillas los dientes, tomas un
poco de agua en la boca, te enjuagas, y la escupes. Es totalmente normal. No tienes nada
que hacer a las cuatro de la mañana. Si como la mayoría de la gente tienes vecinos no
puedes hacer ningún ruido. Si estás sano mentalmente, no enciendes una luz artificial;
porque eso sería un insulto a la belleza. No quieres quemar tu casa con una vela, por lo
tanto, no enciendas una, por lo tanto, no puedes leer. Tampoco pondrás ningún tipo de
música porque los vecinos son psicópatas. Tu perro sigue durmiendo, tu esposa vive con
la fantasía de tener un marido. Tienes el tiempo en tus manos. ¿Qué puedes hacer?
¡Nada! Así que quédate quieto.

La posición normal para un cuerpo feliz es la posición de sentado, así que te sientas. Tú
no meditas, simplemente no haces nada. En el momento en que el pensamiento "yo
medito" viene, es pura fantasía. ¿Por qué te quedas ahí?, ¿por qué no haces algo más?
Todo se reduce exactamente a la misma cosa. Tú nunca meditas; sólo estás receptivo a
todo lo que se presenta, a la sensación del cuerpo. No hay nada que pensar. Eres traído
de vuelta a esta resonancia, a esta apertura. Sentirás el sol naciendo en tu apertura, y
luego sigues con tu vida. Pero meditar cada mañana y sabiendo que estás meditando, es
como tratar de ser humilde durante media hora.

Jean [Klein] solía decir que la meditación es como alguien que no quiere tomar un tren.
Si no deseas tomar el tren, no tienes que hacer nada al respecto. ¡Simplemente no tomas
el tren! Si tu vida es tal que vives en un país pacífico, libre de guerras, si vives solo, si
tu perro ha muerto, y por las mañanas te encuentras yendo regularmente al baño, te
lavas los dientes y te sientas: sólo se trata de ser práctico. Después de eso, algunas
personas hacen algunos ejercicios - la vida es movimiento - llamado yoga. Pero pensar
que a las seis tengo que meditar es como pensar que a las seis no debo tomar el tren. No
hay nada que hacer al respecto. En cierto sentido, incluso puede interrumpir la
meditación real, es decir, esos momentos en la vida en que el silencio nos llama.

Me recuerda a un amigo mío que se convirtió en un gurú famoso. Otro amigo fue a
verlo y me dijo: "Siento que ha alcanzado un poco de silencio, pero que el silencio no le
ha alcanzado..." Pensé que éste era un comentario particularmente brillante sobre este
amigo "realizado". Si meditas con un propósito, en un momento determinado, es posible
que alcances el silencio, pero el silencio nunca te alcanzará a ti. La verdadera
meditación te envuelve en el silencio. Puede suceder en cualquier momento, cuando
estás haciendo el amor, bebiendo, viendo la televisión. Así que cuando sientas que el
silencio te envuelve, ya no hay televisión para ti, no hay nada más, sólo silencio. Por lo
tanto, te das a ti mismo a este silencio cada vez más a menudo. Si sucede por la mañana,
es hermoso.

Cuando nuestras vidas están en armonía, nos despertamos desde el sueño profundo, no
desde el estado de sueño. Normalmente, en la mañana, hay una clase de humildad
sobrante del sueño profundo, una llamada a permanecer inmóvil. Puedes llamarlo
meditación; en la Tradición de Cachemira, se le llama vivir de una manera natural. Pero
si uno pasa al estado de sueño después del sueño profundo, por supuesto la meditación
tiene que ser una decisión, porque en el estado de sueño ya estamos en el proceso de
devenir. Viviendo armoniosamente pasas del sueño profundo a la meditación o al estado
de vigilia. Por lo tanto, en cierta manera reconoces el estado de vigilia, la luz, el mundo
físico, desde el punto de vista del sueño profundo, desde el punto de vista del silencio.

La duración de la meditación es irrelevante. No puedes "meditar durante una hora" ni


por un segundo. Pero el cuerpo vive de acuerdo a ciertos ritmos. Si uno tiene la
oportunidad de comer con regularidad, sentarse con regularidad, dormir a la misma hora
cada día, en cierta manera puede ser más fácilmente evidente para ti que la meditación
no dependa de una posición de sentado. Pero muy pocas personas tienen la suerte de
comer siempre a la misma hora y dormir al mismo tiempo. Así que, para un yogui
sentarse a las dos de la mañana no es una práctica, simplemente es lo que sucede. No
hay nada en ello. Cuando te vuelves viejo y débil, te despiertas más tarde; no careces de
nada. Cuando conocí a Jean Klein, solía sentarse en la mañana desde las tres a las ocho,
haciendo yoga, pranayama y meditación. Más tarde, fue confinado a una silla de ruedas
y ya no pudo hacerlo más, pero nada era diferente.

Hay momentos en la vida cuando el cuerpo está disponible para sentarse con
regularidad y poder así expresar la belleza de la vida, siempre y cuando sentarse sea sin
esfuerzo. Si hay alguien con quien hacer el amor, si hay una lucha que luchar, si no hay
otra cosa que hacer, todo es exactamente lo mismo. No debes esforzarte ni empujar a
hacerlo. Ello resuena, viene de dentro. Cuando un músico siente una vocación por la
música, se levanta a las cinco y escribe música. Es por la alegría de la música. Sentarse
es puramente por el placer de sentarse. De lo contrario, se reduce a esa fantasía fascista
como en la tradición Zen, donde se quiere alcanzar algo. Esto llevó a Soto y a Rinzai a
participar en las guerras de Manchuria y la Segunda Guerra mundial. Las aportaciones
de los monasterios Zen a la expresión fascista del ejército japonés en China fueron
sustentadas por la actitud Zen de querer alcanzar el satori, hacer zazen. Esto fue muy
claramente un ejemplo de querer "hacer meditación". Es una forma de guerra, crea
guerra, si se hace con la más mínima intención. Si se trata de algo que no conoces y
simplemente eres llevado a sentarte feliz y más adelante estás nadando feliz, es
hermoso.

La palabra "tantrismo" suscita numerosos prejuicios. ¿Podría hablar sobre él? ¿Qué es el
tantrismo?

El tantrismo es una palabra. Aparece en ciertos periodos de la historia, después


desaparece. Actualmente, los medios de comunicación occidentales se valen de esa
palabra para vender algunas publicaciones inútiles. Del mismo modo en Oriente se ha
empleado esa palabra en ciertas épocas, cada vez con diferente significado.

Nos gustaría poder decir que el tantrismo es lo que se encuentra en los Tantra.
Desgraciadamente, ciertos Tantra no son tántricos y algunos textos que no pertenecen a
los Tantra, contienen elementos tántricos.

Así pues, no podemos responder seriamente a esta pregunta; o en tal caso nos veríamos
obligados a responder desde el punto de vista de una escuela particular. Cada aspecto de
la tradición India puede ser comprendido desde un punto de vista tántrico. Así, según el
Tantrismo de Cachemira, todas las actividades humanas participan del tantra ¿Por qué?
Porque es la actualización del presentimiento del silencio en el espacio-tiempo.

El presentimiento del silencio es la no-dualidad. La expresión de la no-dualidad en la


vida cotidiana es el tantrismo. En la India, dos grandes vías coexisten. La mayoría de
las aproximaciones de la tradición contienen la una o la otra: la vía de la mano derecha
o la de la mano izquierda.

El método ortodoxo, denominado de la mano derecha, adopta las formas que están de
acuerdo con la cultura, la filosofía y la moralidad del periodo en el que se expresa.
Incluidas en la ortodoxia religiosa, participan de las nociones de casta, de las
prohibiciones y jerarquía predominantes. El método de la mano izquierda se refiere a
una codificación de técnicas y de preceptos que pueden parecer en contradicción con la
situación cultural del periodo en el que se manifiesta. En su simbolismo, estas formas se
refieren a transgresiones de códigos establecidos. Existen, no obstante, rituales tántricos
ortodoxos y rituales de la mano izquierda no tántricos. Así pues, hemos vuelto al punto
de partida de estas discusiones: el tantrismo es tan sólo una palabra y no puede ser
definido de manera rigurosa.

Pensar que una persona pueda volverse impersonal manifiesta una absoluta falta de
claridad en cuanto al principio metafísico ―una forma de sacrilegio―. Esta visión
simplista se encuentra también en ciertas corrientes hindúes: por ejemplo los
pashupatas, o, más cerca de nosotros, las escuelas de tendencia Gorakshanata.

Otro ejemplo de la confusión que rodea al término "tantrismo": el tantrismo hindú es


extremadamente diferente del budismo tántrico. Éste último es una aproximación
dualista que se camufla bajo conceptos no-dualistas tomados del shivaísmo de la India.
Es un acercamiento embebido de intención, de voluntad, de intentos desesperados para
llegar a algo, a alguna parte, referidos a alguien. Esta aproximación es considerada
como una vía rápida que procede del desarrollo de la energía perteneciente a una
persona, la cual quiere iluminarse. Para realizar tal fantasía, se pretende utilizar todas las
situaciones capaces de acelerar esa iluminación.
En la tradición india, la conciencia, el silencio, es simbolizado como masculino,
mientras que su expresión en el espacio-tiempo, el mismo espacio-tiempo, es
representado como femenino. Lo masculino es la verdad última, el principio metafísico.
Lo femenino es su proyección. La vía tántrica es el arte de la reintegración consciente
del aspecto manifestado de la energía en su principio. Es un redescubrimiento, un
retorno a sí mismo y no una realización.

En otro nivel, podemos decir que el tantrismo es una codificación técnica específica,
ligada a una localización geográfica. El tantrismo de Bengala es diferente del de Assam,
el de la región de Benarés difiere del de Orissa, y el del sur de la India, muy próximo en
un cierto nivel del Trika de Cachemira, también es diferente. Asimismo habría que
hablar de los Tantra Vishnuistas como el de los Sahajiya de Bengala o incluso aquellos,
menos conocidos, derivados del Islam, como en el Ismaelismo.

Todas estas corrientes exploran el principio subyacente a la manifestación y su motor


esencial: el deseo. Todas ponen el acento sobre la sensibilización de los cuerpos de
energía para acercar el gran misterio. Pero la forma en la que la técnica va a
profundizarse es propia de cada escuela. Sólo en Cachemira, en el tantrismo más
absolutamente no-dual, la técnica difiere ampliamente según las corrientes. Para ayudar
a su transmisión, un maestro de una línea particular podrá incluso utilizar algunos
métodos pertenecientes a otras escuelas.

Mi maestro ha incluido algunos ejercicios procedentes del Himalaya en su enseñanza.


Todas estas técnicas tratan de afinar la sensibilidad a las corrientes esenciales de la vida.

¿Pero a qué se le llama "tantrismo"?

Desde el punto de vista de la vía de Cachemira, el tantrismo es el arte de celebrar lo


último en la vida cotidiana. En una sensibilidad disponible, todo dinamismo de devenir,
de alcanzar, desaparece. Dejamos de utilizar nuestra vitalidad y nuestra inteligencia para
impedir o desear. Descubrimos las diferentes facetas de lo corporal. El miedo se
pulveriza. Nos sentimos bien, en paz. Cuando el cuerpo se vuelve apacible, se revela
como una masa de defensas, de miedos. En nuestra disponibilidad, lentamente se va a
transformar en luz, energía, belleza y placer.

Lo que impide la sutileza de la sensibilidad corporal y mental es la tensión de querer


llegar a algo. El acercamiento tántrico propone profundizar el cuestionamiento de
nuestras restricciones físicas y mentales. Es un instrumento para hacernos descubrir lo
que es la alimentación, la asimilación, la digestión, etc., conduce a sentir
simultáneamente lo que existe de sagrado en el alimento, en la sexualidad, y lo que hay
de vulgar en ciertas formas de olvido de sí, en la comunión romántica, en la satisfacción
de un placer. Así, los alimentos putrefactos, cadavéricos, y los productos refinados de
nuestra civilización desaparecerán de su vida.

La vía tántrica es una manera de acercarse a las reglas cósmicas, una forma de sentir los
vínculos de unidad con todos los seres. Nuestra manera de pensar, de tocar, de resonar
con el entorno, se transforma claramente. Ciertos rituales específicos van a participar de
estos descubrimientos. El sentimiento de los ritmos constantes que presiden las
situaciones humanas se abre paso cada vez más.
El tantrismo es realmente el descubrimiento de todas las expresiones de estos ritmos.
No es un concepto. Esto debe ser sentido en todos los aspectos de la vida: cuando la
policía le detiene, si su esposa le abandona, cuando escribe un libro... Si el dolor invade
su cuerpo o no tiene para comprar un billete de metro: usted está presente, la belleza de
la vida también. El tantrismo es el arte de reconocer la majestad de la vida en todas sus
expresiones.

Usted ha dicho que ciertos elementos, que no son tántricos, son considerados como tales
en Occidente...

Utilizar el pensamiento o la sexualidad para intentar alcanzar aquello que está más allá
de la mente, no es tántrico, es una falta de claridad. El tantrismo es el arte de explorar el
presentimiento de la vida, continuamente.

Naturalmente que existirá una actividad; que habrá un despertar y canalización de las
energías; que se llevarán a cabo rituales incomprensibles para una sociedad burguesa...
Pero nunca con la intención de alcanzar algo determinado. Toda esta fantasmagoría se
expresará únicamente para armonizar su cuerpo, su sensibilidad y su mente con el
presentimiento de lo esencial. La humildad es el único terreno de estas expresiones.

Visto desde fuera, el mismo ritual, el ejercicio mismo ―que para nosotros es una
expresión de la belleza de la vida―, podría ser entendido como un medio de alcanzar no
sé el qué. Desde un punto de vista pedagógico, podemos utilizar ciertos aspectos de las
vías progresivas en el camino directo. Pero sólo nos serviremos de estos ejercicios para
subrayar la comprensión de que el espacio en el que la libertad puede brotar es la
disponibilidad y no la acumulación de cualificaciones, sean las que fueren.

En nuestros días el tantrismo es con frecuencia entendido como la utilización de la


sexualidad con el fin de obtener la conciencia cósmica...

La sexualidad es barrida por el presentimiento ensordecedor del silencio. En sí misma,


no tiene ningún vínculo con el tantrismo. Si se ha hecho tanto hincapié en ello, es sobre
todo porque la iconografía religiosa y metafísica del panteón tántrico hindú y budista se
expresa, por razones puramente conceptuales, bajo la forma de divinidades
frecuentemente entrelazadas.

Pero está en presencia de puras transposiciones de comprensiones metafísicas y no de


ejercicios para practicar a plena luz.

Cuando la sensibilidad corporal se vuelve no conceptual, la sexualidad, como todas las


funciones de nuestro cuerpo, estalla. La sexualidad psicológica no tiene sitio en la
tranquilidad, en la vivencia de un cuerpo sin miedo ni necesidad. Eso no quiere decir
que no existan, en la tradición tántrica, rituales para explorar ciertas ramificaciones de la
sexualidad, como los hay para explorar las ramificaciones de la respiración u otras.

¿Cómo darse cuenta de si alguien es un "viva la virgen " o realmente ha experimentado


la dicha?

Sólo aquel que ha presentido un silencio no objetivo puede reconocer al que está
verdaderamente en silencio. Es parecido a como un pintor reconoce inmediatamente a
otro pintor, un bailarín a otro bailarín, y un pescador a otro pescador. Es algo que se
siente, una unidad. La dicha no está ligada a sus expresiones. Y no podemos reconocerla
sino a través de ellas.

He visto a mi maestro en la ópera, con banqueros, con traficantes de droga, con


políticos, con alumnos fuera de la ley, con hombres de negocios, con personas piadosas,
etc. Desde fuera era muy difícil ver su libertad. Las personas que estaban próximas a él
―no próximas a su enseñanza conceptual, sino que vibraban de esa misma mirada sobre
la vida― se daban cuenta sin embargo de su disponibilidad en todas las situaciones.

En toda expresión procedente de la tranquilidad, reconocerá esa misma tranquilidad.


Todo lo que viene directamente de la apertura conserva siempre una cierta forma de
discreción, de moralidad. La verdadera originalidad es la expresión directa de la
tranquilidad y se manifiesta con una gran discreción.

¿Cómo tener confianza si no hay esperanza?

¿Cómo tener confianza si tenemos una esperanza? Tener una esperanza significa estar
en un cuento, en la proyección.

Confianza en uno mismo...

Todavía es más inadecuado: mientras tengamos esperanza, presentimos su nulidad y no


podemos tener confianza. Toda esperanza, toda finalidad, dirección o proyecto impide
tener confianza en la vida. Nacido con el presentimiento inextirpable de no ser nada, el
ser humano sabe intuitivamente que sus proyecciones son cuentos. Toda esperanza está
minada por este presentimiento; no sirve más que para hacer creer en una localización.
Mientras tenga esperanza en algo, experimento una no-confianza en la vida.

Constato que todas las esperanzas son fantasías. A la que obtengo algo, deseo otra cosa.
No puedo esperar otra cosa que no sea mi propia patología. Mi pensamiento se limita al
contenido de mi memoria, me ha llevado a la crisis que vivo. Así que, ¿cómo puedo
albergar todavía esperanza?

Todo el mundo aspira a una vida diferente. La gente que vive sola desea encontrar a
alguien, los que viven en pareja desean estar solteros. Están convencidos de que cuando
esto llegue, todo irá mucho mejor. Esta esperanza impide escuchar la vida.

Cuando me doy cuenta de que después no hay nada, las energías constantemente
utilizadas para anticipar y afrontar un hipotético futuro se concentran para hacer frente
al instante. Esta presencia, disponible, presente, elimina todo futuro.

El futuro es un pensamiento, no existe. No podemos hacer frente a una situación


mañana; morimos siempre antes de hacer frente al mañana. Me doy cuenta de que el
futuro es una idea, una idea molesta, una inquietud, siempre.

Estar disponible... Ni siquiera podemos decir presente: no hay presente, sólo presencia.
En esta presencia, eventualmente, lo que llamamos pasado o futuro puede inscribirse
como presentimiento; pero ya no es futuro. Es como cuando te preguntan lo que harás
dentro de seis meses: puedes abrir una agenda, si hay lugar pones una cruz... No es el
futuro: la demanda es ahora, miras ahora en la agenda; esta proposición crea una
resonancia en ti, haces una cruz, la agenda se cierra, se acabó, no hay futuro
psicológico. El futuro es un punto en una agenda, es presente. Se puede hacer una cruz
para dentro de 350 años, pero siempre la hacemos en el instante.

Lo mismo cuando me llega un eco del pasado: es ahora. Lo que me pasó hace diez años,
lo siento ahora en mi vientre, en mi garganta... No es el pasado. Pasado y futuro están
presentes. Cuanto más desarrollamos esta sensibilidad, más nos damos cuenta de este
espacio presente.

La confianza en uno mismo es imposible, la confianza en el futuro es impensable. Son


confianzas inadecuadas: no podemos fiarnos de algo que no existe.

El sentir es sin confianza. No hay nadie para tener confianza, sólo sentir. Cuando siento
que mi brazo se mueve en el espacio: ¿dónde están el presente, el futuro, la confianza?
Cuando escucho un concierto de música, una tarta de manzana o un dolor en un órgano:
¿dónde está la confianza? Siento, hay presencia. No necesito confianza. La confianza es
el espacio en el que estas situaciones, estas sensaciones aparecen.

Tener confianza en algo es una falta de madurez. Mientras tengamos confianza en algo,
no tenemos realmente confianza. Tarde o temprano nos decepcionaremos, ya que
proyectamos nuestra tranquilidad en aquello en que tenemos confianza. Imaginamos
que la situación puede aportarnos esta plenitud. Ahora bien, ni yo ni lo que llamamos
los demás somos capaces de dármela. Por ello toda confianza es inadecuada.

Cuando ya no tengo confianza ni en mí ni en el entorno, queda una confianza que ya no


se dirige hacia algo, sino que simplemente es un no-comentario. Dejo de criticar mi
vida, de pensar que debería o podría ser diferente. Dejo de saber cosa alguna. Resta la
disponibilidad. En ausencia de reacción psicológica, la simplicidad de la vida aparece.
Todo lo que me llega es presencia. La confianza nace cuando abandono toda esperanza.
Una confianza sin objeto.

La esperanza es una forma de aplazamiento: mañana seré feliz. No es admisible: nos


moriremos antes; ya no habrá tiempo de ser felices mañana. Cuando haga más yoga,
cuando sea más sabio, menos iracundo, más rico, cuando esté casado, divorciado,
cuando coma menos azúcar, cuando esté en mejor forma, cuando viva en otra parte...
sólo entonces seré feliz. ¡Esto es la esperanza!

¿Por qué esperar? ¿Qué más habrá mañana? Nada. Proyectaré la misma miseria que
hoy. Si hoy paro, esto también se para mañana. Si hoy continúo, esto continúa mañana.
Debo parar, ahora, en este momento. Escucho, siento: en este sentir, el mecanismo de
huida hacia adelante, hacia mañana, lo veo por lo que es. Por tanto, volver siempre a la
sensibilidad del momento. Escuchar el instante sin vincularlo al de antes o al de
después, sin compararlo, sin saber nada, sin anticipar ni recordar.

La esperanza es una huida.

¿Qué lugar ocupa la memoria en el presente?


La memoria es un pensamiento.

Nada de memoria: sólo el presente es. Todo lo que aparece viene en el momento. Lo
que llamamos el recuerdo de hace veinte años es una experiencia presente. Los golpes
que recibiste hace veinte años, los sientes ahora, el miedo por el que pasaste habita en ti
en este instante.

¿Qué es memoria? Cuando observas tu cuerpo, ¿ves tu pasado? No es pasado, es


presente, tu cuerpo es presente. El cuerpo presente contiene todo el pasado. No hay
memoria.

En otro plano, todo es memoria. El presente es la memoria, es el pasado. Nada puede ser
presente. El cuerpo no es más que una memoria, por esto funciona. No es una memoria
psicológica que se atenúa con la escucha de la vida. Es una memoria fisiológica,
indispensable para el funcionamiento de nuestro sistema.

Un día verás que los términos memoria, presente, pasado son palabras, imágenes que se
echan sobre la mesa para el juego. Son imágenes maravillosas, pero irreales. No es lo
que está aquí, no existen. Lo que existe es indescriptible, no conceptualizable.

No pienses demasiado, el pensamiento te aleja... Vuelve un instante a la experiencia


sensorial: no estoy en la sensación, la sensación está en mí. Deja vivir este resabio, esta
incomodidad. Ahí se prepara una claridad. Pero las discusiones filosóficas sobre la
memoria, el presente y el pasado siguen siendo debates. Todo se puede justificar
mentalmente. Un hombre inteligente puede probar una cosa y su contrario. Un budista
puede demostrar la tesis y la antítesis. Las dos serán justas y las dos serán falsas. Es un
ejercicio mental que no sirve para gran cosa. Déjalo para las personas agitadas. Vuelve
al sentir.

P. Sí he entendido bien, ¿la espiritualidad es una ilusión?

R. Es un concepto. Lo que la gente proyecta en la pretendida espiritualidad, a los seis


años lo proyectaban en su equipo de boy scouts, a los diez en su equipo de fútbol, a los
veinte en la política y a los treinta en el matrimonio... Esta carencia que hemos intentado
colmar con una muñeca, un tren eléctrico, una buena nota en la escuela, una carrera, un
hijo, a continuación la proyectamos en la espiritualidad. Es el popurrí de todos nuestros
miedos. Cada cual, según la forma de sus ansiedades, se encuentra atraído por cierto
tipo de espiritualidad. Cuando está presente, se tiene que respetar; pero no es más que
miedo.

La auténtica espiritualidad es un agradecimiento.

El Maestro Eckhart establece una diferencia entre la auténtica oración, oración del
corazón, celebración del cumplimiento divino, y la oración que proviene de la carencia,
que intenta demandar una rectificación. Esta última no es una oración, sino una forma
de absceso.

La auténtica oración es agradecimiento. La auténtica espiritualidad es un no-dinamismo


que se encarna en una disponibilidad de cada instante. Cuando el cáncer, la enfermedad,
el nacimiento, la violencia, la emoción vienen, estar disponible: ahí se encuentra la
profundidad.

Los boy scouts, la política, la espiritualidad, un hijo, el equipo de rugby tienen su lugar,
de otro modo no existirían. Querer liberarse de todos los problemas para volverse
espiritual, para volverse realizado, también. Estas reglas, estas referencias, estos saberes
surgen del miedo. Llega un momento en el que ya no necesitas buscarte en las diferentes
corrientes de la vida. Eres tú quien ilumina la espiritualidad, y no al revés. Es tu claridad
la que te hace comprender profundamente lo que es la política, la paternidad, la
violencia, la enfermedad, el budismo, el islam. Tu claridad lo ilumina todo.

P. Esa claridad es la espiritualidad, ¿no?

R. Desde luego. Pero ahí, ya no hay palabra, ya no hay dirección, saber, escuela, línea,
enseñanza y, sobre todo, ya no hay persona espiritual. Sólo queda una no-separación.

Comprender que no hay nada que comprender, nada que adquirir. No necesito inventar
herramientas para hacer frente a la vida, crear medios de defensa o de apropiación para
hacer frente a las situaciones.

Mirar honestamente lo que está aquí, lo que despierta en mí el miedo, la ansiedad, la


pretensión, la defensa. Claramente, aceptar mis pretensiones, mis límites. Estos límites
reflejarán el no-límite.

Es preciso vivir la mediocridad: revela lo último en nosotros.

Cuando rechazo la mediocridad, cuando imagino, tanto si proyecto algo superior o


inferior, cosas espirituales que deberían liberarme de la vida cotidiana, estoy en una
ficción. Es una forma de psicosis. La mediocridad es lo esencial, la mediocridad según
mis conceptos.

Funcionar diariamente: comer, dormir, amar, ver, sentir, mirar. Dejar que todas las
emociones vivan en nosotros. Nada que defender, que afirmar, que saber. No necesito
nada para presentir lo que es primordial. Es inútil cambiar cosa alguna en mí.

Algunos descubrimientos se tienen que hacer y olvidar en el instante. Para la persona es


terrible, porque el ego necesita apropiarse de cualificaciones: ser espiritual, meditar,
liberarse.

Es preciso salir de nuestro encuentro como un perro que ha visto un hueso y al que se lo
han retirado justo antes de que cierre la boca. Este sentimiento, justo antes de la
frustración, es el que se tiene que conservar. La sensación de la boca vacía es una no-
conclusión, un espacio que resuena con nuestra libertad.

P. ¿La espiritualidad lleva consigo un elemento sagrado o sólo es funcional?

R. Referirse a un no-saber es sagrado. La espiritualidad que aprendemos, que


estudiamos, no tiene ningún carácter sagrado. Es una miserable escenificación para
personas que tienen miedo a vivir. La espiritualidad surgida de lo sagrado es no
pensada, no organizada, no elaborada, no utilizada. Esta espiritualidad es lo sagrado.

La espiritualidad no es un refugio, un medio, una muleta. No está para compensar el


fracaso de la vida. Es un dinamismo, el presentimiento de que los acontecimientos de la
vida tienen un sentido más allá del pensamiento. La espiritualidad es este
presentimiento de la humildad, de un total no-saber. Cuando me despierto a esta no-
comprensión de la vida, cuando dejo de pretender explicar lo que me pasa, necesitar
esto o pensar que aquello no debería haberse producido, hay humildad. Se acabó la
pretensión de saber lo que es o no es justo para mí y para el mundo. Se produce una
escucha. Esta escucha es lo sagrado, la espiritualidad misma.

Todo saber espiritual es una miserable caricatura. Toda enseñanza Y codificación


espirituales son actos de ciegos guiando a ciegos. El saber procede del pensamiento, de
la memoria. ¿Qué puede haber de sagrado en ello?

Lo que es sagrado es el sentir, la disponibilidad para la belleza, para la vida. Ello se


actualiza en todos los ámbitos, pero nunca se puede actualizar formalmente.

Cuando te enamoras, no lo sabes. Hay una efervescencia. El día que te dices estoy
enamorado, se acabó, has abandonado la autenticidad, has creado una situación. Cuando
estás realmente enamorado, cuando amas profundamente a alguien, lo ignoras. Cuando
te dices amo a alguien, te estás contando una historia. La belleza no es conceptualizable.
La alegría no se puede degustar.

Cuando estás en la ópera, hay momentos de no-saber, de puro gozo. Pero si intentas
degustar la emoción, ello provoca una forma de conflicto.

No hay nada que degustar.

La espiritualidad que da seguridad sólo tiene valor a nivel psiquiátrico. La espiritualidad


que sabe lo que es preciso hacer, o qué no hacer, qué es justo o injusto, moral o no,
participa de los parapetos dispuestos por la sociedad. Puede tener un valor a nivel
jurídico, pero no conlleva nada sagrado. Es una ideología.

Las ideologías proceden del miedo. Sin miedo no hay necesidad de ser nada, de
identificarme con esto o aquello. Es el miedo lo que me inventa. Creerse francés,
blanco, negro, judío, rico, pobre, budista, hindú, cristiano, ateo: todo proviene del
miedo. En un movimiento de no-miedo, no reivindico nada de nada. Esta no-
reivindicación abre a la disponibilidad. Todo lo que se me aparece se convierte en
cercano, fácil, profundamente yo mismo. No encuentro más que a mí mismo. No hay
nada extraño.

Si algo me resulta extraño, ello significa que estoy en un cuento, una pretensión de ser
alguien. ¿Puedo hacer un gesto sin pretender algo? ¿Puedo mirar un árbol sin saber, sin
intentar encontrarme en mi saber sobre el árbol? Esta observación, este cuestionamiento
es espiritual. ¿Puedo no esperar nada un instante? ¿Estar completamente presente?
Entonces no hay ninguna codificación posible; no me puedo poner esta disponibilidad
en el bolsillo y pretender: Estoy disponible.
Pero intentar encontrarse en el cristianismo, el budismo, el hinduismo o el islam; tener
la necesidad de poseer un marido, hijos, un amante; necesidad de identificarse con un
país, una nacionalidad, un color, una raza, un equipo de fútbol, unos gustos literarios,
cinematográficos, etc.: esta espiritualidad está relacionada con la patología. SI la gente
no defiende estas imágenes piensa que no tiene nada. Está preparada para luchar para
conservarlas... Ello está enteramente justificado, pero no nos concierne aquí.

Nuestras reuniones están hechas para quienes presienten que, cuando paran de inventar
algo, ya no hay pertenencia posible; que todas las religiones, las razas, las etnias, los
saberes, las nacionalidades no son más que inventos del miedo; que la cultura, el
mundo, la sociedad son otros tantos inventos para no ver en profundidad.

Hasta que no se llega a esta convicción, es justificado creerse francés, budista o casado:
sin estas creencias todavía se necesitarían más clínicas psiquiátricas. En un momento
dado, ya no necesitas apropiarte de lo que sea; prosigues con tu funcionamiento
exterior, pero ya no te adhieres a estos sistemas de defensa codificados en seudo-
saberes. La belleza de la vida está en el instante. No puede limitarse a un marco. En el
instante estoy libre de todo marco. En apariencia sigues siendo esto o lo otro, pero
profundamente ya no te sientes limitado. Esta espiritualidad no tiene forma ni nombre.

P. Si consigo estar de acuerdo con la conciencia, ¿puedo alcanzar la esencia?

R. Intenta por un momento no estar de acuerdo con tu conciencia... ¿Qué otra cosa
puedes ser, aparte de tu conciencia? No eres una cebra roja situada en el exterior de tu
conciencia, para ponerte de acuerdo con ella. Esta conciencia es tú mismo cuando dejas
de buscar algo, cuando dejas de pretender que puedes estar de acuerdo o en desacuerdo.
En tu silencio, entre dos pensamientos, dos percepciones, en el sueño profundo y en
todos los tiempos ―porque el tiempo aparece en la conciencia―, tu vida está
perfectamente de acuerdo con la conciencia.

Suprime todo comentario ideológico sobre tu vida. Tu saber sobre la vida te impide ver
hasta qué punto es perfecta. No hay nada que cambiar. Tu vida cambia, es la vida. No
tienes por qué ponerte de acuerdo con nada. De otro modo, siempre te sentirás en
desacuerdo.

Querer estar de acuerdo es un miedo. ¿Miedo a qué? La causa del miedo es imaginaria.
En un momento dado dejamos de temblar. Lo que se presenta es el acuerdo. Cuando
dejo de calificarlo de positivo o de negativo, de triunfo o de fracaso, lo que se presenta
no es más que yo mismo, que mi resonancia: allí hay verdadero acuerdo. No es un
acuerdo de un sujeto hacia un objeto, es un acuerdo de unidad, sin separación. Un
acuerdo con tu cuerpo cuando sufre o funciona, con la vida en lo que te ofrece. Sin
demanda de lograr, de recibir, cosa alguna.

Escuchar es extraordinario. Trasciende lo que escuchamos. El acuerdo profundo de la


vida consiste en escuchar.

Estar un instante sin demanda, sin espera, es lo más simple que existe. Esto te une con
todos los seres, con todos los mundos. Ahí hay simbiosis.
Si intentas ponerte de acuerdo con algo, te pones de acuerdo con una ideología: si eres
musulmán te pones de acuerdo con la charia o con tu tarika, si eres budista te pones de
acuerdo con el sangha o el dharma; si eres ateo, con tus conceptos, etc. Este acuerdo
tiene poco valor.

Es preciso ponerse de acuerdo con lo que se presenta en el instante. Pero esto no lo


puedes hacer. Es una gracia que te llama y que rechazas a cada instante porque quieres
estar de acuerdo con el instante de después... Ver el mecanismo.

La emoción que surge en mí, es con ella que tengo que estar de acuerdo. No hay nada
más.

P. ¿Qué hay de la dualidad, de la no-dualidad?

R. Las palabras son imágenes. La palabra no-dualidad es una imagen creada para los
niños, porque necesitan representaciones. Cuando nos preguntan, si no nos viene
ninguna respuesta ―ya que nada es explicable― comunicamos lo incomprensible con
una imagen. A eso le llamamos poesía, mito. La no-dualidad es un mito pedagógico.

Es preciso crecer y dejar de vivir con imágenes infantiles.

La no-dualidad, la dualidad, todos estos conceptos descritos en el Vijñana Bhairava


tantra como otros tantos caramelos destinados a los niños, son una preparación. Estas
palabras son comparables a las posiciones bajas en las artes marciales: tienen su valor
para los niños, para crear cierta potencia en las piernas, pero en combate son
inutilizables.

Dualidad y no-dualidad no son más que símbolos. Sirven para distraerse, para pensar en
otra cosa que no sean tus amantes o tu cuenta bancaria. Para permitir un
cuestionamiento que se preste a menos imágenes, como «¿esta mujer, este empleo, me
convienen?" o "¿me tengo que hacer más rico?, ¿debo hacer régimen?, ¿comprar un
coche?, etc.", te entregas a la reflexión sobre la dualidad y la no-dualidad. Allí
encuentras pocas imágenes, pero sigue siendo una de ellas.

Los textos traducidos del sánscrito que emplean la expresión ad-vaita, no-dualidad,
existen por un ritmo, por una corriente de vida. Cuando los lees experimentas como una
caricia que camina en ti y, cuando cierras el libro, queda un perfume, una alegría. Esta
alegría está presente porque, mentalmente, no has construido nada sobre el tema. Sobre
la no-dualidad no hay mucho que edificar, salvo tal vez una carrera inútil de falso gurú.
Estos conceptos tienen su valor, hasta un momento en el que ya no significan nada más.

El sentido no existe, no es más que una producción del miedo. Comprender, querer dar
un significado a las cosas, a las situaciones, es una actitud infantil que procede del
desasosiego. Cuando tengo miedo, quiero comprender. Pero no podemos explicar ni
justificar nada, porque nada está separado. Comprender algo es cortarlo del conjunto.
Quiero comprender esto, pero esto no existe como tal. Es como querer comprender la
cola de un perro ignorando el resto del perro. No se puede comprender la cola de un
perro, es imposible.
Los presuntos comienzos o finales de una situación sólo existen en la mente de quien
los proyecta. No hay nada parecido. La totalidad no puede comprenderse fraccionándola
mentalmente. El aspecto más infinitesimal del cosmos sólo puede comprenderse en
función de la totalidad. Cuando lo tengas claro, te darás cuenta de que no es posible
ninguna comprensión. A partir de ahí dejarás de intentar utilizar un concepto o una
estructura tradicional para abordar la vida. Te volverás atento. La situación que parece
agredirte es tu objeto de meditación, lo que te afecta, te insulta, te subleva, éste es tu
campo de investigación.

Así constatarás que los conceptos, por bonitos que sean, son inútiles. Cuando sufres un
terrible dolor de muelas, cuando uno de tus seres queridos está sobre su lecho de
muerte, cuando alguien a quien amas te deja o cualquiera que sea tu fantasía afectiva,
las imágenes metafísicas no te resultan de ningún auxilio. Lo que te ayuda es estar
presente, estar físicamente, psíquicamente disponible a la situación.

Las palabras dualidad o no-dualidad tienen el mismo valor que las descripciones del
mundo que encontramos en las purana... justo para que comprendamos que el mundo
no existe. La imagen tiene su justificación. El samkhya describe la evolución de este
mundo desde el principio último hasta su manifestación más concreta. Incluso el
shivaísmo de Cachemira se ha permitido jugar con estos conceptos. Ello aporta una
especie de seguridad psicológica a los niños.

Querer comprender es una forma de incomprensión. Cuando estás en una situación y


renuncias a comprender, ¿qué sucede? Dejas que la situación hable, dejas de mezclarte
psicológicamente en ella. Cuando te quedas mentalmente en tu interior, constatas que no
te molesta nada en la situación. Perderse en la situación es lo que es molesto. No es tu
papel. La situación está en ti, no te concierne psicológicamente.

Aceptar te permite ver claramente tu entorno, tu cuerpo, tu psiquismo. Ya no tienes


sorpresa. Queda el asombro, sin nada que te asombre. Dado que no esperas, los
disgustos psicológicos ya no son posibles. No esperas nada: estás disponible a lo que se
presente. He aquí la no-dualidad en la vida de todos los días. Ésta no es conceptual.

¿Cómo eliminar la agitación?

En primer lugar dejando de querer no estar agitado.

La agitación no le agita. Ella es algo constatado. Lo que le agita es no querer estar


agitado. Eso es lo que le desencadena la agitación. Esté disponible a la agitación. Se
encuentra agitado porque tiene un proyecto, porque sabe mejor que Dios lo que debe
ser. Si no, está tranquilo.

Dese cuenta de su pretensión, lúcidamente, sin querer terminar con ella. Viva en función
de la realidad del instante, nada más. Cuando no pretendo estar tranquilo, cuando estoy
disponible a la agitación, al deseo, al miedo, a la pretensión, estos estados ya no se
adhieren. Dicho de otra forma: siente la agitación pero no está agitado.

Es como lo que sucede durante el trabajo corporal: puedo sentir la tensión en el cuerpo,
pero no estoy tenso. Siento la tensión en mi rodilla; no estoy tenso, la tensión está en
mi: Del mismo modo, usted va a sentir la agitación pero , profundamente, no se va a
sentir agitado. Y porque no lo está, la agitación va a poder verdaderamente agitarse,
desplegarse en usted.

Conozco la agitación, la tristeza, los celos, la amargura; pero no estoy triste, no estoy
amargado. Estos estados me atraviesan: Toda tentativa para estar menos agitado va a
atarle a la agitación. Va a hacer ejercicios, visitar gurús, estudiar tradiciones, seguir
enseñanzas espirituales y va a estar más y más agitado.

La agitación es una percepción. La siente, se familiariza con la disponibilidad hacia ella.


Verá que en un determinado momento va a sentir la agitación y a estar totalmente
tranquilo. Entonces, la agitación se vacía. Le cae una piedra sobre el dedo gordo del pie,
puede tener unos instantes intensos, pero no está agitado; por la noche, al acostarse el
dedo evidentemente continuará dándole punzadas, pero todo eso aparecerá en su
disponibilidad.

Por el hecho de que deja de intentar no estar agitado, poco a poco van a aparecer
momentos en los cuales ya no lo estará, instantes sin objetos. No es una tranquilidad que
depende de algo, sino sin causa.

¿Eric, podría hablarnos de la pasión?

Solo hay pasión por lo que está ahí. No podemos estar apasionados por una cosa antes
que por otra. Estamos apasionados por lo que se presenta. La vida es apasionante salvo
cuando tenemos una historia, porque entonces todo lo apasionante se sitúa allí, mañana.
No. Lo que es interesante es lo que me sucede ahora.

El dolor que siento en este momento, esa es mi pasión. La noticia que conozco ahora,
que resuena en mi, esa es mi pasión, nada más. Si el cuerpo está sobre una alfombra y
hace yoga, esa es mi pasión... Pero mientras tengamos un proyecto, no podemos ser
apasionados, vivimos en una historia.

En las pretendidas vías espirituales, hay una especie de ilusión de perfeccionamiento, la


fantasía de purificarse, comprender, mejorar, cambiar, un tipo de moralización
psicológica que procede de psiquismos desequilibrados. En la vida no hay nada que
alcanzar, nada en lo que convertirse, nada que cambiar. Las dificultades que tenemos,
las patologías que portamos, las incertidumbres, las dificultades que encontramos, eso
es lo esencial. Eso es la belleza —lo profundo— y no liberarse de esas cosas para llegar
a algo.

La belleza es ahora; no se sitúa en el mañana. Desde el momento en que creo que la


belleza es para el mañana —si me hago así, si comprendo eso, si me vuelvo libre...—,
me alejo de mi resonancia actual. ¿Entonces ahora no soy nada y mañana lo seré todo?
No. Es ahora cuando soy todo, en mi resonancia. No tengo que ir a ningún lugar para
ello, ni hacer, ni cambiar nada.

Eric, qué consejo podría darnos para ir hacia una mayor claridad? A veces tengo
evidencias, pero a menudo, y con mucha frecuencia, me encuentro en una falta de
claridad. ¿Existen actitudes que sean más propicias para alcanzar la claridad?
Hay que vivir esta falta de claridad humildemente, con lucidez, de manera práctica, sin
la menor pretensión de que debería haber otra cosa que no fuera esto. Esta no-claridad
es la claridad despertándose. Pero en cuanto quiero eliminar esta no-claridad para
obtener la claridad, me escapo. Ahí está la verdadera no-claridad.

Siento en mi la no-claridad, la confusión. Soy exactamente tal como puedo ser, no


puedo ser de otra manera. Doy las gracias a este sentir, porque sé que es la claridad que
se busca en mi.

Escucho, me silencio; abandono la idea de que no debería estar confuso. Vivo con mi
confusión, estoy presente. Entonces me doy cuenta de que no estoy confuso —siento la
confusión—. No estoy agitado, siento la agitación. La agitación, la confusión, el miedo,
la falta de claridad, están en mi. Todo esto aparece en mi claridad, en mi disponibilidad.
Me fundo con ello. Estoy libre de todo dinamismo de querer cambiar algo.

Es la única puerta. No puede haber otra. Jamás es delante, nunca es hacer, siempre es
volver aquí, presente, tranquilo. Siento la resonancia. Ya no me ocupo de la situación,
de la ausencia de claridad, de la falta de esto, de aquello. Experimento lo que hay aquí y
ahora. La verdad está en el instante. Resonancia, disponibilidad. Ahí una clarificación
tiene lugar.

Si de nuevo —y sea cual sea la razón, porque, profundamente no hay ninguna— la no-
claridad, la confusión regresan, tengo un respeto profundo por ello. Exactamente lo
mismo que cuando quiero a un niño. Respeto que esté enfadado, triste, enfermo;
solamente le quiero; lo que él es, lo que él siente, acontece únicamente en el instante y
no se tiene en cuenta. No le pido nada. Cuando está enfadado, enfermo, eso es lo que
quiero, es la belleza que se busca en él. Cuando estoy disponible al niño, lo estoy a sus
emociones. Eso no impide ocuparse de él.

Es muy importante darse cuenta de que no estamos confusos —sentimos la confusión.

Alguien que está verdaderamente confuso, no sabe que lo está. Cree que tiene claridad.
Cuando siento la confusión es porque vivo en la claridad. Por estar lúcido percibo en mí
la confusión, debido a que estoy relajado percibo la tensión en mí.

Me doy cuenta de la confusión. Permanezco ahí. Lo que debe realizarse se realiza, no


hay nada que hacer para ello. En el momento en el que quiero clarificarme, me
encuentro en la confusión. Así pues vuelvo a la resonancia, al ahora, a lo que siento en
el instante. Si es la tristeza, la tristeza es lo esencial. Si se trata de la agitación, ésta es lo
esencial. Lo que percibo en el instante es lo último; el resto son historias.

La muñeca no es la que hace feliz a la niña. Sólo existe la ilusión de la muñeca, igual
que existe la ilusión del otro al que percibimos, y que está dentro de ti. “Nadie te puede
proporcionar algo que tú no tengas. Sólo te pueden proporcionar lo que ya tienes”, dice
David.. Por eso, nadie en esta vida nos podrá amar ni proporcionarnos felicidad. Porque
es la felicidad y el amor, la que nos contiene a todos. El amor, o esa tela de araña que no
hila los unos a los otros, existe más allá de cualquier relación que podamos tener en
nuestras vidas.
_ Querer comprender algo en esta vida pertenece al campo de la fantasía. Las personas
que creen que entienden, viven en una pretensión. Es la propia mente la que crea
situaciones imaginarias, la que pretende comprender lo que ha creado, y la que crea
argumentos y razones que justifiquen sus ideas previas antes de atreverse a cuestionar
su propio acto de percibir y poder navegar en la versión y creación de otras realidades
posibles.

>> El pensamiento oculta la naturaleza de la realidad en sí misma. Nada es real hasta


que es observado, dicen los cuánticos.

_ Lo de “es cuestión de decisión” y esas frases hechas que solemos repetirnos, es


respetable pero es engañoso. Las cosas se deciden por arte de magia y misterio, no por
arte de ti. Uno constata, pero no decide en su vida ordinaria, por mucho que pensemos
que somos lo agentes de las elecciones que llamamos nuestras.

Cada pensamiento surge de una manera que no es elegida. Cuando un pensamiento nos
atrae, nos adherimos a él y pensamos erróneamente que “hemos pensado”, en vez de
constatar que estamos continuamente siendo pensados. Si liberamos esta adherencia al
pensamiento que surge (un sujeto que se fija a un objeto, en este caso pensamiento),
dicen los sabios que podremos conocer más allá de nuestra mente conociendo
nada: somos espacio que sueña con ser sólido, escribe James Low. La única manera de
comprender todo esto es en el silencio de la auto – indagación, y en el explorar a cada
amanecer quién era el que dormía y sigue soñando en vigilia.

_ Tarde o temprano, nos daremos cuenta de que lo que todos buscamos en esta
experiencia de vida es vivir tranquilos, ser entendidos y sentir dicha. Es probable que
sigamos cambiando de pareja, discurso, víctimas y profesiones para querer encontrar
esta tranquilidad, una tranquilidad que paradójicamente precede a cualquier movimiento
o palabra, y por tanto, es todo un juego que cesa cuando uno se da cuenta que la
tranquilidad es nuestro estado natural, siendo el estado natural del ego el buscar, lo que
crea resistencia y juegos de escondite.

Somos como el bebé que, anhelando la tranquilidad del útero, trepa en la cuna hasta
tocar con su cabeza el tope de ésta o el brazo de su madre, para sentirse protegido,
seguro y sostenido.

_ Mientras sigamos manejando una tarjeta de visita, seguiremos sufriendo de manera


gratuita. Sufres porque pretendes ser alguien, dice Eric, y porque vives con
la responsabilidad de tener que administrar esta identidad, que es la que sufre. Si te
quieres liberar del dolor, enamórate de él. El daño no hace daño, es la resistencia a éste
lo que te daña, e igual para todo.

>> La persona nunca será libre. La consciencia es la libertad. ¿Quién soy yo? y ¿qué
está ahí para ser conocido? – sería la pregunta.

_ Lo que ocurre a cada instante es indispensable. Lo que sucede es lo que has deseado.
Los que aún siguen identificados con la idea de ser alguien, y de tener una identidad
fija, se tendrán que seguir defendiendo para pretender tener una seguridad que nunca ha
existido ni existirá. La búsqueda es siempre el obstáculo.
_ ¿Cuál es la experiencia del cuerpo en el instante? Esto es lo único que nos concierne.
Lo demás es todo novelesco. La consciencia siempre dice SÍ a todo, hasta al no más
rotundo.

_ ¿Y que me dice del Universo, Dios, Jesucristo? Le preguntan a Eric Baret en medio de
la sesión. – No tengo información sobre esto, responde él.

El rol del maestro en la transmisión del Yoga

por Eric Baret

El que enseña es una caja de resonancia. Cuando te conoce o cuando lo visita tu


perfume, presiente cierto número de ritmos, de movimientos, de sentires. Esta
resonancia , esta vibración le sugiere transmitirte actitudes que participan de esta misma
familia vibratoria.

Cuando actualizas las técnicas que te ha transmitido, por el hecho de que ha puesto el
acento en tu sentir mas que en la adquisición de cualquier cosa, esta resonancia técnica
se actualiza cada día de forma diferente.

Si el alumno intenta recordar mediante el pensamiento la técnica transmitida queda


cortado de esta resonancia y no hace mas que reproducir un esquema de memoria. Lo
que lleva a una seguridad psicológica y un aplazamiento de toda claridad, ya que buscar
algo en una actividad sólo puede llevarnos de vuelta a nuestro marasmo.

Por el contrario, quien es libre de intención deja resonar en él la atmósfera mas que la
técnico que se le ha transmitido. Cada vez que se vuelva disponible, tendrá un contacto
profundo con una corriente de vida en la que enseñante y alumno están unidos para
siempre donde la técnica no es más que soporte para permitir este descubrimiento. Y
también soporte para darse cuenta de que la técnica es la expresión directa de esta
resonancia.

Cobramos conciencia de que no hay nada personal en la vida. Esta es la razón por la
que, en los tiempos, antiguos, las obras no se firmaban: nadie se tomaba por el creador.
Sólo la vida o dios eran el creador reconocido. Ello creaba a través de las manos, el
pensamiento y la palabra. No hay apropiación.

Lo puedes sentir con mucha claridad en los sermones del Maestro Eckart: nunca dice
que conoce la verdad, dice que la verdad que lo atraviesa procede directamente del
corazón de dios. Al no pretender ser nadie en particular, fue la herramienta perfecta.
Procedente directamente de la perfección, su discurso puede considerarse como
revelado. Dios pudo hablar a trés de él porque él mismo se había perdio totalmente.

La práctica del yoga, los ejercicios mútiples esán ahí únicamente para transponer esta
constatación en un plano snesorial Este presentimiento, esta abertura de cara a la vida te
vuelve disponible. En esta disponibilidad puede ser que se produzca un encuentro con
una corriente de investigación, el yoga puede eventualmente revelarse.
Aquello que necesitas siempre está disponible, cerca de ti. Las técnicas que participan
de esta búsqueda sólo resuenan para aquel que vive esta intimidad con el momento
presente.

Para poder recibir estas ayudas, el alumno debe estar libre de espera, de demanda.
Quien quiere aprender no tiene capacidad de recibir. La demanda se borra poco a poco,
sustituida por una escucha no orientada sostenida por el que enseña. Se instala una
relación única, impersonal pero mas íntima que cualquier otra. El alumno está presente,
sin exigencia. Esta espera sin espera es el espacio en el que se actualiza la transmisión.
No se transmite nada objetivo, pero hay transmsión, una entrada en la vía. Estos
momentos d eintimidad, a menudo en el silencio, son el germen de la revelación.

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