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De acuerdo con las alternativas que discutimos en la pri- Para el siglo xix, de acuerdo; tanto más que, entonces, el es-
mera parte de este capítulo, son posibles enfoques muy diver- clavismo americano, sin ninguna duda insertado en el sistema ca-
gentes del sistema esclavista que existió en ciertas regiones del pitalista mundial, absorbe crecientemente elementos y concep-
continente americano entre el siglo xvi y el xix. ciones capitalistas, como también lo precisa Marx: *
Una primera opción es considerar a dicho sistema como una
parcela, una parte integrante del capitalismo mundial, funcional Allí donde impera la concepción capitalista, como ocurre
en las plantaciones norteamericanas, toda esta plusvalía se repu-
a su desarrollo en la etapa del «capitalismo comercial» y de la
ta ganancia; en cambio, donde no existe el régimen capitalista
acumulación primitiva, pero siendo destruido por la maduración de producción ni la mentalidad correspondiente a él transferida
del modo de producción capitalista. Es así que Fernando Henri- desde países capitalistas, se la considera renta.
que Cardoso y Octavio lanni, apoyándose en las ideas de Eric
Williams, interpretan la trayectoria histórica del esclavismo brasi- Pero, ¿qué decir de los siglos xvi, xvii y aun xviii? ¿Serán
leño; dice el primero: ^ entonces las sociedades esclavistas de América «una anomalía den-
tro de un mercado mundial basado en el trabajo Ubre»? Nos pa-
...el trabajo esclavo en una economía capitalista (la escla-
rece evidente que no, y que la única forma de apoyar la afirmación
vitud moderna) se presenta como una contradicción en sí mis-
del «carácter capitalista» de las plantaciones esclavistas ameri-
mo cuando el sistema capitalista en el que se inserta tiende al
crecimiento. Las tensiones creadas por este tipo de organización canas en aquel entonces es el recurso a concepciones circtdacionis-
del trabajo no conducen a la supresión del sistema capitalista; tas del capitalismo, weberianas o de otro tipo. Si se razona así, no
plantean apenas el problema del término de la esclavitud como habría ninguna razón para no considerar a los países de la «se-
condición para la formación plena del sistema mercantil-indus- gunda servidumbre», Polonia por ejemplo, como capitalistas; lo
trial capitalista. que hace por cierto, como ya lo vimos, I. Wallerstein, pero no
usualmente los marxistas...
Este autor habla incluso del esclavismo americano definién- Desde 1971 hemos propuesto que se considerara al esclavismo
dolo como un «sistema "esclavista-capitalista" de producción». colonial como un modo de producción específico, cuya teoría se
Es cierto que, para él siglo XIX, hallamos en Marx una postura si- podría construir, aun cuando se trataría de un modo de produc-
milar: ción estructuralmente dependiente, situado en un nivel teórico
distinto del que corresponde por ejemplo al feudalismo o al capi-
57. Fernando Henrique Cardoso, Capitalismo e Escravidao no Brasil talismo." E l intento más serio y exhaustivo para dar cuerpo a
Meridional, DifusSo Européia do Livro, Sao Paulo, 1962, pp. 202-203;
ver también Octavio lanni. Esclavitud y capitalismo, trad. de S. Mastrangelo,
Siglo XXI, México, 1976. 60. Karl Marx, El Capital, trad. de W. Roces, Fondo de Cultura Econó-
58. F. H . Cardoso, op. cit., p. 201. mica, México, 1968, III, p. 744.
59. Karl Marx, Líneas fundamentales de la critica de la economía polí- 61. Ciro F. S. Cardoso, «Observations sur le dossier préparatoire a la
tica («Grundrisse»), trad. de J. Pérez Royo, Crítica (OME 21-22), Barce- discussion sur le mode de production féodal», en Charles Parain et alii,
lona, 1977-1978, I, p. 467. Sur le féodalisme, Éditions Sociales, París, 1971, pp. 67-69.
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esta sugerencia —que en nuestro caso sólo dio lugar a un capítulo El análisis de una hacienda brasileña, descrita por Mauro,
puede ofrecernos algunos elementos útiles para comprender el
de una tesis dedicada a un estudio monográfico, y a algunos ar-
papel de la mano de obra esclava. En esta hacienda, la mano
tículos,*^— es el voluminoso trabajo de Jacob Gorender sobre el
de obra esclava representa sólo 16 % del «capital total» y 21 %
esclavismo colonial, donde el autor trata seriamente de construir del «capital fijo», que concuerdan con los cálculos de Furtado,
la economía política de dicho modo de producción: " según los cuales el capital invertido en la mano de obra esclava
debía acercarse a 20 96 del capital fijo de la empresa.
...el esclavismo colonial surgió y se desarrolló dentro de un Basándonos en estos elementos, no consideramos posible ca-
determinismo socio-económico rigurosamente definido en el lificar de esclavista un modo de producción en que el capital
t¡empo"y"éT espacio. Fue precisamente de este determinismo de fijo en esclavos es sólo un 20 % de los elementos totales del
factores complejos que el esclavismo colonial emergió como un modo de producción. Es preciso, en efecto, considerar que la
modo de producción con características nuevas, antes descono- fuerza de trabajo que permitió el proceso productivo en las
cidas en la historia humana. No constituyó una repetición o plantaciones brasileñas no es sólo la esclava sino también —como
vuelta del esclavismo antiguo... ni resultó de la conjugación ha demostrado Schwartz— una mano de obra de braceros (los
sintética entre las tendencias inherentes a la formación social «lavradores de cana») que representa un porciento relativamen-
portuguesa (el autor habla aquí de Brasil) del siglo xvi y a las te elevado del total de la mano de obra necesaria para la pro-
tribus indígenas. E l estudio de la estructura y de la dinámica ducción física total.
del modo de producción esclavista colonial . . . demostrará lo que
ya se ha afirmado, o sea, que se trató de un modo de producción
históricamente n^^ puesto que a otra conclusión no se pue- Además de que el carácter esclavo en lo esencial de la fuerza
de llegar si este estudio pone de relieve leyes específicas distin- de trabajo en la producción azucarera brasileña no puede ponerse
tas de las leyes de otros modos de producción. en duda para la época colonial, hay cosas verdaderamente sorpren-
dentes en la argumentación de Carmagnani. Como es evidente, un
Ha habido también intentos en el sentido de asimilar el escla- modo de producción_no se define por montos de inversión en estos
vismo colonial de América al feudalismo, cuando no a un mal defi- o aquellos factores, y menos todavía basándose en los datos de una
nido «señorialismo» o a una «estructura patrimonialista» de inne- hacienda de una sociedad... La definición de feudalismo que pro-
gable sabor weberiano.** Marcelo Carmagnani, para justificar la in- porcióHaTéFautor es igualmente inaceptable, puesto que no define a
clusión que hace de las regiones esclavistas en lo que para él es el ningún modo de producción específico en su articulación de fuer-
«feudalismo» latinoamericano, dice lo siguiente: *^ zas productivas y relaciones de producción: «el modo de producción
feudal se basa en la utilización directa o indirecta de una mano de
62. C. F. S. Cardoso, tres artículos (uno de los cuales es la traducción obra servil y en la explotación a título gratuito de los recursos
de un capítulo de la tesis de doctorado) en Modos de producción en Amé- naturales (tierras y minas)».**
rica latina (Cuadernos de pasado y presente), n.° 40, 1977'; «Los modos de
producción coloniales: estado de la cuestión y perspectiva teórica», en
Historia y Sociedad, Segunda época, n.° 5, primavera de 1975, pp. 90-106.
63. Jacob Gorender, O escravismo Colonial, Editora Atica, Sao Paulo,
1978, pp. 54-55.
64. Cf. respectivamente: Fernando Henrique Cardoso, op. cit., pp. 102-
103, para la aplicación del concepto de «estructura patrimonialista»; y Eugene
Genovese, Esclavitud y capitalismo, trad. de Angel Abad, Ariel, Barcelona,
1971, cap. I, para la tensión entre actitudes «señoriales» y «burguesas» en rica latina del siglo XVI a nuestros dias, trad. de Félix Blanco, Siglo XXT,
los plantadores esclavistas. México, 1976, p. 27.
65. Marcello Carmagnani, Formación y crisis de un sistema feudal, Amé- 66. Op. cit., p. 26.
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¿Régimen esclavista o regímenes esclavistas? la medida en que lo exigía el interés de los colonos, el Code Noir
de 1685 no era apUcado en las colonias francesas, y que el clero
Los pioneros del estudio comparativo de las sociedades escla- actuaba en ellas casi siempre como aliado de la clase dominante
vistas de América, Gilberto Freyre y Frank Tannenbaum, seguidos (de la que formaba parte) en lo concerniente a la defensa del or-
por Stanley Elkins, defendieron, aunque con argumentos distintos, den esclavista. E l argumento central de Tannenbaum consiste en
la misma opinión: la esclavitud norteamericana era más dura que la la afirmación de que'el status actual del negro en los diferentes
de América latina, por razones ligadas al «carácter nacional» de los países de América resulta de la actitud de la clase dominante es-
colonizadores, a la religión y a la legislación. Además de una tesis clavista hacia el negro esclavo (aceptación o no de su personalidad
más o menos común, los autores citados comparten un punto de moral y de su «humanidad»; posibilidad mayor o menor para el
vista claramente idealista.'" cautivo de obtener la liberación, etc.), y que a su vez tal actitud
Freyre, apoyándose tanto en datos de las ciencias físicas, bioló- era el resultado de la historia religiosa, moral y legal de las nacio-
gicas y sociales como en la «intuición», pretende reconstituir la nes colonizadoras. La comparación entre los Estados Unidos y las
psicología de las relaciones culturales y raciales que formaron la Antillas británicas bastaría para mostrar lo inexacto de la tesis
sociedad brasileña; según Eugene Genovese, pretende emprender de Tannenbaum.*'
algo equivalente a lo realizado por Picasso en el arte plástico: una Elkins retoma el esquema de Tannenbaum, pero en un con-
«imagen creadora», por la fusión de los enfoques analítico y orgá- texto metodológico y conceptual distinto. Como dice George Ra-
nico del Hombre. Teleología y misticismo marcan sus escritos, que wick, emplea una «amalgama de psicología freudiana y de teorías
lanzaron las bases de lo que se pudo llamar el «mito de la demo- sobre el papel sociopsicológico» para demostrar que la esclavitud
cracia racial brasileña».** «infantilizaba» la personalidad del esclavo: en una parte de su li-
Taimenbaum considera que los sistemas esclavistas de Amé- bro llega incluso a comparar los efectos de la esclavitud con el
rica formaban tres grupos: 1) el an^osajón, al cual faltaba una impacto de los campos de concentración nazis sobre los prisio-
tradición esclavista efectiva, una legislación esclavista e institucio- neros encerrados en ellos. Elkins opone Norteamérica, con su
nes religiosas que se ocuparan efectivamente del negro; 2) el ibérico, cultura «liberal protestante, secularizada y capitalista», a las co-
que tenía una tradición y una legislación esclavistas, y una instan- lonias de España y Portugal, con su cultura «conservadora, pater-
cia religiosa que creía en una personalidad espiritual del cautivo, nalista, católica, casi medieval». En suma, hace el contraste en-
trascendente a su condición de esclavo, y por consiguiente defen- tre una situación de capitalismo no limitado institucionalmente y
día su «personalidad moral»; 3) el francés, que ocupaba una posi- otra, no capitalista y sometida a controles institucionales (religio-
ción intermedia (falta de tradición y legislación esclavista anterio- sos y legales), y considera tal contraste como elemento importan-
res, presencia de la región católica). En su estudio, Tannenbaum te en la explicación de las diferencias de naturaleza entre la es-
descarta el grupo francés, cuyo análisis por cierto es especial- clavitud norteamericana y latinoamericana.™
mente útil para la crítica de su postura: es fácil demostrar que, en Otros autores comparten el punto de vista de los ya mencio-
67. Cf. Eugene Genovese, «Materialism and Idealism in the History 69. Frank Tannenbaum, El negro en las Américas. Esclavo y ciudadano,
of Negro Slavery in the Americas», en L. Poner y E . Genovese (compi- trad. de Roberto Bixio, Paidós, Buenos Aires, 1968 (ed. original en 1947).
ladores), Slavery in the New World. A Reader in Comparative History, Pren- 70. Stanley M . Elkins, Slavery: A Problem in American Institutional and
tice-Hall, Englewood Cliffs (New Jersey), 1969, pp. 238-255. Intellectual Life, University of Chicago Press, Chicago, 1959; George Rawick,
68. Gilberto Freyre, Ma'itres et esclaves, trad. de Roger Bastide, Galli- «Le Radici Storiche della Liberazione Ñera», trad. de Bruno Cartesio, en
mard, París, 1952; Genovese, op. cit. Quaderni Piarenfini, n.° 37, marzo de 1969, pp. 77-84.
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1 3 . — CARDOSO, I
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dones económico-sociales, por su dependencia hacia el exterior del resto de la economía. Cada plantación es de hecho una
para la reproducción de sus relaciones de producción. En 1967 «institución económica total». Controla su propia distribución,
construcción, servicios y facilidades de subsistencia dentro del
escribía R. T . Smith: "
mismo complejo institucional y solamente un cambio en la de-
manda externa de su propio producto puede activarla, estimular-
Cada plantación constituye una unidad separada... autosufi-
la, o deprimirla.
I dente que opera independientemente de sus vecinos. En térmi-
nos generales y permitiéndose una exageración que se puede
La conclusión lógica de esta postura es que la empresa es la
corregir a la postre, uno puede decir que ésta [la sociedad de
plantación] era una sociedad segmentada, con las plantaciones única unidad legítima de análisis. A l exagerarla, de hecho se ten-
constituyendo series lineales simples que mantienen entre sí drá una posición semejante a la de Wallerstein: "
poca o ninguna interrelación. Existía un mínimo de organización
central y cada plantación era en sí una unidad de producción. Es preciso reiterar que la plantación se sitúa en las fron-
Es cierto que cada plantación dependía de insumos provenien- teras del feudalismo y del capitalismo europeos, y por más escla-
tes del mundo externo y tenía que vender sus productos en d vos que tuviera, no es un modo de producción esclavista, ya que
mercado exterior para poder existir. Pero estos vínculos se no produce ni reproduce a amos y esclavos. La plantación es
orientaban a lugares como Europa, África y Norteamérica. La una empresa del modo de producción capitalista en la cual se ob-
plantación tampoco se reproducía a sí misma y dependía de la im- tiene una producción de capitales industriales a partir de capi-
portación de nuevos reclutas, viniendo del exterior —esdavos tales comerciales. Se trata de un momento de la acumulación
de Africa o de otras islas antillanas, artesanos y administradores primitiva del capital.
de las islas británicas, Holanda, Barbados y de otras partes. (...)
Se sugiere que consideremos a cada plantación como lo que Goff-
man denominó «institución total». El modelo de Goffman se 2. E L FUNCIONAMIENTO D E LA AGRICULTURA ESCLAVISTA D E
formuló originalmente para tratar problemas de análisis de los PLANTACIÓN
hospitales psiquiátricos, pero se ajusta extremadamente bien
a ciertos aspectos de la estructura de la plantación. Generalidades
En base a ello, L . Best propuso el año siguiente su «modelo Estudiando la Guayana francesa en el siglo xviii, llegamos al
de economía pura de plantación», justificándolo así: inventario siguiente de cuáles eran los elementos integrantes de
una plantación esclavista completa:
De manera concreta, cada (plantación) se basta a sí misma 1.° Edificios:
en cuanto a sus operaciones en el hinterland. Incluso si compra a) construcciones para residencia: casa del propietario,, ca-
algunos servicios de los artesanos urbanos y algunas materias sas de los empleados libres, cabanas de los negros esclavos;
primas de los residentes, es casi completamente independiente
79. Jean Casimir, «Teoría y definición de la cultura oprimida a partir
77. R.T. Smith, «Social Stratification, Cultural Pluralism and Integra- del caso haitiano». Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1977,
tion in the West Indies Societies», en S. Lewis y T. Matthews (compilado- pp. 124-125 (tesis doctoral mecanografiada).
res), Carihhean Integration, University of Puerto Rico, Río Piedras, 1967, 80. Dos tratados de agronomía para uso de plantadores esclavistas pro-
p. 229. veen excelentes descripciones de lo que sería una «plantación modelo»: Bru-
78. L. Best, «Outline of a Model of Puré Plantation Economy», en So- letout de Préfontaine, Maison rustique a l'usage des habitants de la partie
cid and Economic Studies (University of the West Indies, Institute of So- de la France équinoxiale, connue sous le nom de Cayenne, París, 1763; Jean-
cial and Economic Research), n.° 3, septiembre de 1968, p. 288. Baptiste Guisan, Traite sur les terres noyées de la Guyane, Cayena, 1788.
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tido de limitar o evitar el excesivo acaparamiento de la tierra; mar en serio ciertas teorías que verían en tal oferta «ilimitada»
también en todas, dichas disposiciones nunca pudieron impedir la causa esencial, o una de las causas esenciales del propio escla-
los fraudes, la monopolización del suelo y el latifundismo; 4) vismo.** Éste está ligado a una fase histórica determinada, con sus
predominó ampliamente la concesión gratuita; en el caso español, especificaciones en cuanto a las fuerzas productivas y a las for-
por razones fiscales, hubo presiones sobre ocupantes no regula- mas posibles de relaciones de producción, y no a un juego sim-
res para obtener compensaciones monetarias por la regularización ple entre el «factor tierra» y el «factor fuerza de trabajo». Por
del título de propiedad {composiciones de tierras), y ventas de otra parte, las tierras efectivamente deseables para la plantación
tierras realengas." esclavista estaban estrictamente limitadas por factores ecológicos
Pero si examinamos la cuestión a fines de la época colonial, y de transporte. Tanto no era «ilimitada» su disponibilidad, que
constataremos que, pese a la gran semejanza inicial, ciertas dife- Antonil, escribiendo acerca de la zona azucarera del nordeste de
rencias surgieron en la concepción misma de la propiedad de la Brasil, cuya ocupación ya tenía entonces más de un siglo, sólo
tierra. En las colonias ibéricas y francesas, reflejando el estado de mencionaba la compra como forma de acceso al suelo."
cosas en las metrópolis respectivas, esa propiedad tenía un fuerte Nos toca ahora abordar el análisis de la fuerza de trabajo y las
carácter patrimonial. Los deudores eran protegidos por las leyes relaciones de producción. '~"
contra el embargo efectivo de sus bienes, lo que refleja una polí- Dado que, en América latina y el Caribe —al contrario de lo
tica más favorable a los terratenientes que a la burguesía mercan- que ocurrió desde la época colonial en los futuros Estados Uni-
til: existen muchos casos comprobados de propiedades esclavistas dos—, no se dio una reproducción vegetativa de la población es-
vendidas pese a estar cargadas de diversas hipotecas no satisfe- clava, su renovación dependió de la trata africana, comercio lu-
chas. En contraste, Inglaterra y Holanda habían evolucionado rá- crativo que, del siglo xvi al xix, fue responsable por el traslado
pidamente hacia una concepción más capitalista de la propiedad de nueve miñones y medio de africanos a América (cifra que no
de la tierra, y la impusieron igualmente a sus colonias, en las comprende los africanos muertos en el proceso de captura en Áfri-
cuales el suelo pasó a ser una mercancía como cualquier otra ca, en los «depósitos» donde aguardaban el embarque, en la te-
(proceso que en el caso de Brasil, por ejemplo, sólo pudo com- rrible travesía, ni el impacto demográfico del traslado de gran
pletarse a mediados del siglo xix, varias décadas después de la número de personas en edad de procrear sobre ciertas regiones
independencia), siendo fácil el embargo de las propiedades perte- del continente africano). No nos interesa examinar por sí misma
necientes a deudores insolubles, los cuales, lejos de ser protegidos la trata, sino sus efectos sobre la plantación americana.'* Hable-
por las leyes y la justicia, corrían el riesgo de ser encarcelados. mos ante todo de los efectos demográficos.
Además, Inglaterra tendió desde la segunda mitad del siglo xviii
a vender las tierras coloniales realengas en lugar de donarlas.*' 86. Cf. por ejemplo H.J. Nieboer, Slavery as an Industrial System,
Mencionemos todavía que ciertos autores han tendido a exa- Nijhoff, La Haya, 1900; Evsey Domar, «The Causes of Slavery and Serf-
dom: A. Hypothesis», en The ]ournal of Economic History, 30, marzo de
gerar mucho lo que llaman la «disponibilidad ilimitada de tie- 1970, pp. 18-32; W. Kloosterboer, Involuntary Labour Since the Abolition
rras» en América, factor sin duda importante en los primeros of Slavery, E . J. Brill, Leiden, 1960.
tiempos de la colonización de cada región. Pero no se piiede to- 87. André Joao Antonil, Cultura e Opulencia do Brasil por Suas Drogas
e Minas, ed. de 1711, trad. francesa y comentario crítico por Andrée Mansuy,
Institut des Hautes Études de l'Amérique Latine, París, pp. 90-95.
88. Sobre la trata, ver sobre todo: Philip Curtin, The Atlantic Slave
84. Cf. C.F.S. Cardoso, y Héctor Pérez B., Los métodos... (n. 18 supra) Trade. A Census, University of Wisconsin Press, Madison, 1969; Herbert
pp. 182-185. Klein, The Middle Passage. Comparative Studies in the Atlantic Slave Trade
85. C.F.S. Cardoso, «Propriété de la terre...» (n. 17 supra). Princeton University Press, Princeton (New Jersey), 1978.
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Para entender el impacto de esta forma peculiar de ininigra- régimen de plantación llevaba a elecciones en cuanto a las com-
ción forzada, es preciso enfatizar dos puntos. E l primero es la muy pras de esclavos (preferencia por varones adultos), desfavorables
peculiar estructura por sexo y edad de los migrantes, muy dis- a una alta frecuencia de hogares esclavos basados en la pareja
tinta a la de cualquier población asentada. Las mujeres de cual- estable (familias nucleares), que son los más fecundos potencial-
quier edad representaban siempre una minoría —en el conjunto mente. Pero lo más importante es que, en auges de la coyuntura
quizás alrededor del 40 %—; los niños (menores de 14 o 15 de ciertos productos tropicales, al estrecharse la integración de la
años) de ambos sexos, menos de un tercio; el hecho de que las colotúa esclavista al mercado mundial, como también en ciertas
mujeres que llegaban estaban ya, en la mayoría de los casos, en etapas del ciclo agroindustrial (la zafra de la caña y la preparación
edad de procrear, disminuía en el conjunto el número de años del azúcar, por ejemplo), el aumento de la sed de plustrabajo po-
fértiles por mujer importada vividos en América, actuando ne- día llegar a reflejarse en el comportamiento de las variables de-
gativamente sobre la fecundidad potencial. Así, cuando en una mográficas. Ello ocurría por intermedio de un empeoramiento de
colonia la trata africana incidía en gran escala y durante un perío- la dieta (al disponer el esclavo de menos tiempo para sus propios
, do relativamente largo de tiempo, las distorsiones resultantes en cultivos), menor cuidado y reposo durante el embarazo y después
la estructura de la población receptora eran desfavorables a la del parto, de lo que resultaban efectos negativos sobre los ele-
tasa de fecundidad: desproporción entre el número de hombres mentos de que dependían la fertilidad y la fecundidad femerúnas,
(mayor) y mujeres entre los adultos, menor fecundidad potencial y un alza de la mortalidad en general —mayor susceptibilidad a
y real de las mujeres africanas en comparación con las esclavas las oleadas epidémicas debido al exceso de trabajo aliado a la
criollas (nacidas en América), reducido número de niñas (futuras mala alimentación— e infantil en particular."
reproductoras potenciales), etc.*' Mas el régimen de plantación dependiente de la trata presen-
El segundo punto que es necesario enfatizar acerca de la trata taba también otros tipos de aspectos ligados al comercio de es-
2^ tiene que ver con el efecto catastrófico del seasoning, o sea el pe- clavos. Como lo expresa Jacob Gorender, cualquier modo de pro-
ríodo en que los esclavos importados se adaptaban al nuevo am- ducción se rige por la ley de la reproducción necesaria de la fuerza
biente y a nuevos tipos de enfermedades: los contemporáneos de trabajo gastada en el proceso de producción. En el caso del es-
pretenden que más del 30 % de los recién llegados morían en clavismo colonial, esta ley asumiría la formulación específica si-
cuestión de meses o cuando mucho dos a tres años, lo que influía ' guíente: «la inversión inicial de adquisición del esclavo le ase-
poderosamente sobre la tasa global de mortahdad (además de ^ gura al amo el derecho de disponer de una fuerza de trabajo como
que los africanos podían también ser portadores de epidemias).'"' su propiedad permanente y simultáneamente inmoviliza el fondo
La demografía de los esclavos no dependía apenas de la trata j adelantado en este acto de adquisición, cuya amortización corre-
y sus efectos, sino también de la lógica misma de la economía de rá a cargo del excedente que será creado por el mismo esclavo».
plantación. Higman ha demostrado la exlstéñaa de "ína correla- O sea, se trata del fenómeno que, como lo describió José de Sou-
ción, en el caso de Jamaica, entre las plantaciones azucareras y za Martins, consiste en que el amo de esclavos debe pagar un
una mortalidad más elevada de los esclavos. Por otra parte, el «tributo» al mercader de esclavos antes de que los cautivos com-
prados participen del proceso productivo." E l capital invertido
89. Cf. C.F.S. Cardoso, «Esclavitud colonial y dinámica de la población
esclava», seminario Modos de producción y dinámica de la población, Cuer- 91. Esto ya había sido enfatizado por Marx, basándose en Olmsted y
navaca, abril de 1978 (ponencia mimeografiada de próxima publicación en un Calmes.
volumen colectivo de Siglo XXI). 92. Jacob Gorender, op. cit., (n. 12 supra) p. 191.
90. Op. cit. 93. José de Souza Martins, «A Produ?áo Capitalista de Relances Náo-Ca-
E L MUNDO COLONIAL 205
204 HISTORIA ECONÓMICA DE AMÉRICA LATINA
éstos serían factores limitantes de las inversiones en tecnología quinaria, bastante cara. Además, especialmente en las plantacio-
agrícola); y el freno impuesto a la división y la especialización del nes de azúcar, se requerían considerables inversiones en bue-
trabajo por el peligro que habría en dejar que los esclavos asimila- yes, caballos, carros, arados, machetes, aparatos para molino,
ran conocimientos y habilidades que pudieran volver contra el or- hornos, calderas y otros equipos de refinería.
den vigente, y debido a los gastos excesivos de vigilancia que im-
plicarían.'' Investigaciones recientes han demostrado que hubo Lo más frecuente era que el plantador obtuviera los capita-
gran exageración en este punto: el esclavismo sí fue mucho más les necesarios a través de su asociación coii un comerciante resi-
compatible con cambios y avances técnicos de lo que se pensaba. dente en la colonia. Pero huHb también mercaderes residentes en
Una plantación azucarera, por ejemplo, si era siempre muy some- Europa, poseedores de plantaciones en América o que en ellas
ra en sus técnicas agrícolas —aunque con matices según las co- invertían. La Iglesia —en especial los jesuitas— poseyó igual-
lonias—, en el sector de la preparación del azúcar podía exigir una mente grarides unidades productivas esclavistas. En ciertos ca-
tecnología bastante complicada y avanzada para la época. También sos, las plantaciones eran propiedad de sociedades que concentra-
la división de tareas podía alcanzar un grado considerable de sofis- ban los fondos de numerosos financistas, nobles y comerciantes,
ticación. No olvidemos, además, que la inserción de las regiones o de compañías monopolistas que efectuaban también la trata de
esclavistas en una economía mundial que estaba pasando por el esclavos."»
proceso del advenimiento del capitaUsmo, puso a su alcance al- Estas inversiones se hacían con vistas a obtener una renta:
gunas de las innovaciones generadas en dicho proceso, incluso an- «La explotación productiva del esclavo resulta en el trabajo exce-
tes de la revolución industrial del siglo xviii. Sin emljargo, el ar- dente convertido en renta monetaria». Una parte del excedente,
gumento, llevado demasiado lejos, deja de convencernos. La expe- en forma de renta natural, era consumida por el terrateniente, su
riencia del sur de los Estados Unidos y los efectos de su atraso familia y sus dependientes; pero otra parte era comercializada y
evidente frente al norte en la guerra de Secesión muestran que transformada en cierta cantidad de dinero: y era este ingreso mo-
ima revolución industrial bien caracterizada —o sea, la instalación netario el que daba la medida de la rentabilidad de la planta-
cabal de las fuerzas productivas del capitalismo— no era compa- ción.™ Algunos autores, examinando la contabilidad de algunas
tible con la persistencia de las relaciones de producción escla- plantaciones esclavistas, llegaron a la conclusión de que vivían
vistas. E l progreso técnico bajo el esclavismo no fue imposible en una situación permanente de «déficit estructural». Pero, ade-
como se creía; pero sí conoció limites definidos.'* más de que la contabilidad de la época no es perfecta y deja en la
En cuanto al capital, es conocido que el sistema de plantación sombra muchos elementos, la evaluación de la rentabilidad de la
exigía inversiones muy considerables: " plantación esclavista sólo se puede hacer tomando en cuenta la
asociación íntima de la economía monetaria y natural que en ellas
Cada trabajador de la plantación ... representaba un desem- se daba; en particular, trataban de producir internamente todos
bolso de capital no inferior al invertido en una pieza de ma-
los insumos que podían, y de depender lo menos posible a ese
97. Cf. op. cit., pp. 195-197, 219-221; K. Marx, El Capital, Cartago, nivel de desembolsos monetarios. La posibilidad de imponer lar-
Buenos Aires, 1956, I, p. 161 n. 18, III, p. 349, I, p. 269, III, p. 742; gas jornadas de trabajo y de minimizar los gastos de manteni-
J. E . Cairnes, The Slave Power, Londres, 1862; F. L . Olmsted, The Slave
States, Capricorn Books, Nueva York, 1959 (ed. original: 1856).
98. Cf. Antonio Barros de Castro, «Escravos e Senhores nos Engenhos 100. Cardoso y Pérez Brignoli, Los métodos..., p. 190-191. Un ejemplo
do Brasil», Campiñas (Sao Paulo), Universidad de Campiñas, 1976 (tesis doc- interesante: Pierre Léon, Les Bolle et les Raby, Société d'Édition «Les Belíes
toral mecanografiada). Volveremos a este tema en el cap. 4. Lettres», París, 1963.
99. Marvin Harris, op. cit., (n. 82 supra), p. 75. 101. Gorender, op. cit., cap. VIII.
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miento de los esclavos, eran también factores positivos para el En la categoría de los campesinos no propietarios tenemos, en
plantador. Es cierto, sin embargo, que existía igualmente lo que el caso de las Antillas, los squatters —desertores, fugitivos de la
Gorender llama «leyes de rigidez de la mano de obra esclava»: la ley, esclavos hmdos, etc.— que en el interior de algunas de las
cantidad de esclavos de una plantación, determinada por las ne- islas más extensas se instalaban en tierras baldías para dedicarse
cesidades de la fase de máxima actividad del ciclo agrario (la zafra a la agricultura de subsistencia; a veces eran también contraban-
y la preparación del azúcar en el caso de los ingenios), no podía distas. A l desarrollarse la plantación azucarera, tendieron a desa-
cambiar fácilmente para adaptarse a la situación coyuntural del parecer. Otro ejemplo muy distinto lo tenemos en los fazendeiros
producto exportado o a los distintos momentos del mencionado obrigados, labradores que arrendaban tierras pertenecientes a in-
ciclo agrícola.'"^ Sea como fuere, el hecho mismo de que las genios de azúcar. Algunos de ellos eran de hecho empresarios es-
plantaciones hayan persistido durante varios siglos y atraído cuan- clavistas, produciendo azúcar para el ingenio con mano de obra
tiosos capitales, sobre todo en fases coyunturalmente favorables, esclava, pero otros se dedicaban a cultivos de subsistencia.'"*
muestra que sí eran rentables. En lo concerniente a los campesinos propietarios, en el caso
Como ya hemos mencionado, el sistema esclavista colonial es de las Antillas inglesas y francesas surgieron en el siglo xvii en
impensable sin la premisa de un mercado exterior: el monoculti- función del sistema de servidumbre temporal {engagés o indentu-
vo especializado sólo así adquiere sentido, y la trata de esclavos red servants): al terminar el período de trabajo servil que especi-
constituye un elemento esencial de la reproducción del sistema. ficaba su contrato, los siervos temporales normalmente recibían
E l funcionamiento de la circulación mercantil correspondiente una concesión territorial y se dedicaban a actividades de subsis-
respondía a las características monopolistas del mercado en la tencia o aun a la agricultura tropical de exportación en pequeña
época mercantilista, y al doble circuito comercial de que habla escala (añil, tabaco). También en este caso, la expansión del azúcar
Carmagnani (cf. la parte A de este capítulo). tendió a destruir este sector campesino, como ocurrió más tarde
en Cuba.'"' Un ejemplo brasileño son los colonos procedentes de
las Azores, en el sur, que a veces pudieron enriquecer y hacerse
3. OTRAS FORMAS D E ACTIVIDADES AGROPECUARIAS, ARTICU- esclavistas, pero que en el conjunto fueron eliminados por las ha-
LADAS o NO A LA PLANTACIÓN ESCLAVISTA ciendas ganaderas y por razones ligadas a la complicada coyuntura
político-militar de esa región de contactos y conflictos entre las
Modalidades de la economía campesina hajo el régimen esclavista colonizaciones portuguesa y española.'*
colonial
La importancia de los palenques de negros fugitivos, muy va-
Siguiendo una tipología de Sidney Mintz, podemos distinguir riable según las regiones, fue máxima en la zona del Caribe. Los
cuatro modalidades de actividades campesinas bajo el esclavis- casos más conocidos son los de Jamaica y Surinam, donde los
mo: 1) los campesinos no propietarios; 2) los campesinos propie- palenques pudieron imponer verdaderos tratados a las autoridades
tarios; 3) las actividades campesinas en los palenques; 4) el pro- coloniales y mantener su autonomía, preparando así ciertos aspec-
tocampesinado esclavo.'"^
104. Op. cit., pp. 147-148; Antonü, op. cit., pp. 94-99, 146-147, 513-527.
102. Op. cit., cap. XI; sobre el «déficit estructural», cf. Frédéric Mauro, 105. Minz, op. cit., pp. 148-151; Ramiro Guerra, Azticar y población
L'expansión européenne (1600-1870), Presses Universitaires de France, Pa- en las Antillas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp. 4-5; Fer-
rís, 1964, p. 341 (ed. española: Labor, Barcelona). nando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azticar, Ariel, Barcelona,
103. Sidney W. Mintz, «The Origins of Reconstituted Peasantries», en 1973.
S. Mintz, Caribhean Transformations, Aldine, Chicago, 1974, pp. 146-156. 106. F. H . Cardoso, op. cit., cap. II.
14. — CAKDOSO, I
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tos de la estructura agraria en determinadas regiones. Pero de esclavista del modo de producción vigente en las coloiúas, lo que
hecho en todo el Caribe la persistencia de los palenques fue un constituye una exageración evidente.""
elemento importante, que llama la atención de los historiadores De hecho, la «brecha campesina» cumplía una función bien
en forma creciente."" definida en el marco del esclavismo colonial: la de minimizat los
En la Guayana francesa, a mediados del siglo xviii, tenemos costos de manterúmiento y reproducción de la fuerza de trabajo.
la suerte rara de contar con un documento de primera mano sobre Es cierto que, por otra parte, con frecuencia este aspecto era con-
la organización interna del palenque de la Montagne Plomb: el in- tradictorio con otro: la tendencia a llevar al máximo la explota-
terrogatorio del joven Louis, capturado en 1748 y al cual se ción de los esclavos en las épocas de cosecha y elaboración de los
prometió la gracia en cambio de informaciones."" Este palenque productos de exportación, y en general en las fases coyunturales
constaba de treinta cabanas y setenta y dos personas. Sus habi- favorables de éstos. Pero la verdad es que, con su auge en las An-
tantes practicaban la agricultura de roza, abriendo cada año nue- tillas, la «brecha campesina» fue un rasgo universal del esclavismo
vos calveros (tres en 1748) para plantar mandioca, maíz, arroz, americano. Los excedentes obtenidos por los esclavos en sus
camote, caña de azúcar, plátanos, algodón, etc. También cazaban parcelas, más allá del consumo familiar, eran libremente comercia-
con armas de fuego (pero ya casi no tenían munición), arco y lizados, y el dinero obtenido permitía comprar suplementos a la
flecha, trampas y perros, y pescaban a la manera de los indios (o dieta, bebidas, ropas, zapatos, joyas, tabaco, etc. Algunos esclavos
sea, paralizando los peces con el jugo de una raíz). Los resultados acumularon lo suficiente para comprar su libertad. En general, el
del trabajo agrícola y recolector eran distribuidos igualitariamente acceso a las parcelas era estable y reconocido, al punto que po-
entre todas las familias. Existían algunas actividades artesanales: dían alquilarlas o heredarlas por testamento (informales, desde
hilado y tejido de algodón, fabricación de sal sacada de las cenizas luego). Además, el trabajo en los lotes de subsistencia no era su-
de una planta, bebidas fermentadas, etc. En el gran palenque bra- pervisado; con frecuencia se percibían rasgos africanos en su orga-
sileño de Palmares, en el siglo xvii, hallamos una economía agrí- nización. E l avance de los amos o administradores sobre el tiempo
cola y artesanal (incluyendo la metalurgia del hierro) bastante más normalmente acordado para el trabajo en las parcelas (en general
desarrollada, asociada como en la Guayana a actividades reco- un día y medio por semana) —el cual llegó a ser reconocido en
lectoras."» textos legales en diversas colonias— era una de las razones más
Sidney Mintz aplica la expresión protqcampesinado esclavo a frecuentes de fugas o revueltas.'"
las actividades agrícolas realizadas por los esclavos en las par-
celas y el tiempo para cultivarlas que se les acordaba en el inte-
rior de las plantaciones. Esta «brecha campesina» en el sistema
esclavista pudo tener tanta importancia, sobre todo en el Caribe,
que el autor mencionado llegó a poner en duda el mismo carácter
110. S.W. Mintz, «The Question of Caribbean Peasantries: A Com-
ment», en Caribbean Studies, 1, 1961, pp. 31-34; del mismo autor: «The So-
107. Roger Bastide, Las Américas negras, trad. de Patricio Azcárate, Called World System: Local Initiative and Local Response», en Dialectical
Alianza Editorial, Madrid, 1969, caps. 2 y 3; Richard Price (compilador), Anthropology, 2, 1977, pp. 253-270.
Maroon Societies, Anchor Press-Doubleday, Nueva York, 1973. 111. Cf. C.F.S. Cardoso, Escravidao, agricultura e capitalismo, de próx
108. Archives Nationales, París, serie F 3, n.° 22, f.° 166-171, documen- ma publicación por la Editora Vozes, Petrópolis (Brasil), cap. IV; S. Mintz,
to fechado el 31 de octubre de 1748. Caribbean..., pp. 180-213; Stuart B. Schwartz, «Resistance and Accommoda-
109. Décio Freirás, Palmares. A Guerra dos Escravos, Editora Movimen- tion in Eighteenth-Century Brazil: The Slaves' View of Slavery», en Hispanic
to, Porto Alegre (Brasil), 1973, pp. 42-45. American Historical Revietv, vol. 57, n.° 1, 1977, pp. 69-81.