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LA ESPIRITUALIDAD MEDIEVAL
Y SU REPRESENTACIÓN EN EL ARTE
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Fig. 2. Catedral de Nôtre Dame de Amiens, imposta y capiteles con decoración vegetal.
Ello supuso una profunda transformación del ción del mundo. No eran por tanto obras de arte ce-
pensamiento, o si se quiere de la inteligibilidad so- rradas en sí, sino estructuras capaces de adaptarse a
cial alejándose de la anterior cultura sostenida por la las nuevas definiciones científicas y materiales. Inspi-
oralidad para definir otra apoyada en la cultura vi- radas en la liturgia y en un profundo sentido cristiano,
sual. Es por tanto imposible entender el arte gótico eran capaces de explicar la esencia vital del hombre,
sin una conciencia de cómo la ideología cristiana de proyectar a la sociedad Bajo Medieval de lo que
buscó el control sobre las mentes y los cuerpos, hoy llamaríamos una realidad virtual, que no era otra
constituyendo un lenguaje preciso que llevaba a una que la plasmación de una ciudad, la Ciudad de Dios
nueva forma de mirar. En este sentido, la teoría se elevada sobre la ciudad de los hombres.
había especialmente materializado en la Edad Media
haciendo de las iglesias, y especialmente de las cate- Ante la fachada de cualquier catedral o iglesia gó-
drales la visualización de una ciudad ideal, que era tica, así como del interior de su espacio lo que el fiel
por otra parte, la alegoría perfecta, de la Jerusalén percibía era la idea ejecutada de la Jerusalén Celeste.
Celeste comprendida a través del Apocalipsis y de Una construcción descrita en el Apocalipsis, cap. 21
los textos de padres y pensadores de la iglesia como que se configuraba de la siguiente manera:
San Agustín, El Seudo Dionisio, San Buenaventura o
el Abad Suger. Yo Juan, ví la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén que
bajaba del cielo de junto a Dios, engalanada como una
De esta forma, las iglesias y catedrales del mundo novia ataviada par su esposo (…) y me trasladó en espí-
gótico se construyeron para contener toda la informa- ritu a una montaña alta y grande y me mostró la Gran
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Ciudad, la ciudad Santa de Jerusalén que bajaba del cie- 2. LA BELLEZA DE LAS PROPORCIONES
lo de junto a Dios.
Para el hombre medieval el universo visual como
Tenía la gloria de Dios y su resplandor era como el de representación divina debía ante todo ceñirse a lo be-
la piedra más preciosa, como jaspe cristalino. Y tenía llo. Huizinga ya demostró como los medievales trans-
una muralla grande y alta con doce puertas. formaban inmediatamente el sentimiento provocado
por la belleza en una comunión con la divinidad. La
El referente de este nuevo Jerusalén, expuesto en belleza era en definitiva un valor indisociable con el
el Apocalipsis y en la visión de Ezequiel fue recogido bien y la virtud, con la verdad y el resto de los atribu-
por abades y obispos constructores en Francia de las tos propios de Dios. De esta forma cualquier acerca-
catedrales, convirtiendo éstas en alegorías construidas miento a la sustancia divina debía propiciarse a través
de la ciudad espiritual, rica y luminosa. Su estructura de de la contemplación de lo bello, pues únicamente
arquitectónica, su orientación geográfica, las estatuas la belleza indicaría el camino de la perfección condu-
de los pórticos, los dibujos de los vitrales, los mons- cente a la actuación del bien.
truos de las gárgolas aportaban un significado a través
del que realizaba la visión sintética del hombre, de su Lo bello se vislumbraba en la creación divina y se
historia y de sus relaciones con el todo. admiraba en los materiales preciosos y en todo aque-
llo que resultaba asombroso. Así la tradición estética
Sin embargo, no era necesario que la Ciudad Ce- medieval se desarrolló a través de una serie de vías
lestial se ciñese literalmente a la descripción dada por entre las que destacan la concepción matemática de lo
San Juan, se trataba de conceptualizarla de manera bello, la metafísica de la luz y la nueva psicología de
simbólica, ajustada a las formas bellas a través de las la visión.
que se reconocía a Dios y a su máxima obra que era
la creación y que eran en definitiva los principios que En el primer acercamiento, el matemático, el mun-
los hombres sabían leer y por los que se sentían fas- do medieval en poco difería de los criterios que se ha-
cinados. Hugo de San Victor señalaba: bían mantenido a lo largo de las etapas anteriores;
mundo clásico y periodo Alto-medieval. Lo bello na-
Todo lo visible nos es propuesto para la significación y cía de las proporciones, siendo por tanto una razón
declaración de lo invisible instruyéndonos gracias a la vis- objetiva y cuantificable1.
ta de manera simbólica, es decir figurativa...Puesto que, en
efecto, la belleza de lo visible consiste en su forma... la be- Hugo de San Victor afirmaba que cuerpo y alma
lleza visible es imagen de la belleza invisible. reflejaban la perfección de la belleza divina, el uno
basándose en la cifra par, imperfecta e inestable. La
Lo bello se ejecutaba a partir de la forma, pero és- segunda en la cifra impar determinada y perfecta y la
ta no suponía únicamente la limitación visual de los vida espiritual se basa en una dialéctica matemática
objetos, su propia figura, sino que se definía de ma- fundada sobre la perfección del número diez2.
nera mucho más compleja, ajustada a la teoría tomis-
ta. La forma, de este modo examinada, suponía una En este sentido, buena parte de las estructuras que
cualidad del objeto indisociable de su propia esencia. se encuentran en los espacios góticos se organizaban
Se trataba de la forma sustancial que adquiría existen- a partir de las relaciones numéricas y geométricas. Se
cia al incorporarse en una materia. Era por tanto la aproximaban a la esencia de lo divino a partir de la
propia sustancia de una realidad, de un ser. No era belleza que emanaba de los números impares, consi-
por tanto una simple determinación accidental, sino la derados como más perfectos, mientras el mundo terre-
unión forma/materia en un único acto de existencia. nal obtenía sus ecos de los pares.
1 El interés por el número y las proporciones derivadas de estos como constituyentes de la belleza fue asumido por los padres de la iglesia a tra-
vés de la herencia de de la antigüedad; de los semitas y de los griegos especialmente las teorías de los pitagóricos que eran bien conocidas pues
habían sido traducidas al latín por Apuleio, también la propia Biblia, el antiguo testamento. Se piensa que el 318 eran los servidores de Abrahan
480 son los años que median desde la salida de Egipto a la construcción del templo.
2 ECO, Umberto. Arte y belleza en la estética medieval. Barcelona, 1997, p. 51.
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El número tres relacionado con la Trinidad y por cipales se abrían en tres portales y en general era es-
tanto con la esencia completa de Dios como Crea- te número el que dominaba básicamente la razón
dor, Hombre y Espíritu, es por lo general la razón edificatoria (fig. 3).
que marca los conjuntos plásticos del gótico. La
planta de dichas iglesias o catedrales normalmente A lado de la perfección del tres en relación como
resuelta en forma de cruz, organizaba el cuerpo de se ha apuntado, con el misterio trinitario, el cuatro re-
iglesia en tres naves, de las cuales la central aspira- flejaba la presencia de la naturaleza y el hombre. En
ba a alzarse el triple de la altura de las laterales, in- definitiva expresaba las relaciones entre el macrocos-
cluso superar a éstas en su anchura también en una mos y el microcosmos leídas a partir de la proporción
proporción semejante. Sus alzados se ordenaban en humana que desde Vitruvio consideraba que un hom-
tres partes arcos triforio y vitrales sus pórticos prin- bre con las piernas y brazos desplegados ocupaba la
superficie limitada por un cuadrado (fig. 4).
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Fig. 5. Villard de Honnecourt, cartillas con representaciones
Fig. 4. Hombre Vitruviano. naturales ordenadas por la geometría.
también se advertía un importante interés hacia es- partir de la ligereza de las estructuras y de las líneas
ta figura que se veía recompuesta con cierta reitera- ascensionales de los pináculos (fig. 6).
ción en algunos de los trazados de los rosetones de
las catedrales. Desde el principio el arte gótico fue algo más que
arquitectura. Aunque fueron en primer término los
Odo di Morimond sostenía que los números eran constructores quienes buscaron rehacer el mundo en
superiores a las cosas porque algunos símbolos numé- términos celestiales, estos efectos sólo pudieron reali-
ricos las precedían. Los números eran el principio, la zarse mediante una combinación de todas las artes. En
fuente y la raíz de todo. Sin embargo, las proporcio- este sentido los escultores trabajaban en colaboración
nes geométricas de los números perderían buena par- con los maestros de cantería, siendo en ocasiones la
te de su significado si no estuvieran animadas por el misma persona como fue el caso de los Parler. El es-
principio de simetría, que procedía de la propia Biblia cultor debía conjugar las demandas objetivas de la pro-
y también por el leal sometimiento de la figura al mar- porción y ponerlas en relación con la percepción del
co a través de la geometrización de ésta tal y como espectador que los observaba desde abajo y a lo lejos,
aparece en las cartillas de dibujo de Villar de Honne- e incluidas normalmente en marcos arquitectónicos.
court (fig. 5).
Pero si algo caracterizó y concluyó simbólicamente
La proporción se presentaba en la Edad Media co- la Ciudad de Dios fue la presencia de la luz conquista-
mo una conquista progresiva de de conveniencias de- da a través de la técnica de los constructores góticos.
lectables las cuales, unidas a principios técnicos habí- No se trataba de la luz natural, sino de aquella enrique-
an derivado en un modo plástico diferente, leído a cida por el color. Una luz simbólica que era la que se
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3. DIOS ES LA LUZ
5 ECO, Umberto. Ob. cit, 1997, pp. 26-27. (Liber de rebus in administratione sui gestis)
también en: VV.AA. Arte Medieval II románico y Gótico (Ed. al cargo de Joaquín Yarza), Gustavo Gili, Barcelona, 1982 (Liber de rebus in adminis-
tratione sui gestis) p.39.
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textos sagrados en los que se dice refirién-
dose a Cristo, Yo soy la luz del mundo.
6 ECO, Umberto. Ob. cit, 1997, p. 64. (In Hexaëmeron, en Pouillon, 1946, p. 322)
7 ECO, Umberto. Ob. cit, 1997, p. 66. (II Sent. 12,2,1,4)
8 VV.AA. Arte Medieval II románico y Gótico (Ed. al cargo de Joaquín Yarza), Gustavo Gili, Barcelona, 1982 (Liber de rebus in administratione sui
gestis) p. 34.
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La vidrieras medievales, al menos las más antiguas,
lo que ponían de manifiesto no eran tanto las cualida-
des transparentes del medio como su densa materiali-
dad profundamente coloreada de rojos, azules o ver-
des en una imitación cromática de gemas preciosas.
No se trataba por tanto de reproducir una luz clara
que permitiera ver al fiel, sino una luz densa, matéri-
ca que teñía los objetos hasta degenerar sus formas,
construyendo otras nuevas. Una luz que envolvía al
fiel y lo marcaba reflejando colores en sus ropas, en
su rostro, en definitiva una luz mística que viajaba y
transformaba la realidad del espacio haciéndolo dife-
rente a cada paso.
9 VV.AA. (Ed. al cargo de Joaquín Yarza). Ob. cit, Barcelona, 1982, p. 192.
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Estas imágenes comprendidas por el fiel constituí- Las columnas eran los obispos sobre los que se
an una especie de prólogo que lo preparaba para en- apoyaba la estructura de la iglesia, el pavimento la es-
tender aquello que iba a desarrollarse en el interior, piritualidad interior. El claustro el paraíso donde podía
donde las referencias a su mundo prácticamente se verse la fuente del placer y el árbol de la vida. Un pro-
extinguían pues se le transportaba a otro ámbito don- grama coincidente al que casi un siglo más tarde ex-
de se le iba a mostrar la Jerusalén Celestial. pusiera Sicardo de Cremona en su Mitrale, o Guiller-
mo Durando en su Speculum Majus.
4. RECORRIENDO LA JERUSALÉN CELESTE
Estos textos, sin duda conocidos en parte a través
La sensación al entrar en un templo gótico no era de los sermones se completaban con otras visiones
de luz, sino de una intensa penumbra coloreada de más fascinantes a las gestes del momento. El gótico
rojos, intensos azules, verdes... Se trataba de una pe- había introducido también en el interior de sus cate-
numbra sobrecogedora, sagrada, una realidad mística drales el mundo natural, la flora y la fauna más in-
en la que la propia luz la hacía irreconocible, sensa- mediata a los espectadores que se reproducía escul-
ción que se acentuaba cuando la retina, aún acostum- pida en capiteles, jambas de puertas... etc. Es cierto
brada a la luz exterior, natural, comenzaba a percibir que también el románico había representado el mun-
los volúmenes, las esculturas las bóvedas que ascen- do natural, pero éste era un artetipo netamente sim-
dían y se iban abriendo verticalmente hasta recons- bólico y hasta cierto punto irreal (pájaros con rostro
truirse a medida que la visión se iba adaptando a es- femenino, sirenas con dos colas, animales monstruo-
ta nueva percepción óptica. sos, o plantas recortadas sobre un fondo privadas de
naturalismo). El Gótico es tal vez el primer momen-
Tras la primera sensación de penumbra el interior to desde la caída de Roma, en el que lo natural se
se conformaba y construía se iba elevando delante del trabaja sin someterlo a estilizaciones simbólicas. Se
fiel y en esta creación, casi instantánea, de la que el acerca la naturaleza en las formas, a pesar de que su
espectador era partícipe comenzaba a nacer la luz que significado final alterado por otros factores como las
se hacía más intensa en la cabecera. Sin saber por qué, luces lo sometieran nuevamente a una visión simbó-
el visitante necesita avanzar, caminar a lo largo de la lica (fig. 9).
nave principal en pos de la cabecera... y este impulso
que sin duda hoy puede razonarse desde parámetros Según el Historiador del arte Michael Camille La
psicológicos, en la Edad Media se explicaba de mane- naturaleza dejó de ser una serie de símbolos y se con-
ra religiosa, como el resto de las partes y obras de la virtió en una serie de objetos, vistos no a través del es-
catedral. pejo tipológico del infinito, sino a través de las lentes
de los ópticos aristotélicos. Pero en la E. Media, como
Honorius Augustodunensis en el primer libro de en nuestros días nada era natural, todo se construía...
gemma animae circa 1130 explicaba esta Jerusalén, y es que se trataba de buscar y representar la verdad
que se significaba simbólicamente en las diferentes y ésta pertenecía a la esfera del espíritu.
partes de la iglesia. Así la misma orientación Este Oes-
te era la orientación del paraíso y el caminar del fiel Fue precisamente esa nueva manera de mirar y de
hacia la luz naciente (es decir desde los pies a la ca- interpretar lo que se veía uno de los rasgos más im-
becera) no era otra cosa que la reflexión vital del portantes para entender los cambios acaecidos en es-
hombre que caminaba por la vida hasta llegar a en- te periodo. Todos los pensadores coincidían en defi-
contrarse con Dios, la luz. nir el sentido de la vista como el más importante de
todos, siendo el camino más certero hacia el conoci-
La iglesia cimentada sobre roca era la imagen de miento. En este sentido el aristotélico Roger Bacon
la iglesia espiritual cimentada sobre la roca que es (1214, 1292) subrayaba como toda la verdad de las co-
Cristo, las piedras de sus muros eran la fe y las obras sas del mundo reside en el sentido literal... porque na-
y el mortero que las unía los fieles unidos a través da es inteligible del todo, a menos que se nos presente
del amor. ante los ojos.10
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que por primera vez pasaba a ser un elemento activo
y no un mero receptor de imágenes. Ver significaba
avanzar en el conocimiento de las cosas, caminar ha-
cia su verdad.
5. LA VISIÓN ROTA
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Fig. 10. Catedral de Burgos, capillas dedicadas a museo.
mirada fragmentada que conduce a la total distorsión Pero sin duda en todo este proceso, lo más abe-
de la obra. rrante ha sido la alteración del espacio y los recorri-
dos. Visitamos una catedral, pero en lugar de entrar
Como se ha insistido, las catedrales y como ellas la por su pórtico principal para sentir la emoción del es-
mayoría de las iglesias, monasterios, castillos y toda pacio (aunque sea mirando las bóvedas que constru-
serie de testigos artísticos eran y deben seguir siendo yen las nave principal). Se introduce al visitante por
obras totales. No es posible por tanto separar la pin- una portezuela (no del templo), un pequeño postigo
tura para exhibirla aparte, como es un error fabricar que puede llevarnos a un claustro, que claro está, en
un museo dentro de uno de estos espacios sacros, que la mayor parte de los casos, no vemos porque está in-
lo son ya de por sí, y dotarlo a base de vaciar capillas tervenido con paneles prefabricados en los que cuel-
y otros espacios. Debemos saber que todos estos con- gan cuadros, pequeñas esculturas que han sido arran-
juntos al constituir unidades componían un programa cadas de predelas de retablos, sacristías etc. Luego
con un profundo significado en el que se integraban podemos llegar a una determinada capilla que nos
todas las artes. Por así decirlo se expresaban como si arroja a una parte de la girola (no sabemos que es tal
fuera una historia fílmica, una película en la que el porque el recorrido previo nos ha creado sensación
guión no puede separarse de la música y de la ima- de noria) y así flash a flash terminamos la visita salien-
gen, pues de ser así su significado último se pierde. do por una tienda mitad librería, mitad bazar.
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No podemos reconstruir aunque sea en
una aproximación las sociedades pasadas,
tampoco los modos de pensar de otras gen-
tes, pero al menos podemos acercarnos al
modo que éstas tuvieron de contemplar y
sentir a través de su mirada. Debemos en-
tender que las formas fueron expresión de
unos valores, de una manera de entender al
hombre, a la naturaleza y a Dios, y no sim-
ples rasgos estilísticos, pues los estilos eran
ajenos a estas gentes.
11SCHEERBART, P. Arquitectura de Cristal, (1914). Edición y traducción Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Murcia. Murcia,
1998.
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