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SALMO 32: Felicidad de David por el Perdón de Dios

INTRO.- En vs-1-2 Literalmente David cantó: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y
cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay
engaño». David fue culpable de todo esto: se rebeló contra la ley y no cumplió la norma de Dios; permitió que
su naturaleza torcida le controlara; y escondió con engaño todo el asunto durante un año.

A. El silencio de la convicción (vv. 3–4)


1-¿Qué le ocurrió a David mientras rehusó confesar sus pecados? Sufrió. Sufrió espiritualmente (como lo vimos
en el Salmo 51), pero también físicamente. Se envejeció. La mano de Dios al declararlo culpable pesaba sobre
él día y noche. Se «secó» como un arroyo en una sequía. Algunas personas que acuden al médico para atender
sus síntomas deberían acudir al Señor para que se haga cargo de sus pecados. Esto no significa que toda
enfermedad se debe al pecado, pero sí significa que el pecado sin confesar puede causar aflicción física.
B. El gemido de confesión (v. 5).
Literalmente: «Mi pecado te declaré». Cuando Natán le habló (2 S 12.13), David inmediatamente confesó que
había pecado, pero luego, en privado, le permitió al Espíritu de Dios que descubriera sus pecados uno por uno.
La oración de David no fue una «confesión general»; mencionó cada uno de sus pecados. Debido a ello, Dios le
perdonó. Un escritor ha dicho: «Mientras menos misericordia se tenga usted mismo, más misericordia
tendrá Dios de usted». Pablo dijo: «Si nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados» (1 Cor.
11.31).
Dios no nos perdona porque lo lamentemos ni porque oremos; nos perdona cuando confesamos nuestros
pecados debido a que «Él es fiel y justo»: fiel a su promesa y justo en cuanto a la cruz. Dios no nos hará pagar
por pecados que Cristo ya ha pagado.
C. El canto de limpieza (vv. 6–7).
El suspirar de David se ha reemplazado por cantar. Lo rodean «cantos de liberación»; y a dondequiera que se
vuelve, descubre cosas acerca de las cuales cantar. Solía ser que a dondequiera que se volvía sólo veía sus
pecados (51.3). Nos advierte que debemos orar a Dios por perdón «en el tiempo en que pueda ser hallado».
Esto puede tener dos significados: en un tiempo cuando descubrimos nuestros pecados y en uno cuando Dios
puede ser hallado (Isa. 55.6–7). Si el creyente permite que el pecado se acumule, Dios tendrá que intervenir y
disciplinarle (Heb. 12). David ya no teme más, porque Dios es su refugio. Que vengan los problemas; no tiene
temor.
D. El grito de confianza (vv. 8–11).
Dios habla ahora a David y le asegura que dirigirá sus pasos. «Él restaura mi alma; me guía por senderos de
justicia por amor de su nombre» (Sal 23.3, BLA). Dios quiere guiarnos, no con vara de rigor, sino con sus ojos.
Un hijo obediente observa los ojos de sus padres, para ver cuál es su voluntad. El cristiano debe estar siempre
bajo los ojos del Padre y vivir para agradarle. En el versículo 9 David habla de dos extremos: el caballo que
arranca hacia adelante impulsivamente y el mulo que se retrasa con obstinación. Los cristianos deben evitar
dichos patrones de conducta. Debemos andar con el Señor un paso tras otro en obediencia y amor. Los
caballos y los mulos deben controlarse con frenos y cabestros «porque si no, no se acercan a ti». Es triste, pero
algunos cristianos deben tener «frenos y cabestros» antes de que Dios pueda controlarlos. Pero la manera
normal es que Dios nos guíe con sus ojos sobre nosotros. Los animales sin entendimiento no tienen
comprensión, pero el pueblo de Dios puede comprender cuál es la voluntad de Dios (Efe. 5.15–17).
Después de que como cristianos hemos pecado y sido restaurados, Satanás trata de socavar nuestra paz y
confianza. Empezamos a preocuparnos por el pasado y las consecuencias de nuestra insensatez. Sí, hay
amargos frutos de la desobediencia (¡y cómo lo encontró David!), pero los versículos 10–11 nos aseguran que
Dios protege y sostiene a los que le pertenecen. Los malos tendrán muchas aflicciones y estas vienen a las
vidas de los santos desobedientes, pero el cristiano limpio experimenta la misericordia amorosa del Señor.
CONCLUSIÓN: No sorprende que David concluya con un clamor. El pasado está perdonado, el presente es
gozoso y el futuro está seguro en las manos de Dios.

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