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Mesa de trabajo: Cambios y continuidades de las asociaciones migrantes en Argentina.

Autoras: Téllez Luque Ana María y Perozzo Wanda


Pertenencia institucional: Integrantes AMUMRA –Asociación de Mujeres Unidas Migrantes y
Refugiadas en Argentina.
E-mail: anmatelu5@gmail.com y wperozzo@gmail.com
Palabras clave (cinco palabras): Mujeres – Migrantes – Subjetividades – Acción colectiva -
Participación
En caso de ser aprobado, se autoriza la publicación del trabajo: SÍ

Las mujeres migrantes como sujetos políticos de acción y trasformación. Una mirada
desde la experiencia de AMUMRA

El presente artículo se propone colocar en diálogo tres fenómenos sociales que se


expresan en Argentina al iniciar el siglo XXI: la feminización de la migración, el predominio
de la migración limítrofe y el surgimiento de novedosos procesos político-organizativos de
amplios sectores sociales en respuesta a la crisis neoliberal. En este complejo escenario de
convergencia entre estos fenómenos, se gestan centenares de organizaciones de inmigrantes
de países limítrofes, lo cual abre la posibilidad para la creación de nuevas articulaciones entre
identificaciones de etnia, género y clase. Las mujeres migrantes ocupan un rol protagónico
como creadoras y militantes de organizaciones sociales y políticas en este período histórico, y
actúan como sujetos políticos en el escenario de lo público y lo privado. La propuesta se trata,
de aproximarse a este fenómeno a partir de la experiencia de AMUMRA -Asociación de
Mujeres Unidas Migrantes y Refugiadas de Argentina- , organización gestada a finales de los
90s y, sobre la cual se expondrán sus trayectorias, sentidos, dinámicas organizativas, y las
maneras en las que contribuyen a la re-creación de nuevas subjetividades ancladas en cambios
en las relaciones de poder entre los roles de género tradicionalmente instituidos.

Contextos

Existe una amplia literatura en torno al estudio del fenómeno de las migraciones
femeninas gestada desde la década de los años 70´s y cuyos temas han variado según los
contextos y las geografías, señalando que en Latinoamérica y en Argentina particularmente,
algunos de los más destacados han sido el efecto del género en las trayectorias migratorias, en
las mujeres migrantes y el mercado de trabajo, en su relación con el trabajo doméstico y las
vinculaciones con la trata (Mallimaci, 2012; Magliano y Domenech, 2009).
Es desde este panorama que proponemos adentrarnos en un campo de los estudios de las
migraciones femeninas que tiene como eje de análisis los procesos de agencia y participación
político-organizativa de “la mujer migrante”. Al respecto nos interesa problematizar la
construcción de la categoría “mujer migrante” a partir del des-anclaje en la asociación de
“mujer migrante” como “grupo vulnerable”, narrativa que emerge como perspectiva
predilecta en el discurso dominante dentro de la actual agenda política mundial entorno a las
migraciones femeninas (Magliano y Domenech, 2009), o como es llamado más comúnmente,
frente al fenómeno de la “feminización de las migraciones”. Nos proponemos tensionar esta
representación de “la mujer migrante”, a través de otro tipo de sentidos construidos a partir de
narrativas (Grimson, 2011) de “otras mujeres migrantes”, narrativas que no se definen
principalmente desde una perspectiva de la vulnerabilidad, la indefensión y la necesidad de
protección1.
En este sentido, comprendemos a “la mujer migrante” no como una identidad
homogénea, ni cristalizada, sino como una construcción fundamentalmente social y política,
de naturaleza conflictiva, y colocándola como eje de disputa entre diversos actores sociales y
políticos. Para comprender estas dinámicas es necesario conocer los diversos modos en los
que ocurren los entrecruzamientos en la relación género y migración, para lo cual la
introducción del enfoque de la interseccionalidad propone interesantes aportes. En primer
lugar, permite trascender una mirada aditiva de tipos de violencias o simplificadora de las
desigualdades reduciéndolas a su manifestación en la discriminación, y más bien se centra en
la experiencia situada y singular en cual se manifiesta la interacción/imbricación de las
diversas desigualdades (género, raza, clase, sexualidad) mostrando las estructuras de poder
existentes en el seno de la sociedad (Expósito, 2011). Bajo este marco no se propone el
análisis de la “mujer migrante”, sino que atiende a una pluralidad de experiencias atravesadas
por diversas manifestaciones de desigualdad social. Así, entendemos el enfoque de la
interseccionalidad como perspectiva teórica que permite evidenciar el sustrato de los cambios
en los roles de género y la reproducción de asimetrías en las relaciones de poder.
Los entrecruzamientos entre migración y género ponen en evidencia los modos en que
la situación de la migración desestabiliza, refuerza y resignifica las formas de reproducción de
las desigualdades entre los géneros y entre diversas etnicidades. A su vez, esta mirada,
1
Esta representación de la mujer migrante asociada a una concepción de “vulnerabilidad” e “indefensión”
reproduce estereotipos sexuales discriminatorios, manifestando cómo la propia naturaleza de las diferencias
sexuales son dotadas de significado social, naturalizando y reproduciendo dichos estereotipos (Stolcke, 1999).
complejiza la relación género-migración, permitiendo desplazamientos orientados hacia los
procesos de construcción de autonomía y de subjetivación individual y colectiva de las
mujeres migrantes. De esta manera, entendemos las trayectorias migratorias de las mujeres
como procesos que no son homogéneos y que implican complejas dinámicas de
resignificación en las relaciones de poder, marcadas por flujos de desterritorialización-
reterritorialización, esto es, una lógica de despojo y reapropiación en los roles, lugares y
significaciones que el desplazamiento migratorio representa.
Durante los 80s y los 90s, ocurrieron importantes cambios socio-políticos en
Latinoamérica y en Argentina, en particular, que transformaron las relaciones entre el género
y la migración. Al respecto, vale señalar la disminución de las “tradicionales” migraciones de
ultramar, para comenzar a tomar mayor visibilidad las migraciones limítrofes, pues, en los
últimos años el 90% de los inmigrantes provienen de estos países (Sassone y De Marco,
1991), incluyendo a Perú, que si bien no es un país limítrofe, comparte junto a Bolivia y
Paraguay flujos migratorios abundantes y particularmente feminizados (Lipszyc y Zurutuza,
2010). Durante esta época, en el marco de profundización en la aplicación del modelo
neoliberal en la región, los cambios en los movimientos migratorios vinculan, por una parte,
las transformaciones respecto del incremento del rol de las mujeres en el hecho migratorio
(feminización de la migración) y, las tensiones producidas en los roles de poder entre géneros,
y por otra, la profundización de la feminización de la fuerza de trabajo y, los procesos de
exclusión y reproducción de las desigualdades en el contexto de la globalización capitalista
(feminización de la pobreza).
En esta versión globalizada del neoliberalismo, la profundización de las desigualdades
económicas, sociales y políticas atravesadas por las mujeres en la situación migratoria,
habilitó en parte, lo que conocemos como transnacionalización de las cadenas de cuidado.
Dentro de este marco de reproducción de desigualdades en la región y, específicamente en
Argentina, consideramos que operó una actualización de las identificaciones etnia-género-
clase vinculadas a la idea de incrementos en los flujos migratorios procedentes de países
limítrofes.
En la Argentina, las profundas reconfiguraciones sociopolíticas emergentes de la intensa
crisis social, económica y política del 2001, habilitaron la reidentificación y
reterritorialización de lo político, por la amplia movilización de los sectores populares,
inscribiendo allí la gestación de numerosas organizaciones de inmigrantes limítrofes que
buscaron visibilizar categorías identitarias (migrantes limítrofes, étnico-nacionales, “mujeres
migrantes”), otrora borrados, como herramientas de la acción política ante dicho contexto en
extremo hostil y culpabilizante de estos grupos como causantes de la crisis (Bruno, 2007;
Grimson, 2011). Así, en la composición entre el relato de los últimos gobiernos de corte
progresista2 y, la inscripción de procesos político-organizativos alternativos, tuvo lugar la
configuración de nuevos modos de producción política de sujetos sociales.
En el marco de este espacio social de batalla (Zibecchi, 2003), en abril de 2001 se
conforma AMUMRA -Asociación de Mujeres Unidas Migrantes y Refugiadas en Argentina-,
como espacio de cristalización de intentos previos de asociatividad de un grupo de mujeres,
en su mayoría de origen peruano. La Asociación, surge en respuesta a la experiencia vivida
como “mujeres migrantes” en torno a situaciones problemáticas y conflictivas en el orden de
lo emocional, lo social y lo político emergentes de su proceso de asentamiento migratorio.
Dichas experiencias dejan de constituirse solamente como padecimiento o malestar
individual, en ocasiones naturalizado bajo los mandatos culturales hegemónicos del cuerpo
generizado y racializado, para comenzar a ser compartidas y recomponerse como el sustrato
colectivo de la acción política y organizativa. Es la limitación en el ejercicio de sus derechos y
la necesidad de generar acciones transformadoras en el terreno de lo socio-político, pero
también de lo subjetivo, lo que posibilita su autoreconocimiento como “mujeres migrantes” a
partir de la particularidad de sus experiencias y necesidades. Es así que el surgimiento de la
organización se vincula con la necesidad de garantizar el derecho a la educación de 41
jóvenes, hijos e hijas de inmigrantes limítrofes, durante la época en que permanecía vigente la
Ley 22.439 (1981), también conocida como Ley Videla. A partir del 2001, las luchas
emprendidas por este grupo de mujeres han aglutinado acciones colectivas orientadas a la
visibilización, denuncia e incidencia política, de las diversas problemáticas en materia de
derechos humanos atravesadas por las y los inmigrantes en el país.
A modo de reflexión-aclaración metodológica, nos interesa subrayar que la
intencionalidad de este artículo, constituye un intento de reflexión desde adentro entorno al
proceso de incidencia y visibilización política de las luchas emprendidas desde la diversidad
de las trayectorias migratorias de las mujeres que han hecho y hacemos parte de la
Asociación. A nuestro modo de ver, la elaboración de un registro de memoria de la incidencia
política de la Asociación constituye el principal alcance de esta reflexión. Es a partir de esta
red de relatos y de sentidos compartidos, recolectados a través de entrevistas y de reflexiones
colectivas en torno a las propias experiencias, que buscamos comprender el sustrato histórico
de activación de la Asociación permitiéndonos advertir la construcción de un relato colectivo-

2
Hacemos referencia al ciclo político comprendido entre 2003 y 2015.
compartido, que pone en tensión las identificaciones que esencializan y homogenizan la
migración y a la “mujer migrante”.
De acuerdo con lo anterior, en el presente artículo indagaremos primero, entorno a los
sentidos construidos sobre “la mujer migrante” a partir de los tránsitos migración-refugio y, su
resignificación a partir de reconstrucciones de memoria y los relatos, sobre los procesos de
vinculación con la experiencia organizativa de AMUMRA. Luego, analizaremos algunas
prácticas en el proceso de conformación de la organización y sus formas de acción colectiva,
profundizando en el recorrido de la dinámica político-organizativa. Finalmente,
reflexionaremos en torno a la configuración de subjetividades individuales y colectivas
activadas a partir de los vínculos que componen la trayectoria de la Asociación.

Tránsitos: El surgimiento de los sentidos para la acción colectiva de las “mujeres migrantes”

La historia de la Asociación se encuentra marcada por el desafío de encontrar sentidos


compartidos que potencien y den forma a la acción colectiva. Si bien, en la actualidad, las
mujeres que integran la organización se autodenominan como parte de una “Asociación civil
de derechos humanos de mujeres migrantes y refugiadas”, este es un resultado que se ha
venido consolidando a partir de múltiples conflictos y negociaciones entre el mismo grupo de
mujeres, que se ha ido transfigurando con el tiempo, así como entre diversos actores
institucionales. También, cabe señalar que esta denominación no es fija, continúa estando en
permanente tensión por diversos discursos como por una intensa lucha por el reconocimiento
en tanto “mujeres migrantes con derechos” dentro de la “sociedad receptora”.
A continuación se detallan algunos de los escenarios en los cuales se fueron
construyendo los sentidos que las mujeres les fueron otorgando a sus experiencias y prácticas
colectivas como forma de ir delineando sus anhelos, enfocando sus luchas y configurando una
identidad colectiva que les permitiera fortalecerse y singularizarse.

Las memorias como fuentes de sentido colectivo

Para comprender la experiencia de AMUMRA, desde sus orígenes, es necesario


aproximarse al contexto migratorio de las mujeres peruanas en la década de los 90´s 3. La
memoria fundacional de la Asociación se entrecruza estrechamente con el contexto de

3
La migración de las mujeres peruanas hacia Argentina ocupó uno de los mayores porcentajes en la década de
los 90´s. Tal es el caso que Perú pasó de ser la que mayor índice de masculinidad registraba en 1980 (198
varones cada 100 mujeres), a tener el menor en 2001 (68.5 varones cada 100 mujeres). (Rosas, 2010).
violencia política por el que atravesaba el Perú a fines de la década de los 80s y 90s. Este
período, caracterizado por el retorno a la democracia, la crisis económica y, el accionar
subversivo de Sendero Luminoso, devino en la emigración de amplios sectores de la clase
media peruana, así como, en la salida del país de una numerosa población en calidad de
refugiados/as políticos. En este marco temporal podemos ubicar, la exacerbación del proceso
de la feminización de la migración en ese país (Rosas, 2010). Los orígenes de AMUMRA
están signados por estas complejas dinámicas de violencia y crisis social, por las cuales
podemos rastrear la decisión de emigrar de varias de las mujeres fundadoras de la
organización. Es así, que el empeoramiento de las condiciones de vida, materiales y sociales,
a causa de la profundización de los efectos de las políticas neoliberales, así como, con igual
intensidad, la persecución y el ataque directo que varias de ellas sufrieron en el marco del
conflicto armado peruano (padeciendo atentados, montajes judiciales, secuestros, entre otras
vulneraciones a sus derechos), las trae a la Argentina. Sin embargo, pese a lo doloroso de
estas experiencias, las mismas revelan un rol que frecuentemente las mujeres tienden a
soslayar, y es aquel relacionado con su participación activa en los espacios de lo público,
probablemente, en respuesta a los mandatos culturales que subsumen el “mundo femenino”
como deber ser en el mundo doméstico y privado (Jelin, 2010). Así, una de las fundadoras
relata:
“(...) La verdad, en política yo no me metía pero sí colaboraba, hasta que después tuvo problemas mi
tía, en el comedor de ella. Fueron los terroristas y tiraron bombas (...) Yo participaba más con María
Elena Moyano en Villa del Salvador, ella era una líder que también la volaron. Después de lo de mi tía,
me fui a trabajar con ella”.
Varias de estas mujeres, que años después se encontraron en Buenos Aires en una
oficina de atención a solicitantes de refugio, tiempo atrás habían participado en diversos
espacios de organización comunitaria y política en su natal Perú. Contrario a la creencia que
circula sobre una “experiencia marginal” de “la mujer migrante”, varias de estas mujeres
disfrutaban de cierta estabilidad contando con recursos económicos, sociales y simbólicos que
les permitían tomar decisiones y ejercer cierta autonomía. Así mismo, son las memorias
individuales de aquellas épocas las que les permiten interpelar la experiencia migratoria
cuando las crisis y los cambios subjetivos que interrogan “su identidad” sobrevienen. Una
fundadora recuerda,
“(...) Vino un hermano, porque como yo estaba acá muy mal, y a él le había dicho que me habían visto
muy mal acá, él vino y me trajo muchos videos de mi pueblo para que yo pudiera reaccionar, yo no
salía del shock. Él me trajo de lo que yo hacía en Perú (...) era madrina de cientos de promociones, yo
regalaba cosas, por eso me quería mi pueblo. Y mi hermano me dejaba mirando y eso me ayudó a salir
a mí. Yo decía “ahhh ¿esa soy yo? ¿Será que soy?”.
Estas memorias no representan solamente anclajes sociales y subjetivos necesarios ante
la experiencia de “desanclaje” que trae aparejada la migración, sino que son acervos para la
gestación de recursos colectivos, que al ser compartidas y hasta cierto punto comunes, tienen
la potencia de fortalecer los sentidos de pertenencia y posibilitar la construcción de una mayor
confianza (Jelin, 2005). De este proceso también hacen parte, de manera relevante, las
memorias sobre las violencias de género sufridas, las cuales han afectado a todas las mujeres
aunque de modos variables. Esta particularidad deviene en uno de los intereses para
organizarse principalmente “entre mujeres” connotando una especial importancia a la
experiencia corporal.

Apropiaciones en el continuum migración-refugio

Este escenario de participación socio-política y de cierta estabilidad socioeconómica y


familiar se ve interpelado en su totalidad con la experiencia refugio-migratoria que varias se
ven obligadas a transitar. En la memoria de la organización, son múltiples y frecuentes los
relatos de refugio de las miembros, y también, de otras mujeres que participaron en la
conformación de AMUMRA. En sus relatos vemos como para todas el abandonar su país, fue
un proceso confuso y que acarreó mucha incertidumbre, matizado por la imbricación de
cuestiones políticas, sociales y económicas remitiendo a ese continuum que une a la
migración con el refugio, o como lo denomina Aspasia Papadopoulou (2005) el asylum-
migration nexus.
Esta división entre migración y refugio basadas en definiciones de carácter político y
artificial contenida en las legislaciones (Espinar, 2010); poco o nada logra encasillar la
realidad de estas mujeres, pero que en últimas, ante su existencia, terminan produciendo
nuevas subjetividades y formas de identificación que son descubiertas, apropiadas y
disputadas por ellas. Una de las primeras integrantes nos cuenta “(...) Yo no sabía, al
principio, que era refugiada. Eso lo vine a saber acá. Yo solamente agarré lo que pude, dejé
a mis hijos lo mejor acomodados y me vine”.
La aparición de estas categorías jurídico-políticas de clasificación y organización en la
vida de estas mujeres supone la constitución de espacios desde los cuales son enunciadas por
otros, así como también comienzan a enunciarse a sí mismas dotando de sentidos diversos, e
incluso contrapuestos a la representación social instituida sobre dichas categorías. Como lo
plantea la narración anterior, es un proceso social “ser refugiado” o “ser migrante” 4, lo cual
puede interpretarse como una forma de “rotulación” y/o en una elaboración colectiva, que
mediante un ejercicio de apropiación y resignificación, viabiliza la constitución de un actor
colectivo pero singular con un sentido de identidad más fuerte que busca, por ejemplo, ser
escuchado. Esta perspectiva es la que orienta la acción de la Asociación, tal es su importancia
que incluso en su nombre se encuentran estas denominaciones.
También, es interesante señalar cómo estas categorías son apropiadas e implementadas
de modos intercambiables y selectivos por las mujeres según los contextos y situaciones
particulares.
“(...) Con Fujimori hubo muchos cambios pero empezó de nuevo el rebrote. Uno al saber de todo esto,
no quise poner en riesgo ya nada y me vine, me vine para Argentina. Ese fue mi pensamiento de
migrar, o de salir y con ese enfoque (en contraposición al refugio), así, como cualquier migrante”.
(Entrevista a ex-integrante de la organización, 2016).
Este relato nos permite entrever la comprensión que tienen las mujeres en torno al
“migrante” como un sujeto anónimo, sin distinción en contraposición al “refugiado”. Así, la
identificación como “migrante” se convierte en una estrategia para encubrir el “exceso” de
singularidad que se siente al cargar con el estatuto de “refugiado/a”, lo cual implica una
resignificación de su historia, de un pasado que no puede ser del todo revelado (Villa, 2011)
“(...) Como yo conocía fui al CEPARE 5. Había mucha gente pidiendo refugio (...) yo nunca
decía quién era. Tú ya sabes qué es lo que tienes que decir y que no” (Entrevista a ex
-integrante, 2016).
Sin embargo, en otros casos, el tránsito se hace en sentido inverso. El tránsito de
“migrante” a “refugiada” se realiza a partir del reconocimiento de un entorno hostil y
xenófobo hacia los “inmigrantes limítrofes”, anclado en un régimen de hipervisibilización
étnica, criminalización de la migración y, en la circulación de un relato social ampliamente
extendido e institucionalizado por el Estado y los medios de comunicación, desde el que se
responsabilizaba de la crisis económica que padecía el país en los años 90´s a una “invasión
de migrantes” provenientes de países limítrofes, causantes de la desocupación y la
inseguridad (Grimson, 2011). El refugio en este contexto representaba forma de protección y
acceso a la documentación con mayor rapidez:

4
Aunque sobre este punto, María Inés Villa Martínez (2011) propone que teóricamente el refugio o el
desplazamiento no deberían construir identidades; y Flor Edilma Osorio (2004) propone decodificar estas
categorías alrededor de la situación, la posición social y las representaciones sociales.
5
Comité de elegibilidad para los refugiados. Fue reemplazado por la actual CONARE.
“(...) Después de cuatro meses pedí refugio, pero fue porque en realidad me di cuenta que estábamos en
un ley muy restrictiva (Ley Videla), una ley donde en realidad, no tener documentos en la calle era
riesgoso (...) se veía gente que andaba por las plazas llamando la atención, les rompían el documento,
yo no lo quería creer” (Entrevista a integrante de la organización, 2016).
De esta forma, es posible entrever la capacidad de las mujeres para interpretar y
enfrentar la racionalidad instrumental que supone el encuentro con diversos circuitos
burocráticos, y construir sobre sus categorías y denominaciones, formas creativas de
apropiación y uso.

“¡Te encuentro en la cola!”: Lugares para el encuentro

A lo largo del proceso de asentamiento en Argentina, uno de los escenarios que


frecuentemente las mujeres cuentan que deben transitar a lo largo de su proceso de
asentamiento en Argentina, ya sea como “migrantes” o como “refugiadas”, es el encuentro
con los entidades público-administrativas y los circuitos burocráticos que las mismas se
establecen. En estos espacios, que si bien se constituyen como lugares de frecuentes
conflictos, “malos entendidos” y discriminaciones; también devienen en espacios de
encuentro, de construcción de relaciones y sentidos colectivos. Esta situación desnuda
estructuras de desigualdad que confieren una particularidad a la experiencia de las “mujeres
migrantes-refugiadas”, dotándolas de una perspectiva única e inconmensurable (Martínez-
Bascuñán, 2012). Así, y a pesar de las demoras, abusos, procedimientos y múltiples “idas y
venidas”, ellas construyen desde sus lugares nuevas relaciones y proyectos
“(…) En la cola (fila en una entidad) hablábamos, se escuchaban muchas historias sobre los
documentos, deportaciones, problemas de chicos que no podían ir a la escuela (...) Yo veía que
Natividad hablaba y gritaba ¿Cómo puede ser?, y luego todo el mundo la aplaudía. Ahí empezamos a
conversar, mirá que yo soy peruana, que yo también (...) Luego nos invitó a casa, nos contó su historia
y ahí ya empezamos. Ya nos llamábamos por teléfono: Mirá, ¿hoy vas de nuevo? -Sí. Ah bueno, pasá,
¡te encuentro en la cola!” (Entrevista a mujer fundadora de la organización, 2016).
La burocracia y sus procesos son comprendidos, en este caso, como una consecuencia
lógica del ideal de imparcialidad formulada bajo los parámetros de la racionalidad
instrumental moderna, esto supone una escisión entre el cuerpo y la razón, lo público y lo
privado; y el privilegio de un supuesto “interés general” en contraposición a los “deseos
particulares” (Young, 1996; Martínez-Bascuñán, 2012). Desde esta perspectiva, se explica
cómo la experiencia de estos sujetos singulares entra en tensión con este tipo de racionalidad
que niega la particularidad de dichas experiencias, bajo el supuesto de una objetividad que
pretende cristalizar la acción del Estado hacia fines y objetivos, y no a valores (Weber, 1979).
No obstante, son conocidos algunos de los límites de esta perspectiva, dentro de los cuales se
encuentra la imposibilidad de expulsar el deseo, los afectos y la necesidad, de la razón
normativa (Martínez-Bascuñán, 2012). Es así que se revela la heterogeneidad dentro del
estado-burocracia, y por supuesto, de los sujetos sociales y sus singulares experiencias y
necesidades.
En este sentido, varias de las mujeres que hacen parte de la Asociación, además de
circular por oficinas y entidades exponiendo sus demandas y necesidades, convirtieron estos
espacios en lugares de socialización y confluencia a través de la manifestación, individual y
después colectiva, de la insatisfacción de sus necesidades. Este tránsito fue paulatino, en
ocasiones la demanda individual tendía tímidamente a volverse colectiva, empezaron a ser
cotidianos y “reconocidos” rostros, voces e intereses. En este escenario de cercanía, o en
palabras de Máriam Martinez-Bascuñán (2012), de encuentro intersubjetivo creado por la
necesidad de resolver problemáticas individuales pero similares, y en todo caso “particulares
de ellas”, es que se propicia el diálogo y la creación de una posible red de relaciones. En este
encuentro se juegan entonces otros sentidos y otras racionalidades, atravesadas por el cuerpo,
por la experiencia, por los afectos y las necesidades, siendo un lugar para la expresión del
deseo. Esta situación que irrumpe con la tradicional dicotomía público-privado que se asocia a
la dicotomía masculino-femenino, reposicionando en el espacio de lo público al deseo, los
afectos y las necesidades subjetivas que terminan objetivándose bajo la forma de reclamo de
justicia, o como -defensoras de derechos humanos de las mujeres migrantes y refugiadas-
como se fue configurando con el tiempo, cuando son colocadas en dichos escenarios de
encuentro.
Finalmente, cabe señalar que dentro de las narrativas de las mujeres se identifica que
fueron principalmente ellas quienes generaron vínculos más cercanos, en contraposición a los
varones, movilizadas por compartir y buscar soluciones conjuntas a problemáticas que las
aquejaban, muchas de ellas vinculadas a situaciones familiares (acceso a documentación
propia y de sus hijos/familias, acceso al sistema educativo de sus hijos principalmente,
problemáticas habitacionales, entre otras). Sin la intención de estereotipar, las narraciones dan
cuenta de los “condicionamientos biológicos y culturales” que recaen sobre lo femenino en
términos del cuidado, los cuales son efectivamente asumidos de diversas maneras pero
finalmente presentes en las mujeres de AMUMRA. Estos condicionamientos tienen la
potencia de constituirse en tanto fuentes positivas de subjetivación, los cuales podrían
rescatarse como fundamentos de una ética distinta que coloque como eje central al “otro
concreto” (Martinez-Bascuñán, 2012).
Para continuar con la caracterización de esta micropolítica de la Asociación, finalmente
resaltamos que, la conformación de la organización opera como un espacio instituyente de
producciones políticas subjetivas en una dinámica de doble vía. Así, reconocemos en los
relatos de las mujeres, prácticas de devenir migrante-refugiada acompañadas, tanto por la
construcción de vínculos intersubjetivos donde confluyen las demandas colectivas, como por
dinámicas de resignificación de las subjetividades.

Entre los conflictos y “No perdernos ningún evento”: Dinámicas político-organizativas

Desde su conformación, el proceso político-organizativo de la Asociación se caracteriza


por una permanente dinámica de construcción-deconstrucción y negociación. Esto obedece a
varios factores, entre ellos, a un largo y conflictivo proceso en la definición de objetivos de la
acción colectiva, el cual se vio fuertemente tensionado por las negociaciones entre los
intereses y necesidades individuales y colectivas de las mujeres “(…) Nosotras no teníamos
trabajo, nadie nos pagaba y esto generaba fracturas. No podíamos trabajar por estar en la
organización, era mucho tiempo” (Entrevista a miembro fundadora, 2016). Esta situación
enmarca luego una cierta itinerancia de las participantes en la trayectoria organizativa y de
exclusividad en la participación de acciones colectivas “(…) Muchas vienen sólo para cosas
concretas. El colectivo aparece en las cosas concretas, ellas no pueden porque están
trabajando” (Entrevista a miembro fundadora, 2016). El tiempo que implica participar en las
actividades de la organización es permanentemente re-negociado por las mujeres con otras
actividades que deben asumir en sus roles de proveedoras materiales, afectivas y simbólicas.
Es así, que la participación en la organización queda algunas veces relegada en un escenario
de sobrecarga de roles, siendo esto un indicador de desigualdad y de reproducción de la
misma, que no es particular de este caso.
También cabe señalar, que AMUMRA se traza como fin “ayudar a garantizar el ejercicio
pleno de los derechos de las mujeres migrantes y refugiadas en la Argentina” (AMUMRA,
2015), lo cual plantea que las acciones que se emprenden son tan amplias, como compleja la
realidad que se pretende abordar. El carácter de urgencia y resolución inmediata de las
necesidades de mujeres migrantes y sus familias, que surgen en lo cotidiano y que son leídas
como vulneraciones de derechos, desborda muchas veces las posibilidades de contención,
material y afectiva, de sus integrantes. Desde la fundación de la Asociación, dicha amplitud de
objetivos y demandas continuas, ha generado quiebres y conflictos entre las integrantes
viendo la necesidad de re-organizarse. Adicionalmente, esta situación se ve acrecentada en el
sentido que no es sólo el desgaste planteado al tener presencia en diferentes situaciones de
urgencia particulares, sino también el tiempo que requiere el hecho de participar en espacios
de incidencia política, lo cual se constituye como una praxis permanente de visibilización de
las “problemáticas migrantes” y sus posibilidades de transformación
“(…) No me perdía yo ningún evento de los que hacía la comunidad argentina (…) entonces yo iba y
si el evento era de salud, yo planteaba migración y salud, decía: “pero señora, nosotras las migrantes
sufrimos el tema de salud”. Iba a educación y metía migración y educación; iba a discapacidad,
migración y discapacidad” (Entrevista a miembro fundadora, 2016).
Esta dimensión de conflicto ha posibilitado la reflexión sobre el sentido de las acciones
lo que da cuenta de una apuesta colectiva por comprender la complejidad y el dinamismo del
devenir migrante y una mirada autocrítica de las acciones. Luego de varios años de acciones y
reflexiones, en términos generales se establece que las acciones de la Asociación deben ir
dirigidas principalmente a visibilizar, fortalecer y ampliar los procesos de construcción de
ciudadanía plena para “los y las migrantes”, tanto hacia el interior de la “comunidad
migrante” como hacía la sociedad receptora.
También, como respuesta a los múltiples conflictos, se ha venido configurando a lo
largo del tiempo un principio de consenso al interior de la organización. Si bien existe en la
estructura de la organización una mesa directiva, y se cuenta con la figura de una presidenta-
lideresa, las relaciones al interior de la organización, se caracterizan hoy por no estar
jerarquizadas y, las formas de participación y de toma de decisiones, por prácticas
asamblearias, directas y, democráticas, lo cual claramente no denota una ausencia de
conflictos sino una trasformación de los mismos.
Para finalizar, un punto clave que ha contribuido a la organización de las acciones de la
Asociación, es el re-descubrimiento/re-interpretación de la diversidad de “las mujeres
migrantes”, de sus trayectorias, saberes e intereses. A través del tiempo, se ha venido
presentando una suerte de división del trabajo a partir de criterios como la disponibilidad de
tiempo, los saberes específicos con los que cuentan las integrantes, su ubicación territorial,
sus recursos materiales, sociales y simbólicos, entre otros criterios que en últimas dan cuentan
del diálogo imbricado que sostienen la clase, el género y la etnia.

Escenarios de la acción: El local, los territorios y las redes


La historicidad de las prácticas organizativas de la Asociación, da cuenta de la
insoslayable importancia de una praxis política de base que orienta las diversas acciones
colectivas emprendidas por AMUMRA. Es en la confluencia de las experiencias individuales,
los sentidos compartidos construidos por las mujeres sobre la organización y sus acciones
conjuntas producto de conflictos y negociaciones, que emerge una praxis político-organizativa
que se configura a partir un saber-hacer cotidiano objetivado en la construcción de demandas,
emergentes de la búsqueda por el reconocimiento social de la singularidad de la experiencia
migratoria en cuerpos generizados. En esta línea, sus prácticas se caracterizan entre otras
cosas, por el aprendizaje en la praxis, cabe mencionar entonces que en AMUMRA “no hay
recetas”, no existe una planificación exhaustiva a priori que defina la acción o procedimiento,
aunque a través del intercambio con organizaciones, con instituciones, con los saberes de las
mujeres es que van incorporando prácticas y nuevas forma de “hacer” “(…) Yo fui secretaria
de la Asociación, y yo copiaba de otras actas, a mí nadie me enseñó a hacer una relatoría”
(Entrevista a mujer integrante, 2016). Se establece así que hay una producción de
conocimiento que es totalmente ligada a la praxis.
También, es desde el intercambio de experiencias y saberes entre las “mujeres
migrantes”, y la configuración de una micropolítica del encuentro y el cuidado (Vercauteren,
Müller y Crabbé, 2010) que son construidas las estrategias para la acción colectiva
orientadas a lograr transformaciones en las problemáticas que las atraviesan (Tarrow, 1997).
De acuerdo con lo anterior, hoy las acciones son desplegadas en dos dimensiones:
La primera hace referencia a los espacios vinculados al ámbito de asistencia/contención
directa a “las mujeres migrantes”, o sus familias, que se acercan a la Asociación
cotidianamente. Allí, se contemplan intervenciones y asistencia en las problemáticas
individuales en términos de asistencia, información o contención. Estas asesorías o
acompañamientos, se convierten en espacios fundamentales para las mujeres ya que son
significados, como escenarios donde se revierte, o al menos, se reduce la situación de
aislamiento y soledad en la que se encuentran muchas mujeres migrantes, “(…) En AMUMRA
te ayudan en todo de tus derechos, a desenvolverte, en socializar con otras personas, en
valorarte. En otras organizaciones son cosas como sólo del trabajo” (Entrevista a mujer
integrante, 2016). En esta línea, la Asociación ha logrado combinar la labor de asistencia
directa y, el trabajo de incidencia territorial lo cual tiene como perspectiva la organización
para una participación política más amplia. Este trabajo se realiza a través de acciones
encaminadas al fortalecimiento de los vínculos “entre mujeres migrantes” y sus comunidades
y, la difusión y promoción de los derechos humanos en estos territorios. Estas actividades de
asistencia y contención directa se realizan en la sede de la organización; y en la dimensión
territorial, a través de proyectos, algunos financiados temporalmente por organismos públicos
o de cooperación, desarrollados en diversas villas de la Ciudad de Buenos Aires y de la
provincia de Buenos Aires6.
La segunda dimensión del trabajo son las acciones colectivas, articuladas
generalmente con otras organizaciones sociales, la incidencia en políticas públicas y derechos
humanos de los y las migrantes. Esta dimensión de la Asociación permite identificarse como
parte activa dentro de procesos de aglutinamiento social entorno a un repertorio de luchas,
reivindicaciones y demandas (Tilly, 1995). Dentro de este conjunto de acciones destacamos el
despliegue de formas de lucha como las movilizaciones (marchas por el derecho a la
educación de hijos de migrantes desde 2002), lobby y actuación en los procesos por la
formulación de proyectos de política pública (acciones para la promulgación de la Ley
25.871; Ley 26.844; entre otras), y la construcción de alianzas estratégicas con organizaciones
y redes globales. Finalmente, se vienen consolidando espacios de incidencia y de
visibilización política de las “problemáticas de la población migrante”. En esta línea,
destacamos las actividades realizadas durante 2014 y 2015, en torno a la realización de once
Mesas de Diálogo sobre temas de importancia para la “comunidad migrante” con
participación de organizaciones de la sociedad civil, organismos de gobierno, entidades de la
cooperación internacional y “mujeres migrantes”; la realización de tres Tribunales de mujeres
migrantes y refugiadas en Argentina en 2006, 2007 y 2008; y por último, en 2015 se
estableció el “Observatorio de Migración y Refugio”.
Estas dos dimensiones tienen la perspectiva que en la práctica se integren y fortalezcan
mutuamente. Si bien esa es la dirección, no siempre los recursos humanos, materiales,
técnicos, y simbólicos lo permiten, constituyéndose entonces como un permanente desafío.

Conclusiones: Para una reflexión en torno a las subjetividades y nuevas territorialidades

6
Hacemos referencia a los proyectos: Carpa Itinerante para Mujeres Migrantes Externas e Internas, Sobre
Derechos Laborales, Prevención del Trabajo Esclavo, la Trata y el tráfico” en 2012; el proyecto “Carpa itinerante
de los derechos humanos de los y las migrantes y refugiados”, en 2015. Durante el 2014 se inició con la creación
de cuatro Centros Integrales de Atención a la Mujer Migrante (CIAM) en los barrios: Villa 20 de Lugano, Villa
1.11.14, Villa 31 y Barrio Playón de Chacarita, pero que aún están en proceso de fortalecimiento dada la escases
de recursos humanos, técnicos y económicos. Durante el 2015, aún sin financiamiento, se profundizó el trabajo
en Villa 20, realizándose la segunda capacitación de promotoras comunitarias contra la violencia.
Identificamos en el tránsito “migración-refugio”, cuestionamientos y rupturas en las
subjetividades de las mujeres y trasformaciones en las diversas “identidades”, marcadas por
procedencias, desplazamientos, por el hecho de “ser mujer”, “pertenecer” a una clase y, en el
devenir como sujeto político nucleado en AMUMRA. Este escenario genera la puesta en
movimiento de un conjunto heterogéneo de prácticas, narraciones y experiencias, de
necesidades y problemáticas, de sentidos para la acción colectiva y de acciones colectivas
como tal, que plantean la resignificación permanente y situada de las
imbricaciones/intersecciones que se presentan entre el género, la clase y etnia(raza) que
supone la “situación de migración”.
Así, reconocemos la migración como un espacio de inscripción de potencialidades
desde donde componer modos de producción de sujetos individuales y sociales, (Foucault,
2006; González Rey, 2012; Virno, 2003). En este sentido, advertimos en el hecho migratorio,
un flujo de reterritorialización de la subjetividad (Guattari, 1996) en el cual las dinámicas
asociativas y, la construcción de redes y sentidos, constituyen un espacio social de despliegue
de potencias.
En este sentido, las vinculaciones de las mujeres migrantes en la Asociación, han
posibilitado la conformación de procesos de resignificación individual y colectiva de las
identidades ancladas a pertenencias “nacionales”, roles de género instituidos y relaciones de
poder naturalizadas, a partir de la apropiación y re-interpretación del tránsito “migrante-
refugiada”. Tales resignificaciones se producen en torno a los relatos de las experiencias
individuales sobre violencias y opresiones vividas, y que al ser compartidas y comprendidas
por y entre las mujeres, en el contexto de lo cotidiano, tiene la potencia de crear un espacio de
“lo colectivo”: allí convergen las experiencias de la discriminación laboral, de la
discriminación por el género, y la experiencia de la discriminación por la etnia-raza-
nacionalidad (marca migrante).
Así, son puestas en evidencia las múltiples violencias hacia un cuerpo migrante que
intenta ser homogeneizado bajo el rótulo de la “vulnerabilidad”, pero que se constituye,
precisamente, desde lo múltiple, desde lo diverso. De un lado, desde el reconocimiento de la
diversidad de las trayectorias individuales de las migrantes y, de otro lado, desde los modos de
vinculación a la Asociación, traen consigo una permanente reflexión sobre los roles, las
dicotomías público-privado, y las imbricaciones género-clase-raza, desde donde se interpela
el sentido de lo político y, del significado de la “ciudadanía”.
Asimismo, advertimos que dichos procesos de configuración de subjetividades y
construcción de espacios de incidencia política de las mujeres migrantes, dan cuenta también,
de las disputas por la enunciación del/a Otro/a migrante. En este sentido, observamos la
legitimación de voces autorizadas que definen desde dónde, cómo y quiénes visibilizan las
diversas imbricaciones de la migración. Lo anterior, nos lleva a interrogarnos en torno a la
tensión generada por la construcción de narraciones sobre la migración (relatos producidos
por fuera de la migración) y, nuestra propia experiencia activada como sujeto político en la
Asociación.
Finalmente, cabe señalar que las mujeres migrantes tenemos varios desafíos por
delante, uno lo constituye el hecho de continuar reflexionando, y porque no, fortaleciendo los
procesos de gestación de una política de la identidad alrededor del sujeto “mujeres
migrantes”, o como parte de un movimiento social migratorio más amplio, fundamentado en
las complejas, violentas y particulares circunstancias que numerosos/as migrantes y
refugiados/as hoy atraviesan en el mundo. Si bien, las políticas de la identidad no son
suficientes para transformar los regímenes de opresión, sí se configuran como posibilidad
para el nucleamiento y visibilización de luchas y demandas sociales con el objeto de
constituirse como parte de agendas sociales y políticas, y propiciar algunas trasformaciones.
Para avanzar en ello, claramente, una de las primeras tareas es romper con la asociación
“mujer migrante” como “sujeto vulnerable”.

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