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Iván Gabriel Isolani

Universidad de Buenos Aires

Facultad de Ciencias Sociales

LA VALORIZACIÓN FINANCIERA EN ARGENTINA

El cambio del Modelo de Acumulación en Argentina durante la década del ‘70: de la sustitución
de importaciones al de la valorización financiera.

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Iván Gabriel Isolani

El Golpe Militar de 1976 puede ser visto como un ‘intento refundacional’ de la sociedad
argentina. Ante la dificultad de la clase dominante de formar un partido político orgánico de
derecha y transformar sus intereses en hegemónicos1, se recurrió a la intervención del aparato
represivo del Estado2 con el objetivo de modificar estructuralmente3 las bases económicas,
políticas y sociales (Tarcus, 1992: 57). Por un lado, se produce una reestructuración del tipo
histórico de Estado capitalista, que desarticula a los sectores productivos y asegura, mediante la
apertura y desregulación de la economía, una redistribución de los ingresos hacia los sectores
dominantes del capital, puntualmente al concentrado interno (Basualdo, 2001: 51). Y además, se
produce una reestructuración de las relaciones entre el capital y el trabajo, disciplinando a sangre
y fuego4 a la mano de obra mediante la reducción del salario real y la expulsión de trabajadores
del mercado.

El presente trabajo va a centrarse en el cierre de un ciclo histórico de acumulación capitalista,


basado en la industrialización sustitutiva, para instalarse en las puertas de uno nuevo, basado en
la valorización financiera (Basualdo, 2001: 41). Siguiendo a Tarcus (1992), cada ciclo implica
una modalidad en la que el capital se acumula, pero también conlleva una modalidad específica
de producción y reproducción de las clases y su vinculación orgánica entre capital-trabajo. Y no
menos importante, necesita una determinada forma de Estado que garantice la existencia y
reproducción de esas relaciones de producción.

El Modelo de Acumulación es la forma predominante de valoración del capital, los patrones de


reproducción, inversión y usufructo del mismo (García Delgado, 1994: 67). Para enmarcar el
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Tarcus (1992) se vale del término ‘empate hegemónico’ de Portantiero (1973), para referirse a esta imposibilidad
de la clase dominante de establecer sus intereses particulares como generales. En consonancia con esta hipótesis,
Basualdo (2001) propone la adaptación del término gramsciano ‘transformismo’ para definir la construcción y
consolidación de la dominación del nuevo patrón de acumulación en el período 1976-2001, donde la ausencia de un
partido orgánico de derecha, es la fracción local del bloque de poder la encargada de cooptar al partido político que
accede al gobierno una vez agotada la Dictadura Militar, a distintos integrantes de los partidos opositores y a diversas
conducciones de organizaciones que conforman la sociedad civil, no para ensanchar su base social mediante la
incorporación de ciertas reivindicaciones, sino para perpetuar esa dominación e impedir la organización y capacidad
de cuestionamiento de los grupos subalternos. Es por eso que para el autor, es una estrategia negativa (2001: 43-51).
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Para comprender mejor los mecanismos del Estado en su funcionamiento ver Althusser (1995).
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Tarcus (1992) plantea una alianza entre el nuevo poder económico y el poder militar para transformar de manera
estructural a la sociedad argentina.
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El aporte fundamental que realizó la Dictadura Militar a los sectores dominantes es el ‘aniquilamiento’ de buena
parte de los cuadros políticos, mediante secuestro, tortura y asesinato, que hacían posible la organización y
movilización de los sectores populares (Basualdo, 2001: 43-57).
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pasaje de un régimen de acumulación a otro, es necesario definir al tipo histórico de Estado que,
en palabras de Althusser (1995), aseguró la reproducción de las relaciones de producción en tanto
capitalista5 desde 1976 (O’Donnell, 1978: 14-17). Si entendemos al Estado como un producto de
la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo (Engels, 1894: p177-178), se debe
considerar al Estado como una relación social6, el componente específicamente político de la
dominación7 que articuló una determinada modalidad de acumulación (la valorización
financiera), una forma de estructura de clases y un sistema ideológico dominante (Tarcus, 1992:
47).

Hasta ese momento, el modelo de acumulación se basaba en la producción industrial como eje
fundamental. El Estado Benefactor orientaba la dinámica económica hacia el mercado interno, y
al crecimiento de la ocupación, mostrando un significativo grado de concentración económica del
capital extranjero8 (Basualdo, 2001: p42). García Delgado (1994) afirma:

“El Estado de Bienestar presentaba en Argentina una situación más precaria que en los
países centrales. La necesidad de desarrollar y modernizar el país es más producto de la
voluntad estatal de alcanzar estos logros que de un movimiento natural del sector privado.
De allí el enorme porcentaje de la producción total del país en manos de las empresas
públicas y del empleo”. (p.66)

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En el Capitalismo, así como el trabajador está desposeído de los medios de producción, el capitalista está
desposeído de los medios de coacción, lo que entraña la emergencia de un tercer actor social que ejerce la
supremacía de la coacción: las instituciones sociales. Es por eso que, según el autor, el Estado no respalda
directamente al capitalista, sino a la relación que lo constituye como tal (O’Donnell, 1978: 6) El estado aparece así
como una forma separada de la sociedad, aunque en realidad es un momento necesario de su reproducción (Tarcus,
1992: p45-46).
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Tarcus (1992) ve al Estado como una relación social se da en el nivel más abstracto y general. Si bien no todas las
relaciones sociales remiten al Estado, éste sólo materializa cierto tipo de relaciones sociales de dominación, que
integran a la vez a dominantes y dominados en una estructura social dada. Dentro del conjunto de las relaciones
sociales que se producen y reproducen en una sociedad dada, el papel determinante está dado en última instancia por
las relaciones sociales de producción. (p.44-45)
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En el contexto de un tipo histórico de estado capitalista como el burocrático-autoritario, O’Donnell (1978) ve a la
dominación como la capacidad, actual y potencial, de imponer la voluntad sobre otros, incluso contra su resistencia.
Al ser una vinculación entre sujetos sociales, la dominación se trata de una relación asimétrica y desigual por el
control de ciertos recursos.

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Ante factores externos, como el derrumbe en 1971 del sistema de posguerra de Bretton Woods,
donde se reemplazó la paridad fija del dólar con el oro por un sistema de tasas de cambios
flotantes, la crisis del petróleo, la revolución tecnológica o la crisis de la tasa de ganancia, García
Delgado (1994) identifica el comienzo de la ruptura de la subordinación del mercado al control
político que se venía dando durante el ciclo de la sustitución de importaciones, para invertirse la
ecuación: serán los Estados quienes deban subordinarse al flujo global de dinero y competir entre
sí, buscando nuevas formas de hacerse atractivos.
La ofensiva neoliberal, inaugurada con el régimen militar en nuestro país, no sólo comenzó a
desarticular en términos políticos a las instituciones y funciones de ese Estado Benefactor
aplicadas durante décadas, también lo hizo en término ideológico-culturales, desplazando del
centro del proceso económico a la producción industrial e instalando la hegemonía del capital
financiero bajo su forma especulativa (Tarcus, 1992 y García Delgado, 1994). A partir de 1976,
comenzó a hacerse cada vez más visible un cambio en lo que Bourdieu (1996) llamó la
“representación oficial del Estado”: una visión particular del Estado9, conforme a los intereses y
valores asociados a la posición particular de aquellos que producen el monopolio de lo universal.
Para García Delgado (1994), “el Estado pasó de ser un Estado impulsor a uno reasignador de
recursos de un sector a otro de la economía, y luego su transferencia al exterior”. En paralelo a la
desestructuración de la industria nacional, se apuntó a disminuir el peso social de los trabajadores
y las instituciones históricamente conquistadas durante pasadas décadas (García Delgado, 1994:
p58), lo que “provocó una manifiesta regresividad de la distribución del ingreso y un salto
cualitativo en el nivel de explotación de los trabajadores con una severa y sostenida expulsión de
mano de obra” (Basualdo, 2001: p42), El Estado orientó el diseño de sus políticas a la influencia
de los sectores dominantes del capital concentrado interno10 (Basualdo, 2001: p51). A través de

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El Estado para Bourdieu es una X (a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la
fuerza física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población. Esa violencia simbólica, lo
que agrega el autor a la definición de Estado que da Weber, se encarna a la vez en la objetividad bajo estructuras y
mecanismos sociales y también en la subjetividad, en estructuras mentales adaptadas a esas estructuras (Bourdieu,
1996: p9).
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Basualdo (2001: p59-66) analiza el predominio que ejerció esta fracción del bloque dominante en detrimento de
los acreedores externos y los intereses pagados por el endeudamiento externo en el período 1976-2001. Entre las
razones, identifica que esta fracción local mantuvo ciertas prebendas obtenidas durante la Dictadura, como la
promoción industrial o la transferencia de su deuda externa a la deuda del Estado, fugando al exterior los recursos
destinados a la inversión pero sin afectar su nivel de consumo.
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una política monetarista y programas de ajuste estructural11, como la Reforma Financiera de


1977, se dio inicio a una apertura económica irrestricta de bienes y de capitales12 con fines
especulativos, sumado a la irrupción de otro factor fundamental para consolidar el predominio del
capital financiero sobre el trabajo: el endeudamiento externo del sector público y privado (García
Delgado, 1994: p79-80 y Basualdo, 2001: p54).

En ese sentido, la fracción local del capital se constituyó en la dominante por dos factores:
aprovechando las altas tasas de interés internas respecto de las tasas internacionales, no se
endeudó para realizar inversiones productivas sino para obtener renta mediante colocaciones
financieras13. El endeudamiento externo del sector público le proveía los dólares que luego serían
fugados al exterior para reiniciar así el ciclo (García Delgado, 1994: p78). Los recursos que se
fugaron tenían su origen en la redistribución del ingreso de los sectores del trabajo y la
producción. A su vez, al asumir como propia la deuda del sector privado, se completó la
transferencia de recursos de un sector a otro.

A mediados de la década del 70 nos encontramos ante un proceso de crisis de un modelo


histórico de acumulación capitalista y su recomposición a otro. Una crisis en la forma del
desarrollo social, de las formas políticas y económicas de regulación de un modelo capitalista
(Tarcus, 1992: p55-56), junto a la crisis de una forma histórica de Estado como el Benefactor,
incapaz de garantizar la reproducción de las condiciones de producción del capital.

A partir del Golpe Militar de 1976, la alianza entre el nuevo poder económico y el poder militar
apuntó a transformaciones estructurales de la sociedad argentina, en lo económico, el sistema
político y la sociedad civil (Tarcus, 1922: p57). Y comenzó a estructurarse, sobre la decadencia
del anterior, un nuevo régimen de acumulación basado en la valorización financiera.

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Estos programas apuntan a que las economías nacionales se adapten a las nuevas condiciones de la economía
mundial caracterizadas por los cambios tecnológicos, que demandan mayor flexibilidad en las empresas, una mayor
descentralización de la producción y mercados mundiales más competitivos e inestables (García Delgado, 1994: p79)
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A partir de la estrategia diseñada por el plan Martínez de Hoz, se recurre a una apertura económica que termina por
romper definitivamente con el modelo sustituísta semicerrado (Tarcus, 1992: p57). La Reforma Financiera de 1977
apertura en el mercado de bienes y de capitales, donde los productos importados con sus precios erosionan la
producción interna (Basualdo, 2001: p54).
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A diferencia de otros países de la región, donde el endeudamiento que se generó se utilizó para la inversión y
recambio tecnológico, en nuestro país fue utilizado de manera especulativa o transferido al exterior (García Delgado,
1994: p79-81).
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Esa alteración del modelo de acumulación exigía una transformación estructural de la forma
histórica del Estado capitalista (Tarcus, 1992: p49). A medida que este nuevo patrón fue
consolidándose, quedó cada vez más nítido el predominio del capital financiero sobre el
productivo, lo que erosionó el capital construido por la clase trabajadora y significó una
distribución crecientemente regresiva del ingreso (García Delgado, 1994: p50). Y que la función
prioritaria que cumplía el Estado era la de asegurar el flujo de capitales mediante la desregulación
económica, lo que significó otra transferencia de recursos a la fracción local del capital
dominante (Basualdo, 2001: p107).

BIBLIOGRAFÍA:

Althusser, L. (1995); Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Freud y Lacan, Nueva Visión,
Bs. As.

Basualdo, E. (2001): Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina (Segundo


ensayo), Universidad Nacional de Quilmes.

Bourdieu, P. (1996); “Espíritus del Estado; génesis y estructura del campo burocrático”, Revista
Sociedad N°8, Buenos Aires, abril de 1996.

Engels, F. (1984): "El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado" en Lenin, V.
(1918): “El Estado y la revolución”, Cap.1 “La sociedad de clases y el estado”.

García Delgado, E. (1994): Estado & sociedad (Cap. 2), Tesis Norma, Buenos Aires.

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O’Donnell, G. (1978): “Apuntes para una teoría del Estado" en: Oszlak, Oscar (comp); Teoría de
la burocracia estatal: enfoques críticos, Paidos, Buenos Aires.

Tarcus, H. (1992): La crisis del estado populista. Argentina 1976-1990, en Realidad Económica,
Nº 107, Buenos Aires, Abr-May-1992, p. 40-67.

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