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Exploración de conceptos.
Como señala Dominique L’Huilier, “los seres humanos no
somos sólo trabajo, no somos sólo la vida de y en el trabajo,
sino que tenemos muchas vidas y tenemos actividades en
diferentes dimensiones de nuestra vida.” 1
Podemos pensar entonces, que lo que “miremos” a través del
prisma conceptual de “la actividad”, estará caracterizado por no
tener un enfoque teleológico, sino como algo que está siendo y
que mientras es, va encontrando rutas de “ser”.
Expresado de ese modo, uno podría pensar que tenemos toda la
libertad posible en “elegir” esas rutas de ser. Sin embargo, la
actividad esta multideterminada y atravesada también por
vectores éticos, por una potencia normativa de la vida que
gestiona sus posibilidades de ser, pero no es “ser” de cualquier
manera, hay marcos que pautan la actividad de cada sujeto, que
delinean posturas éticas que darán sello singular a esa forma de
construirse subjetivamente, construyendo su actividad. En este
sentido, me resultó interesante encontrar una cita de
Canguilhem donde habla de la normatividad como parte de la
vida y como necesidad del sujeto para sentirse responsable de
sus actos:
1
(*) Seminario de posgrado de actualización profesional “Psicosociología clínica y política en problemas
psicosociales” Setiembre 2016. UNC D. L’Huilier , A. Correa, A. Pujol.
3
EL SUJETO Y LA SUBJETIVIDAD
¿De qué concepción de sujeto se parte?
La concepción de sujeto, es un sujeto que se construye a través
de un proceso de subjetivación, generando un espacio psíquico
diferenciado, un cuerpo que le es propio, un ser para sí, pero
situado en relación a otros. De este modo, en la medida que el
sujeto se construye con y entre otros, construye comunidad,
construye mundo.
En la actividad, el sujeto produce relaciones simbólicas con
otros sujetos y consigo mismo.
No es posible separar al sujeto y su singularidad de su
dimensión social , de sus haceres, de su pensar, de su decir con
otros. Porque como lo señala González Rey, todo sujeto, tanto
social como individual, trae a cada espacio social donde aparece
una producción subjetiva que expresa las tramas sociales de
otros espacios de la subjetividad social. Por eso, añade el
psicólogo cubano, es imposible separar taxonomías de estados
o problemas individuales como si fueran inherentes a un
sistema particular de relaciones, como se expresa en conceptos
como estrés laboral o familiar.
La fábrica, la realidad:
“Tengo la sensación de haber salido de un mundo de
abstracciones y de encontrarme entre los hombres reales…”
Simone Weil
Entrar a esta problemática por el lado de la actividad, nos
permitiría ver como en esta dimensión podemos articular estas
dos formas de producción que por un lado tiene que ver con
representaciones, pero por otro tiene un poderoso y angustiante
arraigo en la realidad de la fábrica.
Nuevamente aparece el discurso de las fronteras, de dos formas
de “ser” y “estar” en el mundo, las que determinan diferentes
formas de disponibilidad subjetiva y sostienen a un sujeto que
sufre en su fragmentación, por ejemplo: Ser obrero/ser escritor,
Productividad/No pensar
Dicotomías que hacen sentir al ser humano que vive en un
mundo de umbrales y pasajes.
Pero esta división entre gente que puede pensar y gente que
tiene que actuar, esta sostenida en un “reparto de lo sensible”
que acentúa relaciones de dominación, al mejor estilo del
“Catecismo político de los industriales”, de Saint Simon,
fijando lugares de posibilidad a unos, vinculados con lo que
pueden hacer con sus manos y su cuerpo para producir bienes
materiales y servicios y dejando a otros reservada la actividad
del pensar, del capital y de dirigir a los otros.
Pero la actividad no se agota ni en el objeto producido ni en el
intercambio intersubjetivo,
El trabajo en la clínica de la actividad, implicaría un trabajo de
humanización, de reapropiación de la palabra, porque en la
medida que cada hombre pueda narrarse, pueda construirse una
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ACTIVIDAD Y SUFRIMIENTO
La enfermedad puede pensarse como “perder el poder de
actuar”.
Desde el punto de vista de Ricoeur, el sufrimiento no es el dolor,
porque el dolor sería la expresión del cuerpo y el sufrimiento
tiene que ver con una experiencia psíquica.
Por lo tanto el sufrimiento transforma las relaciones del sujeto
consigo mismo y con los otros, altera su relación con el actuar,
disminuye su capacidad de decir y su capacidad de hacer, pero
sobre todo, su capacidad de sostener vínculos con los otros.
“La infelicidad obrera como toda mi felicidad extrema la cual
supone la decadencia social creó una zona de silencio en la que
los seres humanos se encuentran encerrados como en una isla”
Simone Weil La condición obrera.
Toda condición en la que uno se encuentra necesariamente en
la misma situación el último día de un período de un mes de un
año de 20 años de esfuerzos que el primer día tiene una
semejanza con la esclavitud, esclavitud más dolorosa que la del
esclavo antiguo juzgado por el látigo pero a quienes los golpes
dispensaba de esta humillación de convertirse en cómplice de
su propia alienación, esta esclavitud obliga a buscar en sí mismo
los móviles que permiten someterse a la necesidad.
Desde la clínica de la actividad, podríamos analizar ese
quantum de sufrimiento, ese complejo psíquico de “pasiones
tristes”, en términos “espinozianos”, que se genera como resto,
como desviación de un sujeto dividido entre sus circunstancias
de vida y sus proyectos, entre el deber y el querer ser, entre sus
culpas y sus pasiones, un hombre “sujeto” a las consecuencias
muchas veces des-subjetivantes de sus decisiones.
Dice Ranciére:
“La posibilidad de una palabra propia por parte de la
comunidad obrera, pasaba por la desidentificación de
un cuerpo, de una cultura y de una identidad obrero
dados: los que se adaptan al círculo normal del tiempo
y de la creencia, al reparto que reserva para unos las
tareas del pensamiento y para otros el trabajo de
producción” Rancière. (2013:13)
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Silvia Pérez Fonticiella.
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