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Seres aislados, solitarios, sin rumbo, sin norte.

Nacemos como repuestos, nuevos fusibles de la gran m�quina de la muerte.


El miedo se respira en todos nuestros poros: ya ni siquiera sabemos qui�nes somos.
Nos dan un nombre, hipotecamos nuestra vida, compramos, vendemos.
Sin embargo, no estamos felices, nuestro interior llora. Incapaces de tender las
manos,
como s�bditos nos postramos ante espejismos vanos.
Llenamos nuestra existencia de �dolos, de ilusiones vac�as,
que se destruyen y se renuevan, igual que una danza estelar.
�Por qu� si somos polvo de estrellas nos cuesta tanto brillar?

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