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Vº Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre

Prostitución y Trata de Mujeres y Niñas/os


Santa Fe, 26 y 27 de junio de 2015

La mujer unidimensional: una crítica a la ideología prostituyente del


patriarcado capitalista contemporáneo

Eje Temático I- Prostitución y Política Sexual


Autora: Luciana Guerra

Introducción
En este trabajo me propongo hacer un análisis crítico de cómo opera en la
actualidad la ideología prostituyente del sistema capitalista patriarcal para
perpetuar los lazos de dominación de las mujeres. Desde la perspectiva
lesboabolicionista en la cual me inscribo, intentaré visibilizar los mecanismos
de naturalización de la política sexual prostituyente, en base a los cuales se
pretende esencializar el lugar de servidora sexual de lo que denominaré la
Mujer unidimensional. Esta noción, tiene como referencia teórica, los aportes
de Herbert Marcuse respecto de su tesis del Hombre Unidimensional (1964),
aunque lo retomo imprimiéndole un giro feminista a sus formulaciones. Para
este último objetivo, considero indispensable el pensamiento abolicionista de
Sonia Sánchez, Marta Fontenla, María Galindo, Sheila Sheffreys, Carol
Pateman y Beatriz Gimeno.

*El nacimiento del feminismo abolicionista y la crítica a dos instituciones


prostituyentes: el matrimonio y el burdel.
Estoy en contra del matrimonio,
si lo que quieren es multiplicar la especie para eso
no es necesario unirse a un hombre durante toda la vida.
El matrimonio suele ser una monotonía,
con frecuencia un aburrimiento grave.
Libertad, Libertad, Libertad!! En la variedad está el gusto.
Julieta Lanteri (1932)

Que la prostitución sea tolerada pero no reglamentada:


la mujer soltera y mayor de edad es dueña de sí misma:
su cuerpo es lo que más legítimamente le corresponde:
puede hacer de él lo que quiera, como el hombre,
sin pagar impuestos ni sufrir vejámenes policiales.
María Abella de Ramírez (1908)

1
En el S. XIX, junto a los esfuerzos críticos por desnaturalizar y deslegitimar la
prostitución de mujeres, nace el movimiento abolicionista, de la mano de las
sufragistas inglesas lideradas por Josephine Butler (1828-1906), quienes se
organizaron para luchar contra las denominadas “leyes de enfermedades
contagiosas” aprobadas por el Gobierno en los años 1864,1866 y 1869. Estas
reglamentaciones estatales higienistas de la prostitución habilitaban la
persecución policial y el control médico del cuerpo de las mujeres en las
ciudades y los puertos militares. Las mujeres podían ser arrestadas con penas
de hasta 9 meses si un policía consideraba, según su arbitrario punto de vista,
que estaban ejerciendo la prostitución. La preocupación del Estado por la salud
de los clientes-prostituyentes recaía en los violentos controles del poder médico
sobre las mujeres señaladas como únicas responsables de la transmisión de
enfermedades sexuales. Ya que a los varones no se les pedía ningún estudio
para dar cuenta de su estado de salud. En cambio, las opciones establecidas
por ley para las mujeres se reducían a dos caminos, los análisis médicos o la
prisión.
En la lucha por la abolición de la prostitución inaugurada por Josephine Butler
ocupaba un lugar importante la visibilización y denuncia del tráfico de mujeres
para la prostitución denominada por aquel entonces “trata de blancas”.
En nuestro territorio, la figura de Julieta Lanteri (1873-1932) es ineludible a la
hora de hacer un recorrido genealógico por la historia del feminismo
abolicionista Argentino. Conocida es su comunicación en el Primer Congreso
Femenino Internacional de la República Argentina de 1910 titulado “La
Prostitución” donde expresó con énfasis su lucha contra los Gobiernos que
sostienen y explotan la prostitución femenina. También resulta oportuno
nombrar a la primera directora del periódico feminista “Nuestra Causa”, Petrona
Eyle (1866-1945) fundadora de la “La liga contra la trata de blancas” 1 en el año
1924.
Cabe señalar que la trata de blancas para la explotación sexual se profundiza a
principios del Siglo XX en nuestro país como bien documenta Dora Barrancos,
en el marco de una política estatal reglamentarista de la prostitución que duró
hasta el año 1936.

1
Centenario Primer Congreso Femenino Internacional de La República Argentina mayo de
1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010, p.577.
2
También quisiera mencionar a María Abella de Ramírez, una feminista nacida
en Uruguay que vivió en la Ciudad de La Plata. En el año 1908 publicó un libro
titulado En pos de la justicia donde encontramos un apartado titulado
“Programa mínimo de reivindicaciones femeninas” en el cual reclama que la
prostitución sea tolerada pero no reglamentada 2. Una clara postura
abolicionista respecto del tema.
Ahora bien, una cuestión a señalar, es que a pesar de la diversidad de
corrientes y tradiciones ideológicas del feminismo de la primera Ola,
(librepensadoras, anarquistas, socialistas, etc) y de las estrategias elegidas
para combatir la desigualdad entre varones y mujeres, no cabían dudas de que
dos instituciones paradigmáticas de la supremacía masculina eran el prostíbulo
y el matrimonio.
En este sentido, podemos afirmar que las relaciones de prostitución no eran
entendidas como un patrimonio exclusivo del mundo prostibulario sino que
también eran pensadas como relaciones constitutivas de la institución
matrimonial. Cabe señalar, que esta caracterización, como bien destacó Carol
Pateman, encuentra antecedentes en la voz de una pionera del feminismo
occidental como lo fue Mary Wollstonecraft, autora del libro Vindicación de los
derechos de las mujeres (1792) quien consideró al matrimonio como una forma
de “prostitución legal”.3
Ahora bien, volviendo a la argentina de finales del S. XIX y principios del S. XX,
tenemos que en la esfera pública los varones en tanto colectivo sexo-genérico
tenían garantizado el acceso irrestricto al cuerpo y la sexualidad de las mujeres
en los prostíbulos o casas de tolerancia que el Estado reglamentarista les
ofrecía por el lado de la ley, y las mafias de tratantes y rufianes como la Zwi
Migdal les brindaba por el lado de la clandestinidad. A su vez, en la esfera
privada, el varón en tanto individuo veía garantizado su territorio de dominio
sexual sobre una mujer gracias al código civil de 1869 heredero del Código
Napoleónico de 1804 el cual establecía la relativa incapacidad de la mujer
casada normativizando en el contrato matrimonial la sujeción política, jurídica, y
económio-sexual de la esposa a su marido.
De esta manera tenemos que la prostitución privada y la prostitución pública
establecen diferentes modalidades en las cuales se instituyen las relaciones de
2
De Ramírez, María Abella, En pos de la Justicia, D. Milano, La Plata, 1908, p.173.

3
Citado por Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988, p.190.
3
propiedad patriarcal. La mujer-privada que es propiedad de un solo varón en el
marco del contrato sexual4 matrimonial y la mujer-pública que es propiedad de
todos los varones en el marco del contrato sexual prostibulario.
Las relaciones de prostitución implican la convergencia de poderes que
configuran la dominación económica, política y sexual de las mujeres
legitimadas desde la ideología prostituyente. Esta ideología prescribe el
estereotipo femenino en base a las figuras aparentemente opuestas de madre
y de puta. De esta forma tanto la prostitución pública como la privada
encuentran su causa en una supuesta “naturaleza” indecente de la mujer-puta
o una “naturaleza” decente de la mujer-madre. De la ficción del instinto materno
derivaría la situación de que sean las mujeres las encargadas de los trabajos
domésticos no remunerados (limpiar, cocinar, cuidar a los hijos) como así
también las violaciones maritales. Y como dije anteriormente la prostitución
pública es para la ideología prostituyente el resultado de una naturaleza
femenina viciosa. Desde este enfoque determinista, la causa de la explotación
sexual de las mujeres radicaría en las mujeres mismas. Nuestros supuestos
instintos naturales, sean puros o viciosos, aparecen como la piedra fundacional
del ordenamiento patriarcal.
Es claro que las relaciones de servidumbre sexual propias de la prostitución
marital o prostibularia, nunca fueron un derecho para las mujeres, sino que, por
el contrario, fueron y siguen siendo las instituciones que garantizan el derecho
masculino de uso y abuso del cuerpo, la sexualidad y la fuerza de trabajo de
las mujeres.
En la actualidad, la ideología prostituyente pretende presentar estos lugares de
subordinación sexual definidos históricamente por y para los varones, como
lugares de libertad de elección, derechos y beneficios para las mujeres en base
a ciertas concesiones económicas que en épocas anteriores el patriarcado no
nos daba.
Ejemplos paradigmáticos de esta situación son el alquiler de vientres
eufemísticamente denominada maternidad subrogada como así también la
regulación de la prostitución prostibularia como trabajo sexual autónomo.
Como bien podemos leer en el manifiesto de la reciente campaña “No Somos
Vasijas”:

4
Tomo el concepto de “contrato sexual” tal y como fue desarrollado por la feminista Carol Pateman.
4
si en las sociedades tradicionales, los matrimonios concertados o la
compra por dote, son las típicas formas en las que se ejerce el control
sexual de las mujeres, en las sociedades modernas, la prohibición del
aborto, la regulación de la prostitución y la maternidad subrogada son sus
más contundentes expresiones.5

El capitalismo patriarcal contemporáneo lleva al extremo la mercantilización del


cuerpo femenino. Si antes la maternidad, era el efecto de un supuesto “instinto
femenino”, ahora es una industria que la convierte en un trabajo asalariado
para las mujeres con capacidades gestantes. Se erige una industria sobre
nuestros úteros con la maternidad subrogada y una industria sobre nuestra
vagina, como ha señalado Sheila Sheffreys 6, con el negocio del sexo pago.
Dicha autora hizo un análisis del proceso a partir del cual la prostitución se
industrializó y globalizó a fines del siglo XX y principios del XXI y sostiene que
el mercado del sexo debe ser entendido como la comercialización de la
subordinación femenina. Su concepto de prostitución incluye no sólo las
prácticas prostibularias a escala global, sino también, las formas de práctica
matrimonial en las que las familias patriarcales intercambian muchachas y
mujeres por dinero o favores, el matrimonio de niñas y el matrimonio forzado,
así como también aquel en el que se le paga a una agencia, como el caso de
la industria de las esposas encargadas por correo. 7
En este marco Jeffreys considera que la industrialización de la prostitución
debe entenderse como el consumo y la comercialización de la subordinación
femenina al mismo tiempo que formula la tesis de que, en el contexto actual, es
el factor económico el principal medio de poder masculino para perpetuar el
acceso sexual a las muchachas y las mujeres. Aunque las metodologías
propias de la trata como el engaño, el rapto o la fuerza bruta también existen, la
feminización de la pobreza es un condicionante fundamental, según la autora,
para garantizar el derecho prostituyente de la supremacía masculina.
Como es sabido, la explotación de la prostitución es uno de los negocios más
rentables para el crimen organizado. A su vez, como bien ha señalado Marta
Fontenla al analizar la economía política de la prostitución, es notoria “la
incorporación a los mercados legales, del dinero aportado por las mafias de
5
Manifiesto. Las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial . Disponible en
http://nosotrasdecidimos.org/nosomosvasijas/ 22 de junio de 2015

6
Jeffreys, Sheila, La industria de la vagina, Buenos Aires, Paidós, 2011.

7
Jeffreys, Sheila, Op. Cit. p. 13.
5
proxenetas y la forma en que se contabilizan para sostener economías de
países pobres y ricos y el pago de las deudas externas de los primeros, a
través de las remesas provenientes de las migraciones de mujeres que
terminan explotadas sexualmente.”8
Sin embargo, la estrategia ideológica del patriarcado capitalista actual pretende
invisibilizar a todos los sectores que viven de la explotación del cuerpo de las
mujeres (proxenetas, policías, jueces, funcionarios políticos, hoteleros,
periódicos, etc) presentándola como una forma de vida libre, e incluso como
una práctica sexual transgresora. El derecho al placer que el feminismo supo
reivindicar desde sus comienzos, es vaciado de su contenido emancipador
para significar ahora el derecho sexual masculino de uso y abuso de las
mujeres. Este desplazamiento de sentido protege a una figura clave del mundo
prostibulario: el prostituyente. Esos consumidores masivos de subordinación
femenina cuya demanda alimenta y fomenta la trata de mujeres con fines de
explotación sexual. Pero que, como veremos, también se suman orgullosos a la
lucha reglamentarista atacando la estrategia abolicionista ya que ésta pone en
cuestión el derecho a prostituir.
Un ejemplo significativo que podemos dar es el manifiesto “No toques a mi
puta” escrito por varones intelectuales y de profesiones liberales como el
abogado Richard Malka que, cabe aclarar, es uno de los representantes legales
del ex director del FMI, Dominic Strauss-Kahn acusado de proxenetismo y
violación.
En dicho manifiesto, los prostituyentes se autodenominan “343 bastardos”
parodiando el manifiesto que en el año 1971 Simone de Beauvoir redacto bajo
el título “Yo aborté” donde 343 mujeres declaraban haber abortado cuando
todavía el aborto era ilegal en Francia.
En el manifiesto de los “343 bastardos”, que por cierto sólo eran 19, leemos:

…consideramos que cualquiera tiene derecho a vender libremente sus


encantos, y que incluso le guste. Y rechazamos que los diputados dicten
normas sobre nuestros deseos y nuestros placeres. No nos gustan ni la
violencia, ni la explotación ni el tráfico de seres humanos. Y esperamos
que los poderes públicos hagan todo lo posible para luchar contra las
redes y sancionar a los proxenetas. Amamos la libertad, la literatura y la
intimidad. Y cuando el Estado se mete en nuestros pantalones, las tres
8
Fontenla, Marta. “Economía política de la prostitución. aportes para el debate” ponencia presentada en
las IIº Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas/os, San Miguel de
Tucumán, 2011. Disponible en
http://www.2dasjornadasabolicionistas2010.blogspot.com.ar/2011/03/ponencia-economia-politica-de-
la.html [22 de junio de 2015]
6
están en peligro. Hoy la prostitución, mañana la pornografía ¿qué se
prohibirá pasado mañana?

Por empezar, podemos destacar los antagónicos sentidos del concepto de


libertad que tienen lugar en el manifiesto feminista “yo aborté” y el manifiesto
prostituyente “no toques a mi puta”. En el primero, las mujeres exigían la
libertad sobre el propio cuerpo. En el segundo, lo que se exige es la libertad de
disponer del cuerpo de otras.
Como bien ha señalado Anne Zelensky, una de las firmantes del manifiesto de
1971 “¿Qué filiación puede haber entre nosotras, que reclamábamos la libertad
prohibida de disponer de nuestro cuerpo y esos ‘bastardos’ que reclaman hoy
la libertad de disponer contra remuneración y sin penalidad del cuerpo de
algunas mujeres? (…) En el primer caso, se trata de levantar una opresión, en
el segundo, de prorrogarla. Y eso en nombre del mismo concepto: la libertad.” 9
Aquí es donde tiene lugar el mecanismo de la ideología prostituyente que se
propone identificar la libertad del varón a usar y acceder sexualmente al cuerpo
de las mujeres con la libertad de la mujer a vender sus “encantos”. Una primera
falacia a visibilizar de este opresivo concepto de libertad es que la persona que
tiene plata, y la persona que necesita plata, son consideradas como
idénticamente libres, como poseedoras de la misma libertad.
La desigualdad económica entre el prostituyente y la mujer es una desigualdad
de poder. Como bien señala la presidenta de AMADH, Margarita Peralta, la
mujer no puede decidir libremente sobre el propio cuerpo en la relación con el
prostituyente, porque, en sus palabras: “es la billetera del varón la que manda.
En una habitación de hotel o en un departamento privado no sabés qué loco te
toca. Muchas de nuestras compañeras terminaron muertas.”10
Aquí aparece la segunda falacia grotesca del concepto de libertad-patriarcal. La
posición de servidumbre sexual propia de la situación de “cuerpo alquilado para
la satisfacción de un placer sexual ajeno” es considerada una experiencia de
libertad sexual tanto para la sirvienta sexual (mujer) como para quien es
servido sexualmente (prostituyente). Nuevamente vemos cómo, el concepto de

9
Angeline Montoya. “”No toques a mi puta”: un manifiesto de varones que no quieren perder privilegios
genera rechazo en Francia”. Publicado en Comunicar Igualdad, periódico virtual. Disponible en
http://www.comunicarigualdad.com.ar/no-toques-a-mi-puta-un-manifiesto-de-clientes-de-prostitucion-
causa-un-revuelo-en-francia/ [22 de junio de 2015]

10
Peralta, Margarita. “El deseo y la lucha”, Suplemente las 12, 4 de octubre de 2013. Disponible en
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8351-2013-10-04.html [22 de junio de 2015]
7
libertad-patriarcal, es habitado por una estructura jerárquica con dos posiciones
cristalizadas en base a la diferencia sexual: la del dominador y la de la
dominada, en otras palabras, la de quien debe estar siempre al servicio del
placer ajeno y la de quien tiene el poder de disponer de cuerpos ajenos. Pero
esta estructura jerárquica, es pincelada por la ideología prostituyente, como la
consagración universal de la igualdad y la libertad sexual.

Estas ficciones del poder patriarcal necesarias para naturalizar los privilegios
de la supremacía masculina, van de la mano con el mito del buen prostituyente
que los 343 bastardos construyen de sí mismos al presentarse como
rechazadores del proxenetismo y la trata. Con esta operación ideológica se
configura el relato ampliamente difundido por el patriarcado capitalista
neoliberal de un supuesto mundo prostituyente adulto, próspero, libre y feliz
para todas y todos. Esta libertad de mercado sexual es la libertad que los
prostituyentes ofrecen a lo que podríamos denominar, parafraseando a
Marcuse, la Mujer Unidimensional.
En el año 1964, Herbert Marcuse, referente de la Escuela de Frankfurt, publicó
el libro El Hombre Unidimensional. En dicha obra sostiene que las democracias
capitalistas de la sociedad industrial avanzada no escapan a la calificación de
totalitarias ya que consolidan la dominación más firmemente que el
absolutismo. La eficacia de la dominación, dice, se debe al hecho de que el
proceso de integración y asimilación de las fuerzas o intereses antagónicos al
orden establecido, es decir de las clases explotadas y los grupos oprimidos, se
lleva a cabo, en la sociedad de masas, sin un terror abierto. El autor dice:
Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal
del progreso técnico, prevalece en la sociedad industrial avanzada.” 11
El eje de su crítica gira en torno a la visibilización de los mecanismos de control
que la sociedad de masas utiliza para reconciliar toda oposición al sistema.
Una dominación con rostro democrático que silencia y absorbe toda disidencia
en nombre de la libertad y la opulencia, satisfaciendo ciertas necesidades para
que la servidumbre sea agradable. Si bien señala, que no dejan de existir
aquellos cuya vida es el infierno en la sociedad opulenta, mantenidos a raya
con una brutalidad que revive las prácticas medievales.12, no duda en afirmar
11
Marcuse, Herbert, El hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010, p.41.

12
Marcuse, Herbert, El hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010, p.61.
8
que cuando el proceso de integración se realiza sin terror, la dominación se
consolida con mayor firmeza.
Ahora bien, esta diversidad de mecanismos de control, los unos más sutiles
que hacen agradable la servidumbre a través del incremento en la capacidad
de consumo, o bien, los otros más explícitamente violentos que utilizan formas
de tortura y brutalidad para evitar una oposición al todo, generan lo que
Marcuse denomina, el Hombre Unidimensional, cuyo modelo de conducta y de
pensamiento no escapa a las formas de vida impuestas por el sistema. La
libertad del Hombre Unidimensional, dice Marcuse, se convierte bajo el
gobierno de una totalidad represiva, en un poderoso instrumento de
dominación. En sus palabras:

La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos.


Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no
significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales
sobre una vida de esfuerzo y temor, esto es, si sostienen la alienación. Y la
reproducción espontánea, por los individuos, de necesidades
superimpuestas no establece la autonomía, sólo muestra la eficacia de los
controles. 13

La libertad de consumo, de empresa, de mercado, la libertad-mercancía que


confirma y perpetúa el sistema de dominación, es la única libertad bienvenida
en el contexto represivo del capitalismo tardío. El objetivo de anular la
imaginación subversiva de las personas es clave para la creación del Hombre
Unidimensional. No poder imaginar otro mundo, otras relaciones de existencia
humana mejores, es parte integral, dice Marcuse, del plan totalitario de la
sociedad dada. No ser devorado, asimilado, reconciliado, por el sistema como
parte de su saludable dieta es posible si los individuos experimentan la
necesidad de cambiar su forma de vida rechazando al sistema en su totalidad.
El Gran Rechazo, como lo llama Marcuse, empieza con la subversión del
pensamiento y la conducta unidimensionales, es decir, ese pensamiento
disciplinado que acepta la dominación como sinónimo de libertad, opulencia y
consumismo, y esa conducta organizada en función de los valores e intereses
del mercado, en la libre elección de bienes y servicios. Un modelo de conducta
que deja de ser publicidad para convertirse en la forma de vida por excelencia
del Hombre Unidimensional, fabricada a la medida de la industria cultural y
promocionada compulsivamente por los medios masivos de comunicación.
13
Marcuse, Herbert, Op. Cit., p. 46-47.
9
Estas reflexiones, podrían aplicarse para analizar los mecanismos ideológicos
del sistema prostituyente actual imprimiendo un giro feminista al análisis. Es
decir, entendiendo que el sistema de dominación de la sociedad industrial
avanzada es capitalista y patriarcal.

*La industria cultural prostituyente y la Mujer Unidimensional


El proceso de industrialización de la prostitución y el alcance masivo del
consumo de cuerpos de mujeres, va de la mano con la versión neoliberal de la
ideología prostituyente que la presenta como un trabajo sexual el cual debería
ser reglamentado por los Estados, no sólo por los beneficios que esta
reglamentación tendría en términos de derechos laborales para las mujeres, y
derecho al placer de los prostituyentes, sino también porque reglamentar la
prostitución sería la mejor estrategia para luchar contra la trata de personas
con fines de explotación sexual separando tajantemente la una de la otra.
En este punto es que podemos volver a los argumentos del anteriormente
mencionado manifiesto “no toques a mi puta” donde aparece pincelada a gusto
del prostituyente la perspectiva patriarcal de la Mujer Unidimensional. En un
contexto de feminización de la pobreza, donde entre el 70 y 80 por ciento de
los pobres del mundo son mujeres, donde el consumo de la prostitución se
masifico y el proxenetismo se convirtió en uno de los negocios más rentables
para el crimen organizado, cobra visibilidad mediática la invitación a luchar por
la defensa de una forma “democrática” “civilizada”, “regulada”, “libre” y
económicamente próspera de prostitución: el trabajo sexual. Promovida como
un “oasis erótico” en un mar de campos de concentración sexual, teorizada
como una sexualidad disidente y transgresora por la corriente pro-sexo,
apoyada con financiamientos internacionales millonarios y aplaudida por los
prostituyentes orgullosos de su derecho disponer de los cuerpos de las mujeres
como los 343 bastardos.
Esta propaganda prostituyente que pinta de colores libertarios viejas cadenas
patriarcales, no hace más que naturalizar el lugar de servidoras sexuales de las
mujeres y disfrazar la explotación sexual como una experiencia de libertad.
Es indudable que la reglamentación de la prostitución lleva consigo la
legitimación de la demanda del prostituyente, responsable directo de la trata y
el proxenetismo.
Pero si reglamentar la prostitución ayuda a combatir la trata como dicen ¿cómo
se explica la existencia de la Swi Migdal en los tiempos del reglamentarismo
10
argentino? ¿Cómo se explica que países reglamentaristas como Holanda y
Alemania estén entre los 10 primeros países de destino 14? ¿Cómo se explica el
involucramiento de Claudia Brizuela, sindicalista de AMMAR-capital, en una red
de trata donde a las mujeres traficadas se las obligaba a decir que eran
trabajadoras sexuales afiliadas al gremio?
Se explica asumiendo que la ideología prostituyente del patriarcado capitalista
naturaliza la prostitución con los discursos del trabajo sexual siendo funcional a
mantener el gran negocio de la trata, una metodología de abastecimiento
necesaria, hoy en día, para la satisfacción de la masiva demanda de los
prostituyentes. Una demanda que alientan y promueven al considerar el sexo
pago como una sexualidad transgresora cuando, a todas luces, la sexualidad
prostituyente es la sexualidad del patriarcado heterosexista.
Como dice Sonia Sánchez, “la cara del prostituyente es la cara más grotesca
del poder sobre los cuerpos de las mujeres”.15
Y ese poder es el que la estrategia abolicionista pone en cuestión. Imaginar un
mundo sin prostitución, es resistir a los mecanismos de control que pretenden
sofocar nuestra imaginación subversiva. Es hacer estallar la jaula de la Mujer
Unidimensional rechazando los controles heterosexuales sobre nuestros
cuerpos. La prostitución y el mandato de maternidad devenidos en industrias
de vaginas y úteros no son experiencias de liberación sexual para nosotras. La
libertad que imaginamos, que proyectamos, por la cual luchamos y deseamos
construir colectivamente no se compra ni se vende, no es una producto del
mercado, ni es reconciliable con un sistema patriarcal progresista que pretende
reglamentar nuestras opresiones.
Como dicen las compañeras de AMADH, no nos organizamos para
prostituirnos mejor, nos organizamos para abolir el sistema prostituyente.
El matrimonio prostituyente entre el Hombre Unidimensional y la Mujer
Unidimensional es una perspectiva antagónica a la rebelión abolicionista.
No hay patriarcados buenos o malos, ni capitalismos buenos o malos, ni
racismos buenos o malos porque las estructuras de dominación no se reducen
a cuestiones éticas, de “agencias individuales”, son problemas de orden
político, son sistemas de dominación. En este mismo sentido, es falso hablar
de una prostitución buena y otra mala, de prostituyentes buenos y malos.
14
Según la base de datos de la UNODC (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) 2006
citado por Sheffreys, Sheila, op. cit., p.198.

15
Sánchez, Sonia y Galindo, María, Ninguna mujer nace para puta, la vaca, Buenos Aires, 2007, p.136.
11
Porque una institución fundada en la desigualdad de poder entre varones y
mujeres, entre varones y travestis no puede ser juzgada en términos éticos,
sino en términos ético-políticos. La despolitización y moralización que
promueve la ideología prostituyente del trabajo sexual para pensar las
relaciones de prostitución conduce a la afirmación contradictoria del “buen
opresor”. Defender la figura contradictoria de “dominadores buenos” es un viejo
mecanismo de legitimación que no tiene lugar en nuestra mirada crítica. Porque
como bien dice la leyenda feminista “el príncipe azul no existe el padrote
prostituyente sí”. Este “patronato del buen prostituyente” promovido por el lobby
reglamentarista tiene el claro interés económico de no desalentar la demanda
de un negocio millonario que se realiza a costa de nuestros cuerpos.
Para terminar quisiera leerles un fragmento de la carta que circuló
recientemente en las redes sociales de Huscke Mau 16, una sobreviviente de
prostitución alemana, dirigida a quienes se consideran representantes de las
“trabajadoras sexuales”:

Por favor lee el lenguaje de los foros de puteros, lee como les pone, como
disfrutan sabiendo que eso no le gusta a la mujer, sino que lo hace por
dinero, que está obligada a hacerlo, porque necesita la maldita pasta, o
porque en la habitación contigua hay sentado un proxeneta. Cómo ellos
deliberadamente tratan de transgredir los límites, manifestando su lado
sádico, si no lanzándose a fondo a ello, si de forma muy consciente. No se
trata de sexo en la prostitución, se trata de poder. Y sólo de poder. No
hagas como si las mujeres pudieran vivir ahí su sexualidad, el único que la
vive es el putero, cuyos deseos tu satisfaces. O sea, a tu costa. (…) La
prostitución es violencia. Una máquina de satisfacción machista.

Bibliografía

-Centenario Primer Congreso Femenino Internacional de La República


Argentina mayo de 1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010
-De Ramírez, María Abella, En pos de la Justicia, D. Milano, La Plata,
1908
-Fontenla, Marta, “Economía política de la prostitución. aportes para el
debate” ponencia presentada en las IIº Jornadas Nacionales
Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas/os, San Miguel
de Tucumán, 2011. Disponible en
http://www.2dasjornadasabolicionistas2010.blogspot.com.ar/2011/03/pone
ncia-economia-politica-de-la.html
-Gimeno, Beatriz, La prostitución, España, Bellaterra, 2012.
-Huske Mau “Estoy Harta de las narices de vosotras” traducción de Concha
Urtado.
16
Huske Mau “Estoy Harta de las narices de vosotras” traducción de Concha Urtado.
12
-Jeffreys, Sheila, La industria de la vagina, Buenos Aires, Paidós, 2011.
-Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010.
-Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988.
-Sánchez, Sonia y Galindo, María, Ninguna mujer nace para puta, la vaca,
Buenos Aires, 2007.

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