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1

Agitada

Valeria Sandi Peña


Poeta boliviana

Ahí
donde la segunda mitad de mi vida
fueron esperas
donde los sueños
de tan maduros
se fermentaron

Yo
la que ha juntado sus cenizas
pero en la primera esquina
las ha ido derramando
como quien derrama su suerte
como quien hace caer sus barajas
lentamente
Por su rostro calcinado.

Yo
que nunca supe lidiar
con tanta sombra
soy la del nombre
que no le ha cabido tantas derrotas.

soy de sal mojada


Y mis palabras
me comen
cuando el silencio
cae en mi noche
y mi sangre pálida
no conoce de lunas

Ahí
donde el espejo
te mira con tristeza.

2
Elegía a Carlos de Rokha

Enrique Lihn
Poeta chileno

No hubo dolor en el momento justo


de oír sobre tu muerte.
Fue como si tú mismo la hubieras anunciado
en uno de esos absurdos llamados telefónicos que solías hacer a tus amigos:
una broma sangrienta.
Y la inocencia que, a esas horas, se volvía irritante,
la cigarra de una voz chirriando
en la paja seca del día. No hubo dolor
pero sí, Carlos, la inmediata certeza
de que contigo se eclipsaba la noche
sobre el desierto de un día estable y es como si cayera
un poco de ceniza del cielo sobre tierras eriáceas.

Me he llamado a lo real. Pero qué peso insoportable


tendría ahora un guijarro sobre la palma de la mano.
Todas, todas estas pobres historias diurnas no son sino desgarradoras.
Aquí, también, esta visión confusa y demasiado nítida de caras conocidas.
Si la vida no es más que una locura
lo que importan son los sueños y aún el delirio, la mentira piadosa
de las palabras en libertad arrojadas
al millar de los vientos nocturnos,
como en tu poesía: la oscuridad vidente:
palabras como brasas, balbuceos del fuego.
Tenías que morir acaso así, como quien
despierta de sí mismo en un acceso de sangre;
es sorprendente, pero puntual,
la poesía ha muerto entre nosotros, fue un sueño
tú sabes qué difícil de conciliar entre otros:
palabras y, en el fondo
sigue a la exaltación un cansancio profundo,
sólo una rabia negra que tiende a confundirse
con la oscuridad. Así
todo era destrucción para ti a ciertas horas
tan fácil recaer en la locura aullando
por un poco de paz en el exceso del bosque
“Vuelvo al bosque” –escribiste a tu familia a una edad
que tendrías para siempre-
hijo el más pródigo de todos, tan dócil
como Isaac pero irrecuperable.
Abraham fue el victimado y el ángel
de la poesía enzarzado en las alas,
mal te pudo salvar del autosacrificio
si él mismo era un temblor de hojas, un grito pánico.
3
Oveja negra como todas las noches
de una misma soledad de cuarenta y dos años.
No es verdad que extraviaras el camino, sólo cabía
girar sobre tus propios pasos en un desierto espeso.
Ella –la poesía- al menos fue tu sombra.
No iba a encender en el hueco de la mano temblorosa,
a la siga de un ciego blasfemante
ninguna luz que no fuera tempestad.

4
Diálogo

Silvina Ocampo
Poeta argentina

Te hablaba del jarrón azul de loza,


de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.
Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.
Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.
Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.
Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.
Y mientras proseguían los catálogos
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.

5
La luna

Silvia Elena Regalado


Poetisa salvadoreña

En este planeta
la luna ya no gira
abandonó su cara obscura
en la hondonada.
Su luz se esconde
en la rueca de una bruja.
No juegues con ella,
podría ser cruel
y pincharte
hasta que brote un sol
del dolor contraído de tu sangre
y se sume a la vida una galaxia
y el movimiento fluya rotativo
y vuelva el sentido para ser día y ser noche
y despierte así, del sueño-para-siempre
esa lunita triste y detenida.

6
Siento…

Jesús Urzagasti
Poeta boliviano

Siento devoción por ti.

Será porque vienes de las sombras y en el rostro te queda la señal amorosa y vasta,
hecha de luciérnagas y malvas penetradas por un difuso atardecer.

Al cabo de una larga travesía te reconozco en minúsculos quehaceres, quizás entretenida


para siempre por la luces de un mundo donde soy un bárbaro feliz, irreverente e intruso.

Ahora llevas una hoja en el bolsillo y la flor del diablo en el ojal.

Antaño –perturbada por las premoniciones- vagabas desnuda en los depurados territorios
de sueño. Repentinamente apelaste al demonio para acceder a la isla de maíz, a la
humedad del monte sonoro, a la piedra arrebatada por el silencio.

Eres prolija como la luz y tan antigua como las palabras que se detienen al filo del alba, a
salvo ya de la desesperación de mi cuerpo dormido. Porque estoy devotamente dormido
en un paisaje que estalla bajo el peso de tu mirada.

7
Iniciación

Chantal Maillard
Escritora española nacida en Bélgica

Estoy creciendo de la nada.


Mis ojos tantean
la claridad difusa
mis manos
se posan y tantean
abro agujeros
mi cuerpo agujeros
en el cielo agujeros
tanteo las estrellas
agujeros que llueven
y es dolor
y el dolor penetra
mi cuerpo tantea
el dolor tal vez
el gozo
indaga
descubre el mí
mi boca dice
vuelvo sobre mí
misma y tanteo
¡es tanta la ceguera!
cierro los ojos
lo cierro todo
y de repente me abro
veo
veo lo que no hay
veo
estoy creciendo de la nada.

8
Música de la memoria

Rubén Bareiro Saguier


Poeta paraguayo

Hoy hace un mes,


o un año,
tal vez un siglo,
de silencio
entre las mansas cucarachas
del olvido.
Pero anoche
una leve humareda de música,
una ráfaga de notas en el viento
desató el nudo de mis manos,
el hosco garrotillo en mi garganta
y el mundo me cayó
sobre los ojos,
sobre los labios,
goterones de voces,
de lágrima o de plomo
después de la sequía
hasta entonces lo huía.
Por ejemplo, no podía pensar
el otoño rojizo de París,
el París de herrumbrados castaños
y plazas escondidas.
Ni siquiera podía evocar las jacarandás
azuleando el cielo
en las calles de la ciudad prohibida.
Es que el sol es apenas
un recuerdo manchado por las rejas.
Este es el fondo más hondo del pozo
y esta oscuridad se asume en soledad,
con la angustia, las moscas,
los olvidos, las ratas monstruosas.
La memoria es una llamarada
que quema, que lancina.
Y de golpe,
un traguito de música
pueda más que las rejas,
que el dolor de la afrenta,
más que los interrogatorios,
que las garras prensadas de los cuervos.

9
En cada piedra…

Jaime nistthauz
Poeta boliviano

En cada piedra anida un poco de viento.


No hay agua clara para la luz.
Descubrimos el universo
cada vez que preguntamos por qué
cae una hoja.
Y cada vez que miramos esa ventana
más nos parece la abertura de una botella
donde estamos encerrados
aguardando salir y gritar que no estamos convencidos.
Si Josefina engaño a Napoleón,
no es para que lloren lo niños.
Herederos de la pérdida, cantamos y es como si nos adormeciéramos,
pensamos y es como si sufriéramos.
Somos animales tristes.

10
Hay un sitio

José-Luis Appleyard
Escritor uruguayo

Hay un sitio en el mundo donde vivo


pequeño y singular,
un sitio mío,
un pedazo de tierra con olor a madera,
con gentes como yo,
de diminuto, sangrante y triste
corazón cautivo.
Un pedazo de tierra, pocos hombres,
y un alfange de acero como río.
Yo estoy en él, soy parte de esa parte
minúscula del mundo. Tengo amigos
que comparten el tiempo y lo desangran
con lentitud, sin prisa, desde antiguo.
La vida es muy sencilla,
sólo basta
ser fiel al cumplimiento de los ritos:
matar a la verdad cada mañana
y dejarla morir cada domingo.
Quien conoce la clave, dulcemente
puede vivir tranquilo en este sitio.
Las palabras mantienen la tersura
de su forma redonda y sus resquicios,
pero aquello que encierran por ser verbo
en cada labio da un sabor distinto.
La gramática es tensa, diferente
de toda similar. Sólo el sonido
de sus vocablos tiene semejanza
con un idioma al que llamara mío.
Hay sinónimos claros, transparentes:
ser libre es vegetar sin albedrío,
robar es trabajar, amor es odio,
y vivir es morir desguarnecido.
La soledad se llama compañía
y el traicionar, ser fiel a los amigos.
La novedad, vejez. Todo lo nuevo
tiene una oscura poátina de antiguo.
Hay un sitio en el mundo donde vivo
pequeño y singular.
Un sitio mío,
un pedazo de tierra que se pudre,
con gente como yo,
de diminuto, sangrante y triste
corazón cautivo.
11
Rescoldos del sentir

Gilberto Owen
Poeta mexicano

En esa frente líquida se bañaron Susanas como nubes


que fisgaban los viejos desde las niñas de mis ojos púberes.

Cuando éramos dos sin percibirlo casi;


cuando tanto decíamos la voz amor sin pronunciarla;
cuando aprendida la palabra mayo
la luz ya nos untaba de violetas;
cuando arrojábamos perdida nuestra mirada al fondo de la tarde,
a lo hondo de su valle de serpientes,
y el Ave Rokh del alba la devolvía llena de diamantes,
como si todas las estrellas nos hubiesen llorado
toda la noche, huérfanas.

Y cuando fui ya sólo uno


creyendo aún que éramos dos,
porque estabas, sin ser, junto a mi carne.
Tanto sentir en ascuas,
tantos paisajes mal habidos,
tantas inmerecidas lágrimas.

Y aún esperan su cita con Nausícaa


para llorar lo que jamás perdimos.

El Corazón. Yo lo usaba en los ojos.

12
Ni mejor amor que el amorío

Fernando Rosso
Poeta boliviano

Eran los últimos días del año y ya se sabe que la vida no deja de dar trabajos y un día
dices sí y otro sí y otro no; sabes y nos sabes lo que tendrías que hacer de ser tú lo que
aun dices que eres. Luego las obligaciones y la vida pasaba como si nada. Ya no
recuerdas pero te encuentras en el caso que conoces y solo porque te acusas oyendo las
argucias que hacen de la vida toda una pesadilla que ni llevas y que más bien recordaras
con soltura.

No me digas nada, yo re conozco poco porque no te dejas ver, sólo esas noches que me
miras por las calles o por las sombras, digo que me miras porque yo no te miro, sé que
estoy ahí y me encuentro buscando, sólo buscando, Algún día sabré mirarte y ya nada
tendrás que hacer con lo que fui: Todo lo que hicimos estará en mi y no lo sabrás porque
te habrás ido antes.

No podré hablar de ti sin haberte visto, y como te imagino como quiero, ni puedo oirte ni te
perderás y seguiré amando lo que me separa de ti. Estás siempre.

Lento el puro espacio de mi sombra se volverá al fin para envolverlo todo y nada importará
de lo que fuimos y sólo la forma que puede dar al tiempo resolverá mi camino; todo hecho
a tu sabor.

No quiero que me escuches cuando pongo peros, no quiero que me mires cuando
desaparezco y tú desapareces, cuando no hay tiempo para decir nada y sólo me miras
igual que la primera vez, cuando te volviste para verme y yo te vi.

13
Un solo pensamiento

Paul Eluard
Poeta francés

Sobre mis cuadernos de escuela,


sobre el pupitre, sobre el roble,
sobre la nieve y en la arena
escribo tu nombre.

Sobre las páginas leídas,


sobre las páginas incólumes
-piedra, sangre, papel, ceniza-
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas,


sobre los signos de la Corte,
sobre tizonas y corazas
escribo tu nombre.

Sobre el desierto y en la jungla,


sobre la infancia de las voces,
sobre la rama y en la gruta
escribo tu nombre.

Sobre el pan blanco de los días,


sobre el prodigio de la noche,
sobre la flor y las vendimias
escribo tu nombre.

Sobre los cielos que azulan


en los estanques -muertos soles-;
sobre los lagos -vivas lunas-
escribo tu nombre.

Sobre las colinas remotas,


en las alas de los gorriones,
sobre el molino de las sombras;
escribo tu nombre.

Sobre los hálitos del alba,


sobre la mar y sus galeones,
sobre la demente montaña,
escribo tu nombre.

Sobre el vellón de los espacios


y el estertor de los ciclones,
sobre el limo de los chubascos,
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escribo tu nombre.

Sobre las formas cintilantes,


sobre la pátina del bronce,
sobre las físicas verdades,
escribo tu nombre.

Sobre las rutas desveladas


y las sendas sin horizonte,
sobre las mareas humanas,
escribo tu nombre.

Sobre la llama que fulgura,


Sobre la llama que se esconde,
sobre los techos que se juntan,
escribo tu nombre.

Sobre la fruta en dos partida


del espejo que me recoge;
en mi lecho -concha vacía-
escribo tu nombre.

Sobre mi can goloso y tierno


y en la oreja que atenta pone,
sobre su salto poco diestro,
escribo tu nombre.

Sobre la grada de mi puerta,


sobre la loza y los arcones,
sobre las ascuas de la leña,
escribo tu nombre.

Sobre la carne que se entrega,


en la faz del amigo noble,
sobre la mano que se estrecha,
escribo tu nombre.

Sobre el vitral de los secretos,


sobre las bocas ya sin voces,
sobre los más hondos silencios,
escribo tu nombre.

Sobre el albergue derruido,


sobre el escombro de mi torre,
sobre los muros de mi hastío
escribo tu nombre.

Sobre la ausencia sin deseos,


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sobre mi soledad insomne,
sobre los lúgubres aleros,
escribo tu nombre.

Sobre la calma que retorna,


sobre los extintos pavores,
sobre el anhelo sin memoria,
escribo tu nombre.

Y en el poder de tu palabra
mi vida vuelve a comenzar:
he renacido a tu llamada
para invocarte:

LIBERTAD!!

Versión de Carlos López Narváez.

16
1
Del libro Siesta nacional

Blanca Wiethuchter
Poeta boliviana

La niña que una vez fui, levantó una piedra del cielo.
Esa piedra ardió formando una sombra inquieta y larga
y encendiendo no sé qué otros caminos
otros rostros, otras nieves.
Mucho después pensé:
Eso que desconocido y verbal, ardió en ti un día
como un carbón por lo negro
como un carbol por lo quemante
como un carbón por la ceniza
eso – fue el fulgor de un fuego oculto.

¿Y existe el fuego ahora para mí?, pregunté.

Mire alrededor, el silencio mudo mirándome


de todo lugar; de toda palabra, con ojos de vida luz.
Y me dio miedo
porque soy mujer, creo,
porque no sabía quién era yo ni quien será
ni sabía decir, tampoco reír: ni cansarme.
sólo sentir en mi llama
anunciamos el desierto.

17
La noche muere sobre una manzana rota

Homero Aridjis
Escritor mexicano

La noche muere sobre una manzana rota


La creación recomienza

El alba crece insuperable


compacta en sus disturbios

El hombre pulsa la memoria


abre el instante nuevo
con manos transparentes

Por todas partes la fantasía


de ser entre las horas
la proeza el grito la resurrección

También de la tierra húmeda


de los hechos ya ocultos
llega el movimiento
el segundo perpetuo
la presencia

Una palabra corta en dos tus labios

18
Amo mi cabeza/
como a un címbalo

Humberto Quino
Poeta boliviano

Hazme volver a estas alturas


piedra cerrada en que agonizo
y caigo
Como un profeta desfigurado
Ante una lámpara de aceite
He visto una botella rota en mi sangre
Los avisos de neón y mis deseos de matar
Inútil que llore en una callejuela
Sin luna en que leer
La desdicha que me agobia
En el alba
Los perros orinan en tus esquinas
y yo/ Adán desnudo
Sierpe y lira
Aullo
con mi viejo sombrero
Con mi cuerpo acuchillado
Pelambre de tinta
Nuca del deseo
Yedra o ceniza en la estepa
Oh Rocinante
Tú/ que sobre la inmundicia
Sabes más que los vivos.

19
II
Del libro Elegías a la muerte de mi padre

Héctor Dante Cincotta


Escritor argentino

Soy el que lleva el fiel testimonio de los días, el que canta,


el que enumera las salidas del alba;
la noche arde con la palabra más seca.
Sólo Dios sabrá de quién acordarse, y los hombres a
quiénes dar su canto.
El tiempo nos dirá qué palabra habrá de quedar
y cuál ha de salvarse
qué fecha o flor estarán por el aire, o en
la boca de algunos hombres.
¡No sé qué pensar!
El tiempo es hermoso y tiene su nombre cuando se posa
sobre los arenales.

No sé si habrá más eternidad que le que puede dar


un pájaro
jamás salvado y así, recogerá de mi cuerpo mi imagen y
todos los motivos
que llevo dentro de mí.

En las orillas de mi sangre descansa el aliento de un ser


alejado, su mano apenas fue de alguien.

Si todo fuera un instante, una imagen, pararse frente


a un río y ver la eternidad del agua contenida
quizá, sería otro.

Si todas las cosas que tengo que ver serán con otros ojos
les diré a la luz y al día el nombre que tiene mi muerte.

20
Oniria

Fernando Lozada
Poeta boliviano

Oniria
llega cuando
renace el oriente azul
y el lago póstumo

Colma de renaceres mi ombligo… oleaje súbito.

Su pies tallan mi frente


hasta el amanecer
ella desteje mis parpados
sube y baja por mi nariz
esparce sus velos sobre mis cejas
al desdoblarse
para sumergirse en mis pupilas

Parpadeo súbito
marea galar
que extravía la casa

Desata sus cabellos sobre mi pecho


sus dedos pasean por mis mechones dormidos
besa mi aliento desde la misma puerta
por donde salgo a buscar el alba

Aguamarina
me espera
en la punta
prolongada
del agua

Oleaje súbito
con su cuerpo de vientos
sobre la página del deseo
por la ventanas espirales
oleaje súbito

Orinia sabe más de mí que yo de mí o de ella


Por ella vivo en gracia del marginal vellocino
eterno
Y callo cada estío
de laudes y cigüeñas
cada mortal rendido
en pos del ensueño
21
Pues ella sabe todo lo que yo no sé de mi ni de ella

Sus besos desaparecen sabiamente


su perfume la traiciona al amanecer
y merced a la música del umbral
asoma y se sonroja

Oniria
helecho abismal
flor envolvente de piel interminable.

22
Brillando Oscura

José Lezama Lima


Escritor cubano

Brillando oscura la más secreta piel conforme


a las prolijas plumas descaradas en ruido
lento o en playa informe, mustio su oído
doblado al viento que le crea deforme.
Perfilada de acentos que le burlan movedizos
el inútil acierto en sobria gruta confundido grita,
jocosa llamarada -nácar, piel, cabellos- extralimita
el borde lloviznado en que nadan soñolientos rizos.
¿Te basta el aire que va picando el aire?
El aire por parado, ya por frío, destrenza tus miradas
por el aire en cintas muertas, pasan encaramadas
porfías soplando la punta de los dedos al desgaire.
El tumulto dorado -recelosa su voz- recorre por la nieve
el dulce morir despierto que emblanquece al sujeto cognoscente.
Su agria confesión redorada dobla o estalla el más breve
marfil; ondulante de párpados rociados al dulzor de la frente.
Ceñido arco, cejijunto olvido, recelosa fuente halago.
Luz sin diamante detiene al ciervo en la pupila,
que vuela como papel de nieve entre el peine y el lago.
Entre verdes estambres su dardo el oído destila.
Cazadora ceñida que despierta sin voz, más dormidos metales,
más doblados los ecos. Se arrastra leve escarcha olvidada
en la líquida noche en que acampan sus dormidos cristales,
luz sin diamante al cielo del destierro y la ofrenda deseada.
El piano vuelve a sonar para los fantasmas sentados
al borde del espacio dejado por una ola entre doble sonrisa.
La hoja electrizada o lo que muere como flamencos pinchados
sobre un pie de amatista en la siesta se desdobla o se irisa.
No hay más que párpados suaves o entre nubes su agonía desnuda
Desnudo el mármol su memoria confiesa o deslíe la flor de los timbres,
mármol heridor, flor de la garganta en su sed ya
despunta o se rinde en acabado estilo de volante dolor.
Oh si ya entre relámpagos y lebreles tu lengua se acrecienta
y tu espada nueva con nervios de sal se humedece o se arroba.
Es posible que la lluvia me añore o entre nieves el dolor no se sienta
si el alcohol centellea y el canario sobre el mármol se dora.
El aire en el oído se muere sin recordar
el afán de enrojecer las conchas que tienen las hilanderas.
Al atravesar el río, el jazmín o el diamante, tenemos que llorar
para que los gusanos nieven o mueran en dos largas esperas.

23
Ética de amor de un oso hormiguero

Jorge campero
Poeta boliviano

hormiga titánica amarrada de la pata a la estaca


cuya longitud te dará el circulo de tu mundo
que es la misma sombra de un naranjo al mediodía

puesto que estás condenada a enterrarte y ninguna otra hormiga


que te haya conocido entregara tu retrato hablado

si es que escuchas que viene lluvia de tres días consecutivos ve por algunas hojas
y que si la tierra tiene la temperatura de una vagina es que el sol raja
esto lo sabes de sobra
y si se te prendiera la idea de aventurarte ir más allá de lo delimitado
tendrás que saber que está poblado de otros osos hormigueros
hagas lo que hagas es tu designio como tu color colorado
y si alguna vez estuvieras extraviada entre tus dominios
ten por seguro que yo estaré como dios para corregir tu camino oportunamente
pueda ser que te coloque al centro mi palma y te dé oportunidad a que mires
el cielo, el hermoso cielo y sus bichos emplumados cruzando al confín como no
entiendes te diré que son soles multicolores llamados papagayos y de acuerdo a
cierta magia u orden los tendones de mis dedos se hará la noche y girando mi
brazo para luego llevarte al oído así una ocarina tendrías que pronunciar mi nombre.

no sé si me importa cuando me dices que de donde tú eres hay una veta de oro y
como si fuera un buen conductor del sonido se puede escuchar a hombres trabajando
pues tienes que saber que mi naturaleza es otra y deja de discutir y cambiar la
charla ya que crees que he enumerado todos los peligros, me falta advertirte del
peso de mi zapato.

24
ESTE POEMA PUEDE SER PRESENTADO POR TRES ESTUDIANTES

Altazor o el viaje en paracaídas (canto II)

Vicente Huidobro
Poeta chileno

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos


Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma

Al irte dejas una estrella en tu sitio

Dejas caer tus luces como el barco que pasa


Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro

¿Qué combate se libra en el espacio?

Esas lanzas de luz entre planetas


Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito

Que pasea en el bosque de los sueños

Heme aquí perdido entre mares desiertos


Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos

Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera


Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez

El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos

En la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor


Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas

Dormido en tu memoria
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Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga

Si hay un poco de viento

Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil


Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa

Inocente armonía sin fatiga ni olvido


Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio

Haces dudar al tiempo


Y al cielo con instintos de infinito

Lejos de ti todo es mortal


Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad

He aquí tu estrella que pasa


Con tu respiración de fatigas lejanas

Con tus gestos y tu modo de andar


Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche

Sin embargo te advierto que estamos cosidos


A la misma estrella

Estamos cosidos por la misma música tendida


De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa

La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño

En vano tratarías de evadirte de mi voz


Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas

Que tiene un ritual sagrado en la garganta

26
Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar

Y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan

Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis


O banderas de presagio y de muerte

Tengo una atmósfera propia en tu aliento


La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla

Tu frente luminosa como un anillo de Dios


Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire

Te pregunto otra vez

¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?

Tengo esa voz tuya para toda defensa


Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes

¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?


Un cometa sin manto muriéndose de frío

Te hallé como una lágrima en un libro olvidado


Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan

Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas


De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta

Sueño en un sueño sumergido

La cabellera que se ata hace el día


La cabellera al desatarse hace la noche
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La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga

Serena piel anclada en las alturas


Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa

El mundo deviene majestuoso cuando pasas


Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas

Mí alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos


(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento

Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños


Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos

Una flor que está dejando de perfumar


Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe

Mi alegría es mirarte cuando escuchas


Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua

Y te quedas suspensa largo rato


Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito

Ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento


Ni el arcoiris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma

Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos


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Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar

Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento


Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración

Mi gloria está en tus ojos


Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno

Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada


Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia

A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida


Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad

Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados


Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho

Dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

29
Calle de las sierpes

Oliverio Girondo
Poeta argentino

Una corriente de brazos y de espaldas


nos encauza
y nos hace desembocar
bajo los abanicos,
las pipas,
los anteojos enormes
colgados en medio de la calle;
únicos testimonios de una raza
desaparecida de gigantes.

Sentados al borde de las sillas,


cual si fueran a dar un brinco
y ponerse a bailar,
los parroquianos de los cafés
aplauden la actividad del camarero,
mientras los limpiabotas les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse
el anuncio de la corrida del domingo.

Con sus caras de mascarón de proa,


el habano hace las veces de bauprés,
los hacendados penetran
en los despachos de bebidas,
a muletear los argumentos
como si entraran a matar;
y acodados en los mostradores,
que simulan barreras,
brindan a la concurrencia
el miura disecado
que asoma la cabeza en la pared.

Ceñidos en sus capas, como toreros,


los curas entran en las peluquerías
a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez
y cuando salen a la calle
ya tienen una barba de tres días.

En los invernáculos
edificados por los círculos,
la pereza se da como en ninguna parte
y los socios la ingieren
con churros o con horchata,
para encallar en los sillones
30
sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

Cada doscientos cuarenta y siete hombres,


trescientos doce curas
y doscientos noventa y tres soldados,
pasa una mujer.
A medida que nos aproximamos
las piedras se van dando mejor.

31
Condena

Giuseppe Ungaretti
Poeta italiano

Como la áspera piedra del volcán,


como la piedra pulida del torrente,
como la noche sola y desnuda,
alma como honda y con terrores
¿Por qué no te recoge
la mano firme del Señor?

Este alma
que sabe las vanidades del corazón
y sabe pérfidas sus tentaciones,
y del mundo conoce la medida,
y los planes de nuestra mente
considera minucias,
¿por qué no puede soportar
más que arrebatos terrenos?

Tú no me miras ya, Señor…


Y no busco sino olvido
en la ceguedad de la carne.

Traducción de Jesús López Pacheco.

32
Deseo

Adonis Ali Ahmad Said Esber


Poeta de Siria

Si me abriera sus brazos


un cedro,
entre las arboledas de honduras y de años.
Si me guardara
de las perlas y velas tentadoras.

Si yo tuviera sus raíces,


y se anclara mi rostro tras su triste corteza.

Me haría entonces nubarrones y rayos


en lontananza,
este país de confianza.

Mas todo ramo en las arboledas


de honduras y de años, viviendo yo,
es fuego sobre mi frente,
fuego de fiebre, de perdición,
que devora la tierra que me guarda.

Versión de Pedro Martínez Montávez.

33
El fuego y la rosa

Alfredo Herrera Flores


Poeta peruano

1
Otoño vuelve, y se posa,
como una hoja amarilla
a mitad de esta página puntual.
Sobre esta página descansan viento y tiempo exactos
y unos ojos que esto leen y escriben.
Otoño crece juntando palabras a través de mis huesos,
regando polen en las orillas de los caminos y el borde de las guitarras,
es la estación del silencio y esparce lluvia
como susurros, ardiendo, girando, cayendo,
inapelable como la palabra del moribundo.
Empujados por el amor, un amor sobresaliente y numeroso,
se acercan hasta las profundidades de sus pétalos,
blancos como destellos y esplendorosos como incendios,
para besarse, tocarse, introducirse uno dentro del otro.

Nada viene de lejos, nada es irrepetible,


cada sueño se profana en el fondo del corazón,
nada es transparente si hay fuego, si hay tierra ardiendo,
si hay manos abiertas. Recuerdos. Conciencia y memoria.
Quietud y dudas, escalofrío y entendimiento.
Oro y sombras envuelven sutilmente las afinidades del amor,
las heridas sin de uno y otro,
el olvido alcanza a los amantes como frágiles relámpagos
y luego todo se diluye, como todo lo que viene,
en un suspiro de polvo y sueño.

Apenas una voz a la vez,


a veces unas voces,
sólo vasos llenos de besos interrumpen las sílabas,
así es el preámbulo, la invención de la aventura.
Hay también silencio en el acercamiento.
Hay silencio súbito sobre las palabras, silencio sobre las voces,
y hay distancias entre los avisos y las miradas.

Siglos pasan antes de que la flor abra sus ojos y sus pétalos,
antes de que el fuego se acerque a sus ojos ausentes.

Flor asombrada por la tiniebla o el ardiente día,


flor de calor y perfume, néctar y luz,
magia y fantasía,
flor de la palabra y el aullido.

34
Anunciación

Alí Chumacero
Poeta mexicano

Inserto en soledad
de palabra vertida
que apenas hiriera el silencio,
siento la voz del sueño
con su descenso casi imperceptible
y sus labios de hielo,
mas no el letal dolor que de mí nace,
ni la perenne dicha del misterio aclarado
más allá de las cosas,
del último verano de la sangre
que en su final latir
crece trémula y nos inunda
de su postrer sollozo,
sino el misterio mismo con su propia presencia,
sus invisibles alas, sus invencibles olas
y la marea con que ahoga
la más inundada palabra
o aun la propia voz,
y llega sobre el lecho, silencioso,
negando su sonido,
a destacar su dura esencia
a despertar mi sueño con su sombra,
a rescatarse en mí
como cristal que guarda el recuerdo del aire,
como cuando el silencio
navega en aguas del silencio,
y sobre mi cuerpo desnudo,
tocando con su piel la húmeda frialdad
de mis labios y voz,
llegando hasta debajo de mis párpados,
me inunda lentamente, me apresa con sus redes
y en su océano quedo
como última voz abandonada
o el naufragio de sombra sobre sombra,
y comprendo que sueño y sombra,
confusos para siempre,
no pueden exclamar: "Ésta es mi sangre".

35
Mi héroe desnuda sus nervios

Dylan Thomas
Poeta británico

Mi héroe desnuda sus nervios a lo largo de mi cintura que


rige de la cintura hasta los hombros,
desenvuelve la cabeza que, como un fantasma soñoliento, se
apoya en mi mortal regidor,
el espinazo altivo que desprecia los giros y torsiones.

Y estos pobres nervios tan atados al cráneo duelen


sobre el papel abandonado por su amante yo me
abrazo al amor con mi garabateo revoltoso que gime
todo el hambre de amor
y le cuenta a la página su vacío infortunio.

Mi héroe desnuda mi costado y ve a su corazón que


marcha como Venus desnuda
por la playa de carne y enrosca su ensangrentado pliegue; al
despojar mis lomos de promesas
promete cierto calor secreto.

Él sostiene los cables de esta caja de nervios


alabando el error mortal
del nacimiento y de la muerte, esas dos tristes sotas de ladrones. y el
hambre es emperador;
tira él de la cadena, la cisterna se agita.

Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell.

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