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Asignatura: Derecho Privado

Profesor:

Alumno: Santiago Javier García – 90244

2do Parcial Recuperatorio

Fecha: 2/12/2018
a) En el caso en cuestión, los acreedores de Alberto cuentan con la acción de
simulación que prevee la posible nulidad y, como segunda posibilidad, la acción
de fraude que prevé la inoponibilidad. Comenzando por la simulación
entendemos que como afirma el art. 333:

La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de


un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas
que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por
él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas, que
no son aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten.

Podríamos establecer que los actos jurídicos no expresan las verdaderas


voluntades de las partes. En relación con el caso, aplicado al Sr. Alberto, esto
sería una venta de su patrimonio simulada para que sus acreedores no puedan
cobrarse, es decir, se ha simulado una venta, donde en realidad posiblemente
haya una donación, que a su vez mantiene el manejo del inmueble por parte del
Sr. Alberto pero ya no a su nombre, lo que a su vez constituye una simulación
absoluta. Decimos absoluta puesto que entendemos nada es real en el negocio
celebrado (“las partes no tienen ninguna intención de celebrar un acto jurídico,
sino una ilusión”, Herrera, 2015), dado que el Sr. Pedro Josefino no dispondrá
del inmueble (en principio, ya que, suponemos, al inicio de la simulación ambas
partes acordaron la misma voluntad, luego el Sr. Josefino decidirá tomar otras
acciones, pero al acto previo, entendemos, la voluntad era la misma) Por ende,
la donación tampoco resultaba real, es por ello que es absoluta la simulación, ni
lo encubierto ni lo celebrado resultan la verdadera voluntad de las partes.
Hablamos de donación dado que como redacta el caso, el escribano no ha visto
el dinero en cuestión, hecho que resultará fundamental a la hora de poder probar
como contradocumento la simulación. Si no hay transferencia monetaria
resultaría en primera instancia más que dudoso dicha “venta”. A su vez, otro
elemento fundamental en el cual el artículo destaca para ser aplicado es la fecha.
Se destaca del texto en cuestión: “con anterioridad a la celebración del negocio,
Pedro entregó a Alberto el dinero…”, es decir, intenta simular que la acción fue
llevada en una fecha no verdadera. Esto es importante puesto que, si el acto se
fechara previo a la toma de deuda con los acreedores, estos no podrían realizar
acción alguna frente a la “venta”. Ante la simulación, y más precisamente la
simulación absoluta, se produce la caída total del acto, puesto que como hemos
explicado, nada es real en él. Así entonces, establecemos que para la simulación
se cumple con la suma de un acto jurídico, existencia de un acuerdo simulatorio
entre los intervinientes del negocio y supone el fin inmediato es el engaño a
terceros. Estos tres elementos forman parte del caso del Sr. Alberto. Cabe
resaltar también que, vinculado al art 334, la ilicitud del acto lo vuelve nulo. Para
declarar la ilicitud se justifica en el daño a terceros, en el caso del Sr. Alberto,
sus acreedores. Podría ser lícito en el caso como surge del CCYC comentado,
para evitar conflictos con “familiares pedigüeños”.

La segunda acción que podrán realizar los acreedores es la inoponibilidad,


producto del fraude el deudor busca reducir su patrimonio (hablamos de un punto
de insolvencia o que agrave considerablemente, no si vende una de veinte
propiedades), a diferencia de la simulación, el acto fraudulento no tendrá efectos
sobre el acreedor que haya declarado la inoponibilidad, puesto que son
inoponibles los actos celebrados por su deudor y rechaza la renuncia a sus
derechos, ergo mantiene su condición a pesar del acto celebrado, y a su vez,
esta declaración no se aplica erga omnes, es decir, no aplica la oponibilidad a
todos los acreedores, sino a quien lo solicite. Los requisitos para la oponibilidad
surgen del art 339:

a. que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado,


excepto que el deudor haya actuado con el propósito de
defraudar a futuros acreedores; b. que el acto haya causado
o agravado la insolvencia del deudor; c. que quien contrató
con el deudor a título oneroso haya conocido o debido
conocer que el acto provocaba o agravaba la insolvencia.

Aquí es donde surge la importancia de la fecha, debido a que puede surgir


entonces que escapa de su patrimonio al momento de adquirir sus deberes con
los acreedores, esto es, podría decir que dicha propiedad nunca formó parte de
su patrimonio al momento de celebrar negocio con sus acreedores. Lo cual
parece la intención en el caso del Sr. Alberto siendo a su vez su única vivienda
con lo cual agrava definitivamente su patrimonio. Pudiendo constatarse que su
primo, conocía que dicho acto agravaba la insolvencia.
Vistas ambas acciones podemos ver que mientras en la simulación cae el acto
de modo total o parcial, según se trate de una simulación absoluta donde nada
de lo actuado es real o simulación relativa donde una acción enmascara otra, el
efecto resulta en la anulación o ratificación de lo enmascarado, donde a su vez
la inoponibilidad mantiene el derecho del reclamante de la acción de fraude sobre
la acción fraudulenta, es decir es inoponible su efecto y sólo el, el reclamante,
podrá hacer valer su derecho como acreedor, en la simulación la anulación es
del acto en relación a todos, erga omnes.

b) Alberto podría intentar presentar un contradocumento, es decir intentar


demostrar la acción de simulación siendo una de las partes. Su problema radica
es que lo que han llevado adelante entre ambos resulta un ilícito, ergo según el
art 335 no pueden ejercer acción alguna el uno contra el otro, exceptuando que
no obtengan beneficio alguno de las resultas de la acción de simulación. Es decir,
cuando se simulan actos lícitos, estos por su naturaleza propia no dañan a
terceros, son más bien acciones para evitar conflictos humanos sin naturaleza
directa jurídica, esto es, no se trata de perjudicar a un acreedor, sino más bien
descomprimir un conflicto familiar en el que se busca generar una ilusión en la
cual la partes que realizan el acto simulado pueden generar un contradocumento,
en vistas a un futuro conflicto por la simulación se escribe un documento donde
dan cuenta de su verdadera voluntad. Significa que dejan constancia del objetivo
de la simulación. Podrán aclarar que dicha ilusión se llevó adelante para evitar
que algún familiar pidiera cierto favor en relación con alguna propiedad, etc. De
ahí que se acepta la licitud de dicho acto. Por esa misma razón resulta inviable
redactar un contradocumento donde la simulación es ilícita, puesto que en dicho
documento las partes deberían constatar que realizan el acto en vistas de reducir
su patrimonio para que los acreedores no puedan cobrarse del mismo.

c) En primera instancia se debe anular la operación puesto que resulta ser una
simulación ilícita, entendiendo como tal que su único objetivo era perjudicar a
terceros. Por ende, resulta necesario hacer caer la ilusión y anular el efecto de
la acción jurídica. Citando al CCYC comentado (Herrera, 2015), “en cambio, la
simulación será ilícita cuando viola la ley o perjudica los derechos de un tercero.
No es necesario en este caso que el perjuicio se hubiere consumado”. No es
posible hacer caer la ilusión y dar lugar al acto encubierto puesto que resulta un
ilícito, sería contrario a la ley permitirlo. Por tanto, todo el acto debe ser anulado,
es decir, retrotraer la situación previo a la ejecución de la simulación llevada a
cabo, pudiendo los acreedores aún tener su reclamo sobre el patrimonio del Sr.
Alberto, contando dicho inmueble en pugna. A su vez, lo dispuesto no daría lugar
al segundo segmento del conflicto, pero, suponiendo que debiera solucionarse
dicha disputa entre el Sr. Alberto y su primo, la situación para el primero es
complicada, puesto que tratándose de un ilícito toda presentación de
contradocumento debe enmarcarse en resultas sin beneficio para las partes,
quizás el Sr. Alberto podría alegar que no representa un beneficio para él
recuperar su casa cedida en la simulación, sino que, resulta beneficioso para sus
acreedores que aún cuente con ese patrimonio como garantía.

2)

La Sra. Sofriti no puede hacer dicho reclamo. En primera instancia, podemos


recaer en el art. 17 del CCYC, en el cual se detalla la no comercialización del
cuerpo humano, entendiendo entonces que no podría formar parte de ninguna
garantía de negocio alguno, resulta importante recalcar que dicho artículo
destaca que la disposición del cuerpo es posible en determinadas situaciones,
pensemos en una donación de un órgano, pero se restringe cualquier otro uso
no autorizado, es decir, en este punto el CCYC actúa de modo restrictivo,
entendemos por ello que en primera instancia no permite su disponibilidad y
luego aclara la excepción. De allí resulta que no habría modo alguno, aún con la
voluntad del Sr. Pérez, de llevar a cabo dicha cláusula. A su vez, es un asunto
de orden público (art. 12, CCYC), puesto que nunca un acuerdo entre partes no
puede dejar sin efecto leyes que interesan para la sociedad entera, esto es, el
Sr. Pérez daría lugar a que esta práctica pueda ser establecida en otros
contratos, afectando a la sociedad en su totalidad, en un ejemplo parecido
podríamos nombrar la esclavitud, nadie puede, aún por voluntad propia,
establecer un contrato en donde acepta ser esclavo de otra persona. Como otro
de los pilares que derrumban las intenciones de la Sra. Sofriti encontramos los
derechos personalísimos, es decir, derechos que hacen a la persona y resultan
irrenunciables y únicamente en algunos casos disponibles, como todos ellos
nacen de la dignidad, y entre ellos podríamos entender la persona como entidad
general, su cuerpo estrictamente apuntando a lo físico, como surgen
principalmente del art 51, inviolabilidad de la persona, donde la palabra dignidad
figura escrita. Citando a Rivera (2010) sobre los Personalísimos, “constituyen
una inconfundible categoría de derechos subjetivos esenciales, que pertenecen
a la persona por su sola condición humana y que se encuentran respecto de ella
en una relación de íntima conexión, casi orgánica e integral”. La sola condición
humana es suficiente para evitar cualquier reclamo por parte de la Sra. Sofriti en
el caso en cuestión. Es inviolable la persona, es decir, está tutelada por el
derecho, de ello se desprende la tutela del cuerpo. De aquí podríamos sumar
incluso el art. 54, donde resulta inexigible “el cumplimiento del contrato que tiene
por objeto la realización de actos peligrosos para la vida…”, es decir, la letra del
contrato no puede ir por encima ni del CCYC, ni mucho menos por encima de la
dignidad humana. Y para dar un marco final al caso, el art. 56 nos aclara cómo
podríamos disponer sobre el propio cuerpo, quedando prohibido su
disponibilidad cuando “ocasionen una disminución permanente de su
integridad…”, entendiéndose que únicamente se prevé en situaciones donde la
propia persona dicha intervención genere un mejoramiento (imaginemos alguien
que debe exponerse a una operación peligrosa pero a fines de salvar su vida y
presta consentimiento) o donde dicha acción conlleve resultas de salvar a otra
persona.

b) El caso en cuestión lleva un problema de base que procedemos a desentrañar.


Por un lado, no especificado, pero entendemos que el Sr. Pérez, insistente
apostador, podría resultar ser un ludópata, dado que evidentemente se ha
concretado más de una vez esta operación, podríamos incluso dudar de la buena
fe( art. 9, CCYC) de la Sra. Sofriti a la hora de dar el crédito al Sr. Pérez, es decir,
ella ha ofrecido dicho dinero sabiendo que puede absorber la pérdida y así en un
círculo vicioso llevar al Sr. Pérez a aceptar vulneraciones a su integridad como
las expresadas en el caso a raíz de su, al menos aparente, problema con el
juego. Cabría analizar con mayor detenimiento si ha realizado el negocio a
sabiendas de que las resultas no eran las de obtener el cobró de su deudor, sino
el de someterle a una situación de vulneración. La locución pacta sunt servanda
cuenta aquí con el problema que el acuerdo llevado a cabo posiblemente se
realizó bajo falta de buena fe. A su vez, esto nos lleva al art. 332, Lesión, en los
vicios de los actos jurídicos, el Sr. Pérez posiblemente al momento de llevar
adelante el negocio se encontraba psíquicamente vulnerable, situación
explotada por la Sra. Sofriti. La parte subjetiva de la Lesión sería la debilidad
psíquica del Sr. Pérez, dado que le impide tener “una dimensión plena o cabal
de las consecuencias del acto que realiza” (Herrera, 2015). Dicha situación, la
patología, no es generada por la Sra. Sofriti, pero sí explotada, a sabiendas de
la constatación de que el Sr. Pérez se juega el dinero que recibe, aún continúa
otorgándole crédito, dando lugar a una posible falta de buena fe en los términos
iniciales del negocio. El elemento objetivo surge en la constatación de la
desproporción, posiblemente aquí se pueda establecer que dada la continuidad
de la Sra. Sofriti en prestarle dinero a una persona que sabe que no lo devolverá
resta considerar si no radica allí la misma.

Dicha situación lo que determinarían es la nulidad del contrato, o al menos una


revisión. Siendo posible que pudiera la Sra. Sofriti recuperar su dinero, a pesar
de no poder obtener el kg de carne que pretendía, ya que lo que, suponiendo
que no haya una patología en el Sr. Pérez, lo que queda fuera del acuerdo es la
pretensión ilegal de solicitarle un kilo de carne de su cuerpo, pero si por otro lado,
el acto ha sido llevado con respeto a las formas y las voluntades, aún podría
solicitar el cumplimiento del mismo, teniendo en cuenta la argumentanción previa
en base al comienzo del contrato, la buena fe y la situación del Sr. Pérez.

c) En base a lo expuesto ut supra, según mi parecer la Sra. Sofriti ha realizado


un negocio sin el cumplimiento de la buena fe, operando no en un horizonte
mancomunado de negocio, sino más bien abusando de una situación patológica,
recalcando la constante del Sr. Pérez en destinar el dinero al juego de azar. Por
ende, entiendo que el negocio de base opera fuera de la buena fe, que la Sra.
Sofriti no ha ocasionado la patología, pero si la ha explotado y ha puesto al Sr.
Pérez en una situación extremadamente vulnerable a la hora de sumirlo en
deudas monetarias que no puede afrontar, siendo a la vez incapaz de
comprender la consecuencia de dichas acciones a su propia integridad.
Debiendo anularse dichos negocios.
Bibliografía:

Herrera, Marisa – Caramelo, Gustavo – Picasso, Sebastián –dirs- (2015), Código Civil y Comercial
de la Nación. Comentado, Buenos Aires, t. 1 –arts. 1 a 400- Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación.

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