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El binomio pulsional como un Otro

Psic. José Manuel Calderón Calderón1


Universidad La Salle Morelia

Morelia, Michoacán, México.

RESUMEN.

Este ensayo explora mediante la existencia y las bases pulsionales del sujeto la
importancia de estas en la relación con el desarrollo del Yo. El estudio inicia desde la
conceptualización de la muerte en la filosofía existencial, la teoría de las pulsiones y su
conjetura en el concepto del Yo, el cual en su desarrollo establece la relación con el otro,
donde en un primer momento es aprendido desde el exterior del sujeto, pero su base es
la proyección del sujeto, el cual busca aprehender al Otro.

La parte fundamental del ensayo sobre la muerte, se lleva a cabo entre la filosofía
existencial de Martin Heidegger con el ser y el tiempo, Sigmund Freud en teoría de las
pulsiones y como ambas posturas generan un conjetura referente al Yo, y como este en
su desarrollo se relaciona con el otro desde la postura de Jacques Lacan en el estadio
del espejo, para dar paso al otro de Emanuel Levinas en Totalidad e Infinito.

Palabras clave: muerte, pulsiones, yo, angustia, otro.

1
Candidato al grado de Maestría en Desarrollo Humano, Universidad La Salle Morelia. Facilitador de Procesos de Justicia Restaurativa del Poder Judicial del Estado
de Michoacán. Contacto psicjosemanuel@hotmail.com

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INTRODUCCION

El tema de la muerte y la existencia son tratados por la filosofía existencial, mientras que
el de las pulsiones por el psicoanálisis. Además que la vida, la muerte y la existencia es
un tema fundamental para el sujeto. Podemos decir que desde el primer momento de la
existencia del sujeto los temas anteriores, aunque no con los mismos conceptos, pero si
con la misma esencia de la pervivencia, han cautivado la atención del sujeto y se ha
reflejado en las diversas áreas de estudio de la ciencia, la técnica, la literatura, las
humanidades, la filosofía y el psicoanálisis, entre otras.

Lo anterior cubre una necesidad fundamental de la pervivencia, y con el tema que nos
ocupa referente a la existencia, las pulsiones, su conjetura en el Yo y la relación que
establece con el otro, conforman parte la subjetividad del sujeto.

DESARROLLO

La muerte es un tema fundamental para el sujeto, más la dificultad para determinar cuál
es el origen de esta. Es posible hacer un acercamiento a su estudio mediante las
manifestaciones y representaciones a través de los actos que esta realiza en el sujeto.

En un primer momento podemos decir que la muerte es constituyente en el cuerpo


material del sujeto, con elementos físicos y químicos, que presenta la huella primaria de
la naturaleza y lo existente, esto coincide con la opinión de Sade (2012) “Ningún ser, en
este mundo, ha sido formado exprofesamente por la naturaleza, ninguno ha sido creado
exprofeso por ella: todos los resultados de sus leyes y operaciones […]” (p.148),
entendido como un binomio de vida y muerte, donde el cuerpo cumple con un proceso
evolutivo que inicia con el nacimiento y concluye con la muerte, ya que este funciona con
leyes que les son inherentes de las cuales no puede escapar.

Podemos decir que en dicho cuerpo operan las pulsiones de vida y de muerte, las cuales
son constitutivas de la psique del sujeto, su función primordial es operar en conjunto para
la pervivencia del sujeto, estas pulsiones fueron consideradas por Freud (2011) “El Eros

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y el instinto de muerte, acuariana y pugnarían entre si desde la primera génesis de la
vida” (p.2676), es así que las considera en pugna desde los inicios de la vida, por lo tanto
en el cuerpo y en el aparato psíquico.

Es así que dichas pulsiones forman parte constitutiva de aquello que se considera a
priori, de orden natural e implícito al sujeto, que opera en el aparato psíquico de manera
autónoma, por lo tanto son consideradas de orden inconsciente, el cual es para Jung
(1970) “inconsciente que no contiene sino el silencio y perturbador imperio de la
naturaleza” (p.30), ese imperio de la naturaleza constituido por el binomio pulsional de
vida y muerte.

Dichos factores están definidos por: Freud (2011) de la siguiente manera: Uno de estos

instintos, que laboran silenciosamente en el fondo, perseguirán el fin de conducir a la

muerte al ser vivo; merecerían, por lo tanto, el nombre de instintos de muerte (…) Los

otros serían los instintos sexuales o instintos de la vida libidinosa (el Eros) (p.2676).

En este sentido podemos decir que la vida y la muerte pugnan en el cuerpo y en la psique
del sujeto, como bien se mencionó, la primera nos invita a la creación y la segunda a la
destrucción, pero esto es únicamente en el ámbito de la separatidad de los compuestos,
porque ambos factores forman parte de uno todo donde a falta de uno, el otro queda
inerte, así se presenta el ciclo dialectico del binomio pulsional, el cual es la base de lo
que conocemos como creación de lo existente.

Hasta aquí podemos hacer un esbozo de la muerte, desde la perspectiva natural


constitutiva al cuerpo y a la psique del sujeto, donde el binomio pulsional busca
establecer las condiciones necesarias que permitan la pervivencia del sujeto, la cual al
estar constituida por la leyes naturales presentará la tendencia a desaparecer o concluir
como un proceso de combustión, donde nos dice Frankl (1992) “Su ser podrá ser
concebido no cabe duda, como un proceso de combustión, pero es evidente que el
hombre, por el mero hecho de serlo, lleva aparejada además, una forma de ser
esencialmente distinta de está” (p.61), aquí nos hace alusión algo más que una simple

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combustión química, sino que existe en el sujeto algo más derivado de la combustión o
interacción del binomio pulsional.

Como todo proceso químico de la materia y la energía, siempre existe un resultado


cuando dos partículas se relacionan, se excluyen o se confrontan, y no es la excepción
de los componentes básicos de la psique del sujeto, donde la dialéctica del binomio
pulsional proporciona potencia, la cual va dirigida a la motivación y constitución de la
porción básica del Yo, en este sentido nos hace mención Kierkeggard (2005) “el yo es
una relación que se refiere a si misma o, dicho de otro modo, es en la relación, la
orientación interna de la relación; el yo no es la relación, sino el retorno así misma de la
relación” (p.21), donde nos deja ver de manera directa, que el Yo forma parte de una
relación entre dos aspectos de los cuales se realiza una síntesis, la cual se dirige
directamente a la instancia del Yo.

Es un Yo sabedor de la existencia y el tiempo, el cual es para Heidegger (1988) “El


concepto vulgar del tiempo debe su nacimiento a una nivelación del tiempo original”
(p.436), se puede diferenciar dos tipos de tiempo, metafóricamente uno es un reloj de
arena y el otro es digital, el primero inconsciente atemporal y el segundo pertenece a lo
que conocemos como realidad, el cual es interpretado de manera temporal, pasa del
inconsciente atemporal al consiente temporal, es aquí donde el Yo sabe de la existencia
y de la muerte lo cual le aterra, porque de manera inconsciente la muerte se manifiesta
con disfraces todo tiempo.

Es en este momento donde el sujeto inicia un trayecto de la aparente pasividad a la


actividad frente a la muerte de manera ortopédica Lacan (2013) “Este desarrollo es vivido
como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en la historia la formación del
individuo: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la
insuficiencia a la anticipación […]” (p.102), por lo tanto se apoya de los significantes para
dar una concepción de la muerte y buscar comprenderla.

De manera evidente podemos considerar que la relación del binomio pulsional se ve


reflejada en el Yo, lo cual ya es considerada por Freud (2011) “Algunos instintos o parte
de ellos demuestran ser incompatibles, por sus fines o aspiraciones, con los demás, los
cuales pueden reñirse formando la unidad del yo” (p.2509), es así que el Yo se percata

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de las exigencias más básicas del sujeto que ponen en juego la pervivencia, el cual
buscará a través de los recursos ortopédicos comprender las manifestaciones de la
relación binominal, donde en un primer momento el Yo concebirá la muerte común al
otro y en un segundo momento como un otro.

En el primer supuesto es donde surge el sujeto existencial el cual es para Heidegger


(1988) “Yecto, es sin duda entregado el “ser ahí” a la responsabilidad de sí mismo y de
su poder “poder ser” pero como “ser en el mundo” (p.413), es un sujeto que responde a
su demanda, la cual es producto de la existencia donde el binomio pulsional juega un
papel primordial, nos referimos a un sujeto que sabe que existe y que muere, en el
sentido de que existe una posibilidad, que algún día llegará como un juego de azar,
donde nos menciona Schopenhauer (2015) “el juego del nacimiento y de la muerte.
Preocupados, interesados, ansiosos hasta el extremo asistimos a cada partida, porque
a nuestros ojos todo va puesto en ella” (p.58), para el sujeto existencial todo está puesto
en su existencia, en la posibilidad de la muerte, ya que para él es como la define
Heidegger (1988) “La muerte tiene que concebirse como posibilidad más peculiar,
irreferente, irrebasable y cierta” (p.281), por lo tanto es una posibilidad y un acto
inevitable, lo cual deja sin ninguna posibilidad al sujeto en el plano de la existencia.

El sujeto permanece angustiado por la existencia, principalmente por la idea y posibilidad


de la muerte, y es a través de la angustia que el Yo se percata del peligro constante en
la existencia, dicha angustia es el sensor que mantiene alerta al sujeto, Hall (1999) “La
angustia es una experiencia emocional penosa producida por excitaciones de los
órganos internos del cuerpo” (p.70), dicha angustia buscará en el Yo, que este se
adelante a los hechos, al percatarse en cada momento de la combustión corporal y
psíquica.

Al respecto de la angustia, es definida por Freud (2011) “Análoga al nacimiento, en el


cual se encuentra desamparado el yo contra las exigencias instintivas constantemente
crecientes, o sea, la primera y más primitiva de las condiciones de la angustia” (p.2867),
es así que podemos comprender que derivada de la relación de las pulsiones, el Yo
inmaduro se encuentra al desamparo de dichas exigencias las cuales dan como
resultado la angustia.

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Ese Yo débil en la existencia busca asimilar de manera ortopédica la demanda que se le
hace, se apoya en la negación y sublimación para hacer más llevadera la existencia a
través de acciones que le permitan anular los pensamiento y las sensaciones mientras
el acto se ve consumado, pero el conflicto principal es la creencia de que dicho momento
llegar en un futuro, es ahí donde nos preguntamos el porqué de la angustia existencial,
si es algo que aún no llega; la respuesta es sencilla, al estar en interacción el binomio
pulsional, el cual emana información potente, hace sabedor del final al Yo, pero no de un
final contundente, sino de finales constantes del día a día.

El Yo experimenta constantemente el poder y presencia del binomio pulsional y por lo


tanto de la muerte, al no poder escapar de esta busca medios que le permitan asimilar,
poner distancia ilusoria, por lo tanto esta en una constante fuga.

Al respecto de la fuga Heidegger (1988) menciona lo siguiente: pero con la cadente

fuga ante la muerte atestigua la cotidianeidad del “ser ahí” que también el uno mismo

es determinado en cada caso ya como “ser relativamente a la muerte” incluso cuando

no se mueve expresamente dentro de un “pensar en la muerte (p.278).

Salvo en intentos evasivos e ilusorios busca salvarse del acontecimiento futuro que aún
no llega, pero dichas evasiones son insuficientes, la relación binominal presenta fuerza
autónoma que predomina e influyen al Yo del sujeto.

La evasión ilusoria conlleva un conjunto de acciones y configuraciones de tipo racional,


con lo cual se busca establecer un dique entre el Yo del sujeto y el binomio pulsional, ya
que al ser la muerte una posibilidad, se encuentra latente todo el tiempo, pero
acompañada de la negación “aún no”, es así que se puede pensar la muerte como un
acto que le sucede a otro que no soy yo, y así comprender los motivos, las causas,
responsabilidades y razones que llevaron al otro sujeto a consumar el acto, como si todo
dependiera de la voluntad de este. Es indudable que el acto mortal forma parte de la vida
cotidiana Heidegger (1988) “uno experimenta día a día, en efecto el morir de otros”. La
muerte es un innegable “hecho de experiencia” (p.281), pero en un primer momento con
la ilusión de que le sucede a otro, por lo tanto parece un acto muy lejano, esto es gracias

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a la esperanza que nos brinda la vitalidad como espejismo de la eternidad, es así que la
fuga es constante, pero no permanente, porque la idea de la muerte, mediante la
negación reafirma su existencia diaria.

Ante la negación se hace uso del recurso racional, lo cual convierte en absurda la
existencia, la cual es para Camus (1989) “vivimos el porvenir: “mañana”, “más tarde”,
“cuando tenga una posición”, “con los años comprenderás”. Estas inconciencias son
admirables, pues al fin y al cabo, se trata de morir” (p.27) marcada por la angustia
derivada de la negación de aquello que tiene nombre, pero aún no es.

En ese hecho cotidiano de la negación, la muerte se convierte en un acto común para


otros, que se sabe de su presencia y que se busca simbolizar en los rituales para una
parcial comprensión de la misma, al respecto nos hace referencia Levi-Strauss (2014)
“La fiesta de los muertos es esencialmente la fiesta de los otros, ya que el hecho de ser
otro es la primera imagen aproximada que podemos hacer de la muerte” (p.37), es así
que mediante la distancia y el apoyo ortopédico, podemos tener un primer acercamiento
ilusorio con la muerte.

El sujeto continua inmerso en la negación o sublimación del acto inminente, donde llega
a establecer una fantasía sobre la muerte, para cuando llegue ya no estere ahí Heidegger
(1988) “como un algo indeterminado que ha de llegar algún día de alguna parte, pero
que por lo pronto es para uno mismo algo aun no “ante los ojos” (p.276), lo cual es
erróneo, ya que con la negación queda de manifiesto la huella primaria natural del sujeto.

En ese primer momento donde el Yo ortopédico del sujeto está influenciado por los
factores pulsionales, busca en la triada del binomio pulsional y el Yo establecer un
sentido, para lo cual intenta apoyarse en la imagen Lacan (2013) “[…] que es establecer
una relación del organismo con su realidad […]” (p.102), en la cual intentará poner toda
su potencia pulsional para generar una guía ideal, así como el apoyo que buscó Moisés
en el Éxodo (14:19) “El ángel de Dios [verdadero] que iba delante del campamento de
Israel partió y se puso detrás de ellos, y la columna de la vanguardia de ellos y se situó
detrás de ellos” (p.94), ese ideal le servía cuando pretendía liberar al pueblo de Israel,
así el Yo ortopédico busca incesantemente el equilibro ante el binomio pulsional.

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Ese apoyo ortopédico genera la ilusión primaria de que la verdad se encuentra fuera del
cuerpo, proyectada en la imagen especular de los cuidadores principales del infante, los
cuales se convierten en otro que le devuelve su propio Yo al sujeto, por lo tanto lo que
sucede en el exterior será benéfico y maléfico para el Yo, de este modo podrá verse
animado por la vida y amenazado por la posibilidad de muerte, la cual está representada
por el pequeño otro del espejismo de sus propios conflictos, siendo este la posibilidad de
que lo deje morir o en algún momento el deseo de matar al otro.

¿Pero quién es el otro? En un primer momento podemos decir que es externo, tal como
se mencionó en el párrafo anterior, pero queremos llegar más lejos, por lo tanto es
importante delimitar quien es el otro, el cual es para Levinas (1987) “Me habla y me invita
a una relación que no tiene medida común con un poder que se ejercita aunque sea por
el gozo o el conocimiento”. (p 219), entonces si me habla es algo distinto al Yo y por sus
manifestaciones es una relación conflictiva, cada vez que se pretende entender al otro
por conocimiento, por gozo o por intuición se pierde, porque su singularidad no permite
posesión total, es así que se buscan las palabras para describirlo, para asimilarlo.

Mediante la relación se establece una adecuación, porque el otro no es estático, es


inestimable, se impone con su alteridad, el rostro del otro tiene significado por sí, Éxodo
(33:20) “Y añadió: No puedes ver mi rostro; porque ningún hombre puede verme, y vivir”
(p.121), es significación sin contexto, el otro es la estructura originaria del sujeto.

Ese otro son los factores del binomio pulsional, los culés nos invitan a saber que la
muerte es de tipo del gran otro, que mediante la relación dialéctica de los factores
primarios, el Yo del sujeto en un primer momento de manera totalizadora, se hará llegar
de aquellos elementos que le permitan asimilar y subsistir con la premisa “sí, pero aún
no”, y se apoya de manera ortopédica con los objetos exteriores, a los cuales les dejará
la carga de la muerte mientras él se encarga de vivir. Es así que la muerte se puede vivir
de manera que sea común a los otros, donde los otros son los que mueren y que en
algunos momentos amenazan la propia existencia, ya que el sujeto al proyectar la
energía se presenta vulnerable a la voluntad de otros; en un segundo momento a través
de la dialéctica entre el binomio pulsional y el Yo, es cómo podemos llegar en el mejor
de los casos a comprender que la muerte es como un otro infinito, el cual habita en el

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cuerpo y la psique del sujeto, que radica en su estructura básica pulsional, donde se
puede establecer una hospitalidad entre estos y el Yo y así cada vez menos ajeno al otro
y por lo tanto a nosotros mismos.

CONCLUSIÓN

Podemos delimitar la muerte como un factor de tipio natural a priori en relación con la
vida, que en la psique del sujeto están delimitadas en pulsiones, estas actúan como
potencia fomentando el desarrollo del Yo, el cual en primer momento busca de manera
ortopédica relacionarse con el semejante, el otro totalizador, para darle sentido a su
existencia mediante la creencia de que la muerte es común a otro, que está en el otro,
que se le puede dar muerte al otro.

En un segundo momento podemos vislumbrar que la muerte del que representa todo,
del otro infinito está en nosotros y que estamos constituidos de ese otro, donde la muerte
es como un otro; llegado este momento se puede continuar con el ejercicio dialéctico de
los factores pulsionales de la relación y el Yo, para ser hospitalario con aquello que
atormenta por ser extranjero y extraño ante los ojos del Yo, sin aun saber que todo lo
que es extraño, se extraña por ser conocido.

BIBLIOGRAFÍA

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