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María Bautista (Ocampo), ocd (1543-1603) María Bautista (Ocampo, o bien, Cepeda y

Ocampo), es sobrina segunda de la Santa. Hija de su primo Diego de Cepeda y de Beatriz


de la Cruz Ocampo. Y hermana de Leonor de Cepeda, carmelita en la Encarnación. Es
una de las carmelitas predilectas de la Fundadora. Gran colaboradora suya. “De las de
mejor entendimiento y talentos” (F 1,3) en el grupo de pioneras de San José de
Ávila. Nacida en Toledo (1543), queda huérfana de madre a los cuatro o cinco años, y es
educada por una de sus tías en Puebla de Montalván (Toledo). Ahí, tía Francisca la enseña
a “rezar y leer y otras cosas de virtud”. Y ahí la encuentra Teresa en 1548 al hacer su
peregrinación a Guadalupe. A sus 18 años, aun siendo muy enemiga de hacerse monja, la
Santa obtiene de su padre que la traiga a la Encarnación (hacia 1561). Ese año participa
en la famosa velada sobre la fundación de un nuevo monasterio y ofrece en ayuda los mil
ducados de su dote. De la lectura de libros de caballerías, pasa a los libros espirituales,
entre ellos a “La Imitación de Cristo”. Y por fin, tras grandes titubeos y luchas internas,
se decide a abrazar la vida religiosa, estado al que “fui desde niña tan poco inclinada...,
que no sé cómo lo encarecer”, escribe ella misma. Ingresa en San José de Ávila
(6.5.1563), donde profesa el 21.10.1564. A ella se refiere T en F 1,3, al contar el episodio
del “cogombro”. Acompaña a la Santa en el viaje a Medina del Campo (agosto de 1567;
F 3), y al año siguiente pasa a la fundación de Valladolid (1568: F 10), donde es supriora
y posteriormente priora (1571), cargo que desempeña varios trienios consecutivos. Gran
amiga y dirigida del P. Domingo Báñez, asesora a la Santa en momentos decisivos de su
tarea de fundadora: en la vocación y episodios dramáticos de Casilda de Padilla (F 10-11
etc.) y de Beatriz de la Encarnación (F 17), en el acomodo de los hermanos de T venidos
de América, en la fundación de Palencia (F 29,1.5), en la ayuda económica a los descalzos
que van a Roma (cta 296,1-2), aceptando sin dote a la hermana de Gracián, María de san
José (cta 295,3). María Bautista vivió en la convicción de ser “la más querida” de la madre
fundadora. Desde joven, su vida espiritual fue ferviente e intensa. Mujer de “gran
ingenio”, según Gracián, de buen sentido práctico, “es allegadora para su casa” según la
Santa, toda una “hurguillas”, dirá de ella en otra ocasión (cta 309,2), o bien: “no sea tan
aguda”, “es recia cosa que piense todo lo sabe”, “más seso tiene que yo”, etc. A veces se
excede en dar lecciones a la propia Santa: “a osadas, que tiene consejos que dar”, “sale
con cuanto desea, Dios la perdone”... Más de una vez, la Santa humorizará a propósito de
sus ocurrencias: “Un poco me hizo reír la carta de su letra, como estaba ya sin aquel
humor...” – “Como tiene tanto pico, no puede hablar con mudos...” Pero, al final, ese su
talante impositivo provoca una sombra que empaña sus relaciones con la Madre, y es la
frialdad con que la acoge en Valladolid, cuando la Santa en su postrer viaje va camino de
Alba (agosto de 1582). Episodio relatado en aguafuerte por la enfermera de la Santa, Ana
de san Bartolomé, si bien totalmente silenciado por la propia María Bautista en su relato
autobiográfico y en su deposición para la beatificación de la Santa. María Bautista
escribió al fin de su vida un apunte autobiográfico que ha llegado hasta nosotros
(publicado por José Mª G. Echávarri y Vivanco (“Santa Teresa de J. en Valladolid”.
Valladolid, 1915, pp. 45-64), en el que cuenta las gravísimas enfermedades que la
aquejaron en sus últimos años y cómo en 1585-1586 tuvo ocasión de venerar en Ávila los
restos mortales de la Santa. Falleció en Valladolid el 10.8.1603. A ella le debemos,
además, la conservación y transmisión de una docena y media de las cartas que le dirigió
T, casi todas ellas autógrafas, y de suma importancia para documentar la biografía y el
pensamiento de ésta. En los procesos de beatificación de la Santa, nos dejó María Bautista
una copiosa deposición: proceso de Valladolid, 12.10.1595 (BMC 19, 37-49). En la
historiografía de la Reforma, figura María Bautista como uno de los grandes modelos de
vida teresiana. Jerónimo de San José hace su semblanza entre las diez primeras “de
insigne y conocida santidad” (Historia del Carmen D., L.1, c.18, n. 9).

Bibl.–Vida de la V. Madre María Bautista. Manuscrito anónimo, en el archivo de las


carm. descalzas de San José de Ávila: 26 ff.; Francisco de Santa María, Reforma de los
descalzos..., 3, 11, 33-34, pp.432-442; Juan Luis Rodríguez, Santa Teresa en Valladolid
y Medina del Campo.Valladolid 1982. pp. 475-483.

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