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ACERCA DE LA INTEGRACIÓN DE LAS TEORÍAS Y LAS PRÁCTICAS EN LA

FORMACIÓN DE LOS NUEVOS DOCENTES: EL PAPEL DE LOS


DEPARTAMENTOS DE APLICACIÓN Y DE LAS ESCUELAS
Dra. María Cristina Davini
5 de junio de 2001

Mucho se ha escrito y mucho se ha discutido acerca del necesario diálogo entre la


formación teórica y la formación en la práctica de los futuros docentes en las
instituciones de formación inicial. Parecería innecesario reiterar las argumentaciones
pedagógicas que sustentan la necesidad de esta relación de "doble vía". Pero
mucho queda por realizar en las prácticas institucionales, en las estrategias
educativas y en las formas organizacionales para facilitarla y profundizarla.
En el diálogo pedagógico, diversos estudios muestran que la inserción de los
estudiantes en las instancias de la práctica en las escuelas se deriva hacia un
proceso de adaptación a las rutinas escolares; con ello pierde el espacio de análisis,
de desarrollo de proyectos conjuntos o de experimentación real, que pongan en
comunicación lo habitual y las nuevas formas de mejora de la enseñanza. En el
diálogo organizacional, existen diversas dificultades para articular las actividades del
nivel terciario y las de las escuelas reales alrededor de un proyecto compartido.
Varias instituciones de formación docente cuentan en su estructura con distintos
niveles escolares, en particular con Departamentos de Aplicación, lo que deberá
representar un campo propicio para profundizar esta relación. Sin embargo, el
núcleo central de las reflexiones y orientaciones alcanza también al resto de las
instituciones de formación de profesores, que también requieren del papel de las
escuelas en estos procesos. Por ello, es que es necesario enriquecer, resignificar y
problematizar este vínculo entre la formación académica y la formación en las
prácticas.
Los Departamentos de Aplicación fueron creados dentro de estas instituciones para
conformar campos reales de aprendizaje y experimentación en la formación de los
nuevos maestros. En consonancia con las concepciones del positivismo pedagógico
de la época, se entendía que los estudiantes deberían aprender "las reglas del
método" para la enseñanza para, posteriormente, "aplicarlas" en ambientes vivos,
como forma de ejercitación y entrenamiento práctico. Previo a este ensayo, el papel
de la observación era importante, como medio de describir y reconocer los pasos
observables de la enseñanza, a la manera de la ciencia positiva. Aún así, y dentro
de estos enfoques dominantes, los Departamentos de Aplicación constituían un buen
campo de articulación de aquellas teorías y las prácticas.
Hoy las teorías pedagógicas han ganado en complejidad y profundidad, se ha
reconocido las dimensiones objetivas y simbólicas, explícitas e implícitas que
atraviesan las interacciones en las escuelas y la diversidad de las culturas y sujetos
que las integran. Se ha comprendido a las prácticas escolares como fuentes de
problemas y base de análisis y se ha entendido que la tarea docente extrapola en
mucho la mera aplicación de un método.
A su vez, las instituciones escolares han sufrido importantes cambios cuantitativos,
por la expansión de la matrícula, y simultáneamente cualitativos, como resultado de
los profundos cambios culturales y sociales. La escuela en sí misma ha sido
interpelada por las nuevas demandas sociales, por el desarrollo acelerado de
distintas áreas de conocimiento y de la cultura, así como por el impacto de las
tecnologías de la comunicación y la información, entre otras complejas dinámicas.
Los Departamentos de Aplicación no han sido inmunes a estos procesos ni a los
nuevos desafíos teóricos y prácticos de la formación de los nuevos maestros.
Esta multiplicidad de factores, la progresiva complejización de las mismas
instituciones escolares y la creciente maraña burocrática de las organizaciones
probablemente hayan contribuído para producir un distanciamiento entre los circuitos
de formación académica de los nuevos docentes y las instancias de la práctica
escolar.
Sin embargo, este distanciamiento es muy riesgoso para la formación de los
maestros y profesores. Ello no sólo empobrece a los procesos de formación
académica por la fractura entre las teorías, las disciplinas y las prácticas. También
obtura el diálogo productivo entre los docentes del Departamento de Aplicación, los
estudiantes y los profesores del nivel Terciario.
Las instituciones de formación docente que cuentan con estos distintos niveles en su
estructura tienen una importante oportunidad de afianzar estos lazos en torno al
objetivo central de formación de los nuevos docentes y, al mismo tiempo, de
enriquecerse mutuamente generando equipos de trabajo para el análisis, el
aprendizaje y el desarrollo de experiencias pedagógicas.
Los nuevos planes de estudio de formación docente que incluirán el trayecto de las
prácticas desde el primer año nos llevarán al desafío de esta construcción conjunta.
Los Departamentos de Aplicación tendrán un importante rol en este trayecto y
podrán aprovecharlo, a su vez, para la mejora permanente de la calidad de la
enseñanza. Algunas instituciones ya han tenido la iniciativa de introducir a los
estudiantes en las prácticas desde el comienzo de la formación. Pero lo más
importante no se reduce a la opción de anticipación de las prácticas sino al
construirlas como espacios de aprendizaje significativo y compartido. Asimismo,
esta articulación representa un campo fértil para el desarrollo de la investigación
pedagógica.
En cuanto a los Institutos que no incluyen en su estructura Departamentos de
Aplicación, y aún para los que sí lo tienen - como las Escuelas Normales Superiores
y otros Institutos- pero necesitan ampliar la gama de experiencias y contextos
educativos, la DGES ha promovido el programa de Escuelas Colaboradoras. Con
ello, se espera superar la mera situación de adaptación a las rutinas escolares,
desde el mismo enfoque de participación en torno al objetivo de formación, al
intercambio y aprendizaje mutuo y al desarrollo de experiencias. También se espera
enriquecer el proceso con diversos contextos en los que se recuperen las
experiencias de las distintas escuelas y se construyan en conjunto nuevas
alternativas de acción para la enseñanza.

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