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Informe de Lectura
Nacionales y gremialistas. El “parto” de la Nueva Derecha Política chilena, 1964-1973.
Capítulo II: “¡Chilenos, a la acción!” El Partido Nacional (1966-1967).
Presentación:
En lo sigue haremos una revisión del trabajo de Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, titulado
“Nacionales y gremiales. El “parto” de la Nueva Derecha Política chilena, 1964-1973”,
específicamente el capítulo dos del texto, en el que la autora centra el análisis en el
nacimiento del Partido Nacional entre los años 1964 y 1967, luego de la muerte de la antigua
derecha política en 1965. En este sentido, la autora trabaja la hipótesis que caracteriza al
Partido Nacional y al Movimiento Gremial de la Universidad Católica como una renovación
y cambio de la antigua derecha política chilena, donde -referido específicamente al Partido
Nacional- se trata de una derecha que tiene proyecto político y que está a la defensiva con
voluntad para la conquista del poder.
Respecto de la autora debemos señalar que es una destacada académica e historiadora
chilena, nacida el 18 de febrero de 1959. Que ha escrito una serie de libros y artículos
académicos dedicados a la historia política reciente de Chile, revitalizando esta rama de la
historiografía desde lo que se conoce como la Nueva Historia Política. Es decir, desde una
perspectiva analítica que desde un sentido crítico pretende reevaluar las tesis de la
historiografía acerca de los procesos históricos recientes que han marcado el devenir
nacional, en un afán por comprender la compleja derrota sufrida por la izquierda chilena a
partir del Golpe de Estado de 1973 y la posterior Dictadura cívico-militar que impuso el
neoliberalismo en Chile. Algunos textos son. Su revolución conta nuestra revolución,
Volúmenes I y II; ¿Revolución proletaria o querida chusma? Socialismo y alessandrismo en
la politización campesina (1911-1932); El golpe después del golpe. Leigh Vs Pinochet (1960-
1980). Varios de ellos con coautoría con Julio Pinto Vallejos.
El texto que vamos a analizar ahora es una publicación del 2008, editado por LOM y
reimpreso el 2016. Nosotros hemos tenido acceso a esta última edición, la que consta de 417
páginas, lo que da cuenta de una importante investigación, ya que como sabemos los editores
son especialistas en reducir el número de páginas para su versión en libro, por lo tanto la
1
versión original debe haber tenido una cantidad considerable de folios. Lo anterior evidencia
una voluntad de la autora por realizar investigaciones bien documentadas -la extensión en
historia no es algo trivial, ya que por el formato de nuestra presentación de evidencias
documentadas es consecuente que una investigación con suficientes evidencias sea de hecho
bastante abultada, al contrario de lo que podría ser un estudio estadístico que hace uso de
muestras simplificadas a través de gráficos-, que puedan ser un real aporte al avance de la
ciencia histórica y no se queden en lo panfletario, como suele ocurrir en el medio. Por lo
mismo, Verónica Valdivia tiene bien ganado su espacio en el quehacer académico nacional,
siendo una de nuestras más importantes historiadoras. Lo que queda ratificado al analizar su
obra, lo que haremos más adelante. Ahora bien, volviendo al texto Nacionales y gremialistas,
este está estructura en una bien escrita introducción, la que detalla los aspectos teóricos y
metodológicos seguidos por Valdivia, así como el marco histórico de la obra y su
posicionamiento en el ámbito historiográfico. Seguida a la introducción le siguen siete
capítulos, a saber: 1) La muerte de la derecha oligárquica, 2) ¡Chilenos, a la acción! El Partido
Nacional (1966-1967), 3) “Por la Patria, Dios y la Universidad”… y la propiedad. El
movimiento Gremial de la Universidad Católica, 4) “Los dolores del parto” (1967-1969), 5)
A la reconquista del control estatal: la elección de 1970, 6) “A la reconquista del cisne”: el
Partido Nacional frente a la Unidad Popular, 7) “Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El movimiento
gremial contra la Unidad Popular.
2
como una forma de contener al bloque socialista. En cambio, nuestra derecha criolla durante
los años 30, lo que ella identifica como la vieja derecha, agrupada en los partidos Liberal y
Conservador -herederos de la tradición política decimonónica-, opera por tanto en las lógicas
del siglo XIX, con un marcado sesgo oligárquico, lo que la vuelve eminentemente no-
moderna. Entre sus características están el ser una derecha que acepta la democracia liberal,
que lucha por mantener el status quo y opera de forma pragmática y gradualistas en el sistema
político chileno. Esta derecha va a morir hacia la década de 1960. Queda por tanto abierta la
invitación a investigar lo que viene después de la muerte política de la derecha tradicional, a
definir por tanto el carácter que asumen los movimientos y partidos que nacen al fragor de la
lucha política durante los gobiernos de Frei y Allende.
En términos historiográficos la obra se enmarca en la Nueva Historia Política, y tiene por
objetivo “Historiar la resurrección de la derecha política entre 1964 y 1973”1. Lo anterior
considerando tan solo de forma referencial a la derecha económica, en tanto fue unas de las
fuerzas ideológicas de la que se nutrió la derecha política. En definitiva, la autora estudiará
la primera fase de formación de los dos exponentes de lo que ella ha denominado como la
nueva derecha, el Partido Nacional y el movimiento gremial de la UC, ambos disputaban en
el espacio político la instalación de su proyecto.
b) Concepto de derecha:
La autora dedica gran parte de la introducción a definir teóricamente su sujeto de estudio. De
esta forma procede a analizar el concepto de derecha en dos dimensiones fundamentales, la
sociológica y la histórica. Desde el punto de vista histórico, recurrentemente se ha señalado
el origen del término derecha al origen de la distribución espacial de las opciones políticas
durante la Revolución Francesa, en el marco de la Convención o en sus diversas formas
asambleísticas. Es decir, hacia la derecha del hemiciclo las posturas más moderadas,
preservadoras del status quo o bien francamente contra-revolucionarias y en la izquierda
aquellas más rupturistas, de avanzada o efectivamente revolucionarias. Este esquema a
marcado los estudios respecto de la derecha, aspecto del que Verónica Valdivia buscará
desligarse, para de hecho quebrar con este esquema clásico y señalar que la derecha puede
ser revolucionaria en tanto tenga un proyecto y voluntad política para implementarlo.2
Siguiendo con la definición de derecha, la autora cita a Norberto Bobbio, quién señala que
hay un aspecto fundamental que divide a la izquierda de la derecha, a saber: los conceptos de
igualdad y desigualdad. En este sentido, el autor sostiene que la izquierda es
fundamentalmente pro-igualdad, mientras que la derecha entiende que la desigualdad es un
dato in-eliminable de la naturaleza humana, sea este resultado de la acción divina o bien
propio del orden natural (racional) de las cosas, desde una lectura más laica.3
Ahora bien, Verónica Valdivia entiende que a nivel general existen dos formas de entender
a la derecha, ya sea como una ideología o bien como una actitud o mentalidad. Para el
1
Valdivia, Verónica, Nacionales y gremialistas. El “parto” de la nueva derecha política chilena, 1964-1973,
Editorial LOM, Santiago de Chile, [2008] 2016, p. 23.
2
Valdivia, V., Op., cit., p. 26.
3
Ibidem, pp. 26-27.
3
marxismo, por ejemplo, no es sino un conjunto de ideas que pretenden alienar a las masas
para defender la propiedad privada y el Estado capitalista, es decir: es una ideología de la
clase dominante que permea al resto de la sociedad. En tanto, para la tradición sociológica,
como por ejemplo la planteada por Robert Nisbet, la derecha pese a su diversidad reconoce
un núcleo común, esta visión es la que autora denomina esencialista. Para tal lectura, ese
núcleo duro estaría constituido por ideas como: comunidad, autoridad, status, lo sagrado, la
alienación, y su respectivo némesis o contrario a tales ideas, contra el que la derecha se
articularía para combatir. Por otra parte, en esta misma lectura sociológica esencialista,
Rogert Scrutton señala que la derecha es una ideología que defiende doctrinas conservadoras,
donde son importantes valores como la obediencia, la legitimidad y la piedad más que la ley,
el conservadurismo cultural, el respeto al principio hereditario y los derechos prescriptivos,
y la creencia en la propiedad privada como única compatible con la libertad individual. La
autora concluye que tal visión a encasillado a la derecha en varias tendencias: reaccionaria,
moderadora y contrarrevolucionaria.4 Otras perspectivas, como la de Marcelo A. Pollack
critican este esencialismo sociológico el que califica de eurocéntrico, y donde no se
reconocen por ejemplo características propias del desarrollo histórico de América Latina en
la conformación de lo que se denomina como derecha. En este sentido, el autor señala que la
derecha es más bien una “referencia espacial que conecta diferentes estilos de pensamiento
que han surgido como referencia a la izquierda”5. Para Pollack, no se debe buscar una
coherencia entre las distintas corrientes derechistas, ya que a lo largo del tiempo estas han
ido mutando en función del adversario político (en el siglo XVIII la ilustración, en el XX el
socialismo). La autora concluye que esta última perspectiva permite ver a la derecha como
no como una fuerza estática, sino dinámica y que evoluciona.6
En síntesis, de todo lo anterior, la autora concluye que:
Luego de realizar este análisis teórico la autora toma posición respecto del debate
historiográfico nacional, para señalar que lo estudios en Chile han centrado el análisis en la
4
Ibid., p. 27.
5
Íd.
6
Ibid.., p. 28.
7
Ibid., p. 30.
4
relación causal entre la “radicalización” de la izquierda en los 60´ y el desarrollo de la nueva
derecha, específicamente en el Partido Nacional y el Movimiento Gremial. Ambos serían la
reacción conservadora frente al avance de esta izquierda radicalizada. La autora señala a este
respecto que: “buscaremos eludir ese procedimiento causal, sin abandonar la
interdependencia”.8
Otro factor que la autora considera desde esta mirada histórica, es lo planteado por Norberto
Bobbio, referido al concepto de igualdad. En este sentido la autora hace hincapié en que la
derecha ve a las personas como eminentemente desiguales, lo que sería un aspecto esencial
de la derecha a lo largo del tiempo, que pese a las diferencias según el período se mantiene.
Se identifica en la derecha una noción de orden natural el que difícilmente puede ser alterado,
independiente de las transformaciones que se estén produciendo. Para Verónica Valdivia este
aspecto de la antropología de la derecha es fundamental, en tanto permite comprender el
concepto de cambio en la derecha. En este sentido señala:
De esta forma, en el caso latinoamericano y en el chileno, la derecha está marcada por una
cultura emana del latifundio que es en definitiva cómo la oligarquía entendió (y aún hoy
entiende) la sociedad. Donde la idea de privilegios, status quo y jerarquías sociales son un
dato de la causa y donde la desigualdad es un hecho ineludible de la realidad. Esta concepción
del orden social permeó a otros segmentos de la sociedad, quienes crecieron al alero de la
hacienda y que reprodujeron dichas lógicas en los entornos urbanos. Históricamente, al
menos a partir de la década del 30´, fueron el universo electoral de la derecha chilena. En
definitiva, los conceptos de orden natural y desigualdad son dos elementos centrales de la
identidad de la derecha.
La autora concluye este segmento de su investigación señalando que:
c) Hipótesis de investigación:
8
Id.
9
Id.
10
Ibid., p. 31.
5
los sesenta -el Partido Nacional y el Movimiento Gremial UC- no es un sector asustado y la
defensiva, tal como lo ha señalado la historiografía, sino que por el contrario cuenta con un
proyecto y tiene la voluntad de competir por el poder. Es decir, es una derecha moderna que
deja atrás a la vieja derecha, que estuvo gran parte del siglo XX, especialmente durante la
segunda mitad, que es cuando se dieron las grandes transformaciones políticas, a la defensiva,
operando aún en esa fecha en las lógicas del siglo XX, en el que intentaban contener los
avances desde la izquierda y el centro por medio de la negociación y el uso de sus sectores
clientelares. Radicadas en nichos electorales (el campesinado), que les impedían competir
por el control del Estado. Tampoco les interesaba, habían desechado y despreciado el rol de
la política para radicarse en la actividad empresarial. Al contrario, la nueva derecha se
articula en torno a un proyecto y va a la conquista del Estado y el espacio político, ampliando
su base electoral luego del fracaso de las elecciones de 1965. Por tanto, la autora identifica
como elementos fundamentales del proceso de modernización de la derecha la recuperación
del valor de la política, la concepción global de la acción colectiva y del rol del Estado, así
también en el estilo de hacer política, el que adoptó rápidamente las formas empleadas en la
época, con una propaganda de avanzada que utilizaba los medios tecnológicos a
disposición.11
Se discute además la idea de que hacia la década del 60´se había dado un proceso de
radicalización de la izquierda, lo que había marcado el desarrollo de la nueva derecha política
(en la lógica causa-efecto, antes criticada por la autora). Al contrario, Verónica Valdivia,
como buena historiadora y osada en sus planteamientos, señala que por el contrario la
izquierda estaba enfocada en la implementación de su proyecto político a través de las vías
institucionales, por lo que en realidad se vive en ese sector es un momento de moderación. A
lo anterior se agrega que el proceso de conformación de la derecha moderna o nueva derecha
se da anterior al proceso de aparente radicalización de la izquierda, lo que en definitiva se
habría producido a finales de la década del sesenta, mientras que el partido Nacional nace en
1966. Otro aspecto que demuestra que la derecha no está a la defensiva ante esta
radicalización, es que es una derecha a la ofensiva, que se plantea como refundacional con
un proyecto político claro y con serias intenciones de poder, tal como ya se ha citado a partir
del análisis de la autora.
II. Análisis del capítulo: ¡Chilenos, a la acción! El Partido Nacional (1966-1967).
El capítulo se divide en una presentación o introducción, donde se detallan los principales hitos
históricos que dieron forma al nacimiento del Partido Nacional, así como también la discusión con la
historiografía sobre el carácter de este partido político y donde se plantea la hipótesis a defender.
Seguido de lo anterior, existen dos apartados titulados, el primero de ellos: El Partido Nacional: una
derecha ofensiva, donde trabaja la hipótesis planteada anteriormente ahora desde un análisis de los
documentos, lo que vendrían a comprobar la tesis planteada. Seguido de un segundo apartado titulado:
El primer parto: la pugna proyectual en el Partido Nacional, donde se evidencia el problema que
significó reunir a liberales (junto a neoliberales), nacionalistas y conservadores en un solo partido, y
11
Ibid., pp.31-34.
6
que en definitiva dio forma al proyecto del Partido Nacional. Finalmente, el texto culmina con una
síntesis de lo antes planteado.
a) El contexto político:
Según la autora, la “reforma constitucional de 1965 fue el verdadero golpe demoledor a la derecha
oligárquica, pues fue lo que la enfrentó a su inminente desintegración”12. Con este postulado,
Verónica Valdivia hace hincapié en un hecho fundamental para la renovación política de la derecha
chilena, este dice relación con la definición de la Democracia Cristiana de llevar adelante su proyecto
de transformaciones, el que estaba visado e incentivado por Estados Unidos (cuestión de la que la
autora no hace mayor mención). En este sentido la autora entiende a la DC como un partido
ideológico, con un proyecto político claro, en control de buena parte del Parlamento y por lo mismo,
decidida a llevar adelante el proyecto. En este contexto, el empresariado vio limitadas las
posibilidades del cooptar el aparato del Estado para morigerar los cambios, con lo que uno de los
principales mecanismos de contención empleados por la vieja derecha política quedó limitado por el
carácter del partido de gobierno: una agrupación con amplio respaldo en los funcionarios públicos.
Ante esta situación se hizo evidente para algunos que las formas políticas ya no podían ser las mismas,
que se necesitaba tener una vocación de poder con una clara voluntad de controlar el Estado para por
esa vía corregir el rumbo del país y ponerlo en línea con el proyecto de la derecha política y económica
(el alessandrismo y la economía social de mercado al estilo Alemán).
En este sentido, la derecha comenzó un proceso de convergencia a partir de octubre de 1965, cuando
conservadores y liberales fueron barridos del sistema político en unas elecciones que dieron el golpe
de gracias a la derecha política institucional. Esto fue el corolario de un proceso de transformaciones
que había minado su base social y electoral, a partir de las reformas aplicadas en el agro, tales como
la reforma agraria, que redujo el poder de los latifundistas, así como la creación de sindicatos de
campesinos, que dieron autonomía al campesinado, principal grupo clientelar de la antigua derecha.
Esto acompañado de la aparición de una clase media rural a partir de los nuevos propietarios.
Verónica Valdivia señala a este respecto:
12
Ibid., p. 79.
13
Ibid., p. 80.
7
2. Por otra parte, están aquellos que entienden al Partido Nacional como una
renovación ideológica de la derecha, sostenida mayormente en el aporte de los
grupos nacionalistas que se integraron a él y que le ofrecieron nuevos principios
y estilos. En esta lectura se matriculan la propia Verónica Valdivia, Andrés
Benavente, entre otros.
3. Finalmente, están aquellos que desde una lectura más condescendiente o menos
crítica, entienden al Partido Nacional como una derecha renovadora, abierta a
nuevos segmentos sociales, decidida a crear un nuevo orden basado en el trabajo
y el servicio a la comunidad. Entre los(as) académicos(as) que sostienen esta tesis
está Bernardita Wlaker y Ana María Durruty.
Frente a esto, la autora toma posición y señala que:
“Desde el punto de vista de este estudio, la nueva derecha que emergió en este
momento, identificada con el Partido Nacional, era una mixtura entre la anterior
y una realmente novedosa y, por lo mismo, no alcanzó a constituirse en la nueva
derecha, en tanto expresión de todos los sectores a quienes pretendía convocar y
en torno de un proyecto reconocido por todos.”14
c) La continuidad y el cambio:
El partido estaba compuesto por distintos grupos, entre ellos los representantes de las antiguas
colectividades partidarias, el partido conservador y el partido liberal, así también grupos de
empresarios, los que la autora identifica como la derecha económica y miembros del movimiento
nacionalista. Todos estos grupos impidieron que hacia 1967 se constituyera una línea política común
y coherente, siendo la pugna entre facciones lo principal de su dinámica política. En este sentido, la
autora hace mención que una de las principales herencias de la antigua derecha fue el anticomunismo
declarado, el que ahora no solo estaba restringido a combatir a los partidos marxistas, ya que la
democracia cristiana había demostrado que en realidad el peligro era en general el cambio estructural
de la mano de lo que ellos identificaban como regímenes totalitarios (marxismo y comunitarismo).
Esto pues la democracia cristiana había puesto en entredicho uno de los principios del orden político
y económico nacional, sostén de todos los otros derechos y elemento fundamental de la libertad
humana: la propiedad privada, a través de su reforma constitucional. A lo anterior se agrega la
presencia de los antiguos cuadros diligénciales de los partidos conservadores y liberales en el nuevo
partido. Ambos aspectos, como elementos de continuidad entre la vieja y la nueva derecha.
Entre los elementos de cambio, Verónica Valdivia identifica la base social del partido, la que dejó de
ser oligárquica y se abrió a las capas medias. A esto se suma la pugna al interior en la construcción
del proyecto político, lo que era bastante novedoso, ya que la antigua derecha carecía de uno, y de
pasar de no tener ninguno, la derecha puso a disposición del partido, sus militantes y adherentes tres
proyectos distintos y en pugna por alcanzar la hegemonía de la derecha. Junto a lo anterior, la nueva
derecha se abrió a la Juventus y entró a diputar un segmento de la población que estaba representado
por los partidos de izquierda y por la democracia cristiana. Esto la llevó a utilizar distintos métodos
de propaganda y de formación de masa crítica y cuadros, sobre todo en las universidades, principal
nicho de las fuerzas de izquierda y de la DC.
14
Ibid., p. 81.
8
En definitiva, la autora concluye planteando su tesis respecto del Partido Nacional, señalando:
Entre los grupos que conformaban el Partido Nacional se encontraban, junto a los partidos
conservadores y liberales, los grupos nacionalistas liderados por Jorge Prat Echaurren, antiguo
estanquero y con una marcada ideología llamada portalianismo contemporáneo. Asimismo, estaba
los empresarios, representados por el dirigente liberal Pedro Ibáñez Ojeda, con ideas económicas de
carácter neoliberal y anti-desarrollistas. Ambos grupos fueron convocados en marzo de 1966 a formar
un nuevo partido junto a los liberales y conversadores, el que tendría por objetivo político la defensa
de la iniciativa individual y de la democracia contra los proyectos totalitarios representados por la
izquierda y la DC. Respecto de este último partido, la lectura de la derecha lo identificó como
representativo de intereses totalitarios, cercano al fascismo que proyectaba un régimen de partido
único, lo que atentaba contra la democracia y la libertad. Esto quedó sellado en 1965 cuando a partir
de la mencionada reforma constitucional la DC trastocó la sacrosanta propiedad privada. Que según
líderes como Pedro Ibáñez era atentatoria contra la tradición jurídica nacional y transgresora del
Estado de Derecho.
En cuanto a la incorporación de los grupos nacionalistas, quizás sea el aspecto más complejo de la
fusión, ya que tal como señala Verónica Valdivia:
En efecto, las posturas del movimiento nacionalista eran incómodas para una derecha que veía en
ellos el germen nazi-fascista. Grupo que estaba liderado por Jorge Prat, un antiguo estanquero que
reivindicaba la figura de Diego Portales en lo que hemos señalado como un portalianismo
contemporáneo, críticos de la democracia liberal y partidarios del decisionismo. Que en línea con los
populismos fascistoides latinoamericanos, propusieron eliminar la lucha de clases por medio de una
relación armónica entre el capital y el trabajo, y que al contrario de la antigua derecha, ven en los
militares la reserva moral de la nación con un rol activo en el quehacer político nacional. Grupo
integrado por pratristas, el movimiento Liberal Balmacedista, algunos ibañistas, el movimiento
nacional sindicalista y oficiales de las Fuerzas Armadas en retiro. Claramente sus posturas causarían
resquemor en el naciente partido, generando lo que la autora denomina el primer parto.
15
Id.
16
Ibid., pp. 85-86.
9
Finalmente, el 10 de mayo de 1966 se firma el acta fundacional del Partido Nacional y el 11 de marzo
se concreta su inscripción en el SERVEL. El principal acuerdo que aglutinó a las partes fue el de
desarrollar una colectividad socialmente, amplia, defensora de los principios de la patria, la familia,
la iniciativa individual y la justicia social. Con esto queda estructurada la nueva derecha, la que cuenta
con un proyecto político (o más bien varios proyectos), una nueva base lectoral y que se plantea la
recuperación de la actividad política.
17
Ibid., p. 97.
10
IV. El primer parto: la pugna proyectual en el Partido Nacional.
Al inicio del apartado la autora cita la declaración de principios del Partido Nacional, donde según la
autora se definen las tres almas que confluyen al interior del partido, expresiones de tres proyectos
distintos pero complementarios. En esa declaración de principios se señala:
Se evidencian según Verónica Valdivia tres proyectos, representativos de la derecha económica, los
liberales y conservadores, que además eran alessandristas, y los nacionalistas. En lo que sigue del
apartado la autora dará revista a las distintas corrientes y cómo ellas inciden en el espacio del juego
político al interior del partido para que sus postulados sean adoptados como parte del proyecto político
en construcción.
Otro aspecto a considerar como aporte de la derecha económica fue la de rectificar la política
tributaria, lo que en línea con lo anterior debería operar en función de la libertad individual y el
estímulo para el trabajo, eliminando políticas demagógicas, la desaparición de las franquicias
tributarias y bajo un criterio de igualdad en el reparto de las cargas públicas, tal como se señala en
sus Fundamentos doctrinarios y programáticos, citados por la autora. Esta política estaba en línea
además con los fundamentos doctrinarios, los que eran una manifestación a escala nacional de la
experiencia alemana, denominada como economía social de mercado, a la que se sumó la experiencia
18
Introducción a la Declaración de Principios del Partido Nacional, citada en Valdivia, V., Op., cit., p. 100.
19
Verónica V., Op., cit., pp. 100-101.
11
de la misión Klein-Saks durante los gobiernos de Ibáñez y Alessandri. Que proponía una incipiente
liberalización de la economía. Según la autora:
“El programa del partido se proclamaba defender del capital e iniciativa privada
en una perspectiva contraria a lo que había sido la tónica en las últimas décadas
y claramente a favor de un proceso de acumulación que requería disminuir las
intervenciones ajenas a las decisiones del capital, ya fuera en materia de
producción o de trabajo”.20
A lo anterior había que agregar una nueva política de salarios “justos”, alejada de las negociaciones
partidarias en el parlamento en diálogo con los sobre-ideologizados sindicatos, ajustando las
remuneraciones a las utilidades de la empresa, en contra de la lógica colectivista sostenida por el
movimiento obrero.
Estaba también presente en los empresarios representados por Ibáñez la recuperación del derecho de
propiedad a la situación inmediatamente anterior, proclamándose defensor de los empresarios y
contrario a aquellos miembros de su clase que eran clientes del Estado a través de CORFO. Se busca
por tanto, como ya hemos mencionado, la liberalización de los mercados en lo que el Partido Nacional
“una política económica realista”, la que suponía terminar con el proteccionismo estatal para abrir la
“sana competencia”. Esto según la autora marca un antes y un después, respecto de la antigua derecha
que no estaba incómoda respecto de esta relación entre el empresariado y el Estado en el marco del
modelo de desarrollo.
La reforma agraria también era una preocupación para los miembros del ala económica del partido.
En este sentido, se sostiene desarrollar una reforma al agro que no lleve consigo una expropiación
masiva de terrenos como los llevados adelante por Frei Montalva y que se profundizarían con Allende.
El Partido propone en este caso respetar aquellos productores que sean eficientes y sólo entregar
aquellas tierras mal explotadas, sin un despojo de ellas. Otra vez el criterio acá es el de la eficiencia.
20
Ibid., p. 102.
12
“Esto tenía como propósito debilitar la injerencia partidaria en la formulación
de políticas, especialmente en lo atingente al desarrollo de la iniciativa
económica y social, como el ajuste automático de salarios y actividad sindical.”21
En función del objetivo antes planteado, era necesario desarrollar una reforma al Código del Trabajo
y de la legislación laboral, en función de recuperar el sentido de cooperación al interior de la empresa
y suprimir de esa forma el conflicto entre capital-trabajo o derechamente la lucha de clases, planteada
desde la izquierda. También reducir la influencia de los sindicatos en el sistema político a través de
los partidos. Es por esto que era fundamental para el gobierno empresarial implementar una política
de funcionarios públicos tecnocráticos alejados de las discusiones partidarias y de los sindicatos.
Junto al fortalecimiento del presidente, con una posible reelección que no pasara por el congreso, así
como de la recuperación del Estado de Derecho, por medio del restablecimiento del derecho de
propiedad a condición de principio fundamental de la tradición jurídica, los conservadores y liberales
hicieron hincapié en la reducción del aparato del Estado, el que según su opinión había crecido de la
mano del populismo y de las necesidades laborales de los partidos que controlaban el aparato público.
Lo que estaba en línea con la política alessandrista de reducir el tamaño del Estado. “En suma, la
vertiente histórica dentro del programa de la nueva colectividad se hizo presente en el área
institucional y administrativa”.23
21
Ibid., p. 105.
22
Id.
23
Ibid., p. 107.
13
En cuanto al destino de la nación chilena, lectura derivada de una determinada mirada histórica, los
nacionalistas creían que el Estado debía asegurar el legado histórico de la nación, es decir la tradición
y los valores nacionales. Por lo mismo, el Estado debía promover una educación que formara en estos
valores, muy lejos de la perspectiva de una historia crítica planteada desde la nueva historia, de
carácter marxista. De esta forma, al enseñar en los valores nacionales se crearía una unidad nacional
que permitiera combatir las divisiones planteadas por el conflicto de clases que el marxismo y el
movimiento sindical habían difundido en el país, y que habría quebrado la unidad de la nación. Unidad
que era necesaria para que Chile alcanzara los más altos objetivos, los que desde una lectura portaliana
estaban puestos en posicionar al país como potencia en el Pacífico, con un control de las rutas
mercantiles y con un aumento del presupuesto de la defensa, a fin de contrarrestar el poder de los
enemigos históricos de Chile: la alianza entre Perú y Bolivia. La autora concluye de lo anterior que:
“El proyecto cultural del Partido Nacional, por lo tanto, buscaba reponer la
hegemonía decimonónica”.24
Seguido de lo anterior, los grupos nacionalistas, contrario a lo sostenido por sus aliados conservadores
y liberales, planteaban un rol activo para las fuerzas armadas. Era un cambio significativo respecto a
la política que había mantenido la vieja derecha, que señalaba que las fuerzas armadas debían cumplir
un rol en la defensa externa, pero no de injerencia en los asuntos internos del país. Por el contrario,
los estanqueros, con Prat a la cabeza, señalaban que las FF.AA debían incorporarse a la defensa de la
institucionalidad y que por tanto debían ser considerados como la principal reserva de la nación. En
este sentido, se debía abandonar la política de reducción presupuestaria para las fuerzas armadas y
poner a disposición los recursos necesarios para fortalecer la defensa nacional. Otra propuesta fue la
reactivación del Servicio Militar del Trabajo, creado por Ibáñez en 1954, para continuar con el
proceso de colonización del país. Por último, se planteaba que las fuerzas armadas debían actuar si
había un peligro para la nación.
“Tal como Prat sostenía, era necesario que las fuerzas armadas salieran de la
vitrina en la cual se las arrinconaba”.25
Otro aspecto que aportaron los nacionalistas, fue la idea de conquistar la armonía social. Es decir,
superar los antagonismos planteados desde la izquierda en torno a la lucha de clases, pero también
sostenidos por la derecha oligárquica y empresarial, los que por medio de sus privilegios acentuaban
las diferencias que eran caldo de cultivo para las ideas marxistas. Era necesario reforzar la idea de
que la nación tenía un destino común que involucraba al conjunto de la comunidad. La sociedad sin
conflictos necesitaba de una nueva política laboral que reconociera los derechos de patrones y
trabajadores, a fin de erradicar el conflicto entre el capital y el trabajo, tal como habían planteado
líderes populistas en América Latina, como Juan Domingo Perón [esto no lo plantea la autora]. Eran
partidarios de una legislación social que permitiera la protección y colaboración de los sindicatos,
evitando la utilización de los trabajadores por los partidos.
24
Ibid., p. 109.
25
Ibid., p. 111.
14
“El nacionalismo pretendía, así, enfrentar el evidente fraccionamiento de la
sociedad chilena del momento, colocando a la nación en un sitial superior, al que
debían tributarse las renuncias necesarias”.26
Finalmente, los nacionalistas postulaban una nueva forma de concebir la democracia, esta vez al
margen de las concepciones liberales, en lo que ellos llamaron una democracia orgánica. Concepto
que retoma el corporativismo presente en los movimientos nacionalistas del siglo XX y algunas
experiencias totalitarias de corte fascista, donde el régimen político está articulado no en torno a
partidos, sino a los llamados cuerpos intermedios. En este sentido, tuvieron influencia los postulados
del MNS de González Von Marées, quien años antes ya había planteado algo semejante.
V. Síntesis de la autora:
Lo analizado en este apartado, autora concluye que en la derecha hubo distintos sectores que entre
todos revalorizaron la política, la decisión de luchar por imponer una economía por fuera de los
postulados del desarrollismo, reduciendo al influencia del Estado, además de neutralizar a los partidos
y movimientos de izquierda, entre ellos el movimiento obrero por medio de una nueva legislación
laboral que acompañada de una reforma constitucional permitiera quebrar el desequilibrio de poderes
en favor del ejecutivo, tal como planteaban los grupos alessandristas. Ahora bien, en la construcción
del proyecto no hubo concenso en torno a todos los planos, a cambio se procedió a una transacción
tal como se evidencia en el problema de las fuerzas armadas y su rol en la sociedad y en el papel del
Estado en áreas estratégicas (los nacionalistas fueron partidarios de una participación mayor del
Estado en áreas cruciales, con respeto de la propiedad privada y de los individuos). La autora señala
a este respecto que:
“Contradicciones que eran reflejo de los distintos proyectos que pugnaban por
convertirse en el proyecto para toda la derecha. Dentro del Partido Nacional es
posible observar tres: el neoliberal, el liberal autoritario y el nacionalista. Hasta
1970 ninguno de ellos logró imponerse del todo”.27
Del texto podemos señalar que una obra fundamental para el estudio de la derecha en Chile, sobre
todo para comprender cómo es que producido el golpe de Estado de 1973 el régimen tuvo un proyecto
histórico al que echar mano, más allá de las asesorías técnicas que sobre la marcha plantearon los
Chicago Boys. Por lo mismo, esto demuestra la utilidad de una cuidadosa operación historiográfica
desarrollada por la autora, en tanto abre el pasado, para quebrar el presente comprender la derrota
histórica de la izquierda del carácter del proyecto que se vive en la actualidad.
Por otra parte, el texto no profundiza en el análisis del concepto de fascista, tal como fue catalogado
el partido nacional por la historiografía, lo que nos lleva a preguntarnos si acaso su condición de
contra revolucionario e instrumento de los grupos hegemónico para detener el avance de los proyectos
transformadores, condiciona el hecho de que en definitiva sea o no una derecha moderna, a la
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Id.
27
Ibid.., p. 13
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defensiva, con proyecto y con vocación de poder. Al contrario, creemos que su condición de contra-
revolucionario es de hecho lo que permite entender la voluntad puesta en materializar un proyecto
alternativo para el país. Ya que ser contra-revolucionario no es necesariamente volver a la situación
anterior o mantener el status quo, sino que tal como lo muestran las experiencias históricas en el
continente y en Europa, el fascismo es una forma de entender la sociedad que cuenta con un proyecto
alternativo al liberalismo y al marxismo. Contrario a lo que planta la autora, el Partido Nacional puede
ser fascista, contra-revolucionario y tradicionalista y a la vez tener un proyecto y voluntad de poder
para materializarlo. En lo que sí coincido, es en el hecho que representa una renovación de la antigua
derecha política, tal como señala la autora, lo que además está muy documentado en su análisis.
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