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MENSAJES 1996
MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DE 1996,
PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, los hombres han olvidado que soy el Creador.
Yo deseo que todos los hombres vivan en paz. Es mi
deseo, hijos míos, que todos los hombres vivan mi
palabra. ¡Ay, pastores de mi Iglesia, predicad mi
palabra como os la he enseñado! Yo os di la sabiduría
y os sigo dando para que entendáis mis escrituras, las
viváis y las prediquéis a los hombres tal como están
escritas, hijos míos. El mayor presente que podéis
hacer a mi Corazón es el de apartaros del pecado;
venid a Mí, que Yo os perdonaré todas vuestras culpas.
Quiero que todos gocéis de la vida eterna. Hijos míos,
muchos pastores se dejan infiltrar el Enemigo y en sus
necios conocimientos confunden la palabra de Dios,
que es la verdad, en mentira. Hijos míos, predicad el
Evangelio pero no lo desfiguréis. Los hombres, muchos
de ellos, están confusos. Muchos de vosotros, hijos
míos, pastores de mi Iglesia, amáis a la creatura pero
no amáis a su Creador.
¡Ay, pastores santos, os pido a vosotros que seáis
fuertes y valientes y prediquéis la palabra de Dios,
pues en la Iglesia hay mucho trabajo, hijos míos, y
pocos que quieran trabajar para ella! Sed obedientes a
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la Roca y a aquél que tiene las llaves de la Iglesia, al
representante de Cristo, y seguid el camino santo que
vivís y practicáis, hijos míos. No os dejéis engañar por
aquellos otros pastores tibios que desfiguran mi
Evangelio y no trabajan para la Iglesia, pero se sirven
de la Iglesia. Los pastores tienen que trabajar para su
grey. Hijos míos, no seáis asalariados, ni trabajadores
del mundo, trabajad para la Iglesia y en la Iglesia. ¡Hay
tanta necesidad de predicar la palabra de Dios, de
predicar un Dios misericordioso, justo, que el último día
juzgará a los hombres según sus obras y según para la
empresa que hayan trabajado! Hijos míos, trabajad
para mi empresa que hay muchas almas que tienen
ansia de Dios, hijos míos, pero tienen un
desconocimiento muy grande de Él, hijos míos.
¿Hasta cuándo todo un Creador, Creador de todo, de
cielos y tierra tiene que estar avisando a sus
creaturas? Yo pido, hijos míos, que cumpláis las leyes y
las enseñéis a los hombres, y el mundo irá mejorando,
hijos míos. No veis la corrupción que hay en el mundo,
porque el hombre está sin Dios; y vosotros, donde veis
que hay fruto no lo recogéis hijos míos. ¡Ay, pastores
de mi Iglesia tan amados por mi Corazón, aquéllos que
no seáis capaces de vigilar vuestro rebaño para que
sea gobernado por un solo pastor y una sola Iglesia, la
Iglesia que fundó Jesucristo! Os quedáis en lo humano,
repito, hijos míos, y estáis apartando todo lo divino.
¿Cómo no explicáis, hijos mías, que la Palabra se hizo
Carne para habitar entre los hombres; que el Hijo de
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Dios se humanizó para que los hombres se divinizasen,
para llegar un día a la divinidad increada? Y todo, hijos
míos, fue por una sola palabra de una creatura que
dijo: "hágase en Mí según tu palabra". La virginidad de
María, hijos míos, y en la virginidad de María se
engendró el Hijo de Dios; virgen antes y después de ser
Madre del Verbo Encarnado.
LA VIRGEN: ¿Cómo los hombres pueden dudar de mi
Virginidad, hijos míos? Yo grito que mi Virginidad fue
intacta. Fui inmaculada, sin mancha, para ser Madre
de Dios y Madre de la Iglesia. Hijos míos, sacerdotes
queridos por mi Inmaculado Corazón, enseñad a los
hombres el Evangelio tal como está escrito y amaos
unos a otros como Cristo os enseñó.
EL SEÑOR:
Todos los que cumplís mis leyes, las leyes del Evangelio,
que fueron escritas para los hombres, para su
salvación; ¡ay pastores, aplicadlas!, aplicadlas y
enseñad a los hombres la fe, la penitencia, y que se
alimenten de la Eucaristía, pues Yo dije: "estaré con
vosotros hasta el fin del mundo" y "el que coma mi
Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna". Por eso,
hija mía, pido a los hombres de buena voluntad que
cambien sus vidas y que vengan a mi Corazón, que mi
Corazón los espera. Por muy grandes que sean sus
pecados, mayor es mi misericordia. Pero si no quieren,
hija mía, vendré como juez, no vendré como amigo.
¿Hasta cuándo, hijos míos, vais a tener el corazón tan
endurecido? Si Yo os doy todo lo que necesitáis, hijos
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míos. Pedís la lluvia, aquí la tenéis y con mucha
inmensidad. Pedís perdón de vuestros pecados, y aquí
estoy con los brazos abiertos para perdonaros, hijos
míos. ¿Cómo sois tan ingratos conmigo? En el mundo
existen las guerras, las discordias, los crímenes, la
corrupcion, el desorden, porque Dios no están en él;
porque los hombres han dspreciado a la Divina
majestad de Dios, y el hombre sin Dios se gobierna por
sí mismo y así está el mundo, hijos míos, porque el
hombre no se deja gobernar por Dios..., (El Señor hace
ver a Luz Amparo, en imágenes horribles, la situación
actual del mundo.)
AMPARO: ¡Oh!... ¡Ay, qué horror!...
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, así está el mundo.
AMPARO: ¡Ay, cómo triunfan los pecados!... ¡ay!
EL SEÑOR:
Satanás, hija mía, se aprovecha de las almas y más de
las almas queridas por mi Corazón; se infiltra en
muchos conventos; se infiltra para que los hombres se
contagien unos a otros, y el mundo está en manos de
Satanás. Sed valientes, hijos míos, amad a la iglesia de
Cristo. Amad los Mandamientos y cumplidlos. No os
avergoncéis de Dios. Sacerdotes míos queridos, tan
amados por mi Corazón, sed valientes y predicad la
palabra según esta escrita. Y vosotros, aquellos que os
avergonzáis de Dios y del distintivo de vuestro
sacerdocio, hijos míos, ¡ay!, por esa confusión que
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estáis sembrando en la tierra, hijos míos, no seréis
revestidos de la vestidura santa, porque os habéis
querido quitar esa vestidura tan bella, hijos míos, que
os distingue y que os protege de tantos y tantos
pecados. Lo mismo que la señal del cristiano es la
Santa Cruz, la señal del sacerdote es la vestidura, hijos
míos; ¿cómo la habéis arrinconado? Teméis perder la
vida; no temáis a los que os pueden quitar la vida,
temed a perder el alma, hijos míos. Mira, hija mía,
cuántas almas, privilegiadas por mi Corazón, fieles a Él,
están en un lugar disfrutando de la presencia divina
del Dios increado.
AMPARO: ¡Ay!, ¡ay, Dios mío, qué grandezas!, ¡ay Señor!
EL SEÑOR:
Este día, hijos míos, el presente que os pide mi Corazón
es el de la humildad, la obediencia a la Santa Madre
Iglesia; que cumpláis las leyes de Dios. Y vosotros, hijos
míos, amad mucho al Vicario de Cristo; él representa a
Cristo en la tierra, orad por él, sufre mucho y es muy
despreciado por muchas almas cercanas a él. Orad,
hijos míos, y acercaos al sacramento de la Penitencia
y de la Eucaristía. Y vosotros, sacerdotes, acercaos a
los confesionarios para pastorear a las almas y
llevarlas al rebaño de Cristo, es vuestra misión, hijos
míos. Trabajad con las almas, esa fue la misión que Yo
encomendé a mis Apóstoles: id por toda la tierra y
predicad la palabra de Dios; y así se quedó escrito para
que los sucesores de ellos sigan predicando la palabra.
¡Ay, hijos míos, qué confusión hay entre los hombres!
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Quiero que os fortalezcáis en mi amor y no tengáis
miedo y seáis valientes a predicar la palabra de Dios y
a servir a la Iglesia. Vuestra alma está desfigurada, de
muchos de vosotros, por los apegos materiales; amáis
más a las creaturas, os repito, olvidándoos de vuestro
Creador. Primero vuestro Creador y luego la creatura.
Mira, hija mía, también este lugar fúnebre, triste y
angustioso, porque carecen de la presencia de Dios;
ése es el mayor infierno que el hombre puede sentir
cuando está en este lugar.
AMPARO: ¡Ay, ay!... ¡Ay, Dios Mío!, ¡ay, cuántos hay,
Dios mío!... ¡Ay!
EL SEÑOR:
También hay ministros, hija mía, que han predicado la
palabra distinta a como está escrita; la han
desfigurado por miedo, hija mía, a quedarse solos.
¿Y cómo, hijos míos, los que están conmigo vais en
contra de ellos y buscáis los que están en contra de Mí?
Aprovechad los frutos, hijos míos, y reuníos todos para
ser más fuertes, pero no os contagiéis del mal que
Satanás está sembrando hoy en la Humanidad. Y
vosotros, católicos, aprended de mi pobreza, aprended
de mi humildad. Yo os enseñé el Padre Nuestro, ¿quién
lo cumple, hijos míos? Tenéis los graneros llenos. ¡Ay de
vosotros, cuando os presentéis ante Dios, que no os
habéis acordado de los pobres y necesitados y, como
el rico avariento, sólo pensáis en contar y en guardar!
¡Ay, la palabra no sirve sin la obra, hijos míos! No
mováis tanto los labios, no os dejéis engañar por el
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enemigo, las obras son las que le gustan a Dios, vuestro
Creador. A vuestra Madre del cielo, muchos la llamáis
Madre, pero ¡qué malos hijos que sois, hijos míos, que
no cumplís el Evangelio de su Hijo y las leyes de la
Iglesia! No os queráis ver muchos donde el rico Epulón,
hijos míos, aunque os veáis en la tierra como el pobre
Lázaro; pero mira, hija mía, dónde está Lázaro, y mira
dónde está el Epulón, hija mía, el rico avariento que no
daba ni de las migajas que le sobraban.
AMPARO: ¡Ay, qué horror! ¡Ay!...
EL SEÑOR:
Por eso los hombres, te lo repito muchas veces, hija
mía, se quedan en el tiempo, porque viven sólo de la
palabra. Haced obras de amor y misericordia, hijos
míos, y amad a Dios vuestro Creador. Cambiad
vuestras vidas y no estéis tan materializados, hijos
míos. Amaos unos a otros y, todos los que viven esta
obra, dejad unos que colaboren otros, y todos unidos,
que vaya creciendo como Yo he pedido, hijos míos, que
no haya egoísmos entre vosotros, ni seáis centros
ninguno; que el centro sea Dios, el centro que sea la
Divina Majestad; pero dejad que todos colaboren, y
colaborad todos, hijos míos, para que se multipliquen
las obras de amor y misericordia. ¡Hay tantas almas
necesitadas de vuestras ayudas, hijos míos!
Este montaje lo he montado Yo, hijos míos, pero no hay
nada sucio en él, está abierto para todo el que quiera
verlo; haced vosotros lo mismo, hijos míos:
desprendeos de vuestras cosas, dádselas a los pobres
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y seguidme; pero ni lo hacéis ni dejáis que los demás lo
hagan. ¡Ay, no seáis como el joven rico, cuando oyó las
palabras, hijos míos, de que lo dejara a los pobres todo
y me siguiera, se fue llorando triste y con amargura; y,
como te digo, hija mía, y te lo he repetido muchas
veces, no se vuelve a nombrar a ese joven rico en el
Evangelio porque no quiso aceptar mis palabras. (Ay).
Sed mansos y humildes, hijos míos, y venid a refugiaros
en nuestros Corazones.
LA VIRGEN: Hijos míos, venid a mi Inmaculado
Corazón, que mi Inmaculado Corazón intercederá por
vosotros ante mi Hijo; por eso, hija mía, te pido muchos
(Ay), muchas y muchas veces que acudan a Mí, porque
Dios me ha puesto en la puerta del Cielo. Los hombres
me apartan de la tierra, y mi Hijo me ha puesto en la
puerta del Cielo.
EL SEÑOR:
Venid, hijos míos, y cambiad vuestras vidas, amad a los
pobres y necesitados y amad a la Iglesia y orad, orad
para no caer en tentación.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y
tantos ultrajes como se cometen con nuestros
Corazones, hija mía, tantos sacrilegios que cometen los
hombres. Cuántos, hija mía, se acercan al bánquete
celestial, (Ay), con el alma manchada y llena de
pecados... ¡Ay, sacerdotes, Yo os di el poder de
perdonar los pecados, estad en los confesionarios,
hijos míos para perdonar los pecados a las almas!
Trabajad para la Iglesia, que hay mucho trabajo,
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repito, y pocos que quieran trabajar en ella. Vosotros
no sois del mundo, sois de Dios; trabajad para Él, hijos
míos.
LA VIRGEN: Besa el suelo, hija mía.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
por la conversión de todos los pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
¡Adiós, hijos míos!
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fuesen hermanos, hijos míos. Fundé una Iglesia para
que todos se reuniesen en ella, como hijos míos y los
sellé con el sello del Espíritu Santo, pues ésa es la
herencia de la salvación; pero los hombres son tan
ingratos, hija mía, que ni la muerte de Cristo ni los
dolores de María ablandan sus corazones.
El mundo va, de día en día, peor. La inmoralidad
aumenta. El mundo vive una corrupción y los hombres
siguen ciegos. La única tabla de salvación es el amor a
Dios y al prójimo; ahí están las leyes, para que las
cumpláis, hijos míos; pero pisoteáis la Sangre de Cristo
y ultrajáis el Nombre de Dios. La mayoría de la
Humanidad está cambiando de piadosos a impíos;
pero, hijos míos ¿cómo os abandonáis en la oración y
en el sacrificio? ¿Cuántas veces os voy a repetir, hijos
míos, que bebáis de las fuentes de la Iglesia y que
alimentéis vuestro espíritu, hijos míos?, pero los
hombres están tan metidos en el pecado que no
distinguen dónde está la gracia y dónde está el
pecado; no quieren distinguir. A mis llamadas con
tanta insistencia, no hacen caso, cierran los oídos. ¡Ay
Humanidad, cómo os habéis deshumanizado! ¡Cuánto
os cuesta, hijos míos, amar a Dios vuestro Creador y
cómo os dejáis arrastrar por los placeres de la carne,
de la soberbia!
LA VIRGEN: Hijos míos, cambiad vuestras vidas,
refugiaos en mi Inmaculado Corazón, que, por muy
graves que sean vuestros pecados, mayor es la
misericordia de mi Hijo; Yo os mandaré a Él, hijos míos,
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y Él os abrazará como amigos y perdonara vuestras
culpas. Amad a la Iglesia, hijos míos, y reuníos en ella;
ahí hay fuentes que alimentarán vuestra alma y la
fortalecerán.
Amad a los sacerdotes, hijos míos, son ministros de
Cristo; son débiles también, pedid por ellos para que
sean buenos pastores y lleven a sus ovejas donde hay
buenos pastos, para que las ovejas se nutran de las
gracias; orad por ellos, hijos míos, y orad por vosotros.
El mundo está en una situación muy grave por causa
del pecado y del desamor que hay en el mundo.
Amad a los necesitados, hijos míos, y compartid con
ellos vuestras herencias y vuestras haciendas. No seáis
ingratos, hijos míos, y no hagáis sufrir a nuestros
Corazones. Amad mucho al Vicario de Cristo, a ese
santo varón que sufre tanto por los componentes de la
Iglesia y por las almas infieles que no cumplen con la
Ley de Dios.
Penitencia y sacrificio, hijos míos. Reuníos todos en
este lugar que seguiré derramando gracias para
vuestras almas; aprovechadlas, hijos míos, y venid a Mí
que Yo con mi manto os protegeré de las asechanzas
de Satanás. Orad y acercaos al sacramento de la
Eucaristía, al sacramento de la Penitencia. Muchos,
hijos míos, vais sacrílegamente a recibir el Cuerpo de
Cristo. Para que vuestra alma esté limpia, hijos míos,
primero tenéis que lavarla. Si no pasáis a lavar vuestra
alma, vuestros pecados no serán perdonados. La
misión de los pastores es la de perdonar los pecados,
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hijos míos. Id, confesad vuestras culpas, y cumplid la
penitencia, y recibid al Cuerpo de Cristo, y Él os
fortalecerá. Humildad os pido a todos, hijos míos.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y
tantos pecados como se cometen en la Humanidad.
Sed misericordiosos, hijos míos, y amaos unos a otros;
éste es el mandamiento, muy importante, que a Dios le
agrada, porque el que ama a Dios ama al prójimo y el
que ama al prójimo no lo daña. Pedid, hijos míos, por
tanta y tanta corrupción como hay en el mundo y
tanta inmoralidad. Ya os dije que llegaría el momento
en que cada individuo se gobernaría por sí mismo y el
poder eclesiástico y el civil sería hoyado por los propios
seres humanos.
Hijos míos, todos los que acudís a este lugar, cambiad
vuestras vidas y entregaos a los pobres y necesitados;
amaos unos a otros.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice,
por medio del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos estos objetos, que han sido bendecidos, servirán
para los pobres pecadores.
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Con vuestra caridad, vuestras palabras de sabiduría,
podéis llevar a las almas a que beban de los canales
que hay en mi Iglesia, que son canales de vida eterna.
¡Ay, si vosotros os dedicaseis más a las almas, hijos
míos! ¡Cuántas almas se pierden porque no saben el
camino de la verdad! Yo soy la Verdad y la Vida, hijos
míos, y el que venga a Mí tendrá vida eterna; pero
guiaos por las leyes que están escritas. Pensad que se
salvarán los que cumplan con mis mandamientos.
¡Ay padres, que no sabéis educar a vuestros hijos los
educáis para el mundo y no os importa la perdición de
su alma! ¡Cómo os preocupa tanto el cuerpo y los
títulos terrenos y olvidáis el título más grande que es el
Evangelio, hijos míos! Amaos unos a otros y haced el
bien unos a otros. Amad a Dios con todo vuestro
corazón. El que ama a su madre, a su padre, a su
hermano, a su hermana, a su esposo o a su esposa más
que a Mí, no es digno de llamarse hijo mío. Si me amáis
a Mí, hijos míos, Yo pondré amor en vuestros corazones
para que vosotros améis a los demás.
¡Cuántas familias están destruidas, hijos míos, porque
Dios no está en los hogares; se han faltado al respeto
el uno al otro y se han quitado la dignidad! ¡Cuántas
madres matan a sus hijos dentro de sus entrañas! ¡Qué
tristeza siente mi Corazón cuando el hombre se ha
convertido más en fiera que en un ser humano! ¡Ay,
padres que tenéis hijos, conducid a vuestros hijos por
el camino y la senda de la eternidad! No os preocupéis
tanto porque sean grandes y con grandes carreras;
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preocupaos por la más importante carrera, la carrera
de la Eternidad. Tened fe, esperanza y caridad, hijos
míos. No perdáis nunca la caridad. El hombre sin Dios
es un desdichado. Sí, hija mía, sí, mi Corazón se derrite
de amor por los hombres, pero los hombres son tan
ingratos que viven en una ceguera y repito, hija mía,
que viven la ley del pecado y la ley del pecado es
guerra, odios, destrucción, envidia, soberbia, desamor,
desunión, lujuria; y cuando el hombre está viviendo la
ley del pecado no tiene luz. ¡Ay, hijos míos, caminad
hacia la luz y conservad la caridad en la Tierra y en la
Eternidad!
LA VIRGEN: Acudid a este lugar, hijos míos, que
recibiréis gracias para vuestra salvación, hijos míos.
Venid a Mí, hijos míos, que Yo os enseñaré a amar a mi
Hijo, os conducirá a esos canales para que bebáis y
comáis de ellos, hijos míos. Sed humildes, hijos míos. Mi
Corazón está muy dolorido por los pecados de los
hombres. ¡Ay, sacerdotes queridos por mi Corazón,
conducid a las almas al camino de la salvación, hijos
míos! Vosotros podéis arrastrar muchas almas al
rebaño de Cristo y coged donde veáis buena semilla y
aprovechadla para colaborar en la Santa Iglesia de
Cristo, hijos míos. No desaprovechéis los frutos.
¡Cuántos frutos buenos tenéis a vuestro alcance, hijos
míos, y los estáis rechazando! ¡Ay, os vais a por los
árboles estériles, rechazando los árboles frondosos y
llenos de frutos para la Iglesia!
EL SEÑOR:
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Estáis ciegos, hijos míos, ¿cuántas veces repito en el
Evangelio que el que está conmigo no está contra Mí?
¿Por qué vosotros os empeñáis en ir contra los que
están conmigo? Del fruto se distingue el bueno del
malo y por eso os he dado sabiduría para que no
confundáis los pecados en virtudes, ni las virtudes en
pecados.
LA VIRGEN: Sí, hijos míos, amad mucho a vuestro
Creador, guiad a vuestros hijos por el camino de la
salvación. La juventud se está corrompiendo, hijos
míos; llevadla al Incorrupto y retiradlos de lo corrupto,
hijos míos. Amaos los unos a los otros y sed humildes y
sencillos; no seáis orgullosos, hijos míos, ni tengáis
vanidad.
Hija mía, refúgiate en nuestros Corazones. Nuestros
Corazones te aliviarán. Piensa que no has nacido para
gozar, que has nacido para sufrir, hija mía; pero luego,
la Eternidad la gozarás al lado de los bienaventurados,
hija mía. Sé humilde y ofrécete víctima por la
reparación de los pecadores, hija mía. Besa el suelo,
hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados
como se cometen en el mundo. Aunque te parezca
largo el camino, hija mía, no es largo tu camino; sé
paciente y alaba a los que te calumnian y pide por los
que te maldicen, hija mía.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para los enfermos, hija mía.
Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales
para los pobres enfermos.
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Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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y Yo nos amamos.
Yo vine a hacer la voluntad de mi Padre a la Tierra y
quise aceptar su voluntad para redimir a los hombres
con mi preciosísima Sangre. ¡Ay, ingratos, muchos de
vosotros, creaturas del Creador, cómo despreciáis mi
Pasión realizada para la salvacion vuestra, hijos míos!
¿Qué clase de cristianos sois, hijos míos, si rechazáis la
cruz? ¿Qué clase de católicos sois, hijos míos, si no
practicáis mis leyes? Os digo, hijos míos: arrepentíos y
convertíos, que los tiempos son graves y los hombres
no habéis alcanzado a ver la justicia de Dios porque
sólo os quedáis en la misericordia, hijos míos. Yo
emplearé mi justicia para los injustos y mi misericordia
para los justos. ¡Hasta cuándo tengo que estar dando
avisos a los hombres! Hija mía, mi Misericordia te he
dicho que es muy grande, pero mi Justicia es inmensa.
Yo pido a todos los hombres de buena voluntad que
escuchen mis palabras y practiquen mi doctrina.
Sí, hija mía, los hombres fueron echados del Paraíso
por el pecado y mandados al Globo Terrestre, para que
con sus trabajos y sus sudores volviesen a recuperar
la gracia perdida; pero el hombre quiere vivir sin
trabajar y cree que está vivo sin Dios, y el hombre sin
Dios está muerto, hija mía. Las riquezas que hay en la
Eternidad, hija mía, no hay nada en la Tierra que las
pueda comparar. ¿Cómo los hombres se vuelven locos
por las miserias de la tierra?
Pedid por los sacerdotes, para que sean pastores de mi
rebaño; repito, hija mía, que muchos de ellos son
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asalariados, no son pastores de la Iglesia, son
funcionarios. ¡Qué pena, tanta mies como hay y tan
pocos segadores para segarla! Hablan de Dios, hablan
de mi doctrina, pero muchos de ellos se quedan en la
palabra. ¡Ay, sacerdotes de Cristo, volved vuestra
mirada a la divina majestad de Dios, que Él volverá la
gracia a vuestro espíritu para que trabajéis en su
rebaño! Hay mucho trabajo y pocos operarios. Se les
ha olvidado el sentido de la verdad del Evangelio. El
Sacerdote... Sí, mira, hija mía, el día que el sacerdote se
entrega a Dios, lo reviste de su gracia en un esplendor
divino, míralo, hija mía... pero mira también cuando la
pierde... son cadáveres que funcionan sólo con el
cuerpo, sin acordarse de su entrega a Dios. Te repito,
hija mía, que muchos se sirven de la Iglesia pero que
no sirven a la Iglesia.
Dejad de ser funcionarios, hijos míos y sed sacerdotes
de Cristo. Recoged todo ese rebaño que está esparcido
por tantos lugares; están a la intemperie, hijos míos,
esas almas esperando que venga cualquier fiera a
devorarlas. Proteged el rebaño de Cristo, pero el
pastor tiene que estar con sus ovejas, en el lugar que
Dios le ha indicado. ¡Cuántas almas podéis salvar,
almas queridas de nuestros Corazones, con vuestro
ejemplo y vuestra vida de virtud!; pero sólo sois
sacerdotes unos momentos de vuestra vida; muchos
de vosotros, la mayor parte, sois funcionarios
asalariados. Dejad las funciones materiales del mundo
y que funcione mi Iglesia. Sí, hijos míos, ¿no os dais
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cuenta que Satanás destruye lo que Yo he construido?
¡Ay, cuánta cuenta tenéis que dar, hijos míos; vosotros
más que los laicos seglares, hijos míos, porque habéis
hecho una promesa con Dios!
LA VIRGEN: Qué pena, hijos míos! Antes había un gran
número de almas donde mi Inmaculado Corazón
podía refugiarse, pero ahora, hasta la mayoría de los
conventos, hijos míos, están marchitas las flores.
¡Qué pena...! Yo quiero, hijos míos, consolaros a
vosotros, pero hoy vengo para que consoléis mi
Corazón. Mira cómo está mi Corazón, hija mía, lleno de
espinas muy profundas, porque mi Corazón ama tanto
a mis almas consagradas que las espinas son más
dolorosas; por eso pido oración y penitencia, porque,
hijos míos, los hombres están deshumanizados, viven
los placeres del mundo, matan sin respetar la vida de
los demás. Las madres matan los hijos dentro de sus
entrañas y la juventud está corrompida por los vicios
del alcohol, las drogas, la carne; por eso te digo, hija
mía, que los pecados capitales van en triunfo y los
hombres no ven pecado donde existe el pecado. No
puedes tocar ninguna espina, hija mía, ¡están tan
profundas!
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y
tantos pecados como se cometen en la Humanidad.
(Luz Amparo besa el suelo.)
Mi Corazón, hija mía, (sollozos) siente mucho dolor,
porque los hombres son ingratos, y no comprenden
que nuestros Corazones sufran; por eso, hija mía,
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tienes que sufrir muchas pruebas morales y físicas.
LUZ AMPARO: Dame fuerza, Señor, dame fuerzas,
Señor. (Entre sollozos.) ¡Ay, Dios mío, yo quiero que me
des fortaleza, quiero reparar los pecados de los
hombres, pero soy muy débil muchas veces..., dame
humildad, Madre mía!
LA VIRGEN: Mira, hija mía, cómo sangra mi Corazón
lleno de dolor por los pecados de la Humanidad. ¡Ay,
aquéllos que os llamáis católicos y pensáis más en el
mundo y en los placeres del mundo que en agradar a
Dios vuestro Creador! No se puede servir a dos
señores; si estáis sirviendo al mundo y estáis, hijos
míos, cayendo en las pasiones, ¿cómo decís que servís
a Dios y lo amáis?; no podéis alcanzar la gracia, hijos
míos. ¡Ay, juventud, juventud, cómo os dejáis arrastrar
por el dragón de las siete cabezas! Despertad, hijos
míos, despertad a la fe y recibiréis la gracia. No os
ceguéis con la tiniebla de Satanás, hijos míos, y abrid
vuestros oídos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas
consagradas, para que sean fieles en su consagración.
(Luz Amparo besa el suelo.)
EL SEÑOR:
¡Hasta cuándo, hijos míos, la Divina Majestad de Dios
tiene que estar avisando a los pobres pecadores!
Cumplid mis leyes, hijos míos, que todo el que cumpla
mis leyes tendrá vida eterna. Todo el que acuda a este
lugar, que acuda con devoción; que muchos de
vosotros, de los que acudís a este lugar, hijos míos, os
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dedicáis a dividir a las almas. ¡Cuántas veces te he
dicho, hija mía, que el demonio divide y Dios une!
Donde haya división no hay paz. Amaos unos a otros.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os
bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
para la consolación de los pobres moribundos y
enfermos.
Todos los objetos han sido bendecidos.
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misericordia de Dios; por eso cada individuo quiere
gobernarse por sí mismo y quiere una libertad, porque
como Dios es misericordioso, hagan lo que hagan, Dios
aplicará su misericordia, según mis sacerdotes,
muchos de ellos. Pero ¿cómo, hijos míos, no enseñáis
dónde está el pecado y dónde está la virtud? Que veis
el pecado virtud y la virtud pecado. Sed claros, hijos
míos y suaves. Con claridad y con suavidad
conquistaréis muchas almas. Ya sabéis, hijos míos, que
el rebaño de Cristo está esparcido y cada día está más
desunido; ¿por qué, hijos míos? Porque no hay oración,
porque no hay sacrificio, porque cada uno queréis vivir
según vuestros gustos, sin que nadie os ponga unas
leyes, hijos míos. ¡Ay, de vosotros, hijos míos, si no sois
fieles al Evangelio y a la palabra que es la verdad! No
andéis con escondites, sino hablad claramente a los
hombres. Os entenderán mejor, hijos míos. ¡Qué falta
de amor hay entre los hombres, qué falta de
comprensión y de unidad!
Haced oración, hijos míos, acercaos al sacramento de
la penitencia, confesad vuestras culpas, para que
vuestras culpas sean absueltas, hijos míos. ¡Cuántos
decís que os confesáis directamente con Dios! ¡Ay, hijos
míos, que os da vergüenza que os conozcan como sois!
Id al sacerdote que son pastores de la Iglesia y tienen
la obligación y el deber de estar en el confesonario
para recibir a los pobres pecadores y confesad
vuestras culpas, hijos míos, para que vuestros pecados
sean perdonados. Tú, hija mía, sé humilde, haz oración
34
y sacrificios por los pobres pecadores, hija mía. Y, ¡ay
de aquéllos que forman discordias y guerras! ¡Ay, de
aquellos que meten el odio a los pequeñuelos en su
corazón y les enseñan a odiar desde que tienen uso de
razón. ¡Ay, más les valiera no haber nacido, hijos míos!
Orad, orad hijos míos, la oración es un freno. Y amad a
los desvalidos. Y todos, hijos míos, levantad esta obra
para que vaya creciendo y podáis ir haciendo bien a la
Humanidad. De todos es la obra, hijos míos, porque
todos habéis recibido gracias muy especiales. Amad
mucho nuestros Corazones, que por muy pecadores
que seáis, hijos míos, si venís contritos y arrepentidos,
Yo os daré un abrazo de amistad, hijos míos.
Sí, hija mía, sí, los espíritus del mal están afectando la
Tierra; lo mismo al hombre que a la materia. ¡Cuántas
veces te he dicho, hija mía, que el hombre quiere
alcanzar a Dios con su inteligencia!; y lo que hace es
destruir parte y, poco a poco, a la Humanidad. Los
misterios de Dios nadie los comprenderá por muchos
sabios que indaguen y muchos que quieran meterse en
esos misterios; eso corresponde a la divina majestad
de Dios. Por muy cultos que seáis, hijos míos, y mucha
inteligencia que tengáis, si no la encamináis a la ley de
Dios y a su Evangelio, vuestra sabiduría y vuestra
inteligencia está en manos de Satanás, porque no la
dedicáis para el bien, la dedicáis para el mal. Así está
hoy la Humanidad, que cada uno quiere investigar las
altezas que hay en el cielo, destruyendo la Tierra. ¡Ay,
hijos míos, si sólo estáis en el Globo Terrestre para
35
amaros, trabajar y ganar el pan con el sudor de
vuestro rostro, hijos míos. ¿Por qué perdéis el tiempo
en cosas inútiles? Sí hija mía, mira las consecuencias
de los hombres.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué deformación! ... ¡Ay, los seres
humanos no parecen seres humanos. . . son como
fieras, como animales salvajes! .
LA VIRGEN: Así llegará el momento en que el Globo
Terrestre está rodeado con todos estos experimentos,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay qué horror... ay!
LA VIRGEN: El hombre no deja a la naturaleza llevar su
curso como Dios quiere; se mete en los planes divinos
y ésta es la consecuencia, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío!
LA VIRGEN: Muchos seres humanos quisieran estar
muertos antes de ver esta situación, hijos míos. Para
que veáis cómo el hombre sin Dios no puede hacer
nada más que destrozos en el mundo. Si el hombre
está hecho a imagen y semejanza de Dios, ¿cómo
quiere el hombre cambiar lo que Dios ha creado?
Cuando esto suceda, los vivos envidiarán a los
muertos, hija mía; por eso pido oración, penitencia. El
hombre no se da cuenta de la situación del mundo y
del caos tan terrible que puede venir sobre la
Humanidad. Orad, hijos míos, para que los hombres
sean humildes y hagan la voluntad de Dios. Desde el
principio de la creación, el hombre no hizo la voluntad
36
de Dios y por eso, hija mía, ha sido castigada la Tierra
tantas veces.
Oración pido y obediencia a la ley de Dios. Sed
humildes, hijos míos, y no vengáis sólo a curiosear sino
con intención de corazón limpia para que a vuestra
alma, hijos míos, llegue la gracia y los dones de Dios.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales, para el día de las tinieblas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
40
tiene que tener fortaleza para aceptar todo lo que
venga de la mano de Dios y de los hombres; Yo lo
permito, hija mía. Y piensa que Satanás destruye, no
construye, hija mía; y tú intentas construir, no destruir.
Todo está claro, hija mía, y todo se puede ver a la luz;
pero a veces donde menos te figuras, hija mía, hay un
"judas" que te vende, te traiciona.
Orad mucho, hijos míos, y pide por esas almas tan
necesitadas de la gracia. Yo doy la gracia, hija mía,
pero mira lo que hacen con ella: pisotearla, muchas
almas. Yo amo a los que son fieles pero rechazo la
infidelidad de las almas. Amo la nobleza y rechazo los
dobleces. El alma que tiene dobleces, hija mía, no tiene
limpieza de corazón, siempre tendrá discordias y
guerras fuera y dentro de sus hogares. ¿No he dado
bastante, hija mía? Pero ¿cuántas almas tenían que
estar día y noche, de rodillas dando gracias, por tantas
gracias que se les ha dado? y mira qué reacciones
tienen ante la corrección, ante las palabras y ante la
verdad. Yo odio la hipocresía; los soberbios y los que no
son limpios de corazón los desprecio porque son
hipócritas fariseos. ¿Quién me vendió a Mí, hija mía? el
que más cerca estaba. ¿Cuáles fueron los que me
llamaban Belcebú y se asustaban porque... (ah, dice
Luz Amparo), sí, mira esas escenas, hija mía; . . . porque
hacía la caridad en sábados. Mira qué insultos... Mira,
hija mía, lo que Yo recibí. La caridad no tiene día: todos
los días son buenos para aplicar la caridad.
Hija mía, sabes que todo el que ama a Dios con todo su
41
corazón es perseguido y calumniado. Refúgiate en
nuestros Corazones y no desfallezcas, sino con aliento
de águila, hija mía, un día darás un vuelo muy alto
donde te encuentres con tu Creador. Vale la pena
sufrir porque son los que te siembran el camino de la
salvación. Te pido mucha humildad, hija mía, y mucha
fortaleza, pues sabes que tu felicidad no está aquí
abajo; está arriba, hija mía.
LA VIRGEN: Acudid a este lugar, hijos míos, que
recibiréis gracias muy especiales para vuestra
salvación. ¡Qué ingratos sois, aquéllos que habéis
recibido gracias para salvar las almas de vuestros
seres queridos y no sabéis corresponder a la gracia!
¡Qué pena me dais, hijos míos! Amaos como hermanos
y estad unidos siempre en el amor, como Cristo vino a
enseñar a los hombres.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas y
tantas ofensas como se cometen contra Dios el
Creador.
Levantad todos los objetos. Todos los objetos serán
bendecidos para la conversión de los pobres
pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
51
hombres no lo comprenden. Una cosa es que se alegre
tu espíritu y otra cosa es que tengas pena, hija mía. A
mí no me evitó Dios la pena, también la pasé al pie de
la cruz. Pero lo he cogido Yo y está bajo mi tutela, hija
mía. No pienses nunca que tu hijo ha podido ir a ningún
lugar tenebroso, hija mía.
JESÚS BARDERAS:
¡Mamá, mamá! Estoy más seguro que en la Tierra,
mamá. Es un destierro solamente, he comprendido al
llegar aquí, mamá. He creído, mamá, en todo, pero he
sido débil y he estado rodeado de muchos demonios
que no me dejaban, ni uno ni otro. Así está la Tierra,
mamá, llena de demonios que no dejan a los hombres
seguir el camino de Dios. No sufras, has sido una buena
madre. No sufráis por mí; estoy en un lugar muy bello,
y quiero que lo alcancéis vosotros también. Enseñad a
la niña el camino de esta salvación; que no tenga un
camino sin retorno, que tenga un camino de salvación
y de gloria. ¡Ay, qué felicidad se siente! Ya se me han
ido las angustias y los tormentos. No sufras, mamá.
Gracias a todos los que han rezado una oración por mi
alma. Pero María estuvo conmigo y la cogió antes de
caer; Ella la sacó de dentro de mí. No sufras, mamá, ni
sufráis por mí. Estad contentos, que he llegado a un
lugar bello y seguro. Luchad vosotros para llegar a él
también. La angustia se me ha convertido en
tranquilidad y felicidad. Aquí tengo sosiego y alegría.
Aquí, a donde están los ángeles y todos los que han
sufrido. Rezad por todos lo que no tienen quien rece.
52
Hay muchas almas que no reza nadie una oración por
ellos. Partid mis oraciones para estas pobres almas.
Cuando recéis por mí, pedid por ellas. Tranquilizaos,
mamá, un día verás donde estoy, qué lugar más bello.
Adiós mamá, adiós seres queridos míos.
LA VIRGEN: ¿Cómo pensabas, hija mía, que Yo iba a
abandonar tu sufrimiento, tu dolor y todas las almas
que han llegado a este lugar gracias a tu oración, a tu
sacrificio? Cómo iba Yo a permitir que un alma tan
querida tuya... Ya te lo dije, hija mía, antes de suceder,
que su alma no sería dañada aunque fuese dañado su
cuerpo.
LUZ AMPARO: ¡Gracias Dios mío, gracias! Aunque
sienta la pena en mi alma, pero gracias.
LA VIRGEN: Sólo os separa el destierro éste, hija mía,
pero será corto este destierro. Pido a todos los
hombres que se conserven en la fe fuertes, y todos
aquellos que están separados y han tenido fe que
vuelvan a unirse al vínculo de la fe. Tened una fe firme,
hijos míos, y una caridad ardiente. Bendecid mi
nombre, hijos míos, que todo el que bendiga mi nombre
serán bendecidos sus labios. Sed buenos cristianos, no
sólo, hijos míos, aparentéis serlo. Muchos frecuentáis la
iglesia en cuerpo, pero no lo frecuentáis en corazón.
Hijos míos, aquellos que sólo frecuentan la iglesia en
cuerpo están unidos a Satanás; los ha engañado y los
conduce por el camino de la perdición y de la mentira.
Yo quiero que estéis unidos en cuerpo y corazón.
Bendecid mi Nombre, hijos míos. Todos los habitantes
53
de la tierra, que bendigan mi Nombre. Predicad el
Evangelio, hijos míos.
EL SEÑOR:
¡Ay, sacerdotes míos, queridos, que no os dedicáis a
inculcar a las almas a vivir en la gracia y a cumplir mis
leyes! Cuánta mies hay para recoger, y qué tibieza
tenéis hijos míos, muchos de vosotros! Despertad de
ese letargo y trabajad por las almas, hijos míos. No os
dediquéis sólo a la función del mundo, que el mundo
tiene un veneno que, el que entra en él, el demonio no
lo deja escapar. Hijos míos, sed pastores de todas esas
almas que están perdidas; recuperadlas y llevadlas a
las fuentes de agua viva. ¡Qué pena, hijos míos, que mis
templos están cerrados todo el día y mis sacerdotes se
dedican más a funcionar en el mundo que a ser
pastores de mi Iglesia! Quiero que reunáis a todas esas
almas que están separadas del rebaño y las unáis al
rebaño; que hay un solo rebaño con un solo pastor, que
es el sucesor de Pedro.
Enseñadles a todas las iglesias y a todas las religiones,
que se unan a vosotros, hijos míos, pues la Iglesia fue
fundada por Jesucristo, y fue Pedro el que se quedó
como representante de ella. Que todos se unan a la
cátedra de Pedro. Que vengan de donde vengan, del
norte, del sur, del este, del oeste, todos serán recibidos
en ella, pero que no se queden engañados, hija mía.
Mira, cómo Lutero engañó a montones y montones de
almas, y mira dónde las arrastró.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, Dios mío!, ¡ay, Dios mío!, ¡ay, Dios
54
mío!, ¡ay, Dios mío!... ¡ay, Dios mío!, ¡ay,... ay,... ay,
cuántas!, ¡ay, cuántas!
EL SEÑOR:
Todas se dejaron arrastrar por él. ¡Ay, pastores de mi
Iglesia sed firmes y fuertes, que hay mucho trabajo en
ella! Trabajad y no os quedéis tibios, que el tibio se
queda sin fuerza y no trabaja para Dios, trabaja para
el mundo, para sus gustos y placeres. Sed firmes,
pastores, que nuestros Corazones os aman; volved al
camino de vuestro ministerio, con firmeza y con
fortaleza, enseñad a las almas la verdad, hijos míos.
Los hombres viven en la mentira; se comen la mitad del
Evangelio. A los hombres hay que enseñarles la verdad
del Evangelio. No seáis cobardes, hijos míos; dejad el
mundo, dejad la carne, las pasiones y cada uno vivid
en gracia y no convirtáis ni os convirtáis como en
Sodoma y Gomorra, como la Roma pagana. ¡Ay, hijos
míos, por eso dice mi Evangelio que muchos serán los
llamados y pocos los escogidos! Adoráis al hombre, y
ultrajáis a Dios.
Sed buenos cristianos, hijos míos, formad comunidad
como buenos cristianos. Si pensarais un poquito, hijos
míos, que es temporal lo que estáis en la Tierra, que
hay una eternidad y que vale más que el tiempo. Hijos
míos, sed firmes y uníos a estas ramas, hijos míos, que
aquí está la raíz; donde he pedido que se forme
comunidad y se ame a los pobres y necesitados. Haced
oración y apostolado, pero no olvidéis la obra hacia el
necesitado; la palabra sin obra no sirve ante Dios, hijos
55
míos. Orad, haced penitencia y amaos los unos a los
otros. En el mundo hay una falta de amor que es lo que
destruye a la Humanidad. El amor que tienen los
hombres es egoísta, es pasional. El amor de Dios no es
pasión, es entrega hacia los demás, sin esperar a
cambio nada, hijos míos. Sed fuertes, y acudid a este
lugar, que todos seréis bendecidos y sellados pues el
demonio está sellando frentes.
LA VIRGEN: Cuidado, hijos míos, que hay muchos
videntes falsos que os dicen que ya estáis salvados,
que sois escogidos. Para entrar en el Cielo hay que ir
de la Tierra con un cheque de sacrificios y de dolor, y
el dolor se acabará en la puerta del Cielo. Montones y
montones de cruces se quedan en la puerta para
entrar a la Gloria de la Resurrección. Tened caridad
ardiente y amaos unos a otros, y no os apeguéis a las
cosas, al dinero, a las herencias, hijos míos. Cuántos
dicen amar a Dios y están guardando en los graneros
sus herencias para el mañana. No pensáis dónde vino
Cristo a nacer y a morir. Así es el buen cristiano:
viviendo como vivió Cristo. No puede llamarse cristiano
aquél que piensa en sí mismo y en el mañana y no se
acuerda del que sufre y del que padece. Orad por los
pobres pecadores, hijos míos; rezad por ellos.
Y tú, hija mía, consuélate; piensa que un día no lejano
vendrás y estarás con él y con los demás
bienaventurados. Todos los que sufrís por él, rezad y
orad por esas pobres almas que no tienen quien sufra
ni quien ore por ellas.
56
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y
tantos pecados como se cometen en el mundo.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice,
por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
58
hacen los hombres? Se olvidan del dolor, de la Cruz, de
la Pasión, del sufrimiento. Ese es el mayor dolor: que
los hombres no se comportan como seres humanos, a
veces, se comportan como fieras, hija mía, porque un
ser humano no es capaz de derramar la sangre de otro
ser humano. Mira, hija mía, mira qué dolor.
LUZ AMPARO: (Llora amargamente.) ¡Ay, hijo mío! ¡Ay,
qué crueles!...
LA VIRGEN: No quiero evitarte ese dolor que pasé Yo
también, hija mía, pero quiero sellar tus labios y que
sea la divina justicia de Dios la que los juzgue,
(Luz Amparo continúa con su llanto y aflicción).
LA VIRGEN: Hija mía, sella tus labios hasta la muerte,
Dios los juzgará.
(Luz Amparo llora con profundos y doloridos gemidos
ante las escenas de la muerte de su hijo.)
JESÚS BARDERAS: Mamá, sufrí mucho, pero fueron
segundos. Mira dónde estoy: entre la Reina del Cielo,
una Señora tierna, muy tierna, que me cogió bajo su
amparo, y me protegió: aunque participé también del
dolor y de la amargura, pero perdónalos, mamá. Ahora
es cuando he conocido la incomprensión de los
hombres,... (Luz Amparo prosigue con sus
entrecortados gemidos.) Ahora, mamá, el seguir a
Dios, les ha costado a muchos la vida. Una venganza
terrible, mamá, por el solo hecho de ser tu hijo, pero
mira qué gozo y qué felicidad. Estoy entre la ternura y
las manos de la Señora más bella, la Reina del Cielo y
59
de la Tierra. Mira qué lugar; mamá, mira.
No sufráis por mí, porque esta Señora tan bella, que
tantas veces tú hablabas, mamá, me ha comprendido,
y mi alma ha estado en sus manos, como en las manos
de mi Creador. Aquí lo comprendo todo, mamá, los
misterios que no comprendía en la Tierra; y a todos os
comprendo también (sollozos), aunque llores mi
ausencia, un día todos estaremos juntos. Soy muy feliz.
Ya no huyo de la persecución, mamá, de la
incomprensión de los hombres. Aquí me han sabido
comprender y entender, y los hombres no seguirán
atormentándome ni despreciándome. Aunque los
hombres no lo crean.
LA VIRGEN: Mira hija mía, cuántas almas se pueden
salvar por la oración y por la penitencia y el sacrificio.
JESÚS BARDERAS: Pedid por ellas, mamá. Muchos
pobrecitos, no tienen quién rece ni una oracron
pequeña por ellos, pedid. Mira, mamá, estos son mis
verdaderos amigos, mis verdaderos hermanos, no
todos los demonios que rodean el globo terrestre.
LUZ AMPARO: ¡Ay... hijo mío!... ¡Ay... qué belleza!, ¡Ay!...
¡La belleza del alma!
JESÚS BARDERAS: He pasado por un lugar un poco
tenebroso, pero, sin embargo, más eran mis culpas y
las ofensas que cometí contra mi Creador; pero el
Todopoderoso es tan misericordioso que, por el hecho
de salvar tú tantas almas. . . que muchas las
reconocerás agur..
60
Sí, unas tienen la misión de consolar, de ángeles
consoladores. Mira esta hermana qué bella, también
fue mi ángel consolador en esos momentos. Y tantos, y
tantos ángeles como hay, mira, en todo este lugar, al
lado de esta gran Señora. Sacrificaos y cumplid con los
Mandamientos, practicad los Sacramentos, y un día
nos juntaremos todos; y aquí está la verdadera
felicidad, no en la Tierra donde todo ha sido angustia,
persecución, tristeza, desprecios; pero esta tierna
Señora, con estas manos puras y bellas, mira, cómo
unge mi cabeza. (Luz Amparo solloza.) Ya me llevan a
este bello lugar.
LUZ AMPARO: ¡Hijo mío!...
JESÚS BARDERAS: Yo intercederé por todos vosotros.
(Se oyen los gemidos de Luz Amparo.) Sed fuertes y
amad mucho al Creador.
LA VIRGEN: Creed hijos míos, creed en la Divina
Majestad de Dios.
JESÚS BARDERAS: Y vosotros todos, hermanos, no
estéis tristes, estad alegres, aunque la ausencia
siempre es triste; pero ¡de cuánto dolor me he liberado!
Aquí estoy, mamá. (Luz Amparo sigue llorando.) Orad
por todas esas almas que no les llega ni una
oracioncita, para que lleguen a este lugar. Gracias por
todos los que rezáis por mí, porque yo aplicaré también
mi comunicación hacia los que lo necesitan. ¡Adiós,
mamá! ¡Adiós, hermanos!
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío, qué grandeza! ¿Cuándo
61
me vas a llevar a mí, Dios mío, cuándo?... ¡Ay!... ¿Me
queda mucho, Señor?... ¡Ay, qué gozo Señor!... ¡Ay!...
Pero yo haré tu voluntad, tenme aquí hasta que
quieras, si con ello puedo salvar almas. ¡Soy tan
miserable y tan poca cosa! . . . Señor, que se haga tu
voluntad.
LA VIRGEN: Hija mía, ¡cuánta corrupción hay en el
mundo!, los hombres no creen en Dios, y los que dicen
creer, se están enfriando, ¡Como los hombres no
vuelvan la vista hacia Dios su Creador!... No quieren oír
de castigos, no quieren oír de catástrofes, pero, sin
embargo, el pecado no le dan importancia, y el pecado
se extiende y aumenta como la levadura. A todos los
que llegan a este lugar, recibirán gracias muy
especiales para su salvación.
EL SEÑOR:
Sí, hijos míos, estáis faltos de doctrina, de una doctrina
verdadera.
Pastores de mi Iglesia, os pido y grítalo, hija mía,
aunque se hagan los sordos, que prediquen la doctrina
con la verdad del Evangelio. Que las almas están
necesitadas, están sedientas de que se les hable las
verdades de Cristo. Que Dios está siendo muy
misericordioso con la Humanidad, pero puede
desencadenarse de un momento a otro una gran
catástrofe, donde los buenos, que se llaman buenos,
morirán junto a los malos; porque ni son tan buenos los
buenos, ni los malos quieren ser buenos.
Formad comunidades, donde Dios reina; con defectos,
62
hijos míos, y con flaquezas. Amaos unos a otros y vivid
como buenos cristianos. Amad a la Iglesia, amad al
Vicario de Cristo y bebed de las fuentes que hay en la
Iglesia, y dejaos ungir por el Espíritu Santo, que
muchos ni siquiera han recibido esa gracia de ser
ungidos por el bautismo. ¡Torpes! Pero ¡qué va a ser de
vosotros el día que lleguéis ante la Divina Majestad de
Dios! Ni llanto ni lamentos servirán. Orad, hijos míos,
ahora. Dejad la carne y vivid el evangelio, y no seáis
egoístas y avaros, hijos míos; que muchos no vivís nada
más que para vosotros mismos, no vivís para los
demás.
Sacerdotes de los pueblos, predicad el evangelio y vivid
como sacerdotes en vuestro ministerio, conquistando
a las almas para el reino de Cristo. Los tiempos se
aproximan, y vosotros no hacéis caso, hijos míos; os va
a pasar como en los tiempos del Diluvio, que no hacían
caso y les pilló sorprendido, la justicia que Dios aplicó
sobre ellos.
El mandamiento del amor es muy importante, hijos
míos; no penséis sólo en vosotros y en los vuestros,
pensad en los que sufren, en los que tienen hambre, en
los perseguidos, en los enfermos; practicad las obras
de misericordia. Todos los que acudáis a este lugar
recibiréis bendiciones muy especiales, hijos míos, para
la salvación de vuestra alma.
Y tú, hija mía, si tienes ganas de gemir, gime, no te
oprimas; y los hombres que no se asusten por tu llanto,
porque Yo lloré y mi Madre lloró.
63
Hay que darse cuenta de esas madres crueles que
evitan la vida del ser humano y muchas buscan el
placer, no buscan el procrear para Dios; y de esas
otras madres que matan a sus hijos en sus entrañas, si
se puede decir que son madres porque han nacido de
tales, pero ¡qué crueles y qué perversidad hay en el
mundo!
LA VIRGEN: Besa el suelo, hija mía, por tantos y tantos
pecados como se cometen en la Humanidad.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales, para vuestra pobre alma y
las almas de los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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