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Universidad de Santiago de Chile

Facultad de Humanidades
Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales
Identidad, raza y género: claves del movimiento afrolatinoamericano en el Cono Sur.

Control III:
Movimientos afrodescendientes: Organización y particularidades.

Estudiante: Cristóbal Fuenzalida Pinto

Profesor: María Elena Oliva Oliva.

Santiago de Chile, 19 de enero de 2019


Los movimientos afrolatinoamericanos desde su génesis han presentado una
multiplicidad de elementos que los caracterizan. Desde los años ’70 hasta nuestra actualidad
ha transitado un largo camino en el cual los mecanismos de organización y sus proyecciones
han ido cambiando, mutando, adaptándose y desvaneciéndose en algunos casos, para ello es
necesario generar un análisis de la trayectoria de los movimientos afrolatinoamericanos en
las últimas 5 décadas.

Para comprender el movimiento afrolatinoamericano en la década de los 70’ debemos


remontarnos a sus antecedentes en la década anterior, la cual no la veremos como una década
en si, sino como un tiempo histórico entre 1955 y 1975 (Laó Montes. 2011: 20) en donde sus
hitos principales se basan en el desarrollo del Movimiento Negro de Liberación en Estados
Unidos, el cual sentó un precedente en cuanto a la autodeterminación y componentes teóricos
al movimiento negro mundial, dotándolo de un carácter de empoderamiento y acción a través
de la expresión del «poder negro» (Laó Montes. 2011: 21) el cual luego se articuló en forma
de poder femenino, chicano e indígena.

Si bien el Movimiento Negro de Liberación durante finales de los 60’ y mediados de


los 70’ fue un propulsor del movimiento negro a nivel mundial y enfocó su lucha tanto por
el lado extremista con las ideas de Malcolm X y las Panteras Negras, y por una salida
institucional por el lado de Martin Luther King, es un referente temporalmente inmediato en
la historia del movimiento afro para los movimientos afrolatinoamericanos, uno de los
principales hitos para el movimiento afrolatinoamericano ha sido desde su nacimiento la
lucha contra la esclavitud y el colonialismo.

Este hito fundacional del movimiento afro en América Latina basado en “la ola de
revueltas de esclavizados en el siglo XVIII, cuyo punto culminante fue la Revolución
Haitiana (1791-1804), marcó el nacimiento de la política negra como dominio explícito de
identidad y derechos y como proyecto de emancipación” (Laó Montes. 2011: 19). Nos
propone un movimiento afrodescendiente en América Latina que históricamente presenta
una visión emancipadora de las estructuras dominantes y una lucha en contra de los
mecanismos de dominación que los oprimen, marginan, segregan y subyugan, ya sea de
orden racial, colonial o esclavista.
En este sentido, desde su nacimiento hasta la década de los ‘70, los movimientos afro
en América Latina han tenido una función de resistencia contra los órdenes imperantes que
los dominan. Es así como, los movimientos afro de los ’70 son los herederos directos del
cimarronismo y los movimientos antiesclavistas, abolicionistas y anticoloniales. En este
sentido, desde la década de los 70, en conjunto con el nacimiento nuevos movimientos a lo
largo y ancho del globo, “los gritos de la revolución negra sacudieron las dormidas mentes
de los negros, mulatos y zambos de Latino América. Los orígenes de supervivencias africanas
en América, interés medular de los estudios antropológicos hasta esos momentos,
comenzaron a enrumbarse por las investigaciones socioeconómicas y culturales que dejaron
de ver al negro y al indio como sobrevivencias folclóricas para desentramar las raíces de la
discriminación y los genocidios” (Zapata Olivella. 1990: 332-333). Este cambio en la visión
del movimiento negro en América Latina, desde una visión folclórica de los
afrodescendientes hacia una reivindicación y un análisis de la realidad actual, el racismo y
un rescate de la historia de masacre, esclavitud y discriminación y retomar su perspectiva de
resistencia que se veía dormida. Como relata Zapata Olivella (1990), durante mediados de
los 70’, “estimulada por la creciente vendimia de la negritud, la Fundación Colombiana de
Investigaciones Folclóricas convocó a los líderes que sobrevivían de la década del cuarenta
cuando su declaración de principios, aparentemente mohosa” (p. 334) promoviéndose una
reinserción del movimiento afro, aparentemente dormido. Este cambio de perspectiva Desde
lo folclórico hacia una perspectiva de lucha social se condice con “la combinación de una ola
de movimientos antisistémicos y una crisis global incipiente de acumulación de capital,
configuraron lo que se denomina como una «nueva guerra de clases» y la búsqueda de
restructuración sistémica que dio origen al neoliberalismo a finales de los años setenta y
comienzos de los ochenta” (Laó Montes. 2011: 23).

En este contexto se desarrolla el Primer Congreso de la cultura negra, en donde se


plantean los objetivos y postura política de los movimientos afro. Propone como uno de os
objetivos y desafíos, combatir la división alienadora que separa a las comunidades
afrodescendientes para ello propone ahondar en la esencia de la identidad africana en el
continente, que es múltiple y ha sido mermada por el mestizaje, tanto entre pueblo africanos
como con elementos no africanos. Por lo cual propone una reconstrucción identitaria y
cultural de los elementos afro en las comunidades afrodescendientes.
Por otro lado, propone un combate directo a la discriminación y racismo en América
Latina, pero desde una racialidad vista como algo transversal, que involucra tanto un punto
de vista económico, político, religioso y de color de piel. Esto se interrelaciona con una
recuperación de la cultura afro, la cual ha sido ocultada para encajar en las sociedades de los
diversos estado-nación. Del mismo modo propone oficializar los estudios de la cultura negra
en los diversos países, esto debido a la exclusión de los elementos afrodescendientes en los
estudios y sobre todo en la educación. Para ellos se propone la enseñanza de la Historia de
África en las escuelas primerias y secundarias de Colombia y por otro lado, el patrocinio de
organismos regionales (OEA) e internacionales (UNESCO) para la realización de nuevos
Congresos de la Cultura Negra de las Américas.

“A partir de 1980 se retomaría con gran fuerza, desde las dinámicas organizativas de
Colombia y Venezuela, la acción de reivindicar y conceptuar lo negro, esta vez, desde una
perspectiva común: autodenominarse comunidades negras” (Cassiani. 2015: 132). De esta
manera, desde los años 80’ el movimiento afro en América Latina vuelve a teñirse de
resistencia, todo esto enmarcado en la rearticulación de agrupaciones y un discurso negro, es
así como en los distintos países las nuevas condiciones de movilización dieron cabida a la
visibilizarían de las demandas de los “nuevos” movimientos afro, con lo cual, se inician
procesos de reconocimiento y medidas por parte de los gobiernos, esto en conjunto con una
influencia reciproca entre los movimientos negros e indígenas que surgieron en este periodo
y que comenzaron a desarrollar en contra de los efectos negativos del neoliberalismo,
colonizando corporativamente regiones y poblaciones que antes estaban relativamente fuera
de la lógica capitalista y la regulación estatal (Laó Montes. 2011: 24).

En 1980, se realiza Segundo Congreso de la Cultura Negra de las Américas, en donde


se reportan los logros obtenidos hasta la fecha en materia de visibilización de los elementos
Afro en América latina y la incorporación de miembros del caribe. Uno de los temas de más
preocupación es la continua segregación y discriminación racial, lo cual acarrea una serie de
detrimentos sociales y económicos en la población afro, debido a esto se propone la creación
de una asociación regional afro-americana, la inclusión de elementos culturales en los
diversos estados-naciones y con esto el reconocimiento de los elementos aportados por la
población afrodescendiente a cada sociedad y hacer visible la problemática negra en América
Latina. En el año 1982 se realiza el Tercer Congreso de la Cultura Negra de las Américas,
uno de los principales puntos a destacar, es la inclusión de los elementos de genero
interrelacionados con el de raza, con la preocupación de las medidas de esterilización que se
proponían en Brasil para reducir la población afrodescendiente, la cual se estaba convirtiendo
en un elemento peligroso por su poder electoral.

Con esto nos dirigimos a una reconceptualización del movimiento afro en América
Latina, asumiendo el etnónimo de “comunidades negras”, el cual al reconceptualizar “lo
negro” dotó al movimiento de afro de la idea de una comunidad organizada e
interrelacionada, sin dejar de lado sus reivindicaciones históricas que agrupa a toda la región
de América Latina y el Caribe. Es así como en los distintos países como se mencionó
anteriormente, las poblaciones afro comenzaron a obtener avances en sus demandas,
principalmente culturales como es el caso de una etnoeducación en Colombia y una
educación bilingüe en Ecuador (Cassiani. 2015: 133). Así es como se comienza a articular el
camino hacia uno de los hitos más relevantes del movimiento afro contemporáneo, el
congreso de Durban.

A modo de preparación para el congreso de Durban a realizarse el año 2001, durante


la década del 90, comienzan a erigirse una serie de agrupaciones afrodescendientes en los
principales países con población afro. Durante el año Es así como a partir de 1992 ocurre un
auge de redes internacionales de organizaciones afro. En 1992 surge la Red de Mujeres
Afrocaribeñas y Afrolatinoamericanas en el marco del “Primer encuentro de mujeres negras”
realizado en republica dominicana. En 1994 surge la Red Continental de Organizaciones
Afroamericanas, 1995 Organización negra Centroamericana, 1996 Afroamérica XXI, 1999
Alianza Global Latinocaribeña, 2000 Alianza Estratégica de Afrodescendientes de América
Latina y el Caribe, 2000 Red Andina de Organizaciones Afro y en 2001 la Red de Jóvenes
Afrodescendientes de América del Sur. El encuentro de Durban fue antecedido por el mayor
auge continental en las luchas por el pueblo negro, lo cual conllevo a un apoyo económico
hacia las redes y organizaciones por parte de gobiernos y entidades multilaterales (Banco
Mundial, ONU, UNESCO, PNUD, entro otros), ayudaron al desarrollo y acercamientos de
reflexiones regionales e internacionales y dar origen a posturas y propuestas acordes a las
demandas y exigencias de la problemática afrodescendiente (Cassiani. 2015).
Una de las principales conferencias preparatorias para Durban 2001 tuvo lugar en
Santiago de Chile el año 2000. La principal característica de esta conferencia es la
configuración de una identidad común para el movimiento afro en América Latina, que, hasta
el momento, si bien se unía bajo la concepción de comunidad negra, existía la delimitación
de agruparse en mulatos, mestizos, etc. Al autodefinirse a partir de etnónimo de
Afrodescendientes, se avanzo significativamente en la unificación frente de la comunidad
internacional y los diferentes estados, pero a la vez significo un avance en el proceso de
reconocimiento de la historia, la ancestralidad, de los aportes africanos y la incorporación de
lo afrodescendiente como elementos de las naciones a las que pertenecen. De esta manera el
Afrodescendiente es perteneciente a “un grupo humano que comparte una cultura y una
historia, cuyos integrantes están unidos por una conciencia de identidad e incluso una
búsqueda de reconocimiento político” (Cassiani, 2015: 151).

Con estos elementos nos enfrentamos a la III Conferencia Mundial contra el Racismo,
la Discriminación Racial, la Xenofobia y las formas Conexas de Intolerancia. Las principales
demandas y objetivos que surgieron de esta conferencia son “el reconocimiento formal y
legal al interior de cada Estado, la inclusión especifica en planes, programas y proyectos
oficiales, el diseño y puesta en practicas de programas educativos específicos dirigidos al
fortalecimiento de la identidad étnica, histórica y cultural, entre otros. Para ello se procuró
aprovechar el escenario de la ONU y la internacionalización de los acuerdos entre los grupos
étnicos y los estados” (Cassiani, 2015: 154) en conjunto con la autonomía y el territorio,
pasaron a considerarse los principales soportes ideológicos y políticos de las luchas y
reclamos de las comunidades afrodescendientes en conjunto con la pelea contra el racismo y
la discriminación social. (Cassiani, 2015).

Es así como Durban 2001 se convirtió en un hito como la consolidación mayor de las
redes Afrodescendientes en América Latina, como la organización superior para lograr
conseguir fomentar el desarrollo y estabilidad de las redes y conseguir las demandas que se
intentaban conseguir. Pero nuevamente, los elementos que heterogéneos y las demandas
individuales de las diferentes organizaciones afrodescendientes, delimitadas por las
condiciones materiales y los contextos reales en que se desarrollan y a mi parecer, una
estrategia muy bien jugada por parte de los principales Estado-Nación de la región, las redes
de organizaciones Afro comenzaron a perder fuerza. Así es como en la pre-conferencia
Santiago +5 (2005), se pudo realizar este diagnóstico anteriormente descrito. La unión
internacional comenzó a flaquear y disminuir, esto debido a que las diferentes organizaciones
Afrodescendientes debieron y se enfocaron en resolver sus conflictos propios e internos,
dejando de lado el proyecto exterior. Entre 2006 y 2010 se presenta un periodo de mengua
de las acciones internacionales, lo cual presenta un gran desafío para el movimiento afro
internacional y nacional.

Uno de los elementos clave en la lucha de los movimientos Afro en América Latina,
por lo menos en las últimas décadas, ha sido su carácter de redes, lo cual lo fortalecía no solo
a nivel mundial, sino que las diversas organizaciones locales tenían el apoyo de las redes
formadas, el debilitamiento de estas redes nos presentan un gran desafío para la articulación
de los movimientos afro actualmente, sobre todo a niveles locales como es el caso de Chile,
en donde los elementos Afro han sido invisibilizados totalmente y en los últimos año han
tenido mayor auge el tema racial a partir de los ciclos de migraciones, ¿pero por que no se
reconocen los elementos afros que han existido desde la colonia?. Las redes de articulación
internacional, en conjunto con estudios de la pertenencia Afro en Chile son esenciales para
la articulación de políticas de visibilización y articulación del reconocimiento de la
afrodescendencia chilena, y creo que una de las claves para el futuro del movimiento afro se
basa en dos ejes, el primer eje es el feminismo, movimiento crucial en los últimos años en
las movilizacones sociales y que es un eje transversal en las luchas sociales y politicas, ya
que el tema genero y una perspectiva feminista atraviesa los elementos de raza y clase.

Por otro lado, me quedo con la perspectiva de Zapata Olivella (1990), en donde nos
dice que:

“América se hizo negra por la fusión de las sangres llamadas impuras. El


mestizaje igualó biológicamente a la india y a la negra con su violador blanco.
Desde entonces la mezcla de las sangres fue superior a la pureza racial
proclamada por los conquistadores.

Mestizaje contra racismo ha sido siempre la fórmula de la vida contra las


sociedades clasistas en la historia de todos los pueblos del mundo”. (P.330)
De esta manera, la lucha del movimiento Afro debe articularse desde una
perspectiva que se mencionó al principio, contra toda estructura de dominación, y para
ello debe articularse, si bien desde una perspectiva de rearticulación e identidad,
también de generar lazos con otros elementos, como lo es el elemento indígena y
mestizo, como lo es el feminismo y como lo son los sectores subalternos de la sociedad,
para construir de esta manera, lo que plantea la declaración de Managua del III
encuentro continental de la resistencia indígena, negra y popular e “impulsar la
construcción de un nuevo orden internacional sin hegemonismos” (p. 186) y para eso
debe adoptarse una perspectiva descolonizadora contra el nuevo orden mundial y el
neocolonialismo impulsado por Estados Unidos durante fines del S.XX.

Referencias:
- Agudelo, Carlos. (2015). “Las encrucijadas del reconocimiento multicultural. Los
afrodescendientes en América Latina y el Caribe” en Valero, Silvia y Alejandro
Campos García (eds.). Identidades políticas en tiempos de la afrodescendencia:
autoidentificación, ancestralidad, visibilidad y derechos. Argentina. p. 497-530.

- Cassiani, Alfonso. (2015). “La diáspora africana y Afrodescendiente en


Latinoamérica: las Redes de organizaciones como puntos de encuentro” en Valero,
Silvia y Alejandro Campos García (eds.). Identidades políticas en tiempos de la
afrodescendencia: autoidentificación, ancestralidad, visibilidad y derechos.
Argentina. p. 127-164.

- Do Nascimento, Abdías. (1989). “Introducción. Tercer Congreso de la cultura negra


de las Américas” en Congresos de la Cultura negra de las Américas. Quito. Centro
Cultural Afro-ecuatoriano. p.83-84.

- Laó Montes, Agustín. (2011). “Hacia una cartografía del campo político
afrodescendiente en las Américas” en Casa de las Américas 264. p. 16-38.

- Maloney, Gerardo. (1980) “Segundo Congreso de la Cultura negra de las Américas”


en Identidad cultural del negro en América. Informe de comisiones y resoluciones.
Panamá. p. 5-13.

- Tercer Encuentro Continental de la Resistencia Indígena, Negra y Popular. (1991)


Declaración de Managua. Boletín de Antropología Americana 24. p. 183-188.
- Zapata Olivella, Manuel. (1988). “El Congreso de la Cultura Negra. Nueva era para
la identidad de América” en Primer congreso de la Cultura Negra de las Américas.
Bogotá, Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas/UNESCO. p. 19-21.

- Zapata Olivella, Manuel. (1990). “Negritud y liberación” en ¡Levántate Mulato!.


Bogotá, Reil Ed. p. 329-341.

- Wade, P. (2000). Raza y etnicidad en Latinoamérica. Quito, Ecuador. Ediciones


Abya-Yala. Capítulo 1 y 2.

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