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Unidad 1.

Fijación y campo visual


Ejercicio 4: Regresiones

En este ejercicio vas a trabajar las técnicas que hemos aprendido en


los ejercicios anteriores de manera combinada para entrenarte en no
cometer el error más común de los estudiantes de Lectura Ágil: Las
regresiones.

En el primer ejercicio aprendiste a utilizar el marcador. En el segundo,


a calentar tus músculos oculares. Y en el tercero, a situar la fijación
en la parte superior de las palabras que es lo que nos permite
descifrarlas con mayor rapidez.

Vas ahora a hacer la fijación únicamente en el punto central y superior


de cada palabra, tratando de distinguirla toda con este único punto
de enfoque (si la palabra es muy grande divídela mentalmente). Te
recomiendo que para los artículos y preposiciones, y para las
palabras con pocos caracteres trates de agruparlas en el mismo
punto de fijación.

Al principio realizarás esta tarea de manera lenta, pero has de


practicarla hasta alcanzar una velocidad de lectura y nivel de
comprensión semejante al que tendrías sin usar las técnicas que te
propongo. De esta manera comenzarás a practicar tu amplitud visual,
que trabajaremos en nuestra siguiente unidad.

A medida que aumentes de velocidad, comenzarás a no leer


palabras, o más bien a no interpretarlas correctamente. Esto significa
que deberás volver a leerla, repetir el punto de fijación y perder un
tiempo enorme. Simplemente estás leyendo por encima de tus
posibilidades, y todavía no has adquirido la práctica suficiente en las
técnicas anteriores. Si es tu caso, practica más el marcador y la
fijación en la parte superior de las palabras. Y trata de controlar tu
fijación para captar palabras enteras de un sólo vistazo.

Para ello te propongo un texto y en las primeras líneas te marcaré los


puntos de fijación, a partir de entonces tú sol@ deberás hacerlo,
guiándote, como en el primer ejercicio, con el marcador por debajo
de la línea.

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La Sal

En una dieta normal resulta casi imposible no hacerlo


debido a la cantidad de sal que incorporan los alimentos
preparados que comemos con voraz devoción. Muchas
veces, alimentos que aparentemente no tienen sal
(cereales para el desayuno, sopas preparadas y
helados, por ejemplo), la llevan a montones.

¿Quién se imaginaría que treinta gramos de copos de


maíz contienen más sal que treinta gramos de
cacahuetes salados? ¿O que el contenido de una lata de
sopa (de prácticamente cualquier lata) excede de forma
considerable la cantidad diaria recomendada de sal para
un adulto?

Los restos arqueológicos muestran que cuando la gente


empezó a asentarse en comunidades agrícolas, empezó
a sufrir deficiencias de sal -algo que nunca antes había
experimentado- y tuvo que esforzarse por encontrar sal
e incorporarla a la dieta. Uno de los misterios de la
historia es cómo sabían que la necesitaban, ya que la

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ausencia de sal en la dieta no despierta ningún tipo de
antojo.

Te hace sentir mal y acaba matándote -sin el cloruro de


la sal, las células se apagan, como un motor sin
combustible-, pero en ningún momento un ser humano
se pararía a pensar: “Caramba, seguro que con un poco
de sal saldría adelante”.

En consecuencia, nos enfrentamos a la interesante


pregunta de cómo sabían lo que andaban buscando,
sobre todo cuando en ciertos lugares conseguir la sal
requería cierto ingenio. Los antiguos británicos, por
ejemplo, calentaban palos en la playa y luego los
sumergían en el mar y rascaban la sal que quedaba
adherida en ellos. Los aztecas, por su lado, conseguían
la sal a partir de la evaporación de su propia orina.

No son acciones intuitivas, por decirlo de un modo


suave. Pero incorporar sal a la fiesta es uno de los
impulsos más intensos de la naturaleza y es, además,
universal. Cualquier sociedad del mundo en la que la sal
esté fácilmente disponible consume, como media,
cuarenta veces la cantidad necesaria para vivir. No nos
cansamos de ella.

La sal es ahora tan omnipresente y barata que


olvidamos hasta qué punto llegó a ser deseable y cómo,
durante mucho tiempo, empujó al hombre hasta los
confines del mundo. La sal era necesaria para conservar

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las carnes y otros alimentos, y por eso se requería en
grandes cantidades:

En 1513, Enrique VIII hizo sacrificar y conservar en sal


25.000 bueyes para una campaña militar. La sal era, por
lo tanto, un recurso tremendamente estratégico.

En la Edad Media, caravanas de hasta 40.000 camellos


(la cantidad suficiente como para formar una fila de 115
kilómetros) transportaban sal desde Tombuctú, a través
del Sahara, hacia los animados mercados del
Mediterráneo.

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