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Concepto

Riesgo

El riesgo es la probabilidad de perder todo o parte de lo que estamos


invirtiendo. Básicamente, la fuente de riesgo es la incertidumbre, que
proviene del hecho de que no se puede saber exactamente lo que
sucederá en el futuro.

Quien realiza una inversión –sea un individuo o una empresa– desearía


que su rendimiento resultara tan alto como fuera posible, sin embargo
el principal obstáculo para esto es el riesgo. El riesgo se podría definir
como la diferencia entre el rendimiento esperado y el realizado.
Prácticamente todas las inversiones conllevan la posibilidad de que
haya una diferencia entre el rendimiento que se presume tendrá el
activo y el rendimiento que realmente se obtiene de él. Más aún, esta
diferencia puede ser bastante grande en ocasiones. Entre mayor sea
la posibilidad de que el rendimiento realizado y el esperado y entre
más grande sea esta diferencia, el riesgo de la inversión es mayor.

Rendimiento

El rendimiento es lo que uno espera obtener por encima de lo que se


está invirtiendo en el mercado. Hay una relación directa entre riesgo y
rendimiento, es decir, un activo financiero que ofrezca mayor riesgo,
usualmente tiene un mayor riesgo implícito (aunque no se perciba). El
rendimiento se puede ver como el incentivo que tienen que tener los
agentes para vencer la natural aversión al riesgo.

La rentabilidad y el riesgo son las 2 caras de una misma moneda. El


riesgo es inherente a cualquier actividad de inversión, y a mayor nivel
de rentabilidad esperada, es inevitable asumir también un mayor nivel
de riesgo. Existe por lo tanto una relación directa entre la rentabilidad
y el riesgo.

Como puede observarse en el gráfico, los instrumentos de renta


variable tienen una mayor rentabilidad esperada, pero conllevan
también un mayor nivel de riesgo que los instrumentos de renta fija.
Rentabilidad

La capacidad de generar rendimientos se conoce como rentabilidad.

En una inversión, los rendimientos futuros no son seguros. Pueden ser


grandes o modestos, pueden no producirse, e incluso puede significar
perder el capital invertido. Esta incertidumbre se conoce como riesgo.

No existe inversión sin riesgo. Pero algunos productos implican más


riesgo que otros.

La única razón para elegir una inversión con riesgo ante una alternativa
de ahorro sin riesgo es la posibilidad de obtener de ella una
rentabilidad mayor.

 A iguales condiciones de riesgo, hay que optar por la inversión


con mayor rentabilidad.
 A iguales condiciones de rentabilidad, hay que optar por la
inversión con menos riesgo.

Cuanto mayor el riesgo de una inversión, mayor tendrá que ser su


rentabilidad potencial para que sea atractiva a los inversores. Cada
inversor tiene que decidir el nivel de riesgo que está dispuesto a
asumir en busca de rentabilidades mayores.
Como vemos en esta gráfica, las estrategias de inversión se suelen
clasificar como “conservadoras”, “agresivas”, “moderadas”, etc.,
términos que se refieren al nivel de riesgo asumido, y por lo tanto la
rentabilidad potencial buscada.

Cuanto más riesgo se asume, más rentabilidad se debe exigir.


Igualmente, cuanta más rentabilidad se pretende obtener, más riesgo
hay que asumir.

¡Cuidado! Riesgo y rentabilidad van unidos, pero aceptar un mayor


riesgo no es ninguna garantía de obtener mayores rendimientos.

2.2. La medida de riesgo de la cartera

La medida empleada habitualmente para evaluar el riesgo total es la


desviación típica o volatilidad de los rendimientos.

¿Qué nos indica la volatilidad?

La volatilidad nos informa sobre la magnitud media de las


fluctuaciones de la rentabilidad en torno al valor esperado de ésta y,
por tanto, sobre la incertidumbre que existe sobre si se alcanzará o no
dicho rendimiento. En otras palabras, la volatilidad mide si un valor
cuando sube lo hace un 50% en un día, o un 10% (y cuando baja lo
mismo).
Una volatilidad baja señala que la oscilación de los rendimientos es
escasa, y la cartera relativamente segura, mientras que una volatilidad
elevada se corresponde con un riesgo mayor.

La desviación típica proporciona una medida global e intuitiva del


riesgo, y por ello puede emplearse para comparar distintas
inversiones, independientemente de su heterogeneidad (peras y
manzanas, siderurgia y high-tech).

Diversificación: una herramienta para reducir el riesgo

La intuición ya nos avisa que repartir reduce el riesgo…

Todos somos conscientes de que concentrar todos nuestros fondos en


una única inversión es arriesgado. Obtendremos un rendimiento alto
si ésta evoluciona a nuestro favor, pero nos causará pérdidas
considerables si las cosas no resultan como esperábamos. Por ello,
solemos repartir nuestro dinero en varias inversiones. Por supuesto,
esperamos que todas ellas vayan bien, pero somos conscientes de que
la probabilidad de que todas vayan mal es muy reducida. Repartir es
diversificar , y reduce el riesgo de manera significativa .

…y la volatilidad nos lo confirma.

La desviación típica , como medida de riesgo, debería reflejar este


fenómeno intuitivo. Efectivamente, la volatilidad de la inversión en
activos tomados individualmente es mayor que la de la inversión en
todos ellos conjuntamente.

El rendimiento esperado, en cambio, no se ve reducido por la


diversificación , como ocurre con el riesgo.

La clave está en la correlación

¿Cuál es la explicación para el menor riesgo que obtenemos


diversificando? Todos los activos no evolucionan igual: mientras que
algunos suben, otros pueden estar bajando o manteniéndose estables.
Así, las fluctuaciones de unos se pueden compensar con las de otros,
dando un resultado global más estable.
La correlación es un indicador de la evolución conjunta de dos
variables, cuyo valor oscila entre 1 (ambas evolucionan paralelamente)
y -1 (los movimientos de una de ellas son contrarios a los de la otra).
Cuanto más próxima a 1 esté, menor será la reducción del riesgo que
se alcanza mediante la diversificación. La máxima diversificación se
alcanza con una correlación de -1, porque las fluctuaciones de un
activo compensarían exactamente a las del otro, pero en la práctica las
correlaciones no suelen ser ni siquiera negativas. Esto no impide
alcanzar un grado razonable de reducción del riesgo.

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