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Vila Merino
N.º 60 MARZOABRIL 2009 12
DE LOS VALORES DE LA DEMOCRACIA A LA
EDUCACIÓN CÍVICA
Por Eduardo S. Vila Merino
E ste artículo pretende aportar elementos de análisis para el debate ético, político y
pedagógico sobre la democracia como medio y como fin, así como sobre el papel de
sus principales valores, la igualdad y la libertad, como referentes para la construcción
de un concepto de ciudadanía que pivote entre los ejes de la participación activa, la
responsabilidad social solidaria y los derechos humanos. Desde este marco teórico, que
a su vez sólo cobra sentido en su puesta en práctica, es desde donde podemos hablar
de educación democrática como una educación en y para la democracia, reflexionando
y aportando principios para su praxis.
Introducción
En un mundo globalizado, donde las
injusticias adquieren también tal dimensión,
especialmente sensible en nuestro contexto
latinoamericano, y donde la democracia como
medio y como fin siempre parece estar entre
paréntesis o cuestionada, creo fundamental
recuperar la reflexión en torno a sus valores
principales y sus implicaciones educativas.
De hecho, desde mi punto de vista, la esencia
de la democracia se haya encarnada en sus
valores: la libertad y la igualdad. Aunque
enmarcados dentro de los valores de la
modernidad clásica y, por tanto, al servicio de La esencia de la democracia se haya encarnada
la construcción de una imagen racionalista en sus valores: la libertad y la igualdad.
del mundo que rechaza los dualismos y
pretende la integración del ser humano en la
naturaleza (TOURAINE, 1994), estos valores, sin pretensiones absolutistas, tienen su
límite el uno en el otro, siendo el de ambos la dignidad humana, entendida como valor
con pretensiones universalistas hacia el cual el ser humano y cualquier comunidad se
debe, y, consiguientemente, también el primer referente que debe tener la propia
democracia a la hora de preguntarse a sí misma sobre su actuar, aunque éste se
encuentre presidido por sus valores.
“La democracia está hecha para la libertad. Donde hay un residuo de
autoritarismo no se puede hablar de democracia.” (BILBENY, 1999; p. 39).
“La igualdad es el otro valor fundamental de la democracia. Es inconcebible el
demócrata que abomina de la igualdad o la pone en entredicho. (...) La igualdad
va unida a la libertad, y viceversa. Razón de esto último: si no tolero que otro me
mande sin que yo le haya dado autorización, es porque, en el fondo, ese otro es
alguien ‘como yo’, un igual a mí. ¿Por qué tengo que ceder a su coacción? Y al
revés, si lo que procuramos es ser iguales en dignidad, derechos y obligaciones,
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es para que podamos ser cada uno un ‘yo’, un ser libre, y no haya quien sea más
libre que otros o a costa de su libertad.” (BILBENY, 1999; p. 44).
Desde esta perspectiva que comenta Bilbeny es desde donde la democracia, a través
de sus valores, debe ser y constituir una forma de dar(nos) a los otros desde nuestra
alteridad y conseguir que ésta sea valorada desde su condición de tal, como una
manera de impregnar nuestro quehacer de humanidad a partir de la libertad y de la
igualdad que la misma otorga. Esta concepción de la diferencia es una manifestación
de lo que podemos llegar a ser con los demás y con la oportunidad de ser y participar
en una sociedad democrática donde los bienes materiales y simbólicos (entre los que se
sitúa la educación) se redistribuyan equitativamente, pues no podemos olvidar que la
tangibilidad ética del valor de la igualdad proviene de la equidad, es decir, de dar no
igual, sino en función de la necesidad. Una sociedad, por otro lado, que, para ser
democrática, también debe tener en la responsabilidad social de sus miembros otro
pivote fundamental para construir a partir de ahí la libertad de los mismos, la cual a su
vez sólo se podrá dar si es para todas y todos. De esta manera, Sen examina la idea de
la libertad y su importancia para conseguir una buena sociedad, una sociedad
democrática, estableciendo estos dos componentes en su análisis:
“1) el valor de la libertad personal: la libertad personal es importante y debe
garantizarse a aquellos que ‘importan’ en una buena sociedad, y 2) la igualdad
de la libertad: todo el mundo importa y la libertad que se garantiza a uno debe
garantizarse a todos. Los dos componentes entrañan que la libertad personal
debe garantizarse de manera compartida a todos.” (SEN, 2000 p. 283).
Este análisis tiene unas implicaciones políticas que hay que añadir a las
consideraciones éticas antes enunciadas, cuyos máximos referentes son la cooperación,
como eje de la solidaridad y elemento político que vertebra a la igualdad, y la
participación, como auténtico e imprescindible adalid de la construcción compartida de
la libertad sin ningún tipo de coacción antidemocrática. Sería un absurdo democrático
hablar de igualdad para las personas que se encuentran en situación de esclavitud y de
libertad cuando exista trabajo forzoso.
La ciudadanía como sujeto político de la democracia
Pero claro, además de lo ya visto, los valores democráticos de la igualdad y la
libertad, así como sus referentes desde el mundo de la ética y de la política, poseen
unos elementos que podríamos denominar mediadores, o sea, instrumentos para la
construcción del proceso democrático a través del consenso y el desarrollo de lo más
humano del ser humano a través del lenguaje: me refiero a los derechos humanos,
como referente para la convivencia y la justicia, y al diálogo como posibilitador
imprescindible para la realización de todo acto que podamos llamar democrático. Desde
mi punto de vista, las claves hay que encontrarlas en pensamientos como los que
expresan nuestra necesidad de convivencia con las otras personas, ya que ello
precisamente nos hace más humanos, pues reconociéndonos en los otros es como
mejor podemos conocernos nosotros mismos. No en vano, la diversidad de culturas y
comunidades son fuente de riqueza, y como tal deben entenderse desde la praxis
democrática.
De esta manera, y sintetizando algunas de las cuestiones abarcadas hasta el
momento, he desarrollado el siguiente cuadro con el fin de percibir de manera global
dichas cuestiones desde las distintas dimensiones de referencia:
VALORES
ÉTICA POLÍTICA MEDIADORES EDUCACIÓN
DEMOCRÁTICOS
Derechos
Igualdad Equidad Cooperación Principio de equidad
humanos/Diálogo
Diálogo/Derechos
Libertad Responsabilidad Participación Principio de inclusión
humanos
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derechos. Además, eso implica que el concepto de buen ciudadano parta de una
exigencia ética para con los otros de forma que todos tengan acceso a los bienes,
simbólicos y materiales, de manera equitativa y responsable social y ecológicamente.
Por tanto, y siguiendo con las palabras de Gimeno Sacritán sobre el concepto de
ciudadano y ciudadana, podemos decir que:
“Se trata de una construcción históricamente muy elaborada, cuya esencia
radica en comprendernos y respetarnos como libres, autónomos e iguales, al
tiempo que se vive con otros; condición de la que deriva una forma de percibirse
a sí mismo en relación con los demás: una identidad.” (GIMENO SACRISTÁN,
2001; p. 152).
Aparte de esto, los criterios de participación en común y el reconocimiento de los
intereses bajo pretensiones de entendimiento deben implicar constantes
transformaciones en las que el camino se haga al andar, es decir, donde democracia y
ciudadanía sean procesos siempre en (re)construcción sobre la base de sus valores, ya
que a ser ciudadano o ciudadana se aprende siéndolo.
Además de esta perspectiva educativa, imprescindible para el desarrollo y la
asunción de la ciudadanía, no podemos olvidarnos nuevamente del contexto donde ese
desarrollo se lleva a cabo. Muchas son las propuestas en este sentido, pero la mayor
parte de ellas actualmente están vinculadas, de una u otra manera, a lo que se ha dado
en llamar ‘mundialismo democrático’. En palabras de Bilbeny:
“La alternativa al globalismo neoliberal es el mundialismo democrático. Es la
opción contraria al llamado, también, ‘pensamiento único’, que no ve otro orden
posible que el orden neoliberal hoy existente. En el mundialismo no hay ‘un solo
mundo al margen de todos los demás’, sino ‘muchos mundos en un solo mundo’,
que es plural. Es la opción, en una palabra, por un pensamiento pluralista y a la
vez inclusivo, no disgregador. (...) el mundialismo democrático, movido por lo
cívico, no lo económico, y por lo que es común a los pueblos, no a los más
favorecidos por el mercado, se propone un gobierno de los poderes públicos y por
el público en general. La democracia es vista, desde esta perspectiva, como un
experimento en gran parte por hacer.” (BILBENY, 1999; p. 92).
La democracia educativa y la educación para la democracia
Partiendo de esta realidad, podríamos decir con Taylor (1994) que las formas
principales de respeto desde la ciudadanía deben darse sobre la identidad
intransferible de cada persona y sobre las formas de acción y concepciones apreciados
por los colectivos minoritarios. El comunitarismo de Taylor propone el concepto de
reconocimiento como categoría fundamental para armonizar las demandas de igualdad
de las democracias modernas y el reconocimiento de las particularidades culturales e
históricas, para alcanzar un ‘igual reconocimiento’ a través de una ‘política de la
diferencia’ donde la dignidad pasa de ser un derecho a un valor con pretensiones
universalizantes.
Así, Taylor reclama el reconocimiento cultural como base necesaria y suficiente del
sistema de derechos, mientras que Habermas advierte de que ello depende siempre de
la aprobación de los individuos, si bien reconoce que ésta se encuentra en función del
reconocimiento de sus particularidades y vinculaciones. En este sentido, se da una
mediación de la esfera pública entre el sistema de derechos y el reconocimiento de las
diferencias, ya que es en la formación deliberativa de la misma donde se va a conformar
el proceso político de la democracia, que siempre debe tener como pretensión el
autoentendimiento colectivo y el desarrollo de una comunidad ética. Así, el propio
Habermas afirma que
“la política no tiene sólo una función mediadora, sino que es cabalmente
conformadora del proceso de constitución de la sociedad. La ‘política’ se concibe
como la forma reflexiva de la eticidad de una forma de vida, como el medio en el
que los miembros de comunidades de solidaridad más o menos emergentes de
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políticas educativas puedan ser probadas a través del diálogo crítico y en el que todas
las personas participen activamente.
Por tanto, y sintetizando algunas de las ideas aquí expuestas sobre la democracia,
recurrimos nuevamente a las palabras de Bilbeny:
“La educación democrática enseña a escuchar. ‘Oír’ es difícil en nuestra sociedad
del ruido. ‘Escuchar’ lo es más todavía. Y, sin embargo, de la actitud de escucha
de la voz y las razones del otro –y de las nuestras, en la intimidad de nuestra
conciencia– depende la suerte de la democracia en todos sus aspectos básicos:
como un ‘instrumento’ y unos ‘valores’, un ‘proceso’ en el tiempo y un
‘compromiso’ personal a cada momento.” (BILBENY, 1999; p. 141).
Profundizar en esto, tanto desde el contexto social (como ciudadanas y ciudadanos)
como desde el contexto educativo (como educadoras y educadores comprometidos ética
y políticamente con los valores democráticos y la lucha contra la exclusión de las
personas y las culturas minoritarias), debe ser nuestra prioridad y nuestra senda.
PARA SABER MÁS:
BILBENY, Norbert (1999): Democracia para la diversidad. Ed. Ariel, Barcelona.
GIMENO SACRISTÁN, José (2001): Educar y convivir en la cultura global. Eds.
Morata, Madrid.
GUTTMAN, A. (2001): La educación democrática. Una teoría política de la
educación. Ed. Paidós, Barcelona.
POPKEWITZ, Thomas S. (1998): La conquista del alma infantil. Política de
escolarización y construcción del nuevo docente. Ed. PomaresCorredor,
Barcelona.
TAYLOR, Charles (1994): La ética de la autenticidad. Ed. Paidós, Barcelona.
THIEBAUT, Carlos (1998): Vindicación del ciudadano. Ed. Paidós, Barcelona.
TOURAINE, Alain (1994): ¿Qué es la democracia? Ed. Temas de Hoy, Madrid.
TUVILLA, José (1998): Educación en derechos humanos: hacia una perspectiva
global. Desclée de Brouwer, Bilbao.
Eduardo S. Vila Merino es diplomado en Maestro en Educación Primaria y licenciado en
Psicopedagogía. Doctor por la Universidad de Málaga y Experto Universitario en Educación
de Personas Adultas. Diversas publicaciones de libros, capítulos y artículos, sobre todo en el
ámbito de la teoría de la educación, la educación intercultural, la ética y los derechos
humanos y la coeducación. Cursos de formación al profesorado y participación asidua en
jornadas y congresos a nivel estatal e internacional. Actualmente Maestro de Primaria y
Profesor Asociado en el Dpto. De Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de
Málaga.
GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VIII. Número 60. MarzoAbril 2009. ISSN
16969294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2009 Eduardo S. Vila Merino. © 2002
2009 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación.
Universidad de Málaga.
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