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Nos acercaremos al estudio de esta cuestión siguiendo a Francisco Estévez en su excelente trab
ajo sobre el tema: El fenómeno elemental, publicado como capítulo del imprescindible libro Psic
opatología de los síntomas psicóticos, de Díez Patricio y Luque Luque. Estévez se ocupa del fen
ómeno elemental como modelo formal del momento de desencadenamiento de la psicosis, es d
ecir, como paradigma de la operación en la que en el sujeto psicótico la estructura se manifiest
a en su despliegue de enfermedad. Este momento sería el periodo primitivo de la psicosis. En e
sta entrada resumiremos el texto de Estévez, cuya lectura íntegra recomendamos en cualquier c
aso.
Como señala Estévez, Lacan designa el fenómeno elemental como el elemento central que da c
uenta del desencadenamiento de una psicosis, en tanto que momento preciso de ruptura del e
quilibrio del sujeto y en tanto que operación estructural que determinará la evolución subjetiva
posterior. El fenómeno elemental es un efecto del significante que se produce en un momento
determinado de la vida del psicótico, cuando éste se encuentra con el significante del Nombre -
del-Padre. Ante la ausencia de significación que conlleva la irrupción de tal significante que le f
alta (primer momento del fenómeno: vacío de significación), el sujeto reacciona produciendo una
significación nueva, que consideramos extraña (segundo momento del fenómeno: creación de u
na significación bizarra). Lacan considera, a diferencia de Clérambault, que en el propio fenómen
o elemental se encuentra ya la estructura del delirio.
Clérambault, por su parte, concede también una gran importancia a los fenómenos elementales
de la psicosis, agrupándolos bajo la denominación de automatismo mental. A diferencia de Laca
n, los distingue del resto de los fenómenos psicóticos y, especialmente, del delirio. Siguiendo a
Estévez, para Clérambault, el síndrome de automatismo mental, o Síndrome S, constituiría una r
eacción de tipo funcional debida en última instancia a una perturbación basal orgánica causante
de la psicosis. El síndrome tiene tres características: es una perturbación primitiva, neutra, es de
cir, sin tonalidad afectiva, y atemática. Las modalidades más destacables de automatismo son el
verbal, el sensitivo y el motor. Desde este punto de vista, el delirio es una reacción secundaria,
sin ninguna relación con el automatismo mental, vinculada a la personalidad previa y a las aptit
udes imaginativas e interpretativas del sujeto.
Por lo tanto, como venimos viendo, para Clérambault, el delirio, en tanto que superestructura e
xplicativa, así como las alucinaciones, no son más que una construcción secundaria. Establece ta
mbién que las alucinaciones son tan sólo una parte del automatismo mental, que tiene, además,
otras múltiples formas de manifestación, entre ellas, eco del pensamiento, enunciación de actos,
diálogos interiores y alucinaciones motrices variadas. La alucinación puede alcanzar una dimensi
ón de entidad clínica propia sólo cuando se presenta bajo una forma pura de automatismo, es
decir, sin cortejo emocional ni trabajo intelectual. De lo contrario, es un producto asociado y se
cundario a aquél.
Entre 1919 y 1927, Clérambault lleva a cabo lo que llama la elaboración del Dogma. El automati
smo mental tiene para él entidad de proposición que se asienta como firme y verdadera, basán
dose en una serie de presupuestos. El automatismo mental es el origen y la base de todas las
psicosis alucinatorias crónicas, siendo un fenómeno simple y aislable que admite formas variadas
y de causalidad orgánica. “Las intuiciones, la anticipación del pensamiento, el eco del pensamie
nto y los sin-sentidos son los fenómenos iniciales del Automatismo Mental”. Incluso cuando la p
sicosis aparece revestida por el delirio aparentemente desde el inicio, siempre se encuentra el a
utomatismo mental en el comienzo, pudiendo deslindarse nítidamente si se interroga adecuadam
ente al sujeto. Las alucinaciones auditivas y psicomotrices son fenómenos tardíos del automatism
o mental, según Clérambault.
Clérambault dice: “El delirio propiamente dicho no es más que la reacción obligatoria d e un int
electo razonante, y a menudo intacto, a los fenómenos que surgen de su subconsciente, es dec
ir, al automatismo mental”. El automatismo, con su irrupción, produce en el enfermo una tende
ncia a establecer en el Yo una escisión. Después, según las aptitudes de cada sujeto, interpreta
de un modo u otro esta escisión y produce una construcción explicativa, que dependerá de las
ideas preexistentes de la época y del medio cultural. El grado de sistematización del delirio está
en función de las cualidades intelectuales preexistentes en el sujeto. Califica a los delirios de “
epifenómenos” que se derivan de la actividad interpretativa del sujeto, y explica que son el resu
ltado “de un trabajo consciente, y no mórbido en sí mismo, o apenas mórbido, sobre una mate
ria que es impuesta por el Inconsciente”. Y una de sus sentencias más conocidas y repetidas: “S
e puede decir que en el momento en que el delirio aparece, la psicosis es ya antigua. El Deliri
o no es más que una superestructura”. Señala también el maestro francés que el automatismo s
urge sin conexión alguna con el psiquismo o la biografía del sujeto.
Allí donde Clérambault concibió los fenómenos elementales como simples fenómenos mecánicos,
Lacan entiende que “es más fecundo concebir[los] en términos de estructura interna del lengua
je”. El núcleo de la psicosis se juega en la relación del sujeto con el significante, en su aspecto
más formal, y en su posición de máxima exterioridad con respecto a aquél. Todos los restantes
fenómenos que se desencadenan alrededor no son más que reacciones a ese primer tropiezo.
Es posible encontrar psicosis no desencadenadas en sujetos que, junto a múltiples rasgos de ret
raimiento, presentan alguno singular (alguna afición, conocimiento o afiliación especial) que funci
ona como suplencia del Nombre-del-Padre. El sujeto carece de ese significante que organiza el
mundo simbólico, pero en su lugar tiene uno más humilde que lo remeda como un zurcido o
una prótesis. Su existencia puede transcurrir, de este modo, sin ninguna crisis apreciable, pero si
empre pivotando sobre un punto inestable de equilibrio. En un momento inesperado, puede ver
se convocado de forma súbita ante el significante que falta: el Nombre-del-Padre, lo que puede
suceder por uno de esos encuentros cruciales en la existencia: el amor, la sexualidad, la autori
dad, la muerte. En esos momentos, el sujeto tiene que sostener su sexuación desde un lugar d
e verdad. Ahí desfallece, en el punto en que es llamado el Nombre-del-Padre responde en el
Otro un simple agujero. Esto provoca, a su vez, un agujero en la significación fálica, al carecer
el sujeto de la capacidad metáforica que proporciona la metáfora paterna.
El proceso comenzaría con el encuentro circunstancial con Un-padre. Como el sujeto carece del
significante del Nombre-del-Padre a causa de la forclusión, no le puede dar respuesta, ni tampo
co sustituir el vacío por un significante cualquiera porque ello implicaría ya una metaforización.
Al no poder sostener su ser, se desencadena la psicosis, produciendo como efectos subjetivos: u
n primer movimiento de suspensión de significación, ya que el sujeto no tiene ninguna significa
ción que ofrecer, nada con qué responder a ese encuentro, apareciendo el vacío, la detención
del pensamiento, la perplejidad y siendo el elemento dominante la extrañeza; y un segundo mo
vimiento, donde se produce la anticipación de una significación nueva, adelantando el sujeto un
a significación cualquiera ante la angustia que le provoca el vacío anterior. Así, en este segundo
movimiento, aparece la alucinación, que tiene siempre carácter de injuria sexual, explícita o alus
iva, porque está hecha sobre el material de la sexuación que falta. Esta alucinación es un retorn
o en lo real del significante excluido, que tiene como función colmar el vacío de significación y
la perplejidad en que está sumido el sujeto, siendo el elemento dominante la certeza. Es en est
e proceso donde se inscribe el matema de Lacan: “lo que no llegó a la luz en lo simbólico, ap
arece en lo real”. Vemos, pues, como recuerda Estévez, que fenómeno elemental y alucinación
no son sinónimos, aunque guardan una gran proximidad. La alucinación es el segundo movimie
nto del fenómeno primordial y no se puede entender sin el primer movimiento.
El delirio constituye el tercer movimiento. Para Lacan no es tan secundario como consideraba Cl
érambault, que sostenía que no existía relación alguna entre automatismo y delirio, ya que mien
tras aquél se activa de un modo mecánico y ajeno a la subjetividad, éste guarda relación con l
a historia del sujeto y se construye con el material más sano de sus experiencias y recuerdos. L
acan no lo plantea de ese modo, pues entiende que en el fenómeno elemental está ya la estru
ctura del delirio. Naturalmente, se precisa una elección del sujeto. Una primera, para el psicótico
, en el momento de su constitución subjetiva, es la del ser de goce. La no incorporación del si
gnificante Nombre-del-Padre le permite quedar fuera de la ley (en realidad, dejar fuera a la ley)
que es siempre limitadora, y permanecer con su goce ilimitado. Una segunda consiste en qué
hacer con el fenómeno elemental, debiendo el sujeto decidir si se mantiene en la alucinación c
onstante o si realiza un trabajo con ésta, llamado delirio. Permanecer en la alucinación diaria es
una elección abandónica. Llevar a cabo un trabajo con el delirio es una decisión valiente, ya q
ue implica forzar (y no gozar) el fenómeno elemental para construir un producto. Hay sujetos q
ue sólo deliran pegados a la alucinación, mientras que otros son capaces de construir una metá
fora delirante, es decir, un delirio estabilizador y limitado.
Como señala Estévez, la importancia del fenómeno elemental no estriba en que comporte un n
úcleo inicial parasitario sobre el que el sujeto construye un delirio -entendido como envoltura se
cundaria- utilizando materiales biográficos. No es así. La posición de Lacan es inequívoca: “El de
lirio no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno element
al”.
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11 comentarios:
Lo que me resulta novedoso es la consideracion del DELIRIO como FENOMENO ELEMENTAL par
a Estevez. De donde es la cita de Lacan sobre la consideracion del Delirio como F.E.? ¿Hay mas
autores que sostengan esta posicion?
Siempre habia considerado como Elementales los fenomenos sutiles, el AM y en un segundo m
omento las alucinaciones, pero consideraba el delirio como una construccion.
Un abrazo y gracias por hacernos pensar mas allá de la imbecilidad del DSM!
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Anteúltimo párrafo de la pagina 33 del Seminario 3, de la editorial Paidos: "El delirio no es ded
ucido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental."
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Hola, Enrique.
La verdad es que a nosotros también nos sorprendió el planteamiento del delirio como fenóme
nos elemental, entendiéndolo siempre más como construcción secundaria (más o menos) repara
dora, en línea de, por ejemplo, "El saber delirante" de Colina. La referencia que viene en el artí
culo de Estévez a esa afirmación de Lacan es de la reedición francesa de los Seminarios por Se
uil en 1981, concretamente el Libro III, titulado "Las Psicosis", en su página 28. No tengo el text
o original, ni en francés (que no entendería) ni en español (que tal vez tampoco). Ya nos dirás,
si quieres, qué dice Lacan ahí...
Un abrazo.
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Ay! Ilusiones, todo en psiquiatría es cuestión de fé... Mira cómo se hicieron los dsm
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La concepción de Lacan está mal explicada: "El fenómeno elemental es un efecto del significant
e que se produce en un momento determinado de la vida del psicótico, cuando éste se encue
ntra con el significante del Nombre-del-Padre". Por el contrario, la coyuntura de desencadenami
ento de la psicosis se produce cuando hay un llamado al significante del Nombre-de-Padre y al
lí se revela su ausencia en lo simbólico.
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La referencia en la que fenómeno equivale a estructura está en el Sem III, página 33 :"El delirio
no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental.E
s decir que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que l
a de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo que no sea ella misma".
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El texto de Estévez es parcial y centrado en Clérambault. Son muchos los autores, principalment
e germanos, que hablan de los fenómenos elementales. No sólo está el automatismo mental, ta
mbién tenemos, entre muchos otros, la autorreferencia enfermiza y el humor delirante (dolor m
oral de los clásicos que nos llevaría a una concepción unitaria de la locura).
Por otra parte, el propio Clérambault llega a considerar también el delirio como un fenómeno e
lemental. Por eso hay que diferenciar delirio (como fogonazo, véase JM Álvarez) y el delirio co
mo explicación (trabajo delirante).
Lo normal en los clásicos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX era considerar el deli
rio desde esas dos perspectivas. No es un invento de Lacan.
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Amaia Vispe
Jose Valdecasas