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http://themedicalbiochemistrypage.o
rg/es/
Afirmar que por restringir los carbohidratos y aumentar las grasas vamos a entrar
en una cetoacidosis sería como afirmar para la población general que si ingiere una
comida alta en carbohidratos sus niveles de glucosa se van a disparar hasta
400mg/dl.
En resumen, diré que tiene que estar bien formulada por un profesional que
conozca la materia en profundidad. Si no tenemos en cuenta ciertas carencias
nutricionales de la alimentación actual se puede producir desde debilidad, mareos
y cansancio hasta daño hepático. Algunos de hecho la critican cuando lo que han
realizado o lo que critican no era una dieta cetogénica ya que piensan que cualquier
dieta baja en carbohidratos lo es. Ojalá fuera todo tan sencillo pero no, en estas dietas
hay que limitar incluso la proteína. He visto como gente critica las dietas bajas en
carbohidratos refiriéndose a dietas con un 40% de carbohidrato u otras con 100gr de
carbohidrato al día. Repito que es algo que o se hace bien y por alguien que sepa en
un contexto útil o necesario o no se hace. Y la persona que la vaya a realizar tendrá
que ser consciente del proceso y deberá seguirla un par de semanas cómo mínimo
para ver sus resultados. No es una dieta que pueda uno andar saltándote un par de
veces por semana. No es una dieta estricta, pero si restrictiva. Por su
efecto inhibidor del apetito se convierte en una de las dietas más fáciles de llevar.
Lo increíble es que cuantas más horas se pasan sin comer más suben los niveles de
estos en sangre, más se inhibe el apetito y más proteína se ahorra. Es el camino
directo a adaptarse y tirar al 100% de la grasa que llevamos puesta, pero esta
adaptación no ocurre de la noche a la mañana y hay que esperar al menos un par de
semanas. Esas miles de calorías (hasta 90.000 en sujetos magros), que nos pueden
dar energía casi ilimitada si sabemos utilizarla. Una vez adaptados a la grasa y a
convertirla en este super combustible, al cuerpo le da igual si viene de nuestras
reservas o si la ingerimos de la dieta. El mejor ejemplo es el de investigadores como
Dom d Agostino y algunos otros que al estar en dieta cetogénica solo hacen dos
comidas al día. Hay quien incluso en días sueltos solo hace una. Ya sé que esto a la
mayoría de los lectores les parecerá algo extremo y difícil de hacer… pero en realidad
es lo contrario. El hecho de despertar ese potencial metabólico hace que sea una dieta
con la que perder peso fácilmente.
En mi opinión no, y tampoco es algo para adoptar como estilo de vida permanente,
pero sí que me parece algo a probar. Es una herramienta más y no una herramienta
cualquiera ya que como hemos visto para algunas patologías podría ser un muy buen
camino a seguir. Según la persona y el contexto estará o no indicada, habrá quien no
sea capaz de seguirla, y habrá quien quede maravillado y no quiera salir; es el camino
de la nutrición personalizada (http://www.diariodenavarra.es/blogs/dn-running-
dudas-consejos/2016/03/02/hacia-una-nutricion-personalizada/).
Hay que ser muy consciente de sus beneficios, pros, contras y el tiempo que hay que
darle para alcanzarlos.
Como realizar una dieta cetogénica bien formulada
Aquí es donde entra la parte complicada ya que no todas las personas responderán
igual ni tendrán las mismas necesidades. Hay una serie de directrices pero la
personalización y seguimiento son muy importantes si se quiere hacer
correctamente. El paso principal y más obvio es la restricción de los hidratos de
carbono y esta es una de las variables más individuales que hay. Hay quien entra en
cetosis nutricional con 100gr de carbohidratos al día y hay quien tiene que bajar
hasta menos de 30. Como ya mencioné en mi artículo de flexibilidad metabólica
(http://www.diariodenavarra.es/blogs/dn-running-dudas-
consejos/2015/04/17/flexibilidad-metabolica/) la tolerancia y dependencia al
carbohidrato es muy variable y de ésta depende como serán los primeros días. Una
vez se restringe el carbohidrato aquel que esté bien adaptado y sea flexible
metabólicamente transicionará del carbohidrato a la producción de cuerpos
cetónicos casi sin darse cuenta. El que no, puede notar un bajón de energía seguido
por un subidón que será la confirmación del comienzo de la producción de CT.
Otra de las posibles causas de ese bajón suele ser la falta de sodio. En una dieta baja
en carbohidratos el riñón excreta más sodio haciendo que baje el volumen
plasmático y pudiendo dar síntomas como fatiga, mareos y dolores de cabeza.
Especialmente si hace calor y se suda. Esto se soluciona añadiendo más sal en las
comidas.
Por experiencia y observación puedo decir que aquel que tenga una buen perfil
lipídico en lo que a la proporción triglicéridos/ HDL-Colesterol se refiere, entrará
con más facilidad en la producción de cuerpos cetónicos. Ese ratio es el que
actualmente se considera el verdadero “índice aterogénico”. Hay quien lo
considera el medidor de la flexibilidad metabólica en la analítica. Yo lo
considero el medidor de la activación de la AMPK a nivel hepático y ambas vienen a
ser lo mismo. El hígado será el responsable de procesar y oxidar esa grasa y exportar
cuerpos cetónicos a la sangre para uso por el resto del cuerpo. Si este ratio está bien
sabemos que esa capacidad es óptima. Para optimizarlo además de la obvia
restricción de carbohidratos se puede complementar la dieta con varios nutrientes
interesantes, como el ácido gálico del té rojo, la cúrcuma, el ajo o los ácidos grasos
omega 3. Otra cosa que me parece vital es conocer el maravilloso efecto de dos
moléculas determinantes para el correcto funcionamiento hepático y para que el
metabolismo lipídico sea altamente eficaz: la carnitina y la colina.
La carnitina se comercializa en el mundo de la nutrición deportiva como
suplemento para aumentar la oxidación de ácidos grasos pero no sin controversia. Si
que diré que en caso de tener la necesidad de oxidar ácidos grasos esta sí que es muy
efectiva y más si se combina con colina. En niños con epilepsia se ha comprobado
que algunos no tenían ningún problema con la dieta cetogénica, mientras que otros
por culpa de la carencia en carnitina al 3er día tenían daño hepático. La colina es una
“vitamina” del grupo B (Vitamina B7) cuya deficiencia es muy común en la población.
Al ser la responsable de movilizar los ácidos grasos es obligatorio que no haya
carencia de ésta tanto si el hígado va a producir mucha grasa (por exceso de azúcares)
como a oxidarla (por restricción de hidratos de carbono). En caso de haber una
carencia se puede producir un hígado graso no alcohólico en estos dos contextos. La
carnitina y la colina tienen una combinación sinergística que hace que retengamos
más carnitina y que excretemos por orina los ácidos grasos no oxidados del todo,
cuya acumulación podría dañar la mitocondria y la célula.
Otro elemento interesante es el uso de aceite de coco. Ya hemos visto que por sus
triglicéridos de cadena media aumenta la producción de cuerpos cetónicos pero si
nos fijamos en el hígado se añade otra utilidad. El hígado es el órgano con mayor
potencial metabólico del cuerpo y en el contexto de una dieta cetogénica aún más. Es
uno de los órganos que más energía consume y en este caso tendrá que hacerlo al
100% de la grasa para sus funciones además de producir y exportar los cuerpos
cetónicos para dar energía al resto del cuerpo. Pero no olvidemos que las células del
hígado (hepatocitos) están compuestas principalmente de grasa y ésta es muy
susceptible al estrés oxidativo.
Aquí es donde los triglicéridos de cadena media y el coco a nivel dietético en todas
sus formas cobran un gran interés. Ahora está muy de modo el cocinar con aceite de
coco por sus muchas propiedades además de que no se oxida con el calor. Pero en
muy pocos sitios leo o veo que la gente sea consciente de su alto poder metabólico. A
veces se mencionan frases ambiguas como energía instantánea que al menos
apuntan a sus propiedades, pero el público general sigue sin entender del todo la
maravilla que está tomando.
La grasa del coco en su mayoría (60-70%) está formada por triglicéridos de cadena
media (TCM o MCTs en inglés). Estos a diferencia de sus hermanos de cadena larga
como podría ser el ácido oleico del aceite de oliva se diferencian en ser de menor
longitud. Esto les confiere la capacidad de metabolizarse mucho más rápido al no
requerir ni lipasas para digerirse ni transportadores para metabolizarse en las
células. En consecuencia llegan tan rápido al hígado y se metabolizan a tal velocidad
que se convierten en cuerpos cetónicos. Esto se produce aunque se ingieran hidratos
de carbono. Cómo vemos en el siguiente gráfico si se sigue una dieta baja en
carbohidratos con solo añadir 10 gr de MCTs se consigue aumentar los niveles de
cuerpos cetónicos mucho más rápido y se mantienen en niveles ideales.
En blanco niveles de cuerpos cetónicos (betahidroxibutirato en sangre) en una dieta
suplementada con triglicéridos de cadena media. En negro en una dieta
suplementada con ácidos grasos de cadena larga.
Los triglicéridos de cadena media no necesitan transportadores y se oxidan con gran
facilidad en el hígado sin generar estrés oxidativo. Por ejemplo está comprobado que
protege las mitocondrias del hígado ante el consumo de etanol. Si aumentamos estas
grasas en vez de aumentar el consumo de otras grasas saturadas como se predica a
veces en las dietas cetogénicas (bacon, queso, mantequilla, nata…) no solo será una
dieta más saludable sino que además el que la siga producirá cuerpos cetónicos antes
y no notará la transición entre hidratos de carbono y grasas.
Vayamos a la parte más práctica. Qué comer y como. El objetivo es obtener niveles
óptimos de CT en sangre y esto variará de persona a persona pero hay una serie de
recomendaciones generales a seguir para todo el mundo.
Aquí citaré las recomendaciones generales de Jeff Voleck y Stephen phiney además
de algunas añadidas:
1. Bajo en carbohidratos
A. Lo suficiente como para inducir una cetosis nutricional y aumentar la
oxidación de grasas.
B. Menos de 50gr día para la mayoría
2. Proteína moderada
A. 1.3 -2.2 por kg de masa magra
3. Suficiente grasa
A. La mayoría de la energía
B. Variable en función de si se quiere mantener o bajar peso.
4. Fuentes adecuadas de grasa
5. Minerales
A. Suplementarse con sodio 2gr día o añadir suficiente sal a las comidas
B. Suplementar con magnesio en caso de calambres
6. En caso de duda comer menos carbohidratos
7. En caso de duda comer más grasas.
8.
Carbohidratos: El macronutriente a evitar y el más importante para inducir la
cetosis. Introducirlo siempre de vegetales verdes y verduras para asegurar un
consumo óptimo de micronutrientes y fibra sin que el valor total supere 30-50gr de
carbohidratos netos. Nada de fruta, azúcares ni almidones.
Proteínas: Aunque muchos piensen que una cetogénica es una dieta alta en
proteínas como por ejemplo la dieta Dukan, se equivocan, ya que parte de la proteína
se puede convertir en glucosa inhibiendo la cetosis por medio de la gluconeogénesis.
Una dieta realmente alta en proteína lo único que hace es que convirtamos proteína
en glucosa, este proceso gasta energía en forma de grasa. Pero hará que nunca nos
adaptemos a la grasa además de generar para mí un estrés innecesario al tener que
filtrar toda la urea y desechar esos residuos de la proteína. En la dieta cetogénica hay
que limitar la proteína y podría decirse que es una dieta “moderada” en proteínas ya
que como mucho hará falta una cantidad de 1.6-1.8gr de proteína por kg de peso y
eso solamente para aquellos que busquen aumentar su masa muscular. Cuando se
introduzca proteína hay que intentar hacerlo acompañada de grasa y fibra, puesto
que por sí sola podría sacarnos de la cetosis o reducir el nivel de cuerpos
cetónicos (muy variable entre sujetos). Las fuentes idóneas serían los huevos
camperos, pescado y carne de calidad y aislado de proteína de suero además de
aislados de proteína vegetal bajos en carbohidratos.
Grasas:
La energía de la dieta y en dónde se pueden hacer las mejores y peores elecciones.
No hay que tenerles miedo como ya vimos en el artículo de Javier
(http://www.diariodenavarra.es/blogs/dn-running-dudas-
consejos/2015/03/18/panico-injustificado-hacia-el-consumo-de-grasas/) y menos
en este contexto en el que una vez adaptados será nuestro combustible principal.
Cuidar que sean lo que me gusta llamar ácidos grasos “íntegros”. Los frutos secos sin
tostar, los aceites de primera presión en frio, pescado azul salvaje, aceite de coco,
huevos, aguacate, jamón ibérico de bellota, etc., es decir lo menos tratados que se
puedan y sin someter a altas temperaturas. Incluir frutos secos crudos y semillas
pero limitar la cantidad especialmente de aquellos con más carbohidrato para no
exceder el total recomendado al día.
Qué comemos, cómo comemos, cuánto y cómo nos movemos y hasta qué comieron
y cómo se movieron nuestros antepasados, va a influenciar en las respuestas que el
organismo da frente a diferentes situaciones. La forma en que se expresan
muchos de nuestros genes va a depender del estilo de vida que llevamos,
incluso influirá el estilo de vida que llevaron nuestros ancestros y es por ello que
muchos de los procesos metabólicos que se producen en el organismo tienen una
mayor o una menor eficacia metabólica. ¿Por qué ante el seguimiento de una dieta
unos responden mejor que otros? ¿Por qué ante la realización de un programa
deportivo, unos responden mejor que otros incluso con mucho menos esfuerzo?
Quizá la respuesta está en los genes, en la manera en que estos se expresan ante
diferentes situaciones y es por ello por lo que no todo vale para todos; éste es el
principio de la variabilidad individual, del que tanto hago referencia en artículos
anteriores.
Uno nace con una genética determinada, ésta no puede cambiar; pero el modo en
que se expresan muchos de nuestros genes va a depender del ambiente en que nos
desarrollamos. Así por ejemplo, no es lo mismo comer despacio, feliz y en buena
compañía, que hacerlo enfadado, de forma violenta y sin apenas masticar. A pesar
de que los nutrientes ingeridos son los mismos, la cantidad absorbida será muy
inferior en el segundo caso; los mecanismos hormonales se alterarán dificultando el
proceso digestivo, haciéndolo poco eficiente y posiblemente a medio plazo, de seguir
así, surja una patología seria de índole metabólico y/o digestivo. El estrés es
determinante, influye muchísimo en la expresión de gran cantidad de genes,
afectando tanto a procesos hormonales, como a procesos metabólicos y bioquímicos,
casi siempre con consecuencias negativas. De este modo, el llamado “mal del
siglo”, provoca hipertensión arterial, alteraciones metabólicas debido al
exceso de secreción de catecolaminas, desarreglos emocionales y un
aumento de la frecuencia cardiaca, que tiene como resultado un
incremento de los niveles de glucosa y grasas en sangre. A la hora de
comer hay que masticar y ensalivar, hacerlo sin estrés, beber la comida
y comer la bebida. Asegurar un buen proceso digestivo y una correcta
absorción de nutrientes.
Determinados polimorfismos adquiridos a lo largo de la evolución, que unos
presentan y otros no, afectan al modo en que unos responden mejor o peor ante la
misma forma de comer, por lo que sería útil conocer esas variantes genéticas a la
hora de personalizar las dietas e incluso a la hora de individualizar las necesidades
nutricionales.
Dietas con mayor o menor proporción de hidratos de carbono; con mayor o menor
proporción de grasas; con mayor o menor proporción de proteínas; dieta
macrobiótica, disociada, mediterránea, vegetariana, cetogénica, hipocalórica,
ovolactovegetariana; dieta de la zona; de la luna; del abecedario; de la piña; del
milagro; de la sopa; del limón; de la orina; de la mochila; de la bella
durmiente,….Cientos, miles de dietas y las que quedan por surgir y todavía muchos
no atinan con la que les funciona. La mayoría de ellas totalmente absurdas. Así que
queda por pensar, que la que siempre funciona (a pesar de no conocer con exactitud
todas las variantes genéticas que cada uno tiene en su genoma y que están
relacionadas con el metabolismo y la oxidación de las grasas), es volver a la dieta
ancestral. ¿Qué es lo que comíamos hace 20.000 años? (un periodo muy pequeño
del total de la existencia del ser humano). Malo no sería, hasta aquí hemos llegado.
Soportábamos más incomodidades, hemos sido (todavía muchos por desgracia)
hijos del hambre y hemos luchado lo que no está escrito. Hemos llevado una dieta
omnívora durante más de 4.000.000 de años.
¿Qué comíamos y qué bebíamos? Supongo que no es difícil de imaginar. Tan sólo
hace falta coger una tienda de campaña y pasar una temporada en plena naturaleza
para descubrir las vicisitudes que ha vivido el ser humano desde que existe hasta
hace más o menos 10.000 años. Ahí seríamos capaces de descubrir lo que nuestros
genes han soportado durante millones de años. Así que para quienes las demás
“dietas” no funcionan, pueden ir a un supermercado y llenar los carros de sus
compras con aquéllos alimentos que ingeríamos en aquéllas épocas. Verduras, bayas,
frutos secos, semillas, carnes, pescados, huevos, frutas,……y probar; a ser posible
ecológica, evitando la gran carga tóxica que existe actualmente en buena parte de los
alimentos que tomamos. Seguramente el resultado será positivo. Incluso
podríamos llevar un estilo de vida más ancestral en otros aspectos, aunque sólo sea
de vez en cuando. No es malo pasar un poco de frío de vez en cuando, ni es malo
pasar hambre, de vez en cuando, ni moverse un poco más en acciones cotidianas (uso
de las escaleras, pasar del mando de la tele, paseos largos, juegos diversos,…) de vez
en cuando, porque lo que está muy claro, es que las comodidades acomodan
nuestros genes y deberíamos despertar muchos de ellos, “de vez en cuando”.
Puesto que está claro que la evolución de nuestra alimentación no se corresponde
con la de nuestra genética; en pocos años hemos introducido alimentos y sustancias
a las que nuestro código genético no ha tenido tiempo de adaptarse y en unos se nota
más y en otros menos. Todos los alimentos que ingerimos a diario contienen en su
composición numerosas sustancias biológicamente activas que ejercen un efecto
saludable en el organismo. En cambio otras sustancias que contienen, ejercen el
efecto contrario. Muchos alimentos han sido procesados y refinados, lo que implica
una pérdida en nutrientes durante el proceso de manipulación, tanto a nivel de
vitaminas, como de minerales, como de enzimas, como de ácidos grasos y de
aminoácidos esenciales. Es decir, el producto final carece del valor nutritivo
del original. A ello hay que sumar que los alimentos procesados incorporan
sustancias, como aditivos (colorantes, potenciadores de sabor, edulcorantes,
antioxidantes,…), grasas de baja calidad y otras sustancias que en muchos podrían
actuar desfavorablemente sobre su salud. Y cada uno tiene una capacidad para
tolerar mayor o menor cantidad de carga tóxica. Esto es especialmente grave en los
más jóvenes, que son más propensos a recurrir a comidas preparadas, refrescos
azucarados o edulcorados y chucherías, con lo que los aditivos ingeridos son más
altos y hay que tener en cuenta que son edades donde los genes actúan de otro modo,
son cuerpos en crecimiento, más vulnerables y quizá no se estén repostando con la
“gasolina” adecuada, lo que a la larga traerá consecuencias.
Y no quiero entrar en el tema del móvil, donde casi el 80% de la población en estas
edades comienza a ser adicta a su uso. Ya no saben vivir sin él, gran parte son
nomofóbicos, es decir, tienen fobia a estar sin él. Se levantan y lo primero que hacen
es encenderlo, reciben cientos de mensajes a diario, algunos miles; se acuestan de la
misma manera, leyendo y mandando otros cientos; están en un continuo estado de
alerta, pierden horas esenciales de sueño. Y luego la adicción a las nuevas tecnologías
y la verdad que no sabemos como la suma de esta forma de comer, con el abuso de
los móviles, el de las nuevas tecnologías y el del sedentarismo, afectará a la creación
de nuevos polimorfismos cuyas consecuencias desconocemos hoy en día.
Por lo menos hemos de ser conscientes de ello y no mirar hacia atrás. Puesto que
estamos expuestos a un cóctel químico y electromagnético de tal magnitud que nadie
sabe de las secuelas a largo plazo, pues son imprevisibles, aunque ya hay varias
patologías que se asocian directamente a ello.¿Cómo responderá la expresión
de nuestros genes a tanta exposición química?
Una nueva disciplina científica, la Genómica Nutricional, trata de encontrar una
solución a las diferentes respuestas que el ser humano presenta ante unos mismos
estímulos nutricionales. La interacción entre nutrición y genes tiene un carácter
bidireccional. Así, la Nutrigenética, a través del estudio de los mecanismos por los
que los componentes de los alimentos interaccionan con el genoma y cómo las
variaciones en estos genes afectan al riesgo o a la susceptibilidad de padecer una
enfermedad y la Nutrigenómica, a través de estudio existente entre la interacción
de genes y nutrientes, tratarán de dar respuesta a todas esas situaciones.
Cada día se descubren nuevos polimorfismos para patologías concretas. Los valores
de riesgo para quien los posee, en muchas ocasiones son relativos. Así por ejemplo,
respecto a la obesidad se han encontrado más de 100 marcadores genéticos que la
predisponen y todavía quedan muchos por descubrir. Los tests genéticos analizan
sólo unos cuantos, los más representativos. Entre ellos, elgen FTO, que codifica una
proteína que regula en el hipotálamo la ingesta de comida, disminuyéndola, de forma
que quien presenta una variación concreta en este gen, aumenta su necesidad de
consumir alimentos. El gen PPARG, que se encarga de regular la sensibilidad de la
insulina, de forma que una variación concreta en este gen, hace que se aumente la
resistencia a la insulina y por lo tanto gran parte de los hidratos de carbono ingeridos
se transforman en grasa, aumentando el tejido adiposo, además de condicionar al
organismo hacia un estado lipogénico duradero, acumulando grasa con facilidad.
Los genes ADRB2 y ADRB3, que codifican receptores beta2 y beta3 adrenérgicos,
sobre todo a nivel del tejido graso, lo que permite una gran utilización de los ácidos
grasos cuando se realiza actividad física. Unos polimorfismos concretos en estos
genes, propician que las grasas no se quemen de modo eficaz durante la realización
de actividades físicas. El gen NPY, polimorfismo 1128T-C (Leu7Pro), que codifica
el neuropéptido Y, que es un neurotransmisor localizado en el hipotálamo. Un exceso
de neuropéptido Y a nivel hipotalámico conlleva a hiperfagia, hiperinsulinemia,
resistencia del tejido muscular a la insulina, disminución del gasto energético y por
tanto, favorece la obesidad. La síntesis de este neuropéptido está estimulada por la
insulina y los glucocorticoides, siendo inhibida por la leptina y los estrógenos. Una
variante concreta en este gen, el alelo 7Pro, está relacionado con una obesidad
asociada a niveles muy elevados de triglicéridos.
Y así hay otros muchos descubiertos, cuyo conocimiento ayudará a realizar
recomendaciones más individualizadas, en este caso, respecto a la obesidad. Y hemos
de saber que estas variantes genéticas proporcionan sólo una probabilidad a un
determinado fenotipo, puesto que va a ser el ambiente, el que realmente determine
esa potencialidad, ya que el ambiente (nutrición, ejercicio, estrés, consumo de
fármacos, exposición a tóxicos ambientales, horas de sueño de calidad,….) es una
gran fuerza a la hora de activar y/o desactivar genes. Es decir, un estilo de vida
adecuado puede contrarrestar un genotipo con tendencia a la obesidad.
Los hay que nacen con buenas cartas; tienen suerte. En caso contrario es
fundamental llevar un estilo de vida correcto. Esto pasa en todas las facetas, incluso
en el deporte, donde el genio es innato, pero el talento se desarrolla, se trababa, se
va forjando con el tiempo y muchos saben que hay que dedicar miles de horas para
conseguir llegar y aún así una gran mayoría se queda en el camino.
Hacia dónde vamos.
Y parece ser que el futuro va en esa dirección. Descubrir todos esos marcadores
genéticos que de un modo u otro afectan a la forma en la que nuestro cuerpo
responde a los diferentes nutrientes y macronutrientes. Y una vez conocidos se
podrán realizar “dietas personalizadas” con mayor garantía de éxito, afinando
en cada caso particular, pasando de las recomendaciones generales a las
recomendaciones individuales, en función de los polimorfismos particulares
encontrados en cada sujeto. Personalizar la dieta según la constitución genética de
cada individuo, es decir, en relación a su perfil nutrigenético. Y tras ello, con las
recomendaciones oportunas, dejemos que el ambiente y nuestra relación con él,
determine el resultado final.
Flexibilidad metabólica
Publicado el 17 abril 2015 por Javier Angulo
Hay tres macronutrientes: los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Si bien se le
ha vendido al público general que los carbohidratos son el combustible principal del
cuerpo y hay que incluir fuentes de los mismos en todas las comidas, simplemente
creo que no hay que ser tan taxativo en esa afirmación. En una dieta occidental alta
en carbohidratos el combustible principal es la glucosa. Cada vez que comemos
carbohidratos, en el momento que estos llegan a la sangre se libera insulina. Esta
tiene la función de bajar los niveles de azúcar en sangre de distintas maneras. Hace
que tanto hígado como músculo actúen de depósito convirtiéndola en glucógeno.
Depósitos que en caso de estar llenos, convertirán el excedente en grasa de forma
irreversible. También la salida de esta hormona provoca que se inhiba la quema de
grasas y las células consuman principalmente glucosa, puesto que es prácticamente
imposible quemar grasa cuando los niveles de insulina se han elevado.
Pero volviendo al supuesto en el que alguien que es muy inflexible no desayuna, aquí
lo que sucede es que el cuerpo en ausencia de glucosa convierte proteína (extraída
de los músculos) en glucosa, esto aún así no es suficiente para hacer frente a las
necesidades dando como resultado, un catabolismo muscular.
Lo mismo sucedería cuando las calorías del desayuno fueran provenientes de la
grasas por ejemplo, de unos huevos o de unos frutos secos. Sin embargo con una
buena adaptación esto no ocurriría. Buen ejemplo de ello es el corredor que suele
entrenar en ayunas, puesto que lo que hace es entrenar esa capacidad de utilizar la
grasa. Cuanta más pueda utilizar más glucosa ahorrará y más rendirá el día de la
carrera. Ese es un gran ejemplo de flexibilidad metabólica, alguien que cuanto
menor es la intensidad del ejercicio utiliza una mayor proporción de grasas. Puesto
que la glucosa es el macronutriente a utilizar en el ejercicio de ALTA
INTENSIDAD. Sin embargo según la persona, dieta y adaptación puede ser el
combustible principal para una actividad de alta intensidad o para una de baja o
bajísima, como es estar sentado en el sofá y aunque parezca mentira así ocurre en
quienes son muy inflexibles.
Ahí tenemos el HIIT o ejercicio de intervalos de alta intensidad. Ha demostrado una
y otra vez ser mucho más efectivo y eficiente para la perdida de grasa que el ejercicio
de intensidad moderada. Una sesión de 4 sprints de 30 segundos con 3 minutos de
recuperación activa es mejor para perder grasa que una hora a una intensidad del
60-70%. Esos sprints gastan mucha glucosa y se produce un entorno hormonal
óptimo para el ahorro de glucosa en el resto del cuerpo en pro de la utilización de
grasas y captación de glucógeno por el músculo. Glucógeno que servirá para futuras
actividades deportivas; eso si es una utilización eficiente de los macronutrientes; eso
es flexibilidad metabólica.
No está enfermo el que tiene grasa sino el que no sabe tirar de ella. Alguien
que sea flexible metabólicamente, cuando ingiere carbohidratos si sus depósitos
están vacíos recargará los depósitos de glucógeno, sin apenas afectar a la quema de
grasa. Esto es lo que sucede después del ejercicio intenso en quienes poseen una
eficiencia metabólica. En caso de no ingerirlos, sencillamente podrá utilizar los
ácidos grasos como fuente energética principal y ahorrar parcialmente proteínas
musculares.
¿Y cuántos carbohidratos debería ingerir? Para responder a esta pregunta hay que
tener en cuenta varios factores: el peso, la cantidad de masa muscular, el volumen
de ejercicio de alta intensidad, la sensibilidad a la insulina, el porcentaje de grasa y
su distribución. Javier comenta en más de un artículo el tema de la grasa en la
cintura. Los adipocitos (células de grasa) de esa zona son más sensibles a la acción
de la insulina. Esto quiere decir que no liberan grasa y que la captan con facilidad en
presencia de insulina. Con esto no es de extrañar que las dietas bajas en
carbohidratos consigan una pérdida de grasa mayor en las llamadas “zonas
difíciles”.
Y con todo ello, ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra flexibilidad metabólica?
Hay quien incluso aboga por el ayuno o la completa restricción de carbohidratos en
forma de una dieta cetogénica prolongada. Aunque la última opción es una forma
de adaptarse a las grasas, puede causar una insulinorresistencia y una incapacidad
de utilizar los carbohidratos de forma correcta en el primer momento de re-
introducirlos.
No hace falta irse al extremo. Realizar ejercicio, pues este fabrica mitocondrias,
tratar de adaptar la ingesta de carbohidratos a nuestras necesidades,
priorizando los momentos posteriores al ejercicio y perder el miedo a las
grasas eligiendo las fuentes de calidad.
Si queremos empezar la mañana con energía no siempre hay que optar por los
carbohidratos. En función de lo adaptados que estemos una tortilla sería suficiente.
En caso de no estarlo el hecho de añadir aceite de coco y un té rojo favorecerá esta
adaptación y eliminará cualquier riesgo de falta de energía. A media mañana
podemos elegir entre ingerir algo de carbohidratos por ejemplo de la fruta, o por el
contrario unas grasas saludables mediante unos frutos secos.
Siguiendo el ejemplo de Javier y para poder verlo más claro aquí hay un par de
menús semanales. El primero es una modificación del menú ofrecido por Javier en
su artículo sobre las grasas y es perfectamente válido para alguien inflexible. El
segundo está pensando para alguien que practica running con una rutina semanal
fija y se adapta perfectamente a sus necesidades.
Son varios los indicadores cuyos valores pueden predecir una mayor o menor
flexibilidad metabólica. Valores de insulina en ayunas de 20 mcU/ml o más; GPT
elevadas; ratio Triglicéridos/HDL-colesterol mayores a 3,5; valores de hemoglobina
glucosilada A1C mayor al 6%, niveles altos de Creatina Quinasa en no deportistas y
medidas altas en pliegues de la zona abdominal, zona de la cresta iliaca y zona
lumbar, por citar sólo unos cuantos ejemplos.
En resumen, cuando se tiene una flexibilidad metabólica óptima, nuestras enzimas
y cuerpo están adaptados para utilizar correctamente cualquiera de los
macronutrientes. Este uso eficiente facilita mucho una composición corporal
óptima. Y no solo eso… Podremos seguir cualquier dieta y nuestro cuerpo sabrá
colocar cada macronutriente en su lugar correspondiente. Al fin y al cabo, se trata de
entrenar nuestro organismo para ser flexible metabólicamente. Y con ello ¿crees que
en ti esto sería posible?
Pánico injustificado hacia el
consumo de grasas
Publicado el 18 marzo 2015 por Javier Angulo
¿Tan malas son las grasas? Ante esta simple pregunta, una parte importante de la
población afirma con rotundidad: “Sí, son malas”. Y ello permanece incrustado, no
sólo en las mentes de los que desde hace unas décadas lo oíamos con frecuencia, sino
también entre la población más joven. Entonces, si una gran mayoría piensa de este
modo, trataré de demostrar en este breve artículo que esa mayoría se equivoca y
que ya va siendo hora de que comencemos a cambiar la percepción de este
macronutriente tan importante para el correcto funcionamiento del organismo, pues
hemos de saber que estamos compuestos de agua, proteínas y grasas principalmente
y las funciones de estas últimas son innumerables, necesarias y esenciales.
Todos hemos oído hablar de grasas buenas y grasas malas, atribuyendo las primeras
a las grasas insaturadas y las segundas a las grasas saturadas. Pero no existen
como tal estas grasas, sino que lo que existen son ácidos grasos insaturados y ácidos
grasos saturados y en según qué alimento se encuentran ambos en menor o mayor
proporción.
Así por ejemplo, la mantequilla se considera una grasa saturada puesto que casi el
50% de su composición son ácidos grasos saturados, pero también posee un 25% de
ácidos grasos monoinsaturados y casi un 3% de ácidos grasos poliinsaturados. En el
caso de los frutos secos, son considerados grasa insaturada, puesto que
mayoritariamente poseen ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, pero en
muchas variedades un 10% o más de sus ácidos grasos, son saturados. El aceite de
oliva se considera grasa monoinsaturada, al poseer casi un 80% de ácido oleico, un
ácido graso monoinsaturado, pero también contiene más de un 10% de ácidos grasos
saturados y casi un 8% de ácidos grasos poliinsaturados.
Y, ¿por qué grasas de calidad? Puesto que existen 2 ácidos grasos esenciales, es decir,
que el cuerpo no puede fabricar y dependemos de su consumo y de una correcta
proporción entre ellos para tener una buena salud. Y estos son los ácidos
grasos omega 6 y los ácidos grasos omega 3, ambos muy sensibles a factores como
la temperatura y la oxidación, sobre todo los ácidos grasos omega 3. Los primeros se
encuentran en aceites vegetales, semillas y frutos secos y los segundos, en pescados
grasos salvajes, en las semillas de lino y también en algunos frutos secos, como
nueces, pipas de calabaza, etc.
Ambos ácidos grasos deben estar en equilibrio, algo que no ocurre en la actualidad,
puesto que se consumen muchos más ácidos grasos omega 6 de baja calidad (aceites
vegetales refinados y alimentos procesados con ellos) que ácidos grasos omega 3.
Eso, a la larga, trae consecuencias, puesto que estos últimos son antiinflamatorios,
hipolipemiantes, mejoran la sensibilidad de la insulina, favorecen la vasodilatación
arterial y la correcta fluidez de las membranas celulares. ¿Estamos seguros de que
los consumimos con frecuencia? Todos los ácidos grasos son importantes en la
formación de nuestras membranas celulares, las cuales aseguran los intercambios
entre el interior de la célula y su entorno. Cuanto más flexibles necesiten ser las
membranas, mayor es su requerimiento en ácidos grasos poliinsaturados de cadena
larga. Ejemplo de ello lo vemos en las paredes elásticas de las arterias, en las células
nerviosas y en las células sensibles de la retina, constituidas estas últimas por más
de un 60% de ácido DHA, un ácido graso omega 3 de cadena muy larga. La calidad
de una membrana celular, depende de la calidad de los ácidos grasos que la
componen y una carencia en alguno de ellos, influye de manera muy negativa en la
salud del organismo. Así que, en función de la forma en la que nos alimentemos y la
calidad de las grasas que ingiramos tendremos a todas nuestras membranas
celulares, que se van renovando periódicamente, por lo que hemos de procurar
obtener buenos hábitos para toda la vida y no sólo durante una temporada, que es lo
que ocurre en gran parte de la población cuando decide ‘cuidarse’ ante un
acontecimiento o ante la llegada de la época estival, por citar un par de ejemplos.
Y si esto se hace un día tras otro y un mes tras otro, el cuerpo lo que va adquiriendo
es una cintura ‘hermosa’ y un aumento de grasa visceral. Y me pregunto, ¿dónde
están aquí los ácidos grasos esenciales? ¿Están presentes aquí todas las vitaminas,
minerales y oligoelementos en cantidades óptimas que necesitamos a diario para
rendir bien?
Lo dudo, mejor dicho, no. Quienes toleran altas cargas de hidratos de carbono
son aquellos que entrenan con alta intensidad o tienen una muy buena flexibilidad
metabólica. El músculo esquelético sano se caracteriza por su capacidad de
cambiar fácilmente entre la oxidación de ácidos grasos o de glucosa en respuesta a
señales homeostáticas. Así, por ejemplo, el músculo sano utiliza grasa en estado de
ayuno y al ingerir hidratos de carbono rellena al máximo sus depósitos de glucógeno
y utiliza glucosa como combustible de forma eficaz; es decir, a esa capacidad de
cambiar de un substrato a otro en función de los requerimientos se le llama
flexibilidad metabólica.
Quienes son obesos y quienes tienen mucha grasa en la zona abdominal poseen poca
flexibilidad metabólica, al igual que los diabéticos; sin embargo, quienes poseen
muchas mitocondrias y una alta plasticidad de las mismas tienen muy buena
flexibilidad metabólica, algo muy común en muchos deportistas (no en todos). Creo
que el siguiente artículo lo dedicaré a este tema, que es vital a la hora de entender el
correcto funcionamiento del organismo, en función de lo que ingiere y del momento
en que lo hace.
Cierto es que comer en abundancia y ‘mal’ incrementa la grasa corporal; pero todavía
un porcentaje altísimo de la gente piensa que si come ‘bien’ pero con mucha grasa la
acumulará con facilidad en la cintura y en otras regiones del cuerpo. Y, lógicamente,
eso no es así. El verdadero problema de acumular grasa y tener elevado a nivel
sanguíneo parámetros que incitan a riesgo cardiovascular responde a los excesos y
desequilibrios alimentarios y, sobre todo, al abuso de carbohidratos refinados y
alimentos procesados.
Y respecto a la ‘grasa saturada‘, debo indicar que su mala fama tampoco está
justificada. De hecho, los ácidos grasos saturados de cadena corta son alimento
esencial para las células del intestino grueso; los ácidos grasos saturados de cadena
media (se encuentran sobre todo en el aceite de coco) son fuente rápida de energía y
son fácilmente utilizados por todas las células del organismo, ahorrando glucógeno
e impidiendo el catabolismo muscular; además mejoran las funciones cognitivas,
tienen propiedades antiinflamatorias y antibióticas.
Respecto a los ácidos grasos saturados de cadena larga, el ácido esteárico (ácido
graso saturado de 18 carbonos, que se encuentra, por ejemplo, en la manteca de
cacao), parte de él es convertido en ácido oleico y otros ácidos grasos como el
palmítico (que aparece sobre todo en la grasa animal) son realmente problemáticos
cuando abusamos de ellos y se fabrican con suma facilidad cuando nos excedemos
en el consumo de hidratos de carbono -algo muy común- y, sobre todo, cuando se
toman en exceso alimentos procesados, refrescos, azúcares simples y bollería
industrial.
En cuanto a los ácidos grasos insaturados trans, presentes en alimentos
procesados de origen vegetal, todos los industrializados, indicar que son muy
negativos y su consumo, incluso en pequeñas cantidades, está asociado con un
incremento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares; estos
parecen aumentar el riesgo de enfermedad coronaria más que cualquier otro
macronutriente. Así que mucho cuidado con esos ‘ricos’ alimentos elaborados con
aceites vegetales, harinas y azúcares, que están tratados a altas temperaturas y cuyo
uso es tan común en la actualidad y su consumo es cada día mayor.
Aquí muestro un menú reducido en hidratos de carbono y más alto en grasas de lo
habitual, puesto que además de lo que se indica, a las ensaladas se les puede
añadir aceites vegetales de primera prensión en frío, por ejemplo, una mezcla
de aceite de oliva (rico en ácidos grasos omega 9), aceite de sésamo, nuez, borraja o
girasol (rico en ácidos grasos omega 6) y aceite de lino (rico en ácidos grasos omega
3). A ello indicar que para elaborar las carnes, tortillas o pescados, se debe usar aceite
de oliva o aceite de coco (rico en ácidos grasos saturados de cadena media y muy
estable a altas temperaturas y difícil de deteriorar). Esto es sólo un ejemplo, y con
ello no pretendo confundir a nadie, sino que cada uno reflexione sobre si hay algún
problema en seguir un menú como éste, tan alejado de las recomendaciones que por
ejemplo nos muestran las pirámides nutricionales actuales.
Seguro que aquí están todos los nutrientes esenciales y quien lo lleve a cabo
reducirá su grasa y mejorará su bioquímica interna (glucosa, proteínas glucosiladas,
triglicéridos, colesterol, marcadores inflamatorios, sensibilidad a la insulina, etc.) y,
de eso, no tengo ninguna duda. En el caso de deportistas se ha de tener en cuenta
la reposición de hidratos de carbono tanto antes (si su flexibilidad metabólica es
buena y su cintura no tiene un exceso de grasa y si la intensidad del entrenamiento
va a ser alta) como después del entrenamiento y los desayunos también serían más
ricos en hidratos de carbono.
Cada caso es muy particular, por lo que los ajustes en los menús son infinitos,en
función de las variabilidades individuales, de la composición corporal, del ejercicio
físico, de la intensidad aplicada en el mismo y, sobre todo, de las adaptaciones del
organismo frente a los macronutrientes que dispone. Con este artículo sólo pretendo
que el lector razone sobre si lo que hace es mejor que lo que propongo.
Y mucho cuidado con realizar dietas muy restrictivas, puesto que quien hace deporte
intenso incrementa el riesgo de enfermar, debilitaría su sistema inmunológico.
Provocarían un menor gasto en reposo y también durante la práctica deportiva,
menor energía, un entorno deprimido de las principales hormonas anabólicas, un
peor estado anímico, una pérdida de masa muscular, mayor sensación de hambre,
un estrés añadido y más probabilidad de lesionarse
(http://www.diariodenavarra.es/blogs/dn-running-dudas-
consejos/2016/12/06/son-efectivas-las-dietas-hipocaloricas/).
Y respecto a los principios nutricionales básicos que no me cansaré de repetir, el
buen deportista debe realizar un buen desayuno, rico y nutritivo, almorzar alimentos
que le den energía y que permitan mejorar la concentración, comer de forma variada
y equilibrada, teniendo en cuenta las actividades que va a realizar a las tardes y la
intensidad de las mismas, merendar con la finalidad de aportar los nutrientes
necesarios que le van a permitir mantener los niveles de glucemia adecuados y le
ayudarán a recargar el glucógeno hepático, hidratarse con agua o con bebidas
isotónicas, si es que las pérdidas hídricas van a ser altas, cenar aquéllos alimentos
que le van a reponer los macronutrientes gastados y que le van a reconstruir las
estructuras dañadas y tomar los complementos necesarios que le van a permitir
acelerar la recuperación, regenerar los tejidos, rendir de forma óptima, prevenir
carencias y evitar caídas energéticas durante las actividades físicas.
En esta época de frío y baja actividad solar un deportista deberá tener en cuenta la
vitamina que se obtiene del sol y no estaría de más ingerir un complemento durante
los meses más “oscuros” y sobre todo quienes tienen pánico a la calle o entrenan
habitualmente en ambientes cerrados. Recomiendo la lectura del siguiente artículo
que está ampliamente documentado: http://www.diariodenavarra.es/blogs/dn-
running-dudas-consejos/?s=vitaminaD.
Otro aspecto a considerar es la hora a la que se va a realizar el entrenamiento
intenso o la competición, pues no es lo mismo entrenar a las 8 de la mañana que
a las 8 de la tarde, lo cual llevará a seguir una serie de pautas diferentes. En este
cuadro se muestran las indicaciones a seguir en relación a las comidas y a la
suplementación recomendada.
Como conclusión final decir que estos “complementos básicos” tienen un razón de
ser, una funcionalidad y son miles los estudios científicos serios que los defienden y
no son exclusivos de los profesionales sino de todo practicante que se lo tome
medianamente en serio. Y las razones están claras: optimizan la recuperación,
favorecen la hidratación, evitan las temidas hiponatremias, retrasan la fatiga,
aportan nutrientes esenciales, frenan el estrés inducido por el ejercicio intenso,
mejoran la concentración, previenen lesiones musculares e incrementan el
rendimiento cuando uno está a punto de desfallecer y necesita un pequeño empujón.
¿Es el té una bebida indicada para el
deportista?
Publicado el 16 septiembre 2015 por Javier Angulo
Para elaborar este artículo, he contado con la colaboración de Julen Aldaya, que
ya escribió el artículo de ‘Flexibilidad metabólica‘ y que cuenta con experiencia en
ponencias sobre el té y con la de Remedios Castello, especialista en el tema y
además doctora en Bioquímica y Biología molecular.
El té es la segunda bebida más consumida en el mundo, después del agua y es
conocida desde hace más de 4.500 años. Se clasifica fundamentalmente en 5
categorías: blanco, verde, oolong, rojo (Pu-Erh) y negro. Todos ellos proceden de la
especie Camellia Sinensis. La diferencia entre ellos depende del proceso de
elaboración y el grado de oxidación (comúnmente conocida como fermentación). Así
pues, mientras el té verde no es sometido a ningún tipo de oxidación, el blanco sufre
una ligera oxidación, el Oolong es semi-oxidado, el negro es totalmente oxidado y el
té rojo es sometido a un complejo y largo proceso de oxidación.
PROPIEDADES DEL TÉ
Debemos volver a un estilo de vida más ancestral, con más ejercicio y una
alimentación más sana, sencilla y nutritiva. Debido a nuestro alocado estilo de vida,
dedicamos tan poco tiempo al comer como a la preparación de los platos. No sólo es
importante el qué comemos, sino lo es tanto o más, el cómo lo hacemos. Comer,
no es una carrera que tenemos que realizar en el menor tiempo posible; aquí, el reloj,
sobra.
¿Hay alguna bebida mejor que el agua para hidratarse?, ¿algún alimento mejor que
la fruta madura para incorporar glucosa rápida a nuestro organismo?, ¿alguna
guarnición mejor para la carne, que una gran ración de verduras?, ¿algún alimento
que supere en vitaminas y minerales a una ensalada con multitud de hortalizas de
diversos colores?, ¿algo que calme más el hambre que una gran ración de legumbre
mezclada con verduras?, ¿algo más saludable que comer en buena compañía?