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Accessions Shelf No.

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FRjOM THE
Mic kn&v Jíunb . „
DOCUMENTOS «ASIOS

DEL
COLECTADOS Y ARÉEGLADOS

m IL CORONE DE CABALLERÍA DE EJERCITO FÜNDADOil DE LA INDEPMMA

MANUEL BE ODEIOiOLA.

TOMO SEXTO.

LIMA
IMPRENTA DEL ESTADO, CALLE DE LR RÍFA NUM. 58.

18F4.
ADVERTENCIA.

Cuando emprendí la publicación de estas obras di á enten-


der que la parte literaria solo contendría documentos de este
género. Pero hoy al compilar en este sexto volumen los escri-
tos del ilustre Unanue, pienso que mis lectores verán con satis-
facción que me haya apartado de mi primitivo propósito; pues
no todo lo que brotó de la fecunda y hábil pluma de ese celebra-
do escritor revista carácter puramente literario.
Entre las obras de Unanue la que consagró al clima de Li-
ma es de indisputable mérito y apenas conocida; pues es ra-
rísimo encontrar un ejemplar aun en las bibliotecas de los que
tienen la curiosidad de conservar libros antiguos. Oreo hacer,
pues, un verdadero servicio al pais y á los hombres estudiosos
con la publicación de este libro por donde voy á principiar á
luz todos los escritos de este eminente sabio.

Manuel de Odeiozola.
OBSERVACIONES

SOBRE

EL CLIMA DE LIMA
Y SUS INFLUENCIAS EN LOS SERES URBANIZADOS

EN ESPECIAL EL HOMBRE.

POR Eli

B. B, Hipíiío ímanue.

Catedrático dePrima de Medicina en la Real Universidad de San Marcos, Director del Colegio da
Medicina y Cirugía de San Fernando, Médico honorario de Cámara
de S. M., Socio de la Real Academia Médico -matritense,
Proto-médico del Perú.

SEGUÍTDA EDICIOK.

EN MADRID
EN LA IMPRENTA DE SANCHA
AÑO DE 1815.
CON I^S UCENCIAS NECESARIAS.
Felices nimium populi, queis prodiga téllus
Fundit ad vota suás; queis contigit JEstas
opes
simula Veris, JSyems sinefrigore, nubibus aer
JJsque carens, rmlloque solum fceeundiiis imbre.

Vanier. Praed. Enst. 117,


.

ADVERTENCIA A LA SEGUNDA EDICIÓN.

Jjsls observaciones, que sobre el clima de Lima y sus influen-


cias en los seres organizados publiqué en esta capital el año
de 1 806, han merecido el aprecio no solo de los Literatos de
América, sino también de los de Europa [1]. En eí Memorial
Literario de Madrid de 20 de Mayo de 1808 n. 14 se imprimió
un juicio circunstanciado de ellas Su autor después de reco-
1

mendar las utilidades de la Medicina topográfica prosigue . .

" Penetrado de estas verdad s el Doctor ITnanae, trató de


" publicar sus observaciones, las cuales no solo tienen el mé-
" rito de la originalidad, sino el de haber tratado esta materia
" con un orden científico, y cuando no mas, con tanta filosofía
" y crítica como la que tienen los escritos de esta clase publi-
" cados en' Europa, á lo menos los que yo conozco. Divide su
" obra en tres secciones; en la primera trata de la historia del
" clima de aquella rigion; en la segunda de las influencias de
" aquel sobre los seres organizados; y en la tercera de la que
u tiene sobre las enfermedades.
" En la primeca, después de hacer una descripción topográ-
" fica de Lima, pasa á examinar la calidad del suelo, natura-
" leza de sus aguas, el temple ó temperamento, influencias
" del Sol y de la Luna, eclipses, estado de la atmosfera y los
" meteoros, apuntando todos los ocurridos en los años de 1799
" y 1800, y haciendo varias reflexiones astronómicas y meteo-
'Yj BÍumboldt. Easia politiqüe su'r le Nouvelle Espagne, V. I. 350, The Medi-
cal and Pysical Journal vol. XXV.
—VIII—
" rológicas relativas á el influjo de los fenómenos observados*
" En la segunda examina la influencia que tiene el clima en
" la vegetación y la constitución del cuerpo humano, haciendo
" aplicación de todos los conocimientos físicos y químicos ge-
" neralmente adoptados por principios entre los Europeos.
" Procura explicarlo todo sin adherirse á un particular siste-
" ma físiológico ni botánico, sino deduciéndolo de los hechos
" y de las observaciones mas contestadas. Después apunta los
" resultados morales, explicando con bastante crítica é ideolo-
" gia de que modo las mutuas relaciones físicas y morales for-
<l
man el carácter de aquellos habitantes, descendiendo á bus-
" car la causa de por qué los Limeños son mas ingeniosos que
" meditabundos: haciendo al mismo tiempo reflexiones muy
" juiciosas sobre el talento, el valor &. de los habitantes del
" globo terráqueo, en que se advierte sus muchos y buenos co-
" nocimientos geográficos. Termina esta sección con unas ta-
" blas de las razas ó castas de hombres que allí hay, por las
" mezclas de los Europeos y Africanos con los naturales de
" aquel suelo, indicando sus propiedades genéricas y específi-
" cas, las variedades en el colorido de la piel, refiriendo por
"menor los diversos matices y sus degeneraciones desde el
" blanco sonrosado hasta el negro atezado.
" Finalmente en la tercera sección habla de las enfermeda-
". des mas comunes en aquel pais, presentando sus diferencias,

" síntomas, y anomalías, é indicando las causas físicas y men-


" tales, por cuya razón desciende á manifestar las enfermeda-
u des del ánimo. En seguida propone varios medios preserva-
" tivos, recorriendo la higiene, y fijando la conducente al cli-
" ma y estaciones de Lima, concluyendo con la exposición de
" la constitución médica que se observó en aquella ciudad el
" año de 1799. Con este objeto divide el año en sus cuatro es-
" taciones, y en cada una refiere las enfermedades que hubo,
" y los síntomas que las caracterizaron. Describe circunstan-
" ciadamente las observaciones prácticas de algunas de ellas,
" sin omitir el diario de las mutaciones que observó en las
" épocas de cada dia y en las de cada enfermedad, y así mis-
" mo de los remedios de que se valió para combatirlas.
" Para completar su obra promete publicar la cuarta sec-
" cion, que deberá comprender las enfermedades endémicas
" de aquella parte del globo, con el objeto de formar un tra-
" tado de medicina práctica, y de materia médica peculiar á su
" pais.
" En estas observaciones se nota lo versado que está su au-
" tor en las ciencias naturales, y también que no le son extra-
" ñas las humanidades; pero lo que se advierte con mas particu-
" laridad es el caudal de buenos conocimientos anatómicos y
—IX—
" médicos de que está adornado, y la mucha erudición coi?
"particularidad de los autores ingleses. Es preciso confesar
" no obstante que el castellano es incorrecto, y que suele á ve~
" ees el autor exaltar su imaginacionde tal modo que eti lasñar-
u raciones emplea el estímulo propio de las descripciones
poé-
" ticas, y así mismo las frases son algunas veces anglo-gálicas,
" mas bien que castellanas. Sin embargo considéranos que su
" autor es digno de los "elogios de todos los hombres instrui-
" dos y déla beneracion de los sabios, y no dudamos afirmar que
" es uno de losmejores tratados quesobre este particularse han
" escrito en nuestros dias; y que nos deberíamos dar por muy
" satisfechos con tal que le imitara alguno de nuestros proíe-
" sores ilustrados y que gozan déla pública reputación.
u Concluiremos pues nuestro juicio con decir, que esa la
" verdad muy extraño que llevando nosotros á los peruanos
" muchos siglos adelantados en la ilustración, y bastantes años
1,1
en la erección de cátedras de todas clases, se haya publicado
' el primer libro de esta clase en Lima,
y no en Madrid."
Ea esta segunda edición he procurado corregir, ilustrar y
completar mi obra conforme al plan, que me propuse para su
composición. Mi principal cuidado en ella ha sido estudiaren
la naturaleza las cosas de que trato. Las he considerado en sí
solas, y después de conocidas, han venido á exornarlas la me-
moria y la imaginación, á la manera que el calor de Primave-
ra viste de hojas y flores los árboles desnudos en Invierno.
Entonces me recordó la primera la conformidad de muchas de
mis investigaciones con las de los ilustres escritores que cito
en su apoyo: dejé que la segunda, excitada por la singularidad
ó por la belleza de los objetos, usase á veces de sus fueros, in-
terponiendo en la narración filosófica las imágenes y descrip-
ciones poéticas, teniendo por maestro á Platón, quien, como
observa Longino, lo ejecuta con frecuencia en sus tratados
filosóficos.

Lima y Abril 2 de 1814.>

Tom, vi, Literatura— 2


AL DOCTOR DON GABRIEL MORENO,
CATEDRÁTICO DE PRIMA DE MATEMÁTICAS DE LA REAL UNIVER-
SIDAD DE SAN MARCOS DE LIMA, SOCIO DE LA REAL ACADE-
MIA MÉDICO-MATRITENCE. COSMÓGRAFO MAYOR DEL PERÚ.

PLACIDE QÜIESCAS! (1)

Ofrezco á U. esta obrita; Preceptor esclarecido. Amigo be-


néfico y Literato virtuoso. En su trabajo he procurado reunir
las fuerzas de mi entendimiento, y quisiera derramar en la de-
dicatoria las efusiones mas tiernas de mi corazón. Porque esta
pequeña oferta no tanto es mia, cuanto de la amable, y rara
esposa que acabo de perder. Su bien formada alma creyó, que
una composición destinada al servicio de la Patria, no podia
decorarse mejor, que llevando á su frente el nombre de un
Profesor virtuoso y sabio, que la edifica con sus ejemplos, la
beneficia con su caridad, y la ilustra con sus luces. Filósofo
según las máximas divinas del Evangelio, la modestia, la pie-
dad, y la generosidad le forman á U. el dulce y amable carác-
ter que le hace dueño de las voluntades.
Como el verdadero saber solo puede cimentarse en la virtud,
ya sedeja comprender, cuales serán los conocimientos de
quien se apoyó constantemente en la segunda para la adquisi-
ción del primero. Cuando U. escribe en español ó latin lo eje-

[1] Este benemérito literato murió el 9 de Mayo de 1809 en medio de los con-
suelos que ofteoen la Religión y la amistad.
—XII—
cuta con el aliño, y delicadeza de los Autores de niejer gusto»
En todas sus producciones castellanas varía el estilo según
la diversidad de las materias; pero jamás la pureza y sintaxis
que le son propias. Las varias teses de Medicina que lia dado
á luz están escritas con la pluma de Salustio, y el Vejamen
que pronunció U. al ceñirme la borla doctoral, y publicó la
Sociedad Amantes de Lima es un modelo en este género.
El bello gusto en las lenguas aplicado al estudio délas cien-
cias, le lia grangeado á U la profundidad en la Análisis, la
exactitud en la Geometría, el buen sentido en la Física, la
precisión en la Botánica, la penetración y tino en la Medicina.
Los célebres botánicos Rniz, Pavón, y Mr. Dombey, cuyos
trabajos lian producido la Flora Peruana, y la colección del
Presidente l'Heritier, se apresuraron cada uno por su parte á
consagrarle un vegetal. Las Morenias, que se ven en una y en
otra obra, están denominadas según todo el rigor de las leyes
del Príncipe Lineo. La pericia y la sabiduría merecieron la
erección de estos monumentos en el Reyno de las plantas, no
la autoridad ni el valimiento.
El Gobierno y la Universidad han premiado el magisterio
de U. en las Matemáticas, colocándole en la Cátedra de Pri-
ma. Este sitio que llenaron de gloria los Peraltas, Godines, y
Buenos, no se deja ocupar, sino por hombres dignos de suce-
derlos. Quizá el último, en cuya Escuela U. se formó, habrá
oido desde el sepulcro el justo elogio con que ha honrado su
memoria: y si los muertos tienen noticia de las acciones de los
vivos, no puede dejar de complacerle el acierto, y honor con
que se desempeña el Discípulo.
Como Profesor de Medicina se ha adquirido U. el aprecio
universal del público. Ora se considere como dogmático* ora
como clínico, ¡qué profundidad, madurez y extensión de cono-
cimientos en los dictámenes! ¡qué tino y prudencia en el ejer-
cicio práctico! Pero aun mas, ¡qué compasión, qué blandura,
qué interés á favor del aflijido! Si puede decirse que el enten-
dimiento del Médico está en sus manos, por lo mucho que le
sirven pai*a el desempeño de su ministerio, en las de U. se ha-
lla el entendimiento, y el corazón; aquel aliviando las dolen-
cias, y este socorriendo las necesidades. Estas recomendables
prendas tuvieron en el aprecio de mi carísima esposa aquel
grado de consideración, y estima, que sabia dar al mérito.
Hoy desde la tumba ofrece á XJ. por mis manos este voto debi-
do á su virtud. Porque aunque Laya perecido el cuerpo, vive
el ánimo inmortal, cuya exelente imagen grabada altamente
en mi pecho, domina, después de su muerte con tan absoluto
imperio, cual le poseyeron en vida sus raras, y sobresalientes
dotes.
—XIII—
O the tender ties
Close-twisted with the fibres of thé heart! [*]
Young the Coinplaint. 99. —
Lima y Julio 1? de 1805.

Es con un afecto cordial amante discípulo de U.

José Hipólito TJnánue.

[*] ¡O tierno lazo! ¡ó dulce compañía!


Ko una mera unión de inclinaciones,
es
Es una íntima mezcla inseparable
De dos enagenados corazones,
Que enteros ya no puede dividirse.
Aunque quiera la muerte inexorable
Separarlos, jamás podrá salirse
Con su intento, pues no corta sus lazos,
Sino un corazón solo en dos pedazos.
Por la terrible herida
Fluye, y se desvanece
Para siempre la dicha que allí anida,
¡Eeliz entre los dos el que perece!
El otro trozo lánguido y sangriento, -

Mientras palpita, sin cesar padece


Amarga pena, bárbaro tormento.

EscoiQUiz Obras de Young!,


INTRODUCCIÓN,

La vida del hombre parece que subsiste por los estímulos


internos de sus pensamientos, pasiones, y necesidades; y por
los externos de las impresiones de los cuerpos que le rodean.
Ambos ponen en ejercicio sus órganos para que desempeñen
sus funciones respectivas, entretanto que les permite ejecutar-
las el liado inevitable. Morte morieris. Genes.
La luz del Sol ocupa el primer lugar en el número de los
estímulos exteriores. No hay vida donde no penetran los rayos
de este astro benéfico; y se debilita con su ausencia la que
existe en las regiones que esclarece, sobreviniendo con la no-
ches el sueño imagen de la muerte. La aurora es quien renue-
va la luz plena, el calor, y la fuerza, que despiertan la natura-
leza, adormecida. Sacudiendo los rayos que amanecen los ór-
ganos vitales, se restauran sus acciones, las funciones se ex-
piden, la vida vuelve; y recuerda el hombre á las labores que
nutren su cuerpo, y á la contemplación de este hermoso Uni-
verso, que alimenta la inmensa capacidad de su alma.
Este estímulo espíritu de la naturaleza corpórea, debe con to-
do guardar cierto temple en las mpresiones que nos hace. Nues-
i

tra delicada estructura no puede soportarlas en toda su fuer-


za; porque el calor exesivo que resultarla de ellas consumien-
do los líquidos, y desbaratando el enlace y trabazón de los
sólidos, reduciría á ceniza el mismo edificio, que sostiene
obrando con moderación, Temiendo los antiguos aconteciese

-
XVI —
esto en la zona tórrida, donde el Sol desplega toda su inten-
sión, la juzgaron inhabitable.

Totidemque plagce tétlure premuntur


Quarum quce media, non est liabitabilis cesta. Ovid.

Pero el Divino Arquitecto arregló de manera los planes de


la formación de la tierra, que el hombre en el centro mismo
de la zona abrazada goza, no solo de los mas dulces tempera-
mentos; siuo, lo que &} aun mas asombroso, sufre los eternos
frios de los polos. En esta parte de la zona ardiente, que corre
por la costa del Perú del ecuador al trópico de Capricornio,
vemos al oriente levantados los enormes cerros de la cordille-
ra de los Andes, desde cuyas faldas á la eminencia se substi-
tuyen por grados todos los climas del universo. Los calores
que abrasan en los Valles, van perdiendo su actividad á pro-
porción que se sube: y el vigor y producciones del reino ve-
getal variando y disminuyéndose, hasta encontrarse en las ci-
mas páramos helados, en donde no puede habitar ningún vi-
viente. Así debe ni is bien aplicarse á los. Andes, que al San-
nine ó Líbano lo que de este cantan los poetas árabes: que tie-
ne la cabeza coronada del Invierno, adornada la espalda de la
Primavera, que el Otoño reposa en su seno, y qua duerme á sus
plantas el Estío (X).

(1) En el globo terráqueo la diferencia de los climas y vario aspecto de


sus regiones, nacen de los diversos grados de latitud ó distancia n\ Ecua-
dor. En los Andes bajo de una misma latitud aparece esta diversidad dé
temperamentos y producciones de la tierra por solóla diferencia de altu-
ras. *
Cuatro zonas pueden distinguirse en ellos: la. La ardiente: 2a. La tem-
plada: 3a. La fria: 4a. La glacial. La primera corre al pié de los Andes di;sde
las llanuras que se hallan casia! i vel marítimo hasta cerca de 4,0f)D pies so-
<¿

bre él. En todo el año varía el termómetro de Keumur de los 16 á los 24°,
y se puede tomar el grado 20 por el que indica su temperatura media. La
humedad que acompaña al calor en estas tierras bajas las hace productivas
de densas y elevadas selvas, de flores y resinas aromáticas. Aquí está la
patria donde llegan á su perfecta maturación las plantas americanas, y de
países ardientes. Hé aquí los sitios feracísimos de América, donde, como
dice Fombo, informe pág. 79, la naturaleza está siainpre en acción.
La 2a. zona comienza desde los cuatro mil pies de elevación hasta cerca
de los 12,000. La temperatura se halla entre 9 y 16° y su temple medio es
de 13° que forma el de Primavera ú Otoño, según se halla mas alta ó mas
baja. En este benigno clima los granos y plantas europeas crecen y produ-
cen con igual fertilidad que el maiz americano: y se presenta aquel pais
feliz donde la naturaleza en sus libertades, ó por mejor decir en sus profusio-
nes copia la imagen del Paraíso terrenal. Bouguer Figuere de la terre XXX-
Entre los J2 y 15000 pies de elevación está la Zona fria. Aquí el aspecto
del pais es enteramente diferente del que se presenta en los climas inferió-
res. Todo lo que en él se produce es de estatura pigmea, pobre y miserable-
La estrema Siberia y Kamskaka no tienen que envidiar, di ee el ilustre
3

—XVII—
La falda comprehendida entre aquella gran sierra y el océa-
no pacífico, que con la latitud de 20 leguas mas ó menos fórmala
costa del Perú, siendo la mas baja, goza con todo de un tem-
ple suave y agradable. Concurren á proporcionársele su situa-
ción encerrada entre la cordillera y un gran mar, los vientos
australes que son en ella perennes, y la inmediación del Sol,
que sin las circunstancias anteriores baria quizá inhospitables
nuestras arenas. El soplo de los sures que corren una gran
superficie marítima trae á estos llanos el frescor y la humedad.
Presto el calor del clima la reduce á vapores, que cerrados, por
la cordillera y sus ramos, queda formado sobre la costa un
toldo ó tejido de nubéculas, que defendiéndonos del Sol, nos
hace disfrutar en casi todo el año un temple de Primavera.
En el centro de este feliz pedazo del globo está el valle
ameno de Lima, sitio de la rica y culta Capital del Perú. Así
parece que al rededor de ella sobresalen las gracias, y los
agrados del temperamento amable de esta costa.

Én su horizonte el Sol todo es aurora,


Eterna tiempo todo es Primavera;
el
Solo es risa del Cielo cada hora,
Cada mes solo es cuenta de la Esfera.
Son cada aliento un hálito de Flora, '

Haenk, á los habitantes de las cumbres del Perú. Estos son nna nación de
Eskimans de estatura pequeña, de un color tostado por el frió, ojos peque-
ños y plegados al canto esterno, y la frente corta y poblada de pelo; y á
quienes la próvida naturaleza dotó de estas facciones del rostro para de-
fender sus ojos del reflejo que causan las nieves en los rayos solares: y pa-
ra libertarlos con la agudeza y perspicacia de su vista délos frecuentes
riesgos que se t ucuentran en las ásperas breñas y precipicios en que mo-
ran, El termómetro en la estación seca de Mayo, Junio y Julio señala el
grado de congelación, en la lluviosa sube k los 8? sobre el hielo, y su tem-
ple medio puede reducirse á 4 o de calor. La vegetación manifiesta igualmen-
te la inclemencia del temperamento en que se halla. Los arbustos que allí
nacen son leñosos, resinosos, y cubiertos de cortezas firmes, para que pue-
dan sostenerse contra el frió.
De los 15 á los 21000 pies en que terminan los mas altos picos de los An-
des corre una Zona glacial, que siguiendo la dirección de la cordillera para
uno y otro polo, vá descendiendo con su limbo inferior, á proporción que
se retira de la línea. Al atravezar los trópicos baja á los 13000 pies. A, los
45? de latitud está solo á los 8 ó 9000 pies de elevación: y á los 60 ó 70' tó-
cala superficie del globo, demarcando en todo su círculo el término de
vegetación y la vida. En la cima de los Andes, lo mismo que en el po
habitan y braman los vientos impetuosos.

Nimborwm, patria, loca Juta furentibus austris. Virg.

Tom. vi. Literatura —


»

—XVIIÍ—
Cada arroyo una Musa lisongera;
Y los vergeles,
que el confín le debe*
Nubes fragantes con que al Cielo llueve,

peralta. Lima fundada. Canto 8.

íío sojuzgará que el acalorado entusiasmo del primer poe»


ta de América ha cargado de coloridos el cuadro de esta des-
cripción, cuando todos los viageros de Europa convienen, en
ser el del Paraíso el temperamento de Lima.
La constitución del cielo influye en los seres organizados
que habitan debajo de él. Pende de aquí especialmente el tono
déla naturaleza productiva, y la calidad de sus partos. Por
esto en los tiempos antiguos en que florecieron las ciencias, el
estudio de los climas fué uno de los que mejor se cultivaron.
En el dia ocupa la atención y los trabajos de los primeros
Filósofos de Europa. La Agricultura madre de la subsistencia
de los hombres, y la Medicina protectora de su salud sacan de
continuo utilidades incalculables de tan importantes aplica-
ciones, fecundas en bienes y verdades.
Siguiendo los pasos de estos ilustres genios he querido tam-
bién examinar las verdaderas calidades del temperamento de
Lima, y los efectos de sus influencias sobre los entes organiza-
dos, el hombre en especial. El primero y principal fundamen-
to en este género de trabajos debe ser la observación. Como el
talento humano es limitado, no puede siempre sorprender to-
das las circunstancias, que hagan determinar por constante
cualquiera parte del tiempo, cubierto de variedades y meta-
ínórfoses. Dejo á los que vinieren después de mí el que mode-
ren los extravíos que pueda tener mi imaginación, rectifiquen
mis equivocaciones, y enmienden mis errores: homo sum, nihil
humani a me alienum puto. Terent.
Esta obra la divido en cinco secciones. La primera com-
prende la historia del clima registrado por todos lados. La se-
gunda expone sus influencias en el reino vegetal, en los ani-
males, y en el hombre en estado de sanidad. La tercera trata
del clima en cuanto autor de las enfermedades que padecemos.
Se exponen estas sucintamente, y se establece el régimen con-
veniente para evitarlas. La cuarta propone el método y me-
dios generales de curarlas, tanto por los esfuerzos de la natu-
raleza, cuanto por los recursos del arte médica. En la quinta
se recorre el año médico, tomando por ejemplar el de 175)9,
para comprobar con los hechos las máximas, y observaciones
—XIX—
que contienen las secciones anteriores. Cada sección se sub*
divide eñ los párrafos que se indican en seguida de esta intro-
ducción. %

Aunque mi designio es mantener en las tres partes un jui-


cio imparcial, en cuanto alcancen el estudio y atención que he
puesto en esta materia; no siempre podrá la pluma sujetarse á
la austera y rígida narración de los hechos y observaciones, ala
vista de la magestad y pompa, con que la Naturaleza ha ro-
deado á esta gloriosa Capital.
SECCIÓN I.

HISTORIA DEL CLIMA

§ I.

SITUACIÓN DE LIMA.

i Luna, ciudad la mas rica y célebre de la América Meri-


dional, está situada á los 12° 2' 51" de latitud austral 70° 50'
:

51" de longitud al meridiano Cádiz. (1) Su situación es austro-


occidental, pues por el oriente y norte la abrigan los cerros,
quedando descubierta á los vientos al sur y occidente.
2 Todos aquellos cerros son ramas de la gran cordillera de
los Andes, cuyo cuerpo pasa N. S. por el oriente á veinte le-
guas de la capital. Las ramas orientales descienden en degra-
dación de Ñ. á S. formando valles á sus espaldas hasta acer-
carse á los muros de la parte alta de la ciudad. Las del norte
acompañan de E. á O. la orilla derecha del Eimac con mas ó
menos inmediación, y después de separarse formando un semi-
círculo espacioso, para dar lugar al valle de Lurigancho, en-
frente de la parte alta de Lima, revuelven tocando el principio
del arrabal de San Lázaro con la falda del cerro de San Oris-
tóbal, por cuyo pié entra el Eimac separando esta población

(1) Giúa del Perú 1793 VI... . I.


de la principal. Al cerro de San Cristóbal continúan encade-
nándose los de los Amancaes, y bordeándolos confines del ar-
rabal mencionado finalizan con él hacia el O: á cuyo rumbo
se distingue una serie de colinas, que por descender á espal-
das de la anterior parece nacer de ella, y la va cerraudo en
forma de semicírculo, hasta terminar en la derecha del Eimac
á £ de legua de la ciudad, demarcando con su extremo el pun-
to preciso del ocaso del Sol en el solsticio de invierno, visto
desde el puente. Las cimas de San Cristóbal y los Amancaes
son las mas altas de estas sierras. La primera tiene 470 varas
de elevación, y la segunda 980 sobre el nivel del mar. [1]
3 Por el O. mira la ciudad al mar Pacífico, que dista dé ella-
dos leguas; y volviendo la vista al S. O. se descubre la isla de
San Lorenzo, que demora entre el ocaso equinoccial y del sols-
ticio del estío. Pasando al sur se encuentra en la costa con
Morro Solar 6 de los Chorrillos, cuya medianía dista 8 ¿ de
millas de la plaza de Lima. De allí para el E. se van levan-
tando varias colinas de arena, que creciendo gradualmente
van á unirse con las ramas de la cordillera. Estos son los lími-
tes que ciñen la vista al extenderla sobre el ameno y espacio-
so valle de Lima.

* II.

CALIDADES DEL SUELO.

1. El suelo de la Ciudad forma un plano inclinado de orien-


te á poniente, y su altura central, ó de la plaza es de 170 va-
ras sobre el nivel del mar [2]. Sus calles no se abren con pre-
cisión á los cuatro puntos cardinales, pues como notó uno de
nuestros antiguos poetas, se tuvo atención y advertencia de hur-
tar un rumbo d la carta de marear (del E. al S. E), á Un de que
las paredes hiciesen sombra por la mañana y por la tarde [3].

2 Examinando la calidad del terreno se descubre, que des-


de cierta profundidad en que se halla con un suelo firme, se
sobreponen, así en este valle como en toda la costa, varias ca-
pas de arena y de guijarros: estructura que siendo semejante
á la del fondo de nuestros mares, hace creer que en algún

[1] Mr. Godin. Dísertac. del aire por el D. D. Cosme Bueno, 1796.
[2] Doct. Bueno, 1 c.

[3J Valdez: Fundación de Lima, pág. 74 not, 3,


—3—
tiempo de lecho, internándose sus aguas dos o
les servirían
tres leguas mas adentro de las playas que hoy las refrenan [1].
Es constante que en nuestra costa han ido las aguas en dimi-
nución. Las conchas que se hayan al S. IsT. esparcidas sobre
sus colinas y la composición de estas, de arena y despojos ma-
rítimos, son monumentos que cou otras muchas señales acre-
ditan, que no han pasado muchas centurias después del tiem-
po en que nuestros mares se internaban de dos á tres leguas,
subiendo á mas de cien varas de altura sobre los cerros de
granito, en que terminan las ramas descendentes de la cordi-
llera.

3 Quien sabe si cuando estos valles estaban ocupados por


los mares, formaría la Polinesia ó Archipiélago austral un con-
tinente con el Asia, y que seria este sumergido al retirarse
las aguas délos llanos del Perú, y que ganando los moradores
en la inundación los picos mas altos de la tierra, quedaron
formadas las islas de la Sociedad, y todas las demás que se
ven sembradas en este vasto océano. Este pensamiento acla-
ra el misterio de su población, y explica el motivo del idioma
general entre aquellos isleños [2], conservado á unas distan-
cias á donde no podía conducirles su navegacon, ceñida á solo
lo que alcanzaba la arista [3]. También podemos inferir á don-
de parar las navegaciones que los antiguos peruanos
irían á
hacían en balsas de pellejos de lobos marinos á vela y remo,
saliendo del puerto de Arica hasta perder de vista la costa.
Acaso por aquel punto vendría la nación de los Aimaraes, que
supo situarse en medio de los Quechuas, y conservar por tan-
tos siglos su lenguaje y costumbres, como si fuera una nación
aislada, y no estuviera rodeada por todas partes de pueblos
que hablan el idioma general del Perú. Un examen y cotejo
de las lenguas Malaya y Ai mará, de las cuales la primera pa-
rece ser la original de los isleños del Sur, podría dar mucha

[1] ülloa: Viage, tom. 3. A las tres leguas de la costa comienzan á desa-
parecer las capas de arena y guijarros.
(2) Cooks: Yoyage towards the south Pole, vol. 2. pág. 363. Carli; Let-
tres americáines XXXíX.
(3) Viajes de Quiroz y Mendaña. El primero opina que toda isla habita-
da se eslabona al contiaente, ó por una serie de islas, ó" de una cordillera
oculta bajo del mar. Hechos de L». Garcia Mendoza, pág. 287.
Bougainyille juzga contra Quiroz, que la navegación de los isleños se ex-
tiende á mayor distancia de laque alcanza la vista. Voyage de la Perouse
tom. 2, página 122. not. E.
El 8'de Mayo de 16!6 avistó le Maire á los 15° 20' latitud S, y 1510 le-
guas distante de la costa una canoa doble grande, navegando a vela y re-
mo en donde por ninguna parte se descubría tierra. Llevaba varias fami-
lias, y parecía destinada á nuevos descubrimientos. Burney, P, II, 384,
—4—
luz á los literatos que gustasen escudriñar las conjeturas apuñ
tadas en esta ligera digresión.
4 Las capas de arena y guijarros que hemos mencionado
están cubiertas por otras de tierra vegetal de dos pies de pro-
fundidad, mas ó menos, cuya fecundidad prodigiosa sacia los
deseos del agricultor.
Prodiga téllus
Funditopes ad vota sua^s. (1)

% IIL

AGUAS DE LIMA.
1 Las aguas de Lima las suministra el Eimac, que toma su
origen en la provincia de Huarochirí, de varios raudales que
se precipitan de las nieves derretidas eu la cordillera de los
Andes: corre con un raudal de agua considerable de oriente á
poniente sobre un lecho inclinado arenisco y pedregoso. A
proporción que desciende va regando las vegas y chacras que
hay á uno y otro lado de sus márgenes. Poco antes de llegar
á la Ciudad surte una acequia considerable que Ja atraviesa
N. S. regando sus calles con profusión. De las aguas con que
fertiliza las heredades de uno y otro lado se forman dos ma-
nantiales. El uno al oriente de San Cristóbal, que denominan
los puquios, y sirve al arrabal de San Lázaro: el otro al oriente
de la Ciudad que nombran la atarjea, y es el que provee á las
pilas de esta.
2 Las aguas de Lima están reputadas por crudas é indijes-
tas, causa de lo mucho que en ella se padece de estómago (2);
si es que Cupido y Céres no influyen mas que las aguas en es-
ta común y penosa dolencia. En su análisis manifestaron con-
tener en las mismas vertientes una cantidad mas que regular
de selenita, mucha greda marcial, y diferentes tierras crasas,
y que á proporción que se iban retirando de su origen, y dis-
tribuyendo por las pilas eran mas impuras, teniendo en diso-
luciónuna cantidad prodigiosa de» tierras crasas y groseras, y
hallándose saturadas de mucho aire fijo. (3)

(1) Vaniere, 1, c.
[2Dr. Bueno; Disert. del Agua, Efeniéride 1789^
1

(3) Dr, Dávalos; informe sobre las aguas. M. S. 1789,


El Dr, Matías Porras, que en el año de 161 1 escribió sobre las aguas de
Lima, notó también que el agua de sus fuentes defería en bondad de la que
tenia en su oiígen, y recomendaba como la de mejor calidad para ser bebi-
da la de los puquios de San Cristóvál, exhortando al ayuntamiento que cui-
dase de su aseo, Las gentes de comodidad prefieren en el dia las aguas que
escupe el barranco de Chorrillos, que destilándose al través de lechos de
arcilla, arena y piedra, son cristalinas y de buen gusto,
4

3 Cualquiera que reflexione sobre el oríjen de donde vienen


nuestras aguas potables, la calidad del terreno que forma el
cauce del rio, y las tierras en que se extienden las aguas de
regadío, que filtrándose hacen nacer sus vertientes, inferirá
que las malas cualidades que se le han atribuido, mas bien
penden del poco cuidado en conservarlas con la debida lim-
pieza, que de la naturaleza de ellas. En ios manantiales que
aumentan el caudal de agua que sale de la atarjea, hay -una
porción de plantas acuátiles, y despojos de vegetales en pu-
trefacción, y no ha sido raro el que se encuentren también de
animales. Penetran la Ciudad por atanores pegados á sepul-
cros y cementerios, y por debajo de la multitud de balsas y
charcos .de nuestras desaseadísimas calles. El rodaje incesan-
te de carros maltrata continuamente las cañerías que van á
poca distancia de la superficie, por lo cual las aguas que con-
ducen se inficionan de todas las impurezas, que de esta y los
sepulcros se resumen con las aguas de las acequias detenidas
por todas partes. Las fuentes de que bebe -tiua Ciudad deben es-
tar aireadas, el fondo limpio de cieno y regado de arena, y ar-
rancadas todas las plantas que puedan precipitar en ellas sus
despojos.
4 Las aguas que riegan las calles piden celo en el magis-
trado que cuide de ellas: porque las balsas y .lodazales que
forman dañan ala salud del ciudadano inficionándole no solo
las aguas que bebe, sino también el aire que respira. Los des-
pojos de animales y vegetables que se pudren en ellos despi-
den un tufo mortífero [1] de donde nacen las calenturas inter-
mitentes, las pútridas, y la frecuencia de asmas, y otras en-
fermedades del pulmón. El Solón del Perú D. Francisco To-
ledo estableció sabias ordenanzas para el aseo y dirección de
las aguas de la ciudad, movido de los males que entonces pro-
dujeron los charcos de las aguas derramadas y detenidas [2],
Pero lamas útil, sabia y vigorosa ordenanza, alo que mas al-
canza entre nosotros es, a que no se la coma la polilla en los
archivos: suerte común á todos los climas cálidos. Por esto
varios legisladores de Oriente para mantener en vigor sus es-
tatutos sobre el aseo, los encomendaron á la conciencia colo-
cándolos entre los deberes religiosos.
5 Después del establecimiento de policía ha ido variando la
faz de Lima, y esperamos del celo con que su Excelentísimo

(1) Semejantes tufos se componen de. hidrógeno, azooe, y ácido carbóni-


co. Fonrcroy, t. 3, pág. 14.
62) Mercur. Peruano, t. 7 página 187.
T om. vt. Literatura —
—6-
Ay untamiento promueve en el dia la limpieza consume esta
grande obra, haciendo botar fuera los cementerios [1].

§ IV.

LA ATMOSFERA

1 La atmósfera de Lima es opaca, nebulosa y poco renova-


da, lo que depende en gran parte de la situación de la Ciudad.
Ceñida por la serrauia del norte se apoyan contra esta, formán-
dole un toldo, todos los vapores que sé levantan de la costa, y
de la transpiración de la vegetación feraz que la rodea: y como
el sur por lo común sopla con poca fuerza, no puede hacer que
los vapores sobrepujen las cumbres de los cerros. De aquí se
origina el que los rayos del Sol disipen con mas facilidad las
nieblas de los lugares circunvecinos que las de Lima, y que
por consiguiente los inviernos sean en aquellos mas templados
que en esta, como ha notado el señor Ulloa.
2 Aun en el corazón del estío en que el Sol próximo á nues-
tro meridiano aclara el aire enrareciendo los vapores, todavía
se hacen estos visibles sobre la Ciudad, mirándola desde el
campo, donde se presenta un cielo limpio.* Así, si en lo mas
fuerte de los calores y del dia sucede algún eclipse que debili-
te la acción del Sol, al punto nuestra atmósfera se cubre de
nubes. Todo esto manifiesta la cantidad de vapores acuosos
que nadan por sobre nuestras cabezas. Por eso el ayre que
respiramos carece de resorte, abunda de tufo hidrógeno, y es
poco proporcionado á la respiración. Las personas ád pulmo-
nes débiles, si no es en los (lias de un Sol que alumbre cons-
tantemente, respiran con dificultad. No obstante la cantidad
de aire vital, que entra en la composición de la atmósfera de
la zona ardiente, es mayor que la que se observa al otro lado
de los trópicos, y de esta superabundancia de oxígeno viene
la facilidad con aue nuestros metales se enmohecen y pierden
el brillo [2].

(1) La veriScacion de tan importante proyecto estaba reservada al ge-


nio benéfico del Exorno. Señor Virey D. José Fernando Abascal, Marques
de la Concordia. La reparación de las viejas murallas de Lima, el mayor
aseo en sus calles, la fábrica del* suntuosísimo panteón, y los colegios de
medicina y primeras letras; aquél levantado desde sus cimientos, y éste re-
parado con magnificencia harán glorioso su gobierno, y que sirva de modelo-
y estímulo á sus sucesores.
(2) Según el ilustre Humboldt, las proporciones en que se mezcla el aire
r
3 Por estas causas se baila nuestra atmósfera en una varia-
ción continua. El horizonte amanece cubierto de nieblas que
no dejan percibir muchas veces los objetos, aun los que están
en la capital: conforme entra el dia se levantan estas nieblas,
queda descubierto el campo; y cubierto el cielo de nubes se ha-
ce mas ó meuos visible el Sol. Al caer este á su ocaso vuelven
las nieblas á extenderse sobre la tierra, viniendo del Sur em-
pujadas por el suave soplo de este viento. Si exeptuamos al-
gunos dias del fin del estío en que el Sol alumbra de lleno, y
otros de invierno en que se halla del todo anublado, el resto
del año es una seguida alternativa entre la luz y las sombras.
La proporción entre ambas varia según que ¿1 Sol se acerca á
nuestro trópico ó se aleja para el opuesto. Eu el primer caso
hiriendo sus rayos mas directamente y con mayor eficacia las
nieblas, senos deja ver en mas horat jl rededor del medio dia,
que no en el segundo, en que la distancia y obiicuedad de sus
rayos los hacen meros activos. Por este orden que indica ha-
llarse en continua lucha los vapores con el calor del Sol, se
comprende que el clima ó temple de nuestro cielo es cálido y
húmedo, sin que ninguna de estas calidades vayan al extre-
mo. Guardan entre sí un tenor y reciprocación, que hacen un
temperamento benigno y agradable.
La varacion anual del termómetro es regularmente de 9 gr.,
desde el 13 sobre el °, que nota lo mas fuerte del frió, hasta el
22 á que asciende en lo mas fuerte del calor [1]. En esta car-
rera que sigue la del Sol tiene sus gradaciones y retrograda*
ciones conforme al temple del dia, originado de la alternativa
del Sol y las nubes. Asciende á proporción que aquel alumbra
mas horas, y si después de colocado medio ó un grado mas al-
to, se siguen uno ó dos dias cubiertos, vuelve á bajar la mis-
ma cantidad. Su variación diurna en los dias nublados no es
notable: en los dias varios, y sol despejado es por lo comuu un
grado: sube dos tercios hasta la una de la tarde, y un tercio
mas hasta las cuatro, hora de su mayor altura en estío, á cu-
ya entrada y salida, acontecen las mas notables de sus varia-
ciones. En la noche desciende las propias líneas que subió en-
tre dia, con algunas mas si caminamos al invierno y menos si
se acerca el estío,

vital con el resto de aire atmosférico son en Europa 23 — 28. Entre los tró-
TÜO ÍÓO
picos 27 30. En Lima 28.
Tüü 100~ 1Ó0~
Davidson encontró en la Martinica 52 58. Medical Fepository, vol. 2 t
Too" 100
a. 3, pág. 279. Véase la Secc. IV, $ II. 19.
ÍJ) El dia 16 de Marzo de 1813 á la una del dia se hizo la siguiente coni'
—8—
5 El barómetro se mantiene regularmente á la altura de 27
pulgadas, alineas, variando solo de dos á cuatro líneas sin or-
den estable según nuestros observadores [1]. Pero el sabio
Barón de Humboldt descubrió guardaba un flujo y reflujo
constante en las veinte y cuatro horas del dia. las cinco deA
la mañana comienza á subir hasta las nueve, hora de su nía-,
yor altura: entre las 9 y 12 del dia se ínautiene casi estaciona-
rio: luego sigue bajando hasta las 4 de la tarde: á las 7 vuelve
á subir hasta las 11: se mantiene quieto hasta las doce de la
noche, y de aquí sigue descendiendo hasta las 4 y y media de
la mañana. Periodo que notó por muchos dias consecutivos
este exelente filósofo en el mes de Diciembre de 1802, en que
estuvo en esta Capital. En 1812 comprobó en Lima y otros
lugares al S. mi amigo Samuel Curson de la América del ISTor-
te estas observaciones de Humboldt con el barómetro de mon-
taña de Englefield, construido por Berge y recien llenado en
esta Capital. Entre unas y otras observaciones hay algunas
pequeñas diferencias, y se necesita examinar con prolijidad si
estas variaciones barométricas tienen relación con las de nues-
tros vientos coincidiendo en las mismas horas.
6 El temple que perciben nuestros cuerpos proporcionándo-
se generalmente al que indica el termómetro, difiere en espe-
cial con respecto á los vientos, á las nubes y á la lluvia, que
reinan. Los vientos nos refrescan en lo mas caluroso del tiem-
po, y si calman sentimos un fuerte bochorno, aunque no varíe
el termómetro. Las lluvias nos minoran la sensación del frió,
y éste, si paran, nos molesta, aun sin alterar el termómetro.
Menos sensible el termómetro que el cuerpo humano necesita
ser afectado por mas tiempo y fuerza. Las nubes que se 'inter-
ponen entre nosotros y el Sol en Enero y Febrero nos propor-
cionan, á pesar déla cercanía del astro, el mas agradable tem-
peramento de la tierra. Las causas de estos fenómenos van á
desenvolverse en la historia de las variaciones particulares que
inducen en la atmósfera los cuerpos celestes, habiéndose ya
alumbrado las mas generales.

paraeion del calor con termómetros de Farenheit en los sitios que se indi :
can, siendo el estío muy caluroso.

En cuarto abierto.. 80°


Fuera del cuarto en la sombra á tres Abaras del Sol 87 °.

Herido por el Sol <? 106


Calor del agua en la sombra „ 74°
En los pozos á veinte y siete varas de profundidad 70 °
En el mar á tiro de fusil de la costa, y á dos brazas de
profundidad « 65°
Calor del cuerpo humano sudando 1 . . 96 °
(1) El barómetro sube dos líneas en él estío, y baja las mismas en in-
vierno, ni le he observado otra mutación que la de dos á tres, líneas que ex-
—9,

vñ V

INFLUENCIAS DEL SOL Y ESTACIONES DEL AÍ5o.

1 La proporción que guarda bajo de nuestro clima, la acción


recíproca del calor y la humedad, ó del Sol y las nubes en ca-
si todo el año, hace que también nuestro temperamento sea
casi igual en tocio él, sin la notable diferencia de estaciones
que causan las fuertes variaciones en las zonas ultra-tropica-
les. Nosotros solo distinguimos dos tiempos, uno de estío en
que el calor nos hace tomar ropa delgada al llegar el solsticio,
y otro de invierno en que el frió hace la mudemos en gruesa á
fines de Mayo. Sin embargo me parece que las cuatro estacio-
nes del año están bien marcados por los fenómenos que pro-
duce el Sol según se acerca ó retira de nuestro hemisferio. El
punto mas notable es el equinoccio de 'Setiembre en que co-
mienza la primavera. Todo anuncia que vuelve del Íroste el
astro del dia á calentar nuestras regiones. El fuego disemina-
do en la naturaleza se pone en movimiento, y en todos los se-
res se aumentan su volumen y traspiración. La atmósfera to-
ma mayor elevación, y enrarecida del lado del ecuador soplan
con fuerza los vientos australes. Los vapores se levantan a
mayor altura de la superficie de la tierra, y eD sus entrañas
son mas frecuentes las combustiones. El calor reduce á vapor
una parte de las aguas subterráneas, las pone en expansión,
evita la chispa eléctrica y las inflama. Por eso hacia Octubre
repiten mas á menudo nuestros terremotos y las erupciones de
volcanes: y los relámpagos que observamos por la banda del
Norte indican la electricidad de la atmósfera. Aunque nues-
tra vegetación sea perpetua, adquiere en esta estación nueva

traordinariamente tuvo de ascenso la mañana del 30 de Abril de 1808, in-


dicando el viento sur mas fuerte que he notado en esta capital, y sopló con
violencia de las once de la mañana á las dos de la tarde, esparciendo un
polvillo colorado hediondo. Siguióse á este viento en la costa escasez de
aguas, toses y catarros, que permanecieron hasta el mes de Diciembre. A
mediados de él comenzó á aparecer al S. O., entre el cerro délos Chorrillos
y el mar ál ponerse el Sol, un crepúsculo vespertino que iluminaba la at-
mósfera: lanzábase del horizonte N. ~S. hasta el cénit en forma de cono, bri-
llaba con luz clara hasta las ocho de la noche en que se extinguía; y esta
escena se renovaba todas las noches hasta mediados de Febrero en que de-
sapareció,
—lo-
grada, vistiéndose los jardines de las flores mas hermosas que
tenemos.
2 Los animales sienten un estímulo mas activo que los in-
duce á la conservación de su especie, para que sobre los ca-
dáveres de la naturaleza arruinada, que .se hallan esparcidos
por las tierras y las aguas, triunfe el amor, reproduciendo
nuevos seres, que perpetúen los siglos de vida en la carrera
del tiempo destructor.

Ómnibus incatiens olandam per pectora amorem,


Mfficit ut capide generatiam sozcla propagent. Lucret.

3 Hasta la imaginación humana adquiere no sé que grado


de vehemencia y enerjia. He observado que la juventud pe-
ruana es mas elocuente y fecunda en primavera que en invier-
no, y las obras de nuestros artistas, aunque atrasados, suelen
adquirir tal aire de animación, que parece que Prometeo ha
robado, la luz del Sol para animar Jas sombras y el barro, por
medio del pincel y el buril.
4 Este calor que adquiere en este tiempo nuestra sensible
imaginación origina las manías, éxtasis, y otras alucinaciones
comunes á los dos sexos, aunque mas al femenil. Las disipa
el frió artificial ó el natural de invierno, no sin dolor del po-
¡seidOj pues juzga con el poeta que es una muerte el desen-?
gaño.

. . .Pol me occidistis, amicí,


Neu servastis, ait, cur sic extorta voluptas,
JEt demptus per vim mentís graiissimus error. Horat,

5 Hacia el 14 de Setiembre último término del frió, princi-


pia la metamorfosis expuesta. El calor va paso á paso subien-*
do desde el grado 13 que señala en el termómetro. El tiem-
po suele estar lluvioso y obscuro por la gran masa de vapores,
que arrastran los vientos australes, aumentando los flujos y
evaporación marítima [1]. Pero conforme avanza la prirnave*

(l) Las mareas mas fuertes en el puerto del Callao acaecen en el tiempo
medio entre equinoccios y solticios. Y entonces con la repentina obscura^
cion del dia por la copia de vapores, se vé á menudo la realidad de aquella
pintura de Homero,
"Quand le vent du midi par sés brovillards epais
"De la chaine des monsts obscurcit les sommets,
"Sur les guerets uoisins le vapeur descendue
^Jtamene au sein du jur la nuit inattendue."

üochefort ITIiad. Zib. III, vers. 9.


—li-
ra, ocupa la luz solar mas espacio al rededor del medio día.
Las garúas ó molliznas son mas ligeras que en los meses ante-
riores, y se ciñen á la madrugada; y en esta alternativa se ex-
perimenta la estación mas varia del año en Octubre y No-
viembre. En el último comienza el cielo á descubrirse por la
noche, y las estrellas, que, cuando llegaban á verse en los me-
ses precedentes, aparecían pequeñas y á una distancia inmen-
sa, se acercan á nosotros por su claridad y brillo.

6 Cuando el termómetro señala el grado 17 ya sentimos bas-


tante calor, y entre este grado y el 18 sucede el solsticio que
da principio al estío el 21 de Diciembre. Los vientos sures
vuelven á soplar con fuerza, continúan por Enero, y luego su-
ceden las calmas propias de esta estación. Ella es mas igual
que primavera. El termómetro prosigue ascendiendo desde el
grado 18 hasta el 22, último aumento del calor á los 75 dias
del solsticio, y la transpiración del cuerpo humano siguiendo
el progreso del calor se convierte en sudores copiosos. En
nuestros jardines se desabrochan las flores olorosas, y espar-
cen su fragancia por la atmósfera. Madura y se cosecha en los
campos el trigo, y están en su sazón las frutas jugosas y dulces.
7 La evaporación del océano y la electricidad atmosférica
son mas fuertes en esta que en las otras estaciones. Pero no
percibimos á la vista, ni una ni otra, porque la fuerza del ca-
lor volatiza y enrarece los vapores hasta hacerlos poco per-
ceptibles. Así se elevan á una gran altura, sobrepujan los
montes, y condensados por el ñio de la cordillera descargan
con ímpetu en la sierra el agua y fuego, que levanta el Sol enf
la costa.

8 El calor sensible está en razón compuesta de la claridad


del Sol y de las calmas. Caliente la atmósfera, si no la renue-
van sucesivas capas de aire, el calor que en ella descargamos
es poco, así sentimos bochornos y dardos de fuego, en especial
si el sudor se interrumpe: porque el sudor es un efecto de la
evolución del calórico en las glándulas cutáneas, que reduce
á vapores nuestros líquidos; y como los vapores arrastran con-
sigo mucho calor, es efecto del sudor el refrigerio que senti-
mos á consecuencia de él. La variación diurna del termóme-
tro es un grado, y cuando mas uno y medio: la mitad ascien-
de el licor hasta el medio dia, y la otra hasta las cuatro de la
tarde en que se fija, mientras que el íreseo de la noche le vá
bajando. Lo mas fuerte del bochorno es entre dos y cuarto de
la tarde. Aunque la atmósfera conserva por la mayor parte
el carácter de su perpetua variación, el estío es el tiempo en
que hay mas dias de luz llena, y en que las noches, principal-
mente á las inmediaciones del equinoccio, ofrecen el cielo mas
—12—
hermoso del mimdo. Entonces se hallan sobre el horizonte
Orion, y los Perros, la nave de Argos, y ía bellísima constela-
ción del Centauro austral.
9 Luego que el Sol pasa por el equinoccio para el Norte
se siente una estación distinta del estío. Las noches se man-
tienen claras, pero se van obscureciendo los dias, y manifes-
tándonos el frió que se aleja la causa del calor. Expresamos
nuestra sensación con este adajio. Mañanitas de Mayo y Abril
nadie las puede sufrir. Al fin del último mes los vapores están
condensados: las neblinas cubren el cielo dia y noche, y la
mollizna comienza. En los años húmedos continúa esta cons-
titución del tiempo, dejándose ver solo uno, ú otro dia el Sol,
hasta que acercándose el solsticio aparece de nuevo este her-
moso astro: los vapores se disipan en mucha parte, los dias
son varios y calientes, y se forma el veranito de San Juan.
10 En otoño baja el termómetro desde el grado 19 á 20, qué
señalaba en el equinoccio hasta el 14 ó 15 que indica en el
solsticio. Nuestra transpiración insensible se reduce á menos
de la mitad de la que teníamos en estío. El. frió es bastante
sensible, y según algunos, aunque no tan fuerte, es mas pene-
trante que el que se siente en los lugares próximos á las cor-
dilleras. Ésta diferencia puede venir de que en estos sitios el
frió irrita la superficie del cuerpo, aumenta la evolución del
calor latente, y constriñendo los poros del cutis le refrena ba-
jo de él, de donde nace cierta especie de bochorno, que se sien-
te con el ^rio. En la costa el aire húmedo es el que causa él
frió, y esta humedad pegándose á la cara, manos &, para des-
prenderse es necesario se convierta en vapores por medio del ca-
lor que extrae del cuerpo humano. Baja por consiguiente la
temperatura de este, siguiéndose como efecto la sensación mas
íntima del frió. Es menor ésta cuando llueve, porque en la
formación de la lluvia hay desprendimiento de calórico de los
vapores que se convierten en agua, y se templa el ambiente.
11 El veranito de San Juan modera la humedad de otoño, y
nuestros cerros áridos en el estío, aparecen vestidos de una al-
fombra vegetal. Las flores se animan á la vista del astro del
dia, maduran y derraman sus semillas para presentar en el
año siguiente misma escena.
la
12 La humedad de la tierra es evaporada para que no sé
pudran los pastos; pero ésta misma elevada á la atmósfera y
unida á las nieblas de la eosta vuelve á cerrar el cielo, y el in-
vierno está en casa. El termómetro baja del grado 15 al 13, y
se reduce aun tercio nuestra transpiración diurna. Julio por
lo común Agosto y Setiembre lloviosos. En los años
es vario:
fértiles se apacientan los ganados en nuestras colinas. El ciu-
—13—
dadano busca-alli su recreo, y la abundancia y el lujo se mez-
clan sóbrela verde yerba con los manjares agrestes del queso
y la leche.

Has ínter epulas utjuvat pastas oves


Yidere properantes domiut! Horat,

§ VL

INFLUENCIAS DE LA LUNA.

1 Xo solo el astro del dia, sino también el de la noche tiene


influencia decidida sobre nuestra atmósfera: en sus variaciones
se muda regularmente la constitución de esta: los sures soplan
con fuerza al caer la tarde: y el termómetro hace sus ascencio-
nes ó descenciones estacionales al rededor de sus nuevos as-
pectos. El efecto mas constante de las sizigias y cuartos- es
enfriar la atmósfera: en ellos las mañanas amanecen nebulo-
sas y garuando. Las mas fuertes mutaciones las indúcela Lu-
na hacia el equinoccio de Setiembre y los solsticios; y en el pe-
riodo mensual es mas activa del cuarto menguante á la con-
junción, que de esta á la oposición.
2 Sostuvimos en otra parte que las variaciones atmosféri-
cas, almudar la Luna sus fases, dependía de la fuerza atractiva
de esta, elevando la atmósfera un tercio mas de su altura: y
que cualesquiera qué fuesen las observaciones de los Físicos
sobre la influencia lunar en las zonas templadas, no podia du-
darse de ella en la zona tórrida (1).
3 Pero además de los efectos que produce por su fuerza
atraente, también parece que obra por su luz. Lo cierto es que
las personas sujetas á los ataques asmáticos son el barómetro
mas sensible á la mutación del aire, y como la fuerza activa de
la Luna le trastorne en sus periodos, coinciden con estos los
que sufren los asmáticos. Pero en mis observaciones de siete
años, hay notados dias tempestuosos en las inmediaciones de
las fases lunares, en los cuales se han mantenido ilesos los as-
máticos puestos á mi cuidado; y han sufrido fuertes insultos
en los dias de las sizigias á pesar de haber estado serenos. Xo
comprendo como obra la claridad de la Luna entre los trópi-

( l ) Thesis Medica de Lunae influxu. Typis Limae J 798.


Tom. vi. Literatura— 5
.

—14—
eos. Wilsou (1) produce hechos que prueban acelera la pufcre-
facción y vegetación.
u El dia 7 de Abril del año de 1754 en
" la oposición de la Luna hubo un eclipse total con demora de
" la Luna en la sombra, en cuyo tiempo que fué el de media
" noche estaban fundidas 26 arrobas de metal destinadas á la
" construcción de unos cañones de á libra de calibre en Pana-
" má, él que al comenzar el eclipse se endureció como si no
" hubiera recibido fuego. La relación de este fenómeno se re-
u mitió á Lima autorizada en toda forma con deposición jural
" mentada de cinco testigos. Túvose el caso por cierto, aun-
M que no en cuanto á la causa; pues se discurría ser efecto del
" eclipse". (2) Si la realidad de este suceso se comprobase por
otros semejantes, se demostraría que la luz de la Luna obra
calentando

$ VII.

INFLUENCIAS DE LOS ECLIPSES,

1 El 28 de Octubre de 1799 se despejó el cielo enteramente^


y un Sol claro iluminó el horizonte. A
las 12 del dia sucedió la
conjunción con un eclipse central de 11 digit. 47 minut. La luz
solar se puso como la que tiene este astro en su ocaso: los pája-
ros buscaban sus nidos: sopló un sur frió, se anubló el cielo,
y de esta transmutación repentina del tiempo se originaron mu-
chísimos catarros. Luego todo el maligno influjo de los eclip-
ses consiste en la repentina privación de luz y calor en la at-
mósfera, que hace variar su temple.
2 En el novilunio de 15 de Agosto del año de 1719 hubo un
eclipse de Sol en esta América á las 11 horas 49 minut. del
dia, y desde los 17 gr. 29 min. de lat. Sur, entró total en esta
costa, y atravesando lo interior de nuestras provincias austra-
les Uegó'al mar por la costa del rio de la Plata á los 40 gr. 13
min. El dia quedó por largo tiempo convertido en una noche
lóbrega que puso en conmoción á los seres sensibles.

Dejan sus senos las nocturnas aves,


Otra noche llevando en sus horrores:
Cesan las otras sus gorgeos suaves
Gimiendo en sus silencios sus terrores:
Ya huyendo activos, ya parando graves,
(1) Observaciones relativas á las influencias del clima, pág. J3,
(2) P. Juan Rer. Efemeride 1755.
—15—
Manifiestan los brutos sus pavores;
Y los hombres que observan la extrañeza,
Aun hallan el temor en la entereza. (1)
3 Siguióse en todas aquellas provincias la peste mas terri-
ble que ha padecido el Perú. Un
catarro maligno asolaba los
pueblos. Los Chunchos, dice un autor contemporáneo, (2) pa-
ra manifestar el número de los que habían muerto entre ellos
tiraban un puñado de arena al aire. Las cosechas Be perdieron
llegando á valer una fanega de trigo cincuenta pesos. De este
genero debió de ser la peste que sufrió el ejército griego en las
playas calurosas de Troya, pues dice el poeta que Apolo, esto
es el Sol, caminaba semejante á la noche, (3) cuando haciendo
tronar el arco de plata disparó la saeta mortífera, que

Excitó en el ejército una peste


Tan terrible y que los soldados
fatal,
En tropel á su impulso perecían

García Malo: lliad.Lib. I.

METEOROS,

4 VIIL

LOS VIENTOS.

1 El Sur es el viento constante de esta costa, y el Norte so-


pla con interrupción, alternando según las horas del dia y es-
taciones del año. A
la salida del Sol corre por lo regular un
viento suave de poniente, que cuando el*astro se aproxima al
meridiano vuelve constantemente al sur, y luego¿que descien-
de al ocaso se muda al S. E. La mayor actividad del S. es de
las 11 del dia á las 2 de la tarde; pero con un soplo suave y
grato. En las variaciones de la Luna, solsticios y equinoccio
de Setiembre corre con vehemencia al caer la tarde hasta la»

(1) Peralta: I. c. C. 6. Oct. 139.


(2)Dr. Córdoba- Historia de Arequipa. S.j^M.
(3) Con valentía traduce Pope
a sudden nighthe spread,
And gloomy darkenes roll'd around bis headL
— 1G—
diez ó poco mas déla noche, en que calma. Su fuerza en el
.solsticio de Junio rompiendo los vapores forma el veranito de
San Juan. Su soplo activo en el equinoccio de Setiembre, y
solsticio de Diciembre parece destinado á elevar la masa de
vapores y acopiarlos en la sierra, pues el primer repunte de
nuestros rios es á principios de Octubre, por lo que se llama
cordonazo de San Francisco. Este cordonazo cesa luego, por-
que también calman los sures basta el solsticio, en que recupe-
rando su vigor entablan las lluvias de la sierra. Las calmas
mayores del sur son en las inmediaciones del equinoccio de
Marzo: tiempo en que se verifica á menudo lo que hemos no-
tado, que sin variar el calor absoluto, varía el relativo ó de
nuestros cuerpos; porque como el Sur corre sobre un grande
oséano (1) es húmedo y fresco, y así su soplo reponiendo suc-
cesivamente al rededor de nosotros columnas mas frescas que
el ambiente nos roba el calor y atempera. Por este motivo es
peligroso exponerse á su corriente con el cuerpo acalorado:
porque el repentino resfriamiento que causa origina las pará-
lisis, los insultos, y muertes improvisas, que se observan entre
primavera y estío.
2 El viento norte que se siente en Lima es IsT. O. por dirigir-
le por allí la cadena de cerros que tenemos de aquella banda.
Empieza entre 1 y 2 de la mañana, y termina regularmente de
9 á 10: su soplo es blando, pero frió, hace bajar el termómetro, y
condensa los vapores australes sobre nuestra atmósfera. Así
cuando corre con alguna interrupción en los fuertes calores y
calmas de estío, dando consistencia á los vapores de la costa
enrarecidos por los calores, y empujándolos á la sierra, aumen-
ta en esta prodigiosamente las lluvias. Pero si sopla con repe-
tición minora el calor del estío, se anubla todo el horizonte,
se anticipa el otoño en la costa, y prometiendo un invierno hú-
medo en ella, hace que escaseen las lluvias en la sierra.
3 En todas las estaciones del año suele soplar algunas ma-
ñanas de íf. O. pero su mayor frecuencia es del equinoccio de
Mayo al de Setiembre. En algunas mañanas se levanta un íí".
de las 9 á las once del dia, lo que es muy raro. Entonces se di-
sipan los vapores, el Sol aparece, y se limpia el cielo aun en
medio del invierno; pero al siguiente dia amanece mas cerra-
do, en especial si corre el S. O, El soplo del E". lastima la ca-
beza, de aquí es que los que padecen de ella pueden desde su
misma cama anotarla hora en que comienza.
(1) Las aguas marítimas en esta costa son mas frías al Sur qite al Norte,
a iguales distancias del ecuador. La principal causa de este fenómeno me
parece consistir en las corrientes de este océano que son de S. á N. La
frialdad con que parten las aguas del cabo de Hornos debe irse disipando
.conforme van atravesando la zona tórrida.
— 17—
1 El movimiento diurno de nuestros vientos depende del
que tiene el Sol en una dirección contraria. En su nacimientc
sopla del ocaso el X. O. ó S. O. que se vá volviendo al Sur con-
forme sube el Sol al meridiano, y á proporción que baja' al
ocaso, inclina*al S. B. formando la briza liácia las cinco de 1.a
tarde: hora en que salen los buques del puerto del Callao. Al
acercarse el Sol al nadir cesa el S. E., y se prepara de nuevo el
viento O.

§ IX.

SOBRE LAS LLUVIAS.

1 Muchose ha escrito sobre la causa de no llover en Lima


y esta costa del Perú, sino una ligera garúa ó mollizna: y exe-
lentes Filósofos han ejercitado su ingenio en inventar sistemas
que la expliquen. Eeunamos los hechos que nos ofrecen la ob-
servación, que ellos mismos aclararán el misterio.
1? Entre Abril y Mayo empiezan las gurúas en Lima y si-
guen con mas ó menos interrupción hasta Noviembre. Bn el
resto del año repiten en las variaciones de la Luna.
2? En el estío suele acontecer el que llueva hacia las cinco de
la tarde, pero entonces es lluvia gruesa, y dura poco.
3? Por los años de 1701-20-28-91 llovió tan copiosamente
en la costa abajo, ó los valles, en las noches del estío, que se
siguieron muchos daños porque precipitadas las lluvias en tor-
rentes que no seguian las veredas de los que bajan de la sier-
ra, arruinaron los sembrados y echaron por tierra los edifi-
cios [1].
2 Los vientos suaves que corren por la mañana del ocaso, y
por la tarde del Sur son los que traen las neblinas, y cubren de
ellas el horizonte. Entonces la lluvia que se siente es propia-
mente un rocío copioso, ó unos mal formados vapores, que con-
forme los empuja el aire sobre la tierra y colinas las van hu-
medeciendo. Los nortes cuando soplan con viveza levantan
aquellas neblinas á alguna altura del suelo, y reuniéndolas en
nubes espesas llueve una garúa gruesa. Cuanto mas frecuentes
los sures en invierno y primavera, mas neblinas y molliznas;
cuanto mas activos los nortes, menos nieblas, y mas gorda la
garúa.
3 En los años en que han sobrevenido las grandes lluvias

,(1) D. Miguel Feijoo. Descripc.de Trujillo pág. 157. Mercur. Per. t. 2.


pág. 253,
—18—
de las cabeceras de la costa, se ha notado que eran fuertes los
calores, soplaban con viveza los sures, y en ocasiones se alter-
naban y encontraban con los nortes. Según estas observacio-
nes parece que como estamos situados á las costas de un gran-
de océano, y redeados de cerros por el oriente y'norte, nos ar-
rastran los vientos del S. y O. una porción de vapores de la
superficie del mar: y que hallándose distante el Sol de nues-
tro cénit en el otoño é invierno, no es suficiente su calor para
volatizarlos, y para que según las leyes de la gravedad recí-
proca de los cuerpos, asciendan á la parte alta de la atmósfera.
Quedan por consiguiente agazapados contra la tierra, hunie-
dociéndola con un rocío, que como sus gotitas no enenentran
espacio en su descenso para reunirse, no forman lluvia gruesa.
4 Soplando el norte en dirección contraria al sur levanta
las neblinas del suelo, las une y condensa á mayor altura, pe-
ro sin que excedan la que tienen nuestros cerros inmediatos.
Así la garúa que cae entonces es mas gruesa, porque descen-
diendo sus gotas de mayor altura pueden reunirse unas á otras.
5 Aunque en el solsticio de Junio, y equinoccio de Setiem-
bre toma tanta fuerza el soplo del sur que rompe la atmósfera,
y disipa los vapores empujándolos á la sierra; pero como lue-
go afloja, esto mismo motiva el que amontone mas vapores so-
bre los llanos, entonces bastante frios por la frecuencia con
que corren los nortes á la mañana.
6 En el tiempo del estío la acción del Sol es fuerte, la eva-
poración marítima en consecuencia muy abundante. En el es-
tío, cuanto mayor el calor en la costa, tanto mas abundante la
lluvia en la sierra. Pero corno los vapores son muy volatiza-
dos van á parar á la parte mas alta de la atmósfera, y superan
las cimas de la cordillera, donde condensados con el frió vier-
ten la enorme cantidad de agua que ha pasado sobre nuestras
cabezas, sin que pudiésemos percibirla por lo atenuado de sus
vapores (1) En estas circunstancias, si al caer el Sol, no ha
podido pasar de Lima algún nubarrón que va á la sierra, se
condensa con el fresco de la noche, y cae una lluvia gruesa,
por descender de mucha mayor elevación que en invierno, á
causa del calor que exalta los vapores.
7 Si á los fuertes calores se juntan frecuentes'y recio» vien-

[1] Aquí hay un gran fenómeno que nadie ha notado, y es que las gran-
des lluvias de la cordillera de los Andes se forman de la evaporación del
Océano Pacífico, y que naciendo de estas lluvias el inmenso caudal de aguas
que forman los rios que corren al oriente del Perú para el mar^del norte, se
sigue que el Océano Pacífico surte de aguas al Atlántico, haciéndose la con-
tinuación por el aire; y si como creen algunos la Atlántida existió entre el
África y la América, corriendo su costa occidental por delante de la desem-
bocadura del rio de las Amazonas, su inundación pudo haber provenido de
algunas grandes lluvias en la cordillera de los Andes.
—19—
tos del Sur, á las masas de vapores que elevan la acción solar
se unen las que arrastran los vientos australes corriendo pol-
las espaldas del Océano. En este caso están reunidas las
fuerzas evaporantes de los vientos y el Sol, y ambas concur-
ren á elevar y* empujar las nubes espesas á la sierra; pero co-
mo la acción solar se disminuye en el ocaso, y el Sur para á
las diez de la noche, suelen en estas circunstancias quedar es-
tancadas muchas nubes á la altura media de la cordillera y sus
ramas, y entonces descargan los torrentes de agua que inun-
dan los valles. Si álos calores y sures fuertes se juntan los nor-
tes, las lluvias son mucho mas copiosas, por la mayor conglo-
bación y densidad que adquieren las nubes del austro, repri-
midas y enfriadas por el bóreas. Si, lo que rarísima vez suce-
de, después de bien cargada la atmósfera sigue el S. B. so-
plando de noche con alguna viveza, y el N. O. se adelanta, en
este caso las nubes son desalojadas de la cordillera á la costa-
y recibidas por el 1SL O. se forman las tempestades de relám,
pagos, truenos y rayos, que llenan de consternación á los habi-
tantes de estos valles, por no estar acostumbrados á oirías.

II fait gronder safoudre, un effrayant tonnere


En tourbillons defeux vient silloner la terrc.

Eochefort L. 8, vers. 130.

8 Concluyamos pues que tres agentes concurren á formar la


lluvias de los valles,y que según la diversidad con que obran
en su combinación é intensión, se diversifica la forma de las
lluvias. Lamolliznaes debida al soplo délos vientos australes
y débil acción del Sol: la garúa gorda al soplo de S. y ÍL fal-
tando la acción solar. Las lluvias y tempestades extraordina-
rias de estío á la combinación de los tres agentes en su mayor
actividad.
9 Observación: el 8 de Enero de 1800 observó, y es la única
vez, que por la mañana corría un viento S. E. suave. Al si-
guiente dia la marea fué muy fuerte en el puerto del Callao, y
el dia 10 bajó el agua delEimac, indicio de que habían para-
do las lluvias en la sierra. ISTotó ya el P. Paulien que los vien-
tos del E. no son lluviosos en el Perú. Los vientos lluviosos
son los de O., EL O., S. O., y S., y así luego que cambia mas el
S. al S. E. que al S. O. el tiempo se pone vario.
10 El estío de 1804 fué muy caluroso. El termómetro subió
á los 24 grados. No corrieron S". O. ni S. O., y el S. entre dia
estaba en calma; pero á la media noche soplaba con fuerza
contra el orden regular un viento S. E. que continuó por mu-
chas noches del estío, y algunas de otoño, y en el solsticio for-
—20—
mó un huracán que estremecía las puertas. Empezaban estos
vientos entre once y doce de la noche, y duraban estos cerca
de las dos de la mañana. Su efecto fué seguirse un año suma-
mente estéril de lluvia en la parte alta y baja del Perú. Gomo
estos vientos se oponen al ascenso y reunión de los vapores
marítimos sobre nuestra atmósfera, lo que favorecen los vien-
tos del ocaso, se sigue que siempre que en el estío y otoño no
soplen vientos de este lado, y corran del de oriente: cuanto
mas frecuentes y fuertes sean estos, tanto mayor debe ser el temor
de la falta de lluvia, esterilidad, y males que la acompañan.

* X.

SOBRE EL TRUENO Y EL RAYO.

1 Entre la primavera y el estío toman rápido progreso las-


putrefacciones, con que la naturaleza disuelve á unos cuer-
pos organizados para que nazcan otros nuevos, y así la vege-
tación es mas acelerada y frondosa: en el seno de la tierra se
forman con mas frecuencia los temblores; y á las noches de
Noviembre esclarecen repetidos relámpagos por el norte. To-
do esto maniñesta que se vá aumentando la electricidad en la
costa, y en verdad que en estío se halla nuestra atmósfera muy
electrizada. Pero los efectos de este aiuneuto de electricidad
no deben manifestarse en Lima, ni en los lugares de esta cos-
ta, sino en la sierra, cuya atmósfera está menos eléctrica: y
cuya cordillera está sembrada de picos altísimos que hacen el
oficio de conductores eléctricos, para descargar los vapores
empujados del océano sobre ellos.
2 Concibo la atmósfera de esta costa como el depósito de la
electricidad en el estío, ó ya sea electrizada positivamente;
entre tanto que la de la sierra lo está negativamente. Los va-
pores la van arrastrando de la primera á la segunda, y es des-
cargada según la dirección que dan al rayo eléctrico las pun-
tas de la cordillera y sus betas metálicas. Así aunque el fue-
go ruede por sobre nuestras cabezas, debe mantenerse serena
nuestra atmósfera, sin sentirse el trueno, ni verse nunca en
ella el rayo, mientras que se estremecen las cordilleras con los
que les enviamos, y vuelan allí por todas partes los relámpa-
gos y centellas. Según las fábulas antiguas Júpiter arroja de
lo alto los rayos en la otra parte de la tierra: en ésta es Sép-
timo quien los despide de abajo. Luego que el otoño se debili-
^-li-
ra nuestra" electricidad atmosférica minoran los rayos de la
sierra.
3 Cuando la faja comprchendida entre el ócóano'y la cordi-
llera es aldoble mas ancha que la que habitamos, como sucede
del Ecuador para el trópico de caucrOj entonces como hay una
atmósfera muy dilatada sobre la costa, incapaz de estar igual-
mente electrizada, truena y relampaguea -en ella.
•i Tal era mi modo de opinar hasta que el estío de 1803 me

enseñó, que la causa principal de no tronar en esta parte del


Perú consistía en no soplar vientos encontrados, ni haber el
calor suficiente para producirse este fenómeno. El estío men-
cionado ha sido sumamente caluroso desde sus principios: el
termómetro de Eeaumur señaló el grado 24 por muchos dias:
las calmas fueron continuas en Enero y Febrero. Por consi-
guiente la evaporación marítima, la transpiración de anima-
les y plantas, y las exhalaciones de los cuerpos que se podrían
eran abundantísimas. La atmosfera estaba con todo despeja-
da, aun en las noches, y era escasa la lluvia en la sierra. La
fuerza del calor impedia la formación de las nubes, hasta que
empezando á soplar los nortes en las mañanas de los últimos
dias de Febrero condensaron los vapores, se anubló el cielo, y
se siguieron copiosísimas lluvias en la sierra en todo Marzo y
principios de Abril. Comenzando á debilitarse en este mes la
acción solar, por su tránsito á las regiones boreales, y crecien-
do el frió de otoño, quedó sobre la costa una gran cantidad de
vapores muy espesos, que del lado de la cordillera formaban
una faja de nubes obscuras.
5 La tarde del 19 de Abril ai>arecieron por el austro algunas
nubes negras de aspecto tempestuoso. Cerróse con la noche la,
atmósfera, y comenzó á relampaguear á las 7. El S. cambió aí
S. E., y siguió soplando mas allá de la hora en que cesa: y em-
pujadas las nubes al !N\ O. se aumentaban los relámpagos
confórmese aproximaba la hora en que comienza" á soplar el
viento de este lado. A las once y media un relámpago ilumi-
nó la atmósfera, llenó de claridad las habitaciones obscuras, y
siguióse un trueno formidable: á las 12 repitió segundo, y cer-
ca de la una de la mañana tronaron los mas inmediatos. En-
tre la percepción de la luz y del ruido hubo, en los tres mas
notables, la diferencia de 22," 14," 4," correspondientes de 1£
de legua, poco mas de f y i de legua. Después siguieron al-
gunos otros truenos que por la costase alejaban al 3S*. La nu-
be mas eléctrica, y que hizo las explosiones mas inmediatas
pasó entre el extremo inferior de la Ciudad, y la costa con di-
rección del S. E. al ÍT. O., estando el cielo despejado en mu-
chas partes. En la costa llovió algo, y casi nada en la Ciudad,
Tom. vi. . Literatura— G
—22—
en cuyos suburbios corrían despavoridos sus habitantes á vis-
ta de un fenómeno que nunca observaron sus mayores [1]. Si-
guióse á esta tronada cesar la lluvia de la sierra, y comenzar
abundantísima la garúa de la costa:~cuyas colinas y cerros se
vistieron de tantos y tan hermosos pastos, que en treinta años
no se contaba otro de lomas tan frondosas. Me parece que el
frío anualmente minora la cantidad de calor en todo el globo,
y que para restaurar el orden primitivo hay un periodo de es-
tíos muy calurosos en ambos continentes. En principios del
siglo pasado, y del presente Han sucedido los mas notables de
esta costa del Perú. Así en el año de L701 tronó y relampa-
gueó en la ciudad de Trujillo; y en el de 1803 en la de Lima.
6 En 1804 liemos tenido un estío tan caluroso como en el
año anterior, y entró mas temprano. La muturacion de las fru-
tas se adelantó cerca de dos meses, comiéndose en primavera
las frutas de estío. Las cañas de azúcar de año y medio y dos
años florecieron; siendo por lo común muy rara en estos valles
la que echa flor, aunque tenga tres ó cuatro años. Y este au-
mento de calor bajo la zona tórrida en el hemisferio austral se
verificaba al mismo tiempo en el boreal. En Enero el temple
de Hamburgo era el de primavera, lo mismo en Viena: y en
Paris estaba el campo adelantado seis semanas, cogiéndose
en Enero las violetas de Marzo. Los terremotos que en este
mes se sintieron en España, África, y Flandes acreditan que
habia mucha agitación en los fuegos subterráneos, los que
cooperarían al aumento del calor dentro de las zonas ardien-
tes y templadas; porque en las frias el invierno era por el con-
trario sumamente riguroso. En Neruega desde el 20 de Di-
ciembre el termómetro señaló 32 grados y medio debajo del
cero, y se heló el azogue. Véanse las gacetas de Madrid de
Febrero y Marzo de 1804.

§ XI.

TEMBLORES.

1 Si el cielo no nos asusta con los rayos que atemorizan


'

nuestras serranías, estas en can ge rarísima vez sienten las vio-

[1] En la bella Disertación que sobre este fenómeno publicó el Dr. Mo-
reno,"Almanaque Peruano" 1804 se refiere que el 13 de Julio de 1552 á las
ocho de la noche se oyó en Lima un trueno fuerte, y se vieron dos relám-
pagos, y que en el año de 1720, y 1747 se oyeron otros por la tarde.
—23—
lentas convulsiones con que nos aflige la tierra. El fenóme-
no terrible de los temblores es mas frecuente entre la prima-
vera y el estío, que en el resto del año, en el cual, si acontecen,
es por el otoño. Sus horas son las de la noche: 2 á 3 horas pa-
sad© el ocaso del Sol, y al apagarse la luz zodiacal, y con mas
frecuencia en torno de la aurora. Los antiguos comparaban
estas partes del día con el otoño y primavera: y la acorde ve-
rificación de los temblores entre estas estaciones y aquellas
horas, da valor á la comparación.
2 El curso de los temblores es siguiendo la cadena de
S.'N".
los cerros. Una ha manifestado que sus mas
triste experiencia
violentas concusiones guardan un periodo de medio siglo en el
espacio, que corre del ecuador para el trópico de Capricornio,
y que se suceden con cierto orden del trópico al ecuador. Es-
to lo confirman las épocas de los terremotos, que de la conquis-
ta acá se han experimentado en Quito, Arequipa, y Lima [1],
3 Al revolver el fatal período á fines del siglo anterior han si-
do arruinadas la ciudad de Arequipa, y las provincias de Qui-
to. Lima vá pasando indemne sus límites. ¡Qué votos serán
suficientes para impretar del cielo la conserve libre! La idea
melancólica de haber de fundar de nuevo cada cincuenta años
la capital del Perú, y de que apenas vamos llegando á poner
la última mano á su aseo y esplendor; cuando puede ser redu-
cida á un montón de escombros y ruinas, atraviesa de dolor el
alma. Hombres ancianos y religiosos aseguran ser menos co-
munes y violentos los temblores de Lima, después que resue-
nan sus templos con el sagrado cántico del Trisagio, y un pue-
blo piadoso debe alumbrar su fe, y nutrir su corazón de estos
santos sentimientos: pues solo aquel á quien se consagra el
devoto y sublime cántico del Trisagio, es el que puede con-
mover la tierra desde sus cimientos, ó mantenerla en reposo.
4 Los dias muy varios son los mas expuestos á temblores,

(2) Periodo de los grandes temblores del Perú.

AREQUIPA. LIMA. QUITO.

1582. 1586 1587.


1604 1630 1645.
1687 1687 1698.
1715 1746 1757.
.1784 1806 ,1797.

Explosiones volcánicas. ¡|

quito Cotopaxi 1534, 1742, 1744.


Pichincha 1539, 1566, 1577, 1660.
ABEQuirA. Qirmistacas 1600.
—24—
por eso vienen entre la primavera y estío, y en el veranito d§
fian Juan en el oto fio. A
los grandes terremotos preceden co-
piosas lluvias; estas empapan la tierra, penetran, y se extien-
den por sus concavidades. Sucediendo dias calurosos se forma
una cantidad enorme de vapores subterráneos, que no pudien-
do transpirarlos enteramente la tierra, quedan expuestos áser
incendiarios ó por la excitación del fuego eléctrico, ó del que
contienen los volcanes, el cual se actúa con el aumento del ca-
lor de la atmósfera. Al incendio se sigue la mayor expansión
de los vapores, explosiones violentas, concusión y trastorno
de la tierrra. A
las inmediaciones de los temblores suelen apa-
recer exhalaciones obscuras, que en las noches lóbregas, pero
libres de nubes, dan á las estrellas un aspecto inelancólico.
Las he visto tan apiñadas bajo las manchas de la cola del es-
corpión, que parecía hendirse por allí un abismo en el cielo.
4 La
frecuencia de pequeños temblores en primavera es in-
dicio de que se van descargando por partes las entrañas de la
tierra, y así hay menos recelos de terremotos; pero si vienen
unos sobre otros á cortos intervalos, es señal de una gran can-
tidad de materiales que se van incendiando sucesivamente y
por partes: debe temerse entonces que abrasándose el mayor
depósito siga un violento terremoto.
5 Suele la vegetación padecer mucho en estas épocas fu-
nestas. El terremoto de 1687 hizo infecundos nuestros campos
para el trigo. Las cañas iban lozanas hasta aparecer la espiga,
cuyos granos afectos del tizón se. convertían en un polvillo
negro, y se perdían las cosechas. Veinte años después empe-
zaron los campos á recuperar su primera fecundidad ,pero e ^
golpe recibido por nuestra agricultura fué mortal. Ocurrióse
en la escasez por trigos á Chile, y quedó establecido por nues-
tro Sicilia este reino á donde enviaron el pan nuestros mayo-
re», y arruinada nuestra agricultuaa por falta de consumo en
su mas precioso ramo [1].
6 No
están los temblores destinados únicamente á la deso-
lación del globo: prescindiendo de los bienes que suelen pro-
curar en todas partes, ordenan en Lima la constitución del
tiempo. Así cuando pasan los soles adentro del otoño, un tem-
blor cubre de vapores la atmósfera para que empiece la mol-

(1) Bravo: Voto consultivo pág. 308. Aunque en la Ciudad de Trujillo,


cien leguas al norte de esta Capital, apenas se sintió el ruido del terremoto,
con todo sus maléficas influencias sobre la agricultura corrieron por aquel
rumbo hasta Paita á doscientas leguas de distancia. Los campos que eran
ios graneros de toda aquella costa hasta Panamá, y que llegaban á dar dos-
cientas fanegas por una, quedaron tan estériles, que no rendían ni aun la

misma semilla que en ellos se sembraba. Feijó de Sosa, Descripción de la
Provincia de Trujillo.
—-L\>—
lizna propia de esta parle del año, y á los dias muy opacos
fuera del iempo los aclara un temblor sacudiendo los vapores
1

de la atmósfera: y tal vez su frecuencia en primavera es para


romper las muchas nieblas y vapores que nos rodean, y que su-
cedan con mas facilidad los claros dias del estío.
7 El día 1? de Diciembre de 1806 pareció conforme al cál-
culo del periodo de las ruinas, que iba á renovarse la escena
destructora de 1740. A las seis de la tardo sobrevino el mayor
temblor qfte se ha experimentado después de aquel gran terre-
moto. Lima se estremeció con violencia por el espacio de mi-
nuto y medio. A las 8 de la noche subióla marea en el puer-
to del Callao á 18 pies de Burgos, y á los 9 y ¿ repitió con ma-
yor fuerza, pero á la 10 quedó el mar muy tranquilo. El cur-
so del temblor fué de S. á "N.: su movimiento undulatorio, sin-
tiéndose con las plantas de los pies las ondas ó desigualacio-
nes de la tierra que pasaban con rapidez debajo de ellas. Juz-
go verificado con este temblor el cumplimiento del periodo ó re-
volución semisecular de los terremotos en el Perú. Pero gracias
á la bondad divina que no acaeció como una señal de su eno-
jo; antes bien debemos creerle como un testimonio de que oye
nuestros cánticos sagrados, conforme á 3a antigua persuasión
de los hombres religiosos; y aun de los x>aganos. Para mani-
festar Dios en el Salmo 17 que atiende á las oraciones de su
ciervo Jiace temblar la tierra y los fundamentos de los altos
montes. Júpiter al condescender con los ruegos de Tetis hace
que se -estremezca el grande olimpo.
8 Eesulta de lo expuesto en esta sección, que Lima situada
en el centro de la parte austral de la zona tórrida, refrescada
continuamente por los sures, vientos húmedos y nebulosos, y
rodeada por el oriente y norte de cadenas de cerros, goza de un
temperamento cálido y húmedo: en que ambas calidades se
atemperan de manera entre sí, que parece una continuada pri-
mavera, al compararse con el de los climas transtropicales. Su
atmósfera poco renovada, por defecto de huracanes, lluvias y
truenos, mantiene suspensa una gran cantidad de vapores,
que en continua lucha con la luz solar forman unos dias va-
rios del uno al otra extremo del año. Estas mutaciones diur-
nas no alteran el termómetro si se corresponden entre cortos
espacios, debe prevalecer la iluminación solar ó la espesura de
las nubes -por algún tiempo, para que se hagan sensibles su
ascensión ó descenso.
9 En las dos tablas meteorológicas siguientes se vé á un
golpe de vista reunida una gran x^arte de las observaciones que
llevamos expuesto Comprenden dos años completos, el de
1799 y 1800 en que mis ocupaciones interrumpieron el hilo de
ellas. Si el cotejarlas con la que se ha notado en esta sección,
—20—
se encontrare haber alguna diferencia, debe preferirse lo que
llevo expuesto á lo indicado en las rabias: pnes comprendien-
do estas solos dos años, lo basta aquí escrito está fundado en
siete años de cotejos, asentándose ó lo qne es estable, ó lo qne
mas generalmente acontece en la variabilidad del tiempo. ~No
be anotado en las tablas los vientos, porque esto solo serviría
para llenarlas de confusión, entendiéndose mejor sus tiempos,
y diferencias por lo que tengo antes apuntado § VIII.
Las iniciales en las tablas significan: O. conjunción de Lu-
na: O. oposición: Q. -C. cuarto creciente: Q. M. cuarto men-
guante. Han sucedido estas faces en el dia del mes frente del
cual se colocan las iniciales.
Calor: Las observaciones del termómetro puestas en esta
columna se verificaron con un termómetro de azogue, y según
se deja entender con la escala de Beaumur: los termómetros
de espíritu de vino estaban de uno á dos grados mas altos en
el corazón del estío. Las observaciones xmestas son las hechas
al mediodía, y respecto á las variaciones de la tarde y la maña-
na, véanse los §§ IV y V.
Tiempo: S. Sol, denota que este astro alumbró todo ó casi
todo el dia: V. vario, que el dia fué vario ya cubriéndose el cie-
lo, ya dejándose ver el Sol. Este planeta por lo.regular se de-
ja ver á medio dia, y a veces en su oriente y ocaso: en las Jioras
intermedias se anubla. G. que este dia hubo garúa ó mollizna,
sucede regularmente á la mañana, al caer la tarde y la noche.
LL. Lluvia gruesa, es del tiempo del estío al ponerse el sol,
y cuando mas dura media ó una hora.
L. En don do se pusiese esta letra denota que en este dia la
garúa fué tan gruesa que se asemejaba á la lluvia.
G. Y. Garúa y vario, que todo esto sucedió en un dia. Ga-
ruó ala mañana, luego salió el sol, y cubriéndose de nuevo el
cielo, volvió ó no la garúa.
G. K. Garúa y nublado. Garuó y estuvo el dia constante-
mente nublado.
Nota. Los dias que se suprimen fueron cornos los anterio-
res, y si se indica una y se omiten las otras condiciones, es
porque variando aquella las otras siguieron el tenor de los dias
precedentes.
Temblores: Se señalan los dias y horas en que sobrevinie-
ron. La letra R. denota que fué temblor recio con mucho rui-
do ó estremecimiento.
TABLA METEOROLÓGICA DE LIMA EN EL AÑO DE 1799. TABLA
DE LOS TEMBLORES DE ESTE AÑO


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Enero. Marzo. Mayo. Julio. Setbr. Novb.
1..19..S.. 1..20..S... L .18*. .G. V o, 2.. 14.. G.Y. 2. 14.... Y. 2 G.K 21..4delatarde. R.
2... V. 0. 6 C. 4. .17.. .G.K 3 K 3...14K-S.. Q. 0. 4....L 11 de la noche.
0. 5 13..20§ 10.. .16¿. Q. 0. 9 G.N. 4 L. Y. 7....... .Y.
Q. C.¡13..18f..G Q. 0. 14. Q. 0. 12. 12 L.. 5...14 N. 8.. .G....
14 S.. 16.. 20 V. 15.. 13...13§..G.K Q. 0. 6 10..15..S... FEBRERO.
15 Y 19...19¿..S.. 17. .16.. G.Y, O, 16 11. ...G 11. .16
).21 O. 21 18. .G.isr, 21 Y. O. 13 O, 12 Y 27..11deldia.
23..19....S.'. 24.. 19 V. O. 19.. ¿Si. 22. .14 14...14£....Y. 19 K
25.. 20 26 S Q.M. 26. .15.. G.Y. Q. M. 24.. G.N. 15 N. Q.M, 20 Y
27 LL.. Q.M. 28..19¿ 28.. 26 Y. 21...144.G.V. 23 G.N ABRIL.
Q. M.28 V. 30.. .14». .G.K 29...14Í..G. Y. Q.M. 22 26...16Í..S..
29..19§ 30 Y. 23......G.K 22..16....N 4.. 6 de la mañana y dos
30.. 19* 25 .G.Y. mas al fin del mes.
27: G.N.
28...14I
CJ29.....G.Y. JUNIO.

¡F ebrero Abril. Junio Agosto. Octubre. Dicbre. 12.. 12 de la noche.

1..20..S... 1..19....N.. 1...14f.G.N. 0. 1 1 G. H". 1..16J..S-.


. C. 4...20Í 2 S.. 2 K 3 G. N. 2...14J 2 Y. OCTUBRE.
110 V.. 3 V; 0. 3 4. .14 o. Q. C. o
Q. cJl2...19jf 0. 5...18* 5 L. K Q.0. 8.....G. Y, Q. C. 5. Y.
... 6. .17 6.. 12 de la noche R.
16..20..S... Q. 0. 13 6...14J...N. 9 G. N. 6 G. N. 7.... G.Y.
17. .21 O. 19 Q. 0. 10 L.K 10 G. Y 7 ÍT 8 Y.
V.18...20f : . . Q. M. 26.. 18 12...14£_..G, 11 G. N. 8 Y. O 12
0.|19 S... 30...,.G. V. O. 17 .Y, O. 1 ) . . . 9..14...G.K 13. .17*.....
Q. M. 26..20...\..
!

19...14J Q. M. 23 O. 13..14J....V. Q. M. 19
Q. M. 24. .15 26.. 13 14.. 15.. S... 0. 26
25 G. Y. 0. 30..,. 15 Y.
16..14...N.
Q. M. 21
24.. 14i.. y.
26.... G. N.
27 N.
28. .14. ..Y.
30..14¿.G.V.
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TABLA METEOROLÓGICA DE LIMA EN EL ANO DE 1800, TABLA DE LOvS


TEMBLORES DE ESTE ASO.'

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Enero. Marzo. Mayo. Julio. Setbr. Novb.
1...17*...Y. 1..19....Y. Q. 0. 1..17 K i...i3*.g.k 2..13f ...K O. 1.. 14f...Y 27. .4 de la mañana E.
Q. 0. 2..18..... Q. 0. 3...19* 2 Y O. 6 Y. O 3 3. .15..S...
8. ,.K. 5..19§... ... 3.'. 16..". G.K 9..13.G. K 4.. 14... Y. 6. '.15*
9 y. 6. .20... S. 4 Y. Q.M. 13 Y. 5 G. K 8. Y» MAYO.
O.10...Í8* ..... O 11 : 7...15*...Y. 15..13Í 8...13*....;. Q.M. 9.. .15*

16. .18. /G.Y. Q.M. 17...., O 8 16..13I.G.Y. Q.M 10 10. .15|.... 16. .7* de la mañana E.
17 V. 20.. 19* Q.M. 15 17: G.K 14...13 12. . G.
. . Y
Q..M.18 25. .19 0. 23 K 18.. 13* 15.. 13*.. .Y. 13. K
23. .19... S. 26... .... S. 0. 21 :. Y. 18.. ..G. K 24. Y. JULIO.
C.24 V. 28 G.K 22 G.N 19; v. 0. 16. .10
.'28...19* Q. C. 31... S. 26.. 14... .Y 20.. 14 19. -16* 17. 9 de la noche.
29..19...K q. a 29...14*....8 Q. 25 G.K 20. N.. 19. 9 de la noche.
30 G.Y. 30 Y. 26...14*.G.Y. 21. .10 22 5 de la mañana E.
31..14.G. K Q. 0. 23. ...G.Y.
25.. .15*. G.K
26. :.k SETIEMBEE.
27. .15§_. V.
30. .10 15.. 2 de la mañana.

F ebrero Abril. Junio Agosto. Octubre Dicbre.


OOTUBEE.
Q. 0. 1..19¿.S...
. Q. 2..19....S. 1...14|.G. V. 1 O. 2.. 14. ..Y O 1.16. G.K
3.. 20 8.. 18* ,.K 2 G.K 2. .14.... Y. 7-. 14*.... 2 Y. 3 11 de la noche.
O. 9 O, 9 4.. 14.. O. 4 K Q. M.10..14* 3.. 10* 21 .11 de la noche E.
10.. 19... .Y 10 S.. 8. 6 G.Y. 14 ... G. K 5 K
11..18J..K Q. M. 16 K".. O, 7 G. K 12 V. 6 Y.
(13.19.LL.V. 21. .18.. G.K ...Y. Q. M. 12..13*..K. 0. 18 G.Y. 7-. .G.... DICIEMBEE.
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Q. M.|16 27. .17 17.. ... v. 18..13...G.K 22 .... G. Y. Q. M 9..l6*...S. 4. .9* déla noche.
¡2ot . 19 j. •..,/. 28 BT. 0. 22.... 20
O. Q. o. 24 Y. 10 11. . 5 de la mañana
21.19..LL.K 24..13*.G,K 22 K 30 ./".G.Y. 11 G.K 7 de la noche E.
22 25. K 24.. 13*.. Y. I2..16f .. S. 24.
V
.10 de la mañana E.
0. 23 26 Y. 25 G.K 13 .

24- Ü9Í".'- V"! 27 G.K. Q.0. 27 V. 16.. 17


27..19§...S. Q. 0. 29 ; 28.. 14.. S .. C. 17 S.
28.. 19. G.K 30.. ,Y. 29 G.K. 18 Y.
20.. 17*
O. o, 22.. 17|
27..17I-.-K
28 Y.
29 LL. .

o. 30 V.

Tab. II. PAG.— 28


7

SECCIÓN íL

INFLUENCIAS DEL CLIM


§ L

INFLUENCIAS EN EL REINO VEGETAL.

i Nada hay mas favorable para la vegetación que el cslÍqí


acompañado déla humedad, porque aquel dáel movimiento, y
esta la materia: y cuando por la combinación de ambos ios
tiempos se hacen varios, se establece una alternación d^ sísto-
le yd.ástole en los canales de las plantas, que acelerando el
movimiento de la savia, crecen mas en una semana, que en un
mes en circunstancias distintas. La concurrencia de estas cau-
sas en todo el año'en la zona ardiente, hace que la vegetación
sea en ella asombrosa,
2 La frialdad destructiva de la vegetación, que M. Paw ase-
gura haber en nuestro suelo, por haber leido, en Guillermo
Pisón que en el Brasil los árboles echaban las raices someras y
en circunferencia, es una de aquellas deducciones hijas de la
p:- ocupación é ignorancia. Aunque yo no convengo en la opi-
nión de los que dan perceptibilidad á las plantas; pero me con-
formo con el pensar de aquellos que les dan instinto. Estos
cuerpos organizados mantienen en los terrenos fuertes, húme-
dos, y sombríos sus raices próximas a la superficie, porque en
esta encuentran demasiados jugos que los nutran, penetran
ToMi vi, Literatura —
—30—
con dificultad la tierra, y por consiguiente perciben poco el
calor ó influencia solar. Por el contrario en los terrenos secos,
cascajosos, y areniscos, en que las humedades se hallan á dis-
tancia de la superficie, sepultan sus raices profundamente si-
guiendo las direcciones que les permiten los obstáculos, que
encuentran hasta llegar á las aguas subterráneas y nutrirse
de ellas.
3 Esta es la razón de verse en la costa del Pera haciendas
de excelentes viñas, y germinar prodigiosamente muchas se-
millas en medio de arenales estériles que no riega el cielo, ni
raudal alguno. Gomo esta costa forma un plano inclinado de
las sierras al occéano, descienden muchas aguas á mas ó me-
nos distancia de su superficie, y todo el trabajo del agricultor
consiste en separar las arenas, escavando unas pozas en que
aparezca alguna humedad (1). Las cepas, las palmas, higueras
&. suplen profundando sus raices las demás diligencias (píese
necesitan para su riego. Así el labrador mas activo no tiene
que hacer otra cosa para llenar sus bodegas, que escardar de
cuando en cuando las pozas, acopiar la cosecha, y decir la
mayor parte del año con el Pastor Títiro: Deus nobis liase otia
fecit.
4Como no solo en la inmensa extensión de la zona ardien-
te, sino aun en sus pequeños recintos se encuentra variedad
de estos y otros terrenos, es una taita de juicio y raciocinio
querer caracterizar un pais dilatado por lo que se observa en
algunas de sus partes: tómese la observación en el sentido que
ee tomare. Además que la altura á que se sostiene nuestra ve-
getación convéncelo quimérico de aquella supuesta frialdad,
y la superabundancia de calor en el terreno. los 9585 pies A
de elevación sobre el nivel del mar no pueden vivir las plan-
tas en los Alpes; cuando en los Andes vegetan todavía á los
14í>97. Y
es verdad lo que yo afirmé en otra obra, que noso-
tros tenemos huertos, y campiñas tan amenas como las mejo-
res de Europa en la primavera, á una altura inhabitable al
hombre y á las plantas en esa parte del globo (2). la altura A
(1) Próximo al puerto de Pisco esteá el valle de Hoyas, así nombrarlo por
que sus muchas y excelentes viñas están plantadas en unas pozas qae -for-
maron á mano los antiguos indios, separando y abriendo las arenas que cu-
bren la costaí y como naturalmente se infiere, sus vinos son de gusto es-
quisito.

"Dens magis Cei*eri, rarísima quasqueLyseo." Virg.


Los andanas ó graderías form.'ida» en las sierras para hacerlas cultiba^
bles, y hoyas de la costa son unos monumentos que manifiestan la gran-
las
de aplicación y pericia de los antigaos peruanos en la agricultura.
(2; Mercur. Peruan. t. 4. pág. 22. Fsto es muy conforme á las observa-
ciones qus cita Volney en su obra sobre el clima de América del N. t. 2. y á
—Si-
en que el viejo de Pemeí veia expirar la naturaleza en lo#
Alpes.
Je retourne á ees montes qni manacent les Cieuxf
A cea cintres glacés, on la Nature expira;
la veia Bouguer en los Andes en todo su vigor y
lozanía, Jeeroyols roir la France et les campagnes dans Veteat
ou elles son ici pendani Id plus uelle, saison: 1. c. XXX.
o Pero en los valles es donde se ve en su mayor vigor esta
vegetación prodigiosa, y los alrededores de Lima son uno de
aquellos lugares en que parece que la naturaleza se excede á
sí misma. La. Capital se halla ceñida de huertas, que por el
oeste y sur forman una doble cadena que vá orlando la parte
interna y externa de las murallas. En ellas desabrocha ei rei-
no vegetal toda su pompa y lozanía: los árboles crecen con
una rapidez pasmosa: y el invierno no ejerce aquí su triste
y melancólico imperio. Las copas elevadas de los árboles
robustos están siempre vestidas de hojas frescas, porque se
pueblan de nuevas antes de que hayan caido las que empeza-
ban á march liarse La influencia, y fructificación son tan
abundantes y sostenidas en algunas plantas, que se alcanzan
de uno á otro año. Así se ven naranjas que están tocando el
término de su maturación en unas ramas, cuando ya las otras
están vestidas de ñores y vá tomando aumento el nuevo
fruto.
A un mismo tiempo aquí se vé en el huerto,
De blancas flores un limón cubierto:
Y otro con fruto en tan gran exceso,
Que las ramas se encorvan con su peso.

6 Si esto mismo no aconteciera en otros sitios distantes de

las nuestras, de las cuales se deduce que el calor en la zona tórrida, supo-
niendo un término media, impregna la tierra con una cantidad igual á 14°
hasta una profundidad distante tantos pies de su superficie, cuantos dista de
éste la línea de elevación en que se sostiene la vegetación en los Andesj y
de que luego decrece en razón inversa de la latitud. De manera que de la
de tf()° en adelante la tierra se reduciría á carámbanos que se extenderían
hacia los trópicos, si para contrabalancear la acción del frió no sucedieran
estíos muy calurosos', de donde resultan variaciones atmosféricas tan des-
templadas, que los moradores de aquellas regiones es preciso digan á los
del ecuador.
" At vos prospexit vulfcu natura benigno
" Felices terra3, queis blando mixta calore
" Frigora, et sequali concessit témpora cado." Geoffr. Higiene.
En efecto en la zona ecuatorial la variación del termómetro en todo el
año no pasa de 10° Mas á los 40° lat. N. es ya de 48°, á los 42° de la misma
lat. es de 51? y á los 60° lat. N. es la variación de fi6° pasando los que ha-
bitan debajo de este paralelo de un invierno de 30? de hielo á un estío dfe
30 de calor.
—32—
la numerosa población de Lima, podríamos persuadimos á que
concurría ella con el clima á fomentar la fecundidad de sus
huertas: porque está observado que el reino vegetal y el ani-
mal se vitalizan mutuamente. De manera que la mofeta que
resulta en la atmósfera privada de su oxígeno por la respira-
ción animal, la combustión y las exhalaciones de los cuerpos
puestos en putrefacción es ansiosamente absorvida por las
plantas que adquieren con ella vigor, y hermosura: y después
de nutrirse con su malignidad vuelven, al herirlas el astro del
dia, á transpirarla por la parte superior de la hoja; pero do-
tada ya de una salubridad, que renueva Ja atmósfera, y la pro-
porciona al fomento de nuestra respiración y vida. Por esto
son útiles á la vegetación los lugares inmediatos á las pobla-
ciones; pero debe mediar cierta distancia, para que antes de
ser respirado por los animales, se diluya en el aire intermedio
el vital que transpiran por la parte superior las hojas heridas
de la luz solar, y* se modere la actividad del tufo mortífero que
arrojan por su parte inferior en el tiempo de la noche (1).
7 No menos fecundo el terreno, que en árboles frondosos,
en flores deliciosas cria una hermosa é inmensa variedad de
estas ó propias del pais ó traídas de otros. Y
aunque hemos
apuntado seguir la inflorescencia el curso de las estaciones, es
hablando en lo genera porque varias plantas florecen indis-
;

tintamente en todo mes. Observo que el color encarnado de


las flores extrangeras se desmaya en este clima de la costa, y
que es el amarillo el que domina principalmente. Así el aman-
cae es la flor que viste y nace expontáneamente en las colinas
y esta influencia se extiende hasta los metales y el hombre.
De allí nuestro a4agi¡> de, oro en la costa, y plata en la tierra,
por ser los lugares donde con mas frecuencia se descubren.
8 Hay valles en los contornos dé Lima, que sin mas riego
que las avenidas del estío tienen suficiente para producir se-
millas en todo el año que rinden desde 60 hasta 100 por 1. A
esta tierra feraz bastan después las nieblas, y ligera garúa,
que cae en ella de Mayo á Octubre (2).

Glebas facundo rore maritat. VirgiL

(1) Clemente Archer: Monthly Review 17!)9, tom. 28;


(2> Las nieblas fertilizan las tierras como las cenizas y demás estercoles;
por esto se dice en los Salmos en nn veidadwo sentido físico: "Nebulam
sicut cfnerem spargit." Toaldo lnflue ::c. de los Meteor. en la vegetación.
La costa del Pera se asemeja mucho en clima y terreno al bajo Ejipto. Los
aluviones de estío empapan la tierra á manera del Nilo, cubriéndola de un
liinpgredoso de mucho gluten. Esta tierra es arrastrada por las lio vias de
las faldasde las serranías de los Andes, y creo que contiene mucha materia
animal, por la increíble multitud de palomillas que la acompañan. Ketiene
con tenacidad el agua, y la suministra poco á poco á las plantas que crecen
9 Los campos de Lima mas cubiertos de nieblas y gariL \
no cederían en fecundidad, si por falta de consumo no estuvie-
ran abandonados á servir por la mayor parte de pastos, en qus
los riegos siu orden causa demasiada humedad, y el arte na-
da trabaja para que se desabroche y mantenga la eterna fe-
cundidad del terreno. Este tiene nugajon, gluten, fondo y to-
das las calidades dei mas sobresaliente; así cuando el hombre
sabe aprovecharlas corresponde mas allá de sus esperan-
zas. Hemos dicho que nuestra vegetación sufrió un golpe ad-
verso en el terremoto de 1687. Estas fuertes conmociones de
la tierra parece le debilitan sn virtud nuritiva. En la isla
de Jamaca no es tan bella la naturaleza después del temblor
que padeció en 7 de Junio de 16í)2, y ciee el célebre Toaldo
que del terremoto acaecido en Portugal, que fué casi general,
venga la esterilidad que experimenta toda la Europa desde
aquel desastre.
10 Yo me persuado que nuestra vegetación no sufrió por de^
trimento de la tierra, sino por trastorno de la atmosfera y es-*
taciones del año. Como no tenemos tablas meteorológicas de
aquellos tiempos es preciso nos guie la luz de las conjeturas
fundadas. Concibo que de resultas de aquel terremoto queda-
ron los estíos muy varios [1]. Las nieblas cubrían por las ma-
ñanas y bañaban de rocío las plantas, sucedia un Sol ardiente
y sirviendo entonces las gotas de agua como de otras tantas
lentes quemaban y reducían á carbón el trigo encerrado en las
espigas. He observado que nuestras heladas de invierno vie-
nen cuando, en lugar de días cubiertos y lluviosos, suceden
dias varios. Pues es seguramente porque el Sol, que al salir
despeja la atmósfera y hiere las plantas, quema por medio de
ias lentes ó gotas de rocío sus estambres. Se interrumpe por
consiguiente el curso déla savia, las hojas se ponen amarillas
y arruga y se pierde.
el fruto se .

11 Al acabo de 20 años apareció de nuevo fecunda la tierra,


por que se habiaido, ordenado el tiempo; siendo mas iguales y
menos varios los estíos. Pero si por la relación que nos ha de-
prodigiosamente. Los habitantes de los valles de Chuca, Asia, la Imperial
etc.,luego que A"ienen los turbiones riegan sus áridas campiñas empapan-
adas por 24 horas, y al fin del estío las aran y siembran. El riego succesivo
es la hnmed.id que chupa*, las plantas déla tierra, y la que suministran las
nieblas y garúas del invierno.
(1) Esta conjetura está muy fundada, porque á los grandes temblores
sienrpre se han seguido copiosas lluvias. J'eraltalo indica con respecto al
de 168/. Llanos en su hiario del memorable terremoto del 28 Octubre de
1746 dice, que en el estío siguiente estaban las lomas y cerros cubiertos de
verde pasto como en invierno y primavera.' a 1 temblor de I de Diciembre -
de 1806 sucedió tan abundante lluvia, que del dia 15 al 16 corrió el agua
por las calles. _
)

—34—
jado un sabio Magistrado (1) creyese alguno que la enferme-
dad que sufrió el trigo fué un verdadero tizón, siendo este una
enfermedad contagiosa en sentir del célebre. Toaldo, el terre-
moto de Lima nos ministraría la idea de buscar en los senos
de la tierra los contagios-originales, puesto que nuestras mie-
ses no habían antes padecido de este accidente.' •

v
12 Hay un proverbio antiguo que nos b° trasmitido Teo-
frastro: Annus, non térra frucáftcat: que el aüo es el que fruc-
tifica 3T no la tierra. Es decir, que la abundancia ó escasez de
cosechas no depende tanto de la fecundidad del suelo, cuanto
del orden que guardan entre sí las estaciones y sus respectivas
calidades. Las plantas tienen mas sensibilidad entre los trópi-
cos que fuera de ellos: así nuestras mieses padecen mucho con
las irregularidades que suelen sobrevenir al año campestre, y
en estas circunstancias no corresponden las cosechas á la bon-
dad del terreno.

$ 1L

INFLUENCIA DEL CLIMA SOBRE LOS ANIMALES.

1 Al Perú no corresponde la espantosa pintura, que de la


América ha hecho la exaltada imaginación de algunos Filóso-
fos ultramarinos. Parece que mojaron su pincel en amargos y
negros tintes para retratar á estas regiones afortunadas como
á un suelo ingrato, negado á las bendiciones del celo, funesto
albergue de sierpes, cocodrilos y otros monstruos emponzo-
ñados,
Quede portentum ñeque militaris
Daunia in latís alit esculetis;
Nec Jubm tettus generat, leonum
Árida nutrix. Horat. ,

2 El sabio Conde Bufón estableció las cuatro proposiciones


siguientes: animales que son comunes al antiguo y nue-
l!
1
los
vo continente son mas corpulentos en el primero que en el se-
gundo: 2* los animales indígenas del nuevo hemisferio son
menores que los aborígenes del antigo: 3^ las especies de ani-
males domésticos trasplantados de la Europa han degenerado
en América: 4£ esta parte de la tierra ofrece pocas familias
que la sean peculio-res. Mas el ilustre presidente Jeferson (2)

(1 Bravo, 1. c. p. 144.
(2) Notes on State o£ Virginia pág. 32»
—35—
ha demostrado con tablas comparativas de los animales exis-
tentes en nno, y en otro continente la falsedad de ellas. De
esta controversia resulta la consecuencia justa y necesaria, de
que dependiendo el reino animal del reino vegetal, cuyas pro-
ducciones alimentan sus individuos, el número y tamaño de
estos se bailan en proporción con la feracidad y vigor de las
plantas que los nutren; por lo que encontrándose en uno y
otro hemisferio dilatadísimas llanuras cubiertas de abundan-
tes pastos, también regiones pobres y estériles, se exceden
mutuamente en el grandor, número y 'hermosura de bestias,
según es la extensión y fecundidad de los prados y bosques
que se comparan.
3 El Perú no es á proposito para alimentar las muchas es-
pecies indígenas que habitan las selvas de lá America uel Nor-
te, ni para multiplicar las trasplantadas de Europa en aquel
número prodigioso, que pace en los dilatados campos de Chi-
le y Paraná. No obstante en sus costas, cordilleras, y mon-
tañas ofrece numerosas y hermosas tribus, cuya descripción
ocupará algún dia las deliciosas paginas de la Historia "Natu-
ral: siendo al presente nuestro objeto tratar únicamente de lo
que influye el clima en las mas notables.
Cuadrúpedos indígenas. Entre las familias de cuadrúpedos,
gue se encontraron en el Perú al tiempo de su descubrimien-
to,y conquista, las principales son:
Paco [1] Camella') peravianus. Linu. Syst. Nat. Molina
Histor. de Chile part. I.

f 1]
Paco: CaiTiero de lana larga de "Ppaco" rubio, bermejo, por ser este
su color mas sobresaliente. Alppa-co carnero de la tierra, tiene la lana lar-
ga y muy suave, y es menos propio para la carga: "Llama de Llamsccaní"
carnero de trabajo: tiene la lana corta y áspera, y es el mas alto y fuerte, y
mas á propósito para el servicio de la arriería.

Proporciones externas del Llamo.

PIES. PULG. LINS»

Tiene de largo de la punta del hueso coronal


á la punta del hueso sacro :... 6 5
El hueso coxis, ó del rabo, tiene de longitud 1 o
La cabeza, de la punta del labio superior á la co-
ronilla del cráneo, tiene de longitud 1 1

Longitud de la oreja 6 6
Idm. del cuello de su primera á su última vertebra. 2 5
Altura anterior medida de la base de la mano al la-
bio de la paletilla que está paralelo al espinazo 5 5
Altura posterior medida de' la base del pié á la es-
pina del hueso sacro 3 6
Longitud de la callosidad del esternón 7
Latitud J •
— 3tí—
Aleo. Gemís americamis. Lin. Kíltlio, Thegua. Mol.
Puma. Filis puma. Lin. Fagi. Mol.
Uturuncu. Felis Orna. Lin. Felis gigna. Molin, que ^se ha-
lla al Occidente del Perú, y con la -misma voz so designa el
Yaguar de Azara lám. IX que habita á la parte Oriental en
los bos jíies.
Ucmnari. Ursas americanus. Lin.
Tarúca. Elaphus. Lin. ast. corpore minor.
4 La Divina Providencia, que ha proporcionados sus cria-
turas racionales en todas las pautes del giobo los medios para
subsistir, y cumplir los trabajos á qnelos destinaba, dio al In-
dio habitante de los Andes un don precioso en lQSj¡pa®&s. Sus
¡anas le visten, sus carnes le alimentan: el veloz huanaco, y la
tímida vicuña le recrean, y entretienen en la caza: y la llama
y la alpaca conducen con seguridad sus haberes por entre las
angostas y ásperas sendas de las serranías del Perú. El pes-
cuezo largo y levantado de estos animales, su cara adornada
íle hermosos ojos, el urcu ó penacho de su frente, y el paso sose-
gado con (pie caminan mirando á todas partes, hace muy vis-
tosa su marcha, en la que se colocan en línea recta lo mismo
que si fueran tropas disciplinadas.
5 El Aleo es compañero fidelísimo del Indio: su estatura
es mediana, y tiene por lo general torio el cuerpo cubierto de
lana negra, menos entre el pecho, y la cola en que es parda.
Estos perros son muy sentidos y avisan con sus ladridos cual-
quiera novedad que ocurra al rodedor de la casa, ó del hato; y
también embisten con fiereza á las personas que no conocen.
Hay de estos unos pequeños perritos semejantes á los nues- .

tros de faldas, que cargan jas indias sobre sus quipes [1] y
abrigan en su seno, los cuales por ser taciturnos han dado oca-
sión á que crean algunos que los alóos no ladran, y que por
tanto no pertenecen á la clase de los perros.
6 Los Pacos y el Aleo habitan en las sierras: los domestica-^

Proporciones externas del Mamo*


PIES. PULG. LINS.

Espesor ó grueso ...=... ........ 6


Longitud de la berga.. „ . 1 3
La berga es delgada, tiene al medio de su- longitud una curbatura, y .ter-
mina en dos puntas elásticas. El músculo suspensorio del cañón que la
embaina termina una pulgada mas atrás que la punta del prepucio, y asi
éste queda colgado é inclinado bácia las entrepiernas, de lo cupJ proviene
el que la orina en los pacos se dirija por ellas al tiempo de sa?l?. Los testes
tienen dos pulgadas de longitud y están muy adherentes al cuerpo. La es-
tructura interior del Llamo es la misma que la que tienen los ruminantes
de su clase.
(1 ) Quipes son unos envoltorios que cargan las indias sobre su» espaldas.
—57—
dos descienden con sus amos á la costa, paran poco, y se re-
gresan, porque do soporta ninguno de ellos el calor, á causa
de la caracha ó sarna que les acomete y mata., efecto del ma-
yor aumento de la circulación en la superficie, y falta de trans-
piración por la densidad de. su cutis. Tan hermosos son los
ojos de la llama y de las tánicas en las sierras, como pequeños
y plegados al ángulo externo los de los indios, que moran en
ellas, quienes por este medio se libertan, según hemos dicho
introd. nota de los riesgos de los precipicios por donde viajan,
y de las imp' esiones fuertes de los reflejos de los rayos solares
por la nieve, que en el pueblo blanco, y habitantes de la costa,
que tienen los ojos grandes causan el zurumpe, que es una mo-
lesta optaluiía;
7 La Tánica 6 Ciervo, y el Puma ó León soportaíi el tempe-
ramento de la sierra, y el de la costa, y así peregrinan del uno
al otro: los venados andan en tropas, y los leoncillos separa-
dos unos de otros. Los venados son de mediana estatura, y
tienen hermosa cornamenta. Son de veloz carrera y hacen la
diversión de los cazadores que los acosan con perros: el Otu-
runcu ó Tigre, el Ucumari ú Oso no habitan á este lado, sino
al. Oriente de las montañas de los Andes con otras muchas y
diferentes fieras.
8 Cuadrúpedos extrangeros. El ganado menor ó lanar tras-
plantado de Europa se ha multiplicado prodigiosamente en
las grandes dehesas de ichu [1] que hay en la cima de los An-
des; y en los dilatadas provincias del Colíao con especialidad
abundan las obejas en lanas superiores.
9 Los caballos, burros y vacas, lo mismo que el hombre son
de pequeña estatura en lo alto de la cordillera porque el frió
no 'es permite crecer; el pelo que los cubre tiene la suavidad,
tamaño y consistencia de lana, de cuyo modo los protejo la na-
turaleza contra la inclemencia de aquellos páramos de hielo:
como reviste también de tomento á las llores de los arbustos
que allí nacen. Por el contrario, en los valles y costas donde
á beneficio del calor se desarrollan con facilidad los miembros
estos cuadrúpedos son corpulentos y gallardos: el burro es
fuerte y el mas útil en Lima, y en los ingenios de azúcar á
donde lleva gran peso sobre sí conduciendo las caña's amado
saclmrifera; el caballo es airoso, y tiene fuego: los toros son
fuertes, y en los valles de Chincha y Cañete, en que se cuida

[1 1 "Jaraba foliis ihvolutis, épica paniculato." Flor. Per. et Cbil. 1. 1,

pág. 5, icón VI, fig. b. como estas debesas se bailan á 12 ó 14,000 pies so-
bre el nivel del mar, no admiten el cultivo y población de las altas llanu-
ras de Anabnac ó Méjico, porque éstas solo se elevan de 6 á 8,0U0 pies.
Tom. vi. Literatura—- 8
— 3S—
de mantener las castas bravas para las corridas anuales qué
hay en Lima, son ferocísimos.
10 El ganado bacuno criado. en la sierra no soporta el tem-
peramento de la costa: luego que baja á él, se toca, según la
expresión vulgar, es decir, se atonta, y perece con rapidez
asombrosa: en sus entrañas se encuentra el bigado endurecido,
y como si se hubiese pasado por ascuas de fuego. Concibo,
que de la misma manera que en los hombres, así en los toros
luego que bajan del clima alto y frió de los Andes al caloroso
de la costa la sangre adquiere un movimiento rápido y desa-
costumbrado, encaminándose á la cutis, para promover la
transpiración, la cual no pudiendo hacerse por el pellejo grue-
so y tupido de que están cubiertos, se origina una fiebre ar-
diente que los mata, y la que es mas violenta que en los pacos
y eu el aleo, porque siendo en estos menos gruesa la cutis que
en los toros, no opone tanta resistencia al desfogue de los hu-
mores por ella, y así brota en aquellos la sarna, que no tenien-
do efecto en estos mueren con increíble celeridad. Los carni-
ceros aun no han encontrado remedio para este accidente.
Únicamente saben por experiencia, que el ganado muere con
mas celeridad en el tiempo de estio, que en el de invierno,
lo que confirma nuestras conjeturas, y así es que en esta parte
del año es cuando bajan los ganados de los lugares altos para
surtir las plazas y carnicerías de Lima.

11 Si se comp irán los perros que se crian sueltos en esta eiu*


dad con losque tienen igual libertad en las ciudades del alto
Perú, se verá que los primeros son perezosísimos é indiferen-
tes á todo, y que cualquier persona por desconocida que sea
pasa sobre ellos con toda seguridad; mientras que con los se-
gundos es necesario andar con cuidado, porque acometen á
todo el que no sea de su conocimiento y amistad. Estos ani-
males están sugetos á epidemias catarrales, que les son pecu-
liares, en especial en primavera: y también lo están á las que
padecemos nosotros, habiendo principiado por ellos la del
ejército Tro y ano. Sec. I. §. VII-3. Y debe advertirse que la
palabra. que los iutérpetres traducen perros ociosos,
debe ser tomada en la aceptación que tiene de veloces y ligeros,
porque los galgos ó perros corredores son los primeros en
quienes se manifiesta esta dolencia. Cuando están con ella to-
sen, se ponen amarrados, y les aprovecha la evacuación ven-
tral: y para promoverla buscan por instinto la grama, la devo-
ran con ansia, vomitan, evacúan, y se alivian. Siguiendo el
mismo método les hacen tragar sus amos los remedios pur-
gantes, y también los sangran cortándoles las orejas, ó Ja co-
la; sin que sea precisamente la última la que se corte como ere-
—39—
jó el señor Ulloa, (1) atribuyendo el mal á do sé que sangre
espesa que se depositaba en el rabo de estos animales.
12 No hay memoria de que los perros hayan padecido el mal
de rabia en los siglos anteriores en toda esta América; mas en
principio de este siglo nacía el año de 1803 se observó en los
valles de la costa del norte en los calores del estío, y siguió
recorriendo la costa del sur, habiendo llegado á la ciudad de
Arequipa en la primavera de 1807, y notádose en Lima en el
propio año entre el estío y el otoño. Después de haber procu-
rado reunir todos los datos necesarios para descubrir el origen
y progresos de esta fatal enfermedad, y consultado por escrito
á los médicos y personas instruidas que la han presenciado, he
sacado en limpio: l?qne esta enfermedad ha sido una rabia
expontáuea nacida del aumento del calor, que hubo en los
años de 803 y 804, Sec. I, $ X-4-6. Comenzó por la costa del
norte, nombrada comunmente la costa abajo, donde la atmós-
fera se hallaba tan caldeada que el termómetro señaló en al-
gunas quebradas el grado 30 de Reaumur: las calmas eran ex-
cesivas sin que soplase el mas ligero viento capaz de enrizar
la superficie del océano: los animales se precipitaban en los
charcos y lagos para templar el gran calor que sentían, y así
se experimentaba en toda su fuerza la estación que pinta Ho-
racio.
Jam procyon furit,
Et stella vesani leonis:
Carctque
Sipa taciturna ventis.

Carm. L. 3, od. 29.

2? Esta enfermedad acometió indistintamente á todos los


cuadrúpedos llegando en algunos el furor hasta* hacerse peda-
zos, arrancándose las carnes á mordiscones: en los lugares don-
de el calor fué muy fuerte cayeron varios hombres eufermos
con todo el aparato de la hidrofobia sin haber sido mordidos.
3? Eijóse con especialidad en los perros, de los que algunos
la padecieron en estado tan benigno que sus mordeduras no
fueron mortales; pero los mas la tuvieron muy grave, y propa-
garon el contagio á los de su especie, á los otros cuadrúpedos,
yálos hombres. El cuitado administrador de un ingenio de
caña distribuyó entre sus negros, aunque se le aconsejó no lo
hiciera, algunas reses muertas de rabia, creyendo que habían
perecido con la enfermedad que nombran tocado, y el resulta-
do fué morir muchos de estos pobres negios con los síntomas
de rabia.

(1) Xotic. Americanas


—40—
4? En ciudades de lea y Arequipa fué mayor y mas cir-
las
cunstanciado el número de enfermos que perecieron mordidos
por los perros rabiosos. En la primera, una sola perra rabiosa
mordió catorce personas en una noche, de las cuales las ocho
estaban en una casa, unas durmiendo al fresco, otras varia-
mente ocupadas, y las seis restantes hibian ocurrido al ruido
con otras á matarla. El cirujano de la ciudad D. Mariano Es-
trada, las persuadió á que se dejasen curar; despreciaron su
consejo alegando que seria lo que Dios quisiera, y murieron to-
das, á excepción de dos varones que se sometieron á la cura-
ción, el uno de 28 años de edad y el otro de 50. El médico los
curó felizmente según el método mas seguro, que es poner un
cáustico sobre la parte mordida para promover su supuración,
y provocar la salivación por medio de las unciones mercuria-
les. En la ciudad de Arequipa se disputó mucho sobre la le-
gitimidad de la enfermedad, escribiéndose en pro, y en con-
tra disertaciones muy eruditas por los doctores Rosas y Salva-
id. En esta contienda se perdió tiempo para atajar el conta-
gio. Verdad es que en varios individuos no existió la legiti-
ma hidrofobia, sino el temor excesivo de que la tenían, el cual
se disipaba con la persuacion: y esto hizo creer al profesor Sal-
vani que llevaba la negativa, que en todos acaecía lo mismo,
hasta que los sucesos desgraciados pusieron en claro la reali-
dad del mal. El Excmo. señor Aba-seal, Yirey del Perú, luego
que tuvo noticia de que la hidrofobia se acercaba á esta capi-
tal, mandó hacer una matanza crecida de perros, con lo que la
libertó de este azote, pues aunque en sus hospitales entró uno
ú otro hidrofóbico, no fueron de la ciudad sino de chacras y
valles circunvecinos.
5? Guando comenzó esta epizotia en los valles de la costa
abajo, ó del norte, me escribió el Bachiller D. José Figueroa,
"los perros andaban con las colas tendidas y metidas éntrelas
piernas, arrojaban muchas babas, se escondían de las gentes,
ahullaban fuertemente y luego caian muertos, les daban acei-
te, les cortaban las orejas, pero no sanaban: los gatos corrían
por los techos con los pelos erizados: los caballos y burros se
exasperaban unos contra otros, se tirabau al suelo y se revol-
caban, y luego que morían se hinchaban y podrían: las bacas
y toros daban saltos, embestían unos contra otros, y aun se
quebraban en esta lid las astas, y luego morían bramando."
6? El Profesor Estrada aseguraba que de cuarenta y dos
que murieron en la ciudad de lea mordidos de perros rabiosos,
los mas perecieron de los doce á los noventa días siguientes á
la mordedura. Cuando se desenvolvían los síntomas resultan-
tes del veneno comunicado por ella, aparecían á un tiempo las
convulsiones, la opresión del pecho, los suspiros, la tristeza,
_41—
la respiración fatigosa, el horror á los líquidos y á las cotsa*
brillantes, el furor, los vómitos atrabilarios, y un clamor con-
tinuo de los enfermos, que se apartasen de ellos los asistentes
por el impulso que tenían de embestirles, morderlos y destro-
zarlos: ninguno sobrevivió en este estado basta mas allá de
cinco días.
7? Después del año de 1808 ha ido terminando esta terrible
epidemia; y aunque de cuando en cuando se vé en los campos
uuo ú otro perro corriendo velozmente de acá paia allá, y mor-
diendo á cuantos encuentra, lo mismo que acaecía con muchos
perros poseídos de la Iejftiiná hidrofobia; no apareciendo nin-
guna resulta, puede reducirse esta enfermedad á la que Mr.
Coloinbier nota que acomete á los perros poniéndolos furio-
sos, y excitándolos á morder; pero que no pertenece á la hi-
drofobia. Sin embargo lo mas seguro es matarlos, é implorar
del padre de las misericordias no vuelva á estos países una ca-
lamidad tan acerba.

Janis ore timendo,


ore vomit flammam.

Germán. Arat.

12 Pájaros. Las playas del mar del sur están cubiertas de


innumerables pájaros, entre los cuales se distinguen por su
incalculable número los huandes.de cuyo estiércol creen algu-
nos formarse aquel huano, ó tierra colorada de olor pene-
trante, y alcalino, con que abonándose las tierras triplican,
y cuatriplican sus frutos: descubrimiento que hicieron los an-
tiguos Indios, maestros consumados en la agricultura. Entre
los pájaros las gaviotas, garzas, y patos y algunas otras fa-
milias descienden á la costa por el otoño de las lagunas de la
sierra, y permanecen en ella hasta la entrada del estío, en que
regresan. Para emprender este viaje se levautan áíamañanaen
partidas numerosas y como á poco espacio tropiezan con los
cerros altos que no las dejan pasar, se elevan remolinándose, y
formando con su vuelo unas curvas espirales hasta que supe-
radas las cumbres pueden seguir el viaje en línea recta.
13 Es frecuente ver colocarse en medio de las espiras im
cóndor (1) ó para servir de conductor, ó para hacer alarde de

<1) " Cuntur de Ccuueuni oler mal, porque el Cóndor hiede. " Este nom-
bre, y el de "Puma" fueron célebres entre los antiguos Peruanos: se apelli-
daron con ellos deferentes familias ilustres, cuj os descendientes subsisten
todavía ocupando los empleos de caciques. Parece, conforme al significado
de las voces, que había dos órdenes de distinción en el Imperio; conviene á
jEdber la del Cóndor, y la del León,
y que de allí nacían estos apellido*
— 42—
lapoderosa fuerza con que se remonta el mayor, y mas vigo-
roso de los volátiles. En sn aspecto exterior lleva el macho
muchas señales de dignidad, qne le diferencian de la hembra;
tales son la cresta que le sirve de corona, la cutis floja negruzca,
que se le plega sobre la cabeza, y recogiéndose para atrás en
forma de rizos figura una peluca; y las manchas que le cu-
bren las alas, y recogiéndose sobre la espalda del ave cuando
para, figura una capa. Véase la excelente memoria de los señores
Humholdt, y Bonpland sobre la Historia Natural del Cóndor im-
presa en Pañis en 1807. Santiago Cárdenas, mas conocido con
el nombre de Santiago el volador, observó por muchos años
el vuelo del Cóndor con él designio de imitarle, y dejó escrito
un tomo en cuarto, que he depositado en la Biblioteca del Co-
legio de San Fernando.
14 En esta obra distingue~tres diferencias de Condores 1?
Moromoro con golillay capa de color de jerga, ó ceniciento: tie-
ne de embergadura de 13 á 15 pies. Este es el mas fuerte, y
el que extendiendo las nerviosas alas hace alarde de bregar
contra el viento balanceándose mngestuosamente sin aletear;
y al que particularmente se le atribuye, de que arrebatando
los recien nacidos corderinos, se los pone sobre la espalda,
afianza con el pico vuelto hacia atrás, y luego emprende el
vuelo huyendo con su presa. 2? Cóndor de golilla y capa mus-
ga, ó color de cafe claro: tiene de embergadura de 11 á 13
pies, y es ligero, y atrevido. 3? Cóndor de capa y golilla blan-^
ca: tiene de embergadura de 9 á 11 pies, y es el mas hermoso y
numeroso de la especie. Habita el Cóndor en los altos riscos
de los Andes, y según las observaciones de Santiago hace dia-
riamente dos viages á la costa en busca de alimento, lo que
denota su velocidad prodigiosa. En la anatomía que hicimos
de esta ave, no encontramos, ni vaso aereo que comunicase al
pulmón con la sustancia esponjosa de las clavículas, ni comu-
nicación del buche á la traquea. La cavidad interior del pecho
está rodeada de una pleura fina y transparente, que forma va-
rias celdillas: los pulmones bajan hasta el vientre, y están ad-
herentespor su parte posterior á la costillas y espinazo, en cu-
ya unión se hallan estas perforadas, y con comunicación á lo
interior de su cuerpo esponjoso. El tejido del pulmón es poro-
so, así luego que se soplan por la traquea y se le infla, despide
mucho aire que llena todos los escondrijos grandes, y peqne-

"Apucuntur'', gran Cóndor, como si dijésemos grande Águila. "Cuntur-


pusac", Señor de ocho condores. '/Cuntur-canqúi, Cóndor por excelencia ó
gran Maestre de la orden. "Colq-ui-puina", Señor del León de Plata "Cun-
tur apacñecfca, se nombran por singularidad los picos mas altos de los An-
des, para denotar que son los sitios á donde solo el Cóndor entre los yola?
tiles puede remontarse y anidar.
—43—
ños qae lorodean, y también los huecos del esternón y costi-
llas. Las enjundias del Cóndor son nn excelente resolutivo en
los tumores duros de los pechos, y de otras partes del cuerpo;
y ios Peruanos, Le atribuyen ademas tantas virtudes cuantas
los Europeos al Chibato, del que dice uno de sus médicos que
totus est medíeamentosus.
15 Insectos. Es constantemente que los países húmedos, y
calientes, cual esel de Lima, son infestados de enjambres de pe-
queños insectos, como moscas, mosquitos, zancudos, pulgas,
&. y así no ha faltado entre ios viageros quien escriba que
por esta causa no se podía habitar en Lima, lo cual es falso,
porque la población y el aseo ahuyentan estas sabandijas. El
invierno en Lima con ser tan suave aniquila las moscas y los
zancudos: mosquitos no hay en las casas en ninguna estación
del año. Las moscas y ios zancudos se multiplican en estío, y
los zancudos son muy incómodos en especial por las noches
porque no dejan dormir con el zumbido de sus alas, pero en
cuidando de que no haya en las casas aguas, que por su deten-
ción estén próximas á corromperse se las liberta de esteinsec-
íillo que nace de los gusanillos que crian semejantes aguas:
las moscas tampoco molestan, por su número en las casas en
que se cuida de la limpieza. Él piojo se puede reputar estéril
en la costa y fecundísimo en la sierra: las pulgas, y las chin-
ches persiguen al hombre en todas partes, y de estas incomo-
dantes tribus no está mas poblada Lima que las ciudades de
Europa, pues solo en Paris hay setenta y siete especies de
chinches (1).
16 El impertinente, el molestísimo insecto de la zona tórri-
da es el pique, que en otras- partes nombran nigua: inmundo al
. extremo busca los corrales donde están los cochinos y en ellos
se multiplican al infinito: los muladares inundados de orines
hierben de piques, que también andan tras los pies del hombre
persiguiendo con encarnizamiento á los pezuñentos y demás
que no cuidan de su aseo. Menor que la pulga aunquerde su
color, se introduce por entre los zapatos y medias para apo-
sentarse en las partes mas delicadas del pié, como son las
hendiduras de la planta, debajo de las uñas: ahí se clava cau-
sando tanto dolor como causa la punta de una aguja, y se
afianza de manera que es muy difícil desprenderle. En que-
riendo practicarlo se maltratan por lo regular las carnes con
las picadas que hacen las puntas del aguja, ó alfiler con que
comunmente se extrae, se ensangrenta la parte de la cual
quiere arrancarse, y lo que al fln se consigue es partirle, que-

(I) Iturre carta al señor Muñoz, y los zancudos, moscas y mosquitos


son impertinentísimos en Andalucía. v
»

* — 44—
dando cíavadar la mitad que excita mayor dolor que el qué
produce estando entero. Por esta razón los experimentados se
están quietos cuando perciben que se les ha clavado algún pi-
que dejándole crecer uno 6 dos dias debajo de la epidermis:
aquí forma su nido, y este mínimo y negro insecto vá convirtién-
dose en un globo blanco como una mediana perla, afianzado
á la cutis por el punto por donde se clavó en ella, que es su
boca, con la que chapa el jugo que le nutre y aumenta su
cuerpo: luego que ha crecido no es otra cosa que un conjunto
deinnumerableshneveciüos ligados por un gluten biauco,y cu-
biertos de un común cuero que en forma de globo los encierra á
todos. Mientras el pique crece casi no causa incomodidad; mas
luego que ya ha tomado el deludo aumento, sino se le extrae,
punza ¿olorosamente, A dos ó tres días de introducido ya es-
tá en estado de sacarse. En esta operación son diestrísimos los
negros por el continuo ejercicio que tienen en sí mismos. La
practican separando cuidadosamente con la punta de un alfi-
ler la epidermis debajo déla cual está la nigua, la que des-
pués solo queda prendida por su boca rojiza, entonces la en-
sartan por el centro del globo, y la extraen: debe cuidarse mu-
cho de qne no se rebiente al tiempo de la operación, porque
en este caso quedan derramadas varias liendres que son otras
tantas zabandijas parasíticas que infestan el pié, porque si se
ha dejado parte del zurrón sobrevienen inflamación, dolor,
y supuración para arrojar este cuerpo extraño. El hueco
que el pique deja en el pié, se llena con tabaco en polvo
6 con ceniza de cigarro, lo que se ejecuta con el designio
de que el tabaco, como irritante y corrosivo, restriña los
vasos, que puedan haberse abierto, y consuma cualquier pe-
llejito que haya quedado, y se evite el dolor que sobreviene,
cuando se deja á que lo pudra el cuerpo viviente en que se ha-
lla. Sin la operación de la extracción se matan los piques fro-
tando las partes en que anidan con ungüento mercurial, ó con
una mezcla de aceite y jabón: de uno ú otro modo mueren, y
se desprenden en forma de costra. El aceite aplicado tibio ali-
via las partes que han quedado lastimadas de resulta de la
extracción de los piques: y es necesario que el que los ha teni-
do cuide muchodeno meter lospiésenaguafriamientras no es-
tén enteramente sanos, porque corre el riesgo de contraer la
terrible enfermedad del pasmo.
17. Animales perdidos. Apesar de la distancia en que hoy
moran diferentes naciones de la tierra, se encuentra en sus
tradiciones, que sus antepasados vieron üe mismo objeto, cu-
ya descripción ó imagen fueron después aplicando, según las
ocurrencias análogas que les ofrecían sus opiniones, religión
ó costumbres. Jehova en medio del magestuoso aparato de los
í

-45—
relámpagos y truenos desciende á la cima del Sinaí, á intimar
la Ley á los Hebreos. Esta augusta imagen del poder y la
grandeza divina, es luego aplicada á Júpiter vibrando rayos
contra el ejército Griego desde la cúspide del Ida; y el grande
hombre, no aparece de otro modo sobre los moutes del Ohío
para exterminar con sus dardos un feroz animal que asolaba
las campiñas. [1] Así también bajó en otro tiempo el Ángel
Celeste sobre la punta de Santa Elena en la América meridio-
nal, para arruinar una raza impura y feroz de Gigantes^ que
habiendo aportado allí de regiones desconocidas asolaban el
país. [2]
18 Los indios de uno y otro hemisferio comprueban la ver-
dad de sus tradiciones con las grandes muelas que se hallan
soterradas en los sitios indicados. En el Perú se encuentran
igualmente con otros huesos de enorme magnitud en la Pro-
vincia de Chichas cerca del trópico de Capricornio, y no faltan
rastros de ellas en el reino de Chile.
19 He tenido Cuatro de estas muelas, de las cuales conservo
una en la Biblioteca del Colegio de Medicina de San Fernan-
do. Comparadas entre sí he juzgado por su configuración, que
no pertenecían á un mismo elefante focil; sino que tres eran
de la especie del Mammoth, y una de la del Mastodonton de
Cuvie. De donde se sigue que estos corpulentos cuadrúpedos,
que habitaron en tiempos remotos en la Siberia y Norte Amé-
tica, penetraron en la Meridional donde han dejado á sus na-
turales en los despojos de su ruina un recuerdo de la existen-
cia y castigo de los gigantes antidiluvianos. ¿Éstos fragmen-
tos huesos reputados por parte de su esqueleto, no serán mas
bien petrificaciones de tierras y aguas calizas? Entre los pue-
blos de los Chorrillos y Miradores en ei sitio que llaman la ca-
lera destila al pié del barrar co una agua caliza» que á las pie-
'

dras que baña las deja cubiertas dé unas láminas, que tienen
el mismo aspecto que las láminas huesosas del cráneo humano*

§ IIL

Influencias del clima en el sombre

1 Aunque todos los hombres que pueblan la tierra descíen^


dan de un misiao padre, la diferencia de climas, usos y ali-

(1) Los indios de la América del Norte ííairian á Dios' eí gtan hombre.
Jeffefson. Notes 6h the Virginia pág. 56,
(2) Garcllaso, t. í pág. 313.
Tom< vl Literatura-—9
—46—
inentos á que los redujo su primera dispersión, ha ido intro-
duciendo tal diversidad en sus facciones y propiedades, que
al comparar en el dia varias naciones, parecen derivadas de
distinto origen. Esta desemejanza es mas perceptible entre las
que habitan la Europa, la América, y el África; porque el
Asiático puede reducirse en parte á las primeras, y en parte á
las segundas, conforme á las latitudes bajo ele las cuales mo-
ra. El color blanco salpicado de carmín en las mejillas, pelo
rubicundo, ojos azules, facciones hermosas, solidez en el pensa-
miento, y uu corazón lleno de una fiereza generosa son los ca-
racteres del Europeo en su perfección y cultura.
2 Un color cobrizo ó amarillazo, pelo negro y largo, ojos
negros, facciones delicadas, aire melancólico, imaginación
pronta y fuerte, corazón sensible y tímido: he aquí eí retrato
general del Americano. Un pelo enrizado que no se levanta
del cascOj facciones salvages, color negro, espíritu pesado, y
un corazón bárbaro han tocado eh triste herencia á la mayor
parte de los Africanos [1]. La población de Lima se compo-
ne de estas tres naciones. Condujo á la primera la gloria
de conquistar: la segunda es originaria del pais, y la terce-
ra ha sido arrastrada por las cadenas de la esclavitud. Estas
diferentes tribus se han reunido, mezclado, y hecho nacer en-
tidades medias. Algunas ramas conservan su origen primiti-
vo; pero el clima ha hecho impresiones en ellas, que manifies-
tan no nacieron en el suelo donde está arraigado el tronco de
sus abuelos. Vamos á examinar por partes este punto intere-
sante: y para guardar un orden claro trataremos de las sigila-
ciones que parece imprimir el clima: y concluiremos presen-
tando una tabla, que haga ver á un golpe de que modo han si-
do afectadas por ellas las diferentes castas que le habitan.
3 En un pais situado en el centro de la zona ardiente, pero
reducido su clima á un temple benigno por la superabundan-
cia de humedad de la atmósfera, deben los que viven en él
tener un cuerpo débil. La humedad impide la firme unión de
los elementos que componen las partes sólidas del cuerpo hu-
mano: el calor produce una transpiración abundante que re-
laja la cutis: [2] ambas causas un aire falto de elasticidad.

(1) El Europeo y el Africano están puestos á los extremos de la especie


humana en color y facciones. El Europeo tiene arqueados los huesos fron- -

tal y occiptial, prominente la nariz, redonda y proyectada ó sacada afuera


la barba, y aplanada la boca, y el antebrazo mas corto que el brazo. En el
negro están complanados frente, nuca, nariz y barba; solo la geta sale para
fuera: su antebrazo es mas largo que el brazo, y el talón ó hueso del carca-
ñal mas largo y prominente hacia atrás que en los blancos.
(2) Juan Bautista Clemente Kouseau,
pretende, que en el cuerpo huma-
no solo hay absorción por los pulmones, y que por consiguiente no hay va^
eos inhalantes en la cutis. "An innaugural Dissert." Philadelphia, 1800.
__47—
De aquí debe seguirse que la auimalizaciou, ó conversión de
las substancias vegetales en animales por las facultades del
cuerpo sea imperfecta, y que la sangre no se bata ni anime
bien en los pulmones: sus globos carecen de la rubicundez en-
cendida que tifie la mejillas: hállase su parte crasa recargada
de gluten, ó linfa coagulable, y su suero es bilioso ó de color
amarillo. Por otra parte la variación continuada del tiempo
en casi todo el año trastorna las funciones de los vasos circu-
latorios, y en especial délos inhalantes y exhalantes, y la
transpiración se desordena é interrumpe. Así la sangre no tie-
ne en arterias y venas el curso igual y vivo que extiende la
fuerza y la vida por todos los miembros, y el vigor muscular
se abate y debilita. De aquí es ser la pereza un vicio inherente
á los moradores de estos climas. El cuerpo enervado solo de-
sea el reposo y los placeres. Es preciso estímulos muy fuertes
para sacarle de su apatía, y aunque la juventud fogosa y agi-
tada supera esta fatal inclinación al ocio; pero pasados los ím-
petus de los años florecientes, se adelanta por lo común la
edad que llaman de la prudencia, cual es la de no hacer nada.
El ilustre Humboldt me confirmó en la opinión, de que aun
nuestros animales domésticos, como el perro, eran de condi-
ción mas tratable, ó ya sea mas poltrones que los de Europa.

La térra mólle é Meta édilettosa


Simili á se gli atitator produce.

Tasso: la Gerusalem 0. 1 Oct. 62.

4 Mas cualesquiera que sean las causas físicas, que induz-


can la morosidad y pereza en los habitantes de los climas cá-
lidos, las causas morales pueden en ellos, no solamente con-
trabalancearlas; sino también destruirlas, haciéndolos tanto ó
mas laboriosos que los moradores de las regiones frias. Paises
cálidos habitaron los Asirios, los Partos, y los Aiabes, que por
tanto tiempo mantuvieron el honor de la victoria, y con expe-
diciones activas sometieron á su imperio naciones dilatadas y
valerosas. En paises cálidos moraron esos Fenicios primeros
comerciantes de la tierra, y cuyo genio, actividad, y magnifi-
cencia permanecen esculpidos en los suntuosos restos da
Tadmour ó Palmira. M carecieron por cierto de mérito las
obras públicas de los habitantes de los paises ecuatoriales, cu-
yas ruinas subsisten todavía. Ita enim et leges ad animi mag-
nitudinem lüurimum faciunt. Hipocr. de Aer. loe et. aq.
5 Facciones. Bajo el imperio de las éausas anteriores preciso
es falte en los hombres el aire, y los rasgos varoniles, que de-
ben ser fuertes y algo ásperos; por el contrario el sexo teme-
as-
nino debe caminar á su perfección, si la hermosura, según pa-
rece convenir los hombres, debe consistir en facciones delica-
das, de expresión tierna, ojos negros con pupila rasgada, ani-
mados de fuego y de sensibilidad: caracteres de un cuerpo
endeble pero electrizado (1). El hombre naturalmente activo y
feroz desdeña cuanto le parece rebajar su fuerza y soberanía;
pero no puede resistir el imperio de un ser débil, que expresa
implorar su protección. Por esto es que una muger agreste de
rasgos j fuerzas salvages no tiene para él encanto, ni atracti-
vo; entre tanto que le domina plenamente la débil ciudadana
educada en la molicie.
6 Color. Que la diferencia de colores dependa de la diver-
sidad de climas, como de causa principal, me parece incontes-
table. En echando la vista sobre el globo terráqueo, se vé que
todos los pueblos que viven á una igual latitud tienen co-
lor semejante, á menos que algunas circunstancias peculiares
varíen esta ley universal. Los dos extremos de calor y frió
producen el color negro. En el Senegal y la Guinea, regiones
donde el calor es excesivo, la especie humana es perfectamen-
te negra: y entre los Groelandos, en donde el frió es sumo los
hombres son morenos, y los hay también negros. Cuando el
calor y el frió no son demasido fuertes es mas claro el color hu-
piano: y si el clima es algo templado como en Berbería, el Mo-
gol, y la Arabia, el color bazo es el común, finalmente bajo
Jos grados de tem peratpra que corren del grado 4o al 5 o lat. Ñ,
la especie humana es perfectamente blanca, cuyo color es sin
¡duda el original,
7 Conforme á estos principios, los habitantes de Lima y de
esta costa debían ser del todo prietos, pues están á esta ban-
da del ecuador bajo las mismas latitudes qué el Senegal á la
otr&, J*ero el calor obra allá en toda su fuerza, cuando por el
contrario en el Perú se halla reducido á una influencia benig-s
na por las causas ya expuestas. Introd.
8 El mayor auípento del termómetro en Lima es de 23 gra-
dos, cuando en el Senegal sube á38¡. Porestarazon el color de
Iqs aborígenes, ú oriundos de es^e pais debe ser un color dis-
tinto del negro, y que se aproxime al blanco. Este es aquel
color amarillento, que hemos dicho Imprimir el clima con cier-
ta especie de preferencia en todas sus producciones, $ec f JJt

Vjft Es un punto importapte el resolver, de que modo el clima


produce el color negro q"e azabache en el África, y el cobri-

[1 1 The largeness pf the apertura of the iris, or pupil of the eye, which
jtkM been reckoned by some á beatiful feature in the female countenance,
jm an indicación of delicaoy, but to an expexiencied observer itie an indica=

Üon of debility. Darroin: Zoonomia, S«ct. XXXI.
—49—
zo ó meinbrillejo en América. Los humores y en especial la
cólera soq la fuente de estos tintes. El color de esta es ama-
rillo, y cuando se halla muy subido se convierte en negro. Al
2? ó 3? día de nacer un niño se cubre de ictericia, la cual en los
blancos se disipa sin dejar impresiones; al contrario en los ne-
gros deja sobre la cutis un color indeleble de azabache, y aun
su sangre está teñida del mismo. Sus hijos nacen blancos ó ro-
jos como los de los demás hombres; pero al 3? dia cambia la
ictericia estos, colores en un moreno amarillazo, que opacán-
dose mas y mas, se hace pesfectainente negro al 7? ú 8? dia.
10 Eu los climas ardientes, pero templados por vientas hú-
medos y frescos, la cólera igualmente abunda, tiene un color
amarillo subido, y tino á los niños de un color cetrino mas órne-
nosclaro, según la constitución del aire. A las riberas del mar,
en que el calor se atempera por vientos húmedos, el color cetrino
es opaco; pero al pie de los montes donde la atemperación na-
ce de vientos enfriados por las nieves, el color cetrino es muy
claro, y los allí nacidos emulan el aspecto, y color rosado de
los Europeos del norte. Los moros de Berbería en la costa del
Mediterráneo son mulatos; y blancos los que habitan las mon-
tañas de Fez del lado del monte Atlas. Los españoles de la
costa opuesta son morenos, y blancos en las provincias inte-
riores. De la misma manera son mas claros los que habitan al
pié de nuestras sierras, que los de la costa del Sur, y los hijos
íle los Europeos conservan allí la blancura y mejillas encarna-
das que han perdido los de aquí.
Ll Parece pues que el calor del clima influye haciendo que
la secreción de la cólera en el hígado sea abundante, y su tin-
te mas ó menos opaco, y que conforme á las cualidades que
de la influencia recibe, imprima la variedad de colores que ti-
ñen á la especie humana, fuera del blanco.
12 Siendo este el color original, se necesitan según Mr. Ma-
net en su excelente Historia de África 300 años ó quince ge-
neraciones de á 20 años cada una, para que se cambie en un
color perfectamente negro. Las repetidas tinturas de unas ge-
neraciones á otras van formando un carácter original é indele-»
ble, y así aunque los hijos de los negros nazcan blancos, traen
en sus genitales y raices de las uñas el sello de su futuro color.
Y es preciso Ja mezcla succesiva con personas blancas para
borrarle, ó que reciban las influencias de otros climas para pasar
del negro al blanco por tantas generaciones, cuantas fueron
necesarias paia transmutarse el último en el anterior,
-50-

§ IV.

INFLUENCIAS SOBRE EL INGENIO.

1 Todas las naciones de la tierra se disputan la preferencia


del ingenio, don precioso que distingue á el hombre de las bes-
tias; pero los europeos, que boy triunfan en las otras tres partes
del globo, no menos por la energia de sus plumas, que por la
fuerza de sus armas victoriosas, se ban erigido en tribunal y
sentenciado á su favor. Las facciones exteriores del cuerpo,
dicen, son una señal cierta de la excelencia del alma que le
habita. Eslabonados todos los seres de la tierra por una cade-
na que se ata al pió del trono de Dios, descienden por medio
de los ángeles al hombre, quien conforme vá perdiendo las be-
llas disposiciones de su cuerpo, se vá degradando en los pri-
vilegios de su alma, hasta tocar con los brutos. El principal in-
dicio del talento es la frente arqueada: por lo que aun éntrelos
irracionales el elefante es el mas sagaz de todos por tener esta
distinción: al mismo tiempo el arqueo de la frente al que so
proporcionan los demás rasgos de la cara constituye la belle^
za. Tirando una línea orizontal que atraviese la base del crá-
neo, y dirigiendo otra recta á su encuentro sobre el labio supe-
rior del arco de la frente, en su reunión han de formar un án-
gulo mas ó menos abierto según la curvatura de la frente. Los
antiguos estatuarios de la Grecia, que en sus obras nos han de-
jado los modelos de la hermosura median el punto de la mas
alta perfección por el ángulo de 100 grados [1]. Todo ángulo
mas abierto suponía un rostro imperfecto. Los estatuarios Eo-
manos cerraban algo el ángulo, haciéndole de 95? Cualquie-
ra de las dos medidas que se tome y aplique á los rostros
de las naciones manifestará, que los Europeos ocupan el pri-
mer orden, formando la mensura de sus caras ángulos de 90 á
80?: que los Asiáticos están en 2? lugar, resultando un ángulo
80 á 75?, por complanarse un tanto su frente: que los Ameri-
canos en quienes se complana algo mas la frente, solo dan
ángulos de 75 á 70?, así están en tercer lugar. Finalmente es-

(1) No hay proporción alguna, ni línea, ni figura, mucho menos la angu-


lar, que con preferencia á otras deba servir de base ó regla exclusiva para
medir la belleza. Burke on fhe sublime and beatiful, pág. 185. Véase á Cam-
per "varietés de la physiononúe." Paris 1792.
—51—
tas proporciones vau decreciendo en los Africanos, en circos
negros por la complanacion de sns frentes los ángulos son de
solo 70 a 00 grados, que es ya la medida de la cara del Orang-
Outang, en el que el ángulo es de 60 á 50?: y en cerrando algo
mas el ángulo, ya saltan las caras de los cuadrúpedos [1]: Por
esta razón el negro es el último en la cadena, y el que eslabo-
na al hombre con el bruto. Pues con esta misma degradación
que hemos notado descienden los talentos desde el celestial:^
sublime del europeo hasta el torpe y rudo del negro. Por^elí»
los hombres nacidos en aquella dichosa parte de la tierra son
los hombres de pensamiento entre quienes solos pueden flore-
cer las leyes, las artes, las ciencias, y el valor. El Asiático sin
talento para reformar sus placeres y despotismo: el America-
no para salir de su ignorancia: y el negro de su brutalidad, no
pueden presentar otra ventaja respecto del europeo que la de
sus sentidos corporales, supuesto que la agudeza de estos cre-
ce en la razón misma en que se menguan los privilegios del
espíritu [2].
2 Estas ideas curiosas y brillantes que parecen fortalecidas
por la experiencia en estos siglos, arruinan de un golpe de
mano, y privan á las otras tres partes de la tierra de lo mas
caro en el hombre, la belieza en el cuerpo, y el talento en el
alma.
3 Pueden no obstante combatirse victoriosamente, restitu-
yendo á tres partes del género humano la esperanza de ascen-
der á la gloria de que es capaz el hombre. La vicisitud de las
cosas humanas todo lo trastorna. Los imperios se abisman en
unas partes bajo de su mismo explendór y cultura, dejando
apenas rasgos imperfectos de su existencia; al mismo tiempo
que se levantan otros en el centro de naciones rústicas, que
olvidando en su felicidad el origen de sus luces, destrozan co-
mo niños ingratos el seno que las ha alimentado. En retroce-
(1) La cara del mono coraun da ángulos de 50 á 40°. Son menores los que
resultan medidas las caras de los perros: menores que en estos en las. aves.
Y así se vá cerrando la perpendicular del ángulo recto del europeo hasta
confundirse con la línea orizontal en la chocha ó gallina ciega. Como á pro-
porción que se complana la frente hay menos cerebro, hay también menos
razón. White: "An account of the regular graaation in man." London 1799.
(2) No carecieron de talento seguramente los Griegos, y con todo, su
vista era tan perspicaz en testimonio de Pausanias, que desde Sunnio á la
distancia de diez leguas marítimas descubrían el extremo de la lanza, y el
penacho ó cresta del yelmo de la estatua, de Minerva, que estaba en el al-
cázar de Atenas. A esta asombrosa agudeza de la vista debieron el poder
discernir en los objetos animados sus mas pequeñas irregularidades, distin-
guir sus mas delicadas bellezas, sus gracias mas recónditas y percibir en fin
aquellos matices casi insensibles de contornos que al expresarlos con el pin-
cel ó el buril parecieron transmitir á la copia la verdad, el movimiento, y la
vida del original. Pardo, Cuadro de la transí, pág. 91.
—52—
diendo por los siglos anteriores guiados del hilo de la historia^
encontraremos las naciones del Asia y el África inventando
las artes, las ciencias y las leyes: llevando su luz por todas
partes, y haciéndola brillar como la de una anforch a clarísima;
cuando Europa era un país de hb.mbré's salvajes. Fué necesa-
rio que repetidas colonias condecidas del Ejipto (1) y del Oríen^
te por los Pelasgbs., Orfeo, Oecrope, Oadiuo, &, aioansasen
los padres de la sabia Grecia, mientras que los Fenicios y los
Cartagineses reducían á un sistema racional los pueblos del
otro extremo, mas ignoran tes cuando aquellos aportaron, que
los Americanos en los días de su descubrimiento y conquis-
ta. (2) Y como echar los fundamentos de las ciencias arguye
mas talento que el adelantarlas, no sé por donde hagan ma-
yores ventajas las almas que animan los cuerpos que tienen
las frentes arqueadas á las de los que las tienen planas.
4 Hacia el siglo VI, las luces que del Asia y el África se
habian ditundido por la Grecia y España en Europa, se eclip-
saron. Dos pueblos vinieron á sojuzgar las bellas provincias
<del imperio Romano. El uno salió del Korte de la Europa, el
otro de Arabia: el primero introdujo la barbarie hasta lo su-
mo; el segundo empezó á disiparla, y á elevar la Europa por
grados al alto en que hoy se halla. Bagdad era entonces el
centro de la política y cultura: y también Córdova, y Sevilla,
colonias que habían adquirido sus armas vencedoras. Aquí
era necesario viniesen los hombres de Francia, Italia y Ale-
mania que querían tener algún conocimiento en las ciencias
naturales, y por los conocimientos bebidos en las célebres es-
cuelas españalas, eran al regreso reputados en su patria por
brujos y hechiceros. ¿Qué se hubiera entonces juzgado sobre

(1^ Los Coptos en quienes


se conserva la raza originaría de los antiguos
Egipcios tienen aspecto de mulatos, y probablemente descienden de ne-
el
gros. Las facciones del; Esfinge copiadas de los primitivos pobladores de
Egipto son enteramente de africanos prietos, según lo manifiesta el diseño
del ciudadano Casas en su viaje pintoresco de Egipto. Herodoto pinta á los
naturales de este país. L. II, pág. 150 cubiertos de pellejo negro y cabello
crespo: y Blumembac en una memoria publicada en 1794 asegura haber di-
secado muchas momias egipcias, y que de sns observaciones resultan per^
tenecer á la raza negra, por sus pómulos elevados, labios espesos, narices
grandes y achatadas y prunelas resaltantes. Volney voyage en ¡Sirie T. I,
y es probable que Atlas y sus hijos primeros astrónomos, y poseedores deí
Egipto eran negros africanos. Carli, Lettre, T. II. Luego esta miserable ra-
za, acerca de la cual hoy se disputa si tiene la inteligencia de los hombres
blancos, fué la primera y verdadera maestra de éstos en las artes> las cien-
cias y la política.
(2) When Great-Britain was first visited by the Phoenicians, the inhabi*
tants, were painted savages, much than those of Tongata-
less civiliced,
boo, or Otahiti. The World displayed. Vol. 8, pág. 24: y los PPv Moheda-
»o* Hist. Lit. tom, 7, pág. 141-167, dicen lo mismo de España.
—53—
ésta comparación de rostros, como indicios de que unas almas
eran mas capaces que otras de las ciencias?
.5 Pero sea muy enhorabuena que las bellas facciones, bajo
el plan que las caracterizan los europeos, sean las señales mas
ciertas de la nobleza de los espíritus: en este caso todas las
naciones se disputarán la palma, pues en todas ellas hay pue-
blos capaces de competir, y exceder á la misma Venus. Yo no
tengo para que ponderar los habitantes de Georgia, Mingrelia,
Circasia, Oashimiry, ni de otros muchos paises de Asia, cuyo
aire magestuoso, y aspecto encantador llevan la palnia á los
de Europa en testimonio de muchos viageros.
6 En ninguna parte dice Mr. Bougainvilíe pueden encon-
trarse modelos mas bizarros de un Hércules ó de un Marte
que en Otahiti. Las mugeres tienen facciones no menos agra-
dables que las de Europa, y en la simetría y bella proporción
de sus miembros pueden disputársela á la mas aventajada.
Las del coutinente no tienen menos gracia que las isleñas. En
esta América meridional son comunes los ojos grandes negros
y animados de fuego, de que se pagaban tanto los artistas
griegos como un gran punto de belleza en ambos sexos, que
en todos sus bustos y medallas los ojos son mayores qué en
los de los antiguos romanos (1). Aun hoy el mayor elogio que
se hace en Oriente á una señorita fina, es decirle tiene los ojos
de la Antélope, hermoso animal de África y Asia, al cual pue-
de disputárselos^uestra oveja peruana, que los tiene tan be-
llos y centellantes. Como ellos caracterizan la constitución
delicada y sensible que influye el clima, los-ha marcado así en
el hombre como en el bruto.
7 Las islas de Pelew á donde el año de 1783 fué arrojado
poruña tempestad el capitán Wilson dan un noble testimo-
nio de las disposiciones naturales del hombre americano para

(1) Para darles mas gracia y fuego, los hundían en las cabezas ideales de
la escultura, mas de lo que les ofrecían los objetos originales, porque resul-
tando así mayor contraste de sombras y luz, resalta aquella animación que
según Plinio reside en los ojos: jprofecto iri'oculis animus habitat. Nat.
Hist. y el rostro adquiere expresión y vida. Con este fin las damas Atenien-
ses dejaban caerlos rizos del cabello sobre la frente hasta cerca de las cejas,
y las indias del Perú forman el urco ó monte, costumbre que se ha renova-
do en nuestros tiempos, porque de este modo brillan los ojos en el seno de
las sombras, el bbseivador concentra albí su vista y percibe los mas gracio-
sos relieves y contornos de la cara. Pues nota Edwars, que la naturaleza
para librar de la actividad de los rayos solares los bellos y tiernos ojos de
,las habitantes del Ecuador los colocó en cuencas mas profundas que en las
moradoras de Europa, que los tienen á flor de la cara. Y como por otra par-
te las ha concedido un pelo negro y espeso que ciñe y estrecha el ámbito
de la frente, reúnen la gentileza y elegancia de las íñas bellas facciones,
Spectandoe nigris oculis, nigrbque capillo. Horat.
Tom. vi* Literatura— 10
—54—
la civilizacióny cultura. Entre sus moradores sin comunica-
ción con ninguna parte del globo, se encontró tal amabilidad,
política, y delicadeza de sentimiento, que los ingleses quedaron
admirados de la excelencia de unos ingenios que por sí solos
habían sabido salir de la feroz barbarie, y escuchar la amable
humanidad. No supo la fecunda imaginación de Homero fin-
gir una tempestad mas horrorosa, ni una acogida mas huma-
na, Cuando las olas arrojaron á Ulises sobre la isla de CJalipso,
que las que experimentó el capitán Wilson al naufragar sobre
las rocas, y al ser recibido por los isleños de Pelew. Oigamos
á este mismo ingles pintar la hospitalidad, y cortesanía con
que él y sus compañeros fueron admitidos y consolados. "Los
isleños sintieron nuestros desastres, y procuraron aliviarnos
por todos los medios que podían ministrar. ISTo era esta gene-
rosidad aquella magnificencia ostentosa, que concede y extien-
de su favor, teniendo por fin, aunque á veces con disfraz, la
retribución. Era la pura emoción de una benevolencia natu-
ral. Era el amor del hombre para con el hombre." Lloraron en
Macao los ingleses la pérdida del niño Lee-Boo entregado por el
Rey Abba Thulle su padre, "para que aprendiera todas las
cosas que debían saberse, se hiciera un verdadero ingles, y
volviera a ser benéfico á su patria." La fatal viruela cortó las
esperanzas de este padre generoso, y malogró los cuidados de
los bretones, á quienes asombraban la rapidez con que su espí-
ritu avanzaba en el idioma, la escritura, y la aritmética, yaque-
lias maneras delicadas de atención y sagacidad, con que sabia
corresponder en las visitas, aun estando su imaginación sin
fijeza por los objetos nuevos que la herían.
8 Tampoco el África, aun en la Guinea y países adyacen-
tes en que está la mayor degradación, presenta una deformidad
tan absoluta como se cree. Los negros del Senegal poseen
hermosas disposiciones corporales, tienen la misma idea de la
hermosura que los europeos, y pueden competir en ella con
estos, prescindiendo del color, en que el prieto de azabache es
el que mas estiman. La nariz chata y frente aplanada no son
faccionesqueleshaimpreso la naturaleza. Provienen como ob-
serva el P. Terre. de cargar los niños á las espaldas, y con los
repetidos sacudimientos queda la madre, se estrujan contra su
nuca la nariz, frente y labio inferior del infante, "de donde na-
ce complanarse los dos primeros y formarse la geta del terce-
ro; lo que no sucediendo á los hijos de los nacidos en las colo-
nias no adquieren esa deformidad, de suerte que á la segunda
ó tercera generación tienen un rostro bien formado. Ya sé que
en estos climas ardientes parece que es otra la naturaleza hu-
mana, por la rudeza de los rostros, barbarie, y torpeza de lo»
ánimos; pero lo mismo sucede al norte de Europa y Asia don-
—55—
de el frió es duro, entre los Lapones, Samoyedos, Bo-
como
randianos, Calmucos, &
&. Sus caras y narices aplastadas,
sus mal formados miembros, su aire rústico, sus usos bárba-
ros presentan unas facciones tan contrahechas y desapacibles
que la costumbre que tienen de ofrecer los maridos sus muge-
res á los transeúntes, y estimar unos y otros se reciban, es por
satisfacerse de que no son tan feas, que desmerezcan la aten-
ción de los hombres mas bien formados; porque en los países
donde tiene mejor disposición el bello sexo como en Persia,
China, &, lejos de encontrarse esta franqueza, son los hombres
celosos.
9 ISTo puede, pues, la diferencia de facciones argüir diversi-
dad en los talentos; y cuando esto así sea, no tiene de que
gloriarse la Europa, pues si en ella se encuentran naciones
bien formadas, las hay también en las otras partes de la tier-
ra, y si la África en el centro de sus incendios produce hom-
bres que parecen entes ine/lios entre el racional y el bruto, lo
mismo sucede en los helados países del norte de Europa. De
aquí nace la consecuencia de que el espíritu racional está igual-
mente distribuido en todas las partes de la tierra. En todas
ellas es el hombre capaz de todo, si es ayudado por la educa-
ción y el ejemplo. Ya se vé que en las regiones templadas
por su situación ú otras causas serán mas rápidos y estables
los progresos; pero lentos en las heladas y ardientes por laim-
proporcion del clima, que, ó con su calor sofocante abate el
cuerpo, y le imposibilita al trabajo; ó por el rigor de sus ye-
Ios y continuada noche en la distancia del astro del día, le
permite únicamente abrigarse en las cuevas.
10 Supuesta la igualdad de proporciones en los países tem-
plados, solo se exceden los hombres en ejercer en unas partes
ciertas facultades mejor que otras por las influencias del cli-
ma. Así la solidez del pensamiento y el descubrimiento de
verdades que piden reflexión, me parecen sobresalir en los eu-
ropeos. Habitando un clima templado por una situación, que
en el medio de iguales distancias del Ecuador y polo, se incli-
na á éste, sin faltar la luz y calor que nutren la vida en el hom-
bre, el frió dá á sus nervios una elasticidad y tono capaz de
mucha atención y constancia.
11 A
los que nacen en este Nuevo Mundo ha tocado el pri-
vilegio de ejercer con superioridad la imaginación, y descu-
brir cuanto depende de la comparación. Yo por imaginación
no entiendo aquellas fuertes y tumultuosas impresiones exci-
tadas sobre nuestros órganos por objetos análogos, ú opues-
tos á nuestras pasiones, y en los que grabadas profundamente
recurren perpetua é involuntariamente, casi forzándonos á
obrar como á los brutos, sin deliberación, ni reflezlcn. Entien-
—56—
do elpoder de percibir con rapidez las imágenes de los obje-
tos, sus relaciones y cualidades, de donde nace la facilidad de
compararlos, y exprimirlos con energía, Por este medio se ilu-
minan nuestros pensamientos, las sensaciones se engrande-
cen, y .se pintan con vigor los sentimientos. De aquí esta elo-
cuencia asombrosa con que suelen explicarse los salvages de
América: las comparaciones naturales, x^ero fuertes de sus dis-
cursos, y la viveza en sus sentimientos. Después que liemos
oido algunas de las arengas de los guerreros de Arauco, esta-
mos persuadidos que Colocólo no fué menos digno del razona-
miento de Ercilla, que Néstor del de Homero. El sabio Sy-
bly (1) desafia á todas las oraciones de Demostenes, Cicerón ó
de cualquier otro grande orador de Europa, a que presenten
un trozo superior al de Logan al Lord Dumore, quejándose de
las injurias que habia recibido del coronel Cresap; y las reflexio-
nes y monumentos que aquel sabio reúne sobre esta materia,
le hacen establecer, que los salvages son formados en al-
ma y cuerpo sobre el mismo modelo que el Homo Sapiens
JEuropeus,
12 De misma preciosa fuente nace la destreza y pe-
aquella
ricia en y pintura, sin mas enseñanza que su ge-
la escultura
nio (2). En este segundo modo de expresar nuestras imáge-
nes é ideas, hay en Méjico, Quito, y el Cuzco una multitud de
artistas capaces de competir con los mas provectos de Euro-
pa, y también de superarlos, si tuvieran la instrucción que es-
tos reciben. Aquí en Lima, en el colegio del Príncipe, suelen
verse muchaclios indios aprendiendo á leer, que con un lápiz
copian las estampas de Klauver tan perfectamente, que es di-
fícil descubrir un rasgo de diferencia.

13 Me persuado que la imaginación, este precioso don déla


naturaleza difundido en América, brilla en especial en los lu-
gares circunvecinos al ecuador. Pocos legisladores ha habido,
dice un escritor [3], que pudiesen como Manco-Capac percibir
las inclinaciones de sus vasallos, compararlas con sus necesi-
dades, y convertirlas en su propio provecho, por constitucio-
nes llenas de sagacidad y benevolencia. La percepción que
renemos de los objetos, proviene de la exactitud con que los
órganos externos trasmiten á nuestra alma sus imágenes. Es-

[1] Natural Hist. of Man- pág- 212.


(2) Los salvajes Americanos figurando en sus pipas las imágenes de va-
rios animales etc., las que no carecen de mérito, y produciéndose muchas
veces con los golpes de la mas sublime elocuencia, manifiestan el germen
de su alma y razón: su sentimiento fuerte, y su imaginación ardiente y ele-
vada, que solo necesita de cultura. Grefferson; "on the state of Virginia."
(3) Oruthrie; Geografical Grammar. verb. "América." Carli. Lettre XIII.
Baynal, t. 3 pág. 156, 2)6.
!

' —57—
tas imágenes no son como vulgarmente. opinan los lógicos
pinturas hechas en los órganos exteriores: son modificaciones
de los extremos de los nervios, que exprimen al alma los ob-
jetos que los afecta li: son unas contracciones activas, que va-
riando la figura y posición respectivas de las fibras nerviosas,
sirven de lenguaje entre los entes materiales, y el ser inmate-
rial del hombre. Pudiendo estas variaciones suceder y combi-
narse de mil maneras, como las letras del alfabeto, pueden ha-
cer también otras tantas representaciones, y que se repitan de
continuo para formar la memoria, por la asociación y enca-
denamiento de unas con otras.
14 Siempre que todaslas impresiones dimanadas de un objeto
caigan sobre un nervio que se afecte con facilidad por ellas,
resultará tanta diversidad de modificaciones en sus fibras,
cuantas fuesen las mociones excitadas por aquellas impresio-
nes: de consiguiente el objeto será exprimido por todas sus
partes, y con todas sus variedades. Percibirále con claridad
el alma, y se penetrará tanto mas de él, cuanto mas tiempo
le tuviere presente, ó se le repitiere con mayor frecuencia. Por
el contrario los extremos nerviosos, cuya firme constitución no
es fácilmente afectada por pequeñas mociones, no esprimirán
sino á medias los objetos, esto es, solo en sus mas fuertes ras-
gos ó coloridos. Así no podrán ser ni bien representados, ni
mejor percibidos. Desvaneceránse presto, y para concebirlos
serán necesarios repetidos actos y contemplaciones.
15 Es propiedad de los nervios débiles ser movibles, y afec-
tarse con el menor grado de axcitamento de un modo convul-
sivo, fuerte y tenaz.. Las histéricas dan pruebas repetidas de
esta verdad, y mi esposa (1) que ha padecido casi todos los
síntomas de esta rara enfermedad, me ha ofrecido mas obser-
vaciones que los libros que tratan de ella. En su estado desa-
nidad, lo mismo que cualquiera otra persona, no percibe luz
en medio de las tinieblas de la noche; pero cuando ha llegado
á debilitarse, poniéndose muy sensibles sus nervios, ha visto
con claridad á media noche, y descubierto-todos los trastos de
la pieza en que dormíamos. Esto no es sino porque la impre-
sión resultante de la débil luz mezclada con las tinieblas, ha
sido capaz en ei te estado de movilidad convulsiva, de excitar
los nervios á adquirir una posición, que en otra circunstancia
necesitaba de una luz fuerte. Como el temperamento de Lima

íl) Doña Manuela de la Cuba y Rocha, natural de la ciudad de Arequi


pa ¡ Cara esposa ya no existes

"Me quoque, me cúrrente rota revolubilis ©tas


"Volverit in tenebras, y, sponsa, ipse sequar," •
—58—
produzca un sistema nervioso débil, se sigue que con facilidad
se excite á la presencia de los objetos para representarlos, y
que conserve con, tenacidad estas representaciones por todos
los coloridos del mas fuerte al mas opaco y sus mezclas. El es-
píritu de animación ó vitalidad, que si no es el fuego se avi-
va con él, debe en estas regiones calurosas pasar con fuerza é
iluminadas al alma las palabras con que le habla el sentido.
Este vigor de expresión hace que el alma atienda, aun cuando
está distraída. Con la fuerza y novedad de las representacio-
nes se fija sobre ellag, las vé por todos lados, y entonces nacen
nuevas relaciones, que la hacen descubrir y comparar otros y
otros objetos que se presentan por asociación: los coteja, y entre
sus simpatías y contrastes, se vá penetrando de su objeto,
dándole nueva luz, y color distinto del que anima al original;
pero que compite con él mismo al volverle al mundo por la
palabra ó el pincel [1].
16 ííace de esta fuente el adelantarse en nuestros niños el
talento á la edad, porque la fuerza de las impresiones los hace
atender y percibir con claridad en años, en que según las le-
yes comunes debe faltar la atención, madre de las ciencias.
Asombrados algunos escritores ultramarinos de esta prodigio-
sa anticipación de nuestros talentos, han creído se anochecían
también temprano. Pero esta es una consolatoria, dice un au-
tor inglés (2), para moderar el sentimiento de la desventaja.
En efecto conforme á las influencias de nuestro clima, los ner-
vios deben mantenerse flexibles, y animados hasta-la vejez,
la cual debe ser larga bajo de un temperamento, en que es
preciso tarden mucho para encallecerse los vasos. De aquí es
que aquellos que no se malogran por sus excesos en la juventud
viven tanto, que Lima es nombrada el pais de los viejos, y sus
escritores, y sabios los mas célebres tienen en la ancianidad
tanta actividad y fuego en su cerebro, cuanto en el ardor de
la juventud.

(1) La vivacidad y energía con que las ideas van pasando delante del al-
ma de los indianos, y la fuerte atención que en consecuencia pone ésta, es
una de las causas de su nimia timidez. Cualquier impresión que en estas
circunstancias reciban sus órganos delicados la pasan con fuerza al espíritu
ge interrumpe la cadena de las ideas, y para la contemplación del alma
hasta tanto que predomina el primero ó segundo orden de sensaciones. La
sorpresa se apodera de ella en esta suspensión, acompañada del miedo ó
recelo, de si el nuevo impulso traerá algún peligro á la vida del cuerpo. Un
golpe de ventana causa un estremecimiento involuntario á un americano, y
un cañonazo no altera á un alemán. Quizá esta sensibilidad cooperará á fo-
mentar la pereza de los indios, pues como opina el hermoso ingenio de Dar-
win, empleándose en las funciones de ella una gran parte del espíritu de
animación, falta para el fomento y fácil movimiento de los esfuerzos y ejer-
cicios de la voluntad.
(2> Register Annuel 1793. Eiografical anécdotas, j>á,¡¡. 65,
—59—
Nec tarda senectus
Debilitat vires animi. Virg. iEneid. IX.

17 Estas preciosas prerogati vas del clima no se distribuyen


con igualdad en todos los que nacen en él. Varian según la
proporción en que se mezclan las tres diferentes razas de hom-
bres que engendran á los habitantes de Lima. En la tabla si-
guiente se indican estas mezclas, y se caracterizan con notas
sacadas de la observación.

LAS ABREVIATURAS DE LA TABLA SEÑALAN EL HOMBRE


Ó LA MUGER.

Eur Europeo.
Crio Criollo.
Bl .Blanco.
Mest ______ Mestizo.
Ouart Cuarterón.
Quint Quinterón.
Zamb ., Zambo
Zam. pto Zambo prieto.
Neg .. Negro.
TABLA
DE LAS DIFERENTES CASTAS QUE HABITAN EN LIMA, SU ORÍGEÑ,
COLOR Y PROPIEDADES. El COLOR BLANCO ES EL
PRIMITIVO DEL HOMBRE. Sü ÚLTIMA DEGENERACIÓN ES
EL NEGRO.

N? I.

Conservación del color primitivo, y regresos hacia él en sus


degeneraciones.

ENLACES. HIJOS. COLOR. MEZCLA.

Varón. Mujer.
Europ Europ. Crio, Bl. (1)
Crio Crio... . . .Crio Bl (2)
Bl India.. ...Mest .Bl (3>
Bl l.-Mest... ...Crio... Bl
Bl..... TSeg.... . . .Muí . . -4 Xeg. i B1-. (4>
Bl Muí... . . .Cuar.. i Neg. | Bl. (5)
Bl Cuart... Quint
. . . i Neg. £ Bl . . . _-

Bl Quint.. ...BL...,.
Neg ...India. * Chino
.
.- . I , . . . . -
.

TABLA;

N? II

SALTA-ATRAS, O DEGRADACIONES DEL COL0R PRIMITIVA

ENLACES. HIJOS. MEZCLAS.

ííeg. Keg; Neg.. ................... (é)


Neg. Mal. Zamb f Neg. J BL. . ...".. .'..

Ñeg. Zam. Zamb. pto £ Neg. fc Bl. . . . . „

Keg. Zam. pta. Neg . . . . .yi Neg; r6 BL .......


Neg. China. Zam . ..-.....**

(1) Eetrato de sus padres, corazón mas suave, alma mas pron-
ta> y penetrante; pero menos fuste en el pensar y obrar.

Emollit ánimos clementia caelü

j(2) Eetrato de sus abuelos, si han sido andaluces. Si del nort©


de España pierde el rojo de las mejillas, el blanco algo se
quiebra, y permanece así en las generaciones siguientes.
Suele retroceder en ellas sacando el pelo rojo, y ojos azu-
les del tronco de su familia. Propiedades, las del espa-
ñol criollo;
(3) Mestizo. Habita por lo regular á las faldas de la sierra.
Constitución hercúlea, espíritu y disposiciones exteriores
como las de los gallegos, y otros pueblos montañeses dé
España. Su color un blanco que tira algo á amarillo,
muchas veces blanco enteramente, sacando los hijos los
ojos azulesj y demás rasgos (de sus padres europeos.
Tom. vi. Literatura-—!!
.

(4) Pierde la robustez de sus padres. Su alma adelanta influí*


to sobre la de los negros. Imaginación acalorada, lengua
Voluble, amor al lucimiento. Haria progresos en la elo-
cuencia y poesia si la educación auxiliara al genio. Este
ente medio entre blanco y negro legítimo atrae con mu-
cha fuerza la atención de un filósofo. La naturaleza se ha
complacido en que aveces en el mulato entren por iguales
partes el color blanco y el negro. Eu Londres hubo un
hombre, hijo de un europeo y de una negra, que tenia
en el lado derecho el pelo y color del padre, y en el iz-
quierdo el de la madre: una línea dividía ambos por enme-
dio del cuerpo paralela la del pecho á la delaespalda. Joan
Klark hijo de un negro rico y de una inglesa, de la cabe-
za á la cintura era un hermoso inglés, de la cintura á los
pies un feo africano. Casó con una bella señorita que ig-
noraba esta deformidad, y cuando llegó á descubrirla mu-
rió de terror. En cuanto á las propiedades del mulato, se
ha observado en el cabo de Bueña-Esperanza, que el que
nace de Europeo y Hotentota es altivo y capaz de em-
prenderlo todo; pero el que nace de Hotentote y Europea

es manso y suave.
(5) Cuarterón y quinterón adelantan en el color al mulato,
pero pierden de su fuego.
(6) El negro criollo en disposiciones de cuerpo y alma, y tam-
bién en vicios aventaja á sus padres nacidos en África.
Los salta-atras, ni tienen la robustez africana, ni el talento
español, ni la imaginación indiana; pero heredan las malas in-
clinaciones de sus padres.

Nota. Lo que hemos expuesto en estis tablas debe recibirse


en un sentido general; pues al contraernos en particular, nin-
guna casta encontraremos en el mundo, en la que al lado de
los vicios no se hallen hombres virtuosos de bellos y estima-
bles talen tos. Además que en el universo entero las naciones
que bajo el freno de la religión y la ley crian los hombres de la
cultura y el saber, roto aquel, solo producen monstruos y ca-
níbales, porque no sé que espíritu maligno ha hecho cundir en
todo el género humano un corazón sanguinario é impío, que
es preciso moderen de continuo la moral y la política.
Oh ervacion. El hedor de la transpiración de las razas pri-
iiiiüvases diferente. El del Europeo, y del Africano es alcali-
no, y ei del Indio vinagroso. En el jmmero se desenvuelve en
los pies, en el segundo en las glándulas subaxiíares, y en el
tercero por toda la cutis. El ácido de la transpiración indiana,
que en el idioma quichua se nombra poseo, neutraliza con fa-
cilidad el álcali del Europeo 6 pezuña, y el del Africano ó gra-
—03—
jo. Mezclado este con el segundo predomina en las castas re-
sultantes.
18 Infiérese de aquí que la animalización está mas perfec-
cionada en el Europeo y Africano que en el indio dé la zona
tórrida. En efecto son mas fuertes y tienen las carnes mas fir-
mes. Las del ludio son flojas y como la grasa es el aceite
concretado por los ácidos que abundan en esta nación, se po-
nen regularmente tan gordos, que para ponderar este estado
en un español decimos: parece un cacique.
19 El alimento animal continuado hace perder el hedor
vinagroso de la transpiración indiana, y convertirla en el del
fósforo ú oriuoso. El alimento vegetal modera, pero no extin-
gue el hedor nativo del negro.
20 La transpiración del español criollo es alcalina ó acida,
sesfun que se alimenta mas de carne que de vegetales, ó al
contrario. Y con esta consideración pueden componerse las
diferentes opiniones de los dos Príncipes de la Medicina Tro-
pical Hillary, y Mosely. El primero establece que la transpira-
ción de los habitantes de la zona ardiente tiene un olor seme-
jante al del espíritu de cuerno de ciervo disuelto en mucha
agua, y el segundo al del espíritu de vinagre.
SECCIÓN m,

INFLUENCIAS DEL CLIMA EN LA¡


ENFERMEDADES,

ENFERMEDADES DEL CUERPO,

i El hombre antes de morir padece muchas alteraciones en


su salud. Una parte de estas proviene del abuso que hace de
las cosas que se le concedieron para su subsistencia y recreo:
la otra de las calidades del cielo bajo del cual mora. aun áY
las primeras extiende el clima sus influencias, pues según
las disposiciones que engendra en nuestros cuerpos, así es la
capacidad de estos para resistir ó ceder al daño que les ame-
naza en el ejercicio de sus necesidades y pasiones.
2 Por eso el estudio de la medicina debería empezar por el
del clima, pues que según la varia posición y condiciones de
este deben variaren la aplicación las reglas generales de aque-^
lia. La medicina que se practica en Egipto, decia el exacto
Celso, es diferente de la que se practica en Roma [1]. En el
ejercicio de esta obscura facultad, nada puede ministrar una luz
ínas clara, que las observaciones de las cualidades y variacio-
nes del temperamento unidas á la historia de las alteraciones
que han producido en el cuerpo humano. Aquí propiamente

(] ) "Differre quoque pro natura locorum genera medicinas, et ajiud opus


$«ee Komae, aliud in jEJipto, aliud in Gallia. Praef. fol. 8,
—66—
un dia enseña á otro: dies diem docet. Las epidemias descritas
en Coo, Londres, y París por Hipócrates, Sydeuham, y Ba-
lonio las considero mas útiles, que la aplicación que de las le-
yes de la mecánica, de las análisis, químicas, de los espasmos,
y estímulos han hecho los médicos para explicar los fenóme-
nos del cuerpo vivo. Es lástima que cuando en prosecución
.del trabajo comeuzado, quiero imitar á estos hombres esclare-
cidos, carezca de sus talentos y juicio, para concluir conacier^
to esta parte de la obra que hó emprendido.
3 Dos cosas importantes hemos notado Secc. I %. IY. y XI,
8: la primera, que el temperamento de Lima es caliente y hú-
medo; y la segunda que su atmósfera está en una variación
continuada la mayor parte del año, entre la iluminación solar
y la sombra de las nubes, ó entre el calor y el frió. La prime-
ra condición dispone los cuerpos á las enfermedades, y las ex-
cita la segunda.
4 El calor y la humedad combinados hacen endebles los
cuerpos, y los exponen á todos los males que nacen de esta
constitución en los diversos tiempos de la vida. Entre ellos al-
gunos la siguen hasta^ el sepulcro, cuando el trabajo y la tem-
planza no han sido llamados en tiempo á su socorro. La blan-
dura del clima solicita á los placeres del tacto, y su abundan*
cia sacia los del gusto. Por ambos caminos se enerva el poco
tono con que nace el cuerpo. En los órganos de la digestión
es donde primero aparecen las señales de debilidad. En el
tiempo de la lactación perecen muchos niños de convulsiones,
causadas por la indigestión de la leche. Los insultos epilépti-
cos y otros semejantes les son frecuentes cuando comienzan á
usar los alimentos comunes,
5 En la edad media los cólicos y lipirias son enfermedades
de todo el año, aunque en mayor número en estío: porque el
estómago mas débil con el sudor, está menos apto para tolerar
los excesos en la dieta. Tan persuadidos se hallan los hijos de
Lima de la debilidad de sus estómagos, que no hay enferme-
dad, cuya causa no busquen en los empachos. Y es verdad que
la mayor parte de los males que padecen toman su origen, ó
están complicados con afecciones gástricas: esto es, con aque-
llas en las que abundan humores nocivos en el vientre.
6 Considero á la debilidad estomacal como la fuente fecun-
da de la asombrosa multitud de enfermedades convulsivas de
Lima. Las mugeres en especial las padecen de tantos, y tan
diferentes modos, que después de haber registrado cuanto se"
ha escrito sobre esta enfermedad, y aplicado sus remedios,
quedó convencido de que era un Proteo, por lo común supe-
rior á las fuerzas del arte, y que solo cedía á la templanza, al
trabajo corporal, y á la tranquilidad de espíritu. Los desórde-
-67-
ñes que causan las convulsiones eu la circulación de la sahgíé
barajan comunmente el orden de los flujos mensuales, de don-'
de nace una nueva serie de los padecimientos expuestos, qu8
mutuamente se arraigan con postración del cuerpo.
7 En la edad de la juventud mauifiesta también el pecho
estar sujeto á los efectos consiguientes á la débil constitución
del cuerpo y principalmente del estómago. En este período de
la vida couiienzau á verse disposiciones á la tisis, y á entablar-
se asmas ó ahogos; de los cuales la mayor parte tienen su
'

asiento en los órganos de la digestión. Corriendo los años de


la virilidad, los que con el trabajo y la templanza no han pro-
curado oponerse á las influencias del clima y las pasiones, ven
agoviada su ansianidad por obstrucciones indomables de las
entrañas que encierra el vientre. El sistema linfático pierde
su potestad inhalante, así las congestiones glandulares se
endurecen, y haciendo un obstáculo á la circulación se sigue
la hidropesía á cuya curación se opone la humedad del clima.
Invertido en estas circunstancias el oficio de los vasos interio-
res, y de los cutáneos, se hallan aquellos sin acción al rededor
de los cúmulos de agua, al tiempo que estos otros la aumen-
tan, chupándola abundantemente de la atmósfera.
8 Por estas mismas causas se forman tumores en las glán-
dulas situadas en otras partes del cuerpo. Los pechos y útero
de las mugeres los padecen á menudo, y suelen degenerar en
cirros y cancros que traen consigo todos los temores y tormén-
tos de la mas cruel de las enfermedades. En este clima se te-
me muchísimo, y con razón semejante mal, especialmente en
el útero, en donde no hay el recurso del cuchillo, como en los
pechos y labios: ademas es muy vergonzoso j humillante á
las pacientes. Pero lo cierto es que el legítimo cancro no es
tan común como se cree, y que una gran parte de las úlceras
reputadas por cancerosas son venéreas, que se hacen incura-
bles y aun se convierten en las primeras por la preocupación
é ignorancia con que se les socorre al principio. Las desgra-
ciadas mugeres con solo el nombre se llenan de terror, y para
curar el cuerpo, y algunas veces tan solo á la imaginación,
aplican sin discernimiento muohos remedios capaces por sí
de lastimar el útero.
9 Si el calor y la humedad disponen nuestros cuerpos á las
enfermedades, la variación del calor al frió es quien las exita.
Es tan poderosa la acción de este agente sobre el cuerpo hu-
mano en la zona ardiente, que se puede asegurar, aunque pa-
rezca una paradoja, ser la causa principal de las enfermedades
que se padecen en ella.
10 Nuestra cutis es mas delicada, los poros están mas abier-
tos, y la transpiración es mucho mas abundante que en las
—OS—
legiones ultra tropicales. Para contrabalancear las continua-
das variaciones del aire en la zona ardiente ha establecido Xa,
naturaleza, dice el excelente observador Moseley, una circula-
ción mas fuerte sobre la cutis de sus moradores, que sobre lá
de los que habitan el resto del globo. Las transiciones de ca-
lor á frió dentro de los trópicos son las mas veces tan débiles
que no alteran el termómetro; pero bastan para obrar con vi
veza sobre el cuerpo humano, por el estado de relajación en
que se halla*
11 El calor aboca la transpiración á la superficie, y el frid
que sobreviene la reprime y desordena. (1) Queda por consi-
guiente encerrada en el cuerpo una parte de los humores que
ya estaban separados del círculo para ser excluidos por la cu-
tis. Debajo de ésta se hacen nuevas combinaciones de los di-
versos gases y elementos que componen el humor transpira-
ble. [2] Foresto, que se anide aquí ó que revuelva al círeulo<jon-
ducido por los vasos absorventes, ya és un humor extraño
que, ó aumentando la degeneración de los líquidos, ó produ-
ciendo estímulos desacostumbrados, engendra las enfermeda-
des. Como el frió obre en el cuerpo suprimiendo su transpira-
ción, el primer efecto que produzca eñ él debe ser la constipa-
ción ó catarro. Es preciso pues que esta enfermedad sea lá
mas general en Lima, y la que origine ó acompañe la mayor
parte de las otras.
12 Los hechos manifiestan ser esta una proposición verdar
dera. El resfrio exaspera fuertemente las enfermedades cróni-
cas, que hemos mencionado; y deben evitarle con cuidado las
personas que quisieren precaver los retornos del asma, las con-
vulsiones, y cardialgías. El resfrio perturba el orden de las en-

f
l] He adoptado el común modo de explicar las afecciones que padece el
cuerpo humano expuesto á la vicisitud de calor y frió, Pero algunos pien-
san que el frió que sucede al calor no es quien produce el catarro; sino que
poF el contrario sobreviniendo el calor al frió exdita un estado inflamatorio
en las partes que estuvieron expuestas á este, por lo" que en el catarro lejos
de disminuirse se aumenta la pers liracion, y que la falta de estaño conspi-
ra contra la salud, como se vé t n los pueblos que se frotan el cuerpo con
! untuosos, y en nuestras célebres cabezas cargadas de sebo y harina para
manifestar seriedad, siendo esto una verdadera pantomima. Darwin: Zoo-
nomia vol I. par» 2. Mitlier: Medical Bcpository voí. 2* n. 1. pág. 55.
Dejemos al tiempo aclare estas ideas, contentos con seguir por ahora las an-
tiguas*. Véase Secc. IV. §. VL 6.
(2) Opina el Doctor Mitchel que al transpirarse el fluido acuoso de la san-
gre, queda debajo de la cutis cantidad de "carbone," fósforo, azoote. hidró-
geno, y en mayor porción de oxígeno; y que de estos gases se forman
varias combinaciones que dañan la constitución del cuerpo. Porque ó esti-
mulando la cutis originan las erupciones, ó llevadas por los vasos absorven-
tes á los sanguíneos producen diversos géneros de fiebres. Y que la combi-
nación del septon [ azoote J con el oxígeno es la que forman las materias
contagiosas y pestilenciales* Medical Bepository vol. 3. t. 2. pág. Í6L
—69—
fertnedades que reinan en los tiempos tranquilos ó iguales; y
es un catarro el principal accidente y casi único que nace con
las estaciones, y se renueva por la variedad de sus dias.
13 Los síntomas primeros con qne se presenta son pesadez
y desvanecimiento de cabeza, sensación de frió, flaqueza de
cuerpo, y dolores vagos en todo él. Según es mas ó menos
fuerte la alternativa de calor y frió que produjo estos prime-
ros efectos: según se ha ejecutado en periodos nias ó menos
largos: conforme á la humedad abundante ó escasa, y á los
vientos sures ó nortes que la acompañan; así también es la
forma de que se viste, y la gravedad que toman en su decurso
el catarro.
14 En V. se halla descrita ja constitución del año
la Secc.
de 179.), enfermedades que en él reinaron, de donde se
y las
puede deducir la comprobación de lo que vamos establecien-
do. Sin embargo, presentando aquí una vista general del año
médico ó de las tempestades y sus variaciones, con los acci-
dentes que se originaron de ellas, pondremos el último con-
vencimiento, formándose una cadena entre el raciocinio, la ob-
servación y los hechos,-en la que los eslabones se junten sin
dificultad, y se sostengan con firmeza,
15 La primavera parece ser la estación destinada entre no-
sotros á dar nacimiento á las enfermedades del año [1]. En
ella no solo aparecen las que le son peculiares y terminan á
su fin, sino que también alumbra las epidemias que se le han
de seguir, Aunque a la entrada de otoño hay constipaciones y
enfermedades muy graves, rara vez llegan al estío. Pero las
epidemias nacidas en primavera dan vuelta -al año, y aun se
renuevan á su regreso. En esta estación el hombre recibe so-
bre su cutis mayor cantidad de calor que en las dos anterio-
res. El movimiento de los humores se dirige, como en todos los
entes organizados hacia la superficie. Pero variando la cons-
titución del tiempo por frecuentes retrogradaeiones al temple
de invierno, quedan encerradas debajo déla cutis las semillas
délas fiebres erup ti vas, que forman entre nosotros las epide-
mias mas generales, y comunes: las actúa el estio, y se resisten
á las influencias del vario otoño, cuyas enfermedades ceden al
imperio del verano.
16 Luego que en el equiuocci- de Setiembre soplan lo
vientos australes, nace el catarro con sus síntomas comunes,
mas 6 menos fiebre, destilación de narices, toses, fluxiones á
la garganta, hemorragias de narices y pecho. Son frecuentes

[1] No es aplicable á nuestro clima el, ver satiiberrimiimíet minime exitia-


'e. Hippocrat. Secc. I1T. apbor. TX.
Tom. vi. Literatura — 12
-70-
los malpartos, y movida excita vómitos y evacua-
la atrabilis
ciones. Todos estos males -proceden del mismo principio.
El soplo repentino de los sures y la humedad que traen consi-
go constipan los cuerpos, que empiezan á sentir mayor calor
con la entrada de primavera. E! circulo de la sanare se per-
turba; carga con mayor fuerza y cantidad los vasos del pul-
món, útero, y otras entrañas, y se siguen los accidentes nume-
rados, en especial en los pictóricos y débiles.
17 Si Octubre es austral y húmedo, se entablan fiebres ca-
tarrales en toda forma, y las acompañan fluxiones á la gar-
ganta. En lo general estos catarros son benignos; pero suelen
convertirse en neumonías con una especie de ansiedad y opre-
sión sobre el pecho de que se sana á paso lento. Si Octubre es
boreal, y vario los catarros pasan con prontitud á pleuresías
vi liosas muy graves. Noviembre es el mes mas temible del
año. Sus variaciones son muy prontas, y couforme vá avan-
zando hacia el solsticio las pleuresías y perineumonías bilio-
sas son mas frecuentes y peligrosas, especialmente si el tiem-
po no es húmedo y sopla el norte. El frió obra poderosamente
en esta circunstancia, por cuya causa mueren algunos de im-
proviso por catarros y perineumonías que sofocan [1"|.
18 Cuando la primavera es muy húmeda salen á la cutis pa-
peras y mucha sarna.
19 Después de una primavera airosa en que ha habido mu-
chos catarros, á su salida aparecen sobre la cutis, á veces la
escarlata, j por lo general el sarampión, que forma una epi-
demia.
20 Cuando la primavera ha sido serena sin humedad, y con
pocas variaciones, se goza en ella de salud, pero amenazan
viruelas.
21 En el solsticio deestío hay parálisis, insultos apopléticos
y muertes repentinas, en especial en los viejos, que se expo-
nen con el cuerpo sudoso al soplo del sur, que entonces es con
viveza.
22 Cuando el estío trae iguales y en calma los dias, estén 6
no cubiertos, hace un bello y saludable tiempo, y aun si se
desenvuelve alguna de las fiebres eruptivas que salen de pri-
mavera, corre con benignidad. Pero si se anticipa el soplo del
norte, con los frios y variaciones atmosféricas, se perturban
las enfermedades: sobrevienen toses violentas, reumatismos y

(1) "Mense Novembri anuí 1794, veré existente austrino, varío, et in-
clementi: febrium catarralium feracíssimo, grassabatur Limae anginae stran-
gulantis species. Juvenis prehensus, cui pulsus parvus, blandus, paruní
frecuens; sed prominentes, et torvi erant oculi, duui sumo uixu spiritum
trahere contendit, e lecto prosiliens mortem occumbit. Unanue de broncho-
tome. Lirme 1798."
—71—
pleuresías: y las intermitentes de otoño se adelantan disfraza-
das con el catarro.
23 La transmutación del estío al otoño se hace por grados
ó repentinamente, y nuestros cuerpos padecen según la acti-
vidad de las variaciones del tiempo. Nacen los catarros pri-
mer efecto de la transpiración alterada, y se siguen las fiebres
intermitentes con el carácter de continuas; pero las hace co-
nocer el sudor que acompaña á las remisiones (1). La natura-
leza próvida parece que intenta por medio de ellas restablecer
en la cutis la transpiración abundante, que suprime la varia-
ción de las estaciones y evitar las funestas consecuencias de
un trastorno repentino.' Mas como el frió sigue aumentándose
y oponiendo resistencia sobre la cutis á la acción del sistema
vascular, se dirije ésta á las superficies interiores del vientre.
Si el otoño es húmedo presto aparecen las evacuaciones, que
se hacen mas tenaces continuando la humedad, y si sobrevie-
nen dias varios se ponen acres. Nacen las disenterias, las que
según el calor que ha habido en estío, y la humedad que ha
sucedido en otoño así tienen su índole y su extensión.
24 Endeble la acción del sistema vascular sobie la cutis, las
enfermedades de ésta que entran en otoño se hacen peligro-
sas, no pudiendo seguir una carrera expedita en su brote y ma-
turación. El estado de relajación del cuerpo después de los
calores activos de estío, la Secreción abundante de la cólera
que este promueve, y los muchos materiales indigestos que
ocupan las primeras vías á la entrada de otoño, son la causa
de que sobreviniendo el frió de esta estación, aparezcan fiebres
de mala calidad. En las continuas las hay malignas ó lentas
nerviosas. Éntrelas fiebres periódicas se observan algunas, y
se formaban epidemias de letárgicas en años anteriores. Han
minorado después que se introdujo el empedrado de las calles
y limpieza de ellas. La experiencia manifiesta que los países,
en que la atmósfera está en contacto con la superficie de tier-
ras y aguas podridas, padecen pestilencias de intermitentes
perniciosas. Los que las han tenido en la zona tórrida suelen
recaer al tiempo de las fases lunares, por el resfriamiento que
regulara] en ten causan en la atmósfera. (2) Cuando al otoño
húmedo sigue un solsticio vario aparecen diversas erupciones
miliares y erisipelas.

(1) El carácter de la epidemia reinante, las orinas latericias, 6 con sedi-


mento de color de ladrillo molido, y ciertas vibraciones del pulso, que son
peculiares á las fiebres intermitentes, conducen al mismo objeto. Mercar.
Per. t. 3, pág. 123.
(2) Jakon: A treatise on the ferves of Jamaica, pág. 90, reúne muchos
techos curiosos que comprueban esta observación.
—72—
25 liige de manera la variación de la atmósfera la de los.
cuerpos, que si después de dias calurosos, enfria la atmósfera
sin lluvia hay al punto catarros, toses, reumatismos; y si con
lluvia que humedezca evacuaciones copiosas. Sien medio de
los dias lloviosos varia el tiempo poniéndose cálido, sobrevie-
nen con el catarro erupciones y anginas, principalmente hacia
la primavera: y si vuelve la humedad regresan las evacuacio-
nes. Tan cierta é importante en la práctica es la máxima de
Sydenham de que la disenteria es la fiebre de la estación converti-
da á los intestinos. Cual es el carácter de las calenturas que se
presentan á la entrada de otoño, tal es el de la disenteria en
que las convierte la humedad y el frió. Cuando á un otoño hú-
medo sucede igual invierno, continúa la disenteria. Cuando se
pone vario el invierno, anticipa las enfermedades de primave-
ra. Cuando es sereno con lluvia moderada, saludable. Cuando
sereno y seco se goza de salud, jjero hace mucho frió, y los
viejos padecen de orina, por la transp ración acre que se en-
camina por aquellas vias. El soplo del norte en esta, como en
en las otras estaciones, aumenta el frió, de donde se originan
pleuresías inflamatorias.
28 En el centro de estío é invierno se encuentran los dias
mas saludables, por ser los mas iguales, á causa de que la fuer-
za del calor tiene despejada en el primero la atmósfera, y la
del írjp cerrada en el segundo, por lo que no hay variaciones.
En el resto del año se suceden la enfermedades del modo ex-
puesto. El catarro es su principio, y se puede decir que todas
lasque le siguen son la misma enfermedad, variadas según las
combinaciones que hemos notado. En efecto las pleuresías, y
reumatismos son enfermedades catarrales. En las eruptivas lo
son sarampiones, escarlatas, y tos demás exantemas que pa-
decemos.
27 Eceptúo las viruelas, porque aunque algunos son de opi-
nión ser de una misma ó idéntica naturaleza sarampión y vi-
ruelas, pero á mí me parece que nacen en constituciones di-
versas. Lósanos secos cálidos y serenos anuncian viruelas.
Los húmedos varios y airosos engendran el sarampión y de-
más males erisipelatosos efectos de catarro. Nacen del mis-
mo las tercianas de otoño, y las evacuaciones en que se con-
vierten, pueden decirse catarro intestinal.
28 Al recorrer de uno á otro extremo el año médico de Li-
ma, se vé ser el frió la causa general de las enfermedades que
dan vuelta en torno de él, en la variación frecuente de la at-
mósfera. Sucediendo á menudo al calor el frió, la transpira-
ción se suprime y aparece el catarro, que reina en las cuatro es-
taciones, y precede y acompaña á todas las otras que en ellas se
'
— JO
forman. Algunas veces estos males catarrosos se han exten-
dido con rapidez y malignidad ñor las provincias del reyno, y
formado nna fuerte epidemia o pestilencia He mencionado an-
teriormente Secc. I. § VIL que la fatal peste que siguió á un
eclipse de Sol el año de 1720 en todas nuestras provincias del
sur, fué un catarro de mala índole. Traía postración de fuer-
zas, y dolores execi vos de cuerpo, en especial al costado, es-,
putos de sangre, respiración difícil y poca fiebre. (1) En el año
de 1759 se repitió esta misma dolencia con los propios sínto-
mas, aunque con menor mortandad (2). En una y otra oca-
sión el catarro ocupó principalmente la sierra ó parte interna
del reino. A
la entrada del otoño de 1749 apaieció en Lima
esta epidemia é hizo muchos estragos (3).
29 Empero el sarampión me parece haber sido la enferme-"
dad que ha repetido con mas frecuencia, extendiéndose y for-
mando epidemias peligrosísimas, que son las únicas de que se
han escrito varios discursos por nuestros médicos, y de los cua-
les se ha perdido el mayor número. El sarampión conforme á
lo que llevamos repetido, es una enfermedad catarral. Según
los apuntes que he podido encontrar, y lo que ha acontecido
en el tiempo de mi práctica, ha formado una constitución epi-
démica en los años de 1028, 34, 35, y 1693, 1784, 87, 95. En
los años de 1693, 1787 y 95 Causó muchas muertes.
30 Es digno de notarse que las epidemias de la sierra han
comenzado por el Sur, propagándose de Buenos Ayres al
Ecuador. Por el contrario las de la costa vienen siempre del
Ecuador ó lado del norte para el trópico. En todas estas pes~
tilencias la nación índica ú originaria del pais es la que mas
ha padecido. Me parece que la causa del primer fenómeno con-
siste en que las referidas pestilencias se forman, como vá di-
cho, en el desorden ó variedad de las estaciones del año. En la
sierra el viento S. E. soplando con fuerza rompe la atmósfera,
y hace los dias desiguales, ÍTaee con ellos el catarro, y se ex-
tiende en la misma dirección que corre el soplo de aquel vien-
to. Como este no sobrepuja la cordillera occidental, queda la
costa libre de sus influencias. Los dias varios en que echan
sus semillas las epidemias de la costa son los de primavera.
Entonces la variación empieza por el norte, ya por los vientos
que vienen de allá perturbando la constitución de la atmósfe-
ra, y ya porque la inmediación de aquellos lugares á la línea.
les hace sentir primero el calor, y se anticipan los dias desi-
guales.

(i) Botoni: de la circulación de la sangre, impreso en Lima 1723.


(2) Ulloa: Entretenim. American. XI.
(3) Papel impreso por orden de la Junta de ilustres Regidores j Cuerpo
de Medicina.
—74—
31 Aunque el abandono y miseria en que viven los indios
sean la cansa principal del gran número que muere en tiem-
pos epidémicos, mientras que es pequeña comparativamente la'
mortandad de blancos, negros y castas; debe también conside-
rarse que en ellos, como originarios del pais, es mayor la rela-
jación de sus fibras, y debilidad nerviosa, y abunda mas la có-
lera. Decia discretamente el doctor Bueno que el indio tenia
los huesos duros y los carnes blandas. Con dificultad se les rom-
pe la cabeza de un garrotazo, y la menor fiebre los postra. El
catarro los conduce á la tisis, se hacen casi incurables las di-
senterías en ellos, las tercianas los estropean, y los arruinan
sarampión y viruelas.
32 Antes de concluir la importante materia de que vamos
tratando, es preciso recordar dos enfermedades endémicas de
estos países: el pasmo y las berruaas: ambas parecen tomar orí-
jen de la impresión del frió sobre el cuerpo acalorado. El pas-
mo acomete con frecuencia en los vallea ó lugares cálidos de
esta zona; pero no en la sierra donde son los temperamentos
fríos. Acontece en dos circunstancias: \sl una de exponerse
con el cuerpo sudoso ó acalorado al ambiente frió, y la otra de
resulta de una herida. En Lima es frecuente el pasmo de la
primera especie, ó pasmo de aire, como vulgarmente se llama.
El pasmo de herida sobre vi .ne al tiempo de cerrarse ésta, por
pequeña que haya sido*
33 De aquí han inferido algunos que el trismus nascentium
que los observadores franceses entre los trópicos nombran mal
du maclioire, y los ingleses lockedjaiv, por contraerse la quijada
inferior contra la superior, es un pasmo de herida. En efecto,
sobreviene al rededor del séptimo dia del nacimiento, en que
se encierra la herida del cordón. Por esta causa le nombran
en Lima mal de siete dias (1). El pueblo está en la persuacion
de que le causan los vientos húmedos y frios, por cuyo motivo
regularmente se bautizan los niños en sus propias casas. Mr.
Bayron refiere, que el trimus cesó en una casa en que era fre-
cuente en la Cayena, desde (pie se cerró la entiada al viento
marítimo, á que estaba expuesta por su situación. Este acci-
dente mataba muchos negritos en el valle de Cañete: los que
empezaron á salvarse untándoles todo el cuerpo con aceite, y
con este método vivió uno de ellos hasta el dia noveno, que es
regularmente el término del peligro. Pero en la mañana del

[1] Esta enfermedad no es tan común en los nuestros, como en los pasa-
dos tiempos, pero el pueblo sigue aplicando su nombre á las convulsiones
que acometen á los infantes en bus primeras semanas que siguen al parto, de
cualquier causa que provengan. Véase una excelente tesis del D. D. José
Manuel Valdez, acerca de las virtudes del bálsamo Copayva en las convul-
siones infantiles. Lima 1807.
—ib—
diez abrieron una ventana qne caia al sur, estando el tienipd
anublado y airoso: le acometió la enfermedad, y pereció el
qii'nce de su nacimiento.
34 Las berengas son endémicas en las cabeceras de los va-
lles circunvecinos de e>ta capital, las cuales son unas quiebras
situadas al pié de las cordilleras. Entre (lia hace en ellas mu-
cho calor, por su profundidad y falta de ventilación, viéndose
allí circundado el ambiente por cerros muy elevados, y por la
noebe causa un trio fuerte, por la inmediación de la cordillera,
el S. E. ó viento serrano que sopla á estas lloras. Los que no
teniendo el cuerpo abrigado pasan del calor de las quebradas
al frió de la serranía, ó se exponen á este aligerando la ropa,
por la sotocacion que causa el temple entre dia, contraen unos
dolores semejantes á los reumáticos y gálicos, los cuales al ca-
bo de mas ó menos (lias terminan en un brote de berrugas de
diferente magnitud, que por lo regular arrojan sangre y se
caen, ó se extirpan ligándolas. Si como opina un sabio ame-
ricano (1), esta enfermedad es el germen de la lúe venérea, la
inclemencia del frió sobre el cuerpo acalorado daría origen á
este mal impuro. Para castigar los ardores de Venus, no po-
dían encontrarse remedios mas a propósito que el yelo, y las
nieves de los Andes.
35 Pero dejando estas inquisiciones á ingenios mas curiosos
concluimos, que de lo expuesto se deduce ser ti frió la causa prin-
cipal de las enfermedades de Lima, como lo es también en las
demás partes de esta costa. Por eso la práctica general de sus
naturales, inspirada por la necesidad y la observación, ha si-
do en todos tiempos ocurrir al abrigo y á los diaforéticos. Cor-
re de cuenta del arte dirigir el instinto ó primeros impulsos
con que nuestros cuerpos solicitan su auxilio.
36 Por lo qUe llevamos referido en este capítulo, puede re-
solverse la célebre controversia de si las enfermedades en la
zona ardiente tienen mas tendencia á la putrefacción que á la
inflamación: ó al contrario. Como del partido que se abrace
depende el arreglo del método curativo, se ha solido a veces
tomar tanto calor en la disputa, que Wiiliams, v Benet, mó-
dicos de Kingston en Jamaica, se desafiaron de resulta de
ella, y ambos perecieron trágicamente en el combate el 29 de
Diciembre de 1750: triste consecuencia de nuestra ignorante
vanidad.
37 La palabra putrefacción no ha tenido una propia acep-
ción en los escritores de la medicina Los antiguos compren-
dían bajo de ella dos estados opuestos en el cuerpo humano;

(1) E1D. D. Gabriel Moreno, en su elegantísima tesis. "An luí venérese


eublimatum corrosvvivm?"
conviene á saber, dé tono en que la sangre se inflama y con-
el
creta, formando fiebres esténicas; y el de abatimiento en
las
que se afloja y disuelve su textura en las fiebres asténicas (1).
33 Los modernos contraen con propiedad la putrefacción al
segundo estado. De manera que enfermedades podridas son
aquellas en que la sangre camina á su disolución: por lo que
cuando se saca por la vena se vé su parte crasa de color amo-
ratado, flojo su tejido fibroso, y disuelto en el suero. Sobre la
cutis aparecen manchas escorbúticas, y se originan hemorra-
gias de varias partes del cuerpo. Como á esta situación cala-
mitosa suele preceder una fiebre que no anuncia el riesgo, el
común de los médicos la denomina maligna, y lenta nerviosa
los profesores ingleses, á causa de lo que padece en ella el
sensorio.
39 Las enfermedades de este clima no tienen tendencia á la
putrefacción en este sentido. La descripción que dejamos he-
cha manifiesta que generalmente hablando son del género in-
flamatorio; y si alguna vez aparacen con las señales que ca-
racterizan el otro estado en la sangre, es por el abuso en el
régimen caliente, y por lo regular pasado ya el principio de la
inflamación. Solo en la viruela maligna he observado que la
putrefacción ataca á veces la sangre, disolviéndola desde la
misma invasión: verificase esto rara vez en los habitantes de
este clima; pero sí con mucha frecuencia en los chilenos que
están mas allá del trópico. Estos son carnívoros, de carnes
muy animalizadas, y así luego que pasan á Lima, y les aco-
mete la viruela, caminan sus humores con celeridad á la putre-
facción animal y perecen.
40 Las fiebres pútridas que se padecen en otoño, no tienen
otra putrefacción que la que es consiguiente á los alimentos
mal dijeridos, y á los humores alterados en Jas primeras vías.
De aquí nacen todos los síntomas que suelen acompañarlas.
Debe numerarse entre estas el vicho ó mal del valle, que coa-
siste en una relajación del ano. Es común á los indios, y no
desconocido entre los negros, que alimentándose de vegetales
caen en estas enfermedades gástricas; y tanto en estos como
en los blancos también aparece en las disenterias. El vicho en
cuanto síntoma de una liebre maligna á la cual es peculiar,
me parece provenir de abatimiento en las acciones de los ner-
vios gástricos. El músculo orbicular del ano pierde su contrac-
tibilidad, y los humores de los intestinos caen por su propio
peso, porque ios aires sépticos que desenvuelven en el vien-
tre debilitan la potencia nerviosa. Véase la Secc. V, § III nota:
Vicho.

(2) G-alen. de difíerent. febr. lib- I, cap. 6.


•Al
... —77—
Se acusa continuamente la cólera como el humor mas
.•>.',

pronto á podirse de cuantos encierra el cuerpo humano, y co-


mo la mas fecuuda fuente de las tercianas y disenterias de ma-
la caidad que se experimentan en otoño. Es verdad que en
és tascircuustancias sé encuentra mucha cólera en el estóma-
go y partes inmediatas, y que también se halla alterada; pero
es dudoso que la cólera se haya corrompido por su propia ín-
dole, de resultas de los colores de estío, como regularmente só
opina: mas bien deberá creerse que las frutas y otros acescen-
tes usados con exceso en él sean ios que han debilitado el es-
tómago, producido las disenterias, y alterado la cólera, que
con su amargo no ha podido correjir su disolución vinagrosa.
Los preciosos trabajos de MitehiÜ hacen dirigir la vista hacia
este último parecer en la teórica y en el ejercicio de la práctica (1).
42 El aumento de secreción de la cólera parece ser efecto de
la supresión de la transpiración. Según se ha visto acompaña
á menudo á las liebres que provienen de ésta en primavera',
en el otoño la transpiración se dirige al vientre, y también
abunda la cólera. En la primera estación la saugre está infla-
mada: en la segunda sucede á menudo lo misino. Así aun las
disenterias que terminan en un estado de putrefacción, em-
piezan por lo común por el de inflamación.
43 Infiero de aquí: 1? que muchas veces el aumento de se-
creción en el hígado no es causa sino efecto de la enfermedad:
2? que la cólera no obra como séptica ó putrefactiva en las en-
fermedades que produce, sino como flogística ó inflamadora:
3? que el flogisto, que no se transpira, por las variaciones del
aire, pasa en abundancia ásegregarse en la vegiga de la hiél.
Es consecuencia de lo expuesto esta aserción deMoseley. "Tal
u vez está muy próxima á la verdad la afirmación de que la

[l] Medical Repository,. vol. 2. n. 3. pág. 292. Mitclúli cree existir en la


naturaleza una acidez pestilencial, tíecc, III. §. I. not. 3. que la desolaría, si-
no se le opusiera el antiséptico poder de las sales, y tierras alcalinas, que
no solo se hallan abundantemente esparcidas en la superficie de la tierra;
más también la soda, ó sosa, álcali mineral existe eu las aguas del océano,
y en la biel de los animales. En las primeras combinada con el ácido iriu-
riático forma el "muríate de soda", y en la segunda unida á la parte resino-
sa, é inflamable, compone el "amargo de soda", qué en el estado natural
de la bilis es un excelente antiséptico, que limita los progresos de la masa
alimentaria en su camino ala corrupción. El "muríate de soda", igualmen-
te que el "amargo de soda", desprenden su base ó soda en contacto con
el ácido de putrefacción, que uniéndose á ella se neutraliza, forma nitro
cúbico, y deja separado ó ineficaz al septon ó base de putrefacción, que unido
al oxígeno ó agrio, promueve la corrupción y la muerte. De aquí la exce-
lencia de las sales para conservar las momias, y las carnes: de aquí la exce-
lencia de la soda y álcalis contra la pirosis ó acedías, y de aquí la utilidad
de la sal común en los alimentos.
Tom. vi; Literatura— 13
— 78—
"sangre espesa, y las enfermedades inflamatorias ocurren con
"mas frecuencia en los países calurosos que en cualquier otro,
"y de que son el general producto del año, exceptuando los
"meses de otoño, en los cuales reinan las intermitentes, y la
"debilidad caracteriza las enfermedades.'' (1)

* II.

ENFERMEDADES DEL ANIMO.

1 Después de haber investigado los males físicos del cuerpo


humano, en cuanto dependientes de las calidades del clima,'
vamos á explorar los del ánimo bajo del propio aspecto. El
alma del hombre parece que por la excelencia de su naturales
za, y por sus raras y singulares dotes debió estar esenta de las
influencias de la materia. Es trono en que reside la sabiduría,
luz hermosa que viste de gloria á la virtud, dá honor y mag-
nificencia al genio: es relámpago que corre en un momento del
uno al otro extremo de la esfera, y la llena de su claridad; ser
que decora con sus obras la tierra, la gobierna con sus leyes, y
la mantiene en agitación con su industria. Tan alto y podero-
so como es el entendimiento humano, se subyuga no obstante
al cuerpo material y frágil, mientras que peregrino en él pasa
del no ser á una duración infinita. Estrechamente ligado á
unos órganos de carné, siente todas las flaquezas y necesida-
des de estos, y aun es fuertemente competido á obedecer sus
groseros impulsos. De aquí es que todo lo que obra sobre el
cuerpo' lleva sus impresiones hasta lo mas íntimo del ánimo.
2 Si, como opinan doctores filósofos, el hombre adquiere to-
dos sus conocimientos por medio de las imágenes exteriores
que trasmiten los sentides, el trage de que se visten ellas irá
dejar;-rio sus huellas ó .sellos; á los cuales se amolde el temple
de las almas, luego que pasados los dias de la impetuosa ju-
ventud, amanezca en el varón formado la reflexión y el juicio.
En un cielo despejado y brillante las alegres pinturas harán
que desde la niñez se imprima el cuño de las gracias festivas,
y su expresión la risa. Un cielo nebuloso ofreciendo las ideas
con un aire opaco, introducirá las semillas de los sentimientos

(1) Pág. 94, y á la pág. 437 establece esta máxima importante: el hígado
se halla por lo general alterado en la zona tórrida, y es casi siempre el asien-
to ó el origen de los males crónicos. "A treatise on tropical diseases."
—79—
melancólicos; mucho mas si la imaginación es sensible, y deli-
cados los nervios: porque entonces las impresiones se hacen
completas y se retienen con tenacidad. Secc. II. ^. IV.
3 Cuando se contemplan las maneras y sentimientos gene-
rales que han dominado en todos tiempos en los aborígenes del
Perú, se les vé profundamente marcados con el sello de este
último temperamento. El aire es triste, las modales tímidas,
los pasos lentos, y aman la soledad y los colores sombríos con
preferencia á los vivos y relucientes. Su imaginación tiene las
excelentes dotes que hemos referido Secc. II. §. IV, y es débil
la estructura de sus cuerpos. Aunque hijos del Sol por situa-
ción y creencia, la varidad del clima les oculta j)or la mayor
parte la clara brillantez de sus rayos, transmitiéndolos desma-
yados la interposición de los vapores, y á manera de la luz pá-
lida que debe acompañar á las meditaciones melancólicas.
4 Como la música es el lenguaje mas significativo de los
sentimientos del ánimo, la de los perú;; ¡ios es acaso la mas pa-
tética de cuantas ha originado la pura expresión de la tristeza.
Verdad es que tienen tonos alegres y danzas animadas de un
placer festivo; pero el yaraví es la canción favorita. Parece
que desplegaron todas las fuerzas de su ingenio para copiar
en estas elegías su Índole, y su corazón naturalmente sensible
y apesarado.
5 Los asuntos de la composición son por lo común infortu-
nios de amor ó de la suerte. El idioma conciso, dulce, y sem-
brado de interjecciones de dolor, les dá una forma harmonio-
sa, tierna y penetrante. Los sentimientos salen con todo el
fuego del pecho en que se forman, y abranzan con su caior á
quien los oye. Los instrumentos cuya melodia acompaña los
melancólicos cantares son la flauta, la alta noche, sus sombras
negras, y su silencio tétrico. En medio do esta escena propia
del luto y del llanto, se oyen aquellos irresistibles ayes, que
arrancan las lágrimas de los ojos á los mismos que no entien-
den el idioma en que se canta.
6 Considero á la melancolía como un efecto de debilidad
corporal. Parece originarse de una persuacion interior de nues-
tra impotencia, y por esto se excita á la vista de los túmulos,
y de las ruinas que nos recuerdan lo efímero de la vida: y á
presencia de los grandes lagos, riscos y precipicios, porque nos
consideramos sin fuerzas para salvar el peligro si cayéramos
en ellos. Se levanta en el silencio de una noche tenebrosa,
porque sé aumenta nuestra debilidad corporal faltando el estí-
mulo de la luz solar, y el ruido de los afanes del dia, que sos-
tienen en vigor las fuerzas, agitando los órganos exteriores. En
medio de una noche ló.brega y de un funesto cementerio oyó
la campana el poeta de la tristeza, y dijo: la hora ha dado, esa
menos tengo de vida [1]. Acordóse de la muerte, y no de la au-
rora, que acercándose había de dar nuevo vigor á sus miem-
bros, nuevo aliento á su espíritu.
7 JjOS órganos de la digestión son el sitio principal de esta
debilidad; por eso los antiguos filósofos colocaban en la boca
superior Ae\ estómago el asiento del alma. Demócrito buscaba
á su rededor la fuente de la melancolía, porque de ahí se le-
vantan los negros vapores que eclipsan la claridad de la ra-
zón, los fantasmas extraños, amargo sustento de la imagina-
ción: y la memoria de la muerte austera, que vá tirando con-
tinuamente del dogal. Aquí está el negro buitre devorando*
las entrañas del infeliz Prometeo.

JRostroque immani vultur oouneo


immbrtale Jécur tundens, fácunda que penis viscera.

Virg. 4^neid. VI.

8 Las varias naciones que^han venido a poblar á Lima y res-


to del Perú después de su conquista, se han afectado mas ó
menos del carácter melancólico de sus naturales, según que
sus cuerpos han cedido ó contrariado á las impresiones debili-
tativas del clima. Los españoles criollos son los que mas las
sienten, y así pasan por lo común el tercio último de la vida
oprimidos con los males de esta funesta enfermedad. El temor
y la tristeza son los capitales, de donde nacen la superstición,
el agüero y el escrúpulo en materias de religión: la anestesia ó,
indiferencia para todo lo relativo á la sociedad, la que no pue-
den vencer ni aun aquellos dos poderosos estímulos del cora-
zón humano: el amor de la patria, y la ambición sin límite de
las alabanzas [2]. Empero el egoísmo es el mas general que
acompañado de la indolencia, no tiene actividad para otra eo~-
sa que para mirar por su propio interés y referirlo todo á sí
mismo.
9 Cuando la melancolía ha hecho progresos en el cuerpo,
sobreviene la inconstancia, la cual es uno de los síntomas mas
fuertes y mortificadores del alma. Los propósitos y díctame-,
nes especulativos de hacer ó no hacer esta ó la otra cosa rela^
tiva á la vida son tan frecuentes, como la ejecución práctica
de la contrario,

(1) Young, pág. 2,


(2) Por el contrario, acaso nacerá de este amor mismo el estado triste del
&mmo, porque criando los hombres no encuentran en el orden político la
prefereucia que desean para- hacerse respetables, la buscan en el ideal, que-
riendo distinguirse al menos por lo raro y caprichoso de los males que su-
fren. Rurke on the sublime and beratiful, pág. 68,
—81—
Quod petit spernit, repetit quod nuper amisit:
¿Estuat, et vitm disconvenit ordine toto. Horat.

De aquí una contienda consigo mismo que hace pesados los


dias de la vida,y nace el tedio de ésta, el último y el mas ca-
lamitoso de los males, por los excesos en que precipita, si la
religión no acude al socorro ilustrando y sosteniendo el áni-
mo, y consolando ai corazón.
10 En las poblaciones civilizadas del Perú es ignorado el
suicidio, pero no carece de ejemplares en los lugares yermos,
donde los indios no conocen ni disfrutan la protección benéfi-
ca déla religión cristiana, su influencia saludable, ni sus gra-
tísimos consuelos, Cuando en ellos se repara que algún pastor
se aparta á menudo desús compañeros, que ama el retiro y la
soledad de la noche, interrumpiendo su silencio con los aires
tristes de la flauta y con sus aires: esta conducta indica que
aquel solitario vá á expatriarse para siempre de sus hogares, ó
á suspenderse de un lazo. El remedio de este mal es la flage-
lación, porque la irritación que los latigazos causan sobre la
cutis, renueva la acción de la vida, y cesa la debilidad, y sus
efectos perniciosos. L .

11 Acuerdóme haber que para impedir en las islas de


leído,
barlovento los frecuentes suiciclios, que ejecutan los negros
africanos volviendo la punta de la lengua y tapándose la res-
piración, proyectó un trances hacerlos pedazos á azotes, luego
que aparecían algunos indicios de este intento. Los negros
cuando se ahogan creen van á pasar á su suelo patrio, y los
azotes eran para que teniendo vergüenza de aparecer maltra-
tados delante de sus paisanos, no pensasen en visitarlos. Con
los indios no se necesitan estos castigos, son de fibra delicada
é irritable, y con algunos latigazos se animan y llenan de ale-
gría, olvidándolas ideas funestas.
12 El suicidio activo, terrible é impetuosa calamidad de las
naciones revueltas, y de las repúblicas alborotadas, no puede
tener lugar donde se hallan en un estado lánguido las fuertes
pasiones. No obstante, cuando han llegado á encenderse por
alguna de las conmociones interiores que ha sufrido el Perú,
se han notado en sus naturales acciones desesperadas. Cuan-,
do el hombre, después de haber concebido con vehemencia la
esperanza de conseguir algún fin, tropieza con obstáculos in-
vencibles, se excitan en su pecho conmociones violentísimas
que exponen su propia existencia.

Tristes en irm, quas iieque Norictus


Deterret ensú% v-ec mare nmifratfv/m r
—82—
Nec swvus tremendo
ignis, nec
Júpiter ipse ruens twmultu. Horat.

13 El estudio del santo Evangelio, y la práctica de sus di-


vinas máximas son el remedio eficaz de este funesto frenesí:
Alia itidem malorwm animan prementium ex melancliolia oritur
caterva. Quaedam enim vero ínter stomacJmm et generationis
organa intercedit necessitudo qaa liczc protinus in orgasmvm
,

alliciuntur, illo existente debili et ongroto. Miseranda mens sub tali


statft: hac imminentis letlú terrore affligitur, expavescit; illac
omni pndicitia nndis, conflictatur imaginibus: inde
insolentibtts,
scrupuli: inde intermindbile bellum non melioribu's auspiciis abi-
genda, quam stomacho vim, mentí solatium et pacem qu&rendo.
Mis instructi sintoiwrtet quibits est animarum cura, etmemínisse
Apostolum dilectísimo et láboribus confecto Timotheo dicentem.
Noli adhuc aquam bibere, sed módico vino utcre propter stomachum
ticum et freqa entes tuas infirmitates.
14 He considerado los males del espíritu en el hombre ya
maduro, y corriendo el tercio último de su vida. Los que pa-
dece cuando aun se halla 'en el verdor de la edad se apun-
taron en la Secc. I. §. Y. 4. Se ven allí originarse del calor
que se aproxima, y del herbor consecutivo de la sangre. Asi
las imágenes resultantes serán las del fuego; y dichoso aquel á
quien sus ilusiones se las representen inspirándole los puros y
apacibles ardores del celestial.
15 ¿Pero de qué modo el diverso estado del cuerpo afecta
el ánimo, le hace enfermo é iluso? Creo con el pulcro Darwin,
que de la manera que los músculos destinados al movimiento
del cuerpo se componen de manojos carnosos y fibras nervio-
sas, así también los órganos del sentido constan de manojos
nerviosos y fibras carnosas. Hay por consiguiente una reci-
procación mutua entre los movimientos de ambas partes. A
una convulsión muscular sucede y reemplaza otra en los órga-
nos, en el de la vista por ejemplo; pero siendo toda convulsión
una contracción activa, representará una imagen al alma, la
que se ocupará en su coUtemplacion con la atención que de-
manden su claridad y permanencia, y resultará la serie ó tri-
bu de ideas, que le sean anexas. Por esto cuando los estímu-
los engendrados en los órganos digestivos ú en otras entrañas
exciten una convulsión: ó mas bien cuando esta sea promovi-
da por la naturaleza para arrojar de sí un estímulo, ó un dolor
que la aflija puede trasportarse de los músculos al sensorio, y
dar oríjen alas imágenes que le sean conformes, y seguirse
todas las fascinaciones que induzca su presencia.
16 Si conociéramos la clave de correspondencia, ya diríamos
cuando debia saltar la idea de la muerte, y las otras que for-
-as-
man las alucinaciones; pero la ignoramos del todo. Los vehe-
mentes accesos de epilepsia terminan en una locura pasagera,
porque las convulsiones musculares ó de los miembros pasan
aserio de los órganos del sensorio, y dan origen a los fantas-
mas. He observado que en la formación de estos tienen mu-
cha influencia las disposiciones anteriores del espíritu en cuan-
to á sus inclinaciones, recelos &. La educación de los prime-
ros' años hace quizá la base de los delirios que ocupan los últi-
mos de la vida del hombre. Ei alma acostumbrándose á un
género de meditaciones, induce en el cuerpo la propensión á
excitarlas, y es víctima de la reacción de este. El que se crió
en medio de la adulación y lisonja degenera en la manía nom-
brada Amor sui, y como otro Narciso está expuesto á morir de
hambre por contemplarse á sí mismo. A
quien le hacen abrir
los ojos sobre los retratos de sus abuelos acaba con la locura
Siiperbia stemmatis, conocida en la antigua Roma, y epidémi-
ca en los pueblos incultos. El timor paupertatis, insania comu-
nísima á los cuitados, dice Eowley que se cura ofreciéndoles
una rica mina en el Perú*

i, demens, et escevas curre per Alpes. Juven,

§. III.

MEDIOS DE PRESERVAR3E DE LAS ENFERMEDADES DEL CLIMA,

1 Pues que las cualidades del clima debilitando el cuerpo


humano ledisponen á recibir las enfermedades que inducen
sus variaciones, el método de precaverse de ellas consistirá en
defenderse de estas, y vigorizar el cuerpo contra las influen-
cias de las primeras. Uno y otro se consigue por el uso arre-
glado de las cosas que los médicos llaman no naturales (l) y
porque según su buena ó mala administración nos son favora-
bles ó nocivas. Pueden reducirse á dieta, en cuanto compren-
de el aumento, y la bebida: al sueño y la vigilia: y á la gim^
nástica ó diversidad de ejercicios del cuerjjo y del alma. Va-
mos á examinarlas por partes.
2 La leche es el primer alimento que nos ofrece la natura-

(1) La distinción ele cosas naturales, no naturales, y extranaturales in-^


troducida por Galeno en la medicina, la reputan por una geringonza esco-
lástica algunos profesores que proponen otras divisiones diversas* "Medi^
cal Muselina", vol. 2. pág. 84.
—84—
Teza en los pechos de nuestras madres: es esta una sustancia
media entre el vegetal y el animal, pues participa de una y
otra calidad: es un quilo que habiendo ya pasado por las dos
fermentaciones que van disolviendo los vegetales antes de con-
vertirlos en los fluidos anímales, se aproxima á estos, y así se
digiere y nutre con facilidad los cuerpos tiernos de los infan-
tes. Naciendo estos con los intestinos cargados de materiales,
que deben expelerse, la primera leche de la madre es ún suero
que desempeña este oficio, sin riesgo de que alterándose se
separe la parte quesosa y perjudique á su salud.
3 Privan de este beneficio á sus hijos las madres que pu-
diendo Criarlos á sus pechos los entregan á los extraños. Se
recurre entonces al arte para expurgar los infantes, y que
con mas seguridad mamen una leche ya formada. Se admi-
nistran los oleosos ó los -azucarados, y los primeros relajando,
y los segundos acedándose en el delicado estómago son noci-
vos. Pero siendo preciso y acostumbrado el darlos, será mas
útil mezclar unos con otros (1). De este modo el ácido del azú-
car se modera en la combinación Con el aceite, y este se con-
creta, se hace mas digestible, y expurga el vientre con mas
facilidad y menos daño.
4 Pero como por la constitución clel cliná nuestros niños es-
tán expuestos al mal de siete dias, acostumbro prevenir que á
cada onza del paladeo usual se añadan de tres á cinco gotas
de bálsamo, copayva, y se bata con cuidado: y en las familias
que están sujetas á convulsiones, prefiero a las otras mieles el
lamedor de peonía, ó de quina, incorporándole las gotas de
copayva según la razón indicada. Este remedio mueve el vien-
tre, y es excelente para el pasmo, el que como nota un obser-
vador, siendo de herida se precave, .pero no se cura (2).
5 El infante debe empezar á mamar de las seis á las doce
horas del parto, en que ya la madre está algo repuesta de los tra-
bajos de él. Ño es útil tener á los niños sin mamar muchas
horas.
6 Si leha de criar alguna nutriz ala que llamamos ama, elí-
jaseestade edad de 25 á 30 años, sana, que tenga la cutis lim-
pia, de una índole tranquila, y de las mejores costumbres: qué
su leche sea abundante, blanca, sin olor, que el gusto no sea
salado sino dulce, que la leche sea delgada, que se diluya fácil-
mente en el agua, y que echada una gota én el ojo no le las-
time.

(1) Nuestras comadres mezclan con alguna miel ó jarave que purgue con
suavidad, la cuarta parte de aceite dulce de almendras, y forman un lam-
bitivo que expurga con blaudura el vientre de los recien nacidos, y los ali-
menta y concilia, el sueño en los primeros dias del parto.
(2) El doctor Valdésha probado con observaciones y raciocinios las vir-
-85-
T En tiempo de la lactación debe cuidarse de no dar á éá 2
el
da instante de mamar al niño, sino interponer algunos cortos
espacios. Si se viere que la evacuación sale verde ó con hedor
á vinagre, hacerle ayunar y darle unas cuchamdas de agua en
que se disuelva una pequeña parte dejabon. El vientre en los
niños debe estar expedito, á lo menos lian de obrar dos veces
en las 24 horas del dia.
8 EL tiempo de la lactación debe empezar á terminar, luego
que puedan alimentarse con caldos, sopitas y carnes tieínas.
regularmente pueden ejecutarlo en el terqpr tercio del primer
año de edad. La supresión anticipada de la leche liberta a mu-
chos de convulsiones. Pero algunos se enflaquecen, y es me-
nester volverlos á la lactación y prolongar el tiempo de ella (1).

tiules del bálsamo de copayva contra laá convulsiones infantiles. Pero mi


experiencia me ba enseñado que es mas eficaz para precaverlas que para
curarlas. Mis hijos'y otros niños tratados por el método que se ba indicado
se han llevado á bautizar á la Parroquia al segundo ó tercer dia de su na-
cimiento, sin que por haberlos sacado de la casa, ni por otra alguna de las mu-
chas causas qué ocun'en en el tiempo dé la lactación hayan herido. En el
ralle de Cañete, donde está á mi dirección un ingenio de azúcar de quinientos
esclavos, comenzó á extinguirse el "trisnius nasceUtium" desde que hice que
se paladease á los recien nacidos, añadiendo al paladeo usual algunas go-
tas del bálsamo de copayva. La dosis puesta en el texto parecerá corta, y
desde luego habrá niños que necesiten de mayor cantidad. Para proceder
desde luego habrá niños que necesiten de mayor cantidad. Para proceder
con tino absérvese esta regla: la composición con que se paladease al ñiño
debe tenerle él vientre corrientre, y si así no fuese, añádanse algunas gotitas
mas de bálsamo; pero si se notase que con su uso se incendia el infante, y se
le secan ios labios, en este caso debe minorarse la cantidad de él, y darse
al niño mucha agua templada. Con el propio objeto se aplica una plan-
chuelita empapada en el bálsamo sobre la herida que resulta del corte del
cordón umbilical, y aunque me parece que el uso externo del bálsamo no
están eficaz como el interno, debe seguirse esta práctica, que tuvo origen
en la isla de Cuba, donde según Real orden de 25 de Mayo de 1795 se expe-
rimentaron felices resultados, precaviéndose por este medio los niños del
mal de siete dias, que era una de las. causas principales de la despoblación
de la isla.
En la curación de las convulsiones se duplica y triplica íá dosis del bál-
samo, mezclado con el jarabe solutivo ó de ruibarbo para que purgue con
mayor actividad: por este medio unas criaturas se curan, otras mueren, y
otras aunque no perecen quedan lisiadas, principalmente de cerebro.
He administrado el bálsamo "eanhne ó capayva" á los epüeticos en el la-
medor de peonía con algunas gotas dé láudano; les hace provecho, pero su
continuado uso les afloja la orina con demasía.
En el tétanos ó pasmo es excelente remedio dado en la cantidad de me-
dia drácma, una ó dos veces al dia, en una onza de aceite de almendras.
En todas estas enfermedades el objeto principal es que se precipite ó corra
con expedición el vientre^ y á esté fin deberá arreglarse la cantidad del
bálsamo, minorándola si incendia mucho al enfermo, y dándole á beber
mucha agua natural ó de pollo templada según queda indicado.
(1) Siempre que no se tema, que alterándose la leche origine convulsiones
debe prolongarse el tiempo de la lactación. Observa Rhus que los indios
Tom. vi. . Literatura — 14
—86—
9 En
las familias cuyos hijos son propensas áias convulsio-
nes, deben las aínas alimentarse de carnes, y no comer frutas,
ni otros vegetables. La leche de los animales carnívoros es
mucho menos acesente que la de los herbívoros y fítívorus.
10 Cuando se quieran, criar los niños sin ama, después de
expurgado el vientre, se empezará dándoles una leche dilui-
da: por ejemplo dos partes de leche, y una de té, ó de coci-
miento de escabiosa^ ó ambarina: y después se les dará leche
entera, raspando eu ella algunas veces un pedacito de jabón.
Las cabras son excelentes para criar, se domestican, aman sus
hijos, y ocurren á su llanto. Las mazamor ritas que se dan á los
niños deben ser de pan abiscochado, sueltas, y cocidas al res-
coldo; las de harinas crudas deben evitarse, al menos hasta
después de los seis meses.
11 En está misma época debe precaverse á los niños de la
desastrosa viruela, por medio de la vacuna. En esta sencilla
operación se ha de cuidar: 1? no darles tres picadas en cada
brazo cou el objeto de asegurar la comunicación, del fluido,
pues suelen bromar todos los seis granos, inflamarles los brazos,
y aun causarles algunas convulsiones aunque pasageras, y si
el brazo se irrita mucho, se caima con un baño' de agua tibia,
enjugándole luego con suavidad: 2? debe evitarse el tiempo de
la dentición y de cualquiera otra complicación enfermiza cu-
yos resultados puedan atribuirse á la vacuna: 3? mas si exis-
tiese alguna epidemia de viruelas, entonces antes de los seis
meses, y en toda circunstancia debe ocurrirse á la vacuna, co-
mo á una ancla sagrada, en que se alianza la vida y la hermo-
sura de los infantes.

Tu faciera eripis
PericUtantem, proteqisque
Delicias Juvenum futuras (1)

4? Sitio surte efecto la primera inserción se repetirá pasada


algún tiempo. La vacuna aun cuando no brote y sobrevenga
la viruela la modifica, y la hace benigna según los resultados
de los primeros ensayos, que de este fluido se hicieron por mí
en esta ciudad, y que ha citado el señor Varón Huinboldt (2).
y con el mismo fin se ha introducido posteriormente vacunar á

bárbaros, para criar á sus hijos robustos y guerreros les dan de mamar dos
dos
años. Por oirá parte el estómago de los años es muy my excitable, y "la subs-
tituciou de carnea á la anticipada supresión de la leche, puede cuasarles
fiebres.
( 1 ) Benjamín Waterouse; & Prospect of exterminating the Small pox.
Part, II. Cambridge 1802.
{ 2 ) Essai politique 1- c.
^87—
los que están acometidos déla fiebre variolosa, antes del cuar-
to dia eu que se veritica la erupción [1]. 5? La comunicación
del fluido varioloso es mas seguro de brazo á brazo: en su de-
fecto por medio de las costras desleídas en pequeña cantidad
de agua tibia para que quede espeso el fluido, y se pegue á la
punta de la lanceta; y en tercer lugar por medio del pus que
se trasmite por los vidrios que deben estar bien cerrados, y se
disuelve según el método anterior.
12 Después que los niños lian talido de la infancia se acos-
tumbran á todos alimentos; |>ero necesitan usarlos en mas
abundancia que el hombre ya hecho (2). La úrica regia que se
puede dar es, que sus padres cuiden de que no se enseñen á
glotones: y que por las noches principalmente no carguen el
vientre. Las reglas que siguen les servirán también con las
modificaciones propias á la edad.

A LIMENT O S.

13 Pocas ciudades tiene la tierra mas abastecidas que Lima


en todo género de alimentos, y esta abundancia introduce el
desorden El común del pueblo casi no guarda regia: apetece
en el desayuno las carnes fritas de puerco, y otras comidas
crasas; y en el resto del dia come quesos, frutas, dulces y hari-
nosos, y en especial las mugeres.
14 La parte principal y mas ordenada del pueblo distribuye
en tivs partes su alimento. Almuerza chocolate con alguna
fruta: aunque las señoras regularmente le anteponen guisos de
carne de puerco &.: al medio dia comen según la abundancia
que le proporcionan sus facultades; y por la noche general-
mente no cena, sino dulce agua, y una jicara de chocolate [3},
1? Nadie debe formarse un plan de solo ciertas comidas;
sino en las horas respectivas comer indiferentemente, pero con
parsimonia, los buenos alimentos que ofrezca el país, áfin que
el estómago se acostumbre á todos, y pueda sin molestia dis-
frutar de ellos, conforme á las ocurrencias y necesidades que
ofrece la vida.

( I Creo estar indicada esta práctica en Waterouse 1. c. ó Joho Ring.


)

A. Treatise on the Cow pox Hondón 1801 y 1803.


( 2 ) Hippocrat. Secc. I. XIV.
( 3 ) Los que por sus comodidades puedan disponer do los'cuartos de su
habitación, cuidarán que el destinado á comer y cenar sea espacioso y blan-
queado, sin colgaduras ni esterados, porque los efluvios de loe alimentos
son, según Priestley, muy propios para corromper el aire respirabl*, y pe-
gándose á las laiias. sedas, ecc de las colgaduras forman un aire raaí ««£«->
—88—
2* Es menester comer menos en estío qne en el resto del
año, en especial de parte de noche, porque debilitado el estó-=
mago con el sudor copioso no digiere el alimento, se sigue el
vómito, y la lipiria mortal.
Í3f El uso de las carnes al medio dia es saludable. Con-
traria la debilidad que induce el clima, dá mas fuerza al estó-
mago; hay menos degeneraciones en él, y por consiguiente me-=
ñus males. El mayor uso de carnes en Lima ha dado mas con-,
sistencia á sus habitantes, y ha hecho menos molestas algu^
ñas enfermedades, y las convalecencias.
4? Las carnes de color rojo y oscuro contienen mas nutria
mentó animal, que las de color blanco, por lo que las carnes de
los animales jóvenes son menos nutritivas que las de los de
edad adelantada, Las carnes de los animales jóvenes dan un
caldo que se aceda, é incomoda á algunos estómagos abun-
dantes de ácido, y por esto les convienen carnes mas alcaliza-
das como son las de los animales A'iejos.
5?- Las carnes del género vacuno son mas nutritivas que

las del obejuno, y la de este mas que el de las aves. Las car-?
ufes de puerco son blandas, y fáciles á la digestión; pero por su
grasa las soporta mal el estómago, y no son propias para un
alimento diario. De las tres primeras solas ó mezcladas, según
la facultad de cada uno, resulta un alimento saludable.
15 Plutarco en sus dos hermosísimas oraciones contra el
uso de las carnes, le reputa perjudicial á la salud, y á los sen-
timientos de la humanidad, como introducido por él mismo
que convirtió antiguamente el acero en espada para matar á
los hombres y á las fieras.

Qvi primum gladios duxere ex aere malignos


Primi et aratoris gustarunt viscera tauri. t. 2. p. 998.

16 Pero esto es mas propio para exornar la elegante pluma


de Plutarco, que pira servir de regla en la dieta. TSTi el parco
filósofo Pitágoras condenó el uso de las carnes; solo intentó
moderarle, y que en el alimento ordinario entrasen los vegetales
en mayor cantidad que las carnes de los animales, y el mismo
Pitágoras, según el docto Cocchio, se alimentaba de carnes
tiernas.
17 ]En efeeto los alimentos de carnes deben mezclarse con
las ensaladas, ú otras preparaciones de hortaliza. En los estó-
magos fuertes la hortaliza corrige la tendencia alcalina de la
carne, y esta en los débiles impide su degeneración acida, y
evolución del aire.
J8 Los pescados de esta costa son en lo general agradables
— 89—
al gusto y estómago» Los enfermos mas desganados y de
al
mas débil estómago no repugnan el pejerey, Cyprinus regius,
ni las corvinitas, y casonsitos, Scicenula: Sparulus, á los cuales
llaman vulgarmente de leche: porque tienen la carne muy sua-
ve y se digieren con facilidad.
19 Las raices harinosas de que obunda elpais,yes el alimen-
to de los pobres deben mezclarse con los caldos de carne: tie-
nen mucha tendencia á acedarse, y á desprender aire, y así
son malas á los estómagos débiles.
20 Las semillas farináceas hacen el mismo efecto que las rai-
ces, á excepción de la quinua, clmiopocljMm. Molin. 135 que en
estando bien cocida equivale al arroz y suplia su falta entre
los indios antiguos, como suplia el maiz la del trigo.
21 Como los indios y los negros agricultores viven de unas
y primeros apetecen con ansia el agí para estimular
otras, los
el estómago, é impedir la fermentación vinagrosa de sus ali-
mentos, y los segundos las carnes medio podridas con el mis-
mo fin.
22 La opinión de queá los negros empleados en las labores
de azúcar les hacen daño las carnes, y es seguida de ingleses,
españoles, y franceses, es hija de la miseria de los hacendados
para no dárselas. " Une nourri ture insuffisante, le defaut de
" vetements, et un travail au dessus de leurs forces, font perir

le produit annuel de la generation des negres, et 1' objet de
í(
l'importation (1).

(lJDazille: Observations sur les Maladies des negres. pág. 22.


El maiz y las papas son el alimento diario de nuestros indios, y el maiz y
los frijoles de los negros. Pannentiery Doile han escrito difusamente sobre
la gran utilidad y salubridad de las papas, y en efecto ellas son uno de los
dones mas ricos que ha hecho la América á la Europa. El maiz ministra un
sustento muy fuerte. Los Insubres ó Milaneses hacen de su harina con agua
y sal la. polenta, que equivale á nuestro sango, y con ella solo se mantienen
entregados por cinco meses de invierno al durísino trabajo de aserrar. Car-
minat. Los frijoles teniendo, además de los principios nutritivos délos gra-
nos, abudante aceite, alimentan con mas fuerza que estos: y mezclándose
con el quilo el mucho aire lijo que contienen, dá mas actividad á la evolu-
ción y combinación de partículas nutritivas. Son por esto alimento de gen-
te robusta, que se reparan con él y en dejándole enferman, aunque se ali-
menten ccn grano. Carmmat.
No obsrante estas ventaias, y otras muchas del alimento vegetal, es el
animal el que dá mas fuerza en estas regiones. De aquí, aunque en los in-
genios de caña tenga el negro el sango y frijol suficiente, y además chupe
cuanto jugo quiera de la caña, que es nutritivo, no tiene en el trabajo la ro-
bustez y constancia que aquel que re alimenta de carne, y todo amo debe
propender á ministrársela; porque gana en las labores, acaeciendo al negro
lo que al atleta paisano de Pitágoras, que desde que por consejo de este co-
mió carne en el lugar de los higos secos, granos, y queeo duro, de que se
alimentaban los atletas, adquirió tal vigor y brio, que venció á todos sus
contendores.
—90—
23 1C1 uso de aromáticos en los ijaises calientes es útil á loé
que viven de vegetales, pero los que se alimentan de carne de-
ben usarlos con parsimonia.
24 El cacao es el príncipe de los harinosos. Su uso para el
desayuno es excelente: es amigo del estómago y le confor-
ta. El chocolate grasoso y cargado de aromas causa va-
hído á los biliosos y sanguíneos, produce tristeza, y usado de
noche quita el sueño. El remedio es subrogar un chocolate
sencillo, y menos fuerte, fabricado de cacao de Guayaquil, to-
marle una vez al dia hasta acostumbrarse, y hacerle en hor-
chata que con el provecho es gratísimo al paladar (1).
25 La naturaleza crió con profusión las tratas en los países
calientes. Lima es uno de los mas abundantes en ellas. En to-
do el año se encuentran en sus plazas. El estío ofrece muchas
diferencias de las que son propias de él: esto es ácido-dulces.
26 Las frutas quitan la sed refrescando el cuerpo, y estimu-
lando los canales excretorios de las fauces y estómago exci-
tan el apetito: unidas ala cólera impiden su alcalescencia, y
promueven su expulsión. Mueven las orinas, y disminuyen la
fuerza del sistema sanguíneo. Tissot, y otros médicos las re-
comiendan mucho para precaver k*s disenterias [2].
27 Es pues muy útil el uso de las frutas en general; pero el
desorden en él produce debilidad de estómago, y los males que
se originan de esta. Fermentan con facilidad en los estóma-
gos débiles, despiden mucho aire, y causan angustias.
28 Debe cuidarse que las frutas estén en sazón ó madura-
das por el arte, para que se desenvuelva su parte azucarada y se
ablande la pulpa. Las frutas verdes descomponen el estómago,
orijinan cólicos, y empuercan la cutis con erupciones. Las pul-
pas duras tragadas se indigestan en el estómago, se avinagran
y pudren, y cuando son muy crasas, aunque estén maduras,
sucede lo misino.
29 Por esto se cree que el uso abundandante de melones,

(1) El chocolate reúne en grado eminente la parten utritiva de I03 vege-


tables, couvieue á saber, el aceite, harinay azúcar. No se puede establecer
en sentido absoluto que no quebrante el ayuno; p^ro con relación á la can-
tidad, y en el tiempo cuaresmal, á los calores excesivos que debilitan el es-
tómago, es prudente la opinión que permite una jicara moderada por la
mañana.
(2) Tisot, Strak, Simmerman, y otros ilustres médicos han recomendado
el uso de las frutas maduras de estío para precaverse, y aun curarse de las
disenterías, en cuanto con su jugo dulce y jabonoso limpian suavemente el
vientre de la bilis, y materias beterogeuias que les dan origen. Mas el abu-
so do las frutas principalmente de las verdes, de las cubiertas de rocío, 6
medio corrompidas es, según el dictamen de Hofiinan, el manantial mas
fecundo de las disenterias desastrosas, con especialidad si se mezclan con
bebidas fermentesibles como cervezas, horchatas, tisanas, &. Disertationea
d<> marhiis chronicia ex StolJ, pág. 184.
— í)i—
sandías, plátanos guineos, y pepinos éii tiempo de estío pre-
para en gran parte las cámaras que siguen en otoño, y tam-
bién las tercianas, por la debilidad y mal estado en que dejan
el estómago. Callen reponiienda la adición de azúcar y aromas
á los melones, para que se difieran con mas facilidad.
31) Cuanto son mis suculentas y dulces las frutas, tanto ma-
yor fcendeueia tienen á la fermentación. Por esto no es buena,
para los estómagos débiles ía chirimoya, JÍnnoiui reüciiiata, la
mas grata de todas ellas.
31 Se pregunta si las frutas deben comerse antes del ali-
mento de carnes, ó después de este. Soy de la opinión de Cu-
lleu de que los estómagos fuertes antepongan su uso, para que
les abra el apetito; pero que los débiles lo pospongan ó mez-
clen, para que las carnes impidan su fermentación (1).
32 Se pregunta si la leche puede usarse con las frutas. lSr o
soy déla opinión de Callen que lleva la afirmativa (2), porque es-
ta mezcla produce frecuentemente lipirias en este pais, princi-
palmente con frutas crudas, aunque están maduras. La opi-
nión de Spielman que condena esta costumbre, es mas segura.
33 Las frutas de hueso, como son los duraznos, tienen pol-
lo común mayor proporción de ácido con respecto á su azúcar
que otros frutos, á lo que añadida la pulpa tiesa de muchas es-
pecies son fác¡les á acedarse en el estómago, y á causar los
males mencionados. El aurimelo en su estado de maduración
es el mas agradable y nutritivo.
3i Estas frutas, como también las manzanas, y plátanos,
desenvuelven su azúcar, ablandan su pulpa, y despiden mucha
parte de su aire fijo, cociéndolos ó asándolos, cuya preparación
es útil para los que tienen estómago flaco.
35 Entre las naranjas, la lima es muy indigesta: el limpri es
de mejor calidad, y la naranja dulce en su estado de matura-
ción reuné, por su aroma y acido dulce refrigerante, las mejo-
res virtudes de las frutas del estío. Pero deben usarse como
las demás frutas con moderación, aunque estén maduras.
36 Nuestra pifia, Bromélia, disputa la preferencia á todas
las frutas agridulces, por su excelente y grato aroma, y por el
gusto y gran refrigero que causa, siir- molestar el estómago.
Los dulces, mistelas y alojas que se hacen de ella, no ceden á
ningunos otros en gusto y salubridad: unas rajas de su carne
rociadas de vino, y polvoreadas de canela, ministran un cor-
dial excelente; y las infusiones de sus cortezas, y los sorbetes
que se hacen de ella, pueden llenar con mucha ventaja en la
utilidad y el gusto el fárrago fastidioso de jarabes, arropes y

(1) Mater. Medie. Vol. I. pág. 186.


(2) L. c. pág. 387.
—92—
tisanas,de que están repletas las farmacopeas y libros medidos,
para atemperar la sangre, é impedir la degeneración alcalina
de los humores.
37 La palta, Laurus persea, cuando está madura es bastan-
te sana, porque se digiere con facilidad, tiene menos tenden-
cia que las otras frutas á agriarse, y desenvuelve menor canti-
dad de aire que ellas en el estómago.
38 Por lo que respecta al uso de los dulces, tan abundantes
en el pais, debe notarse, que cuando se usan con exceso, su
ácido corroe el esmalte de los dientes, y los pudre, se lleua de
flemas el estómago, sobrevienen vahidos y luego vómitos ó
evacuaciones. Si de noche se aumenta la cantidad de dulce
acostumbrada, y se bebe agua encima, se aceda y convierte en
purgante.

BEBIDAS»'

39 El agua pura es la mas sobresaliente y saludable de ías


bebidas, y los viageros celebran la sobriedad de las señoras de
los trópicos que no beben otra. La vista, el olfato, y el gusto,
son los mejores jueces de la bondad de las aguas potables. En
no teniendo nada que ofenda estos sentidos, son a propósito
para el uso común. He tratado de las aguas de Lima Secc. I.
§ IIL, y asegurado que estas en su estado de pureza, sino son
délas mejores, son bastante buenas. Lo único que conviene
es, como apunté en el lugar citado, que se cuide del aseo y
limpieza de los cauces por donde pasan. En las avenidas del
rio ú otras circunstancias que las enturbian, sel:s restituye sil
claridad y limpieza, destilándolas por piedras ó arenas.
40 Un vaso de agua tomado en el desayuno sobre dos, ó
cuatro plátanos largos, Musa sapientum, y luego el chocolate^
mantiene el vientre expedito (1).
41 No debe beberse agua en el tiempo de la digestión, por
que se debilita el estómago. Las personas qué padecen de es-
te no beban agua sobre la cena, y dormirán con mas tranqui-
lidad. Esta práctica era ya usada entre los antiguos Romanos.
42 Las personas de estómagos débiles, y sujetas á padeci-
mientos crónicos beban cuanta menos agua puedan, y se re-
cobrarán mas pronto, que por el método crudo é indigesto de
tisanas, aguas de pollo, y frutas que se les ordena sin re-
flexión.

(1) Nada es mas litilpara recuperar las fuerzas perdidas y conservar las
presentes, como que el vientre rija bien: esto es que se descargue en tiempo
y completamente. Carminat. at. 1. c. pág. 323.
—93—
43 Áloxas. El agua os la basa de las bebidas compuestas.
El número de aloxas ó bebidas no fermentadas, qn» con el tí-
tulo de tisanas, horchatas, guindas, helados, &, Se. se empen-
dea en Lima en el estío es muy considerable.
44 El caior del clima dá el primer impulso á beberías, y el
desorden en executarlo origina la sed de un estómago abatido,
á quien se satisface arruinándole.
45 El tiempo cuaresmal abraza lo mas fuerte del estío, y si*
las comidas se han de ceñir, según instituto primitivo, á vege-
tales, ya se deja conocer no harán provecho bebidas y alimen-
tos que fermentan y se acedan tomados en un mismo dia, y á
horas incompetentes.
46 Es pues preciso usarlas con moderación: las horas mas
propias para su uso son las de la mañana, de manera que sean
digeridas antes que venga el alimento, y las de la noche cuan-
do se conciba concluida la digestión de la comida, que en este
pais necesita cerca de ocho horas en los mejores complexio-
nados. Xo se debe cenar después de las bebidas en la noche.
Una jicara de chocolate con corta cantidad de pan, es lo mas
que podrán tomar sin molestia, los que desearen conservar su
estómago.
47 Todas estas bebidas se enfrian con la nieve. El frió de
ésta contrabalancea la relajación general que induce el calor.
Dá por consiguiente tono al estómago, modera el sudor, atem-
pera el bochorno; y el cuerpo con su uso se siente mas fresco, vi-
goroso y menos sujeto á una súbita supresión del sudor al salir
al aire. Guando el estío se pon» vario es necesario moderar el
uso de las nieves y bebidas refrigeradas con ellas, porque cau-
san evacuaciones y pujos.
48 El agua y las otras bebidas enfriadas por la aplicación
exterior de la nieve cumplen mejor el designio con que se
beben, que aquellas en que se introduce la nieve para que se
masque y trague; porque la nieve es cáustica al disolverse, y
causa ardor.
49 Chichas. Jso es menor el número de bebidas fermentadas
que se usan en Lima, que el de las no fermentadas. La chicha
ó cerveza, y el (¡uarapo son dos clases generales de las cuales
la primera abraza muchas especies. El maiz es la basa, común
de la chicha: los sueros y mieles de la caña de azúcar la del
guarapo. Una y otra bebida se usan, ó en un estado vinoso
después de la primer fermentación y tienen un gusto dulce: ó
pasada la segunda y el sabor es áspero. De aquí su distinción
en dulce y fuerte. En uno y otro estado estas bebidas son din
rétícas y estomacales; pero en el primero cargan de mucho ai-
re el estómago, y en el segundo si se abusan embriagan. Los
Tom. vi. Literatura — 15
-94-
europeos é indios prefieren Fa chicha al guarapo, y los negros
éste á la primera.
50 La fortaleza y obesidad que adquieren los indios comien-
do poco y bebiendo mucha chicha, prueba ser esta muy nu-
tritiva. Los que gozan de algunas comodidades adquieren con
el abundante uso de la buena chicha la constitución y aspecto
de un verdadero Baco. El pecho espacioso, el vientre ancho,
la blandura y reposo de su musculatura, y la poca actividad
y movimiento de su alma y cuerpo, respiran por todas partes
la calma y fruición de placeres, que les permite el círculo es-
trecho de vida á que están reducidos. También el guarapo
puede considerarse como una de las cosas que sustentan á los
negros de las haciendas de caña; pero cuando estos usan con
abundancia del melado, ó guarapo dulce, se les llena la cutis
de sarna. La chicha hech¿t de la harina del huifuqyo: esto es
del maiz que con la humedad se ha hecho germinar y luego se
ha secado y molido, estando bien fermentada y depurada, es
mucho mas sana y nutritiva que el guarapo, y que las cerve-
zas de los otros granos.
51 Licores. El uso de estos se ha ido extendiendo muchísi-
mo en estos años, y en especial el del aguardiente puro. Al
gunos médicos y físicos que no han visto entre los trópicos
sino putrefacciones, y al hombre medio corrompido, han fo-
mentado y difundido con sus doctrinas las bebidas de este
género. Es verdad que el aguardiente conforta al estómago y
al sistema nervioso, y que bebido sobse las frutas muy jugosas
y dulces como la chirimoya, impide su fermentación y evolu-
ción copiosa de aire; pero es preciso ser muy circunspecto en
beberle. Disipada su parte volátil, el cuerpo se pone lánguido,
y se excjta la sed: de aqui nueva necesidad de beber, y los
principios de una costumbre que anubla la razón, desfigura
los humanos seres, los hace insociables, y acorta los límites
de su vida.

Evoe! parce, Líber,


Parce, gravi metuende tliyrso. Horat.

52 La aserción de Lind, de que las personas mas abstinen-


tes y templadas mueren tan temprano en las regiones insalu-
bres, como las viciosas y prostituidas, es hija, según dice muy
bien Moseley (1), de unas nociones inexactas. Las observa-
ciones de los mas sobresalientes médicos, que han j)racticado
entre los trópicos y nuestra misma experiencia manifiestan,
que el hombre templado vive en el nuevo mundo, lo mismo
(1) L. c. pág. 84.
—95—
que en el antiguo, con menos enfermedades, y muchos años; mas,
qne el que se prostituye á los vicios, y abusa de los licores. $1
que hacen del aguardiente los indios les causa daños gravísi-
mos y mortales, principalmente en la sierra, por Jo que el se-
ñor Ulloa, en sus Noticias americanas, quería justamente se
les prohibiese del todo.
53 Para corregir la mala calidad de las aguas, aconseja Hi-
pócatres se les mezcle una parte de vino. Los que usen de es-
te licor procuren que sea átate cdentulum, según la frase de
Planto; es decir, capaz de confortar á los qne ya se les caye-
ron los dientes, y en cantidad moderada, pues no es cierto, de
que sin el vino no se puede gozar de aquella salud deseable,
en que la agilidad del cuerpo se une la alegría del ánimo.

Siccis anima nam dura Deus proposuit,


Horat. lib. 1. Od. XVIII.

54 Orito deeia á Sócrates que no conversase después de ha-


ber tomado el veleño, porque aseguraba el carcelero, que en
caso de hacerlo se necesitaría doble dosis x^ára matarle, ríes
pecto de que las bebidas embriagantes y soporíferas hacan
menos impresión en los que charlaban, que en los qué estaban
callados: y de aquí proviene la algazara con que se* bebe entre
algunas naciones.

sueño y vigilia

55 La naturaleza ocultando la luz, del Sol al venir la noclie,


y haciéndola amanecor al alba, pos enseña y obliga 4 acos-
tarnos temprano, y á madrugar. Falta con el Sol uno, (le los
mas fuertes estímulos que nos conserva vivos; y se abate por
consiguiente la parte del sistema nervioso que obedece ala
razón y á la voluntad. Queda sola la que forma la facultad na-
tural para sostener la vida, mientras la vuelta de la aurora
despierta la otra. Introduc Pero nosotros substituyendo estí-
mulos artificiales para velar en la noche, y que el cuerpo can-
sado duerma entre dia, perturbamos el orden de la naturaleza
de donde resulta que los rostros se abotaguen, que el nial ¿u-
mor se exite, que la pereza crezca, y que se viva una vida
triste. Vivid como el labrador, que guarda el silencio de ía
noche, y saluda á la aurora: y la fortaleza, el frescor y la ale-
gría ocuparán vuestras horas.
56 Nuestro sueño es suficiente durmiendo de siete á ocho
—96-
horas. Si vis somnus levis sit Ubi cana hrevis, dice la escuela
Salera ítana. Debe uno estar cubierto pero no oprimido por el
peso y el calor de frazadas y sobrecamas. El mismo calor de
estío obliga á aligerar la cania, para no exhalarse en sudor*
En lo mas fuerte de estío vi una persona de distinción cubier-
ta de un peso enorme de alpacas, bajo las cuales murió medio
tostada. Los tejidos de lino deben servir de sábanas para todo
el año: las frazadas y alpacas son buenas para invierno, y las
colchas y estampados éf« lienzo para verano.
57 Las camas que tienen los pies muy altos son malas, han
causado malpartos, y flujos de sangre á las mugeres al subir á
ellas. El cielo déla cama es el que debe tener la elevación po-
sible. Los colchones gruesos y duplicados son dañosos, calien-
tan las espaldas, y promueven las enfermedades del pulmón.
58 La pieza en que se duerme debe ser la mas espaciosa de
la casa, aireada por medio de ventanas altas, y sin muchos
trastos. ISTo deben dejarse de noche en ella ramos de flores, ni
olores fuertes, tampoco muchas velas. Usen velador los que
acostumbran dormir con luz, y si no se proporciona, substitu-
yan lámparas de aceite á las velas de sebo.
59 Lo,s cuartos estrechos calentados y ahumados por las
velas consumen mucha cantidad del aire respirable, y quedan-
do el residuo nocivo á los pulmones, origina el asma.
60 Por loque mira á los niños, lea convienen sus cunas
portátiles, para que duerman entre dia, cuidando de queden la
noche, en que duermen con sus nodrizas, no sean sofocados
por éstas;, ni se deslicen y caigan por su descuido«de la cama.
Lo primero se evita con la vigilancia del amor maternal, y lo
segundo rodeando la cama con lienzo ó tablas amovibles que
formen un cajón. El movimiento de la cuna siendo moderado
es útil al infante que está acostado en ella; pero le es nocivo
cuando, por librarse de sus importunidades, se le quiere conci-
liar el sueño agitándole con demasía, porque el sueño que en-
tonces le sobreviene es efecto de los vahídos y borrachera que
se originan del movimiento de la cuna.
61 Es x>rá etica sumamente perjudicial estar metido el in-
fante con la madre, ó el ama que le cria y con vela encendida
dentro del lecho. Si por exponerlos intempestivamente á los
aires fríos y húmedos, se creen sujetos á padecer las convul-
ciones, les sucede lo misino por el demaciado abrigo. Me per-
suado á que el humo de las velas que tienen las negras paridas
en sus camas, tapadas éstas por todas partes, es una de las
causas poderosas para que perezcan tantos hijos suyos de con-
vulsiones.
62 El doctor Clark asegura haber observado, que en las ca-
banas de los negros donde no había humaderas, no existía el
—97—
pasmo infantil y cu el hospital de Dablin, en que amane-
[1]
ra de una. epidemia .se extendían las convulsiones infantiles,
se desterraron evitando el mocho abrigo, y renovando el
aire. (2)
(53 Los niños deben tener sns cunas en piezas desahogadas,
y sn abrigo debe ser moderado. Hillary reprueba que á nues-
tros niños se envuelva en tejidos de lana, como «on las baye-
tas, pues el calor de ellas coadyuva con elcliuiaá relajar y
debilitarles el cuerpo. Los pañales y bayetas .'deben sujetarse
con una faja floja. Eosenstein j Zuckerti prueban con muchas
razones, que perjudican á los niños las fajas apretadas. (3)

GIMNÁSTICA,

64 Vestidos. Hemos escrito que en dos tiempos del año mu-


damos vestido; hacia mediados de otoño, en que tomamos ro-
pa gruesa, y al aproximarse el solsticio de estío, en que la
mudamos en delgada. kSecc. I. § V.
6~y Hay tres precauciones que observar en esta costumbre.
La 1? que el vestido de invierno es menester adelantarle
en lo posible en otoño, y no dejarle en primavera hasta que so
entable el estío. Como en la permutación de estaciones ocur-
ren los dias muy varios, si se anticipa el vestido delgado por
sobrevenir un dia caluroso, sigue el inmediato frió, y se origi-
na un catarro.
La 2? es, que la ropa de invierno nos abrigue, pero no nos
oprima. Es cosa muy ridicula é irracional ver en la zona tórri-
da á un hombre con tantos y tan gruesos corbertores, c^mo si
sufriera el invierno de Petersburgo. El bello sexo ha h .echo en
esta parte mas progresos que los hombres: nuestras mujeres
han abandonado sus faldellines de -bayetas, tisúes y fondos y
sayas de eLorme peso, y adoptado el lino y los tej í^qs de al-
godón y seda. De este modo sus cinturas soporta ,n menos: el
aseo y el aliño son mas honestos y agradables, y f/n salud está
menos expuesta á sufrir los males que tanto t/jD^en. Pero un
hombre con pantalón, bota fuerte, sobretodo, (¿itoj^en, y muy
ajustado, en un temperamento de 13 grados sol>re el cero que
es el mas común de nuestro invierno, es r ji Viombre oprimi-
do y medio derretido, dice Hillary. La s'angve no circula con
libertad, el peso y calor de los bayetones, que usamos la incen-

(1) White, 1. c. pág. 75.

(2; Kegister aanuel, 179J. Liter. pág. 236,,


(3) Stoll: de nioribis ehrouicis, 16tí.
—98—
diau, y oprimiendo nuestros pulmones débiles, los disponen á
la tisis. Massabios los turcos, persas, y chinos que habitan re-
giones calurosas, usan vestidos flojos y delgados*
La 3?- que cuando el calzado, ú otra alguna jiarte del vesti-
do s/a humedezcan, es menester mudarle con tanta mayor
prontitud, cuanto mas leve parezca la humedad que se recibe.
Porque los vestidos medio mojados, por la desigual impresión
quo hacen sobre el cuerpo, causan mas daño á la salud que
croando se mojan por entero, según observa el docto filósofo
americano Eranklin, porque en el último caso está el cuerpo»
ce mío sumergido en un baño, que le humedece con prontitud é
i/4'ualdad. Así es también que un aire colocado por entre ren-
cüjas y puertas entornadas, hiriendo con desigualdad sobre el
cuerpo, causa los graves daños, que no se sienten al aire libre,
on que está rodeado por una masa atmosférica de igual temple.
Gb" En toda circunstancia debe cuidarse mucho de la limpie-
za y aliño délos vestidos, mandando lavar, y mudando á menu-
do la ropa interior, y sacudiendo la exterior. Se debejpeinar con
frecuencia, rasarse la barba, y lavarse la cara y extremos del
cuerpo. Es tan importante el aseo, dice Eumford, JBssays poli-
tAcal. economical, vol. I. pág. 35, que las aves procuran bañarse
para manifestar la elegancia y hermosura de su plumage. Los
animales que se bañan son mas alegres y tranquilos, y el aseo
en el hombre manifiesta su carácter moral. La virtud no se
hermana con la inmundicia, ni haj^ persona amante del aliño
quesóa un consumado villano.
67 Ejercicio. El ejercicio á pié, en carruaje, ó acaballo es
útil,, por cuanto fortalece nuestros miembros, y en conse-
cuenci a se expiden de un modo favorable á la salud todas las
función es del cuerpo. Las personas robustas pueden empren-
derlos á cualquiera hora deldia. Las débiles y enfermizas de-
ben evita ? $
principio de la mañana, en especial si es airosa, y
la entrada de la noche. En estas horas, en que hay un tránsi-
to de la luz á las tinieblas, ó al contrario, sucede una mutación
en la atinósi ^Sra que afecta los Cuerpos delicados.
68 STo es b ueno ningún ejercicio violento, y mucho menos
el de apié prñ icipalmente en estío. El movimiento del cuerpo
debe hacerse ce fo el estómago descargado: por cuya razón las
de siete á nueve de .la mañana, y de cinco á seis de la tarde me
pardeen las hora 'S nías oportunas. Las señoras de Lima se
criail endebles pe '«•que no tienen otro ejercicio corporal sino el
de ruedas. Les ¿roí rovecíiaria anduviesen apié hacia la una del
día por entre las al amechas, y hermosa arboleda, que rodea por
todas partes la capi tal, pues las plantas arrojan el aire mas
puro después que el sol pasa el meridiano. Aprovechara so-
bremanera este ejercí too á la* históricas. Los sitios que están
—99—
al sur de la ciudad son mas gratos, y saludables que los que
yacen al norte.
69 Los infantes no deben encerrarse en sus casas. La luz los
alegra y vigoriza, y el ejercicio los fortalece, por' lo que en la
llora indicada deben pasearse á la sombra de los árboles en los
brazos de sus madres.
70 Juegos artificiales. Jugar á la pelota, tirar la barra, y
otras de estas ejercitaciones de mucha agitación y fuerza, no
convienen á los limeños por su pecho endeble. Pero lo danza,
XHirticularmente la pantomímica, les será de suma utilidad,
pues observa Sócrates en el diálogo en que lo introduce Xeno-
fonte (1), con este ejercicio se conserva mejor la salud, se co-
me con mas apetito, y se concilia un sueño mas apacible; y le-
jos de desfigurar el cuerpo, como lo hacen la carrera y el pu-
gilato, es el mas apropósito para dar soltura, garbo y bolleza
á los cuerpos de los jóvenes. Por esto debe el minuet se'r nues-
tro baile favorito, pues reuniendo estas circunstancian, y dis-
tribuyéndose con garbo y suavidad por todos los miembros el
movimiento, que resulta de sus pasos y acciones acompasadas
dá gentileza al cuerpo, y este puede sin cansancio, auxiliado
de la música, continuarle por algún espacio de tiempo. Las
tropas, según notó el célebre mariscal Saxe, marchan con me-
nos fatiga al son de la caja, y música, que en si Venció.
71 La Música debe colocarse entre los ejercicios gimnásti-
cos, porque no solo tiene un imperio decidido 'sobre las pasio-
nes del ánimo, que influyen en la constitución del cuerpo, sino
porque también este se fortalece cuando careta, ó tañe. Con el
canto se ponen en tono sus nervios y tendones, de manera que
él representa una harpa en. que se mueven todas las- cuerdas
directamente, ó por consonancia y simpatía. El hombre es na-
turalmente músico, descubriendo una pasión vehemente á es-
te bello arte en todos los grados de edad y civilización en que
puede hallarse. Los negros africanos, reputados por todos los
hombres mas torpes de las razas humanas, se aventajan no
obstante en la inclinación á la música. De cuanto cae en sus
manos hacen un instrumento harmónico, y si solo encuentran
una quijada de burro' ó caballo, la baten, y saltan á sus sonidos
con tal precisión, que no se encuentran igual en las danzas de
los europeos, según Mr. Chavalon en su viaje á la Martinica.
TI La naturaleza desplegó en la zona ardiente toda la ener-
gía de su pincel divino, dando hermosos colores á las aves, pe-
ro tal vez ha sido un poco avara en concederles la melodía (2);

(1) Synrposion, pág. 692. Edic. Basil. M. DLXI7£.


(2) Con todo, si entraran en competencia dos cói-os de av/js canoras, el
uno europeo, y el otro americano, la, victoria quedaría iy decisa. Azara,
Voyages dans í7 Amenc. Mer. tora. 3, pág. 5.
—100—
mas recitado Lace el oficio del cauto en los hombres que ca-
el
recen de entonación. Y
aunque la rima sea una invención dia-
bólica para atormentar los poetas, y hacerlos pasar llenas de
angustias las horas de su vida (1), es excelentísima para dar
inflexión y compás á la voz, transportando al recitado el pla-
cer y utilidad del canto. Por otra parte la instrucción en la
música es indicio de buena educación, y cuando se sabe tañer
un instrumento portátil, se lleva consigo eu la soledad y los
viages un com pañero agradable. Eu rusticidad degeneró la
severidad de Esparta cuando condenó á Timoteo porque, aña-
diendo una cuerda á la guitarra, aumentó su inelodiía: este
proceder era mas propio de la barbarie de Solimán, que hizo
pedamos los instrumentos, y devolvió á Francisco I los músi-
cos qiíe le liábia obsequiado, recelando no aconteciera, que la
suavidad y harmonía encantadoras de la música convirtiesen
en un carácter afable la torpe ferocidad de sus musulmanes.
73 Los (pie entre nosotros tienen un pecho comprimido, y
sobresalí élites las espaldillas deben evitar los instrumentos de
aire, y ejercitarse en los de cuerda: tampoco deben cantar en
voz alta, poique no pudiendo los pulmones en la estrechura de
la cavidad del pecho dilatarse con comodidad, se rompen, y se
1

escupe sangre. Por la misma razón no deben estas personas


correr contra ei viento, ni apié, ni acaballo. Sus ejercicios de-
ben acomodarso á su constitución, la que por grados puede ir
adquiriendo vigor, hasta pasar los treinta y cinco años de
edad, que en estoft climas es por lo general el término del ries-
go, que tienen de arrojar sangre, y morir de este accidente.
Él recitado mas ó menos vivo, según el pecho de cada uuo, de
manera que nunca se haga esfuerzo ni violencia. El recitado
de trozos escojidos de poetas hace el efecto de la música, y
mientras que "la consonancia y harmonía alhagan al oido, el
acento y la medida sujetan la voz á que adquiera aquel tono
y pausa tan necesarias, no solo en las declamaciones y repre-
sentaciones públicas, sí también en las conversaciones priva-
das.
74 Baños. Los baños son tan útiles en los países calurosos,
,que los legisladores de oriente para hacerlos practicar, los co-
locaron entre loí¡¡ deberes religiosos. Limpian la cutis, fortifi-
can el cuerpo, y le atemperan. En la costa pueden empezar

[1] ''Mamut premier, dofct la verve insenséb


sóiti lo
1 >'ans les bornes d'-un'vers i-enferma sa pensóe;
En donnat a ses mots uífie étruite prison,
Voiilut avec la Riuie enehainer la liaison!
Eíaus .le metier fatal au repgs de ma vie,
Mee jymrsple inp de loisir, e<;ouleroieut sans envié".

Uoileau, Satir. 1 1 . tomo, I,


—101—
Ion baños, luego que se adelanta la primera; pero siendo mas
frío el temple de la ciudad, es menester esperar al estío. Las
precauciones que deben usarse en el baño .consisten, en bañar-
se .'estando ayuno ó con ligero alimento, y que no esto el cuer-

po sudoso. Las horas antes de comer son las mejores, y si se


elige la noche, sean pasadas las horas déla digestión. Si los
cuas se ponen varios y trios debe suspenderse el baño, para
que no sobrevenga algún catarro. ,

75 A los infantes es menester acostumbrarlos al baño, no


sumergiéndolos de improviso, sino poniéndolos sobre el agua,
y bañándolos con la mano.
76 Los enfermizos con obstrucciones al vientre, que pade-
cen de toses, y tienen un pecho angosto, deben evitar el baño.
77 El agua marítima es preferible á la de rio por mas deter-
gente; y así dice un poeta que el agua del mar limpia todas
las inmundicias del cuerpo humano [1].
78 Ejercicios mentales. El famoso médico americano Benia-
miu Eush [2] piensa que los ejercicios délas facultades del al-
ma, y sus pasiones activas aumentan la duración de la vida
humana. Para probar lo primero podria añadirse, dice, á ÍJew-
tori, y Franklin, una lista dilatada de hombres de gran talen-
to, que vivieron muchos años hermanando sus estudios con el
ejercicio, y la templanza; en apoyo de lo segundo se ven lle-
gar á la extrema vejez los hombres, cuyo corazón ha sido domi-
nado por la ambición ó la codicia.
79 nuestros estudios, para que ilustrando la mente no acor-
ten la vida corporal, pueden distribuirse del modo siguiente:
Las horas de la mañana consagrarlas á la composición, ó al
estudio de memoria. Por la tarde, después de la siesta, ocu-
parse en la lectura, y hacia lascinco salir al campo para fortale-
cer el cuerpo, estudiando ala naturaleza en sus obras. La noche
debe dedicarse á la meditación, lejos de las velas y cuartos es-
trechos. Los antiguos llamaban álaLuna la lámpara de la sabi-
duría, por lo que podia meditarse á su luz en el silencio de la
noche. Y aunque parece que en ésta se trabajan las obras per-
fectas, pues se decían oler al aceite del candil, con todo para
tomar la pluma en estas regiones abrasadas, es preciso se de-
je ver la aurora con sus dedos de rosa (S). Aurora inusis
árnica.
80 A Pax se le antojó poner entre sus muchos desatinos,
que Godin no encontró en Lima quien le entendiese una lec-

(1; Euripid. IjjhigoSL


(2; Lectures upon animal Life, pág. 19.
(3] Homer
T03X. VI. LlTEBATTJKA—16

—102—
cion de Matemáticas. El pundonor peruano se picó, y par;l
dar una prueba de lo contrario se ha abrazado este estudio
con mucho empeño. Asombra ver á los niños del colegio Ca-
rolino presentarse a los exámenes Físico-Matemáticos, con un
número increíble de proporciones, aun las mas arduas, dejando
al arbitrio del examinador elegir la que quiera. Los viageros,
que han concurrido á estas justas literarias, han confesado no
ceder en nada nuestrta juventud á la mas provecta de Europa.
El lucimiento y acierto con que se desempeña, llena de gloria á
su patria: y los maestros, que á costa de afanes indecibles han
abierto por si mismos esta fragosa vereda (1), son dignos
de que se invoquen á su favor los sagrados cisnes: á quienes
pertenece conservar di riclii nomi la memoria digna. Ariost.
Orí. c. 35.
81 Pero permítaseme decir no ser éste por ahora el estudio,
que mas conviene en este pais. Porque ni hay las proporcio-
nes oportunas para adelantar en él, ni se fomentan las artes á
cuyos adelantamientos sirve, aunque tan necesarias en un rey-
no rico en metales, y en las primeras materias de las manu-
facturas. Asi por la atención y fuerte contracción que necesi-
tan los escolares para hacer progresos en esta espinosa carrera,
en que se conducen por si comunmente, pierden sus estóma-
gos, se hacen melancólicos y taciturnos, y se marchita el pre-
cioso germen de la zona tórrida. Acórtese el tiempo, que se
emplea en las instituciones de las ciencias exactas, para dar
lugar á las de las bellas letras, y crecerá prodigiosamente el
ánimo sin menoscabarse, antes si fortaleciéndose el cuerpo.
La imaginación de la zona tórrida se enfria con el yelo y aridez
del cálculo. El cerebro es delicado para estar mucho tiempo
en una tensión violenta. Nútrase con los conocimientos pro-
pios: preséntense á su imitación los cuadros de las artes, y las
composiciones literarias del bello gusto, y presto se verán
competir nuestras obras con los modelos acabados de la
Grecia (2).

Credo equidem, vivos drcent de marmore vultHS:


Oníbumt causas melius. ...... . Virg.

(1) La patria no olvidará nunca lo que debe su juventud a los talentos'


asombrosos, y tenaz dedicación del virtuoso eura.de Huancayo; Doctor Don
José Ignacio Moreno. Mere. Per. tom. VIII. pág: 280.
(2) Nuestros literatos encontrarán decumentos preciosos para conservar-
se ee una buena vejez, en la excelente disertación latina de nuestro compa-
triota el Dr. D. Evaristo Albitez. "De consequenda, et producenda senec-
tute." Roma3 MDCCXC.
SECCIÓN IV.

DE LOS MEDIOS DE CURAR LAS


ENFERMEDADES DEL CLIMA.

DE LA AUTOCRACIA, O PODER QUE LA NATURALEZA, SOSTENIDA


POR LA DIETA, TIENE EN LA CURACIÓN DE LAS
ENFERMEDADES.

1 Como movimiento que fomenta la vida conduce natu-


el
ralmente á muerte, á uadie puede el arte de curar ofrecerle
la
la inmortalidad. El nombre que ha existido un siglo, ba visto
perecer al rededor de si todos los entes orgánicos, que comen-
zaron con él la carrera de la vida: solo quedan en pié algunas
viejas encinas para servirle de monumentos vivientes, en cu-
yos troncos grabe su mano la historia de los sucesos, por lo
común desgraciados, de su siglo; si es que el dolor de haber-
los presenciado le permite transmitirlos á la posteridad. La
Medicina no tiene otro objeto, que el de jjrolongar la vida hu-
man a todo el tiempo, que pueda caber dentro de los términos,
que están señalados á su subsistencia individual, é impedirlas
molestias de las enfermedades que la cercan. En esto hace al
hombre un servicio muy grande, porque nada le importarían
todas las fruiciones y dulzuras, que pudiera proporcionarle
una fortuna venturosa, si las habia de perder por una muerte
—104—
anticipada, ó si el propio dolor había de convertirlas en amar-
gura.
2 Tan importante cargo se desempeña: 1? conservando la
vida en cualquier grado en que se halle: 2? destruyendo las
causas que la impiden el ejercicio pleno de sus funciones. Lo
primero se ejecuta por la dieta: lo segundo por los remedios;
y la dieta ocupará también el lugar de estos (1), siempre que
se el'. ja de substancias, cuya cualidad se oponga á las causas
que fomentan la enfermedad. Es por consiguiente el primer
deber de un médico en el ejercicio de la medicina, establecer
el plan dietético, á que deba arreglarse el enfermo, cuya curación
se le confia. Entonces la naturaleza trabaja con orden y efica-
cia, por desprenderle del mal que le oprime: 1? aumentando la
acción del sistema vital, en la que consiste la fiebre, la cual
el Docto Sydenham llamaba instrumento, con el que la natu-
raleza separa las partes impuras y morbíficas de las saluda-
bles (2): 2? estableciendo ciertas y determinadas revoluciones
periódicas, á cuyo término se verifican semejantes separacio-
nes, y por consiguiente las crisis y juicios de las enferme-
dades.
3 Este orden de movimientos, que con claridad se percibe
en las enfermedades agudas, enseñó á Hipócrates y á sus se-
cuaces, á regir principalmente los enfermos por medio de una
buena dieta, confiando á la energía de la naturaleza la expul-
sión de sus males. Y este mismo designio ha animado siempre
á los profesores sabios y prudentes; y cuando el atrevimiento
y presunción juvenil los han hecho seguir otra senda, los años
y la experiencia los han obligado á revolver sobre la que deja-
ron trillada los ilustres Griegos. De lo cual acaba de darnos
un bello ejemplo el ardiente defensor de Broun el Docto Joseí
Frank, retractando publicamente el sistema heroico de aquel,
que habia adoptado con entusismo; y confesando, los errores
médicos áque se expuso, por abrazarle en su totalidad, con al-
to desprecio de la Medicina expectante délos antiguos (3).
4 Verdad es, que desde el tiempo de Asclepiades se ha ne-
gado á la naturaleza la virtud medicatris, que le concedió Hi-
pócrates , [4], y que los dias críticos se han
mirado como un sueño por muchos profesores de nombre. Pe-
ro en cuanto á lo primero, aun cuando la naturaleza, esto es, la
vida subsistente en el enfermo, y las causas que la fomentan

(1) "Optimun vero niedicaineiituní est oportuna cibus datus." Cela.


Lib. cap.
3. pág. 110.
4.
[2] Sí'cc 1. cap. 4. "et Asclepiades fcbreipsa priecipue se ad remedium

uti professut; est." Cels. Lib. 3. pá$. 118.


(3) Tlie Philadelphia medical Museum. Vol. V. Eegister 153..
(4) Chartier tom. 9. pág. 5Q9. Epidem. lib. 6. Seco. V. tex. I.
—105—
se tuvieran en las enfermedades pasivamente, como quiere el
Docto Jackson; es verdad qne cesando de cualquier modo la
cansa, que interrumpe el orden de sus movimientos y funcio-
nes, los recuperará al momento por su propia energía, pues la
vida es un movimiento vital que intenta desempeñar activa-
mente las funciones que son su efecto. Y asi bajo de cualquier
aspecto que se considere la vida en el enfermo, ésta se fuerza
á recuperar la integridad que corresponde al individuo, y le
era peculiar en el estado de sanidad [1].
5 Si en aquellos momentos de aparente mejoría, que por lo
común preceden á la extinción de la vida, y á la cual llaman
algunos el relámpago, y otros la sanidad de la muerte, no se
recupera la naturaleza, es porque este aparente alivio no es el
efecto del estímulo morbífico disminuido, sino de la excitabi-
lidad 6 fuerza vital consumida. Asi es que, aplacado el tumul-
to por la falta de ésta, se despejan los sentidos, y el pulso pa-
rece ordenarse por la debilidad que sobreviene; pero que á un
ojo observador le hace ver ya la muerte, mientras que los mé-
dicos menos sagaces celebran el alivio.
6 Los dias críticos tienen á su favor la opinión de los pue-
blos, fundada en la experiencia. Su nombre salió del foro,
porque con no menor sorpresa esperan los interesados' el jui-
cio de una enfermedad en los dias críticos, que los reos y sus
amigos la sentencia de absolución ó condenación en los tribu-*
nales de justicia. Nuestro pueblo señala como eminentemente
judiciales los dias 7., 11. y 14., y los anota con sumo cuidado:
y la observación clínica confirma lo fundado de sus temores
hacia el dia 7. término de la 'primera, semana, y de su compla-
cencia, luego que la enfermedad superó el 14. término de la
segunda semana. Pero se objeta, que el cálculo de los dias
críticos es muy falible, y que confrontadas las mismas tablas
clínicas de Hipócrates, hay una diferencia fastidiosa é inespli-
cable. Confieso haber en esta materia algunas dudas; pero que
podrían resolverse, no contando los dias, sino las revoluciones
periódicas en el tipo ó curso de las enfermedades, como lo in-
dicó Aselepiades y lo demuestra Jackson con el peso que ca-
t

racteriza su pluma [2].


7 La causa mas común y general de nuestras enfermedades
es la constipación, Secc. III. § L, pues para repararse la trans-
piración sobre la cutis, se excita en lo general el tipo, tercia-

{1] Helmoneiey Stal han supuesto'; que estos esfuerzos déla naturaleza,
los excitaba el principio vital residente en ella, bajo del nombre de Areheo,
ó Ánima. Pero Hipócrates dejó escrito: "adinvenit natura sivi ipsius acce-
sus non cogitatione inerudita natura, et in docta, quaj opus'sunt efi-
cit.'M. c. text. 31.
(2)A treatise on tlie fevers of Jamaica cap 3:
—106—
mas eficaz para desempeñar este cargo. Pero las
nario, que es el
circunstancias que acompañan lainvasion del catarro, no siem-
pre permiten se desenvuelvan con claridad los paroxismos de
las intermitentes. Por el contrario reuniéndose duplicándose y
aun triplicándose estos, Lacen nacer la variedad de fiebres conti-
nuas, en que se necesita de todo un médico, 1? para analizar
los paroxismos y no confundirlos, 2? porque puede acaecer la
crisis del tipo de paroxismos primarios, quedando en pie el
de los accesorios ó secundarios: 3° porque absuelto un tipo fe-
bril en el dia crítico, puede hacer nueva invasión en el siguien-
te, en cuyo caso sigue el mismo progreso que el que le prece-
dió. Pero se baria una cuenta errada, contando desde el prin-
cipio de la enfermedad, y no desde la nueva invasión [1].
8 Luego si se analizan las fiebres continuas de nuestro cli-
ma, se bailará que sus radicales son las intermitentes tercia-
nas, las que adquieren vario aspecto seguii las diferencias lo-
cales, estaciones del año, y otras causas. I<as tercianas tienen
un término saludable á la séptima, revolución, que corresponde
al dia catorce, pues también las crisis de este dia, según apa-
rece de las tablas de Haen, son las mas saludables en las fie-
bres continuas. Hay mas: los dias críticos del once para ade-
lante, permutan el orden ternario en el cuaternario, lo que ka
originado infinitas disputas médicas, sin atinarse con la solu-
ción. Mas ésta es muy clara, porque toda terciana camina á
su fin con éxito feliz, cuando se retardan sus periodos, con
que es consiguiente, que siguiendo el misino saludable progre-
so, cuando reunidos los paroxismos forman una fiebre aguda,
se retarde el periodo final de la segunda semana, y en el lugar
del dia 13 sobrevenga al 14.
9 El dia séptimo es un dia muy crítico entre nosotros, y mu-
chas pleuresías se juzgan en él por sudor. Este dia os muy no-
tableen las tercianas letárgicas ó soporosas, pues aunque Werl-
hofdápor concluida funestamente la enfermedad al tercer perio-
do, que es el dia 5; yo be visto, lo mismo que anota Torti, es-
capar á los enfermos de esta accesión; pero morir infaliblemen-
te bajo la cuarta accesión, que corresponde al dia 7., si con
tiempo no se ha impedido el que sobrevenga. Sabido es que
las tercianas adquieren ó son de mala calidad, cuando se anti-
cipan sus paroxismos, pues es consiguiente que el paroxismo
critico, que debiendo acaecer en el séptimo dia en las enfer-
medades agudas, se anticipa al sexto tenga la misma maligni-
dad. Y de este modo comparando los periodos tercianarios en
su simplicidad, con los de su orden compuesto y complicado,

H\(l) "Verum postremas isfcas crises, soli medici pliilosoplii prosequuu-


túr, niercenarü non attingunt. Strack de pleuritidé pág. 7."
—107—
recibirá la doctrina
i de los de que hasta aho-
«lias críticos la luz,
ra ha carecido: y médico persuadido de la certidumbre de
el
ellos, no turbará los esfuerzos saludables de la naturaleza, con
sus remedios impertinentes. Sagaz obserbador considerará,
que aunque á la curación de las enfermedades concurren la Na-
turaleza, el Arte'y el Médico, como nota Galeno [1], la Natu-
raleza obtiene el primer lugar en el orden de la curación, sien-
do la autócrata restauradora de la sanidad, ..... [2]
10 Si á estas consideraciones añadimos que nuestras enfer-
medades s>3 originan por lo común de una constipación de la
cutis, que está acompañada de afecciones gasticas, Seca III.
§ I.: es decir de alimentos mal digeridos ó alterados, bien sea
por el abuso que de ellos hacen los pacientes, bien por la debi-
lidad de sus estómagos, ó bien porque en el orden de funcio-
nes corporales, alteradas las de la cutis, se alteran las del es-
tómago: el régimen de vida que contraríe poderosamente estas
causas morbíficas, debe establecerse como la primera, y fun-
damental base de la curación de nuestras dolencias, tanto
agudas [3] como crónicas [4].

$ II,

DEL USO DEL AIRE EN LAS ENFERMEADDES.

1 Los antiguos filósofos creyeron que en el Aire habia cier-


to oculto principio que alimentaba la vida de los animales.
Pábulum vites. La experiencia diaria persuadía la verdad de
esta opinión, y así para descubrir ente tan precioso se multi-
plicaban las tentativas y observaciones, en la razón misma en
que se adelantaban el estudio y bellos trabajos de la Física.
Solícito los reunía el gránele Boerhave para revelar el saluda-
ble misterio, que encerraba el aire respira.ble, y cuasi al tocar-
le con la mano desesperaba de su empresa, abandonando á
tiempos mas felices tan gloriosa conquista, in obscuro liabetur,
feliz qui cleget, nescis índicasse suficiat (5).

[1] Chart. 1. c.pág.510. text. I.


[2] Chart, L c. pág. 513
(3) Cuja carrera es breve y peligrosa.
(4) Cuya carrera es larga, y remoto el peligro. "In acutarum veré pas-
sionuui euratione recfum ciborum usura maguara parten sibi vindicare,
coque ueglecto frustra illam medicamentis aggredi." Carminat. Tom. I.
pág. 300.
[5] Chenia: de Aere.
—108—
2 El esclarecido físico Priestley fué el que, en 1? de Agosto
de 1774, rompió el velo que nadie habia conseguido levan tai*.
Descubrió en este memorable día el aire deflogisticado, oxigeno,
ó vital, y preparó una gran revolución en las ciencias Físico-
quimiéas. Lavoisier patriarca de la Química moderna, perfec-
cionó en 1776 y 1777 los trabajos de Priestley, é hizo ver por
medio de la análisis y síntesis, que el aire, reputado hasta en-
tonces por cuerpo simple primitivo y elemental, era en la rea-
lidad un cuerpo compuesto de otros dos diferentes, el uno emi-
nentemente respirable, y el otro que no lo era, y que se mez-
claba el primero con el segundo en Jesl aire atmosférico en ra-
zón de 1 á 3, según queda notado Secc. I, § IV, .2. De aquí es
que el primero adquirió el nombre de vital, y el segundo de
mefítico, y azótico, conforme al efecto que producían en los
animales que los respiraban.
3 La respiración es en los animales una combustión lenta:
de manera que al inflamarse los cuerpos combustibles, se fija
y consume en ellos la base del aire vital, desprendiéndose en
esta combinación el calor y luz que acompañan el fuego, y el
residuo del aire ambiente queda reducido, si no se renueva, á
una mofeta en que no pueden arder los cuerpos inflamables,
apagándose al instante que se sumergen en ella; y así tam-
bién en la respiración animal el aire vital absorvido por los
pulmones se mezcla con la sangre, le comunica un calor pur-
púreo, y desprendiendo su calórico en esta combinación, forma
el hogar del calor animal, y eleva su temperatura [1]. El aire
que se expira después de esta función, es de tal modo impro-
porcionado para la vida, que si no se renueva se debilita la ac-
ciou de las arterias y del corazón en el hombre que le respira,
el pulso se acelera, la cavidad del pecho se oprime, el hombre
se agita, y extiende los brazos para dilatarla, abre la boca en
busca de aire respirable, y no encontrándole perece.
4 El hombre consume de este aire vital en cada hora 360
pulgadas cúbicas, y el aire que devuelve en la espiración es
un gas compuesto de ázoe, ácido carbónico, y un residuo de oxí-
geno. Cuando el aire solo contiene ^de aire vital, el animal
que le respira camina á la muerte. Luego que Hales consu-
mió & de aire respirable ya no pudo respirar.
5 Portan preciosas é interesantes observaciones nos indu-
cimos á manifestar la necesidad, que tienen los sanos y los en-
fermos de vivir en un aire renovado: y de ellas mismas se
inferirá cuan irracionales han sido y son las prácticas (pie
hay todavia en nuestras casas: 1? de tener á los enfermos en

(1 ) Chaptal Elem. de Química cap. 2, del aire vital El aumento del


caloren la respiración animal está avaluado en jj^q-
calor
—109—
cuartos estrechos y cenados por todas paites, aun en me-
dio del estío, y con enfermedades cuyos productos corrompen
rápidamente el aire, como son la disenteria y viruela. A mu-
chísimos acometidos de esta enfermedad echó al sepulcro cos-
tumbre tan desatinada: 2? el permitir concursos numerosos de
criadas y visitas importunas, que rodean los lechos de los en-
fermos ricos. Esta caterva ignorante y petulante consume el
aire vital de la pieza, y deja al paciente rodeado de miámofe-
ta. que agrava sus males tísicos, después que con importunas
preguntas le ha debilitado extremamente el ánimo: 3? el tener
muchas Lu$es y braseros encendidos, que colocan con especia-
lidad en los cuartos de las parturientes, las que si son ricas;
Dios nos ampare que oficiosidades tan nocivas tienen que su-
!

frir, el cuarto se calienta, el aire puro se consume, la partu-


riente se enardece, suda y se pone en mucho riesgo.
G En los que padecen enfermedades agudas deben obser-
varse las reglas siguientes para renovarles el aire que los ro-
dea. Primera en el tiempo de las calmas, y calores del estío,
deben estar abiertas las rentanas del sur y puertas de comuni-
cación li mayor parte del dia, y aun si hay bochorno, en las
horas oportunas déla noche. En esta estación reinan por lo
(

común fiebres del género de las ardientes, y el libre acceso


del aire fresco atempera el calor de la sangre, modera su mo-
vimiento, impide su disolución, disipa sus eflorescencias peli-
grosas, minora el numero de sangrías y el enfermo cual otro
Sarpedon vuelve á la vida á beneficio del frescor del' viento
saludable.

Son ame semble fuir: un livide nuage


Obscursit sa paupiere, et glace son visage;
Mais de un vent frais, et doux les secours bienfaisants
Le rendent á la vie, et raniment ses sens..

Rochefort, Iliad. 1. 1, pág. 348.

7 Segunda: se regará ligeramente en el centro del dia el


cuarto del enfermo con vinagre aguado, según lo exigiere la
mayor 6 menor fuerza del calor; y con el propio vinagre agua-
do se lavarán en todo tiempo las vasijas y platos que sirviesen
al enfermo, en lo que se debe tener tanto mayor cuidado cuan-
to fuese mayoría tendencia de la enfermedad á la xmtrefaceion
y mas temiljlc el contagio; porque con los vapores que se le-
vantan del vinagre se modera la desagradable y nociva impre-
sión de la primera, y se ataja el progreso del segundo, confor-
Tcvjvr. vi. Literatura 17 —
—lió-
me se experimentóen Gibraltar en una funesta epidemia, lim-
piando y regando no solamente el suelo sino también las pa-
redes.
8 Tercera: en iguales circunstancias de calor, sequedad y
bochorno es útil colocar un lebrillo de agua, y sumergir en
ella algunas ramas de árbol cíe textura expohjosa, y que ca-
.

rezca de olor fuerte, cuales son las del sauce: y si formando un


agujero en el techo se dirigiere un rayo de luz .que hiera las
ramas, mudando el lebrillo según el curso de aquel, se conse-
guirá plenamente el objeto de refrescar la atmósfera que ro-
dea al enfermo y hacerla saludable. Yéase la secc. II § I. .6. . .

Y por las razones, allí apuntadas deben separarse el agua ylaá


ramas -luego que se acerque la noche, ó cuando el enfermo ne-
cesite estar en cuartos oscuros, (i)
9 Cuarta: en el invierno en que el tiempo está húmedo, y
frió, y reinan los dolores de costado, la renovación del aire de-
be hacerse con precaución. Por decentado no deben abrirse
las ventanas que caen al N, porque este viento es nocivo en
América: y aun en Europa se reputa por un azote contra los en-
fermos, porque ataja las crisis, las lince imperfectas, aumenta los
dolores, fatiga notaMe¡ne¡ile á las personas que tienen delicado el
peclu),y perjudica á los golosos. (2) Bastará que en el centro del
dia, cuando está mas seca y templada la atmósfera, se abra al-
guna puerta ó ventana baja, para que rmsando una moderada
corriente de aire nuevo arroje el de la pieza con las exhalacio-
nes perjudiciales de que está saturado; cuidando desde luego
de que §1 aire fresco no atraviese por encima del enfermo, al
que se defenderá corriendo las cortinas de la cama, mientras
se renueva el aire. Precaución á la cual debe atenderse con
especialidad en tiempo de los sudores que juzgan las enferme-
dades, y en los dias críticos en que aparecen. Las piezas estre-
chas tienen mas necesidad de que se renueve su atmósfera que
las espaciosas.
10 Quinta: se ha creído que el fuego purificaba el aire, y de
aquí ha nacido la costumbre de sahumar los aposentos de los
enfermos, quemando alhucema, romero, quina-quina y diver-
sas resinas aromáticas. Pero no son las partícula^ del mate-
rial encendido que separa y eleva el fuego las que mejoran el
ambiente respirable; poi el contrario, los vapores resinosos y
aromáticos incomodan el pulmón y lastiman la cabeza, con es-
pecialidad en aquellas personas que padecen afecciones ner-

(
i ) Alón rou recoin leuda en los tiempos muy calurosos el colgar en las puer-
tasó ventanas paños empaliaos en agua tria parajéfrescaj el aire, que en-
tra por ellas en las viviendas.
(2) Bails Arquitectura t. 9. Partí I, pág. 857.
.
-llu-
viosas: y si hemos de creer áexperiencias hechas por Achara
las
por ruedio del hidrómetro, de disminuir aumentan la. hu-
lejos
medad del aire. El efecto saludable de las hogueras consiste
en entablar corrientes de aire fresco, con la especie de vacío
que forman al rededor de sí, para que empujándose unas á
otras las ondulaciones del viento, arrojen la atmósfera pesti-
lencial, y reemplacen otra nueva y saludable: por lo que y-\ en
su incendio no se ha llevado este objeto; sino que por el con-
trario, con el aumento del fuego se ha caldeado la atmósfera,
entonces lejos de mejorar se empeora la constitución pestilen-
te. De aquí provino morir en Lóndes cuatro mil personas en
una noche en la peste, que quiso imprudentemente detenerse,
encendiéndose grandes hogueras por tres dias; cuando la mor-
talidad no excedía de cuatrocientas antes de ellas. [1]
11 Sexta: inferiremos pues de aquí la x>rudencia con que de-
be procederse en caldear y llenar de humo los cuartos dtí los
enfermos. Y
aunque desde luego, reinando tiempos fríos y hú-
medos, y principalmente si la pieza en que mora el enfermo
es espaciosa, es útil templarla y secar la humedad del aire, que
contiene, porque esta ataja la transpiración, cuando por el con-
trario la sequedad absorbiéndola sobre la superficie del cuerpo
la promueve y facilita las crises; [2J debe con todo cuidarse de
renovar al medio dia el ambiente de la pieza, permitiendo in-
greso al aire externo," pues de lo contrario la fragancia que le
han comunicado las resinas quemadas en ella, no tendrá otro
efecto que anticipar la muerte, esparciendo aromas sobre el ca-
dáver. De allí es que en los países cmltos del norte de Europa,
los cuartos no se calientan con hornos ni braseros, sino por me-
dio de chimeneas colocadas de manera que al tiempo mismo
que estufan los cuartos, renuevan el aire encerrado en ellos,
arrojándole con el humo por sus' tubos y respiraderos.
12 Séptima: el descubrimiento del aire vital condujo natu-
ralmente á sobstituirle á las exhalaciones resinosas, impreg-
nando de él la atmósfera de los dormitorios <i beneficio de una
máquina inventada por ínghenoux. Por medio de ella se ex-
trae con abundancia de los cuerpos que le contienen como son
la manganesa, el nitro, las cales metálicas &, y se esparce en
la atmósfera en forma de vapor, el cual, si se ha de creer á va-
rios médicos es muy saludable, especialmente para, los que pa-
decen del pecho. Pero como el oxígeno, ó aire vital es un ver-
dadero estimulante y ceba el calor animal, no debe aplicarse

(1) Haen Pralect. m t. IV.


Patliol.
(2) Galeno Method. L, V. Puede también adoptarse para moderar la
'9
c.
humedad del aire el regar el pavimento con cal ó potasa, ó colocar algunos
vasos pequeños que las contengan, segan el método que Mitchil, y Ferrar
usan para desinficionarle. ;
—112—
indistintamente en todas las enfermedades, sino tan solamen-
te en aquellas que proceden de debilidad, atonía ó aforamien-
to. Con gracia, y oportunidad dice el Dr. For-dice Monthly
Beview 1799 t. 28, que los jóvenes médicos son como los niños
que cuando les pasan alguna cosa brillante por los ojos abren
la boca creyendo ser comida, y que así abrazan sin discerni-
miento los descubrimientos importantes, y por falta de la justa
y debida aplicación los hacen infructuosos, y aun nocivos á la
salud del hombre.
13 Octava: en las estaciones medias cuales son las de otoño
y primavera, el mayor ó menor bochorno que reinare, y la ca-
pacidad de los cuantos, indicarán el mas ó meuos tiempo en que,
en el centro del dia, debe renovarse el aire encerrado. Pero
siempre que las eufermedades sean de las contagiosas, y de he-
dor desagradable, como lo son las disenterías y fiebres erupti-
vas, la renovación debe ejecutarse con franqueza, y practicar-
se lo que queda advertido en la regla segunda.
14 novena: cuando el enfermo comienza á mejorar de su
enfermedad, y se halla en estado de convalecencia, adelanta-
rá mucho con pasarse á otra pieza algunas horas del dia, en
las cuales se cuidará de ventilar plenamente aquella en la que
enfermó, y de sacudirle y renovarle su cama: por la tarde se
volverá á cerrar el dormitorio para que el enfermo regrese á
él, y este ejercicio le será muy agradable y benéfico. Y si sus
facultades le permitieren, cuando ya se halle con alguna fuerza,
abandonar la población y pasar á respirar el aire campestre,
adquirirá en poco tiempo aquel vigor y lozanía, que consiguen
las plantas marchitas en la sombra, cuando se exponen á la
influencia benéfica de la luz solar.
15 Décima: es indecible el bien que resulta ala salud de un
paciente con dejar el sitio en que enfermó y pasar á respirar
el aire de otro diferente, pero esta mutación es mas notable
cuando se conmuta el aire encerrado, y mal sano de las ciuda-
des, por el libre y saludable del campo abierto. Las enferme-
dades nerviosas como las hemicráneas, toses convulsivas &, des-
pués de haberse burlado del médico y de sus remedios, desa-
parecen luego que las hiere la benigna aura campestre. Ver-
dad es que los asmáticos no siempre consiguen la salud que
desean respirando los vientos en las costas marítimas; pero la
grangean á golpe seguro encaminándose á la sierra: y esta es
la gran ventaja que presenta la estructura del Perú para la
conservación de la vida humana, de abrazar en solo veinte le-
guas, que median de océano á los Andes, todos los tempera-
mentos de las diferentes zonas. Introduc. Por esto se ^é con
admiración que el mismo ser racional, que ayer apenas respi-
raba en la costa, y á quien una variación atmosférica ponia en
—lis-
ios brazos de la muerte, trepa hoy por las faldas de los Andes
con la misma libertad que si nunca hubiera padecido la fatal y
gravosísima asma. ¡Ojala, que una sabia política estableciera
pueblos de algún cultivo entre la capital y la cordillera, para
que la eterna soledad no destérrase de estos sitios saludables
á los que acostumbrados á morar en sociedad, pretieren vivir
muriendo en ésta á gozar de sanidad en un desierto!
16 Undécima: los que tienen disposiciones á contraer la ti-
sis, que entre nosotros son muchos, consiguen variar su cons-
titución practicando las propias mutaciones, lo que deben eje-
cutar temprano. Basta muchas veces para conseguirlo pasar
de la capital á vivir en alguno de los pueblos vecinos: (1) en-
tre estos deben preferirse los del sur y oriente. El de Mirarlo-
res que está al primer rumbo es excelente, porque su terreno
y todo el que sigue para el E. es elevado, seco, cascajoso, y ca-
lizas sus capas interiores, y está refrescado por los vientos lito-
rales. Hallándose inmediato á este pueblo el de Surco, y estan-
do el de Late á la parte alta de la ciudad camino para la sier-
ra, se tuvieron por saludables desde la antigüedad, según can-
tó uno de nuestros poetas.

Surco sais recreat kortis vernantibus agros


Limana distans lencas a urbe (Mías.
Late latet multis, statio bene fida saluti,
HortiSy'invídees quos Ubi Neritia.

Los conquistadores del Perú por fundar la ciudad sobre las


márgenes del Biniac, prefirieron ala bella y saludable situa-
ción de Míráflórés un declive en que se halla sumida y poco *

ventilada. Con mejor acuerdo los antiguos habitantes de este


país fabricaban sus casas sobre las colinas secas y venteadas,
huyendo de la humedad de los valles y terrenos bajos.
17 Duodécima: es muy sabido que los que ascienden amon-
tes muy padecen aahelo, cansancio,- palpitaciones de co-
altos
razón, y pulsaciones de las arterias: la cara seles pone roja, co-
mo cubierta de erisipela y escupen sangre (2) todo lo cual es un
natural efecto de la diminución del peso y gravedad del aire
en las cimas de los montes encumbrados, porque minorándose

(1) Suele suceder que estando largo tiempo en los lugares de convales-
cencia retoña la debilidad del pecho, y en este caso es oportuno regresar al
sitio de donde se salió, ó pasará otro diferente, porque con el ejercicio y per-
mutaciones atmosféricas se fortifica el cuerpo.
(2) Sausure Voyage au Mont Blanc. A los 12,000 pies de elevación se res-
pira con dificultad en los Andes, y las bestias caen muertas de fatiga, si se
las apresura: cuyo accidente llaman en la sierra "pasar la veta," por creer
que lo faan causado las exhalaciones metálicas.
—114-
la compresión exterior de los vasos, se aumenta su dilatación
interna, y se rompen con el movimiento é impulsos de la san-
gre. Por consiguiente los que teniendo disposiciones á la tisis
quisiereu pasar á la sierra para mejorar de constitución^ es ne-
cesario lo ejecuten por grados, y antes que su pulmón se haya
debilitado en tal manera, qué al atravesar la cordillera no pue-
da sufrir, ni la levedad de la atmósfera ni el intenso frió délas
nieves; porque en tal caso perecerán arrojando sangre por la
boca. Díctala prudencia situarse en iguales circunstancias, á
la falda de los montes hasta que adquiriendo el cuerpo el vi-
gor debido, y aclimatándose, pueda con mas seguridad subir
á los pueblos del alto Perú, si se tiene este designio. Hermo-
so consejo nos ha dado Geofray en esta parte.

Tu, quem sollicitat servandce cura salutis


Hoc teneas animo, nequid nimis; elige sedem
Quam nec in extremianimium gravis opprimat infrr

Talle, nec excelso prceruptam culmine montis,


Aeris optatí defraudet muñere coelum,

18 Décima tercia: parece que es peculiar á los Andes del


Perú, pues según el señor Ulloa no se experimenta en los de
Quito, (1) de que todos los que suben á ellos de la costa, aun-
que estén sanos y robustos se mareen, acometiéndoles vahí-
dos y vómitos. Se piensa generalmente que este accidente pro-
viene de las exhalaciones que se levantan de las vetas metáli-
cas. D. José Ooquet lo atribuye á la misma causa de la leve-
dad del aire externo, de donde se signe expansión en el inter-
no del cuerpo, mayor celeridad y efervescencia en el círculo
de los humores. Yo creo que puede cooperar el frío suprimien-
do la traspiración cutánea, que es abundante en la costa, por-
que á consecuencia de esta supresión se perturban las funcio-
nes del estómago y sobrevienen el vahído y vómito, según
acontece en los principios de los gran des catarros. (2) Por el
contrario, debiendo aumentarse la transpiración en los que ba-
jan de la sierra á la costa, no estando acostumbrada á ella su
cutis, pidecen la miUktria, ó sarpullidos, estoes, erupciones

(i) Noticias Americanas pág. 76. Mas he oido á algunos viageros qué en
el grupo de rocas que con el nombre de Asuay í¡ wina la reunión de las dos
cordilleras bajo los 2 gr 23 min. lat. S. se padece !l mareo en sus cimas, que
<

gegun Caldas están 2.480 t. 6 5,786 varas sobre el nivel del mar.
(2) Los viajantes de los altos páramos del Perú procuran defenderse de
las impresiones del frió y viento que allí sopla casi de continuo, fortalecien-
.

do sus estómagos, con el desayuno de carnes y cal dos en que polvorean ají
[capsiciun caule fructicoso scabriusculo pedunculis^ ¿¡olira.riis. Flor. Peruv.
t. II, pág, 30,|¡ que es muy estimulante.
—115—
con picaron y cuya enfermedad suele también llamarse chape-
tonada, porque también la sufren los europeos recien venidos
á los países, ecuatoriales, y es el efecto del aumento de circu-
lación, y falta de laxitud en los vasos exhalantes: ó les sobre-
vienen fiebres intermitentes, que son uno de los medios con
que la naturaleza dispone la cutis á una transpiración copiosa.
De cualquier modo que sea, padeciendo estas diferentes im-
presiones el cuerpo en las permutaciones de los climas de la
costa y de la sierra, deben nacerse tantas mas demoras en los
lugares intermedios, cuanto mas débil y enfermizo fuese el hom-
bre que las vá á sufrir [1].
19 Décima cuarta: las peregrinaciones marítimas á los dife-
rentes puertos de nuestra costa no son menos útiles que los
viajes terrestres para restaurar la salud perdida. Por decenta-
do el que se embarca en nuestro grande y pacífico océano de-
be respirar un aire el mas oxigenado del orbe terráqueo. La
atmósfera se renueva, y oxigena por la descomposición del
agua que consta de 84$ partes de oxígeno, y de 15f de hidróge-
no. Y si el mediterráneo seguu los cálculos de Halles [2] eva-
pora en un diá de estío 520.800,000,000 toneles == T\ de pulga-
da de su superficie, ya se deja comprender cual será la canti-
dad evaporada de nuestro inmenso océano bajo los climas ca-
lorosos de la zona ardiente, y cual la salubridad que adquiere
el fresco y agradable austro que sopla por encima de él. Pero
aun cuando los nuevos experimentos de Adam Seybert prue-
ben que existe la misma proporción de oxígeno en cualquier
parte de la atmósfera alta ó baja, marina ó terrestre, saludable
ó pestilente; [3] y que por consiguiente los grados de salubri-
dad del aire no tanto dependen de las prcvporciones de sus par-
tes componentes, ó propiedades químicas, cuanto de sus cua-
lidades físicas, y de las mezclas extrañas que lleva consigo,
siempre se seguirá que el aire que respiramos es mas puro so-
bre el mar que sobre la tierra, por no estar inficionado allá de
la multitud de exalaciones y vapores nocivos, que se levantan
acá de continuo de los pantanos corrompidos y de los cuerpos
podridos por el calor y la humedad &, los cuales atajan la tras-
piración, debilitan el pulmón, y ocupando su capacidad impi-
den que en un tiempo determinado se respire la misma canti-
dad de aire puro, que en los sitios donde no tiene estas inez-

(1) El temple medio entre él frió de las cordilleras, y calor de los valles
es de 13? sobre el en el termómetro de R. y luego que los que suben y ba-
jan los Andes llegan á los sitios donde domina, sienten la mutación del
temperamento que han dejado.
(2) Phylosof. transac. n. CLXXXIX.
(3; Museum. Medie, de Philadelphia 1806. Vol. Y, pág. 204. Daneer Prac.
Phys. of Jamaica pág. 21 ed. 1809.
—116-
clas extrañas. De aquí es, que aun cuando la oxigenación del
aire fuera mayor bajo la zona ardiente que bajo las templadas,
y frías, en estas el hombre respiraría mas cantidad de oxígeno,
el calor animal se fomentaría en el pulmón por una llama mas
pura y activa, y así el habitante de las zonas frías sería siem-
pre Días robusto que el que inora bajo de la tórrida.
20 A la ventaja de respirar y verse bañado por unairexjuroy
fresco, se añádela del movimiento déla nave, que excitando por
lo común el vómito, limpia el estómago y promueve la trans-
piración. Estos ¡ion heneñcios generales á los cuales puede ca-
da uno añadir el importante de elegir sin hacer largas navega-
ciones, el puerto y clima mas apropiado para librarse de sus
dolencias. El puerto de Paita y las costas inmediatas, que go-
zan de temples secos, mas calientes, é iguales que el de Lima
son mu3T útiles á ios gotosos, perláticos, escrofulosos, infecta-
dos de gálico, y de otra multitud de males que se alivian con
la traspiración constante. Mas el que por tener una constitu-
ción débil sufre los males que le son propios, vuelva la proa
al sur y diríjase al ameno y vigoroso reino de Chile. De mane-
ra que la ilustre capital del Pera está magestuosamente situa-
da enmediode la costa, que uñe el Ecuador al trópico de Ca-
pricornio, para gozar de todas las comodidades^ que hacen dul-
ce y próspera la vida humana.

... .•'_ media tesiudine temjpM,


Sepia armis SGÍioque alte siibnixa^ resedit. Virg.

§ III.

DEL ALIMENTO.

1 Los mismos alimentos que conservan la vida del hombre

en el tiempo de sanidad, deben también sostenerla en el de Ja


enfermedad. Pero como en esta las füñ'cióñes digestivas se ha-
llan mas ó menos endebles y perturbadas, según el carácter y
violencia del mal que las lia invadido: y que al mismo tiempo
que se consulta á mantener las fuerzas del enfermo, no debe
perderse de vista el debilitar la causa que las oprime, es indis-
pensable variar los ali meatos á que el paciente estaba acos-
tumbrado, con respecto á su cualidad, cuantidad y tiempo de
ministrarlos.
2 Cualidad. Si se considera que el hombre se mantiene di-
—117—
rectamente de vegetales ó de animales que se sustentan de
ellos, podrá el cuerpo humano reputarse formado originalmen-
te de los productos del reino vegetal. Para pasar estos de su
primer estado al de animal sufren varias descomposiciones, de
donde resultan nuevas combinaciones y propiedades: en lo ge-
neral experimentan la fermentación vinosa y acida, y retienen
las cualidades de ésta hasta que, por nuevas transmutaciones
y mezclas de los jugos digestivos del cuerpo, se convierten en
sus humores y carnes. Las carnes en su estado perfecto tienen
por término la putrefacción, que es el instrumento con que la
naturaleza disuelve con rapidez la obra en que habia trabaja-
do por una serie dilatada de producciones, separaciones y nue-
vas combinaciones &, á fin de que las hojas, raices, y frutos de
las plantas se convirtieran en carnes de los animales.
;> La parte alimenticia de las carnes es, según los Fisiolo-
gistas, el gluten ó materia oleoso-mucilaginosa, de que se for-
man, y reparan las partes sólidas del cuerpo viviente. Este
gluten en los vegetables se fraila en su primera formación en
cantidad mas ó menos abundante, y es tanto mas análogo al
del animal cuanto es mas nutritivo el vegetal. Así el trigo de
que se forma el mejor pan es entre los granos el que posee un
gluten mas semejante al gluten animal: en segundo lugar le
suministra la leche del maíz verde ó choclo, y aunque es mas
abundante en la harina del maíz maduro y seco; pero es mas
imperfecto. El pan de maiz debe colocarse'despues de el de tri-
go. El arroz debe entrar en el tercer lugar de las semillas que
poseen en abundancia el gluten animal, aunque por su consis-
tencia tenaz y latigosa es menos propio que el trigo y el maiz
parala formación de pan. De cualquier modo que sea, estos
tres géneros de granos constituyen el pan y alimento general
de los pueblos de la tierra. El europeo vive del trigo, el Asiá-
tico del arroz, el Americano del maiz y el Africano de los dos
últimos.
4 Eurcroy Aun al. de Chimie t. 3, ha descubierto en todos
los vegetales verdes y despojados del ácido el albumen que
constituye en los animales la materia alimenticia, pero así en
ellos como en sus frutos se halla en menor abundancia, y per-
fección que en el maíz, y que en el trigo, suministrando el ali-
mento mas bien que por el gluten: ya por medio del aceite y
harina que contienen, como sucede en las almendras y legum-
bres, entre las cuales los frijoles son menos nutritivos que las
habas; pero mas que los garbanzos -y lentejas: ya por medio de
su azúcar, como lo hacen los frutos ácido-dulces; en fin, por su
almidón como acaece en las papas y yucas las cuales carecen
del gluten animal. Porque todas estas partes son alimenticias
Tom. vi. Literatura— 18
—118—
en el reino vegetal,teniendo por principios el hidrógeno, [1] y
el carbón variamente combinados con el oxígeno. Las hortali-
zas son las que contienen menos alimento, pero teniéndole di-
luido en mayor cantidad de agua que las otras plantas, se
aventajan á ellas por sus cualidades refrescantes, saponáceas.
Siguiendo Eurcroy la comparación entre los jugos de los vege-
tales y de los animales, encuentra que ademas de la que existe
entre el gluten y el albumen, hay mucha analogía entre el acei-
te y la grasa, entre las emulciones y la leche, entre los muci-
lagos, y las gelatinas; y entre el azúcar sacado de los vegeta-
les, y el que se extrae de la leche.
5 Para que estas partes alimenticias puedan servir á nues-
tra nutrición, deben aplicarse debajo de una forma fluida (2),
la cual adquiere, ó bien por la preparación que se les dá antes
de tomarlas, ó bien por las fuerzas digestivas del estómago y
los humores que en él se les mezclan. Entonces los jugos ve-
getales comienzan á perder las cualidades de tales, y forman
el quilo, que subministra la leche, antes de transmutarse en la
sangre y carne de los animales. Y
así es que la leche retiene
muchas propiedades de las substancias vegetales combinadas
con otras de los animales, y es por consiguiente alimento me-
dio entre unas y otras.
6 De estas consideraciones debe deducirse que el alimento
del hombre se encuentra en tres estados diferentes: 1? en el de
vegetal puro: 2? en el de vegetal y animal medio: 3? en el de
animal puro. En el 1? y 2? estado abandonado así mismo se
avinagra. En el 3? se pudre. con tanta mas prontitud, cuanto
está mas animalizado, como acaece con el de animales viejos,
y de carnes rojas, porque en los animales jóvenes de carnes
blandas, y blancas la animalizacion no esta perfeccionada, y
así sus jugos retienen en parte su carácter original de acedar-
se. La fermentación acida, y la pútrida dan productos entera-
mente diferentes, pues de la primera resultan los licores y sa-
les acidas, y refrescantes; y de la segunda los líquidos acres, y
las sales alcalinas, que siendo de cualidad opuestas unas á
otras, se corrigen y detienen en la carrera de su formación por
su mezcla oportuna. Estos principios nos llevan por la mano á
establecer la dieta, que en sus enfermedades agudas deben
adoptar nuestros conciudadanos, conforme á la diferente cua-
lidad de los alimentos, que usan.
7 El célebre principio de la contrariedad, establecido por
Hipócrates para curar las enfermedades; esto es el oponerse

(1) El hidrógeno está ya|desterrado de los cuerpos simples, por ser com-
puesto de carbone, y alkáligeno. Museum. Americ. Vol. II. pág. 58.
(2) Zuckert. de re alimentar. Cullen.... Carminat.
—119—
siempre á sus causas y progresos, debe rigorosamente obser-
varse, cuanto en la administración de los remedios, tanto en
la elección de las substancias alimenticias, que lian de submi-
nistrarse á los enfermos. Y pues las fiebres agndas aceleran
fuertemente por el aumento de la circulación, calor &. los pro-
ductos de la animalizacion llevada a un alto grado, es preciso
evitarlos, interponiendo los de la vegetación en su estado pri-
mitivo, ó en su carrera media. Es decir es necesario hacer re-
troceder al cuerpo viviente del término fatal, á que lo llevan
la formación de sus carnes, al estado original de donde partió
su primera constitución para recibir la vida.
8 Sigúese de aquí 1? que en toda enfermedad aguda no de-
be en lo general ministrarse alimento animal, sino vegetal: 2?
que es un puro resultado de la preocupación de las escuelas
Galénicas de Europa trasmitida á las de América negar á los
enfermos en sus debidos tiempos, y estaciones el uso de las
frutas ácido-dulces: 3? que es la última prueba de la insensa-
tez dar á estos enfermos los caldos espesos, y gelatinas de los
animales: lo que hace con «tanta mas confianza el vulgo indoc-
to de mugeres y empíricos, cuanto mas postrados los ven, dan-
do motivo á que se pudran en sus débiles estómagos, y se ace-
lere su muerte.
9 La naturaleza próvida ocurre con sabiduría, y oportuni-
dad á todas nuestras necesidades. En el tiempo de estío nacen
las fiebres ardientes, y biliosas, y en él se producen en abun-
dsjpcia las frutas ácido-dulces, cuyos jugos moderan el calor,
atemperan el ímpetu de la sangre, corrigen la bilis alterada, y
la exj)elen por el vientre. Así á los qne las padecen deben
concederse las uvas, las fresas, ó frutillas, las moras, los auri-
nielos, algunas cortezas de pina, limones dulces, y no excep-
tuó las chirimoyas, ú otras semejantes: bien que deben estar
maduras, y ofrecerse con moderación. Podrán haber algunos
estómagos que no las soporten bien, y en los cuales origine
flatos su uso, ó haga que sobrevenga alguna diarrea que pue-
da hacerse excesiva. Pero la idiosincracia de cada individuo
no destruye las reglas generales, será sí una excepción de ellas:
excepción fácil de percibirse por el efecto que produzcan las
frutas en el enfermo, y conforme al cual se minorará la canti-
dad, ó se sostituirá otras, como las manzanas, ablandaudo sus
pulpas por medio del fuego, ó bien se suspenderá su uso por
las circunstancias particulares del tal enfermo.
10 Los granos para el mismo objeto nos oírecen sus coci-
mientos como el arroz, su sustancia como el pan, sus maza-
morras acidas como el maíz, [masamorras de reciento llaman
nuestras conciudadanas las mazamorras hechas de maíz fer-
mentado], y sus horchatas como las almendras, para que de
—120-
éstos,y otros semej antes alimentos se elija el mes apropiado al
gusto del enfermo en la cantidad, y tiempo que indicaremos
después.
11 Y
no obstante que los alimentos expuestos deben ser de
un grande uso en las eníermeda-des de otoño, en qne son fre-
cuentes las disenterias, me parece que el suero de la leche de
baca cortada por el ácido del crémor, ó del tamarindo, debe
tener en ellas un uso mas común como bebida, y como ali-
mento, por las excelentes cualidades que reúne su calidad me-
dia, pues, aunque despojado de la manteca de la leche, no ca-
rece enteramente de sus partes endulzantes, y nutritivas, al
tiempo mismo que conserva el carácter; refrigerante de los
jugos vegetales.
12 En invierno las enfermedades catarrosas, y de pecho
el
qne en reinan no admiten el uso de alimentos de un ácido
él
desenvuelto, y así se subrogarán las horchatas, caldos de arroz
panetelas, y otros semejantes, en que aun no está formado.
En la primavera se arreglará la diota al carácter de las varias
enfermedades que en él aparecen, conforme á lo indicado, an-
teponiendo ó postergando la dieta mas ó menos accecente, se-
gún que se anteponga ó retarde al calor del estío.
13 Ha dicho Hipócrates que no se debe ministrar la leche á
los que adolezcan de liebres, ni á los que les duela la cabeza
(1), mas en despojándola de la nata, yterciándoia con la mi-
tad, ó dos tercios de agua de cebada, según el mas ó numos
cuerpo, que se crea deber tener, puede darse con seguridad en
las fiebres, en cualquiera estación que sea.
14 El plan propuesto basta aquí, establecido, y seguido ri-
gorosamente por los primeros médicos de la Grecia, padres y
fundadores de la medicina juiciosa, y por los antiguos indios
del Perú, que hicieron bastantes progresos en la inquisición, y
establecimiento de los medios para conservar la salud, y res-
tituirla cuando se hallaba quebrantada, tiene contra sí el uso
constante de adoptarse la dieta animal en nuestras enferme-
dades agudas. En todas ellas los enfermos se alimentan con
caldos de carne, y acostumbrados á este régimen parece que,
conforme al consejo de Hipócrates, no debe variarse, pues es-
tablece (2) que el alimento y bebida usuales deben anteponer-
se á aquellos de que no se tiene uso, aun cuando estos sean
de mejor calidad que loS primeros. La ^Naturaleza dice el gran
Boerhave, con su energía característica, se complace de las co-
sas á que está acostumbrada, soportando mal las que le son
extrañas Natura gaudet consuetis mqre fart insólita quceque. Y
( 1 ) Seco. V. Aphor. 64,
(2) Secc.-II. Aphor. 38 y 50,

— 121
eu efecto he observado que diversos enfermos á quienes había
querido someter al alimento puramente vegetal; ó al de la le-
che terciada se debilitaban, y exigían el animal, cuyo estímu-
lo era mas agradable á su estómago, y les daba mayor vigor.
15. Consiguiente á estas máximas y observaciones deberá
entrar en el plan dietético de nuestros enfermos el uso de las
carnes, sin olvidar que esta excepción á favor de la costumbre
y del clima, en nada puede alterar los fundados principios en
que estriba el régimen vegetal en las fiebres agudas, y que
así es preciso acercársele en lo posible. De aquí es que los
caldos, 1 deben ser de aves tiernas, y en su defecto de carnes
(
.'

de corderos como menos animalizadas, que las de bacas, y


animales viejos: 2? que al cocer las carnes selles debe mezclar
ó bien alguna hortaliza, como la lechuga, verdolaga, ó algún
hasinoso como el arroz: 3? que antes de darse el caldo al en-
fermo se le debe quitar con la cuchara la grasa que nade por
en cima: -4? que con el uso de los caldos conduce admirable-
mente, que al tiempo de tomar el de el medio dia, á cuya hora
usan los buenos las frutas, se den éstas también á los enfer-
mos conforme á lo que dejamos indicado.
16. Cantidad. Ai ver los médicos de la antigüedad que mu-
chas enfermedades ])odian curarse sin otro auxilio, que el
arreglar en ellas el uso de los alimentos, excitaron entre sí
fuertes controversias sobre la cantidad que debia ministrarse
á los que las padecían. AscJepiades en los tres primeros di as
condenaba á sus enfermos á las tinieblas, á las vigilias, y á la
absoluta privación de alimento y bebida. (1) Temison, y la
secta de Metodistas, y Diatritarios imitaban la práctica de
de Asclepiades con algunas pequeñas alteraciones: (2) y el
viejo Petron, sofocando el calor, y sed á sus pacientes en la
accecion febril, procuraba extinguirla dándoles en la remisión
agua fresca, á fin de promover el sudor ó el vómito, y luego
les daba á comer carnes asadas de puerco, y á beber vino. (3)
17. Los graves daños que se seguían á los enfermos de* la
diatriiis ó absoluta privación de alimento por tres días, obli-
garon á Galeno á que llamase carniceros y berdugos á los
médicos autores y promovedores de ella: (4) y la ridicula
práctica del viejo Petron ha hecho que el ilustre Triller lo

(1) Cel. L. 3. cap. 4.


(2) Temison dar alimento á rus enfermos rentaba, desde la remi-
x>ara
sión del primer paroxismo musíala del paroxismo dól dia tercero, las horas
intermedias. Cels. 1. c. Los Diatritarios daban alimento el dia cuarto o*e la
enfermedad, ]o suspendía» el quinto y repetían al sexto. Galen. Metod,
Lib. XI. cap. XV-
(3) Cels. Lib. 3. cap» 9,
(4) Galen, 1. c, L. 8.
—122—
destinase á medico de marranos. (1) Nada puede haber esta-
ble en esta parte, porque es necesario atender á las diferentes
circunstancias, que acompañan á la enfermedad. La primera,'
esencial, é inalterable obligación del médico debe ser contem-
plar las fuerzas del enfermo, para abatirlas con la abstinencia,
si han tomado con la fiebre un tono muy alto, ó por el con-
trario erigirlas con el alimento, si se han postrado con ella, ó
lo estaban al tiempo de su invasión. [2] De aquí es 1? .

que con respecto á la causa de la enfermedad será preciso


alimentar desde el primar dia al enfermo que padece de re-
sultas de trabajos penosos, ayunos &?; y por el contrario se
hará un buen servicio á los que se hallaban con demasiada
robustez, ó que han enfermado de resultas de exceso en el ali-
mento, no dándoles otra cosa que algunos vasos de agua du-
rante uno ó dos dias 2? que con respecto á la duración de la
:

enfermedad, como algunas de las agudas terminen á la mitad


de la primera semana, otras á su fin: muchas sigan hasta el
medio ó término de la segunda semana, y varias se extiendan
hasta la tercera-, es necesario preveer, por el carácter, y sín-
tomas que acompañen su invasión, cual será el espacio del
estado febril, para conceder tanto alimento al enfermo cuanto
le sea necesario para sostener sus fuerzas en la carrera: (3)
3? que debe atenderse á la costumbre, ala edad, ala estación
del año, y á la región en que se vive para arreglar el plan
dietético. (4) Así es que entre nosotros, y los alemanes (5) la
dieta delgada consiste en caldos de carnes, que se reputaban
por demasiado fuertes, y nutritivos entre los griegos acostum-
brados á los cocimientos de cebada, y entre los antiguos ro-
manos, que preferían los de arroz. (6) Los niños y adolescen-
tes necesitan de mas alimento, que los hombres hechos. (7)
Eln invierno hay mejor digestión, que en estío, (8) y se puede
decir de nuestro clima lo que aseguraba Celso del África, que
por su constitución celeste en ningún dia se jjodia dejar al
enfermo sin alimento. (9)

(1) Cela. Not. pág. 772 edit. onm


Not. Varior. Lipsix 1766.
(2) Unum ubique servandum est, ut regri vires
illud, etc. seinper, etc.
subinde assidens raedicus inspiciat, etc. cuamdiu supererunt, abstinentia,
pugnet si inbecilitatem vereri caeperit cibo subveniat. Id. enim ejus ofí'i-
;

cium est, ut segruna ñeque supervacua materia oneret, ñeque inibecilliorena


fame perdat Cels Lib. 3. cap. 4.
{'!) Hip.ócrat. Aplior. Sec. I. Aplióf. 9.
(4) Id. 1. c. 17.

(5) Ilaen Kat. medendi I. cap. I.


fc.

(6) Itaiici, quidana, máxime oriza gaudent, ex qua ptisanam conficiuut,


quam reliqui mortales ex bordeo Punió. Hist. Nato. L. 18. cap. 7.
(7) Hip. 1. c. Sec. I. 14.
(8) Id. Le. J5y
18.
<9) Lib. 3. cap. 4,
—123—
18. Con
respecto á estas diferentes circunstancias, la dieta
alimenticia en nuestras enfermedades agudas se halla en lo
general bien arreglada. Consiste ella en tres tazas de caldo
delgado, qne de cinco en cinco horas, ó de seis en seis se ad-
ministran á los enfermos. Así el alimento cae en las mismas
horas que en tiempo de sanidad, no se perturba el orden á
que se está acostumbrado en ésta, y queda destinado al repo-
so de la noche el tiempo correspondiente. Por manera que en
esta parte no tenemos que advertir otra cosa, sino que los
caldos se preparen conforme á lo que dejamos aimutado
núm. 15.
19. Cuando los enfermos repugnen el uso de los caldos de
carne, entonces se les sostituirá el de los vegetales, cual nos
ofrecen los granos de que dejamos hecha mención, y la leche
terciada, cuyas preparaciones tendrán mas ó menos consis-
tencia, según lo exigiesen las fuerzas del enfermo, y capaci-
dad de su estómago. Y
bajo las mismas consideraciones se le
darán, dos ó tres veces al dia, y se variarán conforme al ca-
rácter de la enfermedad y al paladar del que la padece.
20. Es frecuente entre nuettras mugeres solicitar que en las
enfermedades agudas se les den pollitos cocidos, locritos de
sequillo y papas, asegurando sienten mucha fatiga de estómago
por falta de alimento, y que lo desean con ansia. Uno, y otro
es dudoso, y en condescendiendo á sus importunas demandas
se les hace mucho mucho daño, porque el tal alimento se les
indigesta, crecen "la fatiga de estómago, el desasociego y la
fiebre.
21 Cuando habiendo pasado el mayor aumento de la enfer-
medad, comienza esta á declinar, se ha de ir dando mas vigor
á los alimentos. Los caldos que eran de solo ave, se compon-
drán de ave, carnero, y baca, y se les corregirá su demasiado
estímulo con la mezcla de pan, y algunas gotas de ácido, si el
enfermo le soportare. En estas circunstancias tomarán los en-
fermos dos caldos al dia, y una sopa, mas ó menos cargada.
Celio Aureliano recomienda á los convalecientes dé enferme-
dades de pecho los huevos, que los griegos nombran (1) los
cuales, según la elegante antitetis de Aretteo, son (2) huevos
recien puestos, calientes por el fuego pero que carecen de
;

fuego. Yaunque del contesto de Aretteo se deduce que reco-


mienda los huevos, que no tengan mas calor que el que les ha
comunicado la madre, que acababa de ponerlos; con mas pro-
piedad deberemos entender los que entre nosotros se llaman

(1) Lib. 2. cap. 8.


(2) Lib. I. Acut. morbo?, cap. 10 pág. 91. Edict. Boerhave.
—124— •

huevos cantores, ó huevos frescos pasados por agua caliente,


pues pocos tienen estómago para comerlos crudos.
22 Si la clara de los huevos frescos puede ser de mucha
ventaja á los convalecientes de catarros, disenterias, y demás
enfermedades en que un acre peregrino lastima las fibras
membranosas, no lo será menos nuestro salep (1) por la suavi-
dad de su gluten, la facilidad con que se digiere, y el vigor
que dá al cuerpo. Al paso que éste gane en sanidad volverá
al alimento de losfbuenos de que ya hemos tratado en la Sec.
III. §. III 13.
23 Tiempo de dar el alimento. Estableció Hipócrates ense-
ñado por la experiencia, que en las accesiones ó aumento de
las enfermedades no se diese alimento á los enfermos, porque
los era nocivo. (2) Porque cualquier género de alimento, ó se
le pudre, ó se le aceda, y en especial el de verzas. (3) así Y
esta regla es de las mas importantes en la práctica médica,
respecto, que en su cumplimiento estriba el gran negocio de
uua feliz curación. (4) Nuestros conciudadanos la observan
con puntualidad. En las fiebres intermitentes ciñen el alimen-
to á solo dos veces, la una, horas antes que comiesen la acce-
cion para que ésta no halle el estómago gravado, y la otra
después que con el sudor ha cesado ó remitido notablemente
la fiebre. En estas circunstancias la mayor cantidad, ó mayor
vigor del alimento suple el menor número de veces que se mi-,
nistra; y según el espacio que media del término de una acce-
den á otra, se acerca ó retira el sustento, combinando en lo
posible la excelencia del precepto con la necesidad de sostener
las fuerzas del enfermo. Pero cuando la fiebre és continua ó
son muy largas sus acceciones, en este caso el alimento líqui-
do, que se ministra á la mañana y primeras horas de la noche
cae en tiempo oportuno, pues en este mismo tienen las fiebres
sus remisiones, mas no así el que se dá al medio día, porque
viene á coincidir con el aumento febril. Pero como el alimento
en estos casos es delgado y refrigerante, no puede causar el
daño de un alimento pleno; y además de que se puede antepo-
ner ó posponer una ó dos horas á los momentos, en que el en-
fermo se halla bajo el mas aleo grado de la invasión febril. Y
de este modo queda bien establecida nuestra dieta en las en-

(1) Salep. Entiendo aquí el gluten de la papa hecha chuño. También de


las papas cocidas, j secas reducidas á harina, se forma un salep, ó gelatina,
disolviendo una cucharada de esta harina en caldo de carne, ó leche. Pero
el salep del chuño es mas sabroso.

(2) Aph. Sec. L— aph. 7 8—10—1].


(1) Cel. Carel, cap. 18.
(4) Sapienter per Deuní, hacenim obsen7 atione magnum,
etc. egregie, in
inimo máximum felicis curationis omnino situm. Triller pág. 131 not. ft.]
fermedades agudas, concluyendo con lo que dejamos adverti-
do, que la principal obligación del médico es sostener las fuer-
zas del enfermo, pues en faltando estas, por demás están la
dieta, y los remedios. Y así: 1? mejor es cometer alguna falta
dando al enfermo mayor copia de alimento de aquel que nece-
sita, que por el contrarío sustraerle el preciso: (1) 2° con los de
estómago débil, con los biliosos, melancólicos, hambrientos, y
que padecen fiebres sincópales no corre la regla general, de
que no se dé alimento en las aceeciones; antes sí debe conce-
dérseles en todo tiempo que lo exija el abatimiento de sus
fuerzas: 3? de resultas de largos ayunos, ó de trabajo continua-
*
do con poco alimento, se excitan horripilaciones y fiebres,
como lo he experimentado en mí mismo por la segunda causa,
y se corta la accecion con dar de comer en el momento de la
invasión, ó poco de'spues. Galeno (2) hace advertencias muy
útiles y muy conformes á lo que impugnando en esta parte á
los diatritarios y metodistas, se observa en nuestro clima.
24 Enfermedades crónicas. La dieta de los que entre noso-
tros padecen enfermedades crónicas debe ser tónica, y nutri-
tiva, sacándola de carnes tiernas y sanas, evitando en lo posi-
ble las sustancias acuosas. Stoll que recomienda el uso de las
frutas en la disenteria, le reprueba en su convalecencia. En
fecto, yo no he encontrado mejor remedio contra este género
de enfermedades, que las peregrinaciones campestres ó marí-
timas, acompañadas de dieta animal. JSTuestras enfermedades
crónicas reconocen generalmente por origen la debilidad esto-
macal, la cual se aumenta con el uso de farináceos y herbá-
ceos acuosos, y se repara con el nutrimento estimulante dé
carnes, y harinosos tónicos, cual es el chocolate, tomados en
aquella cantidad y tiempo que vaya soportando el estómago,
conforme á la costumbre y apetito del enfermo; y principal-
mente á los efectos resultantes que enseñarán si debe aumen-
tarse ó cercenarse algo del alimento diario. Suele haber una
grande equivocación en esto, porque resistiéndose el estóma-
go al alimento de carnes, se le subroga el de las mazamorras,
con las cuales, aunque el enfermo cree sufrir menos, se aumen-
ta la debilidad, de manera que á poco tiempo se signe el vó-
mito como una consecuencia de la inversión de funciones, que
ella produce. En semejante caso es necesario insistir en la die-
ta animal con laprudencia, que demanda la situación del en-
fermo.
25 En las enfermedades febriles en que no es apropósito el

[]] Hip. Aplior. Sect. I. apkor 5.


[2] G-alen.Method. Mecleml. Lil). 8 cap. c. Lib. 10 cap. 2, y siguientes,

Tom. vi, Literatura — 19


.
—126—
uso de como acontece en diversos géneros de tisis
las carnea,
y consunciones, usamos con mucha utilidad de la leche. La de
burra es mas dulce y delgada, que la de hacas, cabras, &., y
así es menos nutritiva, pero mas refrigerante y digestiva. En
segundo lugar se coloca la de yegua, en tercero la de cabras
por algunos, y por otros la de baca, disputándose cual de las
dos últimas es mas crasa: en cuya diferencia podrá bien influir
la diversidad de pastos. La de ovejas se reputa por la mas
crasa, mas cargada de queso, y por consiguiente mas indiges-
ta para el estómago, é impropia para el uso médico.
26 A consecuencia de estos principios, se dá entre nosotros
la leche de burra á los que están mas débiles, y postrados, y se
observa al tomarla: .1? que esté recien sacada de la burra, y
que sea conducida en vaso tapado á la cama del enfermo: 2?
se empieza por la cantidad de tres y cuatro onzas para obser-
var como la soporta el enfermo, é ir aumentándola sino le ha
dañado: 3? como el principal daño que suele hacer la leche de
burra es el precipitar el vientre, lo que sino se modera acaba-
ña de postrar al enfermo debilitado: a. se cuida que entre ella
y el alimento siguiente haya bastante espacio para su diges-
tión, corriendo de tres á cinco horas, según la cantidad que ha
tomado el enfermo, y los efectos que siente en su estómago:
1). se procura que se levante
y pasee la leche, jmes coadyuvando
el ejercicio á su digestión impide la diarrea por la transpira-
ción que promueve: c. en caso de precipitarse el vientre se
mezcla á la leche una solución alcalina, por ejemplo la segun-
da agua de cal, ó la de ojos de cangrejo, en la proporción de
una tercia ó cuarta parte: d. se prescribe al paciente se absten-
ga del uso de frutas y ácidos: 4? si la leche de burra se sumi-
nistra mezclada con el tercio, ó mitad de una infusión de cas -

carilla, adquiere una virtud restaurante, que hace efectos pro-


digiosos en los extenuados, y tísicos.
27 Cuando el enfermo no se halla muy abatido, ó cuando
repugna la leche de burra, se le ministra la de baca con las
mismas precauciones que quedan expuestas. Nuestro pueblo
tiene por mas refrigerante entre las leches de baca, la que se
ordeña de baca negra, acaso porque también entre los racio-
nales reputa por mas fresca y sana la leche de las mugeres
negras. Yo no encuentro otra razón para esta creencia, sino
que como vé que todos nuestros hijos crecen á los pechos de
nuestras esclavas, supone que las excelentes cualidades de su
leche, v no la necesidad de no haber otras nodrices nos guia á
esta preferencia. Pero también de las tetas de las Indias, que
reputa por ardientes, toman el primer alimento los mestizos,
cuya constitución hercúlea supera con mucho exceso la débil
constitución de los españoles de Lima.
—127—
23 El gluten que uos subministran nuestras papas, y yucas
en sus almidones, combinado de varios modos con la leche de
baca, se proporciona [además del arroz, y sopa de leche] á di-
ferentes composiciones, que uniendo al gusto virtudes medi-
cinales, ofrecen á los tísicos, héticos, y á todos aquellos á
quienes lastima y consume un suero acre y corrosivo, una me-
sa delicada y provechosa para que soporte con algún placer y
alivio la calamidad de sus propios padecimientos.

$ IV.

DE LAS BEBIDAS.

1 De la manera que en los sanos, es el agua en los enfermos


la bebida natural, y la basa de cuantas se les dan para aliviar
sus dolencias. Como los indios del Perú buscasen en las yer-
bas sus remedios, hicieron acopios considerables de ellas, á las
que reunidas cuantas con el propio objeto recomiendan los eu-
ropeos, la ciencia de nuestros antiguos médicos consistió, en
mucha parte, en componer de unas y otras tales cocimientos,
y tisanas, que pudieran por el número de sus ingredientes dis-
putar la preferencia á la famosa triaca de Andromaco, y dar
por su mezcla alguna idea del célebre caos de Ovidio: %bi
frígida pugnabánt calidis, et liumantia siccis.
2 En el día se hallan reducidas estas fórmulas monstruosas
á una simplicidad científica. En lo general mandamos las ti-
sanas: 1? para diluir los humores del vientre, y expelerlos, ó
l)roporcionarlos á su expulsión 2? para refrescar el calor fe-
:

bril, y refrenar la exaltación biliosa: 3? para mover con sua-


vidad las excreciones del pecho y cutis: 4? para fundir las
congestiones del vientre, y promover la orina: 5? para provo-
car el sudor con alguna actividad en las enfermedades cróni-
cas que lo piden.
3 Se satisface al primer designio con un cocimiento de mal-
vas, al que se le une miel rosada, y crémor tártaro en debida
proporción. Esta bebida se ministra para mover los humores
del vientre, y como siempre se teme el acopio de ellos en todas
nuestras entermedades, con ella principia por lo general su
curación, y si la fiebre es intermitente, entonces se añade la
yerba hedionda, (1) por atribuírsele una excelente virtud anti-
febril.

[1] Cestruia auñculatum. Flor. Per. toin. II. pág. 28. Indicando los re-
medios, me abstendré en lo posible de poner las fórmulas de su composi
cion, porque las domésticas las saben nuestras mugeres, y en las farmacéu
ticas es lo mas seguro, que las receten los médicos.
—128—
4. El segundo fin se consigue: el agua pura: h. en
a. con
forma de limonada hecha con de la pina, del limón,
los ácidos
del vinagre, del espíritu fie nitro dulce, y con mas precaución,
del espíritu de vitriolo dulce: c. por el agua de i>ollo: d. con
los cocimientos de cebada, escorzonera; y en las petequias y
viruelas malignas, se pretiere el de las verdolagas con la adic-
cion de los ácidos indicados.
5 El tercero está reducido á dar un cocimiento de cebada
endulzado con oximiel simple, ó con cualquier otro lamedor
pectoral, y cuando se quiere hacer diaforético, se le añaden
algunas hojas ó flores de borraja. El cocimiento de grama y
raiz de cerraja en que se disuelven el jarave de cinco raices, y
una sal media, como tártaro vifcriolado &?-, cumple muy bien
con el cuarto objeto. En casos de obstrucciones cuartanarias,
son preferibles al tártaro vitrioladolas sales policresta, y amo-
niaco. La infusión ó cocimiento de zarzaparrilla llena plena-
mente el quinto artículo, bebiendo en abundancia al romper
el dia y á la hora de acostarse.

cum surgir al) ortn

Lucifer, et sero egreditur cum vesper olyínpo,


Syphil. L. 3. 129.
'

6 Cuando la enfermedad es aguda, como el enfermo está


sujeto á una dieta delgada, la bebida se le ministra alternada
con el caldo, de manera que del tiempo en que éste se toma
al de la tisana corran tres horas, y dos de ésta al caldo si-
guiente, por reputarse estas horas suficientes para la digestión
cabal de uno y otro. Las tisanas fundentes que se dáu en los
males crónicos se ministran á la mañana, y en la tarde á las
cinco ó seis horas del alimento. Pero yo soy de opinión que
así en los que padecen estas enfermedades, y que se alimentan
de comidas sólidas, como también en los convalecientes déla»
agudas que practican lo mismo, debe suprimirse la tisana noc-
turna, á menos que no se tome en lugar de la cena, que se
omita.; pues de ¡o contrario lastimando el estómago hace mas
mal que provecho.
7 En diversas épocas de la medicina se ha controvertido, si
5
á los enfermos febrecitantes debería darse la bebida fria ó
tibia. En la Sec. III. § III. 47, queda indicado el efecto de las
bebidas frías en el cuerpo humano. En las enfermedades de-
ben pues ministrarse con los mismos objetos. De aquí es: IV
que cuando el estío es igual y caluroso, debe darse el agua y
limonadas del numero 2? al temple natural de la primera: 2'.'
que cuando el verano es vario con las mañanas, y las noches
frías, en gfetos iteran Ja babirtn se mhu'styará al temple, que
—129—
vulgarmente llaman de ac/ua yarda, y en el centro del dia se
dará fresca. El estío es el tiempo de las liebres ardientes con-
tinuas é intermitentes, y lo es también do las exaltaciones co-
léricas, de las lipirias, y de las liebres eruptivas. Para mode-
rar el calor de la liebre se puede dar el agua, no solamente en
su templo natural, sino también enfriada por medio de la nie-
ve: teniendo la precaución de no darla, ni al tiempo del frió, ni
atando el sudor ha relajado el calor ; sino criando éste se halla en
su mayor fuerza, la fiebre está bien establecida, y el enfermo no
siente horripilaciones en el cuerpo, ni frialdad en sus extremida-
des: con semejantes cautelas es muy
provechoso su uso en las
liebres ardientes mencionadas. [1] Desde que el aumento de
calor al fin de primavera indica la proximidad del estío, em-
piezan á sentirse vabidos, que anuncian el movimiento de los
humores á las partes superiores y á la cutis, y la debilidad
que con el calor van teniendo las fuer/as digestivas del estó-
mago. En estas circunstancias es por lo regular necesario des-
cargar el vientre, y usando después del agua fresca, y aun
enfriada con la nieve, se extinguen estos movimientos, restau-
rándose la fuerza al estómago; y lo mismo acaece en los vó-
mitos biliosos, siendo la nieve el más eficaz y pronto remedio
en la rápida, y terrible enfermedad de la cólera morbo. [2]
Pero es necesario advertir, que así los vahídos y atolondra-
miento de cabeza, como la angustia é* incomodidad de estó-
mago, que se padecen á la entrada del estío, son muchas ve-
ces síntomas catarrales, nacidos de las variaciones del calor al
frió que acontecen en ella. En este caso la nieve no tiene lu-
gar: los remedios deben ser el cocimiento tibio de cebada, las
horchatas, ó las limonadas hechas con el crémor tártaro, para
templar el ardor y movimiento de los humores, y promover
sus excreciones. El Dr. D. Bernabé. ¡Sánchez asegura, [o] que
en compañía del Dr. P>otoni ministró la nieve, no sin suceso,
en las viruelas y sarampión pero, no dice el tiempo en que lo
;

ejecutaba. James Currie [4] que ha tratado este asunto con


grande magisterio quiere, que en estas fiebres se dé el agua
fresca antes de la erupción, y cuanto mas pronto, como es al
segundo dia de la fiebre, tanto mas útil; por considerar que
en estos casos la liebre no es el efecto de la enfermedad erup-
tiva, sino la^causa, y que por consiguiente debe extinguirse,

[1] Curie Medical Raports 011 the efífeets o f Water, Liberpol 1804.
[2] Véase Constitución del año de 179'). ¡Secc. Y. I. Estío. Nota. Có- i\

lera morbo.
(3) Discurso ms. contra la circulación déla .sangre al fol. 37. Mas Bo-
toni en el libro, que en defensa de la circulación de la sangre imprimió en
Lima en 1723 ¡i la pac 14. reprueba e] «so de lu nieve en las viruelas,
(4) Jv, c,
—130—
ó moderarse antes que cubra al cuerpo de viruelas. Nuestros
antiguos médicos daban en los sarampiones la bebida del me-
dio dia enfriada por la aplicación externa de la nieve, siempre
que con el tiempo caloroso concurrían vigor, sequedad, y sed
en el enfermo: y esta práctica era útil en los convalecientes,
que después del sarampión quedaban con fiebre ardiente, para
libertarlos de hacerse héticos; mas todas las veces que no
concurrían estas circunstancias, sino que por el contrario la
constitución era endeble, el enfermo estaba tocado de pecho,
é inclinado su vientre á las cámaras |>or causas frías, se pros-
cribía como muy nocivo el uso de la nieve. (1) Debo notar
que en el uso de los espíritus no he visto utilidad conocida,
con respecto al nítrico; mas el sulfúrico, ó espíritu de vitriolo
dulce es nn eminente remedio contra los movimientos de có-
lera, y contra las enfermedades petequiales y gangrenosas, en
las cuales unido á la tintura de quina, le da una fuerza prodi-
giosa; mas es necesario que se use en moderada cantidad, (2)
y que no se continúe mas allá de la indispensable, porque
lastima el pecho.
8 Las tisanas relativas al número 3? y 4?, deben darse tibias
por pedirlo así las enfermedades en que se recetan, los tiem-
pos del año en que éstas dominan, y porque así se promueven
bien la transpiración, y los esputos en las enfermedades de
pecho del invierno, á las que miran los pectorales del número
3?, también los humores dtü vientre se expelen con facilidad
dando libios los apozemas del número 4?, }>or lo que sobre los
purgantes ro debe ministrarse el agua fresca, para promover
su operación, como lo ejecutan indiscretamente algunos.
9 El uso del cocimiento de la zarza del número 5? como el
de todos los demasíenos de su clase, debe siempre evitarse en
los tiempos muy calorosos, y reservarse para las estaciones
medias. Dado el cocimiento, é infusión de zarza, según las
circunstancias del enfermo, hace efectos admirables en los reu-
matismos crónicos, en los dolores venéreos, y mezclado con la
leche aprovechan en la tisis, principalmente si se descubre
traer algún origen gálico: á la mañana y á la noche debe to-
marse caliente en la cama, y en el resto del dia á un temple
tibio, ó cual tiene el agua al medio dia de estío.
10 En el otoño y primavera, que corren entre los extremos
de trio y calor, se darán las bebidas en aquel temple que indi-
que la constitución, esto es, que un estado de bochorno en la

(1) Vargas Machuca., discurso sobre la epidemia de sarampión de 1093.


(2j De á diez gotas en los advltos, ó en cuantas sean suficientes para
seis
dar á las bebidas un ácido agradable. Los éteres son mas activos, y no de-
ben usarse, indistintamente con los espiritas, como lo hacen algunos profe-
sores menos cautos.
' —

—131
atmósfera pide bebidas frescas, él contrario de frialdad las
indica tibias, y lo mismo debe observarse respecto al tefiípé'-
ramento que tengan las horas del di a, en que se ministren;
pero en lo general la nieve no debe usarse en las referidas es-
taciones, bastando el temple á que se halle el agua de las
fuentes, cuando se haya de dar fresca, y al cual se acomodará
el de las tisanas, si alguna otra circunstancia dependiente de
la enfermedad ó fiel enfermo no lo prohibiese.
11 Licores. Los que usan los licores se juzgan menos ex-
puestos á las infecciones apidémicas, y el vino se ha recomen-
dado como un buen preservativo, y remedio en los tiempos ca-
lamitosos en que aparecen, habiéndole señalado el oráculo de
Del ios en semejantes circunstancias, y correspondiendo el éxi-
to (1). Muchos célebres médicos aconsejan el uso del vino en
las fiebres malignas acompañadas de gran debilidad, y que
suelen observarse entre nosotros en el otoño; y desde luego
puede darse al enfermo puro ó mezclado con agua, como uno
de los cordiales mas sobresaliente. Pero es necesario que, asi
para el uso de los enfermos como para el de los sanos, se des-
tierren los vinos recientes, agrios, y cargados de arrope, por-
que se acedan con mucha celeridad, y los estómagos de los ha-
bitantes de paises calientes sienten con viveza este ácido, y es
una de las causas principales porque prefieren el aguardiente.
El vino debe ser como lo deseaba Horacio.

Generosum et lene requiro,


Qtiod curas ábigat. Horat. L. I. ep. 15. vers. 18.

12 Troter es de opinión, que al enfermo que rehusa el vino,


se le dé cerveza ó ponche, variando los licores según la cos-
tumbre que haya tenido, y siempre que los beba, bajo de cual-
quier forma que sea, no desespera de la curación del tipo, ó
fiebre maligna.
Xil desjperandum Bacclio duce
et ayfyici Bacclw Horat.

13 Pero debiendo arreglarse el uso de los licores en los en-


fermos, á la costumbre que tuvieron de beberlos estando sanos
no podemos nosotros ser tan francos en concedérselos, como
lo son los ingleses.
O

Odimus et cálicesBacclie diserte tuos.


Deslions. pág. 78.

[1] Jacksoa.
—132—
ll Én
las enfermedades crónicas es en donde con especiali-
dad debe preferirse al uso del agua Secc. III § III. 42, el de
los licores, teniendo muy
presente la respuesta que dio Sócra-
tes á Pincerna, cuando le oneció una gran cantidad de vino
para que bebiera: las lluvias, las lluvias, la dijo, ahogan la yerba
tierna, que alegra y vigoriza el Mando rocío. Admirablemente
se confortan algunos estómagos que vomitan el alimento, con
no tomar agua sobre él, y hacerle preceder un trago, ó una so-
pa de aguardiente. Y
si el uso de los licores se aconseja en las
enferdades crónicas y estomacales para confortar la debilidad
origen de ellas, por la misma razón debe reprehenderse el abu-
so que hacen del agua caliente las personas, que las padecen,
olvidando del todo bebería fresca. Es verdad que muchas ve-
ces no soportan sus estómagos el agua de las fuentes, en su
estado natural, porque su delicadeza y sensibilidad, les hace
sufrir las impresiones de las diversas tierras y gases, que están
mezclados con las aguas, las que no perciben los sanos y ro-
bustos; pero en este caso basta purificar el agua haciéndola
hervir al fuego, y poniéndola luego á enfriar al aire libre, para
servirle de ella en el uso común, exceptuándose desde luego
las ocasiones, en que descomponiéndose el estómago por indi-
gestipnes ó flaqueza, hace muy buen x>rovecho tomar un par
de matedlos de agua caliente con azúcar y yerba del Paraguay,
según nuestra antigua costumbre.
15 Baños. El agua tibia aplicada sobre el cuerpo humano
causa muy buenos efectos, asi en las enfermedades agudas, co-
mo en muchas de las crónicas. Los pediluvios deben ser de
continuo uso en las primeras, y en especial en las fiebres infla-
matorias: en su lugar pueden sostituirse los maniluvios ó in-
mersiones de la mano hasta el codo. En uno y otro caso disi-
pan aquel ardor de los pies y las manos, primer efecto del ca-
tarro inflamatorio, Secc. IV. § VI. 9, y que parece constituir
los puntos céntricos, desde donde extendiéndose el estímulo
sobre las jjotencias vitales, origina la fiebre ardiente que se si-
gue en estas circunstancias. La disipación del ardor causa por
consiguiente el abatimiento del estímulo, y la menos tensión
en la cutis provoca la transpiración, y la fiebre minora con to-
dos los síntomas que la acompañan, siguiéndose por lo común
el sueño que repara las fuerzas, que ha consumido la vigilia:
por esto aunque en cualquiera hora del dia puedan tomarse los
pediluvios, es lo mas seguro se haga en la noche á las horas de
dormir, á fin de que la costumbre auxilie su influencia conci-
liadora del sueño.
1G La inmersión total, ó baño temjflado de tina, es igual-
mente útil para extinguir las fiebres héticas, las cuales, no es-
tando tomen tadas por alguna lesión particular del cuerpo, pa-
—133—
rece que se sostienen por la costumbre, que han tomado de
repetir sus acciones. En los reumatismos crónicos y males goto-
sos es de mucho consuelo y alivio el baño templado, y lo mismo
acaece en las enfermedades venéreas, y acaso á esto miraría el
Poeta, cuando (1) supone á Venus huyendo, después de su
pública desgracia, á refugiarse en las grutas de Paphos, donde
bañada por las Gracias adquirió una belleza celestial: pasage
que podrá referirse con especialidad álos baños termales, don-
de entran muchos imposibilitados por las bubas, y salen repa-
rados.
17 Bajo de cualquier forma que se tome el baño, ha de te-
ner las siguientes condiciones para ser útil, 1^ el agua debe es-
tar tibia, esto es, en un calor inferior algunos grados al del
cuerpo humano, para que pueda rebajar el de este: con seme-
jante objeto se mide con el termómetro; pero como no todos
han de tener á mano^este instrumento, en lugar de él, meterá
en el baño el brazo una persona sana, arreglando por sus sen-
saciones el temple tibio y grato en que debe servir: 2* si el en-
fermo siente que el agua está fresca se le añadirá un poco de
agua caliente, para elevar el calor del baño, pues él del enfer-
mo será muy fuerte, cuando el agua tibia le causa sensaciones
de frialdad, y es menester proporcionar el temple del agua, de
manera que se abata poco á j>oco la estuación febril, principal-
mente en las fiebres inflamatorias: 3? no es necesario que el
baño, sea parcial ó total, pase ele quince minutos, pues este
tiempo le basta para hacer su efecto, y si fuere necesario se
repite conforme á la índole del mal, y esta repetición es mu-
cho mas útil al enfermo, que el mantenerle sumergido por
treinta ó sesenta minutos, lo que no carece de peligro: 4* al en-
fermo luego que sale del baño, se le deben enjugar con un pa-
lio caliente todos los miembros bañados, para que no quede
alguna humedad, que enfriándose le destemple.
18 El nso del baño frió no ha sido común en las enfermeda-
des, se le ha mirado con temor, excepto entre las tribus de bár-
baros, á quienes llevando el instinto á oponer á las sensacio-
nes que los molestan, las cosas que producen las contrarias, le
han usado, y aun usan en el calor febril. Asi los indios del Pe-
rú á los que padecen tercianas los arrojan al agua al tiempo
de la accesión, y hacen, lo mismo con los que padecen virue-
las. En las otras fiebres de mala calidad colocan los enfermos
donde los bañe una corriente de aire fresco, supliendo de este
modo el no poderlos conducir por su postración á las acequias
y lagos de agua fría.

[1] Odys. Lib. VIII. veis. 362. 367.


Tom. vi. Literatura —20
—134—
19 James Currie, (1) con observaciones bien circunstancia-
das y reflexiones exactas, pretende probar la utilidad de la
aplicación del agua fria en la curación de las fiebres por uno
de estos tres modos. 1? Por afusión: 2? por ablución: 3? por
inmersión. De cualquiera de estos modos con que se aplique
el baño fresco, deben guardarse exactamente las condiciones
según las cuales, hemos dicho, ha de ministrarse por bebida el
agua fria. La afusión consiste en sacar al enfermo déla cama,
y tendido, desnudo ó cubierto de una camisa, sobre una tina
ó buque proporcionado, echarle con prontitud dos ó tres cubos
de agua fresca, que le bañen de arriba abajo, y si el agua es
salada natural ó artificialmente, hace mejor efecto que el agua
dulce. Este remedio se repite según la necesidad, y lo prefiere
el autor 1? á la bebida fria, porque hace una operación mas
pronta y general, y no deja agravado el estómago como lo
hace aquella: 2? á la ablución, esto es, á la inmersión de pies
y manos, ó á la aplicación con esponjas en diferentes partes
del cuerpo, porque el efecto del remedio en minorar, y aun
desterrar la fiebre, consiste en la prontitud y generalidad de
su aplicación, siendo asi poderosa su impresión sobre las sen-
saciones. Esto no se consigue con la ablución que es lenta, y
circunscripta: tampoco con la inmersión, que además añade la
impresión molesta^que hace sobre el pecho fatigando la res-
piración, lo que de|ninguna manera aprovecha, antes sí daña
al paciente.
20 El baño frió conviene en las mismas fiebres, y con las
mismas reglas, que hemos indicado tratando del agua fresca
dada por bebida, siendo útilísimo en todos los males convul-
sivos, que en lo general son crónicos, y para su mayor prove-
cho establece Ourrie esta máxima. El 'beneficio del uso del baño
frió en las enfermedades convulsivas, depende de su aplicación en
el tiempo de los paroxismos, ó insultos de la convulsión : porque
su eficacia consiste en resolver, ó abatir el paroxismo, y pro-
ducido una vez su efecto, el retorno del paroxismo es del todo
impedido, ó en grande espacio de tiempo retardado. (2)

§ V.

GIMNÁSTICA, Ó EJERCICIOS DEL HOMBRE ENFERMO.

1 Entre la salud y la muerte del hombre, que padece algu-

(1)10 L. c.
(2)Currie 1. c. Maxinnüiano Stoll, Mat. médica pág. 15. trata bien y con
brevedad sobre baños.
—135—
ua enfermedad aguda dias, y se hace pre-
[1] median pocos
ciso aprovecharlos; ó bien para recuperar la primera, ó para
anunciar la segunda. La medicina no puede prolongarla vida
del hombre mas allá del término, que le ha prescripto su Cria-
dor, y los que censuran su iu eficacia, no hacen otra cosa que
quejarse contrael orden de la Soberana Providencia. El mas
grande médico no puede hacer mas, que esforzarse á conseguir
el primer objeto, y fallar con repetición que no alcanza su
arte.
2 En medio de este peligro deberá arreglarse la conducta
del enfermo, y de los que le asisten, de manera que coadyuven
á los auxilios y régimen que prescribe el profesor, para obte-
ner resultados favorables.
1? El hombre enfermo ha de ceñirse á la pequeña sociedad
de sus mas allegados, y éstos asistirle con caridad. Ya quedan
apuntados los perjuicios de las visitas numerosas. Secc. IY.
§ II. ... 5.
2? Como su vida está reducida á poco alimento según lo
que se ha expuesto, Secc. IY. § III. debe también estar ceñida
á un ejercicio moderado. Tal será el levantarse un rato al
medio dia, para que sacudan la cama: dar algunos pasos, ó
pasarse á otro lecho, si hubiese proporción y fuerza. Este pe-
queño ejercicio y renovación de lecho refocila admirablemente,
y solo debe dejar de hacerse cuando sobrevenga algún sudor
crítico, que haya de fomentarse con el abrigo de la cama, ó
que el tiempo esté muy frió.
3? El silencio y la luz moderada inducen quietud en
los en-
fermos: mas algunos desearán
disipar la melancolía de su
espíritu, con la conversación suave de un caro amigo, ú oyen-
do algún instrumento de su afición, y no debe negárseles este
consuelo. La música ha acreditado tener un imperio poderoso
para refrenar los delirios.
4? En el orden del dia es necesario, que el enfermo se arre-
gle en lo posible, al que tenia cuando gozaba salud. El ali-
mento deberá proporcionársele á las mismas horas, y arreglar-
se el sueño y la vigilia, á los mismos tiempos: por lo que si
fuere necesario dar algún remedio soporífero para conciliar el
sueño al enfermo que carece de él, se le dará en la hora en
que el enfermo estando bueno acostumbraba acostarse; y en
esto es necesario advertir que no todos los enfermos soportan
un mismo medicamento, bajo de una propia fórmula, ó canti-
dad. A
uno le será suficiente un baño de pies de agua tibia,

(1) De los que padecen enfermedades crónicas se lia tratado en el § II. del
uso del aire. N? 15.
—136—
otro tolerará mal el (l) y dormirá con el jarave de
láudano,
adormideras, y otro se incomodará con éste, y reposará con el
opio en sustancia tal con una dosis fuerte queda en vigilia, y
:

duerme profundamente con la cuarta parte de ella lo que ha- :

brá de tener presente el perito profesor para no abandonar este


divino remedio, á causa que no hizo efecto bajo la fórmula que
aprovechara en otros.
5? También mantendrá el propio aseo por consiguiente se
:

lavará las manos diariamente con agua templada, y unas gotas


de aguardiente si lo hubiese, y se las enjugará con un paño
caliente. Con la misma se mandará hacer la barba una ó dos
veces á la semana, pasando la navaja cuanto baste para que
quite el pelo grueso, si alguna erupción como la de viruela ó
sarampión no lo impidiere. Se hará peinar en seco con peine
algo abierto, para aligerar la operación, y que no le moleste,
y también se hará cortar las uñas.
6? Se le mudará igualmente camisa según costumbre, te-
niendo la precaución de calentarla con humo de alhucema, y
de hacerlo á la hora en que lo ejecutaba estando sano, y luego
se le dará el caldo ó tisana caliente, con lo que se libertará
hasta del temor del resfrio, que tiene á tantos sumergidos en
inmundos lechos las sábanas de éstos se mudarán igualmente
:

calentándolas con alhucema, y si el enfermo se hallase en


cama, se enrollarán, y colocadas por debajo y encima de sus
pies se desenrollarán con suavidad sobre su cuerpo, y se saca-
rán las que tenia, de cuyo modo ni se airea, ni se le causa la
menor molestia.
7? Es muy útil desde la primera noche de la enfermedad,
administrarle alguna lavativa que le purgue el vientre, (2) y
repetírsela en las siguientes, con mas ó menos distancia, según
lo exigiese el estado de su vientre y cabeza porque este exce-
;

lente remedio descargando el primero, deriva el círculo de la


sangre, y alivia la segunda. Es al mismo tiempo un baño tibio
que promueve la transpiraron, como lo hacen los de pies, que
son provechosos en las fiebres.
3 Todas estas cosas deben mirarse como una parte de la
gimnástica, ó ejercicio de que es capaz el hombre enfermo, y
de cuya sanidad hay tanta mayor esperanza de que se recu-^
peje, cuanto mayor fuere el progreso que hiciere para tolerar-

(1) Este remedio que muchos toman con incomodidad por la boca, obra
sin molestia y produciendo el efecto de su virtud, ministrándole en lava-
tivas en dosis duplicada á la que se dá por bebida. En las histéricas con
especialidad he observado sus buenos efectos con el método propuesto.
(2) Este remedio es muy común y provechoso en Lima. Las mugeres sa-
ben innumerables composiciones, que administran con tino; menos en las
disenterias inflamatorias. $\\ las que á pretexto del vichq suelen cambiar los
íV«nos y causar daños,
— 187—
las con menor incomodidad. Mas si por el contrario lo lucren
fatigando y oprimiendo diariamente, el termino de este ejer-
cicio será la agonía ó suprema lucha de la vida con la muerte.
El hombre que transita de uno á otro sitio, tiene mas vida que
el que solo puede estar sentado: este que el que solo puede es-
tar echado: éste que el que no puede estar sino de espaldas
en la cama: éste que aquel que se desliza de ella involunta-
riamente, dejando colgar fuera las manos y los pies: mas vida
tiene el que goza de todos sus sentidos, que el que en fuerza
de la enfermedad vá perdiendo su uso, hasta terminar en el
de la vista, de cuyo órgano corren al fin unas lágrimas invo-
luntarias, tristes demostraciones del hombre, que se despide de
la tierra en que nació, y en que ha morado. Sobre esta escala
se hallan calculados los pronósticos del grande Hipócrates.
4 El hombre al acercarse á la agonía, necesita de toda la
caridad y compasión de sus amigos y sacerdotes. Entre los
primeros debe numerarse el médico, cuya voz manejada por
la discreción y dulzura, debe anunciarle el riesgo en que se
halla, para que arregle su testamento y cumpla con los debe-
res de cristiano. Tocias esas otras pretensiones, que el celo
imprudente, ó la codicia de la herencia solicitan del médico
para que con aspecto sañudo, y voz inexorable sentencie á un
miserable, oprimido de dolor, al sepulcro, deben ser repelidas.
Solo el Dios que ha hecho nacer al hombre sobre la tierra,
que le ha hecho vivir en ella, y proporciouádole tantos moti-
vos de amarla en su magnificencia, en sus recreos, en sus
uniones conyugales, en sus hijos, en sus amigos, en la misma
novedad de sus desastres, y revoluciones: solo este Dios será
capaz de hacer, que su criatura olvide, en un momento de
opresión y angustia, relaciones de tantos años y tan fuertes.
El hombre cumple con someterse á la voluntad de su Criador,
y resignarse á tributarle desde ei humilde polvo en que vá á
convertirse, la gloria debida á su omnipotencia.
5 De las manos del médico pasa el enfermo á las del sacer-
dote. Dichoso el que consigue tener uno ilustrado, que sepa
lo que es Dios, y lo que es el hombre: que conozca que allí vá
á ayudar á salvar á un prójimo y hermano suyo de un gran
peligro y desconsuelo en que se halla: que siendo los mismos
los hombres, desde que nacemos hasta que morimos, debemos
ser socorridos por aquellos medios, que se conoce aprovechar-
nos: y que de la manera, que al que estando bueno se halla en
un conflicto, no le sacamos de él pintándole horrorosamente
el peligro en que se encuentra, ni asustándole con retratos
asombrosos del riesgo que corre, sino que por el contrario,
procuramos erigir su ánimo abatido, 6 inspirarle conímuza y
valor, asi deben olvidarse para ©! liombre moribundo mm imá-
—138—
genes de espanto y terror, capaces de desalentar al mas santo
y varonil. Se han de invocar solamente á sn favor la ternura
del Pastor solícito por su oveja, el amor tierno del Padre de
familias, y la caridad inmensa de la víctima que satisface en
una Cruz por nuestras culpas. Muévase el corazón humano
(pie nació para amar, y no se aterre la imaginación, que está
expuesta á muchos descarríos.
6 Sobre tan firme apoyo, con protección tan dulce y con-
soladora, eríjase el ánimo consternado á la contemplación de
los bienes eternos, cuya magnificencia, y esperanza de conse-
guirlos, le hará olvidar los perecederos que deja.

$. VI.

DEL PODER DEL ARTE MEDICA EN LA CURACIÓN DE LAS


ENFERMEDADES.

1 Deseando que nuestras observaciones sobre el clima de


Lima sirvan á cuantos gusten leerlas, para que puedan con-
servarse en estado de sanidad, ó volver á ella todas las veces
que la hayan perdido, hemos reunido los preceptos prácticos,
que conducen á uno y 'otro fin bajo los esfuerzos saludables de
la naturaleza. Mas no siempre puede esta remediar nuestras
enfermedades; y entregarlas á solo su poder, como han pre-
tendido muchos médicos, es querer ocuparse únicamente en la
contemplación y estudio del modo con que la muerte termina
la carrera de la vida: censura que el docto Asclepiades hacía
á la medicina de Hipócrates, bien que con no poca injusticia.
2 El arte médica ofrece recursos preciosos para sacar á los
enfermos de los brazos de la muerte, y con especialidad en las
efermedades agudas: pero es necesario saberlos aplicar con
oportunidad y método, pues como dice el ilustre Boerhave, no
hay otro remedio específico, que aquel que se aplica en el debido
tiempo. Ambas cosas piden unir á una práctica consumada un
juicio severo, porque la medicina está fundada en la observa-
ción puntual de los hechos, que enseñan mutuamente su cono-
cimiento; y en los justos raciocinios con que se deducen las
consecuencias, y se ordenan en un cuerpo de doctrina. Por
manera que de ella se verifica aquella sentencia del Naziance-
no, que tan imperfecta es la experiencia sin la razón, como la
razón sin la experiencia. (1)

(]) Heurn. t. 2. pág, 366.

t
—139—
3 Guiado el médico de una y otra, debe dedicarse: 1? al co-
nocimiento de la enfermedad principal que domina en el pais
en que mora, y la cual viene á ser como la raiz y fundamento
de las otras: 2? á examinar el carácter de la fiebre que la acom-
paña: 3? á observar de que modo esta enfermedad radical se
envuelve, ó pierde su aspecto original, vistiéndose de nuevas
formas bajo la diferente mutación de las estaciones, y dias del
año: 4? debe indagar que indicaciones han de deducirse para
la curación, así con respecto á su carácter primitivo, como á
sus metamórfoses distintas: 5? con qué remedios deben llenar-
se estas indicaciones: 6? y en que tiempo del curso de la enfer-
medad deberán aplicarse. Voy á desenvolver mis ideas sobre
este asunto, con el objeto de que unidas á la descripción médi-
ca de la constitución, y enfermedades del año de 1799, que
termina esta obra, jmedan ministrar alguna luz para el acierto
á los jóvenes, que habiendo corrido el sendero científico de la
medicina, se dedican á su ejercicio clínico bajo las influencias
de nuestro clima.
4 Primero: importantísimo es para el buen desempeño de la
medicina práctica de un pais, desentrañar la enfermedad radi-
cal de donde proceden todas ó la mayor parte de las que en él
dominan. Porque como notan doctos observadores (1), en to-
dos los climas hay una fiebre fundamental, cuyo aspecto y sín-
tomas varían, ó por la diferencia de las estaciones; ó por la di-
versidad de los lugares. Y
cuando los climas son semejantes lo
son también sus calenturas, aunque se hallen situados bajo de
distintos paralelos. Así las calenturas descritas por Hipócra-
tes en las islas del mar Egeo, por Cleghon en Menorca, y por
Jackson en Savanna la mar de Jamayca, que gozan de un pro-
pio temple, ofrecen el mismo hábito y circunstancias. Por de-
fecto de este conocimiento y análisis, dice el consumado clíni-
co Stoll (2), se ha introducido una gran confusión en la clasi-
ficación y curación de las enfermedades, estableciendo los mé-
dicos superficiales y dañosos sofistas nuevas cohortes de fie-
bres, donde solo existen diferencias accidentales de una mis-
ma calentura; y arreglando bajo los mismos planes sus méto-
dos curativos, hacen á los enfermos víctimas inocentes de sus
delirios. Es también digno de tenerse muy presente con este
exacto observador, que en todas las enfermedades intercurren-
tes es siempre necesario atender á la fiebre del pais bajo el
carácter que domina, para dirijir hacia ella la prineipal cura-
ción, puesto que es la que constituye benignas ó malignas las

(1) Jackson 1.Troter Medie. Naut. Vol. II


c. Apendix, en que Sals-
tonstall reiuie observaciones, y observadores. Stoll. Medicina clínica.
(2) Observaciones del año de 1777 cap. X.
.

—140—
enfermedades á que sereuae. Asi es que viruelas, sarampio-
nes, y escarlatas pueden considerarse tal vez en si, como en-
fermedades sen cillas de buena calidad; pero que acompañadas
de una fiebre epidémica, esta les comunica su mala íudole, por
lo que debe ella combatirse directamente, abandonando á la
naturaleza el que promueva el brote, maturación y término de
las erupciones (1).
5. Pues de las observaciones y reflexiones que hemos pu-
blicado en la Sec. III. §. I. de esta obra resulta, que el catarro
es en Lima, y aun en toda la zona ardiente, la enfermedad ra-
dical de donde se deriva generalmente el resto de males que
• en ella se padecen, y los cuales no son otra cosa que unas per-
mutaciones, que ha sufrido él por las variaciones del tiempo y
sucesión de estaciones.
6 Hemos asentado que el frió es la causa principal que ori-
gina esta enfermedad; y habiéndonos abstenido de tomar par-
tido en la célebre controversia de la operación del frió sobre el
cuerpo humano, la daremos aquí alguna mas luz. Hipócrates y
los médicos instruidos de todos los siglos han mirado las mu-
taciones de la atmósfera, ó bien sea las vicisitudes de calor y
frió, como el origen y fuente fecunda de las enfermedades que
sufrimos, las cuales se producen con tanta mas prontitud,
cuanto son mas rápidas las transmutaciones referidas. Porque
cuando se pasa por grados del calor al frió, el cuerpo se acos-
tumbra insensiblemente al nuevo temple, su transpiración se
disminuye poco á poco, y no se sigue detrimento á la salud,
pues hasta ahora no se sabe hasta que grado pueda faltar esta
útil descarga, sin que se siga molestia. (2) No obstante Basia-
ni Carminati (3) asegura que los ilustres Banks, Solander,
Moscati y Eordice probaron, exponiéndose ellos mismos al pe-
ligro, de que se puede pasar de un aire muy caliente á otro su-
mamente frió, ó al contrario, sufriendo tan solo unas leves mo-
lestias que no inducen enfermedad, pero que esta conmuta-
ción de temples debe ser pronta y rápida x>ara no dejar tiem-
po al aire de hacer impresiones permanentes. Y
Duplanil ase-
gura, id.2)dg 63. que la transpiración no se suprime al pasar de
los cuartos al aire libre, aun cuando este se halle 10 gr. mas
frió que el encerrado en aquellos. Si semejantes tentativas
pueden verificarse sin peligro en las zonas frias, seguramente
que serian peligrosísimas bajo de la nuestra, en que es tan po-
derosa la acción del frió sobre nuestra cutis. Sec. III. <^. I.
7 Pero ¿cómo obra este agente con tanta eficacia en estas
regiones calurosas? Concibo que con respecto al calor del

(1) Stoll.
(2) Vanswictem ad § 586
.

(3) Mater. Med. t. I pág. 05.


— 141—
cuerpo humano, ei pulmón y la cutis desempeñan oficios
opuestos. El primero es el hogar en que se mantiene y acumu-
la por el aire que se respira, y aumenta el temple del cuerpo
viviente. La segunda le descarga del calor por medio de su
transpiración, y hace bajar el temple Sec. I. §. V. 8. La mayor
cantidad de calor, qne tiene la atmósfera ecuatorial, compara-
da con la de los otros climas, demanda en sus moradores una
cutis mas transpirable que la de los de estos, para reducir el
calor animal al grado proporcionado que fomenta la vida: so-
breviene el frió, por corto que sea, comparado con el de mas
allá de los trópicos, tupe los poros de la cutis, ó bien sea de-
bilita la acción de sus vasos delicados y flojos, y la entorpece.
De cualquier modo la transpiración se minora, el fuego queda
encerrado en mas ó menos cantidad, y el catarro se forma en
dos diferentes maneras. 1? Si estando el dia caluroso sobreviene
el frió, como acontece en los eclipses solares del medio dia.
Sec. I. §. VII. (1). 2? Si estando la cutis cerrada, ó debilitada
por el tiempo frió sobrevienen horas calurosas: y con especia-
lidad si el soplo del norte ha causado esta variación, pues al
tiempo mismo que con su desagradable frió impide la transpi-
ración, despeja el cielo, y el sol hiere con un calor quemante.
El catarro así formado toma distinto rumbo según las circuns-
tancias de los dias que siguen. Atendiendo generalmente á
ellas pueden distinguirse dos especies. 1? Catarro cálido infla-
matorio en qne el tono arterial está aumentado. 2? Catarro
frió ó húmedo en que el tono de los vasos está en la invasión
abatido: el 1? acaece en los tiempos varios boreales y secos: el
2? en los húmedos y australes. Sec. III. §. I.
8 Este 2? por lo regular es benigno, Sec. III. §. 1. 17: si Oc-
tubre es austral: es benigno, porque cuando el frió que obra so-
bre la cutis es húmedo, esta se enfria y afloja, y el círculo de la
sangre se debilita en sus vasos: y como las venas absorventes
tienen menos energía que las arterias exhalantes, acompañan
á este género de catarros de la destilación de narices y algunas
evacuaciones ventrales que le alivian y le curan. Imitando es-
te proceder de la naturaleza aconseja Antonio de Haen Pato-
logo t. 4. pág. 65, que en las hinchazones del cuerpo, que so-
brevienen á las constipaciones repentinas, se ministre un pur-
gante; y nosotros lo hemos ejecutado con feliz suceso en las
que siguen á la escarlata. Sec. V. §. III. Invierno.
9 Cuando se aproxima el calor de estío, ó se caldea repenti-
namente la atmósfera por cualquiera otra circunstancia, se po-

(1) El dia 28 de Setiembre de 1810 hubo un eclipse en Lima hacia el me-


dio dia, al que siguió una epidemia catarral, bien que benigna.
*

Tom. yt. Literatura—21


—142—
ne en estuación la sangre, se aumenta su parte biliosa, y la
acción de los vasos se dirije sobre la cutis á promover la trans-
piración para minorar una y otra. Pue¡? si en esta circunstan-
cia sopla el norte y el tiempo se pone vario, la transpiración
no corre, y se forma el catarro inflamatorio. Si Octubre es to-
real y vario. Sec. III. §. I. 17. En este caso hay una constipa-
ción general en cutis, narices y vientre: en los ojos, palmas de
las manos y plantas de los pies se siente ardor; y llamaradas de
fuego lamen la superficie del cuerpo. Esta sensación no es el
efecto de la transpiración aumentada por las arterias, y tan
rápidamente absorvida por las venas por el tono que han to-
mado, que no la dejan formar el sudor, como opina el doctor
Darwin; es en mi juicio el calórico detenido debajo de la cutis,
que no ha podido transpirarse, y cuya detención aumenta la
parte biliosa de la sangre. La repulsión y encerramiento de
un estímulo tan activo hacen que este catarro sea por su na-
turaleza grave.
10 Segundo: la fiebre, que en consecuencia acompaña los
catarros, es en lo general la fiebre ardiente büioso-inflamatoria.
Se percibe con claridad en el catarro inflamatorio: y se mani-
fiesta con mas ó menos fuerza en el catarro frió, cuando no ha-
biéndose este disipado al tiempo de la invasión, se excita la
fiebre por la reacción vital. El pulso en esta calentura es duro
y pungente al tacto, con el que se siente un calor quemante,
que nace de lo íntimo del cuerpo. Si después de las sangrías
y diluy entes que se administran para curar la fiebre no mitiga
este calor urente, la vida del enfermo corre mucho riesgo. El
tipo de la calentura es el tercianiario, el cual presentando al
principio reunidos ó duplicados sus paroxismos, aparece bajo
el aspecto de una fiebre remitente mas ó menos clara, que su-
cesivamente se establece en sus legitimos periodos, é intermi-
siones, si algunas otras causas no la hacen tomar diferente gi-
ro. Sec. IV. §. I. 7.
11 El tipo tercianario segnn queda dicho, Sec. IV. §. I. 8.
es el radical de los períodos febriles en esta parte de la zona
tórrida, porque en ella se reúnen las causas tanto nocivas co-
mo salndables que le producen. Pertenecen a las primeras los
estómagos débiles: la copia de alimentos indigestos y humo-
res viliosos que en ellos se acumulan: la continua variación de
la atmósfera que interrumpe la transpiración: la acción del frió
sobre una cutis floja y débil: los tufos de las aguas y tierras po-
dridas, que se hallan estancadas por todos estos valles, ya por
la incuria de sus moradores, ya porque lo bajo de los sitios en
que forman sus depósitos no permiten secarlos, abriendo cau-
ces para que desagüen en el mar o ríos. Estas causas reuni-
das hacen que desde la ensenada de Tumbes hasta el despo-
—143—
blado do Atacama sean numerosísimas las fiebres intermiten
tes en esta parte baja del Perú.
12 Al finalizar el estío, y entrar el otoño, despiden los refe-
ridos charcos, y lagunas corrompidas un tufo tan hediondo,
principalmente al nacer el dia, que dá vahídos y lastima la ca-
beza; y es tan productivo de calenturas intermitentes de mala
calidad, que á sus malignas impresiones deben con especiali-
dad atribuirse las epidemias mortíferas, que han desolado los
valles y quebradas en diferentes tiempos.

Clausceque maliim fecere paineles.


Gratii Falisci.

13 Los indios para evadirse de sus influencias malignas,


edificaban sus casas sobre las colinas de arena que rodean los
valles conduciendo á su cima con sumo trabajo la tierra y el
agua. Les enseñó la experiencia que los tufos pestilentes de
los pantanos no se elevan á mucha altura, por disiparlos las
ráfagas de viento que pasan por encima de ellos. podemos M
menos de agradecer á la mano liberal y cuidadosa de la Provi-
dencia, que para impedir la despoblación de estos países colo-
case el remedio al frente del mal, con tal exactitud, que á la
misma línea que siguen las tercianas invadiendo las provin-
cias del bajo Perú, camina otra paralela por los Andes produc-
tiva de las cascarillas; y así comenzando las mas excelentes en
Loja en los paralelos de Tumbes, siguen al sur hasta las mon-
tañas de Oochabamba situadas enfrente del desierto mencio-
nado, donde terminan las epidemias de tercianas (1). La cau-
sa saludable que promueve el tipo tercianario, es un esfuerzo
de la naturaleza para restaurar por él, como por el medio mas
apropósito la transpiración cutánea que ha suprimido el ca-
tarro.
14 Eevestido de la fiebre expuesta toma diverso
el catarro
rumbo conforme á la idiosincracia del paciente, y estado del
tiempo. Eeconocemos que generalmente sigue tres caminos.
1? El del vientre: 2? el del pecho: 3? el de la cutis. 1? Como
la naturaleza pretende con el período tercianario restablecer
sobre la cutis la transpiración suprimida en el catarro, el paso
natural de la fiebre remitente que le acompaña, es ir haciendo
las declinaciones mas claras por la apariencia de algún sudor,
hasta que se forme la legítima y radical fiebre de la zona ar-

[1] El cerro de Loja, que se hallaba acotado para el uso del Rey, se
nombra Vritus-inga, tal Tez compuesto de Usuri-tusani inca, que quiere
decir "Rey enfermo con enfermedad en que se tiembla," como acontece en
el frío de las tercianas, denotando con el nombre del cerro el precioso des-
tino de* sus quinas.
—144—
diente. Mas tiempo se pone húmedo y frió, entonces la
si el
terciana se convierte en disenteria. Sec. III. §. I. 23. Ya Gle-
ghon habia notado qne las tercianas pasaban á disenterias, y
las disenterias á tercianas, llevando á veces aquellas el tipo de
éstas. (1) 2? Según las propias circunstancias se convierte en
pleuresía y perineumonias. Sec. III. §. I. 22. 25.
. .

15 Las pleuresías son propias del invierno frió y seco, y en


lo general inflamatorias. Sec. III. §. I. Las perineumonias lo
son de primavera, las unas del tiempo austral y húmedo, las
otras del tiempo boreal cálido y seco. Sec. III. §. I. Su prin-
cipal carácter es bilioso inflamatorio. Yo he visto algunas de
estas perineumonias pasar á fiebres remitentes, después de
evacuado el vientre por medio del aceite: y Maximiliano Stoll
que las describe con puntualidad: 1776, Mars, las ha visto
convertirse en tercianas, cuando el emético no ha disipado la
primera afección. Entre el asma y la terciana hay tal relación
que mientras duran las accesiones de ésta, no acomete la an-
terior enfermedad á los que la padecen, y la quina hace muy
buenos efectos en ella reprimiendo sus retornos. 3? El catarro
y su fiebre preceden á enfermedades cutáneas, como el saram-
pión, la erisipela, escarlatas. Sec. III. §. I. 19. Y
la milliaria
Sec. IV. §. II. .18 tiene íntima alianza con las tercianas se-
.

gún nota Gleghon, y así es que se convierte una en otra, ó se


reemplazan en los que de países fríos vienen á morar a los
calientes del Ecuador: y en una misma estación según varía
el temple se forma también una cadena de catarros, fiebres
remitentes, intermitentes, disenterias y erupciones cutáneas,
según las observaciones apuntadas Sec. III. $. I. 25 y cons-
. .

tit. médica: luego es constante que el catarro es la raiz de


nuestras enfermedades, y el tipo tercianario el primitivo de
sus fiebres.
16 Entre la invasión del catarro y establecimiento de la
calentura intermitente legítima, medíala remitente, la que
como observa Saltonstal, es tan idéntica con la anterior que
solo por la claridad del discurso se ha introducido en la medi-
cina la distinción de remitentes, é intermitentes. De aquí es
que unas y otras se curan por unos mismos medios, pero para
ejecutarlos con acierto, es menester reducir las primeras á las
segundes, atendiendo a que la prolongación ú duplicación de
períodos, que hace aparecer las fiebres tercianas bajo el aspec-
to de remitentes, acaece, ó por robustez del enfermo y turgen-
cia de sus vasos, lo que es mas frecuente en primavera, ó por
acopio de humores alterados en el vientre, lo que es mas co-
mún en otoüo. Indican la existencia de la causa primera el

[1] Troter Apendix Vol. II.


—145—
pulso fuerte, sequedad eu la lengua, calor vehemente en la
accesión, y color encendido en la orina: indican la de la se-
gunda el pulso blando, la lengua húmeda y puerca, el color
"amarillo de la orina. Sec. V. §. II. Otoño. Nota. Tercianas.
17 Tercero: según lo expuesto, la indicación principal que
nos presentan para su curación nuestras enfermedades, es res-
tablecer la transpiración sobre la cutis, ijara que se disipe el
catarro. Esta operación pertenece a la naturaleza auxiliada
por el arte, en cuanto éste remueve los obstáculos que se opo-
nen á tan importante función. Son estos: 1? el tono y tensión
mu^ aumentados en los vasos sanguíneos como acaece en el
catarro inflamatorio: 2? la inversión de las funciones, y el tono
de los vasos disminuido en mas ó menos extensión de la mem-
brana exhalante: 3? la acumulación de materiales heterogé-
neos en las primeras vias por las causas señaladas, y como un
efecto consiguiente al catarro.
18 Cuarto: por consecuencia en nuestras enfermedades ten-
dremos por objetos: 1? rebajar la acción aumentada del siste-
ma sanguíneo: 2? restaurar el orden de la función transpiran-
te, y el debido tono á sus vasos; y 3? evacuar los humores
j)erjudiciales, debiéndose cumplir con preferencia la indica-
ción,, que se presentare con mas claridad, y denotando mayor
urgencia.
19 Quinto pues, el cargo 1? se desempeña por medio de la
sangría: el 2? por los remedios que aflojan ó estimulan la su-
perficie del cuerpo; tales son el baño tibio: Sec. IV. §. IV. 15,
las fricciones, ventosas, (1) y cantáridas. (2) El 3? por los me-
[1] Las ventosas abocan poderosamente los humores á la superficie del
cuerpo, y promueven la transpiración: de aquí su provecho en las erupcio-
nes que se retropelen, y sobre lo que en las memorias de cirugía de Paris
t. 12 se lee una interesantísima observación hecha por D. Martin Delgar en
Lima. Las ventosas sajadas puestas sobre los tumores, y dolores inflama-
torios desahogan, y alivian las partes que afligen; de aquí la ventaja con
q\ie las usamos en las anginas inflamatorias, y el beneficio que de su uso
sentían los enfermos, que asistió el Dr. Villalobos en una epidemia de fie-
bres de mal carácter, á quienes de improviso les acometía un dolor terrible
en la nuca, que se aliviaba aplicando sobre ella ventosas sajadlas, y extra-
yendo de dos á tres onzas de sangre, acaeciendo el mismo buen efecto en el
delirio, y sopor. Método de curar tabardillos impreso en Lima en 1800.
[2J Se reputan los vegigatorios, que se hacen con las cantáridas, por el
remedio mas diaforético, que hay después del opio. De aquí su buen efecto
en todas las afecciones catarrales: en la revocación de las erupciones que
han desaparecido antes de tiempo: en erigir las fuerzas abatidas: contra las
enfermedades crónico-serosas. En los casos de plétora, y cacoquilia no se
aplican hasta que se hallan rebajado ellas. Sec. V. §. IV. Constit. Nota,
pleuresías.
No deben extregai se las partes en que se aplican los vegigatorios ni ar-
rancarse la cutícula que forína las ampollas; baste abrirla ligeramente para
que descargue el suero, y cubra complanándose las escaldaduras de la cu-
tis, que deben procurar defenderse del contacto del aire, cubriéndolas con
un suave un<mento.
—Me-
dicamentos purgantes y eméticos: y eminentemente se cumple
con el 2? y 3? fin por el uso de los segundos.
20 Sexto: resta saber en qué tiempo'de la enfermedad deben
aplicarse estos auxilios: punto sumamente interesante, porque
de su esclarecimiento depende no solo la felicidad en la cura-
ción de las enfermedades agudas de qué tratamos en este pár-
rafo, sino también la solución del gran problema que divide
las escuelas médicas: de si deberán abandonarse éstas para su
curación á los esfuerzos de la naturaleza sostenidos por la
dieta; ó estimándolos débiles é inciertos, confiar en tan arduo
empeño en los recursos enérgicos del arte. Si se examina bien
la carrera de las enfermedades y lo que dejamos advertido,
Sec. IV. %. L, se descubrirá que el 4? período es muy notable
en las enfermedades: en él se arraiga el orden de revoluciones,
y la enfermedad toma un carácter permanente, en tal manera,
que si el enfermo no lia perecido al concluir esta época, desde
ella el médico sagaz empieza á preveer su fin: y así el cuartus
dies est índex de Hipócrates está establecido con todo rigor y
exactitud.
21 Esto supuesto, el arte y la naturaleza deben concurrir á
la curación de las enfermedades en todo el curso de ellas; pero
con esta diferencia, que el arte debe emplear toda su energía
en los cuatro dias primeros, á fin de trastornar el tipo de la
enfermedad; impidiendo que se arraigue y establezca: y si
esto no se lia verificado en la cuarta revolución, ya entonces
corre de cuenta de la naturaleza extinguir el mal, preparando
y expeliendo las causas materiales que le fomentan, á beneficio
de los mismo períodos y del poder del tiempo.

Innocuas placide corpus jiibet flammas,


Et justo rápidos temperat igne focos.

.22 De aquí es que si á un catarro se ha seguido una pleure-


sía inflamatoria, se lia de sangrar al enfermo desde el segun-
do dia, en que ya debe estar preparado, Sec. IV. §. V. 2... 79 y
descubierta la enfermedad, basta el cuarto inclusive, en tanta
cantidad y en tantas veces, cuanto lo pidan las indicaciones
que denotan deberse celebrar este remedio; pues aquí es don-
de según el docto Triller debe comprarse la salud con sangre.
Pero si la enfermedad es una fiebre gástrica, ó una perineu-
monía del propio género se le administrará, según el dictamen
del gran práctico Stoll, el vomitivo: y aquí podemos descubrir
una de las causas principales de nuestra distinción del primer
periodo, que asignamos ala energía del arte, y de los siguien-
Ites que entregamos á las manos de la naturaleza. Porque en
os cuatro primeros dias de la enfermedad, se bailan los hu
—147—
mores nocivos en las primeras vias, de donde se pueden arro-
jar por medio del vomitivo; mas en la época siguiente la ab-
sercion de sus vasos los lia hecho pasar al torrente de la san-
gre y partes íntimas del cuerpo, donde es preciso que su ad-
mirable economía los asemeje á los sanos, ó los prepare,
segregue y expela para que no molesten. En lo demás el en-
fermo pertenece á la dieta y á la naturaleza; salvo si algún
accidente irregular pidiere nuevamente el auxilio del arte, que
ya lia cumplido con su instituto (1).
23 Este plan de curación en las fiebres continuas, es el mis-
mo que debe seguirse en las intermitentes de éxito dudoso
por su carácter, por la estación del tiempo, ó por lo mal sano
de los lugares en que acometieren. Es necesario extinguirlas
antes del cuarto periodo, lo que se ejecuta con certeza dando la
cascarilla, ó bien sea quina con la elección, preparación, canti-
dad y orden debido, Sec. V. §. II. Not. 2. pues de este modo se
precaven en otoño los inopinados y tristes accidentes de ver
variar de improviso el carácter de la fiebre á la tercera acce-
sión, y perecer en ella el enfermo, ó quedar de manera que no
se pueda impedir sobrevenga la cuarta en que muere sin re-
medio. Si la terciana según el orden arriba expuesto pasa á
disentería, siempre que algún motivo no obligue á adelantar
alguna sangría, que por lo común es necesaria, Constit. Medica
Sec. Y. §. III, debe administrarse el emético antes del dia
cuarto, así se limpia el canal intestinal de los humores que le
dañan, se restaura el orden invertido de los vasos exhalantes,
y vuelve el sudor á la cutis, que según Moselei cura con tanta
certidumbre la disenteria, como la quina á la terciana.
24 Los hombres enseñados por la experiencia vieron desde
mucho antes la necesidad de sofocar la enfermedad en su mis-
mo nacimiento: ni tenia otro objeto la abstinencia total, pro-
moción de la transpiración &., pero esto se hacia por medios
y modos las mas veces dañosos, destruyendo la vitalidad, ó
queriendo forzar el sudor por bebidas calientes, sin haber pri-
mero removido los impedimentos que se oponían á él. Hipó-
crates, el grande Hipócrates, ha comprendido en dos pala-
bras todo lo que aquí hemos dicho. In principio morborum
acutorum, si quid tibi videtur movendum move, vigentibus vero
quiescere melius est (2).

(1) Las reglas generales tienen sus excepciones. Según Celso 1. 2. c. 10


no debe sangrarse en las enfermedades después del cuarto dia; mas sino se
ha hecho antes, que es la causa principal de necesitarse después: fü-alen.
Met. Medendi 1. 9. c. 4, ó hay otra cualquier circunstancia que lo exija, no
se atenderá en estos casos para sangrar á los enfermos al número de dias
que padecen, sino á la indicación, y sus fuerzas. Gal. 1. c. c. V.
(2) Aphor. 29. Sec. II.
—148—
25 No ignoro cuanto ha objetado en estaparte el feliz prác*
tico y docto médico Antonio de Haen, queriendo que omitidos
los eméticos y purgantes en los cuatro primeros días de la en-
fermedad, solo se siga el régimen blando de ayudas repetidas
y tisanas suaves apropiadas á la enfermedad, como lo indica
Hipócrates en los fracmentos poblicados por Heurnio, y que
él ha establecido con tan prósperos resultados (1). desde Y
luego yo convengo de que en el principio de las enfermedades
agudas, en especial de las infiamatorias, no deben darse pur-
gantes acres, de los que parece hablar Hipócrates en los luga-
res aducidos por Haen: semejante práctica, fuera de los incon-
venientes notados por este, es contra el designio de restable-
cer las funciones de la cutis. También debe seguirse el suave
método de Haen en las fiebres eruptivas, siempre que el carác-
ter de la fiebre "reinante no obligue á lo contrario, porque ha-
cia el cuarto periodo, haciéndose el brote sobre la cutis cesan
los síntomas del estómago alterado, que algunos reputan por
señales que piden un emético, no debiendo muchas veces con-
siderarse sino como esfuerzos saludables para promover la
erupción, por la conexión admirable que hay entre la cutis y
el estómago, cesando la nausea y vómitos que afligen á este,
luego que aparece el brote sobre aquella. Pero en el resto de
fiebres el vomitivo debe ministrarse en su principio, siempre
que conforme á las precauciones prácticas, esté indicado y no
haya mativo que lo embaraze. El emético después de limpiar el
estómago promueve el sudor y el expúto, desbarata prodigio-
samente las congestiones de la garganta, facilita las erupcio-
nes á la cutis, y es el remedio mas ventajoso para romper y ha-
cer cesar el curso de la enfermedad. A
las reflexiones, y prác-
tica que propone en contrario, de este uso general entre mu-
chos y grandes médicos, el clínico Haen, le oponemos las
grandes doctrinas y consumada práctica y acierto de su suce-
sor Maximiliano Stol. 2.
26 Si existiesen circunstancias que impidieren le adminis-
tración del emético, entonces se hará preciso recompensar con
la euacuacion ventral la falta de transpiración, y podernos ad-
ministrar los purgantes salinos por pequeñas x>artes , de
cuyo modo obran con suavidad, y con efecto mas cierto se-
gún el mismo Haen (2). Pero aun en este caso la disolución

(1) Haen Ratio Medencli 1. 1. Cap- II Cap. XXIII.


(2) Patología, t. 5. pág. 220. En toda la costa del Peni abunda el sulfato

de magnesia, ó sal catártica, y el sulfato de sosa; ó sal de Grlauber, y á ex-


cepción de esta segunda que puriflcau en Lima, y hace muy buenos efectos
como purgante, y aperitiva, en los demás lugares carecen de su beneficio,
comprando á precios caros la de
epsou, y de la higuera, porque no las co-
p ocen: y lo mismo sucede en el alto Peni, donde se encuentran por todas
tlel agua natural, ó la del jarabe, 6 vino
tártaro emético en
compuesto con ministrada á cucharadas, ofrece con todas
él,

las ventajas de las sales medias para limpiar el vientre, la que


es propia á los eméticos con relación á la cutis, y así se llena
directamente nuestra primera y general indicación.
27 He indicado con brevedad puntos de mayor considera-
ción en la medicina. Los jóvenes deben reflexionarlos, y estu-
diarlos á la cabecera de los enfermos, y en las obras inmorta-
les de Hipócrates, Areteo, Celso, ¡Sydenhan, Baglivi, Boerha-
ve, Burserio, Stoll, Haen, y Jackson. Para auxiliarlos en es-
tos estudios, y que puedan aplicar con tino bajo de nuestro
clima las doctrinas escritas en otros diferentes, les he propues-
to en lo general diseños de curación, y con el mismo objeto
voy á particularizar algunos, describiendo, para terminar esta
obra la constitución clínica del^año de 1799.

Per varios casus artem experientia fecit,


Exemplo mostrante viam. Manil lib. I.

SBOCIOE" V.
CONSTITUCIÓN MÉDICA DEL AÑO DE 1799.

ESTÍO-
1 Podemos decir que este estío fué boreal, pues por la ma-
yor parte de él soplaron en la mañana los N". O, principal-
mente en el mes de Enero, á fines de Febrero, y en el mes de
Marzo. Asi Enero se presentó vario, trayendo el dia las ma-
ñanas trias, y calentándose de las diez en adelante, en que se
dejaba ver el sol, que con variedad volvía á ocultarse. El ca-
lor se hacia sentir conforme se adelantaba la estación y suce-
dían las calmas del sur, especialmente en las tardes de Febrero
y Marzo, en que fué activo.
2 Durante esta constitución se observaron en Enero virue-
las, paperas, evacuaciones biliosas, y hemorragias. Estas en-

partes según Haenke, cuyos M. S. están ya impresos en el viaje de Azara t.


2 pág. 891. edic. de París 1809. Poseemos igualmente el tamarindo, y la
caña-fistola, que expurgan el vientre con blandura. No obstante los pur-
gantes no pueden llenar el lugar de los eméticos, porque estos pueden mi-
nistrarse en las acceciones febriles, como lo indicó Hipócrates, porque
obran con mas prontitud, porque desempeñan también con frecuencia el
oficio de los purgantes; y por los efectos peculiares que se mencionan eu el
texto.
Tom. vi. Literatura— 22
Í50-— —
fermedades hablan tenido origen en la primavera anterior, y
eran benignas. Expurgado el vientre en las evacuaciones por
alguna ayuda, cedian al uso de los ácidos vegetales en limo-
nadas. Asi en ésta como en las otras enfermedades, era nece-
sario defenderse del frió de la mañana, y mantenerse á un
régimen moderado, j á un temple medio en el resto del dia.
El uso de la sangría era importante en las fiebres eruptivas y
hemorragias, según sus síntomas y vigor del enfermo. (1) •

(1) "Fiebres eruptivas:" estas son fiebres acompañadas de algún brote


sobre la superficie del cuerpo, como la fiebre "viruelenta, sarampionosa,
escarlatina, y erisipelatosa:" en estas calenturas como en otros brotes que
suelen venir sin ellas, cuales son los sarpullidos "milliaría, sudamina, ron-
chas, exanthenia urticosa & a"
aprovecha la sangría; mas esta no debe adop-
tarse de manera, que se ponga en su efecto la principal confianza de la cu-
ración, con exclusión absoluta de los eméticos y purgantes, como lo hacian
nuestros antiguos médicos con respecto al sarampión. [*] Innumerables
observaciones me han persuadido á pesar de mis ideas, y de mi educación
médica, dice el ilustre Stoll, que las calenturas milliares, escarlatinas, orti-
goza, y erisipelatosa tienen su origen en humores del vientre, que expelidos
con tiempo se les corta el progreso: y la fiebre biliosa es una fiebre parasíti-
ca que acompaña por lo común al sarampión, y viruelas, De estas conside-
raciones se deduce claramente, cuan útil puede ser el vomitivo aplicado en
tiempo, conforme á los excelentes efectos que produce en el cuerpo huma-
no, Sec. IV. §. VI. 25: y de la manera que en cualquier tiempo de Tes enfer-
dades exantemáticas, que esté indicada, debe administrarse la sangría, ha
de observarse lo mismo con respecto al emético.
Mas como uno de los fines mas importantes que se desea conseguir con
él, es impedir las "metastases" ó depósitos que se forman en algunas de es-
tas fiebres, según acaece en la angina que sobreviene al sarampión, y es-
carlata, hará tanto mas provecho cuanto mas anticipadamente se dé, pues
cuando no se haya conseguido el fin en el todo, al menos quedará dispuesto
el enfermo, para que en caso que se haya formado el tumor anginoso, se
aplique un vegigatorio al cuello para disiparle, Sec. IV. §. VI. 19, porque
en verdad que esta aplicación no debe hacerse antes de expurgado el vien-
tre, respecto que el vegigatorio suprime la evacuación y la orina; y ambos
pueden hacer falta para ayudar á remediar un mal, que tiene su fomento en
humores detenidos en las primeras vias. Si concurren juntas la indicación
de la sangría, y del vomitivo, deberá preceder la primera entre sus justos
límites, porque si debilita al enfermo por demasiado copiosa, el emético no
surte el buen efecto que se pretende.
Las ideas escolásticas hacen que algunos miren todavía con miedo el uso
de los vomitivos, pues en este caso de duda sobre si ha, ó no lugar, tienen
é mano las blandas pulpas de caña-fistola, y tamarindos, y el crémor tár-
taro, que purgan el vientre con suavidad. En la terrible epidemia de sa-
rampión de J 692, y 93,*se hallaba de médico en la ciudad de Quito, por
donde comenzó, el Dr. D . Diego Herrera, quien principiaba su curación
evacuando á los enfermos con una onza de pulpa de caña-fistola con felicí-
simo efecto en mas de quinientos indios que hubo de curar, y cuyo ejemplo
no se atrevieron á imitar los médicos de Lima por el temor quimérico de
que impidiera el brote del sarampión, ó le hiciera retropeler si ya habia
principiado. ¡Tal es la influencia de las doctrinas que se aprendieron en la
juventud!

[*] D. D. Bermejo, y Machuca. Discursos sobre la epidemia de saram-


pión impresos en Lima en 1693.
—151—
3 Luego que los N. O. volvieron á hacerse frecuentes en las
mañanas de los días calurosos de Marzo, se extendió una epi-
demia de toses. Sentíause vahídos, dolor de pecho, y tos fuer-
te. Los que mas padecieron fueron los niños, en quienes se
hizo una tos ferina, que los hacia vomitar y llorar, y solo arro-
jaban, después dé repetidos golpes, una linfa clara.
4 En estos meses es cuando lo pasan, con mas regularidad
los enfermos asmáticos; pero en este año los que habitaron la
ciudad, sufrieron unos "paroxismos incomparablemente mas
violentos en la duración y la angustia, que los que padecen
en otra estación, porque á la dificultad de respirar, se les
juntaba la necesidad de respirar un ambiente cálido y calmoso.
5 Las toses (1) y el asma (2) en los adultos, se curaban con

(1) Catarro. El punto esencial en la curación del catarro consiste en la


Bañaría. La exacta distinción que dejarnos hecha entre los diversos catar-
ros, Sec. IV §. VI. 7, es una luz bastante para conocer el tiempo y oportu-
nidad de aplicar este remedio; pues la sangría que aprovecha en el infla-
matorio, no conviene en el frió, y húmedo, ó al menos mientras duren los
síntomas que le acompañan; Siguiendo esta máxima deberá observarse lo
siguiente en la curación de esta enfermedad. Primero: muchas veces acaece
que el catarro principia por un atolondramiento ó gravedad de cabeza, ca-
lor extraño, y sequedad de narices, originados de haber estado el que le
padece en un ambiente cálido ó muy encerrado en un cuarto, ó muy abri-
gado. En este caso con salir al aire fresco se rebaja el grado de calor del
cuerpo, se afloja la ciítis, las narices s« humedecen, y el catarro se disipa:
observación que se aduce como una de las que prueban que el frió tiene una
virtud sedativa, y que su aplicación no causa el catarro, Sec. III. §. I.. 11.
Segundo: si los síntomas de constipación son mas fuertes, si sobrevienen
calos-frios, desazón y disgusto, (*) en este caso será oportuno que el pa-
ciente tome un vaso de agua caliente con azúcar, y se pasee en el cuarto á
fin de prosear la transpiración, y que después se recoja á la cama. Terce-
ro: si en esta invasión catarral no acontecen las evacuaciones, y destilación
que alivian, Sec. IV. ó. VI. . 8; sino por el contrario el vientre se le supri-
me, y la tos apareee, se le harán fechar unas lavativas que le evacúen, y se
sujetará al régimen de alimentos, Sec. IV. ü. III. . y bebidas, Sec. IV. §. IV.
con mas ó menos rigor según lo pidiere la mayor ó menor vehemencia del
accidente. Nada acelera tanto la curación de las constipaciones dice Baglivi
como el no cenar, y tomar después de acostado un vaso de pectoral cabiente.
Los baños tibios de pies, Sec. IV. §.TV.. 15, son excelentes en este caso.
Cuarto: si á pesar de estos auxilios el pecho se seca, sobreviene tos fuerte,
aparece'la fiebre activa, Sec. IV. §. VI. pulso fuerte, y demás señales que
indican un estado inflamatorio se sangrará el enfermo. En la epidemia ca-
tarral, que hubo en esta ciudad el año de 1790, nunca ordené mas de dos
sangrías regulares. Seguía en esta práctica á Sydenham: (**) es cierto que
estas bastan para moderar la tos, el dolor de garganta, y ardor del esó-
fago de que algunos se quejan, y para facilitar la transpiración, ó sudor aon
que termina esta enfermedad por lo general. Si ocurre nueva necesidad de
sangrar es por lo común originada del calor aumentado por el demasiado

[*] "In omni aaorbo acuto ad linguan et oculos respiciendúm est. Si lin-
gua quidem muco obsidetur, oculi vero rubri sunt, certum est perspiratio-
nem in toto corpore imminutam esse." Boerhav. Prselect. §. 428,
(**) "Tusses sepidemicae," Secc. V. cap. 5.
—152—
el método ordinario de las afecciones catarrosas cuales son
ellas; pero las toses en los niños fueron mas tenaces. Era pre-
ciso evacuarlos con ayudas, fomentarles el vientre con emplas-
tos, y adietarlos, porque los órganos de la digestión parecían
cargados de materiales impuros. La fuerza de la tos, y dureza
del pulso exigian en algunos la sangría, y los demulcentes y

abrigo del enfermo. Quinto: para apaciguar la tos se dará por la noche un
vaso de pectoral tibio, endulzado con una cucharada de jarabe de adormi-
deras, y si de resultas de su uso se cerrase el pecho, se rebajará la dosis del
jarabe, ó se mezclará con el de violetas, ú orosus con el mismo objeto. Sex-
to: el enfermo aun después de curado suele quedar con alguna inapetencia,
y adormecimiento de miembros; pero si el pecho se pone suave, las narices
fluyen, las orinas adquieren su color natural; entonces el ejercicio al am-
biente libre disipa estas últimas reliquias. "In tussi pectorali magis profi-
ciunt medicamenta vulgaria ex herbis pectoralibus parata, quan nobiles

Pharma-copeorum apparatus." Prax. Medie, pág. mihi 59.
(2) "Asmas. Esta enfermedad es muy común en Lima. En las gentes jó-
venes es seca, convulsiva, gravisima: en las ancianas húmeda, y mas tole-
rable. Les acomete á media noche al empezar el soplo del norte: presagia
la accecion el desvelo en las noches anteriores. El paroxismo comienza con
fuerza, el enfermo demanda aire, se ahoga, y entre dia se serena: en la no-
che siguiente se agrava, y termina por lo regular de las 24 á las 40 horas
por un blando sudor. El vientre constipado fomenta esta enfermedad, pero
es difícil en la accecion poner una ayuda al paciente, pues al primer mo-
vimiento parece que se sofoca: no obstante eñ las horas de algún reposo,
que son las de la mañana, se tantea con suavidad ejecutarlo. El pueblo re
siste la sangría, porque dice que hace retornar los períodos, y tiene muchas
veces razón por la debilidad que induce; pero con frecuencia se hace nece-
saria sin contar con el pulso, que se pone tanto mas débil, cuanto es mayor
la opresión, y angustia que impiden el círculo de la sangre por el pecho.
Precaven los retornos de este mal: primero, dormir en habitaciones situa-
das en el campo, aunque entre dia se esté en la ciudad: segundo, evitar los
resfríos: tercero, tener una terciana, y el uso de la quina. Alivian en la ac-
cecion: primero, el vientre expedito: segundo, el baño tibio de pies: terce-
ro, el cuarto espacioso para que haya bastante aire: cuarto, el ponche tibio:
quinto, sangría: sexto, el vegigatorio: séptimo, la mistura antimonial, es
decir, media dracma de vino emético en cinco onzas de agua, y veinte go-
tas de láudano: de esta porción se toma una cucharada en cada tres ó cua-
tro horas, y encima se bebe un cocimiento emoliente diaforético, como es
el de malvas y flor de sanco, ó de borraja: octavo, en lugar de la mistura
antimonial puede darse una cucharada de jarabe de meconio á la mañana,
y otra á la noche, porque suele surtir buen efecto concillando el sueño. La
enfermedad regularmente se resiste á estos, y á cuantos remedios tiene la
medicina, y solo cede completamente transportándose el paciente "al tem-
peramento de la sierra. A pesar de ser tan grave la accecion, es muy raro
que el enfermo perezca en ella; pero arrastra para él, y su familia la vida
mas triste de este mundo. No cuenta con una hora segura de placer: esta
noche se lie, se divierte, y prepara una buena hora á su familia para el dia
siguiente, pero á la fatal hora de la una de la noche el asma le ataca, re-
cuerda despavorido, y cree sufocarse. Su alma mas angustiada, y su pecho
mas fuertemente oprimido que el de Laocon fajado por dos serpientes hor-
rorosas, vuelve sus tristes y afligidos ojos á su dolorida esposa., á sus sobre-
saltados hijos, a sus compasivos domésticos, implorando socorro en lance
tan apurado. "Inhumana calamitas, triste intuenfi spectacidum, etc. malura
jusanabile." Areteo,
—153—
papaveriiios suaves servían para embotar el acre del material,
que irritaba el pecho, y moderar sus concusiones. Mas el me-
jor remedio era adietarlos, que evitasen el frío de la mañana, y
anduviesen al aire libre en el resto del dia. Por este medio se
conservaban tosiendo mas ó menos dias, hasta que inclinada
la estación desapareció esta epidemia (1). ¿Era por ventura
originada de solo la alternativa del calor y frió, ó existia en el
aire alguna calidad peculiar que la producía? ¿Y era conta-
giosa á manera del sarampión y la viruela? Uno y otro afirma
Hillary de una semejante epidemia, que observó en la Barbada,
y que el que la padecia una vez, no la sufría otra en el resto de
su vida (2). Empero el ilustre Stoll asegura lo contrario, que
es lo mas cierto (3).

(1) Consúltese á Piquer: epidemias de Hipócrates t. 2. pág. 18.


(2) Observations on the changes of the air. pág. 46.
(3) Toses convulsivas. En 1808 hubo en esta capital una epidemia de
ellas, y se propusieron por tema á los opositores de la Cátedra de clínica,
que acababa de fundar el Excmo. señor Virey, Marques de la Concordia, y
de las observaciones que hice entonces resulta lo siguiente:
Primero: la tos convulsiva, principalmente cuando es epidémica, no es
sino una modificación, ó una variedad de un otro mal que reina en la esta-
ción en que ella aparece, y así crece, se sostiene y disminuye con la enfer-
medad principal. Segundo: no hay liecbo que pruebe que sea contagiosa, y
que el individuo que la padeció una vez. quede preservado en lo futuro.
Tercero: tiene su asiento principal en el estómago por los humores de mala
calidad que allí se acumulan. Cuarto: pero como las fiebres resultantes de
estos liumores pueden complicarse mas ó menos con el estado inflamatorio,
que originan las circunstancias de la estación, ó variedad de el tiempo, la
curación de esta enfermedad debe ser diversa. Quinto: por decontado el
emético es el principal remedio, y todos aquellos que vomitan por la fuerza
de la tos, ó por los remedios que se les ministran, corren en ella con felici-
dad, y es por el contrario incierto el éxito en los que no gozan de este be-
neficio: un grano de tártaro emético disuelto en seis onzas de agua destila-
da, añadiéndole una onza de jarabe de culantrillo ú de otro semejante, for-
ma una composición suave que se dá á los niños á cucharaditas hasta que
vomiten. Sexto: sino há lugar el emético, en este caso se procurará descar-
gar el vientre por el uso de las lavativas, y de algún purgante suave, como
lo es una infusión ligera de sen en que se haya disuelto maná en debida do-
sis, ó bien la disolución de éste en agua común con alguna sal media: cual-
quiera de ambos se dará á cucharaditas hasta que produzca efecto. Sépti-
mo: sucesivamente se ministrará por la mañana un cocimiento tibio de
yerba buena, ó quina, ó cualquier otro estomacal. Octavo: pero si la tos
viene con fiebre, que permanece entre los accesos, si el enfermo tiene difi-
cultad de respirar, ó algunas otras señales que denotan un estado inflama-
torio, la principal curación consiste entonces en la sangría, los baños tibios
de pies, y los blandos pectorales, debiéndose suprimir el uso del vomitivo
hasta que desaparezca el estado inflamatorio. Noveno: pide mucha circuns-
pección el uso de los opiados: se administran por la noche los mas suaves
para conciliar el reposo, y si éste se sigue con un blando sudor y el siguien-
te acceso no aximenta, puede continuarse su uso; pero si la lengua se pone
seca; la ciítis ardorosa, y revuelve con mayor fuerza el ataque, aunque sea
á mayor distancia, debe evitarse. Décimo: cuando no hay fiebre que exija
la sangría, y la cama, el mejor remedio de este mal es la espectacion, y al
.

—154—
6 Cuando en el estío los calores son fuertes, y los sudores

dieta que hemos indicado: y si pasadas algunas semanas, ó variando la es-


tación no cesa la tos, y por el contrario comienza á percibirse alguna fiebre-
cilla, entonces la mutación al campo hace excelentes efectos. Undécimo: al
tiempo de toser el niño debe ponerse derecho para que pueda con libertad
dirigir el mismo la postura de la cabeza, y no hay que aplicarle nada á la
boca en este acto á título de sacarle el moco que arranca, porque se le ex-
pone á soíorcarse, embarazándole la respiración.
Si se quiere ver el retrato de esta enfermedad en su mas alto grado, leáse
este que hac« un padre de la que padeció un tierno hijo suyo, y á quien no
pudo salvar después de haber sido el consuelo de tantas familias desoladas,
á las cuales conservó sus caros retoños. Juan Crisóstomo, robusto, rosado,
pendía á loe tres meses délos pechos de su amable madre rodeado de las
dulces gracias de la inocencia. El 27 de Abril del año de 1808, se le oyó
toser como sucedía con otros niños de la familia. Mas el 1? de Mayo la tos
era muy acelerada: entre espiración é inspiración era imperceptible el ins-
tante en que ésta acaecía. El golpe de tos era seco, y semejante al tosido
de los perros acatarrados: pasaban de doscientos los golpes de tos que daba
seguidos unos en pos de otros; parecía que tenia una titilación incesante en
la cabeza de la glotis ó garganta. La cara se le abultaba, se le ampliaban
los ojos y narices, sudaba un sudor frío que empapaba los paños con que se
le abrigaba la cabeza: se desfiguraban todas las facciones de su hermoso y
amable rostro en tal manera, que su padre tenia que volver el suyo cubier-
to de dolor, por no poder soportar su vista. Conforme ibau succediéndose
los golpes de tos, parecía irse estrechando la glotis y perder su movimien-
to, á que se seguía itna espiración de ahullido, que amenazaba la sofoca-
ción. Hacia esfuerzos increíbles el tierno angelito por evitarla, se erigía
sobre los pies, extendía los brazos, y manoteaba como quien busca aire, y
reclinaba la cabeza hacia atrás: el pulso bibraba con increíble celeridad.
Este infantito no vomitaba, la terminación del paroxismo era en lo general
precedida, por aflojársele el vientre y la orina, y algunas veces parecía de
que arrancaba algo del pecho. La primera señal de haberse verificado era
un llanto tan claro, que denotaba hallarse libre su pulmón. Quedaba por
un rato fatigado, y acesando, paraba el sudor frió, se ordenaba el pulso, las
gracias y la sonrisa volvían á su dulce rostro, y tomaba el pecho con tanto
empeño como si nada hubiese sufrido
El niño tenia de estas accesiones dos ó tres al día moderadas: á la prima
noche le repetían con mas fuerza una ó dos veces, y luego se dormía; mas
a! llegar la media noche, esta hora destinada para que el hombre arrullado
por el sueño olvide los tristes cuidados del día, y en la que solo el desgra-
ciado asmático recuerda de improviso con el susto en el rostro, el corazón
sobresaltado, y la muerte á los ojos, en la misma repetía esta enfermedad
análoga tan cruel, y desapiadadamente, que los golpes de tos subían á 240,
repitiéndose paroxismo sobre paioxismo, no encontrándose otro consuelo
en este apuro, que tomar al niño en los brazos ponerle recto y pasearle,
hasta que con el nacimiento de la aurora se serenaba esta escena de dolor,
angustias y congojas, que solo podian existir en el lóbrego seno de la no-
che. Lidiando veinte y ocho dias con esta tos verdaderamente ferina, y
aumentando siempre la enfermedad á pesar del cuidado y solicitud pater-
nal, y de sus caros compañeros, la aurora del 25 de Mayo puso fin á los pa-
decí inientos de este tierno infante, conduciéndole á mejor vida. Una peri-
neumonía finalizó la fatal carrera de la tos convulsiva. En otros la muerte
desfigura los rostros cubriéndolos de su pálido y melancólico color: en este
infante la muerte le restituyó el verdor y lozanía que alteraban las convul-
siones, ¡y le pintó con placer*
—155—
copiosos, sé experimentan insultos frecuenten ele cólera morlfy
los que en el presente fueron pocos, y sin malas resultas (1).

4 n.

OTOÑO.
1 El otoño principió con mañanas y noches frias, y calor ai
medio dia. Esta constitución duró por casi todo el mes de

"Non aliter quam si inensis dapibtisque Deorum,


"Mortalis quisquain adscitus, faelixque futurus,
"Hauriat aetemuin eselesti póculo néctar."
Syphylis. L. 3.

[1] La cólera morbo, que vulgarmente se llama "lipiria," es un mal fre-


cuente en nuestro clima en la estación del estío, por el abuso que se hace
de las bebidas fermentadas, frutas y comidas en un tiempo, en que con el
sudor se hallan debilitadas las fuerzas digestivas del estómago, las que
siendo menores luego que en la noche cesa la acción muscular con el sueño
y reposo de la cama, es en esta hora cuando acomete. Principia por un ma-
reo al que se siguen vómitos y evacuaciones copiosas, sudor frió, calam-
bres, y la muerte, sino ha podido detenerse en su progreso. Los que quisie-
ren precaverse de este funesto accidente deben evitar los excesos mencio-
nados, y acostarse con el estómago desembarazado; mas si se sintiesen re-
cargados de alimentos que no han podido digerir, ó incomodados con un
agrio fuerte, deben procurar arrojar los alimentos indigestos, moviendo el
vomito por medio del agua tibia, y estimulando las fauces con los dedos, ó
con alguna pluma: ó en lugar de mover el vómito pueden hacerse echar un
par de lavativas purgantes, y luego tomar un par de gícaras de agua cabien-
te con azúcar, y algún estomacal, como la flor de la manzanilla, triaca, cor-
teza de naranja etc.
Si esto no se ha practicado, y la cólera morbo sobreviene en un grado re-
miso, la indicación es disolver los humores del estómago y expelerlos, to-
mando con abundancia en bebida, y por ayudas, agua de pollo ú otra equi-
valente, y después que se juzgue el estómago descargado, se usará de la be-
bida estomacal indicada.
Mas si la cólera morbo ha sobrevenido con violencia, y el enfermo ha ar-
rojado mucha cantidad de humores por arriba y por abajo, el remedio pron-
to para sacarle del conflicto en que se halla, es hacerle beber agua helada con
nieve, bien sea natural ó de pollo, sola, ó en forma de limonada, y también
puede tragar nieve majada. Es buen remedio para contener el vómito el
antiemético de Lázaro Biberio, que consiste en disolver un escrúpulo de sal
de tártaro en media onza de agua, y al dar esta al enfermo se le añade una
cucharada de zumo de limón, para que la trague en el acto de la efervescen-
cia, y se repite según lo que exigiere el caso. En su lugar he ministrado la
siguiente composición: de jarave de limones una onza, de sal de ajenjos un
escrúpulo, de láudano veinte gotas, se mezcla y se dá á cucharadas, bebien-
do encima el agua de nieve. Entre los aumentos el que mejor soportan los
estómagos en esta situación, es el de mazamorra delgada de reciento. Secc.
IV. $ III 10
Las piernas y brazos se enjugan con paños calientes sahumados con al-
máciga, romero etc. á fin de que el calor estimule los vasos de la superficie
y les haga restaurar el tono y tensión que han perdido. ;
Abril, soplando á la mañana los N". O. y la tarde loa vientos
del austro COn suavidad. Al fin de él empezaron las garúas,
las nubes se mantuvieron altas, no hubo neblinas, asi la mo-
llizna fué copiosa, y gruesa en todo el otoño, en especial á la
noche y á la mañana: los !N". O. continuaron por las mañanas
hasta el 17 de Junio, y los sures soplaban con alguna viveza
al fin de la tarde, y principios de la noche, en las variaciones
de la Luna, y con mas fuerza en Mayo, y en la oposición de
Junio.
2 En este trársito de los calores de Marzo á los dias varios
frios de Abril, fueron frecuentísimas las tercianas, disfraza-
das con el aspecto de fiebres catarrales y precedidas por ellas.
Su carácter era mas bien bilioso que sanguineo. Acompañá-
banlas evacuaciones con las que tenian tal correspondencia,
que corriendo estas se minoraban ó cesaban ellas, y su supre-
sión hacía revivir los paroxismos. Al principio de la estación
eran copiosos los sudores en la declinación del paroxismo; pe-
ro conforme se adelantaba era corto el frió de la invasión, lar-
gas las accesiones, y escaso el sudor de la declinación; mas
las evacuaciones eran abundantes, y degeneraban en disente-
rias. Las orinas estaban amarillas, y la lengua puerca con in-
comodidad de estómago. El método curativo consistía en aflo-
jar el vientre á beneficio de ayudas y ácidos purgantes, como
el crémor. Si el enfermo era robusto y pletórico necesitaba
sangrarse, en especial cuando la fiebre aparecía con el carácter
de continua, pues de este modo se la reducía al tipo terciana-
ria. Sucesivamente debia administrarse la tintura de quina
con una sal ó lamedor purgante, respecto de que el estado pú-
trido de los humores, que ocupan nuestras primeras vias, pide
siempre mantenerlas corrientes. Cuando las tercianas se resis-
tían, se doblaba la dosis del remedio, alternándole entre dia el
enfermo con caldos simples y alguna bebida sub-ácida, aun en
medio del paroxismo febril: y con este método decían (1).

[1] Tercianas. El tipo tercianario comienza á formarse bajo el equinoc-


cio de primavera cuyas variaciones atmofóricas, con frecuentes retrograda-
ciones al frió no le permiten entablarse, y la fiebre tiene tendencia á dege-
nerar en continua inflamatoria. En el estío se desenvuelve con mas clari-
dad en una fiebre de aspecto bilioso: el sudor franco ¿conserva las intermi-
siones, mas al sobrevenir el frió y variedad de otoño, bailándose en su mas
alto grado las causas de las fiebres intermitentes, cierran éstas sus periodos
y aparecen en gran número bajo el carácter de continuas remitentes, Sec.
III. § I.... 23: con el frió de invierno pasa el tipo tercianario al minuto "con-
tinente," siendo esta estación la de las fiebres inflamatorias legítimas, siem-
pre que conserva su constitución peculiar. Esta permutación que se obser-
va en el año, acaece también en los lugares; pues en la costa caliente y hú-
meda dominan las tercianas, y no las hay en la sierra y temples frios y se-
cos, substituyéndose las fiebres continuas inflamatorias, que denominan
/tabardillos" en la sierra, y "chabalongos" en el reino de Chile.
—157—
o Observación 1? Un europeo robusto comodeedail decuaren-
Las fiebres remitentes deben curarse con el mismo método que las inter-
mitentes, como que forman una misma familia. Sec. IV. §. VI. Pero antes
és necesario reducirlas á su carrera legítima, esto es, á la intermisión, ó á
una remisión clara y notable. Para esto en las remitentes de primavera,
que tienen tendencia á la inflamación, es necesario sangrar al enfermo, y
no ministrarle la cascarilla basta que se baya disipado el estado inflamato-
rio, porque de lo contrario se convierten en continuas violentas: y muchas
'veces con solo las sangrías y alguna bebida atemperante, lavativas, y dieta
correspondiente, se curan sin necesidad de la quina. La sangría debe ha-
cerse tanto mas pronto, cuanto mayores sean las anticipaciones de las acce-
siones, las que sino se reprimen por su medio, la fiebre se hace continente
grave.
Aun mayor cuidado piden las remitentes do otoño. En esta estación acae-
cen las tercianas malignas y desoladoras. Si la variación de la atmósfera no
es considerable, y se inclina á húmeda, el catarro que nace es moderado, y
lo mismo las fiebres remitentes é intermitentes qne le acompañan y siguen:
y aunque siempre mas graves que las de primavera, no traen un peligro
,

decidido, y continuando la humedad se convierten en evacuaciones. Sec.


III. §. I. Pero si las variaciones entre el frió y el calor son fuertes, y el
tiempo seco, las tercianas que nacen son de pésima calidad. Su primera in-
vasión es moderada, dobla con fuerza en la segunda, y sino se le sale al ata-
jo, ya de la tercera en adelante corre peligro el enfermo. En las manos del
médico no está el arreglar los otoños; pero sí el impedir hagan estrago las
tercianas que produce. Son por lo común humorales, y asi luego que pase la
primera accesión, debe ministrarse la "quina cathartica" (*; para cortarle
la carrera. Una onza de nuestra sal purgante "sulfate de sosa," que se re-
coge en las lagnnas de Villa, Sec. IV. §. VI. y se purifica -y cristaliza her-
mosamente, se divide en cuatro partes: pasada la accesión de la fiebre, se
ministra la primera en cuatro ó seis onzas de tintura de buena quina, á la
eual igualmente se añade una cucharada de jarave solutivo: por lo común
esta toma se dá al enfermo á las cinco ó seis horas de la mañana, y encima
un vaso de agua tibia: á las dos horas se repite la misma bebida en todas
sus partes: dos horas después se ministra un caldo al enfermo, á las tres
horas se repite la quina, y á las dos horas siguientes el caldo; y con arre-
glo á este método se prosigue con las precauciones siguientes: 1? Las dosis
están arregladas para los adultos, y se minoran con proporción á la edad
de el enfermo. 2? Si con las dos primeras tomas de sal ha obrado en abun-
dancia el enfermo, se suprimen las otras dos partes, y sino se repite la ter-
cera, y si es preciso la cuarta. 3? Concluida la evacuación sigue dándose la
quina con el lamedor purgante, si pareciere oportuno que continúe el vien-
tre flojo, y cuando no, se le sustituye el de limones, ó no se pone ninguno:
igualmente si en lugar de agua apetece tomar sobre la quina algunos vasos
de limonada, se le ministrarán mas ó menos templados según el temple del
dia: el uso de crémor tártaro en lugar de limón hace una bebida agradable,
y promueve las excreciones. 4? En la noche se deja al enfermo quieto en
las horas que duerme, y según se ha ^calculado la hora en que repetirá la
accesión, que es por lo regular de las seis á las doce de la mañana, se dis-
tribuye el uso de quina y caldo, de manera que una toma de aquella caiga

(*) "Quina cathartica: '


tintura de quina acompañada de alguna sal y
jarabe purgante.
TOM. VI. LlTEKATUPvA —23
—158—
ta años, fué acometido el 25 de Abril de un fuerte frió, en una
huerta al sur de la ciudad, al que se siguió calentura. Vile el
27 por la tarde: la relación que se me hizo de su enfermedad
fué de que la habia originado una vehemente cólera, y que no
se le habia notado en los dos dias intermedios: fríos ni sudor,
sino solo unas ligeras remisiones: asi algunos de la familia la
juzgaban una fiebre continua; pero otros la caracterizaban de
terciana, y le habian socorrido con lavativas, y puesto á régi-
men. Encontrele frenético, con el pulso bajo, blando, peque-
ño, y moderadamente acelerado, fatiga de estómago, vómitos
de colera pura, y mucho incendio; y ordené se le diesen unas

una hora mas ó menos antes del tiempo de la entrada del paroxismo. 5.°
La tintura de quina debe ser de buena calidad: preterimos la de cortezon,
color claro de canela, superficie muy lisa, amargo fuerte y agradable. Se
trae de los montes de la Paz con el nombre de "colisaya," y también la hay
entre las cascarillas de los nuestros: su unión con la sal purgante tiene en
este caso todas las ventajas que se deducen de la nota 14: Seo. III. §. I. 6?
Según es mayor ó menor el riesgo de la accesión futura, asi debe ser mayor
ó menor la cantidad de tintura que se dé al enfermo, repitiéndose á espa-
cios mas cortos, si se teme que se anticipe la accesión. 7? Si se vé que el
enfermo necesita de alguna sangría, y por otra parte parece indispensable
empezar el uso de la quina luego que pase la accesión, debe sangrarse den-
tro de ésta después que haya cesado el frió, y antes que principie el sudor.
Celso y Sydenham han condenado semejante práctica: la adoptó mi consu-
mado maestro en clínica el Dr. D. Cosme Bueno, y seguramente nadie ha
curado mas tercianas, habiendo tenido á su cargo dos hospitales numero-
sos por espacio de cuarenta años, siendo el uno de ellos de indios, que son
los que mas las padecen.
Con este método se destruye de un golpe la causa material de la fiebre,
ésta y sus accesiones, y en cuantos enfermos he tenido en veinte años de
práctica de intermitentes de todas especies, ninguno, á excepción del que
se indica en el texto, ha perecido bajo de él, ni ha tenido la menor resulta.
8? En las fiebres cuyas accesiones vienen acompañadas de excesivas eva-
cuaciones de vientre ó sudor, como son las coléricas, y lipíricas malignas,
la quina se ministra sin sal ni lamedor purgante, pues el enfermo está de-
masiado evacuado por el mismo accidente. 9? Si quebrantada la maligni-
dad de la fiebre sigue' con tenacidad la repetición de accesiones, se cortan
bellamente dando una ó dos tomas de quina durante el calor del paroxis-
mo, como ya lo habia experimentado Alcinet. 10? Es muy raro el que sea
necesario echar mano del polvo de quina; no obstante si se duda de la bon-
dad de su cocimiento, ó lo repugna el enfermo, entonces una onza de polvo
dividida en seis ú ocho partes, según la urgencia, y dada en forma de opia-
ta, ó disuelta en la tintura, ó de otro cualquier modo, entre accesión y ac-
cesión, suprime la siguiente, ó cuando menos le destruye toda su maligni-
dad y violencia. 11° La quina colisay a es superior á las otras en la cura-
ción de las gangrenas, y con imperio absoluto sobre los períodos febriles re-
prime aun los sintomáticos, que nacen de cancros, supuraciones etc., bien
que después repiten, como que reconocen un origen permanente. 12° Para
evitar las recaídas es necesario continuar el uso de la quina, por una ó dos
semanas, tomando una jicara de su tintura por las mañanas, un dia si y
otro no, ó dejando dos dias intermedios.
—159—
limonadas frescas para atemperarle. Bepetí la visita el 28 por
la mañana, estaba enteramente despejado, mny tranquilo, y
en conversación; pero el pulso conservaba cierta celeridad y
carácter no muy perceptibles; pero sospechosos. Siguiendo el
régimen de limonadas y caldos, con el que habian moderado
los síntomas, le sorprendió á las doce una nueva accesión; pú-
sose frenético, con mía resistencia insuperable á lo que se le
daba, pulso muy acelerado y sudor de medio cuerpo arriba.
]STo habiéndose prestado al uso de la quina por la boca, á ex-
cepción de una jicara de tintura con dos dracmas de sal pur-
gante, con la que hizo una evacuación biliosa, se le puso una
ayuda saturada de cascarilla, y se le aplicaron vejigatorios á
las piernas. Persuadido de que el enfermo moria de su ante-
rior constitución, se procuró sacarle un poco de sangre del bra-
zo, no obstante el sudor sintomático que tenia: desmayóse en
mgTÍa: mas recuperado, se ordenó un poco el pulso, y el
dia 29 amaneció algo mas tranquilo; pero bajo de toda la gra-
vedad anterior. Creció la fiebre por la tarde: comenzó por la
noche el sudor de medio cuerpo arriba, conservándose los ex-
tremos calientes, y pereció en este estado. Si es verdad este
aforismo de Hipócrates: in quovis morbo mente constare, et bene
se liabere ad ea que offemntur bonum; contra vero malum. Sect.
II. aph. 39.: este otro Quocmnque autem modo intermiserint
fébre&peñculivm abesse, significatur: Sect. IV. aph. 43., no debe
entenderse sino con muchas restricciones. Y si en este enfer-
mo hubiera tenido presente que era tiempo de tercianas, y que
cuando se estiende alguna epidemia, es regular estén contagia-
dos los que son acometidos de una enfermedad dudosa en sus
principios: si hubiera meditado que unos síntomas como los
que él tenia, no podían haber rebajado tan presto sino en una
intermitente; y finalmente que el pulso alto, elevado y reduci-
do á su estado natural en la remisión, es el que caracteriza las
tercianas seguras, pero que el pequeño, blando, frecuente,
acompañado de síntomas funestos en la accesión, y que en la
remisión conserva todavía cierta celeridad, .es indicio de una
terciana maligna: este enfermo socorrido en tiempo pudiera
haberse salvado, como se han salvado cuantos he asistido, en
el espacio de veinte años, de todo género de intermitentes, aun
las mas atroces, como lo son las lipirias, cardialgicas, soporo-
sas&.; y como en el mismo tiempo se curó de una intermiten-
te apoi)lectica un anciano que pasaba de ochenta años. Mas
en la atención que demandaba este de mi ? estuvo la desgracia
del otro, porque siendo ól el vírey del Perijt marqués de Osor*
no, y hallándose en el puerto cleí Os&ü&o 6 tjíos legúai ü® \& Ca»
—160—
pital, no pude descubrir cou tiempo el carácter de la enfer-
medad,, y riesgo en que estaba el primero: Por esto ha dicho
Celso: ex Ms autem inteligi oportet áb uno medico mullos nonpos-
se curari: eumque, si ariifex est, idoneum esse qui non multum áb
agro recedit. L. 3. c. 4.
4 Observación 2? En el mes de Mayo asistí á nna mulata
de cuarenta y cinco años de edad, que estaba acometida de
una terciana afónica, esto es, de una terciana, en que perdía
la facultad de hablar en todo el tiempo de la accesión. Con
dos sangrías que se le hicieron y el uso de la quina, quedó sa-
na al cuarto periodo.
5 Habia en este tiempo algunas viruelas pequeñitas, y, aun-
que no todas, de mala calidad. Las erupciones de este tiempo
deben suponerse abortivas, fuera de su estación natural, que
es la primavera, en que van los humores á la superficie. Asi
no pueden seguir bien su eflorescencia y maturación, y están
expuestas á retropelerse á lo interior: al contrario que en el
e.stío, en que la superficie de la cutis está floja, y si algo en-
tonces puede dañar, es que el calor fuerce su maturación y las
pudra. Según esta consideración parece que el régimen ca-
liente conviene en ellas en el invierno, y el frió en el es-
tío, componiéndose de este modo las opiniones, y observacio-
nes encontradas de Morton, y Sydenhan. JEque temerarium
est tempore hiberno, aut tempestate algente perfrigefacere cegr otan-
tes, aut eorum laWguidam vitalitatem restinguere, guaní cestate
eos prepostere, et torrere flamimce quasi oleum ad jicere: Burser.
6 Las observaciones de este año me acreditaron lo que dice
el segundo autor, de que en los infantes y niños preceden
muchas veces los insultos epilépticos, y convulsivos al brote
de viruelas benignas.
7 Observación 3? Una niña de edad de ocho años, y de
constitución delicada, padecía dedos años atrás una sarna-
herpética que le cubría las piernas, y se resistía á la curación.
En los meses de Abril y Mayo le hice sangrar dos veces, y
otras tantas le administré remedios purgantes, tratándola en
los espacios intermedios con baños tibios, y bebidas dulcifican-
tes, sin mayor alivio.
8 A principios de Junio la sorprendió la calenturafvariolo-
sa, y quedó enteramente limpia de las pústulas herpéticas y
sarnosas. La hice poner al régimen corriente de las enferme-
dades agudas, Secc. IV. §. II. "III. Hacia el día cuarto apun-
taron las viruelas formando tetillas blanquiscas, que reunién-
dose unas á otras componían varias isletas con un hoyo en el
medio. Una sola de esta cubría toda la frente: otras se halla-
—161—
ban esparcidas por el cuerpo, y en mayor número en las pier-
nas. El pulso estaba blando, y la cutis blanca, y el progreso
de las viruelas era tan lento, que en el octavo dia no daban
indicios de elevarse. Entonces le hice dar una dracma de me-
conio por la mañana, y otra á la noche, y bufaron las islas
Gubdividiéndose en islotes, que al dia once eran otros tantos
manantiales de materia en la cara, y de sanie hedionda en las
piernas: é hice que se le limpiasen con baños templados de un
cocimiento de malvas, mezclado con una parte de leche.
9 El dia catorce se secaron de improviso los manantiales
de pus y sanie, y sobrevinieron evacuaciones repetidas, sed in-
tensa, lengua roja y seca, postración de fuerzas, y la gangre-
na apareció sobre varios puntos de las nalgas: las piernas se
enfiltraron de la sanie suprimida, sus carnes se afofaron y
amenazaron desprenderse. En tan triste situación mandé dar
á la enferma tres tomas de tintura de buena quina entre dia,
en cantidad de cuatro á seis onzas, endulzada con lamedor de
altea, y de espíritu de vitriolo dulce, lo suficiente para que la
comunicase un ácido grato; el número de veces en que se da-
ba la quina, estaba arreglado al mayor ó menor peligro de la
enferma,la que bebia limonada encima de ella. Hice tocar las
úlceras gangrenosas con miel rosada, mezclada con espíritu
de vitriolo ácido, que no siendo suficiente, substituí el de sal
marina casi puro: este fijó las carnes podridas, y formó la es-
cara que se desprendió después, aplicando planchuelas unta-
das de un ungüento compuesto del amarillo y arceo; renacie-
ron las carnes y se cicatrizaron las úlceras, substituyendo á
las planchuelas de ungüento las de hilas secas raspadas.
10 Las piernas fueron auxiliadas por baños de quina y man-
zanilla, y polvos de la segunda esparcidos después del baño:
las piernas se secaron y las carnes tomaron consistencia. Mas
las corbas se le pusieron encogidas y muy doloridas arrojando
sanie, y aparecieron en los muslos varias escaldaduras. Con el
baño repetido de cocimiento de malvas y leche, se quitó la ti-
rantez de las corbas, y con la clara de huevo batido con espí-
ritu de vino se secaron las escaldaduras, y adquirió firmeza la
cutis. Del dia veinte en adelante comenzó la enferma á mejo-
rar, consiguiendo una salud perfecta; pero quedándole una nu-
be en un ojo que sufrió mucho de una fistola que se formó en
el ángulo interno debajo del párpado inferior.
11 Observación 4? En este tiempo asistí á un joven que te
nia unas paperas: desaparecieron estas del cuello, transpor
tándose el humor que las formaba al pecho, y causándole fuer
te tós, y dejando luego libre el pecho descandió al teste i
—162—
quierdo y lo entumeció. Esta enfermedad fué benigna y de po- 1

eos di as, y se curó por el abrigo, la dieta, y blandos diaforéti-


cos, por no ser otra cosa que unas afecciones catarrales las
enunciadas paperas, qne á las veces se presentan con mayor
gravedad, y aun con un carácter epidémico, según puede ver-
se en la muy buena descripción que hace de ellas Burserio,
Volum. III. § CCCLVL
12 Gomo en el mes de Junio en la oposición de la Luna
empezase la variación del tiempo, que causan los sures del
solsticio, aparecieron toses con carraspera. La garganta se ir-
ritaba, se ponia áspera y seca : pústulas ulcerosas aparecian
tras el arco anterior del paladar: los enfermos arrojaban mu-
cha linfa clara, como si hubiesen usado las unciones de mer-
curio, y se' ponían roncos: las orinas estaban claras y con nu-
bécula, la lengua húmeda. Quitada la terciana con la casca-
rilla sobrevenía á muchos esta enfermedad, y aunque ella no
fué peligrosa, se resistía á la curación, y aparece que solo ce-
dió establecido el invierno.
13 Como apareciesen Igualmente algunas erupciones, podía
recelarse que las tercianas hacían crisis, depositando el humor
en las amígdalas, y preparando una epidemia de escarlatas,
según aconteció en Yiena en 1771. Haeii la curó con su acos-
tumbrado método de sangrías, Andrés Kirchvogelio siguió un
rumbo opuesto: omitíalas sangrías, á excepción de en á uno en
otro adulto, en que parecían muy necesarias, y administraba
la cascarilla. El éxito fué feliz, y creyó seguir esta práctica,
en cuanto la enfermedad era originada de una epidemia de in-
termitentes. He aquí una propia epidemia, curada en una mis-
ma ciudad por dos excelentes médicos, el uno recetando san-
grías, y el otro omitiéndolas, y ambos asegurando el acierto.
expzrimentum falax: Hipocr. De aquí es que, como nota Bur-
serio, nada puede ser constante ó inalterable en el método cu-
rativo; el médico debe examinar con cuidado los indicantes y
contraindicantes de los remedios para prescribirlos con tino, y
por lo que hace á las sangrías ha de notarse en general, que
en las enfermedades en quemas bien que la copia, y densidad
de la sangre, las famenta la acrimonia de su suero, debe pro-
cederse con parsimonia en recetarlas, aun cuando la enferme-
dad aparezca bajo de un aspecto inflamatorio. Burser. Vol. II.
4 L XXIII. y LÍXXIv\
—163—

§ III.

INVIERNO,

1 El invierno entró vario. La mitad de Julio estuvo nubla-


do y frió con garúa; creció el calor en la otra, hiriendo el sol
en algunos dias con fuerza. Esta constitución se mudó en
Agosto que estuvo nublado, y garuó con abundancia. Setiem-
bre trajo los dias varios, y la mollisna en los dias que cayó era
ligera: se sentia frió vivo en especial cuando no garuaba. Los
sures del solsticio duraron hasta el 11 de Julio: el 12 sopló con
viveza, y cayó lluvia fuerte. El resto del mes estuvo sereno,
meuos el dia 25, en que sopló el sur. Agosto sereno. El sur algo
activo en los dias o, 4 y 26. Corrió E". el 26 y 27. En setiem-
bre soplaron los S. O. á la mañana: los sures con actividad el
10, 14, 15 y del 25 en adelante. El 2 y 3 hubo norte. El rio re-
puntó el 25, y bajó el 27.
2 Las enfermedades de Julio fueron anginas, y erupciones
de sarpullidos czantliemata milliaria de un carácter benigno;
pero no obstante, si los que los habian padecido se exponian
intempestivamente en la convalescencia al aire frió, les sobre-
venían las hinchazones que padecen en semejantes casos, los
que han tenido la púrpura ó escarlata, que á las veces se com-
plica con ellos. Debíanse seguramente estas erupciones á la
efervescencia de los humores, causada por los dias calorosos
que sobrevinieron en el mes cíe Julio, y que arrojando á la su-
})erficie del cuerpo sus partículas acres para ser transpirados,
quedaban allí detenidas por el frió, que alternando con el ca-
lor inipedia su transpiración.
3 Las lavativas para descargar las primeras vias, las san-
grías oportunas y el régimen atemperante, y moderadamente
diaforético surtieron buenos efectos. En los que se hinchaban
en la convalecencia, aprovechaba darles todas la mañanas una
ó dos cucharadas de una composición de dos onzas de jarave
solutivo, mezclado con dos dracmas de oximiel esquilítico, ha-
ciéndoles beber encima un vaso de cocimiento de grama tibio.
Este remedie les promovía el vientre y las orinas. En algunos
el oximiel causaba pujos, por. lo que se hacia necesario mode-
rar su cantidad ó quitarle, dando solo el lamedor y el agua de
grama. Es de advertir que en una epidemia gravísima de escar-
_ 104—
latas, que se padeció en esta ciudad el año de 1794, algunos de los
hinchados padecían respiración difícil y fatigosa, que se aumenta-
ba por la noche, en cuyo caso aprovechaba la sangría.
4 Observación l* Un religioso de San Juan de Dios, mi en-
fermero en él, robusto y grueso, tenia por enfermedad las ci-
catrices de. unos lamparones que le habiau salido, y se cura-
ron por el uso interno del sublimado, cortándose los bordes de
las úlceras con tijeras, y consumiendo los fungos con lechinos
de sublimado. Este, pues, quedó macilento de resulta de ha-
ber disecado el cadáver de un negro varioloso bien podrido.
Pocos dias después disecó otro afecto del pecho, del cual se le-
vantó un vapor hediondo de una apostema, que se rompió en
el pulmón. Al punto le acometió un vehemente dolor de ca-
beza, y al dia siguiente amaneció frenético, y con una man-
cha de escarlata que le cubria medio cuerpo, desde la coroni-
lla de la cabeza hasta la ingle en el lado derecho: tenia la len-
gua roja y seca, el pulso duro, y vehemente, y el vientre muy
constipado. Auxiliósele al principio con ayudas, tisanas atem-
I>erantes, y cuatro sangrias, en las que la sangre salió muy in-
flamada. Pusieronsele sucesivamente dos vejigatorios á las
piernas, que obraron bien, y se le daba una bebida de suero
con una onza de tamarindos en cada dos ó tres dias, y. se le
echaban sus correspondientes ayudas. En el curso de la enfer-
medad empezó en la primera semana á desaparecer la escarla-
ta, y á aumentarse el delirio. Ministraron sele unas cucharadas
de mistura antimonial: el efecto de esta fué hacer revivir la es-
carlata r moverle el vientre eon moderación, y excitar una
náusea que promoviendo la salivación disipó un embarazo li-
gero, que tenia en la garganta; pero levantándose de nuevo
los síntomas de irritación aumentada, se le hicieron dos san-
grias mas: la enfermedad siguió declinando, volvió la razón
hacia el dia 14, y en este apareció un gran tumor en el cuello
sobre las cicatrices de los lamparones, que se extinguió siguien-
do el régimen anterior, y con un aposito emoliente. El 17 es-
tuvo el enfermo libre del mal. En la primavera quisieron re-
toñar las escrófulas, v fueron reprimidas por el uso dilatado
de la quina.
5 Prevaleciendo en Agosto el frió y la lluvia se hicieron co-
munes las disenterias, y aunque no formaron una epidemia
mortal, hubo con todo varios enfermos en quienes tuvieron un
fin funesto. Estas disenterias se presentaban generalmente en
sus principios con un carácter inflamatorio. En este caso era
necesario seguir enteramente el régimen antiflogístico, mien-
tras subsistía el dolor permanente sobre el vientre, que se au-
—165—
mentaba al tocarle, el calor y la fiebre. Las ayudas emolientes
repetidas con prudencia, para evacuar los intestinos gruesos:
los alimentos delgados atemperantes Sec. IV. § III. 7. II . . . .

el agua de pollo, y otras bebidas análogas Secc. IV. § IV... 4,


#on los fomentos emolientes al vieutre, y sangrias de los bra-
zos, repetidas según las fuerzas del enfermo, y gravedad de
los sintomas, son los medios únicos que aprovechan en igua-
les casos, en los que deben desterrarse enteramente los vomi-
tivos, los astringentes y los opiados. Las disenterias de esta
clase suelen tomar á veces un movimiento tan precipitado, que
sin poderlo remediarterminan en la gangrena, principalmente
por temerario abuso que hay en este pais, de aplicar ino-
el
portunamente las curaderas irritantes y astringentes, á título
de que la enfermedad es un Vicho. Stitlti sua culpa peñere (1).

\\\ Vicho. La enfermedad que se nombra Vicho, es peculiar á los países


calientes y húmedos de la América meridional . En el Brasil y Orinoco le
dieron este nombre por estar persuadidos sus moradores á que algunos de
los insectos, que llamamos en castellano bichos, se introducía en el ano y la
causaba: y como sea frecuente en los valles del Perú, se denomina también
"mal del valle." Consiste él, Secc. III. §. I 40, en que aflojándose el
músculo orbicular del ano, se sueltan sus pliegues y se abre con exceso.
Este accidente acompaña a tres diferentes géneros de enfermedades.
Primero. Es un síntoma esencial de una fiebre maligna, que describe el
P. Gumilla en su viage al Orinoco, tom. 2. pág. 325. Esta fiebre comienza
eon un sopor profundo, al que siguen el vicho y las convulsiones. El enfer-
mo las padece primero en el brazo izquierdo, y luego en el derecho, y mue-
re á las veinticuatro horas, sino ha podido curarse entre ellas. Su remedio
principal consiste en introducirle por el ano rajas de limón agrio, y darle el
zumo por la boca. Según dejamos anotado, Secc. III. § . L, el vicho en esta
circunstancia consiste en una atonía de los nervios gástricos, que para re-
cuperar su tono necesitan ser estimulados por medio del ácido de limón, ú
de otros estimulantes, como el agí, y las aguas salobres; y fortalecidos por
los astringentes, como las cascaras de granada, rabo de zorro, (*) cogollos
de guayabo, (**) kuesos de palto (***) etc. de que usan en nuestros valles
en clysteres.
Segundo. El vicho es síntoma de un tenesmo que describe Pisón, Medie.
Brasil. Lib. II. cap. 16. En este caso retenidos los cíbalos ó escrementos
duros, por una fuerte constricción de los intestinos gruesos, se dilata la boca
del recto, de la manera que se aflojan los esfínteres del útero y vegiga de la
orina cuando se contraen sus fondos. Los remedios en este caso son la san-
gría, si el dolor y el pulso la demandan, y los cocimientos emolientes to-
mados por bebidas y ayudas, haciendo excelentes efectos el aceite minis-
trado con repetición en unas y en otras.
Tercero. El vicho es síntoma de la disenteria, así de la inflamatoria como
de la pútrida. En la primera es el resultado de una fuerte inflamación, en

[*] "Heliotropium peruvianum."


(**) "Psydiuní pyriferuni."
(***) "Lausrus persea."
TOM. VI, LlTEBATUBA —24
—166—
6 Cuando calmaban los síntomas de inflación y habia ne-
cesidad de evacuar el vientre, lo que es común, se egecutaba
dando al enfermo un dia sí y otro no un vaso de suero en que
se disolvía una onza de tamarindos, y se endulzaba con azú-
car, ó con cualquiera miel suave, y en defecto del támarin^p
se ministraba el crémor tártaro. También es un remedio sua-
ve mezclar una onza de maná limpio con dos onzas de aceite
de almendras, y darle á cucharadas, bebiendo agua tibia enci-
ma; ó el equivalente de aceite fresco solo, ó mezclado con azú-
car, 3 que bajo de diferentes formas ministran con buen efec-
to en este pais, haciendo tomar al enfermo cantidad de agua
de malvas tibia, y echándole á las cinco horas una ó dos lava-
tivas, para que ayude á su operación. Es menester no dar ab-
solutamente el sen en esta enfermedad, como solia hacerlo Sy-
denham, pues Hilari ha experimentado malos efectos de su
uso, lo que me ha confirmado la práctica.
7 El punto principal de la inflamación en la disenteria, y
que se agangrena primero, es el arco que hace el colon por de-
bajo del ombligo para terminar en el intestino recto (2); por
eso aquí sienten los enfermos la fuerza del retortijón, y de ahí
mismo se levanta aquel movimiento convulsivo, que para no
dejarle pasar se comprimen los enfermos el estómago, de don
de sigue al esófago produce el hipo, y prenuncia por lo re-
gular la gangrena y la muerte (3).
8 Cuando las evacuaciones acaecían sin señales de inflama-
ción, y principalmente sin el dolor permanente al vientre, que
y
solo venia al tiempo de la evacuación; pero que luego se qui-
taba dejando la barriga floja &. y por el contrario se presenta-
ban las de cacoquilia, entonces el vomitivo era el remedio es-

que las fibras carnosas son las mas expuestas á corroerse, ulcerarse y agan-
grenarse, por cuya «ausa el esfínter se afloja, y el ano se abre. En estas
circunstancias conviene el método curativo de las disenterias inflamatorias-
y las ayudas irritantes que aplican intempestivamente nuestras' mugeres'
causan funestos daños. (****) En las evacuaciones pútridas el vicho se
puede reducir al primer género que describe el P. Gumilla, y asi después de
evacuadas las materias corrompidas, cuyos aires sépticos amortiguan la
potencia nerviosa, entran bien los estimulantes y tóuicos que la hacen re-
vivir. La quina en este caso, como en el de gangrenismo, produce muy
buenos efectos.
(2) Mercurio Peruano tom. 8. pág. 128.
(3) Es menester no confundir el hipo que resulta de la inflamación de los
intestinos en las disenterias, con el que se origina "de la mucha cantidad de
aire existente en ellos, cuando comienzan las disenterias,
y que no denun-
cia el riesgo que el primero. Mercurio Per. tom. 3. pág. 126. Not. 12.

(****) Mercurio Peruano, tom. 3. pág. 128. tora. 9. pág. 30.


—167—
pecífico do ellas y que debía administrarse con la posible anti-
cipación. Un escrúpulo del polvo de Cartagena tomado de una
rez; ó una dracinainfundida de noche en cuatro ouzas de agua
tibia, y colada al di a siguiente para que se tomase su tintura,
nos lían sido suficientes para nacer vomitar: mas si se repite
ifl infusión del polvo que quedó de la primera al segundo dia,

y en el tercero se ministra el polvo mismo, se consigue muy


buen efecto, porque por lo regular los enfermos vomitan el
primero y segundo dia, y en el tercero el polvo los evacúa por
abajo. Cuando no haya Cartagena, se dará cualquier prepara-
ción del antimonio en la debida dosis.
9 Entre estas evacuaciones suelen presentarse algunas, que
no reconocen otra causa que un humor delgado acre que esti-
mula los intestinos, en este caso el uso del agua de arroz una
ó dos veces al dia, en la que se haya di suelto un escrúpulo de
goma arábiga, ó de tragacanto es buen remedio.
10 Cuando las evacuaciones y sangre continúan por una
mera laxitud de los intestinos, entonces es muy útil el coci-
miento de simarouba. Es también ventajoso ministrar por
granos la Cartagena, uniéndola con la mitad ó cuarta parte de
opio, ó con mayor cantidad de la tierra japónica, y conserva
de rosas, ó de goma arábiga, como lo hacia el Dr. Bueno, quien
continuaba dando este remedio hasta que el vientre se estre-
ñía. Mas si prosigue obstinada una mera diarrea, es necesario
sobreseer en el uso de la medicina activa, y poner al enfermo
á una dieta corroborante, cuidando principalmente de que evi
te el resfrio, porque siendo la disenteria una enfermedad conge-
nere al catarro; jamás podrá ni precaverse, ni curarse, sin poner
el mayor esmero en el abrigo proporciahado, para defenderle
de que un nuevo resfrio sostenga ó haga revivir la enfermedad.
11 De aquí es que cuando una disenteria viene solitaria, es-
to es, sin complicaciones inflamatorias, biliosas, &. sino como
una mera resulta de un resfrio ó catarro, se cura como este, es
decir, por las lavativas que descarguen el vientre, y los reme-
dios que muevan la transpiración, y así este es el caso feliz
en que aprovechan'los opiados, y también los vejigatorios apli-
cados al hipogastrio, ó debajo del ombligo, y que queriendo
sirva de ejemplo para los casos complicados, se han fustrado
las esperanzas de los médicos.
12 En Setiembre los catarros eran mas fuertes, la tos tenaz;
se fijaban dolores al costado, y habia exputos de sangre.
Habiendo menguado, la garúa copiosa de los meses anteriores
era sensible el irlo, y la inclinación de los humores se dirigía
al pechOj Es verdad" que algunos do los que pitecia» plewíti*
—168—
eos tenían, según conceptué, en el hígado la raíz de su enfer-
medad. Otros adolecían de fiebres con recargos en la tarde,
acompañados de delirio, el pulso poco tuerte, y la lengua
puerca y húmeda. La sangría era conveniente en estas enfer-
medades, y la sangre salía cubierta de costra inflamatoria. En
los enfermos de pecho aprovechaban los baños tibios de pies,
usados de parte de noche, las horchatas demulsentes y anodi-
nas; y en todos los enfermos de esta estación era muy impor-
tante que el vientre estuviese corriente, por ser de las gástrico-
inflamatorias las fiebres que padecían. En el equinoccio de
Setiembre hubo como regularmente sucede, algunos mal par-
tos en las mugeres preñadas, y en los que corren mucho ries-
go porque suelen ponerse apopléticas y perecen. Las sangrías
oportunas y el tártaro emético, dividido en pequeñas dosis, y
ministrado de cuatro en cuatro, ó de seis en seis horas, han
salvado -á algunas; mas tanteen la administración de estos
remedios, cuanto en la de los demás que se aplican en estos
casos peligrosos, se necesita de un médico experimentado que
los dirija. .

§. IY.

PRIMAVERA.
* 1 Esta primavera ha sido húmeda y varia. Las garúas eran
copiosas en las mañanas, y se alternaban con dias varios y
nebulosos, hasta que cesaron hacia el 8 de Noviembre. En el
re sto de tiempo hasta el solsticio, fueron los dias por la ma-
t>»or parte varios, y algunos de soles. Los vientos de la ma-
cana fueron en Octubre S. O. suaves, el norte sopló con vive-
ra el 4 y 29. Los sures en la tarde fueron vivos en la mayor
arte del mes, en Noviembre prevalecieron los N. soplando
con fuerza el 7, 8, 12, hasta el 17, y el 22 y 29: el sur sopló con
actividad la mañana del 18, y las tardes del 17 y 19: el 26 hu-
bo calma. En Diciembre los vientos de la mañana apuntaron
al S. O., y este fué activo con neblina el 6. El sur tuvo su ma-
yor fuerza en las tardes del 5 13 y 19 en adelante.
2 El rio repuntó el 2 de Octubre, bajó el 6, y volvió á tomar
incremento en la oposición de Diciembre. En las noches de
fines de Noviembre aparecieron al norte muchos relámpagos.
3 El 28 de Octubre di a de conjunción, se despejó el Cielo á
las 10 de la maríana, y á las 12 del dia sucedió el eclipse de
que hemos hecho mención. Seco, I. § VII J* JOa vegetación
6» wt® primavera f# hermosa, cubriendo nuestros ^ay(Ji»e?
(

TO pr©e}osas jloreft
—169—
4 Las principales enfermedades eran los catarros, y en es-
pecial á fines de Octubre y en el mes de Noviembre, en que
formabau perineumonias biliosas. El carácter de la fiebre era
ardiente, la lengua húmeda y puerca, el pulso se presentaba
balando por la gran dificultad de respirar, á la que acompaña-
ba una especie de ausiedad ó angustia, que no permitía acos-
tarse á los enfermos: y era mayor y mas funesta que la que en
otros años acompaña á las neumonías, y provendría quizá de
la humedad del tiempo. Era preciso sangrar pronto á los en-
fermos con proporción á sus fuerzas, moverles el vientre con
ayudas y bebidas oleosas, y que usasen nna tisana emoliente.
Aunque no hizo muchos estragos esta enfermedad, los que la
padecían tenian una convalecencia larga, quitándose por gra-
dos mínimos la angustia. Y si el dejar de sangrar como es de-
bido, expone los enfermos á perecer; el excesivo número de
sangrías debilitándoles el estómago, les causaba fuertes an-
siedades (1).

fl] Las "pleuresías y perineumonias" descritas en primavera, son por lo


regular muy fuertes, Sec. III. §. I. 27. El dolor ocupa el esternón, se es-
tiende á los lados causando opresión, y no se fija precisamente á un punto.
La curación que hemos indicado en el texto no siempre llena nuestros de-
seos. Maximiliano Stoll describe estas mismas perineumonias, y las consi-
dera. Primero, como meramente "saburrales," y desde el principio minis
tra el emético con felices efectos. Procura que el vientre esté corriente an-
tes y después de él, dando la tisana de cebada con el oximiel y alguna sal
neutra: repite el emético si hay necesidad, y la curación la concluye minis-
tran do al enfermo cocimiento de hinojo "anetuní foeniculum" con el oximiel
esquilítico, y el antimonio diaforético, ó en lugar de éste la solución del tár-
taro estibiado en pequeñas dosis, con el que se remedia la dificultad de
respirar, asi como con los amargos y estomacales. Segundo, "bilioso-infla-
matorias:" en este caso deben preceder una ó dos sangrías al emético, y
aunque la sangre salga cubierta de costra inflamatoria, le administra con
buen efecto: después del emético si es preciso vuelve á sangrarse el enfer-
mo, y entonces produce mas utilidad este auxilio, el cual si es necesario
puede alternar con el emético, según lo indiquen la inflamación y la sabur-
ra. Sobre la parte dolorida aplica una cataplasma emoliente, y como en
esta enfermedad al tocar el vientre, se aumenta el dolor, de que liberta el
vomitivo, concluye, qué no "todo dolor agudo que se aumenta por la pre-
sión debe reputarse por inflamatorio:" y de la experiencia saca que no toda
diarrea sintomática puede ser considerada dañosa en los pleuríticos.
En cuanto "al uso de vegigatorios distingue Stoll tres especies de pleure-
sías, J *' la rigorosamente inflamatoridf, 2* la biliosa, ó saburral, y 3 p la reu-
mática. Juzga dañoso en la primera la aplicación delosvegigatorios mien-
?
tras que con la inflamación subsiste la tensión de las Ibras: los aplica caso
que destruida la inflamación haya caído el enfermo en atonía, que no deje
descargar sus pulmones ocupados de moco glutinoso; tampoco aplícalos ve^
gigatprios en la pleuresía biliosa, antes qup los eméticos hayan arrojado las
materias saburrales, porque el v$gigat§r]a excita sudores, los que cerrando
el ¥Í6«tre sg bace» pmjuaiei&jaej "pero cfespueg de limito» loa fnteetiuOR 1$
ftpHe&eltwfl» iweftafc&táiWi p$$a<tyfls ^Mm &\Hm timto* Jte&Hf
—170—
5 Conforme avanza el calor en Noviembre, por razón délos
«lias varios, se suprime la transpiración, que retropelida á los
órganos de la generación, causó este año en algunos viejos
pujos y orina de sangre. En este padecimiento, si hay necesi-
dad, se sangra del brazo, y el baño tibio suprime en el niomen^
to la sangre. Aprovechan igualmente horchatas en cocimien-
tos emolientes: á otros el acre de la transpiración suprimida
les causaba cólicos, que aliviaban el abrigo, y las bebidas ti-
bias y estomacales; y era preciso descargar el vientre con la-
vativas á los que estaban estreñidos ó padecian de indigestión.
Los que tuvieron evacuaciones en invierno, se resentían los
dias que garuaba.
6 De 4229 enfermos que en todo este año entraron á curar-
se en el real hospital de San Andrés murieron 317. La disen-
teria en invierno fué la que causó mayor estrago. Las tercia-
nas de otoño en lo general fueron benignas, y aunque algu-
nos pocos murieron de ellas, fué á causa de su mala constitu-
ción, ó por abuso en la dieta. En la primavera hubo muchos
sarnosos; pero con éxito favorable en su curación (1).

ramente «aromáticas, promueve la espectoracion de los esputos espesos y vis


cosos. En la pleuresía reumática mira como especifico el uso da los vegiga-
torios, y quiere se apliquen desde la primer sangría, aunque sea necesario
reiterarla.
Este autor debe ser consultado porque ministra muchísima luz para el
conocimiento, y curación de nuestras pleuresías. En el invierno son estas
por lo general de la primera especie, ó inflamatorias legítimas: en la prima-
vera bilioso inflamatorias, y en todas circunstancias complicadas con afec-
ciones reumáticas, como nacidas de catarros, y en un tiempo generalmente
vario. El método de Stoll difiere en especial del que nosotros recomenda-
mos, porque él dá el emético para limpiar el estómago, y nosotros el aceite.
Es verdad que el aceite hace muy buenos efectos. Los negros agricultores
están sujetos á gravísimas perineumonías, complicadas con afecciones gás-
tricas por razón de su dieta. Las sangrías copiosas según las fuerzas, y la.,
opresión del pecho, aunque el pulso parezca blando y débil, y, el aceite de
oliva, ó de almendras dado en la cantidad de- cuatro onzas á los adultos
para aflojar el vientre, y repetido según la necesidad, son los medios prin-
cipales con que se consigue su curación, que se promueve igualmente por
el uso de la dieta, bebida copiosa, y baños de pies tibios, que disponen la
cutis al sudor, por el cual se juzga regularmente lá enfermedad. Con igual
ventaja se usa del aceite en la capital} pero debe evitarse en los tiempos
calarosos, en los jóvenes ardientes, y ojiando hay movimientos, y vómitos
biliosos, porque produce incendio, agitación, etc. Me parece que el emético
puede sustituirse con mucha ventaja en la curación de las jdeuresias de que
tratamos, como que mira mas directamente á satisfacer la indicación gene-
ral de nuestros males. Ma es necesario estudiar en el ilustre Stoll los fun-
damentos y confianza con que debe ministrarse.
í
( 1 ) 'La sama molestó á muchos.." El frió y !,a humedad atajando la trans-
pwujiou causan oota^oftes, lasp'uIUSoSj y sanias: que en siendo afeQoiones
m
«liínw.HMito rstiMJioHíu'Hv»» tfáyim R^ueaq con el wm jta la IwJw» agamia
—171—

INDICACIONES A LOS OPÚSCULOS ACADÉMICOS DEL AUTOR, QUE

SE HAN OMITIDO.

Influencia de la Luna en la zona tórrida, pág. 23.


" Hinc licet quam plurinii qui septentrionales incolunt mun-
" di plagas, influxuui Luna?, viresque in corpus bumanum um-
" bras deliran tium, et soninia reputent; attainen populis late
" sub tórrida zona patentibus, non idem esto judicium. Obser-
" vationes equideni sub diversis parallelis utrinque ab seqila-
" tore circulo subque a?quatore ipso catis liomínibus institutae,
" meridiana luce clarius ostendunt, eos prgeserthn, quos morbi
" itu, redituque periodice fatigant, satellitis terrestri pbasibus,
" veluti infausto sidere plecti. Thesis de Lunse influxu 1. c.
Influencia en los periodos de las tercianas, y asmas ibid. y
pág. 121.
" Sub ca?lo Limano febres intermitentes perpesos, ad Lunse
" mutationes in relapsus iré, sequinoctiis imminentibus impri-
" mis exrjeriundo diclisci: sed mea de ásmate pericula, ita sce-
" leniticum imperium firmant, ut omnem de medio tollant
" dubitationem. Forsan utile esset absolutam eorum historiam
" sistere; verum tabella icnograpliica prima tantum rerum li-
" neamenta fert. Sat meminisse erit dispnoese spccies, quam
" convulsivam nominaat, suos circuitus ita Luna3 circuitibus
" aptare, ut segritudine incii^iente syzigiis, temporis progressu
" etiam qnadratruis connectantur: feminas prse viris impetit:
" acrius LuDa cceunte, quam soli opposita, ssevit, acrius nim-
" bosa, quam tempestate serena. Pridie igitur phaseos diem,
u iueunte ipso, postridieve, nescio quo mentís moerore, lassitu-
" dinis, et inflationis sensu, pároxysmum passurus afficitur, a
" somno solamen requirens, post multam noctem súbito ex-
" pergiscitur, aura frigidiore aflatur, et pulsibus humilibus,
" celeribus, queliorret, contremiscit veluti tertianarum írigore
" tactus: inde pulsus efíertur, et abdomen borborygmis obstre-
" pit. Qua diaphracma, a costis in spinam contendit, zona
" pectus constringit, atque anima difficile trahitur. 1. c.

tomada tibia por la mañana, porque promueve la transpiración, ó el vien-


tre, y depura el cuerpo. El estío por la misma razón cura estas afecciones,
que cuando son rebeldes se destierrau por el uso del baño marítimo. Mas
si hay alguna complicación gálica es necesario ocurrir al nso del mercurio,
que las cura con seguridad y prontitud. «-
'

—172—
Introducción de la Vacuna en el Perú, pág. 149.
" Iinperii fines in ultimas orbis terrarum oras, favente victo-
" ria ducere, ditiones longinquas subjicere, arces munitas, op-
" pida fortisinia solo sternere, magna hsec quidem sunt, sed
" humana. Populos autem a morborum strage liberare, vitam
" pereimtibus largiri, j>estes fugare, hominumque dies augere,
" non humana, sed divina habentur, et prsedicantur. Quod ta-
" men, quale quatumque donum, sit, id omne majestati tuse,
" et beneficentissimo numini, caeole eex, acceptum referi-
" mus.
" Quam siquiden Peruvii regna late patent, tam mortiferis
" variolis subversa, laniata, ruinis, et sepulcris fceda, misera,
" depopulata jacebant. Oum vero, summo dei beneficio, vacci-
" na mortalibus conceditur, singulari peincipis ítostei pieta-
" tein Americam deffertur. Eximia quadamanimi celsitudine
" serari angustias, belli calamitates, Hispanice inopiam et eges-
" tatem superante, largis sumptibus americanis suis, etiam tec-
" tis silvestribus et nigris montium antris instar ferarum de-
u gentibus, iré opitulatnm jussit.
" Spirat suavis vaccinse favonius, lethalis pellitur lúes, no-
" vseque surgunt de tumulis urbes: agri inculti et derelicti,
" vertente denuO vomere glebas, virescere incipiunt, et reper-
" entere colles dulcísimos lallos, quibus matres teneros infau-
" tes oblectant, et gratulantur.
" En tua o eex muñera pro quibus academia solemni ins-
" tituit, et non doctores modo et magistri, ceterique nomines
" gratias tibi rependunt máximas; sed tabula? etiam, et mar-
" mora sensus nusquan habitura.
" Ergo patee Americse, Peruvii delicium, gentis nostrse va-
"'riolis periturse servator, Lycei limani presidium ac tutamen-
" tum firmissimum, inclyte caeole dum nostras oras alluat
" immensus oceanus, dum antium alta juga seternis albescant
" nivibus, intonetque ibi fulmén, tempestateque micent sono-
" rae, tamdiu in animis nostris impresa manebit, cuín chara
" nominis tui recordatione, memoria beneficií sempiterna.
Actuaciones literarias de la Vacuna impresas en Lima año de
1807.
La sangría en las asmas inveteradas y demás males cróm-
eos es perjudical en lo general, pág. 272 nota 3.
" Oportet videlicet corpus vietum tonicis roborare, quomi-
" ñus sestuantis aeris impressionibus suecumbat. Quos Ínter
" cortex ille noster, auró carior, miracula edit. Eo usque exhi-
,' bendus est, et 48 horis ante luna? phasim de more repeten-
„ dus, doñee revolutionis sigillum nervorum debilitati inscul-
—173—
M ptum, penitus deleátur. Quantum a vera medendi methodo
" aberrant, qui inorbis periodicis subactos venge sectionibus
" conficiunt! Hi, aedepol! suas Neomenias hecatombe cele-
" brant, miserandos astmaticos, hystericas, et epilecticos, Dia-
" nae mactando. De infiuxo 1. c.
En las fiebres periódico-inflamatorias deben recetarse las
sangrías oportunas antes de mandar el uso de la quina, pági-
na 282. Nota I.
Observatio. "Nuper in consilium 01. Clinicorum, príecep-
toris nimirum gabfielis moreni, Doctor. Villalobos, et
egoagetree, ilustris Senatorios Conjuois curam gerentium,
accitus fui. Ha?c, quae aspectu rubicunda, setate et sanguine
florebat, gestationis tempore tertianis duplicatis aflicta fue-
rat, venaB sectionibus, et opiata corticis peruviani ab ill.
Masdebal commeudata, srepius abactis. Partu laborioso le-
vata, proximis diebus redidit tertiana illa, subdole puerpera-
lem íebrem simulans: duplicatis paroxysmis quotidie incres-
cebat: csephalalgia, narium le vi hemorragia, tumoribus du-
ris, resistentibus, dolorosis, utrinque sub hypocondriis ja-
centibus stipata. A
quibus ómnibus vense sectione tribus
vicibus instituta, clysteribus prorritatis intestinis, et opiata
denuo liberaliter exhibita, prseter spem incolumis Senatrix
evasit. Opiatas usu, tipsana antiphlogistica largiter superbi-
bita, excreciones proliciebantur, et alvo soluta tumores dis-
paruere, a cibariis certe in colli arcubus congestis, et indura-
tis orti. Ast segrse alteri, febre puerperali inflammatoria de-
cumbenti, opiatse usus, sanguinis missione omssa, infelici-
ter cessit. Eecurrentes paroxysmi imposuerant Medico fe-
brem de tertianarum simplicium genere esse. Adeo interest
Clinice prius naturam morbi exquirere, quam ejus moliri cu-
rationem ! De febre puerperali tipis Lima3 1799."

CONCLUSIÓN.
Pensé concluir la obra, que ofrezco al público, con un com-
pendio de Materia médica del Perú; mas cuando reunia los ma-
teriales precisos para su composición, se dignó mi ilustre Pro-
vincia de Arequipa elegirme por su Diputado (1): destino in-
compatible con este género de ocupaciones.
Dejo á los hábiles jóvenes que he educado en el Eeal Anfi-
teatro de Anatomía, y Colegio de Medicina, y Cirugia de San

[1] Para corresponder en lo posible á este honor y confianza, tengo en-


tabladas ante S. M. y supremo Consejo de Indias diversas pretensiones,
que miran á la mejor instrucción y decoro de la provincia, y su capital.
ti. Literatura — 25
-174-
Fernando (1), fundados á mi solicitud y esfuerzos en esta Oa
pital por dos esclarecidos vireyes (2) el cuidado de ejecutarlo,
y de perfeccionar nuestra medicina topográfica.
Mi corazón me recuerda al finalizar la parte que doy á luz,
que para seguir el sendero de las Ciencias, y servir á mi pa-
tria, no lie tenido en mi suerte menesterosa otro asilo, que la
mano benefactora de la Divinidad, y que debo consagrarle mis
tareas como unas tablas votivas de mi gratitnd eterna, de mi
tierno, humilde reconocimiento.

Siiscitans a térra inopem, et de stercore


erigens pauperem! Salmo 112.

(1) Fundado por el Excmo. señor Baylio Frey D. Francisco Gil, y apro-
bada su fundación por el señor Carlos IV.
[2] Fundado por el Excmo. señor Marques de la Concordia para perpe-
tuar en el Perú el nombre de nuestro Augusto Soberano el señor D Fer-
.

nando VII. S. M. se ha dignado aprobar la fundación de este piadoso, y


benéfico establecimiento, ponerle debajo de sus reales auspicios, y conce-
derme como á su Director los honores de Médico de su real Cámara. El
tiempo inexorable borra, con la memoria de quien los edificó, los monu-
mentos de vanidad y orgullo; los de beneficencia y piedad atraviesan intac-
tos la duración de los siglos, mateniendo siempre fresca la memoria de los
ilustres príncipes cuyos nombres llevan: porque en cada generación nacen
nuevos brazos que los reparan para hacer perennes sus beneficios, y parti-
cipar de ellos.
'

DECADENCIA Y RESTAUBAOION DEL PEED".

ORACIÓN INAUGURAL QUE PARA LA ESTRENA Y ABERTURA DEL


ANFITEATRO ANATÓMICO DIJO EN LA REAL UNIVERSIDAD DE
SAN MARCOS, EL DÍA 21 DE NOVIEMBRE DB 1792, EL Dr. D-
José Hipólito Unanue, catedrático de anatomía, y se-
cretario DE LA SOCIEDAD.

'•
Non ignara inali, miseris sucurrere disco'
Virg., -^n. lib. 1. v. 630.

Excmo. señor:

Cuando la imajinacion me representaba la solemnidad y


gloria de este dia, en que Lima y el Perú colocan en el tem-
plo de las ciencias á la diosa conservadora de la humanidad,
y se valen de mi ministerio para principiar su servicio en ese
magnífico Anfiteatro consagrado por V. E. á la naturaleza,
vacilaba dudoso si la Divinidad ó el patrono, si Y. E. ó la ana-
tomía, embargarían exclusivamente mi espíritu y mi voz. Lle-
gado ya el momento dichoso, objeto de mis desvelos, crece mi
embarazo en la misma necesidad de resolverme. Absorto en
la incomparable beneficencia, y en el esplendor del sabio go-
bierno de V. E., veo nacer las artes y las ciencias, fomentarse
y florecer en este benigno clima de la América; y siento que
ocurriendo de improviso alrededor de mí cada una me exije y
disputa á porfía que mi lánguida voz sea el interprete de su
gratitud, recomiende sus utilidades, y pase á los siglos futu-
ros las glorias de Y. E. IsTo sé á que decidirme.
¡O política, ó ciencia de gobierno, tú me dictas! ¿y como po-
dré resistirlo? Proclama la restauración, la gloria del Perú.
La integridad, la prudencia, la justicia de su jefe, lo cimentan
sobre el orden, lo edifican con hermosura y proporción, y lo
—176—
elevan término debido de su magnitud (1). Labores aban-
al
donadas por la ignorancia, arruinadas por la impericia; brazos
multiplicados, y agobiados inútilmente; ensayos y beneficios
por costumbre, ¡cuanto debéis á las nuevas luces, al cultivo y

(l) Es difícil ceñir á unas breves notas la relación de los importantes


establecimientos que debe el Perú al Exento, señor Frey D. Francisco Gil
Lemos y Taboada. Tocaré tan solamente aquellos que ocurrieren á la plu-
ma, y fueren mas análogos al objeto del discurso. Entre los establecimien-
tos con que S. E. lia pretendido mejorar la policía del reino, merecen ser
distinguidos los ejecutados en orden á la limpieza y cultura de la Capital.
Lima cuyo temperamento ha sido en la pluma de diferentes sabios el hi-
pérbole de la benignidad, se halla reducida é ser la patria de las mas fu-
nestas enfermedades, y el sepulcro de los naturales y extranjeros. Si se
inquieren con atención las causas, se descubrirá que la falta de celo público
ha mudado las saludables cualidades de este cielo clementísimo. Lo prime-
ro, por permitirse que las calles y plazas fuesen establos de los excrementos
y despojos de la multitud de cuadrúpedos que entran, salen y se encierran
en ella, formándose por esta causa enormes muladares. Lo segundo, porque
á las acequias que atraviesan casi todos los barrios, y arrastran las basuras
de las casas, se les ha dejado formar á su arbitrio pantanos, sin cuidar de
dárseles otra circulación ni limpia que la desecación que hacen los ardores
del estío. Lo tercero, porque estando los hospitales en el centro de la ciu-
dad, con camposantos muy estrechos, y siendo muchas las bóvedas de las
iglesias, con ventanas de comunicación, ó las calles, ó al interior de los
conventos, se dejan los cadáveres casi al haz de la tierra. Lo cuarto, porque
aunque en el siglo pasado se prohibió seriamente se introdujesen en la ca-
pital partidas de negros bozales, por las pestes que habían causado. (Escal.,
dart. 2, pág. 222; ( en el presente se han admitido sin reserva. Lo quinto,
porque los paños infectos de contajio, ó continuaban en la familia, ó por
una falsa piedad se daban á los pobres, etc.
La experiencia de todos los siglos, y de todos los países de la tierra, nos
enseña que cada una de estas causas por sí sola puede. apestar al lugar mas
sano y perpetuar sus dolencias. ¿Qué hará pues la reunión de todas ? Es 1

acreedor S. E. á la mas tierna gratitud de nuestros conciudadanos por ha-


ber empezado á remediar estas causas mortales. La primera con los carros
de limpieza, establecidos desde el año anterior; lo segundo, con la supresión
de acequias inmundas y formación de silos, que ademas de servir para el
aseo de las casas, podrán ser muy ú tiles en los terremotos á que está ex-
puesta Lima, Sabemos ser menores y reas raros los estragos en la Persia,
después que se introdujo el uso de los pozos profundos. Sobre la tercera, es
constante cuanto se ha interesado S. E. á fin de que se formen los sepul-
cros y osarios fuera de las ciudades, y cuanto por su orden ha declamado
sobre este asunto el "Mercurio" (tom. I o pág. 116, tom. 2 o pág. 57, etc.,)
, ,

pero aun no han seguido las capitales el ejemplo de algunos de sus pueblos
subalternos. Sobre la quinta causa se vela con eficacia, y será seguramente
remediada así la cuarta como otras que lo son análogas. Por estos cuidados
la salud del ciudadano gozará de mejor suerte. Como las capitales dan
siempre el tono á las ciudades de su dependencia, ya el Cuzco se hace libre
de sus inmundicias, Arequipa con una hermosa Alameda, y Tarmacon otra
igual. Entre los establecimientos relativos á la seguridad, no se puede pa-
sar en silencio la fábrica de ios puentes de Huaura y Santa, que se ejecuta
por las sabias órdenes y arbitrios de S. E., cuya falta interrumpía el comer-
cio y comunicaciones, y orijiaaba mil desgracias en los intereses y vidas de
los que trafican por esta canora, desde Lima hasta el yireynato de Santa-
—177—
al fomento de la mineral ojia, mecánica, arquitectura, física y
químia! (1) Cuanto debéis al genio protector, que imitando
al espíritu vital que fin jen los poetas (2), se defiende por las
entrañas de la tierra, alienta los desmayados racionales que
las habitan, los reúne en sociedades (3), los saca de la miseria
(4) y la ignorancia, y hace renacer al Pera con mayor opulen-
cia!
Del mortal abismo de la inacción se levanta el historiador:
repasa en su memoria las oscuras edades corridas desde la
conquista del mas rico de los imperios, da nueva vida y fija
la suerte de las errantes sombras de sus ilustres antepasados,
ultrajados por el olvido. El filósofo contempla todos los puntos
de e*;te fecundo pais,*y el magnífico espectáculo que le ofrece la
naturaleza, electriza su alma, pone en movimiento sus poten-
cias, vigoriza su mano, gime la prensa, y se propaga la ilustra-
ción y buen gusto (5). ¡Qué hermosa me parece la faz del Perú,
después que V. E. tomó las riendas de su gobierno!

(1) Las ciencias naturales son de primera necesidad en el Perú, atendi-


dos los frutos que le ofrece, y han sido las mas olvidadas. No presentando
giro ni premio, casi nadie las lia cultivado; asi todo lo que depende de ellas,
ó se ha dejado de hacer, ó se ha practicado con un ciego empirismo. La de-
clarada protección de S. E. á cuantos las cultivan, los vivos deseos de pro-
porcionarles auxilio van introduciendo un noble deseo y emulación de en-
tenderlas. La física, la mecánica, la geometría, la arquitectura subterránea,
la quiniia y docimástica forman hoy las delicias de muchos que al abrigo de
la protección no pueden menos que hacer rápidos progresos que resulten á
favor de la minería y la agricultura. Véanse diversos discursos sobre estas
materias, insertos en el "Mercurio.

(2) Spiritus intus alit, totaque infusa per artus


Mens agitat molerá.
Virg.

(3) Sociedad mineralógica establecida en la ciudad de Ai-equipa en el


año anterior. ("Mercurio," núm. 169.)
(4) En los asientos de Chota, Pasco, Huarochirí, Lucanas y Huantacaya
se están estableciendo por el Real Tribunal de Minería banco* de rescate, á
fin de que los mineros tengan donde vender con reputación sus pinas y en-
cuentren numerario á mano, evitándose de este modo que sufran perjuicio
en las primeras por parte de los rescatadores particulares, ó que paren en
la labor por falta del segundo.
(o) Consoló rejistrar los tomos que ha dado á luz la Sociedad Académica
de Lima, fundada bajo los auspicios de S. E., se manifiesta la favorable y
repentina mutación de las ciencias on el Peni. El historiador, el filósofo, el
botanista, el estadista, el comerciante, etc., han salido de un letargo funes-
to, y concurrido con sus luces á verificar el esmero coa que S. E. promueve*
cuanto conduce á la ilustración del vasallo americano, según los designios
de nuestro católico, sabio, amado
y piadoso irionarea el señor D. Carlos IV*.
"He observado (dice este monarca filósofo en la <:éd;i!a de erecsion del co-
legio de nobles americanos en la ciudad de Granada, monumento de su
.•grandeza y piedad para las Américas) que nada ini¡>octa tanto para la feli-
cidad de las Américas como la universal difusión de las luces,
y que de
ningún modo puede ésta asegurarse, sino perfeccionando el sistema de co*
—178—
La extraño y enerjico impulso que
relijion niisnia siente este
todo lo agita. Abrazados sus apóstoles eu un fuego divino se
lanzan en el seno tenebroso de las desgraciadas naciones que
rodean por el -Norte y por el Sur (1), siendo el excelso Lenios
el ángel tutelar que los conduce, bajo de sus alas protectoras,
para que se aumente el dichoso número de los católicos, para
que triunfe y brille la fé en el siglo en que piensa opacar sus ra-
yos el vano esfuerzo de tanto espiritu inquieto y atrevido. Mis
sentidos se conmueven con la novedad de los objetos. Miima-
jmacion se acalora con las imágenes que en ella se delinean.
Mi alma las contempla, se asombra, se arrebata, y exita á to-
mar el pincel. Pero ¿qué subdito será capaz de formar el cua-
dro? Habitadores de un orbe inferior, rodeados de una densa
atmósfera, no podemos nosotros percibir la primera luz ni di-
cernir los sublimes rasgos del ínclito genio que nos gobierna
para darle su debida actitud y proporción. Solo el monarca,
que desde una esfera a donde no llegan vapores que la empa-
ñen, rejistrae los sucesos prósperos ó adversos de sus pueblos,
vé el modelo exacto de¡las heroicas acciones de S. E. El ha si-
do del real agrado del piadoso padre de ¡las Américas: ha me-
recido que el católico, invicto, justo Carlos IV lo ensalce con
todala enerjia que inspira á los augustos la complacencia de
la feliz suerte de sus vasallos. Calificación que eleva á V. E.
mas allá del término de nuestros elojios. Sea, pues, el de la
anatomía por quien deba rdsolverme. Sean las ventajas del
Anfiteatro que se dedica a su enseñanza las que ocupen hoy
mi atención y mi voz. Contraido á esta parte de la gloria del
tutelar de nuestras artes y ciencias, aparecerá tanto mas bri-
llante, cuanto fuese menor la facundia y vehemencia del pa-
nejirista; no siendo la palabra sino la grandeza de la obra la
que debe recomendarla. ¿Y podrá ser majarla del Anfiteatro?
En ella está cifrado el mas firme, el mas favorable apoyo de la
felicidad del Peni. Ignorancia de la anatomía, impericia de
de esta ciencia directora del x>rofesor, tú has causado en gran
parte la decadencia y miseria que hoy lo oprime. Conocimien-
to de la anatomia, ilustración de esta ciencia conservadora de
la humanidad, tú le restaurarás su opulencia y esplendor.

cocimientos Iranianos en la generación creciente y en las que han de sue-


co der."
Uno de los objetos mas interesantes y menos atendido que ha habido en
el Peni es su navegación costanera. La Academia de pilotaje del puerto
del Callao, que por informes de S. E. se ha dignado aprobar S. M. en real
orden de I o de noviembre de 17U1, evitará con sus luces los quebrantos y
desgracias que causaba la falta de instrucción de nuestros pilotos.
(1 ) En el tomo 2?, 3
o
y 5? del "Mercurio" se refieren los progresos que
bajo el glorioso gobierno y amparo de S. E. han hecho los misioneros fran-
ciscanos .
—179—
Los imperios dilatados y sin moradores son cuerpos fantas
ticos, cuya magnitud es un atributo imajinario: son unas vas-
tas soledades, que lejos de aumentar la reputación del trono,
enervan su vigor: son una carga gravosa y perjudicial. ¿De
que sirven los pueblos arruinados? ¿De quó los paises fértiles,
sin agricultores? ¿De que las minas poderosas sin operarios?
.

Faltando los brazos que aren los campos, rompan las entrañas
de la tierra y den impulso á las artes y al comercio, la miseria
hará gemir sin recurso elpais mismo donde la liberal natura-
leza lia derramado los tesoros de su inagotable fecundidad.
Tal es boy la suerte, tal la condición del Perú; de aquel Pe-
rú hipérbole en otro tiempo de la felicidad y la opulencia!
Consumidos sus moradores, solo presenta cúmulos de ruinas,
heredades desiertas, minas derrumbadas! ¿Donde están aque-
llos pueblos de tan numeroso vecindario que sostenian sn li-
bertad, oponiendo huestes que equilibraban todo el poder de los
Incas [l]l ¿Donde la multitud de ciudades y villas en que los
héroes españoles quisieron perpetuar su nombre y sus proezas
[2] ? ¿Donde los verdes sembradíos que hermoseaban los lla-
nos, las faldas, y hasta las pendientes de los montes (3)? ¿En

(!) En la costa, que es hoy lo mas despoblado del Peni, de solo Chin cha
á Trujülo, en que están las provincias de Cañete, Cercado, Chancay, San-
ta y Trujülo, habia cuatro régulos que para sujetar á cada uno de por sí,
se vio obligado el Inca Pachacutec á formar dos ejércitos de á treinta mil
hombres cada uno, que alternase" en los afanes de la guerra; y cuando in-
trodujo á ésta en los Estados del Chima, régulo de Trujülo, se vio en la
necesidad de renm'r todas sus fuerzas y las de los tres régulos anteriores,
que saüeron á auxiliarle, como se lee en Garcilazo, tom. 1? Prueba clarado
los muchos indios que habitaban la costa. En los tiempos inmediatos á la
conquista, estaban estos lugares tan poblados, que por esta razón se incor-
poraron en la Corona en la distribución de encomiendas. En solo la doctri-
na de Aucaüama, curato de la provincia de Chancay, se numeraban trein-
ta mü indios tributarios desde la edad de 18 á 50 años, según el P. Melen-
dez, tom. 1.°, pág. 328, donde prosigue: "¿Pues cuántos serian estos? ¿cuán-
tas las mugeres?" Era hormiguero de indios el vaüe, y hoy apenas se halla-'
rán seis ó siete originarios, que viven entre sus ruinas. (UUoa, Entretenim.
20, pág. 361.)
(2) En la parte del Perú que ha quedado al vüeynato de Lima, se nu-
meraban desde los tiempos próximos á laconqiústa catorce ciudades y otras
tantas vülas, que manifestaban el incremento que iba tomando la población
española. En el dia solo hay cinco ciudades y un igual número de pueblos
que merezcan el nombre de vülas, hallándose el resto reducido á paredo-
nes derribados, en los que habita por la mayor parte un pequeño número
de mulatos, ó de otras razas análogas, cargadas de miseria.
(3) Los indios, para aumentar el terreno cultivable, se valian de tres me
dios. El primero, fundando las poblaciones en las colínas y médanos inúti"
les para el cultivo. Segundo, igualando las qiúebras de los cerros que po"
dian ser regadas, ó formando con sumo trabajo cuadros de mamposteri"
que reüenaban con tierra conducida de otra parte. Estas cuadros iban ana
gostando á proporción que se aproximaban á la eminencia de los cerros"
Los que ocupaban las faldas solian contener ciento, doscientas ó trescientas"
—180—
donde están los feccmdos minerales, cuya fama conmovía á los
cuatro ángulos del globo, y reunía sobre nuestras heladas cor-
dilleras las naciones todas del orbe, sedientas de sus riquezas?
Parece que cansada la tierra de la insaciable ambición con que
la ajitaban los humanos, abismó de improviso con las vidas
sus tesoros. Parece que al ruido de las cadenas del despotismo
y la tiranía, que arrastraba el hambre del oro, huyeron los na-
turales á las cavernas, á las selvas inhabitables; y desampara-
das las provincias, quedaron yermas, sacrificadas á la voraci-
dad del tiempo.
Esta idea funesta, apoyada de algunos ejemplos, y adopta-
da con lijereza, se quiere presente las causas de la despobla-
ción del Perú; pero en la historia de sus catástrofes no se en-
cuentra que alguna de ellas pueda haber orijinado tan espan-
tosos estragos. Las momias sepulcrales indican por su integri-
dad y postura ser de hombres muertos naturalmente, y enter-
rados bajo las ceremonias pacíficas de surelijion [1]. En unos
bosques habitados de fieras es rara la huella humana: en otros
sus vivientes son orijinarios (2), y los negros caracteres con
que se han pintado los poseedores de la América española, so-
lo existen en la pluma de los que antepusieron al valor de con-
quistarla el vil einpeño de denigrar las ínclitas acciones. ¿Aca-
so el hombre armado de las furias de Marte fué el rayo devas-
tador de estos infelices lugares? TSo receléis, ilustres manes,
dominadores del Nuevo Mundo, que mi voz turbe el silencio
de vuestro eterno seposo. ÍJo creáis oscurezca el renombre in-
mortal, los hechos esclarecidos, presentándoos á la vista del
universo con un aspecto horrible, una alma feroz, y un cora-
zón insaciable de la sangre Americana. Huyan de las esprecio-
nes de la verdad tan infames calumnias. La muerte ensangren-
tada precede siempre á los conquistadores, y su terrible segur

fanegadas. (Veáse á Grarcilazo, tom. 1?, pág. 131.) Tercero, á los cerros
areniscos, próximos á las tierras de labor, les ponían los mismos cuadros;
pero solo cuanto eran suficientes para sostenerlos é impedir que se derrum-
basen y las enterrasen. El reino está sembrado de vestijios de esta antigua
y prolija agricultura, que ha ido decayendo en razón de la falta sucesiva de
los agricultores.
[1] Bajo las ruinas de los pueblos del Perú' se encuentran muchísimos
cadáveres humanos, cubiertos de sus vestidos y rodeados de sus ajuares; lo
que no proviene de que las hubiesen soterrado los temblores que han pre-
cedido, sino de la costumbre que tenian de sepultarse en sus casas con su
vestuario y alhajas (Consúltese á D. Antonio Ulloa, Entretenim. 21, pág.
340,) lo que permaneció muchos años después de la conquista.
(2) Se cree generalmente que las montañas de los Andes se hallan pobla-
das de innumerables emigrantes del Perú, que desde el tiempo de la con-
quista se han ido acojiendo á ellas, para evitar la tiranía de los españoles.
Lo cierto es que aquellos bosques están por la mayor parte enteramente
desiertos, y que las naciones errantes y esparcidas que han encontrado
nuestros misioneros en nada convienen con los indios del Perú.
—181—
es la los laureles que liau de coronar sus sienes. Pe-
que corta
ro do fueron los del Peni que causaron las grandes ruinas y
miserias que hoy lo oprimen (1). Al contrario, los vestijios de
las ciudades y villas con que mejoraron excesivamente cuanto
habia consumido la dura necesidad de la victoria, prueban con
evidencia, que lejos de haber sido los actores, han sido las víc-
timas de esta común calamidad. Sobre este cúmulo de destro-
zos y escombros no aparecen las señales del hierro, ni las ce-
nizas inestinguibles: trofeos fatales qne orlan los monumen-
tos del guerrero exterminador del genero humano. Los melan-
cólicos aparatos de la Parca que aquí reside; la amarillez pin-
tada en el semblante de las víctimas que van á inmolarse en
sus aras; la languidez mortal que por instantes les mina la sa-
lud y la vida; sus gemidos, sus congojas, su ansia por el auxi-
lio; el nmrinullo de mil manos que se encuentran con el desig-
nio de ministrárselo, y que aplicándolo acaban de extinguir
los restos moribundos, cuando juzgaban animarlos; no son las
insignias de las violentas explosiones del cielo airado de la ti-
ranía de los hombres, ni de los rayos abrazadores de Marte.
Son los triunfos de la ignorancia de la ciencia conservadora
déla humanidad, de la ignorancia de la anatomía, que al
frente del terrible ejército de las enfermedades á arruinado
nuestros pueblos, asolado nuestros campos y derrumbado
nuestras minas, consumiendo las manos benefactoras que fo-
mentaban su esplendor, feracidad y riquezas.
Nacimos para morir, y nuestra propia vida es la ejecutora
de esta ley eterna. En continuo choque las partes que compo-
nen el edificio de nuestra mortalidad, sometidas á la acción de
los elementos que las vivifican, es imposible precaver las con-
secuencias del movimiento, y evitar los debates y alteraciones
de los cuerpos que nos rodean. Están estas íntimamente co-
nexas con el sistema del universo, y nuestras mismas cos-
tumbres concurren á promoverlas. Asi es preciso que por mo-
mentos se desarreglen las funciones del cuerpo humano y naz-

(1) La aserción del Illmo. Casas sobre los millones de indios sacrificados
por la espada de los españoles, hace tan poco honor á las virtudes de este
piadoso prelado, como á la verdad la del peruano Llanos y Zapata sobre la
destrucción de los españoles por los indios. [Cart. Prélim., pág. 56. J No se
puede ciertamente negar que estos han sufrido mucho así en las guerras del
reino como en las demás vejaciones de que se quejan, pues que la incom
parable piedad de nuestros amables monarcas se ha expresado en términos
muy vivos y enérjicos contra ellas en diversas cédulas. Pero si los san-
grientos retratos que hacen las naciones extranjeras de la conducta de los
españoles tienen algún orijinal, éste es sin .duda las inhumanas devastacio-
nes que ellas han ejecutado en los infelices paises de Asia y norte de la
América.
TOM. VI. LlTBBATÜEA—26
—182—
ca en él las enfermedades, preludios del sepulcro. És preci-
so que desde la aurora que nos colocó en el número de los se-
res que pueblan la tierra, seamos agobiados por el enorme pe-
so de mil dolencias que nos llevan por instantes á los confines
de la noche eterna. Pero, por un beneficio singular de la ado-
rable Providencia, en nuestras manos están los recursos, sino
para evitar el supremo dia para que nacimos, al menos para
alejarlo, entre tanto que la generación creciente pueda reem-
plazar con ventaja el lugar de la que fenece. Su infinita libe-
ralidad ha enriquecido los dos hemisferios de la tierra para bien
del hombre, de suerte que si todo conspira á destruirlo, todo
también conspira á sostener al rey de la naturaleza. Es la in-
telijencia del profesor la que rije estos extremos. Si rasga el
velo sagrado que oculta á sus ojos las leyes de la economía
animal, si estudia las revoluciones de sus líquidos, si explora
la simetría de los sólidos, conocerá el oríjen de la vida, las
fuentes de la sanidad y los caminos de la muerte. Entonces
aplicará oportunamente los remedios que arreglen las altera-
ciones interiores; colocará y reunirá con tino las partes que se-
pararon las externas (1). Pues está demostrado con una evi-
dencia metafísica, que el conocimiento de la estructura del
cuerpo es el fundamento de los aciertos del profesor (2). Asi
por este medio salvará la vida á una multitud de racionales,
que podrán ser padres de mil generaciones futuras. Merecerá
las bendiciones de los pueblos, y el glorioso espíteto de su res-
taurador y conservador.
Por el contrario, si sumergido en una crasa ignorancia acer-
ca de este orden inefable, intenta reparar sus quebrantos sin
mas luz que su impericia ni otra esperanza que la continj en-
cía, la muerte habitará en sus manos. — ¿Por ventura el Cria-
dor Soberano, que por la armonía y magnificencia de sus
obras indica haber querido borrar de nuestra mente la idea del
acaso, había de someter al imperio de este la conservación y
restauración del cuerpo del hombre, en cuya arquitectura pa-
rece que agotó su infinita sabiduría? No lo creáis: las naciones
os harán reos de sus desgracias é infamaran justamente por la
causa de su desolación. Si el navegante que se arroja á surcar
el Océano sin conocimiento de la brújula, los vientos ni las
costas, es el autor del naufrajio que no se evitó por su íncapa-

(1) "Ñeque hac


ratione ignorare potest medicus (qui structuram corporis
quid benignior, quid prior sit natura, quid vita, quid sanitas, et
•noverit)
morbus, quid ipsa denique niorsdenotet, ñeque fallero illura potest curatio-
nis et vertutis in niedicamentis ratio. [Hoff., Deusu Auatomes in praxi
medica, tom. 6.")
(2) Hoff., Supiera, tora. 2, pág. 121. Verum universas medicinse princi*
pium in structur» corporis liumani nieclianica reperiundum.
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ciclad; si elgeneral que expuso por su impericia las fuerzas del
Estado, es la causa de sus derrotas y perdidas, ¿con cuanta
mayor razón lo será de las que sufren los pueblos invadidos de
las enfermedades la mano temeraria por cuya ignorancia ó ce-
dió la naturaleza al accidente, ó este se agravó ó hizo mortal,
ó resultó otro nuevo y mas violento?
¡Desgraciado Perú! esta lia sido tu suerte. Abismado en una
mortal ignorancia de la anatomía, faltaron en las provincias
médicos intelij entes, y las enfermedades internas menoscaba-
ron lina parte de sus moradores. Faltaron cirujanos expertos,
y las externas consumieron la otra. Introducidas en el siglo de
las conquistas mil enfermedades extranjeras con el comercio,
el lujo y la mezcla (1), vencieron ellas las nobles calidades del
clima, y no encontrando obstáculos eficaces á sus progresos,
prendieron en los regnícolas como el fuego en el bosque seco,
cuyo estrago se aumenta á medida de su espesura y disposi-
ción. Contaminado el aire, la tierra y los vientos, varió el ge-
nio y curso de las endémicas. Adquiriendo por la neglijencia
fuerzas formidables, las benignas se hicieron perniciosas, en-
tre tanto que las esparódicas y estacionarias aceleraban sus
periodos. Llegó el tiempo fatal en que bajo de un cielo donde

fl] El aguardiente, la introducción de negros y las epidemias de virue-


las y sarampión han sido los rayos destructores que después de la conquis-
ta han casi exterminado á los indios y concurrido á impedir la propagación
de los españoles. Del aguardiente dice D. Antonio Ulloa en sus Entreteni-
mientos, que mata mas indios en un año que las minas en cincuenta; que
por sn inmoderado uso amanecen los indios muertos en las calles de los
pueblos de la sierra, y que en la epidemia del año de 1759, que hizo terri-
bles estragos en esta nación, se conoció que era el aguardiente el que la ha-
cia mortal, por cuya razón se prohibió su venta y cesó la mortandad. Los
negros han introducido la lepra, la sarna y el cancro, que estos últimos
anos se ha incrementado rápidamente por el. peso que movidas del lujo lle-
van las mujeres sobre la cintura, creciendo la infecundidad á proporción
que él se propaga. La opinión mas bien defendida sobre el oríjen del gálico
es deberse á los indios; pero como en el Perú manifiesta la experiencia, que
es rarísimo el indio que la padece, mientras que es frecuente en los negros
y que están contaminados de ellas las partidas transportadas de África,
ellos son, al menos j>or lo que respecta á estas rejiones, los que lo han con-
ducido. Pero nada hace tanto destrozo en los naturales del pais como las
viruelas y sarampión Muchos autores, al ver sus estragos, han ocurrido á
.

atribuirlos á la ira del cielo por las pasadas y presentes abominaciones de


los indios. Es cierto que todas nuestras enfermedades vienen de la mano
soberana que nos humilla: pero si hubiésemos de reposar sobre esta consi-
deración, sinj|>Oner nada de nuestra parte para remediar nuestros quebran-
tos, se despoblaría la tierra. Creen otros, que impidiendo el brote de las
viruelas el uso que tienen los indios de embarnizarse el cutis para libertar-
se de las picadas de los insectos venenosos, los hace mortales. Desde luego
esta es una bella razón hablando de los indios desnudos que habitan en las.
montañas y bosques de la América; pero no de los peruanos, en cuyo pais
no existentales insectos ni barnices. La verdadera eausa porque son en él
tan funestas las viruelas, es la que apuntamos en el cuerpo del discurso.
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jamás habían dominado las pestilencias (1) cada accidente es
una peste terrible, cuya insaciable voracidad crece y se dilata
con el curso de los años; ¡Que horror dá estender la vista so-
bre la faz del Perú! Las convulsiones arrazan sin piedad los
hermosos pimpollos, cara esperanza de una generación nueva.
Las fiebres eruptivas son un astro maligno, cuyos temibles in-
flujos no perdonan á la inocencia, al sexo, ni á las canas; y
en un pais poblado de bosques de cascarilla, corren las inter-
mitentes, arrasándolo de un extremo al otro.
Delante de la muerte marchan la consternación y la mise-
ria. Convertidos en hospitales los pueblos, cada habitación es
un retrete sombrío en que el dolor, la necesidad y la imperi-
cia ejercen á competencia su funesto imperio. La madre con-
templa absorta al tierno infante, á quien un improviso tem-
blor ha sorprendido en su propio regaso. Los ojos yá apaga-
dos, yá centellantes y vibrados, los miembros contraidos y di-
latados por una violenta y alternada ajitacion, descuadernada
la amable imajen de la inocencia, y su voz destemplada en
tristes gemidos, le anuncian el mortal veneno que lo devora:
lo estrecha entre sus brazos, lo inunda de lágrimas, lo suelta,
corre despavorida en busca del auxilio; pero ah que en vez
¡ !

de este encuentra la barbara mano que consuma el sacrificio.


Una fiebre dolosa acomete á este ó el otro individuo; sus sín-
tomas lijeros nada anuncian de peligro; bajo de un aspecto be-
nigno engaña al mas sagaz, mientras que el tenue veneno in-
ficiona los líquidos y sólidos del cuerpo humano, postra sus
fuerzas, pervierte de todos modos sus funciones, y cundiendo
generalmente rompe en el mas terrible estrago. Otro veneno
acre de su género se introduce en la sangre jamás tocada de
él, la ajita y descompone: desenvuelve sus semillas primige-
nias, y por el movimiento de perturbación las lleve á la peri-
feria. Aqui es donde la inflamación que comenzó en el inte-
rior acaba su triste excena; donde el dolor, el fuego, la corrup-
ción ejercen su ultima tiranía. Síntomas fáciles ó violentos:
podres que consume en vida, sepulcro siempre abierto, qué ¡

horror! qué angustias! su llanto, sus gemidos, su voz espirante!


Los momentos son breves; la muerte se acerca; y el Criador es
liberal en recursos que nos arranquen de sus brazos! ¿Adonde
estáis, profesores benéficos, á cuyas manos se confió el acierto
en su aplicación? Vosotros los que habiendo consumido las
fuerzas y la edad en el estudio del cuerpo humano, conocéis por

(1) En el tiempo de la conquista, rio habia tradición de pestilencia em el


Perú, y se encontraron muchos indios de un siglo de edad. (Gomara, cap.
194, 195.) La larga vida es carácter de esta nación (Ulloa, Entretenim. 18;)
y la consiguen pasando de cien años, siempre que escapen de las viruelas.
Ulloa, Viaje, tom. 2, pág. 563. "Mercurio Peruano," tom. 5, pág. 164,
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las apariencias externas todo el fondo de las mutaciones interio-
res; vosotros a quienes la interna estructura manifestó las cau-
sas y el sitio de las enfermedades, alumbró la acción y efecto
de los remedios sobre ellas, enseñó á apoderarse de los mo-
mentos presentes, augurar y precaver divinamente los futu-
ros, ¿cual teatro se ospuede presentar mas oportuno para ejer-
cer las lucesy la compasión, y hacer brillar el poderio del arte,
que un grande y opulento imperio en donde la muerte triun-
fa, los pueblos se arrazan, y la miseria se introduce por falta
de quien ministre con dicernimiento sus remedios saludables?
Lejos se hallan de aquí vuestro dicernimiento y piedad: en
el Perú no han tenido sus moradores otro asilo en las graves y
frecuentes epidemias y demás accidentes que han padecido
que la impericia de los empíricos, el total abandono, y el bár-
baro arrojo de los charlatanes: medios capaces de acabar por si
humano.
solos el linaje
Los primeros que fijando su residencia en Lima, tenian el
lugar mas eminente en la facultad, son pintados en el siglo de
la conquista como unos hombres ignorantes, sedientos de oro
y olvidados enteramente del bien público (1). En el siguiente,
sus conocimientos prácticos se reputaban inferiores á los su-
persticiosos que conservan los indios, y á los que por un ins-
tinto automático adquieren los sirvientes de los hospitales (2).
Fundáronse las cátedras para esparcir la luz de la enseñanza.
Pero, ó porque la medicina no mereció aquella atención que
las demás ciencias [3], ó porque al abrigo de las tinieblas del

(1) En el siglo de la conquista no habia en el Perú otros médicos que los


reñidos de Europa. El célebre Pedro de Osma dice de ellos á Monardes:
"Ob medicorum liuc á vobis cominean tium magna ex parte negligentiam et
inscitiam, quibus publica utilitas [quaní tameu summan prsestare possent]
curse non est, sed ut qusestui dumtaxat serviant." (Epist. ad. Nicol. Monar-
dia é Lima in Perú, ad 26 decembris 1568.) En ella misma asegura que las
verbas y demás drogas medicinales de estospaises no aprovechaban por falta
de método en su administración "Ex quibus sinc methodo ante usur-
patis, nullum auxilium percipiebamus." — En el toin. 2 del "Mercurio," pág.
72, cité esta carta, y di razón de la profesión de Pedro de Osma, á quien
Monardes compara á Dioscórides.
(2) En el claustro tenido en la Real Universidad de San Marcos en 1637,
para resolver la fundación de dos cátedras de medicina, se opuso el Dr.
Monzo de Huerta, catedrático jubilado de lengua quechua, por ser constan-
te que los indios curaban mejor que los médicos, sanando á los que éstos
habian desahuciado, y por haber muchos que por haber estado algún tiem-
po en los hospitales, de solo la experiencia que han tenido curan muy acer-
tadamente sin ser médicos, coiuo Martin Sauchez y .man Jimenes. [Libro
4 de Claustros, pág. 185.J
(3) En el siglo XVI, el gusto dominante de nuestra nación estaba á favor
de la teología escolástica, de la filosofía de Aris .-óteles y del derecho civil
de los Romanos. Asi en la fundación de la Universidad de San Marcos, y
en los tiempos sucesivos á ella, se erijió competente número de bien renta-
das cátedras á cada una de aquellas facultades. Se establecieron ademai
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siglo, era fácil profesarla sin entenderla, nadie procuró pene-
trar sus misterios Creíanse demasiadamente instruidos los
(1).
que poseian un fárrago de recetas (2) adquirido por una prac-
tica grosera, ó que juzgaban espliear y ordenar por el hombre
quimérico, que se liabian figurado enlámente, las leyes reales
del cuerpo físico. En uno y otro caso corria un riesgo evidente
la salud del pueblo. —
JSTo hay otro remedio eficaz que el que se
aplica en tiempo oportuno (3). La distinción de los tiempos en
la practica médica, depende de la contemplación y compara-
ción de los fenómenos que presenta el cuerpo sano y doliente,
el sólido vivo, natural, ó alterado en sus funciones: y siendo
aquellos el resultado de su estructura y leyes, que mantienen

colegios para su enseñanza, no solo en Lima, si también en todas las ciuda-


des principales del reino. Parala medicina se designaron dos cátedras, una
de prima y otra de vísperas, proveyéndose únicamente la primera en el
Dr. Antonio Sánchez Renedo; pero.no habiéndosele señalado sueldo alguno,
con el Dr. Renedo se acabaron las cátedras y catedráticos de medicina. Por
esto no es de estrañar que cuando en 1637 se deliberaba sobre su restaura-
ción, asegúrase el Dr. Huerta, que habiendo florecido un crecido número de
doctores en teolojía, artes y leyes, numerándose en aquel año mas de cien-'
to en Lima, en 70 años corridos despxies de la fundación de la Universidad
solo se habían conocido tres ó cuatro doctores médicos, que habiendo estu-

diado en otras partes, se incorporaron en ella. (Libro 4 de Claustros.) La
suma necesidad y escasez de éstos, como se explica la Real cédula que cita-
remos después, dieron motivo á que en el año de 1638 se fundasen de nue-
vo las cátedras de prima y de vísperas de medicina, aplicándoles para su
subsistencia 1,000 pesos ensayados del producto d&l estanco de Solimán.
''Parece misterioso (dice Escalona, Gazophyl., lib. 2, part. 2, pág. 221, no
haberse consignado esta paga y estipendio en otro género y especie que esta
que es tan mortífera, habiendo otras que no lo son." Era á la verdad muy
oportuna para simbolizar el estado que tenia entonces la medicina en el
Perú. Extinguido el estanco, se tomó el arbitrio de hacer una rebaja gene-
ral en las cátedras de las otras facultades, para aplicar una parte de eda á
las de medicina, pero dejándolas siempre sobre un pié en que se deben re-
putar por las de mas escasa dotación. Después se añadiéronlas cátedras de
método y anatomía, cuyos profesores, sin renta, han sido hasta ahora, cate-
dráticos "in partibus," ó catedráticos de anillo. Faltando por estas razones
la enseñanza pública de la medicina en la Real Escuela, y no habiendo co-
legios que la supliesen, no se han hecho en esta facultad los progresos que
se debían, con gran detrimento de la salud piiblica. Esto mismo previo y
espupo la Real Escuela con expresiones muy vivas, en informe de 2 de No-
viembre de 1662.
(1) Consta por el lugar citado del lib. 4 de Claustros que en aquel tiempo
solo concurrían al estudio de la medicina un bachiller, un boticario y un
barbero.
i2) "Quid ingeus illa medicamentorum copia, quse in immensam prope

sylvam excrevit, áliud demonstra t, quam intempesiivum in praxi studiuní


et vanarn industriam? Quid nisi medicum, cum in tanta remediorum
affluentia versetuvr, ue paucorum quidem vires satis intellexisse?" (Hoff.,
De usu Anatomes, loe. cit.)
(3) Boerh., Praif. "ad mat. medie— Oportunamente dijo Ovidio:

"Temporibus medicina valet, data tempore prosunt;


^ Et data non apto tempor vina nocent
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ó han perdido su natural armonía, sin la inteligencia de estas
se oscurecen los tiempos favorables, huyen las ocasiones, los
auxilios se hacen inútiles, y por la mayor parte perniciosos.
Entre los entes de la razón y los de la naturaleza media nna
inmensa distancia, y es preciso sean erróneos los dictámenes
deducidos de aquellos, siempre que no estén fundados en el ín-
timo conocimiento de estos [1]. Délo contrario, los síntomas
y demás aspectos que en las enfermedades arreglan el plan
curativo, tendrán relación con las causas ideales ó imaginarias,
no con las físicas y existentes en el cuerpo. Consistiendo las
últimas en las afecciones del sólido y el líquido, no puede co-
nocerlas aquel á cuyos ojos, ocultos los resortes interiores de
la máquina viviente, solo se manifiesta su decoración externa.
¿Cuales, pues, podrían haber sido los aciertos de nuestros mas
célebres profesores? ¿Cuales habían de ser, sino de dejar pere-
cer la mayor y mas acendrada porción del Perú?
Confesemos con todo, no haber sido ellos quienes hicieron
su mayor ruina. Apesar de su práctica equivoca y grosera,
como la trasmitían de unos á otros, los posteriores procuraban
evitar los remedios que habían surtido mal efecto en manos de
sus antecesores, manteniéndose sobre la inacción en los casos
que no comprendían. Menor mal es á la verdad; siendo un
mal menos grande dejar lidiar á la naturaleza con la enferme-
dad que con un arrojo temerario: imposibilitar los recursos de
la primera, ó hacer triunfar antes de tiempo á la segunda.
Una plaga de langostas nacidas del abandono, es la que ha cu-
bierto de cadáveres nuestros cementerios, y convertido los
campos en sepulcros. Vieronse las ciudades, las villas y los
pueblos en medio de los males que los afligían, en aquel de-
samparo que en el día ofrecen nuestras cabanas y rancherías,
donde siendo la suma pobreza barrera insuperable á los reme-
dios y á la medicina, se enferma sin esperanza, se adolece sin
socorro, y se muere
sin consuelo. Triste situación! (2) Para
salir de con liberalidad á cuantos aseguraban
ella acojieron
habérseles confiado el precioso depósito de la salud humana, y
dieron por este medio en un escollo mas fatal que el que in-
tentaban evadir Canonizado por el amor de la vida el atrevi-
miento y el engaño, en un momento se despoblaron las casas
hospitalarias, las boticas, las barberías: y mejoraron de fortu-

(1) "Cíeteruin natura corporis principiíira sermonis in arte médica." Hip-


poc, De locis in nomine, ó. 4.
(2) Veáse al señor Ulloa, viaje, tom. 2, pág. 563. "Mercurio Peruano,"
tom. 5, pág. 195. En uno y otro lugar se asienta morir los indios porque
carecen de todo auxilio, médicos, medicinas, etc., asi luego que enferman
avisan al cura para que los confiese y se prepare á enterrarlos, porque sj
alguno escapa, ha de ser por solo la fuerza de su n aturaleza.
.

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na vagamundos y cuantos quisieron huir una
los ociosos, los
suerte miserable y criminal; aunque no todos poseyesen el sin-
gular talento cié imponer. Era grande el abandono, suma la
necesidad del auxilio, y la ignorancia general. Asi se formó
una parte de curanderos y charlatanes que iba devorando por
todas partes la vida y la sustancia del vulgo, que adora necia-
mente por Esculapio á las serpientes (1). ¿Cuáles serán los es-
tragos que ella ha originado en tantos años que ocupa suelta y
con aceptación este infeliz reino? Sien los puntos en quienes la
ilustración en la medicin i parece haber ya tocado la raya de los
conocimientos humanos, en quienes el majistrado conoce el pre-
cio y vela sobre la salud del subdito, castiga la audacia, y hay
copia de profesores que enmiendan sus yerros, se tiene por cons-
tante que los pocos charlatanes que se escapan á la vijilancia pú-
blica, hacen mas daño ala población que todas las enfermedades
que la invaden (2); ¿quién podrá calcular las mortandades prac-
ticadas en el Perú, donde esta plaga es libre é innumerable,
muy poco los médicos, grande el abandono, graves y frecuen-
tes las epidemias? Si es mas útil entregarnos al poder de la
naturaleza que al de los agyrtas (3) y los paises se asolan en
las manos de aquella, si la desampara el arte (4); ¿qué sucede-
rá en la de los segundos, en la que los recursos del arte son una
espada puesta en las manos de un loco (5)? Lo sensible es que
después que en los dilatados tiempos de la ignorancia ha cor-
rido impune esta infectísima turba, cunda en nuestros pro-
pios dias, en la misma capital, á presencia de los sabios pro-
fesores que han hecho variar el antiguo é infeliz aspecto de
nuestra medicina. Por semejante tolerancia se hallan en situa-
ción de cometer un doble crimen, sacrificando á cuantos incau-
tos caen en la red de sus torpes engaños, y malogrando los
enfermos dirijidos por médicos peritos; porque introduciéndo-
se clandestinamente, mudan, invierten, y sustituyen el méto-
do y los remedios. Quizá por evitar un atentado tan funesto,
promulgó Zeleuco, rey de los Locrences, aquella dura ley que

(1) Oprimidos los Romanos de una cruel peste ocurrieron al oráculo de


Delfos, el que habiéndoles ordenado se acojiesen al dios Esculapio, vene-
rado en la isla de Epidauro, en la navegación se les introdujo una serpiente
en la nave, á la que, creyendo ser el dios referido, condujeron á Roma, y le
erijieron templo en una isla del Tíber.
Et finem specie cselesti resumpta
LuctibuB imposuit, venitque salutifer urbi.
Ovid., Metaforf., lib. 15
Eab., lib. 51, Aurel. Victor, De vir. illustr.

[2] Tissot, discurso sobre los charlatanes.


(3) ídem, loe. cit.
(4) Cullen, "Medicina pract., tom. 2, pág. 19
(5) Tissot, loe. cit.
181)

condenaba último suplicio al enfermo que, contraviniendo


al
á las órdenes de su médico, usase otro auxilio que el mandado
por este, aun cuando consiguiese con él la sanidad (1). ejem- A
plo de ella las naciones en ilizadas lian establecido pragmáti-
cas muy severas y oportunas, dirijidas a refrenar tan lamenta-
bles abusos (2). Las tiene el Perú, pero quiere su desgracia
que triunfe el desorden, y que á la sombra de itn concepto va-

vierten que la verdadera piedad, gloria y honor consisten mi-


rar por la salud del pueblo, posponiendo á ella las inclinacio-
nes y las utilidades propias (3).
¡Ojala no hubiera llegado á la memoria de aquellos entes
nocivos á su especie el nombre de los medicamentos ni la me-
dicina! Ojalá hubieran tenido en lugar do esta la menor idea
¡

de la organización del cuerpo humano! ¿La habrían entonces


profanado sus implas manos? La majestad, el enlace, la deli-
cadeza el riesgo, puestas á sus ojos, hubieran sin duda evitado
los acerbos males que su audacia ha producido. Los estímulos
del crimen que se advierte, amilanan al mas osado; pero cuan-
do se juzga ser acierto el error, crece tanto mas el empeño y su
estrago, cuanto es mayor la ignorancia. A
proporción, pues,
de la que ocupó al Perú en la ciencia anatómica, las enferme-
dades internas, dirijidas por las manos clel empírico y del char-
latán menoscabaron una parte de sus moradores: entre tanto
las externas consumían la otra.
Si nacemos aventurados al choque y combate de los cuerpos
que nos rodean, nuestra insaciable ambición nos expone á un
doble fatal impulso. El deseo de dominar á sus iguales, hace
al hombre víctima del hierro y el piorno, y la ansia del oro lo
sepulta en los lóbregos senos de la tierra, que intenta vengar
los o-olpes que recibe, destrozando la mano que la excaba. In-
faustas riquezas ¡cuantas vidas os sacrifican diariamente el or-

(1) iElian, apud Leclere, "Hist. ele la medie." pag. 386.


|2) Cuando encontraban charlatanes en Montpeller, acostumbraban po-
nerlos sobre un burro flaco y asqueroso, con la cara hacia- la cola. "De esté
modo los paseaban por toda la ciudad, mofándose de ellos con silbos los
muchachos y la plebe, dándoles golpes, tirándoles porquerías, empujándo-
los á todos lados y maldiciéndolos. (Tissot, loe. bit.)
(3) "Ut enim leges omuium salutem
singular um saluti anteponunt, sic
vil- bonus, et sapiens, et legibus pareus et
civilis pfñci non ignaras, utili-

t'ati omnium, plus quam unios alicuyus


autsq.se consulit. Neo inagis vitupe-
randus est proditor patrian, quam commuuis utilitafcis, aut salatis desertor
propter suam utilitatem aut .salutem." (Cicer., lib. 3. De finibus, §. 1.0.)

TOM. VI. LlTEBATUKA —27


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güilo y la codicia (1)! El hombre nació para habitar la super-
ficie, no los oscuros abismos del planeta terrestre. Soterrado
en ellos, su corazón se consterna de no ver la luz que le acredite
que vive. El vapor maligno que allí respira, lacera los delicados
estambres y debilita los mas fuertes cordones de su estructura.
(2) Busca su consuelo en el aura exterior de quien recibe la res-
piración y la vida, y aun esta le es adversa. Parece que horro-
rizándose de que vuelvan a su seno los moradores de la rejion
de los muertos, los repele de si, como á cuerpos estraños (3).
El hombre mismo, á cuya codicia se inmolan las fuerzas y el
aliento de sus semejantes, se arma de mil modos contra ellos.
No contento con los tesoros regados de sudor y fatigas que le
ofrece la tierra, pretende convertir en estas la sangre del infe-
liz. Para olvidar tan melancólicas ideas el operario que vé reu-
nirse contra si el cielo, la tierra y sus vivientes, recurre al licor
espirituoso que le alegra y vigoriza, perturba sus sentidos, y
disminuye el riesgo la ilusión. En este estado sube y baja,
cargado de paciencia y de metales, por aquellos oscuros labe-
rintos, en donde cada paso es un precipicio. Emprende arran-
car el resistente mineral, llevando en la una mano el hierro y
en la otra el fuego: las caidas del primer trabajo, y los resal-
tos y derrumbamientos del segundo magullan y abren sus car-
nes, dislocan y rompen sus huesos, estropeándole toda su or-
ganización. Imposibilitado para la labor, busca su consuelo en
Jos auxilios y operaciones de la benéfica cirujia.
Pero ¿cual es el alivio que espera de unos profesores- entre

(1) "Itum est in viscera terse."


Quasque recondiderat, Stygüsque admoverat unibris,
Effodiuntur opes, irritaría enta malorum.
O vid.
(2) En las minas ademas de enfermedades internas, comunes al géne-
las
ro humano, las contusiones, dislocaciones, fracturas, etc., efectos de su la-
borío, están expuestos los que las trabajan á los horribles y peculiares acci-
dentes que resultan de inspirar una atmósfera cargada de partículas metá-
licas, á los vapores de estas en la fundición é introducción de las pequeñas
partículas del azogue por los poros de los pies, en los ensayos por crudo.
De aquí las parálisis, esputos sanguíneos, cólicos, etc. (Veáse á Ramazzini,
"De morbis artífice, cap. 1; Hoff., Metalurgia morbífera," tom. 6, pág. 210.)
En la Europa para remediar semejantes desgracias se cuida de que los
asientos de minas estén proveídos de profesores peritos y de auxilios. En
el Perú se carece de todo, y le baria un gran servicio el que compusiese un
pequeño tratado sobre la dieta, enfermedades y remedios de los mineros,
para que sirviese de algún alivio á aquellos infelices.
(3) Las impresiones frías del ambiente exterior sobre los cuerpos abo-
chornados con el trabajo y habitación en las labores subterráneas causan
en ellos funestos pasmos, y por esta razón han perecido centenares de indios
en las minas de Huancavehca, según Escalona, "Gazopliil., part. 1, pág. 35
"Tune supernos luci restitutt, calefacti, et anrii, rígida astii intemperie
afíecti, et, candicantium moutium nive ac ñígore tacti, mortaliterrigebant.
—191—
quienes el mas adelantado no excede ios conocimientos de
aquellos cirujanos del tiempo de Dario, cuyos errores les me-
recieron sentencia del último suplicio (1)? ¿De aquellos entre
quienes jamás se especuló el orden, disposición, conformación
y enlace de las diversas piezas que componen la arquitectura
del cuerpo humano? ¿podrá alguno reponeos con tino y acier-
to cuando pierden su simetría? El qne de ellos esto empren-
diese, ¿no añadirá mal sobre mal, hasta inutilizar la víctima
puesta en sus manos, ó sacrificarla antes del tiempo ala muer-
te* Para componer un reloj, solamente, dice un sabio", (2) se
confia del que ha empleado muchos años en estudiar como es-
tá hecho y cuales son las causas que le hacen andar bien y las
que le descomponen; y se fiará el cuidado de componer la
¡

máquina de mayor artificio,, la mas delicada y la mas preciosa,


á gentes que no tienen el mas mínimo conocimiento de su es-
tructura, de las causas de sus movimientos y de los instru-
mentos que pueden restablecerla!
Pero, ¿por que me fatigo en demostrar las evidencias? Bas-
ta proferir esta verdad, de todos conocida. Si la práctica mé-
dica del Perú solo empezó á desear merecer con justicia el tí-
tulo de tal á los xmneipios del siglo XVIII, de la cirujia se
supo únicamente el nombre casi hasta mediados del propio si-

(1) Con las funestas guerras que destruyeron el Ejipto en los tiempos de
Necho, Hoplira y Psammenito, y lo pasaron al dominio de los Asirios y
Persas, decayeron de suerte las ciencias en aquel famoso imperio, que ha-
biéndosele desconcertado á Darío Histaspes un pié, al saltar del caballo en
la caza, convocados los mas famosos médicos egipcios, no solo no pudieron
reponerlo, sino que con violentos y crueles estirones lo pusieron en un es-
tado lamentable, lo que remedió Demósedes, célebre médico griego de la
isla de Crotón, é imploró la vida de los egipcios que en castigo de su impe-
ricia iban á ser castigados. (Herod., lib. 3, nxím. 129.)— Que nuestros ciru-
janos Layan sido de la misma especie se demuestra por dos testimonios ir-
o
refragables. El I es la cédula de 11 de Octubre de 1635, en que dice S. M.
á la Universidad haberle informado el virey, Gonde de Chinchón, ser nece-
sario fundar dos cátedras de medicina para su enseñanza, por falta de mé-
dicos que hay en el reino, que es tan grande, cuanto se siente en las ciuda-
des principales de este reino, como son la Plata, Qnito, Cuzco, Potosí, San-
tiago de Chile y otras villas y poblaciones importantes, que están sujetas
á tener solamente unos malos cirujanos que sirven de todo. (Libro de cé-
dulas de la Universidad, pág. 384.) El 2? es el informe que en 2 de Noviem-
bre de 1062 hizo la Peal Escuela, por mano de su Eector D. Alvaro de
ATarcon y Avala, al Superior Gobierno para la fundación y rentas de las
ras de método y anatomía. En él, después de representar .con expre-
siones enérjieas'la falta de médicos en todo el reino, y en la capital misma,
prosigue: "Y porque la cirujia no es menos, sino en- el mismo grado nece-
saria, y haber muy pocos que la estudian, y muchos que la ejerciten, que
con poca experiencia de practicantes- salen los barberos á cirujanos» de cu-
yos errores re reparables en 7uater|a tan digna de remedio, &,*
.-.

.
.—192—
glo, hasta que el. feliz Delgár (1),
la ilustró 'en él Los dias de
los años anteriores en todo el Perú y de los posteriores en to-
do lo que uo es una parte de la capital, lian sido consagrados
á las inmolaciones de la impericia de los pretendidos ciruja-
nos, que lia ido insensiblemente consumiendo los brazos mas
útiles. Y, conió en la misma proporción en que van faltando
las fuerzas, es preciso descaezcan las labores que de ellas de-
penden, la consecuencia necesaria de esta despoblación es la
miseria á que se hallan reducidas las minas mas ricas del orbe.
Así, puestos en la situación de desear y no poder poseer sus
tesoros, representamos vivamente la imagen de Tántalo de la
fábula.
La ignorancia que lia despoblado nuestras minas, lia hecho
otro daño menos notable, pero mas general en el reino. imi- A
tación de los .hombres sin instrucción ni conciencia que encon-
traron su subsistencia en la práctica de la medicina, unas mu-
geres incapaces, y por lo regular de esfera humilde, se apode-
raron de la delicada parte de la cirujia que cuida del exordio
de la humanidad: del arte de partear, cuyo ejercicio pide vir-
tud, calidad y ciencia. El ningún freno y abandono formó una
plaga no menos sangrienta que la primera. Su capricho y ar-
rojo ha privado al Perú en innumerables momentos del nuevo
habitante con que -la naturaleza benéfica pretendía reparar
sus perdidas, y de unas madres fecundas que podían hacerse-
las olvidar. Puede asegurarse sernos mas nocibas nuestras co-
madres que lo que pudieran haber sido á los Hebreos las egip-
cias, si hubieran seguido las órdenes inicuas de sus príncipes,
porque la vanidad é impericia de las primeras las pone al abri-
go de. todo escrúpulo. Atenas, república famosa, á quien toda
la Europa debe el origen de sus leyes, de sus artes y de sus
ciencias, prohibía por un antiquísimo estatuto que los esclavos
y niugeres se mezclasen en las honestas funciones de la parte-
ría, reservándolas á los. hombres peritos en 'el arte, porque re-
celaba que la condición de los primeros ó estolidez de las se-
gundas la privasen (lelas inestimables vidas que debían au-
mentar su reputación y fuerzas. Si el pudor de sus ilustres
matronas, si la. prudencia de Agnodice obligaron al Areopago
á que derogase esta ley, lo hizo únicamente á beneficio de las
mugeres libres que imitasen las pisadas de aquella esclarecida,

(]) El eminente cirujano D. Martin Delgar vino al Peni, hacia el año de


1744, conducido por su vehemente pasión á las minas. Sus aciertos le han
grangeado un nombre eterno, y míen iras vivió era tal la confianza que te-
nían los enfermos en sus manos, que auand° se sabia que había de pasar por
algún lugar de la Sierra, porritou en tropas deuda grandes distancias á con-
sultar m» dolencias, El fué el primero que derramó eiifre nosotros l$p Ju>
•r, 'le la ciruj>" fando algias i! - RUS operaciones.
—193—
no en fíuvor de de la ignorancia (1-). Con-'
la servidumbre; ni
dicion fatal! Ignorancia dé la anatomía! íu has amargado y
¡

cubierto de lágrimas todos nuestros instantes. Si el amable


rayo de luz hiriendo por la primera vez en nuestros sentidos,
los despierta del sueño que los gravaba en el seno de la ma-
dre, para anunciarles que existen: allí nos acedías, y juntas al
jubilo de sus resplandores la lobreguez del sepulcro. Si conde-
nados al trabajo, seguimos al que noscíipden suerte en la dis-
tribución de las diversas tierras, regando con nuestro sudor
sus duras entrañas; aquí redoblas tus esfuerzos para convertir
en la mas acerba tumba el propio lugar donde buscamos la vi-
da. Si nos cometen, en fin, las dolencias á que estamos ex-
j ¡icstos por nuestro temperamento; tú las agravas, y las vio-
lentas áque extingan antes de tiempo la débil llama que nos
alimenta. De esta suerte, mas atroz que las convulsiones del
globo, los grillos del despotismo, y las calamidades de la guer-
ra, has consumido las fuerzas del Perú, y con ellas arruinado
sos pueblos, asolado sus campos y derrumbado minas, dejan-
dolo sumerjido en una profunda decadencia y miseria! ¿Y lo
llevaras al exterminio! Aniquilados los restos que aun subsis-
ten, ¿quedará reducido á una soledad espantosa., en' que solo se
rejistren arenas estériles y cordilleras inhabitables? Teatro
glorioso del esfuerzo español; patria de la lealtad y la docili-
dad, no tenias estos insultos. Circula por las venas del ínclito
jefe que te rije la sangre generosa de quien eres el precio, y
no puede mirar con indiferencia tus desastres. Antes siempre
vijilante sobre el depósito sagrado que ha puesto en sus manos
un monarca, padre de las aniéricas, para devolvérselo mejo-
rado y fíoreciente, calcula sus aptitudes, separa los embarazos
y promueve los medios de su felicidad, el mas grande, el único,
el objeto solo digno de la alabanza. en un príncipe. Por eso
concede todos sus influios y auspicios al Anfiteatro que hoy se
consagra á la anatomía, pues si su ignorancia ha sido el orijen
de la decadencia y miseria que oprime al Perú, será su ilustra-
ción la que le restaure su esplendor y opulencia.
El cadáver disecado y demostrado, es la sabia y elocuente
escuela en que se dictan lar; mas seguras máximas 'para con-

tó Agnodice estudio la medicina, y tomó el troje de varón para socorrer


á las matronal atenienses, cuyo pudor no les permitía ponerse en manos
de los hombres, como prevenía la ley;. 3o que descnbi rto por el Areopago,
la derogó á favor de todas Isi.s personas libres que se instruyesen en este
ejercicio. (Hygin., Iib. 1, Fáb., cap. 147.) I Ir. de hh Peyronie, primer ciru-
jano de S. M. Cristianísima, persuadido de ¡i necesidad de que se ilustren
ios que ejercitan el arte de partear, rentó por su tfc¡ ¡¡mentó dos profesores
y demostradores de él en las escuelas de cirujÍM. Cada año dan lecciones el
uno k las mugeves, y el otro á los estudiante da pirujfo; ejemplo digno de
s

ge? Jmitado por toíl t9ÍQR£a del ixm\


—194—
servar á los vivierq.es. En el se conoco cual es el enlace y los
oficios de los distintos órganos que componen esa máquina sin-
gular, la primera entre las obras de la Divinidad, en que con-
siste la mutua dependencia con que se auxilian ó dañan unas
á otras; cuales son las verdaderas causas que fomentan ó des-
truyen su armonía, y cual es el modo de restaurarla. Allí se
descubre el oríjeny la distribución de aquellos pequeños ó in -

finitos tubos, instrumentos de la sensación y movimiento mi-


nistros del imperio del alma, y de las fuerzas del cuerpo; ajen-
tes de esa multitud de enigmas oscuros y vagos meteoros na-
cidos de la rejion inferior, que es el Júpiter congregador de
las nubes [1]. ¡Oh, como á cada instante se alucina aquí la
ignorancia! Cuando los síntomas mas difíciles parecen ser el
hilo de Aríadua, que señala los giros y salidas del laberinto,
las convulsiones la estremecen creyéndolas unas formidables
tempestades que amenazan la ruina del hombre. En este con-
flicto, encamina por lo común la mano hacia donde no se ne-
remedio y mas vaga en sus relaciones y juicios que la
cesita el
enfermedad en sus metamorfosis, padece igualmente las trans-
formaciones del inconstante. Proteo (2). Allí se observa, co-
mo el corazón, fuente de nuestras pasiones, lo es igualmente
de los líquidos que bañan, nutren y animan el cuerpo, atrave-
zandolo por tan diversos, delicados y entretejidos canales, que
parece que cada punto de su superficie está el principio de to-
da la vida, y que encada momento del tiempo hace la Provi-
dencia un milagro para que por sí misma no se arruine. os Y
atrevéis á introducir en él el fierro y el fuego, vosotros los que
no no tenéis todavía ni aun la idea justa de lo que es un perito
artista! Allí finalmente se espía á la naturaleza, que al abri-

(1) Homero llama á Júpiter congregador de las nuves, título que se


apropia ba.Bayle, y' justamente, porque la multitud de errores que tenia
acopiados en su cerebro eran una densa nube que nó le permitía verla luz:
aquí lo aplicamos á la región natural del cuerpo humano, minero de los.
negros vapores que en el histerismo, hipocondría, etc., se levantan, trastor-
nan y oscurecen la razón.
(2) Son infinitas las equivocaciones que se padecen en las enfermedades
de, nervios por ignorancia de la anatomía, tís célebre el ejemplo, de Pausa -
niás Siró, quien de resultas de un golpe en la espalda, tenia paralíticos los
tres lílthuos dedos de la mano izquierda. Los médicos aplicándole cien
apositos en ellos, no consiguieron otra cosa que agravar el mal, hasta que
consultado (¿aleño, quitó de allí los emplastos y los puso sobre el origen de
de los nervios bráquiales, donde habia ¿ido la contusión, con lo que sanó
brevemente. Se gloria Galeno de esta curación, confesando debérsela á sus
conocimiento* anatómico*. (De los., lili. 8, cap. 10 et 8.) Y en el libro 3.
"De aduna anatom., cap. 1, después de referir este caso, concluye: írDies
me deticeret si omina peroniToro velíem, quses id gonus justa pedes manus-
qne tuno in mibtibus ¡n beíSí oouvulüGratis, tuno hisoe gladiatoribus (ufe
yQi&ttí,) tune alii« miútU pvívafcia, ui huí reinua infortnjuift, eoasr
péiií aídfet ;
üihUv:-; fttt&tC rfttq
—195—
go de mil honestos velos reproduce la especie humana. ¡Qué
movimientos tan extraordinarios no practica! Un átomo en
quien el dedo de Dios grabó la efijie del hombre, es el oríjen
de su embrión. Fecundado á manera de las semillas, se des-
prende del ovario que le servia de cáliz, se precipita y arraiga
en el claustro de la madre como eii su propio terreno, y forma
con ella, si es posible decirlo, un solo compuesto, á fin de que
sus piadosas entrañas socorran sus indijencias, y lo bañen de
un fluido blanco, á cuyo beneficio se dilatan sus miembros. El
hombre, destinado á morar sobre la tierra, se violenta al verse
colocado en el número de los acuáticos: crece y se fortalece
con celeridad, é intenta romper los vínculos que lo detienen.
Forzado el seno que lo contiene y obligados las partes vigoro-
sas que lo circundan á salir fuera de la esfera de su ostensión,
comprimidas unas visceras, arrojadas otras de sus sitios, estre-
cho el conducto por los huesos y ligamentos fuertísimos que lo
rodean, puesto en equitación el infante: ved aquí un' momento
en que pone en riesgo déla vida a quien acaba de dársela. La
naturaleza viene al socorro, dilata las visceras y procura diri-
jir el feto; pero muchas veces vé inutilizados sus esfuerzos, y
puestos apeligro de perecer la madre y el hijo, sino la ayuda
una diestra mano que, habiendo observado sus pasos, conooca
el lugar de la necesidad y sepa aplicar allí el auxilio correspzn-
diente.
La economía animal es tan admirable, que elhombre'no pre-
senta á los ojos del hombre sino un compuesto de misterios.
Pero esta incomprensible criatura es la misma que el médico
debe conservar, arreglados sus partes sólidas y fluidas según el
orden que exije la sanidad, ayudándola en todos afanes y mo-
lestias que le cuesta el perpetuarse. Y
será posible practicarlo
con acierto sin la intelijencia de la anatomía? ¿Quién es aquel
que puede gobernar con tino una república, cuya legislación,
costumbres, intereses y fundamentos no conoce? ¿Quién es
aquel que puede aplaudirse del triunfo, habiendo de combatir
con un enemigo astuto, cuyas estratajemas no comprende, y
acampado sobre un terreno cubierto de riscos y montes, cuya
posición absolutamente ignora? ¿Quién será, pues, el que cure el
cuerpo humano sin el conocimiento de la anatomía, si ella es la
aurora que guia al entendimiento en este animado caos ? '(1) si
es la luz brillante que le indica la situación, naturaleza, afec-
ciones, leyes y comercio de sus 'partes en el estado de salud, las

(1) Latent ista oninia, Lucidle, crassis oceultata et circumfusa tenebris,


ut nulla acieshumani ingenii tanta sit, quas penetrare possit. Corpora ilus-
tra non nóvimus, qui sint sítus partium, quam vim quseque pars habeat
ignoramus: itaque nied'ci ipsi, quorum intererat ea nosse, aperuetunt, ut
Tiderentur. (Cic., Lucul.. núm. $9.)
causas que las alteran, los movimientos extraordinarios que
las perturban en las enfermedades, y la que disipa las espesas
nubes con que estas intentan ocultarse á nuestra indagación y
estudio/ Con razón los grandes genios, honor de la humani-
dad y de 3a medicina, se lian esforzado en persuadir con sen-
tencias v comparaciones euérjicas la indispensable necesidad
de aquella ciencia, para el acierto en la cura y remedio de los
males que nos acometen.
Galeno compara el profesor destituido de la anatomía á aquel
que, encerrado en una litera, viaja sin conocer los lugares que
transita (1). Asi como es sospechosa la fidelidad de la historia
sin la geografía, dice Fernelio (2), lo son igualmente las des-
cripciones de las enfermedades del cuerpo humano, sino van
fundadas sobre los conocimientos anatómicos. La anatomía,
según Eiolano (3), es el ojo de lince del médico, que penetran-
do lo mas oculto del cuerpo, le manifiesta lo que debe ó no eje-
cutar; es aquella ventana que deseaba Momo, para remediar
todas nuestras enfermedades interiores. Querer eurar al hom-
bre sin la ciencia anatómica, añade Sydenham [4], es lo mis-
mo que entrar en ja lid privado de la vista, como aquellos an-
tiguos gladiadores nombrados Andábales, ó arrojarse á las on-
das del Océano sin el conocimiento de la brújula. La anotomia,
según Hoffman (5) y Boerhaave (6), es el principio, es el mas
sólido fundamento sobre el cual puede elevarse y avanzarse el
cuerpo entero de la medicina. En faltando esta base, son in-
ciertos todos los raciocinios en ella, su práctica es equívoca y
desaparece al momento el arte de curar.
Los sentimientos de estos grandes hombres que acreditaron
con sus aciertos la rectitud de sus dictámenes, han sido los del
género humano en cuantas partes no ofuscó su razón la espesa
sombra de la barbarie. Así si reconocemos sus épocas, hasta
aquellas al .misino tiempo felices é infaustas que le dieron el
ser, en todas aquellas encontraremos una continuada serie de

(1) Lib. De comp. médieam. per. gen.


(2) Lib. 1 Part. corp. huin. deserip., cap. 16.
,

(3) Antropograpíi.;
lib. 1, eap. 1.

(4) Sy9.enL.am, De hyilrope.

(5) Loe. cit.


[6j "Method. disceiidi ariein medié.," pars. 5. A las autoridades de es-
tos respetables médicos, deben unirse los sentimientos del incomparable
San Francisco de Sales, que asaltado de una grave enfermedad, reputa por
el último de sus consuelos legar su venerable cadáver al servicio de las
disecciones anatómicas. "Magister opfcime quam viventis curam habuiíti,
mortui parem babeas rogo; hoc soium expeto, ut cum espiravero, Corpus
hoc dissecandum medices, cMrurgis et anatomicis studiosis tradas: unum
erit in extrema vita solatiirm, si pos^quam uullius viveus fuero utilitatis,
deftlnctus aliqua ratioue reipulbilicse prosim." (Benedict. XIV, Cart. pastor.,
tom. 2, pág. ()0.)
.

—197—
señales que demuestran haber cultivado este estudio indispen-
sable para conservarse y propagase. El tiempo ha devorado los
primeros monumentos del espíritu, asi como las obras de las
manos. La fábula ha cubierto de un denso velo la verdad; pe-
ro á pesar de todo esto, brillan ciertos hechos y ceremonias de
los antediluvianos y primitivos repobladores de la tierra, qne
á manera de las lucernas de la selva de Agrio, aunque esca-
sas, conducen con seguridad á los viajantes en las tinieblas de
la noche (1). Después que la razón alumbró al hombre, la idea
del imperio y la industria verificó su establecimiento; aumen-
tándose la necesidad de esta ciencia, fueron mas claros y rá-
pidos sus progresos. Como no era posible combatir ni defen-
derse sin vasallos, puso en ejecución cuanto miraba al aumen-
to de estos. El Egipto, la monarquia acaso mejor reglada, la-
boriosa y culta entre las mas ancianas, fué igualmente la mas
dedicada á la anatomia, con cuya instrucción, habiendo logra-
do insignes profesores en todos los ramos de la medicina (2),
llegó á contar diez y ocho mil ciudades y veintisiete millones
de habitantes (3) en un terreno ingrato á la salud (4). Pero
¿cuál no era la policia de estos pueblos acerca de este asunto?
Los reyes se preciaban de anatómicos (5). Los sacerdotes eran
el depósito sagrado de la medicina y cirujia (6). Las leyes re-

(1) Primero, el nombre impuesto á los animales por Adán. (Valles, Phi-
los. sacra.) Segundo, las guerras introducidas por Cain. Tercero, los holo-
caustos ofrecidos por los primeros padres (Genes., cap. 8,) y continuadas en
el pueblo liebreo, en que la víctima debia estar sin lesión y distribuirse con
orden (Levit., cap. 1.) Cuarto, la lucha de Jacob con el ángel (Genes., cap.
32,) en que se hace mension del ligamento redondo del fémur, contenido en
la cavidad cotiloide. (Riolan, loe. cit., eap. 2.) Quinto, las palabras de Sa-
lomón al cap. 12 del Eclesiastes. (Portal, Hist. de Ja anatom., tom. 1.) Ses-
to, el uso de víctinias entre los pueblos antiguos, cuya distribución se ha-
cia, según Homero, "epistamenos jiesiphradeos kai kata moiran," con arte,
deliberación y según costumbre. (Riolan, loe. cit.) Séptimo, el uso inme-
morial de embalsamar los cadáveres.
(2) "Medicus unusquisque peritus supra omnes homines. Homer., Odyss.,
lib. 4, V. 231.
(3) Que es el
cálculo mas moderado, pues se podia duplicar el número so-
bre buenos apoyos. (Véanse las memorias de Trévoux, 1752, art. 2, janvier.)
(4) "De l'origine des lois, des arts et des sciences chez les anciens peu-
ples," tom. 4, pág. 93.
(5) Véanse los escritos anatómicos de Atolis, citados por Manethon,
"Dict. medie,' tom. 1 Verbo 'Anatom." Los escritos anatómicos de Nermes,
1
.
'

testificados por Clemente Alejandrino. Leclere, loe. cit. pág. 13.


(6) Los Orientales tubieron tanto aprecio de la medicina [de esta ciencia
cuya humillación ha llegado ea el Perú al exceso de que tengan rubor de
profesarla los españoles aun del estado general], que siempre atribuyeron
su invención á la Deidad, y reservaron su ejercicio á los reyes, á los héroes
y á los sacerdotes. [Véase á Leclere y" á Gaspar de los Beyes]
Tom. vi. Literatura —28
—198—
frenaban la atrevida ignorancia (1). Las comadres eran doc-
trinadas (2). El Estado fomentaba un número competente de
peritos, á quienes obligaba á descubrir en los cadáveres las
causas y sitios de sus enfermedades, y asi conseguía no solo
moderar las del pais, sino extinguir en su origen las que de
nuevo lo invadían (3). Esta excelente policia fué el modelo de
todas las naciones, .que en aquella larga antigüedad eran las
émulas ó imitadoras del Egipto. Entre ellas fué la Griega su
mas exacta copia, porque como sus varias repúblicas no solo
se disputaban la gloria de las armas, sino también la de las
letras, cultivaron la anatomía en cuanto era conveniente, así
á la común defensa, como al decoro de las artes liberales (4).
De aquí esos sublimes filósofos, artistas y poetas, que en sus
discursos, poemas y retratos delinean con tanta naturalidad
el cuerpo humano. Aun entre las naciones reputadas general-
mente por bárbaras se lia observado una suma afición á la
anatomía, y si los progresos que hicieron en esta ciudad los
antiguos peruanos hubiesen de medirse por la preparación y
conservación de los cadáveres, que requieren una particular
destreza é inteligencia, podrían sin duda disputar la preferen-
cia á los Egipcios; pues se puede decir, valiéndose de la expre-
sión de un hombre elocuente, [o], que los j)eruanos perpetua-

( 1 ) " Nequis prseterquara médicos , medicinam faceret. " Boerhave,


"Praelect," $ 10.
(2) Dedúcese del cap. 1 . del Éxodo. "De l'origiue des lois, etc., tom. 2,
pág. 21.
(3) Diodoro Zículo,
lib. 1. '"Bibliot." —
Herodoto, lib. 2, núm. 34, dice del
Egipto: "Churria referta sunt mediéis," y Plin, lib. 19, cap. 5. "Tradunt et
prseeordiis necessariuní mine suecum [rapboni sylvestris.J quuní potissimum
cordi intus inhaerenteni, non alio potvdsse depelli compertum sit in ¿Egypto,
regibus corpora mortuorum ad scrutandos morbos insecantibus."
(4) Los Griegos tnbieron seguramente bastantes nociones en la anatomía
desde tiempos muy antiguos, y la cultivaron con esmero. En Homero se
leen descripciones exactas de varias partes internas y externas del cuerpo,
de las que refiere algunas Biolano, á quien puede consultarse. Demócrito,
según Cicerón, estaba tan versado en la anatomía, que al solo aspecto de
las entrañas de los animales, y color de las plantas, preveía si serian abun-
dantes las cosechas, y el año sano ó enfermizo. [Portal, "Hist. de l'anat."
tom. 1, pág. 23. Hipócrates, su contemporáneo, fué sin duda muy versado
en esta ciencia, en la que se aventajó Erasistrato. En el tiempo de Aristóte-
les ya eran comunes las láminas y diseños anatómicos, y él se refiere á
ellas: "Hssc anatómica descriptio exiconibus petenda. " (Enciclop. verb".
Anatom.) En la escuela de Alejandría se hacían disecciones pxíbllcas, y en
ellas florecieron Herófilo, Andreas, y Marino. (Yesal., "Prseíát. ad. Carol.
V.) Galeno, sin embargo de las censuras de Vesaho y de Val verde, su ex-
tractador, fué eminentísimo anatómico. El Grupo de Laocon, obra de Age-
siandro, Pohdoro y Atenodoro, al que Miguel Aiígel Bounarotti llamaba el
milagro del arte, y el Gladiador de Agasio, natural de Efeso, acreditan el
gusto delicado de la anatomía que tenían estos artífices.
(5) Fontenelle, "Eloge de Mr. Kuysch."
—199—
ban eu cierto modo la vida de sus momias cuando los Egipcios
solo prolongaban la muerte de las suyas [1].
Si los Romanos pensaron en algún tiempo arrojar de sus
muros á los profesores de esta ciencia ilustre y de cuantas de
ella dependen, fué precisamente en aquella época en que el je-
nio feroz de su censor, adicto á las prácticas supersticiosas de
sus rústicos antepasados y enemigo por capricho de cuanto no
era latino, les mereció: justamente el epíteto ignominioso de
ópticos [2]. Mas cuando la comunicación con los cultos pue-
blos de la Grecia, su maestra y esclava, les hizo deponer la an-
tigua grosería (3), entonces supieron apreciar sus mayores
triunfos, tanto por el esplendor y aumento de la Eepública,
cuanto por los conocimientos que les ministraban ptfra conser-
var su salud las naciones sojuzgadas (4): y cuando ocupó el
lugar del adusto Catón el sagaz Bocto, entonces fué la anato-
mía la ciencia favorita del senado (5). Mas ilustradas las na-

(1) Los cuerpos de las Lúeas desde el fundador del imperio se mante-
nían sentados en sus andas en el templo del Sol tan bien conservados, que
parecían estar vivos, según los testimonios del P. Acosta y Garcilaso, que
los vieron y tocaron. No se sabe como los preparaban los Indios, para que
pudiesen resistir á ias injurias del tiempo. Gomara, cap. 195, dice que los
embalsamaban echándoles por la garganta licores de árboles olorosísimos
y untándolos con gomas. El P. Acosta dice que les daban con cierto betún
y les ponían los ojos de láminas de oro, tan bien acomodados, que no les
hacían falta los naturales. Grarcilaso cree que la principal preparación con-
sistía en helarlos con la nieve. Pero todas estas precaucione?; no ¿van sufi-
cientes para que en Lima se mantubiesen por mas de 20 años expuestos al
ambiente, que por su humedad y calor llena de moho y corrompe las car-
nes mas secas y endurecidas, los cadáveres de Pachacuta y otros tan ente-
ros y tersos que solo les faltaba el hablar para creer estaban vivos, según
refieren los citados. Estos cadáveres se enterraron en uno de los corrales
del hospital de San Andrés. En el din se hubieran pagado á peso de oro,
liara conducirlos al gabinete de Historia Natural.
(2) Ópticos, groseros, sin política, ignorantes. [Lecrerc, loe. cit., pág. 383.]
El censor Catón tenia en cuanto á la medicina lleno su cerebro de tantas
patrañas, cuantas manifiesta la siguiente receta que daba para curar las
dislocaciones y fracturas: "Luxuíh si quod est cautione sanum fiet. Ha-
rundinem prende tibí viridem P. IV, aut, V longam. Mediara, deffinde et
dúo homines teneant ad concen dices. Incipe cantare S. F. motas vasta da-
ries dardaries astataries disrumpite usque dum coeant. Ferrum insuper
jactato. Ubi coierint, et altera alterara tetigerit, id manu prende, et destra
sinistra prsecide. Ad luxuin aut fracturara alliga, sanum fiet et tamen quo-
tidie cantato in alio, S. F. vel luxato. Vel hoc modo buat, buat, buat ista
pista figta domibo dannaustra et luxata. Vel hoc modo huat, huat, huat
istasistar sir andamiaban dunnaustra. [Cato. De ve rustic, cap. 160]
(3) Grecia capta, ferunt, victorem cepit, et artes.
Intulit agresti Latió.
Hor., lib. 2, epist. 1.
(4) Plin., lib 25, cap. 2.
(5) "Tam enini anatomiese speculationis amore flagrabat, quaru morta-
lium qui vixerunt unquam allus."
[Gallen, "De anatom. admin., lib. 1, cap. 1].
,-200-
ciones modernas de Europa que las del Egypto y la Grecia, se
aventajan á unas y otras en el estudio de la anatomía. Ape-
nas Federico II, rey de Sicilia, reparando á lo lejos los prime-
ros crepúsculos de las ciencias que iban á amanecer sobre los
fértiles paises de la Italia, consagra una cátedra á la enseñan-
za de aquella (1), cuando su utilidad sorprende los espíritus
sumerjidos en la barbarie. El ardor en cultivarla se propaga
con rapidez. Émulos de la ilustración de los habitadores del Ti-
ber los del Sena, el Tamesis, el Tajo (2) corren en tropas á las
escuelas de Eoma y Padua, y regresando á su patria introdu-
cen el gusto hacia la ciencia conservadora de los pueblos. Vi-
gilantes sobre su aumento y felicidad sus augustos manarcas-
hacen consistir su gloria en la erección de anfiteatros magnífi-
cos, en que compiten la incubación del anatomista con la ge-
nerosidad del monarca. Pero ¡con cuantas ventajas no recom-
pensa la anatomia la inano liberal del protector! ¿No son sus
luces las que elevando á la medicina y cirujia al punto de per-
fección en que se han visto en los últimos siglos, orijinanlos
inmensos beneficios que de una y otra reciben diariamente sus
subditos?
Casi no hay año en que el cuchillo anatómico no haya pre-
sentado un nuevo descubrimiento, ó alguna observación im-
portante para rectificar la teórica y práctica de las dos faculta-
des. No es posible que en el breve tiempo que defrauda VE. alas
importantes y vastas ocupaciones que trae consigo el réjimen
del Perú, por acreditar su protección á la anatomía, pueda su
panejirista presentarle todas las utilidades de que le es deudor
el género humano, en ciuco siglos corridos desde Mundino, su

(1) A mediados del siglo XIII, Federico II rey de Sicilia y emperador de


Alemania, promulgó una ley, á instancia de Marciano, su médico, para que
nadie ejerciese la cirujia sin haber cursado la anatomía, á la que en Sicilia,
consagró una cátedra, ordenando se demostrase cada cinco años con asis-
tencia de médicos y cirujanos. ("Haller in Not. ad metliod. Boerhaav, tom.
I. pág. 500.) "Tun vinci csepit. barbaries, sed lente ómnibus mortalibus
obcsecatis prsestigiatrice illa Peripateticorum sciencia. (Boerhaav, Pnelect.,
$ 7.)
(2) Aunque los españoles hayan sido los últimos <?n cultivar con esfuerzo
la anatomía, no lo fueron en concurrir á las escuelas de Italia en los siglos
de su restauración. Argumento de esto es el célebre Juan Valverde, discí-
pulo de Realdo Columbo. Y aunque Carcano trató al maestro y al discípido
de ignorantísimos en la anatomía, asegurando que siendo Valverde vizco y
legañoso, nunca disecó por sus manos, esta es una censura propia solo de la
acrimonia de Carcano. La obra de Valverde es unbueü compendio de la del
inmortal Vesalio, ilustrado con muchas observaciones del autor. El haberse
traducido en italiano, y después en latín por miguel Columbo, á instancias
de Mercurial; el haberse surtido de él diversos autores que se han vendido
por orijinales, y haberse hecho cuatro ediciones, manifiestan bien el aprecio
que ha merecido. ("Fama itaque meritissima Valverdus fruatur, livore
etiam frustra obnubilante." Frider, Christ, cregut( "Introduc. ad Physiolog.
—201—
restaurador, hasta Vic-Dasir, el último de sus profesores (1).
Pero ¿ cómo podrá olvidar al inmortal Harveo (2), de cu-
yas manos nació la claridad que lia disipado las antiguas ti-
nieblas de la medicina? Como la aurora descubre al errado ca-
minante los precipicios á que le habia expuesto la oscuridad
de la noche, el invento déla circulación de la sangre manifes-
tó á los médicos los riesgos á que llevaba su estraViada fisio-
lojia, les mostró el verdadero camino de laeconomia animal y
y los condujo basta los mas recónditos misterios déla vida del
hombre sano y enfermo. Estableciendo el verdadero principio
de ella, hizo ver sus causas, notar sus desordenes á aplicar con
seguridad los remedios. ¡Feliz descubrimiento que desterró las
quimeras de la medicina antigua, lijó la época de la moderna,
arregló el plan de las pirexias y puso én toda su claridad el
uso, la división, los efectos de la sangría! Vosotros, habitado-
res de la culta Europa, que acometidos de un incendio voraz;
dé una funesta sufocación, evadisteis por su medio la última
de las desgracias: vosotros, los que invadidos del fatal veneno
que ha desolado nuestros hogares, gozáis por el mismo auxi-
lio de una salud robusta, rodeados de prole numerosa, dad gra-
cias á la benéfica anatomía.
Después que Stenon, Viesens, Willis, Eidleg, Leweohoek
anatomizaron el cerebro y los nervios, y distinguió Haller la
sensibilidad de la irritabilidad, la medicina ha podido presen-
tar la idea exacta y método científico del conocimiento y cu-
ración de la intrincada familia de las enfermedades nerviosas
y sus síntomas irregulares. Fuisteis víctimas de la melancolía,
inquietud y alucinaciones, cuyos ojos no vieron el dia sino
para representar espectros fúnebres; vosotros los que tantas
veces sin aliento, respiración, ni sentidos, figurasteis las yertas
estatuas de Prometeo, de la disección de los cadáveres es de
donde robó la medicina la luz que os ha dado el dulce roposo
Bergeri.) Es digno de admiración que todas sus ediciones sean extranjeras,
y que este príncipe de los anatomistas españoles no haya merecido lo reim-
prima nuestra nación, en un siglo en que la tipografía y grabado se hallan
en ella en el illtimo punto de perfección.
(1) Xo obstante que á competencia de la escuela de Sicilia se empezó á
enseñar la anatomia en casi todas las universidades de Italia, no hizo pro-
gresos sensibles hasta 1315, en que Mundino la profesaba en Bolonia. Por
el mismo año compuso una obra anatómica que le mereció el título de res-
taurador de la anatomía. Vic-Dasir empezó pocos años há á publicar una
magnífica colección de láminas anatómicas, que no sabemos si ha cocluido.
(2) Harveo descubrió la circulación de la sangre en 1627. Los demás des-
cubrimientos que se han hecho después de la restauración de la anatomía y
los progresos de Ja cirujía, pueden verse en la historia de estas dos ciuda-
des, escrita por Mr. Portal. Las ventajas que han resultado á la medicina
ee hallan tratadas con extensión y delicadeza en el discurso de Hoffman que
se ha citado.
—202—
y la vida. Después que Aselio, Pecquet, Bartolillo, Van-Ho-
me de mostraron las venas lácteas y los caminos del quilo;
después que Rudbcck y Nuc, hicieron conocer los vasos linfá-
ticos; después que Malpigby y Ruysch ilustraron la estructu-
ra de las glándulas, y Havers manifestó las de las articulacio-
nes, empezó á verse la claridad de la teoria de las caquexias,
compitiendo con la seguridad de su curación. Ved aquí las
manos juadosas á quienes debéis la sanidad los que reducidos
á piel y huesos, entumecido el vientre y los extremos, marchi-
to y deforme el rostro, erais espectáculo lamentable á vues-
tros semejantes.
Gracias á Duveruey y Valsava, que indagaron la sublime ar-
quitectura del oido. Gracias á Malpighy, que investigó los
pulmones; á Guson, Bianchi, Morgagni, por sus inquisiciones
del hígado; á Caserío y Ruysch por las del bazo; á Graaf y
Bruner por las del páncreas; á Bellini por las de los ríñones;
á Swammerdam, Oowper, Santorini, por sus trabajos sobre la
estructura de los órganos de la generación en ambos sexos.
Gracias á Carpi, Vesalio, Falopio, Eustachio, Lower, Sence,
Albino, Borello, Doughis, Bidloo, Lancisio, Winlow
¡ Adonde me arrebata la memoria de tanto genio benefactor!
¡Adonde la narración délos inespl ¡cables beneficios que hace
al género humano la, anatomía por el ministerio de la medici-
na! ¿Tu, cirujia, reemplazarías sin su auxilio en las batallas,
en esos campos inundados de sangre humana, las líneas des-
truidas? ¿Formarías con una mano de los despojos del cañón
y el acero ejércitos robustos y vistoriosos, entre tanto que fa-
voreciendo con la otra en las poblaciones las madres fecundas,
repones con ventaja las vidas que allá sustrajo á tus esfuerzos
el fatal destino? ¿Como sin la luz anatómica podrías desgar-
rar el seno materno, descuadernar los sólidos huesos que lo
rodean, y romper los fuertísimos ligamentos que los unen, pa-
ra dar paso y vida al infante y conservar la de la madre,
triunfando de la muerti con sus propias armas? Aquella es
también la que por la operación del trépano hace que arran-
ques de los brazos de esta al que, aletargadas sus funciones
animales, principiaba ya á dormir el sueño eterno. ¿Sin ella
restituirías al servicio de la sociedad y á la contemplación del
universo á los que una densa catarata ó una opaca nube impe-
dia que el rayo conductor de las imajeues las pintase en la
retina, para pasarlas al juicio del alma? Por ella has abierto
nuevos y no imajinados caminos á la respiración, forzando á
la naturaleza para que continúe la vida que ya abandonaba,
oprimida del grave obstáculo que cerraba el paso al aire con-
servador.
.un fiebre lenta, el dolor, peso y angustia de pecho anuncian
—203—
que el lleva en la cavidad vital un líquido que consu-
hombre
me y pudre sus nobles entrañas. La medicina provee el reme-
dio y su coyuntura: la cirujia á la luz anatómica, nota el sitio,
rompe el lado, y abre una puerta para que sajgan á un tiempo
el pus y la muerte. Las partículas de tierra y las sales de la
orina se atraen y unen por cristalización, forman un cuerpo
duro de forma irregular, que punza, irrita y dilacera la vejiga
del hombre infeliz: el dolor acerbo y el vano conato de expe-
lerlo apuran su paciencia y lo llevan á la desesperación. ¿Y
habrá quien pueda serenarlo extrayendo délo íntimo de la má-
quina el insoluble enemigo?
Tu, saludable anatomía, tu serás la que guiando el cuchillo
y la tenaza, le conservarás la vida y proporcionarás el reposo.
Así benéfica, así saludable, recompensas las liberalidades y
magnificencia de los príncipes que te protejen. Ilustrando,
desde los templos que te consagran, á la medicina y cirujia,
fomentas y multiplicas sus pueblos, á pesar de los estrados
con que intentan consumirlos las pestilencias y la guerra. Ño
bien ha calmado la inclemencia del cielo ó la ira de los hom-
bres, cuando se ven repobladas las provincias que parecían
aniquiladas por las enfermedades, el fierro y el fuego. Los hi-
jos de Jafet, renacen bajo las manos del profesor perito, á ma-
nera de los árboles y las plantas, que arrazadas por el ríjido
invierno recuperan en la primavera su primitivo vigor y hermo-
sura, bajo la conducta del experto agricultor. De aquí esas
tropas siempre respetables; la marina numerosa, las fábricas
abastecidas, el comercio en su auje, los campos florecientes, y
las ciudades estrechas al número de moradores.
¿Y no gozaría el Perú de una suerte igual en la parte que
corresponde á su situación y dependencia, si desde buena ho-
ra hubiese alcanzado aquellos auxilios (1) í En el espacio de
(1) El mejor modo de proporcionárselos seria fundando un colejio de me-
dicina y cirujia. Los catedráticos de fisica y medicina de la Universidad
concurrirían gustosos á dar lecciones en sus horas respectivas. Las becas
podrían ser costeadas por los fondos de las ciudades del reino, que repeti-
das veces ocurren por profesores á esta capital, y no encuentran quienes
vayan, por el importante cuerpo de minería y caja de censos de indios. Ca-
da partido elejiria los que debían aplicarse, con la calidad precisa de que
se le devolviesen. Si por premio se les diese el derecho exclusivo de asistir
y disfrutar las rentat de los hospitales del reino, según su mérifo, iría aquel
saliendo de la suma necesidad en que está. Los dueños de obrajes, en don-
de se oprime con exceso al indio, deberían ser obligados á concurrir á esta
piadosa obra, y á que mantubiesen en sus posesiones una sala hospital, co-
mo lo ejecutan muchos hacendados para el auxilio de sus esclavos. Con-
vendría se formase este útil establecimiento para respeto á la humanidad y
á lo que debemos al prójimo, y por conveniencia propia para cuidar de la
conservación y aumento de una raza, que sin embargo de sus malas propie-
dades, vicios y decidía, es por la que se mantienen estos va»toa dominios.
(Ulloa, Entretenim. 18.)
—204—
eu que los habitadores de 44 mil leguas cuadradas,
tres siglos
acometidos de mil dolencias, han sido la víctima de la igno-
rancia y el abandono, ¡cuantas se habrían salvado asistidos
por profesores inteligentes! Comparad la triste narración de
los efectos que ha causado en el la ignorancia de la anatomia
con las ventajas que orijina la ilustración en esta ciencia, y
entonces en medio del dolor que os causará la representación
de ver arruinados nuestros pueblos, asolados nuestros campos,
y derrumbadas nuestras minas, no podréis menos de esclamar
con justia: Ah! desgraciados monumentos de la ignorancia,
¡

¡que diverso aspecto presentaríais hoy, á ser auxiliados por la


instrucción! La medicina, dirijida por la anatomía, hubiera re-
dimido las manos que edificaron y sostenían estos muros; ella
misma hubiera indemnizado los brazos que araban estos cam-
pos. La cirujia, con la propia luz, hubiera salvado las fuerzas
que rompían estos cerros, y para llenar el hueco de los que
habían tocado el término prescritos á la vida humana, hubiera
protejido las generaciones nacientes.
Computando á la verdad el número de los que en tan dila-
tados años ha dejado perecer la ignorancia y el abandono en
una edad inmadura, calculando el fruto que estos y sus des-
cendientes podrían haber producido, es cierto que á faltar
aquellas causas destructoras tendría al presente el Perú el tri-
plo de moradores; y el Perú, con una población triplicada, ¿se
hallaría en la decadencia y miseria que le oprime? Cubierto
de escombros y destrozos, con un comercio lánguido y pobre,
minas sin extracción, valles tan eriales, que para alimentarse
necesita que el pan le venga de fuera Por el contrario multi-
!

plicados los brazos, allá se habían mantenido en pié, extendi-


do y mejorado los antiguos pueblos, las villas y ciudades; acá
se conservarían los cauces de los Incas, aparecerían abiertos
otros nuevos, precipitadas las aguas de las sierras para aumen-
tar el caudal de los ríos, y empleados estos en regar sus dila-
tadas vegas. ¡Que perspectiva tan hermosa ofrecería la costa
del Perú al que desde el otro hemisferio viene surcando el
Océano inmenso para canjear la industria con la riqueza! Ye-
ria representada la succesion y murmullo de las ondas en las
verdes praderías y sembradíos que en el fondo de los valles
ajitaria el blando zéliro. Vería elevarse en medio de las fera-
ces compañías las soberbias torres y chapiteles, acreditando la
riqueza de sus dueños. Conmovida la tierra que cubre á esta
por un número triplicado de brazos, cada cerro seria un nuevo
Potosí cuyos desperdicios podrían enriquecer una parte del
globo. Abaratado el bastimento y los jornales, mas frecuente,
activo y expedito el jiro y mutua comunicación de la sierra
con la costa, se hallaría el comercio en una grande opulencia.
—205—
Unida á éstas ventajas, concurrencias necesarias del aünieii-
to de población, la profunda paz de este reino, podrían sus
moradores gloriarse de que habitaban el Elisio (1).
He aquí la feliz, la venturosa suerte que, perdida en el Perú
por la ignorancia en la anatomía, vá á restaurarle la ilustra-
ción y practica de esta ciencia benéfica. En este Anfiteatro
que boy se consagra á su enseñanza amanecerá la brillante
aurora que disipe la tenebrosa noche del error, los prestijios y
el desorden. Sus resplandores fijarán la vista del Peruano, y
atraerán la juventud deseosa de recursos que aseguren su sub-
sistencia. Por este medio se hallará en breve asistido de pro-
fesores celosos é ilustrados. Bajo de sus manos y cuidados re-
nacerá de sus cenizas, adquiriendo aquel primitivo esplendor
y opulencia, cuya conservación ha sido uno de los grandes
cuidados de nuestros clementísimos monarcas (2).
Dichosa época, en que principia la restauración del Perú.
Dichosa época eu que estos pueblos, adelantando su satisfac-
ción á los deseos del sabio de la Grecia, logran un goberna
dor filósofo, y que, como si aun no lo fuese, pone todo su estu-
dio en el cultivo de la sabiduría (3). Dichosa época, en que el

(1)En otros tiempos fueron comparadas estas rejiones al Tempe y al Eli-


<%
gió. (Zolórzano, Politic ind.", lib. 1, c&j). 4, Acosta, "Histor.
natur.)
(2) De aquí la ley l, tit. 4, lib. 1? de la Recopilación de Indias, en que se
manda que con especial cuidado se provea que no haya pueblo de españo-
le* ni de indios sin hospital, para que sean curados los pobres enfermos, y
se ejercite la caridad cristiana. De aquí las cédulas dirijidas á los señores
Vireyes, príncipe de Esquilache, conde de la Monclova y Marques de Cas-
tel-fuerte, en que los exhorta S. M. á que inclinen á las personas devotas,
para qué en lugar de fundar templos, monasterios, y beateríos inviertan sus
limosnas en la fábrica y fomento de hospitales, pues es obra en que tan in-
mediatamente ejercitan la caridad, y procuran el bien público de las pro-
vincias "para la curación de los indios, cuya conservación y cuidado es el
primer gravamen de mi Real conciencia, aun mas que la construcción de
los templos materiales." De aquí la fundación del Anfiteatro mandada eje-
cutar en el Real Hospital de San Andrés, desde el año de 1 753) para que se
instruyan los cirujanos y médicos de esta capital, concurriendo los dos pri-
meros años que practicaren la facultad, cuya asistencia han de justificar por
certificación del catedrático. Esta soberana resolución quedó sin verificarse
en ninguna de sus capitales, hasta que el año pasado de 1790, elExcmo. se-
ñor D. Teodoro Croix, cuya piedad permanecerá eternamente esculpida en
los fastos del Perú, proveyó los medios para la fabrica del Anfiteatro; pero
quedando este sin lápida, instrumentos y sobre todo sin rentas para los pro-
fesores, ni arbitrio al cual no se opusiesen mil embarazos, cuando ya pare-
cía indispensable abandonar este interesante establecimiento, todo lo ha
allanado el genio protector de nuestro benéfico é inmortal jefe.
(3) " Atque ule quidém Princeps ingenii et doctrinan Plato tum denique
fore beatas respublicas putavit, si aut docti et sapientes nomines eas regere
csepissent, aut qui regerent, omne suum studium in doctrina ac sapientia
eollocássent. Hanc conjuctionem videlicet potestatis, et sapientiae saluti
censuit civitatibus esse posse. (Cicer., Epist. I, ad Quint. fratr., lib. 1."
Tom. vi. Literatura—29
—206—
jete,según la máxima del orador de Roma, acredita en todas
sus acciones que vive, medita y obra, no solo para sí, sino pa-
ra la posteridad (1). Si señor Excelentísimo, nuestros suceso-
res recojerán los frutos del Anfiteatro, y harán de VE. elojios
mas sublimes que los que yo puedo tributarle. Pero aunque
no sea posible anticipar los honores postumos, las virtudes que
han de ser su objeto, hacen sentir en vida el premio que les es
debido. La rectitud y beneficencia allá en lo íntimo del cora-
zón perciben de antemano los fragantes loores que se proferi-
rán sobre el sepulcro. Y
la voz de la patria, siempre justa,
consagra ya á VE. una gloria inmarcesible por el útil estable-
cimiento con que la decora y felicita.

(1) "Quoniainque illa vox inhumana et scelerata ducitur eorum, qui ne-
gantse recusare, quominus ípsis mortuia terrarum omnium deflagratio eon-
sequatur: eerte verum est etiams iis, quialiquando futuri^ »int, ease propter
ipsos consulendum, (ídem, De finib., lib. 1.
:

DISCURSO
Que para el establecimiento de unas conferencias clini-
nicas de medicina y cirujia dijo en el Real Anfiteatro
anatómico, el Dr. D- Hipólito TInanue, catedrático de
Anatomía,
Industria huttiana miilis addicta líypothe-
sibus, solis innixa observationibtis, artis
nostr» pomeria in dies extendit, corum-
que qui id perfecérint, nomen setenmm
cluet.
(Haen, "Rat. medent," tom 1, pág. 293.)
Señores

El bien de la humanidad, los deseos ardientes de correspon-


der á la incomparable beneficencia hacia mi de esta capital
generosa, y los sagrados deberes de mi ministerio me obligan
á recargar mis hombros, fatigados ya del trabajo, con una glo-
riosa, pero difícil ocupación. Después de haber zanjado en es-
te Anfiteatro Anatómico, erijido bajo los dichosos auspicios
del virey excelso que rije el Perú, los mas sólidos fundamen-
tos al estudio de la medicina y cirujia, pienso ser propio de mi
gratitud y cargo prepararles su perfección, estableciendo en él
unas conferencias qlínicas. Proyecto inestimable, meditado
muchas veces y abandonado otras tantas por la arduidad de
la empresa.
Un injenio despejado, amante de la erudición y del buen
gusto, y dotado del divino don de la palabra, se presenta co-
mo un conquistador formidable en el campo inmenso de la sa-
biduría. Todo le cede y se le subyuga, y arrastra, como atada
al carro de sus triunfos, la gloría de sobresalir y hacerse ad-
mirar de todos los mortales. Pero si le es preciso observar pa-
so á paso las revoluciones de la economía animal en un cuer»
v—208—
po enfermo; si intenta penetrar en el caos de confusiones en
que se abisma el oríjen de ellas; si pretende preveer su carre-
ra, su terminación
y variaciones; sorprender el instante fa-
vorable, y armado de los recursos mas activos impedir sus
progresos y evitar sus funestas consecuencias, quedan enton-
ces como vencidas toda la enerjia
y las riquezas del injenio.
A virtud mas eminente, á conocimientos mayores es á quienes
ciñe de laureles la vida triunfante de los asaltos de la muerte.
La instrucción basta
y profunda, el discurso exacto, el juicio
maduro y ya libre del yugo de la opinión, la observación con-
sumada no solo por la serie de los años, sino por la fuerza y
constancia de la atención, la prudencia, la sagacidad, la elo-
cuencia, las buenas costumbres; un espíritu y un corazón, en
fin, en quienes la naturaleza
y la doctrina con el designio de
formarlos para profesar la clínica se disputaron la preferencia,
son los solos dignos de practicarla (1). Y
como estas cualida-
des sublimes no pueden disfrutarse, sino juntando á una ín-
dole apta y feliz el nacer y educarse en el regazo del copioso
número de disciplinas que deben precederla, (2) deseaba el
grande y experimentado maestro dé ella (3) la abrazasen des-
de la niñez los que hubiesen de ocuparse en su ejercicio. Con-
cebía que solo de este modo podrían ir adquiriendo las luces
y
perfeccionando las disposiciones que requiere. Mas cuando
destinados por lá misma naturaleza,, nutridos con la ciencia
de la razón y de la moral, y aguerridos en los caminos del sa-
ber podían franquearse por si mismos la senda en cualquiera
otra de las partes mas elevadas de la sabiduría, se ha ju gado
que si aplicaban la mano á la grande obra de remediar las do-
lencias físicas del hombre, entonces era cuando necesitaban
aun de una luz mas fuerte que los guiase y esclareciese.
¡Tan arduo y tan dinci! es poseer la ciencia clínica con la
dignidad que corresponde á la mas excélente y sublime de las
ciencias naturales, bien que humillada hasta el extremo por la
ignorancia de muchos de los que la ejercen, y la estupidez del

(1) "Quapropter singula prsedicta suscipere oportet, et sapiantianí trans-


ierre ad medicinan, et mcdicinam ad sapientiam. Medicus enim phüosophus
«st Deo sequalis. (Hipp, De decentí ornetu, § 4. —Hipócrates jamás lia ha-
blado del verdadero medico, de quien él era el orijiual, sino suponiéndolo
favorecido por la naturaleza
y perfeccionado por la ciencia y la virtud.
Véanse los retratos admirables q\\* hace de él, asi en el libro citado como
como en el "De medico."
(2) Véase á Ludwig, "insíit physiol." cap. '3, 4.

W /Quisquís enim medicinas scientiam sibi veré comparare volet, cum


hia dacibus voti sui compotcm fjeri oportet, natura, doctrina, moribup ge-
nerosía, loco studiis apto, iáátitutkrae a puero, industria, et tempere. Hipp.,
Lex. ; $ 2.
—209-
vulgo que los fomenta y acredita (1)! De aquí la formación de
esas varias academias de lá Europa para adiestrar en el conoci-
miento y recto uso de ellas á los que ya provectos en todas las fa-
cultades previas, abrazan su practica (2). De aquí la institución
de las cátedras clínicas con el propio destino. Establecimiento
el mas ventajoso que podia haberse meditado para formar pro-
fesores incomparables. Un sabio lleno de experiencia y doctri-
na conduce á la juventud al lecho mismo del enfermo, y la ha-
ce notar todos los síntomas que distinguen ó acompañan á su
accidente. Sucesivamente teje con la pompa de la erudición y
la majestad del juicio la historia de él. Hace venirá su presencia
lo pasado para declarar las causas, y adelanta la existencia de
los futuros para formar el presajio. Y bajo de unos alcances
que pueden llamarse divinos propone y arregla la curación.
¡Felices los que pueden consultar á los oráculos de la natura-
leza paciente en sus propios templos!
Pero como ni lo difícil de la empresa, ni la falta de re-
cursos nos libertan de las obligaciones del oficio, es preci-
so adoptemos los medios posibles para suplir la carencia de
aquellos, ningunos á la verdad parecen mas proporciona-
dos que el establecimiento de estas conferencias clínicas,
siempre que se arreglen á un plan exacto y se sostengan
con tesón. Yo voy á proponeros el primero, esperando que
su ejecución manifieste lo que se deba en él reformar ó
añadir. Nada me ocurre deciros sobre lo segundo. Ha-
blo con vosotros, jóvenes, á quienes pertenece sostener el
peso de estas actuaciones. Tenemos el honor singular de que
el jefe ilustrado de nuestra facultad se digne hoy autorizarla

(1) "Medicina omniuní artium praeclarissima est.: verüm propter ignoran-


tiam eorum qui eam exercent et ob vulgi ruditatém, quod tales pro mediéis
indicat, et habet, jam eo res devenit, ut omnium artium longe vilissima cen-
seatur." (Hipp., Lex, § 1.) Aunque se hayan compuesto muchas invectivas
contra los falsos médicos, ninguua iguala en propiedad, vehemencia y sal á
que trae aquí Hipó«yj£§#. Los compara á los farsantes que se presentan en
el teatro haciendo eTpapel de emperadores y reyes, cuando en la realidad
solo son unos miserables truhanes. Y así como son muchos los monarcas de
mojiganga y muy pocos los verdaderos, hay también, dice, muchos médi-
cos en la representación y muy pocos en la realidad. "Sic et medici fama
quidem, et nomine mnlti, re autem, et opere valde pauci."
(2) Es célebre, entre otros, el instituto de la universidad de Halle. Con-
curren en el anfiteatro todos los estudiantes de medicina presididos de un
facnltativo consumado. Allí se ministran gratuitamente los medicamentos
á todos los qne concurren por ellos, con tal que lleven descrita la eníerme-
dad para cuya curación se solicitan. El módico, lingo que la oye, manda á
los estudiantes uno por uno caractericen la enfermedad y receten el reme-
dio competente. Al que acierta se le celebra con palmadas y se reforma el
dictamen del que yerra. Si los síntomas de la enfermedad pareceu no estar
bien notados, se deputan dos estudiautes para que vean al paciente y for-
men la relación de sug dolencias.

- —210—
con su asistencia. ¡Y que ardor no infundirá su presencia, su
protección y su ejemplo! Vemos también congregados á los
venerables maestros á quienes debemos la instrucción. Ago-
biados de los años y las fatigas incesantes á favor de la huma-
nidad aflijida; extenuados por las vijilias continuas que les
ha costado nuestra educación médica, interrumpen, no obs-
tante, la única hora que se les permite de reposo por presen-
ciarse aquí á darnos lecciones de constancia y dedicación. ¡Oh!
ceda en honor de ellos la gloria que resultare de nuestros su-
dores. Corónense con las flores hermosas que regaron con los
suyos, esperando nosotros recojerlas en aquellos campos en
donde supiésemos á su imitación sembrarlas y cultivarlas. Por
otra parte, vosotros sois unos profesores cristianos á quienes
congregan aquí las luces del entendimiento y la rectitud del
corazón: la perfección de vuestra arte y el cumplimiento de
vuestros deberes. Objetos preciosos, que inundando al médico
clínico del placer inefable de no aparecer manchado con el
mas negro de los crímenes delante de los ojos del Dios vivo
(1), le proporcionan un renombre inmortal. Industria humana
nullis addicta hypothesibus, solis innixa óbservationíbus, artis
nostree pomeria in dies extendit, eorumque qui id perfecerint, no-
men ceternum cluet. ¿

PLAN PARA EL ARREGLÓ DE LAS CONFERENCIAS CLÍNICAS.

Se establecerán estas conferencias una vez á la sema-


1.
na en dia jueves dando principio á las cuatro de la tarde.
el
2. Los protesores de medicina alternarán con los de ciru-
jia, de suerte que en una semana expondrán los primeros un
punto de su facultad, y en la siguiente lo ejecutarán con la
suya los segundos. \

3. Las materias se distribuirán de modo que, cuando me-


nos, se ha de conceder un mes de tiempo á cada facultativo
para que ordene la suya.
4. Cada facultad al empezar y seguir un curso completo,
procederá sistemáticamente por clases, órdenes, géneros, es-
pecies v variedades.
5. Respecto de que el sistema nosolojico del Dr. Cullen
tiene bastante precisión y claridad, y sus obras son las mas
¿o —
"C'eKt un poiat capital da.ns la partie de la médecine qu'on
(];
u mine
clinique ou practique, et surtOut dans la uiédeeine íbraine, que chaq e iné-
deein doit toujoúrS consultor sestnleuts et sa couscience, et ue point pécher,
soit dans Res Cutes, soiiidatís ses décisions, par ignorárice, et encoré moins
par aalice. 1— n'y á guére de "ctrnríe plus atroce, ni d'action plus coupa-
ble que eelle-ci anx ylux <lu Dieu vivant" (Bielfeld, L'erudit, univers.,
ttrni. %, pág 44.)
—211—
comunes que tenemos de esta especie, se arreglará á él la cla-
sificación de enfermedades.
las
6. La exposición de la enfermedad debe dividirse en tres
partes: 1? historia de la enfermedad; 2* curación 3? obser-
vación.
7. La historia de la enfermedad debe exponerse del modo
siguiente: 1? El nombre de la enfermedad de que se vá á tra-
tar, apuntando las diversas apelaciones con que haya sido des-
crita por los autores, al menos los mas recomendables. 2? La
especie, género, orden y clase á que perteneciere _(§ 5). 3? La
definición de la enfermedad por sus signos característicos. 4?
El diagnóstico, esto es, la enumeración de los demás síntomas
que suelen acompañarla y que no entran en su definición. 5?
Descripción de la enfermedad según sus diferentes tiempos,
debiéndose seguir paso á paso desde que principia hasta su
mayor aumento, y de aquí hasta su terminación. 6? Las cau-
sas de la enfermedad remotas «), procatárticas fe), próximas c),
descubrimientos anatómios d). 7? Teoria de las causas, de-
mostrando por un raciocinio sólido el modo como han influido
ellas para enjendrar la enterra dad, y de que manera produ-
cen todas las variedades y síntomas que la acompañan. ISTo se
señala sistema alguno fisiológico que deba adaptarse. Oada
lino seguirá el que le parsiere mas conforme á las afecciones
que conocemos de la econmia animal, y á la. observación, que
debe ser la base de todo discurso médico [1]. 8? El pronósti-
co de la enfermedad y la razón de él.
8 La segunda parte de la exposición en las conferencias
clínicas debe emplearse en tratar déla curación déla enferme-
dad, la que se propondrá en los términos siguientes: 1? Se
notarán las indicaciones curatorias que ofrece la enfermedad
en cada uno de sus tiempos. 2? Se propondrán los remedios
con que deben satisfacerso, y el orden con que se han de mi-
nistrar. 3? Se dirá el modo como deben combinarse estos au-
xilios, la razón de su combinación y sus dosis respectivas, pre-
sentando unas fórmulas simples libres de toda agregación
inútil. 4? Se advertirán las cautelas que deben observarse
respecto al enfermo, á las cosas que lo rodean y á los efectos
del medicamento administrado.
9 Porque no es posible el que se dé razón menuda de ca-
da uno de los remedios que se propusiesen, se elejirá en el
reino animal, vejetal ó mineral el simple que pareciere mas
digno de notarse, ó por su virtud respectiva á la enfermedad

(1) Psastat in morborum causis indagandis progredi quousque perfldelia


obsérvate, et cognitam hacierais corporis humará fabricara licet, ©t in re-
liquiB ignorantiara fateri, quam fictig hypothesibus, quantumlibet, etiam
vageniotis, ludere. (Van.-Swietten., ad Aphor. 755.)
—2Í2— .
v

de que se trata, ó por cualquiera otra circunstancia, y sé his-


toriará bajo el orden siguiente: 1? Su nombre y los diversos
que pueda tener en médicos y naturalistas; 2? su
los autores
especie, su genero, orden y clase en el sistema de Lineo: 3? sus
caracteres distintivos, señalándolos sobre el mismo remedio
que se deberá tener presente; 4? las variedades qne de el se
encuentran; 5? los lugares en donde se halla; 6? sus cualida-
des; 7? los principios de que consta; 8? las preparaciones quí-
mico-farmacéuticas qnc recibe para servir en la medicina; 9?
los usos que en esta tiene, usos generales «), usos especiales
Z>). 10. La dosis en que debe administrarse según los tempera-

mentos a), las edades bj; 11 la teoría de su operación en el


cuerpo humano; 12 las cautelas que pide su uso, y como de-
ben correjirse sus efectos si resultan violentos, ó aumentarse
cuando son débiles; 13 las varias composiciones oficinales en
que entrase este simple; 14 que otro medicamento puede repo-
nerse, en especial de los del pais, faltando él; 15 el juicio que
deba hacerse del uso que hubiesen hecho de él los médicos ó
los farmacéuticos.
10 El remedio que se historiase en una conferencia, no
volverá á historiarse en otra, aunque sea un específico en la
enfermedad de que se habla; se elejirá otro, á fin de que al
mismo tiempo que se van recorriendo las enfermedades, se re-
corra igualmente la materia médica.
11 Cuando la couferencia sea de cirujia, la operación que
en ella se propusiere para la curación, deberá practicarla en el
cadáver el profesor que la sostuviere. Esta se ejecutará al dia
siguiente viernes, en que se hacen las disecciones anatómicas
por la mañana. Y si ocurriese algún embarazo, se practicará
en el martes inmediato, que está igualmente destinado á las
funciones anatómicas. Aplicará igualmente el vendaje res-
pectivo.
12 Latercera parte de la conferencia clínica comprende
la observación. Observación de parte del que diserta; obser-
vación por parte de los facultativos que le oyen. El que diser-
ta terminará la historia de la enfermedad que expusiere, con-
firmándola con observaciones propias ó sacadas de los colecto-
res de ellas. Los que oyen, según el órdeu de su antigüedad, ob-
servarán los defectos y equivocaciones que hubiesen notado en
la exposición, oponiendo argumentos precisos sacados de la
experiencia ó de un justo raciocinio. El disertante deberá con-
testar con claridad y brevedad á ellos. Para que en esta parte
se obvien todos los estravios y sutilezas metafísicas, se ad-
vierte que luego que se proponga, alguna objeción de este gé-
nero, se dejará sin respuesta y se pasará á otro la facultad de
hablar.
—213—
13 A ñu de sacar de estas conferencias clínicas toda la uti-
lidad posible en favor de los profesores que concurren á ellas
y del público, se establecerán algunas concurrencias extraor-
dinarias, destinadas á contestar á las consultas que quisie-
ren hacerse.
14 Si el consultante fuere alguno de los facultativos que
concurren al Anfiteatro y desease ser socorrido con las luces
dé sus compañeros sobre alguna enfermedad que se halle ac-
tualmente tratando, deberá proponerla, de palabra ó por es-
crito, observando método, verdad y sencillez en sus relacio-
nes. Cada uno de los asistentes, empezando por el mas mo-
derno, deberá darle su porecer, lundandolo. Si el caso necesi-
ta meditación, se reservará la respuesta para otro dia que se
señalará según lo exijiese la urjencia de él. En el entretanto
deberá cada uno meditar y estudiar el punto para dar dictá-
menes seguros.
15 Si alguno del público quiere igualmente que se le oiga
sobre sus males, se ejecutará lo que se refiere en el 14, y se-
<$>

gún el mayor número de votos se le contestará de palabra ó


por escrito. Cuando el paciente no pueda presenciarse, ni ten-
ga por su indijeucia facultativo que dé razón de él, se depura-
rá uno de los del Anfiteatro para que lo visite, ordene y ex-
ponga sn enfermedad, y siga asistiéndolo graciosamente si
fuere preciso.

TOM. VI, feSll LlTERATUíU —50


DISCUESO
Sobre el panteón que está construyendo en el convento
grande de San Francisco de esta capital, el R P,
Guardian Fray Antonio Díaz. Por el Dr- D Hipólito
Unanue catedrático de Anatomía-

Viva la providencia saludable,


Que á Dios dá culto, yá los hombres vida;
Huya la corrupción abominable
De su Sagrada Casa exclarecida:
Kespírese en el Templo el agradable
Aromático olor que á orar convida,
Triunfen^ya los Inciensos primitivos;
Y no maten los muertos á los vivos.
D. Gregorio Salas.

Los hombres en todos los siglos han deseado, que sus cuer-
pos fuesen tratados con respeto, después de su muerte. El sen-
timiento de la resurrección parece innato al Genero humano,
y que en virtud de sus dulces esperanzas, se ha procurado el
reposo y la seguridad para las cenizas que se rebullirán un
dia-al soplo- del Omnipotente, para formar de nuevo el edificio
n^man- &¥$€£! iVeseas cubrirán otra yez Jog liuesos $ri ?
-

ít fe Ipl l|
—216—
al repasar la Historia, y cotejarla con las ruinas de los pue-
blos antiguos de uno y otro emisferio, se vé, que la universal
y constante costumbre, fué hacerlos en los campos. El decoro
de los templos, en que se creia morar la Divinidad, y la salud
de los pueblos, i\o permitieron abrirlos en su recinto.
Cuando la luz delEvangelio esclareció las tinieblas que
cubrían la adoptaron los primeros cristianos estos mis-
tierra,
mos usos. Sus templos, como consagrados al verdadero Dios,
eran mirados con tal respeto, que por una señal de la estima-
ción, debida al gran Constantino y sus servicios importante»
á la religión, se le concedió una sepultura en el vestíbulo, ó
atrio de la Basílica de los doce Apóstoles, que él mismo habia
edificado. Hasta este tiempo acaecido á mediados del siglo
cuarto, solo los cuerpos de los mártires, estos gloriosos defen-
sores de la religión, podían ocupar el pavimento de las igle-
sias; porque sus preciosas virtudes, el olor de santidad, y la
sangre generosamente derramada por la religión, los hacia
dignos de servir de base al altar augusto, en que se inmola el
mismo Salvador.
Algunas pretensiones piadosas de personas respetables em-
pezaron á debilitar el rigor de la disciplina eclesiástica. Mira-
ron como un bien singular, estar sepultados en el mismo ter-
reno, en que dormían los mártires. Siguióse á la piedad el es-
plendor de los títulos: imitáronlo las riquezas; y en conse-
cuencia el vulgo mas ínfimo no quiso ser inferior en esta pre-
rogatiba. Ab Episcopis ergo coeptum, tum ad elencos, tándem ad
laicos ventum est,juxta rerum humanarum consuctudinem, qua
ex uno multa consequuntur. Sic enim natura Jiominum compara-
ta est, utad exemplum moveamur: etquidquid honoris, et utilita-
tis in altero noverimus, quisque appetat, et haoére contendat (1).
De este modo los templos mas suntuosos, las mas bellas
ciudades han quedado reducidos á unos inmundos cemente-
rios, mezclándose en aquellos el hedor de la podre con los in-
ciensos que se ofrecen al Soberano Dios de los Cielos, y fo-
mentando en estas las enfermedades, sus contagios: y las
muertes, tristes consecuencias de la vanidad y preocupación.
Sease que en estos últimos tiempos se hayan visto mejor es-
tas cosas, que en la edad media del cristianismo; ó que los re-
petidos males y públicas calamidades, que han resultado de
los entierros entre las poblaciones, hayan abierto los ojos; lo
cierto es, que de la mitad del siglo anterior para acá, casi to-
dos los gobiernos de Europa y prelados muy respetables han

(1) 'Fray José Alegrancia De sepulcris chiistianis in aidibus sacris. Ci-


'

tado (pág. 48) por el Informe de la lleal Academia de la Historia, sobre la


Disciplina Eclesiástica antigua y moderna, relativa al lugar de las sepultu-
ras, Obra completa.
—217—
manifestado un grande empeño en la erección de campos san-
tos fuera de Poblado. Con este designio se han expedido ór-
denes y Pastorales, llenas de humanidad y sabiduría: y los
literatos las han secundado con una multitud de discursos, en-
tre los cuales hay muchos dignos de eterna memoria. Se ha he-
cho ver con los monumentos mas preciosos, que la práctica de
enterrar los muertos en las iglesias, es contraria á la discipli-
na de los primeros siglos, reclamada incesantemente por los
primeros personajes en los siguientes. Se ha manifestado
igualmente dañosísima á la salud de los pueblos, comprobán-
dolo con reflexiones sólidas, y una multitud de funestos ejem-
plares. Estos esfuerzos combinados de la religión y la políti-
ca, han tenido los mas favorables efectos. En Alemania, Ita-
lia, Francia, España se ha adoptado generalmente el uso de
cementerios fuera de poblado, viéndose entre ellos algunos
muy suntuosos, dignos de la magnificencia de los príncipes,
que han sido los primeros en dar en sus capitales el ejemplo á
los gobiernos de los Departamentos y ciudades subalternas.
Tiene Lima la gloria, de que un hijo suyo fuese quizá el pri-
mero que los erigió en España, estableciéndolos en las céle-
bres poblaciones de Sierra Morena. Las ideas de este grande
hombre sobre este punto interesante, están desenvueltas en su
obra inmortal del Evangelio en Triunfo, con aquella dulce elo-
cuencia, que lleva dichosamente encantado el espíritu en me-
dio de las tristes imágenes, y de los funestos cipreses que ro-
dean los túmulos.
Queriendo la Sociedad de amantes de Lima, que esta capi-
tal siguiese el ejemplo de las de España, encargó á una de sus
mejores plumas (1) la composición de los Mercurios 13, 14, 15
del tom. 1? en que con un pincel filosófico se ven retratadas
las costumbres de las naciones sobre funerales, y las razones
legales y tísicas, que prohiben su entierro en los templos. Pe-
ro ni este ni otros medios adoptados por el gobierno, han sido
suficientes para mover á un pueblo habitador de un clima
suave.

JEmollit ánimos ciernen tía Go?U.

Estaba reservado al zeloso prelado E. P. Fr. Antonio Diaz,


dar el primer paso, y acaso "el mas necesario. La devoción de
los fieles al Patriarca San Francisco hace, que el concurso de
cadáveres en la iglesia del convento grande sea muy crecido.
El pavimento, incluso el Presbiterio, está lleno de bóvedas y

(1) "La de D. José Rosi. y Rabí Caballero de la Real y Distiu¿uida Or-


den de Carlos III."
—218—
sepulturas, que no bien cuando vuelven á abrirse,
se cierran,
para echar los cuerpos recien muertos sobre otros medio-po-
dridos. El templo, por este motivo, tenia muy mal olor. Así,
luego que entró en la prelacia, que dignamente ocupa, pensó
en íinipiar la iglesia, formando un osario fuera de ella. Pero
su razón esclarecida, y su corazón religioso quedaron conster-
nados, cuando vio que el altar, en que está colocada S. M. Sa-
cramentada, apoyaba sobre un pavimento que cabria mal cer-
ca de cuatrocientos cadáveres, en que hérbian el hedor y la in-
mundicia. .Desde este momento pensó edificar un panteón, en
que con mas aseo se depositasen los cadáveres, y el templo
santo quedase libre de estas pestilentes impurezas.
La planta del convento proporciona un sitio adecuado, sien-
do de mucha extensión, y colocado al extremo del norte de la
capital casi sobre la vega del rio. Los vientos sures, que son
aquí los constantes, arrojarán fuera de ella los efluvios que se
levantasen del panteón, y quedará menos expuesta la salud de
los moradores. Con este fin importante, én la punta del con-
vento, que mira á Norte y Oriente, se ha elejido un sitio, cuya
figura, dimensiones, y distribuciones se ven en la lámina que
acompaña este discurso.
Según ella, el piso forma un cuadrilongo con 49 varas de
longitud de Oriente á Poniente, y 30 varas de latitud de Nor-
te á Sur por un lado, y 23 por el otro. En medio del muro
que mira al Sur, está un pórtico que sirve de entrada: y por
una galería que divide en dos partes él panteón, Conduce al
fondo de él, donde se edificará una capilla, cuyas decoracio-
nes sencillas y sombrías inspiren la compostura y meditación,
que piden estos alcázares de la muerte. Los dos cuadros que
quedan á uno y otro lado de la galería, tienen el piso sobre
unos osarios profundos, que se vienen cerrando de manera,
que el centro de la bóveda lo concluye una pirámide, sobre cu-
ya eminencia se colocará una cruz, y por. un lado tendrá una
puerta cerrada, y que solo deba abrirse, cuando sea necesario
descargar en él los huesos de los sarcófagos ó sepulturas. For-
mando un cuadro al rededor de la pirámide, están los sepul-
cros en forma de nichos, tendidos unos sobre otros, de cal y
ladrillo: su entrada en forma de arco, y por este método com-
ponen dos órdenes. Al extremo de ellas debe correr una ba-
laustreria, ó pasamano, y entre esta y los muros del panteón,
dejando un espacio suficiente para el tránsito, solevantan
cinco órdenes de sepulcros.
J¿qs que están apoyados á la derecha de la capilla, en la pa-
Sftíl nua mira a! iiQi# estén ílesfcbv-yV^ pr^a los
t
ff*$8
Oriente, Bou asignados á la t> Orden Tercera y demás hei*
üides de la iglesia. Y á iiii de evitar que los sepulturero**
confundan el orden de las respectivas separaciones, se asegu-
rará cada una con sus puertas, sobre cuya coronación se, pqri-
drá una inscripción demostrativa de las partes á quienes per-
tenecen.
En los que cierran este cuadro en la cortina del sur, se colo-
carán con igual seguridad y método los cuerpos de las fami-
lias distinguidas, que han trasladado al panteón el derecho
que tienen, á determinadas bóvedas de la iglesia y presbi-
terio.
A la izquierda de la capilla, se depositarán en la primera se-
paración los cuerpos de los señores sacerdotes seculares: en la
segunda, los de padres y madres de los religiosos de la orden;
y en la tercera, los de los!'señores benefactores del convento y
provincia. Los restantes niclios de esta cortina, de las otras
dos que miran al Poniente y Sur, y los inferiores del pavimen-
to de los dos cuadros, que enteran el número de setecientos,
servirán para el pueblo en general*
En las esquinas del edificio se formarán nichos para párvu-
los, que terminen en una pequeña cúpula, donde se pondrá un
signo alusivo. Cortadas así las esquinas, el interior del pan-
teón, presentará una figura agradable, rodeada por todas par-
tes de sepulcros, en que reposen las cenizas de los fieles, cuyas
virtudes divinizadas por el Salvador, merecen con mas justi-
cia se aplique el nombre de panteón á los sitios, en que espe-
ran el dia dichoso de la resurrección, que á los de los frivolos
bustos de los dioses gentílicos.
La ligera descripción que hemos hecho de esta obra mani-
fiesta su suntuosidad, y los costos que deben impenderse en
su fábrica: un religioso franciscano, pobre por instituto, no
tiene desde luego medios para subvenir á ellos: y pertenece á
una capital ilustrada y generosa proporcionárselos con aque-
lla liberalidad que acostumbra. Ya algunos ciudadanos han
empezado á manifestar su magnificencia y luces, y se espera
lo ejecuten los. que conocen cuanto importa poner á la vista
un ejemplo, que seguido en esta capital, queden restablecidos
á su debido estado el decoro en los templos, la decencia en los
funerales, y memoria de los muertos; y libartada la salud pú-
blica de las causas principales quo la arruinan.
En efecto: en ios siglos de la santidad de los cristianos, co-
ma se lleve dicho, pareció tan incompatible la magostad del
templo con la j)resencia de los cadáveres en él, que San Efren
exclamaba: Si alguno se atreviese con falsas razones á enterrar-
me debajo del Altar, que jamás consiga este ver el altar celestial.
No es decente r¿ue un gusano lleno de podre esté en el templo y
—220—
Santuario', pero ni en otra alguna parte de la iglesia permitáis
que se me dé sepultura. Este padre hablaba penetrado del res-
peto que se debe á la Magestad augusta que habita en los
templos católicos. El edificado por Salomón y Zorobabel, so-
lo contenía las sombras y símbolos religiosos de los misterios
que se celebran en aquellos, y con todo, la nación judia ente-
ra hubiera reputado por un sacrilego incapaz casi de expia-
ción, que el templo se hubiese contaminado con la presencia
de un solo cadáver. Si Dios se ha humanado para habitar real
y verdaderamente en nuestros tabernáculos, ¿por qué no tra-
tamos á S. M. con el debido respeto? ¿El Eey de la Gloria es-
tá bien entre lo mas inmundo que tiene la tierra? Y el que
por excelencia es Dios de los vivos, y no de los muertos, ¿ha-
bita dignamente entre los despojos asquerosos de estos? No
hay mortal un poco decente sobre la tierra, que súfrale entier-
ren un cuerpo muerto en sus viviendas: ¿y se ha de permitir
que el Dios de los mortales esté rodeado de ellos? Nuestros
templos materiales representan.el templo de la eternidad, en
que todo lo que se respira es fragante y agradable: son la ca-
sa de oración en que las exhalaciones de un corazón abrasado
en el divino fuego, deben mezclarse á los inciensos puros de
nuestras oblaciones materiales, que recreando al Divino Ser lo
hagan indulgente, y compasivo. Odoratus est Dominus odorem
suavitatis, et ait: Nequáquam maledicam terree propter homines.
Genes, cap. 8. v. 21.
Aunque la pompa funeral, el grande acompañamiento en
los entierros y exequias, la magnificencia en los túmulos ó
mausoleos sirvan para el consuelo de los vivos, mas no para
el alivio de los finados, según se explica el P. San Agustín,
(1) no queremos, por las reflexiones que hemos hecho, privar
á los hombres de este lenitivo de su dolor, y mucho menos
despojar á los muertos de sus sufragios. Uno y otro se verifi-
ca inhumando los cadáveres en los cementerios; y aun quedan
sus cenizas mejor soterradas, y su memoria mas fresca en el
panteón de San Francisco.
Las exequias deben celebrarse en la iglesia con toda la so-
lemnidad y acompañamiento de sufrajios, que corresponda á
la clase que ocupó el muerto entre los vivos. Concluidas estas,
en lugar de sepultar su cadáver en una tierra húmeda que
presto lo convierta en un enjambre de podre y gusano, que no
bien hayan consumido sus carnes, cuando vuelva á ser exhu-
mado para ser revuelto con otro nuevo cadáver: en lugar, di-
go, de esta sepultura incómoda al templo, á los vivos, y los
muertos, se conducirá al panteón, y depositará en una urna de

1) "Informe de la Real Academia ele la Historia. Pág. 29.


—201—
ladrillo,cuya boca será exactamente cerrada, y tal vez grava-
da en ella una inscripción, si lo mereciere el difunto. Ocupan-
do su cuerpo este lugar decente en una tierra bendita, su al-
ma participará de todos los sufragios de la Santa iglesia, que
solo son fructuosos á los que murieron en la gracia del Señor.
Tampoco dejará de celebrarse el sacrificio Sacro-Santo del
altar sobre las cenizas inanimadas. Con este fin se vá a edifi-
car la capilla del panteón, é impetrarse de la Santa Sede
Apostólica todas las gracias que conduzcan al alivio de las al-
mas, cuyos cuerpos en él descansan.
Y si los muertos están destinados para el bien de los vivos,
en cuanto su memoria nos recuerda sus virtudes para imitar-
los, y su fin para prevenir el nuestroj ¿á donde podrán ofrecer-
se mas vivas estas impresiones que un panteón? ífo hay ob-
jeto que distraiga la visita: nada que separe la imaginación.
Acia cualquiera parte que te vuelvas, encontrarás un sepul-
cro en que tu mismo pusiste á tus mas caros parientes y ami-
gos. O vosotros, que separados del bullicio y tumulto, buscáis
un asile quieto en la casa de ejercicios (1) para asegurar vues-
tra salud eterna! dad un paso mas adelante, y os hallareis en
las mansiones de la muerte. En una noche tenebrosa, en que
la luz pálida de las estrellas viste de un aspecto melancólico
los sepulcros y los tristes álamos que á trechos los rodean:
en medio del silencio que no interrumpe viviente alguno, ¡qué
ideas nacerán en una alma contrita rodeada de los muertos!
Ordenes diferentes de sepulcros circulan estos sitios sombrios.
El pueblo está siempre en los humildes, y el poderoso en los
altos lugares. ¡O Dios, y si en la eternidad tendrán los mis-
mos destinos! Caro amigo, ya pasaste del tiempo: aquí veo to-
da tu grandeza reducida á un palmo de terreno, y yó me acer-
co á paso largo acia tí. El hombre es nada: solo Dios tiene
ser. Piadoso Señor, mira propicio sobre este cúmulo de huesos
que me rodean por todos lados. Cuando á vuestra voz omni-
potente se estremezcan estos muros, abran sus fauces estas se-
pulturas, salgan de nuevo animadas las cenizas yertas, sean
vestidas con el esplendor de tu gloria. Bendecid entretanto las
almas de los que aquí yacen. Les impetramos de Vos la paz:
de Yos que sois el único que podéis endulzar la amarga me-
moria y presencia déla muerte. Annos (eternos in mente habui.
Entre tanto que en estos panteones y cementerios solitarios
nos dan los muertos unas lecciones tan penetrantes, y nos ex-
citan á clamar por ellos: entre tanto que reposando decente-
mente sus cenizas, no alteran el decoro de nuestras augustas
(1) "La casa de ejercicios está inmediata al panteón.

TOM. VI, LlTJBRATUBA —31


—202—
Basílicas, ni carecen sus almas de los sufragios que en ellas se
celebran, la sociedad recibe beneficios incalculables á favor de
la salud de sus individuos. La historia de la medicina ofrece
tristes y repetidos ejemplos de los daños ocasionados á los vi-
vos por los cadáveres sepultados en las iglesias. No solo se
han visto caer repentinamente muertos los sepultureros, al
abrirse las bóvedas y sepulturas, sino también otras personas
que estaban inmediatas. De las iglesias, como de una sentina
de pestilencia, se han propagado enfermedades mortales que
han asolado barrios-,- ciudades, y aun provincias. Los primeros
impulsos que tuvo el piadoso corazón del señor Carlos III pa-
ra ordenar el establecimiento de cementerios fuera de pobla-
do, fueron debidos a los clamores y triste situación de varios
pueblos por la causa expuesta. En la villa de Pasages fué pre-
ciso cerrar y destechar la iglesia parroquial, para cortar la
epidemia, que fomentaba el hedor intolerable que de ella salia.
En los pueblos de Yevenes de San Juan fué necesario mandar
á los tercianarios no asistiesen á misa para evitar las recaidas.
Como nosotros no reflexinamos sobre este punto, no atende-
mos al daño que recibimos de la impureza de nuestras iglesias.
Pero lo cierto es, que Lima por razón de su clima cálido, y hú-
medo, y método de sus entierros, es la mas expuesta á que la
dañen los cadáveres. Toda la infección de estos proviene, de
que los vapores pestilentes, que se levantan de ellos, alteran y
corrompen el aire que respiramos. Pues nada acelera y au-
menta tanto estos vapores, como el calor unido á la humedad:
estos son principales agentes de la corrupción y disolución de
los cuerpos. Por otra parte, nuestras sepulturas son someras,
y mal cerradas nuestras bóvedas. Así pasan con libertad los
productos de la corrupción, y queda infestado el aire de nues-
tros templos. Las puertas principales de estos caen al Oeste,
de donde no tenemos vientos. El Sur que es constante, y sopla
solo á ciertas horas y por lo general con blandura, pasa por las
ventanas de la techumbre, ó atraviesa de una á otra de las
puertas estrechas de los costados. De este modo queda sin
renovarse todo lo interior del templo. El canto, el órgano los
inciensos, y aun las flagelaciones pueden en algún modo sa-
cudirlo, y hacerlo menos nocivo. Pero|cuando aprietan los ca-
lores y calmas del estío, cuando se aumenta una epidemia, son
aquellos medios febles é ineficaces.
En estas circunstansias si los soterrados han muerto de en-
fermedad contagiosa, como la viruela, el sarampión, la disen-
teria, contagian á ios concurrentes inficionando el aire que
respiran. Y debe advertirse, que el contagio introducido por
la boca, hace estragos incomparablemente mayores, que los
que resultan del que se introduce por la cutis, aplicándose el
—203—
cuerpo sano al enfermo. En esto consiste la gran diferencia
en los efectos de la viruela natural, y artificial. ¿Y quién duda
ilustrado por la experiencia, y la razón, que la tenacidad y per-
manencia de muchas de nuestras epidemias no venga de la
fuente perenne de contagio que ofrecen las iglesias, en que se
entierran los apestados!
Pero cuando no sean de esta calidad los vapores, que infi-
cionan nuestros templos, los meros productos de la putrefac-
ción aninal son bastantes para disponernos á la enferdad y la
muerte. Observé en mis primeros años, que con los fuertes ca-
lores de un estio se cubrió de pejes la costa de Arica: ocur-
rieron muchos pájaros; pero empezando la putrefacción, se
alteró de manera el aire, que muchos de los que entraban vo-
lando en el centro de la mofeta, cain muertos. Los vecinos pa-
decían tercianas de muy mala calidad.
sí un principio de vida: un principio que fo-
El aire tiene en
menta uuestro calor natural, anima la sangre, y vigoriza los
nervios, proporcionadoles un fluido peculiar. De|allí el hacha de
Prometeo dando vida al barro, la llama de la vida, y otras
figuras con que se explican los poetas: aura etheréa, el calor
innato, los espíritus animales de los médicos, y físicos. Los
químicos del dia le. dan el nombre de aire vital, para distin-
guirlo del resto de la masa de aire atmosférico, que privada
de aquel, es improporcionada á la respiración animal.
Pues esta porción preciosa se hace ineficaz por los vapores
de los cuerpos podridos, que infectan el ambiente. Así, al res-
pirarlo, el calor y las fuerzas animales se debilitan. De aquí
los desmayos en las personas débiles que asisten á nuestros
templos, los dolores de cabeza y nauseas: porque conforme á
las leyes de nuestros cuerpos, á la debilidad se sigue el dolor
y la inversión de las funciones. De aquí la recaída de los ter-
cianientos y el contajio en otros; pues nada nos dispone tanto
a enfermar, como él abatimiento y falta de enerjia en los
nervios.
Las personas devotas están mas expuestas á las malas im-
presiones del aire corrompido de las iglesias; porque á propor-
ción que se aumentan los ejercicios del espíritu, se amortiguan
los esfuerzos materiales del cerebro. Estánlo igualmente los
que ofician en medio de muchas hachas; porque como la luz de
las lámparas se nutren del mismo aire puro que el hombre,
consumiendo aquellas el poco que queda en un ambiente cor-
rompido, se forma una mofeta dañosa á la respiración de es-
te. Finalmente las observaciones del ilustre Barón de Hum-
holdt manifiestan, que el aire ád Lima es uno de los menos sa-
nos de la Zona ardiente; y no por<otra razón, según opina este
—204—
gran sino por la multitud de exhalaciones y vapores po
físico,
dridos que se levantan de la ciudad, y la inficionan.
Cuando todas estas razones no sean suficientes, para empe-
ñarnos en trasportar los cadáveres fuera de las iglesias y hos-
pitales á cementerios formados en el campo, es preciso espe-
rar, á que la mano lenta del tiempo vaya borrando las impre-
siones de una costumbre vieja. Entre tanto los ciudadanos
mas ilustrados y amantes de la humanidad deben ser los pri-
meros en dar el ejemplo al pueblo, auxiliando por todos los
medios que puedan los loables conatos del E. P. guardián de
San Francisco. Este, siu embargo de sus deseos, deja á salvo
la opinión, de los que quieran conservar sus sepulturas y bó-
vedas en la iglesia. Anadie se perturbará. El panteón es úni-
camente para los que gusten pasen sus huesos á él, y conmu-
tar los sitios, como ya lo han ejecutado algunos personajes (I).
¡Dichosa la época en que se siga por todos su ejemplo! (2)
Restaurado el decoro á nuestros templos magníficos, y propor-
cionado un asilo mas aseado á los muertos, respiraremos los
vivos un aire mas grato y saludable.

(1) Han dado un noble ejemplo, conmutando las bóvedas á que tenían de-
recho en la iglesia en unos sepulcros señalados en el panteón, los señores
marqueses de Santa María, D Fernando Carrillo: D. José Feliz y D. Ti-
.

butcio Mendoza: D. Antonio Toledo, y las mismas diligencias se están cor-


riendo respecto á la Archicofradia de la Purísima, de la Soledad, y herman-
dades de Aranzazu y Candelaria: cuyos señores mayordomos están prontos
á la traslación: y solo se espera realizar el convenio en junta capital.
(2) "Don Domingo Láspiur, hermano diputado del real hospital de San
Andrés, con un zelo verdaderamente loable promueve la construcción de
un Campo Santo general para el servicio de los hospitales. Los señores
mayordomos han convenido: y solo parece esperan desahogarse de los em-
peños que originó la guerra, para dar principio á esta obra en un sitio nray
adecuado.
PRELUSIÓN
Que al examen de Geografía hizo el Dr- D Hipólito
Unanue catedrático de Anatomia.
Señor:

Las alabanzas justamente merecidas forman la vida del


hombre racional, y son la mejor recompensa de su mérito, to-
das las otras cosas que le rodean y suelen engrandecerlo, pe-
recen con él, reducidas al polvo de que fué formado. Pero los
aplausos debidos á sus virtudes atraviezan ilesos los tiempos
para reposar tranquilos en el plácido seno de la inmortalidad.
¡Dichoso el hombre que llena sus deberes! Un dia terminará
su existencia física sobre la tierra; pero permanecerá su nom-
bre rodeado de la fama.
Entre estos seres recomendables que produce la naturaleza
humana para su gloria y ornamento, debe colocarse el señor
D. José Gorbea t Badillo, caballero de la real y distingui-
da Orden de Carlos III, fiscal en esta real cancillería, y hoy
en el Consejo Supremo de las Indias.
Destinado á examinar la parte geográfica en este ejercicio
literario que se le consagra dignamente, debería yó formar el
elogio de sus cualidades personales, su clara ascendencia, su
brillante carrera en las letras, sus varios empleos en la magis-
tratura, y de la iustificacion é integridad con que ha desem-
peñado sus deberes.
Pero estos han sido repetidas veces en estas aulas el asun-
to de nuestros mejores oradores. Ahora mismo acaba U. S. de
oírlos retratados con todas las gracias, y delicadeza con que
—206—
acostumbra explicarse el amable panegirista que me ha prece-
dido. Por otra parte, ¿para qué apurar los recursos del arte
de decir bien á favor de un hombre que posee el corazón de
los peruanos? Suelen los largos discursos estar destinados á
encubrir la pequenez, y miseria de los mortales; pero el cora-
zón jamás fué traidor á la verdad.
¡Feliz majistrado! Comprometido largo tiempo entre los in-
tereses del Pisco, y los del pueblo: llevando el timón de la jus-
ticia entre las diversas clases de la rica Lima, del opulento
Perú, en donde á la manera de las ondas de un mar alterado,
se chocan al disputar sus derechos, sus propiedades y sus pa-
siones; ha sabido conducirse con tan raro acierto, que al sepa-
rarse de sus orillas, lloró la tierra que dejaba, y fué llorado por
todos sus habitantes.
Si colonias del Asia y América, paises lejanos al trono: os
habéis snspendido al oirme, lloró la tierra que dejaba, y fué llo-
rado por todos sus habitantes. La tierra como el cielo tiene sus
fenómenos luminosos, que cuando aparecen, llenan de clari-
dad las regiones mas oscuras, y deja su luz benigna una dulce
impresión en los ánimos humanos. ¡Que grata, que tierna es-
cena presentó en nuestras playas el dia en que nos volvia las
espaldas este honrado y sincero hombre, rodeado de su virtuo-
sa esposa, de sus tiernos é inocentes hijos. Un sordo murmu-
llo se levantó en el inmenso pueblo que le seguia, hasta ser
detenido por las aguas. Los unos exhortaban á los mares, y
los vientos lo volviesen venturosamente á sus antiguos hoga-
res: los otros pedian al cielo conservare á este justo, y queri-
do majistrado.
J&eddas incolumen, precor
et serves animae dimidium meae. (1)

Eeposen pues el nombre, la memoria, las virtudes del señor


D. José en el pecho de los peruanos. Siéntese en un lugar que
no han merecido muchos, y disfruten de estos monumentos
vivos, que trasmitiéndose de padres en hijos, aumentan la glo-
ria del hombre justificado en el tiempo que carcome y aniqui-
la á los inútiles, y malévolos. %

Y tú, bello niño, que te acojes á sus auspicios, estudia bien


las lecciones que te dá tu Mecenas para conducirte en la car-
rera de la vida. Y si quieres percibir á un golpe de vista,
cuanta es la dignidad de la materia que le consagras y expo-
nes á mi examen, sigúeme.
La tierra está cubierta de contrastes. Como este móvil glo-
bo se aniquila y renace diariamente, ya desapareciendo á

(1) Horat.
—207—
nuestra \>ista envuelto en el caos de la noche, yá restaurando
con la aurora la pompa augusta de la creación; así sus diversas
partes arrecen mil escenas variadas, y aun opuestas. Apenas
se fija la vista sobre algún punto del planeta que habitamos,
cuando es necesario poner en ejercicio las tuerzas enteras del
entendimiento, y todas las emociones del corazón.
La vista de los campos de Senaar nos recuerda los momen-
tos dichosos, en que á la voz fecunda del Omnipotente recibía
ser la nada, y se desenvolvía este magnifico universo. Aquí
viendo por la primera vez el hombre á su esposa, le decia:
" cara compañera la sola destinada á partir conmigo las
,

" delicias de la naturaleza, de quien eres el tesoro mas precio-


" so: sin duda el autor que nos ha dado la vida, que ha criado
" para nosotros este vasto mundo, es tan infinito en su bon-
" dad como lo es en su poder." (1)
En la cuna del género humano se levanta el grande impe-
rio de los Caldeos. Oyro se sienta sobre sus ruinas. Alejandro
triunfa de la descendencia de este, y entra victorioso en Ba-
bilonia.
Los picos del Sin ai, y el Oreb me oprimen con un espanto
religioso, pues

El Señor manda al Cielo que se baje,


Porque quiere venir hasta la tierra:
Se baja el Cielo, y el Señor desciende
Con una nube oscura á sus pies puesta.
Montado viene sobre Querubines,
Que con las llamas de su amor le cercan,
Y cánticos le cantan; pero luego
Sobre las alas de los vientos vuela.

El aspecto del Monte Sion retrata en mi fantasía las virtu-


des de Melchi sedee, los triunfos de David, las glorias de Sa-
lomón; y apenas me van conduciendo á un silencio respetuo-
so, á un éxtasis celestial los misterios obrados en él por el Sal-
vador divino, cuando suena á mis espaldas el clarín marcial.
Sonlas tropas del inmortal Godofredo, que al descubrir con
losprimeros albores de la mañana las altas almenas de la cu-
na de la relijion cristiana entonau cánticos de alegría.

(lj Milt. lib. 4.


• (2) Olavide.
.

—208—
Eceo aparir Gerusalem si vede:
JEcco additar Gerusalem si seorge:
Meco da mille voci unitamente
Gerusalemme salutar si sent. (1)

¿No ves en aquella parte del Asia la pompa fúnebre de Pa-


troclo, los excesos del iracundo Aquiles, los ultrajes de Héc-
tor, las ruinas de Troya, funestas consecuencias del amor im-
puro de Páris, y Helena?

Ilion, Ilion

Fatalis incestusque judex,


et mulier peregrina vertit ! (2)

Pero ¿qué hombre extraordinario aparece al volver los ojos


sobre las naciones conquistadoras de Troya, corriendo la Aca-
ya, la Thesalia, la Beocia; imprimiendo con su voz sonora el
ardor, el entusiasmo, la sed de los combates á estos pueblos
intimidados con las armas de Pilipo? Nada resiste á la impe-
riosa voz de la elocuencia. Cherone vá á manifestar su gran
poder en el corazón del hombre. Pero teniendo los guerreros
la voz de Demóstenes que los animase, les faltó el brazo de
Phocion que los dirijiese, y por la rivalidad entre el hombre
mas virtuoso, y el mas fecundo de Grecia perdió la elocuencia
sus frutos; Atenas su libertad y sus glorias.
El nombre de Zama en el África llena de terror el espíritu.
Dos pueblos van á disputar allí su suerte y la de todo el Uni-
verso: llegó el mayor dia que han visto los antiguos comba-
tes (3). Anibal, y Scipion nombres inmortales! Oartago y Bo-
ma señoras de la tierra! Que conflictos! que esperanzas!.
que temores!. cada uno recela por su patria.

jjíí prohíbete minas ! Dii talem avertite easum!

Hombres valerosos, Oartago ha sucumbido después d^ ha-


ber llevado sus tropas triunfantes hasta las puertas del Capi-
tolio. Aprended pueblos á reprimir las facciones y rivalidades
que promueven los poderosos en vuesto seno. La envidia de
Hannon no ha podido oprimir la descendencia de Amilcar,
sino con las ruinas de su propia patria.

(1) Tasso.
(2) Horat.
(3) Flor. Lib. II. Cap. VI.
—209— .

Hanno qui domum nostram^ quando alia re nonpotuit,


ruina Oarthaginis úppyessit (1).

Pero ya nos consuelan en medio de los desastres horrorosos


de las batallas los afortunados sitios de Marengo. Ved allí un
hombre que reúne en sí solo el valor sin ejemplo de Leónidas,
la iutrepidez de Alejandro, la magnanimidad y dulzura de Ce-
sar, el aliento del corazón, las virtudes del alma que deben
caracterizar al primer héroe de la historia. ¡Que de reflexio-
nes ofrecen los sucesos de la vida de este ínclito campeón, de
este legislador prudente, del inmortal Bonaparte, á quien
atentamente los contempla.
Pues si en cada punto de la tierra hay tantas luces que ilus-
tran al entendimiento, tantos ejemplos que enseñan al cora-
zón del hombre; el estudio de la geografía debe indudable-
mente ocupar una principal parte en las lecciones que comien-
zan á formarlo desde la cuna. Tienes precioso joven, el honor
de ser el primero que en los ejercicios literarios desenrrolla en
nuestras aulas el lienzo entero de la tierra. ífos presentas en
las líneas de tus tablas el cuadro magnífico de Europa, donde
cada rio, cada monte, cada selva está rodeada de los laureles
de las victorias, los trofeos de la sabiduría, ó los monumentos
de la industria: el prospecto alhagueño del Asia, destinada á
la molicie déla vida humana entre los aromas olorosos, y las
fragantes reciñas: el melancólico y solitario diseño de las rui-
nas de África, tristes escombros de su antiguo esplendor.
Describidnos, pues, esta parte del nuevo Mundo, que habi-
tamos. Estos países, cuna de los legisladores de mas nombra-
día que no ha trasmitido la historia antigua. ISTo olvidéis el pe-
queño rincón de Arauco, donde cantó el suavísimo Ercilla,
peroró Colocólo, y un puñado de guerreros desnudos ños han
disputado su libertad por tan largos años.
" Satisfizo completamente el joven examinado, y habiendo
" terminado su descripción de la América Meridional en la
" embocadura del Marañen, siguió el Dr examinante
Este rio Monarca de los que riegan la tierra no ofrece á los
ojos de un viajero poco instruido sino su enorme boca, su cau-
dal inmenso de aguas. Pero cuando un filósofo á la vista del
mar en que se precipita, registra las observaciones hechas so-
bre su fondo por Mr. Bauche, recuerda la relación que el sa-
cerdote egipcio hizo á Platón sobre la existencia de la Atlán-
tida, y caminando hasta los primeros tiempos de la fábula,

(1) Liv. Lib. 30.


TOM. VI. LITERATURA— 32.
!

—210—
levanta su vuelo, entresaoa las primeras observaciones astro-
nómicas de Atlas y Urano; sigue sus conquistas, y comparán-
dolas entre sí, reúne y forma un todo de estos monumentos
esparcidos: se vé tentado á creer, que las ciencias pasaron de
la América al África, y de aquí á Europa. Pero las ruinas de
la naturaleza en lavaría inundación de los mares, trastorno, y
subversión de la tierra y la remota antigüedad de aquellos
tiempos, han hecho olvidar de manera los primeros aconteci-
mientos, que al conquistar los europeos al nuevo Mundo repu-
taron por bárbaro el suelo primitivo de la sabiduría.

; Taritum eovi longiqua valet imitare vetustas

PE0SPE0T0. (a)

Si quafata sinant, jan tum


tenditque fovetque.
Virg.
Desde ahora mismo, si lo
permitiere el cielo, se pondrán
y fomentarán los medios de
la pública prosperidad<

Nada mas grande, glorioso, ni magnífico que los dias en


que regresó Augusto César á Eoma, después de haber apaga-
do el incendio de las guerras civiles, que devoraba á los ciu-
dadanos, arrojado á los enemigos exteriores que asolaban el
imperio, puesto en silencio el estruendo de las armas, y resti-
tuido la paz al universo. Los dioses, dice el historiador Ve-
leyo Patérculo (1), no tuvieron en el tesoro de sus beneficen-
cias mejores dones que dispensar á los hombres, ni estos en-
contraron en sus deseos cosas mayores que pedirles. Bestitu-
yóse el vigor á las leyes, la autoridad á los jueces, la majes-
tad al senado, el orden y potestad primitiva á la magistratu-
ra: restableciéndose la, antigua forma de gobierno á la repú-
blica, volvieron á cultivarse los campos asolados, renovóse en
los templos la majestad del culto, vivió cada hombre en segu-
ridad, disfrutando sin inquietud la posesión de sus bienes: se
enmendaron las leyes que habían sido alteradas y se publi-
caron con nuevo vigor y salad del estado; y para poderlas

[a] " Verdadero Peruano." Periódico * que se publicó en esta capital el



año de 1813 en el que fué el principal redactor el Dr. Unanue.
[1] Lib. II: pag. 53, edit. ant. cuic. El historiador exagerando ha dicho
una altísima verdad, pues en ese tiempo nació el divino Salvador, don el
mas precioso que ha descendido del cielo.
—211—
conservar, se formó el senado por elecciones justas, en las
que fué examinado con severidad, pero comedidamente el
mérito, y aptitudes de los que habían de componerlo."
Tal es el cuadro magnífico de los venturosos dias que co-
menzó á gozar la república romana al volver Augusto
triunfante del Oriente, y dar la paz al universo; y tal es
igualmente el de los que van á rayar en el imperio español,
por el valor y sublimes talentos de sus inmortales hijos. En-
tonces mas esforzados, cuando mas oprimidos, han renovado
la gloriosa escena en que nuestros ínclitos antepasados de-
fendieron constantemente por dos siglos la amada libertad y
las leyes patrias; contra todo el poder de Eoma. Las plazas
ocupadas por los ejércitos franceses al abrigo de una estre-
cha alianza, y con el mentido objeto de arrojar de Portugal
á los que entonces eran nuestros rivales marítimos, represen-
tan el tránsito, que por los Pirineos permitieron los descuida-
dos celtíberos á las legiones itálicas, á pretesto de vengar á
Saguuto. Madrid el 2 de Mayo de 1808 es un doloroso re-
cuerdo de Nuinancia incendiada, á cuyo trájico suceso sigue
un pronto y repentino movimiento de indignación y guerra,
en todos los puntos de la península. (2) El grito de la ven-
ganza no se propaga, sino truena de golpe entre los pue-
blos (3), levantándose esos terribles españoles, que reposando
demasiado en su buena fé, solo conocen y desplegan sus fuerzas,
cuando las sienten oprimidas por las cadenas de la servidum-
ore (4.) De otra suerte habria sido imposible que un suelo,
que cría tan generosos espíritus, y que está defendido por
los Pirineos y el mar, fuese profanado, no digo por los ejérci-
tos; pero ni aun por el pensamiento enemigo (5.) Masasi re-
nace en todo su esplendor la gloria de los Yiriatos y Megaras,
y la fama de tantos invencibles héroes, que con sus claros he-
chos han llenado de luz las páginas de la historia (6.)
Y si los títulos de protección y amistad que dispensaba Eo-
ma á los celtíberos contra la opresión africana, la integridad
y fama de su senado, las virtudes eminentes de sus generales,

1 2] Erarsere ignes animo: subit ira cademtem.


Ulcisci patriam, et sceleratas —
sumere pamas. Virg. Eneid. I, II.

[3] Ñeque per trices, sed simul pariter, quasi unum, undique tellunifuit.
Flor. lib. II. cap. XVII.
[4] Sola omninm provinciarum vires suas, postquan victa est, intelexit 1. c.

[5] Alioqui ita undiqui mari, Pyrenceoque vallata ese, ut ingenio situs nec
adiri quidem potuerit 1. c.

[6] Megara viro fortissimo duce assiduis cwdibus ita [Romanos] sube-
erunt, ut ne oculos quidem, aut vocem, numantine. viri quisquain sustineret,
<7ap= XVIII.^jHe aqui el original del. invencible Mina!
—212—
las fuerzas todas del orbe reunidas bajo su mando, apesar de
la división y falta de uniformidad que reinaba en la Iberia,
no pudieron avasallar sus pueblos indomables por el espacio
de dos centurias; ¿cómo lo ha de conseguir el tirano de la Eu-
ropa en medio del odio que rodea sus inmorales, bárbaras é
insaciables huestes, y contra el clamor unido de toda la na-
ción? Pasó, pasó, pasó el estrecimiento del primer choque, se
aleja la noche lóbrega de los desastres, amanece el resplande-
ciente y sereno rayo de la libertad, y se aproxima el término
de la gloriosa defensa de la nación aspañola. Sus armas no
tardarán en depositarse en el templo de la inmortalidad, é
inscribirse en sus muros sus heroicas proezas.
Solo vá á quedar en ejercicio el uso de la justicia: ¡oh_ qué
memoria tan grata será á nuestra feliz posteridad, recordar
que perseguidos sus valientes padres y acosados por un impe-
tuoso torrente de males, desastres, muertes é incendios; y ar-
rojados hasta el estremo de la patria, hasta las columnas de
Hércules, se congregaron á su sombra antigua y respetable
á formar leyes para la monarqía como si nada la amenazara,
como si existí era. quieta, reposando en el seno tranquilo de la
paz! En cualquier otro pueblo seria este un delirio; pero en
el. español que crece en valentía con sus desgracias, es un ac-
to de heroicidad y alta sabiduría encaminado á formar una
época grandiosa ó inaudita en medio de la carrera de los sig-
os, y acontecimientos de las generaciones humanas. Se es-
tablece una gran sociedad en dos mundos rejida por un or-
den en la administración pública, que cuatro mil años há de-
sean infructuosamente el ver plantificado sobre la tierra los
mortales esclarecidos: y que después de los dias dichosos de
Grecia y de Roma, donde aparecieron algunas vislumbres, no
dejaron rastros, sino en el pueblo español para servir de base
al complemento y elevación á que hoy se levanta el suntuoso
templo de su orden y sus leyes.
Tiempos felices para la España y la América, cuando con
los himnos de 3a victoria se oigan los cánticos sagrados de la
paz, la abundancia y la justicia. Mas es preciso que ios ven-
turosos hijos de tan gran nación, se reúnan y esfuercen á que
se verifique cuanto antes su dichoso arribo. Cesad mal aven-
turados espíritus de soplar la discordia entre los hermanos.
Cesad provincias desgraciadas de sacrificar vuestra sangre al
interés y maléfico egoísmo d-é los malvados que ultrajan el
santo nombre de amor á la patria. Este sagrado fuego tan
solo arde en los corazones virtuoso;-, qué prefieren el interés
común al suyo propio; no en los malévolos que no tienen otro
objeto que escalar ios honores por cima los cadáveres de sus
engañados hermanos. Bastante sangre y lágrimas se lían
—213—
derramado, y así retiraos á vuestros pacíficos hogares á dis-
frutar las dulzuras de la vida, que os ofrece la nueva Consti-
tution. Retiraos á criar en el regazo de la religión, las luces
y el patriotismo esos vuestros tiernos retoños á quienes lla-
man el desempeño de elevados empleos los altos destinos
de la patria (7.)

Et vosmet rebus servales seeundis. Virg.

Las ciencias y las artes peregrinando de oriente en occi-


dente hacen sentir su halagüeño acento sobre las cumbres y
entre los valles del Perú. Cada hombre debe dar mas ensan-
che á su genio y mas actividad á'sus labores, y el sabio der-
ramar sobre él la luz que le inñame y le dirija. La imprenta
es el cauce mas á propósito para ejecutarlo, haciendo circu-
lar los periódicos. Estas pequeñas y continuadas obras ins-,
truyen sin molestia, y forman algunos ratos útiles y entrete-
nidos. Se abandona el trabajo por la lectura, y la lectura
surte de nuevos medios para continuarlo con provecho.
Tal es el objeto precioso que una junta de literatos preten-
de desempeñar, dando á luz un periódico que se titulará el
Verdadero Peruano: porque la verdad será su carácter, y por-
que no publicará sentimientos bastardos, nada conformes á
la nobleza y lealtad, que en todos tiempos han sido el distin-
tivo de los habitantes de este imperio. Lazos muy estrechos
de padres, hijos, esposos, amigos: de relaciones, parentescos,
y derechos á las mas grandes herencias tienen unidas fuerte-
mente las familias del Perú á las de España. Sus intereses
sou.Tinos mismos, y asi lo son también, sus sacrificios confor-
me á sus respectivas situaciones. A
las márgenes del Ebro
y del Tajo crecen frondosos laureles regados con el sudor y
la sangre de la patria, y á favor de esta misma florece. en las
del Rimac, la concordia, la liberalidad, y el voluntario holo-
causto de personas é intereses, mientras que por restaurar el
orden y sumisión debida al nombre augusto de Fernando ti-
ñe con su sangre el militar peruano las encumbradas cúspides
de los Andes.
El "Verdadero Peruano" hará circular cuanto sea relativo
á la moral y política, propias á un pueblo católico regido
por una justa constitución. De estos dos principios bases del
orden social, se partirá por todas las líñfías que se dirijan a
su prosperidad, esplendor é ilustración. L salud púdica: la
i

[7] Nose vea manchado de crímenes ese pueblo generoso, que será un día
asilo de Jas ciencias ¡j de las artes y á quien e&-!a,n reservados sin duda los
mas altos destinos. Proclama del Supremo Groíñéfeó á los americanos, Q%->
ceta, sábado 11 de Julio de 1812.
—214—
educación popular: la agricultura, historia y geografía: comer-
cio, pesca: minería, artes mecánicas y liberales: composicio-
nes armoniosas, noticias interesantes; y en fin, la suma de in-
tereses é ilustración del Perú, va á ser tratada con decencia,
verdad é imparcialidad rigurosa.
Estas demandan que testifiquemos que la publicación, el
nombre y la nomenclatura de las materias que abraza este
periódico, son debidos al Excmo. señor Virey D. José Fer-
nando Abascal, marques de la Concordia española del Perú,
gran cruz de la orden de Carlos III. El nos ba estimulado y
empeñado á tomar la pluma para su composición, dando este
nuevo testimonio de sus deseos por la instrucción de este
pais, y de que á los talentos marciales une también los políti-
cos, haciéndonos esperar que coronará unos y otros, cimen-
tando en el reino la nueva constitución, que esperamos sea
la aurora dichosa de la libertad española y el suspirado iris
de la paz en las Américas.

LLEGADA DE LA CONSTITUCIÓN.
ímpetus ule sacer, qui vatum Rectora qiiatis.
El ímpetu sagrado agita el pechó mió.

Los antiguos señalaban con piedra blanca sus dias mas fe-
lices,y con la misma debe grabarse entre nosotros la memo-
ria del dia veintiuno de Setiembre de 1812. Yo reposaba en
un profundo y tranquilo sueño, cuando á los primeros albores
de la mañana, me dice una voz dulce y sonora: levántate
mortal y contempla la naturaleza. El sueño se disipa, se re-
animan mis fuerzas, abandono el lecho y presto estoy en el
campo.
Mas ¡que espectáculo tan grande y magnífico se presenta á
mis ojos! La aurora señalaba con sus dedos de rosa los cami-
nos de la luz: los crepúsculos bordaban su rico ropaje: brilla-
ba en su rostro el carmín de las mejillas, y ondeando al aire
el pelo de oro, inundaba la esfera de fragancia y ambrosía. El
azul celeste encantaba la vista; y en apacible sosiego dormía
el océano, espirando unos blandos vientesillos que arrullaban
las mieses de nuestras fértiles campiñas.
Al oriente se descubrían las blancas cumbres de los Andes:
el fuego de los volcanes ardia en medio de las nieves: una nu-
be religiosa bajaba del empíreo y rodeaba sus mas altas ci-
mas: mil relámpagos se lanzaban por todas partes de su seno,
v se oía á gran distancia el estallido del rayo pavoroso,
—215-
La gloria del señor descendía sobre los altos montes del
Perú, como descendió en otro tiempo sobre el Siuaí.
Absorto en la contemplación de tantos prodigios, me decia
á mí mismo: ¿que anunciarán señales tan augustas, indicios
tan favorables! cuando el ruido de un repique general me sa-
ca del éxtasis en que me hallaba. Vuelvo el rostro ala ciudad,
y endereso mis pasos liácia ella; y á los primeros me sale al en-
cuentro un hombre, cuyo rostro inundaba el alborozo, y pa-
recía no caberle dentro del pecho. Amigo, le dije: ¿qué sig-
nifica tan grande aparato en el cielo y en la tierra? Rodeada,
me responde, de laureles de la victoria ha llegado la Constitu-
ción Política, que ha de regirnos en lo futuro, que nos ha de
mantener en paz, que ha de fundar nuestra felicidad, y ha de
librar al nuevo mundo de las inmensas desgracias que lo opri-
men.
Un placer celestial penetró en tal manera lo íntimo de mis
carnes y huesos, que ocupando el lugar de la sangre, y los
espíritus que les dan vida, creí morir en los brazos del gozo;
pero devolviéndome este mismo la respiración y el aliento, el
primer impulso que sentí .y cumplí prontamente, fué volver
mis ojos á la nube religiosa que cubría las encumbradas cús-
pides de nuestras nevadas sierras. Póstreme humilde sobre
el suelo, al pió de una peña de la que hice un altar; y arran-
cando unas yerbas del campo, ofrecí sobre ella á la divinidad
un pobre y rústico, pero sincero y abrasado sacrificio.
Gracias al Eterno que derrama sus bondades sobre estas feli-
ces rejiones, y va á desterrar de ellas la enemistad y la discordia.
Gloriaal Omnipotente, que ha conducido á este su pueblo fiel,
sin dejarle extraviarsede los caminos de la justicia en medio de
la noche lóbrega y tempestuosa. Que su excelso nombre sea
.

alabado por el vapor que se levanta en la mañana, y los vien-"


tos que salen al medio dia de los mares. Que lo sea por los
collados, por los rios, por las nieves de los Andes, y por cuan-
tos seres vivientes ó insensibles mantiene su mano liberal en
estas regiones afortunadas; y que mientras dure la tierra que
fué criada por su voz todopoderosa, no cesen los cánticos y
alabanzas, que se entonan á su augusto nombre en los sun-
tuosos templos de Lima, que ha conservado en su esplendor y
magnificencia, para recibir los cultos mas puros de sus cria-
turas. Mis dulces salmos, mis himnos piadosos fueron inter-
rumpidos por el horroroso aspecto de la envidia y la discor-
dia,que con ojos ensangrentados y boca espumosa proferían.
Todo esto Retiraos furias infernales á lo mas hondo y
espantoso de vuestra triste desolación. El dedo del Omnipo-
tente gobierna los destinos de la tierra; ¿y quién es el mortal
miserable, que puede trastornar los planes con que quiere re-
—2X6—
glar á sus criaturas? Perecerá disipado como el poivó seco,
que arrebata el impetuoso sur.
Ven, libro santo, escrito por la inspiración celeste: ven, de-
pósito sagrado de los mas grandes reglamentos, que han po-
dido concebir los hombres *para vivir en orden, dignidad y
amor. Tos leyes deberán ponerse en metros armoniosos, co-
mo se acostumbraba en la edad de la inocencia, para que los
reciten los anciauos en sus congresos, los canten los jóvenes
én sus festividades, y hasta los niños las repitan en sus ino-
centes recreos. Sacerdotes, intérpretes de la voluntad del
muy alto,exortad en los templos á su cumplimiento.
Y tú, jefegeneroso del Perú, á quien la providencia sobe-
rana ha destinado para ser el primer plantificador de tan
grande obra en el nuevo mundo; coronad verificándolo, las
ilustres acciones de tu inmortal gobierno. Derramad pronto
este bálsamo salutífero sobre los pueblos, que habéis tenido
la prudencia y la incomparable felicidad de mantener en paz.
Apenas se experimentarán en ellos sus efectos saludables,
cuando correrán á disfrutarlos con ancia irresistible aquellos
mas lejanos, que se habian estraviado del sendero de la vir-
tud en medio déla horrible y turbulenta tempestad que los ha
envuelto. De este modo serás el ángel de paz, que merezca
en la América del Sur, las mas tiernas bendiciones de sus
presentes y futuros moradores. Obedientes á tu voz como á la
sonora de Orí'eo, se amansaran los tigres y los leones; y los
bárbaros de Arauco y los silvestres Pampas abandonarán la
vida errante é inmunda, para vivir en el seno de la patria ba-
jo de sus dulces leyes. De esta suerte la consolará del dolor
que la causan la sangre y las lágrimas de sus hijos: y cuando
la monarquía española llegue al punto eminentísimo de po-
der y grandeza á donde la lleva su constitución política; ¡con
que placer sus descendientes y compatriotas leerán escrito tu
nombre esclarecido entre el de los gloriosos españoles, que la
salvaron é hicieron dichosa!
Legisladores representantes del pueblo español: desde lo
mas íntimo de nuestros corazones agradecidos os tributamos
las mas tiernas y espresivas gracias, por los desvelos é ince-
santes fatigas que habéis empleado enfermar la Constitución,
base de nuestra prosperidad y grandeza. Los pueblos todos
van á levantar suntuosas columnas en que permanezcan gra-
bados para el reconocimiento público vuestros nombres vene-
rables; y para que también puedan bañarlos con las lágrimas
de su gratitud los pobrecitos agrícolas de esta campiña, va á
esculpirlos en esta peña, que le ha servido de altar la mano
de A.
EL CIUDADANO ESPAÑOL
Fesisti patriam diversis gentibus unam t -i
Profuit injustis, tedimicante, capi;
Dumque oflers victis proprii consortia juris,
TJrbenfecistis, quod prius orlis erat. Ktttil.

La pluma inflamándose en mi mano quiere desprenderse y


tomar un vuelo exelso, al recordar el oriente feliz del dia 9 de
Diciembre de 1812. Los derechos de ciudadano renacen en
el Perú en este dia memorable. Sepultados bajo las ruinas
de Atenas y Eoma, solo habían dejado una triste memoria de
su existencia á las repúblicas ó imperios, que las sucedieron.
La España por la grandeza de su espíritu y, la nobleza de
sus pensamientos, intentó restaurarlos al echar las bases de su
monarquía; pero fué luego oprimida por la tiranía,, la igno-
rancia y el fanatismo. Congregáronse estos terribles azotes
de linaje humano, para abatir y esclavizar las almas españo-
las; y lo consiguieron en tal manera, que á los hombres mas
amantes de la libertad los hicieron amar la servidumbre. Aun
hoy que raya sobre nuestro horizonte la clara luz de la razón,
quisiéramos no verla, y vivir tranquilos en nuestras infaustas
tinieblas. No es mucho. Hace largo tiempo que tenemos
asustada la imaginación y encadenado el entendimiento, y á
semejanza de las otras naciones hemos sido el juguete de una
política arbitraria.
Solo la Inglaterra ha podido por la excelencia de su cons-
titución, conservar entre estas la dignidad del hombre libre.
Por esta constitución, de la cual asegura el sabio Adams, que
es la fábrica mas estupenda de la humana invención, asi por
el establecimiento de la balanza política, como por los medios
de evitar su alteración. . . . y que ni la invención de laslen-
T(M. VT. LlTEEATURA-^33.
.

—218—
guas, ni el arte de la navegación y construcción de naves, ha-
ce mas honor al entendimiento humano.
Mas ya una serie inaudita de calamidades ha hecho retro-
ceder al ilustrado siglo, y heroica constancia de nuestros ma-
yores, para disputarle á la noble Albion, la preferencia en las
instituciones civiles. De en medio de los humos de nuestra
patria abrazada, y generosamente defendida se ha levantado
un globo de luz fuerte y penetrante, que ha esclarecido los
dos hemisferios. El nombre ilustre, y la encumbrada digni-
dad de ciudadano español están proclamados en ambos mun-
dos. Mas generosa la España que la misma Roma, no ha que-
rido encerrar las nobles prerogativas de la ciudadanía dentro
de sus propios muros, ni venderlas á precio de oro á las pro-
vincias de su imperio. El genio español estiende sus divinas
alas, y se remonta á lo alto de la esfera. Desde allí registra
los dilatados paises, las estensas provincias, las numerosas tri-
bus y naciones, que domina en Europa y América, y sobre
todas derrama sus influencias feneficas.
De esta suerte ha constituido una solo patria á inumera-
bles y diversas gentes, haciendo amable su yugo á los hom-
bres que ha conquistado, é incorporándolos en el número de
sus propios hijos ha formado una sola ciudad de lo que antes
era dos diferentes orbes.

Dumque offers vietisproprii consortiajuris i


TJrbem fecisti, quod prius orbis erat.

El día 9 de Diciembre de 1812, fijamos por primera época


del ejercicio de los derechos de ciudadano español, en la ca-
pital del rico y poderoso imperio del Perú. En este dichoso
dia: en este dia lleno de todas las gracias de los tiempos ven-
turosos, entró el pueblo en la posesión y goce de sus derechos
los mas queridos. Por su libre y espontánea voluntad, y con
él sosiego y tranquilidad propios de la índole limeña, desig-
nó con sus votos los electores que debían elegir para el si-
guiente año de mil ochocientos trece, á su ilustre Ayunta-
miento (1).
En tan solemne y augusta ceremonia parece que quiso in-
teresarse el mismo cielo. Contra el orden natural, contra la
constitución física de la atmósfera, y sin que exista en nues-
tros anales la memoria de semejante prodigio, se vio el dia
primero de Diciembre cubrirse de nuves en medio de su car-

(1) El sosiego es lo principal que mas debe desearse en estas elecciones:


su mayor orden y acierto, es obra del tiempo que enseña á los pueblos sus
legítimos derechos, y el uso justo y fraternal que deben hacerse de ellos.
La base mas sólida de una república, es el mutuo amor de sus ciudadanos

—219—
rera: tronópoderosamente el alto empíreo, y apareció cubier-
to de fuego eléctrico. Debiendo ser este el mes primero, en
que iba á suceder en nuestro orbe político una revolución fa-
vorable jamas vista, ni imaginada por nuestros mayores, qui-
so el cielo pronunciarla por el majestuoso aparato de sus
truenos y relámpagos.
En la tierra se alternan los bienes con los males; y asi des-
pués de la deshecha tempestad que hemos sufrido, y cuando
ya iba á quedar en escombros la mas rica y grande monar-
quía, se deja ver una apacible aurora, que á la manera del
cisne, la hace renacer mas bella, y vigorosa de sus cenizas.
Desaparecerán de todos los ángulos déla tierra que pisan sus
previligiados hijos, esas insignias y festividades, consagrada
á la humillación del pueblo y al triste recuerdo de que era
esclavo.
¡Gracias á tí, España heroica, ilustrada y generosa! Tu nos
has restituido nuestros fueros. Contigo, pueblo inmortal, vi-
viremos siempre, contigo seremos hechos pedazos. Tecum
vivere amem, tecum óbeam líbens. Horat.
Verdad es, que sufriendo de. tus desastres, es necesario sea-
mos también partícipes de los bienes que nacen de ellos. Con
el rey amable se sepulta en las cadenas y las desgracias nues-
tro primer compatriota, duque de San Carlos. Los campos de
Aragón, Castilla y Castaluña, están regadas en defensa de la
España con la sangre de los generales peruanos Villanueva,
Lavalle, Zuazo, y otra multitud de oficiales, y soldados nati-
vos de este pais; y de los cuales muchos se han embarcado por
inmolarse á la sagrada causa de la libertad. Con la misma es-
tan teñidas las cumbres de los Andes, para mantener el orden
y unión con la península en la América austral. Y los que
no hemos empuñado la espada, ¿cuantos sacrificios no hemos
hecho bajo los diferentes títulos con que se ha pulsado nues-
tro patriotismo y generosa fraternidad? Auxilios á la España
europea: subsidios á los ejércitos del Perú: socorros á las viu-
das de la inmortal Zaragoza y monjas de Estremadura. Be-
novales, el Empecinado y el siempre inmortal Mina, han exi-
tado en nosotros el fuego patriótico que arde en nuestros pe-
chos valerosos, y hemos ocurrido á .sostenerlos.
Mucho hemos ofrecido, y daremos mucho mas, conforme lo
exíjanlas necesidades; y cuando se agoten nuestros recursos,
se habrá acabado el dinero; pero no el deseo de emplearlo a
favor de la madre patria, y desgraciados habitantes. No po-
demos obrar de otra manera nosotros, cuya religiosidad bri-
lla en esos templos, los mas suntuosos que existen hoy
_
sobre
la inalterable
la tierra: y que con la sangre hemos heredado
fidelidad de nuestros projenitores.
—220—
Padres de la patria, á quienes los representantes del pueblo
han elevado á regirla: al daros nuestro sufragio hemos recor-
dado el acto magestuoso en que por los mismos medios, y pa-
ra los propios fines, elejia á sus censores el pueblo antiguo y
soberano de Eoma (1). j A
quien queréis, señores, elejir por
censor f
Al que estando ausente hiera los ojos de todos con el claro
resplandor de sus virtudes: y al que por la excelencia de srjs
costumbres tenga, la censura identificada con la vida. Porque
aquel debe juzgar á sus conciudadanos, el que los edifica con
su ejemplar conducta: sea juez de nuestros crímenes el que
constantemente se ha librado de ellos, teniendo siempre una
vida irreprehensible. El prudente, modesto y grave, el ami-
go de los buenos; el enemigo dé los injustos; el que desde su
niñes aborrezca, cele y persiga los vicios públicos, que des-
honran la patria. El que sea un Verdadero dechado de la vir-
tud é integridad, que adornaron á los grandes hombres qije
fundaron la república, á este elejimos por nuestro censor,,á
éste queremos todos imitar.
Señores alcaldes y regidores: este es el primer paso en que
el pueblo de Lima, vá por su nueva constitución, á entrar en
los derechos y prerogativas que gozaron en el orden civil los
ciudadanos de Eoma, en los tiempos gloriosos de su república.
Vuestros nombres van á ser los primeros que se inscriban
en los anales de esta España ultramarina. Corresponded á
nuestra esperanza, y no olvidéis qué os han de juzgar las pre-
sentes y venideras generaciones: ¿ Con que dulzura no repite
hoy todo hombre de bien, el nombre de los virtuosos censores
de Roma, aunque hayan pasado tantos siglos después de su
existencia, y en nada les toquen, ni pertenezcan? La causa
de un pueblo es la de todo el género humano: por que á todo
él interesa que haya habido hombres, que viesen por su felici-
dad, para que sirvan de estímulo, y original á los buenos, y
de censores terribles á los malvados.

(1) Cti'den los censores del pueblo de formar el censo, anotamdo las fa-
milias, los ancianos, los hijos y bi«neg que tengan: distribuyan el pueblo
en dif. rentes paites para su mejor régimen. Los templos los caminos pul
blico», las fuentes, el abasto, la recaudación de las rentas pública», y e-
erario deben estar bajo de su cuidado y vigilancia, para que no se arrui
nen ni disipen. Celen las costumbres del pueblo: promuevan los casámien
tos, prefiriendo los padres de familia á los solteros en todos los cargos hon-
rosos, como que soportan el mas precioso á la república en la propagación
y crianza de sus hijo?, Cic de legib.
COMPENDIO ESTADÍSTICO
del vireinato del Perú, á fines del siglo 18. [*]

El estado general del Perú, que en cumplimiento délas so-


beranas órdenes de nuestro augusto monarca, principió á pu-
blicarse con el título de guia de este reino en el año pasado
de 1793, cierra sU primer lustro en el de 1797 (2.)
Cómo el fin de esta obrita, según los designios del Gobier-
no, debía ser presentar anualmente un cuadro político econó-
mico del Perú, al echar la vista sobre él ofreció IOS siguien-
tes objetos para su formación. 1? La actual extensión y cons-
titución física del Perú. 2? Su población. 3? Los recursos
de que subsiste, esto es, su industria: su agricultura: su mine-
ría: su comercio. 4? Los fondos que estos diversos ramos mi-
nistran, para ocurrir á los gastos indispensables y necesida-
des del Estado. 5? Las varias gerarquías en que se divide, ó
para el exacto régimen y pronta distribución de la justicia

(lj Estando para elegirse la diputación, á cuyo cargo debe estar la for-
;

mación del censo y estadística del.Perú r sin los. cuales no es posible dar un
paso acertado en los mayores y mas útiles proyectos de utilidad pública,
damos á luz este compendio de los cinco tomos de la Guia política del Pe-
rú,. que dejó de imprimirse por no haber ella seguido. Podrá desde luego
ser útil por las noticias que comprende y el plan que se propone para con-
tinuar imprimiéndolas. Con el propio objeto añadimos añora algunas notas.
(2) De la multitud de datos y noticias que contienen los cinco volúme"
nes déla Guia del Perú, se han aprovechado »1 ver.sos escritores, asi extran"
i

geros nacionales, copiando materialmente algunos trozos como Eel-


como
mes en su viaje por el Perú, y Estala, en su viajero universal sin que haya
ndicado la fuente de donde se surtían. Bien que al segundo, le proveyó
el difunto Bequanda que no era nada escrupuloso en adonarse de lo propio
y de lo ajeno, para haeér el papel de un gran literato.
—222—
entre sus diversos pueblos ó para el culto de la santa religión
que profesan, ó para la defensa y protección de una y otra.
6? Y finalmente, el grado de luz que domina sobre esta
porción del género humano.
La reunión simétrica de tan importantes objetos y la recti-
ficación anual de aquellas qué en ellos varia con el tiempo,
ponian al Pera en estado de ser comparado en cada año con
el Perú y con la balanza en la mano dirijir sus intereses.
Pero como no era posible desempeñar completamente al
primer golpe un proyecto tan vasto y arduo, debía ocuparse
un determinado espacio de tiempo, un quinquenio, por ejem-
plo, para ir organizando alguna de sus partes; y si el suceso
correspondía á los deseos desenvolver ligeramente, al dar ra-
zón de lo trabajado lo que faltaba que hacer para perfeccio-
nar la Guia. El quinto año que con el presente contamos de
la publicación de esta y el aprecio que ha" merecido en Amé-
rica y Europa, nos persuade haber llegado el momento de eje-
cutarlo.
Perú. Escribimos en el 4? tomo del Mercurio Peruano (3),
que tomada en un sentido riguroso la parte de la América
Austral que se ha llamado Perú, ocupa una superficie plana
de 44.650 leguas cuadradas: de la extensión que en ella hoy
tiene el vireinato, de su nombre y de su constitución física,
hemos dado una breve idea al principio de la Guia y acom-
pañándola una carta corográfica. Esta obrita no pide mas
difusión; solo sí, nos parece oportuno se pusiese á la cabeza
de cada intendencia, una descripción semejante con su cor-
respondiente mapita, para que sirviese de adorno, é ilustra-
ción á las análisis que se hacen en cada partido.
Población. Según el censo ejecutado en los años de 1790 y
91, que hemos distribuido con bastante exactitud y colocado
un resumen (4), nuestra población asciende á 1.076,997 almas

(3) El gran vireinato del Perú se extendió en otro tiempo desde el rio de
la Plata, liasta el Istmo de Pauamá. Este inmenso territorio se halla hoy
dividido en trec vireinatos. vna capitanía general y tres presidencias, resi-
diendo nna audiencia en la capital de Jcada uno de estos siete departamen-
tos. Y si conforme á las miras del dia se han de establecer en él tantas
diputaciones pi'ovinciales, cuantas audiencias tiene, se presenta una divi-
sión natural del terreno, tomando de tres en tres los obispados ,La di-
visión eclesiástica ó dé diócesis, según se halla en esta América, es prefe-
rente á la civil, ó de intendencias para el mas ajustado cálculo y mayor
acierto en la elección de diputados para las cortes.
(4; Guía de año de i793 pag. 178. La población del vireinato en el dia,
asciende á 1.500,000 habitantes: por el aumento de 300,000 indios resultan-
tes de 200,000 indios de aumento de la agregación que á principios de este
siglo se le hizo de la intendencia de Puno y gobierno de Guayaquil, y de
mas de 120,000 indios que hau tenido hasta la época presente de aumento
los 600,000 que en 1791 había en las otras intendencias, y el resto por el
—223—
repartidas en 977 pueblos, eutre los cuales se numeran 14 ciu-
dades y otras tantas villas, aunque las mas solo tienen el
nombre de tales. El censo debe renovarse en cada quinque-
nio, seguu las órdenes de S. M: lo que hará ver no solo el pié
sobre que se baila la masa total de la población con respecto
al anterior, sino también las diferentes castas que la compo-
nen.
Por lo que hace á esta capital, se ha incluido anualmente
la razón de los nacidos y muertos, cuyo resumen es el si-
guiente.
/>

Años. Nacidos. Muertos.

1792 1,646 2,795


1793 1,652 2.160
1794 : 1,645 2,723
1795 1,837 2,735

Total.. 6,7.80 ...... 10,413

Mortandad enorme, comparada con la población y los na-


cidos. Pero su aumento, como reflecciona el teniente de poli-
cía D. José María Egaña, á cuyo cargo corrió 1.a formación de
estas razones; se origina, ya de los muchos que de los pueblos
vesinos mueren en nuestros hospitales, ya de que en las par-
roquias se duplican las partidas asentadas en los primeros.
Deben, pues, tomarse las precauciones oportunas, para que
evitadas estas equivocaciones, se reduzca á un cálculo exacto
la necrología de Lima (1).

número agregado de blancos y castas de Puno y de Guayaquil y aumento


de unos y otros, especialmente en la capital. De este suma conforme al ar-
tículo 29 de la constitución, deben rebajarse 100,000 y al resto correspon-
den veinte diputados propietarios y siete suplentes, que están costeados en
el todo con 100,000$ anuales. Corto gasto comparado con las grandes
ventajas que residían de él al Estado.
(5) El error no está en el cálculo de los muertos: véase el Verdadero Pe-
ruano núm. V. pág. 44 en la nota. Los terrenos bajos, húmedos y calientes
como el de Lima, son mas enfermisos que los elevados, secos y frios. No
obstante comparada Lima y sus suburbios que están á 12 grad. lat. S., y á
582 pies sobre el nivel del mar con la ciudad de Querétaro, y su territorio
en Nueva España, de temple benigno á 2J grad. lat. N. y á la altura de
6,489 pies sobre el nivel del mar, se encuentra que con igual número de po-
blación, tienen con poca diferencia los mismos muertos, pues en el año de
1793 murieron 2978 en Querétaro,y su jurisdicción que asciende á 70,000 mo-
radores. Humbolt, Po'litical. Esaivol. 1 pág. 30,102vol 2pag. 188. El error
está precisamente en los nacidos, que no pueden baj ar anualmente del número
de 5,000 que produce Querétaro,y habrá seguramente habido muchísimo des-
cuido, ó en la formación de razones, ó en los libros parroqniales de donde se
«acarón. De lo contrario estando nuestros nacidos como 3 á 5 respecto de
oí á —224—
esta le precediera tiua breve noticia de las Variacioaes
que babia tenido la admósfera, y de' las enfermedades que
nías generalmente babian reinado: y en tiempo de epidemia
de los caracteres mas sobresalientes de ella, con el método
curativo que habia surtido mejor efecto, se baria un servicio
importante á la humanidad. Por falta da tales conocimientos
en cada repetición epidémica, se hayan á obscuras nuestros
médicos jóvenes, y lo pagan los enfermos. ÍTecesita mas el
auxilio de los médicos hospitalarios. Pueden dividir sus ob-
servaciones por semestres, conforme al plan establecido por
Sidenham, apropiándolo á nuestro clima. Las razones de
muertos deben entonces seguirla misma división ¿Y por que
no habrá de establecerse un método tan útil en todos los hos-
pitales del reyno?
Industria, agricultura cria de ganados, Esíós tres ramos se
ven reunidos en los cálculos puestos en la Guia ^6), porque no
hemos tenido documentos por donde poderlos computar con
separación. Ademas los datos no han sido de un mismo orden,
porque los unos soB se han dirigido sobre los restos qne han
quedado para el comercio, después de abastecido el propio
suelo, y los otros se han formado por uñ computo prudente so-
bré su total valor. Después de estas consideraciones y de que
se ignora la cantidad á que ascienden los frutos de varios
partidos, nos parece que no está distante del valor total que
rinden anualmente aquellos tres ramos, el que aquí resultante
los puestos en la Gaiia.

LirUa ^2:138^50
Cuzco . . ms^em
Arequipa 1.980,258
Trujillo . . . . . 1.115,512
Huamanga. . . . 240,652
Huanearelica. 161,000
Tarma 429,833

Total 7:554,495 $
los muertos, se aniquilaría indefectiblemente la población á petar de Io§
,

que viniesen de fuera á vivir en ella, y lo que vemos es, que el número de
habitantes vá creciendo en Lima en estos últimos años, en que se vive con
más aseo y policía, por el ilustrado celo del Excmó. Señor Abaacal, á^ quien
si imitasen sus sucesores, presto disfrutará Lima la preferencia á la» mas
cultas, populosas y amenas ciudades del mundo.
(6) Las razones'mas rectificada» de éstos tamos están en las Guias -de
1796 y] 797. La industria en el Perú, debe reputarse por nula. Sobre jia
Agricultura pensamos trabajar una memoria que presente §u estado antiguo
j moderno, proponiendo diferentes medios para mejorarla. Quiza tendrá*
moa tiempo para ejecutarlo.
—225—
Be esta, suma se extraen 2.400,000 $ para el comercio ex-
terior.
No llegan á 100,000 los que se dirijen á España; 1.900,000 $
se exportan á Buenos Aires, y el resto á los puertos de Chi-
le, Santa Fe y Guatemala. El residuo se emplea en el comer-
cio interior de unos partidos con otros, dando cada uno lo que
le sobra por lo que le falta.
Las
altas y bajas de las cuotas diézmales, deben también ins-
truirnos de las que tenga nuestra agricultura. Por los estados
que hemos dado á luz (7), produjeron los diezmos e?h el sexe-
nio de 71 á 79.

Lima 759,274 4 ¿
Cuzco 331,386 7 ¿
Arequipa 537,891 7 £
Trujillo 254,167 1 £
Huamanga 179,687

Total 2.062,407 5 £"


Corresponde esta suma por año á 343,734 pesos ó siete oc-
tavos 15, que denotan un fondo de 3.437,340 pesos ó siete oc-
tavos rs. Al que si se agregan las utilidades que deben repor-
tar los que rematan los diezmos, y el precio de las cosechas de
las tierras tributarias que no los pagan; se conocerá importar
mucho mas los frutos de nuestra agricultura. Para acercarnos,
pues, á su lejítimo valor como el de la industria, es preciso
que los receptores de alcabalas nos ministren anualmente ra-
zones de lo que sale de cada partido con distinción del impor-
te y ramo á que pertenece, y que estos mismos, y los subdele-
gados hagan luego un cómputo prudencial de lo que queda en
el partido para su propia subsistencia. Asi podremos calcular
rigurosamente la parte que se emplea en el comercio y aproxi-
marnos bastante al valor total. Por lo que hace á los diezmos
deberían renovarse sus estados encada quinquenio. Ilustrado
el supremo jefe con estas hermosas luces, fomentará la pros-
peridad, ó atajará la decadencia que apareciere en el primero
y mas útil patrimonio del hombre
Minería. De este inestimable tesoro hemos publicado un
estado general y once particulares, en que con individualidad
se ven anotadas las minas de actual labor, los parajes donde
están situadas, marcos que producen, azogues que consu-
men, &.L

(7) Se contienen en 1a Guia del año de 1793 á foj. 186. 234, 257» 274 y
287.
Tom. vi, Literatura— 34.
—226—
Pero como estos no comprendan todas las minas del vi-
reynato, jsolo puede resultar de ellos la razón incompleta que
sigue de los marcos de plata, que anualmente rinden (8).

Lima 70,000
Cuzco 1,764 6
Arequipa 106,462
Trujillo 82,403 4
Huancavelica 9,119 6
Tarma 276,472

Total... 546,222

El defecto de nuestros estados debe suplir la real casa de


moneda, la que en 1,794, que es la última razón de las que re-
fiere la Guia (9), compró 5,438 marcos 4 onzas de oro, y 648,318
marcos 3 onzas de plata.
De esta real casa en que se reúnen nuestros preciosos me-
tales para recibir el sello que los hace representativos de to-
das las especies comerciables, tenemos una historia seguida
en cuanto á su amonedación desde 1754 en que dio principio
de cuenta del rey hasta el año de 1794. Hállase dividida en
tres épocas. La primera: del año 54 al 72. La segunda: del
73 al 91. La tercera: de 92 á 94. Las dos primeras están
comprendidas en un solo excelente estado, formado por el di-
rector interino de la real renta de tabacos, D. Diego de la Ye-
ga (10.) La tercera está compuesta de las razones que hemos
ido insertando en la Guia, remitidas por el señor intendente
de aquella real casa. Según estos estados resulta, que lo
amonedado en oro y plata ha sido:

(8) Guias de los años 95, 96 y 97. El Tribunal de Minería no tiene fon-
dos suficientes para cumplir los importantes fines de su institución. Acaso
seria mas útil al reino, unirlo al del consulado y formar uno solo de comer-
cio y minería, en cuyo caso atorraría esta muchos sueldos de los que hoy
consumen sus pocos fondos. Entrarían á sostener sus labores los brazos
mas activos de la sociedad y se podría fomentar la instrucción en la mine-
ralogía, y el auxilio á los mineros en la explotación de metales que son las
dos cosas que necesitamos.
(9) Guia 1795 pág. 38.
(10) Guia 1793 pág. 43. En el último bienio de 1811 y 1812, se ha sella-
do 9.312,080 5 y un cuarto que corresponde á 4.656,040 pesos 2 reales 5 oc-
tavos por año común: y por consiguiente hay un millón menos en la amo-
nedación que en la época de la Guia. Y por ventura ¿proviene esto de ha-
ber decaído la explotación en las minas, ó de que los ingleses con el con-
trabando é introducciones por Panamá, se llevan en tejos de oro, barras y
pinas de plata este millón que falta? Lo cierto es, que desde principios de
este siglo en que se extendió el comercio clandestino de los ingleses, bajó
la amonedación, y asi en 1799, llegó á seis millones próximamente, y en
j800 no llegó á cinco,
—227—
1
lí Época. . „ 68.944,522 1
2* Época 85.434,849
3? Época 17.640,305 7

Total 172.019,697

Estas suinas divididas por un año común dan.

1? Época 3.628,659
2?- Época 4.496,570 6
3? Época 5.880,108

Aparece el aumento "progresivo que ha tenido nuestra amo-


nedación. Antes de concluir el ramo de minas debemos adver-
tir que de la de Huancavelica, que por la mayor parte las surte
de azogues, se han explotado de este metal desde 1570 en que
empezó á laborear, hasta 1789, y entrado en los reales alma-
cenes 1.040,452 quintales 52 libras 2 onzas, que importan
67.629,396 pesos 2 reales (1 1.) Pues para que en lo sucesivo
llevemos completa esta interesante parte de la Guia, deberá
proporcionarnos el real tribunal de minería por medio de sus
diputados territoriales, estados anuales de todas las minas de
oro y plata conforme á los publicados. La real casa de mo-
neda seguirá ministrándonos las razones de lo que acuña y el
señor intendente de Huancavelica completarnos los años que
nos faltan de aquel mineral y continuar anualmente en lo su-
cesivo.
Comercio El del Perú se divide en terrestre y marítimo. El
primero se hace con el vireynato de Buenos Aires. El segun-
do es, ó americano ó europeo. Ejecútase el primero en nues-
tra marina mercantil, cuyo número y parte de buques hemos
publicado (12), con los puertos del reino de Chile sitos al sur
del Callao, ó con los del vireynato de Santa Fé y Méjico, que
yacen al norte, El de Europa se efectúa con Cádiz. En las
Guias se contienen dos épocas relativas al comercio. La 1?
de 1781 á 90. La 2? de 91 á 95. En cuanto á la primera, es-
tán completos los datos, asi pueden hacerse todos los cálculos
y comparaciones que se quieran. Yo me contraeré aquí úni-
camente á un cotejo entre el fondo que tenia en efectivo di-
nero anualmente el Perú y la exportación en [caudales, que
se Inicia en el mismo tiempo para Europa, para ver cuanto le
quedaba en numerario á este reino. En la segunda época so-
lo tenemos datos para el comercio con Europa,

(11) Guia 1796 pág. 134.


(12) Guia 1794 pág. 146.
—228—
Época primera de 1781 á 1790.

Comercio con Buenos Aires. Del estado que va inserto en


de un solo año resulta (13.)
la Guia, representativo

Exportación 2.034,980
Importación. . . . 864,790
.

Diferencia '. 1.170,190


La diferencia es á favor del virey nato del Perú y se le sa-
tisface en moneda acuñada de Potosí. Sumada esta ganancia
con la que se labra en la moneda de Lima en un año común
de la segunda época, produce 5.666,760 pesos 6 reales. Fon-
do anual del Perú en moneda contante.
Comercio marítimo americano. Del estado que liemos dado
á luz comprehensivo del quinquenio de 85 á 89 (14), se dedu-
ce que en este período fue a i

Importación 8,350,749 6
Exportación 7.823,7-76 6

Diferencia 526,973

La diferencia es contra Lima y dividida por años comunes,


da de pérdida anual 105,394 pesos 4 f reales. Pero como ca-
si otras tantas ganaba nuestra marina mercantil en el mutuo
trasporte, queda equilibrada la balanza americana.
Comercio en Cádiz. De la balanza comprehensiva del dece-
nio de 81 á 90 publicado en la Guia, aparece que en esta épo-
ca hubo de (15)

Importación 43.241,862 7
Exportación 54.837, 114 3

Diferencia 11.595,251 4

La diferencia denota la cantidad con que las remesas de Li-


ma superaron á las de Cádiz. La cuota de exportación se
compuso de 49.678,305 pesos 1 real en caudales y el resto en
frutos. Dividida la suma délos caudales por años comunes,
da en cada uno 4,967,830 pesos 4 reales, cotejada esta canti-
dad con el fondo anual del Perú, resulta.

(J3) Guia de 1797 pág. 90.


(J4) Guia de 1794 pág-, 146. *.
(15) Guia de 1796pág. 24.
—229—
Fondo 5.600,760 6
Exportación 4.907,830 4

Diferencia 698,939 2

La
diferencia indica la cantidad numeraria que le quedaba
al Perú, concluido su comercio universal, de la qae deben re-
bajarse las remesas hechas por la real hacienda para situados
á Chiloé, Valdivia, Panamá y para compras de tabacos en
Guayaquil y la Habana: igualmente debe deducirse el valor
de los negros que se nos dirigen de Buenos Aires por Chile;
y resultará que en cada año queda extinguido el numeraria
del Perú.

Época segunda de 1791 á 95.

Las cinco balanzas relativas á esta época, que hemos publi-


cado (16) manifiestan que hubo de

Importación 21.547,851
Exportación 33.313,741 ¿

Diferencia 11.761,890 i

La exportación se compuso de 22.316,995 pesos 5 reales en


caudales y el resto en frutos. Dividida la suma de los cauda-
les ^jor años comunes, corresponde á cada uno á 5.863,399 pe-
sos 1 real.
Obsérvese lo primero que en esta exportación se hallan in-
cluidos 6.274,484 pesos siete reales pertenecientes á la real
hacienda; de donde proviene su ventaja sobre la anterior. Lo
segundo, que corresponde anualmente lá plata acuñada en la
moneda en el propio tiempo, con la diferencia de 10,000 pesos
á favor de la segunda, Tercero que careciendo de datos rela-
tivos á nuestro comercio americano en la presente época, no
pueden servirnos los de la antecedente para hacer el tanteo
del fondo sobrante en el Peni. La razón es porque la balan-
za debe hallarse en esta época., mucho mas inclinada que en
la anterior contra Lima. Primero: porque para igualar la
balanza marítima en el quinquenio anterior, remitió á Chile
1.430,924 pesos y á Guayaquil 2.235,719 pesos en ropa de Cas-

(16) Guias de 1793, pág. 50. 1794, pág. 20. 1795 pág 2^.7797, pág. 22 y G!.
—230—
tilla, adquirida en su comercio con Cádiz (17.) Segundo: la
conducción de estos efectos, como de los frutos que venían en
retorno para embarcarse para Cádiz, cedia en utilidad de
nuestra marina. Hoy carecemos de uno y otro por el giro di-
recto que hacen aquellos puertos con la Europa, aunque se
haga escala en el Callao para Guayaquil. Tercero: los azú-
cares internados por Buenos Aires han hecho decaer el comer-
cio délos nuestros. Los sembríos de viñas en los valles de la
ciudad de la Paz, van minorando el valor de nuestros aguar-
dientes y el aumento en el uso de la coca que se saca de aque-
lla provincia, menoscabando la cantidad numeraira que utili-
zábamos de la que se acuña en Potosí para aumentar nuestro
fondo y comerciar con Cádiz.
Para presentar, pues, en cada año el plan de nuestro co-
mercio universal, necesitamos que continúe anualmente mi-
nistrándonos las balanzas de nuestro comercio marítimo, asi
europeo como americano el contador de la real aduana, según
lo efectuaba el difunto D. José Ignacio Lequanda, á cuya de-
dicación y celo se deben las que adornan nuestra Guia. Por
lo que respecta al terrestre con Buenos Aires, deberá formar-
se en las aduanas del Cuzco y Arequipa.
Rentas reales. Hemos publicado tres bellos estados de real
hacienda, ministrados por el contador de resultas D. Joaquin
Bonat, cotejado el dinero existente de las reales cajas con sus
gastos, aparece

Año de 1790 (18)

Caudal 6.445,471 7
Gastos.. 2.970,599 7 ¿

Sobrante. 3.474,871 7 i

Año dfi 1791. (19)

Caudal . . . , 7.683,608 5
Gastos 4.082,313 5

Sobrante 3.601,295

(17) Guia de 1794, pág. 14(3. Balanza en las notas. Entre las disputas
de una libertad desatinada y un monopolio injusto, aun no hemos hallado
el medio de que nuestros fieles aliados no se lleven el dinero del Perú por
Panamá, dejándonos estancados los frutos. Ellos nos dejarán en paz con
sus pretensiones mercantiles, mientras que les dejemos nosotros llevarse
tranquilamente el dinero.
(18) Guia 1793 pág. 16.
(19) Guia I79;ipág. 17.
—231—
Año de 1792. (20)

Caudal 7.095,429 5
Gastos 4.211,192 4

Sobrante 2.884,237 1

El balance general de todos los fondos ¡de real hacienda


con sus créditos, puede verse en los estados que se han indi-
cado y que deben insertarse anualmente para no romper su
historia, como ha sucedido en el precedente quinquenio. Por
el estado relativo al año de 1792 aparece, que cotejados todos
los créditos de la real hacienda con sus fondos, efectivos, se
hallaba descubierta en 174,234 pesos 3 reales; pero á fines de
1794 el fondo de la real hacienda excedió á todos sus créditos
y gastos en 4.011,930 pesos.
Mentas civiles. Los propios y arbitrios de las ciudades del
reino pueden calcularse anualmente en 60,000 pesos (21).
Mentas eclesiásticas. El resumen de las rentas anuales del
clero secular, regular, universidades, obras pias y hospita-
les,es el siguiente (22).
Pesos, Reales.
Lima 1.076,943 3
Cuzco 393,455 7£
Arequipa 329,711 6¿
Trujillo 244,034 3¿
Huamanga 275,408 5¿ -

Total ....„ 2.319,554 2


Muchas de las partidas que componen estas cantidades, son
por la mayor parte imaginarias, por estar arregladas á lo que
debían producir los caudales impuestos, pero que en eíecto no
rinden por el deterioro de las fincas. Asi era necesario, que
al menos en cada decenio se formasen nuestras razones de
estas rentas.
Gerarquias. La Guia
está dividida en tres estados que son;
y el militar; cada uno de estos se sub-
el político, eclesiástico
divide en tres secciones. El político en el primer ministerio

(20) Guia 1794 pág. 14. El estado actual de la real hacienda ofrece obser-
vaciones muy importantes, que reservamos para otro lugar.
(2j). De esta cantidad apenas componen 20,000 pesos los restantes de to-
dos los ayuntamientos de este vireynato. Los 40,000 son del ayuntamien-
to de Lima, que posteriormente los ha aumentado á mas de 100,000 pesos
con los cuales ha hecho servicios muy importantes, que indicaremos en uno
de los Peruanos siguientes.
(22). Guia de 1794, pág. 144.
—232—
de segundo de real hacienda: tercero, en cuerpos polí-
justicia,
ticos. El eclesiástico en 1 clero secular: 2 cuerpos religiosos:
3 cuerpos literarios. El militar el 1 tropa veterana: 2 milicias
deciplinadas: 3 milicias provinciales (23). Cada orden de aque-
llos en que se divide la clase general, abraza las partes que
le competen, considerada cada una con separación, y anotán-
dose en ella lo que merece saberse. Asi párese que la Guia
lia sido en esta parte desempeñada completamente.
Ilustración. Los establecimientos literarios, la universidad
y colegios en los que hemos señalado sus cátedras, sus ejerci-
cios, y hasta los autores que tienen adoptados para su ense-
ñanza (24), manifestarán á un genio inteligente, cual es el
gusto, y la ilustración dominante del Perú. Pertenecen á es-
ta las nuevas obras que se hacen para el adelantamiento de
cualquiera de los ramos del reino, ó para perfeccionar en él
la cultura del espíritu humano. Pocas ocasiones hemos teni-
do de publicar alguno que merezca hacer inmortal el nombre
de sus autores. Ojala se presenten en lo sucesivo, para que
tribute nuestra pluma el digno homenage, á que son acreedo-
res los beneméritos á la Patria. En recompensa se debe á la
Guia haber hecho restaurar algunas obras ú tiles, que sabiendo
hallarse abandonadas, largamos una chispa al honor en algu-
na de sus páginas.
En suma para completar y perfeccionar la Guia, se necesi-
ta el que se ministren en especial los siguientes estados.
Por quinquenios.
Población. Diezmos.
Por años.
Agricultura, industria, minería, casa de moneda, comercio
europeo y americano, estado de real hacienda &a. conforme
á lo que hemos expuesto hasta aquí en este resumen.
Ya se vé que las variaciones que ocurren en esta parte no
pueden salir de un año para otro. Es necesario lleven dos de
atrazo á la edición de la Guia, pues es preciso corra el año en

f23J. La Guia de 1793, pág. 15G. Se llalla el catálag» de los títulos do


Castilla del Perú.
(24). La Guia de 1793, es la mas circunstanciada de esta parte. Estos es-
tablecimientos célebres por sus estudios especulativos, carecen de la ins-
trucción de las ciencias práticas. Aun la medicina no hace en el nuevo co-
legio de San Fernando, los progresos que debian esperarse de la excelencia
de los ingenios del Perú: por que aun no han podido jilantiñcarse las cáte-
dras necesarias para la enseñanza, ni proporcioD adose las máquinas y uten-
silios que sirven para desempeñarla con acierto. Sin embargo, esta es una
obra que hace muchísimo honor al Gobierno del Excmo. Señor Virey D.
José Fernando Abascal, y que siendo hoy el ilnico colegio de esta clase que
hay en la América española, no tardará en ser el mejor de la monarquía,
si se le proteje como es debido,
233
<{iie ¡se y aquel en que se adopten pava la prensa.
verifican,
i
<l< silas mutaciones ocurridas ea el actual año de 97 deberán
darse á luz en el de 99. Mas como está para finalizar el siglo
en que vivimos, seria oportuno que en los meses que restan
de él preparásemos los materiales enunciados, y habriésemos
con esta preciosa obrita la excena del siglo 19.
Sea ella un testimonio de lo que hemos adelantado en cuan-
to al conocimiento de nuestro pais, sobre los que nos pre-
cedieron en el .17. Estas apenas trasmitieron al 18, una gaze-
ta en que no se encuentran dos renglones útiles relativos al
Perú. Nosotros presentaremos uua colección, que siendo de
lo mas importante que contiene para el hombre social, debe
ser al mismo tiempo, útil y agradable. Útil al Gobierno que
viendo la sucesiva progresión de todos los ramos que adminis-
tra, fomentarán los que florecieren, y opondrá el remedio
oportuno á los que decayeren que comparando los efectos
:

con los principios de donde emanaron, podrá en tiempo ó dar


mayor energía, ó rectificar á estos. Útil al Comerciante, que
conociendo los fondos y recursos de todo el reino, y de cada
uua de sus provincias;, sabrá arreglar á ellos sus tráficos, y
evitarlas quiebras que se originan inevitablemente cuando
faltan estas luces. Agradable á todo hombre inteligente, que
puede en una dilatada serie de años, admirar por una parte
la liberalidad con que la adorable providencia desabrocha los
senos del mas rico suelo de la tierra, para premiar las labores
del pacifico peruano; y por la otra, al activo europeo al verle
adquirir con su industria estos mismos tesoros, y trasmitirlas
á su pais, para que sirvan de base á ese raro espetáculo de
grandeza que ofrece aquella parte del globo, después de la
conquista de las Américas.
Y para evitar á los postreros eltrabajo de acopiar un creci-
do número de volúmenes , en que los dos tercios de cada uno
le serian inútiles, se debería en^cáda decenio extractar lo mas
interesante de las Guias de esta época, y reducir á un solo vo-
lumen, y publicarlo con el título de Décadas económicas del
Perú. Entonces diez pequeños tomitos contendrían uu siglo
entero.
Tales son mis ideas. Las ha dictado el deseo del servicio

de mis soberano, y el amor al suelo en que he nacido. Lima,
Noviembre 6 de 1797. ._. H. U.
Observación. Se puede suponer, que el sistema colonial del
Perú, concluyó con el siglo anterior, y con la ediccion del
último volumen de la Guia. En este año de 1813, comienza
una nueva era con la jura de la constitución de la monarquía
española. Entre una ó dos decenios, podrán ya estar bien ci-
TOil. VI. LlTERATUEA>—=35.
— --='

^
—234—
mentadas sus leyes benefactoras, y entonces podrán compa-
rarse con el cuadro colonial que ofrece este compendio esta-
dístico, el que presentará la libertad é igualdad civil, y demás
excelentes prerogativas de que hoy goza está España ultra-
marina, y que deseamos emplee en cimentar la paz, la unión
y el verdadero amor á la patria sin los cuales no puede flore-
cer ningún estado. Los tres años corridos entre el fin del sis-
tema colonial, y principios del nuevo gobierno, están llenos
de sucesos extraordinarios en todos los ramos de la pública
administración. Bepresentan aquel campo de aguas agitadas
que se interponen entre dos mares alterados, que se embisten
conmovidos por opuestos vientos. Si una pluma instruida,
imparcial y verídica, se encargase algún dia de escribirlas,
ofrecerá eu un Corto espacio de tiempo, sucesos que no sé vie-
ron en siglos anteriores,y ellos mismos servirán de lecciones
saludables á los hombres venideros, para el buen gobierno dé
la república en general, y de sus familias en particular.
Nota. Acabábamos de soltar la pluma, concluida la obser-
vación antecedente, cuando ei ruido de la alegría priblica, nos
anunció la confirmación de las insignes victorias que un ru-
mor vago, aseguraba haberse conseguido en la madre patria*
Volvimos á entrar en nosotros mismos, y hemos quedado con-
vencidos de que se anticipaba el tiempo del firme estableci-
miento del nuevo orden que introduce la constitución espa-
ñola. Los sucesos de la guerra se dirá son varios, y casi no
se puede contal: sobre ellos, hasta después de concluida. Pero
aqui hay una reunión de circunstancias extraordinarias. Ciu-
dad Rodrigo, Badajos, SalaMancti, fortificados con todos los re-
cursos del poder y el arte, son reconquistadas rápidamente
por asalto una en pos de otra. Marinot derrotado hasta el ex
tremo, las Castillas y Madrid recuperadas: el sitio de Cádiz
levantado, Sevilla y las Andalucías, precipitadamente abando-
nadas. Soult, el general mas activo é inteligente déBonaparte^
fujiíivr O y perseguido. Welingtoh triunfante en todas partes, y
los pendones españoles tremolando victoriosos sobre casi to-
das las almenas, de donde habían sido precipitados. En fin^
los frutos y las glorias de cuatro años de conquistas y comba-
tes pertinaces, en que han perecido millares de regimientos
los mas valientes, y mejor diciplin actos de Europa, y en que
ha corrido á torrentes la sangre francesa, en pocos dias han
desaparecido como el humo que se lleva el viento.
I ISTo aparece aquí una mano superior que ya salva á su pue-
blo, concluida la legislación bajo de la cual quiere viva, en lo
futuro ? Esto es hecho. Solo resta que los hombres depongáfc
sus preocupaciones y funestas rivalidades, y no quieran bajo*
dé pretéstüS vtirids, pi-ítaf á ícte puéblete á^añblfe del piéisí}
—235—
te sagrado que les ofrecen la virtud, la sabiduría y la heroisi-
dad reunidas. Este es el medio de tranquilizar á los (Jue están
desgraciadamente alterados, V afianzar la paz y obediencia en
los tranquilos. Virtuosos habitantes de todas las ciudades de
América: reunid vuestros esfuerzos, luces y patriotismo, para
establecer la quietud y prosperidad con que nos brinda la
constitución española. El egoísmo, las intrigas, la ociosidad,
los vicios que con justicia ó sin ella sé lian atribuido á las co-
lonias, desaparezcan del todo; y nazcan el amor á la patria,
la sinceridad, la dedicación al trabajo, la probidad y aquella
firmeza de ánimo que deben distinguir ál ciudadano español.
Seamos gratidés, como és grande i a era que comieuza en
nuestras niánOs. Y ya que por lo frajií de la vida immana, no
pueda la generación presente llegar á este complemento, pre-
parésmole el camino á la venidera con instituciones sagaces.
La buena educación debe ser la primera. JEn el í*éra no fal-
tan escuelas ni folíelos para su dotación; pero se abusa de todo.
Con dolor decimos que estamos enterados de que en diferen-
tes iugarés, se apropian las rentas de las escuelas con gran
detrimento de éllás, las mismas personas que mas debían in-
teresarse en fomentarlas. Por eso lá diputación provincial,
deberá colocar entre Sus primeras détérmiüaciones, la de res-
tablecer lá Guia, para qué sé de anualmente razón deí estado
y progreso de todos los establecimientos sometidos á su ins-
pección.

"El amor ddüyügaL"


Míi íñohúniéntnm dólóns.

La grandeza del hombre se deja percibir mas bien en los


adversos, que én ios prósperos sucesos de su vida. La fantasía,-
y corazón de tul hombre afligido adquieren no sé qué de divi-
no, qtte imprimen el sublime en cuanto piensa, y en cuanto
siente. De ac ui es, que como lo que pasa dentro del misino,
prdeiirá simbolizarlo con imágenes corporales, tienen las de-
mostraciones fúnebres uña elevación incomparablemente su-
perior á las de los triunfos y ias glorias. Las musas solo en ios
funerales dé Lésbás, se vieron vestidas de luto hacer resonar eí
aire COfi sus gemidos. l£n ninguna parte es el ruiseñor mas me-
,Aun en las exequias
tiü espíritu* mas p&
—236—
netraute que en sus otras solemnidades. Canta, y llora Job eí
poeta mas sublime que ha tenido la tierra.
Por entre un bosque solitario me dirijia en otro tiempo á la
casa de un amigo, cuya esposa acababa de morir. Llegué en la
mañana del segundo día de este trájico acontecimiento. Entré
en el cuarto de mi amigo, y le encontré sentado: cubría su cuer-
po un negro manto: tenia el codo derecho apoyado sobre el bú-
lete, y la trente sobre la mano; su rostro demudado é inclina-
do al suelo, sus ojos abiertos, rasos, inmobles representaban á
un hombre poseído del asombro. Me acerco, le contemplo, le
creo sin vida, le muevo: entonces levanta su rostro, lo fija so-
bre el mió, oprime mis manos con las suyas, las inunda con sus
lágrimas, y pasados unos momentos en que podría recuperar-
se, me dice
¡O amigo! tierno amigo, mi dolores inexplicable. Espiritual
como mi alma, obra poderosamente sofocándome la vida en el
pecho, sin que yo encuentre en la naturaleza seres con quienes
compararlo, ni imágenes que lo representen. Parecía mi cora-
zón formado para resistir todas las calamidades que persiguen
al hombre. Yo misino encendí, y coloqué en manos de mi es-
posa la pálida luz, que le alumbrase el camino déla eternidad.
Yo la ayudé á invocar la protecciou divina, y los dulces con-
suelos de la religión católica: recibí sereno sus últimos suspi-
ros, oí sus quejas amorosas, y la vi tranquilo espirar en mis bra-
zos. Mis labios se abrieron en este momento para decirla: ha
muerto la mejor délas esposas.
Mas luego que la paloma desamparó su nido, y que amor rom-
pió sus lazos dejaudo ensangrentadas las heridas, no cupo el
corazón en mi pecho, quiso quebrarme los huesos, y volar tras
ella. Una mutación extraordinaria se apodera de mí. ¡O noche!
El sol se sepultaba en su ocaso, cuando las lágrimas de cuatro-
cientos agrícolas hacían correr á torrentes las mias, y con sus
clamores me partían de medio á medio el pecho. Todas esas
verdes praderías se vistieron de luto: cesaron los gorjeos sua-
ves de las aves canoras: el silencio mas triste se apoderó de es-
tos montes y valles. Solo se oia á lo lejos el pesado ruido de
las ondas marítimas, que en cada golpe me comprimían el co-
razón.
En esa autesala colocaron el féretro del cadáver de mi ama-
da, cubierto de un humilde sayal. Por entre esas negras cor-
tinas divisaba á la luz pálida de las antorchas fúnebres el ros-
tro. . . ay! ya pasó
. dulce objeto .... mis delicias Los
ojos dé la Antélope sin luz: marchitas las rosas del carrillo: sin
X>ercepcion los oídos que median el acento y armonía en mis
discursos: y las gracias fujitivas de sus labios
Absorto en estas melancólicas consideraciones: absorto en es-
—237—
tas lecciones penetrantes de la muerte, veo levantarse del fére-
tro á mi esposa, y venir Inicia mí: salto para recibirla: le estien-
do mis brazos. Pero que horror me sorprende: un yclo extraor-
dinario ocupa mis miembros: mis cabellos se erizan y tiemblan:
el pellejo se me pega contra los huesos de la cara: el calor de
mi vida vá cesando: el pulso, y la respiración vacilan. Mi exis-
tencia es dudosa, huyo precipitado. ... Sombra amable, dis-
pensa perdona mi esposa .... mi querida Espa-
cios inmensos nos separan, y todo clamor es inútil.

Que de veces en tiempo venturoso,


Las horas vi de tus delicias llenas;
Mas hoy solo mis penas
Ocupan mis instantes;
Se acabaron las glorias,
De dos tiernos amantes.
Que de veces el tiempo, la sonora,
La dulce voz llevaba á mis oídos;
Mas hoy solo gemidos
Escucho en que me dices:
Para siempre pasaron
Nuestros di as felices.
¡O sombra de mi esposa!* ayer la vida
bel valle ameno, y de la alta sierra.
Hoy convertida en tierra,
Ya no pisas ufana
Las verdes praderías
De que eras soberana.
Mi esposa peregrina, en una tumba
Despojo yaces del hado á los rigores:
Cesaron los amores,
Y en mis negros pesares,
Agotaran mis ojos
Las hondas de los mares.


Nota: Bl resto de esta escena no ha podido trascribirse, por estar roto
y carcomido el cuaderno en qee se encontró manuscrito: parece que es de
tiempo en que los españoles según su carácter, ayantaban todavía la piedad
con el amor.
-238-

Diseurso sobre si el clima influye ó no en las costumbres

de los habitantes, deducido de las ilustraciones ma-


nuscritas,para la segunda edición de las observaciones
sobre el clima de Lima.

(2) Emollü animas clementiq cceli.

Cualesquiera que sean las causas físicas que inducen la mo-


rosidad y pereza en los habitantes de los climas cálidos, las
causas morales pueden no solamente contrabalancear su in-
fluencia, sino también destruirla y hacer de ellos hombres, tan-
to, ó mas enérjicos que los que moran bajo de temperamentos
fríos, porque tienen una constitución mas movible y exaltable
que estos, y en consecuencia su imaginación y pasiones son mas
prontas, y fuertes. Las descripciones, que. los griegos y roma-
nos nos han dejado de los asiáticos, y lo que dicen los viajeros
de diversos pueblos que habitan pueblos calorosos, han hecho
creer de que la indolencia y desidia, son un efecto incontrasta-
ble de la influencia del clima. La igualdad y temple del cielo
en Asia, dice Hipócrates, proporciona á sus naturales una ta-
lla y figura mas uniforme y elegante, y unas costumbres mas
dulces que las que tienen los europeos; pero también los hace
perezosos ó imbéciles, negándoles el ánimo activo, laborioso, y
emprendedor, que dan á los últimos las fuertes mutaciones de
los temperamentos en que viven. Hoy mismo se vé á los tur-
cos asiáticos pasar dias enteros sentados con los pies cruzados,
y la pipa en la boca sin hacer nada, ni mudar de aptitud: y los
indios miran la inacción como uno de los elementos de la feli-
cidad. ¡Qué pereza en los del Perú! ¡Con qué lentitud mueven
sus miembros al trabajo! De aqui es, que Montesqujeu toman-
do estos hechos por principios esenciales, ha creído que el des-
potismo era el gobierno natural de los paises calientes; y por
la misma razón establece Wilson la necesidad de la esclavitud
de las islas de Barlovento.

(2) Los singulares elojios que lia merecido esta obra á los sabios de Ma-
drid, Paris y landres: y las instancias que para concluirla hacen al autor
eus amigos de América, le han empeñado en dar una segunda edición cor-
recta,y completada en la parte practica. Para esto necesita dedicar tínica-
mente á este fln los muy pocos ratos, en que sus ocupaciones le permiten
p mar la pluma, y asi lo ejecutará en lo sucesivo.
—239—
Pero si el clíina el que influye tal pereza, é inep-
caloroso es
titud n los que lo habitan que se necesita del despotismo, y la
e
escla < itud para obligarlos al trabajo y ocupaciones de una vi-
da laboriosa: ¿de dónde nació la inquieta ambición de los asi-
rios, que por el espacio de quinientos años turbaron el Asia
con sus guerras? ¿De dónde vino el vigor de los Medos que sa-
cudieron su yugo? Ciro en el espacio de treinta años conquis-
tó del Indo al mediterráneo. Los Oarducas de quienes habla
Xenofonte, resistieron al gran rey en el seno de su imperio, y
dieron mucho que hacer á los valerosos que conducidos por
aquel insigne capitán, hicieron la mas difícil y valiente retira-
da de cuantas refiere la historia de la guerra. Los Partos fue-
ron rivales indomables de Boma, y los Árabes llevaron sus ar-
mas vencedoras hasta los Pireneos y los Alpes.
ís o carecieron por cierto de actividad los fenicios, que por
tantos siglos abrazaron ellos solos el comercio de las costas co-
nocidas. En ninguna parte de la tierra se encuentran ruinas
que acrediten mayor energía, industria, genio, y magnificen-
cia que en Tadmour, ó Palmira. M
la Grecia, ni'la Italia anti-
gua, han dejado nada que pueda compararse á sus escombros
suntuosos. El ánimo queda estático y suspenso en la contem-
plación de la diligencia, y actividad de aquellos pueblos habi-
tantes de climas calientes, cuando considera á Palmira en un
vasto desierto, donde al rededor, de muchas leguas no se en-
cuentra objeto alguno animado: de manera, que representa una
isla separada de la tierra habitable por un piélago de arenas es-
tériles. Dos fuentecillas de aguas dulces, cálidas y azufradas,
que brotando en un valle estéril, podían surtir de este elemen-
to necesario á la vida, bastaron para que siendo á propósito
para servir de punto al rico comercio de la India por el Eufra-
tes y Golfo Pérsico, se fijase allí la vista de Salomón, y de
otros príncipes, y fuese por muchos siglos el emporio del gus-
to, actividad, y magnificencia de los comerciantes asiáticos.
•Se podrá creer que los indios que moran hoy en el Perú sean
los descendientes de aquellos antiguos peruanos, que han de-
jado tantos rastros de industria y laboriosidad en todas las
partes de este imperio? ¿Qué esfuerzo tan extraordinario no se
necesitaría para levantar esos caminos reales, cuyos grandes
escombros aun hoy subsisten? ¿esos pueblos, cuyas ruinas per-
manecen sobre médauos de arena, donde era necesario condu-
cir de sitios lejanos el barro y el agua? ¿esos excelentes y nun-
ca bastantes ponderados cauces para el aumento y prosperidad
de la agricultura, y tantas obras de ataque y defensa que ma-
nifiestan en el alto y bajo Perú, el movimiento de ejércitos, ac-
ciones ruidosas, y fuego con que se disputaba el honor de la
victoria y la gloria de las conquistas?
—240—
^Todo persuade á que existe entre los hombres otra causa dis-
tinta del influjo físico del clima que enerva imperiosamente
sus ánimos, ó bien porque les hace ceder á 61 sin resistencia, ó
porque los priva de aquel movimiento y valentía, con que el
hombre, á distinción del resto de los animales, vive en todos
los climas, y se hace superior á todas las impresiones físicas,
que en ellos pretenden enfrenar la suma activa de su espíritu?
¿Y cuál podrá ser esa? Observa Homero, que el hombre pierde
la mitad de su ser el dia que se le esclaviza (1): es decir, que
pierde los sentimientos nobles, y las pasiones honrosas, que le
llaman á sobresalir entre sus semejantes, y poner todos los me-
dios decorosos que conducen á conseguirlo. Su alma se rinde
á las cadenas que aprisionan su cuerpo para arrastrarlas con
lentitud y bajeza. En esta condición miserable busca la quie-
tud y felicidad que ella proporciona, persuadido que todo es-
fuerzo para romperlas, será infructuoso y le agravaría de ma-
les. Y
tal parece ser el primario y funesto origen de la indo-
lencia de los pueblos que en todos los climas soportan el yugo
de pequeños, ó grandes déspotas. El alma de una nación es el
gobierno, ella es grande y gloriosa, si este es ilustrado, justo
y activo; y por el contrario, es infeliz, holgazana y perezosa,
si este carece de luces, equidad, y enerjía. Ita ut constet, leges
ad animi mafjnitudinem plurt/niim faceré (2),

Elojios Académicos»

INTRODUCCIÓN.

Al dar Donatello ol último golpe á su hermosa estatua de


Judit, quedó tan arrebatado de la perfección de la obra, que
enajenado y fuera de sí la decia: ¡habla, habla! ¡Mira que yo sé
que tú puedes hablar! Teniendo esos rasgos peregrinos, y to-

(1) Odyssealib. 17 v. 322.

Dimidiiim virtutis eiüm mortalilms aiífert.


Sei Vil dies.
Este 'célebre verso se hall? citado por Longino peri ypsons, é ilustra o
1
i

por Tollio pag. 223, y por IJoileau i. c. pag. 342, edición de Toílio.
Le ni eme your qui met un liomnie libro aux fera
Lni iavit lamoitié de sa vertu premiere,
(2) Hipnocrot, de aere, loe, eb, ay. cap. XI í.
—241—
da la perfección de una criatura racional ¿por que no par-
las? [1]
El habla esel don precioso del hombre: clara señal de que
tieneun espíritu dotado de razón, que le distingue esencial-
mente del bruto [2], Sin el idioma, el género humano se con-
fundiría con de las bestias, pues en las facciones externas se
el
aproximan sus individuos, ai juntarse en la cadena que los
une. La palabra es quien hace conocer que el hombre es ca-
paz de religión y sociedad, y la que le repara del Ourang-Outan
criado para errar en los bosques: y con cuanta mayor perfec-
ción habla, tanta mayor excelencia manifiesta en el ánimo.
Asi el progreso del idioma ha sido siempre el indicio del de las
luces en las diferentes tribus y pueblos, que habitan la tierra,
Las naciones que han subido al colmo de la gloria han con*
ducido también su lenguaje á la cumbre de la perfección. Co-
mo la lengua es el intérprete de los sentimientos del corazón,
la que esprime las ideas del espíritu, la que trasmite los nobles
sentimientos, la que comunica el fuego de la virtud y el honor,
preciso es que tenga todas las proporciones necesarias para ha-
cerlo con la claridad, dulzura, y fuerza que correspondan á la
grandeza del espíritu, de quien es el órgano. Asi, en los bellos
cuas de Atenas y de Roma, se tropezaba por todas partes con
escuelas de lectores y oradores, en que con un afán indecible
se adiestraba la juventud en el arte de decir bien. Estudiando
y puliendo el idioma, adquiriendo elegancia en el estilo, arti-
ficio en la composición, dulzura en la elocución, gentileza en
la acción, y vigor en el pensamiento, se formaron aquellos hom-
bres modelos acabados para todos los siglos. Esos oradores que
dominaron á su arbitrio en la voluntad de los pueblos libres
por solo el poderoso imperio de su voz. Esos grandes capita-
nes mas terribles en el combate por el ardor de sus discursos,
que por las fuerzas de sus armas conquistadoras.
Luego que por haber variado la constitución política de los
pueblos, se comenzó á echar menos la elegancia ática, y la fa-
cundia romana, se vio también que los hombres retrocedían de
sus progresos en la política, las artes y las ciencias. Eegresa
ba el espíritu humano á sus principios, y parecía que las socie-
dades iban á componerse en lo sucesivo de aquellos hombres,
á quienes sacaron de los montes los con tares armoniosos de
Anjion y Ori'eo.

[1] The universal Magazine 1798. vol. CIII png* 417.


\2] Acraihi quidem videntur nomines, cuna mullís rebtis lmmiliores, et
infirmiorcs sint, hac re máxime bestfis proesfcájc,, qnofí loqui possint, Cicer •

TOM. VI. LlTEKATUR.1 — 30.


—242—
Dictus ob lioc Uniré tigres, rábidosque leones.

Pero la religión cristiana que se extendía sobre estos países


incultos, que edificaba sobre las ruinas del Areopago, y el Ca-
pitolio; y que plantaba sus cátedras en el lugar de los rostros,
ofrecía tantos y tan grandes objetos, que para explicarlos era
necesario restaurar la majestad y el reino de la oratoria. La
virtud y la moral fueron su objeto querido por muchos años: y
saliendo el buen gusto del Santuario, se instauraron los gimna-
sias, volvieron los ejercicios de la retórica, las naciones mo-
dernas mejoraron su lenguaje, y los progresos de éste anunció
el de todos los conocimientos. —
Vuelve el hombre á pisar el an-
tiguo camino de la gloria, y los pulpitos, las cátedras, los pala-
cios augustos de la justicia, los ejércitos y todas las clases de
la sociedad, presentan prelados elocuentísimos que hacen cun-
dir la virtud: majistrados qne hacen amar la justicia: capitanes
que hacen apetecer la muerte por Ja gloria de la patria; y filó-
sofos que iluminan los senos oscuros ele la naturaleza con la
brillante y amable luz de la expresión.
]$To poclia la academia de San Marcos, la primera y mas ilus-
tre del nuevo mundo, negarse al ejemplo que le daba el anti-
guo, cuando apoderándose Descartes y ÍSewton del hilo de
Ariadua, sacaban al entendimiento del oscuro laberinto en que
le tenían aprisionado, y casi muerto los extraños fantasmas de
los tiempos anteriores: y que la aurora de las ciencias instau-
radas, le alumbraba los extravíos de las sendas por donde se
había querido conducirle al templo de la sabiduría,
Sorprendido el hombre al descubrir los países reales de la na-
turaleza, recuerdan del letargo las facultades de su espíritu,
¡qué vigor, que fuerza las anima! W
quiere medirse con su
magnificencia y hermosura, y si es posible vencerla en el ador-
no y la belleza al describir sus producciones. La academia co-
noce esta disposición en sus hijos, vé que la elocuencia es útil
ep todos los destinos de la vida, y que como madre prudente
debe proporcionar á cada uno al que le tocase en suerte. Con
este fin celebra sus actuaciones literarias, juntando al de la
dialéctica el ejercicio de la oratoria por la consagración de ellas
á personas y objetos ilustres. Y
aunque en los años pasados so-
lía también observarse este género de apoteosis, era no obs-
tante la destreza en la parte lógica, la que merecía los aplau-
sos, y ocupaba el tiempo conforme al gusto de los siglos con-
tenciosos.
Aun que precedía á la disputa, no era otra cosa que
el el ojio
un artificiode sutilezas metafísicas, coordinadas en el mismo
estilo y método que los purísimos silojismos del Peripato, En
—243—
la dichosa renovación, ó bien sea plantificación del bello gus-
to, no se entra en liza con esperanza de algún suceso, sino
uniendo á la facultad de discurrir con solidez la de parlar con
i listeza y facundia.
Verdad es que los primeros ensayos de la oratoria no pue-
den tener este mérito. El desorden, las exageraciones,- la re-
dundancia, una imaginación desmesurada, se congregan las
nías veces para formar composiciones monstruosas. Pero son
los primeros pasos que hace la juventud en la difícil carrera de
la elocuencia, es el campo en que se ejercita á llevar y mane-
jar sus armas poderosas, y deben condonársele los defectos.
También los tuvo Deinóstenes, que corrijió con largo y pe-
noso estudio, y no empleó menores afanes Molón de Bodas
para ceñir la redundancia del orador de Eoraa. Y si se cele
bró algún dia en nuestros jóvenes el que supiesen usar de los
enredos de Dédalo en un idioma bárbaro, y con raciocinios so-
físticos, por descubrirse en ellos la sutileza de sus ingenios,
¿por qué no se dispensará al calor, á la riqueza y fecundidad de
su imaginación, salir (je madre, pintando las cosas no como son
en sí, mas conforme al coíqriíjo que ella jes dá en sus transpor-
tes! Tiempo vendrá en que el orador se modere enseñado por
su propia reflexión, y por la censura y gusto de un auditorio
ilustrado, y aparezca entonces con el tino y acierto que lia he-
cho célebres a tantos varones, qué comenzaron en los mismos
extravíos. El sol en su oriente extiende al infinito la spnibra
de los cuerpos, y debe, subirá cierto grado ele la esfera, antes
de presentarlas en su natural tamaño.
Bajo de este punto de vista, yo ofrezco al público la reunió
de diferentes discursos que he pronunciado en la real escuela
desempeñando el cargo c]e replicante. Mi objeto es dar elejem
pío de esa publicación a los muchos literatos que en iguales
ocasiones se lian producido con mucha decencia, y hecho con-
cebir grandes esperanzas de sus talentos. Deseo no queden se-
pultados sus panegíricos, sipo que salgan a Iqz para estimular
á los jóvenes que vienieren después, y dar también una idea
de los primeros brotes de la facundia peruana, y concurrir á
la gloria y crédito de nuestros estudios, añadiendo este testi-
monio mas al que presentan anualmente en sus tablas las ca-
sas de educación literaria [1].

[1] Como en los demás ejercicios, se halla en el de la oratoria, muy deca-


dente en el dia la academia, siendo asi que era el tiempo de adiestrarse pa-
ra asistir con decencia á los grandes congresos. Se dirá, que no todos han
de hablar........ .....Vaya muy enhorabuena, es preciso que también baya
algunos que se duerman, mientras otros discurran.
-244—

Elogio del Excmo- Señor D- José Urrutia y Las-Casas,


pronunciado en la Real Uniwsidad de San Marcos, el
["*]
26 de Noviembre de 1796,

Quidquid ex Agrícola amavimus, quidquid mirati


sumus mnnet, mansurumque estin animis liominum,
in cetemitate temporum fama verum. Facit. —

Señor:

Entre las augustas ceremonias con que las naciones solem-


nizan los triunfos de sus héroes, ninguna mas tierna y expre-
siva que aquella, en que por las manos de las vírgenes é infan-
tes, coronan de preciosas guirnaldas sus excelsas sienes. Be-
presentantes de la inocencia j>rotejida, del pudor santo, de la
amable virtud, á vista de la pureza y sinceridad <|e la ofrenda:
¡quién puede presenciar tan agradable espectáculo con una
admiración estéril! El padre anciano que contempla en los ni-
ños los caros hijos, apoyo y delicias de su vejez, libres de
arrastrar la pesada cadena de la servidumbre en enemiga
tierra. El joven que en cada virgen considera á su casta espo-
sa, segura de ser arrancada de sus brazos, y sacrificada á la
pasión brutal del soldado, siente su corazón oprimido de una
deuda inmensa, que desahogándose por los ojos acompaña con
sus lágrimas los himnos de la victoria.
Émulas las ciencias de la gloria de premiar á los héroes,
figuran también los triunfos en sus templos, y con sus propias
pompas el candor y la justicia renuevan la gratitud, el gozo y
el aplauso. Este primer alcázar que les ha consagrado el nue-
vo mundo, sirve hoy de teatro en que ese infante de Palas te-
je la corona hermosa de delicadas flores, primicias de su fecun-
do ingenio; y en que arrebatado del mérito, mas que de los
movimientos de la sangre, la lleva, la coloca, sobre la alta fren-
te del héroe de Cataluña. Sobre la inmortal cabeza del Excmo.
señor D. José de Urrutia y Las-Casas, capitán general de los

[*] Le pronunció su autor haciendo de replicante en el acto de matemá-


ticas y física, que consagró señor Excmo., su deudo D. Juan de
al referido
Olachea, colegial del real convictorio de San Carlos, presidiéndole el Dr. P
Santiago Ofelan
—245—
reales ejércitos, del supremo consejo de guerra-, vírey, gober-
nador y capitán general del principado de Cataluña, caballero
de la espada de mérito, del orden militar de San Jorje del im-
perio de las Elisias.
Si todos los miembros de un estado deben formar un solo
cuerpo animado del mismo espíritu, ahora que nos recuerda
esta actuación gloriosa, el dia feliz en que rodeado de trofeos
el Marte de la España, el libertador de Barcelona penetraba
por entre las aclamaciones del inmenso pueblo de su fiel ve-
cindario, debemos ser partícipes de sus sentimientos, y en la
efusión de nuestro júbilo, juntar las manos con las del género-
so catalán, y alternar con sus canciones nuestros panejíricos.
Pero ¿cómo acertaré yó el mió sin haber militado al lado do
este guerrero, sobre las márgenes del ISTieper y el Fluvia! ¿Có-
mo sin haber intervenido en los consejos, oido sus sagaces dic-
támenes, y bebido por los ojos las imágenes de, sus ilustres
proezas, haré el justo elojio de esa consumada pericia, y de ese
valor marcial, que lo han elevado á la suprema dignidad del
ejército, y colocado en el augusto templo de los héroes?
Cicerón censuraba de arrogancia y locuacidad el hablar en
público de las acciones de generales, no habiéndose maneja-
do ejércitos, ni combatido enemigos [1]. Y el ejemplo de For
mion filósofo y retórico elocuente de Efeso, exjmesto en oca
sion semejante á la irrisión del grande Aníbal, debe hacer mas
cautas la vanidad é insolencia comunes al orador. Por esto el
desempeño de mi cargo consistirá únicamente en reunir en
una y otra parte del discurso, con el orden y decencia posi-
ble, los hechos que la fama ha traído á esta parte del océano.
Sus méritos harán el del héroe, y su esplendor su gloria.
^Naciendo de una esclarecida prosapia en el lugar de Mella
en las encantaciones de Vizcaya, la sangre y el clima le ins-
piraron la milicia. La naturaleza criando en aquellas provin-
cias el mas excelente fierro, ha querido indicarnos haberlas
elegido para el mejor plantel de sus campeones. Asi ha dota-
do á sus naturales de unas costumbres nobles y severas, do
un ánimo superior á las desgracias, y de una constancia y pa-
ciencia en los trabajos como la del mismo yunque. La prime-
ra educación empezaba á desenvolver en nuestro atleta joven,
tan ventajosas cualidades, cuando asaltándole la pasión á la
gloria, indicio de los talentos sublimes, le obligó á sacrificar-

(1) De o i-atore lib. 2; n. 18. En este mismo lugar


refiere que habiendo
Formion discurrido largamente sobre deberes de un general, y las re
los -

glas de la milicia en presencia de Anibal, los concurrentes encantados de


su elocuencia, quisieron saber el dictamen de aquel famoso Cartijenes, el
que respondió francamente: he oido delirar á muchos viejos) pero á ninguno
mas que á Formion.
—246—
se todo entero, al estudio de las ciencias de su profesión. La
matemáticas, el dibujo, la fortificación, la artillería, lá geogra-
fía, la táctica, y que sé yó cuales otras facultades que ense-
ñan á matar ai hombre en regla, le presentaron un campo di-
latado y fragoso. Primera batalla que debió dar su espíritu, y
primer triunfo que logró completo, comprobándolo con la ma-
yor evidencia, ya los ascensos en su carrera, ya los importan-
tes objetos en que empezó á ocupársele.
Las memorias de los primeros servicios de un militar pare-
cen mas apreciables, que sus árboles genealógicos: porque aque-
llas y no estas, dan el conocimiento anticipado que debe te-
nerse del desempeño de aquel, á quien su cerebro y brazo, y
no el de sus abuelos, lian de salvar del enemigo. Yo no he po-
dido adquirir las del general Urratia (1). Pero me persuado se
acostumbró desde la primera edad á tener su cuerpo y alma
en un movimiento á intonsion incesante con el objeto no de
llenar sino de perfeccionar sus deberes. Puede ser tina prue-
ba de este aserto, haber reducido á su panegirista á esta situa-
ción penosa desde los primeros pasos del encomio. Presentán-
doseme siempre grande, siempre Ocupando empleos unidos
íntimamente con la abundancia, honor y seguridad de la mo-
narquía, me obliga á hacer esfuerzo sobre esfuerzo para con-
quistarle á él mismo, y qite adornada la pluma con los despo-
jos de tan dichosa victoria, entone también su triunfo.
Felipe Vno aspiró al trono de España, sino para difundir
en ella el aliento vivificante, inherente al real trono de Borbon.
Uno de sus primeros cuidados fué consagrar un suntuoso edi-
ficio al cultivo de la lengua española. Creía este gran rey que
entonces serian remediadas las necesidades de sus pueblos,
cuando el órgano que las expresa supiese explicarse con aquel
vigor y dignidad que las hace sentir al solio. Felipe no se ea-
gañó. La voz de la nación ha tomado tal enerjía para hacer-
los presentes á sus augustos hijos y nieto, que se han dispu-
tado la palma en promover establecimientos que la ilustren y
feliciten; y el esclarecido Urrutia ha tenido la inesplicable sa-
tisfacción de cooperar con su soberano á los mas ventajosos.
Castilla la vieja, á pesar de sus rios caudalosos y dilatadas
llanuras,3r aee en la miseria. Sus campos yermos imitan al Tán-
talo, que se seea de sed junto al agua, y carecen de giro los
frutos de su escasa industria. Abrir un Canal que remediará
uno y otro, es empresa que ha hecho incomparable al mtfifó*
tro de Fernanda y que continuará haciendo memorables los

(l) Por defecto de estas* puede haberse üi<2id¿de ca algima e'<j^*©¿aek>ii;


al Barrar ídg sti'eiístts de ¡ír Vidir.
—247—
ministerios de los qne lo han seguido y concluyan [11. Entre
los grandes obstáculos que han retardado esta magnifica obra,
lia sido quizá el mayor la falta de diseños científicos y fieles,
que evitasen el extravío de sus varias labores. Ürrutia regis-
tra el terreno, y ya están presentados. Castilla, acuérdate de
la mano que hace la tierra corresponder agradecida á tu tra-
bajo. Ella te asegurará en lo sucesivo su firme posesión. En
tí misma tienes el plantel en que vá á criarte defensores, y á
cuya cabeza puesto algüh dia será tú antemural.
Ávila de los caballeros es elegida para la fundación de un
colegio militar. La ciencia de la guerra y del corazón huma-
no en que deben instruirse, les dará la superioridad del oficial
que entiende lo que manda, sobre el que solo ha seguido una
rutina empírica, y la admirable mágica de traüsforinar en hé-
roes las tropas mercenarias, é inspirar al soldado en eí anun-
ció del combate la gloria de vencer, ó de morir. Pericles, Ani-
val, Escipion „ éste fué vuestro primer estudio; y el per-

feccionaros en él, el mayor cuidado de vuestra patria. ¿Pero á


quien se consignará el magistrado de una educación de tanto
peso é interesa ¿Cuál será el militar consumado, que pueda
desempeñarlo cumplidamente?. . . .TTrrutia. Él no necesita dar
á sus nobles clientes otras lecciones que así mismo; y habrá
colmado los deseos del monarca y la nación, sí consigue que
las copias se acerquen al original [2].
Del centro del imperio lo llevan la voz del soberano y sus
conocimientos á sus mas distantes posesiones. Aquí en cali
dad de ingeniero mayor reconoce los límites, fortalezas y pre-
sidios de las conquistas de Hernán Cortés, y levanta planos
en que se compiten la exactitud con la belleza.
Cada acierto de su ingenio era una chispa á su guerrero co-
razón. Mas la España reposaba en el dulce seno de la paz.
X o le qUedaba, pues, otro recurso que recorrer en los interva-
los de sus ocupaciones la historia, que retratando los sucesos
memorables, y los eminentes genios que los rijieron, enseña á
gobernarse con madurez y prudencia eti los diversos lances de
la guerra. Pero apenas desenvuelve el ensangrentado lienzo
de las batallas, cuando se arrebata á su vista. Su fantasía ad-
quiere Una fuerza creativa qite anima las imágenes de los hé-
roes, y hace renacer al rededor de sí los siglos que ya pasaron.
¡Qué espectáculo! Las faianjcs griegas empiezan á moverse
sobre las orillas del Indo. Marcelo acerca sus naves á la capi-
tal de Sicilia, y las lej iones romanas atraviesan las garantas

[1] Bótalos, histor., nafym, y geograf, de España pag. 384.

[2] SegttH Fonz, rnrje de España, t. 12. pag* 33fr, élta esWíáa fea éégtti-

cld cléspttés éñ ¿üícÜq átiWd.


—248-
del Taimo. A lo lejos se percibe el
tono fríjio, y el clarín mar-
eial, que agitan corazón dentro del pecho. Ya se siente bas-
el
ta el ruido del combate. Urrutia se ampara de sus armas, y
vuela á sostenerlo, Allí corre tras la temeraria audacia del
grande Alejandro, al asalto de Oxy draques (1). Acá con un
puñado de guerreros bate con Lucúlo las huestes innumera-
bles de Tigránes y Mitrídates [2]. Triunfa con César en los
campos de Farsalia. Dirije con Arquimedes las enormes má-
quinas que defienden á Siracusa. ¡Manes de Bauban y Monte-
cúculi, espiraron el tiendo y el espacio que dividían los cam-
peones y las batallas! Ahí tenéis ese español cubierto del pol-
vo del Asia para ser vuestro inseparable compañero. Ya tra-
za con el primero aquellos admirables planos de fortificación
y ataques, prodijios del arte: ya ordena con el segundo aque-
llas insignes marchas y contramarchas, que triunfando de la
multitud sobre las riberas del Danubio, detienen y llevan has-
ta el sepulcro en las del Ehin todo el talento, el valor y la for-
tuna de Turena, el tutelar de la Francia.
No se me diga, pues, que el general Urrutia estudió en Po-
libio y Santa Cruz, las máximas de la guerra. No: él al leer
estos autores no hizo sino recordar las empresas de donde las
dedujeron, y á las que él mismo habia asistido en persona.
Mientras que trasportada la imaginación de nuestro héroe
reconcentraba en un solo momento de tiempo siglos tan di-
versos, y militaba en él, se acercaba á su fin el 18 para dar
principio á esa serie de escenas calamitosas, tantas veces de-
nunciadas, y otras tantas no creídas.
Las familias trasplantadas déla Europa á la América, con-
mutan entre pocos años de habitación el carácter duro que les
comunica el frió y rijidez de su temperamento nativo, en el
blando y dócil que inspira la dulzura de estos climas. Pero
esta ley general bajo la zona tórrida, parece que no influye á
proporción en las templadas. Los cuakaros conducidos por
Guillermo Penn á poblar las frondosas riveras del Dalaware,
á pesar de hallarse bajo de paralelos mas in'óximos al Ecua-
dor, que los que cortan su primitivo suelo, conservan la adus-
tez y fiereza propia de éste. Séase porque avanzando los trios
mas hacia el trópico en el nuevo que en el antiguo continente,
el vigor que este comunica ala fibra, compense la diferencia

(1) Alexanclrr rem ansus esi mcredibilem, dique maudilam, multoque mil-
gis ai! faman temeritatis, quam gloriiv msignem. Q. Cuxt. 1. 9 cap. 5.
(2) Antíoclms PMlosojrims, nullan huic pugnwparem á solé con spectam
fuisse, affirmat. Livius scribli, numquam romanos adeo numero inferiores hos-
tibus, signis collatis dimicasse. Plutarc. in Luculo. Los romanos eran 12 mil,
y 185 mil los soldados de Tigránes. De los primeros murieron ciuco, y mas
de cien mil de los segnndds, que por huir se hadan jfeftasíds.
—249—
de meridianos: séase que el fanatismo religioso de los enaltaros
dé tal tono á su espíritu, que supla con ventaja la desgrada-
eion del cuerpo: lo cierto es, que observadores celosos é inflec-
cibles de sus pactos y previligios, apenas intenta alterarlos la
Gran Bretaña en 1767, cuando los reclaman con altivez, y
con ellos la independencia y la libertad [1]. Unos hombres
empleados en la agricultura y comercio, no tenian para esta
arriesgada empresa tropas, armas ni disciplina. ¿Pero que im-
porta, si los anima el espíritu de Franklin? [2] Franklin, cu-
ya sabiduría ha llegado á encadenar los rayos tremendos del
cielo, armara la diestra de Washinton el JSorte-arnericano,
con los mas fuertes de la tierra.
El parlameuto ingles cree altamente ultrajada su soberanía
por los colonos, y excecrablemente insultada la majestad ingle-
sa. Sus declamaciones conmueven el trono, y fevantando Sép-
timo su formidable tridente, cubre al instante el océano con
sus naves: monstruos marinos que intentan aumentar las on-
das con las lágrimas de los infelices. Pero el padre de la elec-
tricidad ha comunicado su fuego rápido y penetrante á la real
casa de Borbon, y puesto en movimiento sus fuerzas. Las
nuestras marchan contra Mahon y Gibraltar. ¡Qne campos tan
fecundos para segar los laureles de Marte! Allí está TJrrutia
coronándose de ellos. Al ver la realidad de aquellas catástro-
fes, que tantas veces habían ocupado en pintura su imajina-
cion arde el pecho, y se atropellau en su alma las ideas y los
recursos, atesorados en ella por las ciencias y la historia. Es-
te guerrero, que habia acompañado en todas sus expediciones
á los héroes antiguos y modernos, se presenta en su primer
campaña como un veterano consumado en el arte de vencer.
Orillon le consulta, y avanzando á la claridad de sus luces
en una noche obscura asalta á Mahon y lo conquista (3). El
asedio del Peñón de Gibraltar en el año de 82 ofrecerá siem-
pre á los siglos futuros un expectáculo de sobresalto, admira-
ción y dolor: y nuestra pluma no quiere volverse á teñir en
lágrimas para referirlo, después de haberlo ejecutado al cele-
brar los honores postumos del inmortal Pineda (4). TJrrutia,
émulo de su instrucción y valor, hizo brillar en aquellos dias

(1) Congreso de Filadelfía en Setiembre de 1774.


[2J Si se necesitaba, según dice Horacio, tener el corazón cubierto con
un triple acero, para atreberse la primera vez a entregar su vida á las olas;
no se necesitaba ser ni menos valiente, ni menos atrevido, para osar propo-
nerse encadenar la materia del rayo El Dr. Franklin tuvo la gloria de
inventarlo y proponerlo. Sigaud fiscia. t.7j)ág. 184.
[31 En 4 de Febrero de 1784.
[4] Elojio histórico del coronel D. Antonio Pineda j Ramirez. Mereur.
Per, t. 9 pág. 20 reimpreso en Madrid, según anuncian las gacetas.
Tom. vi. Literatura 37 —
—250—
peligrosos su corazón magnánimo, y
sil grande injenío. Tra- —
zando con la una mano los planos del ataque j> defensa, y eje-
cutando uno y otro con la otra, se granjeó la estimación y
alabanzas de los generales, y el grado de brigadier. Este astro
de la España iba ya ascendiendo á su medio día; cuando la be-
nigna paz interrumpió su progreso. El altivo bretón se apre-
sura á pedirla de rodillas para ocuparse todo entero en evitar
un golpe, con que el norte de la Europa pretende aniquini-
3 arle.
José II emperador de Alemania, y Catalina II Czarina de
las Eusias, meditan apoderarse del comercio del Asia. La si-
tuación de sus imperios y sus tratados con la Puerta los cons-
tituyen arbitros del Danuvio, del mar Negro y el Caspio; y pue-
den con inmensas utilidades propias, y aun de toda la Europa,
restaurar la antigua ruta de los venecianos y genoveses. Se
ahorraban de contado seis mil leguas sobre el tráfico por el
cabo de Buena Esperanza, y eran favorabilísimas las disposi-
ciones de los comerciantes indianos, á quienes las tiranías y
y monopolios de los ingleses han llenado de amargura y de-

sesperación [1]. Tiembla el gabinete de S. James al descu-
brir la tormenta, que iba á descargar sobre su cabeza; y aplica
su profunda y fatal política á deshacerla, antes que verifique
su explosión. A
sus instigaciones incesantes se le reúne la Ho-
landa, y separa de la alianza de la Francia, á Flandes quien
se revela contra José II, y el turco declara la guerra á los dos
imperios (2). El proyecto se malogra, y la guerra principia.
Laudon, Lasi, Eomanzof, Fotenkin, estos adalides famosos
que disputaron tantas veces el honor de la victoria á Federico
el Grande, y arrancándola de sus manos se coronaron con ella,
conducen los ejércitos austríacos y rusos, contra las huestes
otomanas. La Europa fija atónica la vista sobre los campos de
la Grecia inundados tantas veces de la sangre humana, y es-
pera temerosa é impaciente el éxito de esta contienda. Ella
exita el corazón de Urrutia, á quien llama la gloria hacia el
oriente. Implora del trono la venia para ofrecer su brazo ala Cza-
rina: la obtiene, y un rápido vuelo le incorpora en sus tropas.
La victoria signe de cerca sus pasos, y Catalina volviendo los
ojos del Asia sobre las ruinas de Bisancio, ya no es el comercio,
sino la restauración del trono de los Constantinos la que ajita
su gran espíritu. ¡Muger inmortal! Pero el imperio turco opo-
ne una barrera insuperable á sus designios. Agota sus tesoros,
las luces de la Inglaterra, de la Prusia y la Suecia, y emplea
sus mejores tropas en fortificar y defender á Béuder, Ismael,

[1]. Vida de José II emperador de Alemania, t. 3pág. 230.


¡2], Publicóse en 13 de Agosto de 1787.
—251—
y Oksakú. Poteukin avanza contra la última Plaza, y á su
vista vacila el aliento de los jefes y soldados. Guerreros, no
teníais: Urrntia está entre vosotros, seguid sus dictámenes. El
héroe español es consultado, y tal es el acierto con que ha for-
mado el plan del asalto, tal la enerjía con que lo demuestra,
que se acepta al momento: la empresa se resuelve, y se fía de
su exfuerzo y pericia el mando de la columna mas expuesta.
Marcha Mi imaginación teme seguirle, atemorizado del
horrible aspecto de la muerte que existe á su diestra. . - «Pero
el ataque principia. El polvo, humo y fuego, ocultan á los se-
res inmortales la cólera de los hombres, para que no turben su
eterno reposo Ángel tutelar de la España, cubre con tus
alas protectoras el héroe que lleva nuestra gloria La patria
necesita de su vida y de su sangre
Por entre una espesa nube de balas, bombas y granadas, se
arroja al muro el émulo de Alejandro. El cañón y el fozo le
detienen sobre el borde de éste, y hacen caer unos encima de
otros sus soldados. Pero aquel arrebatado torrente, á cuyo rá-
pido curso se ponen frágiles leños, los embiste con furor, los
trastorna, arranca, envuelve y abisma Mil rayos despide por
los ojos del héroe, el violento fuego que abraza su corazón
La humanidad olvida en él los sentimientos Sus manos se
abalanzan á las tristes reliquias del que muere, las arrojan
entre el foso, que es ya un mar de sangre, y contra el muro
para formarse el puente y la escala, y dando por ellos el últi-
mo y desesperado asalto, fija la planta en la eminencia, y tre-
mola las águilas negras sobre los torreones de Oksakú. Entran-
do por sus huellas el descendiente del Escita, usa con barba-
rie del fruto de la victoria. Urrutia recuerda que es español y
cristiano: envaina el temible acero; corre á todas partes á salvar
el tierno niño y la indefensa muger. Sus ojos se humedecen y
descienden las lágrimas por susf vestidos, lavando los de la san-
gre que los ha manchado. Grita que le pesa haber conquistado
á Oksakú; y este clamor salva á millares las víctimas puestas
ya sobre las aras de la muerte. En el mismo campo del honor,
uiñe Catalina al héroe la espada de mérito, é insignias del or-
den militar de S. Jorje. Y esta no es, le dice, el premio sino la
señal augusta de que á tí es debida esta inmortal conquista.
¡Oksakú en poder de los rusos! Un tal eclipse amenaza al
imperio de la media luna Qué ¿veremos florecer de nuevo
por el fuerte brazo de nuestro invicto campeón, aquellas an-
tiguas y dichosas campiñas" donde nació la poesía, se educa-
ron la elocuencia y la filosofía, y tocaron sil perfección las
bellas artes? ¿Herirán otra vez nuestro oído la sonora trompa
de Homero, el vehemente acento de Demóstenes, la voz pe-
netrante y divina del Orisóstomo!
—252—
¡Ali! ;quc presto desaparecen tan bellas esperanzas! Las
sombras se retiran del oriente sobre el medio dia déla Euro-
pa. Aquí se reúnen, aglomeran y condensan. Bajo su maligno
influjo tiembla el trono de S. Luis, y cae precipitado el inas
amable de sus descendientes. En su mina envuelve ¡qué do-
lor! Echemos un velo sobre estos tristes sucesos, cuya trá-
jica historia no puede recordarse sin que el pavor penetre los
huesos, la voz intente suspenderse, y porfíen las lágrimas á
salir en torrentes por los ojos.
¡Temblad, desgraciada Europa! El rayo de la divinidad vá
á reducir en cenizas la í'é muerta de este infausto siglo, y á
tomar venganza de nosotros por nuestras propias manos. La
Francia armada en masa (1) parte á los cuatro puntos del
globo, para trastornar los imperios con sus armas y opiniones.
La muerte enarbolando su terrible segur precede á sus estan-
dartes; y revolucionados también los elementos (2) se con-
gregan en su auxilio. El audaz patriota acometiendo de nue-
vo la conquista de aquellas rejiones en que fracasaron Icano
y Dédalo, se abre una nueva é inaudita navegación, y condu-
cido sobre las alas del viento, ya no puede ser detenido por
las trincheras, los fosos, las plazas, los montes, ni por cuanto
el arte y la naturaleza oponen á los ejércitos (3). Las aguas
se ven obligadas á concederle asilo en su seno. (4), y adelan-
ta el frió aquilón sus hielos para que atravezándolas á pié
firme, no liberten á la Holanda sus inundaciones y canales.
Llora el Cátavo al considerar inútiles los lagos y diques, en
cuyas obras dos siglos há consumía los tesoros del Zeilan para
aislarse en medio de la Europa (5). La luz hasta la ama-
ble luz que siempre há amanecido para el bien de los mortales,

(1 ). Espresion del decreto de la asamblea nacional rejida por Robespierre.


[2], Los químicos franceses principiaron la revolución destronando al
aire, el agua y la tierra, de la antigua é inmemorial soberanía (pie ocupaban
en la naturaleza en razón de cuerpos elementares, y despojaron á la luz de
los privilegios de ser fuente del fuego. Lo que se opuso en contra de su opi-
nión por otros sabios no se llamó argumentos, observaciones contrarias &
a

»ino insurrección, y resistencia, y de este choque y sus hornos salió el gas


infamable y azótico, que ha hecho tantos daños.
[3J. Globos aereost
Áticos, de que se han servido en la guerra con mucha
ventaja.
(4). Máquina hidráulica presentada á la asamblea nacional por el ciu-
dadano Schmidt, para poderse sumerjir á cualesquier profundidad del agua
sin riesgo de sofocarse, y pudiendo id mismo tiempo hablar con los que es-
ten á fuera.
(5) .Una de las causas que mas facilitó á lo s franceses la conquista de Ho-
landa fué el invierno de 1795, que habiéndose adelantado muy riguroso,
heló las aguas de los rios, canales & a y los franceses aprovechando la oca-
sión, se calzaban patines armados de púas para no resbalarse en la nieve, y
y los atravesaban.
—253—
ya sufre la dura ley de ser nuncio fatal de las desgracias (1),
pues el francés consigue, que aniquilada por su inünita celeri-
dad la demora que orijinaría cou la comunicación el gran ter-
reuo que media entre la asamblea y los ejércitos destructores,
no entorpézcala distancia los males del género humano. ¡Dios
eterno! ¿para cuando son las sombras del caos? ¿Porque no
permites que rompan por esta vez los límites que le señaló tu
dedo omnipotente, y que ocupando la esfera, apague las an-
torchas celestes, para que sepultado el universo en una lóbre-
ga noche no se miren unos á otros los mortales?
Las naciones se estremecen al ver estos melancólicos presá-
jios.Las unas corren á los pies de los altares: las otras invo-
can á sus guerreros. Urrutia oye en el oriente la voz de la
suya, y vuelve á su seno con aquel explendor y celeridad con
que parte de este punto el planeta rector de la esfera, á colo-
carse en el cénit. Ceuta, Cataluña, y Navarra, le llaman á
un mismo tiempo. En todas es necesario, á todas asiste.
La tierra que de común acompaña con sus extragos á los
del hombre, sacudiendo con violentas conmociones las costas
del Añica, pretendía arruinar nuestros presidios. Y
el pérfi-
do Muley que ocupaba el trono de Marruecos, en
Eliazit,
lugar de prestar una mano generosa á los afligidos, reúne
sus esclavos, y los invade ( 2 ). Se presenta en persona de-
lante de Ceuta, donde no consigue otra cosa en sus tentati-
vas infructuosas, que experimentar la fuerza de aquel brazo
acostumbrado á humillar la cerviz musulmana. La vista sola
de Urrutia es suficiente para ahuyentarlos, y que abandonen
todos sus puntos y baterias ( 3 ) Eliazit arrepentido, inter-
.

pone con Carlos IV los honorables manes del amigo de Es-


paña, Muley Mohamet su padre, para que suspenda sus ra-
yos. El defensor de Ceuta es premiado con el grado de ma-
riscal de campo, y sin poder gozar del reposo que hacia,
renacer en África, corre á Cataluña donde ya bermegéa-
ban ensangrentadas por los satélites de Bobespierre las blan-
cas cumbres de los Pirineos. Pero apenas pone el pié en la
frontera, cuando le reclama Navarra para defender la suya.
Viriatu es testigo de aquel ardor militar con que atropella,
y fatiga al enemigo, arrojándole de todos los riscos en que
intentaba guarecerse, huyendo de las garras de los leones

[1]. Telégrafo.
(2) Agosto 1791.
[ 3 Salida de la plaza en 30 de Setiembre, de 1 ,200 hombre3 manda-
|

dos por el brigadier Urrutia. Los moros á su vista huyen abandonando


sus trincheras. •
( 1 ); Zugarramendi, de aquel talento en la posición y mar-
cha, que con tropas inferiores espanta al enemigo antes de
llegar á las manos, dejándose la presa que creía asegurada:
(2) Maya, de aquella ^consumada prudencia que no se deja
sorprender por las estratagemas mas sutiles de un competi-
dor astuto y atrevido. Los militares instruidos que presen-
ciaron las acciones ocurridas á la parte de Maya, y valle de
Bastan del 3 al 6 de Junio de 93, creyeron renovarse los dias
de Anival y Fabio. El general trances con fuerzas formida-
bles, y con todos los ardides y fuego del cartajinés, intentaba
que abandonando el jefe español su ventajosa situación, se
empeñase en la defensa de Ispequí, y trabase combate. De
este modo sus numerosas tropas podian rodearle, envolverle
y aniquilarle. Con este objeto presentaba mil posiciones,
falsos ataques, bravatas y amenazas. Ya nos cortaba la reti-
rada, ya embestía de frente, ya coronaba las altas cerranías
que nos rodeaban. Inútiles fatigas contra la flema y frialdad
de Fabio, que inmóvil en su imesto se divertía con ellas co-
mo si fueran representaciones teatrales, cansa, aburre, deses-
pera, y bace que se retire el enemigo, burlados sus proyec-
tos. El grado de teniente general viene «4 premiar el talento
y mérito de nuestro héroe, y servirle de último escalón para
el supremo mando del ejército, á que le llaman las lágrimas
de Cataluña.
Clavado el rostro en la Francia, y la espada levantada so-
bre ella ha muerto el joven Leónidas. Este tierno espectácu-
lo arranca el sentimiento y los elojios del enemigo. Y
nues-
tro ejército. .... .tente que las tropas mas leales y valero-
sas de la Europa oprimidas de su dolor, han padecido un
parasismo; y este no debe contarse en los gloriosos fastos de
los defensores de Sagunto y Xumancia, ni en las memorias
de los victoriosos de Pavía y S. Quintín. Ilustre Urrutia el ;

feroz galo escalando nuestras propias baterías, tremola ya


sus triunfantes pendones sobre las torres de .S. Fernando de.
Figueras, y amenaza desde allí al mismo Capitolio. Tú eres
el Camilo Torcuato por quien hoy. clama la nación y de quien
espera su salud. El monarca excelso apoya sobre tus fuertes
hombros su trono, la libertad de Cataluña, y el honor de sus
tropas.
El héroe elevado ala dignidad de general ( 3 ) ha dejado
de ser hombre. El sueño no tiene imperio sobre sus ojos,

[1] 30 de Agosto de 93 el enemigo arrojado de la loma del Pazo, y


alturas de Viriatu.
12) 7 de Setiembre. Urdaz, y Zngarramendi. libertados por las exce
lentes disposiciones y marchas de Urrutia.
(3) Diciembre de U4.
—255—
por que los emplea en velar por el servicio de su patria. Así
con tundiendo la noche y el dia ( 27 ) llega con celeridad á su
destino. Los dispersos y abatidos combatientes le rodean
en un silencio profundo, vuelto el rostro, y las bayonetas al
suelo. ¿Quien podrá explicar la grandeza de la angustia de
este héroe castellano al contemplar aquellos miserables des-
pojos, las causas odiosas las importunas querellas
( 28 ). Esta es la segunda vez que se le humedecen los ojos en
la campaña. El no atina sino á levantar la diestra en ade-
mán de aplacar a los guerreros de Carlos V
y Felipe II, y a
las inmortales sombras de Morcara y Vallejo ( * ) que con ,

un aspecto, airado miraban los Pirineos. Españoles dice,


! ¡

íiugiendo marchar al enemigo, y esta voz animada del ejem-


plo, hace renacer en la tropa aquel efueerzo sin igual de la
nación.
La
gloriosa defensa de llosas, que detiene 70 dias ( 29 ) »1
ejército vencedor pródigo de sus vidas, es el preludio de
nuestras victorias. El intrépido capitán D. Francisco de
Pineda las abre con una de Las acciones mas vizarras, que
oí rece la historia de Marte. En la noche del 12 de Enero de
95 intenta de orden del general sorprehender con 300 hom-
bres el parque de reserva, de los enemigos, situado en el pla-
no del Coto á la retaguardia de su ejército, y protegido por
la plaza de S. Fernando. Pero nada detiene á este venturo-
so español. El atraviesa el rio Muga con el agua hasta la
cintura, los pantanos, y la aspereza que le oponían las quie-
bras del terreno, y el invierno borrascoso. Acomete al ene-
migo, hace en sus artilleras una espantosa carnicería, clava
sus cañones, pone en alarma todas sus tropas, y se retira
tranquilo á Ofrecer ilesos a la patria el puñado de héroes
que le seguían', entre tanto que él espiraba oprimido del
triunfo.. .

Desde este momento hasta ñnes de Julio corren diaria-


mente teñidas de la sangre francesa las cristalinas aguas
del. Flubi-a para regar la frondosa selva de palmas y laure-
les, que -han de coronar las hazañas del ínclito libertador dé
Cataluña. Oñizcado ya con su excesivo resplandor, no me es
posible seguir la rapidez, con qne crecen y se multiplican:

( 27 ) Dejó de dormir tres noches consecutivas por acelerar su arribo


á Cataluña.
( 28 ) El tiempo ba corrido, y ha manifestado hasta la evidencia, lo que
fue el Conde de la Union, y lo que ha sido Moría ese Moría que tanto le
:

injurió.
(*) Isignes generales del Perú.
(29) El sitió principió el 26 de Noviembre de 94, y se evacuó la plaza
en 3 de Febrero de 95.
—250—
¡Borprehendido el enemigo en Systella, rechazado de Besalu,
Bañul y otros puntos: repetidas veces derrotado en Basca-
ra, puesto en total ruina en un combate general y decisivo
delante de Vi 11 afán invadido en la Cerdania, guareciéndose
;

por todas partes en los picos del .Pirineo oriental, de temor


de aquel mismo guerrero do quien huyó vergonzosamente
en los Pirineos occidentales. !Ah¡que estos brillantes su-
cesos van á abrir segunda vez en el Eosellon el teatro glo-
rioso de la primera campaña. Pero la paz es invocada, y la
paz rodeada de la seguridad, la abundancia y la riqueza, se
ofrece con un rostro grató y majestuoso.
Bajo de sus divinos auspicios, el héroe se encamina al
templo sacrosanto de la relijion y la patria. Tú me has dado el
ser, le dice á la segunda; tú formado mi corazón á la primera,
ambas conservándome triunfante en esta guerra extermina-
dora, que ha obscurecido á tantos claros varones que parecían
invencibles. En recompensa yo he consagrado toda mi vi-
da á vuestra defensa y protección. Y si al cesar estos objetos
depongo mis armas victoriosas á los pies de estos altares,
es para que sirvan de monumento sempiterno de mi piedad
y patriotismo: de señal publica de que ampararé siempre estos
venerables atrios, aunque sea preciso derramar la última gota
de mi sangre para consumar el sacrificio. Entonces levan-
tando el ángel tutelar de la nación una guirnalda tegida de
frescos laureles que habia sobre las aras, la coloca sobre la
frente del héroe. Este es, le dice, el premio inmarcesible,
con que la religión y la patria coronan sus campeones. Los
otros que aspiran el honor, devastando con crímenes atroces
al género humano, no conseguirán sino el de Sila que man-
chó sus nobles triunfos con la proscripción de los patricios, los
latrocinios de los ricos, los crueles asesinatos del circo, la
ciudad y la Italia. Tiempos infaustos en que se premiaba
al esclavo que cortaba la cabeza de su dueño, al hijo que
arrancaba la de su padre, ó al que cegaba conjCatiíiua la del
hermano. Si el olvido no sepulta los autorefi.de estas des-
gracias, es por que su memoria debe permanecer expuesta
á la execración de los hombres. Pero la fama de Urrutia
crecerá de siglo en siglo, en las generaciones futuras.
o i» 7

ELOGIO HISTÓRICO
Del Sr. D. Antodio de Pineda y Ramírez, coronel de los
REALES EJÉRCITOS, PRIMER TENIENTE DE REALES GUARDIAS
ESPAÑOLAS, Y ENCARGADO DÉLA HISTORIA NATURAL EN LA
ÚLTIMA EXPEDICIÓN DESTINADA A LA AMÉRICA Y ASIA.

Mientras que las cenizas del Señor D. Antonio de Pineda y


Ramírez reposau bajo las abrasadas arenas de Lnzon, consa-
gradas en agradable holocuasto á la gloria de las cieucias
y de la nación española, se apresura la fama á darles nueva
vida, inmortalizando su valor y talentos. Al formar su elo-
gio se llena de fuego la pluma; y la elocuencia le ofrece sus
flores é inciensos para ser esparcidas y quemados sobre su
sepulcro. Pero seria agraviar aquella modestia y circunspec-
ción con que honró nuestra mortalidad, mezclar en su pane-
gírico otros adornos que sus propios méritos. La relación sen-
cilla de estos debe ser el monumento indeleble que los trans-
mita á la veneración de los siglos futuros.
El Señor D. Antonio de Pineda y Ramírez nació el año de
1753, en la ciudad de Guatemala, en la nueva España, de
ilustres progenitores. Su padre, el Señor D. José de Pineda y
Tabáres, fué natural de Madrid, caballero del hábito de San-
tiago, colegial mayor de San Ildefonzo de Alcalá, oidor en
la real Audiencia de Guatemala, y después decano en la de
Granada. Su madre la señora Da. María Josefa Ramírez y
Maldonado, era oriunda de la ciudad de Loja, y poseedora de
los mayorazgos y alcaidías de aquella fortaleza, consignados
al valor y esclarecida prosapia de sus antepasados desde la
conquista del reino de Granada. Ascendido su padre de la
Audiencia de Guatemala á la de Granada cuando él solo con-
taba seis años de edad, pasó en su compañía á la Europa,-
Para recibir en esta una educación conforme á su cuna, y á
las señales que desde ella había manifestado, entró en el co-
legio de nobles de Madrid. En este fértil plantel de la ilustre
juventud española se le dieron todas las nocioues que debían
formar un hombre cuj'o imperio se habían de disputar á por-
fía Fauna y Belona. Los idiomas cultos, la poesía, lalisolofía,
las matemáticas, el dibujo, la música y la esgrima formaron el
plan de instrucción; y su espíritu, á manera de muchos cam-
Tom. vi. Literatura— 38.
—258—
pos del nuevo mundo, recibía y fecundaba todas las buenas se-
millas. Los Jesuítas que dirigían aquel seminario, conociendo
sus talentos, hubieran seguramente aumentado el número de
las conquistas con que dieron tanto esplendor á su orden, si
la extinción de esta no hubiera frustrado sus designios.
A los diez y siete años de edad salió del colegio para repo-
sar por algunos momentos en el dulce seno de su familia. El
corazón lo llamaba á seguir las banderas de Marte, y para
poderlo ejecutar con brillo entró de cadete en el distinguido
cuerpo de reales guardias españolas. La profesión, las faculta-
des, la corte y el ardor juvenil no pudieron vencerle á que
abandonase el tiempo que dividía entre el cumplimiento de
las obligaciones de su empleo, y el estudio de las ciencias.
Por el contrario aumentándose el amor á estas, á proporción
que descubría sus encantos duplicaba sus tareas. Perfeccionó-
se en las lenguas latina, francesa, toscaua é inglesa; y domó
las pasiones de la edad con el severo estudio de los misterios
mas recónditos de las matemáticas y la anatomía. El anfitea-
tro anatómico era su común paseo, en donde en lugar de los
fingidos adornos y coloridos con que la industria humana os-
curece los bellos rasgos de la naturaleza, los contemplaba en
toda su luz y perfección.
Ocupado en estos ejercicios y en los del real servicio, fué
ascendido en 1? de Enero de 78 a alférez de fusileros: época
en que era ya preciso moderar el orgullo de la soberbia Al-
bion. El famoso sitio de Gibraltar le presentó un campo in-
menso para recoger el fruto de una parte de sus estudios, y
proporcionarse otros nuevos. En 1? de Abril del año 80, mar-
chó á él con su batallón. Él sabio pacífico que habia conside-
rado tranquilamente la hermosura de la mejor obra de la na-
turaleza, se vio sorprendido de aquel fuego terrible que la
abraza y aniquila. A los estudios de la anatomía se habían
subrogado los de Ja táctica militar, y la ciencia de la guerra,
ciencia destructora del linage humano. Apto para cuanto em-
prendía, no tardó en hacerse admirar por su valor, yoir por
su conocimiento aun de los Fabios y Scipiones. Pero él orden"
del servicio en el primero y benemérito cuerpo del ejército,
que respeta la antigüedad en la distribución de sus premios,
le impidió progresase tanto en los grados cuanto en la públi-
ca estimación.
Llegó el año 82, memorable en los fastos de Marte, pues
qne el valor de ios Españoles hizo el último esfuerzo contra la
inconquistable Gibraltar. Tratábase de avanzar la tercer pa-
ralela; y esta operación en que debían combinarse los profun-
dos conocimientos de la táctica y arquitectura militar, con la
prudencia y celeridad en la ejecución, puso en movimiento á


250
todo el ejército. La experiencia y las canas dedicaron sns ma-
nos á formar los planes. En el señor D. Antonio el ingenio
no había seguido los tardos progresos del cuerpo. Su alma te-
nia en la edad juvenil aquella madurez y penetración que pa-
recen reservarse á la senectud. Aplicóse desde luego á deli-
near sobre el papel sus reflexiones, y cnanto consideró relati-
vo á la empresa que se meditaba; y como ni su modestia ni
las circunstancias le permitían entrar en paralelo con los pri-
meros jefes del ejército, las dirigió anónimas y por vias des-
conocidas á las manos del general. La elección que se hizo de
ellas, el acierto y felicidad con que por su medio se consiguió
acabar una operación que llenó de asombro á los sitiados y
al mundo entero, cubrió de gloria á nuestro héroe. Pero ja-
mas se hubiera descubierto la mano autora, si su propia des-
confianza no le hubiese obligado con anticipación á solicitar
el parecer reservado de algunos hábiles camaradas.
Seria molesto seguir la n-arracion menuda de los demás he-
chos, con que acreditó su talento y valor con aquel asedio in-
fructuoso y arriesgado, en que ni aun el mismo campamento
estaba libre del alcance enemigo, tanto mas cnanto se hallaba
empleado en un cuerpo á quien la preeminencia sobre el resto
del ejército lo espone á ser el primero en las fatigas y jjeli-
grós. Pero no pueden olvidarse sus proezas en las baterías
flotantes. Su espíritu marcial no le.})ermitia ver con sereni-
dad desde la orilla las lágrimas y la sangre que teñirían para
siempre las ondas del estrecho en los lo y 11 de Setiembre.
Determinó embarcarse de voluntario; y previendo los riesgos
á que iba á exponerse no poseyendo aquella arte que tantas
veces hizo triunfar de los torrentes y los lagos del ardor mili-
tar de Marco Antonio y de Cesar, el arte de nadar, digo, se
ejercitó diariamente en él todo el tiempo- que duró la cons-
trucción de las baterias flotantes. Sin confiar en los seguros
inventos deBonal, de Bacbstrom y de Gelasi (1), aprendió á
resistir y domar las ondas que podían ser su único refugio si
le invadiese el fuego, y se proveyó de arma propia para com-
batir aun en medio de ellas. ¡Qué feroz es el corazón del guer-
rero; La sola idea de los abismos del Océano nos llena de cons-
ternación y miedo á los que vivimos en el seno tranquilo de
la paz; pero estos indómitos hijos del implacable Marte á to-
do se atreven, todo lo intentan, y hacen el teatro de sus iras

[1] Tres ingenios ele Francia, Alemania é Italia, que han procurado so-
correr al hombre en los peligros del agua. b'A primero por medio de una ca-
saquilla de corcho, el segando por una coraza de lo mismo, y el tercero por
su vestido de mar compuesto de varias pieza* de osttv&prteza. EnsirUperf.
castéíL, tom. d'; Art. acudan, pág. 53íJ
—260—
hasta aquellos tremendos lugares que la Providencia ha sus-
traída al dominio y habitación del hombre.
Venidos los dias señalados para el asalto naval de la plaza,
se embarcó el Señor D. Antonio de Pineda en la batería flo-
tante la Pastora, y en breve tiempo se vio rodeado de las lla-
mas. El sobresalto, el tropel y confusión, de los que huían á
guarecerse en el bote, lo sumergieron en el agua. Entonces
ocurrió á la destreza que habia adquirido en el nado previen-
de este lance; pero siempre que ganaba la superficie volvia á
sumegirlo la multitud, que creia salvarse asiéndose de él.
Asaltado por la muerte y los que morían, le fué preciso echar
mano de la espada, y convertirla contra los propios, á fin de
no quedar anegado por las aguas y la muchedumbre. Los mas
duros soldados admiraron el valor y cerenidad de espíritu con
que este nuevo Scévola sostuvo por largo rato este doble
combate. Luchaba con un brazo con las aguas, mientras que
armado el otro con el acero, se libertaba de los náufragos, y
abría camino para llegar al empalletado el Paula, en que salvó
la vida, Una aventura de esa naturaleza parece que debia ha-
ber extinguido el fuego guerrero de su atrevido corazón; pero
solo sirvió para aumentarlo mas. Frustrada la empresa de las
baterías flotantes, se embarcó de voluntario en el navio el Ra-
í/oá fines de Setiembre; y en el choque que en el20 de Octubre
tuvo la escuadra combinada con la enemiga, dio nuevas prue-
vas de su intrepidez y esfuerzo.
El incendio de una sangrienta guerra que nacida en el nor-
te de la América habia abrazado al globo entero, tenia ya
consumidos á los victoriosos y vencidos. Ambos suspiraban
por la fjaz que verificada á principio del año 83, restituyó á
Madrid á nuestro intrépido guerrero. El monarca justo rernu-
nerador del mérito, le concedió sucesivamente el empleo de
segundo teniente que le correspondía por su antigüedad el gra-
do de teniente coronel y 1500 reales de pensión sobre las ór-
denes militares en premio de su naufragio, valor y servicios.
El estruendo y fatigas de la guerra que habían interrumpi-
do sus estudios filosóficos, no pudíendo. borrar la pasionjque les
tenia. Apenas depuso las armas victoriosas que habían ceñi-
do de laureles, cuando se dejó poseer enteramente de aquella.
La botánica, la, física experimental y la química empesaron
á ocupar su atención, y en breve la fauna entera. Todavía se
hallaba rociado con la sangre enemiga, cuando se le vio pre-
sentarse á públicos ejercicios en la primera. Su alma varió de
objetos, pero rvo de energía. Salía repetidas veces de la corte
en compañía" del eminente botánico I). Casimiro Gómez Orte-
ga y otros profesores á recorrerlas campiñas, observar los tres
reinos de. la naturaleza, y hacer crecidos acopios. Diversas
—201—
memorias y observaciones sobre ellos que prescrito al conde
de Florida-Blanca, Mecenas declarado de las ciencias y sus
profesores, le granjearon un singular aprecio departe de este
esclarecido ministro. Las repetidas cartas con que lo honró
podían formar sn elogio, no menos que las comisiones en que
lo empleó desdo el año de 85, relativas al lustre y adelanta-
mientos de la uacion en las ciencias naturales. El concepto
adquirido en el desempeño de estas, obligaba á varios cuerpos
científicos de la corte á respetarlo por su oráculo entretanto
que para hacerse él mas acreedor á este título sublime emplea-
ba una parte de sns tareas en ordenar sus observaciones, y for-
mar un cuerpo elemental de física, política y mineralogía,
Obra única en este género en la monarquía, ya se considere
la claridad, novedad y exactitud del método, ya la profundi-
dad con que se tratan las materias, ya las reflexiones, expe-
riencias y resultados que la llenan de luz. Ella hará su mejor
elogio cuando la publique la prensa. Los grandes conocimien-
tos del infatigable Pineda no podían estar ceñidos por los mu-
ros de Madrid. La faina que cuida de las glorias del sabio, los
llevó hasta los últimos rincones de la Europa, y le proporcio-
nó la amistad y correspondencia con sus primeros literatos.
Célebre entre los propios y estraños, no podia menos que fi-
jar sobre sí los ojos del ministerio español, empeñado en for-
mar para honor de las ciencias y de la monarquía una compa-
ñía de sabios que recorriese las costas de América y del Asia
bajo el acreditado celo, ilustración y conducta del Sr. D. Ale-
jandro Malaspina. En 1789, en que partió la enunciada ex-
pedición de Europa para América, se le nombró (no sin li-
sonja de su genio incubador, cuanto de celoso patriota) pri-
mer encargado de los diferentes ramos de la historia natural.
El los cultivaba y entendía todos como si á cada uno en par-
ticular hubiese consagrado solamente sus talentos y vigilias.
Se lamentaba un filósofo digno de este título (1) que los
robustos i>mos de que la naturaleza habia proveído al hombre,
para que navegando en ellos del uno al otro continente se fa-
comercio de entrambos, se auxiliasen mutuamente
cilitase el
con sus producciones y riquezas, y de todo el mundo se for-
mase una sola sociedad de hermanos: el Europeo los habla
convertido en Etnas que llevaban el estruendo, la desolación
y la miseria á las infelices costas del Asia y de la América.
Pero las expediciones científicas deben borrar las tristes me-
morias de las expediciones de sangre. Ellas conducen á los
pueblos remotos la cultura, la policía, las artes y un sin nú-
mero de bienes. ISo son ciertamente susceptibles de las pre-

(1) Saint-Pierre-, Estudio» de la naturaleza.


—262—
ocupaciones de los viajeros pedantes, que llenan de patrañas
sus diarios para hacer admirable su lectura; pero que toma-
dos desgraciadamente por elementos de los cálculos políticos,
pueden originar perjuicios irreparables. Presentan el verda-
dero retrato de las cosas, y hacen en consecuencia resulten
exactos los cómputos, y proporcionados á la felicidad de los
países á que se dirigen
No es posible referir todo lo que trabajó nuestro naturalis-
ta en los que yacen desde el Cabo de Hornos hasta el fondo
de la California por una y otra costa. Queda esto reservado
á la pluma de sus ilustre compañeros, testigos y émulos de
sus fatigas y conocimientos. En otra parte apuntamos los ra-
mos principales á que se contraía en sus investigaciones. Pe-
ro es cierto que él abrazó todos los que se comprenden en la
historia natural, y otros muchos que tienen conexión con 'ellos
La especie humana, considerada en cada uno de los diferen-
tes climas que transitó, su grado de civilización, población,
comercio, agricultura y recursos, fué para él un obgeto digno
y fecundísimo. No olvidaba entre tanto los demás individuos
del reino animal y vegetal, haciendo un crecido número de
acopios y observaciones, y se contraía con esmero al reino mi-
neral. Siendo este el primer patrimonio de nuestras Améri-
cas, debe ser el asunto mas importante de las especulaciones
de un filósofo español. Son admirables las descripciones ob-
servaciones, reflexiones y comparaciones de nuestro natura-
lista acerca de estos diferentes ramos, y capaces de dar un
nuevo aspecto á los intereses de la nación.
Para poder satisfacer á tan vastas y distintas ocupaciones
vivía en continuo éxtasis y perpetuo movimiento. Apenas
pisaba alguna playa cuando recorría sus inmediaciones y se
avanzaba á los países mas distantes de ella sin que pudiese
nada detenerlo. Penetró por diferentes latitudes las cordi-
lleras de los Andes y de Méjico, subiendo á una altura donde
jamas habia llegado la huella humana: corrió lo interior de
la Nueva España desde el nuevo-reino de León hasta el de
Guadalajara, formando un círculo proporcionado que presen-
tase á su vista cuanto la naturaleza y la industria ofrecen en
aquellas provincias opulentas, en especial en la minería: es-
caló los volcanes mas famosos (1) con indecibles fatigas, vién-
dose repetidas veces el Plinio de la América á pique de ser
sofocado por el humo y las cenizas. De esta suerte pudo, en

(1) Tunguragua, Cotopaxi, Cliimborazo, Telica y otros muchos "asi de la


América meridional como de los innumerables que rodean el fértil valle de
Méjico. El Mayol y Bakí, con otros de las islas Filipinas y Marianas, cu-
yas cordilleras registró con igual empeño que las de América,
—263—
el corto espacio de tres años que le duró la vida en el viaje,
satisfacer los encargos de un siu número de sabios de la Eu-
ropa, hacer crecidas colecciones, y Henar sus escritos de tan-
tos descubrimientos y observaciones, que su publicación va á
trastornar seguramente, y causar una revolución general en
el orbe literario.
Después de haberlo enriquecido con sus trabajos y excur-
siones en los dominios católicos americanos y asiáticos, pre-
tendía darle nuevos frutos en el resto del Asia. Tenia medi-
tado un viaje en que siguiendo una derrota inversa á la de
Gamelli Oarrieri, corriese diversas provincias de ella hasta la
Europa. Este vasto proyecto cuyas medidas estaban ya to-
madas, presentados los planes, y animado á seguirle el labo-
rioso hermano, imitador de sus virtudes y aplicaciones (1),
debia principiar por las islas Filipinas. En 10 del mes de
Marzo de 1792, llegó con la expedición á Manila. En el ante-
rior de 1791, le habia concedido S. M.
grado de coronel de
el
infantería (2), y una nueva pensión. Premios debidos á sus
relevantes servicios, y que eran para él nuevos estímulos que
le hacían triplicarlos. Apenas pisó las orillas de la isla de
Luzon, cuando emprendió atravesarla por su centro aun no
reducido. Sin otra cornpaíiia que su criado siguió un giro de
mas de cien leguas tolerando cuanto puede considerarse en
regiones incultas pobladas de salvajes feroces, sin otra ocu-
pación que el robo y homicidio, y bajo de un clima muy noci-
vo al forastero. Ya empezaba á inclinarse sobre las costas del
Oeste para regresar á Manila, cargado de los despojos que no
habia recojido ningún naturalista, cuando comenzó á sentir
los efectos de las fatigas del calor, y su misma constitución
atlética, á pesar de una dieta muy rigurosa que observaba
con pertinacia. Conducido en una hamaca en hombros de
indios, llegó al pueblo de Badoc en la provincia de llocos.
Un misionero agustino que era el único recurso que allí ha-
bia, solo pndo recibir sus últimos alientos. Privado repenti-
namente de todos los sentidos, se mantuvo en un estado apo-
plético por el espacio de tres dias. Eu el tercero se le vieron
sus ojos rociados de lágrimas fijarse en un crucifijo, y denotar
con la mano que moria en la augusta y santa religión en que
habia vivido.
Pasó del tiempo á la eternidad este célebre ingenio el dia
23 de junio de 1792, á los 39 años de adad. Su muerte ha pri-
vado al ejército español de un héroe en quien afianzar la añ-

il) D. Arcadio Pineda,-teniente de fragata de la real armada agregado á


la corbeta Ja Atrevida.

(2) En 20 de mayo, y la pensión de 22 de Marzo.


—264—
ti guiagloria de sus armas; á la república literaria, de un sabio
que algún dia debia ser su primer ornamento; á la monarquía
de un naturalista laborioso que le será difícil reponer aun con
muchos profesores activos; á nuestra América, de un hijo ilus-
tre que seria freno y confusión del orgullo y mordacidad ex-
tranjera, al paso que llenó de consternación á sus amigos y
compañeros. Para perpetuar su memoria y trabajos, dispu-
sieron estos erigirle un suntuoso mausoleo, en aquellos térmi-
nos del imperio español, que se pueden llamar los del mundo.
No habiéndose visto nunca esta especie de honores postumos,
se excitaron esas odiosas é impertinentes contradicciones que
han privado en otros tiempos á las ciencias y á la nación de
mil preciosos y quizá irreparables monumentos. Pero como
vivimos en el brillante siglo de Carlos III y Carlos IV, se di-
siparon fácilmente esas sombras. Elevóse la pirámide é ins-
cripción, cuya copia insertamos en este número, en el jardín
botánico de Manila. Allí la amistad simbolizada en una lla-
ma iuestinguible da nuevo aliento, y Flora ciñe con sus pre-
ciosas guirnaldas á la tierna y respetable memoria del Sr. D.
Antonio de Pineda y Ramírez, á quien puede nombrarse jus-
tamente el mártir de la naturaleza.
El Sr. D. Antonio de Pineda era mediano en la estatura;
en su contextura grueso, y de una fisonomía apacible. Regla-
ba las horas de su vida á sus ocupaciones; y siendo estas con-
tinuas, casi no tenia alguna destinada al reposo y desayuno.
Dormía y comía con austeridad, y solo cuando se veía oprimi-
do de las grandes necesidades de la naturaleza. Le eran in-
sensibles las medianas. Aunque militar y músico, era poco
apto para la pequeña conversación. Un pájaro, una planta
etc., que se presentasen á sus ojos, lo arrancaban del mas ex-
pléndido cortejo, y le hacían olvidar cuantos hechizos ofrece
el sexo amable. Los contrastes y simpatías marciales se hae
liaban en él amortiguados por las profundas contemplaciones
de la sabiduría. Pero cuando trataba en asuntos de esta, era
facundísimo. La miel y la leche destilaban de sus labios co-
mo de los del divino Néstor.
....Quifacundissimus unus
ínter bella fuit, vel quce non dulcior ulli,
Sitada sedes labrís.

(Alegre, litas, lib. I; vers* 233.


-265-

ACTUACIONES LITERARIAS DE LA VACUNA EN LA REAL UNI-


VERSIDAD DE SAN MARCOS DE LIMA.

En año de 1802 padeció Lima una epidemia de viruelas


el
(1). el Dr. D. Gabriel Moreno en el Almanaque del
Describióla
año siguiente, y caracterizando su malignidad, refiere la his-
toria de un niño, cuyo cuello tenia unas grietas que penetran-
do hasta la traquea salia poL' ellas el aire de la respiración.
Notaba al mismo tiempo este célebre observador y literato,
que las tentativas hechas con el pus vacuno conducido en vi-
drios no habían surtido efecto alguno. El señor Ministro de
Gracia y Justicia D. José Antonio Caballero leyó á sus Ma-
gestades esta descripción, y quedaron tan consternados al oiría
que el Eey nuestro Señor preguntó, si no habría algún medio
de socorrer sus pueblos de América, conduciéndoles fresco el
pus vacuno. Se le respondió que para esto era necesario for-
mar una expedición marítima, en la cual se embarcase un com-
petente número de jóvenes que no hubiesen padecido la vi-
ruela; y bajo la conducta de profesores inteligentes se fuese
pasando de brazo en brazo la vacuna hasta ponerla en las cos-
tas de América, y desde ellas comunicarla á lo interior de sus
provincias. Pero que esta expedición demandaba crecidos cos-
tos, los que no podía sufrir el Erario, por lo exhausto que se
hallaba con las pestes padecidas en la península, con los gran-
des gastos que originaba la guerra, y con las muchas necesi-
dades que oprimían á España.
S. M. contestó se hiciese el último esfuerzo, y se diese á su
corazón el consuelo de libertar de la viruela á sus pueblos de
América. En consecuencia de esta orden para siempre memo-
rable en los fastos de la humanidad, se formó la. RealJEJxpedi-

(1) La cruel epidemia de 1802 siguió 'hasta el año de 1805, fomentando la


inoculación antigua de tal manera el contagio, que este superior Gobierno
se vio obligado á prohibirla bajo de tuertes penas dentro de la capital. A
fines de 1805 tuvo la felicidad el Dr. D.Pedro Beloino, médico cirujano ma-
yor del apostadero de marina, de que el pus vacuno conducido en vidrios de
Buenos Ayres le surtiese en un muchacho, produciendo un hermoso grano.
Este Excmo. Ayuntamiento dio gracias muy solemnes al Todopoderoso por
este beneficio, con el que comenzó á extinguirse esta mortal, y larga epi-
demia. Los qea murieron en ella fueron muchísimos, y sentimos no poder
asegurar el número, por falta de los estados necrológicos, que en los años
anteriores formaba el recomendable, y benemérito D. José María de Ega-
ña, siendo teniente de policía.
Tom. vi. Literatura— 39.
—266—
don Filantrópica de la vacuna, que ha merecido los aplausos
de toda la Europa (1).
Los profesores nombrados para dirigirla fueron B. Francis-
co Javier Balmis, y D. José Salvany. El primero después de
haber atravezado la América Española del Norte, se embarcó
para las islas Filipinas, de donde ha extendido el beneficio de
la vacuna al Imperio de la China.
El segundo después de haber corrido todo el vireynato de
Santa Fé, y parte del de Lima llegó á esta capital á tiempo
que ya se empezaba á temer alguna invasión en nuestras cos-
tas por las armas inglesas.
La Eeal Universidad de San Marcos, para dar á nuestro so-
berano un testimonio de gratitud, concedió á Salvany, con
anuencia del Excmo. señor Virey, los grados de Bachiller, Li-
cenciado, y Dr. en medicina. Desempeñó el agraciado con mu-
cho acierto los exámenes literarios, que preceden á estos gra-
dos. Para el de Bachiller puso por titular médica: que el galva-
nismo era una electricidad negativa, por cuyo medio se explica-
ban los fenómenos\que producía en el cuerpo humano; y por Física:
que los picos de los Andes haciendo de conductores eléctricos des-
cargaban la atmósfera de la costa, é impedían tronase en ella.
Para el grado de doctor publicó las Teses que van aquí in-
sertas.
El Dr. Unanue, que presidió estas funciones, valiéndose de
esta reunión de circunstancias, pronunció los discursos que se
imprimen á continuación de la Teses. Pocas veces se han vis-
to en un auditorio de sabios y hombres de cultura impresio-
nes mas fuertes, que las que causó el primer Discurso, proferi-
do con el tono, y acción correspondientes á los sentimientos
que encierra, y que están altamente impresos en los pechos
americanos.

(\) La expedición filantrópica déla vacuna salió de laCoruña el 1? de


Diciembre de J803, y llegó á Puerto Cabello en la costa de Caracas el 19 de
Marzo de 1804, después de haber vacunado en las islas dé Tenerife, y Puer-
to Bico. En el mes de mayo se dividió siguiendo la una parte á las órdenes
de Balmis para Méjico, y la otra á la de Salvany para la América meridio-
nal. Los individuos de la expedición del Sur han vacunado por sí mismos
en el vireynato de Santa Fó mas de 100,000 y en el del Perúhasta Noviem-
bre del presente aüo pasan de 40,000. Las vacunaciones- verificadas por me-
dio de los sugetos á quienes ha instruido, entregando niños con hermosos
granos para diseminarlos de brazo á brazo en todas direccioues, son incal-
culables.
—267—

BlSCURSO QUE PRESIDIENDO EL GRADO DE LICENCIADO EN ME-


DICINA A DON JOSÉ SALVANY, VICE-DIRECTOR DE LA REAL
EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA, PRONUNCIÓ EL
DOCTOR DON HIPÓLITO UNANUE EN LA REAL UNIBERSIDAD
DE SAN MARCOS, EL DÍA 8 DE NOVIEMBRE DE 180G.

Hic amet dici pater, atque princeps.


Orat.

Namflnem *

Luctibus imposuit, venitque sdlutifer TTrM.


Ovid.

Señor:

Los sentimientos de amor, y gratitud que siempre ha ma-


nifestado V. S. á sus monarcas augustos, se renuevan en este
acto solemne para unirse á las gratas aclamaciones con que el
pueblo americano bendice el nombre benéfico del señor Car-
los IY.
Alábense unos príncipes de estremecer la tierra con el hor-
rendo ruido de las armas: gloríense otros de llevar el terror y
la miseria del uno al otro polo, sobre las movibles ondas del
océano: eríjanse enhorabuena en el continente y en las aguas
monumentos de sangre que señalen á la posteridad los héroes
nacidos en nuestros dias para desgracia del género humano.
Toda la gloria de nuestro buen Bey quede reducida á ser su
benefactor en estos tiempos infelices.
Jamás la historia ha descubierto escena mas horrorosa, que
aquella en que aparece el siglo XVIII tocándose y enlazán-
dose con el XIX. El Pó y el Ehin, el Mío, el Indo y el Para-
ná corren teñidos de la sangre humana. Las islas y los mares
resuenan con los golpes del cañón devastador. ¡Hombre! ya
en toda la extensión del globo que habitas no queda un alber-
gue seguro á la paz. ¿Tan largos son tus años, tan odiosa tu
existencia, que el hierro y el fuego deban cortarlos en medio
de su carrera? ¿Xo bastan las otras causas físicas y morales
con que los elementos te arruinan, y tú mismo te destruyes?
¿Xo bastan los venenos mortíferos que han vomitado contra
tí los desiertos espantosos del África?
—268-
Salió de estos el de la viruela, que á manera de un rayo de-
solador, lia corrido uno y otro hemisferio, vengando con cruel-
dad las cadenas que hemos hechado sobre sus habitantes. ¡Y
qué caras cuestan á la América las que estos arrastran sobre
su suelo! De otros males por graves, por fecundos que sean,
se observa que se moderan con su duración, ó repiten á largos
intervalos, permitiendo que repose y se retablezca el linage
humano; pero la viruela crece en alevosías y malignidad con
los años: precipita del trono á los monarcas, despuebla las ciu-
dades, y arruina las cabanas. ¿Cuál será la suerte de los vi-
vientes racionales, si á esta feroz calamidad que los persigue
sin intermisión, se juntan los estragos de una guerra la mas
destructora, la mas desapiadada, la mas general?
Pero el Padre de los hombres no quiere que aun se aniqui-
len las estatuas que formó del barro para depósito de un espí-
ritu inmortal. En la propia isla donde está abierta la caja de
Pandora que infesta el universo, ha revelado el feliz preserva-
tivo de la viruela. Sus víctimas quedan ya libres para llenar
los huecos que dejan los hombres muertos por la espada. La
vaca, ese animal inestimable, que nos alimenta con sus car-
nes, y regala con su leche, madre del buey nuestro amigo y
compañero en las quietas labores de la campaña, llevaba en
sus prolíficos pechos el precioso antídoto.
Tributemos elogios inmortales al Dr. Jenner, á cuyas ma-
nos confió la Providencia soberana tan venturoso descubrimien-
to. Ya puedes, Europa, consolarte en tus desastres. La guerra
camina exterminando tus varones; pero le sigue al pié la va-
cuna reemplazándolos con los niños que arranca de la muer-
te. Estos hermosos pimpollos de la extirpe humana crecen lo-
zanos, libres del aire pestilente que los sofocaba, se fecundan,
y la multiplican.
¿Y tii, América? .... Ya se oye en Haiti, primera conquis-
ta de Colon, el bronco ruido de la artillería, y corre á torren-
tes la sangue colonial vertida por manos bárbaras é implaca-
bles. Con semblante airado mira Marte al continente, y el pa-
cífico océano siente el estruendo del bronce inflamado.
¡Dios! Ocupados en enterrar los hijos que nos mata la
viruela, en llorar las esposas que nos arrebata de los brazos:
vestidos de lato tras el féretro de nuestros padres ancianos
que han perecido de lo propia plaga: asolados por ella las cos-
tas, las sierras, y los montes; ¿queréis suframos el azote de la
guerra para que acabe lo que resta de moradores? ¿Estas fér-
tiles praderías, estas magestnosas montañas que bendicen tu-
clemencia, liberalidad y grandeza, quedarán yermas?
Las gotas del humor vacuno, en quien tu mano poderosa ha
depositado tantas utilidades y misterios, parece no estar des-
—269—
tinadas al bien de la América, porque pierden su virtud trans-
portadas por los mares. ¡Cómo pues, se repoblarán sus provin-
cias que devasta la viruela, al tiempo mismo que las ameuaza
la espada enemiga. ¡Peruanos! . ¡Qué imagen tan triste se
presenta á mi espíritu, considerando estos sitios dichosos cu-
biertos de ruinas funestas, que con silencio melancólico digan:
aquí, en otro tiempo, estuvieron los hogares pacíficos donde
florecían la religión, la fidelidad, y los ricos ingenios del Perú.
Pero no. .hay un gran Rey.
. . Mi corazón se enternece
al repetir su nombre. Jamás han penetrado en mi alma ni mas
vivos, ni mas fuertes sentimientos. y para no interrumpir
el discurso con mis lágrimas, es preciso que haga violencia á
mis ojos. . . . Cuando se señale Ja serie de /os reyes de España, es-
cribía un elocuente magistrado en nuestra sociedad Académi-
ca, se dirá al indicar al señor Carlos IV, éste es el padre de la
América, y al escuchar ese tierno renombre, resonarán las mas
sinceras aclamaciones del gozo, y el respeto [1]
Penetrado este gran monarca de amor y compasión para su
hijo el pueblo americano, concibe y hace verificar el proyecto
para siempre memorable de una expedición filantrópica, que
transmita de brazo en brazo el celestial preservativo de la 'va-
cuna, desde las costas de España hasta las de América. ¿Po-
drá en medio del esplendor del trono percibir todos los efectos
saludables de su beneficencia paternal? Después de haber sal-
tado de isla en isla por en medio del atlántico los profesores
encargados de cumplir su voluntad soberana, y corrido dila-
tados espacios del nuevo mundo, han conducido la vacuna
hasta el corazón de la China.
Acaso ahora mismo estarán acompañando á mis voces otras
de admiración y reconocimiento en Macao, Ganton, Pekin.
Pero ¡qué espectáculo mas tierno, ni mas tocante que el que
ofrece la América Meridional! Destinado á ella el virtuoso li-
terato, á quien tengo el honor de presidir, se ha internado has-
ta las rancherías sepultadas en sus inmensos y fragosos bos-
ques. "Amigos, el Rey vuestro señor y padre, decia á los po-
bres salvajes, os envía este remedio que liberta de la viruela.
Ya podéis esperar una posteridad numerosa: ya no tenéis por-
que huir de vuestras esposas, de vuestros amigos, de vuestros
padres; ni porque incendiar vuestras chozas, dejando esta tierra
regada con el sudor de vuestro rostro á merced de las fieras."
Para reconocer el beneficio basta ser racional: asi en el pe-
cho de nuestros rústicos indianos están grabados tan altamen-
te los cuidados paternales de nuestro buen monarca, como en

[1] Señor D. Jo*é Baqnijano. Mercurio Peruano: tora. V. pag. 285.


—270—
el de los cultos ciudadanos que los aprecian, y meditan con
ternura.
¡Gran Eey! Nosotros no podemos testificaros de otro modo
nuestra gratitud, que asegurándoos de nuestra fidelidad y su-
misión. Cualquier tormenta que amenace á este rico Imperio
en guerra tan desastrada, permaneced tranquilo. Millares de
hombres correrán á defenderlo con el interés y animosidad de
lujos á quienes, sosteniendo la causa de su padre, no les que-
da otra esperanza en este mundo, que la victoria, ó la muerte.
Ni se crea que mis voces son las de un hombre que desde
una alta y segura roca insulta las furiosas olas del mar, queso
estrellan á sus plantas. El Callao [1], Cartagena [2] y Buenos
Ayres [3] han acreditado en todos tiempos la noble energía de
la América del Sur. Y
que sé yo si llevados del amor á nuestro
dulce monarca, y apoyados en la confianza sin límites, que tie-
nen en el valor y talentos del excelente Jefe (4), que á su nom-
bre gobierna esta antigua y opulenta capital, desean sus es-
forzados moradores el momento de defenderla. Sus almas elec-
trizadas solo encuentran placer, en considerar las playas del
mar pacífico adornadas de altas pirámides, en que se graba-
rán los nombres venturosos de los que muriesen por la patria,
y á cuyo pié se entonarán sus alabanzas inmortales.
DULCE ET DECORUN PEO PATRIA MORl!
j£orat.

Señores militares, bravos defensores, sobre cuyos fuertes


brazos duerme tranquilo el Perú: si llegasen los instantes del
honor; si amaneciese el dia de vuestras glorias, serán estas ce-
lebradas con voz mas sonora, y pensamientos mas sublimes,

[1] Nadie ha entrado al mar del Sur con designios nías altos que Jacobo
Eremite en 1624. Once navios montados con 294 cañones, y 1600 hombres
de tropa disciplinada debian tomar á Lima. Pero no solo no pudo desem-
barcar un solo hombre en el Callao en cinco meses de sitio; mas ni aun to-
mar á Pisco, ni Arica, por donde pensaba internarse á Potosí. Así el autor
inglés de este viage, dice: que los finos proyectos de conquistar las Indias
formados en Holanda, vinieron al fin á parecerles unos dramas romances-
cos, que ni ellos ni otros algunos podrían ejecutar.

[2J Nuestras relaciones aseguran, que en la expedición del Almirante


Wernon contra Cartagena en 1740 perdió la Inglaterra 9,000 hombres. Pero
Moeeley, autor inglés, hace subir la pérdida 20,000.
[3J El señor D. Santiago Liniers acaba de sentarse gloriosamente en el
templo Americano de Marte al lado del marqués de Gruadalcazar. D. Sebas-
tian de Eslaba, y D. Blas de Leso.
[4] El Excmo. señor D. José Fernando Abascal ha conseguido en poco
tiempo hacerse amar y estimar en tal manera del pueblo, que se juzga in-
vencible conducido por él.
—271—
que grande orador que pronunció el panegírico de los
los del
guerreros de Atenas (1).
Mientras tanto este cuerpo de sabios, de cuyos sentimientos
soy el órgano, quiere dar una señal de reconocimiento á nues-
tro monarca, ciñendo la borla doctoral a este benemérito lite-
rato, á quien se dignó elegir para traernos el fluido vacuno. Co-
locándolo en la mas sabia y mas antigua Academia del nuevo
mundo, le damos un testimonio solemne del zelo y caridad con
(pie lia desempeñado los deseos de nuestro soberano en las
provincias del Norte: y le imponemos una nueva obligación
para que les dé todo su lleno en las que le restan al Sur,

Discurso que presidiendo el grado de doctor en me-


dicina A DON JOSÉ SALVANY, VICE-DIRECTOR DE LA REAL
EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA, PRONUNCIÓ EL
DR. D. HIPÓLITO UNANUE, EN LA REAL UNIVERSIDAD DE SAN
MARCOS, EL DÍA 30 DB NOVIEMBRE DE 1806.

Señor:

Desde la fundación de esta Academia ha ofrecido V. S. vo-


tos solemnes al Todopoderoso, fuente inagotable de todo bien,
para que conserve á los reyes de España nuestros augustos
emperadores ilesos, felices y triunfantes. De la misma ma-
nera los ha instituido por la salud de las reynas, de la real
familia y prosperidad de todo el imperio. Pero los que en este
dia se celebran, aparecen con una pompa nunca vista, y una
magestad extraordinaria, que supera la condición y fuerzas
de la naturaleza humana.
Porque jamás se ha oido decir á nuestros padres, escrito en
los monumentos de esta escuela, ni visto por nosotros, que el
nombre de nuestros reyes pronunciado en estas aulas produ-
jese tanto júbilo, que hasta las columnas de ella se conmovie-
sen agitadas del placer, y que las imágenes de los grandes Va-
rones, que ya pasawn del tiempo á la eternidad, se reanima-
sen por él mismo de tan vivos colores, que mas bien que lien-
zos ó simulacros, pareciesen cuerpos dotados de un espíritu
viviente.

(1) Demosthenes: Oratto Funebris.


—272—
Pero ahora, que himnos de las musas hacen re-
los sonoros
sonar el nombre glorioso del señor Carlos IV, las mismas pa-
redes de este templo se conmueven dulcemente: y las sombras,
bajo las cuales el pincel conserva la idea de nuestros sabios,
parece, como si estuvieran animadas, que descienden y se sien-
tan en estas sillas, que ocuparon en otro tiempo. Este asom-
broso espectáculo embarga mis sentidos.
En verdad dilatar los términos del Imperio bajo los auspi-
cios de la victoria hasta confundirlos con los últimos del mun-
do, subyugar los reynos lejanos; y echar por tierra las ciuda-
des y castillos, para cuya defensa han hecho sus últimos es-
fuerzos el valor y el ingenio, es una cosa muy grande, pero
que no excede la capacidad del hombre. Mas librar á los pue-
blos del azote destructor de las enfermedades, restaurar la vi-
da á los que iban á perderla, extinguir las pestes, y prolongar
los dias del hombre, sobrepuja á la virtud humana, y solo es
propio de la divina. Pues con todo, cuan grandes puedan ser
estos beneficios, los ha recibido el Perú, como de un benéfico
jSumen, del señor Carlos IV.
La viruela, la mortal viruela tenia menoscabada, despeda-
zada, y aniquilada la población de los dilatados reynos y pro-
vincias de este rico Imperio, y solo aparecían ruinas y sepul-
cros que desfiguraban y hacia» horroroso su suelo. Pero lue-
go que, por un beneficio nunca bastantemente agradecido,
concedió la Divina Providencia á los mortales la Vacuna, ha
sido este preservativo inestimable conducido á la América por
la piedad del Rey. Superando con aquella grandeza de alma
que á él solo es propia todos los obstáculos que oponían, la es-
casez del erario, las miserias de los pueblos de España, los gas-
tos y calamidades de la guerra, quiso que á todo costo se cor-
riese al auxilio de sus hijos los americanos, aun de aquellos
que como fieras habitan en lo profundo de los bosques, y en
las cabemas obscuras de los montes.
De este modo se extiende la vacuna á manera de un blando
záfiro, que destierra esta peste, y reanima la naturaleza cor-
pórea. Ya de entre los mismos túmulos se ven levantarse nue-
vas ciudades: los campos que estaban abandonados y eriazos,
cultivados de nuevo, comienzan á reverdecer, y á repetir los
montes los dulces arruyos, con que las madres deleitan y feli-
citan ásus tiernos hijos.
Estos son, ó gran -Rey, vuestros incomparables beneficios,
por los cuales la Academia os ofrece estos solemnes votos, y
os tributan gracias mny tiernas, en medio de la gloria, festivi-
dad y júbilo extraordinario que los rodean, no solo los Docto-
res, los maestros, y los demás hombres; sino también las pin-
turas y los mármoles que carecen de sentido.
—273—
Pues penetrados de tan grandes sentimientos, Eey ínclito,
Padre de la América, delicias del Perú, y el mas firme apoyo
de esta escuela, os aseguramos que mientras bañe nuestras ori-
llas el inmenso océano, mientras blanqueen las altas cumbres
de los Andes cubiertas de nieve tan antigua como el mundo,
brillen allí los relámpagos y retumbe en ellas el trueno pavo-
roso, x>ermanecerá impreso en nuestros pechos el recuerdo
querido de vuestro nombre augusto, y será eterna la memoria
del beneficio recibido.Y tú, amable Salvany, que por obede-
cer las órdenes de un Eey tan grande, te has expuesto á tan-
tos peligros por mar y tierra, entra á reposar de ellos, ocupan-
do un asiento entre los esclarecidos doctores de esta Universi-
dad, la primera y principal del nuevo mundo. Aquí tributa-
remos á vuestro mérito los elegios que han sido en todos tiem-
pos el premio debido á los Yarones, que habiendo ilustrado su
entendimiento con la luz de la sabiduría, y conformado su áni-
mo á los severos preceptos de la virtud, sirvieron ala nación.
La naturaleza dándote una bella índole, te destinaba á tan
uigna suerte, y tú has sabido merecerla con el estudio de las
ciencias y la probidad de costumbres: y obtenídola al fin em-
prendiendo obediente tus trabajos.
En verdad que la copia, el adorno y la doctrina de tus dos
cuestiones acerca del galvanismo y la vacuna, no dejan nada
que dudar sobre tus grandes progresos en el estudio de las le-
tras: al mismo tiempo que tu apacible natural, la honestidad
de tu porte, y la dulzura de tu trato, son unos argumentos
irresistibles de la moral de tu al alma.
Y ¿qué diré del alto aprecio que te has adquirido, trabajan-
do en favor de les americanos? ¡O y cuántas tormentas has su-
frido por mar y tierra para librarnos de la viruela! No quiero
amargarte el júbilo de este dia, acordándote que dejaste tu cara
Patria, para entregarte en frágil leño á las furiosas olas del
temible atlántico, y que le pasaste tropezando con sus bajíos
y peñascos, famosos por los grandes naufragios que han cau-
sado. El ánimo se horroriza recordando estos peligros.
Pero tu obediencia al piadoso Carlos, y tu compasión á la
América afligida, te han hecho tolerar estos y otros muchos
riesgos,con paciencia, con constancia y con firmeza, y has
conseguido salir de todos ellos lleno de honor y de felicidad.
¡Ah! Estos trabajos que se sufren en la juventud por el bien
de los hombres, causan mucha complacencia contándolos en
la ancianidad.
Por ahora es preciso recrear tu ánimo cansado y casi opri-
mido de las peregrinaciones y contratiempos con el dulce re-
cuerdo de los beneficios que has hecho. Tantas vidas arranca-
Tom. vi. Literatura— 40
—274—
das de los brazos de la muerte, y la pestilencial viruela extin-
guida, deben causarte mucho gozo: así como te exaltan y lle-
nan de honor las alabanzas y estimación con que te han reci-
bido los pueblos por donde has transitado, no menores cierta-
mente que las que Boma y Atenas concedieron á Esculapio é
Hipócrates, cuando acudieron á socorrerlas en las gravísimas
enfermedades que las asolaban.
También aquellos de nuestros respetables mayores que mu-
rieron llorados por la Patria, elogiados por los sabios, y en
olor de santidad, mirarán propicios tus peregrinaciones. Por-
que aunque, rotos los lazos que los unia con la tierra, solo se
ocupen, según creemos piadosamente, en contemplar la Divi-
nidad, no pueden con todo olvidarse de nosotros que somos
sus hijos: pues habiéndonos servido en esta vida perecedera de
ejemplo y modelo de piedad, deben ser en la eterna nuestros
tutores y protectores fidelísimos. Así citando te instalo en el
grado de Doctor en medicina, observando los estatutos y ce-
remonias que nos dejaron, te recomiendo también á su patro-
cinio.
Procura seguir sus huellas en el camino de la sabiduría, é
imitar sus virtudes. Prosigue bajo sus auspicios comunicando
el benéfico fluido de la vacuna á las provincias del Perú que
aun carecen de ella. ¡Quiera Dios que el suelo americano, al
cual ha favorecido con tantos dones, no vuelva á ser infestado
por la pestilencial viruela! De este modo mientras tiembla la
Europa convelida con el funesto choque de las armas y opinio-
nes: mientras los hombres se abandonan á crímenes inauditos,
y con necio orgullo insultan al mismo cielo; gozará nuestro
magnifico Rey, en medio de tan grandes calamidades, el dul-,
ce placer de haber librado á la América de la mas cruel de las
enfermedades.
flor entera .
6. El Pistilo con. los ¿reo- esletos.

2. El t 7. Aa.-Drupa-, o /rufo en/r/n,

3. Zw Pélalos cnn Lis esc¿unas t/rl nadarlo. aumínS ^ ^" "'""• l"upú<- ^ l¿1 coftexa.

4-. Los JEstamAres unidos á la memimna e/i(era que rodea a l¿?' BniJ 9. Lu nu<;x cor/oda por su 'latitud niuiu/r. 'ton, lo id Córculo.

5. Los £sLunl>res unidos a la /neml/rina paríi¿la.

LA COCA DEL PERÚ

Gravé par A.F. Lemaitre, 23, Quai de VHorloiye. limp. Chardon ainé, París.
-275—

Disertación

Sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la


FAMOSA PLANTA DEL PERÚ NOMBRADA COCA, POR EL Dr. D.
Hipólito Unanue.

El hombre ha mirado siempre con predilección las produc-


ciones del reino vejetable, presentándole éste, en sus frutos y
mieses, un tributo inocente que consagrar á su Hacedor sobe-
rano y un recurso seguro para alimentar la vida: cubriendo
su desnudez con sus hojas y cortezas, y protegiéndolo contra
las inclemencias de las estaciones con sus troncos y ramas;
mitigando sus dolencias con sus bálsamos saludables, y hala-
gando sus sentidos con el hermoso espectáculo de sus flores
en aquellos tiempos en que, falto de industria, de artes y de
ciencias, carecían de cuanto podían ministrar á sus necesida-
des y recreo las obras de sus manos, le captó desde entonces
la atención y el reconocimiento. Asi el primer ensayo filosófi-
co del entendimiento humano tuvo por objeto al reino de las
plantas. Estudiólas antes de arreglar los movimientos del
planeta rector del universo, y observar la marcha rnagestuo-
sa del resto de los astros ó estudiar la generación de los fósi-
les en los senos ocultos de la tierra, continuando las mismas
necesidades y experimentando los propios socorros al poblar
la superficiede esta, se perpetuaron con él las primeras apli-
caciones; encontrándose por consiguiente el estudio de los ve-
getales hasta en aquellos sombríos rincones del globo, en que
el linage humano parece extinguirse del irracional solo por su
figura exterior. Y
como la sabia naturaleza ha distribuido las
plantas según la diversidad de los climas, ocurre con liberali-
dad á nuestro socorro yse muestra en toda su magnificencia á
los Ojos que la contemplan: en todos los siglos y en todos los
países se han descubierto plantas admirables por sus raros do-
tes. Invenere lierbas et manes gentes (1).
Los pueblos inventores las adoptaron con entusiasmo, y ha-
ciendo consistir una parte de sus glorias en haberlas encon-
trado, no perdonaron medio de cuantas pudieron conducir á
celebrarlas. Cuando la poesía les inspiró sus dulces cantos,
las lucieron el alma ó el objeto de sus imnos. Cuando la filo-

(1) Plm., Hist. natur., lib. 25, cap. 8,



27<>—
sofía les enseñó á conocer sus virtudes y pasiones, quisieron
fuesen el símbolo y aun el original de todas ellas, y snmerji-
dos en la noche de la superticion las elevaron á ser sus dioses.
El espíritu humano, aunque amante de lo maravilloso, lleva
las cosas hasta el estremo, y quizá principió la idolatría por la
adoración de los vegetales. Al menos la magia, su insepara-
ble compañera, ha figurado siempre con estas sus misterios y
deducidos de ellos su eficacia. No hay nación en cuyas fábu-
las é historias no se encuentre la memoria de alguna yerba
que, por alguna calidad recomendable, no mereciese los su-
premos honores de la apoteosis. Pero parece que á ninguna
se le tributaron con mas exceso que á la célebre hoja del Peni
nombrada coca.
Los arbustos que la producen y que gozan del propio nom-
bre, se creían en los siglos del imperio de los Incas simulacros
animados de la divinidad, y sus sementeras un santuario don-
de todo mortal doblaba la rodilla (1). Los solemnes sacrificios
del Capacraimi, Intiraimi, Situaraimi, y Raimicantaraiqíii, en
que se intentaba manifestar el esplendor del Imperio y lama-
gestad del Sol, á quien se dedicaban, no podian celebrarse con
agrado del cielo si las victimas no eran rodeadas del sagrado
humo de los cestillos de coca que arrojaban al fuego (2). Los
oráculos no contestaban, y los agüeros eran terribles si el sa-
cerdote al consultarlos no mascaba la enunciada yerba (3),
imitando en esto á los Griegos, entre quienes la Pitonisa se

(1) Gareilaso, —
Historia de los Incas tova. í, pág. 122. En las provincias
de la el arbusto de la hoja. Al primero llaman coca y á la
Paz distinguen
hoja auclrí-coca ó chiuchi-coca.
(2) Acosta, Eist. natur., lib. 4, cap. 22. Herrera, Décad. 5, lib. 4, pág. 91.
También los Jeques sacerdotes gentiles de Bogotá, sahumaban á sus ídolos
con la coca después de bien tostada [Julián Perla de la América, pág. 27 J.
[3] Los agoreros peruan os consultan sus divinidades destrenzándose el
pelo que lo traen muy largo, cubren con parte de él la cara, beben chicha,
mascan coca, se introducen en cabernas subterráneas y oscuras, y en me-
dio de un silencio espantoso entonan- cantos fúnebres. Los picarones que
cohocen nuestra codicia, se valen aun de semejantes ardides para descu-
brir las huacas ó entierros de oro y plata y las AT etás ricas. A prevención
hay una india escondida en lo interior del lugar del descubrimiento que
contesta con gruñidos inintelijibles y temerosos. Todo esto se practica en
desiertos, en las noches oscuras y con la condición de que aquel á quien
se le ha de descubrir el tesoro vaya solo y no hable una sola palabra ,
poi-
que todo desaparese. El resultado de esta aventura es salir cargado
de garrotazos por los diablos á manera de aquel que engañó al famo-
so Cabostro, ó huir con el miedo que imprimen los alaridos, ó cuando no
recibir unas piedras muy pesadas y muy envueltas que no se deben descu-
brir hasta que esté uno en su casa , de donde tiene que botarlas á la ca-
lle por que no le estorben. El picaron del indio, después de haber comido,
bebido y estofado muchos reales al burlado, huye donde no le encuentre,
lo que si por casualidad sucede responde á las reconvenciones,que se debe-
ría haber revelado el secreto, el que encargan con mucha fuerza,, y que por
—277—
preparábanlas respuestas mascando las hojas del laurel (1).
Era una profanación inaudita visitar los túmulos de los ma-
yores é invocar sus sombras sin asercarsecon la propia prepa-
ración en señal de respeto. La divinidad tomaba pronta ven-
ganza de este atentado (2), y lo mismo practicaban las Coyas
y Mamas, dioses del oro y la plata, ademas de hacer impene-
trables los cerros, si el que buscaba aquellos metales no los
aplacaba con el olor de la coca (3). Esta sola era la que po-
día felicitar á los viajantes ofrecida á los alpacliitas cotorayar-
rumi (4), y la que en los desiertos mas estériles podia soste-
nerlas la vida libres de las invaciones del hambre sin necesi-
dad de otro socorro.
IESTo menos eticas, en las poblaciones que en el campo, se
juzgaba al abrigo de todo crimen y desventura aquella casa
en que se guardaba alguna parte de esta yerba sagrada: per-
suacion semejante á la que tenian los antiguos españoles con

eso la plata se convirtió en piedras. El que no tiene paciencia para espe-


rar su respuesta se venga con darle unos garrotazos y puñadas; pero ni
uno ni otro quedan escarmentados. Todos los días se ven codiciosos, en es-
pecial en la sierra, que exponen su vida y haberes á estas burlas.
Quid non mortalia pectora cogis,
Auri sacra fames!
Academia de inscripciones y bellas letra», Discurso sobre los oráculos.
(1)
Sentian aturdimiento, desmayo y un vehemente dolor de cabeza, cii-
(2)
yo estado llaman kaicar {kaícar debe deribarse de hachan, andar atontado]
Los que descubrían los sepulcros mascando la coca se libertaban de ser
kaicados. Creyeron los antiguos haber yerbas cuya virtud sacaba á las áni-
mas de los sepulcros v obligaban á responder las consultas. [Virgil., Eel.
8. Horat., Sát. 8, lib.l.J
(3; Frecier, Voyage du Sud, pág.246, refiere que los Indios cuando la ve-
ta está dura le arrojan coca mascada para que se ablande. Esta relación
es cierta; ni dudamos que se haya conservado en algunos lugarcillos dé la
costa, en donde se use la coca, lo que añade, de que también la ponen en el
anzuelo para que caiga el pescado.
(4) A los montones de piedras que había en los caminos llamábanlos
Cuzqueños apachitas, y en otras provincias cotorayarrumi, y los adoraban
por dioses. El origen de estos montones de piedras que se ven en los ca-
minos de las sierras parece ser debido áque los primeros indios, luego que
ascendían una cuesta ó transitaban algún paso difícil cargados con algún
peso, se descargaban de él, y en-señal de gratitud ofrecían lo primero que
se les presentaba á la vista, que regularmente eran piedras, al Tachaca-
mac; repitiendo la voz apachecta, que quiere decir, al que hace ó me da
fuerzas para llevar. En lo sucesivo se tomó el holocausto por la deidad.
Los Fenicios tenian la constumbre de hacer montones de piedras en los
caniihbs en honor de Mercurio, y aun en algunos pueblos de España hay
esta costumbre dirigido á mejor fin. [García, Orig. de los Ind., lib, 4, pág.
237]:. También veneraban los ser os y grandes peñascos, creyendo se ha-
bían convertido en ellos los guarís ó gigantes que suponían primeros pobla-
dores del Perú. Todavía los indios de las sierras arrojan coca mascada
contra los grandes peñascos y montones de piedra que ert;uentran en los
caminos. El bagazo de la coca mezclado con la saliva forma un gluten con
el que se pega á las piedras, y entre algunos indios hay la superticion de
—278-
labetánica (1). Que se conjurasen todos los pesares que opri-
men al hombre desgraciado, el Peruano socorrido con la coca
los veia y aum vé
(2) con aquella serenidad de ánimo con que
el Griego presenciaba la muerte de sus padres y degollación
de sus amigos cuando tomaba el neponte (3). El favor de la
fortuna y los triunfos de Cupido solo podían asegurarse con la
coca, virtud principal del carimunachi (4), y si en los últimos
periodos de la vida, si en aquellas entermedades en que el pa-
ciente era victima de la deidad indignada podia esperarse al-
gún auxilio, debía buscarse únicamente en esta yerba celes-
tial (5). Por estos motivos, en el principio del imperio, el uso
de la coca se reservó á solo los Incas, creyéndose indignos de
él los demás humanos que no train como sus reyes un origen
inmediato del cielo (6), y sus primeras augustas esposas se de-
coraron con su nombre (7).Acaso la constituyeron también el
símbolo de la belleza, como lo ejecutaron los Griegos con aque
Ha frondosa palma que floreció junto á las aras de Apolo (8)
que si al regreso de su viaje hallan haberse desprendido el pelotón de coca
que tiraron al pasar, es señal de no haberles sido fieles sus esposas mien-
tras estuvieron ausentes.
(1) Betónica in Hispania tantumque gloria habet, ut domus in qua sa-
ta sit tuta existimetur a piaculis ómnibus [ JPlin; loe. cit. ] Son del mismo
sentir los indios cuando tienen alguna bolsa de coca en sus chozas.
(2) Mi scent folia dentibns commansajnilveritellinarurniisiarum, in eatapo-
tiaque conformant, exsiecant que, at que Ha illis sunt usui. ... ad sommm con-
siliandum, ebrietatemque indumeendan, el labor um curarumque omnium obli-
'vionem, atque quietem. [Nardi Ant. Rechi. lib. 8, pág. 303].
(3) Protinus ergo in vinum misit medicamen, rende libebat. . . adver-
sum malorum oblivionem inducens omniun.
(4) Carimunachi. Hay dos especias, uno para hacerse amable, otro para
tener dinero. El carimunachi de Venus se forma de una figurita de pie-
dra imán, un palito delgado que parece ser de culantrillo, un fréjol ú
otra semilla semejante que sea colorada y tenga la cabeza negra, á quien
nombran quairuro, y unas hf jas de coca. De todo esto hacen un en-
envoltorio que coloca el agorero en la mano de quien desea ser amado, que
regularmente son las mugeres mozas, les hace cerrar moderadamente la
mano, dice uno en salmos y aspergía la mano y el envoltorio con chicha.
Este brevaje acompaña á la coca en todos los agüeros. El carimunachi pa-
ra tener plata, parece ser inventado después de la conquista; es el mismo
que el anterior, con la añadidura de una moneda de plata, y que el asper-
je pueda ser con aguardiente á falta de chicha.
(5) El remedio general para todas las enfermedades en los indios perua-
nos es la coca, cuya virtud piensan apaciguar al Cielo, á cuya indignación
atribuyen las enfermedades que se resisten á las primeras curaciones, á
semejanza de los primeros pueblos de la tierra, quienes tenían lü misma
opiuion, según Celso in Preefat.
(6\ Acosta, loe. cit.- Garcil. loe. cit., pág. 10b.
[7] Mama-Cuca, esposa de .uaita-Capac, cuarto Inca; tubieron el pro-
pio nombre la segunda y tercera reiua Jena Histor. de los Incas, M. S. pág.
456*; aunque otras las llaman Mama-Caba y Mama-Cora,
[8] En la hermosísima oración con que Ulises implora la protección de
la primera Náusica, compara su peregrina belleza, que le hacia dudar si
.

—270—
La coca pues, esa planta divinizada por los antiguos mora-
dores del Perú, y aun aplaudida boy por sus pósteros con su-
mo encarecimiento, merece sin duda ser objeto de nuestras
investigaciones filosóficas, y que su historia continúe la que
abrimos en otra parte (1); Para desempeñarla con claridad y
asierto, la dividiremos en cuatro miembros, esto es describire-
mos el arbusto que produce la coca; expondremos mas su cul-
tivo; referiremos el tráfico que se hace con ella, y examinare-
mos sus virtudes. Quiza cubiertas con los velos de la fábula y
la superstición, se hallarán algunas reales que le dieran ori-
gen, y que no percibieron nuestros respetables antepasados,
ya por que precisadas á sostener la espada victoriosa en la
época de la conquista, por ocurrir los espíritus al corazón de-
samparaban al cerebro, y ya por que en lo sucesivo cuidaron
solamente de aquellas ciencias abstractas que formaron por
tantos siglos el justo dominante de las naciones.
Casi todos los primeros escritores del Perú han hecho me-
moria de la coca, y aun compuestos discursos dilatados de ella;
pero considerándola por aquellas relaciones que su uso y co-
mercio tenian con la religión y el gobierno, dejaron intacta su
parte fisiológica. Una ú otra pincelada del P. Acosta y con
mas exactitud de Garcilaso sobre su aspecto y virtudes, es lo
único que se nos ha trasmitido. Los demás escritores no han
hecho sino copiarlos civilmente, ó desfigurarlos. M
esto ha
sucedido solo en aquellos que ilustraron los siglos XVI y
XVII, si también en los que han escrito en el XVIII, cuando
la botánica parece haber llegado á su último incremento. En
igual oscuridad los escritores nacionales que los extrangeros,
ó reproducen las propias ideas de nuestros autores antiguos,
ó desbarran notablemente si pretenden adelantarlas. Es cier-
to que después de la última expedición botánica del Perú, no
ha faltado algún naturalista europeo que con mejores luces y
exactitud la haya clasificado, é indicados sus caracteres prin-
cipales. Los que forman la descripción siguiente han sido or-
denados por una mano diestra y delicada [2].
E. con hojas ovales, y drupas de si es ángulos. Véase coca.
TaíallainM. S,

era deidad ó mortal, al renuevo de la palma que nacía junto á las aras de
Apolo [Odis iv, 160]
(1) Véase mi introducción á la Botánica del Perú. Mercurio Peruano,
núm. 43, tom. 2, pág. 68.
(2) El del Dr. D. Gabriel Moreno, véase la lámina que vá al fin de esta
disertación, la que acompañada de una buena descripción, remitieron á la
Sociedad los botánicos de S. M. D. Juan Tafalla y D. Francisco Pulgar. Es
preciso advertir, en bonor de los trabajos del célebre botánico D. Hipólito
Kuiz, que éste fué el primero que examinando con proligidad la coca, la re
dujo al género erithroxylon de Lineo.
—280—
Habita en los Andes.
Arbusto de estado y medio de altura. Produce:
La rais ramosa que baja oblicua con íibras delgadas.
El tronco recio, áspero cubierto de una corteza que se pone
,

blanquecina.
Las ramas, tiernas, derechas, alternas que tiran a rojas
sembradas de puntas.
Las liojas. elipticas de petiolos muy cortos, alternas, enteras,
lisas, por el haz y en vez, con tres nervios, los dos laterales
menos visibles.
Las nacen de las ramas con los pedúnculos cortos y
flores,
delgados, esparcidos solitarias, ó en ramilletes de dos basta
cuatro. La corola de color entre amarillo y blanco.

Fructificación.
Oaliz Periantio As una pieza,cónico inverso,hendido en cin-
co lacinias aovadas, agudas, pequeñísimo, y que se marchita.
Córalo Pétalos cinco aovados, cóncavas y patentes.
Nectario de cinco escamas, escotadas, derechas, de color,
injeridas en la base de los pétalos.
Estambres. Filamentos diez alesnados de la longitud de la
corola, sostenidos en sus bases por una membrana truncada
con las anteras de figura de corazón.
Pistilo. Germen aovado, de seis ángulos: estilos tres filifor-
mes, apartados, del largo de los estambres, con los estimas ob-
tusos.
Pericarpio. Drupa oval de seis ángulos, y de una celdilla.
Semilla. Yuez oblonga de seis ángulos, los tres alternos ob-
tusas, y menos eminentes.
Se cultiva en varios parages vecinos á la montaña: florece
en los meses ele Mayo y Junio.
Observación.
Si el fruto se corta por su latitud, cada sección manifiesta
dos triángulos concéntricos, formados por los contornos de la
drupa y de la nuez; en el centro de esta se el vé corado que
ocupa toda su longitud, aleinado y del color de la hoja. Algu-
nosc reen que la representa.
Luego que los afanes de la conquista,y las pretenciones am-
biciosas de Pizarro y Almagras, permitieron pensar en el ré-
gimen del Perú, la coca fue entre nuestros sabios lo que la
manzana de la discordia entre los dioses. El universal uso
que hacían de ella los moradores del reino, y el crecido lucro
que reportaban los traficantes, la constituyeron uno de aque-
llos objetos principales que demandaban la atención del go-
bierno. Opinaron algunos debia proscribirse enteramente su
—281—
uso, y arrancarse de raíz sus cení enteras. Fundábanse en
dos razones. La primera por que habiendo servido á las anti-
guas superlaciones, era dar ocasión con permitirla á que los
indios reincidieren en ellas. Argumento á la verdad piadoso,
pero que jamas se ha hecho contra el oro y la plata que tu-
vieron propio destino.
el
La segunda razón consistía en que multiplicándose las ce-
menteras por el gran valor de sus frutos, se pretendían para
su labranza indios de mita, que conducidos de las sierras frias
á las montañas húmedas y calientes, en ^qoie se cosecha la
enunciada hoja, y maltratados por los dueños, sufrían aun
mas que el duro trabajo de las minas. Las quejas llegaron
hasta los pies del trono, y aquellos monarcas que han mirado
á los indios, no como puede haberlo hecho el soberano mas
piadoso respecto de sus colonos, sino como un padre tierno
cuidadoso de sus hijos, prohibieron rigurosamente las mitas
(1), y aun por este motivo unido al primero, se hubieran de
contado arrasado los sembríos de coca, si la codicia no lo hubie-
se llevado todo tras si, como se esplica un eminente sabio [2].
Es cierto que ha efectuarse estos humanos designios, los in-
dios quedaban sin un socorro de primera necesidad para la
labor de las minas, y que no conocieron los Españoles, como
espondremos después
Las representaciones de los interesados "en la ganancia de
la coca, apoyadas en los dictámenes de algunos célebres ju-
risconsultos, suspendieron el rayo que iba á abrazar sus here-
dades é intereses. Permitióse el cultivo de la coca; pero con
la calidad de hacerse con indios voluntarios, bien pagados, y
también asistidos, que no recibiesen daño en su salud y vida
(3). Punto interesante sobre que el virey D. Francisco de To-
ledo hizo mas de 70 ordenanzas (4), precedidas de mas de 14
cédulas despachadas hasta el año de 1574. Con tal piedad
con tal amor, han rejido siempre los monarcas españoles á los
naturales del Perú. De suerte que cuando sus conquistado-
res hubiesen sido unos bandidos ejecutores de todas las pira-
ferias con que las naciones extrangeras han oprimido al Asia
y Norte de la América, la bondad de sus soberanos las recom-
pensa con ventaja: siendo los indios infinitamente mas felices
al amparo de sus piadosas leyes, que pudieron ser desgracía-

la) Cédulas de los años 1560, 63, 67,69 y 1639. Véanse al señor Solórza-
no, Polit. indian,, lib, 2, cap. 10.
(2) Solórz., loe, cit.
(3) Cédulas antes citadas y otra de 1573. Solórz., loe. cit.
(4) Pinelo, Cuest. sobre el chocolate, pág. 35.
Tom. vi. Literatura,— 41.
—282—
dos en aquellos tiempos de calamidad retratados con sangre,
é imprescindibles de las conquistas.
Bajo el enunciado reglamento so permiten operarios para
la cultura y beneficio de la coca. Los terrenos húmedos, vi-
gorosos y situados eu climas calientes, que en la lengua que-
chua nombran yungas, son los propios para produciría, y co-
mo participen de estas calidades los que tbrmau los valles y
montañas de los Andes, aqui es donde se cosecha, como ya
hemos apuntado (1). Para su sembrío se elijen los meses de
Diciembre y Enero, en que principiando las copiosas lluvias
de la montaña, que duran hasta Abril, facilitan la germenar
cion de la semilla.

Tum parter omnipotens fecundis imbribus cetlier


Oonjugis in gremium Icetce descendit, et omaes
Magnus alii, magno commistus corpore, fe/tus (2).

La referida estencion, ademas de ser favorable por la mu-


medad que induce en la tierra, lo es también por sus nubla-
dos que defienden las tiernas plantas de que las hieran con
fuerza los rayos del sol, el que les causa muchos daños.
Dos son los métodos que adoptan en el sembrío de la coca.
Consiste el primero en formar unas grandes eras de tierra
limpia y suelta, en que derramada la semilla se hacen almaci-
gos proporcionados á toda la heredad. A pocos dias empiezan
á nacer las plantas, y se dejan en la almaciga hasta el año si-
guiente, en que ya han crecido á la altura de media vara. En-
tonces se afloja y escarda con cuidado el terreno que se ha de
ocultar, se divide en surcos ó callejones de. una vara de ancho
y en los camellones se van formando viveras en la propia dis-
tancia para trasplantar el almacigo.
El segundo método consiste en surcar y dividir el terreno
desde el principio, hacer las fosas y sembrar en cada uno tres

(1) Mas adelante^ tratando del comercio de la coca, individualizaremos


los partidos en que se cria en el Perú. Fuera de él se cultiva en la juris-
d ccion de Timana e Popayan, y en la provincia de Santa Marta en el
i

territorio de los Guagiros. Eu el nuevo reino de Granada se conoce bajo


el nombre de hayo. Antes de la conquista estaba muy extendido en él su
uso y comercio; después de ella se han arruinado uno y otro, conservándo-
se solo en los pueblos referidos, algunos de Pasto y el (jhocó, y en los con-
fines del valle de Upar al pie de la serrania que separa este valle y la pro-
vincia de Santa Marta, de Maracaibo. 'lli se cultiva y cosecha con cui-
dado para comerciar con los Guagiros permutándola por pei'las. No sabe-
n os que en otra parte alguna de la tierra, fuera de las citadas, se crie ni
use la coca.
(2) Virgil, Georg., lib. 2, v. 315.
—283—
ó cuatro granos, con de que brote uno de ello«, y si na-
el fin
uno y trasplantar los otros á su debido
cieren todos, dejar el
tiempo. El primer método es mas ventajoso por varias razo-
nes. La primera, porque como la coca necesite mucha hume-
dad, y uo tenga otro riego que el de la lluvia, si el año la es-
casease le es mas fácil al agricultor regar á mano una cocha
en que esté reunido todo el almacigo, que no toda la chacra: la
segunda, como los rayos del sol sequen á los tiernos, retoños
es mas factible cubrir con ramadas ó con las sombras de los
árboles una sola almáciga, que una multitud de ellas. Ade-
mas que aun cuando se quiera impender el trabajo de amparar
á cada pequeña cocha sembrando á sus lados yucas ó pa-
caos, (1) estas plantas defraudan á la coca los jugos de la
tierra, ó impiden se nutra y vigorice. En el propio defecto
caen aquellos que creyendo aumentar la cosecha con el mayor
número de arbustos, estrechan los camellones y las distancias
de las fosas. De aquí resulta que como la coca devore con ex-
ceso el surco vejeta! de la tierra, unos á otros se perjudican y
crian desmedrados (2).
Siguiendo el primer método, luego que llegan los meses de
Diciembre y Enero del año subsecuente á la siembra, se tras-
planta el almacigo en los sitios referidos, cuidando de que nin-
guna raiz, por pequeña qne sea quede doblada, porque se seca
la planta. Siendo la estación de aguas, crece con rapidez la coca
á beneíicio de la lluvia, y florece á los cuatro ó seis meses, es-
to es, en Abril ó Mayo, y produce la semilla que nombran muc-
llu. El arbusto no llega á su perfecto estado, que es de tres
varas, hasta los cinco años, pero desde el segundo empieza á
dar con abundancia las hojas, y continúa por muchos años
sin necesidad de que se haga nuevo plantel. De esta suerte
quedan formadas las célebres haciendas de coca que han pro-
ducido tantas riquezas. En lo sucesivo consiste la felicidad de
los agricultores en qne el terreno sea feraz, abundantes las
lluvias, y que ellos sean prolijos en escardarlo [ó como suelen
explicarse en luvriar, cuspar 6 corear,'] y en acopiar las hojas
con cuidado, y que no las destroce el ido (3).
(1) Mimosa,- Inca. Palau., 1288.
(2) Lacalidad del terreno puede desde luego hacer excepción á la regla
general. El D. D. Pedro Nolasco Crespo asegura, Disert. M. S. sóbrela co-
ca, que en los yungas de la Paz se colocan los arbustos con un jeme de dis-
tancia cuando mas, y que la latitud de los surcos es de tres jemes. Cree
que los Incas enseñaron este método á fin de debilitar el arbusto, que
siendo de naturaleza agreste, de procera magnitud y de uua hoja ingrata
al gusto, por aquel medio ha adquirido las calidades que lo hacen apeteci-
ble; así que, este es un arbusto formado por la industria de los incas.
(3) El ido es una especie de palomilla que en algunos años cubre como
un enjambre de langostas los cocales, en cuyas hojas depositan la simiente
de una infinita multitud <le orugas que los devora.
—284—
Aunque la coca no florece sino una vez al año, se puebla
tres de hojas, que son otras tantas cosechas, las que en el idio-
ma índico nombran mitas. No son estas igualmente abundan-
tes, pues en el tiempo de la florescencia escasea la hoja por
emplearse mucha parte de la savia en la semilla. Cuando el
terruño es vigoroso, y el año abundante eu aguas, suelen ade-
lantarse las mitas, de suerte que en lugar de tres rinde la coca
cuatro, una en cada estación [1]. Pero nada influye tanto pa-
ra que las cosechas se adelanten y vistan los arbustos de mu-
chas hojas, como limpiar las heredades de la mucha yerba sil-
vestre que crian por su humedad y calor. Cuando la planta
está tierna, es preciso ejecutarlo á menudo. Cuando ya ha lle-
gado á su auje, debe indispensablemente practicarse después
de cada mita, si se desea que la siguiente rinda con anticipa-
ción y abundancia (2). Refiere Garcilazo que cierto diezmero
de su tiempo, que conocía cuanto se adelantaban las cosechas
escardando el terreno frecuentemente, cohechó á los capataces
de las heredades que habia en el distrito del Cuzco para que
lo hiciesen ejecutar. Con esta diligencia quitó al diezmero del
año siguiente, las dos tercias partes del diezmo de la primera
cosecha, lo que originó entre ellos un pleito muy reñido. La
limpieza proporciona también que la hoja se crie fragante y
de buen gusto, siendo insufrible el que tiene la que nace en-
tre malezas. Estas no solo dañan en cuanto debilitan la tier-
ra atrayendo la sustancia alimental, sino también en cuanto
ocupando toda su superficie impiden que el calor y el aire,
agentes extrínsecos de la vegetación, la penetren, disuelvan y
actúen los jugos nutritivos, los mezclen, pongan en circulación
y moderen la demasiada fermentación, ó impidan la corrup-
ción en que degenerarán sin duda las partículas terrestres por
el demasiado exceso de humedad.
Por lo que hace á la cosecha de las hojas, se dá principio á
ella cuando ya han llegado á su incremento, que es de pulga-
da y media, cuando se hallan consistentes, y que el color ver-
de semejante al de la esmeralda que presenta su cara interior,
y el pajizo de la exterior se hallan en toda su viveza y empie-
zan á desprenderse por sí mismas. En esta operación debe po-
nerse sumo cuidado en no romper los pimpollos de las ramas.
De lo contrario se secan éstas, no fructifican en la siguiente

(1) Parece que en la provincia de Santa Marta solo se hace al ano mía
cosecha de hayo, pues creen que la hoja no está en sazón hasta que aparece
la semilla que sirve de regla para el acopio. "Julián loe. cit." Podrá esto
provenir de defecto del terreno, ó de pericia del que lo cultiva.
(2) En los yungas de la Paz, nombran mazi la cava que se dá después de
la mita. También acostumbran requintar el cocal, que es darle un corte ó
uuapoda desde el mismo tronco cuando está viejo.
—285—
mita, y es por consiguiente escusa. Debe arrancarse hoja por
hoja; ó asegurando con el dedo índice y pulgar de la izquierda
el extremo de la rama, correr blandamente con los de la dere-
cha por toda ella, limpiándola déla hoja. Así se acelera el
acopio y se evitan los daños que causa el quebrar ó maltratar
las yemas.
Las hojas cosechadas se extienden al sol [1] á fin de que
pierdan algún tanto de su humedad, y luego se conducen á
los almacenes de acopio. Es muy importante el que los hacen-
dados cuiden de que no se deseque demasiado la hoja expues-
ta al sol, ni se trasporte á la sombra muy húmeda. Por la pri-
mera causa pierde el color, ei gusto, y se reduce á polvo. Por
la segunda, se pudre, se pone fétida y de un sabor ing)¿ato [2].
En la provincia de Huanta pisotean á intervalos los tendales
de la coca, estando aun húmeda, por creer que así se engruesa
la hoja y adquiere un gusto delicado. Es cierto que la compre-
sión de los pies, exprimiendo la mucha agua que pueda ha-
llarse embebida en la hoja, la hará mas consistente, é impedi-
rá que la humedad la pudra y prive de sus agradables cuali-
dades. Asi esta operación podrá ser útil en aquellos valles y
estaciones en que la mucha lluvia haya puesto la hoja espon-
josa y cargádola de jugos indijestos.
Tan á poca costa se forman y cultivan las famosas haciendas
de coca, cuyos frutos, dice un célebre cronista, han hecho mas
hombres ricos que Jas mercancías de mayor ganancia [3]. Ala
verdad, ella ha sido y es uno de los principales ramos del
comercio de este reino. En los primeros tiempos de la domi-
nación de los incas, la coca estaba reservada á solo el culto y
solemnidades de los dioses, y al uso de aquellos monarcas que
se gloriaban de ser sus descendientes, como ya hemos dicho.
MngiM otro podia tomarla á menos que sus hazañas ó servi-
cios distinguidos lo hiciesen acreedor á partir con sus augus-

[1] Para desecar la coca se tienen unos patios bien eiüozados, que en al-
gunas paites nombran cachi. Mientras la coca está en ellos ¡se preciso ob-
servar las mutaciones del aire, porque suelen en aquellas montañas levan-
tarse repentinamente unos torbellinos, que apoderándose del cachi dejan á
los dueños de la coca mas deshojados de lo que ellos dejaron los cocales,

como dice agudamente el Dr. Crespo. En la provincia de Santa Marta se
cosecha el hayo arrancado con las uñas hoja por-hoja á la raíz del pedún-
culo, conforme al primer método que hemos propuesto. En tiempos anti-
guos tostaban allí las hojas en vasijas de barro puestas al luego, y asilas
guardaban para su um y comercio. La experiencia debió de enseñarles
que perdían de este ¡nodo sn fortaleza, y así hoy luego que las cosechan
las meten en vasijas de barro y oroeurau usar de ellas cuanto mas verdes
y frescas puedan conseguirse. "Julián, loe, cit."
(2) A esta dejeneracion y detrimento de la .coca nombran los indios chu-
tarse.
(?.} Calanchaj pág¡ 60,
—286—
tos la fruición de esta hoja preciosa. Era ella el premio de la
lealtad y de los hechos heroicos. De suerte que siendo aque-
llos señores los monarcas mas opulentos del orbe, preferían
la coca al oro y la plata en la distribución de los premios; se-
mejantes á Júpiter, que en los certámenes olímpicos premia-
ba al victorioso con una corona de acebnche, motivo porque
el poeta Aristófanes lo acusó de dios pobre [1].
Los muchos sembríos de coca que con las entradas y con-
quistas de los Andes fueron después descubriéndose, igual-
mente que la multitud de vasallos que por los méritos propios
ó de sus mayores obtenían el privilegio de mascar la coca, hi-
zo que á los fines del imperio se extendiese su uso hasta los
plebeyos. Entonces perdió la coca parte de aquella veneración
con que era mirada cuando solo servia á los dioses y á los re-
yes; pero en recompensa adquirió otra de no menor estima.
Se le consignó la representación de todas las especies comer-
ciables, para que sirviese de moneda en los contratos [2].
Los pueblos que no conocieron el uso del oro y la plata pa-
ra arreglar sus tráficos, precisados á ellos y ad virtiendo los vi-
cios i níi eren tes en la simple permuta, buscaron materias que
por su solidez ó su aprecio, pudiesen conservar el valor que
arbitrariamente se les imponía. Unas naciones se valieron de
pedazos de tronco de cierto árbol, otras de determinadas con-
chas, algunas de sal, frutas, etc. [3]. La coca era en el Perú el
recurso mas obvio y seguro, pues siendo la pasión favorita de
todos sus moradores el marcarla, y mirándola con un respeto
sagrado, permutaban por ella todas las especies comerciables,
cuyo aprecio estaba arreglado á peso y medida.
Sustituidas las monedas de oro y plata con la entrada de
los españoles, giró la coca en el tráfico peruano, siendo "uno
de sus mas cuantiosos ramos y con el que mas se enriquecía,
pero la mucha plata que por su causa se sacaba de las minas,
según lo testifica una real cédula expedida el año 1573" (4).
A la verdad, en solo Potosí se expedían anualmente sobre
cien mil costos de coea, cuyo precio ascendiendo hasta cinco
pesos ensayados, pasaba de medio millón lo que rendía, (5) y
aun mas de uno, como dice Matienzo (6). Este excesivo con-
sumo, y las inmensas ganancias que de él dimanaban en el
siglo XVI, no continuaron en XVII, pues en cédula dirigi-
el
da al vi rey principe de Esquiladle con fecha de 1? de Xoviembre

(\) Plantos Aet. 4.


(2) Acost.j loe. cit., cap. 3.
(3) Uorig des lois, des arts ei des science?, tom. 2, pág. 197.
(4) Solorz., loe. cit.
(5) Aeost, cap. 22.
f<3J Apnd Solorz., loe. cit.
—287—
de 1(519 le dice S. M. "Y porque se ha entendido que el bene-
ficio de la coca, que se sembraba y cojia en los Andes del Cuz-
co y otras partes, se ha enflaquecido notablemente, habiendo
sido por lo pasado de grande aprovechamiento, avisareis que
causa ha habido para esto, y remedio que se podrá aplicar
para volverla entablar" (1).
Elcélebre D. Antonio de León Pinelo cree que la decaden-
cia del trato de la coca provenia de que como enriqueciese á
' ;

muchos, dieron tantos en plantarla, que la abundancia, aumen-


tando el uso, le bajó el valor" (2). El señor D. Juan de Solór-
zano opina haberse originado de la gran diminución á que ha-
bían venido los indios, y el nuevo uso del vino que era una de
las causas principales de ella. Pueden añadirse las continuas
declamaciones de todos los que no se interesaban en su logro,
con las que consiguieron impedir su uso en las provincias de
Quito, y rebajar su estimación en las del Perú. Con el mismo
designio, el Solón de este reino D. Francisco de Toledo impu-
so sobre la coca el 5 por ciento de alcabala, pagando á razón
de dos las demás especies (3). Era regular que tan fuertes óbi-
ces hiciesen decaer su tráfico en aquellos tiempos.
El que se hace en los nuestros debe considerarse con resx>ec-
to a las provincias del vireinato de Lima y á los de Buenos Ay-
res, en que es mayor el consumo. El estado siguiente, deduci-
do de los libros de Aduana, (4) manifiesta el producto y valor
de este ramo en el quinquenio de 1785 á 1789 en el vireinato
de Lima. En la primera columna se colocan los partidos en
cuyas fronteras se cosecha: en las tres siguientes lo que ha ren-
dido cada uno en el quinquenio en cestos, arrobas ó cargas,
segnn el método peculiar con que la avalúan: en la última vá
el valor computado por el precio que tiene la coca en los mis-
mos partidos de su extracción.
IVAIITXDOS CB8TUS .AKl'.OIt \8 BARRAS "VAI^CJIt
Tarín a. ,,
32,611 ii 97,833
Huamalíes. „ 1,000 17 3¡000
Huánuco. „ 46,735 11
280,410
Huanta. „ 62,680 11
376,080
Anco. „ 2,424 11
14,544
Urubamba. 1,200 n 11 9,600
Calcay Lares. 11,500 ii 11
34,500
Paucartambo. 96,618 ii 11
386,472
Huamachuco. „ •>i
500 5,000
109,318 45,450 500 1.207,439
fl] Solorz., loe, cit.
[2J Id., loe. cit,
Escalona, Gazophyl., part. 2, pág. 220.
[3|
Es debido al laborioso D. José Ignacio Lecnanda, contador de la
[4 j

real adnada de Lima v su administrador interino.


—288-=
Las partidas eu iniciadas hacen su jiro con solo las provin-
cias del virreinato de Lima, a escepcion del partido de Pau-
cartainbo, que lucra unos 6,000 pesos anuales en las provin-
cias inmediatas del virreinato de Buenos Aires.
No tenemos datos tan ñjos como los antecedentes para cal-
cular el comercio de la coca, en este virreinato. Según el cóm-
puto de una persona capaz de hacerlo con bastante aproxi-
mación por sus empleos y conocimientos, (1) se cosechan en
él en cada año al pié de cuatrocientos mil cestos. Los 300,000
en el partido de Chufiumani, y el resto en Larescaja, Caraba-
ya, Apolobamba y Cochabamba. Dando el precio de 6 pesos
á cada cesto, que es el mas moderado y que se expende en la
Paz, plaza de reunión, corresponden 2.400,000 pesos anuales
al jirode la coca en aquel virreinato. Los 2.300,000 pesos de-
ducidos de sus propias provincias y minerales, y los 100,000
pesos restantes de los partidos de Arequipa, Moquegua y Ta-
rapacá, pertenecientes al virreinato de Lima.
Si á los 2.400,000 pesos que produce la coca del virreinato
de Buenos Aires, unimos 241,487 pesos que corresponden anual-
mente á la que cosecha el virreinato de Lima, según el cómpu-
to hecho en el quinquenio, resulta que el comercio de la coca
en el Perú rinde en cada año 2.641,487 pesos. Cantidad prodi-
giosa y que á primera vista acredita, que el comercio de la co-
ca en nuestros tiempos excede infinito al que se pondera en
los de la conquista. No obstante, como entonces habia mas
consumidores en uno y otro virreinato, y solo Potosí daba al
ramo de coca dos ó tres tantos mas de lo que hoy le produ-
cen todas las provincias de Lima, dejamos indeciso este punto.
Siendo muy fragosos los caminos por donde jira el tráfico
de la coca, en su primera extracción, para facilitarlo se for-
man en las haciendas y lugares de la montaña unos pequeños
sacos de bayeta blanca, ó cestos de caña endicla, cubiertos con
las ojas de estas, y libados con sogas hechas de la corteza del
maguey, juncos ú otras materias análogas. El peso de cada
cesto es regularmente de tres arrobas (2). Si las veredas son
muy ásperas, los conducen en hombros de indios hasta donde
pueden ya trajinar las muías: si estas pueden penetrar hasta
las haciendas, allí se les cargan dos sacas á cada una, y en sa-
liendo á los caminos de sierra que son mas transitables, se les
ponen tres. Ordinariamente se practica este tráfico por medio
de gente pobre que, comprando muías al fiado, se emplea en

[1] El D. D. Pedro Nolaseo Crespo, oficial real de las cajas de la ciudad


de la Paz, en la erudita Diseit. M. S. que hemos citado.
(2) En la Paz cada cesto tiene solo 24 libras, y eñíi'án tres cestos en un
tambor, dicho así por su figura y volumen: hay también tamborcillos de á
dos cestos,
—289—
la arriería para cubrir su costo y mantenerse. El precio de la
coca eu las uiou tañas es de 3 á 5 pesos, y su expendio eu los
minerales sube á 7, 8 y 9, según las distancias y la mayor ó
menor abundancia.
Los mineros, para tener provisión suficiente para sus traba-
jadores, acostumbran tratar directamente con los hacendados:
estos les ponen la coca en sus asientos de minas, y ellos satis-
facen á plazos á razón de seis pesos arroba, y en marcos de pi-
na por 7 pesos 1 real, precios que aumentan en razón de la es-
casez, &. También se ejecutan otras semejantes permutas con
los hacendados de viñas que de la costa dirijen sus aguardien-
tes á las sierras para recibir en canje la coca. Como una y otra
contratación se hace en partidas grueeas, los arrieros y demás
personas miserables que viven de este comercio, dirijen sus
miras principalmente al expendio por menor, dando la libra
á 2, 3 ó 4 reales, según el precio en que se halla; de cuya suer-
te, cuando la arroba se vende á 6 pesos, por ejemplo en grue-
so al menudeo sacan ellos 7 pesos tí reales. Comercio efectivo
en que cuentan con la seguridad de la ganancia y de la pron-
ta venta, porque la coca para los indios está al nivel con los
demás renglones de primera uecesidad.
El uso que hacen de ella es semejante al que tienen los
orientales del Betel (1), por cuya razón la han equivocado al-
gunos con este, (2) y otros han querido deducir por aquí el orí-
gen de los peruanos. Tejen éstos unas bolsas de lana que lla-
man chuspas, y que llenas de coca traen pendientes del hom-
bro por una faja ceñida al través de la derecha á la izquierda.
En unas proviucias introducen en las propias bolsas ciertos
pequeños calabazos nombrados iscopurus cargados de cal, ó
cenizas de varios vejetales (3). Pero lo mas común es formar

(1) Betel especie de pimentero. (Palau 53), Los indios orientales mascan
sus hojas mezclándolas con el chunam, especie de cal tostada, hecha de
conchas; también le mezclan otros ingredientes, y le atribuyen muchas de
las virtudes y prerogativas cpie dan nuestros indios á la coca (Bomar. Dice,
de Histor. nat., veri). Betel). Los asiáticos tienen una pasión dicidida por el
uso de los vejetales con las cenizas. Así además del Betel mascan el cate-
cu, el kaat,& a
Los de Filipinas usan la bonga, sustancia de un pequeño
coco que mezclan con cenizas de frijol. Este ramo se halla estancado en
aquellas islas y rinde crecidas sumas de dinero al Real Erario.
(2) Ulloa, Viaje á la América, tom. 2, pág. 469. Ortega, Viaje de Virón,
pág. 152 en la Nota. Bien que con las nuevas inspecciones que se han he-
cho, han reformado ya su opinion»estos sabios respetables.
(3) Los indios Guagiros llaman al calabazo poporo, lo llevan colgado á la
cintura lleno de cal finisima hecha de Conchitas del mar, y después de mas-
ticar y tragar un puñado de hayo, revuelven la cal con la punta de un pun-
tero, y se van untando cuiiosamente los labios. El abate Julián cree que
es con el designio de limpiar el color verde con que los tiñe el sumo del
Tom. vi. Literatura— 42.
—290—
de las cenizas de la caña de la quiuua unos panecitos chatos
de forma elíptica, y de cuatro dedos al través de largo, á los
que nombran llipta. Esta, ó la cal según la costumbre de la
provincia, sirve de sal para condimentar la coca. Se lia escri-
to que para aumentar el gusto mezclau también el tabaco: (1),
lo que puede ser cierto entre algunos, como hay otros, entre
los españoles que usan la coca, que para mayor regalo toman
azúcar en lugar de la llipta; pero este no es el uso general y
primitivo.
Para tomar la coca se sienta el indio con mucho reposo,
aunque vaya de viaje; saca la chuspa, y hoja por hoja vá in-
troduciendo en la boca, masticándola y dándole vuelta con la
lengua hasta formar una bola, que arrima ai carrillo; luego mo-
ja con saliva un punterillo, y lo mete en el calabazo de la cal,
y cubierto de esta lo chupa dos ó tres veces. Los que acostum-
bran la Milita muerden uu pedacito. Concluida esta operación
que en las provincias del Norte llaman chaschar, y en las del
Sur y mayor parte del reino acullicar, sigue su viaje ó labor,
chupando el jugo de la pelota, y mordiendo de cuando en
cuando la llipta, hasta que ya solo queda el bagazo de la coca,
qne arroja para reponer otra nueva bola. A ñu de no detener-
se en la formación de esta, tienen heehas en la chuspa tan-
tas cuantas consideran necesarias hasta concluir la tarea que
se les ha encomendado. Acullican por lo común tres veces en
el trabajo diario, antes de empezarlo, hacia la mitad de labor,
y algún espacio antes de concluirlo. Regla invariable asi en
las obras propias, como en las que hacen pagados. Si estas
se han de extender á la noche, aumentan á proporción el acu-
llico. Nadie pretenda que el indio trabaje ni semueva sin con-
cederle las horas necesorias para acullicar. Se abate, enfada y
abandona, porque el aliento y la paciencia necesaria para arros-
trar á los mas duros trabajos, lo espera del vigor y demás vir-
tudes admirables que atribuye á la coca.
Todas estas han sido generalmente reputadas, desde el tiem-
po de la conquista, por sueños y credulidades de una nación
supersticiosa, y como la virtud mas ponderada era de que da-
ba fuerzas y alimentaba, se dirijieron contra ella en especial
las plumas de varios escritores, numerándose entre ellos el co-

bayo: bien puede ser, pero el principal ser á^seguram ente para ir chupando
la cal y mezclarla cnn el jugo de la yerl>a, por las utilidades que de esto re-
sulta y diremos después. Eu la jurisdicción de Tinaana en Fopayan mez-
clan la coca con una greda blanquecina? á la que llaman mambí. (Ulloa,
Viaje, loe. cit).

(1) Quin ejus catapotiis nti, solent, per mixto deliciarum gratia. Yelt [taba-
co] in oppidis domiciliisgne 8u¡8 manenies. [Kechi ; loe. cit|.
—291—
lebre P. Martin del Eio (1). La opiuiou se hizo tan general,
que la sancionó el Concilio 2? Límense, reputaudo á la coca
por "cosa sin provecho y aparejada para los abusos y supers-
ticiones de los indios (2); y con mayor especificación una cé-
dula de S. M. expedida en 18 de Octubre de 1569, en la que
dice: "habérsele hecho relación que el creer los indios que tra-
yendo la coca en la boca les daba fuerzas, era ilusión del de-
monio (3). Entre tanto reclamaba la experiencia, la imparcia-
lidad de los mas célebres historiadores, y la autoridad de mu-
chos hombres doctos, que aducían en favor de la opinión de
los peruanos á la yerba Mpise, á la espartania, á la alimnia &*,
á quienes Plinto y otros naturalistas de la antigüedad con-
cedieron iguales virtudes.
El trascurso del tiempo, que ha disipado las preocupaciones
de aquella edad en que sonaban los hombres despiertos por lo
respectivo á las ventajas y producciones del ISTuevo Mundo;
el trascurso del tiempo, que ha hecho ver que el tabaco no es
mas funesto al género humano que la pólvora y las balas (4),
que se puede ministrar la cascarilla sin cometer pecado mor-
tal (5), que las pepitas de cacao no son cagarrutas de carnero
(6), que los indios no son irracionales, ni se degrada la parte
del género humano trasplantada de la Europa á la América;
no ha podido extinguir aun los primeros perjuicios que se tu-
vieron acerca de la coca. Así en el año de 1782, época de la
pacificación del Perú en su última revolución, se volvió á sus-
citar aquella antigua disputa en el vireynato de Buenos Ayres.
Delincuente la coca en cuanto delincuente el indio, se juzgó,
que para restaurar el orden en las provincias, era preciso exa-
minar si el uso de aquella planta debia reputarse por vicioso,
ó era útil á los naturales. Sostenida una y otra parte por di-
versas plumas, y examinados los papeles en el superior gobier-
no de Buenos Ayres, quedó indecisa la cuestión. Debiendo no-
sotros resolverla en esta última parte del Discurso, destinada

(1) Disqúit Mag., lib. 2. q. 21.

(2) Cáiionl24.
(3) Solórz., loe. cit.
(4) Véase en el loe. cit.. pág. 61, la traducción de la vehe-
señor Solorz.,
mente que compuso Barclayo contra el tabaco.
é injusta sátira
(5) El Dr. Colmenero, catedrático de prima de la Universidad de Sala-
manca, aseguraba en su obra contra la quina, que las muertes repenti-
nas acaecidas por su uso en solo Madrid pasaban de ocheuta. Falso princi-
pio del cual se deducían mil consecuencias extravagantes en la física y en
la moral. Opiniones aun mas absurdas tuvieron los ingleses en este punto.
[Morton, tom. 2, Ejerc. 1, cap. 7].
(6) En los primeros años en que se empezó á conducir el cacao para la
Europa, cogieron los holandeses un barco español que iba cargado de él, y
lo arrojaron todo al agua, llamándolo por desprecio cagarruta de carnero.
—292—
á examinar las virtudes de la coca, adoptaremos aquellos me-
dios, por donde se puedan conocer y distinguir con claridad
las genuinas, de las que le consagró la credulidad ó la supers-
tición.

Systemate quaMtate, et experientia eruitur omnis usus planta-


rnm, dice famoso Lideo (l). Hé aquí una regla sólida que
el
nos conducirá con seguridad en nuestras inquisiciones. Prin-
cipiaremos por la experiencia, que debe ser el fundamento de
todos los raciocinios y resultados fisiológicos. En faltando ella
son vanas en la física las conjeturas del del entendimiento hu-
mano. (2) Por eso los bárbaros que consultaron á la primera,
mientras que los mas célebres doctores perdieron el tiempo en
la segunda, han hecho mas progresos, adelantado y enrique-
cido la materia médica, que las escuelas de todas las edades (3).
Experientia. Los hechos incontestablos que nos ofrece la ex-
periencia acerca de las virtudes de la coca, deben considerarse
con respecto á los cuerpos sanos y á los enfermos. En los sa-
nos presenta los siguienres: Es constante que nuestros indios
serranos, que son los que mas usan de la coca, están expues-
tos á los mas duros trabajos de la tierra. 1? En el laborío de
minas situadas casi todas en cordilleras muy rígidas, en don-
de trabajan dia y noche con la comba y.la cuña en la mano,
para desentrañar el metal, acarreando este mismo á hombros
desde profundos subterráneos, ó amalgamando con los pies
los cuerpos de beneficio. Todo el reposo de este trabajo consis-
te en tenderse, en los ratos que se conceden alternativamen-
te, sobre un pellejo, y cubrirse con una manta para dormir, ó
acullicar. 2? En las postas que corren de correos, en que cou
un cajón de cartas al hombro andan con mucha celeridad cen-
tenares de leguas, atravezando, para acortar el camino, los de-
siertos y las cordilleras mas bravas, y sufriendo cuanto géne-
ro de inclemencias pueden caer sobre un hombre medio des-
nudo, que vá por las breñas y despoblados de nuestra sierra.
Todo abrigo y descanso, cuando apura la nieve ó la fatiga, es
refugiarse en alguna caverna ó bajo de algún peñazco, en que
tendido sobre el suelo duerme unas pocas horas. 3? Cuando
practican la arriería, cargando en sus hombros por lo áspero

(1) Materia medie., canon 14.

(2) Dúo in medicina fulera, vatio, et experientia; experientia prcBcefl.it, ratio


sequitur: hiñe rationes in rebus mediéis experientia non conduce nihil valen L
Loe. cit:, can. 2.

(3) Barbari plus ad, augmentwn medicaminnm contulerant, quam omnium


Wtattwt- echóle?. Loe» cit,
—293—
de los lugares que no permiten penetrar las muías, ó arriando
sus llamas, sufren las mismas inclemencias, y en los arenales
y lugares estériles la sed. 4? Generalmente apacentan su ga-
nado lanar en pampas tan frias que no producen otra planta
que una especie de paja que nombran hichu, y con el hielo se
ponen ellos tan negros como los Etíopes. 5? Cuando necesitan
regar sus heredades por la noche, aunque sea en el rigor del
invierno, y en los lugares mas elevados, se mantienen meti-
dos en el agua con sus mujeres, tolerando las noches mas
:

borrascosas.
Para oponerse á todas estas miserias é inclemencias, no tie-
nen mas alimento que un puñado de maíz, otro de papas, y una
chuspa de coca. Solo comen carne cuando se la dan, lo que es
raro, porque estiman la vida de sus carneros casi tanto como
la suya. Viendo el valeroso D. Ignacio Flores que un indio
Oañarí, para correr la posta de Ohuquisaca á la Paz, entre cu-
yas ciudades median mas de cien leguas, no hacia otra pre-
vención que unos granos de maíz tostado y unas pelotillas de
chuno, que todo no compondría dos libras, y una buena chus-
pa de coca, exclamaba que no habia en el mundo recoletos ni
ermitaños tan austeros. Esta espantosa frugalidad y toleran-
cia del indio la han atribuido muchos, no al uso de la coca,
sino á la educación. Pero es menester hacer las siguientes ob-
servaciones: 1* el indio es voraz en el comer siempre que se
halla al lado de un español franco: 2? Muchos españoles, no
pudiendo tolerar el trabajo é intemperie de las minas, se han
dado al uso de la coca, con que han conseguido la resistencia
hercúlea de los indios: 3? Cuando estos abandonan el uso de
la coca, auuque mejoren de alimento, pierden su antiguo vi-
gor y tolerancia: 4? A pesar de haberse siempre prohibido ri-
gurosamente el uso de la coca en el Tucuman, se ha introdu-
cido, porque solo con ella han podido los troperos sostener las
crudas vigilias y rigores de los páramos de Lipes, &?, para im-
pedir se descarrien las muías que conducen al Perú: 5? duran-
te el riguroso cerco que eu el año 1781 pusieron los indios re-
beldes á la ciudad de la Paz, los vecinos no teniendo otro ali-
mento que cueros, animales inmundos, &?• &% y en la necesi-
dad de velar al rigor del invierno sobre las trincheras para evi-
tar los insultos de los indios, se dieron muchos al uso de la co-
ca, y estos fueron los que escaparon de aquella lamentable ca-
lamidad.
Los hechos relativos á los cuerpos enfermos que ofrece la
experiencia en el uso de la coca son estos. Afianza y conserva
la dentadura: tomada en forma de té, mueve la traspiración,
y alivia las asmas húmedas: en esta misma forma ó mascada,
restaura el vigor del estómago, disipa las obstrucciones! pro
niueve el vientre, y cura los cólicos extercorosos. [1] Aplica-
da exteri orniente por la frotación y emplasto, modera, ó ex-
tingue los dolores tópicos que origina el reaumatismo causa-
do por el frió.
Tales son los hechos incontestables que nos presenta la ex-
periencia en los cuerpos sanos y enfermos que usan la coca,
cuyas cualidades vamos á exponer [2].
Qualitate. El color, olor y sabor son ios que indican las cua-
lidades de las plantas en las que estriban sus virtudes [3],
Oonsiderarémoslos en la coca bajo de dos respectos, en la hoja
entera, y en esta misma analizada. En atención á que la fer-
mentación y el fuego destruyendo enteramente la combina-
ción peculiar de las partes délos vejetables los reducen áunos
mismos elementos, de donde nacen iguales resultados [4], to-

[1] Se asegura que también cura las cuartanas, y precave del gálico. No
tenemos experiencia sobre esto; pero no hay inconveniente para que ejecu-
te lo primero, y en cuanto á lo segunno es constante ser rarísimo el indio
que padece la lúe venérea, tan común entre los españoles y negros.
[2] Temarnos concluida esta Disertación de la coca, cuando llegó á nues-
tras manos la Perla de la América, escrita por el ex-Jesuita D. Antonio Ju-
lián, y entre las otras cosas que ya hemos auotado de él, nos cansó compla-
cencia leer las observaciones que éste celoso misionero de la nación gnagi-
ra hizo en esta sobi*e los efectos saludables del hayo ó coca. Ellas son con-
formes á las que experimentamos, y teníamos ya escritas. Apunta la vir-
tud de conservar la dentadura, quitar el hamhre y la sed, y alimentar. Re-
fiere que los Jeques, que para ser tenidos por santos debían pasar la vida
en continuas abstinencias y vigilias, á fin de sostener uno y otro usaban el
hayo, el que parece les era reserrado, pues luego que con la predicación
evangélica se extiugiúeron estos agoreros del nuevo reino, se arruinó tam-
bién el uso y comercio del hayo; excepto entre los Ghiagiros, que aun son
por la mayor parte paganos. Nota que esta nación que conserva el uso del
hayo, es la masi-obusta y corpulenta de aquellas provincias. Añade final-
mente "ser el hayo decootivo insigne, y solutivo cielos humores; pectoral y
sudorífico excelente, y antipocóndrico eficasísimo; que mitiga, y destruye
los afectos, y efectos hipocóndricos é histéricos, disolviendo las obstruccio-
nes que suelen ser la causa y principio de mal tan varío en sus efectos, co-
mo pertinaz en el tormento y molestia de los pacientes." Así todos los que
allí padecen de estos terribles achaques ocurren al hayo como á una ánco-
ra sagrada. Cita el ejemplo de cierto misionero sabio, y muy dado á la bo-
tánica, que atormentado cruelmente de hipocondría ocurría como á único
y
eficaz lenitivo de sus síntomas al uso del hayo en forma de té. Cree no obs-
tante el abate Julián ser mas eficaz chupando el jugo á manera do los indios.
Hé aquí unas observaciones hechas entre una nación nunca conocida á los
Peruleros, y por un hombre inteligente; pero que, como se vé de su libro, en
que solo escribe lo que ha visto, no tenia noticia de los que estos han di-
cho y esperimentan de la coca. Luego sus virtudes no son meros sueños
j
supersticiones, sino efectos reales de una planta benéfica, que se hacen sen-
tiren cuantas partes ella se cultiva y xisa.
Linn, Philosoph., aphor 85t¡.
[3j
[4] Callan, Matéx. médica., not. 3 y 128. Entre 1,500 plantas analizadas
por la Real Academia de las ciencias de Paris, por medio del fuego; no se
encontró una sola, aun de las que menos se parecían, que no diese los mis-
mos principios que las otras.
—295—
dos nuestros couatos en este punto se han ceñido á unas aná-
lisis sencillas. Describimos aquí la ejecutada en coca del par-
tido de Huán neo, muy seca y de bastante tiempo.
Considerando la hoja entera, presenta por la parte interior
un color verde, y por el reverso pajizo. El olor es agradable,
y moderadamente aromático. Mascada despide cierta fragan-
cia grata, y dá un sabor oleoso amargo, acompañado de una
suave astricción. En la membrana que cubre lo interior de la
boca, produce una leve irritación, acompañada de calor y ar-
dor moderado, que permanecen breve tiempo. La saliva corre
con abundancia, y se impregna de un jugo grueso y verde,
siendo un menstruo tan poderoso, (pie el bagazo que queda
después de algunas mascaduras y succiones, únicamente con-
tiene la paite ñfroza de la hoja despojada enteramente de sus
jugos.
Para analizar la coca se pusieron ocho onzas de ella en infu-
sión caliente, sin agregación alguna, y se dejaron por 48 ho-
ras. Al término de estas se coló por una bayeta tupida, sin im-
primirla, permitiendo que solo el peso del agua arrastrase las
partículas que habia extraído y disuelto.
La tintura presentó un verde de esmeralda encendido, un
olor aromático mas grato que el de la lioja, el que confortaba
y recreaba al celebro. Su astricción y amargo estaban igual-
mente mas mitigados, y eran mas agradables que la hoja mas-
cada. Mezclado á la tintura el vitriolo marcial, adquiría aque-
lla un color oscuro.
Reducida á extracto la tintura por baño de vapor, rindió 2
onzas y inedia de un extracto compuesto de partes puramen-
te gomosas y ningunas resinosas sensibles. El color del ex-
tracto era de un verde oscuro: carecía del olor grato de la ho-
ja y tintura: y tenia un amargo fuerte que dejaba en la len-
gua impresiones vivas y permanentes, sintiéndose al masticar-
lo ciertas puntas picantes que herían con actividad
Los resultados de estos exámenes varían según la diversi-
dad de los territorios en que se cosecha la coca, y en especial
por el mayor ó menor frescor de la hoja. Cuando esta no se
halla tan seca como aquella cuya análisis hemos descrito, y en
cuyo estado es casi ya deseceha por los indios, suele sentirse
al tacto una especie de miel que la cubre. Entonces son mas
fuertes el olor y el sabor, y mayor la cantidad del extracto. To-
mando el medio de los resultados producidos en distintas aná-
lisis con diferentes hojas, corresponde a cada onza de ia hoja
entera y limpia cerca de media onza de extracto gomoso.
Systemate. Xo presentando virtud conocida las plantas con-
géneres á la coca, ni hallándose esta reducida aun á la clase
—296—
natural que le corresponde, uo podemos hacer observación al-
guna para descubrir sus virtudes lege systematis.
Pero la luz que nos ministran la experiencia y la análisis
manifiesta ser la coca el architónico del reino vejetal. la A
verdad, esta preciosa planta reúne en sí las diferentes virtu-
des que se hallan distribuidas en el crecido número de diver-
sas especies de vejetables que pueden comprouderse bajo la
expresión general de tónicos. El aroma punzante de los esti-
mulantes, la virtud astrictiva y corroborante de los astringen-
tes, la antiespasmódica y antiséptica de los amargos, y el mu-
cilago nutritivo de los analépticos ó alimentosos; los que com-
binados en ella por las ¿ábias manos de la naturaleza, han de
obrar con mas actividad y provecho, que mezclados por las del
hombre, cuando intenta aumentar su eficacia, ó evitar el daño
que causa el uso de cada uno en particular. Asi esta hoja ines-
timable, dotada de tan diversas y raras prerogativas, imprime
con enerjía su acción sobre todas las partes que componen la
economía animal: Olido in ñervos, sápido in fibras, utroque in
fluida [1].
Su aroma, estimulando al sólido vivo, lo conmueve y vigori-
za: su amargo austero, absorviendo la humedad que impide la
coherencia de los elementos de la ttbra, fortifica al sólido sim-
ple. Su mucilago, compuesto de partes oleosas y azucaradas,
que son los principios constitutivos del alimento animal, minis-
tra á la sangre un quilo blando y abundante. Operación tri-
ple de la que deben resultar los efectos que la experiencia acre-
dita haber producido el uso de la coca, asi en los cuerpos sanos,
como en los enfermos.
No puede ciertamente ser herido el sistema nervioso por los
átomos picantes del aroma de la coca, sin que mediante las le-
yes déla simpitía se extiende el movimiento á los lugares mas
distantes de los que se hallan en contacto. Puesto en tono y
acción el sistema nervioso, las túnicas de las arterias y las
membranas del cuerpo, que están tejidas por la mayor par-
te de sus innumerables hilos, han de hacer con viveza sus con-
tracciones y dilataciones, y la sangre contenida en la cavidad
de las arterias correrá con mas celeridad. Entonces se restau-
rarán y promoverán las secreciones y execrecioues, y el cele-
bro adquirirá un cierto estado de vigor que disipe las imáge-
nes melancólicas del ánimo [2] Agitado el torrente de la san-

[1] Linu., loe. cit.. § 301.


[2] Véase nuestra Disertación sobre el tabaco. Entre el estómago y las
ideas del alma hay una simpatía que se muestra claramente en los hipocón-
dricos. De manera que si padece el estómago, todas bis ideas son funestas,
las q\ e cesan al punto que se restaura aquella entraña. Entre esta y los va-
sos cutáneos que >.rven á la transpiración insensible teina igualmente una no-
-317—
gre, batirá los obstáculos que se opongan á su curso, y serán
desbaratadas las obstrucciones. Las membranas del pulmón,
del pecho, &?; ya por su propia acción, ya por la de los vasos
sanguíneos que las atraviesan ó están inmediatos, dividirán
las materias glutinosas, las sacudirán de sí, y expelerán fuera.
La saliva, aumentada asi por el estímulo que sufre el sistema
nervioso, como por el que obra directamente sobre las glándu-
las de la boca, donde se desprende el aroma á proporción qne
se rumia la hoja, humedecerá las fauces y aplacará la sed. La
saliva, cargada de todas las partículas amargas y mucilagino-
sas de la coca, llevará al ventrículo la confortación, la hume-
dad y el alimento, adquiriendo ella misma una nueva y mejor
calidad (1). Se extinguirá pues la hambre.
El ventrículo y los intestinos, confortados por el amar-
go astrinj en te del jugo déla coca, obrarán sobre los humo-
res corrompidos que los gravasen, y reforzado el movimien-
to peristáltico serán arrojados por abajo. ¿Acaso el ácido de
la coca combinada con la bilis adquiere una propiedad pur-
gante que depura de sus heces el canal intestinal? Ei Doc-
tor Oullen opina que el ácido vejeta! unido á la cólera
adquiere una calidad estimulante y laxativa ( 2 ) Éu vir-
.

tud del propio tono que ha recibido el ventrículo y de la


mucha saliba que se mezcla con la coca, la gran cantidad de
mucilago que contiene será digerida y convertida en un
abundante y nutritivo quilo. Introducido él en la sangre,
elavorado y convertido en la sustancia del animal, según las
leyes de su economia, será conducido por las inmensas divi-
siones del sistema arterioso y nervioso á los vasos mínimos,
para que aplicado á sus paredes reponga las partes que pier-
de el cuerpo, cuya vida es un movimiento continuado que lo
aniquila y restaura. Como al mismo tiempo que se va em-
pleando en la nutrición el moco ó gluten oleoso sacarino, las
partículas amargo-astringentes van aumentando la coheren-
cia y firmeza de las fibras, el cuerpo humano con el uso de
la coca ha de adquirir una constitución atlética, capaz de
resistir en medio de la miseria y de la penuria á los mas du-
ros trabajos, y á las inclemencias de los tiempos.
Las que produce un vehemente frió, son seguramente
muy temibles. Hemos demostrado que el calor natural del

melancólicas que la oprimieren á un estado de tranquilidad y alegría,


(1) Boheraarv, Insiit. phye, 6 53.
[2] B oliera arvr f loe. cit,

ToM. VI LlTBBATUBA— 43
cuerpo humano, que eu el termómetro de Farenheit señala 90
grados, debe ser superior al de la atsuiófera que lo rodea para
conservar su vida. Pero también es cierto que si el tem-
ple de la atmósfera se enfriase demasiado, lo liará parecer
por una razón contraria. Cuando el temperamento del
aire se halla hacia los 60 grados del termómetro, ya se ha-
cen sensibles en el cuerpo las impresiones del frió, y estas
se van aumentando a proporción que se desciende de aquel
grado que puede llamarse el confín del calor y el Ario. Si
los grados de este crecen sucesivamente hasta obrar con fuer-
za sobre el cuerpo humano, se apodera de sus extremidades
cierta especie de envaramiento y estupor, que se extiende
insensiblemente á todos los músculos sometidos al imperio
de la voluntad, y al punto sobreviene una modorra grata
que conduce al sueño de la eternidad á los que se dejan po-
seer de ella. Accidente funesto, originado seguramente, ó
de que el fino obra directamente como una potencia amor-
tiguadora sobre el principio vital, ó de que constriñendo los
A'asos de la superficie del cuerpo, disminuye el círculo de la
sangre, al contrario del aire coluroso, y repeliéndola al cen-
tro infarta al celebro y lo oprime.
El único medio para evadir un daño tan grave es reani-
mar el tono y acción de los nervios y arterias, para que pro-
muevan con rapidez el círculo de la sangre. De esta suerte,
eigCalor del cuerpo cuya actividad se proporciona á la veloci-
dad de la circulación, cualquiera que sea el principio que
lo enjendra, hará nulo el frió externo.- Pero' como entonces
debe aumentarse excesivamente la traspiración que es absor-
vida por momentos por el ambiente, si no existe una causa
que repare los dispendios de la sangre, el hombre caerá en
un deliquio mortal. Tal es el que sucede á los que para
evitar la muerte corren con ligereza por sobre las nieves
estando ayunos, siendo así que el ejercicio es el gran reme-
dio contra la violencia del frió, y los licores espirituosos por
disiparse con suma lijereza se convierten en un verdadero
veneno, cuando se usan con el propio destino. ( 1 ) Para .

evitar los males que se presentan por una y otra parte, es


preciso reunir el principio estimulante con el nutritivo, para
que mientras aquel agita el círculo de la sangre, sostenga
este el tono del estómago y reponga la materia que se disi-
pa. Ycomo la coca mediante las partes que la componen
satisfaga completamente estas dos indicaciones, so deduce
con toda claridad y evidencia ser uno de los auxilios mas
oportunos que la benéfica Providencia ha concedido á los
mortales contra las inclemencias del frió.
[1] Bolierliáav., Praicc academ., tomo. 2, pag. 19.
"

—319—
Con razón elingenioso Dr. Pedio Nolasco Crespo dice
hablando de ella: " Ojalá que se probase en la marinería
!

para las navegaciones circumpolares, y peregrinos descubri-


mientos! Ya se verían los prodigiosos efectos de la coca, y
las ventajas que hace al nso del tabaco; cuanto vá de tragar
el zumo de la coca, á disipar con el tabaco la propia sustan-
cia por el esputo.
" Yo no desespero que vengan tiempos en que se haga el
mas opulento comercio de la coca para los Ingleses, Dina-
marqueses, Suecos, Rusos, Lapones: acreditándose porto
do el mundo, haber Dios creado aquí tal vegetal para pa-
trimonio del Perú; pues por su delicadez, nada reparable,
es de verdad intrasmisible á regiones extrañas. Espera-
ble, pues será que estas naciones, luego que experimenten
ias virtudes de la coca, sean las que mas la avaloren para :

quienes hará el mejor maridaje con ella el uso de la cidra y


de la cerveza, y preservada en buenos botes de toda humedad
y disipación, es capaz de subsistir muchos años y de condu-
cirse á regiones extrañas ( 1 ) " .

Si en los tiempos pasados, en lugar de las reyertas metafl-


sicas sobre la utilidad ó inutilidad de la coca, se hubiesen
hecho algunas de las tentativas propuestas por el Dr.
Crespo, acaso seria hoy esta planta un ramo de extracción
tan interesante al Perú como el cacao y la cascarilla. Pero
no es dudable se ejecuten en lo sucesivo, pues se van exa-
minando á mejor luz las producciones de nuestro terreno.
Desde luego los nuevos usos suelen padecer vehementes
contradicciones, por la repugnancia que se tiene á lo que no
se está acostumbrado, pero es creible triunfe de ellas la coca,
cuyas virtudes prodigiosas apoyan acordes la razón y la expe-
riencia. Aun muchas de esa multitud de fábulas que aglo-
meró sobre ella el superticioso Peruano, y que originaron
por la mayor parte la adversión que le tuvieron nuestros

(1) El abate Julián esfuerza este pensamiento del comercio, quejándose


del descuido de los españoles que se dejan sacar el dinero con el té j el
café, y tenieudo en la coca una yerba de superiores virtudes, no promue-
ven su comercio, "que podía ser ventajosísimo para la España, salud de
la Europa, remedio preservativo do muchos male», reparativo de las fuer-
zas perdidas y prolongativo de la vida humana es lástima que
tantas familias pobres no tengan este preservativo de hambre y sed, que
tantos oficiales y artesanos carezcan de este mantenimiento de fuerzas
para el trabajo continuo; que tanto* viejos y jóvenes, aplicados á la
pesada tarea del estudio y á componer libros, no gocen de esta yerba con-
tra la falta de espíritu, contra la consiguiente debilidad de cabeza y fla-
queza de estómago, compañera inseparable del estudio continuo. " Loe,
cit.
Debia haber añadido á los infelices militares, á quienes la guerra expo-
ne á tolerar continuas vigilia^ intemperies y hambres.
—320—
virtuosos mayores, son un. argumento á su favor. Siguiendo
el genio fanático de todas las naciones étnicas, divinizaban
todo aquello en que descubrían algún poder, y lo que al
principio parece que no era sino una alegoría, se iva sucesi-
vamente subdividiendo y vistiendo de tantos portentos, con-
forme á las costumbres y superticiones de cada tribu, que al
fin venia á quedar enteramente envuelto en las quimeras.
Pero si se examinan estas con atención, la verdad se deja
ver muchas veces en medio de sus sombras, y entonces la
misma mentira viene á ser un apoyo de ella. Asi sucede
por lo que respecta á la coca, como lo manifestará la expo-
sición de las fábulas con que concluiremos este discurso,
después de inquirir la razón por que los indios mezclan en
el uso de ella el de las cales y cenizas.
Parece que en esto no ha tenido lugar la reflexión. Ha
dimanado sin duda de aquel instinto que la naturaleza ha
puesto en todos los animales para libertarse de ciertos daños.
El gallo atado á una estaca y alimentándose de harinosos,
pica la cal de la pared. El asiático mezcla el betel con las
cenizas de conchas. El salvaje americano se entrega con
exceso al uso del espíritu de vino, y el indio peruano une á
la coca la lliptq. Todos conspiran á un fin conspiran á
;

evitar que los vejetales de que se nutren dejeneren en el


estómago en una acrimonia ó corrupción acida á que están
expuestas por su misma naturaleza y por los diversos grados
de fermentación vinosa, acetosa y pútrida que deben pasar
antes de reducirse al estado mocoso, propio para la nutrición
de los animales. Es cierto que esta dejeneracion es orijen
de infinitos males (1). Los 'espirituosos, tomados en gran
cantidad, impiden que los sólidos y fluidos que para descom-
ponerse pasan por los tres grados de fermentación referidos,
dejeneren en la corrupción que les es natural y lo mismo
ejecutan las cenizas y cales respecto de los acescentes, en
cuanto sus partes alcalinas atacan y se apoderan de las agrias
y neutralizándolas impiden la corrupción de ellas y el da-
ño que de aquí dimanaría. Asi por un apetito ingénito que
antecede á toda reflexión, se entregan al uso del aguardien-
te, las cenizas y las cales, todos aquellos cuya vianda se
compone por la mayor parte de sustancias vejetales. ¿ De la
combinación del álcali de la llipta con el ácido de la coca no
resultará una sal neutra, una sal vegetal aperitiva y laxante
que coopere en gran parte, cuando la coca obra de este modos
Concluyendo ya con la exposición de algunos de aquellos
hechos que se han creído meramente fabulosos, es constante

(1) Boheraav., Aph. 60. &&.


)

—321—
deber su orijeu á las preciosas prerogativas de la coca. Por
que, ¿ que otra cosa quiere decir que teuia potestad para
aplacar á la deidad irritada, siuo el que su uso había curado
á muchos que adolecían de enfermedades internas, las que
según la opinión de los antiguos se atribuían directamente
á la ira del cielo ? Así entre algunas de las j)ri meras nacio-
nes, cuyas costumbres conservan aun varios pueblos bárba-
ros, no, se aplicaba á este genero de males otro socorro que
las deprecaciones y holocaustos, persuadidos de que en la
tierra no existia auxilio que pudiese remediarlos, ¿ Qué
indica el que la coca encendía la llama del amor, sino
que siendo un tónico vigoroso aumentaba los estímulos
de la concupiscencia, de donde nace aquel incendio tantas
veces funesto al corazón humano ? Por que la articoca 6
cinara goza de una calidad semejante, le atribuyen los Euro-
peos la propia virtud ( 1
Del mismo oríjen proviene la creencia de que no podían
visitarse los túmulos de los antepasados sin acercarse á ellos
mascando la coca, lo que se observa todavía, por que como
al destapar estos sepulcros se levante una exhalación mefí-
tica, la que, como todos los demás vapores podridos, tiene
un poder sedativo sobre el sistema nervioso; siempre que lo
respire el indio, cuyos alimentos son muy débiles, será aco-
metido de aturdimiento, desmayos, & a á menos que mas-
,

que la coca, por que entonces reanimando esta el sistema


nervioso, eludirá las impresiones amortiguadoras. Los Te-
níanos no han tenido motivo para ser fisiologistas así atribu-
;

yeron á la cólera de las almas lo que era un efecto consi-


guiente á la putrefacción de sus cuerpos y á complasencia de
las mismas, lo que dependía de las cualidades de la coca.
Un igual raciocinio los condujo á persuadirse que las
Coyas y las Mamas, diosas del oro y de la plata, endurecían
las entrañas de los cerros y castigaban á cuantos pretendían
extraer los metales, sin aplacarlas con el agradable olor de
la coca, que debían masticar. Esta alegoría comprende dos
partes 1? el endurecimiento de los metales
: ; 2? el cas-
tigo de los que los buscaban cuando no iban prevenidos con
aquella planta. En cuanto á lo primero, como todo el sus-
tento del indio se reducía á un poco de maiz, papas y quí-
noa, careciendo enteramente de las carnes, era imposible que
con aquel feble alimento, y no teniendo instrumentos propor-
cionados para la labor, pudiese soportarla sin que á los pri-
meros golpes desmayasen sus fuerzas y causasen poco ó
ningún efecto sobre el resistente mineral. Pero si empren-

(1) James, Dice, verb, Articoca-cmara.


g22
dian el trabajo acullicando la coca, el vigoroso jago que tra-
gaban, sosteniendo sus fuerzas, hacia los ¡golpes mas eficaces
y era mas fácil la extracción. De aquí concluían, según su
modo de opinar, ser efecto de la dureza de los metales la
fatiga que sentían en el primer estado, y que las ventajas del
segundo nacian de su blandura y poca resistencia, originadas
del placer de las Coyas, encantadas con la fragancia de la
coca.
En cuanto á segundo, es constante que todos los que se
lo
emplean en la explotaciónde las minas, fundición y amal-
gamo de los metales, respiran una atmófera venenosa que
les causa accidentes terribles. Los ácidos vitriólicos, el arsé-
nico y el antimonio, que mineralizan la plata y casi todas las
sales de base metálica, tienen una causticidad que devora á
las sustancias animales; obrando con una fuerte tendencia
de la combinación con ellas, ó por sus puntas ó por cualquie-
ra otro principio en que consista su causticidad, las irritan,
las inflaman y dilaceran, de donde provienen el asma, la he-
moptisis, los cólicos, &* Se ha considerado siempre como
uno de los remedios mas eficaces para evitar estos males, el
que los trabajadores usen de una dieta sustanciosa y graso-
sa, como son las carnes gordas y materias oleosas. De esta
suerte quedan como entapizados el esófago, el ventrículo y
los intestinos, y las puntas metálicas son embotadas y no
pasan al torrente de la sangre. Careciendo los indios de
este recurso, estaban expuestos á sufrir sobre las túnicas des-
nudas la actividad 4e los dardos metálicos, excepto cuando
mascaban la coca, por que entonces la mucha goma de esta
planta supli a con ventaja, embalsamándolos interiormente,
cuando al pasar envuelta en la saliva se iba pegando á la
superficie interna del conducto alimentario. Por consiguien-
te heridos en el primer caso, y libres en el segundo, creían
allá irritadas á las Coyas por la falta de la coca, y acá benig-
nas á su presencia.
¿ Por ventura el ácido de la coca no concurre á quebrantar
la acción del arsénico y el antimonio, cuando se inspiran 1
Mr. Sage ( 1 ) demuestra, apoyado en la experiencia, que el
vinagre es el remedio mas seguro contra los efectos deletéreos
de aquellos dos sem i-metales. También es probable que
la sal neutra que se forma en la boca del indio en la combi-
nación del álcali de la llipta con el ácido de la coca, sea muy
útil en esta parte, pues que al inspirarse el ácido vitriólico,
frecuente en nuestras minas descompondrá á aquella sal,
apoderándose del álcali por su fuerte afinidad, y en la nueva

(i) Ananh't' químico, tom. 2. pag. 400. .1./.W/ nioilerne huu. 3, i>;iíí. %8f.
Combinación perderá todo su cáustico. De cualquier modo
que sai (1), e.> cierto que como el indio en nuestros días no
usa otro alimento que el de el tiempo de la gentilidad por la
suma eseaces de carnes, sin el uso de la coca no puede sos-
tener el trabajo de la explotación, y su salud padece mucho.
Argumento incontestable de la necesidad que tiene de esta
planta y de la sabia economía de la adorable Providencia,
que habiendo dado á estas gentes por principal ocupación la
labor de las minas, ya que les privó de las carnes y otros
iguales alimentos, les proveyó de una planta que recompen-
sase su falta. Les proveyó de la admirable planta de la co-
ca, cuyas prerogativas prodigiosas parece quedan suficiente-
mente demostradas en la disertación que hemos formado de
su aspecto., cultivo, comercio y virtudes,

Al Exorno, Señor Don Luis Fermín Carbajal y Vargas,


Conde de la unión, caballero gran cruz de la real y
distinguida orden de carlos iii, comendador de sacra
t senet en el orden de santiago, gemtil-hombre de
cámara de s. m. con ejercicio, teniente general de
los reales ejércitos, etc.

Excmo. Señor:

Engendrado por las flores el terrible Marte (2), pertenece al


reino de las plantas coronar á los intrépidos y afortunados
guerreros. Así en los tiempos del poder y de los triunfos de
Grecia y de Eoma, eran el mirto, el laurel y la patina los que
distinguían á los ínclitos héroes conquistadores del mundo.
V. E. vuela con suma rap.idez á colocarse al lado de estos en
el templo de la inmortalidad. Sereno é invencible sobre las
arenas del África, cuando parecía que hecha i>edazos la tierra
abismada á Oran y á sus valientes defensores, repele y des-

(1) Nuestros mineros explican los efectos de la coca por lo respectivo


ala respiración, diciendo, que cuando descienden á los profundos subter-
ráneos, ó corren por las cordilleras, sienten que se adelgaza el aire y que
así no pueden respirarlo sino con macha fatiga; pero si mascan la coca,
este mismo aire al inspirarse se engruesa, y entonces la respiración se ha-
ce con facilidad,
(%) Ovid., Fautor., lib. 5.
—324—
troza,V. B. alas huestes agarenas, que asaltaban la plaza,
auxiliadas del espauto, la consternación y la muerte (1). Vic-
torioso repetidas veces á las faldas de los Pirineos, hace bri-
llar sú grande esfuerzo y conocimientos militares en las famo-
sas acciones de Oeret (2) y de Troullas (3). Formidable al
enemigo, aun en medio de sus triunfos, lo hace temblar sobre
las márgenes del Tet (4), sin que sus favorables sucesos en
Oleta, Bernet y Peirestortes, ni el número de sos tropas, ni el
espíritu de fiu'ia y frenesí que le anima en estos tiempos des-
dichados, le diese aliento para acometer á Y* E. que, al pri-
mer anuncio de la desgracia, habia corrido hasta sos propias
líneas á reunir y salvar los dispersos y ensangrentados com-
batientes, víctimas de aquellos funestos acasos. Y superior á
todo esfuerzo humano, el 26 de noviembre, en la montaña de
San Férreo], ha sidoV.E.la salud y el honor de las armas espa-
ñolas. ¡O dia venturoso, tú liarás época en los fastos de nues-
tra triunfante milicia! Acometido furiosamente el ejército ca-
tólico al otro lado del Tech por las tempestades, el hambre la
fatiga, las vigilias y por cuanta clase de carencia é intemperie
podía juntarse (5): rotos los puentes y veredas de comunicación
con Hispana por la violencia de la lluvia y de los rios: el ene-
migo reforzado y triunfante. . todo figuraba una escena trá-
. .

gica que ya hacia desmayar la constancia del soldado expues-


to cinco días continuos á la inclemencia y la miseria, sin mas
abrigo ni apoyo que el fusil. En tan estrechas circunstancias,
no le queda al valor otro recurso que abrirse camino por entre
los fuegos de San Ferreol y reductos inmediatos para acogerse
al puente y reductos de Oeret, único refugio. Pero el patriota

(l) En noche del dia 8 al 9 de octubre de 1790 se desplomó toda la ciu-


la
dad de Oran al impulso de veintidós temblores consecutivos, que siguieron
repitiendo por todo el mes. Quedaron soterrados bajo sus ruinas el gober-
nador de la plaza y mas de 30 personas de la guarnición y vecindario, y
destruidos los hospitales, almacenes y cuanto podia ministrar algún auxilio
en aquella lamentable catástrofe. Los inhumanos Moros quisieron aprove-
charse de esta ocasión asaltando con furor y crecido número de tropas á la
plaza el 15, 21 y 26, haciendo liñ esfuerzo extraordinario contra la torre del
Nacimiento. Pero recibidos aquí por el señor conde déla Union, fueron re-
chazados y sucesivamente desalojados de sus puestos, y tan bien castigados,
que en lugar de cantar himnos á la victoria, hubieron de acompañarnos en
el llanto y el dolor.

i2) 20 de Abril de 1793.


(3) 22 de Setiembre.
(4) 19 de Setiembre.
(5) Palabras del general en jefe del ejército, el que refiere esta eélebre
función con una pluma digna de Julio César. Mere, polil. Dic, 1793, pág»
491.
—325—
parte lleno de vastos designios á conquistar uno y otro. La
fortuna milita en sus banderas. Asalta el reducto y lo posee.
Aboca la artillería á la pendiente, larga y única senda ix)r
donde puede invadírsele, y se hace inaccesible por naturaleza
y por arte. ¡Qué momentos tan amargos! Con la felicidad se
redobla la arrogancia del militar, y en el Francés crece al ex-
tremo. Ya cree faltarle un solo paso para dominar al puente,
extender el pavor é imponer la ley á la armada española, y re-
novando sobre las quiebras de los Pirineos el memorable es-
pectáculo de las horcas candínas, inmortalizar la historia de
su naciente y desorganizada república. Pero no advierte que
pelea con jos descendientes de aquellos guerreros del siglo
XXI, cuyas marchas hicieorn estremecerse tantas veces á la
Francia y á la Europa entera.
Y. E. vuela al peligro.A la voz del héroe sacuden la mele-
na los fatigados leones, y embisten con el monte, con el fue-
go y el reducto. Dueños y repelidos de él a un mismo tiempo
por lo grande del cansancio, buscan en él aire el aliento, y
mas sensibles al deshonor que á la muerte, repiten el ataque
y reconquistan el reducto. Huye el enemigo á sus fuertes re-
trincheramientos, y nuestras tropas casi "desfallecen' bajo la
misma victoria, oprimidas por el cielo, la tierra, el hambre y
las refriegas de cinco dias continuos. ¿Cual de esos insignes
capitanes, que celebra la fama, no hubiera aquí suspendido sus
esfuerzos, juzgando haber hecho lo suficiente para ascender á
la cima del heroísmo? Las fuerzas del enemigo son superiores,
y sus puestos tan ventajosos, que para desalojarlos se habia
intentado empeñar la mayor parte del ejército en el dia ante-
rior. Pero á este no se le puede asegurar el reposo, mientras
aquel los posea. El soldado español confia en Y. E. y le ama,
y Y. E. conoce su corazón y le sobra talento para conducirlo
y auxiliar al valor con el arte. Marcha, pues, al enemigo, le
amaga por una frente de su primer reducto para distraer su
atención, mientras le acomete con vigor por la otra. Nada re-
siste ya á la bayoneta de este puñado de héroes. Ds reducto
en reducto es sacado el patriota, hasta ser arrojado con in-
creíble intrepidez y celeridad de la misma ermita de San
Ferreol.
La victoria arrancada de las manos, perdidos los puestos
mas importantes, reducido á recibir la ley el qne pensaba im-
ponerla: ¡qué desesperación para aquellas huestes furiosas! No
pueden soportar el bochorno. Reúnen todos sus brazos, con-
fian en el cañón, de que carece Y, E., y vuelven encarnizados
al combate; pero detenidos á medio tiro de fusil, sin que die-
sen paso que no fuese la muerte, se les hace conocer pelean
TOM. VI, LlTERATUEA— 44.
—326—
con los conquistadores de ambas indias [1], y que los manda
V. E. Proeza incomparable, que asegurando la tranquilidad y
subsistencia del ejército, lia sido el preludio de las brillantes y
multiplicadas acciones, que han ceñido de tantos laureles á
los jetes y á las tropas en esta primera y gloriosa campaña.
V. E. lia hecho en ella fijar sobre sí la admiración de las nacio-
nes extrañas, los elogios de la propia y la confianza del mo-
narca [2].
Pues para que lo decore igualmente el verde ramo, insignia
de la victoria y del renombre eterno, con que anima la Fama
los campeones, le presento este de la coca, el mas precioso de
cuantos produce el fecundo Pera. Su prodigiosa feracidad, su
inmarcesible lozanía, su larga duración y el haber sido en la
edad de los antiguos soberanos de este imperio el símbolo del
vencimiento y el mas noble premio del vencedor, lo hacen
digno de subir á la excelsa frente de V. E. Eecíbalo, pues, con
agrado. Eecíbalo como una señal de la admiración y recono-
cimiento de su patria. De esta patria venturosa, á quien los
heroicos hechos de V. E. han elevado hasta la cumbre del ho-
nor, y que auü espera dilatar su gloria, apoyada en ese fuerte
brazo, en esa grande alma, nacida para combatir y vencer al
feroz enemigo de la religión, de la humanidad y del monarca
augusto, á quien coronan á competencia la justicia y la vic-
toria.
Dios nuestro Señor prospere los días y las empresas deV. E.
Lima y Agosto 13 de 1 794.

Excmo. Señor,
B. L. M. de V. E. su mas apasionado servidor.

José Hipólito Unánue.

[1] Componíanse nuestras tropas de Españoles y Portugueses. "Esta ac-


mas brillantes, y prueba que no hay
ción, dice el general en jefe, es de la
soldado como el español, en que comprendo á los portugueses, que lo son,
cuando los conducen bien y tienen confianza en sus jefes.
[2] Ignoraba el Excmo. señor duque de San Carlos, padre de nuestro
héroe, la gracia que se le habia hecho de la gran cruz de Carlos III, y en-
trando á cumplimentar á S. M., que estaba de partida para el Real sitio de
Aranjuez, le dijo el monarca á presencia de toda la corte: ¿Qué -visites á be-
sarme la mano por que he conferido la gracia de la gran cruz a tu hijo el con-
de la Union? Sábete que él es en quien tengo puesta toda, mi esperanza ai el
ejercito. Expresiones que cubven do gloria al héroe, i\ su familia y á su

patria.
Olí»

Disertación

SOBRE LA NATURALEZA Y EFECTOS DEL TABACO, ADORNADA


CON UNA BREVE IDEA DEL ORIGEN V PROCRESOS DEL
REAL ESTANCO DE LIMA.

1. El tabaco es una de aquellas nuevas y raras plantas que


se descubrieron con la conquista de la América; pues aunque
Juan Liebaul la suponía indígena en la Europa, esta opinión
fué sólidamente refutada por Magnens (1). Los indios de la
América seteutrioiial la nombran petan, y los nuestros sayri.
La copia que encontraron de él los españoles en la provincia
de Tabasco en su entrada á la ISTueva España hacia el año de
1520, le originó aquel nombre, y no la isla de Tábago, una de
lasAntillas,como pretenden algunos. Generalmente se leí lama
nicociana por Juan Xicot, que lo introdujo en la Francia el
año de 1632: gloria que le disputó Mr. Thevet. La Inglaterra
es deudora de él al almirante Drak, y la Italia al cardenal de
Santa Cruz.
2. ISTo causó mayores disturbios entre los dioses la manzana
de la discordia, que los que produjo entre los sabios la inven- .

cion del tabaco. Formidables partidos se formaron en pro y


en contra de sus virtudes, sirviendo de tropas auxiliares los
ignorantes, y hasta las mugeres, acostumbradas á dar su voto
en los importantes asuntos de la religión que no entendían, y
que devoraban entonces aquellos países.
3. Los unos consideraban el tabaco como el remedio uni-
versal, y la yerba mas privilegiada de cuantas abriga la natu-
raleza en su fecundo seno. ¿apoyábase este dictamen en la
veneración que gozaba entre los Americanos. Según la cos-
tumbre de estos pueblos, el humo del tabaco era el sagrado
incienso que ardia de continuo sobre las aras. Los presagios
y respuestas de lo futuro solo podían oirse de la boca de aque-
llos sacerdotes, que medio ebrios por la violencia de sus háli-
tos habían caído trastornado el juicio, á los pies de los altares
para recibir la inspiración celeste. Un nubarrón de los vapo-
res del petun encendido abria las grandes asambleas, anima-

(1) Geoñov, Mat. med., xevh. Nicociana. C ova muñas, apoyado en un


texto de Plinio, es también <1h sentir que conocieron la planta del tabaco
Ion antiguos Europeos,
y que lao descubrió <•! il-.¡¡i >:¡it> p;tva dársela á sus
|iííC*erdotea. T>h. e&pañol, toiii. 6 yerb, ToAara
—328—
ba y dirigía las deliberaciones de la paz ó de la guerra. Unían-
se á estas tradiciones la experiencia de muchos médicos, y las
análisis de otros tantos químicos que daban nuevo vigor al
panegírico. El tabaco fortifícalos sentidos, disipa las pasiones
del alma, alimentaba al hombre en medio de las mayores fa-
tigas sin necesidad de otro recurso, y remediaba todas sus
dolencias (1). El era el vínculo de la sociedad, y la cosa mas
grata del mundo. ¡Se creerá que nuestros antepasados pudie-
ron vivir sin tabaco!
4. Por la parte opuesta lidiaban no solo las plumas, sino
también las espadas, y aun los formidables rayos del Vatica-
no. Los papas Urbano VIII y Clemente II condenaron el uso
del tabaco éntrelos templos profanados con este indecente
vicio (2). Miguel Federowitz, gran duque de Moscovia, Amu-
rates IV, emperador de los Turcos, Seac Sophi de los Persas
lo prohibieron bajo de la pena de muerte ó amputación de
narices, por perjudicial a la salud de sus vasallos: sistema que
sostuvo Jacobo I, rey de la Gran Bretaña, en un excelente
Tratado dirigido á este objeto. La causa de los reyes fué pa-
trocinada por Simón Pauli á instancias de Cristiano IV de
Dinamarca: escritor á quien siguieron otros muchos; pero nin-
guno ponderó mas que Barclayo (3) los malos efectos del pe-
tun. Hubiera este cedido sin duda á tan formidables golpes,
si en sus rivales hubiesen correspondido los dictámenes del

(1) Monardes refiere que los indios de algunas provincias de la Nueva


España hacen unas pelotillas de tabaco, las que puestas entre el labio infe-
rior y los dientes, les sirven de viático para caminar tres ó cuatro dias, sin
molestias de hambre ni sed. Hernández pretende que el uso del tabaco en
polvo hace al hombre menos sensible á los golpes y adversidades,y aumenta
su valor. Wilis queria por esto que se introdujese el uso del tabaco en las
tropas: y algunos han pretendido, según se refiere el P. Labat, tom. 6, cap.
] haberse experimentado infinitas veces en casi todos los climas de la tier-
5,
ra, que media onza de tabaco en rama concedida cada 24 horas al soldado
para que lo fumase ó mascase, lo mantenía sin beber ni comer, y robusto
en los mas duros trabajos de la guerra, no solo dias, sino semanas enteras.
Credat Judarns, Apella, non ego. El uso del tabaco minora el apetito; ya
porque su virtud narcótica adormece los nervios del estómago, ya porque
haciendo arrojar mucha saliva, priva al cuerpo de un» délas causas efica-
ces del hambre, y por la misma razón en siendo excesivo su uso, lo deseca
y consume. Boeiíiaave, Prcelect., tom. 1, pág. 189; tom. 5, pág. 105.
(2) En el tercer concilio de Lima, presidido por Santo Toribio, se prohi-
be el uso del tabaco á los sacerdotes antes del eacrificio de la misa por estas
palabras: Prohibetur sub reatu mortis (zternce Presbyteris celebraturis, ne ta-
bacifumum ore, aut sayri, sen tabaci pulverem naribus, etiam prwtextu medi-
cince ante Misan sacrifieium sumant. Lo mismo debe entenderse respecto de
los laicos antes de la sagrada Comunión. Véase al D. D. Antonio Pinelo.
en su incomparable Tratado del chocolate.
(3) Véase al Sr. Solórzano, Política indiana, pág. 61, que trae vertidos
en verso castellano los latinos que escribió en su Satiricon Barclayo con-
tra el tabaco.
—329—
gusto á los de la razón. En el año de 1699, se sostuvo en la
universidad de Batís, que el frecuente uso del tabaco abrevíala
la vida, y mientras el presidente esforzaba la lengua en fun-
dar las pruebas, no apartaba el polvo de la nariz sin largar la
cajeta en toda la actuación. No estando acordes sus sentidos,
probaba el uno lo que el otro combatía [1]: así esta graciosa
escena, destinada á proscribir el uso del tabaco, acabó de afian-
zarlo.
5. Comparados entre sílos dos opuestos sistemas que hemos
referido, parece que por una y otra parte se ha ido al extre-
mo. El uso del tabaco es útil, y debe permitirse; pero ha de
ser á costa de proporcionársele al público el de mejor calidad:
porque si el bueno le trae algunas utilidades, el malo lo ex-
pone á perniciosísimos daños.
6. Nada puede instruir al hombre de la índole de las plan-
tas como sus propios sentidos [2]. Para esto los ha colocado
en él la benéfica naturaleza. Ellos son la luz que en su oscuro
reino guian a la razón al conocimiento de los entes análogos
y conservadores de su cuerpo, igualmente que al de los des-
tructores y adversos. Con los ojos rejistramos la varia orga-
nización de las plantas, y rastreamos sus virtudes comparán-
dolas con otras conocidas. Los ojos nos manifiestan en la aná-
lisis de aquellas, cuáles son sus elementos, y los precisos re-
sultados de sus combinaciones. La lengua y el olfato, explo-
rando las sensibles cualidades de olor y sabor, nos llevan has-
ta lo íntimo de los cuerpos: el tacto delicado en su origen, y
muy sensible en toda la superficie interior de los órganos por
la conmoción que experimenta al contacto de los entes, con-
firma su bondad ó malicia.
7. De aquí resultan cuatro principios, que aplicados al exa-
men del tabaco y sus especies, harán conocer con evidencia
su naturaleza y propiedades: 1? examen botánico; 2? análisis
química; 3? sensaciones de gusto y olfato; 4? efectos produci-
dos por su uso en el sensorio común, y superficie interna de
las visceras. Caminemos con esta luz en las tinieblas de la
noche.
8. Examinado el tabaco botánicamente, aparece ser un gé-
nero de la o?- clase, orden 1? en el sistema sexual del incompa-
rable Lineo, y de la 33 en los fragmentos del sistema natural

[1] Hubiera sido esta representación la mas chistosa del mundo si se hu-
biese aparecido en ella el P. Presentado Fr. Tomas Baraou, cubierto de pol-
vo de tabaco, y pronunciando aquel discurso que compuso contra el uso de-
este, sirviéndole de tema las palabras de la Iglesia en el Miércoles do Co-
nisa: Memento homo, quiapulvis cst, et in palver^m reverter is.

[2] Sensus externi eunt instrumenta nuturalia, quibuS cxploYantur planta-


rum qnajitatet. Linn.jt PhilosVpth 1>otan. Y pág. 283,
del misino ¿nitor (1). Las plantas de esta elase son sospecho^
sas por su virtud narcótica, dementante, corrosiva y veneno-
sa como la mandragora, cáustico, etc., [2] consiguientemente
será los mismo el tabaco (3). Pero esta idea así generalizada
no debe comprender igualmente á todos los tabacos. Cada espe-
cie tiene su peculiar mecanismo paira elaborar y modificar los
jugos que la nutren: y aun en una misma especie, el clima, la
región y el terreno inducen alteraciones bien manifiestas (4).
De aquí es que la índole genérica varía, rebajando ó aumen-
tando su malicia. Los botánicos reducen a una sola especie el
tabaco usual, ó nicotiana-tabacum, estableciendo cuatro varie-
dades. 1? Nicociana con hojas entrelanceoladas y aovadas,
sentadas y escurridas, y flores agudas. í^ Nicociana con bo-
jas lanceoladas. 3^ Nicociana mayor con hojaanclia. 4^ Hios-
quiamo del Perú. Nombraremos especie á cada variedad para
ser entendidos. A
cada una de estas especies [como se ha di-
cho] le conviene el carácter maligno del género. Aquella se
aproximará mas al grado supremo, en cuyos elementos cons-
titutivos preponderen los venenosos, y al contrario. Cuáles sean
estos elementos, y cómo se combinan, es del resorte de la quí-
mica el explicarlo.
9 Sometido el tabaco á la acción del fuego, produce un
principio móvil y fugaz, con una sustancia resinosa-gomosa,
que lo demuestran cálido contra la opinión de algunos. La
parte resinosa, principal matriz de la vaporosa, es muy amar-
ga, acre y caliente, compuesta de una sal acérrima volátil -fija.
El principio fugaz consta de partículas fiogísticas, penetran-
tísimas, movibles y expansivas. En la gomosa se¡abrigan las
partes oleosas y mucilaginosas blandas. Estos tres elementos
unidos á un poco de tierra forman esa planta que nos admira.
Su potestad narcótica se deposita en el principio fugaz: la pi-
cante y corrosiva en la resinosa: el veneno resulta dé la com-
binación de ambas: en fin, la grata y suave es originada de la
gomosa que atempera las primeras. Luego la bondad ó mali-
cia del tabaco dependerá de la proporcion^y|cantidad con que
se hallasen mezclados los referidos elementos. Es de la última
importancia conocer en la planta entera cuál es el que excede
para arreglar su uso. Esto se averigua por las dos últimas re-

(1) mim. 179. Philosoph. botan., pág\3X, mina. 33, Limdoc.


Limi., Genera,
(2; Pentandria monoginia baccifera monopetala contnimiter venenata est.
Fundamenta botánica, mira. 341. Lurida; snnt plantee suspectee. Philosop.,
púg. 279, Núm. 341.
(3) Plantee qúce (¡enere conveniunt, etiam virtute conveniunt, etc. Loe. cit.,
núm. 337.
(4) Loeuus siecus sapidiore, suceulentus insípidas magia, aquosus soqñns
corrosivas reddit. Loe. cit, núm,, 357. Fundam. bot., mim. 357.
— ool '

gías, que son el criterio de cualidades, olor, sabor y


las tres
contacto: las que siguiendo en todos los mixtos la naturaleza
de sus principios, declaran el predominante.
10 Siempre que se fuma el cigarro, sufre el tabaco dos aná-
lisis:una de parte del fuego, que á impulso del aire eleva sus
partes vaporosas y tenues, las aplica sobre los nervios de la
nariz y pequeños vasos inhalantes, por donde se introducen
basta el celebro: otra de parte de la saliva, que siendo un mens-
truo poderoso, separa los corpúsculos fijos y pesados, y los
distribuye por todo el órgano del gusto, y mas allá. Esta du-
pla descombiuacion bace resaltar con eficacia los elementos, y
brillar sus calidades. Si estas son un sabor suave, un olor blan-
damente aromático: si el sensorio con sus impresiones uo se
perturba, antes manifiesta que se vigoriza; ¿no anunciarán un
buen tabaco, en que el exceso del mucilago embota y endulza
las partes corrosivas de la resina, y atempera la fuerza del prin-
cipio fugaz? Si por el contrario un acre austero, picante y
nauseoso devora la boca, el fetor incomoda el olfato, se ator-
menta y atolondra el sensorio; ¿uo indican un mal tabaco en
que el principio flogístico y el resinoso, superiores al gomoso,
triunfan y hacen ineficaz su virtud correctiva? ¡Qué efectos
tan perniciosos causará el veneno que resulta de la unión de
aquellos dos victoriosos elementos! Calculémoslos é igualmen-
te los que dimanan de la benéfica goma siempre que es capaz
de refrenarlo.
11. Cuando el principio mucilaginoso ha endulzado las sa-
les acres, y templado la actividad del agente volátil, conduci-
das las partículas leves del tabaco á la membrana que forma
el olfato, la herirán suavemente; una grata conmoción se pro-
pagará por el celebro. Insinuado el principio espirituoso ppr
los vasos inhalantes, adelantará con blandura el movimiento
comenzado: la sangre se apresurará un i:>oco, y excitará la ale-
gría; moderadamente enrarecida, aumentará el tono de los
vasos, y reanimará las fuerzas. Los menores canales del sen-
sorio común, oprimidos algún tanto por la corta dilatación de
los mayores, negarán el paso á los espíritus turbulentos, que
corriendo con tranquilidad introducirán cierto reposo, un apa-
cible sosiego, capaz de extinguir las tristes ideas que inquie-
tan al hombre desgraciado. Entre tanto las partes mas graves
sacudirán las glándulas salivales y toda la membrana mucosa
que entapiza la superficie interior de las entrañas, promove-
rán con economía la secreción de la linfa, la atenuarán; y de-
purando la sangre de este lento humor, precaverán los males
que nacen de su abundancia: tales son los catarros, reumas,
dolores de dientes, etc. Y
como estos efectos son mas propi-
—332—
cios á los gordosy flemáticos, diremos ser su aroph (1) la ni-
cociana. Une á estos beneficios el de ser un excelente preser-
vativo en las pestes y demás enfermedades epidémicas; ó por-
que sus virtudes corrigen el aire infecbo, ó porque al fumarse
forma al rededor del cuerpo una atmósfera particular que im-
pide el contacto de los corpúsculos pestilenciales. Pol* la mis-
ma razón precave también de los pasmos y demás influencias
del ambiente destemplado sobre el cuerpo humano. Los náu-
ticos lo reputan por un buen remedio contra las injurias de la
humedad y escorbuto. Motivos todos que hacen muy recomen-
dable el uso del tabaco, en quien sobresalen los elementos re-
feridos.
12. Por el contrario, cuando aquellos nuestros dos enemi-
gos, la resina y el vapor, están predominantes; ¡qué resultas
tan funestas! De las partes volátiles, unas suben con fuerza,
irritan el olfato y convelen el sensorio: otras, penetrando por
los vasos inhalantes, aumentan la tragedia. El sólido irritado
se pone en violentas conmociones: enrarecida y agitada la san-
gre, desfila con rapidez por todos los vasos del celebro: dilata
con exceso sus diámetros; y el hombre se atolondra, oprime y
cierra los menores, que negando el tránsito á los espíritus ori-
ginan un vértigo» Entonces le parece, que los objetos exterio-
res voltejean; que la luz se eclipsa; que la llama vital se extin-
gue; y cae trastornado sobre la tierra á manera de aquellos
antiguos indios que hemos referido. i~Eo diremos que es un va-
por mefítico, que es una aura pestilente la que invadió á este
miserable?
13. Entretanto los elementos mas graves de quienes está
impregnada la saliva, impelidos á los dientes corroen su es-
malte y los quiebran, escorian y rajan la boca á proporción de
su delicadeza. Si acometen la laringe sacuden hasta los me-
nores vasos del pulmón, que vestidos de una sensibilísima
membrana, se origina una tos temible en sus resultas. Si es la
faringe la que sufre las puntas de estos pequeños dardos, se
encrespa y figura una sufocación: tiembla el labio inferior,
corre con abundancia la saliva, el estómago se fatiga; y todo
denota una ingrata náusea causada por la propagación de
aquel impulso en el esófago y nervios que con él comunican.
Si el humo y la saliva conducen los enunciados corpúsculos al
estómago, estará el efecto en razón directa de la cantidad. Si

(1) Arop, aroma filosófico; así llaman los químicos los remedios mas be-
néficos al hombre: de esto mimero sin disputa es el tabaco, pues ademas de
loo saludables efectos que liemos mencionado arriba, aplicado csteri orinen -
te es un famoso antídoto contra las mordeduras de los animales venenosos,
tiene una gran vhtud fundente é introducido 6'tt humor por ayudas) lia-
ce- efectos p'rcdigiotbs en las asfixias, efe.
—333—
esta es mediocre, irá insensiblemente promoviendo la secre-
ción del humor gástrico destinado á digerir el alimento, y.ex-
citar su apetito, el que continuamente arrojado cesará aquel
estímulo. De aquí el hombre falsamente engañado creerá
mantenerle el uso del cigarro, y lo duplicará mientras este vá
minando su vida. Si la cantidad es grande, aparecerán vómi-
tos, evacuaciones y convulsiones funestas, capaces de aniqui-
lar la vida en un momento. El último y el supremo daño que
pueden hacer estos átomos, es cuando han llegado ya á mez-
clarse con la sangre. Encendida y eurarecida ya esta por el
priucipio móvil y elástico, irritados igualmente los canales por
donde circula, ¿qué podrá esperarse de unas sales cáusticas,
que arrebatadas por aquel torrente son llevadas hasta los me-
nores estambres del celebro y el pulmón? Las roturas, las he-
morragias, las consunciones, etc., serán uuas consecuencias
infalibles que anticipen la muerte.
14. ¿Con qué furor sé harán sentir éstas en los que tienen
un temperamento cálido, sanguíneo ó bilioso? Su sangre, car-
gada de partículas flogísticas, carece de un mucilago capaz de
embotar las puntas de las sales cáusticas, y el sólido débil, ó
desnudo, é irritable, no tiene defensa y vigor suficiente para
evadir sus vibraciones. Hará en estos el mal tabaco lo que un
tizón de fuego en una choza seca. No se diga que exageramos:
la historia de la medicina está llena de tristes ejemplares que
confirman nuestros raciocinios. ¡Felices mil veces, felices los
sabios que se abstienen de su uso! (1) -
Por las reflexiones (jue acabamos de hacer, se conoce que
15.
el uso del tabaco, en cuanto á sus efectos en el cuerpo huma-
no, no se debe condenar ni aplaudir en un sentido absoluto.
Es preciso distinguir sus diversas calidades (2). El que tuvie-
se las enunciadas en los § 12, 13 y 14, debe desde luego pros-
cribirse en la sociedad como un fatal veneno que la arruina.
Al contrario, no hay motivo para que se impida el que goza
de las expuestas en el § 11. •
.

16. Con el designio de proporcionar el segundo á sus vasa-


llos é impedirles el uso del primero, establecieron nuestros

(1)Bomare, Diction. (Vhist. natur., verb. Nicoüana.


[2]Cnanto se ha dicho del tabaco en rama, se debe entender proporcio-
.nalniente del que se usa en polvo. „En siendo suave y de buena calidad, sa-
cude blandamente los" nervios de la membrana que entapiza la superficie
interior de las narices, la limpia de sus mocosidades, y descarga el celebro.
Un polvo acre irrita este mismo órgano, excita una convulsión que lastima
el sensorio, hace perder la sensación del olfato, y arrebatadas sus partícu-
las volátiles por el aire, én la inspiración las introduce hasta los menores
conductos del pulmón, y origina muchos males.
Tom. vi. Literatura — 45.
—334—
amables monarcas el estanco de tabacos. De suerte que, aun-
que es un derecho inherente á la soberanía imponer tributos
•obre las cosas de puro lujo para proveer á los gastos de la
Corona, el fin supremo que originó la Eeal Administración de
tabacos fué la salud del pueblo. El tiempo y la atención hicie-
ron conocer que los daños que se experimentaban con el uso
del enunciado vegetal, dimanaban del ningún cuidado que se
tenia en su cultura y beneficio, siendo el tabaco una de las
plantas que necesitan mas esmero. Devorando con exceso los
jugos de la tierra, adquiere una índole venenosa y mortal cuan-
do se le siembra en lugares pantanosos (1). El terreno montuo-
so, los vientos fuertes, los hielos, los ardores del sol, la mucha
lluvia, los insectos, por parte de la naturaleza: la ignorancia y
la desidia en limpiar las heredades, en el debido orden del
sembrío, en expurgar la planta, en cortar con tiempos los re-
toños, flores y frutos que defraudan el vigor de la hoja: en co-
secharla en su perfecta sazón, en impedir el que se pudra, ó se
deseque, en mezclar el silvestre ó corrompido con el bueno al
tiempo de bolear los mazos (2), por parte del agricultor; eran
unas causas que reunidas ó separadas pervertían enteramente
la buena calidad de los tabacos. ¿Y quién podía haber repri-
mido esta serie de accidentes que, enriqueciendo á uno ú otro
cosechero, exponían la salud de toda la monarquía? Solo el
monarca. Estableciendo leyes para la buena cultura, y benefi-
cio del tabaco (3), colocando jueces que velasen sobre su cum-
plimiento, distribuyendo reconocedores peritos en todas las
factorías para el tiempo de la compra, pagando de contado, y
aun haciendo suplementos al agricultor á fin de proporcionar-

[1] No ha mucho tiempo que se hizo en la provincia de Chachapoyas un


nuevo plantío de tabaco para la fábrica de cigarros puros, con el fin de que
imitasen la excelencia de los habaneros, liste proyecto sumamente venta-
joso á la Renta Real y al Perú, parece que se ha malogrado. Las experien-
cias de un expecto químico han demostrado que lejos de que el nuevo ta-
baco emule las cualidades del habanero, es sumamente ínfimo y acre. Es
ereible no se tuviese cuidado en la elección de la semilla, el terreno, etc.
Una tentativa de esta naturaleza requiere se haga por partes; con semilla
escogida, en diferentes ¡sitios, y que se cultive con esmero. Las montañas
que ofrecen tan diversos climas y territorios, no dejarían de presentar al-
gunas capaces, tan buenos como los célebres de Verina.
(2) Bolear los mazos, es en el idioma de los que cultivan el tabaco, for-
mar los rollos en las ramadas que en sus heredades tienen destinadas á es-
te fin.
(3) En las varias ordenanzas hechas para la dirección de los Reales Es-
tancos, se leen reglas muy sabias para la instrucción de los agricultores del
tabaco. Si se les añadiesen algunas mas de las que trae el P. Labat, y se
examinasen y adaptasen por personas inteligentes: reducidas á un pequeño
volumen, podrían formar un código sumamente útil á los que se emplean
en la enunciada labor, y por consiguiente al público, que es quien sufre los
efecto» de su ignorancia.
—335—
le todos los medios necesarios para el laborío se conseguía
precisamente proveer al público de buen tabaco, é impedirle
el uso del nocivo. Tal lia sido el objeto y el ñn supremo de la
fundación de los estancos, y tal debe ser el que los perpetué.
17. El de Lima empezó á proyectarse bajo el gobierno del
Excmo. señor conde de Castellar, que por los años de 1674 re-
gía al Perú. En tiempo de éste, segun testifica el P. Diego
Aveudaño [1], propuso un particular se le concediese el dere-
cho exclusivo de expender los tabacos en toda la América me-
ridional, dando en recompensa á S: M. diez mil pesos anuales.
Pero esta proposición fué mirada con desprecio, ya por las
consecuencias fatales que debia inducir un monopolio de esta
naturaleza, ya por las condiciones gravosas y perjudiciales á
la eausa pública que incluía la propuesta, y que hizo manifies-
tas al referido señor virey el tribunal del Consulado
18. En 18 de febrero del año de 1684, la Sala de Millones
consultó á S. M. sobre la plantificación del estanco: consulta
que fué aprobada con una instrucción firmada de su Eeal ma-
no, y compuesta de 23 capítulos. En uno de ellos se ordena-
ba que los tabacos en polvo se condujesen de Sevilla á esta
América con despacho del Administrador general, y que los
que se encontrasen sin las licencias y guias necesarias, caye-
sen en comiso. Esta providencia no tuvo efecto, acaso porque
el tabaco de ¡Sevilla no es acomodado al gusto de estos lu-
gares.
19. Cuando se hizo el estanco en las islas de Canarias, se
pensó por D. Jacobo Flon extenderle en toda la América; mas
no hallando luces suficientes para su dirección, quedaron frus-
trados sus intentos. En tiempo del ministerio del cardenal
Alberoni, se encargó á D. Manuel de León, vecino de la Ha-
bana, diese principio por aquella isla á semejante estableci-
miento; pero las reglas qué por entonces se le ministraron,
fueron inverificables en la práctica. Bajo el ministerio de D.
José Patino volvieron á renovarse los deseos de plantificar el
estanco; pero corrieron la misma suerte por falta de una per-
sona ilustrada, que fuese capaz de ejecutarlo sin agravio del
rey ni del vasallo.
20. Últimamente D. Tomás Chabaque, contador ordena-
dor del tribunal mayor y audiencia de cuentas de este reino,
renovó el proyecto de estancar los tabacos de polvo y rama.
El plan que con fecha de 4 de agosto de 1746 puso en las ma-
nos del Excmo. señor Virey conde de Superunda, era confor-
me á los intereses del público, y además presentaba tía re-
curso para cubrir las pensiones ordinarias de la Eeal Hacien-

[1] Tesoro índico, tom. 5, part. 10, pág. 345.


—336—
da. Calculadas estas desde 28 de junio de 1725, hasta 31 de
diciembre de 1737, se demostraba faltar 299,741 pesos 6 rea-
les para que correspondiesen las entradas á los gastos, Don
Tomás Chabaque, haciendo ver la utilidad del vasallo, dedu-
cía á favor de S. M. 1.088,666 pesos 6 reales: cantidad verda-
deramente excesiva, desmentida por la experiencia, y que de-
bió haber sido computada sobre datos equívocos.
21. Sin embargo, el Excmo. señor Virey que acabamos de
mencionar dirigió á S. M. el citado proyecto: el que fué apro-
bado, según consta de una carta del señor marques de la En-
senada, secretario del despacho universal de indias, con fecha
de 27 de Octubre de 1747. Con la misma se acompañó otra, in-
cluyendo las instrucciones y reglas que se observan en los rei-
nos de España, ministradas por los directores D. Martin de
Leynar y D. Félix Dabalillo, para que se adaptasen al Perú
las que pareciesen ser convenientes. Y aunque por carta de 20
de Julio de 1752, se previno que el real estanco se redujese
únicamente al recinto de la capital, entre tanto que la expe-
riencia y los efectos demostrasen el método según el cual de-
bia propagarse en las demás ciudades del reino; ya el expre-
sado señor Virey, por bando general publicado el 20 de Abril
del propio año, habia prohibido el libre comercio del tabaco,
ordenando se comprase de cuenta de S. M. todo el que se ha-
llaba existente en poder de los que traficaban en este ramo.
22. En virtud del referido bando se principió el estanco en
8 de Marzo de 1753. En el propio año y en los siguientes de
54 y 55, se extendió hasta el reino de Chile, y á las varias pro-
vincias que forman hoy el vireinato de Buenos Aires. La Ad-
ministración de Lima y sus dependencias rendían anualmen-
te 170,000 pesos libres á la Real Hacienda. Producto menor
cerca de una sesta parte, del que habia computado D. Tomas
Chabaque. A la verdad, los proyectistas y los astrólogos de-
ben reputarse gemelos. Nada mas aparente que sus teorías y
combinaciones, nada mas equívoco que los resultados.
23. Pero al abrigo de este regular beueficio que recibía la
Real Hacienda, el público disfrutaba grandes ventajas. De
contado era selecto todo el tabaco que usaba; porque en la
tercena y sus almacenes se separaban los rollos de buena cali-
dad para la venta pública, rezagándose los averiados para en-
tregarlos al fuego en ciertos tiempos. Señal nada equívoca de
que los piadosos príncipes españoles preferían á sus intereses
la salud de los peruanos. Este género de elección de tabacos
estimulaba la fidelidad y celo de los empleados en las facto-
rías^ cosecheros, etc., responsables siempre que en la separa-
cioH'tte mazos se descubriese algún fraude ó descuido. Así to-
—337—
dos concurrían á abastecer al público con la especie de mejor
gusto.
24. Un segundo beneficio recibía este de que el dispendio de
tabacos girase según el sistema referido. Todos saben que el
Perú es uno de los países del mundo en que hay menos recursos
para que subsista la gente pobre. Viuiendo hecho de la Euro-
pa desde el zapato á la gorra, queda muy corto espacio á los
Peruleros en el ejercicio de las artes mecánicas. El tabaco ali-
mentaba entonces á, un número crecido de familias no solo en
Lima, sino en todo el reino. El indigente padre de familia
ocurría á la tercena, y á costa de un corto precio conseguía un
buen mazo. Lo reducía á cigarros ayudados de sus hijos, y en
su venta y corta ganancia encontraba el medio seguro de sub-
sistir. ¡Cuántas veces esos infelices cargados de canas rocia-
rían con sus lágrimas los atrios de los estancos, considerándo-
los como un piadoso refugio á su miseria!
25. Disfrutaron estos de las ventajas referidas hasta el año
de 1780. En esta época que no nos atrevemos á caracterizar,
se invirtió el sistema seguido hasta entonces en la Real renta
de tabacos. Los cálculos sellados tantas veces con los nombres
de intereses del fisco y utilidad del subdito, y las mas, con-
trarias á uno y otro, ejercitaron su influjo. Se adoptó el mé-
todo establecido en el reino de Méjico [1]. Se arrancó de las
manos del pobre la fábrica de cigarros, y se reservó á la ad-
ministración: mezclándose al mismo tiempo en la venta de los
mazos que el vasallo jx>dia comprar para solo su uso mil equi-
vocaciones indecorosas. Un millón y mas de pesos que debia
utilizarse, era el fiador de este proceder que la experiencia
acreditó falible y contrario á las intenciones de nuestro pia-
doso monarca.
26. En efecto, el nuevo sistema era opuesto enteramente á
la suprema ley de mirar por la salud del pueblo, y por consi-
guiente á los intereses del fisco. En el hecho de reservarse á
la Real renta la fábrica de cigarros, quedaba sin recurso para
subsistir el gran número de familias que se alimentaba labrán-
dolos. Era igualmente una precisa consecuencia del mencio-
nado hecho, que la mayor parte del público fumase un tabaco
pernicioso, obligado á recibir indispensablemente los cigarros
que se le vendían. Este género de conducta debia descuidar
el celo de los factores, de los transportadores, y de todos los
empleados desde el agricultor al cigarrero. Sabian, que fuese

[1J Desde el año de 1777, en que principió la visita general del reino, se
proyectó la enunciada alteración en el estanco, pero por falta de inteligen-
tes no se Terificó hasta el año de 80, en que llegaron los que se pidieron á
Méjico.
—338—
de la calidad que se fuesetabaco, pasaría cubierto del pa-
el
pel á las manosdel público, que no tenia otro recurso: y sino,
dígase ¿qué tabacos se han quemado por perjudiciales á la sa-
lud de este? Se le hacia pues un agravio y daño manifiesto^
Así él clamó, y ha levantado sus justos clamores al cielo: y los
menos leales encontraron vereda al contrabando, con perjui-
cio de los derechos de la soberanía.
27. Pero ya ha llegado la época feliz en que las expresiones
de beneficio y utilidad pública dejan de ser en el Perú unas
figuras inventadas por los poderosos para adelantar su fortu-
na, hacer gemir á los pueblos, y deslumhrar al monarca. El
excelso jefe que los preside á su nombre, les dá aquel enérgi-
co y propicio sentido que dictan la humanidad y la razón, y
recomienda de continuo el corazón piadoso de nuestro ama-
ble soberano. El superior decreto que acaba de expedir sobre
la reforma del precio y expendio de tabacos y extinción de la
fábrica de cigarros, es un testimonio fidedigno de esta verdad:
es un monumento de la sagacidad y clemencia" de un virey
esclarecido. Nosotros vamos á transmitirlo al público y á la
posteridad. Quisiéramos en este acto solemne empeñar nues-
tra pluma inflamada con los movimientos que inspiran la ad-
miración y la gratitud; pero los grandes príncipes desdeñan
los encomios que se les forman mientras viven. Temen las
frases y coloridos de la elocuencia, como á otras tantas som-
bras destinadas únicamente á encubrir los crímenes, fomentar
los vicios y la tiranía; y solo aspiran á- que sus gloriosos he-
chos y no las palabras, constituyan su mérito. De esta suerte
se hacen acreedores al sincero aprecio de los buenos vasallos y
de la posteridad, juez imparcial y libre de las acciones de los
poderosos y señores de la tierra. Decia uno de estos, que de-
seaba infinitamente mas que sus pueblos vertiesen una lágri-
ma sobre su sepulcro, que el ser aplaudido en sus dias aun por
los divinos oradores de Atenas y Roma. Dejemos, jmes, que
esa porción inocente y desgraciada que vé hoy volver á sus
manos los únicos recursos con que solia evitar la miseria, ins-
pire á sus hijos los sentimientos que la poseen al mirarse favo-
recida. Con traigámonos á la imblicacion del enunciado de-
creto. Grabado á su frente el benéfico nombre del Excmo. se-
ñor D. Frey Francisco Gil Lemos y Taboada, pasará hasta
los siglos mas remotos; y encontrará en cuantos leyesen el
"Mercurio Peruano" admiradores y panegiristas.
-339—

SUPERIOR DECRETO.

Lima y Diciembre 26 de 1791.

Siendo voluntad expresa de S. M. que sus rentas estanca-


das se administren con tal economía y buen orden, que el pú-
blico bien servido y tratado, lejos de mirar como un monopo-
polio gravoso el expendio de las especies, lo reciba como un
arbitrio mucho mas suave y benigno que cualesquiera otra
contribución establecida con el solo objeto de sostener la s car-
gas que el Estado se impone para conservar en una feliz se-
guridad á los individuos que lo componen: y no habiéndose
podido conseguir hasta el dia, sin embargo de los muy repeti-
dos encargos que he hecho, y penosas tareas que para ello se
han emprendido, ios conocimientos suficientes á determinar
el precio y peso á que podría venderse el tabaco; de modo que
ni la Eenta dejara de tener una racional ganancia, que es el
fin de su establecimiento; ni el público tuviera la precisión de
escasear sus consumos, abandonar la costumbre, ú ocurrir al
contrabando para sostenerla, como ha sucedido con utilidad
de los infieles introductores, y perjuicio de los honrados, su-
misos y obedientes vasallos, todo por el criminal y probado
desorden, confusión y abandono en que ha estado la Eenta de
algunos años á esta parte. He venido en determinar, confor-
mándome con lo representado por la Dirección general y el
Tribunal mayor, que desde principio del año próximo se ven-
da la libra de tabaco en rama, sea de la Habana, Guayaquil,
Bracamoros ó Saña [pues todos han de tener un mismo pre-
cio por razón de los abusos que de lo contrario se cometen], á
razón de ocho reales: y que al mismo tiempo se subdividaen
medias y cuartas, ú onzas parala comodidad del comprador; á
quien siempre que le convenga se le dará por medio real una
onza, que es la última subdivicion ordinaria de la moneda y
peso prescrito: entendiéndose esta providencia en calidad de
por ahora, y hasta que la experiencia rectifique las utilidades;
en cuve caso se continuará beneficiando al público en cuanto
elias permitan, para que viva feliz; y reconociendo la rectitud
y bondad del piadoso monarca que lo proteje y gobierna, que-
de íntimamente persuadido, que no es su soberana voluntad
se le agoten sus fuerzas, ni que las exacciones excedan á ios
límites regulares y precisos; sino al contrario, que sus intere-
—340—
ses recíprocos á los de sus vasallos permanezcan tan íntima-
mente ligados, cuanto lo exije la mutua conservación y felici-
dad, y que todo lo que se oponga á este justo fin sea corregido
y extirpado, como sucede en el asunto de que se trata: sobre
cuyo particular, son muchos y muy dignos de que permanez-
can grabados en los corazones de sus vasallos los encargos y
disposiciones que tiene dadas, y repite sucesivamente. Y co-
mo aunque desde el momento que se reconocieron los perjui-
cios y disgusto que al público se le inferían con la fábrica de
cigarros, igualmente ruinosa para la Eenta, se decretó su to-
tal extinción; no ha proporcionado el tiempo que desde enton-
ces ha mediado, el consumo de la desmedida cantidad de ta-
baco que se halló labrada, de que todavía existe una parte en
el resto del reino; se tendrá entendido que á medida que en
las demás Administraciones se verifique el total consumo, co-
mo ha sucedido en esta capital, se venderá en ellas al mismo
precio de ocho reales libra, que para aquí se establece: que-
dando como queda abolido el perjudicial abuso que se había
introducido de vender el tabaco por mazos, estoes, de dar una
cantidad indeterminada por un precio fijo; de donde resulta-
ba que el público dando siempre por el mazo dos pesos, unas
veces recibía doce onzas, otras mas; pero jamás las veinte y
dos netas que debia contener: cuya perniciosa arbitrariedad
queda enteramente extirpada con la prescripción del peso pa-
ra la compra y venta, de que jamás debió haberse prescindido.
Y á fin de que lo mandado tenga el debido efecto, se pasará
una copia certificada de este decreto al tribunal mayor de
cuentas, y otra á la Dirección general de la Eenta, para que
den por su parte las providencias correspondientes, poniendo
en la tercena la tarifa de los precios para que el comprador se
halle instruido. Y de todo M.
se dará cuenta á S.
Gil Dionisio Franco.

INTRODUCCIÓN
A LA DESCRIPCIÓN CIENTÍFICA DE LAS PLANTAS DEL PERÚ.

La historia natural es la historia de todos los entes corpó-


reos,que sacó del seno de la nada la voz fecunda del invisible
Criador. Por eso Pliuio intituló á la suya Historia del mundo.
Nada á la verdad puede haber en este magnífico teatro, que no
entre en el plan del objeto destinado á las especulaciones del
naturalista; pues nada ofrece á sus ojos que no sea obra de la
—341—
naturaleza, de quien es el sacerdote y el filósofo. La criatura
que vive sobre la tierra, el aire, ó el caos de las aguas; todos
los seres que pueblan la superficie y centro de la primera, ó
que desde el cielo dispensan la luz á los mortales, deben so-
meterse á su observación y estudio. Pero no siendo posible á
la débil comprensión humada reunir bajo un solo punto de
vista tan diferentes y multiplicados conocimientos, sin con-
fundirlos, le ha sido indispensable dividir el imperio de la na-
turaleza. Todos los objetos celestes se han separado del catá-
logo de la historia natural, y formado la astronomía. La pri-
mera se ha contraído únicamente á la investigación de los
tres reinos, que componen y hermosean el globo que habita-
mos. La riqueza y prodigalidad con que se difunde en cada
uno de ellos el inagotable tesoro del Criador, vuelve á opri-
mirnos y precisarnos á dividir su estudio. Los minerales, los
vegetales y los animales piden ser examinados con separación.
De aquí nacieron la litología que trata de los primeros, la fito-
logía de los segundos, y la zoología de los terceros. Ciencia
cada una de muchas partes, y capaz de ocupar por sí sola la
vida entera de los hombres mas aplicados y penetrativos; pero
que no forman sino tres pingües ramos, que se reúnen en el
feraz tronco de la historia natural.
El Mercurio Peruano, auxiliado con un número suficiente
de brazos laboriosos, es el órgano por donde'se deben ir anun-
ciando las producciones raras y notables de este vasto impe-
rio. Con este designio se dieron algunas pinceladas acerca del
reino vegetal. Fueron estas un ensayo de la pluma, para abrir
en este segundo la descripción científica de sus individuos. El
aplicado D. Juan Tafaya, botánico de S. M. en el Perú, será
quien desempeñe en estaparte nuestras promesas. En sus ex-
pediciones á las fértiles montañas de los Andes no olvidará
los otros dos reinos: pero siempre será la botánica el objeto
principal de sus tareas. "La botánica, es aquella parte de la
" historia natural, que enseña á distinguir por señales claras ,

" y características unas plantas de otras, dá á cada una el


" nombre que le corresponde, y la graba en la memoria." [1],
No sabemos si en los bellos dias del augusto Carlos IV,
cuando la aurora de la filosofía ha disipado ya las sombras que
cubrían el horizonte peruano, será necesario, antes de empe-
zar las funciones de aquella ciencia, recomendarla á nuestros
conciudadanos, describiendo su historia y ponderando su utili-
dad. La botánica, como todo el resto délos conocimientos huma-
nos, debió su origen á la necesidad. Era preciso que el hom-

[1J Boher., Hist, 16.


Tom. vi. Literatura,— 46,
—342—
bre alimentase su vida, y se opusiese á la multitud de dolen-
cias que intentan aniquilarla casi desde el momento que le dio
principio. Yes cierto que solo entre los vegetales podia en-
contrar los mas poderosos y sencillos recursos para uno y otro
efecto. Pero estos primeros cuidados no se deben considerar
sino como unas preparaciones, ó unos leves esfuerzos que no
merecen el sublime título de ciencia. Las ciencias comenza-
ron á nacer después que la succesion de los siglos, la forma -

cion de las sociedades, y en especial la beneficencia de los


príncipes, proporcionaron al hombre la comodidad y el repo-
so, para pasar de los trabajos de las manos á las reflexiones
del espíritu. En los fastos que describen los progresos de este,
se percibe no haber sido la botánica el último ramo científico
de su dedicación. Una multitud de panegíricos, é inscripcio-
nes consagradas á ella en los siglos xvn y xvm, nos dispen-
san de tocar las épocas de sus adelantamientos, decadencia y
restauración en el mundo antiguo [1].
El Perú, la parte mas feraz y brillante del nuevo, es el úni-
co que debe ocupar nuestra pluma. Capaz por sí solo de haber
igualado las colecciones de las otras tres partes de la tierra,
puede considerarse como abandonado, al menos en cuanto á
las indagaciones exactas, hasta los fines del siglo xvm. Sus
primitivos moradores, dedicados á la agricultura y medicina
empírica, llegaron á descubrir las virtudes de muchísimas
plantas. La doctrina propagada de padres á hijos por el mi-
nisterio de la palabra, cierta inclinación peculiar á este estu-
dio, y el alto empleo que les granjeaba, los constituía exce-
lentes herbolarios [2J. Pero las revoluciones consiguientes á

[1] El que quisiere instruirse con extensión sobre los autores que han
escrito y cultivado la botánica, y las varias épocas de esta, puede consul-
tar la Biblioteca de Seguier y Montalbani; el Isagoge de Tournefort; el pró-
logo de D. José Quer á la Flora española, y el del Dr. Barnades á su obri-
ta de los Principios botánicos.
[2] En esto convienen todos nuestros historiadores: véase entre ellos al
P. Acosta en su "Historia natural" lib. 4, cap. 29. Y aun muchos años des-
pués de la conquista se reputaban por este conocimiento superiores á los
médicos de profesión. En testimonio de esto podrá citarse el Claustro te-
nido en la Real Universidad de San Marcos el año de 1637, para resolver la
fundación de dos cátedras de medicina. En él dijo el Dr. Alonso de Huerta,
catedrático jubilado de la leu gua quechua, "no ser necesarias; porque en
este reino bay muchas yerbas medicinales para muchas enfermedades y he-
ridas; las cuales conocen los indios mejor que los médicos, y con ellas se
curan sin haber menester médicos, y lo muestra la experiencia, que muchas
personas deshauciadas ya de médicos se van al Cercado y á Surco (pueble-
citos de indios, el uno contiguo, y el otro inmediato á la ciudad) á que las
curen indias é indios, y alcanzan la salud que no les dieron los médicos."
(Lib. 4, de Claustros, pág. 185). Es constante que estos- no serian del gé-
nero de aquellos cuyas luces han honrado al Perú, sino semejantes á los
que pinta Pedro de Osrna en los años próximos á la conquista. Habla de las

,l
*«er
—343—
la conquista, su géuio misterioso, tenaz y desconfiado [1] hi-
cieron que perdiéramos muchísimas utilidades que podian ha-
ber resultado de su larga experiencia. Por nuestra parte no
hemos concurrido á repararlas, viviendo contentos con las re-
liquias que nos conservan la tradición y la historia [2]. Pode-
mos decir que la mayor parte de la tierra que habitamos nos
ha sido tan incógnita como lo es al Persa y al Chino.
La Europa, maestra de las naciones que pueblan el resto
del universo, no ha olvidado estos países, destinando natura-
listas que los examinen. Pero todos los peregrinos que antes
del año de 70 del siglo presente han pisado las orillas del Perú
con esta expectativa, han adelantado muy poco. Los mas an-
tiguos, careciendo de método para ordenar sus colecciones, se
veian reducidos á hacerlas cortas por no formar un caos [3].

plantas de que no tenia noticia Monardes; y dice provenir la causa ob mc-


dicorumhuc d vobis eommeanüum magna ex parte negligentiam et ¡nsciüam,
qnibus publica utilitas (guaní tamen summam p.rwstare possent) eurai non est,
scdut guíestui dumtarat serviant. (Epist. ad Monard. apud Clus. Simplic.
Medicara, ex Novo orbe delator. Histor., pág. 76). El progreso de los indios
en-el conocimiento de las plantas medicinales provendría en mucha parte,
de que por él se Inician acreedores á ser elevados al empleo de médieos de
solo los incas y glandes señores; dignidad que no les permitia descender al
auxilio de la plebe. (Garcilaso, f. 1, pág. 64). Igualmente favorecía este es-
tudio la ley que mandaba expresamente no hubiese holgazán alguno, y que
los que entre el pueblo fuesen inhábiles para la agricultura y la guerra, se
dedicasen á herbolarios para asistir á los enfermos de este, por cuyo moti-
vo habia infinitos ocupados en herborizar. [Calan cha, pág. 377 J. Por estas
razones debemos reputar á los indios por los padres y fundadores de la bo-
tánica del Perú.
[1 ] La tenacidad con que los indios procuraban ocultar sus conocimientos
álos Europeos, se colige de la enunciada carta de Pedro de Osma, cuya fe-
cha es en Lima á 26 de Diciembre del año de 1568. En ellale refiei'e que ha-
biendo salido á cazar con algunos amigos,conel designio de descubrir el lugar
en que criaban las vicuñas la piedra besar, por mas preguntas que hacían á
los indios sobre esta materia, se resistían y no querían descubrirles sus
secretos por el encono que les tenían se quidguam de lapidibus scire nega-
bant, ui sun nobis infeslissimi, neo sua secreta nobis innotescere vellent. Pero
habiéndoselos revelado un indiecito de 10 á 12 años, al instante sus paisa-
nos lo quisieron degollar. Protegiólo Osma, y descuidándose en custodiar-
lo con el recreo de la caza, se lo robaron y sacrificaron.
[2] Cieza, Gomara y Zarate fueron los primeros historiadores, que cuida-
ron de dar algunas noticias acerca de las plantas alimentosas y medicina-
les del Perú. Garcilaso, D. Antonio de León Pinelo, y el Maestro Calancha
lo ejecutaron con mas extensión y puntualidad. A los historiadores debe-
remos unir los poetas. Entre los nuestros solo ha tratado de esta materia
D. Pedro de Peralta en su "Lirna fundada."
[3] Entre los peregrinos deberá ser el primero en el tiempo el ya men-
cionado Pedro de Osma, soldado de profesión y que vino al Perú desde los
primeros años de la" conquista. En la carta á Monardes le dá razón de al-
gunas plantas, y manifiesta haber sido hombre de talento. El segundo es el
P. José de Acosta, á quien su "Historia natural" le ha merecido él título de
Plinio español. Vino al Perú hacia el año de 1572, esto es, 40 años después
—344—
Los aunque dotados de todas las nociones necesa-
posteriores,
rias para arreglar vastos acopios, no los lograron; ó porque re-
corrieron únicamente la costa [1], ó si se internaron, fué solo
para experimentar el dolor de ver perdido el fruto de sus pre-
ciosos trabajos [2].
El año 78 del feliz siglo en que vivimos, es en el que debe
fijarse la época de la botánica del Perú. El señor D. Carlos III
aquel monarca augusto, cuyo nombre no puede recordarse sin
elogio, destinó en él una expedición de hombres inteligentes,
que observase, descubriese y aprovechase las producciones
que presenta el reino vegetal en esta parte de sus dominios [3].
Entonces fué cuando se vieron recorrer con un ojo especulati-
vo y exacto, no solo las campañas de la parte poblada del
Perú, sino también las nunca registradas montañas de los An-
des: aquel rico tesoro de las preciosidades de la naturaleza,
donde esta madre benigna y sustentadora de los mortales ha
desplegado toda la fuerza de su inagotable fecundidad. Pare-
ce que en oposición con el arte lia querido manifestar en ellas,
no necesita el auxilio del débil brazo de los humanos para os-
tentar su magnificencia y vigor. Diez años de una aplicación

de la muerte de Atahuallpa, en la que es regular se fije la época de la con-


quista. El tercero es el Dr.Matias de Porres, médico de Cámara del Exento,
señor príncipe deEsquilache, virey que fué de estos reinos, por los años de
1615. Escribió un libro en octavo sobre las virtudes de todas las frutas y
semillas de este reino, que se imprimió en Lima, año de 1621. Igualmente
escribió otro intitulado "Concordancias medicinales", en que toca muchas
plantas del reino que poseían estas virtudes. El cuarto y el quinto son los
licenciados Calderón y Robles, que asociados escribieron un libro acerca de
las plantas del reino.
[]J Por los años de 1709, 10 y 11, el P. Luis Fevillé recorrió las costas
del Perú, delineando y describiendo según el sistema de Toumefort algu-
nas de las plantas que habitan en ellas, como se vé en sus Diarios.
[2] El año de 1736, llegó al Perú la célebre expedición destinada á me-
dir los grados terrestres bajo el Ecuador, compuesta por los académicos pa-
risienses MM. Godin, Bouguer y La Condamine, y los Excmos. señores
Juan y Ulloa. Con los primeros vino por botánico D. José Jussieu, y por
designador Mr. de Morainville. Mr. Jussieu, después de haber trabajado
infinito en la botánica del Perú, en su regreso para la Europa, le robó en
Buenos Aires el mozo que le servia la petaca de acopios, creyendo hubiese
en ella algún dinero. Despojado de estos frutos preciosos de su sudor y
grandes conocimientos, tuvo que regresar á Lima; pero agobiado ya de la
edad, y trabajos de sus continuadas excursiones, no pudo restaurar esta
pérdida.
[3] En el año de 1778, época de la botánica del Peni, llegó á él la expe-
dición destinada á inquirir con fruto y acierto sus producciones vegetales.
Componíase de tres botánicos sexuaíistas: Mr Dombey, por la Corte de
i

París; D. Hipólito Buiz, quien merece el título de "Lineo del Perú," y D.


José Pavón, por la de Madrid. Por dibujantes vinieron D. José Brunette y
D. Isidro Galvez. Concluida esta expedición, han quedado para continuar-
la y fundar el Jardin Botánico, como se apunta arriba, D. Juan Tafaya
y
D. Francisco Pulgar.
—345—
incansable, y de un estudio profundo llenaron de riquezas á
esta compañía botánica, que restituida á la Península matriz,
las emplea en la grande obra de la Flora peruana.
Émulo de las glorias y virtudes de su agnstó padre, el pací-
fico sucesor del Salomón de España continúa igual protección
á favor de la historia natural. Una nueva expedición, dirigi-
da por el acreditado talento del señor D. Alejandro Malaspi-
na, recorre velozmente todo el reino por mar y por tierra, para
adelantar los pasos de la primera [1]. Al mismo tiempo se
buscan y ordenan los medios mas oportunos para fundar una
cátedra yjardin botánico en la capital del Perú. Nuestro la-
borioso botánico, asociado al perito designador D. Francisco
Pulgar, debe impedir la extinción de las luces derramadas en
él, y mantener un giro perpetuo entre las Montañas, Lima y el
Jardín de Madrid. La Flora Peruana, aumentada con nuevos
y continuos socorros, será un monumento eterno de la sabidu-
ría y magnificencia de dos gloriosos príncipes, un tesoro opu-
lento del reino vegetal, y el testimonio mas auténtico que acre-
dite que el Perú no abunda menos en preciosos metales que
en plantas exquisitas. No" se crea con todo, que la cole cción
fl] En el año pasado de 1790. Los resultados de esta expedición harán
mas visible al Perú, no solo por la parte de su navegación, sino también
por los conocimientos del estado político y civil del reino, de su agricul-
tura, comercio y minería, y finalmente por el de su historia natural. Don
Antonio Pineda y Ramírez, primer teniente de Guardias españolas, es. el
encargado de este último ramo. Este sabio naturalista, á quien por un tri-
buto de justicia debemos llamar el Waller de nuestra nación, ha dirigido
sus investigaciones con particularidad á la litología, tetrapodología, orni-
tología, ictiología y á la quimia. D. Tad^o Haencke y D. Luis Neé han de-
sempeñado la botánica en toda su extensión. Haencke es discípulo del cé-
lebre Mr. Jacquin, y alumno del laboratorio químico del insigne consejero
Bom. Sus disquisiciones han sido trascendentales también á la metalur-
gia, mineralogía, entomología, etc., uniendo á la viveza propia de su edad
lozana unas luces nada comunes, así en la teórica como en la práctica. D.
Luis Xeé, prendado de iguales conocimientos y actividad, aunque en una
edad mas provecta, ha procurado enriquecer la botánica con el fruto de sus
indagaciones.
En esta breve historia de la botánica del Perú, hemos numerado Tínica-
mente los profesores que hemos podido averiguar haber estado en el reino,
sin contar los infinitos que por noticias han escrito acerca de ella desde la
Europa ú otra cualquiera parte, pues el ejecutarlo seria impertinente. La
concluiremos nombrando los sabios que en el dia la protejen, y que por es-
ta razón se han hecho acreedores á que se transmitan sus nombres á la pos-
teridad en las plantas que se les han consagrado. Son estos: el P. Francis
co González Laguna, de la Religión délos Agonizantes, encargado déla
fundación y dirección del Jardín Botánico de Lima. Dedicóle D. Hipólito
Ruiz la "Gonzáletia dependens" que habita en las montañas. El D. D. Cos-
me Bueno, cosmógrafo mayor del Perú, socio de la Academia Médico Ma-
tritense, á quien consagró el mismo botánico la "Cósmea balsamífera" lla-
mada vulgarmente ''Limoncillo." El D. D. Gabriel Moreno, médico de esta
ciudad. Dedicóle Mr. Dombey la "Peruana morena," llamada vulgarmente
''Rosario" en el pueblo de Chauchin, en donde habita.
—346—
inestimable que hemos mencionado, ha dejado exhaustas sus
producciones en este género. A
pesar de la multitud de no
conocidas y raras plantas que en ella aparecieren al lado de
las descritas, se debe reputar por un catálogo de solo aquellas
que habitan las fronteras de los Andes. La falta de veredas
para penetrar sus espacios llanos y multiplicadas quebradas,
los pantanos profundos, y los bosques enmarañados han sido
y son un obstáculo insuperable á su especulación atenta. Era
preciso para esto, que la nación entrase en las miras benéficas
del soberano, y coadyuvase á los laudables esfuerzos de los
pocos que han tomado el honroso empeño de facilitar su en-
trada. Con el designio de inspirarles semejantes sentimientos
nos acercamos á la conclusión del tomo I, de nuestro Periódi-
co, apuntándole con una pluma imparcial y bienhechora las
ventajas generales que le resultarían do su descubrimiento y
cultivo. La utilidad común, repetiremos por instantes, es el
alma de nuestras tareas, y son imponderables las particulares
que ofrece el estudio de la botánica á las artes, á las ciencias
y al Perú.
Todos los vegetales, desde el humilde musco hasta el copo-
so y soberbio cedro, están destinados al servicio del hombre,
monarca en la naturaleza. Los unos los sustentan, los otros lo
visten: otros reparan su salud, y todos juntos elevan su espíritu
á rendir el homenaje de gratitud y sumisión debido al Autor
Supremo, que viste de pompa y fragancia las campiñas. Sa-
lomón, en toda su gloria y fausto majestuoso, no era compara-
ble al matizado lirio, que nace en las selvas (1).
Para que estas encantadoras criaturas tributen al hombre,
solo es necesario que él aclare sus derechos con la aplicación
y el estudio. La multitud de aquellas, y lo frágil de nuestra
memoria exigen se ejecute con método y por partes. La mis-
ma naturaleza nos amonesta semejante conducta, presentán-
donos la sabia distribución que hace del reino vegetal. Carac-
teres tan permanentes, sensibles y multiplicados como los que
diferencian al perro en los cuadrúpedos, al escarabajo entre
los insectos, y como la variedad de picos que distinguen las
aves, forman y separan en él unas familias de otras. Este des-
cubrimiento debería ser el fundamento, único de la botánica,
y la guía de nuestras ideas, si se pudiera adelantar hasta su
fin. Pero la naturaleza, contenta con haber revelado su uni-
formidad en la división de todos los seres,. no ha querido eje-
cutarlo en cuanto al conocimiento peculiar de cada uno de
ellos. Presentando á nuestros ojos una multitud de plantas
desmidas al parecer de relaciones uniformes entre sí, nos ha

(1) Matth., cap. 6, v. 26.


—347—
sumergido en incertidumbre de no saber á qué familia de
la
las naturales pertenecen. Está reservada la gran empresa de
completar el método natural para otro siglo mas filosófico, ó
al menos mas feliz que el presente.
El arte ha entrado á suplir la debilidad de la penetración
humana. Se han inventado sistemas que imitando en cuanto es
posible aquella sagaz economía, sean el hilo de Ariadna que
nos conduzca por el giro de nuestras oscuras investigaciones
á la mansión de la luz (1). El sistema debe ser la reunión de
divisiones y subdivisiones, apoyadas en principios estables y
determinados; en señales que aunque menos sensibles y mul-
tiplicadas, que las que constituyen \sls familias naturales, sean
mas sencillas, mas generales, y tan seguras como ellas: pues
su objeto es fijar nuestros conocimientos y aliviar la memo-
ria. Él método que ha parecido mas oportuno, es el de dividir
el reino de los vegetales: 1? en clases 6 familias; 2? en órde-
nes ó secciones; 3? en géneros; 4? en especies; 5? en variedades;
6? en individuos.
La clase requiere ser indicada por un carácter general, que
se adopte para la primera división. El orden debe subdividir
la clase por un carácter menos aparente, pero tan general co-
mo el de la clase. El orden en cierto modo es una cla-
se subalterna. El género parte el orden, considerando en
las plantas, además del carácter clásico y del orden, re-
laciones constantes en sus partes esenciales. Las especies son
miembros del género denotadas por la consideración de par-
tes menos esenciales, pero que distinguen constantemente unas
de otras. Las variedades subdividen las especies por aquellas
diferencias únicamente accidentales, que se encuentran en sus
individuos. El individuo es el último término de la división:
es la planta ó ser que buscamos, y que detiene, las inquisicio-
nes del botanista, para que la contemple sola é independiente
de su especie, de su género, de su orden y de su clase.
Por medio de estas diversas secciones, se reduce el vasto im-
perio de los vegetales á representar un pueblo, ó un ejército
numeroso, pero bien arreglado (2). Si todos viviéramos sin
tener morada señalada, seria imposible ordenar el comercio,
ni los demás efectos de la sociedad civil. ¡Qué laberinto sería
ver á los hombres vagar revueltos unos con otros £in concier-
to ni fijeza! ¡Ouáutos pasos, cuánto tiempo debería ocuparse
para encontrar y descubrir aquel en cuyas deliberaciones es-

(1) Filum ariadnceum Botanices est systema, sine quo chaos est res herbaria.
Lian., Phüosoph., § 116.
(2) Ni8i in ordines redigantur plantoz, et veluti castrorum ocies distribuan-
tur tn suas elasses, omnia Jluctuari necesse est Caesalpin,
—348—
tribaba el giro de nuestros asuntos! La división de la ciudad
en plazas y calles, la de estas en cuarteles, los cuarteles en
barrios, los barrios en casas, y estas en aposentos nos llevan
sucesiva y fácilmente, por los números y señales que los dis-
tinguen, al lugar del poderoso, del noble y del plebeyo; y pro-
porcionan expedir con celeridad los resultados de la dependen-
cia ó el convenio. La división en regimientos, batallones, com-
pañías y soldados, presenta igual ventaja á una armada nu-
merosa. La de clases, órdenes, géneros, especies, variedades é
individuos dá el mismo resultado en la investigación de las
plantas.
Sin este método, si el filósofo, teniendo presente al narcizo,
v. gr., quisiere buscar entre las descripciones de diez mil plan-
tas (1) la que le corresponde y hace conocer científicamente,
le seria indispensable irlas repasando de una en una,aventura-
do á la casualidad de encontrarla en el medio, si tal vez no se
hallaba al fin. El carácter general de la clase, procediendo
sistemáticamente, le ahorra al primer golpe de vista el inmen-
so trabajo de mas de nueve mil y quinientas plantas, y le anun-
cia que debe solo rejistrarlá entre quinientas. Sucede el ca-
rácter del orden, y le rebaja las cuatrocientas. El del generóse
las reduce al número de 20, entre las cuales el específico le ha-
rá conocer el narciso por todos sus aspectos y variedades. Con
tal rapidez y facilidad nos conduce un sistema bien ordenado
al descubrimiento y contemplación de cualquier planta.
Los primeros cultivadores del reino vegetal previeron estas
ventajas, ó hicieron sus esfuerzos á fin de metodizar sus colec-
ciones; pero el entendimiento humano marcha á paso lento (2).
Los caracteres clásicos y genéricos, que son el fundamento
del sistema, debían deducirse de las partes esenciales de las
plantas; pues según hemos observado, deben ser, sino tan sen-
sibles y multiplicados como los que constituyen las familias
naturales, mas sencillos, generales y tan fijos como ellos. Esta
operación requería muchos siglos de observaciones y análisis
que desentrañasen, si era posible, cada uno de los vejetales.
Faltó uno y otro socorro á los padres de la botánica, y se vie-
ron obligados á valerse de las señales mas aparentes y por la
misma razón falibles. Los usos, las virtudes, calidades varia-
bles, hojas, raíces, varia dimensión, vida y lugar nativo délas
plantas, tomados por elementos del orden, no sirvieron sino
para inutilizar sus trabajos. Caracteres expuestos á mil muta-

(1) Pasan ya de veinte mil las especies, según los autores que cuentan
entre ellas las variedades. Eebajan la mitad los que no las numeran.

(2) Non omnia grandior cutas


Nos quce scimus liabet; seris venit usus ab annis.
—349—
ciones, solo pudieron producir en la posteridad la incertidum-
bre, y el dolor de no poder rastrear por ellos una multitud de
las que ocupan las historias de Teofrasto, Aristóteles y Pu-
nió.
A Conrado Gesnero debe esta ciencia el haber indicado sus
verdaderos fundamentos, señalando las partes de la fructifica-
ción, esto es, la flor, el fruto y semillas, por base y origen de
donde debian dimanar sus caracteres clásicos y genéricos (1).
Dictamen tanto mas plausible y acertado, cuanto estando las
enunciadas partes destinadas á la reproducción del individuo,
era preciso fuesen las mas constantes y generales. Los sabios
adelantaron sucesivamente una idea que se- ofrecia al enten-
dimiento únicamente para convencerlo. Aventajóse José Pi-
tón de Tournefort. Su método establecido sobre la corola y el
fruto, que publicó el año de 1694, cubrió de gloria á la nación
francesa. En este momento figuran los progresos del enten-
dimiento humano en la clasificación de las plantas, los cre-
púsculos del alba que empiezan á sacar el orbe del seno de las
tinieblas. Nació Lineo, y brilló entonces la claridad del diaen
todo el vasto y admirable imperio de los vegetales. Tourne-
fort es respecto de éste ilustre naturalista, lo que Descartes
respecto de Newton. Los dos Franceses presentaron la física
y la botánica bajo de un nuevo aspecto: las despojaron de las
quimeras que las oscurecían: desterraron su incertidumbre, y
prepararon su perfección. Newton y Lineo se hubieran inmor-
talizado, con solo haber mejorado y concluido las obras de sus
predecesores; pero dotados de un genio criador, no pudieron
contenerse entre los límites de reformadores, y se avanzaron
á desQubrir otros senderos que aunque condujesen á un mis-
mo fin, fuesen mas brillantes y dignos del excelso talento que
los constituía superiores al resto de los filósofos.
Carlos Lineo, esclarecido con las luces de sus antepasados,
enriquecido de un inmenso acopio de observaciones, dotado de
un genio penetrante, laborioso y nacido para inquirir los mis-
terios del reino vegetal, se acerca a descubrirlos. Levanta con
tiento el velo que los oculta á los ojos de los mortales, sin
atreverse á introducirla mano temeraria que viola el santua-
rio de la naturaleza. Contempla la sagaz economía con que
viste de verdores al prado, de matices los verjeles, y de fron-
dosos árboles las selvas. La atención, decia el célebre Male-
branche, es una especie de oración natural, con la que el filó-
sofo imj)lora á la Divinidad le imprima las ideas y nociones
de las cosas. La de Lineo fué seguramente una de las mas efi-

(]) Año de 1560.


Tom. vi Literatura —i7
—350—
caces y fructuosas. En ella se le revelaron muchas de aquellas
relaciones que podían favorecer el adelantamiento del método
de la naturaleza. (1). Y
lo que es mas admirable, allí vio que
la planta, émula del animal, se reproducía por un mismo me-
dio, por la unión del sexo masculino y femenino, y perpetua-
ba sus generaciones. La corola es el hermosísimo palacio des-
tinado á celebrar las nupcias de los vegetales. Los pétalos son
las amables niufas que autorizan estas bodas. El cáliz es el le-
cho conyugal. Los estambres y el pistilo son los esposos que,
dotados de todas las partes correspondientes, se asocian en el
instante de la fructificación. Entonces penetra el aura seminal
hasta el germen ú ovario, y fecunda el grano, que es el huevo
que contiene los delineamientos primordiales de la planta,
que se desenvolverá y crecerá con los jugos de la tierra (2).
Herido vivamente de este descubrimiento nuestro incom-
parable botánico, cree haber encontrado en él los fundamen-
tos sólidos de un sistema sabio é invariable, para metodizar
todas las producciones del reino vegetal, y lo establece (3).
Los estambres ó machos le dieron los caracteres clásicos: el
pistilo, esto es, la hembra, le presentó los de las órdenes. Unos
y otros, unidos á las demás partes interesadas en la fructifica-
ción, los caracteres genéricos. El hábito ó aspecto de la plan-
ta, constituye el de la especie. La especie y- el género son de-
bidos á la naturaleza: la clase y el orden, á la naturaleza y el
arte (4). Desde luego, como la distribución de las clases, ór-
denes y génercjs, ha de ir arreglada al número, figura, situa-

(1) Considérense sus fragmentos acerca del método natural, puestos en


varias partes de sus obras, y se comprenderá hasta dónde avanzó en su ade-
lantamiento.
(2) Lin., loe. cit. § 146.

(3) El precioso descubrimiento del sexo en las plantas, y fundación del


sistema sexual alarmó á los implacables filósofos contra Lineo. Se publicó,
que esta producción original se bailaba dibujada en la mas remota anti-
güedad; en los escritos de Aristóteles y Teofrasto. Pero también David
Gregori [Astron. phys., tom. 1J soñó, que el sistema de la atracción se en-
contraba en Plutarco, en Stobeo, Laercio, etc¿ El corazón es el principio
activo del entendimiento humano, y este no hace sino juzgar según la si-
tuación y pasiones de aquel, cuando le parece está despreocupado, y ani-
mado de solo el amor á la verdad. El prudente Lineo contestó con estos
dos versecitos dignos de esculpirse en el oro, el cedro y el marfil
Pascitur in vivis livor: post fata requiescit.
Tune suus ex mérito quemque tuetur honos.
[Spec. plantar., tom. l.J
MM. Adanson y Necker han seguido un rumbo opuesto en sus impugna-
ciones. Han negado el sexo en muchas familias. El segundo desafió á los
siglos presentes y venideros á que lo descubriesen en los muscos. Pero Mr.
Beauvois aceptó este reto quijotesco, y triunfó de Necker.
(4; Lin., Pbilosoph., * 162.
—351—
ciou y proporción de las partes referidas (1). El retrato gene-
ral que acabamos de hacer admite algunas excepciones, pero
no es este él lugar de explicarlas; solo sí el advertir que este
ingenioso sistema, parto de las meditaciones, estudio y pro-
fundos conocimientos de un naturalista inimitable, es el que
va á dirigir nuestras descripciones.
Arreglado á él, se irán §ucesivamente presentando las plan-
tas del Perú. La relación mas órnenos estrecha que tuvieren
con las necesidades del hombre, será la que señale la prefe-
rencia en la elección. Ocuparán el último lugar las de puro
recreo. En todas aparecerán bien notados la clase, el orden,
el género y la especie á que pertenecieren en el enunciado sis-
tema, y las variedades que tuviesen. Las mas interesantes se
acompañarán de disertaciones, en que con claridad y exacti-
tud se exponga cuanto se refiriese á su cultivo, á su acopio y
adelantamientos de su expendio y valor. Así se señalarán los
terrenos propios para el sembrío, el orden con que deben dispo-
nerse, los cuidados necesarios desde el nacimiento del vegetal
hasta su fructificación: el método de cosechar sus produccio-
nes, prepararlas y hacerlas estimables.
Por esta inducción se percibe muy bien, cuántas utilidades
pueden resultar á las artes, á las ciencias y al Perú, mediante
las tareas de D. Juan Tafaya, y los desvelos de la Sociedad,
La agricultura podrá mejorarse con las luces que vamos á es-
parcir sobre ella, y salir del miserable abandono en que se ha-
lla. En consecuencia crecerá nuestro comercio, ya por el
aumento de esta, ya por los vegetales que puedan descubrirse
para sustentar, fecundar y propagar los cuadrúpedos, y dupli-
car las utilidades que de ellos deducimos (2), ya por las plan-
tas y árboles relativos á los tintes, ajuares y demás fines que
hemos expuesto en otra parte (3). La historia natural, la fí-
sica y la medicina dilatarán sus términos. La tercera en es-
pecial se verá enriquecida no solo con nuevos específicos, sino

(1) Nota característica omnis erui clebet á numero, figura, proportione, et


.

situ omnium partium fructifteationis. (Lin., loe. cit., § 167).


Si Mr. Laniark hubiera consultado este axioma fundamental, no hubiera
afirmado [Encyclop., part. I, tom. 2, Botánica, pág. 396] que Lineo no cui-
dó de la inserción de los estambres. Pero por el discurso que precede al
enunciado Diccionario se conoce que el caballero Lamark no penetró ó nó
quizo penetrar todas las partes que fundan el sistema sexual.
(2) En las pampas de Bombón se cria una yerba llamada por los indios
callua-callua, la que dada al ganado lanar tres meses antes de la esquilma
de tres en tres dias, mezclada con sal, lo puebla de [abundante lana. La
hualgua ó barba Jovis, especie de psoralea, es excelente para libertarlo de.
la peste.
(3) Véanse los Mercurios 32 y 33. Entre las plantas indígenas que crecen
expontáneamente en nuestras montañas, debe numerarse el café. Descu-
briéronlo el año de 85 los célebres botánicos del Perú, Ruiz y Pavón, al
—352—
también con él conocimiento de las plantas snccedáneas de
las que se conducen de Europa, y que no se usan por igno-
rancia (1). Se evitarán igualmente los errores perjudiciales
muchas veces á la salud pública, que causa esta misma equi-
vocando unas plantas con otras, y recetando las que no exis-
ten. Nuestros jardines, hermoseados de raras y lozanas flo-
res, disputarán la preeminencia al Tempe y al Elisio. La unión,
en fin, de estas ventajas formará la universal de todo el Perú.
Tal es el diseño de las utilidades que ofrece el estudio déla
botánica a la comodidad, ilustración y honesto placer del hom-
bre. Utilidades reales, que han estimulado á los príncipes de
la Europa á protejerlo con tanta liberalidad y esmero, y saca-
do á los sabios del dulce reposo, aventurándolos á la incle-
mencia, al viento y á las ondas con el objeto único de inquirir
en los paises extraños las producciones del reino vegetal, y
aprovecharse de ellas (2). Y cuando la naturaleza presenta
tantas y tan varias á los ojos del Peruano: cuando su monarca
es el primero que favorece y propende á sus investigaciones,
¿no concurrirán á este noble fin los buenos patricios? ¿Se que-
dará solo en proyecto el Jardin botánico de Lima? Boma, Pa-
rís y Madrid tienen reconocido el talento de los peruanos para

pié de la cuesta de Carpís, y principio de la quebrada de Chinchan, en la


provincia de Huánuco. Acopiaron alguno, del que regalaron al Excmo. se-
ñor Lacrois y al señor D. Jorje Escobedo, y se reputó ser de una calidad
superior Tafaya.
(1) Tenemos varias especies de Icipericon, sen, valeriana, etc., que en al-
gunos pueblecitos de la Sierra se usan con provecho, y en la capital es pre-
ciso valerse de las que se traen de Europa, por no conocer las que tenemos.
Por el contrario se recetan la ortiga, la Medra terrestre, el cardo santo, etc.,
para que obren según las virtudes que se les ponen en los libros, y ningu-
na de las tres se aplica; porque en lugar de la primera usan la loosa urens,
equivocan la segunda con el ceneeio y el eupatorio, y sustituyen al tercero
el pernicioso argémone. De aquí pasan á otras equivocaciones mas nota-
bles, usando varias especies de solanes, y plantas acres hasta en las infla-
maciones.
(2) Las expediciones dirigidas en el presente siglo, de Suecia, Londres y
París, á investigar las producciones vegetales en las cuatro partes de la
tierra, dan á entender que sus príncipes no son menos magníficos que Ale-
jandro el Grande. Este ilustre héroe promovió el estudio de la historia na-
tural dando 800 talentos á su maestro Aristóteles, y cuantos recursos nece-
sitaba para escribirla. La España desde mucho tiempo atrás viene acredi-
tando el gusto y generosidad de sus monarcas en esta parte. El señor Feli-
pe II gastó 92 mil pesos en las peregrinaciones de Hernández á Méjico. No
importará menos la de los botánicos dirigidos á él por el señor Carlos III,
y continuados por nuestro glorioso rey. Consta de varias cédulas que se
encuentran en los archivos de Palacio, y de. un parecer dado por el señor
Solórzano, que igualmente han instado sobre el mismo asunto en el Perú
desde el año 1608 y se renovó- la misma instancia en el de 1621. Los costos
tos de la expedición penúltii na dirigida á él, pasan de cien mil pesos, y
continúan parala verificado n de la Flora Peruana, y Jardin Botánico (\e
Lima.
PLANO DE LOS DOS CAMINOS NUEVO YANTIGUO DE LIMA AL CALLAO
CONSTRUIDO EL PRIMERO POR ORDEN DEL EXMO SO~R VIRREY MARQUES DE OSORND. ANO DE 1800.

//

5oo 1000

1. Parte de la Wurulla de la Huerta y Cha,;;, de Laso Chacra dr /tqui/ai 19. Ydm de Cordones. 25, La tg ,a,l„

2. Calle, de las tfajuirenas Charra del Caá, Ir de las Te Ydm de Tabeada.. 20. Acequias de Riego '26. Plana del R. 1 Felipe del Callao.
3. Ydm del Callao. //„„,;, Yd. de Baauisano. 21. Parte del Puebla de liellaai.H a 27. Cu,,,,,, o al Caerle de S." Rafael

4. Yd de la Portada Estanque de la Legua Y, I de Villegas 22. Ranchos de Yndios Pescadores 28. Pilgua as a ha ría rea la
5. Molino de Galo Charra de Concha Yd de la/uerdr 23. Pabla,;,,,, del Calla,, 29. La „u , brava

(i. Chacra de Pomiano Capilla i/ Charra de la Lt% Yd de Ramirex.. %: El Huelle 30. Cu mu a antiguo de Lima ul Ca

PORTADA NUEVA DEL CALLAO SUPLEMENTO DEL CAMINO


PLAZA DE LA REYNA. PLAZA DEL MARQ? DE 0S0RN0.
EN LA MURALLA DE LIMA. NUEVO Y PASEOS

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Y M /'/„;„ del Consulado


A Portada nueva que llaman del Callar E Sardinel o' Carura,;,,,, de los m /'/„<.,, ,/e la llega,, Gradas a lineas circulares ,/e asientos

B Casa del Guarda de la Curiada Y Escarpe empednado (i Salidas paj-a las contornas exteriores de N ¡luldurus Jarrones g Sauces con ancq' I! Ydm ,/e liellauísta

C Camino nuera en Ierra/Cea ó Cu /:„,/„ /Cu- K Paseos de a pie la Mural/a que circundan C PlaM S Yd del callao

lar la ha-, del Ierre,,,, L P /'laxa del Marques .le


!

Gsorno () Esptídones gara que na entren raballe


H Líneas de arboles y sus a&equi !),,.< Leones sobre pedestales
Wuros dr Cal rías ea los g,,,;;,, ,/e a pie
I)
y canto o estrivos ,/r la Cal:,,,/,,

obra del Camino, secosteo pr<U R. fribun.l del Cónsul? p'C mano de su Cmu,;,r" ,/ Caba/l? del (Jrh S„,,i"/i" tntonio /:/,-.„/,/,
Ñola. Lastres PIokos ultimas de esta explicación san de construcción iguala UdU Warques de. Osorno. y la '
1
y ,/e
—353—
la historia natural [1]. Su país es acaso el mas pingüe en ve-
getales de toda la tierra: y la capital, bajo un gobierno aman-
te de las ciencias, disfruta el honor de tener muchos hombres
esclarecidos.

DISCURSO HISTÓRICO SOBRE EL NUEVO CAMINO DEL CALLAO,


CONSTRUIDO DE ORDEN DEL ÍLUSTRÍSIMO SEÑOR MARQUÉS
DE OSORNO, VIREY GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DEL
PERÚ, POR EL DOCTOR HIPÓLITO UNANUE, AÑO DE 1801.

Los caminos son entre los establecimientos públicos los que


mejor caracterizan el grado de civilización de un Estado, el
talento y gobierno que lo rigen: porque á manera de las arte-
rias en el cuerpo natural forman en el político los canales por
dond# giran los espíritus que lo animan y vivifican. Las ideas
no se desenvuelven en los hombres, ni adquieren valor las
obras de sus manos, sino en razón de la comunicación que tie-

(]) El peruano Franco Dávila se hizo célebre en Paris por su Gabinete


. de historia natural, y en todo el mundo por el catálogo que publicó, divi-
dido en tres tomos, de las preciosidades que contenia. Después de haber
disfrutado en Francia el aprecio do los sabios de Europa por el espacio de
20 años, pasó á Madrid por orden del señor D. Carlos líl á fundar y ser
primer director del Gabinete de historia natural, donde falleció pocos anos
há. El elogio que le hizo desde Roma el P. Roselli es capaz de inmortalizar
al Perú. Los Españoles han sido reputados por las demás naciones de Eu-
ropa como extrangeros en la historia natural. Roselli, para demostrarlo
contrario, dice: Sed satis erit indicasse opus egregiwm gallice conseriptum hoc
titulo: "Catalogue systématique et rai'sounó des cnriosités de la nature et
de l'art qui composent le Cabinet de M. Dávila 2 " edituin Parisiis atino 1767.
In eo extat admiranda plañe colleetir'mm rerum rarissimarum pertinenihim ad
regna animalium et vegetabilhim,tamterrestium, quaúmarinontmjet ad, varios
ordines lapidum, mineraliinn, bituminum,fossillium, etc., quas pnefatus Dá-
vila magnis laboribus et impendiis eolhgcrat spatio plurium annorum. Qwe
quidem colleetio initium dedit Regio Musteo de historia naiurali á cathplico
rege Carolo III Matriti exciiato. [Pililos., tom. 4, pág. 184, in notis.\ No es
menos notable el elogio que hace al mismo Dávila el famoso M. Adanson:
"Ce cabinet (dicej, vraisemblablement le plus riche qu'aucun particulier
ait encoré formé, surtout quant á la partie de l'histoire naturelle, est d'au-
tant plus précieux qu'il renferme des suites immenses des productions des
trois régnes de la nature. II serait fácheux que cette Collection, qui nous
est tres connne, et qui est destinée á étre mise en vente, fút démembrée et
dispersée dans divers petits eabinets particuliers, étant tros digne de
l'attention de quelque seoverain qui enferait l'acquisition, autant par mag-
nificence que pourprocurer á ses peuples des objets de connaissances na-
turelles, cíont l'application bien entendue méne le plus souveut á quelque
chose d'utile pour le commerce déla société.,' [Gatal. si/stem. et raison. de
M. Dávila. tom. l.J
—354—
nen entre sí sus diversas Sociedades. El salvaje aislado en
medio de los bosques apenas puede formar hordas miserables
en cuya holgazanería y estupidez se sepultan su alma y cora-
zón [1]. Los pueblos en comercio se frotan y electrizan recí-
procamente. De este choque nace el deseo natural de aventa-
jarse, y todo va á tener vida bajo su poderosa influencia. El
entendimiento hace uso del don precioso de la reflexión, y es-
ta luz primera es la aurora de una sabiduría benéfica, que me-
jorando la parte mas noble del hombre, lo coloca en el alto
destino que lo separa de la naturaleza irracional. Su mano su-
cesivamente pone en movimiento las obras de la Creación y
produce las del Arte. Cultiva la tierra madre de su subsisten-
cia, explota las minas manantial de su riqueza, expide el co-
mercio hijo de su industria, padre de su esplendor é influjos
en la balanza del poder humano.
Este bello conjunto de cosas, que distinguen al hombre so-
cial del hombre salvaje, es debido á los caminos que se fran-
queó el primero, y su carencia procede del encierro en que vi-
ve el segundo. Puede decirse que aquellos han sido el prime-
ro y el último paso que se ha dado sobre la tierra el Género
Humano hacia su civilización. Esparcido en su infancia por
vastas soledades y bosques enmarañados, demarcó aquellas y
rozó estos para abrir senderos que estableciesen relaciones
entre algunas de sus partes. Por este medio se reunieron sus
individuos, echaron los cimientos de las villas y ciudades y se
formaron las Eepúblicas y los Imperios. Creciendo ambos en
sus comunicaciones, florecieron en las Artes y el Poder, y des-
de entonces fue preciso se dilatasen los caminos por los cua-
les debia viajar no solo el traficante, si también el conquista-
dor; y que en la comodidad y aseo con que estaban fabricados
se manifestase el gusto, la autoridad y magnificencia de la
Nación que los tenia.
De allí es que todos los pueblos que han figurado con glo-
ria sobre la tierra, miraron como una desús instituciones mas
útiles la abertura y construcción de grandes vias, y confiaron
el cuidado de ellas á sus primeros personajes. ¡Qué ideas tan
tristes ofrece á la imaginación la pintura de la África moder-

(1) Una secta de entusiastas suplicaba poco há á los salvajes no abrie-


sen sus bosques al hombre civilizado. Creían que la verdadera felicidad era
vivir con ellos y ser sepultados después de la muerte al pié de un árbol
frondoso, cuya copa hiciese sombra á sus cenizas. Llegó di a en que algunos
de estos fanáticos fuesen con otros inocentes expatriados á la Cayena y
costas bárbaras de la América; donde podiau gozar tranquilos placeres por
que tanto suspiraban. Pero entonces sobreviviéronlos terrores de vivir en-
tre monos y sabandijas, y no perdonaron medio hasta el de la desespei^a-
cion por evitar estas locas cabezas suerte tan infeliz.
—355—
na comparada con el retrato de la antigua! ¿Se creerá que las
costas con que ciñe al Mediterráneo esta parte del mundo, y
en que las costumbres corresponden al nombre que tienen de
barbarie, sean las mismas en que existieron el Egipto y Car-
tago cunas de las ciencias y primeros maestros en el arte de
de abrir grandes canales y edificar caminos magníficos? La
luz del entendimiento no es seguramente como la del dia, que
alterna la claridad con las tinieblas renovando de continuo á
nuestros ojos el augusto espectáculo del Universo. Cuando
aquella se eclipsa sobre un horizonte, se oculta para siempre
no dejando otras trazas de haberlo iluminado que ruinas y es-
combros, que también se aniquilan bajo la irrita asoladora
del hombre anochecido en las tinieblas de su razón.
El Egipto enseñó á los griegos, y Oartago á sus vencedores
los romanos. Situados los primeros en las islas y costas del
Egéo, tenian menos necesidad de caminos que de Marina. El
haberse encomendado á Epaminoudas el cuidar de ellos por
humillarlo, acredita el poco aprecio que les merecian. Pero
este grande hombre supo ilustrar de tal modo su empleo, que
después no se permitió en toda la Grecia lo ocupasen sino los
primeros y mas respetables magistrados. Los mismos Dioses
Tutelares fueron encargados de su conservación y custodia,
colocándose sus bustos de espacio en espacio; aunque estos
númenes desempeñaron muy mal su oficio, dejándose atrope-
llar Dioses tan cultos por enemigos bárbaros.
Vencedores los romanos de Oartago llevaron á su patria en-
tre los despojos del triunfo modelos de caminos reales enlosa-
dos, cuya invención se atribuye a aquellos insignes africanos.
Los romanos conquistadores por sistema, y devorados de la
sed de gloria y cuanto pudiese perpetuar su nombre mas allá
del sepulcro, han sido entre todas las naciones que aparecie-
ron con brillo sobre la instable escena del mundo, los que ma-
nifestaron mas gusto é industria en esta especie de trabajos.
Habiendo de conducir ejércitos numerosos á los extremos del
orbe entonces conocido, abrieron por todas las provincias del
Imperio para la comodidad y disciplina de la tropa cami-
nos espaciosos y bien solados. Y como el subir triunfan-
te al Capitolio era el mayor premio de la victoria, adornaron
las entradas de la ciudad con caminos magníficos en que los
arcos y las inscripciones realzaban la solemnidad del triunfo,
y conservaban su memoria para los siglos venideros. Muchos
monumentos de esta especie han sobrevivido á las ruinas del
Imperio, siendo los principales caminos que hoy salen de la
Eoma moderna los mismos que habia construido la Eoma an-
tigua, la Roma libre y guerrera.
La ley de las doce tablas encomendaba á los Censores la
—356—
administración de los caminos, y en calidad de tal Apio Clau-
dio el ciego, emprendió el año de 442 de Eoma la primera y la
mas bella via que tuvo la capital del mundo. Saliendo de esta
se dirigía á Oapna, y el haberla distinguido con el nombre de
Via Apiana en memoria de au autor, fué bastante para que
en lo sucesivo se dedicasen muchos á construir caminos sun-
tuosos que conservasen su nombre. De allí la Via Flaininia, la
la Emiliana, y otras del tiempo de la de la Eepública. Los ca-
minos de Cesar, Augusto, y Trajano en el del Imperio. En el
Foro ó Plaza de Eoma habia una columna dorada, de donde
salian estas vías y empezaba su división, colocando de milla
en milla por invención de Cayo Graco lápidas en que estaban
Y
escritas las distancias y direcciones respectivas. en este sen-
tido son entre los latinos frecuentes las voces de milliare
aurenm, lapides milliares, adquintum lapidem, ad contessimum &.
Creciendo con el dominio de Eoma la extensión de sus ca-
minos, llegaron á contarse 10,767 leguas de caminos reales
empedrados en las provincias del Imperio, sin entrar en este
número los que atravezaban la Italia, las Galias y Germania.
En fin, tal era la correspondencia de estas famosas vias por
ambos lados del Helesponto, hoy estrecho de Constantinopla,
que sin separarse de ellas podia un viajante partir de Eoma,
por Milán á Aquilea, salir de Italia, llegar por la Esclavonia
á Coustantinopia, atravesarla ISTatolía, la Galacia y la Syria,
pasar á Antioquía, correr la Fenicia, la Palestina, el Egipto,
visitar Alejandría, entrar en Cartago, y avanzándose hasta
Cleysmos en los confines de Etiopia, pasar sobre las orillas del
MarEojo, después de haber atravesado la Europa, corrido una
parte del Asia y el África sin salir de un camino real cons-
.

truido á todo costo, con todas las proporciones del suelo, hos-
pederías, y cuanto podia desearse en viaje tan dilatado.
Se asombra la imaginación al considerar los gastos, los cui-
dados y las dificultades que ofrecian estos inmensos trabajos.
Pero si el Imperio Eomano supo llevar tan adelante el gusto
y magnificencia en un tan importante ramo de la administra-
ción pública, no han dejado con todo excederse los reinos que
en el dia dividen sus posesiones de Europa. Los nuevos ca-
minos edificados en España, los de Francia Inglaterra y Ale-
mania unidos abrazan un espacio treinta veces mayor que el
que comprendían los de Eoma en toda la extensión de sus do-
minios, aventajándolos también en la magnificencia y comodi-
dad, cuanto el genio debe ser mas delicado en la Europa di-
vidida entre diferentes Soberanos, que reunida bajo un pue-
blo tumultuoso, ó un déspota disipado aunque vencedor del
Universo. Verdad es que después del descubrimiento del Nue-
vo Mundo ha adquirido aquella parte del antiguo un aire de
—357—
grandeza en la cultura y poder á que uo llegaron los Latinos,
ni aun imaginaron los Griegos, fecundos en pinturas porlen-
tosas. Esta feliz mutación debida á las riquezas de América,
desagrada á algunos indigentes Filósofos y Estadistas que
tienen la desgracia de no participarlas.
Los monumentos antiguos conservan señales ciertas de que
el Asia, cuna del género humano, y de las primeras monar-
quías, tuvo el propio gusto para los caminos que el África y
Europa. Los Hebreos estaban obligados por leyes expresas al
aseo y conservación (1). Y Diodoro de Sicilia y Estrabon (2)
aseguran que entre los otros edificios suntuosos con que Semi-
ramis hizo tan célebre á Babilonia se contaban también í^us
caminos. La magnificencia Asiática existe en el dia en el Indos-
tan, el Jax>on y la China. En el primero el camino real que va de
Agrá á Delhí es una alameda hermosa y continuada de ciento
ochenta leguas. En el segundo de una señal que está sobre el
puente que divide la ciudad de Jedo, é imita el milliavium au-
rciun de los romanos, salen todos los caminos reales del Impe-
rio muy bien hechos, y vestidos sus lados de series de árboles
frondosos plantados á cordel.
Pero los caminos reales de la China son superiores á todo
encarecimiento. ÜNo hay país en el mundo donde un viajante
goce de mayor comodidad, vías de cerca de ochenta pies de
ancho atraviesan el Imperio: las montañas han sido en varias
provincias abatidas; en otras, como en la Chen-si, se han con-
tinuado por el aire en galerías suspendidas de una eminencia
á otra, salvando quiebras profundas y que causa temor pasar
por ellas á los que no están acostumbrados: en otras finalmen-
te se ha formado puentes, levantando pilares para sostenerlos
de una altura asombrosa. De media en media legua hay tor-
reones de madera en que están escritos con toda precisión los
caminos, sus distancias y nombres de los pueblos donde van
á terminar. De la misma manera se encuentran fuertes guar-
necidos con tropa para la seguridad de los transeúntes. Los
puentes, canales, hospederías, villas y ciudades unas sobre
otras, que por todas partes ocurren al encuentro, manifiestan
la cultura y excelente policía de aquel Imperio opulento. Los
crecidos gastos que origina la subsistencia de tan multiplica-
dos y magníficos caminos se hacen á costa del Emperador; pe-
ro en retorno el inmenso y rico comercio de que están siem-
pre cubiertos los recompensa con exceso, hace la gloria de su

(1) Steruens tliligenter \Aain. Denterom.


(2) Lib. a. 126, lib. 16, pág. 1071.
Tom. vi. Literatura — 48.
—358—
imperio, y la felicidad de sus industriosos é incalculables va-
sallos (1).
El nuevo mundo ofreció á los ojos de sus conquistadores,
en testimonio de su civilización calzadas suntuosas en Méjico:
grandes caminos en el Perú. De la plaza del Cuzco se dirigían
hacia los cuatro puntos cardinales otros tantos caminos que
terminaban en los confines del Imperio. Los mas notables eran
los que hicieron por la mayor parte en tiempo de Huayna-
Capac, penúltimo de los Emperadores, cuando adelantó sus
conquistas hasta Quito. Tenia cada uno quinientas leguas de
longitud, las mismas que median entre esta ciudad y la capi-
tal de aquella antigua monarquía: su latitud era por lo regular
de cuarenta pies. El camino que llamaban de la Sierra iba del
Sur á Norte á la espalda de la cordillera occidental: el nom-
brado de la Costa venia de Oriente á Poniente hasta topar con
esa en el valle de Chincha: aquí se dividía en dos ramos, la
una volvía al Sur para Chile, y la otra torcía al Norte para la
Línea.
Este último al atravesarlos valles regados estaba flaqueado
por muros sólidos y árboles coposos. En los desiertos se subs-
tituían maderos secos ó mol les de un verdor proporcionado á
la humedad del terreno. El camino de la Sierra era obra mas
grande, y superior en el juicio de muchos á cuanto el hombre
ha ejecutado en esta línea; no por el primor del arte, sino por
el esfuerzo y trabajo incomparable que eran necesarios para
vencer los obstáculos que oponia el terreno. ¿Cuánto costaría
abrir un camino cómodo por entre la enorme y escarpada cor-
dillera de los Andes, en cuya comparación los cerros que atra-
vezaron los romanos; y abatieron los chinos apenas merecen
el nombre de colinas? Dijo muy bien un sabio americano que
en su ejecución habia sido preciso nivelar los precipicios para
sendas y levantar montañas por calzadas (2). ¡Qué profundas
y horrorosas concavidades, en que la vista parece bajar al
abismo y subir de él los terraplenes y mamposterías! ¡Qué ás-
peras y cortadas las laderas, que empinados los riscos que fue-
ron allanados. Se comprime y estremece el corazón al mi-
rarlos.
Los rios que se encontraban al paso se atravesaban en bal-
sas ó puentes de crisnejas en forma de galerías, que ni por lo
largo, ni por las eminencias en que estaban colgadas podían
ser superadas por la de Chen-si, Cada tres leguas del Inca, á
que corresponden cinco españolas, habia un tambo espacioso
con provisiones de los frutos que pertenecían al Sol y al Mo-

(1) Histoire universelle tom. 20.


(2) Peralta, Júbilos de Lima.
—359—
narca, con vestidos y armas suficientes paya proveer un ejér-
cito entero. Así, ni los individuos en particular, ni el prínci-
pe, su comitiva y tropas llevaban otras vituallas que las pre-
cisas para pasar de un palacio, ó tambo, á otro en donde á pro-
porción de las necesidades se suministraban los auxilios gra-
ciosamente. En la eminencia de las cordilleras mas altas por
cuyos lados seguía el camino, formaron placetas, á las que se
ascendía por gradas de cantería, para que reposando allí el
viajero disfrutase de aquel espectáculo inmensamente variado
que ofrece el Perú á quien lo contempla de unas cimas mas al-
tas que la región de las nubes; y cubiertas de nieve coetánea
á sn existencia.
Imitáronla también en el camino de la costa sobre sus cor
linas y promontorios para gozar del fresco, vista del mar y
amenidad de los valles. No perdonaron trabajo por difícil que
fuera con tal que condujese á la mejor comodidad. Las aguas
que regaban los llanos eran elevadas á las eminencias por
cauces dirigidos con ingenio y arte. Los derrumbes y preci-
picios, aunque los rodease un mar profundo, eran calzados por
piedras de cantería traídas de larga distancia, labradas con
primor, y también unidas, que sin otra mezcla que su ajuste
resisten á las injurias del tiempo [1].
Tres siglos de destrucción no interrumpida por las guerras,
terremotos, inundaciones, y la aterradora codicia que sin ce-
sar arranca desde sus cimientos los edificios mas respetables
en busca del oro que suele encontrarse soterrado, no han po-
dido aniquilar las ruinas de estos memorables caminos, ni ven-
cer la tenaz resistencia de su estructura. Los sabios que mi-
dieron el grado terrestre bajo del Ecuador siguieron sus tra-
zas en las operaciones al rededor de Quito, y notaron sus ves-
tigios en los valles donde se presentan succesivos al que viaja
con un ojo atento é investigador [2].
Estos prodigios del esfuerzo y victorias del conato manifies-
tan que en todos los tiempos, en todos los lugares en que el
Ser pensativo lia comenzado á desplegar sus fuerzas intelec-

JlJ Al Norte del Huarco, hoy Cañete, hay de estos Monumentos.


[2]Bouguer, Figure de la Térre cv.
Ulloa Viage: Notic, American. 308.
Mr. Pa^v, y algunos otros negaron la existencia de esto» caminos.
Pero quien podrá convencer
Las testas en que el tino
Perdieron del tal modo
Que acaso restaurarle no podría
El heboro todo
Que en tres islas
Anticiras se creia.
Iriarte A. P. paj. 46.
—360—
tnales, en todos ha mirado la construcción, aseo y conserva-
ción de caminos como los medios mas conducentes á perfec-
cionar y vivir en comodidad y explendor. Pero á pesar de unas
ventajas tan claras han sido olvidados en el Perú, y aun en
toda la América española después de su conquista; siendo así
que no hay países en que mas se necesiten por la disposición
de sus terrenos, y sitios en que se hallan las fuentes de los pre-
ciosos metales, que forman la cadena que enlazan las naciones
del globo á fin de que se vayan reuniendo en un pueblo hu-
mano y comerciante. Estaba reservado á los fines del siglo
XVIII ver levantarse de un golpe entre Lima y el Callao, es-
to es, en la garganta por donde han salido nuestros tesoros y
entrado los frutos de la industria Europea y Asiática, un so-
berbio camino que reuniese el lujo de la segunda á la magni-
ficencia de la primera. Vamos á describir esta obra inmortal,
induciéndonos con la pintura concisa y enérgica que un sabio
[1] nos hace de nuestra anterior política en este punto, de los
trabajos del genio feliz que la ha mejorado, y de los nobles
sentimientos que la condujeron á perfeccionarla en la parte
que hace nuestro objetf), y un monumento mas glorioso de su
gobierno.
"Hasta nuestros tiempos, en América no se habia pensado
en caminos. Se marchaba en el cerro ó en el llano por sendas
sin otra dirección que la del rastro que habian dejado los an-
teriores viajantes. Todos los trabajos en esta línea se reducían
á ensanchar una ú otra ladera, quitar un risco ó una peña que
habia causado mil desgracias, y hecho llorar á muchos infeli-
ces la pérdida de sus intereses. El mas celoso gobernador se
contentaba con escusar el riesgo de un paso ó sus peligros. No
se vio solicitar la comodidad hasta los tiempos del Excmo. se-
ñor Márquez de Osorno actual Virey del Perú. Siendo Presi-
dente de Chile hizo componer y ensanchar el antiguo y prin-
cipal camino de la cordillera de los Andes, que conduce desde
la capital de aquel reino á la ciudad de Mendoza y provincia
de Buenos Ayres, por el mismo punto en que antes constru-
yó estas famosas casas que resolvieron el problema de la posi-
bilidad del tránsito de los correos en el invierno, al tiempo de
su establecimiento.
Penetrando al corazón de la montaña que media entre Val-
divia y Fuerte de Acudía en el distrito de aquella plaza, abrió
un camino espacioso hasta la antigua Osorno, y cual era ne-
cesario para verificar la reedificación de esta ciudad, facilitar
la salida de sus producciones y hacer desaparecer por medio

[1] Señor D. Ramón de Rosas, Asesor General del vireynato, y Audito 1


"

de Guerra,
—361—
de esta comunicación las fábulas que oscurecían su historia.
El talento, la firmeza y la sagacidad de la mano á quien se
encargó esta diligencia fueron todo lo necesario para llegar á
verificarla en el breve tiempo en que se ejecutó [1].
Antes se habia ya empezado el conocido vulgarmente por
el nombre del camino del Puerto, y corre por el espacio de 23
leguas desde Santiago al puerto de Valparaíso, haciendo tran-
sitables para todo género de carruajes las cuestas nombradas
de Prado, Zapata y Altos del Puerto. Esta obra que puede
llamarse la primera de su clase en la América, costó cuatro
años de trabajo incesante, y una suma tan considerable en
dinero en aquel reino abundante en comestibles y barato en
los jornales, que ella por sí sola demuestra su grandeza.
En Méjico, el Excmo. señor Márquez de Branchifort siendo
su virey emprendió y dejó muy adelantada la obra del camino
de la capital á Vera-Cruz. En el Perú, gobernando el Excmo.
señor don Manuel de Amat, se hallanaron varios puntos de
los caminos de la sierra, y del que sale de esta ciudad por los
valles que yacen al Norte. Pero estos trabajos no pasaron de
la clase de aquellos en que, como decimos, solo se trataba de
escusar un estorbo ó remover un peligro. Así un camino có-
modo, magnífico y digno del primer pueblo del Perú estaba
reservado para los tiempos del gobierno del Márquez de
Osorno.
Este jefe, en quien compiten la ilustración y el amor por el
bien público, estrañó el dia de su entrada en está capital, se-
gún le liemos oido decir varias veces, que después de dos si-
glos y medio de la fundación de Lima, en que se han juntado
y conducido desde ella al puerto del Callao tanto millares de
millones de pesos para trasladarse á Europa por Panamá y el
Cabo de Hornos, no se hubiese pensado en honrar este peda-
zo de terreno, que habia tenido sobre sí tan- espantosa su-
ma de dinero, que ha animado la industria, mejorado las artes,
adelantando las ciencias, corregido las costumbres, poblado
los mares de flotas numerosas, yen una palabra, ha mudado la
faz del Universo.
Ocupado de estas reflexiones importantes creyó S. E. que
uno délos principales objetos á que debia dedicarse en los
principios de su gobierno era pensar en los medios de que se
construyese. un camino cómodo y suntuoso. Un camino cuya
vista recordase ser Lima la primera y mas grande ciudad fun-
dada por los españoles en el nuevo mundo, é hiciese nacer en
los que aportasen del antiguo la idea de que pisaban el suelo

[1] El Teniente don Juan Clark Gobernador de Valdivia.


— .

—362—
de los tesoros y del emporio del Perú. Tomadas sobre esto
todas las medidas que hacen ordinariamente eficaces la auto-
ridad y la prudencia se halló á poco tiempo, por la generosi-
dad del consulado de esta capital, en estado de expedir el- 11.
de Febrero de 1797 su superior decreto para que los ingenie-
ros formasen el plano de la obra, su dirección
y presupuesto
del gasto que debia impenderse en ella.
Evacuado todo con esta celeridad que inspira á los faculta-
tivos el fervor de que veían penetrado al jefe y al público, fué
consiguiente el nombramiento de un Comisario que reuniese
á la inteligencia y exactitud en la inversión de ios caudales y
su cuenta, el concepto y estimación universal. Como sin duda
habia llegado este instante que tienen señalado en el Cielo to-
das las cosas del mundo, se presentó sin exfuerzo á la conside-
ración de S. E. como apropósito para este delicado encargo el
señor D. Antonio Elizalde, Caballero del Orden de Santiago
y Regidor perpetuo de esta ciudad. Un aplauso general por
esta elección hizo vaticinar el breve y feliz suceso de la em-
presa, y que contásemos con seguridad poder decir en honor
del Consulado lo que Tíbulo de la de Mésala
Namque opibus congesta tuis Me Glarea dura.
Sternirtur, Me apta cum juguitur arte Sileix (1).
Creeríamos usurpar mucha parte de la gloria de este Pueblo,
si para describir la actividad y empeño con que se comenza-
ron los trabajos, no usásemos de las mismas expresiones con
que la pinta un elocuente Magistrado. (2).
"ElVirey O'Higgins, manda, y á su voz se rompen las mura-
llas, se levantan los planos. Ingenieros, Arquitectos, Al bañi-
les, Carpinteros, mil personas se ponen en movimiento. Re-
suenan los cerros á la explosión de la pólvora y corte de las
canteras. La atmósfera se ilumina, y purifica con el fuego de
los hornos encendidos. Aquí se aprontan las primeras mate-
rias: acá se labran: por allá se acarrean: y cual las abejas se
derraman y vuelan por los campos á recojer en los cálices
hermosos de las flores el meloso licor, que después vacian en
las colmenas para su alimento y el de sus compañeras; tal á
la salida del astro del dia se vé el camiuo sembrado de hom-
bres, que en el duro cáliz de la tierra van regando el precioso
sudor de sus rostros, y recogiendo la miel de sus trabajos pa-
ra vaciarla después en el seno de sus pobres familias."
Nada prueba mejor la exactitud de esta descripción subli-
me, que el haberse concluido entro de solo dos años lo princi-
pal de una obra tan vasta, quedando únicamente algunas ac-

(1) Lib. Eleg. 8.


(2) El señor doujjjosó Arriz.
—363—
cesorias para perfeccionarla. Su costo hasta el dia asciende á
343,600 pesos.
El camino, su dirección y partes están individualmente pre-
sentados con sus escalas respectivas en el plano que acompa-
ña á este discurso, é iremos indicanao. Se sale de Lima por
la portada de tres puertas que corresponden á otras tantas di-
visiones del camino. Su planta en la línea de la muralla mi-
rando la fachada. Su basamento de cantería y de maniposte-
ría fina de ladrillo el cuerpo y decoraciones, arregladas á un
Orden Jónico compuesto. En el frontón se lee:
IMPERANTE CAROLO IV
ANNO M.DCCC.
Sobre un cuadro de la puerta derecha:
PRO REGE
MARCHIONE AB OSORNO.
Sobre otro de la izquierda.
SUMPTIBUS
COMMERCII L1MANI CONSULATUS.
Curante.
DON ANTONIO ELIZALDE.
JEquite Aureató.

Tiene por remates las armas del Eey en el medio, las de la


Ciudad á la derecha, y las del Consulado á la izquierda. La
proyección del camino es E. O. y desde la portada hasta ci^n
varas antes del giasis de la plaza de San Felipe el Eeal en el
Puerto del Callao, donde termina, tiene 13,310 varas de lon-
gitud. En esta longitud se desvía de 15 á 20 grados de una lí-
nea recta en cuatro puntos, por la necesidad de causar el me-
nor gasto posible en las chácaras y edificios que se hallan al
paso.
Principiando el camino por la portada, 13 varas mas ade-
lante de esta se entra en la plaza de la Eeyna. Es esta una
especie de anfiteatro de figura oval, cuyo diámetro mayor
N. S. es de 108 varas, y el menor E. O. de 72. Sus muros es-
tán ceñidos por la parte interior.de 4 órdenes de gradas, por
la exterior de sauces y coronados de hydras. En los espacios
laterales que hay entre este óvalo y la portada se halla á la
derecha la casa del guarda de rentas, y a la izquierda un ca-
napé: ambos edificios forman una especie de aletas que unen
la muralla de la ciudad, su portada y el óvalo de la Eeyna.
Remata este en la entrada del camino, adornado de dos leo-
—364—
nes sobre pedestales. La camino es de 36 varas, 20
latitud del
del camino real carretero y 8 por banda de los caminos cola-
terales de á pié. El camino real vá sobre un terraplén elevado
sobre el terreno, fortalecido por dos calzadas de cali-canto, y
macizado el centro de cascajo y capas de tierra basta quedar
una superficie perfectamenre anivelada. Para darle consisten-
cia y evitar el polvo que siempre ha molestado allí, se ha em-
pedrado formando cajones encintados de piedras de rio de 9
á 12 pulgadas de largo, colocadas verticalmente y cubiertas
de una capa de arena limpia del mar de 4 pulgadas de grueso
que hace un rodage muy suave. En los muros de las calzadas
han construido escalerillas de cincuenta en cincuenta varas
para comodidad de los concurrentes: tienen ademas sus guar-
daruedas hechas de ladrillo triangular de uno á dos pies de
altura, colocados á sardinel para que los defiendan de una in-
sensible ruina, impidan el paso sobre ellos á las gentes de á
pié ó á caballo, é igualmente á los carruajes el que se preci-
piten. Los muros están flanqueados por serie de árboles plan-
tados á cordel.
Los caminos laterales de á pié van á nivel del terreno con
un piso muy suave, y defendidos con atajadizos de manipos-
tería para que las bestias no entren en ellos. Llevan igualmen-
teá su lado externo una serie de árboles paralela á la del cami-
no del centro. De espacio en espacio hay canapés muy cómo-
dos para el descanso de los caminantes. Eesulta de aquí que
del óvalo de la Eeyna sale un camino triplicado, uno real car-
retero en el centro y dos laterales y que todos tres van entre
una alameda dé cuatro series de árboles, en cuyo último fon-
do se descubre desde que se sale de Lima la bahía y sus bu-
ques. En esta .hermosisima disposición y agradable vista se
camina hacia el Oeste por la longitud de 1,198 varas en cuyo
punto se entra en la plaza del Marqués cuyo diámetro mayor
es de 88 varas, y el menor de 52, en lo demás semejante al de
la Eeyna con poca diferencia. Siguiendo adelante el camino
á las 1,198 varas del segundo ovalóse entra en el tercero nom-
brado del Consulado de igual amplitud que el antecedente.
En este óvalo que dista de la portada 2,533 varas terminan los
caminos laterales de á pié y la perfecta rectitud del camino
real de enniedio. En adelante sigue este solo flaqueado úni-
camente de dos series de árboles hasta llegar á la distancia de
8,795 varas del tercer óvalo en que se halla el cuarto con el
nombre de Bellavista, por la inmediación á este pueblo. Su
diámetro menor 40 varas. Entre el tercero y el cuarto óvalo
forma el camino los cuatro ángulos que hemos dicho.
La última parte del camino, que empieza en el óvalo de Be-
llavista, vuelve á tomar la misma disposición que tuvo al
— 3G5—
principio, esto es dos caminos laterales y cuatro series de ár-
boles, y continúa en la longitud de 1,908 varas hasta el quin-
to óvalo nombrado do Pescadores, cuyo diámetro menor es de
52 varas, y en que finaliza del todo este, famoso camino.
En toda su longitud hay formadas trece alcantarillas ó puen-
tes de ladrillos para comodidad del paso de las aguas. Igual*-
mente 36 rampas de comunicación para las haciendas inme-
diatas. La altura promediada de un extremo á otro para el
arreglo y perfección de los desniveles; se regula desde uno
hasta G pies en los muros de la calzada principal, según con-
vino. Socálenla que concluida la plantación de los árboles
que tiene á los lados, ascenderán al número de 14 pies, me-
diando de unos á otros la distancia de cuatro á cinco varas.
Entre todos los dias que han sido señalados con piedra blan-
ca en los fastos del Perú, quizá ninguno ha sido mas solemne
que el 6 de Enero del año último del siglo XVIII, en que se
estrenó el magnífico camino del Callao. Destinóse para servir
de teatro á la memoria que hacemos anualmente de la funda-
ción de nuestra Capital y de su nombre augusto. Las cenizas
de Pizarro se animaron en este dia. El inmenso gentío que
ocupaba las gradas de la plaza de la Eeyna, el Marqués,y Con-
sulado, y los caminos laterales: la multitud de ricos carruajes
que habia sobre el pavimento de aquellas y del camino real,
manifestaban en su esplendor y magestad hallarse en estos si-
tios afortunados los ciudadanos de los reyes.
A vista de los grandes objetos nacen en el alma grandes
ideas, conformes sí á los sentimientos que la dominan. En me-
dio de este concurso innumerable y de estos jardines gratísi-
mos que lo rodean, puede yo, clecia uno, respirar el aire vivifi-
cante que despiden las plantas heridas por el astro del dia,
tan saludable y provechoso á los habitantes de este clima por
su tierua constitución. A la dulce sombra de estos árboles y
sobre este asiento, repetia otro, me defenderé de los rayos del
sol, y el labrador, el artesano, el marinero y cuantos buscan
conmigo su subsistencia en estos campos y playas, caminan-
do sobre este suave piso no sentirán desfallecérseles las fuer-
zas que necesita su pobre familia i>ara el dia siguiente.
Un comerciante que desde la portada descubría en el fondo
de la alameda del camino la bahía del Callao y en ella flotan-
do su buque, le dirijia los ojos sin detenerlos en tanta varie-
dad de objetos arrebatadores que intermediaban. He ahí mis
esperanzas decia señalándole con el dedo. Podré en adelante
sin temor que se me rompa el coche ó caer precipitado correr
con celeridad hasta el puerto, calculando tranquilamente las
ganancias que han de reportarme sus viages.
Tom. vi. Literatura— 49.
—366—
Qué diversos nie parecen los campos que median entre la
capital y el Callao, pronunciaba un filósofo, después que sea
.

concluido este suntuoso y agradable camino! Un Dios bene-


factor ha reunido en este breve espacio cosas que entre sí dis-
tan mucho en el resto de la tierra. Una vegetación siempre
animada del brillante y hermoso pincel de la naturaleza, li-
bre del triste imperio del invierno: un mar pacífico que lleva
en sus espaldas una república comerciante: una cordillera ele-
vada, habitación continua del granizo, el relámpago y el true-
no me representa al mismo tiempo todas las regiones del glo-
bo y las cuatro estaciones del año. La incomodidad que te-
nían antes estos lugares no me dejaban percibir espectáculo
tan magestuoso; pero ahora el aseo, el descanso que ofrecen, y
la grandeza que inspiran, hacen elevar los pensamientos has-
ta medirse en su contemplación con toda la naturaleza. ¡Di-
chosas las manos á quien debemos estas proporciones, estas
ventajas! ¡Oh y si como este camino está ya sirviendo de ejem-
plo para que se adornen las otras entradas de nuestra ilustre
patria (1), lo será también para que los hombres dejen de ser-
vir en las montañas y
sierras bravas en lugar de las bestias!
Un palmo mas de ensanche á sus senderos y laderas, pasarán
estas y descansarán aquellos. Y á la mano benefactora que
lo hiciere le prepararemos los elogios inmortales que por el
camino suntuoso del Callao consagramos al Excmo. Señor D.
Ambrosio Oliiggins de Vallenari, Marqués de Osorno, Barón de
Vallenari, Virey Gobernador y Capitán General del Perú.
Estándose imprimiendo este Discurso falleció el JExcmo. Señor
Marqués de Osorno, dia 18 de Marzo á las 12 y media del dia.
Finis vitos ejus noibis luctuosus, amisis tristis, extrañéis etiam
ignotisque non sine cura fuit.
Tacit. in Agrie.

(i) Camino de Miraflores que con niuclio celo y diligencia está haciendo
componer de orden de S. E. el S'r. don Manuel del Valle, Alcalde del Cri-
men de esta Real Audiencia.

Nota:—Las láminas grabadas sobre acero que acompañan el Discurso de


la coca, y que antecede que se pronunció al inaugurar el camino de la
el
Portada del Callao, nos han sido cedidas por el señor D. Pedro Paz-Soldan
y Unanue, nieto de nuestro autor, quien las hizo trabajar en París hace
varios años, cuando preparaba una edición completa de las obras de su
abuelo, que no pudo llevar á cabo por su regreso al Perú.
Cumplo con un deber en consignar aqui esta circunstancia, manifestan-
do mi gratitud al joven, y ya ventajosamente conocido literato con el seu-
dónimo de "Juan de Arona," señor D. Pedro Paz-Soldan y Unanue que con
tanta generosidad ha contribuido á dar importancia á este libro.
Lima, Abril de 1875,
Manuel de Odriosola.
—367—

Exposición

SOBRE LA HACIENDA PÚBLICA DEL PERÚ, POR EL MINISTRO


DE ELLA.

Señor:
En tiempo en que la patria ha luchado, con varia suerte,
el
para conseguir su independencia, he sido llamado tres veces
á desempeñar el ministerio de hacienda. En las dos prime-
ras existian algunas ruinas para reparar¡el edificio; mas ahora
han desaparecido hasta los escombros.
Pereció la libertad del Perú, no tanto por la fuerza del ene-
migo, cuanto por la negra traición de los desnaturalizados
que les entregaron la capital y las fortalezas del Callao. Ani-
quilado el todo, nada podia quedar de las partes que lo for-
maban.
En talangustia era necesario, que, para repararle, apare-
ciera un genio de aquellos que la Providencia soberana hace
existir, á muy distantes épocas, en la carrera de los siglos.
Nació este en Colombia, y le condujo entre nosotros, cuando
por todos sus ángulos se desplomaba el Estado.
Homero, en el calor de su extraordinaria imaginación, quiso
á veces exaltar en tal manera la grande alma de los héroes,
que sirviendo sus imágenes como una prueba del pensar su-
blime, no se hallara el original en la naturaleza humana. No
será lisonja si yo digo, que después de siglos y siglos, vino
á encontrarse el de Ayas rodeado de peligros y tinieblas, en
los abrazados desiertos de Guarmey y Casma, en la persona
del general Bolivar. Al rededor del él, y á muchas leguas na-
da existia que no le fuese adverso. La estación, los elementos,
los hombres, la guerra, la infidencia, la anarquia, la desola-
ción general del pais, todo amenazaba, de cerca, su propia
existencia.
Los que habíamos querido sepultarnos bajo las ruinas de la
patria,rogábamos al cielo le abriese algún camino por donde
pudiera retirarse al Ecuador. De alli con mas fortuna, y con
tropas y recursos, volvería, en otros dias felices, á emprender
la libertad del Perú, de la que, aunque nosotros no disfrutára-
mos, gozarían nuestros hijos.
El solo era superior á los obstáculos físicos y á los pensa-
mientos melancólicos, Vuela á Trujillo, provincia debastada,
y en desorden civil. A
su presencia huye la discordia: la tier-
!

—368—
ra estéril brota y le auxilia. Beune los tropas esparcidas de
Colombia, organiza las reliquias de las del Perú, íorma ejérci-
to, lo equipa, marcha, y mientras gimen las prensas de Lima
pintándole con colores 4 injustos é inicuos, los pueblos que ex-
perimentan sus virtudes lo conducen en brazos por las breñas
intransitables de los Andes, á los páramos de Junin; alcanza
al enemigo y lo derrota.
La
aurora de nuestra libertad asoma de nuevo por los altos
montes: aurora mas graciosa, y benéfica que la que amanece
sobre el desgraciado enfermo, ó extraviado caminante, que es-
peran con ansia sus primeros albores para encontrar alivio ó
seguridad. Ella no solo nos lia consolado y asegurado la exis-
tencia, si también prolongado la vida. Un lustro he retroce-
dido en la revolución de la mi a.
Aun no hemos bien celebrado la victoria de Junin, cuando
el rayo de la guerra revuelve desde el Apurimac sobre la an-
gustiada Lima, al tiempo que ya los males y desastres, que la
oprimian, se hacían muy superiores á la tolerancia humana.
Con un puñado de soldados medio armados, llevando por de-
lante su nombre y su gloria, entra en ella, encierra á los or-
gullosos enemigos de los castillos, y como si su presencia solo
bastara para imponerles y contenerlos, se sienta tranquilo á
organizar el sistema político del poderoso estado que condu-
cía á la libertad.
¡Que doloroso me es, que cuando he llegado á conocer sus ex-
celentes calidades,y extremado amor por la independencia de la
América, no resida en mi una actividad proporcionada para
desempeñar con acierto la parte de los trabajos públicos que
ha querido encargarme, y mucho mas en la situación en que
nos hallamos
Sin hacienda no hay estado, porque esta es el alimento y
la sangre del cuerpo político. Tampoco puede haber hacienda
sin ingresos, los que de necesidad deben faltar en un pais en
que ha desaparecido la agricultura, y donde la minería, prin-
cipal fondo de él, está derrumbada, y el comercio de la capi-
tal sin puerto y sin numerario.
Al dejar los enemigos el Perú, quisieran que no quedaran
sino desiertos y cordilleras, y asi con furor superior al que
pintan Las-casas, y algunos filósofos haber ejercido en el tiem-
po de la conquista, han destrozado cuantos seres y fortunas
pudieron. De aqui es que esta capital tan rica y opulenta en
otros tiempos, lejos de ofrecer auxilios á la entrada de S. B.
los exigían las inumerables familias que redujeron á la mi-
seria.
Seis millones de pesos se consiguieron por préstamo en Lon-
dres,y consumidos y mal g'astadospor los gobiernos anteriores,
—Seo-
cinco entre cálculos y números, quedó solamente un millón en
billetes y libranzas, único íbndo,único recurso con que ha con-
tado S. EL para los gastos inmensos de la lista civil y militar
de la capital, del ejército libertador del Alto Perú, y déla ma-
rina; siendo asi que los alcances que se deben á los valerosos
y beneméritos militares que, exponiendo su vida y sangre nos
han dado la libertad y fundado la república, asciende próxi-
mamente al duplo.
Si á estas cantidades se juntan las enormes de los emprés-
titos hechos al gobierno con motivo de la desastrada guerra,
que anteriormente se ha sostenido, se deducirá que las rentas
del Perú en el estado de ruina y desolación en que se hallan,
no pueden cubrirlas ni sostener en lo succesivo las crecidas ex-
pensas que aun restan que hacer. De necesidad es pues, que
el Congreso encomiende á S. E. haga solicitar un nuevo em-
préstito en Londres de diez millones de pesos; conseguidos
que sean se podrá pagar al ejército y á la marina, proveer á
su ulterior subsistencia, y cubrir los muchos créditos del es-
tado, reuní éndolos todos en uno solo, cuya satisfacción podrá
practicarse con menos embarazo, y sin aquella agonia con
que cada particular oprime al gobierno. Si á materia tan in-
teresante quiere el Congreso que el ministro conforme al ar-
tículo 158 de la constitución, dé mas extensión, lo hará luego
que tenga á bien ordenárselo.
Por ahora, debo contraerme á enunciar los trabajos rentís-
tico que en dos meses de existencia en la capital se han ejecu-
tado con el fin de ir restaurando su administración.
Ya en otra ocasión he expuesto al soberano congreso, cuan-
to podía convenir al conocimiento de la arruinada tesorería
del Perú. Caminando incesantemente al abismo, sacarla de
él, es la obra del grande hombre que preside á nuestros des-
tinos, Su impulso se difunde por todas partes con la rapidez
del rayo eléctrico. Pocos dias han corrido de su ingreso en
Lima y están ya puestos en movimiento los ramos destina-
dos al sustento, defensa y esplendor del estado, y el arreglo
de su exacta distribución. La contaduría y tesorería general
se hallan establecidas conforme á la constitución. El oscuro
laberinto de aduana, apesar de la deserción de algunos de sus
jefes inteligentes, vá reponiéndose, no sin trabajo, sobre un
pie activo y expedito; y desterrándose los innumerables abu-
sos y contrabandos á que habia dado origen el poco orden, y
la ninguna firmeza del anterior régimen. Difícil es desarrai-
gar los males que brota la codicia; empero la ley de comisos
que ha hecho publicar S.E. y el puntual cumplimiento que se
le dá, vale mas que los numerosos resguardos en que el crimen
es impune, y ninguna la recompensa del zelo.
—370—
En verdad que la falta de buenos reglamentos causa perjui-
cios al estado, y al comercio. El continuo tumulto, en que he-
mos vivido, no ha permitido rectificar ni el provisional, que
se publicó al declararse nuestra independencia, ni otro mas
extenso y claro en que trabajó el congreso. En la última ex-
patriación se han perdido casi todos los documentos relati-
vos á ellos.
Es de necesidad organizarlos de nuevo, ahora que libre el
Perú deben uniformarse sus aduanas. El punto céntrico sobre
el tanto que debe satisfacerse en la introducción de los géne-
ros europeos, no puede arreglarse, en su totalidad, á las teo-
rías de los escritores de aquellos países, en los que la práctica
no está muy conforme con sus liberales ideas. Ellos son
agricultores ó manufactureros, y las negociaciones en el can-
je no terminan, comienzan, si, con nuevos riesgos. En el Perú,
pais minero concluyen: por que se hace la permuta con el oro,
y la plata de valor inalterable, y objeto de tantas ajitaciones.
La multitud de gastos del gobierno español para llevar la
guerra desde el Perú á todos los países que le rodean, le hizo
contraer grandes créditos. El consulado era el garante de
ellos, y para pagar sus réditos se señalaron sobre el comercio
derechos, que, impuestos bajo su nombre, cobrados y distribui-
dos por sus priores y cónsules, crearon una complicada, ex-
pendiosa y no conocida administración en otros países. S. E.
ha repuesto al consulado en su primitivo orden con arreglo á
sus mismas constituciones, y para saldar la deuda que corres-
ponda al estado conforme al artículo 161 de la constitución,
ha comenzado por los medios que se proponen en el proyecto
que tengo el honor de presentar al congreso.
Tres veces los españoles han arruinado las máquinas, y lle-
vádose los instrumentos de la casa de moneda. Sin numera-
rio no hay giro, y sin giro fracasa la existencia del pueblo. El
incesante bamboleo de la débil república del Perú no ha per-
mitido repararla, por que apenas se llegaba al término de los
trabajos emprendidos, cuando el enemigo los derrivaba de
nuevo; mas desapareció este, y desapareció para siempre en
los gloriosos campos de Ayacucho. Con extraordinario afán
se ha emprendido repararla sobre bases sólidas. Está conclui-
da, el Perú es un pais minero, la casa de moneda es, de nece-
sidad: uno de los principales manantiales de sus riquezas. La
moneda no es tan solo el signo representativo de las especies
comerciales. Es en las repúblicas, un monumento que lleva á
la posteridad el recuerdo de los sucesos prósperos y adversos;
y en las monarquías el testimonio infalible del dueño y señor
de ellas. Que doloroso de cuan infausto agüero me era ver
¡
!

batir moneda con el busto de Fernando VII proclamada ya


—371—
la independencia. En cada momento la temia perdida, y en
efecto se perdió.
Un diseño se propuso, que encontró mil obstáculos, y él, en
si, carece del principal carácter de la moneda, sencillez y ex-
presión. Asi en el cuño demora las labores, y las hace im-
perfectas. No obstante, como cualquier moneda que indique
la independencia, debe preferirse á la que lleva el solemne
testimonio de nuestra esclavitud, sigue gravándose basta que
el congreso apruebe el que le presento. Tiene el mérito de es-
tar simplificados los símbolos del adverso y reverso, yperpetuar
en el exergo la gloriosa victoria á quien debemos la entera li-
bertad.
La casa de moneda sin minas, seria un mero adorno de la
capital. Nuestro general asiento, que es el de Pasco, ha sido
tres ó cuatro veces derrocado por los enemigos, y destrozadas
las máquinas de desagüe. S. E. ha expedido providencias
eficaces para la restauración de las labores de este poderoso
cerro. Mas adelante, y conforme se encuentren medios, se es-
tablecerán los bancos de rescate y habilitación, y las ricas en-
trañas de nuestra tierra madre, nos sacarán de tanta miseria
en que nos han sumergido los avaros españoles, cuyo eterno
dolor es no poder llevar á la suya, cuando menos á Pasco y
Potosí.
Mientras que, con mano activa, se fijan y hacen jirar los
puntos centrales de la hacienda pública, se comunica á las
provincias el propio impulso. A todas ellas se han remitido
órdenes expresas áfin de que los prefectos, á la mayor breve-
dad instruyan al supremo gobierno sobre la situación y orden
en que se hallan las administraciones y oficinas de sus depar-
tamentos, y sobre los hombres de mejores aptitudes para em-
plearse en ellas. El comercio, la minería, las acciones recí-
procas entre el estado y el pueblo, el arreglo para una con-
tribución en proporción á los haberes de los individuos: los
planes para extinguir la deuda pública, y la simplificación en
el complicado manejo de las rentas, para situar á estas sobre
principios claros y expeditos, aplicando al Perú las luces y
adelantamientos económicos del siglo, son objetos que se nu-
meran entre los grandes que ocupan la atención de S. E. Co-
mo un exelente artista tiene á la vista los diseños de su obra,
y solo espera los materiales para concluirla. A si es que gran-
des capitanes han sido también consumados políticos, que á
la gloria de hacer triunfar su patria unieron la inapreciable
de establecer su gobierno.
Legisladores: el bello sistema político de la república, que
habéis trazado en vuestra constitución, se afianzará y pros-
.

—372—
perará en sus manos, como se ha afianzado y prosperado nues-
tra libertad, teniendo en ella el poder de las armas.
Por esto es, que vuestra sabiduría ha brillado altamente
en la constancia con que habéis sostenido la lucha obstinada
en que os renunció el supremo mando. La voz de trueno del
guerrero no alteró vuestra firme resolución, ni aquellas pala-
bras que parecían alejarle de los peruanos, os hicieron dudar
un momento del paternal amor con que los mira. ]STo me es
posible describir á cuanto subió su afección y ternura en los
aciagos dias, en que despavorida la inmensa población de Li-
ma, huyó de ella como de un funesto hogar de hambre, ultra-
jes, desolación y muerte. Pretendí hacerlo al congreso de pa-~
labra, mas agolpándose por todas partes sobre mi imaginación
las sombras de los aterrados ciudadanos, sus lágrimas, sil as-
pecto miserable, el espantoso silencio de ella; que seyó. ...
se me oprimió el pecho, y la voz se cortó. ... y aun ahora
mismo, la mano se paraliza, y la pluma se cae.
Padres enseñar á vuestros hijos, y que estos lo hagan con
los suyos, á que en las mas distantes edades repitan.
Dux Bólivwr erat noster quojustior alter,
Neo pietate fuit, neo bello major,
et armis.

Lima Febrero 14 de 1825.


H. Unánue.

Memoria preparada para la presentación nacional por


el señor ministro de estado en el departamento de
gobierno y relaciones exteriores, t vice-presidente
del consejo de gobierno doctor don hipólito unanüe.

Señor:
Por tercera vez me presento ante el augusto Congreso del
Perú, para dar cuenta de la parte administrativa del Gobier-
no, que he tenido el honor se me confiara. Llamado al Minis-
terio de Hacienda desde los dias en que se proclamó en esta
capital la independencia de la Patria, identifiqué mi suerte con
la suya. (1) Euinas, incendios, secuestros, emigraciones peno-
sas, abandono de hijos, esposa y bienes, me oprimieron en sus
desastres; su reparación me restituyó á mis hogares, y á sus
primeros empleos.

(1) En efecto, yo pienso que la patria no nos ha dado el nacimiento y la


educación para esperar que la correspondamos de nuestra parte, y que so-
lo lo ha heeho para hacerla esclava de nuestros intereses, para proporcio-
nar un refugio pacífico á nuestra desidia, y para servirnos de lugar de asilo

—373—
Catorce meses han corrido desde que el ilustra Libertador
del Perú entró triunfante en Lima, ocupada y activamente
oprimida por sus enemigos. Quiso por su rara bondad qJT© del
Ministerio de Hacienda pasara al de Gobierno y Eel ación es
Exteriores; y a ausentarse de Lima, me confió también la
1

Presidencia del Consejo de Gobierno, que instaló con alta sa-


biduría. Esfuerzos superiores á mi edad, he hecho por desem-
peñarme con acierto, y la alta aprobación que he merecido á
S. E., es la mejor prueba y el mayor premio á que yo podia
aspirar.
Eeuniendo este excelente capitán la elegancia de la pluma
á la fuerza de la espada, de la rara manera que, en los dilata-
dos siglos de los héroes, acaeció en Scipion, César y Napoleón,
ha bosquejado el gobierno de mi tiempo, con una grandeza y
benevolencia dignas de él solo (1). No, no: no es ese el cua-
dro que me pertenece; es sí, el de su gloria y política, de la
cual ha querido que un destello cubra á su hechura. En ver-
dad, este régimen afortunado, en el que ápesar de un sitio dis-

y de reposo. Por el contrario, cree tener un derecho privilegiado sobre el


uso de las mas numerosas y mejores facultades de nuestra alma, de nuestro
espíritu y de nuestva razón, y que nosotros no podemos disponer, á nuestro
provecho, sino' de aquella parte que no le sirve á sí misma. Cicerón, de la
Repúblique. L. 1.
Patrueque impenderé vitam. Luc. 11, 382.
(1) Cuartel general en el Plata, Noviembre 25 de 1825. —Supongo que es-
ta carta, encontrará á U. dueño del Callao, y que dirá U. al Congreso, ó al
General La-Mar: entrego la República libre de enemigos, libre de facciosos,
libre de todas las calamidades públicas y domésticas: las leyes han manda-
do en lugar del Gobierno: la nación ha cumplido sus empeños, y ella ha re-
cobrado su dignidad, mientras la he servido. Yo no veia esta nación cuando
empecé la carrera piíblica, y ahora la presento íntegra, gloriosa, libre y pa-
cífica: los enemigos la cubrían al nacer con todo el peso de su poder y de
mal, y al presente, ¡Peruanos! m
rad, mirad y ningún español ofenderá
vuestra vista. ¡Oid! y un solo eslabón de las cadenas no herirá vuestros
oidos. ¡Reflexionad, y contemplareis que la disolución de los males que de-
solaban vuestro país, ha producido los elementos del bien, la dicha, ó la
esperanza de todos, tí. dirá, verdad, después de haber concluido este dis-
curso, y el Perú será justo si considera á U. entre sus primeros bienhecho-
res. Bolívar.
Non unius diei gratulationem, sed oeternitatem, inmortalitatemque dona-
vit. Cicer.
Sin recursos, sin experiencia, en medio de la mas desastrosa anarquía,
¿qué podríamos hacer, ni yo, ni el Concejo, ni todos los peruanos honrados?
Xarla: volver á la cruel esclavitud de los españoles era nuestro desgracia
do destino. \ este solo gran capitán y legislador, es á quien se le debe to-
do, y todo: la gratitud inmortal á sus beneficios, á sus gloriosos sacrificio*
por nuestra libertad, por nuestra paz, por nuestra tranquilidad y por las
excelentes bases sobre que vá estableciendo la República, es nuestro deber,
nuestra obligación y el alto y lionroso cargo que debemos cumplir con nues-
tros hijos, ahora y en las generaciones futuras.
Tok. vi. Literatura.— 50.
—374—
pendioso de mar y tierra, con solo los recursos de los Depar-
tamentos de Lima, Junin y la libertad, se han cubierto gastos
inmensos, sin gravar de contribuciones á los ciudadanos que,
en el estrepitoso y continuo ruido del canon del Callao, lian
vivido tranquilos en sus talleres y casas es la obra del gran-
de hombre, que hizo que dominasen las leyes, y que con su di-
rección y luces encaminó al supremo magistrado que habia de
aplicarlas.
Al indicar mis destinos, parece queyo debería trazar ante
los ojos delCongreso el cuadro entero de la administración
pública en el año de 1825, el primero de la libertad general
del Perú. Mas lo ejecutarán con superioridad en sus respecti-
vos departamentos los esclarecidos ministros de Guerra y Ha-
cienda, vocales del Consejo de Gobierno. Yo me contraeré á
la exposición de los asuntos de mi peculiar inspección, que son
los de Gobierno y Relaciones Exteriores.

GOBIERNO INTERIOR.

Se me angustia el ánimo al recordar la desorganización y


miseria en que yacía Lima al acercarse S. E. Habia pasado —
succesivamente por la anarquía y el feroz despotismo, y lo
que es mas terrible, el abandono de toda autoridad que man-
tuviera el orden. ¡Qué días tan peligrosos corrió esta inmensa
población! Salvóla de un desastre general el Ser inefable que
cuida de sus criaturas.
Tan melancólica situación comenzó á desaparecer á la pre-
sencia de S. E. el Libertador. Este astro benéfico debía haber
permanecido algún tiempo sobre nuestro horizonte; pero fué
imperiosamente llamado á consolar otras rejiones del sur. Al
ausentarse, dejaba socorrido lo mas urgente, que es el ham-
bre, habiéndose conducido bastimentos de valles muy distan-
tes; y los habitantes presentaban de nuevo el rostro risueño y
festivo, que le desfigurara la desgracia, y hacia reverdecer la
paz que les condujo su protector y padre.
Entonces tomó el Consejo las riendas del Gobierno, y como
Presidente de él, protesté en público, que mi deber era devol-
ver la capital en el goce de la tranquilidad en que me la en-
tregaba S. E., (1); y asi es como; bajo los auspicios divinos la
he trasmitido al digno Jeneraí, á quien pertenecíala presi-
dencia.
Vaticinando Anchisis á Eneas los futuros acaecimientos del
pueblo Romano, le indica como base eseucial de toda buena

(l) Gaceta de Gobierno, tora. 7, núra. 31 del 7 de Abril de 1825.


—375—
administración, y preferente á cualquier otro medio, establecer
las leyes, y las costumbres de la paz.

Pacisque imponere morem. Y. L. 6. 852.

Si en todos tiempos, si en cualquier parte es necesario ob-


servar esta importante máxima, lo es principalmente, en los
pueblos que acaban de salir de una efervescencia revoluciona-
ria. De necesidad deben sosegarse los ánimos irritados, cortar
de raíz los proyectos turbulentos y ambiciosos, reducir á cada
ciudadano á su clase, y procurar que vivan en amistad y ocu-
pados. El gran resorte de tan importante transmutación, es
la recta administración de justicia. Ante la ley, no debe haber
diferencia en las personas, (1), y lo que ella mande ha de eje-
cutarse con equidad y firmeza. Pocos actos judiciales basta-
ron para remediar algunos males introducidos por la calami-
dad de los tiempos.
La Patria sufrió una pérdida lastimosa en la muerte delD.
D. José Sánchez Oarrion, que falleció temprano, como regu-
larmente acaece en los genios precoces. Sus excelentes talen-
tos y amor al bien público hicieron abrazar con empeño el ar-
reglo del foro en que estaba muy '-versado. Desempeñándola
Secretaría de Gobierno y Eelaciones Exteriores, estableció la
Corte Superior de Justicia de la ciudad de Bolivar, la Superior
y Suprema de Lima, por la orden y^direccion de S. E. el Li-
bertador, quien en su tránsito para la República de Bolivar,
completó en el Cuzco y Arequipa el número de las que debian
administrar la justicia en la del Perú. Para su mejor arreglo y
expedición, se ha impreso el primer tomo de decretos y leyes
publicadas por la suprema autoridad de la Eepública, y se tra-
baja en la edición de los que han de seguirle. La sabiduría del
actual Congreso, rectificará las que hubiese enseñado la ex-
periencia ser menos apropósito, y organizará las otras que fal-
tan para llenar el vacío que presenta nuestro sistema judicial.
Xo permitiendo la escasez de letrados, surtir á todas las pro-
vincias de jueces de primera instancia, conforme á la Constitu-
ción, rije el artículo 4? de la suprema orden de S. E. el Liberta-
dor, dada en el cuartel general de Caráz á 24 de Mayo de 1824.
Conforme á él, en defecto de jueces de Derecho, continúan
administrando justicia los intendentes y gobernadores. Aun-
que estos funcionarios eran electos por el Supremo Gobierno,
los pueblos del departamento de la Libertad, adquirieron por

(1) Siendo la ley el lazo de la sociedad civil, y el principio de la ley, la


igualdad; no pudiendo esta existir entre las fortunas, ni entre los talentos,
solo puede observarse entre los derechos de los ciudadanos de una misma
República, y en verdad, que una ciudad no es otra cosa, que la distribu-

ción igual de la justicia. Cicerón, de la República, L. c.
.

—376—
sus grandes y heroicos sacrificios á la causa de la independen-
cia; el privilegio de por sí mismos (1).
elejirlos
La igualdad de ciudadanos ante los ojos de la ley, se
los
compoue con la diferencia de clases y condiciones, que la na-
turaleza, la sociedad y la religión han establecido. El gobier-
no de los pueblos debe ser uno, y á él le han de estar someti-
dos, con arreglo á las leyes, que no son otra cosa, que lazos
que unen con firmeza las partes del euerpo político, para que
no se disuelva. Empero, el Gobierno Supremo que forma en
él la cabeza, debe distinguir aquellas que concurren con pre-
ferencia á su seguridad y esplendor (2).
Sin religión no hay sociedad. La interior reponsabilidad
del hombre es el contrapeso mas fuerte que tiene contra la in-
fluencia de sus pasiones Tenemos la felicidad de profesar la
Católica, que en la cadena de la tradición, viene directamente
del divino instituidor del cristianismo. El Consejo de Gobier-
no, prohibiendo la circulación de libros que ataquen sus dog-
mas, y la moral pública, ha cumplido con los deberes que en
esta parte le impusieron la constitución y la honestidad, y rec-
titud de un buen ciudadano. La corrupción del .corazón de
los jóvenes, que trae consigo la lectura de libros licenciosos,
solo puede originar desastres en la vida civil, y es una cruel-
dad permitir se malogren talentos, que podian estar mejor
ocupados en tantas y tan excelentes obras, partos gloriosos de
los grandes ingenios que han sido preciosos ornamentos del
linaje humano.
Testifico á honor de nuestro clero, que en lo mas mínimo
ha inquietado al Supremo Gobierno: sumiso siempre á él, ha
sufrido grandes privaciones con la guerra, y sostenido la cau-
sa de Patria, sin que sus esclarecidas luces hayan podido ser
ofuscadas por las arterías con que se pretende ultrajar el de-
recho de las naciones á pretesto,de la autoridad del cielo.
Decia un poeta, que nada importaban las leyes sin las cos-

(1) Circulares de 2 de Agosto de 1824.— 8 de Marzo de 1825— y supremo


decreto de 14 del mismo mes. Pero hau sido i-evocadas estas gracias, á cau-
sa de sus grandes inconvenientes por supremo decreto de 27 de Mayo del
presente año. Véase el peruano núm. 8.
Todos los funcionarios, en el orden administrativo, deben ser de la no-
minación del Gobierno, porque ellos son sus ajentes directos para la ejecu-
ción de las leyes, y desempeño de los negocios públicos, y porque siendo el
garante de su conducta, debe pertenecerle su elección Bonin. La
Administración priblica. T. 1
(2) Los pueblos, aun los mas enemigos del yugo y de la sujeción han te-
nido siempre grandes condescendencias para diferentes personas, existien-
do en su espíritu un maravilloso discernimiento de los hombres y sus ran-
gos. En verdad, si en un piieblo se tributare igual honor á los hombres los
mas eminentes y los mas ínfimos, era inevitable que la misma igualdad se
convirtiera en una estrema injusticia. —
Cic. L. c.
,

—377—
tumbres, por eso no basta para formarlas eu los jóvenes el
prohibir los medios que las corrompan; es ademas de suma ne-
cesidad fundar establecimientos donde se nutran con buena
doctrina. Todos los que aquí antes existían, estaban entera-
mente sin ejercicio: la juventud dispersa, y las rentas arruina-
das. El Consejo procuró restaurarlos, buscando los recursos
mas precisos en las necesidades que por todas partes le ro-
deaban; y aun fundó otros nuevos que hacían mucha falta.
Conforme á su objeto, se hallan en ejercicio en la capi-
tal dos escuelas numerosas de primeras letras, arreglada su
enseñanza al sistema de Lancaster. Existen otras subalter-
nas que igualmente se han ido propagando por las provincias
para que conforme al' artículo 184 de la Constitución, partici-
pen de esta indispensable enseñanza todas las clases de la so-
ciedad. El arte de escribir esencial á la generalidad, abraza el
de la taquigrafía, que se circunscribe al servicio de los cuer-
pos representativos, á fin de que el pensamiento del orador
pase al papel con la velocidad con que lo presenta la expre-
sión. Para el de este augusto del Perú, ha formado tres jóve-
nes el recomendable sacerdote doctor D. Agustín Guillermo
Charum. Se hallan bastante adelantados, y la práctica y ejer-
cicio en las sesiones futuras del Congreso, harán que sus plu-
mas sean tan veloces como las palabras que copian.
Está abierta la hermosa biblioteca para la instrucción pú-
blica, y plantificado un suntuoso museo de latinidad. Los jó-
venes que hubieren de seguir la carrera de las ciencias, tienen
expeditos para cultivar la filosofía, teología y el derecho, el
convictorio de Bolívar, el seminario de Santo Toribio, y el co-
legio de Santo Tomás; é igualmente el de la Independencia
para la medicina y ramos que le son anexos.
El gobierno colonial olvidó enteramente la educación de
las niñas. La natural viveza y disposición de sus excelentes
ingenios las sostenían en los concursos, cuando con mediana
instrucción habrian rivalizado á los mas provectas de Europa.
El de la Patria ha mandado consagrarle, para que la obten-
gan, el Ginecio que hará honor á la capital, por la suntuosi-
dad del edificio, y por la luz clara que ilustrará los preciosos
talentos de las legisladoras de la sociedad doméstica, madres
y primeras maestras de los rectores y defensores de aquella.
El Consejo ha procurado promover en cuanto ha estado de
su parte, las escuelas y colegios de Bolívar, Ayacucho y Ju-
nin; y S. E. el Libertador en su tránsito al Alto-Perú los ha
fundado sobre una mayor escala en los departamentos de Are-
quipa, Cuzco y Puno. Y para dar impulso á todos ellos, se ha
establecido conforme al artículo 185 de la Constitución una
dirección general de estudios, con las respectivas subalternas
—378—
en las otras capitales. Sus trabajos serán muy útiles para or-
ganizar los planes y reglamentos generales que decretare el
Congreso según el artículo 183.
Pocas capitales poseen sobre la tierra las ventajas que Li-
ma para elevarse á uu alto rango por sus proporciones, asi
para cultivar las ciencias y las artes, como para decorarse con
todas las obras del bello gusto; pero esto pide tiempo, recur-
sos y tranquilidad que no lia tenido el Gobierno; y el minis-
tro de él solo puede ya disfrutar de la perspectiva de los her-
mosos planes que le traza su imaginación y amor á la Patria.
Mas todas estas ideas, por grandes que parezcan, se vé que
son de segundo orden en la consideración del Gobierno, cuan-
do vuelve los ojos sobre la agricultura. No hay sociedad sin
los frutos de la tierra, que alimenten los hombres que la for-
man, y está demostrado que el número de estos crece ó decre-
ce en razón de su abundancia ó escasez. Se arruinan las fa-
milias indigentes, y se multiplican en las que existen las pro-
porciones para vivir. Así en todos tiempos, y en todos países
donde hay un gobierno civilizado, su principal atención es fo-
mentar las labores campestres, para que nuestra común ma-
dre no deje perecer sus habitantes estando yerma.;
La constitución física del Perú no permite numerarle entre
los países agricultores, en que el sobrante de las Cosechas pue-
da ofrecer un ramo de comercio para la exportación exterior;
pero sus fecundos valles, bien trabajados, mantendrán sin du-
da una doble población. La extinción de los indígenas, des-
pués que los ocuparon los españoles, originó la necesidad de
reponerlos con esclavos arrancados del África. Sobre sus bra-
zos se apoyaba la prosperidad de la agricultura, cuando arri-
bó el Ejército Libertador alas órdenes del General San Mar-
tin: la extracción de los siervos mas útiles para el servicio de
las armas, que comenzaron los españoles, y el decreto del Con-
greso de dar por libres los partos, y la gran destrucción que
han sufrido las heredades con la guerra, hacen muy difícil su
restauración. (1)

(J ) Veamos ahora lo que ha dicho en esta materia importante Mr. Can-


ning en la sesión de la Cámara de Comunes el 17 de Marzo de 1824. Este—
publicista experimentado y sabio, cuyas opiniones merecen tanto respeto:
y en una nación poderosa en todos sentidos para cualquier empresa. El se
espresa así:— 'La cámara ha establecido el año pasado los principios, según
los cuales desea que el Gobierno se dirija en esta materia difícil. Ella con-
viene en que la esclavitud es un mal horroroso: pero reconoce también que
debemos tener consideración á los derechos de propiedad existentes, y no
sacrificarlos á la ansia de obrar, libremente, según una teoría ó un princi-
pio. La Cámara no está dispuesta á conceder una emancipación repentina:
ejla prefiere esperar una extinción gradual de la esclavitud, como resulta-
do de la perfección moral de los mismos esclavos, á proclamar de repente
•— 379—
2"To lo sería, si hubiera brazos que
sostituir; pero yo no sé de
donde puedan estos sacarse. La América del Norte, el país re-
publicano por excelencia, y la cuna de la representación na-
cional, no obstante su calculable inmigración, mantiene to-
davía un millón de esclavos, á pesar de cuanto resisten esta
triste condición del hombre, la religión, la humanidad y la
filosofía, arreglando la libertad de ellos á la necesidad de tra-
bajar los campos, y á los medios de reemplazarlos. General-
mente los del Perú están gravados con crecidas imposiciones,
cuyos réditos, diezmos y contribuciones, acaban de imposibi-
litar el que puedan volver á su antigua prosperidad.
El Consejo de Gobierno siguiendo lo prevenido por el Con-
greso y por S. E. el Libertador, ha expedido algunos decretos
á beneficio de los agrícolas: el principal, y que ha merecido
aceptación en las repúblicas vecinas, es la reducción de los
censos del tres al dos por ciento. ]STo puede haber justicia, para
que los dueños de los fundos, á cuyo sudor, gastos y trabajo
se debe su producción, sean los únicos que sufran los ingen-
tes quebrantos de la guerra, y no los censuarios que, sin la ac-
tividad de aquellos nada percibirían esterilizadas las hacien-
das por falta de cultivo. En las grandes de numerosa escla-
vatura, la sola libertad de partos hace una pérdida annual pa-
ra los x>ropietarios, que deben también sufrir los censualistas
como condominos, ó indemnizarlos el Estado, si por ana rara
resolución quisiera mantener los privilegios de manos muer-
tas, á costa de las activas y laboriosas.
La escasez de mieses en Lima en el año último, que la ocu-

rma libertad de que ellos no están todavía en estado de servirse con venta-
ja para sí mismos, y con seguridad para los otros. El fiel ministro de las
voluntades del Parlamento, no debe ocuparse exclusivamente de lo que es
justo en teoría, sino sobre todo lo que es practicable en realidad, y de los
medios de obtener el mayor bien con el menor mal posible.
''Nosotros no Heñios adoptado, dice Canuing," el proyecto de declarar li-
bres todos los nuevamente nacidos: Esta medida habría creado un celo mu-
tuo entre los negros. Por otra parte; la libertad debe ser adquirida por el
hombre, corno cualquiera otro bien por una serie de esfuerzos bien dirijidos.
Ha ud fácil em esse viam voluit. Esta sentencia es el correctivo de toda am-
bición precipitada. La libertad adquirida por una industria paciente, y por
una perfección moral sucesiva, será, yo estoy cierto, un beneficio mas real
y mas sólido, que lo que sería una libertad repentinamente proclamada."
Memoria al Congreso de Colombia por D. Joaquín Mosquera, senador;
impresa en Bogotá año de 1825.
He opinado en esta parte, conforme á lo que dicta la total falta de bra-
zos cu nuestra agricultura, pero los sanos principios de la moral y la políti-
ca exijan «pie ala mayor brevedad se reponga la esclavatura con brazos li-
bres, o que ellos mismos mejoren su condición, obligándolos al trabajo por
un estipendio moderado con que puedan subsistir y costearse los dueños
de los i'.mdos, porque si se les dejara en libertad amplia, su tendencia ge-
neral al ocio, originaría muchos males á la República y á sí mismos.
.

—380—
parcm los españoles, ha llegado á tal extremo que no se en-
cuentra trigo que poder sembrar, y es un deber del Gobierno
hacer que luego que pasen las aguas se trasporten de los va-
lles de abajo, y con la posible equidad, cuantas fanegas pue-
dan adquirirse para distribuirlas entre los chacareros, y que
hagan sus sementeras en el tiempo acostumbrado.
Lo que la naturaleza nos negó de tierras cultivables, nos
reemplazó con inmensas cordilleras, atravezadas por todas
partes de vetas minerales: y si el Perú en este género no es el
mas rico de la tierra, á ninguno cede en la abundancia y va-
riedad de metales: sobre todo, en los de oro y plata, que por
su valor representativo, forman el canje general con todas las
especies comerciales. De este principio se deducen tres con-
secuencias. Primera: que siendo todo el objeto de las especu-
laciones mercantiles, él que al fin terminen en la adquisición
del oro y de la plata; nuestros magníficos puertos han de ser
frecuentados por naves extranjeras, que nos conduzcan todo
lo mas precioso de las otras tres partes de la tierra para can-
jear con ellos. Segunda: que la posesión que tiene el Estado
de ricas ó innumerables minas, le pone en situación de pagar
las deudas que le ha originado la guerra. Tercera: que explo-
tadas ellas con mas actividad y orden del que hasta aquí se
ha observado, puede proporcionarse unas rentas suficientes
para cubrir sus gastos ordinarios, y quedar un sobrante para
mejoras, y otros extraordinarios. El oro y la plata jiran en
moneda, que llevan los signos distintivos del país en que se
acuñan. En mi anterior Memoria expuse los grandes afanes
que me costaba la reparación de la casa de Moneda, arruina-
da por los españoles, y el sobresalto de no ver en su cuño otro
busto que el de Fernando. Mas ya finalizó, y circula en su lu-
gar la moneda patria que reúne con el valor representativo, la
sencillez, seguridad y belleza, que son los propios caracteres
que deben calificarla.
El Perú no es un país manufacturero, y mas cuando la de-
sastrosa guerra ha exterminado el ganado lanar. Sin embargo,
no deben abandonarse, antes sí procurar se mejoren los obra-
jes de tocuyos y bayetas de la tierra, pues las clases inferio-
res se visten de ellos, subsisten muchísimas familias con ese
trabajo, y no hemos de estar sugetos al extranjero en lo que
podamos proporcionarnos por nosotros mismos. En una de
las guerras marítimas de los años pasados en que se interrum-
pió el comercio con España, los pañetes y bayetillas de Va-
lles, Cuzco y Arequipa, suplieron, aun en las personas que vis-
ten con aliño, la falta de los géneros equivalentes extranjeros,
y con el espendio mejoraron muchísimo sus tejidos.
El algodón de superior calidad abunda en toda la costa: el
—381—
lino en Cajamarca y provincias vecinas; y para reparar la fal-
ta de lanas, el Consejo prohibió la matanza de madres en el
ganado ovejuno, y S. E. elLibertador en las vicuñas.
Luego qne lia pasado por todos los objetos que for-
la vista
man la subsistencia y el réjinien de los pueblos, es decir, lue-
go que la sociedad está formada, se ocupa de las labores que
la sostienen, y se gobierna con leyes justas, debe el que la pre-
side convertirla en su ornamento y aseo. Estos son los que
caracterizan los pueblos; y de la manera que el aliño en los
individuos acredita, según Eunfort, una al nía bien puesta, y
el desaliño un villano; ni mas ni menos acontece con respecto
á los habitantes de aquellos. Así con no pequeños cuidados y
disgustos se restableció la policía de la capital, mejorándola
en cuanto á los ojos aparece; y conforme á este gusto, ha sido
el júbilo y pompa con que se han celebrado los aniversarios
de los triunfos de Junin y Ayacucho, y feliz nacimiento de
S. E. el Libertador.
Fuertes obligaciones tenemos para este gran capitán que,
desde las orillas del Orinoco vino á librarnos de la servidum-
bre y la anarquía. El Congreso procuró testificárselas en par-
te por el soberano decreto de 12 de Febrero de 1825.— El pin-
cel, el cincel y el buril, son los nobles instrumentos con que se
trasmite en el lienzo, el metal, y las piedras, la memoria, las
imágenes, y las glorias de los héroes. Todos tres abrazó el
Congreso, y á todos tres ha dado existencia el Consejo. En las
grandes asambleas del palacio republicano preside la imagen
de Bolívar. Sobre el pecho de los ciudadanos de ambos sexos
pende su busto, y en la plaza de la Constitución se levanta
una enorme mole representativa de los Andes que reciba su
estatua ecuestre.
Todo esto se ha ejecutado con una pompa que recordaba los
dias en que entraron en Roma los vencedores del África y del
Asia, y se les erijian arcos triunfales.
Concluyendo con la idea general del régimen interior del
Perú, no puedo olvidar que los correos, por medio de los cua-
les se mantiene la comunicación entre el Gobierno supremo y
los subalternos, quedaron en la imposibilidad de moverse en
el tiempo debido por la destrucción general de bagajes. Con-
forme esto se proporcionan, van entrando de nuevo en sus
respectivos períodos, y haciéndose mas activa y expedita la
correspondencia.
Colocado el Perú entre los estados libres, ha contraído con
losque gozan de este bien inestimable las relaciones que voy
á exponer.
Tom. vi Literatura —51
—382— , flí [
La elevación y decadencia do los pueblos no han tenido en
la escena del universo un orden progresivo. De continuo se
alteran y renacen de sus ruinas á su pasado explendor, exci-
tando las sublimes ideas de los grandes hombres que entonces
los honraron. Me palpita el corazón de placer al verlos valero-
sos griegos restituyendo la antigua libertad y gloria al famoso
Istmo de Oorinto, en que sereunian los diputados de sus repú-
blicas para arreglar sus intereses, su defensa y prosperidad. Y
por una de aquellas armonías del universo, se reproduce esta
magnífica escena sobre mayor escala en el Istmo de Panamá.
El genio libertador de la América del Sur, es el mismo que
ha formado y promueve este excelente proyecto. Las repúbli-
cas de una y otra América lian sido informadas de él, y exi-
ladas á remitir sus diputados. Cuatro meses ha que existen en
ellos del Perú, y- ya han llegado los de Colombia. Esta Be-
pública nuestra mas íntima aliada y favorecedora, le ha dado
un fuerte impulso, ^comunicándole á los Estados Unidos de la
América del Norte y de Méjico, á donde igualmente se han
dirijido por el Perú amistosas insinuaciones que han sido con-
testadas con mucha fraternidad, y se esperan en el Istmo sus
plenipotenciarios'
La República Arjentina ha ofrecido remitir sus representan-
tes. La Araucana esperaba la reunión de su Congreso para
proponerlos. Guatemala y Bolivia agregarán los suyos.
Incalculables deben ser las ventajas que se saquen de la
reunión de magistrados y políticos instruidos en la constitu-
ción física y moral de sus respectivos estados. Enseñados por
_ Jaadversidadyjii constancia, procurarán por todos los medios
posibles evitar los males internos, después de haber repelido á
los exteriores, y con un corazón americano afianzar las bases
del orden, alianza, comercio mutuo, y defensa común en la
aurora de la independencia. A este fin los ha invitado el héroe
Libertador, y sus glorias serán coronadas, si, como espera, -si-
guen á sus insignes triunfos, el establecimiento sólido y prós-
pero de í as repúblicas del nuevo mundo.
La narración precisa, que acabo de hacer, acredita que la
República Peruana está en relaciones amistosas con todas las
que la rodean. Sí, y jamás quiera el cielo que se alteren. Por
el contrario, trabajaremos en merecer cada dia mas su estima-
ción. Esta eapitalfué la primera en que se proclamó la inde-
pendencia, y ha sido la última que la ha conseguido. El ene-
migo encerrado en las fortalezas del Callao nos ha causado
muchos gastos para mantener el ejército y marina, que con
los otros males de una guerra tan inmediata, no hemos siem-
pre podido desplegar aquella munificencia á que nos llama el
genio por las influencias celestes. Pero ya no existe un solo ene-
—383—
migo en todo elPerú, y estamos en el camino de acreditar
nuestras virtudes, dirijidos por la concordia.
Grandes son nuestras obligaciones á la Eepública de Colom-
bia. Sus jefes, sus tropas, sus tesoros, han concurrido á salvar
al Perú en el momento preciso de su ruina. Por evitarla y
afianzar el don precioso de la libertad, ha corrido la sangre de
sus valientes en los campos de Junin, Ayacucho y el Callao.
Sobre todo, de Colombia ha venido el grande hombre en quien
ella se apoya, después de haberla arrancado de las manos ene-
migas. Motivos tan poderosos entre pueblos americanos co-
lindantes han orijinado unas relaciones estrechas, una verda-
dera amistad, y un interés común. Existen aquí los señores
Armero y Michilena, el primero como ájente de negocios, y
el segundo como secretario de la legación que se espera. El
gobierno del Perú, animado del alto honor que le es peculiar,
procura llenar las obligaciones respectivas á Colombia, y los
señores Ministros de Guerra y Hacienda expondrán la parte
que se haya cumplido por sus respectivos dex)artamentos.
Estamos en comunicaciones con las Eepúblicas de Méjico,
Guatemala, Buenos-Ayres y Chile, y en todas se nota la cor-
dialidad y el interés mutuo de sostener su independencia. En-
tre estas van á colocarse las provincias de arriba, en que el
ejército libertador coronó sus triunfos y la independencia del
Perú. Libre y expon tan eam ente se han constituido en Eepú-
blica, bajo el nombre para siempre grato y respetable de Bolí-
var. La ha reconocido el Congreso de Buenos-Ayres, al que
no muchos años ha las uniera el gobierno español para formar
un nuevo vireynato. S. E. por su alto honor y delicado mira-
miento al supremo decreto de 23 de Febrero de 1824 del nues-
tro, le ha reservado su sanción. Nosotros, peruanos como ellos,
no podemos desearles otra cosa, sino el que sean prósperos y
felices al abrigo de la sagrada éjida á que con tanta prudencia
se han acogido. Jamás las secciones territoriales y políticas
en que nos separamos, originará la menor distancia en nues-
tros mutuos intereses y radical afecto.
Comenzamos conforme se avance,
esta carrera gloriosa, y
se irá desenrollando el cuadro de la dignidad, magnificencia y
explendor, á que son llamados los países del nuevo mundo,
que poco ha fueron colonias españolas.
Las relaciones con las potencias del antiguo continente y la
América del Norte, van estableciéndose por los cónsules que
sucesivamente llegan. Por el orden de los tiempos se han re-
cibido bajo el carácter de tales al señor Guillermo Tudor por
la América del Norte, al señor Carlos Milner Eícketts por la
Gran Bretaña, y al señor Augusto Serruys por los Países Ba-
jos.Conforme al Derecho de Gentes, y los principios admití-
—384—
dos en las naciones cultas, el Gobierno ha procurado se les
guarde los derechos y atenciones que les compete, y ha obser-
vado la política mas delicada en las comunicaciones oficiales,
en cuanto ha sido compatible con su dignidad y justicia. El
Perú desde el momento que consiguió su independencia, se ha
conciliado en relaciones de amistad y comercio con todas las
naciones del mundo. Eespeta altamente sus soberanos y
constituciones, adoptando la que ha creido mas análoga al ali-
vio desús necesidades y situación.
La Constitución en el artículo 82 estableció tres ministe-
rios: uno de Gobierno y Eelaciones Exteriores, otro de Guerra
y Marina, y otro de Hacienda. Suficientes para el despacho
de los negocios al tiempo de su publicación. Mas después de
la agregación de las provincias libertadas por los insignes
triunfos de Junin y Ayacucho, y el aumento de jiro y comu-
nicaciones con las naciones extranjeras que ha producido su
fama, no es posible que se desempeñe reunido el primer mi-
nisterio. Son muy graves, numerosos y complicados en el dia
los asuntos de la gubernacion del interior de la Eepública, y
de sus relaciones exteriores. Por esto el Consejo de Gobierno
los ha mandado separar de orden de S. E. el Libertador nom-
brando por Ministro del Exterior al señor Don José María
Pando, Ministro Plenipotenciario á la Asamblea del Istmo,
y sustituyéndole el Dr. D. Manuel Pérez Tudela. (1).
La probidad y gran manejo del señor Pando, en las mate-
rias de su nuevo destino, harán las desempeñe con aquel de-
coro y delicadeza que demanda el trato oficial con potencias
soberanas, y que á mí me ha causado grandes angustias en la
difícil posición á que me reducía el sitio de la plaza del Ca-
llao.

Hipólito Unanub.

Por decreto orgánico de I o de Junio del año corriente, el Ministerio


(1)
86 ha distribuido en cuatro departamentos, á saber: del Interior y Exterior,
de Justicia y Negocios eclesiásticos, de Hacienda y de Guerra y Marina.
—385—

Idea general de los monumentos del antiguo Perú, 6


introducción á su estudio.

Apenas el hombre empieza á vivir, cuando todo le anuncia


su próxima ruina. Los elementos destinados á alimentarle se
conjuran para su destrucción; y el mismo globo que habita, no
cesa con violentas convulsiones de intentar sacudirse de una
carga que parece oprimirle. La inmortalidad entre tanto es la
que mas inquieta su corazón mortal. El deseo de sobrevivir á
su caduca existencia, y transmitir á la posteridad sus heroicos
hechos, es un ídolo á quien ofrece los últimos holocaustos.
Este entusiasmo tan antiguo como el hombre, le ha hecho
siempre buscar mil recursos, para eludir en cierto modo el
término doloroso del hado inevitable, y vengarse de sus insul-
tos. Los aromas, el bálsamo, el cedro, el bronce y el mármol
por una parte, por la otra las composiciones armoniosas, los
recitados brillantes, los emblemas y las bellas imágenes, que
tienen un imperio eficaz para atraer la atención y el asombro,
han sido el obstáculo que la soberbia de los humanos ha opues-
to ala voracidad del tiempo. De allí nacieron las momias, que
se conservan millares de años á pesar de su originaria corrup-
tibilidad, los mausoleos que las cubren, los obeliscos, las pi-
rámides, las estatuas, y todos aquellos monumentos en que el
cincel y el buril explayan sus primores, para perpetuar la me-
moria postuma del héroe y del poderoso. De este mismo prin-
cipio emanó la poesía, la historia tradicionaria, ó cifrada en
símbolos, todos los rasgos en que muestra el pincel su ener-
gía.
Estos preciososjtrofeos de la vanidad y grandeza de los hom-
bres y de las naciones, destinados á inmortalizar los triunfos
del valor, de la virtud, ó á veces del fanatismo, forman sin du-
da un objeto dignísimo de la consideración y estudio de un
literato. Sin ellos ¿cuál será la luz que nos esclarezca aquellos
siglos de tinieblas, en que nacieron las monarquías, las artes
y las ciencias, y se arreglaron las costumbres? ¿Aquellos si-
glos en que la lira y el canto domaron los tigres feroces, los
leones rabiosos, y conmovieron los duros peñascos? Un poeta
filósofo negaba la eternidad del mundo, solo porque antes de
la guerra de Tebas y destrucción de Troya no se encontraban
poemas, ni monumentos en quienes la fama hubiese sellado
la memoria de aquellos insignes acaecimientos que ilustran
—386—
todas las edades (1). Aun en los tiempos posteriores, y en las
naciones que poseyeron el arte de escribir en toda su perfec-
ción, la falta de prensa para renovar las hojas carcomidas, ha
hecho indispensable la paleosofía á fin de llenar los huecos
que ellas dejan, ó comentar las fábulas que nos trasmiten.
¿Cuánto no ha servido á rectificar la cronología y la historia
el examen de los jeroglíficos y enigmas del Egipcio supersti-
cioso, las ruinas de Palmiris, las odas y retratos de los Grie-
gos, los bustos y pirámides de Eoma, etc.?
Esta misma materia contraída al Perú, adquiere un nuevo
grado de interés y preciosura. Desde su conquista perdidos
para siempre los archivos del Cuzco, Cajamarca y Quito; re-
ducidos á polvo los frágiles quipos-, alterada la tradición de los
hechos memorables del reino, por la ignorancia ó descuido de
los depositarios, se vé un observador obligado á recurrir al
cotejo, ó llamémosle interpretación de los fragmentos y rui-
nas antiguas, para completar el imperfecto retrato que nos
trazó Garcilaso de su antiguo imperio. Por este mismo cami-
no pueden descifrarse las fábulas adoptadas por los demás
historiógrafos en cuanto á su religión y policía. El estudio de
los monumentos que erigieron los incas para ostentar su po-
der y recordar su existencia; los recitados de sus glorias; las
tradiciones y reliquias de sus antiguos usos y costumbres, que
aun permanecen entre los indios modernos, que tenazmente
conservan y recatan sus antiguallas; el reconocimiento de las
obras que erigieron por magnificencia, ó por necesidad, ofre-
cen ciertamente una nueva luz capaz de esclarecer la oscuri-
dad en que yace sumergida la parte histórica y civil de la mo-
narquía peruana, en todo el tiempo que precedió á su con-
quista. Por eso nuestra sociedad, persuadida á que sus inda-
gaciones en esta línea deben remontarse hasta aquellos siglos,
ha pensado valerse de semejantes recursos para desempeñar-
las con acierto, y proporcionar al Mercurio este nuevo mérito.
Si el furor de la codicia y ambición se hubiese contentado
con desentrañar la tierra, multiplicadas é íntegras las memo-
rias del antiguo Perú, seria mas fácil el delinearlo, y mas hermosa
la copia. Pero la execrable hambre del oro llevó la desolación
hasta los sepulcros, que siendo el último asilo de los mortales,
no sirvieron ni aun á las cenizas respetadas por el derecho de
las gentes (2). lío obstante, así como las iras de Cambises no

(1) Lucr., lib. 5, v. 325.


(2) Son inevitables losdesórdenes y los estragos en las grandes conquis-
tas; pero los del malvado Carbajal y su amigo Gonzalo Pizarro llegaron á
un exceso inaudito. Este atormentó á muchos indios desgraciados, á fin de
que le descubriesen el sepulcro del Inca Viracocha, en que se decia haber
muchas riquezas. Encontrólo en el valle de Xaxahuana, seis leguas dist;in-
—387—
pudieron impedir llegasen hasta miestros dias muchos restos
inestimables de la sabiduría egipcia, tampoco han visto su
última aniquilación los monumeutos de los Incas. Sus ruinas
nos rodean todavía, y en medio de su destrozo ofrecen mate-
riales suficientes para computar las artes, ciencias y policía
de sus artífices.
Los famosísimos obeliscos y estatuas de Tiahuanacu (1) y
los mausoleos de Ohaehapoyas, (2) obras destinadas á compe-
tir en duración con la eternidad, no solo por lo sólido de su
materia, sino también por los sitios en que fueron erigidos,
muestran no menos su pericia en la escultura que su ambición
á la inmortalidad. Este último deseo era trascendental á los
sepulcros y los cadáveres, como lo testifica esa multitud de
momias que después de tantos años y siglos se encuentran ín-
tegras en lashuacas: su examen nos enseñará quizá el método
con que conseguían precaverse de la corrupción, y vencer al
tiempo 4estructor (3).

te del Cuzco. Y
no contento con saciar su codicia despojándolo de sus rique-
zas, quemó cadáver de aquel monarca, y dispersó sus respetables ceni-
el
zas. D. Pedro de la Gasea, aquel virtuoso español, cuya memoria debería
estar grabada en todos los edificios públicos del Perú, castigó este y los
demás atentados del pérfido Pizarro, haciéndole cortar la cabeza junto al
mismo sepulcro que tan vilmente habia ultrajado. Los extranjeros que se
empeñan tanto en cubrir de horror la eonquistá del Perú, deberían, cuan-
do exageran la malaconducta de alguno, no olvidar el heroísmo y virtu-
des de aquel sabio presidente, y de otros muchos que imitándolo no solo
lavaron laa manchas de la nación en esta paite, sino que la han ilustrado
con su valor v con sus hazañas.
(1) Este pueblo situado en los confines de la ciudad de La-Paz, es sin dis-
puta anterior á la monarquía de los lucas, aunque uno de estos le dio el
nombre que hoy tiene originado de haberle llegado -allí un -coi'reo, cuya ce-
leridad en el viaje habia sido tan grande, que podia compararse á la de un
veloz huanaco. El Inca, aludiendo á este suceso dijo al correo, cuando se
-
le presentó: Tia-Huanacu; siéntate, huanaco; y para conservar la memoria
de la ligerezadel Cuñan y bondad del monarca, se subrogó este nombre al
antiguo del pueblo. La formidable pirámide qué hay en él, y los colosos de
i piedra,|con otra variedad de figuras humanas bien entalladas en la misma
materia, aunque carcomidas por los años, indican ser monumento de algu-
na nación gigantesca, cuando no sean efectos de la misma verdad, qu& in-
dujo á Alejandro a uuerer dejar unas estatuas colosales en los países sub-
yugados de la India.
— (2} Enla provincia d A Chachapoyas se registran edificios en forma de co-
nos, sustentando corpulentos bustos. Están colocados éñ las pendientes de
los cerros, y lugares tan inaccesibles, que solo se pudieron haber fabricado
descolgando con maromas el material y los artífices. Estos representan ser
mausoleos de algunos caciques ó gente principal, que deseando perpetuar
su memoria, no solo qv.isieron asegurarse del tiempo valiéndose de durísi-
mos peñascos, sino también de la mano derribadora del hombre, colocán-
dolos donde el temor del precipicio le impidiese acercarse.
(3) Algunos quieren que los indios con solo la diligencia de helar el ca-
dáver conseguían su conservación. Esta inferencia seria oportuna y justa,
—388—
El derribado pueblo de Pachacamac; los edificios del Cüzíco
y Quito; las fortalezas de Herbay y Xaxahuana; los caminos
abiertos por en medio de las cordilleras, particularmente aquel
para cuya fabrica igualó con los valles las mas elevadas cum-
bres, (1) manifiestan la instrucción de los indios antiguos en
la arquitectura civil y militar.
Los socavones de Escamora, Chuleo y Abitanis, minerales
de oro; los de Choquipiña y Pozco de plata; Curahuara de co-
bre; Carabuco de plomo; y las magníficas labores de Ancorai-
mes de fierro, todos trabajados bajo el imperio de los Incas,
dan uua idea de su arquitectura subterránea y metalúrgica.
Los fragmentos de las grandes acequias de Lucanas, Conde-
suyos y otras infinitas, que en medio de los precipicios condu-
elan las aguas desde los mas profundos valles para regar las
altas cimas y retiradas campiñas; la curiosidad con que se
miran rellenadas las quiebras de los cerros para aumentar el
terreno cultivable; la útilísima costumbre [la misma que ob-
servan los indios de estos tiempos] de unirse hermanablemen-
te para los trabajos rurales de sementeras y mieses, son unas
pruebas incontestables de la pericia de esta nación en la hi-
dráulica y agricultura. Es evidente que en esta parte no solo
no han adelantado los Españoles, sino antes han dejado per-
der muchos conductos que hacen una falta conocida.
Como los Peruleros acostumbraban soterrarse con todos sus
ajuares, sus sepulcros son un rico depósito de su pintura, ma-
nufacturas, instrumentos mecánicos de guerra, pesca, etc.
Ademas de todo esto, los indios modernos conservan aun la
industria de sus mayores, en los tejidos de Mellas, anacos y
chuces, en la fundición de topos, en la fábrica de Jiuayu&roSy
etc. (2).

siúnicamente en la Sierra y temperamentos frios encontrásemos estas mo-


mias, y no estuviesen llenas de ellas las huacas de los valles y tempera-
mentos cálidos.
(1) Los autores de la Enciclopedia, en el artículo América, niegan haber
en el Perú tal vereda. No hay otro modo de convencerlos sino que hagan
un viaje, y verán los restos suntuosos que nos han quedado. Quisiéramos
que unos filósofos que se glorian de tener por patria á todo el mundo, no
fuesen tau falaces y enemigos de la verdad, desnudándose de las preocupa-
ciones nacionales cuando lean á Garcilaso, á quien levantan mil testimo-
nios.
(2) Se sabe que Mella es una manta de vara en cuadro muy fina, y ador-
nada con muchas labores, la que sirve de rebozo ó mantilla á las indias.
Los anacos son mas grandes, y se emplean en sus hábitos talares. Chuces,
especies de alfombras. Topos, agujas de oro, plata ú otro metal equivalen-
te,con cabezas anchas, sólidas, circulares ó cuadradas en que están escul-
pidas varias efigies. Su destino es atracar por el pecho las Mellas y ador-
narlo. Huaqueros, cantárillos que puestos con agua al fuego, el vapor que
•ale por su boca figura el silbido.
—389—
Desu antigua escritura se encuentran algunas señales en-
tre los pastores, que usan de quipos (1) para dar cuenta del
número, aumento ó diminución de su ganado, sin olvidar los
dias ni horas eu que sucedió la muerte de esta cabeza, naci-
miento de la otra, ó robo de aquella. Una ú otra deprecación
con que invocaban el amparo de la deidad, puede dar idea de
su oratoria. Pero de su poesía y música han quedado muchí-
simos monumentos. Esta nación danzarina no ha olvidado los
instrumentos de aire, e inmensa variedad de alegres j visto-
sos bailes, que formaban las delicias desús antepasados. Su
tradición ha trasmitido algunos idilios y odas, y muchísimas
elegías que se aumentan y renuevan contin ñámente, así por
los Arahicus [2] como por los españoles, encantados con la
suavidad, ternura y dulcísima melancolía, que son el alma de
estas composiciones.
Las ciencias que con mayor esmero cultivaron los Incas,
fueron la astronomía y la medicina. Algunas columnitas eri-
gidas para señalar los equinoccios y los solsticios; los nom-
bres impuestos á los planetas; sus preocupaciones acerca de
los eclipses; las observaciones que hacen del cielo para preca-
ver sus sembrados del hielo, y arreglar el tiempo, estos son
unos datos por donde se pueden calcnlar sus progresos en la
primera. Los conocimientos que tenían en la segunda, se vén
encerrados en las prácticas populares de los serranos, y ma-
gisterio deles Ccamatas [3] sucesores de los antiguos Amautas.
El gobierno de los caciques entre aquellos pueblos, en que
son absolutos, su inflexible justicia, el orden y economía que

(1) Las Cartas peruvianas de Madama Grafiguy dieron motivo á un se-


ñor italiano de la Academia de la Cruscay á una duquesa de la misma na
cion para escribir un grueso volumen en cuarto intitulado Apologéa de los
quipos. Después de ponerse eu él lo que trae Glarcilaso, describe el autor
con tanta confianza la gramática, el dicionario de los quipos, y en fin cuan-
to es relativo ala quirografía, que desde luego creeríamos habia sido al-
gún Quipo-Camayu délos Incas, si por desgracia no fueran erradas todas
sus conjeturas.

[2] Arahicus. Nombre de los poetas peruleros; de aquí nació el yaravíes


que se dá á sus canciones elagiacas: el estilo, los afectos, y peculiar música
de ellas les dan uua ventaja conocida sobre todos los cantos de las otras na-
ciones, pur lo que respecta á inflamar el corazón humano en los sentimien-
tos de la piedad y el amor.

[3] Son unos indios naturales de la provincia de Choque- Ccamata, sita


en la Intendencia de La- Paz, que á modo délos primeros módicos de la
Grecia, discurren por todo el reino cargados de yerbas, drogas, etc., curan-
do empíricamente, y á veces con feliz suceso.

Tom. vi. Literatura — 52.


—390—
observan, son ejemplares del de todo el Perú en los siglos de
sus monarcas [1].
Si á todos estos fundamentos uniésemos el examen de la
lengua quechua, se podrá conjeturar el grado de civilización
á que ascendieron, y aun la duración de su imperio. Las vo-
ces son los simulacros del pensamiento, y la dulzura y gusto
con que se delinean, ó la viveza con que lo representan, si-
guen la razón de la edad y cultura del ingenio humano.
Con estos materiales pretendemos amenizar la parte histó-
rica del "Mercurio" destinada á subir hasta los tiempos heroi-
cos del Perú. Esperamos que todos los amantes de las anti-
guallas nos auxilien, y que el hombre cuya curiosidad ansia
con igual fuerza las prenociones de lo futuro que los recuer-
dos de lo pasado, reciba con agrado esta parte de nuestras
tareas.

Indagaciones sobre la disentería y el vicho.

OBSERVACIÓN PRIMERA, HECHA EN EL REAL ANFITEATRO


ANATÓMICO EL DÍA 15 DEL MES PRESENTE.

La disentería es sin duda la enfermedad mas funesta de


cuantas dominan en esta capital. En otra parte notamos la
frecuencia de sus estragos, y dando algunas pinceladas sobre
sus síntomas y curación, indicamos los errores que en esta se
cometían. Desde tiempo inmemorial se ha equivocado la di-
sentería con el vicho, y autorizado este error con la edad, no
solo se ha arraigado en el vulgo, sí también en las prácticas
menos esclarecidas. Por eso los grandes métodos que nos tra-
zan los maestros del arte, para oponerse al torrente de aque-
lla grave enfermedad, vienen á ser ineficaces entre nosotros.
Juzgándose distinto el aceidente que nos describen los médi-
cos de las otras partes del mundo, del que padecen los perua-
nos, se abandonan sus remedios para adoptar las que el anti-
guo empirismo consagró á la curación del vicho.
Es de la última neeesidad examinar una materia que tanto

[1] Es digna ele leerse una cláusula del testamento del valeroso capitán
Mancio Sierra de Leguizamo; aquel á quien en el repartimiento de los des-
pojos del Cuzco cupo la imagen de oro del Sol, y la jugó en una noclie. En
ella se encarece el gobierno y buena policía de los Incas. Puede verse en
el P. Calanclia, pág- 98.
—391—
interesa á la salud de nuestros conciudadanos: ver hasta don-
de son ciertos nuestros dictámenes, y los límites que deben
fijarse á los del vulgo. Pero como esto no puede ejecutarse
sin tener por fundamento una serie de observaciones anató-
micas y clínicas que sirvan de puntos de comparación, liemos
meditado ir publicando los hechos que ocurran de uno y otro
género. Al pié se colocarán los corolarios, ó inferencias que
naciesen naturalmente de ellos, reservando el proponer por
extenso nuestras reflexiones y miras para cuando ya aya un
número de historias capaces de formar regla general. Damos
principio por la siguiente observación anatómica.
Un europeo de edad de cuarenta años, después de haber pa-
decido mas de tres meses de disentería en el hospital de San
Andrés, y pasado por todos aquellos grados que se han des-
crito en otra parte, falleció el dia 15 del presente mes, redu-
cido á piel y huesos, y despidiendo un hálito hediondísimo.
A pocas horas fué conducido al Anfiteatro (1), en donde ha-
biéndosele abierto el abdomen, se notó lo siguiente: el hígado,
el bazo, el ventrículo, los intestinos delgados, el redaño, el
páncreas, los ríñones, los troncos de las arterías y venas esta-
ban ilesos. El intestino ciego, el colon y el recto aparecieron
agangrenados en esta proporción. La túnicas del recto se ha-
llaban muy esponjadas: su esfínter dilacerado por varios pun-
tos gangrenosos, su cavidad sembrada de los propios puntos,
y cubierta de materias fetidísimas, y manchas amoratadas,
que lavadas con vinagre fuerte, presentaban de trecho en tre-
cho isletas blancas, restos que aun quedaban indemnes de la
putrefacción. La parte inferior del colon desde el recto hasta
cerca del riñon izquierdo, en cuyo espacio, como se sabe, for-
ma varios ángulos, estaba fofo y enteramente reducido á po-
dre. Luego que se introducta el escalpelo, se dividía en va-
rios pedazos á manera de trapos, á los que man tenían en su
situación la mayor consistencia de las bandas ligamentosas
de este intestino. Del riñon izquierdo hasta el ciego estaba
un poco inflamado, consistente, y salpicado á trechos de pun-
tos encangrenados y manchas moradas. El ciego se encontró
flojo y salpicado de la propia manera. La túnica felposa fal-
taba en estos intestinos, ó se hallaba convertida en un moco
podrido, inundado de sanies acumulada en especial en la par-
te inferior del colon. Ni en este intestino, como ni en el recto

[1] Las demostraciones anatómicas han comenzado en el Anfiteatro desde


principio del presentemes de Junio, y continuarán hasta fines de Octubre.
En cada semana se hace una disección para comprobar sobre el cadáver la
historia anatómica de las partes del cuerpo humano, cpie se loe en la Real
Universidad. En los que han muerto de alguna enfermedad rara, concluida
la correspondiente lección, se registran las causas de su muerte.
—392—
»i en el ciego, habia la menor partícula de heces. La vejiga
de la orina estaba muy llena, y su esfínter sumamente, con-
traído. En l&péVois se encontró una pequeña cantidad de agua.
Todas las demás visceras de este cadáver se veian intactas, y
sin que ofreciesen cosa digna de observarse.
De esta disección se deduce: 1? que ella comprueba lo que
manifiestan las demostraciones de Pringle, y teoría de Oullen,
de ser los intestinos gruesos el principal asiento de la disen-
tería; 2? que el intestino recto, y la parte inferior del colon
son los mas expuestos á la gangrena; aquel, porque recibe to-
das las materias acres que descienden de arriba; esta, porque
siendo mas angosta que la parte superior, y haciendo dos in-
flexiones á manera de una S antes de unirse al recto, se de-
tiene en sus curvaturas el material corrosivo. Los retortijones
que preceden á cada evacuación ¿no provendrán en especial
de la dificultad que encuentran las materias al atravezar las
enunciadas encorvaduras, que necesariamente deben irritarse
y estrecharse por la acrimonia de aquellas? 3? que la laxi-
tud del esfínter del ano depende de sus dilaceraciones gangre-
nosas, como lo apuntamos en otro lugar. Luego es un error
concebir que la desplegadura del ano que acompaña á muchas
disenterías es una señal indefectible de que se hallan compli-
cadas con el verdadero vicho, y que se deben curar bajo las
reglas que ha dictado el empirismo en este; 4? que se debe
mirar como una práctica excelente el uso establecido entre
muchas personas del pueblo, y algunas haciendas circunveci-
nas, de ministrar en el principio délas disenterías dosis gran-
des repetidas de aceite de almendras, porque este laxa los
instentinos, expele las materias fecales que en esta enferme-
dad se reúnen en globos muy densos, y defiende á la túnica
felposa de las primeras impresiones del estímulo que produce
la putrefacción de aquellas; pero que es un error el insistir el
darlo en todos los estados de la enfermedad, bajo la idea de
que existe un empacho arraigado: la naturaleza y fluidez del
humor que aparece en una disentería prolongada, manifiesta
que los intestinos gruesos se convierten al fin en una fuente
por donde se descargan todos los líquidos del cuerpo huma-
no, y que de aquí proviene su extenuación, la pertiuacia y
cantidad de evacuaciones; 5? que mientras subsiste la disen-
tería, no se deben ministrar las ayudas astringentes; y que del
frecuente uso que se hace de ellas entre nosotros, proviene
por la mayor parte la multitud de los que perecen en esta en-
fermedad. Los astringentes, dados en el principio de la di-
sentería, encierran el lobo en el aprisco, como se explica el
sabio Tissot. Puestos por clisteres cuando ya están irritados
los intestinos, aumentando la constricción del recto, la comu-
—393—
mean al esfínter de la vejiga y la orina no corre; y cuando el
material es acre y podrido, impidiendo su salida, lo detienen
en la parte inferior del colon, y al momento se excita un pun-
to doloroso en el hipogatrio, originado de la irritación de este
intestino, al cual se sigue con celeridad la gangrena, si no
vuelven con prontitud las evacuaciones. 6*9 Pues que la gan-
grena es el término común de nuestras disenterías, deberá al
uso común de ayudas astringentes sustituirse el de las anti-
sépticas. ¿Podrán usarse las de aire fijo? ¿cómo, y en qué es-
tado de la enfermedad?
Hé aquí un problema en cuya resolución podrán ejercitarse
Ganarrila y Philaletes, omitiendo las controversias odiosas
que ya fastidian.

OBSERVACIÓN SEGUNDA, EXTRAÍDA DE LAS QUE SE HAN HECHO


EN EL REAL ANFITEATRO ANATÓMICO.

Un Milanés como de edad de 60 años, alto de cuerpo, de


contextura seca, y de aspecto y barba roja, entró en el hosxñ-
tal de San Andrés después de varios días de haber sido inva-
dido de evacuaciones. Según la relación que se nos ha dado,
su pulso era vigoroso pero infebricitante, los dolores de vien-
tre violentos, vómitos biliosos, evacuaciones con mucha san-
gre. Sángresele dos veces, se le dieron las infusiones de hipe-
cacuana, y se le auxilió con bebidas, clisteres, y unturas emo-
lientes. Con las sangrías se suspendió el vómito, pero volvió
luego. En el dia once de haber entrado se puso su xmlso febril,
se incrementaron los dolores y evacuaciones, y murió al dia
15, que fué el 5 de Julio del presente año.
Conducido al Anfiteatro, y disecado, se notó lo siguiente:
el intestino recto, el colon y el omento estaban agangrenados.
La parte mas tocada era el arco del cólou que pasa bajo del
estómago y el redaño, que al estregarse se dividía en muchos
pedazos podridos. Las túnicas del ciego estaban salpicadas
de manchas gangrenosas. Los vasos sanguíneos de los intes-
tinos delgados se hallaban acuñados de globos sanguíneos,
presentando con bastante claridad sus ramificaciones por el
lado del mesenterio. La vejiga de la hiél tenia cerca de cua-
tro dedos de través llena de una bilis muy amarilla, que resu-
dando por sus membranas, tenia todas las visceras vecinas: el
ala derecha del hígado cubría todo el estómago, extendiéndo-
se hasta el hipocondrio izquierdo. La vejiga de la orina tenia
el esfínter ajustado, y contenia alguna cantidad de orina;
—394—
Eotas las cavidades de los intestinos y el estómago, en los
intestinos gruesos habia un humor espeso de un color entre
amarillo y verdoso. Este propio humor se hallaba en mas abun-
dancia y de color amarillo en los intestinos delgados. Tam-
bién habia una porción de él en el estómago, que regurgitan-
do por el esófago lo arrojaba el cadáver por la boca con una
hediondez insoportable.
Disecado el hígado, indicaba que su corpulencia le era ori-
ginaria y no provenida de la enfermedad.
Manifiesta esta descripción que la disentería notada fué de
la especie de las biliosas, y se presenta inmediatamente el si-
guiente problema: ¿El hígado por su magnitud segregando en
aoundandia la cólera originó la disentería, ó invadiendo esta cui-
ta enfermedad por otras causas promovió la excesiva secreción
de la oilisf

Noticia de una máquina para moler caña, inventada por


el maestro José Laos y Cabrera,

No se puede dudar que las artes y la industria se hayan


muy atrazadas en el Perú. Siendo escasa la mano de obra y
el dinero, no se buscan los medios de reemplazar el déficit de
uno y otro. Así se puede decir, que todo yace en una langui-
dez mortal, y en especial la agricultura. Los hacendados de
caña son los que en esta ocupan el primer rango, por sus fun-
dos, y por el giro del azúcar. Pero si se especula con atención
su economía rural, se observarán unos dispendios enormes,
originados de la falta de conocimientos é industria que ape-
nas pueden soportar los frutos de la heredad. Es cierto que
muchos labran con aseo y pericia el terreno, con lo que con-
siguen dar mayor frondosidad, vigor y dulzura á la caña, pe-
ro como el jugo de esta para congelarse en cristales necesita
pasar por mil operaciones delicadas, la industria que falta en
estas, hace perder todas las ventajas de la primera. Es increí-
ble la multitud de brazos humanos y bueyes que se ocupan
en los trajñches, sin que sean de mejor condición los de agua,
porque sus continuadas quiebras, malogro de negros, etc.,
equivale al gran terreno que es necesario perder para mante-
ner los bueyes, y a las epidemias que los aniquilan.
De aquí proviene que el menor revés, por un incendio en
—395—
una peste que menoscabe los negros, etc., de-
los cañaverales,
ja comunmente á un hacendado en la miseria, y arruinada
una opulenta hacienda. Son muchos los ejemplos de esta na-
turaleza que se ven en el reino. Habrían sido seguramente
menos frecuentes, si hubiese habido algún conocimiento de la
maquinaria. Mejor arreglados los trapiches, ó establecidos ba-
jo de otra forma menos ruda, se hubieran ahorrado todos los
quebrantos y gastos que trae el inútil dispendio de brazos y
tiempo; y el hacendado con mas nervio podia reponer cuales-
quiera fracaso que se le originase por los otros accidentes á
que están expuestos los cañaverales.
Esto es lo que promete el maestro José Laos y Cabrera con
una máquina que hainventado. Habiendo ocupado toda su vida
en instruirse en varios ramos de la mecánica, y ejercitádose en
la fábrica de diversas máquinas, las luces adquiridas por uno
y otro medio le hicieron conocer, que todos los trapiches é in-
genios destinados á moler caña en el Perú, estaban errados en
la fábrica y colocación de sus piezas, siguiéndose en ellos un
sistema vulgar, ai>oyado únicamente sobre su antigüedad.
Considerando los daños que de aquí dimanaban á nuestros
hacendados, para su alivio ha ido fabricando una máquina,
que careciendo de los efectos antiguos reúne las ventajas que
presentan los conocimientos del siglo. De contado, en cuan-
to á las utilidades efectivas se tendrán las de esta máquina,
respecto de las antiguas, como tres á uno, y se ahorrará la mi-
tad del gasto que hoy se impende en los trapiches.
Una pulsación suave es suficiente para imprimir un movi-
miento rápido en la máquina. Su construcción, por mayor,
consiste en una rueda vertical, en cuyo eje se haya colocada,
á uno y otro lado, otra rueda menor vertical coronada de dien-
tes, los que mordiendo la corona de una rueda horizontal,
afianzada sobre la espiga del molinete de en medio,, de los
tres que componen una parada, la hace jugar. Para mayor se-
guridad, y dar mas velocidad á la máquina, se coloca otra
rueda vertical, semejante á la del centro en un extremo del
eje. De esta suerte con dos hombres se hacen jugar dos para-
das de molino, y si se prolonga el eje, y colocan las ruedas cor-
respondientes, tres hombres podrán hacer moler á cuatro. La
rueda del centro se halla construida de cajones, para que cuan-
do alguno de los agentes quiera mudar de postura, entre en
ella y opere sentado.
El diseño de esta máquina, y un modelo en pequeño, fue
presentado al Superior Gobierno, por cuya orden la examina-
ron el D. D. Cosme Bueno, catedrático de matemáticas y D.
Yicente de Veza, comandante del Eeal Cuerpo de Ingenie-
ros. Uno y otro confiesan en sus informes que tenemos á la
t
—396—
vista, la bondad de máquina, hallarse construida bajo de
la
dimensiones exactas, su preferencia á las antiguas, y no du-
dar de sus ventajas, después de haber hecho la experiencia en
el modelo con retazos de caña. A estas aprobaciones jurídi-
cas pueden juntarse las que ha merecido del señor Barón de
Xordcuflicht y D. José Ooquette.
Reflexiona el catedrático de matemáticas, que si en lugar
de la fuerza humana quiere sustituirse el impulso del agua á
esta máquina, ademas de las ventajas respectivas á nuestros
trapiches, que hemos expuesto, se evita el desperdicio de agua
que sucede en estos, siempre que las haciendas no tienen tier-
ras bajas en que emplearla, la fábrica de bóveda, y quebran-
tos frecuentes del rodezno y cucharas, por la rapidez é ímpe-
tu que es preciso dar al agua para que lo mueva. En la nueva
máquina el agua se encamina á la superficie de la rueda maes-
tra por la parte de arriba, para moverla con su peso, según
los principios de Mr. Belidor. A estas utilidades une la de te-
ner los cepos bien fabricados, y con ajustes primorosos; los
que, por la misma construcción de la máquina, deben perma-
necer íntegros largo tiempo. En nuestros trapiches revientan
á cada instante, porque como la palanca hace siempre un án-
gulo agudo coa la espiga de la maza, los molederos se recues-
tan sobre la madera y la quiebran: igualmente padecen sus
dientes una frotación muy ruda, y se gastan antes de tiempo,
y por las mismas causas se pierde la mitad de las fuerzas de
los bueyes.
Ofrece igualmente el autor de esta máquina triplicar el mo-
vimiento de los actuales ingenios, sin peligro de los heridos,
bóvedas, rodeznos, ni paradas, con solo transmutar sus pie-
zas. No dudamos que un invento de esta naturaleza incite á
nuestros hacendados para hacer algunas tentativas, que cos-
tándoles muy poco pueden traerles utilidades bien crecidas.
Se encontrará al maestro José Laos, autor de la máquina^ so-
licitándolo en la casa Estanque de nieve.

Establecimiento de una Academia de Pilotage,

La navegación es sin duda la madre de la ilustración, el es-


plendor y opulencia del género humano. Si los dichosos Fe-
nicios no hubiesen emprendido surcar el Mediterráneo, y atra-
vesar la garganta que lo une al Océano, la Europa quizá seria
aun una copia de aquel triste retrato que representaba antes
—397—
que aportasen á ella los Sidoniós y Tirios. La América per-
manecería sumergida en una eterna barbarie si el inmortal
Colon no hubiese dirigido á sus costas las naves españolas, y
una parte del mundo seria enteramente desconocida á la otra.
Sin la imitación de Sesostris [1] no veríamos esas ciudades
flotantes que mantienen el respeto y grandeza de sus monar-
cas, y faltaría en la historia el magnífico cuadro del valor y
proezas del hombre dominando á los mares.
¡Qué horrorosa se hallaría la faz de la tierra, si interrumpi-
da por el Océano y los rios faltase la comunicación entre los
pueblos que moran á sus orillas! Desterrado de ellas el co uer-
cio, benefactor que permuta con las luces las riquezas, con las
riquezas las artes y la cultura, la horrible ferocidad y rudeza
oscurecerían las esparcidas y aisladas tribus del linaje huma-
no.
¡Feliz el arte por quien aquel se sostiene y conduce á todas
partes! Después de haber difundido la claridad en todo el glo-
bo, lleva consigo su dominio y posesión. No se diga que so-
bre las riberas del Támesis, el Sena y el Tajo se arreglan los
intereses y el equilibrio de las potencias. La táctica naval es
la que sobre las encrespadas ondas del Océano decide la pre-
ponderancia de los imperios, y la suerte de sus conquistas.
Todo inspira la necesidad del estudio de la náutica, que de-
bía ser común á todos los hombres; pero son en especial los
pueblos marítimos los que deben cultivarla. Cada uno debía
hacerse un deber sagrado de aprofundar la parte de ella que
interesase á su subsistencia. ¿Cómo podrá, por ejemplo, flore-
cer la ciudad mercantil sin el conocimiento del pilotaje? Sus
riquezas y las vidas de sus moradores, expuestas á la incons-
tancia de las olas y los mares, no presentarán otros frutos que
una cadena de desgracias y un tráfico lánguido y perezoso, aun
cuando solo lo ejecute entre las costas del propio continente.
El que no sabe á lo menos observar los astros, manejar la brú-
jula, usar las cartas hidrográficas y calcular los resultados, ja-
más podrá dar á la nave aquella seguridad y dirección venta-
josas que aceleren el viaje, y proporcionen los felices progre-
sos que celebra la historia de los diestros pilotos del rey Salo-
món, á cuyo imperio se creia obedecer las tempestades y las
ondas. Los bajíos y peñascos de las costas, que á manera de

[1] Subió al trono del Egipto el año de 1659 antes del nacimiento del
Salvador. Según el P. Tournemine, Disert. 5 ad ealcem Menochii, equipó
una armada de 400 velas, la primera que surcó los mares. Diodor., lib. 1,
o
pág. 64; Herodoto, lib. 2 , núm. 102.
Tom. vi. Literatura —53
—398—
los primeros y rústicos marineros se toman por único norte, no
pueden servir sino para fracasar en ellos miserablemente. #
Pero tal ha sido la situación de nuestra marina mercantil
por mas de 200 años que há se conquistó el Perú. Lima, su
capital y emporio, no ha conocido otros náuticos que rijan las
naves de que depende no solo su esplendor, sino aun su sub-
sistencia, que los que tuvieron la audacia de denominarse ta-
les, ó que la necesidad y la ignorancia les granjearon este tí-
tulo. Tan lastimoso estado era disculpable en los años ante-
riores por la falta de conocimientos é instrucción. Pero no
puede sufrirse bajo el glorioso imperio de un monarca que
concediendo su augusta protección á todas las ciencias, lo
ejecuta especialmente con la náutica. En la Guia del presen-
te año se anunció que por Real orden de 1. ° de Noviembre
de 1791 ordenaba se estableciese en esta capital una Acade-
mia de pilotaje que disipase las nubes que cubren nuestros
mares, esparciendo una parte de aquella hermosa luz que
alumbra el centro de la monarquía.
Este importante establecimiento, promovido y encaminado
á su perfección por el actual Excmo. señor Virey, Frey D.
Francisco Gil y Lemos [singular Mecenas de la ilustración del
Perú], se ha verificado para mayor comodidad y decencia den-
tro del mismo Eeal palacio. Su director es el capitán de fra-
gata de la Eeal Armada y del puerto del Callao, D. Agustin
de Mendoza y Arguedas y su primer maestro el ayudante de
capitán del puerto, y segundo piloto de la Eeal Armada, D.
Andrés Baleato
Pensamos no perderán esta ocasión favorable de instruirse
no solo todos los que se destinasen ala navegación, si tam-
bién cuantos desean tener la cultura propia á un ciudadano
bien educado. Son conocimientos indispensables á este la
aritmética, geometría, trigonometría, cosmografía, dibujo, for-
mación de planes, y manejo de instrumentos que han de com-
poner una parte considerable de aquella instrucción.
¡Feliz la época en que la opulenta Lima ve nacer unos es-
tablecimientos que, poniéndola al nivel de las cortes mas bri-
llantes, cubren de gloria inmortal al jefe benéfico que los pro-
mueve y proteje!
—399-

Easgos inéditos

DE LOS ESCEITOEES PEEUANOS.

En varios "Mercurios ha dado á luz la Sociedad el Prolegó-


meno de las academias del Excmo. señor Marques de Castel-
dos-Rius, y la vida literaria de los esclarecidos Menacho y
Pinelo. Con estos rasgos ha querido acreditar, que sus cuida-
dos se extienden también á aquellas obras ó ingenios, que
honraron al Perú, ó á lo menos dan idea de sus viscimtudes
literarias. Mira con el último dolor una multitud de inestima-
bles manuscritos sepultados en el olvido, y quisiera no dejar
perecer enteramente esos restos preciosos, frutos de la aplica-
ción de sus sabios. Pero no siendo proporcionado el "Mercu-
rio" para los vastos volúmenes y ramos científicos á que des-
tinaba sus plumas el gusto del si<xlo que ilustraron, le es pre-
ciso ceñirse, ó solo á continuar las memorias de su vida y
aciertos, ó á elegir aquellas pequeñas composiciones que pue-
den entresacarse sin daño del todo, y acomodarse al modo de
pensar de nuestros dias.
Las de nuestro célebre Caviedes agradarán á cuantos las le-
yeren. Acaso no se han escrito invectivas mas graciosas con-
tra los médicos, que las que se contienen en la colección iné-
dita que intituló "Diente del Parnaso." Sus romances y epi-
gramas merecen colocarse al lado de los mas chistosos satíri-
cos. Si la Sociedad tuviera completa la historia de su vida,
que por algunos hechos que ha conservado la tradición, se con-
jetura haber sido tan salada como sus producciones, la ante-
pondría á la publicación de estas: pero no teniendo todavía
ha pensado adelantar
los materiales necesarios para escribirla,
algunos de sus rasgos, para sacarlos del triste rincón en que
encontró el manuscrito.
Don Juan Caviedes vivió á fines del siglo pasado. En el año
87 de sucedió el formidable terremoto de 20 de Octubre.
él,
Un médico corcobado cuyo apellido era Lizeras, no habiéndo-
se puesto en cuerpo en toda su vida, ni ceñido espada, se an-
tojó hacerlo luego que aconteció aquella catástrofe. Nuestro
Caviedes, que era un atalaya continuo de todos los de esta
profesión, tomó motivo de aquí para componer la siguiente
—400—
décima, imitando célebre pensamiento de Horacio: Partu-
el
rient montes, nascetur ridiculus mus.

DÉCIMA.

Tembló la tierra preñada,


Y al punto que se movieron
Los montes, luego parieron
A Lizeras con espada;
Porque su traza jibada,
Sin forma ni perfección,
Como es globo en embrión,
Hecho quirúrgica bola,
Así que se puso cola,
Quedó físico ratón.

Actuaciones Escolásticas.

Nuestra literatura ha estado ceñida por la mayor parte á


las actuaciones de la Eeal Universidad. En este teatro verda-
deramente brillante se han producido una multitud de discur-
sos y piezas de elocuencia que no parecian trabajados para re-
cibir la vida éfeta que dá esta especie de ejercitaciones, sino
para la eternidad. Se nos han remitido algunas de las últimas
para que se inserten en el "Mercurio." Como el instituto de
este periódico es hacer conocer al Perú por todos sus aspectos,
y semejantes rasgos pueden acreditar el gusto con que se han
cultivado en él las bellas letras, los insertaremos en los nú-
meros que pareciesen oportunos. En el presente publicamos
el siguiente elogio (1) que dijo al Dr. I). Marcelino Alzamora
cuando ascendió á la cátedra del método de Galeno, el ba-
chiller D. Juan de Soto, joven de grandes esperanzas para la
facultad médica, y que frustró la temprana muerte que le ori-
ginaron sus excesivas incubaciones. ..Cuando en el alcázar
.

de las ciencias, y en el domicilio de la verdad me presento á


cumplir el precepto de U. S. no temo que la vanidad profane
un lugar sagrado, ni la lisonja deforme una augusta virtud,
aunque no observe en todo su rigor la fórmula que prescribe
la Escuela para semejantes actuaciones. El sabio que ascien-
de hoy á la cátedra tiene bien probada la suficiencia á cuya

11] Este rasgo es de la ruano del autor del vejamen impreso en el tomo
2* del "Mercurio."
—401—
demostración se dirige la disputa: á esta pues sustituiré una
sucinta historia de su mérito; y aunque ascienda con él la mo-
deración, y su sinceridad quiera merecer el elogio mejor que
oirlo, haré manifiestos los pasos que lo lian conducido a la
cumbre del honor, y son los motivos de la gracia de V. S.
Dotado de un corazón virtuoso y sensible, de un ingenio
pronto y feliz, apenas llega á esta capital, emporio de las cien-
cias, cuando arde en el deseo de poseerlas: este fuego inocen-
te arregla su vida, ordena su tiempo, distribuye su estudio, y
le consigue con aticipacion la clave de la naturaleza en la fí-
sica, y el fundamento de la religión en la teología. Fortaleci-
do de estos principios se dedica á la medicina bajo la enseñan-
za del Dr. D. Juan de Avendaño, cuando este Valle del Pera
acababa de sacar la facultad médica del estado de humillación
ó abismo en que la habia sumergido una de aquellas revolu-
ciones de barbarie que de tiempo en tiempo se apoderan de
los imperios y las ciencias. Una niebla espesa de errores se
arroja sobre los profesores médicos; los caminos de la verdad
se les ciegan; los enfermos gimen bajo de curaciones llevadas
sin reglas, sin principios, y lo que es mas que todo, la Escuela
vé sus funciones con el último rubor. Avendaño aparece, y la
aurora se presenta sobre el horizonte médico; sus tinieblas se
disipan, y rayan los Castillos, los Buenos, los Aguirres: ¡qué
nombres! Con un genio lento, pero delicado; sereno, pero pers-
picaz; sublime por extenso; apto para las ciencias, sin traba-
jo; capaz de combinaciones sin fatiga, une la vasta literatura
á la fina dialéctica, y les presenta el modelo del médico sabio,
del hombre académico: el espíritu de reforma los anima, el
gusto de la Escuela se les infunde, y desde aquella época la
Facultad Médica está al medio día: V. S. es testigo de su luz.
¡Qué estimable es la gloria debida á la virtud! dura en los
ánimos gratos la memoria del beneficio: hasta ahora resuena
en nuestras aulas el aplauso de sus lecciones públicas, se re-
cuerda la facilidad y el orden de las. privadas: ambos condu-
jeron á nuestro sabio en el estudio de la medicina, llevándole
por una progresión natural pero meditada, de los rudimentos
hasta los arcanos; de la inteligencia de los primeros autores
hasta el conocimiento de los Padres. Al esmero correspondió
el aprovechamiento,de suerte que en un mismo año (el de 1742)
pudo su benigno maestro proporcionarle el grado de bachiller
en medicina, el examen de médico; y como premio de sus ta-
reas el protomedicato de Panamá, su patria. Persuadido de
cuanto las peregrinaciones convienen á las ciencias, emprende
su viaje á este destino: llega, y á poco tiempo su ánimo se aba-
te; cae en fastidio, y por una nostalgia inversa susjura por
Lima: no piensa sino en su Academia. Eestituido á esta cuan-
—402—
do una benigna aura le alienta para la teórica, y la copia de
enfermos le presenta el mejor teatro para la práctica médica,
un nuevo incidente trastorna sus ideas. El señor D. Diego del
Corro, electo Obispo de Popayan, le fia su salud. La satisfac-
ción de este Illmo. Prelado, y el deseo de estudiar la natura-
leza en sí misma le determinan á dejar segunda vez la Aca-
demia.
La descripción del globo se hace en los libros: la delinca-
ción exacta de sns partes se trabaja en el dia á grandes ex-
pensas para los gabinetes; pero este mundo figurado difiere
del real lo mismo que la mano de un hombre de la del
Criador.
¿Podrá pues formarse concepto de él sin los viajes! En el
de nuestro espectador, ¡qué de maravillas se ofrecen á su con-
templación! El prospecto del rio de Guayaquil, único en su
línea: las producciones de sus montañas en los tres reinos
animal, mineral y vegetal, dignas de las investigaciones de
Lineo: el Chimborazo, coloso admirable por su fábrica y. altu-
ra, la mayor que se couoce en los montes del nuevo y antiguo
hemisferio; en quien el péndulo, según las experiencias de los
académicos franceses, habia verificado la atraecion newtonia-
na; los otros páramos: todo despierta á su alma para la obser-
vación: eu todo encuentra ella las lecciones vivas de la natu-
raleza, las aprovecha, y en seis años de residencia en Popa-
yan las aplica á la física y medicina. Al cabo de ellos regresa
para Lima, recibe el grado de doctor en Teología en la Uni-
versidad ele Santo Tomás de Quito, habiendo recibido antes á
la ida en la mioma Universidad el grado de doctor en leyes.
Fuera délo que las ciencias particulares contribuyen á la cien-
cia universal, tienen sas puntos de reunión y se auxilian en-
tre sí: cuanto conduzca para la medicina, la teología y el de-
recho, lo demuestran Zacchías y Boudevins.
Con aquella satisfacción pues que es fruto del aumento de
conocimientos, llega finalmente á fijar el plan de su vida, tan-
tas veces delineado ó interrumpido: sus principales puntos de
dirección son los enfermos y la Academia. En estos insiste
compartiendo el tiempo, alternando la práctica y el estudio:
si para aquella lo excita el público por su concepto, á este lo
empeña Y. S. con sus favores: lo condecora con la borla de
Doctor el año de 1764, y el de 65 lo pone eu el número de sus
profesores confiriéndole la regencia de la cátedra de prima de
medicina, vacante por muerte del Dr. D. Hipólito Bueno. La
lectura de esta cátedra debe ser sobre los aforismos de Hipó-
crates; estos son unas sentencias cortas, sueltas, fundadas en
la observación sin respecto á sistema alguno. Los autores mé-
dicos hacen mucho uso de ellos, y los han explicado con gran-
—403—
des comentarios: Boerhaave recomienda los de Galeno, Hole-
rio y Valles; nuestro profesor añade los de Gorter, y por los
cuatro prepara las materias para sus oyentes.
Proveída esta cátedra y corrido algún tiempo, no quiere V.
S. esté sin ejercicio en la escuela: le hace regente de la cáte-
dra de artes. La lectura de esta es sobre la física de Aristóte-
les: el dominio de este filósofo por veinte siglos en las escue-
las, y su repentina caída en la mayor parte de las de Europa
le hacen examinar su doctrina, y compararla con la de los an-
tiguos y modernos. Los números de Pitágoras, las ideas de
Platón le parecen para explicar el universo lo mismo que las
formas; pero halla que Aristóteles los excede infinito en las
observaciones de física é historia natural. De los modernos á
quienes Aristóteles abrió el camino, nota que Gasendo susti-
tuye á la materia los átomos, á la forma las modificaciones, y
explica así la construcción del Universo, la generación y cor-
rupción de sus partes: las opiniones de Leucipo y Epicuro
aparecen en nuevo idioma y estilo. Admira que Descartes,
tan apto para edificar como para trastornar sistemas con sus
tres materias y sus turbillones, forme en su cerebro un nuevo
mundo, haga un nuevo hombre, y le coloque en lugar del que.
salió de las manos del Criador. Finalmente observa que [New-
ton, nuevo legislador de la naturaleza, le dá á esta un aspec-
to diferente, establece la física celeste, y explica felizmente el
movimiento de los astros; pero advierte que las leyes de la
atracción lo desamparan en los fenómenos terrestres, y que en
puntos de pura Física, adoptando los átomos, el vacío y el
péndulo de Demócrito, discurre á poco mas, como los otros.
Bajo de estos conocimientos ordena su curso sin violencia, en-
tra á enseñar gustoso presidiendo conferencias, y replicando
las veces que se ofrecen en ocho años continuos.
En el año de 1784, se le confiere la regencia de la cátedra
de vísperas de su facultad: esta gracia trae consigo la gloria
de suceder á un profesor que á la suma delicadeza con que
trata las materias escolásticas, y á su consumada pericia mé-
dica une uu genio dulce, un aire afable, una bondad excesiva,
si puede haber exceso en la virtud. Para correspondería y lle-
nar el empleo, asiste al curso según el nuevo mandato aun en
las horas precisas al reposo de un médico ocupado. Pronto
siempre en obedecer, se prepara á explicar los aforismos 14,
20, 22, del lib. 3?; 34, 35 del lib. 4?; el 10 del lib. 5?; el 35 del
lib. 6?; en que Hipócrates trata de los tiempos en que inva-
den las anginas, de su naturaleza y funestas translaciones.
Penetrado V. S. de dolor por el estrago que hacen en la ciudad
las repentinas sufocaciones, quiere que sus alumnos estudien
el modo de prevenirlas, de curarlas, y estén listos a la voz del
—404—
magistrado. Las sabias Academias de Europa no se portan
de otro modo en los tiempos epidémicos.
Con este ensayo, llegado el tiempo de proveerse esta cáte-
dra, se presenta á la oposición, y se conduce en ella con la sa-
gacidad y pericia de un escolástico aguerrido: pudiera produ-
cir la análisis de su lección que me ha comunicado un sabio
de la facultad, y se vería que el orden, la precisión y la lim-
pieza reinaron en una exposición ajustada á la doctrina anti-
gua, que es la de Galeno; pero la omito por manifestarle dili-
gente con el Claustro, avenido con su opositor, conforme con
la decisión deV. S. Si en la Escuela es una prueba de la re-
signación continuar un empeño de la misma línea, él la dá,
y como el piloto que después de su naufragio emprende nue-
vo viaje, se libra segunda vez al juicio del Claustro en la opo-
sición á la cátedra de método. V. S. le admite: el comedimien-
to cede á la edad, á la experiencia, á la instrucción; y estas
mismas hacen su aptitud para el cargo de profesor. La copia
de ideas afirmadas por el tiempo, la repetición de sucesos, no-
tados con escrúpulo, la utilidad de estos deducida con tino: vé
aquí las condiciones que en un genio sincero, asiduo, y dedi-
cado al bien de la sociedad, harán explicar felizmente el mé-
todo de reparar la salud perdida con la aplicación de los re-
medios: esta última parte de las instituciones médicas que en-
seña á conservar, restablecer y consolar la vida del hombre
enfermo. Miras preciosas que han ocupado la atención deV. S.
para que por su influjo logre la Escuela un alumno útil, los
profesores un compañero laborioso, y la juventud un maes-
tro consumado. Porción feliz de la Sociedad, á quien inflama
el deseo de la ciencia médica. Jóvenes ilustres que os for-
máis para la utilidad pública, yo os vaticino el aprovecha-
miento; vuestras tareas serán fructuosas: su progreso corres-
ponderá á las lecciones.

Observación de un globo de fuego,

El 18 del mes pasado de Abril, á las 2J de la mañana, es-


tando despejada y serena la atmósfera, apareció por el norte
de esta ciudad un globo de fuego de 2 pies de diámetro. Su
elevación perpendicular sobre el horizonte x>arecia ser de 70
toesas. Inflamado por ia parte inferior, y coronado de unas
sombras azules, giró con una velocidad hacia el Sur, hasta
formar un arco de 80 grados: entonces dio un traquido for-
midable en la parte alta de la ciudad, cerca del cerro que lla-
man de la Calera de los Agustinos, y se disipó.
—405—
Algunos han reputado estos globos, no sin fundamento, por
anuncios de temblores. Su generación es debida á las muchas
exhalaciones y vapores inflamables, que elevándose del seno
de la tierra arguyen hallarse esta impregnada de semejantes
materiales, los que puestos en uua intestina fermentación pue-
den incendiarse. En efecto, un globo ignal al descrito prece-
dió al último terremoto de Sevilla. No obstante, recorriendo
con atención la historia de las apariciones de los globos ígneos
que ha habido en diversos tiempos, se conoce que sus presa-
gios son tan equívocos como los del resto de meteoros á quien
la antigüedad atribuía las producciones de las pestes y demás
calamidades que oprimen al género humano.
El 26 de Julio de 1771 apareció uno bien notable en Pa-
rís, (1) y en Aviñon, partido de Oalatayud, se dejó ver otro el
27 del año pasado de 91 ai ponerse el sol, (2) sin que ninguno
de ellos haya causado otra revolución en el globo, que la de
asombrar á los pueblos y dividir las opiniones de los físicos.

Apéndice de la Sociedad a las conjeturas del Dr. D.

Pedro Nolasco Crespo.

En los felices dias en que vamos presentando á la sabia Eu-


ropa el verdadero retrato del Perú, y desvaneciendo las ca-
lumnias originadas de la absoluta ignorancia que se ha teni-
do hasta ahora de este país venturoso, merecemos igualmente
ver salir de su seno ideas que esclarezcan el imperio de la fi-
losofía. El haberse descubierto y publicado en él las leyes de
la mineralogía, (3) verificado y sostenido las de la atracción

(1) Para, Pliysique, tora. 3 pág. 481.

(2) Gaceta de Madrid, núra. 90.


(3) Cualquiera elogio que se quiera hacer del Arte de los metales del Li-
cenciado Barba, Cura de Potosí, siempre será inferior á su mérito. Este
precioso libro es reputado justamente por el código de lo> mineros. La car-
tilla que publicó D. Felipe de la Torre, minero de San Jnan Lucanas, aunque

no es del mérito del primero, es digna de la pluma de Peralta, que la escri-


bió, y del elogio que le hace el P. Feijoo, Cartas erudit., tom. 2, pág. 258.

Tom. vi. Literatura —54


—406—
entre los cuerpos terrestres, (1) eran, según parece, una espe-
cie de preparación ó anuncio de que aspirarían sus literatos
en algún tiempo al eminente lugar destinado á Descartes y
Newton.
Estos dos filósofos son los que con mas acierto han explica-
do el oscuro fenómeno del flujo y reflujo del mar. Decia Da-
niel Bernuil, en una excelente disertación acerca de este asun-
to, que pues los sabios y las naciones enteras convenían en
que estas mutaciones del Océano eran" producidas ó por la
opresión que ejercitaba la luna sobre el turbillon terrestre, y
consiguientemente sobre las aguas, según el pensamiento de
Descartes, ó por la atracción de esta misma según el de New-
ton; no quedaba otro mérito á los físicos, sino el de manifes-
tar cuál de los dos sistemas era el de la naturaleza. Las finas
y bellas conjeturas que propone el Dr. Crespo favorecen el de
la imrmlsion, pero adoptando un rumbo distinto al que siguió
el filósofo francés. Este y el inmortal ingles giran sus ideas,
apoyados en el movimiento de la tierra. Gaíileo, padre del
buen gusto en la física, fundó en él únicamente la exposición
del flujo y reflujo; y si son ciertas las observaciones y cálculos
de mas de dos siglos, amenaza ruina el sistema planetario, si
no se admite el de Oopórnico. El Dr. Crespo se muestra ente-
ramente opuesto á este modo de pensar, y confiesa creer fir-
memente la inmobilidad de nuestro globo: confesión que le
hubiera sido necesaria ahora cincuenta años.
Pero la disertación antecedente se percibe el modo con que
procediendo sobreesté fundamento, demuestra que el impul-
so de la atmósfera causado por la luna origina las metamor-
fosis del Océano. Sus conjeturas apoyadas en la hidrografiía
y geografía son tanto mas plausibles cuanto se conforman
con los fenómenos que observamos. Es cierto que la América
se estrecha por el Istmo de Panamá, pues también es cierto,
que en aquellos lugares los flujos duran muchas horas. (2) Las
anomalías que se experimentan en diversas costas, y que pa-
recen destruir el sistema general, están bien explicados por
las ingurgitaciones y regurgitaciones de las cavernas subte rrá-

(1) La atracción entre los cuerpos ten-estrés en razón directa de las ma-
sas, 6 inversa del cuadrado de la distancia, era una mera conjetura, hasta
qué el año de 1738, la hizo patente el Chiinborazo á MM.
Bouguery Cou-
daniine. Boug. Figure de la terre, pág. 364. En el año pasado de 1788, se
imprimió y sostuvo por el Dr. D. Agustín de Landaburu en la Jieal Uni-
versidad de San Marcos la siguiente tesis: Leves Newtonis, quihus planetas
se se attrahi P<jysiea, exñncit ecclestis, parieertiti d'ne demonstrant telluris mon-
tium allraetiones, Ghimboraso nempe ex observatione Bougueri ih Quilo,
Scliebalien ex observatione Maskclini in Scotia, aUrahunt in ratione directa
mansa el qvaaratí aisfantiarum récipxoca.
1

{2) Ull< a, 1 i ye á la América, tora. 1, pág. 37.


—407—
neas que las rodean. En su apoyo pueden aducirse todas las
razones del sabio Joseph Kell, que sin otro recurso expuso
los diferentesfenómenos del flujo y reflujo del mar (1).
Reuniendo ahora estas breves reflexiones á las sólidas j
bien meditadas que se contienen eu la disertación, ¿podremos
esperar que sin necesidad del movimiento de la tierra, el cál-
culo y la geometría, se explique el flujo y reflujo de las aguas!
Las conjeturas propuestas por el Dr. Crespo merecerán algún
;

dia sustituirse á las de Descartes y Newton! Las contiendas


filosóficas son como las batallas campales, en que el valor y
la fortuna dispouen del meritorio distribuyen. El hombre
no puede asegurarse de la segunda, poro está en sus manos el
conseguir el primero; y el Dr. Crespo necesita de él para di-
solver las muchas objeciones que se le pueden oponer. En el
momento se ofrece lo que ya se ha dicho contra Descartes, que
la impulsión ú opresión del aire sobre el Océano es contraía
naturaleza del flujo. El efecto de la opresión debia ser depri-
mir las aguas al pasar la luna por alguno de sus meridianos,
y las observaciones náuticas convencen, que entonces es cuan-
do mas se hinchan. ¿Cómo se explicará en la presente hipóte-
sis la consonancia que observan los mares de uno y otro he-
misferio en sus flujos y reflujos! ¿La retardación de estos mis-
mos, en que manifiestan no seguir precisamente el curso y as-
pectos de la luna!
A estos argumentos podríamos unir otros de mayor peso, á
no escribir en una corte tan ilustrada como Lima. Newton es
reputado no solo en sus gabinetes privados, sino también en
sus escuelas por el Neptuno de los mares, á cuya voz se le-
vantan y serenan sus tempestades.

La mer entend sa voix. Je vxñs l'humide eropire


S'élever, s'avancer vcrs le ciel qui l'attire;
Mais un ponvoir central arrete ses efforts,
La mer tumbe, s' affaisse et roule veis ses bords (2).

Por eso queremos dejar libre el campo á fin de que su aficio-


nados examinen las conjeturas del Dr. Crespo. La Sociedad
se contentará con publicar las reflexiones que se le remitieren
por una y otra parte, y abandonará al tiempo el juicio sobre
la preferencia.

(1) PUysica. special, tom. 2, pág. 273


(2) Príncipes mathémattques de la philosoplúe naturélle, par Madame du
Chastellet, lomo. 1.
:

—408-

NOTICIA,
De una inscripción encontrada en las inmediaciones de
Cuenca.

Aunque D. Carlos Condarnine se quejaba, en su Historia


de las famosas pirámides de Quito, que habían perecido hasta
las ruinas de los inestiinable¡||trabajos de los Académicos des-
tinados á medir los grados del Ecuador, todavía subsisten al-
gunos preciosos fragmentos. El tiempo ha tenido mas respe-
to á los monumentos de las ciencias que las manos del hom-
bre. El siguiente ha sido descubierto por el Dr. D. Pedro An-
tonio de Córdoba, Prebendado déla Santa Iglesia de Cuenca.
¡Ojalá que otros muchos imitasen su aplicación, para tener
nosotros el honor de recoger los últimos destrozos, y conser-
var las respetables memorias de una de las mas sabias expe-
diciones que han ilustrado al nuevo mundo.

HOC IN VALLIS TARQUEENSIS ANFRACTU


ET IN IPSO VILLAS SEMPERGUI^JNE FANO NON Dm.
Consecr?
meridiani aro. geometric- mensurati
Extrema in parte austr. sito
a turre templi maioris concheensis
CCICDL Aexapedas parienses, distante
IN LINEA
Ab austro ad occ. deoltn. GRAD. XVIII CUM MIN
XXX
Obsérvate sunt instrumento dodeoapedall
Distantice a vértice boream versus
STELLiARUM.
MANU ANTINOI BAYERO «
IN ( )

GRAD. 1. MTN.XXX. SEC. XXXIIII TUM XXVIII


—409—

Historia de las misiones de Oajamarquilla.

OKÍGBN Y PERDIDA DE LAS DE MA2J0A.

Si por heroísmo se entiede aquella generosa virtud del áni-


mo, con la cual el hombre se hace en algún modo superior á
su débil naturaleza y se acerca á la divinidad si el héroe es :

el hijo del amor que reina en esta, y el corazón de los huma-


nos (1), verdaderamente que ese título sublime solo le convie-
ne á aquellos fieles imitadores del Salvador, que superiores á
las angustias, á las fatigas y á la propia muerte sacrifican su
vida por la felicidad y bien estar de sus hermanos (2). Ale-
jandro, Tamerlan, y el victorioso Federico, no son en este sen-
tir sino unos genios infaustos nacidos para asolar la tierra"
La posteridad juez imparcial de las acciones humanas, es cier-
to conserva sus nombres pero acaso es temblando de que se
;

reanimen sus sombras,y reproduzcan las tristes catástrofes que


hicieron experimentar á los pasados. Esos mausoleos, esas
soberbias pirámides y obeliscos que cubren sus cenizas, quizá
no son los monumentos de la gratitud y el amor. Sepulcros
inundados de sangre inocente, y agitados del estruendo de las
cadenas que aun oprimen los pueblos vencidos, ahuyentan las
tiernas y pacíficas ideas que inspiran la beneficencia y la hu-
manidad. Estas son primicias debidas únicamente á los ven-
turosos protagonistas del cristianismo. Sus memorias, cuan-
do fuera posible desterrarlas de los frágiles altares que les
consagra nuestra veneración, encontrarían un firme asilo en
el corazón del sabio, que en el silencio de su pecho hace justi-
cia al feroz guerrero, al pacífico y al virtuoso.
Pero como las empresas de los últimos no están acompaña-
das del esplendor y fausto aparente que subliman al hom-
bre á los ojos del gran mundo, no serian ejecutadas si no se
las dictase y confortara una filosofía enteramente celestial.
Ella sola pudo haber formado esa religión de caridad, y ani-
mado á tanto mortal débil á correr los cuatro ángulos de la
tierra con el fin ñnico de ser útil ásus semejantes.
La América, en medio de las calamidades de que ha sido el
teatro, ha sentido repetidas veces el benigno influjo del espí-*

(1) Meros dicititr etiam ab eros grcecé amor, quia Héroes nati sunt amore
Deorum ae Hominun, Facciolat, Dic. verb. Heros.
(2) Majorem hac dilectionem nemo liabet, ut animam suam ponat qxús pro
amicis sitis. Joan: cap. 15, v. 13.
—410-
ritu evangélico. A
la voz consolatoria de sus apóstoles se
lian congregado los salvages y formado pueblos doctrinad' s
y laboriosos. El agrado y la mansedumbre, el ejemplo, el re-
petido sacrificio de la propia vida sin mas interés que el de be-
neficiarlos, han sido armas mucho mas eficaces para atraer
sus corazones, que la espada y el fusil. Una relación de to-
das las misiones de los Andes del Perú acreditaría completa-
mente esta verdad y. originaría mil reflexiones sensatas. Pe-
ro nos contraemos por ahora á la historia de las de Caj amar-
quilla, célebres por comprenderse en ella el descubrimiento y
pérdida de las de Mauóa y riberas del famoso TJcayaU. El em-
peño de nuestra corte en que se restauren [3] las peregrina- ;

ciones que acaba de concluir por el Huallaga el Padre Predi-


cador Apostólico Fray Manuel de Sobrevida, Guardian de
Ocopa las que de su orden ha practicado igualmente por el
;

TJcayaU el Padre Fray Narciso Girbal y Barceló con este fin


precioso, son los motivos de pre erirlas. Pensamos dar á luz las
dos enunciadas peregrinaciones, por lo mucho que interesa á
la Eeligion y al Estado el conocimiento de aquellos países, y
es necesario les preceda para su esclarecimiento la historia de
las enunciadas misiones.
La provincia de Cajamarquilla ó Patáz, pertenece á la in-
tendencia de Trujillo. Corre N. S. desde los 7 hasta los 8 gra-
dos y 30 minutos de latitud meridional. Confina por el ~0$, y
jST. E. con la provincia de Chachapoyas ; por el N. E. median-
do el rio Marañon con la de Cajamarquilla; por el O. con la de
Conchucos por el S. con la de Huíinalks por el E. con la
; ;

montaña de los Andes, de quienes la divide un ramo separa-


do de cordillera de dificil ascenso. Las quebradas que esta
forma, las pampas inmediatas al rio Huallaga, se hallaban en
el siglo pasado pobladas de varias naciones de Indios bárba-
ros, que no conocían otro superior que sus ancianos. Entre-
gados á la piratería, asaltaban y destruían los pueblos comar-
canos, como lo ejecutaron con los de Condurmarca jOollay. La
feliz casualidad de haber penetrado un pastor en aquellos bos-
ques enmarañados por los años de 1070, les hizo conocer y
amar la afabilidad de los conversos. Movidos de ella entabla-
ron un comercio mutuo y pacífico.; y perdiendo con él la fie-
reza, aspiraron á la sociedad y á la religión, Deseosos de
instruirse en sus misterios, pidieron se les remitiesen sacerdo-
tes. En estas circunstancias gobernaba el Perú el Excmo.

(3) Hasta el año pasado de 1787 hay cinco realesórdenes y otros tantos
autos acordados, respectivos á la conservación y restauración de las misio-
nes de Manoa. Para este fin se ha proyectado una población fortificada eu
la confluencia del Mairo y Pozuzu.
—411—
Señor conde del Castellar, á quien recurrió la provincia rio
los doce apóstoles de Lima de frayles menores, suplicando se
le asignase esta conquista espiritual. Obtenida que fué, la em-
prendió por los años de 1676 el P. P. F. Juan de Campos,
acompañado de dos religiosos legos, y sucesivamente entra-
ron los P. P. F. José Araujo y F. Francisco Gutiérrez,
Entre las varias naciones errantes que encontraron en aque-
llos montes, fueron las mas notables por su número las de los
Cholones y Hibitos. El Padre Gutiérrez redujo á los primeros
á un gran pueblo intitulado San Buenaventura de Apisoncho.
Los segundos, bajo la conducta del Padre Araujo, se congre-
garon en otro semejante con el título de Jesús de Ochanache.
En uno y otro procuraron establecer el exacto orden para el
gobierno moral y político. Divididos por barrios y decurias,
les señalaron las horas precisas para su instrucción y labores,
imponiéndoles la indispensable obligación de contribuir alter-
nativamente el alimento á su párroco, del fruto que les produ-
cía la tierra. Por este medio estaban ellos sometidos á una
perpetua aplicación, y los Padres socorridos con todo lo nece-
sario, á excepción del vino y la harina. Después del falleci-
miento de estos varones apostólicos se suscitaron algunas con-
tiendas entre ambas naciones por lo que fué preciso dividir
;

á cada una de ellas en dos pueblos diferentes é interpolados.


A los Cholones se les destinó á Pampa— Hermosa, y San Bue-
naventura del Valle, ambos á las riveras occidentales del Hua-
11a ga. A los Hibitos á Jesús de Monte-Sion, entre Pampa-
Hermosa, y el Valle, y á Jesús de Pajaten, en la confluencia
del rio de este nombre y el Aspar que componiendo el de Ca-
tana desagua por el Oeste en el enunciado Huallaga. Y para
el socorro y exacto cumplimiento asi de los padres conversores
como de los Indios conversos, Sé estableció en la provincia
de Cajamarquilla un hospicio, desde el cual un religioso con el
título de presidente velase sobre todas las misiones. Con es-
ta división, y bajo las reglas adoptadas por los fundadores, se
han mantenido los pueblos mencionados obedientes" y pací-
ficos.
Los Indios Cholones son corpulentos, de buenas facciones y
dedicados al trabajo. Su ordinario ejercicio es la labranza, la
caza y Ja pesca. Sus mugeres cultivan el algodón, lo hilan y
tegen para vestir la familia que alimenta el esposo. Los Hi-
bitos son menos corpulentos, y sus mugeres mas hermosas,
aseadas y liberales que las de los Cholones cuyas máximas si-
guen en punto de economía. Su alimento ordinario son algu-
nos jabalíes, monos, pescado salado, plátanos, maní, yucas y
frutas silvestres. El vestido es distinto en el monte y en la
población. En el primero solo se cubren con una cusma ó ca-
.

—412—
miseta de algodón teñido de musgo. En la segunda añaden
á esta calzones y cotones de bayeta ordinaria. Las mugeres
traen una ropa talar de algodón hasta cerca del tobillo suge-
ta con una fajita por la cintura, y encima un rebozo de baye-
ta. Para los dias festivos suelen tener alguna ropa de casti-
lla, que consiguen con la coca que conducen á sus hombros
por el espacio de ocho dias, hasta la provincia de Patáz. Acos-
tumbran bañarse muy temprano en los rios, para conservar
su salud. Ninguna enfermedad hace mas estrago en ellos que
las viruelas por esto luego que ven en sus pueblos algunos
;

anuncios de ellas, se retiran con precipitación y se esparcen


por los montes hasta estar seguros de haberse extinguido
Entre estos Indios no se conoce la ambición, la codicia, el hur-
to, ni las disensiones, que parece son defectos inherentes á la
vida civil, Dominan en su lugar las lacivia y la embriaguez,
peculiares de la rústica. El masato [1], que es una especie de
chicha, es su bebida predilecta.
La provincia de los doce apóstoles mantuvo las referidas
misiones hasta el año de 1754, en el que las cedió á los misio-
neros del colegio de Qcopa. La docilidad é instrucción que
encontraron estos en los pueblos nuevamente adquiridos, les
pareció un medio oportuno para adelantar sus conquistas espi-
rituales. Con semejante designio se dirigieron repetidas veces
por la parte oriental de sus posesiones á los montes que las
separan de la gran pampa del Sacramento. Las expediciones
hechas hasta el año de 1757, en las que soliau caminar á pió
treinta y cuarenta dias, no les produjeron otro fruto que elham
bre, la sed, el cansancio, la muerte de algunos Indios conver-
sos y el descubrimiento del rio áeManoa.Éi haber reparado en
sus orillas varios gentiles errantes, les hizo olvidar tan conti-
nuas fatigas y animarse á nuevas indagaciones.
En el mes de Febrero del mismo año partieron los PP. de
Santa Eosa, Fresneda y Oavello acompañados de trescientos
Indios entre Oholones y Hibitos; y el dia 4 de Marzo al ama-
necer llegaron á un pueblo de los de Mauoa, nombrado Mase-
mague. Sorprendidos sus vecinos al ver aquel número extraor-
dinario de gentes, echaron mano á las armas y se encendió
una refriega inevitable, en que murieron unos pocos por una
y otra parte, y entre ellos el Padre Oavello. Los religiosos no
sacaron otra ventaja que la presa de un uiño y dos niñas. La
mayor que á poco tiempo se halló catequizada, civilizada ó in-

(4) Para hacer esta bebida cosen unas yucas, las muelen, y revuelven la
harina con saliva, y la dejan fermentar tres dias. Al cabo de estos, desha-
ciendo una cantidad en uu poco de agua sale una certeza fuerte que em-
briaga .
^-413—
teligeute en el idioma castellano, excitó de nuevo su fervor,
dándoles noticia de su nación y las varias que poblaban las
riberas del famoso rio Ucayali, y ponderándoles la facilidad
de reducirlas, sirviendo ella de interprete. Animados los mi-
sioneros repitieron sus excursiones por el año de 1759, acom-
pañados de 28 soldados europeos entre Españoles y Portugue-
ses. Pero no acostumbrados ni unos ni otros á andar á pié
por un terreno tan fragoso, á pocos pasos se amotinaron; y no
solo se volvieron, sino que impidieron también á los Padres
pasasen adelante.
Las esperanzas y fervor de estos crecian en razón de sus
desgracias y desengaños, Fray Miguel Salcedo y Fray Fran-
cisco de San José salieron de SauBuenaventura del Valle á fi-
nes de Mayo del año de 1760 con 90 Indios, 7 europeos, y la jo-
ven Manoita á quien ya habían bautizado y puesto por nombre
Ana Rosa. El dia 8 de Julio avistaron las orillas del rio Ma-
noa, por donde transitando dos canoas de bárbaros se acercó
la una á ellos instados de Ana Rosa, quien consiguió detener
á un Indio nombrado Rungato. Las caricias y afabilidad de
los misioneros, le hicieron deponer el sobresalto, y movieron
á que aplacase y condujese á toda su nación. Eeducíase al
corto número de 220 almas, que gobernadas por el curaca San-
torray habitaban una ranchería nombrada Suaray. Los Pa-
dres fueron recibidos en ella con todas las demostraciones de
sinceridad y placer que pudieron manifestarles en sus danzas
y comidas rústicas, y saludados con el dulce título de amico.
Semejante voz repetida por unos gentiles incógnitos, deno-
taba que en algún tiempo habían tratado con los Españoles.
Eecorridas sus tradiciones, se averiguó ser estos descendien-
tes de los antiguos Setebos. Por los años de 1657 hasta los de
1686 del mismo siglo ocupaban éstos las márgenes del Pachi-
tea hasta el Ucayali, en donde el apostólico varón Fray Ma-
nuel Biedma del Orden Seráfico había hecho una reducción
numerosa y floreciente; pero alborotados los Oallisecas circun-
vecinos la arrasaron. Entonces los Setebos unos se salieron
por losPayausos á los Panatahuas siguiendo á los Padres que
escaparon, y los otros huyeron del Ucayali á las riberas delilfa-
noa, á distancia de 20 leguas del primero. Por medio de sus
antepasados se habia trasmitido y propagado entre ellos algu-
na idea de la religión cristiana, pero envuelta en mil errores
y barbaridades. Creían en Dios premiador del bien y castiga-
dor del mal. Keconocian á Jesucristo y su Madre Santísima;
pero equivocaban á estacón el mismo Dios, haciéndola co-au-
tora y conservatriz del universo. Practicaban el bautismo, der-
ramando sobre la cabeza de los recien nacidos una porción de
Toai. vi Literatura 55—
._414—
agrio de limas sin decir palabra, ni hacer señal alguna. La
de la Santa Cruz la miraban con sumo respeto, colocándola
en todos los lugares públicos. El Padre San José quien con
7 europeos se quedó entre los Mauoitas, mientras el Padre
Salcedo regresó á dar cuenta á sus prelados, tuvo mucho que
sufrir de parte del hambre, los insectos y dureza de los Indios.
No teniendo éstos herramientas proporcionadas para abatir
los grandes árboles de la montaña y labrar la tierra, sus sem-
bríos son muy cortos. En el año siguiente introdujeron los
Padres considerable número de herramientas, fréjoles, arroz,
gallinas y cerdos conducidos por el Padre Fresneda y el her-
mano Gorostizu.
La reducción de Manoa, aunque corta, era muy interesante
por servir de escala á las demás naciones, que viven esparci-
das por las pampas del Sacramento y confines del Ucayali.
A 20 leguas al sur de Manoa ocupaban las orillas del rio Pisqui,
los Sípibos oriundos de aquellos feroces Calisecas, destructo-
res de las misiones de los Payanzos. Vivian sin pueblos en
diferentes chosas, de suerte que llegando solo al número de
mil, ocupaban mas de veinte leguas K. S., y diez ó doce E. O.
El rencor eterno que dominaba entre Setebos y Sípibos, des-
pués que en un combate sangriento en el año de 1736 queda-
ron derrotados y casi aniquilados los primeros, imposibilita-
ba su reunión y amistad. En fin, al cabo de cuatro años la
consiguieron los Padres con la persuacion y el alhago. Fray
Juan de Dios Fresneda, que no perdía instante, valiéndose de
los momentos favorables los congregó en un pueblo próximo
al rio Pisqui, al que intituló Santo Domingo. A
los Sipibos
se siguió la voluntaria entrega de los Conibos, unos de los
mas racionales y estravagantes vasallos del imperio Enim (1).
Se hallaban situados á la ribera oriental del Gran Paro cerca
de su confluencia con el Pachitea. Por los años de 1685 habían
desendido hasta este pueblo algunos Religiosos Franciscos por
el Enne y Pachitea, y puéstole el nombre de San Miguel. Suc-
cesivamente subió á él por el Ucayali el Padre Ricter, jesuíta,
de las converciones de Maynas; pero habiéndolo reconocido,
lo abandonaron irnos y otros. No obstante, las memorias remo-
tas que conservaban estos infieles del amor y benevolencia de

(\) Las uoticias «leí imperio Enim y costumbres de sus moradores, la de-
marcación de los lugares y rios principales que aqui se refieren, las reserva-
mos para los Mercurios en que se den á luz las peregrinaciones de los RR.
PP. Sobreviela y Girbal. Estas narraciones serían mucho mas apreciables,
ei les pudiéramos unir unos mapas topográficos de los lugaras de que ha-
blamos, y los retratos de sus moradores vistos por aquella parfe en que se
distinguen del resto de los hebitantes de la tierra. Pero la Sociedad aban-
dona con harto dolor esta empresa ya proyectada, por carecer de medios
para costear el grabado.
—415—
los Franciscos, los bacián alectos á su hábito. El Padre Fres-
neda pasó á San Miguel para acariciarlos y dirigirlos.
Con una mies tan copiosa comenzaban ya á florecer las mi-
siones de Manoa, y anunciaban mayores progresos. En medio
de estas esperanza» nació el justo recelo de que, siendo pocos
y divididos los operarios, se encendiese el mutuo rencory envi-
dia entre aquellos bárbaros y descargasen su furor sobre los
pacíficos benefactores que los habían reunido y amistado. Un
camino abierto desde Pampa Hermosa á Manoa para preca-
ver cualesquier acontecimiento, apenas pudo servir para que
entraran en las nuevas conversiones los Padres de Santa Ro-
sa, Meuendes, Errans, Asnar, Jay me, y algunos legos y tres
soldados. Habiéndose de transitar á pie esta larga vereda, se
hallaban ya fatigados los Indios de Oajamarquilla y no era re-
gular extinguir á los civilizados por beneficiar á los salvages.
Un mapa antiguo encontrado en los archivos del colegio de
Ocopa alumbraba que por la vía de Pozuzu, embarcándose en
la reunión del rio de este nombre con el Manoa, podia nave-
garse por el Pachitea al TJcayali y Mayro. Con tan escasa luz
se emprendieron dos expediciones: la primera no pudo llegar
al rio Manoa poruña equivocación del mapa en los dias que
debían emplearse, y murió en ella á manos délos bárbaros Ca-
sivos el Padre Francés; la segunda emprendida por el comisa-
rio de misiones F. Manuel Gil el año de 1767, iba mejor diri-
gida. Pero solo pudo llegar á recoger las tristes noticias de
la muerte detodoslos padres conversores. Rungato aquel In-
dio que abrió la entrada á Manoa, fué el mismo que alboro-
tando las tres naciones de Setebos, Sípibos y Conibos extin-
guió á los misioneros divididos en diferentes pueblos.
La pérdida de las misiones de Manoa ha sido sensible, no
solo álos padres misioneros, sino también al Perú, y hasta al
mismo monarca. Su posesión le aseguraba el dominio de vas-
tísimos y feraces países. Las peregrinaciones del Padre So-
brevida, y las que de su orden acaba de concluir el Padre
Girbol, nos dan esperanza de su pronta restauración. Bajo un
Gobierno esclarecido, que conoce la importancia de esta em-
presa, encontrará el Padre Sobrevida todos los recursos que
necesitare para concluirla. Entre tanto nosotros continuare-
mos publicando sus viages, movidos de la gratitud que ins-
piran á unos corazones sensibles los beneficios pue se hacen á
cualesquiera rwrcion del genero humano.
.

—416-

PEREGRIWAOION.
POR EL RIO HUALLAGA HASTA LA LAGUNA DE LA GRAN OOCA-
MA, HECHA POR EL P. PREDICADOR APOSTÓLICO F. MANUEL
SOBBEVIELA EN EL AÑO PASADO DE 1790.

Con razón se lamentan las ruinas de Mama, al considerar-


se envuelven la pérdida de la famosa pampa del Sacramentó(l),
Acaso no hay en las dos Améri cas otro pais mas ventajosamen-
te situado, ni que goce de igual fecundidad. Confina por el S.
con Pozusu y Mayro; por el O. con el Huallaga; por el K.
el rio
con elMarañow, y por el E. con el Ucayali (2). Eodeada de
esta suerte por los rios mas opulentos del orbe que se comu-
nican con el mar del Norte y principales provincias de los tres
vireinatos déla América meridional; atra vezada de otros mu-
chos caudalosos que desaguan en los primeros, figura una pe-
nínsula desde cuyo centro podia hacerse un comercio náutico
casi con todos los puntos de globo. Su mayor extencion corre
N. S. entre los grados 4¿ y 9 57minutos desde la confluencia
del Ucayali con el Marañon hasta el embarcadero del- Mayro,
Su ancho es vario por las grandes vueltas del Ucayali', pero
generalmente pueden tomarse entre los grados 302 y 305 de

(1) Este gran llano fue descubierto el 21 de Junio de 1726 por los neófi-
tos de Pozuzu de las misiones de los Panatagnas pertenecientes á la pro-
vincia de los doce apóstoles se tituló del Sacramento por haber caido.la
:

fiesta del Corpus el ctia de su descubrimiento. Amich, Com. histor. M. S


de las misiones de la religión seráfica en los Andes, pág. rnihi 86. El Pa-
dre Rodríguez Tena, en su grande obra M. S. de la crónica y misiones de
la misma religión, atribuye al Padre Fray Simón Xara la imposición del
nombre en el año de 1732. Misión, tom. 2, pág. mibi 43.
(2) Los autógrafos que tenemos á la vista deducidos de las bibliotecas
del convento de San Francisco y colegio de Ocopa, igualmente que de sus
archivos reservados, difieren en los linderos que señalamos por el Oriente.,
queriendo algunos se entienda también por pampa del Sacramento la in-
mensa llanura que sigue para el Oriente entre la cordillera del Brasil y los
Andes. En este caso tendría por la parte que menos 600 leguas N. S. y 300/
O. E. que son ciento ochenta mil leguas cuadradas de una superficie plana,,
feraz y atravezada de rios en que podían habitar con descanso los 1 30.000,000
de almas que el Alemán Susmilk computa en la Europa, quedando suficien-
te terreno para bosques y pastos. Pero es cierto que los M. S. mas antiguos-
solo reconocen por pampa del Sacramento la península que hemos descrito:
siguiendo estos la demarca en los mismos términos el Padre comisario Fray
Francisco Sotoimarne: Informe impreso año de 1758. Rodríguez Tena, 1. c.
pág. mihi 216. El me<literaneo que corre al oriente del Ucayali hasta el rio
Mamóte es el lugar donde colocábanlos antiguos el imperio delPJnim ó gran
Perú. El terreno que empiesa desde el río de la Madera en adelante es una
parte del gran Pau Hti.
—417—
longitud, fijando primer meridiano en el pico de Tenerife.
el
Computando por mayor estas varias dimensioues resulta una
superficie de cerca de ocho mil leguas cuadradas, en las que
podrían habitar con descanso cinco millones de almas que man-
tuviesen con vigor el contrato y giro comercial.
Su fecundidad equilíbralas prerogativas de su ventajosa si-
tuación. El ramo oriental de la cordillera de los Andes, que
mediando entre elHuallacfa y el Mayro la uneu con el Perú, y
los varios cerros que originados de aquel descienden por algu-
nos trechos á su llanura, están coronados del rico metal que
ennoblece al hombre, constituye su fortuna, y aun le adquiere
sin trabajo los sublimes títulos de discreto, sabio, y el resto
de cualidades eminentes que se ven casi siempre desairadas
bajo las humildes mantas del pobre. Precipitado por las llu-
vias también resplandece entre las arenas de los rios mezcla-
do con el duro guijarro que oculta el diamante, y la preciosa
concha que abriga la perla. La multitud y variedad de peces
que surcan sus aguas, no es menor que la de vistosas y cano-
ras aves que pueblan el aire, y diversidad de cuadrúpedos que
pacen sus campiñas. ¡Ojalá no abundaran tanto los insectos y
sabandijas! (1) Y
si es cierto que existe en la tierra equel irra-
cional en cuya frente brilla la estrella del alba (2), su patria
es sin duda este país venturoso. El reino vegetal, en compe-
tencia del mineral y animal, esplaya su fertilidad formando
bosques dilatados de soberbios y frondosos árboles, de flores
olorosas, de inestimal.es frutos, y de bálsamos y gomas salutí-
feras que disueltas de continuo con el calor del clima ardiente
exhalan ambrosía é inundan de fragancia la atmósfera Los .

Se tiene por el mejor oro el de la pampa del Sacramento, y aun de toda


(1)
la América el que descubrió el Padre Xara en una quebradita mas abajo
del arroyon nombrado Huamancot. Las perlas que se pescan cerca de la
confluencia del rio Moyobamba son bien gruesas. Entre los peces sobresale
la vaca marina, cuyo peso suele llegar á 10 quintales. Las charapas ó tor-
tugas son notables en la clase de los anñbios: se encuentran de cerca de
dos varas de largo y una de ancho, en especial en las playas del TJcayalk
en sus arenas anidan y ponen al pié de 200 huevos. De los insectos son es-
pantosos la culebra Yaciímama y otras análogas, dichas cazadoras por que
se sirven de varios ai'tificios para asaltar al hombre y á los animales. Han
creido algunos que la naturaleza habiendo empleado toda la energía de su
divino pincel en el colorido de las aves de nuestras montañas, les negó la
consonancia y melodía de la voz. No es así: son desde luego infinitas las
que atolondran con su graznido; pero son otras tantas las que saludando el
nacimiento de la aurora, y midiendo las oras del dia con sus dulcísimos
gorgeos suspenden al pasagero.
(2; En todos los países referidos, y en especial en Lamas, se publicó ha-
berse visto por los montes y riberas del Huallata cierta especie de perritos
que en las noches oscuras iluminan el campo, pero tan sentidos que al me-
nor ruido ocultan la luz. Si fuere cierto y se llegasen á descubrir, entonces
sabremos si sus piedras son mejores que las que describe Plinio lib. 37,
cap: 7.
—418—
espacios que desamparan las selvas los ocupa el salvaje Sípi-
bo, el Sétebo, el Paño, y el Cocuma, disfrutando las delicias que
les franquea la benigna naturaleza.
Esta porción feliz de la América meridional queda entera-
mente cerrada por las posesiones españolas siempre que se
restaure á Manoa, funde y fortifique el puerto del Mayro; por
que hallándose poblada toda la ribera de Huallaga y Mara-
ñonpot las misiones de Caj amar quilla, Lamas y Magnas, Ma-
noa, y el puerto enunciado aseguran las del Mayro y TJcayali.
Por este medio igualmente se facilita la entrada á los inmen-
sos terrenos del JEuiny el Paytiti. Pero para verificar de un
modo seguro proyecto tan útil á la Religión, al Rey y al Perú,
era indispensable recorrer todos los rios que circulan la pam-
pa del Sacramento, observar las dificultades que se oponen á
su navegación, calcular el tiempo que debe emplearse en ella,
y allanar los obstáculos que presentan las montañas en las ve-
redas que conducen á los puertos del embarque. Únicos ele-
mentos de donde puede deducirse el método de indemnizar á
Manoa de los insultos y fiereza de los bárbaros, y abrir una
comunicación pronta con la capital del vireinato que debe ser
el centro de los resortes que agiten y sostengan semejantes
empresas.
A tan glorioso fin se dirigió la peregrinación que por los
rios Patayrrondas, Huánuco y Huallaga hizo el año pasado de
1790 el Padre predicador apostólico Fray Manuel Sobreviela,
guardián del colegio de Santa Rosa de Ocopa; la que vamos
á dar á luz en el presente "Mercurio" en cumplimiento de la
promesa que hicimos en el número 51. Deseando proporcio-
nar toda la claridad posible á un asunto poco ó nada conoci-
do en la historia y geografía adelantamos la relación de las
misioues de Cajamurquilla para que presentados los hechos des-
de su origen fuese mas asequible su inteligencia. Con el mis-
mo designio pensamos anteponer en este una descripción me-
nuda del Huallaga, impelidos de los errores que se registran
en todos los mapas que lo delinean y no poder nosotros pu-
blicar el que teniamos proyectado por falta de fondos en la
/Sociedad; pero habiendo hecho nuestro clamor toda impresión
que deseábamos en algunas almas verdaderamente generosas
que nos han franqueado cuanto necesitábamos para realizar
nuestras ideas, la carta topográfica que no tardará en ver la
luz dando un nuevo mérito al "Mercurio Peruano," nos liber-
ta de este trabajo fastidioso. Así demarcaremos al Huallaga
solo en cuanto fuere preciso para seguir con claridad el hilo
de la peregrinación del Padre Sobreviela, y en todo aquello
que no puede hacer percibir la simple imagen de las cosas.
El rio Huallaga nace con el nombre de Huánuco á los 10
—419—
grados y 57 minutos de latit. merid. de la, laguna CMquiacoba
eu las pampas de Bombón, de donde se precipita dirigiendo
su rumbo al Norte, y recibiendo todos los ríos notados en la
carta geográfica hasta la ciudad de León de Huánuco á los
10 grados y 3 minutos de latit. merid. En este lugar dobla su
dirección al E., y pasando por el S. de la mencionada ciudad
la continúa hasta los 9 grados y 55 minutos en que está situa-
do el pueblo de Muña á la entrada de la montaña. Aqui vuel-
ve á rumbear al N., y corriendo por entre dos altas y asperí-
simas montañas recoge de una y otra un caudal de aguas su-
ficiente para poderse navegar. Pero atravesado de horribles
precipicios y peligrosos bajíos, impide el ejecutarlo hasta que
llega á los 9 grados y 22 minutos en la confluencia del rio de
Monson, que lo entra por la orilla occidental. Desde aquí em-
pieza ya á tranquilizarse. Sigue formando varios islotes y di-
latándose ó estrechándose según que se aproximan ó retirán
de sus riberas los ramos que descendiendo de la Cordi-
llera, se internan fingiendo medios círculos y perdiendo sen-
siblemente su altura. Por una y otra parte se va engrosando
con nuevos rios, recibiendo entre otros por el Oriente el rio de
la Luna en la altura de 7 grados y 40 minutos de latit. merid.
Continuando su rumbo al N. en el puerto del Valle á los 7
grados 50 minutos dobla su dirección al Norte y forma dos
malos pasos nombrados Sabaloyaco y Cachihuañusca antes de
su confluencia con el Huayabamba, y costeando desde aquí la
provincia de Lamas muda el nombre de Huánuco en el de
Huallaga. El rio de Huayabamba le entra por la orilla izquier-
da con media cuadra de latitud y una braza de profundidad á
los 7 grados 33 minutos; y á los 7 grados 10 minutos recibe
por el mismo lado al rio Moyobamba que desemboca con igual
caudal de aguas.
Desde el Tingo (1) del rio Moyobamba hasta el Ponguillo,
que es el último término de las serranías, da cuatro tropezo-
nes que forman otros tan tos pasos peligrosos] para los nave-
gantes, los que se llaman la Estera, Canoayaco, CJiumia, y
Yurayaco. Luego desemboca por el Ponguillo, corre apaci-
blemente declinando al N. dominando aquella inmensa y fér-
til campaña con tres ó cuatro cuadras de latitud. Internándo-
se por la provincia de los Maynas hasta los 5 grados 4 minu
tos de latit. merid. se encuentra con el Marañon teniendo 450
varas de anchura y 34 de profundidad casi en toda ella (2). El
(1) Tingo significa confluencia: es voz provincial y muy usada entre los
Lamas, Maynas, etc.
(2) Según el Padre Sobreviela, que lo midió con exactitud en conpañía
del teniente goberuador de Maynas D. Juan Salinas, teniente de ejército,
sujeto de muy buena capacidad, y que se ha esmerado en coadyuvar al
buen éxito de las peregrinaciones que vamos describiendo. Mr. Condami-
—420—
Marañon en dos brazos, y con el reencuentro
lo recibe dividido
forman un piélago de media legua de travesía y 70 varas de
profundidad, en tiempo en que están las aguas en su mayor
menguante. La diagonal que resulta del encuentro de estas
dos fuerzas sigue por el espacio de una legua sin declarar la
preferencia: en este término vence la dirección del MaraTion
á la del HuaUaga.
El Padre Fray Manuel de Sobrevida, para explorar la na-
vegación del último salió del colegio de Ocopa el 1? de Julio
del año pasado de 1790: y dirigiéndose por Tarma y Pasco
llegó el 7 á la apacible ciudad de León de Huánuco, distante
de aquel colegio 56 leguas de camino regular. De Huánuco
debia encaminarse al pueblo nuevo de Playa- Grande, sito á
las márgenes del rio Patayrrondos, en donde está el embar-
cadero para descender por él á su confluencia con el de Mon-
son distante media legua^ y por el de Monson al HuaUaga el
que dista cuatro leguas de la citada confluencia. Pero el trán-
sito de Huánuco á Playa- Grande siendo de 30 leguas tenia 19
interrumpidas por una fragosa montaña que no permitía pe-
netrar por tierra basta el expresado pueblo: causa que dificul-
taba deducir los buenos efectos que se esperaban de la expe-
dición. El Padre Guardian habia empezado desde el año de
1787 á abrir un camino que facilitase la entrada á muía. Que-
riendo adelantarlo y concluirlo, hizo prevenir al gobernador
délos Tanatagas y al subdelegado de la provincia, que en con-
secuencia de los oficios del señor intendente de Tarma Dou
Juan María Galvez le aprontasen los auxilios y gente necesa-
ria. En el entre tanto partió á Panao (pueblo sito 10 leguas al
E. de la ciudad de Huánuco) á desempeñar la comisión que
el superior gobierno habia fiado á su actividad y celo de con-
tratar con sus vecinos el costo y tiempo que podrian emplear
para abrir una senda cómoda de 16 leguas de Pozuzu al puer-
to de Magro, y elevar un puente sobre el rio Pozuzu; requisi-
to indispensable para poderse verificar la fortificación de
aquel puerto ordenada repetidas veces por S. M. Estos fióles
vasallos que ya en otro tiempo se habían ofrecido al mismo
trabajo señalaron tres años, y pidieron la corta cantidad de
cuatro mil pesos (1). Regresó el Padre Sobrevida á Huánuco
de donde salió el 14 con todas las proporciones oportunas y

ne computó el ancho del HuaUaga en 250 toesas en la misma estación del


año. Voyage de la ribeiré des Amasones, pág, 62. Excede esta medida á la
primera en 175 varas, atendiendo á la reducción del enunciado Condamine,
pág. 45; pero habieudo side su mensura á ojo, debe preferirse la del Padre
Sobrevida y D. Juan Salinas.
(1/ Por los documentos que tenemos á la vista consta que otros se han
ofrecido á verificar este proyecto por el importe de 50 mil pesos.
—421—
114 indios fronterizos para concluir la apertura de la vereda
á Playa-Grande. Con su eficacia é infatigable dedicaciou lo-
gró entrar en este pueblo el 18, dejándola cómoda y capaz,
allanados los precipicios, cegados los pantanos, y cortados los
montes que la cerraban: habiéndole sido preciso para lograr
esta empresa caminar en huaudo (1) como una hora, que era
lo que restaba para su perfecta conclusión.
Tenia el Padre Sobreviela el designio de ir arreglando los
pueblos conversos sujetos á su jurisdicción al mismo tiempo
que su fervor lo impelía á restaurar los perdidos. Asi su pri-
mer cuidado en Playa- Grande fué visitar el templo, congregar
al pueblo, indagar su instrucción en la religión, exhortarlo á
la observancia de la ley santa del Señor y fidelidad al monar-
ca. Conociendo cuanto importa que los vasallos sugGtos a un
solo príncipe se expliquen en un mismo lenguaje, pues por es-
te medio se ven todos estrechados por un suave lazo que los
hermaua, y forma de diferentes naciones un pueblo único,
proveyó cuanto reputó conveniente para que se adelantasen
en la inteligencia del idioma castellano. Igualmente propuso
los medios conducentes al fomento de la agricultura, así en
cuanto á los frutos del país, como al de las nuevas semillas
que les distribuyó. Cumpliendo las obligaciones de pastor
ejecutó los de Padre repartiendo gran copia de bujería entre
las mujeres y herramientas de labranza entre los hombres;
dones los mas apreciables para aquellos pueblos que ciñen to-
da su felicidad á poseer un pedazo de fierro que les ayude á
romper la tierra que los viste y alimenta. (2).
El 2 de Agosto hizo el Padre Sobreviela preparar tres ca-
noas á los indios de Playa-Grande, y se embarcó á las ocho de
la mañana acompañado del Padre Fray José López, secreta-
rio de visita en el rio Patayrrondos. A la media hora entra-
ron en el de Monson, y á las nueve y media en el Huallaga.
Siguiendo el curso de este navegaron hasta la confluencia del
rio Tulumayo, que le entra por la derecha. La navegación fué
este dia de 18 leguas en 6 horas útiles. El 3 al romper el alba
se dieron al remo, y á la cinco de la tarde tocaron en un re-
manso en cuya orilla izquierda, nombrada de la Cruz, se hizo
noche. La navegación restadas las horas que la interrnmpie-

(\) Voz usada en todo el Perú. Contraida á la montaña se entiende por


ella llevar auno cargado en una hamaca. Véase esta palabra en el dicciona-
rio español. El que es asi conducido j>or aquellos bosques fragosos lleva
el peligro de poder pegar con los vaivenes contra algún árbol y descala-
brarse, ó que alguna espina le saque un ojo.
[2] San Antonio de Playa grande tiene 204 personas.
Tom. vi. Literatura.— 56.
—422—
ron para el desayuno, etc. fué de 20 leguas en 8 horas (1). El
,

4 empezaron á surcar las canoas á la misma hora que el dia


antecedente, y con la velocidad acostumbrada entraron á las
cinco de la tarde en el puerto de Pampa-Hermosa. Dista este
pueblo del puerto mencionado 2 leguas de un camino espa-
cioso y ameno: su vecindario es de 270 almas. Hasta el 8 se
empleó el Padre Sobrevida en el mismo asunto que en Playa-
Grande, y en ver el modo de acercar la población á las ribe-
ras del Huallaga, y formar otra nueva mas arriba en el tingo
del rio Uchisa para que en todo el curso del Huallaga encon-
trase el navegante habitaciones en donde reposar diaria-
mente.
El 9, en eV lugar de las canoas de Playa-Grande, entraron las
de Pampa-Hermosa, y dándose al remo á las nueve del dia, á
las cuatro de la tarde llegaron al puerto de Sion, 15 leguas
distante del antecedente. El 10 y el 11 los empleó el Padre
Sobrevida en su visita acostumbrada, y numeración de sus
moradores que se reducen á 205 almas. El 12 substituyeron
los Híbitos de Sion 4 canoas. Empezaron á bogar á las doce
del dia: á la una. y media tocaron en el puerto del pueblo del
Valle, cuyo vecindario es de 372 almas; y continuando la na-
vegación se hallaron á poco trecho cerca del gran peñazco de
Sabaloyaco. Para libertarse de sus riesgos es necesario descar-
gar las canoas, saltar á la orilla oriental, y tirarlas por tierra
cerca de media cuadra. Esta maniobra se absolvió en una ho-
ra, y repitiendo el viaje se suspendió á las cuatro de la tarde
aproximándose á GacMluañusca. Se evita este mal paso diri-
giendo las canoas por la orilla derecha, ó para mas seguridad
tirándolas por ella con bejucos, pero sin descargarlas. El Pa-
dre Sobrevida lo pasó el dia 13 con felicidad á las seis de la
mañana; y navegó hasta la boca del Huayabamba, por donde
entraron las canoas al puerto de Pachisa. Este pueblecito
consta de 100 moradores sacados del de Pajaten, y colocados
en la confluencia del Huayabamba con el Huallaga, respecto
de que la distancia del primero lo inutilizaba para el benefi-
cio de los navegantes. El 14 á las ocho de la mañana se ins-
tauró el viaje en tres canoas de Pachisa, y dos de Tarapoto y
Cumbasa, de las misiones de los Lamas que estaban allí preve-
nidas; y continuó por el espacio de 12 leguas hasta las salinas
nombradas PUloana. Pilloana, es un cerro que corre 1ST. S. por

[1] Según este cómputo la navegación era de dos á tres leguas por Lora.
Celeridad bien notable, pues no avanzó mas Mr. Condamine en el rápido
tránsito del famoso Pougo de Manseriche, I e. pág. 44 y 45: bien que Don
.

Carlos Condamine navegaba en balsas que presentando menos superficie á


la resistencia de las aguas que las canoas, participan menos del impulso y
velocidad de las corrientes.
.

—423—
el lado oriental del fíuallaga, cubierto por el espacio de un
cuarto de legua de sal blanca, roja y negra de muy buen gus-
to. El 15 á las ocho de la mañana se dieron las canoas al re-
mo, y á las once desembocaron por la confluencia del Moyo-
bamba con el Huallagq; y rumbiando por aquel al O. y luego
al S. zarparon á la una y tres cuartos en el puerto de Juan de
Guerra sito á la orilla derecha. Del puerto de Juan de Guerra
á los pueblos de Tarapoto y Gumbasa, hay cuatro leguas de
una pampa frondosísima. Los referidos pueblos están separa-
rados por un mediano rio: en uno y otro hay 1653 almas en-
tre españoles, mestizos, é indios, gente toda fuerte y muy la-
boriosa. En sus casas tienen telares en que tejen los hombres
lienzería de algodón de diferentes calidades. Por las calles se
ven sembrados varios tornitos en que hilan sus mujeres con
celeridad para proveer las fábricas (1). De los vecinos de Ta-
rapato y Cumbasa hay erigidas cuatro compañías de milicias
destinadas á custodiar las fronteras, é impedir las irrupciones
de los bárbaros circunvecinos.
Hasta el 18 se detuvo el Padre Guardian de Ocopa en visi-
tar los mencionados pueblos poco ha reunidos á su jurisdic-
ción (2), y en proyectar una población cerca del Puajaga, á
fin de evitar á los navegantes las tres leguas que hay de sus
orillas hasta el puerto de Juan de Guerra. En este dia asoció
á su comitiva al Padre Fray Narciso Girbal, Cura de Cumba-
sa, quien animado de su zelo apostólico y del licenciado Don
Pedro Yalverde, superior de las misiones de Magnas, deseaba
penetrar á Manea: á la una de la tarde se embarcaron én el
puerto de Juan Guerra, á las dos y diez minutos salieron al
Huallaga, y á poco espacio tocaron con el mal paso de la Es-
tera. Aquí es preciso dirigir la canoa por la orilla occidenta

(1) Estos tornitos tienen la misma disposición que aquello» con que
nuestros franjeros tuercen la seda. En los extremos del eje do la segunda
rueda, en cuyo lugar suelen poner un cilindro para simplificar la máquina,
clavan algunos ganchitos, de donde prenden el algodón; y á proporción
que un muchacho hace circular la rueda y esta al cilindro, se va torciendo
la hebra de seis ú ocho que hilan en un solo torno, y se van retirando por
las líneas que eligen en las calles del pueblo. De esta suerte una majer hila
mas en una hora, que otra con la rueca en veinte y cuatro
(2) Las misiones de Lamas fueron en sus primeros tiempos de los Pa-
dres Franciscos; después se les asignó á los jesuítas que las mantuvieron
hasta su expatriación, En su lugar volvieron á entrar los Padres Francis-
cos; pero á poco tiempo se les despojó y se aplicó al clero secular haciendo
de Lamas, Tarapoto y Cumbasa un solo curato. Estos dos pueblos viendo
que el cura de Lamas no podia asistirlos como ellos lo deseaban, ocurrieron
al Superior Gobierno á fin de que se les destinasen sacerdotes de Ocopa; lo
que se ejecutó el año pasado de 1789, separándolos de la jurisdicción del
Cura de la ciudad de Lamas, En el de 1790 se erigieron por nuestro Exce-
lentísimo Jefe las compañías mencionadas.
—424—
y tirarla con bejucos. Un
cuarto de legua mas abajo se en-
cuentra el precipicio de Cannayco, el que se salva haciendo la
maniobra antecedente por la orilla oriental. Próximo á el hi-
cieron noche nuestros peregrinos. El 19 habiéndose repetido
la navegación al nacimiento de la aurora, al cuarto de ella to-
caron en el mal paso de Ckumia, el que se evita tirando la ca-
noa por el lado derecho. Pocas horas después llegaron á Yu-
racyasu en que es preciso ejecutar la faena antecedente por
la orilla izquierda, y á las doce y media del dia salvaron el
salto de Aguirre navegando por la derecha (1). Aquí se reú-
nen por uno y otro lado los cerros, y estrechando el cauce del
rio forman con su reunión el ponguillo último término de
ellos.
Puncu en lengua Quechua significa puerta^ y se ha dado es-
te nombre á todos aquellos lugares en que finalizan los cerros
angostando la madre délos rios. Ala verdad estas gargantas
representan una puerta que permite á las aguas desembocar á
las llanuras, y que en un misino continente abre el tránsito
de un mundo á otro enteramente distinto. En efecto apenas
se atraviesa el ponguillo del Huallaga, cuando es preciso va-
riar de objetos é ideas. Los ojos acostumbrados en el Perú á
observar los sobervios montes cuyas cumbres se esconden en
la obscuridad de las nubes: los ojos que desde la eminencia
registran el profundo valle situado casi en el centro del abis-
mo, y que no se vuelven sin encontrar un cerro corpulento ú
otras mil desigualdades de la tierra que les circunscriben la
capacidad de dilatarse, ven ir desapareciéndose poco á poco,
y si es posible decirlo, aniquilándose de tal suerte estos pro-
pios objetos, que no registran ni una pequeña piedra que pue-
da recordar la memoria de las infinitas que componen la cor-
Se ha dado el nombre de salto de Agnirre á este paso s«gun loe in-
(1)
dios de Lamas, porque un N. Aguirre mató en él una terrible ave, que sa-
liendo de las cavernas de los cerros inmediatos levantaba á los pasajeros
con las uñas y los estrellaba contra las rocas. Belac. del P. Sobrev, Noticia
digna de colocarse entre las de los dragones volantes y hazañas portento-
sas que refiere el Padre Kirker en su Mundo subterráneo. Esta historieta
debe ser alegoría de un hecho que conservan los indios en su tradición. Re-
fieren que habiéndose enviado en los tiempos pasados á un pueblo que ha-
bía en aquellas inmediaciones, nombrado Saposon, cierto gobernador codi-
cioso, hostigado el vecindario y conmovido por Aguirre le quitó la vida, la
que igualmente perdió el último en los May ñas donde le alcanzó la tropa
enviada de Lima. Rodrig. Tena, introduc. pag. 95. Confrontando la enun-
ciada tradición con la historia, para aclararla es preciso recurrir á la muer-
te que dio Lope de Aguirre á Pedro de Orsua en los Lamas, enviado de
Lima el año de 1560 para que por el Huallaga descendiese al fabuloso im-
perio del Dor ido. Aguirre después de su atentado, siguiendo rio abajo, vi-
no á parará la isla déla Trinidad donde lo ahorcaron. — Acost.,Histor. Na-
tur. 12, c.6. — —
Rodrig. El Marañon, y Amas., 1. 2, c. 5. Condam.,, 1. c. p.
11. 61.
— 425—
dillera de los Andes (1). Unas inmensas llanuras cubiertas de
«árboles que caen impelidos por otros nuevos, y que no presen-
tan otro término á la vista que el cielo que á distancia de mi-
llares de leguas rodea el horizonte, sostienen sobre sí lagos y
mares de agus dulces, en cuyas islas, radas y puertos habitan
gentes de faceiones, usos y modos de pensar diferentes del
nuestro.
El Huallata es uno de los rios que tributan mas caudal á
estos piélagos. Luego que rompe las cadenas con que lo es-
trecha la montaña, comienza á esparcirse, extenderse y correr
con talserenidad que puede navegarse noche y dia. Sus ribe-
ras, pobladas de elevadísimas palmas y frondosa arboleda don-
de anidan el tordo, el gilguero y el risueñor, forman una ala-
meda la mas hermosa del orbe. Aumenta la belleza de su
perspectiva la gran multitud de canoas de las provincias de
los Maynas, de las cuales las unas suben cargadas de peje sa-
lado para expenderlo en Lamas, cazando con la cerbatana y
pescando con la flecha, y las otras aportan á la orilla para
acopiar el cacao que producen con abundancia aquellas férti-
les campiñas, y la cera que fabrican en ellas unas^ abejas pe-
queñas, taladrando la corteza de una especie de árboles cu-
yos troncos huecos les ofrecen lugar cómodo para colocar sus
colmenas (2). Cubiertas las mujeres que acompañan á sus pa-
dres y esposos de solo su pampanilla, y dejando el pelo suelto
al arbitrio de los vientos figuran en cierto modo á las naya-
des y driades. Pero luego que se entra en estos lugares deli-
ciosos, es tan grande la muchedumbre de zancudos y mosqui-
tos que molestan á los pasajeros, que aun los indios necesitan
valerse de tolditos de tocuyo colgados de los pamacaris (3)
para defenderse de sus picadas. Igual uen te interrumpen la
costumbre de bañarse al amanecer por temor de los Oayma-
nes que son frecuentes desde el Ponguillo.
El Padre Sobrevida lo pasó con felicidad á las dos y cua-
renta minutos de la tarde, ycontinuó su navegación hasta las

(1) Cuatrocientas leguas mas abajo de los pongos los habitantes


no tie-
nen idea de las piedras. Así cuando suben navegando á Borja ó Lamas,
luego que tropiezan con las piimeras se llenan de admiración, las recogen
ar-
y guardau como un diamante; hasta que viendo la multitud de ellas las
rojan con indignación, avergozándose de haber apreciado cosas tan comu-
nes. Condam., 1. c. p. 49.
(2) Los referidos árboles tienen el tronco y ramas huecos. Los
indios
cuando ven que algunas abejetas vuelan al rededor de ellos, los cortan y
rajan por el medio, y raspan la cera pegada á lo* lados de las colmenas.
Hay en estos parajes tanta variedad de abejas como en Europa: todos sa-
ben que son menores, y que carecen de aguijón. Eu otro lugar mas oportu-
no se tratará de ellas y los nombres que les* dan los indios.
(3) Son unas coberturas de hojas de palma en forma de arco, puestas en
medio de la canoa para librarse del sol y lluvia.
—426—
seis, en cuya hora se arrimaron las canoas á la orilla izquier-
da, enfrente de la confluencia del rio Chipurana á los 6 grados
el y 33 mininos. Chipurana entra en el Huallaga por la ban-
da de la pampa del Sacramento; así podia acelerarse por él el
tránsito del Huallaga al Ucayali. El 20 á las siete de la maña-
na se dieron las canoas al remo, suspendieron su curso á las
seis de la tarde, y repitiéndolo al romper el dia 21 llegaron á
las doce al pueblo de Yurimahaas, el primero que se encuen-
tra de la provincia de los Maynas. En este gozó el divertido
espectáculo de ver cazar un tigre. Los moradores para liber-
tarse de su ferocidad tienen prevenida una trampa que se re-
duce á un callejón estrecho de palos bien unidos y fijados en
tierra del grueso del brazo y de dos varas de altura. El techo
y una de las entradas los cierran bien eon otros palos seme-
jantes: en el medio hacen otra división igual; en la puerta que
queda, suspenden un grueso y fuerte tablón sostenido por una
cuerda que está débilmente afianzada en el piso del callejón.
Cuando oyen bramar algún tigre encierran en la división un
perro que sintiéndose encarcelado empieza á aullar. Enton-
ces el tigre se avanza con celeridad creyendo segura la presa,
y no encontrando otro pase que el de el tablón entra por el, y
apenas pisa la cuerda, salta, cae el tablón, y queda encerrado
sin poder dañar al perro por la división de maderos que lo de-
fiende. Los moradores después de divertirse el tiempo que
quieren enfureciéndolo, lo matan á palos y flechazos.
De Yurimaliuas al pueblo de la Laguna capital de los May-
nas, hay 40 leguas. El Padre Sobreviela se dirigió á él el dia
22 al rayar el alba llevando bogadores del pueblo de Yurima-
liuas; y como estos son muy inteligentes en aquella navega-
ción la ejecutaron noche y dia sin mas interrupción que algu-
nas pocas horas: asi á las diez y inedia del dia 23 tocaron en
el puerto del pueblo de la Laguna. Las lluvias que habían
caido en los dias antecedentes tenían formadas varias ciéna-
gas que no permitían el desembarque. Por esto fué preciso
encaminarse á la misma laguna de la gran Cocaína, que por
un canal tan angosto que solo puede entrar una canoa y de
largo de cuadra y media, desagua por la orilla oriental en el
Huallaga á los 5 grados y 14 minutos de latitud mer. La la-
guna tendrá legua y media de circunferencia: próximo á su
ribera hay un terreno elevado y seco, lo que es raro en aque-
llos países, y en la cima está situado el pueblo que lleva su
nombre. EiPadre Sobreviela llegó á él á las doce y media, y
fué recibido por el presidente de las misiones y por el tenien-
te gobernador con todas las demostraciones de admiración y
hospitalidad á que es acreedor un peregrino, que dirigiéndose
por rutas creídas intransitables aporta repentinamente á nue-
—427—
vas regiones en que encuentra amigos y co-hermanos intere-
sados en las glorias de la propia nación.
Las misiones de los Maynas son fruto del zelo apostólico de
los antiguos Padres de la Compañía de Jesús. En sus princi-
pios fueron muy florecientes y numerosas. Con su expatria-
ción se pusieron clérigos en el gobierno espiritual. A los tres
años se subrogaron Religiosos Franciscos de la provincia de
Quito, y sucesivamente volvieron á substituirse clérigos se-
culares. El número de almas que habitan hoy 22 pueblos esta-
blecidos en las márgenes del Huallaga, Pastasa, Sillay, Cagua-
panay Marañon son 8,895. En lo espiritual son gobernados por
19 curas y un superiorde misiones. Los primeros gozan del anual
de 200 pesos, y el vicario de 333 que se pagan en las cajas de
Quito; de cuya cantidad se va mucha parte en portes de la
enunciada ciudad á Maynas. No perciben obvención alguna;
pero en recompensa tienen indios mitayos que les proveen el
alimento con la mucha pesca y caza que disfrutan, y que les
labran algunas chacras en que siembran arroz, caña dulce, etc.
En lo temporal los comanda un gobernador militar que de-
be residir en Omaguas, bajo el cual hay en los pueblos mayo-
res un teniente que lleva razón puntual de las ocupaciones,
salidas y entradas de sus subditos, señalándoles el tiempo pre-
ciso que deben gastar en sus viajes. En los menores suple por
el teniente un cacique de la nación que lo ocupa. Uno y otro
tienen muchos subalternos, y es cosa admirable ver mucha-
chos de 10 y 12 años revestidos del título de magistrados ve-
laudo sobre otros de igual edad, corrigiéndoles los pequeños
excesos, y dando pronta cuenta de los mayores al jefe inme-
diato. Esta policía que plantaron los jesuítas en aquellas re-
giones bárbaras, quizá deberia ser norma á las cultas. Por es-
te medio se evitarían muchos pequeños descuidos que incre-
mentándose con la edad, dan unos estallidos formidables, y
se inspiraría á la juventud desde sus primeros años el honor y
buena conducta que consigo trae el sagrado ministerio de la
judicatura. Los pueblos de Maynas comercian unos con otros
y con los de Quito y Lamas con pez salado y cacao, cuya ar-
roba se dá por el vil precio de 2 reales, cera entre la que hay
alguna tan buena como la del Norte, harinas de yuca brava
depurada de su jugo por ser veuenoso y bujías vegetables (1).
Poseen también algunas pobres manufacturas, distinguiéndose
en la fábrica de hermosísimas mantas y sombreros de plumas.

[1] Los naturales llaman pastas el fruto de un árbol que encendido tie-
ne en sí la cera y el pabilo. No tenemos noticia suiicientede él para discer-
nir, si es el protón sebifera de Lineo, ó alguna especie de árbol de cera que
se encuentra en la Luisiania y la China.
—428—
Colocándolas con arte segnu la diversidad de sn colorido imi-
tan con perfección cuantos dibujos les ponen por delante [1].
Las costumbres de los moradores de Maynas son análogas á
las (pie tienen las demás naciones de la Pampas del Sacramen-
to, diferenciándose solo en aquellos conocimientos que les han
podido enseñar sus pastores. Por este motivo y para no car-
gar de repeticiones y reflexiones estos diarios* las reservamos
para considerarlas reunidas, y examinarlas filosóficamente en
otro "Mercurio", en que igualmente desenvolveremos sus al-
cances y ocupaciones originales.
El Padre Fray Manuel Sobrebiela se detuvo en el pueblo
de la Laguna hasta el dia 26, tomando los recursos necesa-
rios á fin de que se efectuase la peregrinación del Padre Gir-
bal por el Ucayali; senda que cerrada después de muchos años
acababa de ser ilustrada en parte por el licenciado D. Pedro
Val verde, presidente de las misiones de Maynas. El deseo de
tranquilizar su redil y restaurar algunas ovejas descarriadas le
hicieron acometer valerosamente una empresa que no ofrecía
otra idea á la imaginación, que la de exponerse á ser víctima
de la barbarie del feroz Paño. Habiendo subido hasta Saraya-
cu, le mostró la experiencia cuanto consigue un espíritu apos-
tólico. Los salvajes se le humillaron; y no queriendo dejar
sus antiguos hogares, pidieron les remitiese quien los instru-
yera en la religión, indemnizándose de la muerte de los Pa-
dres Franciscos que antes referimos.
Para satisfacer á los Panos estimuló el virtuoso párroco el
Padre Fray Narciso Girbal prometiéndole cooperar con todo
su esfuerzo. Los hechos acreditaron la sinceridad de sus pa-
labras, proporcionando en consorcio del generoso D. Juan Sa-
linas cuanto era asequible á su zelo y eficacia. Oou este con-
suelo el Padre Guardian dio la bendición á su subdito, le pro-
veyó de avalorios y herramientas de agricultura, y despidién-
dose de sus humanos huéspedes principió su regreso á las
diez de la noche del mencionado dia 26 de Agosto. La nave-
gación era subiendo Huállaga en cada hora tres cuartos de le-
gua. Todo fué feliz hasta que la concluyó el 27 de Setiembre
en la confluencia del rio Monzón y pueblo de Playa Grande,
puerto del embarcadero. De Playa Grande se encaminó por
la quebrada de Monzón á Chico-playa á evacuar una orden del
superior gobierno; y tomando la nueva ruta del justicia ma-
yor D. Juan Bezares que 'describimos en los "Mercurios" nú-

[1 J Tenemos presente un informe m. >. á nuestro soberano, en el qne con


precisión, claridad y pulso se deslindan los principios y actual situación de
los ilí«i/?¡rts, proponieudo los medios de hacerlos útiles al Estado. Es obra
«preciable del actual gobernador de Maynas D. Francisco Requeua, coronel
de ejército.
—420—
mero 32 y 33, entróen Churin y Pariarca el de Octubre. De
aquí dirigiéndose á Turma pasó el 13 al Marañon en su orí-
gen, que es la laguna Llauricovha sita en las pampas de Bom-
bón á los 10 grados y 14 minutos, tiene cerca de ur.a legua de
largo y media de ancho. El .Mará ñon ó Tunguragua [1] luego
que principia, se extiende 25 varas con una de profundidad en
las estaciones en que menguan las aguas. En la garganta de
la laguna se ven unas pirámides de piedra muy bien labrada,
y de vara y media en cuadro. Están colocadas á distancia de
una vara desde uua orilla hasta la opuesta. Deben ser frag-
mentos de algún puente levantado en la antigüedad para que
pasase el Inca; pues á corta distancia corre el camino real que
ha sido la admiración de nuestros historiadores. Existen por
allí trechos muy dilatados de él, sin que el tiempo, los cuadrú-
pedos, ni el hombre hayan podido aniquilar unas memorias que
acaso se conservan para desmentir la antigua y moderna su-
perchería de algunos fatuos. El Padre Sobrevida llegó el 17
a Turma, y el 23 concluyó su feliz peregrinación en el colegio
de O copa.
Las utilidades que ha producido y pueden dimanar de ella
son mauitiestas. Queda expedito el tránsito de Huámico á
Playa- Grande, explorada la navegación del Huallaga basta la
laguna de la gran Cocajna: notados los escollos y bajíos, y el
modo de evitarlos: y promovidos nuevos establecimientos á
las márgenes del Huallaga á fin de que el viajante encuentre
diariamente donde reposar y proveerse de vitualla. Por con-
siguiente es fácil 3^a la comunicación de Lima con Maynas.
Se podrá entablar un mutuo comercio asi con los efectos re-
feridos, como con café, algodón de varios colores, almendra,
canela, carey, incienso, añil, etc. en que la balanza se incli-
,

naría ^siempre á nuestros conductores, pues el comercio es por


cambio, y muy baratos los efectos de esos parajes. La comu-
nicación de Lima Maynas facilita otra ventajosísima, cual es
la de poder llevar en caso necesario en solo tres meses una no-
ticia á Madrid, en esta forma. De Lima á Huámico, que dista
60 leguas, 8 dias. De aquí á Playa-Graitde, puerto del embar-
cadero, que dista 30, 4. De aquí al rio Moyobamba, distante
'

111 leguas, 7. De Moyobamba á Turimaguas, que dista 63, 3.


De Turimaguas á la laguna hay 40 leguas que se navegan en
un dia con su noche. De la laguna á Tefe en la línea diviso-
ria de España y Portugal, bogando dia y noche en canoas con

fl]Los que no quieren que el rio nombrado sea el verdadero tronco del
Marañan, le dau el de Tunguragua.

Tom. vi. Literatura —57 .


—430—
celeridad [1], 8 dias. De gran Paré, 15. Suman 46
Tefe al
di as. En el complemento á meses hay tiempo suficien-
los tres
te para llegar por las islas terceras á España. El Padre Fray
Manuel Sobrevida, en virtud de la noticia que le dio el co-
merciante D. N. Molina, asentó en una Relación délos progre-
sos de las misiones de Ocopa que imprimió en Lima el año pa-
sado antes de su expedición, que casi en el mismo tiempo po-
dría regresarse á Lima. La experiencia le ha demostrado ne-
cesitarse al menos desde el Para un tiempo duplicado; por-
que la navegación siguiendo el curso de las aguas es de dos á
tres leguas por hora, y bogando contra él, solo se navegan en
cada hora tres cuartos de legua.
La comunicación que esta expedición facilita con Manoa,
cuya restauración ha sido su fin principal, la expondremos en
concluyendo la peregrinación por el Ucayali del Padre Fray
Narciso Girbal, que no tardará en publicarse.

PEREGRINACIÓN

por los ríos Marañon y Ucayali á los pueblos de manoa,


hecha por el padre predicador apostólico fray
Narciso Girbal y Barceió el año pasado de 1790.

Volvemos a ilustrar las fértiles llanadas del Sacramento,


publicando la peregrinación que por el Marañon y Ucayali
ejecutó hasta los pueblos de Manoa el Padre Fray Narciso
Girbal, cura de Cunibasa. Siendo ella una continuación de la
del Padre Sobrevida, contenida en los Mercurios 51, 50, 60 y
61, adoptaremos el mismo método, dando principio por una
descripción compendiosa del segundo rio. Pasamos en silen-
cio al primero, atendiendo á que nada podemos adelantar so-
bre los excelentes viajes y cartas hidrográficas, en que lo han
delineado autores dignos del mayor aprecio [2].
La historia del famoso Ucayali se halla manchada con mil
errores, originados así por el escaso conocimiento de los paí-

[1] En siendo en barcos grandes ó cargados se demoran algunos dias


mas.
[2J P. Manuel Rodríguez: Samuel Fritz: 2. Condamine: Ulloa, etc.
—431—
ses riega, como por las parcialidades é interés de los mi-
que
sioneros que los han frecuentado. Reputado desde los tiempos
de la conquista del Perú por el tronco verdadero del Marañon,
y siendo acreedor á tal derecho por la opulencia de sus aguas,
por el número y caudal de los ríos que le tributan, y por la
distancia de sus fuentes, fué despojado de este título consa-
grándosele el nombre que hoy tiene. Las mismas causas han
producido la duda de no saberse cuál es la principal entre sus
raíces, disputándose semejante preeminencia el Beni, y el
Apurimac. Pero favorecido el segundo de la historia, la tra-
dición y la fama, deberemos también unirle nuestros votos (1).
Xace el Apurimac del páramo de Ooudoroma en la provin-
cia de Tinta á los 16 grados de latitud meridional: se precipita
al E. hacia la cordillera de Vilcanota, y torciendo á las tres
leguas de curso al O. continúa separándola de la provincia de
Chmnbibilcas. Entra por la de Aimaraes y Cotabambas rum-
beando al H". O. y dejando al E. la del Cuzco, sigue por la de
Abaneay declinando al X. E. por cuya dirección forma desde
su origen ira arco que recibe tantos raudales por uno y otro
lado, que es invadeable. Fijando el rumbo al 1S". dos leguas
mas abajo del puente de Apurimac, rompe la montaña de los
Andes corriendo por entre cerros de una elevación increíble,
y que derraman en él copiosas aguas. A los 13 grados 10 mi-
nutos le entra por el O. el rio Cocha/reas ó Pampas que des-

(1) Parece que nosotros podemos terminar la disputa geográfica sobre


euál de los rios que componen al Marañon es su verdadero tronco, concedién-
dole esta prerrogativa al Ucayali. Su derecho es inconcuso. I o porque pus
fuentes están mucho mas distantes que las del Tunyuragua ó Marañon del
Padre Samuel Fritz. 2? porque el Beni, Paucartambo y Apurimac sou na-
vegables bajo de una latitud en la cual aquel aún no ha nacido. 3 o porque
el Ucayali no cede en la cantidad de aguas; por el contrallo eu la confluen-
cia él se presenta mas ancho y con una superioridad que hace variar de
rumbo ?.l [Marañon Condara., 1. c. pág. 69]. 4? porque los antiguos histo-
riadores del reino, Acost., Histor. Natur.; p. 164; Garcilaso, t. 1, pág. 294,
Calaucha, pág. 50; Moutalvo, Sol del nuevo mundo, pág. 7, han reconocido
por verdadero Marañon al Apurimac. 5 o poique hasta el año Í6?7 no tuvo
tal nombre el que hoy se llama Ucayali, sino el de Apoparu esto es, Gran
/

Paro, de donde se originó el de Gran Para, que se le dá igualmente al Ma-


rañon ó Amazonas. En el referido año se suscitó un pleito entre los Fian-
cu c mos de Lima y Jesuítas de Quito por el pueblo y misiones de San Mi-
guel de los Conivos. Pidió la lieal Audiencia se le presentasen mapas para
sentenciar con acierto. Entonces proyectó ei i aure óamuel Fritz el que se
imprimió en Quito en el año de 1707, en que al Ttingurdgua llama Marañon,
y al Paro Ucayali ó Ucallale, voz que significando confluencia la aplicaban
los Maynas con especialidad á la del Paro y Tunguragua: y de aquí el er-
ror del Padre Fritz. Por otra discordia semejante aseguró el Padre Acuña,
que el ~Sapo era el Marañon. El gran crédito que los jesuítas merecían jus-
tamente por la mayor parte á los primeros sabios (Sarmiento, Demonstr. t. '

]. % 439, 45? y sig.) hizo que todos hayan seguido ciegamente la nomencla-

tura del Padre Fritz, que nosotros seguimos en el mapa que damos á luz.
—432—
cieude de los altos de H nanea vélica. Continúa el Apurimac
su curso recogiendo las vertientes de las montañas de Guan-
ta, y á los 12 grados y 15 minutos se le une por el E. el rio
Quillcibamba, Vrubamba ó Vücamayo, (1) y muda el nombre
primitivo en Enec y Taraba. A
los 12 grados 6 minutos se le
junta por el O. el rio de Jauja llamado por los gentiles Man-
taro-, (2) desde donde dirigiéndose al IST. E. á los 11 grados y
18 minutos se le incorpora el Perene, que naciendo á dos le-
guas de Tarma parte esta villa y recibe varios desagües de la
cordillera de Bombón y Pasco.
De la confluencia del Perene á la del Pacbitea desembocan
en el Apu¡ imac cuarenta rios opulentos, éntrelos cuales so-
bresalen dos: el primero, que le entra por el E. á los 10 gra-
dos y 45 minutos, es el Paucartambo: (3) el segundo que dé-
se mboea tres leguas mas abajo con tal ímpetu que lo arroja

(1) Quillabamba uace délos altos de Yilcauota á los 15 grados ^25 minu-
tos, y regando con un copioso caudal de aguas que le tributan ranchos rios,
el amenísimo valle de tiraban) ba y los linderos orientales de Anaibaniba y
Vilcabamba, entra en el Apurimac.
(2) El Mantaro toma su origen cou el nombre de rio de Jauja en las pam-
pas de Bombón de la laguna Chinchaycocha, que tiene 9 leguas de largo y
2 y 1/2 de ancho, á los 11 grados y 3 minutos. Dirige su curso al Sur en-
trándole por el E. y O. varios raudales: después de haber atravesado el va-
lle de Jauja, tuerce al E. recibiendo entre otros rios á 3 leguas del puente
de Izcuchaca un fuerte brazo que baja de Huanca vélica. Al querer rom-
per la cordillera de Guanta vuelve sobre 6u origen, y forma la península
nombrada Tallacaja. Restaurando su dirección al E. sigue hasta su embo-
cadura. Equivocóse el D. D. Cosme Bueno en asegurar en la descripción
de Jauja que el rio mencionado llamado también Pari, era el que se creyó
antiguamente origen del Marañon, Es intolerable el desbarro del analista
Herrera, quien lo juzgó origen del rio de la Plata, t. 3, Deead. 5, 1. 4, c. 10.
(3, Este rio, en cuya confluencia habitan los Cornayos y Ruanagas, se duda
gi es el Paurcartambo. Seguimos la opinión afirmativa; porque según las
relaciones de los misioneras Franciscos, particularmente la del viaje que
por los años 1686 hizo por aquellos países el Padre Fray Manuel Biediua,
y las noticias dadas por los iudios, el enunciado rio viene de los altos del
Cuzco, y entra con duplicada cantidad de agua de la que lleva el Apuri-
mac, y en toda la serranía del Cuzco no hay otro que presente estas cali-
dades, sino el Paucartambo. Opone el docto Padre Rodríguez Tena (Intro-
ducción á las misiones, p. 41 que e Paucartambo es el célebre Amarama-
)

yu por donde el Inca Yupanqui (Garcil., t. 1. 1. 7, c. 13, 14, etc.) entró ala
conquista de los Mojos, la que después intentó Alvarez Maldonado, y no
podia el Inca haber navegado á los Mojos por el Paucariambo, si este de-
sembocase por el Apurimac, y no en el Peni. Respondemos que el Inca na-
vegó por el Paucartambo hasta las montañas pobladas de Chuncos, á quie
nes sujetó primero, y luego pudo pasar al Peni por algún brazo de comuni-
ca» ion ó por tierra; pues naciendo este rio de la cordillera de Vilcauota ba-
jo el mismo paralelo que el Apurimac, y corriendo por la provincia de Pau-
cartambo al oriente de la del Cuzco, va haciendo tal arco hacia el E. que
cuando dobla al N. para entrar en el Apurimac, se aproxima tanto al Peni,
que en sus continencias solo se interpone el corto espacio que hemos refe-
rido.
—133-
contra los cerros, y hace variar la dirección al UST* O. es sin da-
da el rio Beni (1). Después de esta reunión adqniere el nom-
bre de Apo+ParUj ó Gran-Paro, y coutiuuando el rumbo an-
teiior á los 8 grados y 26 minutos, se engruesa con las aguas
del Pach itea (2) y toma el nombre de Ucayali. Declinando en
su curso de N. áN. E. por la ribera occidental por donde le
entró el Pacliltea le tributan el Af/uaitia á los 7 grados 55
minutos; el Mama ó Ou.vhialatau á los 7; el Saraijacu á los 5
y 45; el Tapichi y Caño Pocati, que se comunica con el Mara-
íwn enfrente de San Regis, á los 5. Hecho ya un piélago que
ocupa un terreno de tres leguas se divide en tres brazos y en-
cuentra finalmente con el Marañan á los 4 y 25 minutos ha-
ciéndole variar de rumbo en señal de superioridad.
Próximo á esta célebre confluencia se halla situado el pue-
blo de Omaguas, desde el cual hasta el de la Laguna pueden
computarse cerca de 70 leguas de navegación por el Marañan
y HuaUaga, no existiendo en todo el referido tránsito otros
pueblos que el de Urarinas y San Regis. El Padre Girbal te-
niendo ya dispuesto cuanto era necesario á su peregrinación,
cuatro dias después del Padre Sobrevida que fué el 30 de
Agosto, se embarcó en la laguna de la gran Cocaína, y aportó
á Omaguas el o* de Setiembre habiendo hecho un di a de man-
sión en Urarinas y otro en San Regis, y vístose en la preci-
sión de interrumpir el viaje por algunas horas á causa de las
tempestades que suelen levantar los vientos en las aguas de

(1; Eutre nuestros geógrafos unos quieren que el Beni juuto con el Ite-
nes forme el rio de la Madera: otros que descienda al Marañen con el nom-
bre de Tarari. Alumbremos el origen de semejantes equivocaciones. Las
cabeceras mas remotas del Beni están al oriente de la provincia de Sieasi-
ca cerca del grado 19 de latitud. Corre de S. á N. con algunas inflexiones,
recibiendo varios rios de la montaña que atraviesa. Entre los mas notables
se haya el Corovco, que viniendo de la Paz le entra por el Poniente. Si-
guiendo su curso á los 13 de latitud, 'bota un brazo para el Oriente que en-
tra en un gran lago nombrado Roguaguado, que tiene mas de 1U leguas E. O.
y ó X. S. De este lago por el E. sale un brazo que vá al Mamoré y por el N.
arroja tres nombrados Yata primero el mas occidental, Tamayaquibo el de
enmedio,y Yata segundo el oriental. Siguiendo e*tos un curso nordestal son
sin dúdalos Yutay Tefe y Coari, que desembocan en el Marañan después
rios
del Ucaijali (vide Condam, 1. c. pág. 94). El Beni, dado aquel brazo, sigue
h ista incorporarse con el Apiírimac, en donde entra con media legua de
boca nombre de Paro, aquella comunicación, pues, ha producido los equí-
vocos de nuestros geógrafos acerca del Beni, quien con fundamento se re-
puta el tronco principal de cuantos componen al Marañon por el citado Pa-
dre Rodríguez.
(2) El Paehitea nace á los 10 grados 46 minutos en el fuerte llamado
Quiparacra: corre al E. y tuerce después al N. formando el rio Pasuzo: si-
gue el propio rumbo por algún espacio y luego recupera el primero hasta
y embarcadero del Mayro. Con este
la confluencia rio y el Piechis que se le
une mas abajo vuelve al N. y entra en el Paro.
_434—
Marañon. Cuando en su curato de Cumbasa se asoció al Pa-
dre Sobrevida, diez de sus subditos se empeñaron en acom-
pañarlo con la firme protesta de correr cou él el último ries-
go [1]: pero á pesar de esta fidelidad conoció el Padre Fray
Narciso, que aventurarse con ellos por el Ucayali era expo-
nerse á un peligro manifiesto. Se hallabau fatigados de un
viaje tan dilatado, les era ingrato el clima, y no tenían cono-
cimiento de la nueva ruta que se debia seguir. Por estas ra-
zones los forzó á <pie regresasen á su patria, privándose del
dulce consuelo de contar en sus trabajos con unos amigos fie-
les y compasivos hasta el extremo. En su lugar se repusieron
catorce Omagueses robustos y diestros bogadores, cou los cua-
les surcó el dia 12 en dos canoas al Marañon en busca de la
boca del Ucayali, y el 13 hizo noche en ella.
Ya empezaba la aurora del dia catorce de Setiembre á es-
clarecer las florestas dilatadas y sombrías que riega el anti-
guo y opulento Paro, cuando la vista de aquella inmensa so-
ledad recordó al Padre Fray Narciso la escena trágica de ca-
torce hermanos sacrificados á la muerte por aquellos mismos
bárbaros á quienes ól buscaba. Oprimido de esta idea funesta
y del ningún fruto que habia r)roducido tanta sangre inocen-
te, dirigía sus clamores al cielo desde lo mas íntimo del cora-
zón "no para que nos librase de los trabajos, hambre, sed y
" las demás miserias que podían sobrevenirle hasta el térmi-
" no de morir, sino para que redamase sobre su alma un rayo
" de aquella divina luz iónicamente capaz de fomentar y aca-
" lorar en su pecho la caridad necesaria para catequizar, redu-
" cir y convertir la porción de infieles sepultados en las ne-
gras sombras del gentilismo." Fiado en la protección del
cielo que imploraba con las humildes y fervorosas deprecacio-
nes que hemos referido, principió á luchar contra las corrien-
tes del rio mencionado. A proporción que las vencía inter-
nándose por sus grandes giros, admiraba las espaciosas ori-
llas: indicios claros de la gran cantidad de aguas con que •

inunda las llanadas del Sacramento en el tiempo de sus cre-


cientes. Igualmente atraían su atención entre la multitud
de peces, anfibios y cuadrúpedos que le ofrecían á la vista, el
audaz caimán y el tigre atrevido é industrioso. Es menester
observar continuamente á los primeros, porque se arrojan sin
temor á las canoas. Los segundos son los únicos que osan
acometer áesos feroces anfibios y que imitando al hombreen

(1) La generosa firmeza de estos indios puede deducirse de lo que prac-


ticaron en el pueblo de la gran Cocaína: creyendo que iban á perecer á
manos de los gentiles se dispusieron para morir con todas las diligencias
de un católic j: hicieron testamento, y volvieron el rostro á dar el último
adiós al horizonte de su patria sin mostrar la meuor alteración.
—435—
la pesca de las tortugas hacen provisión para muchos diass [1]
Entretenido por una parte en la contemplación del vario y
admirable espectáculo de la naturaleza y molestado por la
otra de los insectos, calor de la región, humedad y desabrigo
de los lugares en que pasaba las noches, avanzó hasta el 25
de Setiembre, sin tropezar en todo el cauce del Ucayali con el
menor escollo que detuviese la navegación.
Al rayar el alba del dia 16 continuó su peregrinación el
Padre Girbal sobresaltado con la proximidad de los gentiles,
cuyos rastros se multiplicaban por momentos. Fluctuaba en-
tre el temor y la confianza, sin poder adivinar el éxito del
primer encuentro. No tardó en manifestársele; pues á las ocho
de la mañana se apareció por la proa uua flotilla de diez y
nueve canoas-que favorecida del remo y las corrientes descen-
día con velocidad excitando en el aire un fuerte ruido la al-
gazara que movieron los indios al descubrir las dos canoas
que subian. El sonido de la corneta anuncia en iguales lan-
ces la paz entre aquellos bárbaros, que la admiten, retornán-
dolo; siendo el silencio quieu declara la guerra. Mandó Fray
Narciso á sus peones que tocasen \v.s suyas, á las que corres-
pondieron inmediatamente las bóbatas [2] de los gentiles.
Asegurados mutuamente abordaron interponiendo el dulce
título de amigo, y zarpando en la orilla mas cercana saltaron
todos rodeando al Padre Girbal y ofreciéndole sus brazos y
sus pobres viandas. No contentos con el informe de los ojos
le tocaban con las manos todas las facciones del rostro, en es-
pecial las mujeres que venian en aquella comitiva. Semejan-
te acción parece ser un movimiento mecánico que inspiran la
admiración y el gozo. Tocada nuestra alma de estas dos pa-
siones á la presencia de un objeto raro ó querido, duda de su
posesión juzgándola ilusión de los ojos, y apela al informe del
tacto que reunido al primer sentido forma el criterio seguro
que distingue los cuerpos reales de las fantasmas [3].
Componíase la referida comitiva de indios Conivos que co-
mandados por su cacique navegaban á Omaguas llevando al-

[]] Los tigres acechan á los caimanes en las playas del Ucayali, y deque
los tienen á tiro,de un salto les entierran las uñas en los ojos, por no per-
mitirlo en otra parte la dureza de los tegumentos. El caimán luego que se
siente herido arrastra al tigre, y se mete en el agua donde perece este va-
liente cuadrúpedo por no largar la presa. A las tortugas las vuelven patas
arriba paia que no puedan huir y luego van cargando y comiendo poco á
poco. Las tortugas boca arriba suelen vivir 20 ó .'30 dias. Los indios prac-
tican lo mismo.
\2] Las bóbatas figuran una flauta travesera, hacen las de los grueso»
cañutos que hay en la montaña: su sonido es bronco y espantoso.
[3] A sensibus esse creatam
notiam veri, ñeque sensus jposse refelli. Lucr. ; lib. 4.
—4.36—
gi.uas mantas y resinas con el fin de canjearlas si les fuese
posible con herramientas de labranza, de que tienen tanta ne-
cesidad, que las mas veces les cuesta una hacha una canoa en
que han consumido muchísimos dias de trabajo [1J.
Conducían entre sus esclavos varios de la nación Mayora-
na que habita las cabeceras del rio Tcqñchi. Llamánsepor otro
nombre barbudos por tener la barba cerrada como los españo-
les. Se cree descienden de los soldados que se derramaron por
aquellas selvas, cuando el atentado de Diego López de A^uirre
con el capitán Pedro de Orsua. Es extrañísimo el modo con
que se las quitan, y deberá ser también muy doloroso. Toman
dos conchas de que se sirven como si fueran tenazas, y pasán-
dolas con precipitación van arrancando pelo por pelo, y ha-
ciendo tales guiñadas y visages con las narices, ojos y rostro,
que mueven á risa al mismo tiempo que á compasión. Pare-
ce que los antiguos moradores del Perú tenían igual costum-
bre para librarse de sus pocas barbas; pues en nuestro Museo
existen unas tenazitas de plata encontradas en sus huacas,
que según la tradición de sus descendientes servían al desti-
no mencionado.
Habiendo el Padre Girbal comido con el cacique y princi-
pales Oonivos hallado su corazón dispuesto y aun ansioso de
doctrinero, y hécholes algunos regalos, se separó lleno de go-
zo para su viaje. El 30 reparó al O. una cordillera que cor-
tando por el S. E. y N. O. figuraba la que forma el ponguillo
del HaaUaga. Aunque la conversación de los Conivos lo ha-
bían alentado y hecho variar la idea de aquellos bárbaros,
considerando no obstante que el llegar intempestivamente á
sus pueblos podia alarmarlos, hizo se adelantase una canoa
que anunciara su arribo. El 2 de Octubre participó esta, que
habiendo desempeñado su comisión con dos vecinos de Sara-
yacu, preguntaron si venían escoltados de soldados: cerciora-
dos de que nó, prometieron dar parte á su pueblo. En esta
contestación avistaron una canoa con dos hombres, á quienes
haciendo señales de amistad se acercaron con demostraciones
de placer. Fuerou ellas suficientes para que nuestro peregri-

[1J Suelen emplear un año entero para concluirla fábrica de una de 10


ó 20 varas de largo, y de 5 á 7 cuartas de ancho, toda de una pieza. Cómica -
zan derribando un gran árbol con sus hachas de piedra: con estas y el fue-
go le quitan todas las ramas, .y dejan en el tamaño que quieren. Luego con
fuego manso van abriendo el buque, y raspando con callos de pedernal el
carbón; cuando por el plan y costados solo quedan de tres á cuatro dedos
de grueso llenan de agua el tronco cóncavo, y por afuera aplican hojas de
palma seca, y sostienen un fuego lento. Con esta operación se vá dilatando
la anchura del buque, y ellos vau colocando de trecho en trecho atravesa-
ños de madera firme, que impida la reunión. La popa la hacen cuadrada y
la proa representa una punta piramidal.
—437—
no recelase el proseguir eu demanda del pueblo antes de
rio
la respuesta que esperaba. Ordenóles guiasen á él, y desem-
bocando al O. por un grueso caño de agua, bogaron contra
sus corrientes, y á la legua encontraron algunas canoas que
cargadas de comestibles salían á recibirlos. Después de mu-
chas muestras de ternura y sinceridad continuaron reunidos
surcando el caño basta una laguna que á dos leguas de dis-
tancia le daba origen. Saltaron á su ribera donde está funda-
da esta primera y pequeña población de Sarayacu, circundada
de bosques á fin de espiar y defenderse de los piratas que del
Paro, Ene y Perene, etc., corren el Ucayali robando á sus ha-
bitantes. El recibimiento fué con todo el expíen dor que pu-
dieron manifestar los infelices Panos: alternando el canto, la
zampona y el tambor con las danzas y clamores del regocijo,
rodearon al Padre Girbal, y lo condujeron á la casa del cura-
ca, en donde lejos de encontrarse por adorno los trofeos de la
muerte, solo habia una especie de docel formado de sus mas
preciosas mantas para que sirviese de asiento al nuevo hués-
ped. Postrados á sus plantas, fijaban el sentido y la atención
para percibir por las demostraciones y el intérprete los deseos
de un hombre que respetaban como á un oráculo del cielo.
Hé aquí un momento en que nuestro corazón se enternece
hasta el extremo. ¿Cómo se componen los sangrientos y bár-
baros retratos del desgraciado Paño con estos rasgos de sen-
cillez y humanidad? ¿Y por qué siendo ellos parientes y anti-
guos aliados de los Omaguas y Cocamas de ios pueblos cris-
tianos: porqué necesitando absolutamente de estos para que
les provean de herramientas de labranza, sin las que difícil-
mente subsisten [1]: por qué, preguntamos, después de tan-
tos años de reducidas las naciones de los Maynas, con tan be-
llas disposiciones de los Panos, con medios tan ventajosos
como ofrece el comercio [2] á que la misma vida lo« obliga-
ba, lejos de haber sido reunidos á formar una grey, han llega-
do por el contrario á la dura necesidad de temerse y reputar-
se enemigos? Uu rústico pastor que penetró las montañas de

[1] Toda la montaña está ocupada de árboles corpulentos, y los indios


para sembrar necesitan abatirlos; y como sus hachas, por mas que las afi-
len, no hacen sino magullar los troncos, emplean dos meses lunares para
derribar un árbol; lo que podia ejecutarse en uu par de horas con una de
hierro. Así padecen infinito para labrar un pequeño espacio de tierra.
[2] Entonces sí que mirando desde la alta cumbre de la imparcialidad los
hermosos países donde florecen las ciencias y artes, ocupados en otro tiempo
porla barbarie, se puede preguntar: ¿Quién ha abierto esos canales? ¿Quién
ha cegado esos pantanos? ¿Quién ha fundado esas ciudades? Y responderán
los hombres sensatos: el Comercio En efecto los pueblos, que han civili-
zado los otros, han sido comerciantes. Histor. Polític. de los establee, ultram,
Toar, vi Literatura — 58
—438—
Cajam arquilla, pudo atraer todos los indios por allí dispersos
á la Eeligion y al Estado, facilitándoles un comercio mutuo y
pacífico que les hizo conocer la santidad de la primera, y las
ventajas del segundo, de tal modo que siempre fieles no los
han ofendido ni en los grandes alborotos del cerro de la Sal, y
gran Pajonal, y
Dejemos inquirir las causas de un fenómeno tan extraño á
los que han nacido para gobernar el mundo y disponer de la
suerte de sus moradores. Su genio divinamente ilustrado es
como un fuego que levantándose del polo, corre con una cele-
ridad que no alcanza la vista, á colocarse en el centro de la
esfera, é ilumina en un instante hasta los átomos que ocultaba
el negro velo de la noche. Nosotros, por el contrario, figura-
mos en nuestros alcances aquellos débiles crepúsculos que di-
viden los imperios de la luz y las tinieblas; con los que ape-
nas pueden registrarse los cuerpos mayores, y aun necesita-
mos el auxilio del tacto para no engañarnos. Volvamos á
nuestra historia.
Cuatro dias estuvo el Padre Girbal con los Panos morado-
res de la enunciada laguna: el quiuto se despidió para ir en
busca de los que habitan las orillas del rio Sarayacu. Descen-
dió al Ucayali por el mismo canal que surcó á la entrada, y
remando contra sus corrientes desembocó el 6 á las cuatro de
la tarde por el Sarayacu, Y
á la legua de navegación tocó en
el puerto. Los de Sarayacu, que por una equivocación no ha-
bían sido noticiados de semejante arribo, se pusieron inme-
diatamente sobre las armas; pero reconociendo ser una comi-
tiva pacífica comandada por un fraile de San Francisco, tro-
caron los instrumentos de guerra por los verdes ramos de la paz,
y rodeándolo con mil indicios de cariño lo condujeron á la ca-
sa de la Curaca. Distinguíase esta del resto en las demostracio-
nes y en la honestidad del traje, pues figuraba en él á una
monja. Aquella Ana Eosa, fué traída por los Padres á Lima
en sus primeros años, y vivió algunos meses en el Beaterío de
Santa Rosa de Viterbo. Conservaba un tiernísimo afecto á la
religión cristiana procurando observar sus máximas en cuan-
to le era posible. Lamentaba la tragedia de los misioneros su-
cedida el ano de 1767, de la que hacia autores á los Chípeos,
cuyo atentado referia haber sido vengado por los de su na-
ción, que por esta causa les dieron un combate sangriento y

t. 1, p. 3. Hemos nombrado con elogio al presidente de las misiones de los

Maynas D. Pedro Val verde, y al gobernador de ellas D. Francisco Reque-


na. Volvemos aquí á ejecutarlo; al primero, por haber roto la barrera que
separaba al cristiano del infiel, y exforzádose á quererlos amistar: al se-
gundo, porque en el informe que citamos, propone se abra y franquee el
comercio de unas naciones con otras.
—439—
los derrotaron. Igualmente aseguraba que en la entrada del
Padre Fray Manuel Gil por Pozuzo le salieron al encuentro,
lo libertaron délos bárbaros que no lo dejaban transitar, y su-
plicaron á Fray Fraucisco de S. José (1) se quedase con ellos:
que habiéndoles prometido regresar subieron tres veranos con-
secutivos á la confluencia del Pachitea y Ucayali, y bajaron
otros tantos al Marañen con el fin de esperarlo. Las relacio-
nes, compostura y deseos de Ana Eosa, consolaron mucho al
Padre Girbal. Y para no perder disposición tan favorable,
viendo que el descenso desde Lamas por el Huallaga y Mara-
ñen, y subida por el Ucayali, era un rodeo muy dilatado, me-
ditó atravesar la pampa del Sacramento; pues según relación
de los gentiles, quienes se ofrecían á acompañarlo, podia sa-
lirse al Huallaga enfrente de Oumbasa. El proyecto verifica-
do ofrecía mil ventajas, no solo por el ahorro de camino, sino
también porque viendo los Panos el buen régimen de Tara-
poto y Gumbasa, se aficionarían á la vida civil. Con semejante
designio despidió á los Omagueses reteniendo de su antigua
comitiva solo al muchacho intérprete, y se abandonó á la di-
rección de los bárbaros fiado en la providencia divina.
El dia 11 se principió la arriesgada empresa de pasar á Oum-
basa. Escoltaban al Padre Girbal cinco canoas de Panos y
Oonivos, con los que bajó por el Sarayacu al Ucayali en bus-
ca del rio Manoa. A
la legua y media de navegación del se-
gundo, tocaron en un pueblo de Gonivos situado en la ribera
occidental, en donde hicieron noche por haberse levantado un
furioso huracán. El 12 siguió la navegación, y al acercarse el
sol á su ocaso se arrimaron las canoas á la orilla del Ucayali,
para pasar la noche en una casa de campo que allí se veia ro-
deada de muchos sembríos. Era de uno de los principales Pa-
nos que acompañaba al referido Padre. En medio de la sala
mayor habia un asiento elevado representando un trono, en
que hicieron subir y descansar al huésped. Dáudose el dia 13
al remo, encontraron una isla habitada de Oonivos y un poco
mas arríbalas ruinas del pueblo en que vivían los de Saraya-
cu en tiempo de los misioneros, en cuyas inmediaciones se
hizo noche á causa de un fuerte aguacero. El 14 se instauró
bien temprano el viaje, y cerca de las nueve de la mañana
entraron las canoas por la boca del rio Manoa, á quien por su
suma rapidez llaman los gentiles Ouxhiabatay: (2) bogando
contra ella hasta las cuatro de la tarde se suspendió esta fae-

(1)El enunciado Padre escapó del estragó de Manoá, por haber salido
que sucediera, á dar cuenta á sus prelados, y asi
tinos cuantos dias antes
acompañó al Padre Gil eu su entrada al socorro de Manoa.
(2) Se interpreta aguas de mucha corriente.
—440—
na para descansar en mía de las orillas. El 15 se avanzó poco
por la morosidad de los indios. El 16 al medio dia de la nave-
gación saltaron en el primer pueblo de Manoitas, en que ha-
biendo disfrutado por un par de horas de la buena acogida que
hicieron al Padre Girbal y su comitiva, se continuó para pa-
sar la noche en la segunda ranchería que solo distaba una le-
gua. El 17 y 18 se remó en demanda del último pueblo, adon-
de aportó el Padre Girbal por la mañana, aumentadas dos ca-
noas que se agregaron en el tránsito. Este último pueblo de
Manoa habia sido la principal residencia de los Padres con-
versores. Su vista renovó en nuestro peregrino la memoria de
su tragedia, creciendo á lo sumo el dolor, cuando reparó que
algunas indias traian adornado el cuello con pendientes he-
chos de los destrozos de los vasos sagrados. No encontró ras-
tro del Templo por haberse reducido á chacra el lugar que ocu-
paba. Aparentando no obstante en el rostro el placer que no
tenia su corazón angustiado, se mantuvo hasta el 20, dispo-
niendo cuanto le dictaba su cordura para verificar el tránsito
á Oumbasa con 30 gentiles que de toda edad y sexo querían
acompañarle.
¿Qué objeto tan grato hubiera sido ver surcar las aguas del
Huallaga á esta comitiva moradora del Ucayali? Pero ella se
dirigía sin mas rumbo ni inteligencia que su deseo. Aventu-
rada á querer romper montes densos y cargados de abrojos, á
superar los Cerros escarpados que descendían de la cordillera,
y atravesar rios no registrados en tiempo en que ya principia-
ban las aguas, ¿qué podia esperar, sino miserias, hambres y
naufragios! El Padre Girbal sufrió toda esta serie de incle-
mencias hasta el extremo de no tener mas abrigo que un pe-
dazo de zayal, ni mas alimento que las frutas silvestres; y
cuando dejándose arrebatar de las corrientes de un rio, creyó
iba á salir á las deseadas riberas del Huallaga, se encontró im-
pensadamente en las de Manoa. Semejante chasco hubiera
del todo extinguido el aliento de su espíritu fatigado, si en
los grandes males no fuera cierta especie de lenitivo no tocar
en el último.
Restituido el 13 de Noviembre á los pueblos de Manoa ya
solo pensó en regresar por su primera vereda. Los rios Cux-
Mabatay y Ucayali se hallaban muy pujantes con las lluvias.
Entregándose el 14 en dos canoas al impulso de uno y otro,
el 18 ya estuvo en aquel primer pueblo de Sarayacu que se
encontró á la subida. Salió de aquí el 20, y el 28 á las nueve
de lá mañana aportó al pueblo de San Regis de las misiones
de los Maynas, habiendo pasado del Ucayali al Mará ñon por
el caño Pocari; de suerte que en doce días, quitados dos de pa-
rada, bajó desde el primer pueblo de Manoa hasta el Marañon,

— 441
habiendo empleado en la subida un espacio casi triplicado. No
qreriendo los indios gentiles continuar la navegación del Ma-
rañon, los despidió con muchas caricias y gratitud á la urba-
nidad cou que lo habían tratado y sacado hasta San Eegis,
posponiendo los recelos que les impiden descender á los May-
nas. Subrogando con suma generosidad los párrocos de es-
tas misiones otro número igual de canoas, y cuanto necesita-
ba el Padre Girbal para subir á Cumbasa, continuó su viaje
por el Marañon. El 11 de Diciembre tocó en el pueblo de la
laguna de la gran Cocaína, y surcando aguas arriba el Hua-
Uagtbj entró el 29 en su doctrina de Cumbasa después de mas
de cuatro meses de auseucia, dando fin á su dilatada y peno-
peregrinacion.
La Eeligion y el Estado pueden recoger frutos muy copio-
sos de ella. Queda desmentida la idea de la ferocidad y bar-
barie del salvaje habitador de la pampa del Sacramento, y
desvanecido el temor impedia su reducción. Su corazón de-
sea se le instruya en las máximas del cristianismo. Máximas
que dirigiéndose al bien y felicidad del hombre, penetran sin
violencia en lointerior de su espíritu, y lo conquistan plena-
mente. La Eeligion Católica, beneficiando al hombre, tiene
un poder infinitamente mayor para civilizarlo, conservarlo en
el orden, y sostener el trono augusto de las legitimas y benig-
nas potestades, que todo el cúmulo de artificios que han in-
ventado los déspotas para tiranizarlo.
Queda explorada la navegación del Ucayali, averiguado po-
derse practicar en cualesquiera de las estaciones del año sin
temor de escollo ó bajío que la embaraze, y experimentada la
celeridad con que puede descenderse desde Manoa á los pue-
blos de los May ñas, la que desde luego presenta un refugio
pronto á los misioneros en los insultos repentinos. Combina-
dos estos principios favorables con los demás que dicta la pru-
dencia, pueden originar unas misiones florecientes que no su-
fran las desgracias de las primeras. Solo es preciso no perder
los momentos. Apoyado en la protección y autoridad de nues-
tro excelso jefe, el Padre Fray Manuel Sobreviela, ha empe-
zado á tomar los recursos mas eficaces. El Padre Fray Narci-
so Girbal y Barceló, que á principios de este año de 1791 lle-
gó á nuestra capital á darle cuenta de su peregrinación, ha
regresado de su orden á los referidos pueblos de Sarayacu, y
3Ianoa con otros dos sacerdotes, un lego carpintero, y un do-
nado herrero, á quienes deben unirse veinte vecinos de Tara-
poto y Cumbasa. Pretende establecer un correo, para que dan-
do noticia de todo lo que fuere acaeciendo, se prevean y dirijan
las consecuencias.
Hemos dicho ya que desde Lima á la laguna de la gran Co-
—442—
cama se emplean veinte y tres dias. De la laguna á San Be-
gis ó á Omaguas se gastan tres. De aquí, subiendo el Ucayali,
á Sarayacu diez y ocho; que por todo componen cuarenta y
cuatro dias. Al regreso se desciende de Sarayacu á Omaguas
en 7: pero de Omaguas á Lima es necesario emplear muchos
dias; por lo común subiendo los rios que necesitan tres para
avanzar lo que se navegó en uno de bajada. A
proporción
que se frecuente el Ucayali será menor el tiempo que se gaste;
porque suele haber algunos brazos que siguen con dirección (1)
y sin los rodeos de la madre, por donde bogan generalmente
los poco ejercitados. La mitad de él, por la parte que menos,
se ahorraría, si se facilitase la vereda del Mayro; pues descen-
diendo por el Pachitea y Ucayali á Manoa, (2) se evitaba un
rodeo de mas de trescientas leguas. Aseguradas las nuevas
conversiones con los socorros del Mayro y Omaguas, servirían
de un centro desde donde la luz benéfica del Evangelio dila-
tase sus rayos no solo sobre las naciones que pueblan lo inte-
rior de las llanuras del Sacramento, sino también sobre todas
las que se estienden por un terreno sin límites al otro lado del
Paro.
¿Y quién podrá calcular las utilidades que resultarían al
Estado si con la religión so introdujese el comercio y navega-
ción de aquellos rios? El descubrimiento de la América causó
una revolución general en el sistema político, en las artes y
hasta en las ciencias. La civilización del Dorado, el Enim y
Paitití podría darles un nuevo aspecto, y aumentar los colo-
ridos que embellecen el retrato de la América Meridional. San
Joaquín de Omaguas, situado en la confluencia del Ucayali y
Marañon, figuraría entóneos la antigua Tiro á cuyos puertos
llegaban las naves y los frutos de todo el mundo. Por el rio
de las Amazonas entrarían las de la América Septentrional,
los de Europa, y cuantos á esta tributan el África y el Asia.
Por el Pastaza y Marañon enviaría Quito sus paños y esta-
tuas. Por el Huallaga y Mayro remitiría Lima el óleo delicio-
so que destilan las frondosas parras y olivas que hermosean
las costas que baña el mar Pacífico. Por el Ápurimac, irían

Q) Esto se comprueba con lo que sucedía frecuentemente al Padre co-


misario Fray Manuel Gil en su entrada al socorro de Manoa. Salian los bár-
baros á detenerlo, pero con la persuaeipn, el halago y regalos los dejaban
pasar. Entonces el Padre hacia que sus remeros noche y dia bogasen para
huir de aquellos indios; y cuando creia que los habia dejado muchas leguas,
volvían á presentársele otra vez por la proa los mismos. Esto era segura-
mente, porque el Padre navegaba por los grandes rodeos que hacen las
madres de los rios, y los indios prácticos cortaban por los brazos rectos.
(2) Las entradas antiguas de los Eeligiosos de la provincia de los doc©
apóstoles, y las modernas de los Padres de Ocopa, convencen que es expe
dita la navegación por el Mayro y Pachitea al Ucayali,
—443—
las pinturas y azúcares del Cuzco y el oro de Oarabaya. Por
el Beni navegarían los lienzos de Moxo y todas las riquezas
del Paititi. Opulento con sus ferias San Joaquín de Omaguas,
ya no desmentiría la idea que se tenia de él cuando se creyó
capital del Imperio del Dorado.
La apacible ciudad de Huánuco, situada en la medianía del
embarcadero del HuaUac/a y Mtíyro, podría disfrutar las mis-
mas ventajas, y entonces todas las riquezas eu ella acopiadas
caminarían con seguridad al Callao para dirigirse á su augus-
to dueño. A la revolución que induciría el nuevo comercio en
el sistema del poder y la navegación, se seguiría otra igual
eu las ciencias. El físico debería observar esos canales abier-
tos por manos de la naturaleza en medio de los formidables
cerros de la cordillera para dar paso á las aguas. Se hallaría
ocupado el naturalista con la variedad de animales y plantas
no conocidos. Ya el geógrafo no situaría á la capital del im-
perio de los Incas en el centro de las sierras de la América
Meridional, sino sobre los puertos del mar que la baña por el
Norte; ni entre estas costas y las del Sur extendería espacios
inmensos cuando el puerto del Callao solo dista tres grados
del Mayro y Playa-Grande. Con admiración referiría la his-
toria, que en el Ferrol se fabricaban buques que habían de
navegar sobre las cumbres de los Andes cortando un plano
elevado dos mil toesas sobre la superficie del Océano. Todo
parecería. . .La idea encanta, la realidad es obra del tiempo.
.

SEGUNDA PEREGRINACIÓN

del Padre Predicador Apostólico Fray Narciso Girbal


y Barceló, á los pueblos de Manoa.

Paréceme que se ha llegado la época feliz en que la luz be-


néfica del Evangelio vá á amanecer sobre los Panos morado-
res del TJcaycdi. La religión que peregrina todos los países del
globo, abandona aquellos en que la ultraja la funesta cegue-
dad de los soberbios mortales, en que juzgándose esclarecida
la miserable descendencia de Adán quiere disponer hasta del
mismo trono de la Deidad, y se acoge á los países incultos pa-

—444—
ra formarse nuevos secuaces que la adoren con un corazón
humilde y unos labios sencillos.
Por las relaciones de los viajes del Padre Sobrevida y Gir-
bal, se demostró así el infatigable celo de estos fervorosos mi-
sioneros, como las disposiciones en que quedaban para admitir
las sagradas máximas de nuestra siempre adorable religión,
todos los gentiles de las fértiles llanadas del Sacramento. Al
fin de la última anunciamos la nueva expedición que iba á
ejecutar el Padre Girbal y dejamos al público en la espectati-
va sobre sus resultados. No podían estos dejar de ser dicho-
sos cuando la protección del cieío estaba enteramente decla-
rada. Desde el supremo solio del monarca español descienden
órdenes expresas para su fomento (1). El excelso y esclareci-
do jefe que tiene el talento singular de preveer y "adelantar
con vigor y tino las intenciones del soberano, extiende sobre
los misioneros su mano protectora, y acalora y dirige sus de-
signios; (2) y cuando la línea que separa la gobernación del
Perú de la de los Maynas podia retardar, debilitar, y aun ha-
cer infructuosa toda la actividad de los Religiosos, allí se en-
cuentra por fortuna un gobernador recomendable, un gober-
nador digno de que lo coronen la justicia y la virtud (3).
Bajo de tan favorables auspicios el Padre Guardian Fray
Manuel Sobrevida hizo todos los preparativos conducentes al
éxito feliz de la segunda entrada de su subdito: reunióle al P.
Fray Buenaventura Márquez, celoso misionero que reputó por
un don singular la elección. Acopió abundantemente instru-

(1) Real orden de 13 de noviembre de 1788. Otra de 22 de noviembre de


1791 que dice: JExcmo. Señor. —Por la carta de V. E. de 16 de marzo de este
año, núm. 58, y por los dos Diarios que le acompañan, se ha enterado el rey
de los progresos y estado presente de las misiones que corren á cargo de los
Religiosos del colegio de Ocopa situados en la frontera de Huánuco y Patáz, ó
Cajamarquilla: y espera su magestad que V. E. con su celo promoverá cuan-
to estime conveniente á llevar adelante tan útiles establecimientos. Dios guar-
de á V. E. mucho sanos. San Lorenzo 22 de noviembre de 1791. El mar-
qués de Bajamar.-- Señor virey del Perú.
(2) Nuestro Ex cmo. jefe lia considerado como el apoyo sólido de los
progresos de estas misiones el que los Religiosos destinados á 'illas se fijen
en un pueblo numeroso, y se fortalezcan en él antes de pasar á ninguna
otra reducción. A la verdad el celo indiscreto de querer abrazar mucho á
un tiempo, y dividirse los operarios evangélicos malogró las primeras mi-
siones de Manoa. Con este designio maudó al comandante de las milicias
establecidas en Lamas diese 20 hombres al Padre Girbal, los que deben re-
levarse cada seis meses. El Padre guardián para alentarlos á que coadyu-
ven con esfuerzo á la defensa, formación y agricultura de la población me-
ditada, lia aplicado de las limosnas del colegio ochocientos pesos anuales,
para que se les distribuya con proporción, y los ha proveído de armas de
fuego que mantendrán ocultas y sin ejercicio siempre que la necesidad no
exija lo contrario.
(3) El señor coronel D. Francisco de Requeua, gobernador de Maynas,
que se ha esmerado en protejer á los PP. misioneros como se verá adelante.
—445—
mentes de labranza y corte, y cuantas bujerías y telas apre-
cian aquellos indios; para ocurrir al menoscabo de los prime-
ros surtió al Padre Girbal de una herrería completa, le asoció
al virtuoso Fray Juan Dueñas, Religioso lego, exceleute car-
pintero, y dos maestros herreros de los de Tarapoto y Cunibasa:
y queriendo poner la última mano á sus deseos registró todos
los diarios m. s. de los antiguos misioneros, asi de May ñas co-
mo de Manoa, estudió en ellos el origen de las desgracias ó
felicidades de los enviados á aquellas naciones, los medios
mas seguros para atraerlas, las máximas para conservarlas, y
de todo formó un cuerpo de instrucción que sirviese de códi-
go á sus misioneros. Nosotros vamos á presentarlo al públi-
co, y seguidamente el itinerario del Padre Fray Narciso, es-
perando que aquel los reciba con la complacencia propia á
unos corazones interesados en los progresos de nuestra sagra-
da religión y salud espiritual de nuestros hermanos.

INSTRUCCIÓN
Del padre guardián de ocopa fray manuel sobreviela
para los padres fray narciso girbal y barceló, fray
buenaventura márquez, y fray juan dueñas, y para
los que les sucedieren en el establecimiento y pro-
greso de las conversiones de manoa y del famoso rio
UCAYALI.
EXHORDIO.
Padres mios amantísimos: Dios Nuestro Señor se na dignado
elegir á V V. RR. para llevar su santa fe* á la multitud innu-
merable de naciones que pueblan las inmensas pampas y ri-
beras del caudaloso rio Ucayali, y viven sepultadas en las fu-
nestas sombras del gentilismo; de cuya dichosa elección de-
ben dar repetidas gracias á su majestad.
No dudo que en tan remotas regiones se les ofrezcan mu-
chas dificultades, gravísimos trabajos, y continuos peligros
de perder la vida; pero buen ánimo. La mies y la obra
es del mismo Dios que los envia, y les dará el caudal de espí-
ritu necesario para el éxito feliz de tan gloriosa empresa. En
Tom, vi. Literatura.— 59
—446—
todas sus tribulaciones y penalidades tengan presente, que el
fin y motivo de haber abandonado sus padres y parientes, sus
patrias y provincias, íué la conversión de la gentilidad, con
previsión de los indispensables riesgos de perder la vida en
honor y gloria del Señor. Bu todas sus fatigas y trabajos pon-
drán los ojos en Cristo Crucificado, y este soberano ejemplar
les servirá del mayor alivio y consuelo, junto con la esperan-
za del aventajado premio que les espera. Yo tengo una viva
y firme confianza de que con el auxilio de Dios y con su fer-
voroso celo lian de abrazar la maleza de aquellas vastísimas
regiones, y han de sembrar la semilla de nuestra santa fé en
los corazones de aquellos bárbaros, valiéndose para el efecto
de los medios suaves y oportunos que les dictará su pruden-
cia, y la experiencia y acierto con que se han gobernado en
otras conversiones: sin embargo, en virtud y cumplimiento de
la obligación de mi oficio, debo dará VV. RR. algunos docu-
mentos y avisos para su dirección espiritual y temporal, y pa-
ra las de sus prójimos y son los siguientes.
1? Según el consejo de San Pablo á su discípulo Timoteo de-
ben YV. RR. atender primeramente á su salud propia, y des-
pués al bien espiritual de las almas que se les encomiendan;
porque yqui prodest homini etc. f en esta atención procurarán,
asistidos de la divina gracia, cumplir exactamente en todas
partes con las obligaciones de nuestro estado religioso y mi-
nisterio apostólico, acomodándose en cuanto les sea posible á
la saludable práctica de las mortificaciones y ejercicios espi-
rituales que se observan en nuestro santo colegio, no faltando
jamás por la mañana y tarde al ejercicio de la oración y co-
municación con Dios, meditando frecuentemente quien los
envía, para que los envia, y á quienes los envía, y cuanto
costó áDios la salvación y redención de las almas, y con que
ansia la desean su Divina Majestad, María Santísima, los án-
geles y los santos.
2? Apenas hayan llegado á las tierras de los gentiles Panos
y Manoitas, se informarán de Ana Rosa y de los Curacas, del
sitio mas proporcionado para establecer su residencia y pobla-
ción, advirtiendo que sea cerca de algún rio que tenga abun-
dante pescado, buenas tierras, y que no sean anegadizas, y
que puedan sembrar y mantenerse en ellas hasta mil indios.
Sobre todo lo cual los mismos Curacas darán el mejor pa-
recer.
3? Elegido el se irá formando la población con sus ca-
sitio,
lles cordel, disponiendo que una cuadra se divida
y cuadras á
entre cuatro indios, y que cada casa tenga su buena huerta.
4? La iglesia, el convento y casa de cabildo se fabricarán
en la plaza, con arreglo en todo lo posible á la disposición que
—447—
tienen las iglesias y edificios de las conversiones de Oajamar-
qnilla.
5 o El convento deberá tener una huerta grande, en que
puedan criarse yucas, plátanos, maíz, legumbres, yerbas, etc.,
para sustentarse en caso necesario, y para dar á los sirvientes,
á los huéspedes y á los enfermos del pueblo é inhábiles para
el trabajo.
6? Con elmismo objeto cuidarán de criar en el convento
gallinas, cerdos y otras especies de animales y aves.
7? La huerta deberá cercarse con una estacada fuerte, que
se formará fácilmente con los árboles que se sacaren del rozo;
y en sus esquinas se fabricará una especie de cubos ó baluar-
tes, para que los soldados fronterizos y W.EE. puedan de-
fenderse con sus fusiles de cualquiera invasión enemiga.
8? Para el caso de no poder defenderse, tendrán á preven-
ción en la misma huerta los palos y cuerdas ó bejucos nece-
sarios para conducirlos al rio, y- poder armar prontamente al-
gunas balsas, y bajarse en ellas por el Ucayali hasta los May-
nas) pues en dicha bajada no hay peligro de gentiles, y deján-
dose llevar de las corrientes pueden aportar en siete dias á
pueblo de cristianos.
9? Aunque es suave y sin peligro la entrada al Manoa por
la parte de los Maynas, sin embargo para evitar el rodeo del
Marañon y Ucayali, explorarán [ganada primeramente la vo-
luntad délos infieles] el tránsito mas breve desde Manoa pov
el rio Chipurana al Huallaga; pues de este modo facilitare-
mos la pronta comunicación cíe Cumoasa con Manoa, según se
demuestra en el mapa.
10? No impongan al principio á los infieles trabajos ni car-
gas que los hagan odiosos ó sospechasos; y si algunos traba-
jasen voluntariamente los regalarán con hachas, machetes,
cuchillos, abalorios, etc., á proporción de su trabajo: ademas
que para la formación de los edificios necesarios y del cultivo
de la huerta, y de alguna otra chacra de YV. RE., serán sufi-
cientes los veinte fronterizos que van pagados por el colegio,
no solo para que les sirvan de custodia, si también jjara que
trabajen en todo lo que ocurra.
11? ISo vayan á parte alguna donde haya peligro de la vida.
Cualquiera descuido ó menos prudencia en esta parte, ademas
de no agradar á Dios, y ser contra la intención de la obedien-
cia, podría impedir muchos bienes y ser causa de que se per-
diese la misión.
12? Moderen el fervor y celo de hacer muchas reducciones,
procurando asentar bien el pié en la primera; de modo que
hasta que tengan una población grande, y se hallen bien for-
talecidos y seguros en ella, y tengan ganados los ánimos de
—448—
la nación amiga, no se apartarán unos de otros, ni pasarán á
fundar en otra parte; lo cual les encargo mucho, pues la pron-
ta separación de los PP. en el año de sesenta y siete, fué la
cansa principal de su muerte y pérdida de las misiones de Ma-
noa.
13? Para aumentar la población, convendrá regalar con to-
da caridad y amor á los infieles que vengan á visitarlos; ex-
hortándoles á que se avecinden con sus familias en el pueblo,
prometiéndoles defenderlos de sus contrarios, y surtirlos de
herramientas y demás cosas necesarias.
14? Si los que viniesen á visitarles fuesen Curacas, y trata-
sen de ser cristianos, les persuadirán de acuerdo con los ya
convertidos que vengan á avecindarse con sus pareiales cerca
de la primera reducción y pueblo, y se gobernará cada nación
por sí misma, según se practica en el gran pueblo de la Lagu-
na, en donde viven las cuatro naciones de Cocamas, Cocami-
llas, Agúanos y Panos: y cada una es dirigida por el Curaca,
alcaldes y fiscales de su nación.
15? Será muy útil y conveniente para la seguridad, y para
introducir la civilidad entre los infieles, la admisión de los in-
dios de Tarapoto y Cumoasa, que quieran establecerse con sus
familias en aquellas feracísimas tierras; pues asi no será ne-
cesario que vayan á relevarlos cada seis meses, y con el tiem-
po se mezclarán los cristianos viejos con los nuevos y apren-
derán estos subordinación y el útil ejercicio de hilar y tejer,
como los Lamistas, por cuya causa se les mandará que lleven
sus ruedas, telares y peines.
16? Tengan mucho cuidado de que los fronterizos que en-
traren con VV. EE. no hagan agravio, ni den mal ejemplo á
los infieles; sino que los traten con amor y suavidad, despa-
chando con prudencia y cautela á los que hicieron lo con-
trario.
17? Desde luego que hayan llegado á los gentiles, pondrán
particularísimo y continuo cuidado en aprender la lengua de
los Panos y Manoitas, que es lo que generalmente usan en po-
ca variación todas las naciones del Ucayali; pues de saber la
lengua con perfección depeude la conversión de los infieles,
se conciliarán su amor y se libertarán de muchos riesgos. Pa-
ra aprenderla prontamente conversarán siempre con el intér-
prete Paño, con Ana Eosa y con los niños, y apuntarán dia-
riamente todos los nombres y verbos que oyeren, y conferen-
ciándolos por la noche entre sí, harán concordancias y oracio-
nes, y uno de VV. EE. cuidará de ir formando poco á poco el
arte y vocabulario; y jamás pierdan ocasión de hablar en len-
gua con los infieles aquellas proposiciones que fueren apren-
diendo.
—449—
18? Procuren no apartarse de sus compañeros, ni salir algu-
no solo; pues así lo enseñó Jesucristo á sus apóstoles y discí-
pulos, mittens illos binos, etc. Vce solí quiacum ceciderit non ha-
bet subleva ntem Etfrater qui adjuvatur áfratre, quasi tur-
risfortisima. En conformidad á esta doctrina, vivirán siempre
dos juntos para que puedan auxiliarse mutuamente, y velar ca-
da uno sobre la salud espiritual y temporal de su compañero.
19? Jamás dormirán fuera del convento, én el que tendrán
habitación separada para los soldados fronterizos, y por nin-
gún caso ni respeto permitan entrar mugeres á sus celdas, ni
reciban á los huéspedes para que duerman en ellas, y solo los
admitirán á comer, y que vayan á dormir al cabildo en donde
tendrán prevenidas barbacoas para este efecto.
20? Procuren introducir la costumbre establecida en todas
las conversiones de que hayau mitayos para el monte y rio,
que traigan diariamente á V V. Bit. la caza y pescado que ha-
llaren.
21? Asi mismo establecerán la práctica de que los conver-
sos no se ausenten lejos, ni por muchos dias á la caza y pesca,
ó á otras partes sin licencia del Padre que los gobierna.
22? Nombrarán alcaldes, capitán y regidores en nombre del
rei, eligiendo para estos empleos á las principales, informán-
dose antes de los mismos infieles; y poco á poco los inducirán
á que tengan cárcel y cepo para los delincuentes, pero que á
nadie aprisionen, ni menos le castiguen sin su noticia; y VV.
RE. abogarán por el alivio de los culpados y jamás castiga-
rán á alguno por sí mismo.
23? Tratarán á todos generalmente con amor y suavidad co-
mo á sus hijos, socorriéndolos en sus necesidades como ver-
daderos padres, y en los pleitos que tuvieren entre sí, los pa-
cificarán con amor y caridad, procurando ganar la voluntad
de todos, especialmente de los principales: lo que lograrán
dando á todos siempre buen ejemplo, haciéndoles buenas
obras, y ayudándoles en todo lo que la caridad y prudencia
les dictare.
24? Las hachas, cuchillos, abalorios, y demás bujerías que
llevan y se les enviarán cada año, repartirán de modo que
sirva de premio á los que les ayuden en sus trabajos, á los que
mas se adcl.inteu cu su obsequio y en aprender la doctrina,
mejorando y distinguiendo en los regalos á los curacas y prin-
cipales.
25? La experiencia enseña que no puede ganarse la volun-
tad de los infieles sin administrarles herramientas y otras bu-
jerías; y que el tenerlas los Padres en su poder, es ocasión para
que les quiten la vida por robárselas; y así conviene mucho
que en habiendo surtido cada casa de las suficientes, se guarden
—450—
las otras en pueblo de cristianos mas inmediato; que podrá
el
ser Omaguas ó Cumbasa, y cuando algunos de otra nación vi-
nieren á reducirse, les dará el Padre un papel para que el de-
positario les entregue las que tuviese por conveniente.
26? A su tiempo introducirán la práctica de la limosna de yu-
cas, plátanos, etc., según se observa en las misiones de Caja-
marquilla, y les exhortarán á que tengan una chacra de co-
munidad en que plauten yucas, plátanos, maiz, barbasco, al-
godón, etc, para socorro de los necesitados, enfermos é impe-
didos.
27? Amonéstenlos con frecuencia al cultivo de sus chacras,
y á que siembren en ellas toda especie de legumbres, y plan-
ten árboles frutales y algodonales, para que no les falte el sus-
tento y el vestido; y que las mugeres aprendan á hilar y tejer
como las Lamistas, que crien puercos, gallinas y otras aves, y
que hagan lagunas en donde tengan charapas y otros pesca-
dos: y W. BE. practicarán lo mismo, cuidando de renovar
las chacras, porque á las dos coseehas va perdiendo la tierra
su vigor.
28? En siendo tiempo oportuno señalarán sacristán y fisca-
les, enseñándoles las obligaciones de sus oficios, y encargan-
do mucho al fiscal haga el suyo con mucha prudencia, amor
y suavidad, imponiendo á todos en la veneración y respeto á
los Padres, á los Curacas y á sus mayores, y señalarán algu-
nos niños con el título de fiscales menores, que les ayuden á
juntar la gente á la doctrina, que den noticia de los enfermos
de sus respectivas parcialidades para visitarlos y asistirlos, y
de los delitos que cometieren los niños y niñas de su nación.
29? Cuanto mas presto se pudiere, juntarán con sagacidad
y con regalos á los niños [habido antes el consentimiento de
sus padres] por la mañana después de misa y media hora an-
tes de la oración para que aprendan la doctrina, excepto los
domingos y jueves por la tarde, que tendrán asueto; y cuida-
rán de que en toda concurrencia estén separados los de un
sexo de los del otro.
30? Atodos los infieles, y particularmente á los niños, ense-
ñarán á saludarse entre sí con estas palabras: Alabado sea
Nuestro Señor Jesucristo: y que respondan: Por siempre sea ala-
ciado. Que cuando lleguen al convento, ó á sus casas, digan:
Ave María Purísima: y que respondan: Sin pecado concebida;
y que besen la mano á los Eeligiosos, á sus padres, curacas',
alcades y mayores en cualquiera parte que los hallaren.
31? Alos niños mas hábiles y aplicados enseñarán á leer y
escribir en lengua castellana, y algunos cantares devotos y
doctrinales, escogiendo de estos los de mejores voces para que
canten en las fiestas la misa y la salve, la doctrina y el rosa-
— 45Í->
rio por las calles, dando algún premio señalado á los que se
adelanten mas en estos ejercicios.
32? En los domingos y en dos ó tresdias cada semana, con-
vocarán á todos los infieles á la doctrina y repetirán machas
veces nna misma cosa basta que la aprendan bien de memo-
ria, y para que la entiendan se valdrán de comparaciones y
ejemplos, y en cuanto á los vicios, bastará que perciban y en-
tiendan los principales misterios de nuestra santa fé.
33? Jamás bauticen algún adulto, sin que baya aprendido
la doctrina, y sin que deje la pluridad de mujeres ratificando
su matrimonio con la primera, y sea probable que no se huirá
ni alzará. Solo cu caso de muerte le administrará el bautismo,
para lo que será suficiente que entienda antes y forme con-
cepto de los principales misterios demuestra santa íé. Tengan
también particular cuidado de bautizar á las criaturas mori-
bundas, de suerte que todos mueran bautizados, así en el
pueblo, como en sus inmediaciones, encargando frecuente-
mente que les manden avisar, cuando ellos y sus hijos y pa-
rientes estuviesen enfermos.
34? A los adultos enfermos ya bautizados se dará el viático
y la extremaunción, declarándoles antes su virtud.
35? Así estos sacramentos como todos los demás y especial-
mente el bautismo, administrarán con la mayor decencia y
solemnidad, convidando para estos actos á la gente adulta y
catequizada, y lo mismo harán en los entierros; y á los párbu-
los llevarán con fiesta y con guirnaldas.
36? Procuren instruir en la reverencia que deben tener alas
cosas sagradas y al agua bendita, rociando con ella á los en-
fermos y exhortándoles la tengan con decencia en sus casas
y que pongan cruces en ellas en sus chacras, en los caminos
y en las entradas del pueblo; pero¡que estén elevadas de tierra.
37? Que todos traigan rosarios al cuello formados de abalo-
rios, ó de las cuentas que en todas partes se crian, ó que al
menos traigan cruces pendientes al pecho, en señal ó insignia
de cristianos.
38? Tengan libros de bautismos y casamientos y un catálo-
go de toda la gente alistada por sus parcialidades. Borrarán
los que murieren y los apuntarán en otro libro y harán una se-
ñal á los que se ausentaren.
39? Cuidarán de apuntar diariamente todas las cosas que se
juzgasen dignas de participarse al Excmo. señor Virrey ó á su
Prelado, y las comunicarán siempre que tengan la oportuni-
dad.
40° En todas las ocasiones que se les ofreciere, ensalcen la
grandeza, poder y majestad del mayor monarca del mundo,
el señor í>. Carlos IV (que Dios guarde), y del Excmo. señor

—452—
Virey del Perú, diciéndoles que nosotros somos enviados por
ellos para enseñarles buenas costumbres, apartarlos de los vi-
cios, instruirlos en la verdadera fé, sin la que no pueden ir al
cielo, y que serán auxiliados y defendidos de sus enemigos
como los demás vasallos de nuestro soberano.
41? En lo demás irán introduciendo poco á poco y con sa-
gacidad todas las prácticas y costumbres que se observan en
las misiones de Cajamar quilla, variando las que tuviesen
por couveniente después de liaber conferenciado la cosa entre
W. EE. y dicho cada uno su dictamen según les inspirase el
Señor, y darán cuenta de todas las dudas que se les ofre-
ciesen.
El Señor llene los corazonesW. EE. de bendiciones de dul-
zura, y les comunique su divina luz para que arreglen todas
las operaciones al mejor servicio de Dios, y mayor bien de sus

almas y de sus prójimos. Su afectísimo hermano y siervo en
el Señor. Fray Manuel Sobrevida, Guardian.

Prosiguen los viajes

DEL PADRE MISIONERO FltAY NARCISO GlRBAL.

Son tan interesantes á la Eeligiou, al Estado y á tocia la


humanidad las noticias del TJcayali, Huállaga, CMpurana,
Mayro, y los demás rios por donde los misioneros de Ocopa
prosiguen con ejemplar constancia ejercitando su apostólico
ministerio, que nos complacemos siempre que se nos presenta
ocasión de participar algunas al público. Elreino este y la
nación toda, carecia hasta el presente de nociones exactas de
aquellos inmensos países. Ya la Sociedad ha publicado mu-
chas que con el Mapa de la Pampa del Sacramento, forman
otros tantos rasgos apreciables en su "Mercurio." Ahora las
continuamos tratando de dos pequeñas expediciones que el in-
fatigable zelo del P. Fray Narciso Girbal emprendió por aque-
llos impenetrables desiertos en busca de la nación de los Ca-
panahuas, como también para verificar ciertas especies im-
portantes que el señor D. Francisco Eequena, coronel de in-
genieros y gobernador de Maynas, le encargaba en la carta
siguiente que puede servir de preliminar a esta corta rela-
ción.
—453—

H. P. Fray Narciso Giroal y Parceló.

Mi mas estimado Padre y Señor:

Lasalida del intérprete no se ha demorado mas tiempo que


el qne faé necesario para que viniese aquí á recibir mis órde-
nes, y encargarse de algunos pocos víveres que podrán ser
titiles á V. E. y sus compañeros en ese pueblo [especialmente
la harina de yuca brava] cuando salga á tratar con las nacio-
nes que están esparcidas por los bosques. El intérprete Auto-
nio Ytana lleva lo que vá expresado en la adjunta relación, y
le he dado la embarcación San Ignacio, mandándola calafatear
de nuevo, de la cual se puede servir V. E. todo el tiempo que
guste, porque no hace falta aquí, pudiendo regresar los bogas
que serán Omayuas y Panos, en alguna balsa, ó en otra canoa
de la misión.
A D. Nicolás Oandamo tengo mandado que en la laguna
haga cargar la embarcación de toda la semilla de yuca brava
que pueda sostener su buque; y sería muy oportuno para esas
reducciones establecer sementeras de ese fruto, pero con la
precaución de que uo se mezcle con la dulce (pues así la plan-
ta como la raíz se equivoca mucho la una con la otra) para
evitar las desgracias que acarrearían si se comiese inadverti-
damente.
En la entrada que vá Y. E. á emprender á esas bárbaras
naciones que dan sepultura en sus vientres á los difuntos
(costumbre inhumana que practican otras naciones del Yapu-
ra desenterrando al año los cadáveres para beber los huesos
hechos polvos en sus chichas) puede hacer gran servicio al
rey examinando ese rio caudaloso que dice está inmediato, y
que ha de ser precisamente el Yavari" por el cual los portu-
gueses tienen hechos varios exámenes dirigidos con ideas in-
justas y ambiciosas, no menos contrarias á las intenciones y
dignidad de sus monarcas, que á la propagación del Evange-
lio. Conviene mucho al desempeño de mi comisión el saber
todas las particularidades de él, y mucho mas el lograr, sin
perjuicio de esas misiones, el que un par de soldados fueran
á navegarlo.-Y. E. me podrá instruir si hay facilidad de ha-
cerlo, de modo que los Panos, y demás indios amigos, no en-
tren en desconfianza, á fin de que no se malogre el fruto de
su predicación por esta causa. Asegurado Y. E. de cuanto es-
timo los adelantamientos de esas reducciones, nodejedeman-
TOM. YI LlTEEATUEA — 60
—454—
darme cnanto tenia molestarme, avisándome lo que
guste, ni
necesite; pnes en todo lo que pueda contribuiré á sus santos
intentos con el mayor gusto y complacencia, como asimismo
en lo que fuere de su singular obsequio.
Nuestro Señor guarde á V. E. para la felicidad de esas naciones
muchos —
años. Jeberos 4 de Diciembre de 1792.

Francisco Requería.

P. D. — Repito á V. P. que el servicio del rey se interesa


mucho en aclarar el curso del rio Yo vari, que no ha de estar
muy distante del Ucayali, pues corren casi paralelos; y así me
persuado á que entrando por el rio Maquea nuevamente des-
cubierto, luego que se haya navegado algunos dias ha de es-
tar cerca de su orilla oriental la margen del Yavari.
Esta carta que publicamos con gusto porque hace honor á
quien la escribe, es una prueba relevante, así de la actividad
y esfuerzos del señor Requeua en cuanto gobernador, como
de su celo religioso en promover y socorrer á aquellas misio-
nes y reducciones recientes.
En consecuencia, pues, de ambos designios partió el Padre
Girbal del pueblo de Sarayacu el 25 de Febrero de 1793, acom-
pañado de siete bogas, un mestizo, y el intérprete Paño de
que habla el señor Requena, y á la media hora dé navegación
por el caño de Santa Catalina [en cuyo margen está situado
el pueblo de Sarayacu'] entraron en las apacibles corrientes
del Zfcayali á cuya orilla derecha arribaron diferentes veces
en este dia, para recoger cacao que lo hay en grande abun-
dancia, sin servir sino de pasto ó alimento á la infinidad de
monos de varios colores que inundan aquellas playas. Llegó
la noche, y tratando de arribar para pasarla con menos inco-
modidad, advirtieron candelada en la orilla opuesta. Atrave-
saron el rio para reconocer si era gente amiga, y hallaron tres
canoas de gentiles Panos del pueblo de Sarayacu que habían
salido á pescar para el sustento de sus familias. Recibiéronnos
(dice el P. Girbal) con aquel agrado que les es tan propio y
natural, ó inmediatamente limpiaron con toda diligencia un
sitio para poner en él mi cama, dicióndome en su legua con
semblante risueño: Nenu Numpapa husay; aquí dormirá nues-
tro padre. Cenamos juntos alegremente, ofreciéndonos ellos
sus tortugas y vacas marinas, y nosotros de lo que llevába-
mos. A las tres de la mañana del 26 se despidieron los Panos
regalándome una excelente tortuga como de tres arrobas, y
porción de vaca marina. Los caimanes al olor de esta, se acer-
caron, y nos rodearon de manera qne fué preciso valemos de
las armas de fuego. Estos cruentos enemigos si de antemano
—455—
no osadamente á las canoas, y se llevan
se les espanta, saltan
al primero que encuentran. Son muclios los ejemplares de es-
tas desgracias.
Asi con las debidas precauciones se lucieron á la vela el 26
luego que rayó el dia. Navegaron unas tres horas rio abajo, ó
inclinándose un tanto á la derecha, derepente se hallaron en
un mundo de agua. Tal es la laguna llamada por los indios
Sañua ya, que quiere decir lago de tortugas, por las muchas
que en él se crian. Este era uno de los objetos del P. Girbal,
quien habiendo sabido por los indios que habia tal laguna,
dirigió desde luego su rumbo por ella, creyendo encontrar al-
gún rio que allí desaguase, ó algún canal que se internase
hasta las tierras que buscaba. Con estas miras fué rodeando
el lago en busca de alguna quebrada ó caño que los dirigiese
hacia los Capanahuas. En efecto hallaron uno capaz denave-
garse con canoas, pero quedaron con el desconsuelo de no po-
der penetrarlo por estar la laguna sumamente crecida, tocan-
do hasta las ramas de los árboles que la circundan. Por este
motivo no pudo tampoco el P. Girbal hacer concepto de la
extensión de dicho caño, ni hasta donde se interna. Bástanos
saber que lo hay, que no faltará tiempo para examinarlo des-
pacio, estando tan cerca de Sarayacu. En cuanto á la exten-
sión de la laguna hace juicio el P. Girbal que será dos tantos
mayor que la de Cocama.
En estas diligencias pasaron todo el dia 26, y antes de po-
nerse el sol salieron de la laguna, atravesando segunda vez el
Vcayali, en busca de otro sitio para pasar la noche, pues en
aquellos parajes es tan copiosa la inuudacion del rio que ape-
nas se encuentra en sus riberas donde atirmar el pié, ni lugar
que no esté tan anegado, como cubierto de zancudos y sabandi-
jas, especialmente en el verano. Llegó el dia 27, y desde el
amanecer volvieron á la misma tarea de buscar cacao hasta
el medio dia, en cuya hora dieron con empeño á remo rio arri-
ba j>ara llegar á un imeblo de Conibos, que en el primer viaje
del P. Girbal, y á persuaciones suyas, se avecindaron cerca de
Sarayacu en la parte opuesta de Santa Catalina. Aquí espe-
ran sacerdote que los cuide y los instruya en los misterios de
nuestra santa religión; gracia que no han conseguido hasta
ahora, por ser pocos los operarios y mucha la mies.
Dos noches pasó el P. Girbal con los Conibos obligado del
inmenso aguacero que no cesaba en aquellos dias; y viendo
anegado easi todo el sitio que habitaban estos infelices, per-
suadiólos á que buscasen otro mejórenlas cercanías de Sara-
yacu, y en compañía de los Panos. Ellos recelaron algún tan-
to por la mutua desconfianza quetieuen entre sí los pueblos
ó familias de distintos nombres; mas con todo, se conforma-
—456—
ron, remitiéndose á lo que el Padre dispusiese de ellos. Con esto
se despidió, y volviendo á entrar en las corrientes del Ucayali,
y navegando el rio poco mas de media hora dieron con otro
caño distante, como unas cinco ó seis leguas de la laguna Sa-
Jiuaya, y casi al frente de Sarayacu ó Manya. Este caño por
la excesiva corriente del rio formaba ira inmenso rebalse, co-
mo de diez á doce leguas, y capaz [dice el P. Girbal] de nave-
gar por él un navio de guerra. Como á las ocho leguas de na-
vegación encontraron con la principal boca del rio Maquea
que corre Nordeste Suroeste regando las tierras de los infieles
Capanahuas, Manahuas, Sentís y otras varias naciones espar-
cidas por aquellas dilatadas pampas. El objeto de nuestra ex-
pedición [dice el P. Girbal] era hacerles una visita para amis-
tarnos con ellos, regalarlos, y prepararlos de este modo á re-
cibir con agrado á nuestras personas, y después el Santo Evan-
gelio.
Todo el convoy se componia de un barco y cuatro canoas,
corto ex fuerzo para el caso de alguna resistencia por parte de
aquellas naciones; pero no habia otro por entonces. Esta con-
sideración acobardó á los indios bogas antes de entrar por la
boca del Maquea, pues reflexionando sobre la debilidad de sus
fuerzas, y haciendo memoria entonces del agravio que sus ma-
yores habían hecho en otro tiempo á los Capanahuas, ax^risio-
nándoles muchos de sus compañeros, temieron pasar adelante.
Este recelo era bien fundado, pues como unos cuarenta años
antes habían hecho una entrada los Panos en tierra de los
Capanahuas, y se trajeron muchos prisioneros de aquella na-
ción. De estos solamente vivían dos que vinieron pequeñitos
y acompañaban en este viaje. Eran ya tan Panos como los
demás compañeros, y así temieron igualmente, pues en estas
naciones (Panos y Conibos) que no son antropófagos hay la
costumbre de hacer prisioneros, traerlos á sus tierras y casar-
los con mugeres de su familia para aumentar su nación. Con
esta política, que á ciertas luces no parece muy acertada, crece
de contado su jjoblacion, y á las dos generaciones ya son to-
dos unos.
Condescendiendo, pues, el P. Girbal á sus temores, cono-
ciendo los pocos preparativos para su defensa en caso de ata-
que, y que no era prudencia arriesgarse á entrar con una gen-
te tímida muchas leguas adentro de la boca del Maquea, tuvo
á bien no pasar adelante, y así continuaron navegando á la
derecha del dicho rebalse, que se esparce con la misma exten-
sión y profundidad, hasta que estrechándose dando una vuelta
y formando un perfecto medio círculo en que se gastan como
diez y ocho horas de navegación, viene á dejar una península
entre él y el Ucayali. Como !os indios nunca habían estado
—457—
en aquel paraje, creyeron todos que el canal se unía con el rio
por aquella parte, mas se hallaron burlados, porque el caño
se pierde, y fenece como á doscientos pasos distante del Uca-
yali. En este conflicto tuvieron por mas acertado hacer varar
las canoas y el bote, y llevarlas arrastrando todo aquel espa-
cio de tierra, cuya faena con tan poca gente les duró hasta las
diez de la noche del 3 de Marzo; y navegando después toda
ella, fondearon el 4 por la mañana en una ranchería de Conibos,
que los acompañaron hasta el pueblo de Panos de la laguna
de Santa Catalina. Entonces á persuasiones inias [dice el P.
Girbal] formaron Panos y Con ibos una confederación como de
hermanos, fundados todos en la esperanza que les di de pro-
curarles un Eeligioso que los cuidase, y enseñase el camino
de la salud eterna. Empleáronse aquellos diasen rozar un
grande espacio de tierra para iglesia, hospicio, cuartel, y habi-
taciones. Plantamos nuestra cruz, y dimos á aquel lugar el
título de la Virgen del Pilar en Manoa. Evacuadas estas pre-
cisas diligencias, me despedí de Panos y .Conibos, dejándolos
niuy deseosos de tener en breve un Eeligioso, y yo llegué en
pocas horas á Sarayacu, donde refiriendo á mis compañeros el
suceso, convenimos todos en suplicar á nuestro P. Guardian
de Ocopa remitiese otro misionero que se encargase de la di-
cha nueva población del Pilar, quedando entre tanto el P. F.
Manuel Ochoa en visitar con la frecuencia posible á aquellos
infelices para prestarles los auxilios que exijan sus necesida-
des.
De esta expedición y carta del señor Requena, resultan va-
rias noticiasque no teníamos. La primera es la de la nación
Capanaliua, cercana al Ucayali, que come los cuerpos de sus
difuntos. La segunda que hay una laguna llamada Salmaya,
dos tantos mayor que la de Cocaína, y contigua al Ucayali. La
tercera, que hay un rio Maquea navegable, que corre Nordeste
Suroeste, [1] y desemboca en un caño, ó canal espacioso que
se une con el Ucayali. Estas nociones que no teníamos, sirven
no menos para ilustrar y rectificar la geografía de estos paí-
ses, que para las combinaciones y resultados que pueda sacar
el gobierno en aquellas distancias, especialmente en cuanto á
contener á los Portugueses que suben cuando rnieden por aque-
los rios y canales, á cautivar indios gentiles; irnrjediinento
grande para que nuestras misiones florezcan.
La otra expedición que así mismo emprendió el P. Girbal
en busca de los Capanahuas, fué anterior á la referida, y la

[1] Algo extraña parece esta dirección del Maquea, pero puede explicar-
se fácilmente, diciendo que nace por el Sur ó el Este, y después da una
vuelta para entrar en el Ucayali con el nimbo al Sudoeste,
—458—
posponernos a aquella por contener menos particularidades, y
mas cuando tampoco tuvo efecto casi por las mismas causas
que la otra. Emprendió este viaje el dicho Padre en el invier-
no anterior con mayor número de gente, porque lo hizo por
tierra después de atravesar el Ucayáli. Desdé los principios
fueron rozando el terreno paso a paso por la intrincada male-
za y espesura de árboles de aquella inmensa pampa. Asi ca-
minaron algunos dias [no dice cuantos] creyendo hallar mas
inmediata á la nación que buscaban. Eu esto les sobrevino la
hambre, mal irresistible, que los obligó á cazar monos y co-
mer raices y yerbas de las mas conocidas por los indios. Asi
lo iban pasando cuando un accidente imprevisto le trastornó
al Padre misionero todos sus proyectos. Subió uno de sus com-
pañeros á un árbol muy alto tras de un mono, y en alguna
mala postura se vino abajo, lastimándose entre las ramas y
dando con su cuerpo en tierra. Los demás tuvieron este fu-
nesto accidente por mal agüero, y declararon al Padre que no
podian ya pasar adelante. El Padre considerando que la ham-
bre solo era bastante razón para darles gusto, condescendió á
su demanda, y volviéndose por el mismo camino y atravesan-
do el Ucayali en las canoas que dejaron á su orilla, se resti-
tuyeron á Sarayacu. Frustrada esta expedición emprendióla
segunda por otros rumbos, según hemos referido arriba, y vol-
verá á repetir tercera y cuarta, en busca de los Capanahuas, y
del rio Yavari con el ánimo generoso que brilla en su apostó-
lico celo por el bien de las almas y del Estado.

Eegreso del Padre Girbal a Lima.

Los pasos de este fiel operario evangélico son tan preciosos,


que no debemos omitir ninguno, especialmente de aquellos
que se dirigen á nuestra mayor ilustración. A pocos dias de
haber llegado á Sarayacu después de la expedición referida
por el lago de Sahuaya y rio Maquea, enfermó peligrosamente
de modo que estuvo para rendir la vida. Salió una tarde á vi-
sitar el plantío de canelos y otras sementeras de la conver-
sión; y á la vuelta para el pueblo sintióse acometido de una
fiebre que por puntos se fue haciendo maligna, y le repitió
con unos síntomas tan extraordinarios, que creyó, y creyeron
todos haber ya llegado el término de sus dias. Quiso Diosme-
orar sus horas y continuarle la vida, pero no pudiendo con-
—459—
vaíecér, sintiéndose cada dia mas débil, y persuadiéndose á
que su salud no podía restablecerse en Manoa, ni ser tampoco
de alguna utilidad su persona en aquellos países, determinó
mudar temperamento, bien fuese en los Mai/nas, en Cmnoasa
ó en Lima. Despidióse de sns hermanos, y de aquellos indios,
todos derramando lágrimas; pero consolándose en parte con
la palabra que les dio de volver á ellos si Dios le continuase
la vida. Cargado y metido en su canoa, emprendió un nuevo
viaje capaz el solo de acabar con la vida del hombre mas ro-
busto. Navegó rio abajo todo el Ucayuli hasta embocadura, en
el Marañon. En esta coyuntura tuvo tiempo, y paciencia de
observar que desde Manoa ó Sarai/acu, hasta el á\cho Marañon
forma el Udayáli ochenta y tres tornos, ó vueltas en su dilata-
da carrera. Observó también que en la mitad de la confluen-
cia de este rio se aparta un gran brazo de él, y á pocas leguas
se extiende tanto que formando una laguna inmensa, hace ho-
rizonte por aquella parte. Los indios dijeron al P. Girbal aun-
que con alguna desconfianza, que aquel caño, canal ó brazo
del rio se interna por aquella panipa, hasta unirse con el Ma-
rañon en tierra de los Portugueses que por allí subían al Uca-
yali. Notó el P. Girbal que esto no lo aseguraban con toda fir-
meza, ni como testigos de vista; pero si así fuese es por cierto
materia muy digna de la atención del alto gobierno, pues fá-
cilmente podran subir los Portugueses el Ucayali arriba y pa-
sear casi todas las fronteras del Perú, asustando aquellos in-
dios é inquietándolos con sus piraterías. Yo me sospecho que
el dicho brazo, canal ó lo que fuese, no llega á unirse con el
Marañon por aquella parte; y en caso de unirse, puede ser es-
te el que llamen rio Yarari, por cuyo descubrimiento tanto
anhela el señor Pequeña; ó tal vez el que Mr. La Condamine
llame Puras, cuya situación describe por estos parajes. Ello
no está averiguado, hasta ahora, pero estamos en tiempo
de averiguarlo teniendo á un P. Girbal, á sus dos compa-
ñeros PP. Márquez y Dueñas, y á la cabeza de ellos el infati-
gable P. Guardian de Ocopa F. Manuel Sobrevida, que no re-
parando en incomodidades ni peligros, dirigen todos sus es-
fuerzos á cuanto puede ser útil al servicio de Dios y del rey.
Quizá en este último viaje que ha emprendido el P. Girbal
evacuará esta diligencia con otras muchas de que vá encarga-
do. Entre tanto sigámosle sus pasos.
Llegó por fin á Omaguas después de catorce dias de nave-
gación por el Ucayali. Allí lo recibieron y obsequiaron como
correspondía á su carácter y al infeliz estado de su salud. Pro-
veído por el cura de aquella doctrina de algunas cosas nece-
sarias, como yucas, plátanos y mazato, surcaron el Marañon
arriba, y en cinco dias llegaron al pueblo de San Eegis: en
—460—
otros nueve á Urarinas, donde descansaron dos dias enteros ?
y en otros tres aportaron por fin á la embocadura del Huallar
ga con el Marañon. Navegaron dos Loras por aquel rio, y en"
tiaron por la boca de otro llamado Aipena, con el fin de con"
diluirse á Jeberos en busca del señor gobernador de Maynas.
Con mucha razón [dice el P. Girbal] le dieron los antiguos á
este rio elnombre de Aipena, pues en sus riberas no se en-
cuentra el mas pequeño consuelo. Ni se halla cosa alguna que
comer, árbol, ni hoja para defenderse de la lluvia,. ni sitio en
que poder saltar á tierra en cualquiera necesidad, por ser todo
un continuo lago aun á mucha distancia de las orillas del rio.
En cuatro dias de esta incómoda navegación llegaron final-
mente al pueblo de Jeberos, que dista poco mas de media le-
gua del Aipena. No es fácil explicar el entrañable amor con
que el señor Requena y toda su familia recibieron al P. Gir-
bal, y el consuelo que este Religioso halló después de veinte
y ocho dias de un penoso viaje, en unos vasos tan frágiles co-
mo las canoas, que estuvieron á punto de volcarse mas de una
vez, ya en una gran tormenta que sufrieron en el Marañon,
ya por el tropiezo délos grandes maderos que arrastra ese
caudaloso rio. En todo aquel dilatado viaje, no encontraron
mas gente ni buques, que unas cauoas de Panos del mismo
pueblo de Sarayacu que volvían á su tierra desde San Mejis,
adonde acostumbran venir á sus pequeños comercios ó camba-
laches.
Contábanse 29 de Julio cuando llegó el Padre á Jeberos,
donde permaneció 15 dias regalado y obsequiado por el señor
Requena, que alojó también á todos los Panos en una casa
contigua á la suya. Cuando en estos países distantes y solita-
rios se encuentran dos amigos impensadamente, sienten un
placer que les dura por muchos dias, sin agotarse jamás el
asunto de sus conversaciones. Las del señor Requena con el
P. Girbal corrieron largamente sobre el mayor arreglo de
aquellas misiones y gobierno de Maynas. Desea mucho aquel
caballero gobernador que el colegio de Ocopa establezca un
hospicio en Jeberos para socorro y mas pronta comunicación
de los misioneros del Ucayali, extensión de aquellas misiones
en las cercanías de aquel gran rio, y también que para el au-
xilio general de las de Maynas. Dice también que para el mas
expedito régimen de este hospicio se podiau fácilmente y á
poca costa construir dos barcos, que armados en guerra [co-
mo los hay en el Paraná] sirviesen de respeto en todas aque-
llas conversiones, y de freno contra cualquiera mal intento
de las naciones bárbaras, estando siempre á las óideues de
aquel gobernador. Estos barcos pasearían los nuevos estable-
cimientos, los proveerían á tiempo de lo necesario, tomarían
__401—
lengua de lo que pasaba en las naciones vecinas, se harían és-
tas cada día mas accesibles á los vuestros, por la continua vis-
ta y trato con ellos; y finalmente mantendrían el respeto y
subordinación en todo aquel dilatado país. Esto no es fácil
cousegnirse construyendo un fuerte, ni dos: estos necesitan
soldados, que son aborrecidos de aquella gente; ni tampoco
pueden mudarse de una parte á otra. Los barcos lo andan to-
do; excitan y fomentan el comercio recíproco; y en estas re-
giones podrán también impedir el clandestino que logran ha-
cer con harta frecuencia los portugueses. Aun á las misiones
de Cajamarquilla podían servirles de auxilio por el Huallaga,
y recibirlo mutuamente las de Magnas. Otras muchas conve-
niencias iría descubriendo el tiempo con el entable de estos
barcos, especialmente agregándose el gobierno de Maynas al
virreinato de Lima, de donde son mas proutos los socorros y
mas fácil la comunicación que desde Quito. Todo cuanto se
dirija á cerrar el reino del Perú con el Marañonj Ucaliali, nos
parece de grande importancia. Unas ideas llaman á otras.
Con el tiempo se pusieran otros barcos en Manoa, otros en
San Miguel de los Conihos, otros en la boca del Paro ó unión
con el Apurimac [supuesto el restablecimiento de las misiones
del cerro de la Sal]; y vé aquí ya fácilmente entablada la
comunicación por agua con las misiones de Huanta, Apolo-
oamoa y los Moxos, hasta Santa Cruz y Mizque, con intervalo
de muy pocas jornadas de tierra. Esto llama naturalmente á
la apertura de un camino desde Apolobamoa al Cuzco que mu-
chas veces se ha proyectado, y nunca llevado á debido efecto,
sino por uno ú otro particular, á costa de trabajos y fatigas.
Teníamos pues expedita la comunicación por aquel costado
del reino hasta el otro vireinato. ¿Y quién podrá después im-
pedirla hasta Buenos-Ayres, teniendo últimamente abiertos
los caminos por tierra desde Santa Cruz hasta los valles de
Salinas, Tarija y Sentaf Si en continuación de estas miras se
ponen otros barcos en lugares competentes del Pilcomayo y
Bermejo, pero especialmente en este ultimo que ya está todo
navegado por el coronel D. Adrián Cornejo, podia comerciar-
se cómodamente desde Jaén de Bracam oros, desde los Maynas,
desde Mogobambay Lamas, desde el reino de Quito por el Ña-
po, Tigre y Pastaza, hasta Buenos Ayres. ¡Qué perspectiva
tan bella presentan estas ideas para la población, navegación
y comercio con los preciosos é innumerables frutos de la mon-
taña! ¿cuándo llegará el tiempo en que se lleven estos nues-
tra atención con preferencia al laboreo de las minas? Quizá
está reservabo á las grandes luces del alto jefe que nos go-
bierna, á la inteligencia y eficacia del señor Eequena, al celo
TOM. VI. LlTEKATUBA— 61
—462—
apostólico del Padre Sobrevida el realizar todas estas empre-
sas, asi como las han comenzado con generoso empeño y éxi-
to feliz.
En estos paraísos y otras semejantes se entretenían el señor
gobernador con el Padre misionero Girbal, cuando llegó el
tiempo de la despedida de este, algo restablecido ya de sus
males. Bajando pues por el Aipena, y subiendo por el Hualla-
ga, llegó sin mayor incomodidad á Cumbaza, donde se man-
tuvo tres semanas con ánimo de regresar al Ucayali si logra-
ba su entero restablecimiento; pero al cabo de este tiempo sin-
tiéndose todavía débil y enfermo, determinó seguir basta Li-
ma. Despidióse de sus amados Panos que dirigieron su rumbo
por el CMpurana á Sarayacu guiados por los Cum'basos; y el
Padre continuó por el Huallaga hasta Playa-Grande donde
pensó hallar muías para conducirse á Huánuco'. Halló burla-
das sus esperanzas; vínose á i>ié las 30 leguas de aquel camino
nuevamente abierto por la montaña, en que se desmayó tres
veces, faltándole las fuerzas. ¡Qué pasos tan agradables al
cielo! Siete dias gastó en este desconsolado viaje de tierra, y el
27 de Octubre llegó por fin á la ciudad de Huánuco, habiendo
salido de Sarayacu el 23 de mayo. En aquel hospicio tomó por
algunos dias los remedios oportunos al restablecimiento de.su
salud; y habiendo logrado recuperarla en parte, se puso en ca-
mino para Lima, adonde llegó el 9 de Diciembre de 1793, des-
pués de un viaje de seis meses y medio. Aquí lo vimos toda-
vía con un semblante pálido, y decaído de fuerzas; pero los
aires de esta capital le fueron favorables. Establecióse en el
tiempo de su residencia en ella, y no contribuiría poco para su
pronto recobro la nueva empresa á que le destinaron: Las
grandes almas se renuevan y fortalecen con la sola imagen de
las grandes acciones. A una mera insinuación del Excmo. se-
ñor virey volvió á emprender el viaje mas original que ha
pensado ningún particular en estos países. Encaminóse otra
vez á Sarayucupor los Maynas, para subir luego desde aquel
pueblo por el Ucayali, Pachitea y Mayro, hasta el embarcade-
ro de este último cerca de Puzusu, regresando después por
Huánuco á Lima. Esta grande empresa que ha costado tantos
debates en otros tiempos, parece estar reservada al celo de-
siuteiesado y verdaderamente apostólico del P. Girbal, que
sin pedir un peso al real Erario, ni á su colegio de Ocopa; sin
temor délos Casivos y Callisecas, cruelísimos antropófagos,
ha puesto en planta, fiando en la provincia, el descubrimiento
de una nueva ruta desda Lima á Manoa, que será la admira-
ción de todos, y abrirá campo á mil empresas políticas y mer-
cantiles. Esperárnoslo devuelta por Octubre ó Noviembre de
este año, con triunfos mas dignos que los de César y Mételo.
-4G3—

Geografía física del Perú.

El primer obgeto que se presenta á. la contemplación de un


filósofo en la historia, de los monumentos del antiguo Peni,
es el retrato de la organización y diversas disposiciones de su
vasto territorio^ Destinada su pluma á rastrear en los despo-
jos del tiempo y los humanos el grado de cultura [1] á que as-
cendió aquella nación famosa, que sin los auxilios del Egipcio,
el Fenicio y el Griego supo establecer leyes sabias, y sobre-
salir bajo de ciertos aspectos en las artes y las ciencias pare- ;

ce indispensable examine el suelo sobre que yacen las ruinas


que lian de dirigir y esclarecer sus rasgos. La grandeza de
las obras erigidas por la mano del hombre no puede medir; o
únicamente por los tristes destrozos á que se ven reducidas ;
es preciso entren también en el cotejo las proporciones del ter-
reno (pie las sirvió de apoyo. El canal que riega la vega mas
florida, no señala la propia magnificencia, ni esfuerzo de
paite del artífice, que el que corriendo por entre formidables
precipicios sube á la cima del monte atravezando la profun-
da quiebra que igualó su brazo, ó desciende al valle por entre
el corte y abatimiento délos altos cerros. Por otra parte, co-
mo las calidades de las regiones influyen en los espíritus que
la pueblan, sin el conocimiento físico del Perú jamas jjodrian
bosquejarse las eminentes ventajas de sus pasados ó x>resen-
tes moradores.
Es cierto que dimos una idea general de él en el dia feliz
en que publicando el primer Mekcuiuo, consagramos una ara
agradable al ángel tutelar de estos países; pero no es esa la
que aquí copiamos. Entonces se presentaron por la mayojrnar-
te los planes que han adoptado para dividirlo, poblarlo y cul-
tivarlo las diferentes miras é intereses de sus gloriosos con-
quistadores. Era aquella una insinuación prologetica, una
composición de lugar, en que haciendo pasar con rapidez y
por mayor cnanto el Perú debe al hombre, se preparaba el
ánimo á la elucidación de cada una de las partes contenidas
en ese precioso rasgo de nuestra geografía política. Aquí se-

(l) Las edades de los lucas que algunos llaman políticas, cultas é ilus-
tradas, se olvidaron con el ruido de las conquistas, y se han vuelto proble-
máticas. Discurso dirigido á la ciudad de Quito para establecer una Sociedad
económica. Impreso en Santa Fe,
!

—464—
güimos otro rumbo [2], En el instante en que nombramos al
Perú, empiezan á desaparecer de nuestra vista sus pueblos y
ciudades, y se aniquilan hasta los soberbios chapiteles de la
opulenta Lima. Los campos que sembraron nuestros mayores
se ven eriazos, y los sitios amenos del Eimac no ofrecen mas
ornato que una multitud de arbustos y verdes praderías que
agitadas dulcemente por el blando Sur emulan las ondulacio-
nes y murmullos con que el pacífico Océano bate sus riberas.
Penetrando los oscuros siglos que ya dejaron de existir, en
busca de los fragmentos de los edificios de los Incas para com-
pletar la historia de sus monumentos; he venido á parar en
aquellos dias en que la huella humana no habia surcado aun
las arenas de esta región afortunada, ni el brazo labrador sus
fértilescampiñas. Solo aparece la naturaleza rodeada de un
silencio misterioso. Su mano poderosa va á dar la última per-
fección al globo, y sostener su equilibrio fabricando dos mun-
dos distintos en un solo continente. Parece que después de
haberse ejercitado en los abrazados arenales de África, en los
frondosos y fragantes bosques de Asia, en los climas templa-
dos y fríos de la Europa, se esfuerza á reunir en el Perú cuan-
tas producciones habia esparcido en aquellas tres partes, para
formarse un templo digno de su inmensidad, y reposar en él
raagestuosamen te cercada de todas ellas tantas son las ri-
:

quezas que encierra este admirable reino. Por eso al descri-


bir su geografía física procuraremos adoptar algunas divisio-
nes que nos eviten quedar oprimidos bajo de su enorme peso.
Ensayaremos primero la pluma sobre el diseño general de es-
tos dos mundos que componen las dos partes principales del
Perú de estos dos mundos que forman el templo augusto de
:

nuestra madre y liberal benefactora. Sus límites,, sus direc-


ciones, sus correspondencias sus ventajas respectivas al res-
;

to del globo terráqueo su preponderancia, é influjo en el


;

equilibrio de este mismo son objetos que presentándose en


;

grande, la irán acostumbrando sin fatiga al examen por me-


nor de las cosas que contiene cada uno de ellos en particular.
¡Oh, y quien tuviera el pincel divino y enérgico de la natura-
leza para dar á sus retratos los coloridos y golpes inimitables
con que ella ha hermoseado el original
El Perú, demarcado por los grandes fenómenos con que ella
divide las provincias de su universal imperio, es sin duda to-

Geographie phisique, cst la description raisonuée des grands phenó


(2)
méoes de la terre, et la consideration de résultats generaux dóduits des ob-
servation locales et particuliéres, combines et réunies niéthodiquement
sous dití'erentes classes et dans un plan capable de faire voir l'économie
7

natüíelle dnglobe, en tant qu'on l'envisage seulemeut C3mine uue masse


qui n'es nihabitée, ni feeonde. Diction. de Fhysiqpor une Société.
—465-
da la parte austral de la zona ardiente que corre ST. S. del
Ecuador al trópico de Capricornio, O. E. de las orillas del mar
Pacífico hasta las florestas y desiertos de las Amazonas, que
terminan el ramo oriental de la cordillera de los Andes. Así
su mayor extensión que debe medirse en los grados de latitud,
abraza veintitrés grados y medio, entre Cabo-palmar en los
confines de Tasto, y Morro-moreno en los del reino de Chile.
Elegido para ser el trono de la luz en el hemisferio austral, se
dilata precisamente todo el espacio que declina el sol del cen-
tro de la esfera para animarlo con sus benéficos influjos. Su
anchura, que tomaremos entre los 297 y 310 de longitud, fijo
el primer meridiano en el pico de Tenerife, varia según que
las costas se aproximan ó alejan de la cordillera. De la línea
al grado octavo hay una separación de cerca de 120 leguas ;
pero ganando aquella desde aquí insensiblemente el terreno,
su mayor distancia á los 18 se reduce á solo 70. Elegido un
término medio entre estos dos extremos, y dando 20 leguas al
grado, resulta tener el Perú una superficie plana de 44,650 le-
guas cuadradas [1].
Todo esta vasta superficie sirve de base á la gran cordillera
de los- Andes, que descollando magestuosamente bajo el Ecua-
dor, dividida en dos ramos, uno oriental y otro occidental, pa-
ralelos entre si, y por la mayor parte á la costa del Sur, sigue
hasta el trópico de Capricornio. En sus inmediaciones del
ramo oriental toma una vuelta al S. E., y finaliza en las lla-
nuras el occidentaPpenetra en el reino de Chile [2]. Cubier-
:

(1) Los linderos que les señalamos arriba al Perú, deducidos de la con-
templación de los equinoccios, de los solsticios, y de la diferencia del ter-
reno y sus climas, conviene con los establecidos en las demarcaciones po-
líticas ejecutadas por los Incas, como lo expondremos difusamente cuando
tratemos de ella,
(2) Para darle á la materia que exponemos la claridad posible, debe ad-
vertirse que la parte de la América austral comprendida entre el Ecuador
y el trópico de Capricornio está dividida N. S. por tres cordilleras. I a la
del Brasil, que comenzando cerca de la linea equinoccial corre hasta las
sierras de Maldonado en el Rio de la Plata; 2 a la oriental del Perú, que ori-
ginándose en las sierras nevadas de Santa Marta en el mar del Norte, sigue
como hemos dicho, hasta cerca del trópico, en donde da una vuelta al S.E.
y finaliza en los llanos del gran Chaco; 3 a la occidental, que viene de la
América septentrional, pasa al istmo de Panamá y orla toda la costa áe\
Sur hasta el cabo de Hornos. Entre el mar del Norte y la primera cordillera,
está el Brasil: entre la primera y la segundabas grandes Pampas délas Ama-
zonas; y en la linea en que estas terminan principiando la segunda cordi-
llera, empieza el Perú, que comprende á esta y á la tercera. Los antiguos
Incas nombraron á una y otra Eitisui/u, que quiere decir banda de niev<'-
y como los cuatro puntos cardinales, que llamaban Tavantinsuyu, los deno-
taban por las naciones sojuzgadas que miraban á ellos: la de los Antis, que
está al oriente del Cuzco, dio nombre así á las montañas que de la segunda
cordillera descienden é los llanos, comoá la misma cordillera que les pie-
—466—
mas sobresalientes de uno y otro de una nieve
tos los puntos
tan antigua como el orbe, y abrasados sus volcanes en peren-
ne fuego en la región del trio, su prespectiva asombra al filóso-
fo que la contempla.
Si la bondad de los países hubiese de computarse por la
mayor ó menor extensión que ofrecen á la población y á la
agricultura, la cordillera Eeal degradaría al Perú pues sus ;

eminencias y faldas lejos de aumentar las proporciones que


en esta linea se encontrarían en sus bases, antes las disminu-
yen en extremo [1] pero en recompensa les presentan otras
:

ventajas con las que no solo pueden sostener el equilibrio,


sino aun preponderar en el cotejo de los paisé's. Por ella pa-
rece ser su arquitectura enteramente distinta de la que siguió
la naturaleza en la organización del resto del globo ó mas ;

bien, es el diseño y complemento de él. Dividiéndolo en dos


partes compone otros tantos mundos, uno alto y otro bajo, en
quienes ya hemos dicho reunirse cuanto distingue al África
del Asia, y á las dos juntas de la Europa.
El mundo alto ocupa el terreno que separa las dos enuncia-
das cadenas, cuyas crestas distan diez, veinte, y aun cincuen-
ta leguas sin que falten algunos lugares en que se aproxi-
,

men y reúnan por la interposición de una tercera cordillera


que rumbea E. O. Tal es la de Asuay, y Mojanda en el rei-
no de Quito [2] aunque interrumpido su frondoso suelo por
:

un sin número de páramos y profundas quiebras, únicamente

cede. Nosotros conservamos estas imposiciones, habiendo corrompido la pa-


labra Antis en Andes.y ademas ampliadola á que comprenda también la cor-
dillera del .Sur. Una y otra decimos que decuellau bajo el Ecuador; porque
aunque en la provincia de Popayau se ven ya divididas y paralelas, sus
cerros son tan bajos que á dos grados al N, no tienen ni la cuarta parte de
elevación de los de S. De aqui proviene que el clima es muy diverso al del
alto Perú.
[1] Prescindiendo de la sequedad que reina en las faldas de los cerros
del Sur, y de laiutemperio délas cumbres de la cordillera que imposibilita
poderlos poblar y cultivar aseguramos que u aun cuando fuese factible eje-
;

cutar uno y otro, las curvaturas, faldas y cimas de los cerros no aumenta-
rian ana pulgada mas de terreno lítil al que ofrecerían sus bases, si no
existiesen ellos. " Esta proporción parece una paradoja, y es una verdad
incontestable; por que todos los árboles que se hubiesen de plantar en la
superficie convexa de una montaña, han de existir perpendicularmente al
horizonte: por consiguiente deben tener en la base horizontal tantos pun-
tos de correspondencia y apoyo, cuantos ocupan en la montaña. De aquí
resulta cpie concluido el espacio que ofrece el plan, ya no se podrán sem-
brar mas en todas las superficies desígnales del cerro que la oc^pa. Con
la propia demostración se couvence que no cabrían mas casas ni vivientes.
[6] Ulloa, Viaye á la América, tom. 2, pág. 568. Condanvine, Voyayc á
VEcn aienr, rom. 1, pág. 73. Fuera (íe estas reuniones, insinúa otra el P.
Amirh en la provincia de Jaén de Bracamoros. Comp. hietor. M. S. de las
Misiones en los Andes.
4C>7——
puedo pintarse con Jas palabras de un sabio que lo examinó
por sí misino. "Al subir, diee, las ásperas y espantosas mon-
tañas que miran al mar del Sur, es imposible ocurra al espíri-
tu, que á sus espaldas se levantan otras de igual magnitud, y
que ambas sirven pava abrigar en su común seno ese pais fe-
liz donde la naturalez i retrata en sus liberalidades, ó por
mejor decir, en sus profusiones, la imagen del paraíso terre-
nal [i];"
El mundo bajo posee la laja interpuesta entre el ramo oc-
cidental y el Océano, que distan mutuamente de diez á veinte
leguas. Está compuesto porunamultitud de planos inclinados,
que descendiendo de aquel, de la línea á Tumbes finalizan en
unas florestas inmensas, y de aquí en adelante se avanzan has-
ta las orillas de este, en ademan do limitar su imperio. Lospla-
nos referidos se hayan separados entre sí por los valles que na-
ciendo alas mismas orillas con la amplitud detres áocho leguas
siguen al oriente abrigados al X. y al S. por una serie de coli-
nas que tomando aumento á proporción que internan en la
Sierra, dividen la cadena occidental, atraviesan frecuentemen-
te el espacio subsecuente, cortan la oriental, y terminan en
las llanuras de las Amazonas guardando una gran semejanza
con su origen [2]. Por esta descripción se percibe, que la
verdadera dirección de los Alpes Peruanos no es IST. S., y que
los que fundados en ella han creído aniquilar. con un solo golpe
ios sistemas de Oopérnico y Newton, no los han estudiado
con la atención debida. Fórmanse por una serié infinita de
cerros que corren O. E. ó al contrario, entre el mar del Sur y
países de las Amazonas; y levantándose con exeso en el me-
dio de su carrera se reúnen, y aparentan á los ojos un tercer
rumbo [3]. El delicioso mundo que vamos bosquejando, qno-
[] )Bonrguer', Figure de la terre, pág, 3].
1 2]Por la descripción que vamos haciendo se conoce que el Perú no es
otra cosa que dos cordilleras, que por las faldas con que se reúnen forman
la Sierra: y por sus lados opuestos, la una compone las montañas de los
Andes, y la otra la costa. Si su división se ha detomar de la dirección de
los cerros, dividiéndolo en mundo alto y bajo, según la idea del Sr. Ulloa'
(Notice American ), La.s montañas pertenecen á este; pero si los cracteres
distintivos lian de salir de la.s calidades del terreno y clima, debe el Perú
dividirse en tres partes, como lo ejecuta el P. Acosta, Histor. nafur., pág. 175
a
I Montañas de. los Andes; 2 a la Sierra; 3 a la costa ó llanos. Caracteres
de la primera, lluvia continua, montes espesos, temperamento cálido de
la segunda estaciones arregladas, metéoros de la tercera sequedad, tem-
ple de la primavera. Pues él principal ñn de las divisiones es el orden y
claridad del discurso, procuraremos'conservar uno y otro, adoptando la
primera: y aunque por mundo bajo solo hemos pintado la costa precisados
del tiempo, al descender al examen particulaijliarernos las secciones corres-
pondientes.
(3) En la hipótesis del movimiento de la tierra y gravitación universal,
la fuerza centrífuga aumentada bajo el Ecuador al producir los Andes de-
—468—
daría oscurecido con los rasgos de nuestra pluma, si uo lo ilus-
trara el divino poeta del siglo, á cuyo sublime pincel estuvo
reservado el acierto.

Felices nimiun popiili, queis prodiga telkis


Fmidit oyesad vota stias, queis cotnigit ¿¡estas
JEmiila veris, liyems sine frigore, nubibus aer
TIsque carens, nulloque solum fcecundius iwibre (1).

Algunos sabios han pretendido se erija á la naturaleza un


templo digno de su inmensidad un templo en que deposita-
:

das sus producciones se colocasen en el centro los esqueletos


de los vivientes, y que sobre ese tómulo de cadáveres apa-
reciese ella muerta, y animado el arte. El Perú es su tem-
plo augusto en que sin necesitar de las débiles decoraciones
del cincel ui el buril, ni ver humilladas sus criaturas sensibles
bajo el funesto trage del sepulcro, se presenta viva y en todo
su esplendor. El mundo alto es la nave principal su pavi- :

mento, superior en elevación al Olimpo, al Pindó, al Imaus y


á los Pirineos, sostiene una magnífica fachada vuelta al Sep-
tentrión, y coronada del Ecuador celeste. Eematando el edi-
ficio bajo el trópico de Capricornio, se corona al mediodía
por otro arco de igual elegancia. El Corazón, Iligniza, Chim-
borazo, Collanes, Vilcanota. Illimani, Condoroa,Tacorma, son
las columnas que las sostienen [2]. Antisana, Cotopaxi, Tun-
guragua, Pichincha, Ambato, Quinistakac, Chcke-Putina son
otras tantas lámparas inextinguibles, que cubiertas de un hu-
mo misterioso no cesan de perpetuar el culto del numen.
Las divisiones colaterales, arregladas no á las miserables
ideas de los hombres, sino á los planes infinitamente sabios

bia haberles dado la dirección E. O., como lo ejecutó con los montes de la
Luna en el África. Así si aquellos en la realidad corren N. S. queda des-
truida la hipótesis ; pero nuestras nuevas observaciones convencen lo con-
trario. Examinadas con todo rigor las enuuciadas direcciones, ui las series
particulares van precisamente de E. O. ni la reunión de ellas N. S. Esta
declina al Sudeste, y en la misma proporción declinan las series particula-
res; por el occidente del O. al S. O. y por el oriente del E. al N. E. Esto pro-
viene de que la América meridional no corta rectamente al Ecuador. Así
si por en medio de ella se tirara á lo largo una linea, formaría con la
equinoccial por el oriente un ángulo de solo 60 grados, debiendo ser de 90.
Véase á Bufón, tom. 1, pág. 207. Para restaurar las direcciones de nuestras
cordilleras de suerte que viesen precisamente los puutos cardinales, era
necesario viniese un cometa como el que soñó Wiston, le pegase un golpe
al cabo de Hornos, y lo empujase 30 grados sobre el O.
[1] Vanier, Prced., pág. 117.
(2) La primera serie es de cerros altísimos, y la segunda de volcanes de
una y otra cordillera. En el examen de la Sierra, ó Mundo alto, señalare-
mos sus longitudes, latitudes y elevaciones.
—469—
del Creador, signen la dirección de los valles qne la compo-
nen, y con soberbios pórticos se abren al oriente y occidente
en los atrios espaciosos qne le forman por allá las fértiles lla-
nadas de las Amazonas, y por acá las costas y el Océano. Con
respecto á las propias miras se destribnyen por todas aquellas
los tres reinos. El mineral enriquece las áreas y columnas del
centro, luciendo el diamante engastado en el oro finísimo, y
compitiendo con la plata la blancura del alabastro. En su
ámbito dominan los metéoros, precediendo por una parte el
relámpago al trueno y al rayo, y brillando por la otra las au-
roras entre apacibles vapores. Las estancias subalternas ateso-
ran el vegetable y anima!. Yacen á la banda del oriente los
bosques fragosos, las fieras atrevidas, las serpientes, los insec-
tos y los anfibios. Pacen por la del occidente á la sombra
del plátano y el aromo entre la fragancia de las flores los cua-
drúpedos mansos, y nadan en sus atrios los monstruos ma-
rinos.
Las ruinas que circundan estos respetables lugares indican
las mineras del fuego eléctrico, sus caminos y los puntos don-
de sufre mayor resistencia en sus explosiones. Al ver sus es-
tragos diríamos que la naturaleza, aborreciendo el templo
,

que ella misma se había fabricado con tanto esmero, lo fundó


sobre inmensos hogares que lo devorasen: diríamos que del Pe-
rú hablaba el Plinio de la Francia, cuando afirmaba que " el
globo terráqueo era un caos de confusiones,que no ofrecía otra
imagen que la de un cúmulo de destrozos, y de un mundo ar-
ruinado [2]." Pero no insultemos la naturaleza ella es gran-
:

de, sabia y hermosa en medio de sus ruinas sin estas queda-


:

rían imperfectas sus obras, y serían estériles nuestras especu-


laciones. Porque consideremos por un momento que estamos
rodeados de los fragmentos de Menfis, Atenas y la antigua
Boma, y que vamos á tocarlos. Qué éxtasis se apoderaría de
¡

nuestro espíritu y potencias Insaciables los sentidos se vol-


!

verían y revolverían sobre los restos de las pirámides, las re-


liquias del Areopago, y los arcos triunfales. Con qué placer
recordaríamos el poder del tiempo, y los personajes que los
levantaron ! Su antigüedad nos llenaría de un profundo res-
peto, j Pues porqué no somos penetrados de los propios sen-
timientos á la vista de las ruinas de la naturaleza ? Cualquie-
ra de las rocas que han quedado en pié, es mas antigua que
Menfis y las que se ven postradas, denotan un poder infini-
;

tamente superior al de los Faraones y Marios, y una sabidu-


ría que hace igual ventaja al Areopago.
Las ruinas del planeta que habitamos deben producir en

(2) Butíbii. Mutóife natur., pág. 69.


Tom. vi Literatura —62.
—470—
nuestro corazón la misma complacencia que sus reparaciones:
pues la economía divina, que nada ejecuta en vano, destru-
yendo este cerro encamina las aguas que fecundan los campos,
mejora los climas y conmoviendo los fundamentos mas sóli-
;

dos del universo nos intima su poder, y varía la haz de la tier-


ra cansada ya de alimentarnos. Si á estos sentimientos que
nos sumergen en el seno de la Omnipotencia; queremos uni-
otros que manifiesten los cuidados de la naturaleza por los
que la estudian y adoran consideremos que todas esas rui-
;

nas que circundan su templo son otros tantos mausnleos le-


vantados al mérito. ¿ Que sabemos si aquella roca á quien ha-
ce sombra una antigua y venerable encina cubre las cenizas
del inmortal prelado O. Feliciano de la Vega? ¿Qué sabemos
si las de Peralta reposan bajo de esta, por cuyos lados se pre-
cipita un rápido torrente que arrebata tras sí cuanto encuen-
tra? Tal, vez esas otras á cuyos pies están naciendo mil ma-
!

tizadas plan titas, y congregándose unas dulces fuentecillas, se-


rán los monumentos de los que trabajan hoy por la gloria del
Perú Entonces creeremos que la naturaleza no necesita del
!

hombre para conservar la fama postuma de sus filósofos en- :

tonces, acordándonos de que ya no existen los túmulos de Cé-


sar ni Alejandro, y que perecerán sin remedio los de Federi-
co, grabaremos en estas sólidas rocas consagradas á la memo-
ria de nuestros sabios y respetadas por el tiempo Unios ceta-
:

tis sunt,quce fortiter fiunt : quee vero pro utilitate reipuMicce es-
cribuntur cetemee sunt : entonces finalmente, lejos de horrori-
zarnos, anhelaremos vivir en medio de las ruinas de Perú.
Hasta aqui hemos dibujado el templo que sobre dos mundos
se ha edificado en él la naturaleza en la parte que ha podidn
examinar la mano, ó registrar la vista. Sumergidos los chapi-
teles de sus soberbias columnas en la región de las nuves, no
alcanza el pincel á copiarlos. Se dice que la gloriaba colocado
sobre ellos su solio, afianzándolo en pedestales de cristal que
rechazando en toda dirección la luz, representan en el éter
las fuentes y jardines del Elíseo vistos al través del prisma.
¡Feliz el mortal que llega á tocarlos Dominando desde él á
¡

todo el universo, mira con serenidad bajo de sus plantas la


generación y choque de las tempestades que aterrorizan á los
vivientes, y descubre los inagotables manantiales de d onde
nacen esos caudalosos rios que sustentan al Océano (1) para

Es constante que ninguna parte de la tierra tributa mas aguas al mar


(1)
que la cordillera de los Andes. D. Carlos Condeniine dijo con razón en su
Viage : que los rios que atravesaban el pais de las Amazonas, no eran rios,
sino mares de agua dulce. El famoso Indo del Asia, el Nilo del África, y el
Danubio de Europa apenas podran ponerse el lado del Ucayali, el Beni, ú
otra de las raices que se reúnen en el formidable Marañon.
—471—
facilitar al industrioso Europeo sirva con los frutos de todo el
orbe al país que vivifica su comercio, fomenta sus artes y cien-
cias, hace respetables sus tropas y naves, y le dala preponde-
rancia en la balanza del poder. Entonces sí que se persuade
ser el suelo del Perú el mas eminente, y que según la expre-
sión de un elocuente Americano, descollando sobre la eleva-
ción famosa del pico de Tenerife, domina y tiene á sus pies
esas célebres ciudades, esos reinos civilizados y esas regiones
sabias, que colocadas de la otra parte de un occéano inmenso
se unen a nosotros por medio de la navegación y el interés del
comercio. Entonces sí que conoce que el Perú es la obra de
mas magnificencia que ha criado la naturaleza sobre la tierra:
que las otras partes que la componen necesitan del esfuerzo
del hombre para hacerse visibles y que apenas se ocultan sus
;

frágiles adornos, cuando ya no envían otra prespectiva que


la de una negra sombra que las cubre.
Se arrojaba el Icaro del siglo, Mr. Carlos, desde las orillas
del Sena á romper las ráfagas del aire eu medio de los aplau-
sos de un pueblo numeroso: y cuando ya no escuchaba las pro-
clamaciones de cuatrocientas mil personas cuando ya Paris
:

habia desaparecido á sus ojos cuando los Arpes y Pirineos se


:

habían aniquilado cuando la Europa entera solo figuraba un


:

tosco borrón que empañaba al horizonte Mr. Carlos creyó ha-


;

ber salido del turbillon de la tierra, y se preparaba á surcar el


de la luna. Mortal atrevido é ignorante, en esa región eleva-
¡

da aun no has excedido el nivel del pavimento del alto Pe-


rú [4]. !En la eminencia en que ya te parece no ser posible
respiren los humanos, tienen los que habitan este dichoso án-
gulo huertos y campiñas émulos de los de Versalles [5]. No;
no es ese el último punto á que. puede ascender un hombre
abrumado con la pesada carga de su cuerpo. Aun no eres
digno de los laureles de la naturaleza siempre justa: ella los
reserva para los que bollan las altas cumbres de los Andes.
Complacida de ver los débiles humanos sobre la eminente ci-
ma que no se atreve ni aun á mirar el águila, aquí es donde
en honor del triunfo hace lucir su pompa, coronando las sie-

[1) Comparada las obsei-vaciones barométricas de Paris con la de nues-


tra costa, vienen á estar en un mismo nivel. Mr. Carlos se elevó sobre el
plano de Paris 1,368 toesas el plano de Quito excede al de las orillas del
:

mar pacífico de 1,500 á 1,600 toesas, y el pavimento de la villa de Huan-


cavelica en ] 949: por consiguiente Mrs. Carlos y Kober no llegaron á la al-
tura en que están fundadas las ciudades de la Sierra.
[2] Mr. Bouguer que asienta que las fértiles campiñas de Quito,Riobanr
ba, etc., superan en las referidas 1,500 á 1,000 toesas al nivel del mar, dic e
hablando de ellas "Je croyais voir la France et les campagnes dans l'etat
:

oú elles sontrici pendant la plus belle saison, 1. c. pág. 30.


—472—
nes del héroe, no con aquellos opacos metales con que quere-
mos imitar el resplandor de la gloria, sí con toda la claridad y
hermosos colores del iris (1).
Si estos rasgos brillantes acreditan la predilección de la na-
turaleza á favor del Perú, no lo demuestra menos el influjo
que le ha concedido en el equilibrio del globo terráqueo, Esté,
según las observaciones de la astronomía y demostraciones de
la física,'no reposa en el centro del universo: él gira sobre su eje
del occidente al oriente, y con una segunda revolución recor-
re sucesivamente todos los signos del Zodíaco. Mediante el
primer movimiento nos coloca en los crepúsculos de la ma-
ñana, bajo de la luz del medio dia, en los confines de la noche,
y nos sepulta en sus sombras. Alternativa que nos hace ver
diariamente el magnífico espectáculo de la creación del orbe;
pues los collados de los montes, las campiñas y los mares que
parecían aniquilados con las tinieblas, vuelven á salir del caos
de la nada al nacimiento de la aurora. Con el segundo nos
trasporta de unas regiones á otras, y cuando juzgamos no
salirde los primeros puntos relativos al firmamento que ocupó
elPerú al recibir su existencia, vivimos en realidad una par-
te del año en el Norte, y la otra en el Mediodía.
Semejantes mutaciones que asombran verdaderamente al

(1) Todos los Académicos destinados al Perú á la mensura del grado ba-
jo del Ecuador, han descrito con admiración en sus respectivas obras el
extraordinario fenómeno que se ve sobre nuestras cordilleras al nacimien-
to del sol, y que ellos observaron por la primera vez en el páramo de Pam-
bamarca. "Al tiempo de amanecer (dice D. Antonio Ulloa Viage, tomo 2,
pág.592) se hallaba todo aquel cerro envuelto en nubes muy densas, las que
con la salida del sol se fueron dicipando, y quedaron solamente unos vapo-
res tan tenues, que no los distinguía la vista al lado opuesto por donde el
:

sol salia en la misma montaña, á cosa de diez toesas distantes de donde es-
tábamos, se veia como en un espejo representada la imagen de cada uno
de nosotros, y haciendo centro en su cabeza tres iris concéntricos, cuyos
últimos colores, ó los mas exteriores del uno tocaban á los primeros del si-
guiente; y exterior á todos, algo distante de ellos, se veia un cuarto ar-
co formado de un solo color blanco. Todos ellos estaban perpendiculares
al horizonte ; y asi como él sugeto se movia de un lado para otro, el fenó-
meno le acompañaba enteramente en la misma disposición y orden pero lo
:

mas reparable era, que aliándonos alli casi juntos seis ó siete personas, ca-
da uno veia el fenómeno en si,y no los percibía en los otros. Era esta una es-
pecie de apoteosis (añade D. Pedro Bouguer, 1. c.) en que viendo cada es-
pectador adornada su cabeza de una gloria, ó auréola formada de tres ó
cuatro pequeñas coronas concéntricas de un color mui vivo, cada una con
las mismas variedades que el primer arco del cielo,- gczaba tranquilamente
del placer sencible de reputar destinada á sí solo la brillante guirnalda que
no descubría en los otros. Como al mismo tiempo que el sol forma los enun-
ciados iris sobre los vapores que superan la cumbre de cerros, sus rayos
que imbisten las continuas nieves que rodean á estas, rechazados y des-
compuestos formau un trono de la misma hermosura, se debe creer que es-
tos sitios son la imagen del Tabor.
—473—
contemplarlas, como dependientes del movimiento de la tier-
ra no podrían ejecutarse sin un exacto equilibrio, sin que el
hemisferio austral contrabalancease al boreal. Debiendo el
todo estar sujeto á las leyes que rigen á sus partes, en el ins-
tante en que eJ polo boreal preponderase al austral, un espan-
toso desorden se apoderaría de la tierra. Las aguas correrían
precipitadas a aglomerarse sobre la Groenlandia, la Nueva
Zembla, la Eusia y la Noruega é inundados todos estos paí-
;

ses, igualmente que el de los Bskimaus, se les podría aplicar


entonces mas bien que ahora, por la multitud de sus lagos, pan-
tanos y nieves, el epíteto de Ovidio Omnia jxmtus erat. Con-
:
\

que admiración veríamos pasar rápidamente lospromotorios


de nieve congregados al rededor del cabo de Hornos por las
costas de la zona ardiente !

Solo el equilibrio establecido y mantenido por aquel Ser so-


berano que crió las cosas arregladas á números, peso y medi-
da, sostiene su correspondencia y armonía. Semejante aser-
ción deducida del centro de la física y de la astronomía, pare-
ce que está libre de toda duda ella debe ser la que arregle
:

nuestros discursos y que dé el tono á nuestras especulaciones.


Pero al repasar la historia de los descubrimientos humanos,
en el hemisferio austral no se encuentran los hechos confor-
mes á los principos asentados. Ocupada su mayor parte por
el Occéano, apenas se halla el tercio de las tierras, que yacen en
el hemisferio septentrional: y como el peso de la tierra, tomado
el medio entre las diversas gravedades de las partes que la com-
ponen, es al delagua,como dos á uno; no se presenta en estapar-
te del globo materia suficiente para contrapesar á la opuesta.
Oprimidos los filósofos del peso de esta dificultad han ocur-
rido á soñar nuevas tierras bajo del círculo polar antartico, y
se han apoyado en los descubrimientos de Auquins, de Bro-
vers, de la Boche etc. ¡Con qué entusiasmo no las pintó Mr.
de Maupertuis, y cuántas ventajas no le pronosticaba al héroe
del Norte si llegase á conquistarlas Era este un filósofo que
!

como otro Anaxarco Abdesita excitaba con sus delirios la am-


bición y las lágrimas de Alejandro [1]. El autor del discurso
que precede al Yiage de Mr. Bouganville á las islas Malvinas
reduce la superficie de aquel raro continente á diez millones
de leguas cuadradas. Extensión un millón mayor que la que
tienen todas las tierras conocidas [2]. Acercóse á registrarlo

(J,l Digmim fleri e.ristimans, quod cimi mundi sint iiifiniti, nondum unius
dominus foret. Plut. Detiranq. cm¡
(2| La una esfera. CU3-0 ecuador consta ele 360 gr. asi dándo-
tierra es ;

le ácada 25 leguas, resulta tener 9,000 de circunferencia ; y pues la


gr.
razón del diámetro á su circunferencia es 1 á 3, tendrá el diámetro de la
tierra3,000 legua?: La superficie de una esfera se halla multiplicando la
—474—
el inmortal Oook, y se desvaneció á manera de las fantasmas.
Los inmensos y. fértiles campos de la Nueva Zelanda vinieron
á parar en unos islotes inclementes.
No agobiemos con quimeras el cerebro humano, demasiada-
mente estrecho para conservar la memoria de los bienes rea-
les que nos rodean. Esas enormes moles que gravitan sobre
el Perú son las que rigen el equilibrio del globo: mas altas en
comparación de las montañas boreales, que las soberbias tor-
res respecto de las chozas humildes, fabricadas de la base á la
cima de materias metálicas [1], ¿por qué no han de contrape-
sar al exceso con que las tierras opuestas superan á las que
habitamos ? Si el Ohimborazo solo ha sido capaz de medir
su fuerza con toda la tierra, y apartar el péndulo 7 seg. y i
de la linea por donde toda la eficacia de aquella lo dirigía su
centro, ¿con cuánta mas razón un mundo entero de cerros
análogos y unidos al Ohimborazo, no ha de equilibrar, no al
peso absoluto del globo, ni las tierras boreales, si al respecti-
vo y excedente á las australes?
Finalmente la física requiere el equilibrio del globo terá-
queo la náutica niega la existencia de nuevos continentes
:

mas allá del cabo de Hornos: el Occeano no puede recom-


pensar su defecto: la cordillera del Perúes la mayor y la mas
elevada de la tierra, y las masas que la componen, las mas
sólidas y pesadas: luego el Perú es el que arregla y
mantiene el equilibrio de esta. El Perú, en quien compendia
la pródiga mano de la naturaleza cuantas producciones ha
esparcido en los vastos países que están á la otra parte del
Ecuador; el Perú, en quien reuniendo dos diferentes mundos
se ha erigido un templo digno de su inmensidad, es el mismo
que en las rotaciones del planeta terrestre impide la ruina de
tanto reino opulento, de tanta nación belicosa, y de la propia
Europa, el teatro de la grandeza y sabiduría del hombre.

circunferencia de sus círculos mayores por sus diámetros: por esto multi-
plicando 3,o00 por 9.000, tendrá de superficie cerca de 27 millones de le-
guas cuadradas, prescindiendo de la curvatura de las montañas. Compa-
rando los continentes é islas habitables con los mares, apenas ocupan aque-
llos el tercio del globo, por consiguiente toda su superficie sera de 9 mi-
llones.
(1- El célebre Bouguer cree que la solidez de la Cordillera no correspon-
de á su volumen por las cavernas de los volcanes pero estos son muy po-
;

cos comparados con los cerros que manifiestan estar macizos, y compuestos
de partes metálicas hasta en sus crestas. Habiendo un rayo en el año de
1681 derribado un peñazco de la cumbre del famoso Illimani, que es de los
de primera maguitud, se sacó de él tanto oro, que la onza se vendía á 8
pesos en la ciudad de la Paz después se continuó extrayendo alguno. Su
:

elevación, muy superior á la regular de la Cordillera, impide se trabaje. A


imitación de Illimani hay otros muchísimos cerros, cuyas vetas de^plau^
van á sepultarse en la nieve,
—475—
Estas consecuencias fundadas no en las quimeras de la ima-
ginación, sí en los hechos y conjeturas que es capaz'de percibir
el espíritu del filósofo peruano, tocan su corazón con los rayos
de la Divinidad, y lo elevan hasta su excelso solio. De aquí
emanan las prerogativas de su patria: de esta patria amable
que une á las ventajas físicas que la distingan, la inastimable
de reposar en el dulce seno de la paz bajo de la sombra sagra-
da de Carlos el Piadoso, que á ejemplo de Tiso y Marco Au-
relio solo se ocupa en la tranquilidad y bienestar de sus sub-
ditos.
Con lamemoria de tan augusto nombre concluimos el re-
trato en que hemos querido ensayar la pluma antes de descen-
der al examen peculiar de cada una de las partes que compo-
nen al A nuestros ojos no se encomien los grandes de-
Perú.
fectos quehacen menos apreciable; pero no está en nuestras
lo
manos el enmendarlos, no solo porque somos muy limitados
para copiar con acierto las obras del Creador, si también por
que en la actualidad es casi imposible á la pluma esplayar su
energía, ó reformar la expresión. Por este propio motivo in-
terrumpimos aquí el discurso, reservando el continuarlo pa-
ra otra ocasión en que mas favorables los aupicios proporcio-
nen al espíritu aquel aliento vigoroso capaz de seguir los rá-
pidos vuelos de la naturaleza.

Idea general del Perú.

El principal objeto de este papel periódico, según el anun-


cio que se anticipó en el prospecto, es hacer mas conocido el
pais que habitamos, este pais contra el cual los autores extran-
geros han publicado tantos paralogismos. Los primeros es-
critores, entre los nacionales que trataron del Perú,fueron los
que compiláronlas relaciones de sus propios acontecimientos,
ó depositaron en sushistorias y anales los datos de la tradición.
Garcilao, Uerrera,Zárate, Gil Gomales, etc., son de esta clase:
y de la misma han sido todos los demás que los subsiguieron,
hasta que el Excelentísimo Señor Ulloa escribió la historia
de su Yiage d la América, y los Entretenimientos Americanos.
Este ilustre autor ha sido el primero entre los Españoles, que
tratando de los habitadores de estos países elevó su pluma
_476— aun
bástala contemplación del hombre en su sistema moral,y
en el fisiológico.
Con los materiales de estos autores, y sobre las lijeras noti-
cias quede paso adquirieron algunos viajeros, se han combi-
nado casi todas las historias, reflexiones, cartas, tratados geo-
gráficos y compendios que se han dado á luz sobre el Perú en
las orillas del Seña y del Támesis. El espíritu de sistema, sus
preocupaciones nacionales, la ignorancia á veces y el capricho
han infinido tanto en mayor parte de estas obras, que el Perú
que ellas nos trazan, parece un pais enteramente distinto del
que nos demuestra el conocimiento práctico.
La concecuencia que deducimos de esta exposición, es lison-
jearnos que bien podemos entrar haciendo un dibujo general
del Perú, sin temer la nota de temerarios ni de copiantes, y
con la seguridad de extender unas noticias mas exactas y tal
vez mas nuevas que las que hasta aqui se han dado.
Este grande imperio, cuya fundación por los Incas queda
envuelta en las tinieblas de un conjunto de fábulas [1] y de
una tradición incierta, ha perdido mucho de su grandeza local
desde el tiempo en que se le desmembraron por la parte del N.
las provincias que forman el reino de Quito [2], y sucesiva-
mente las que al E. constituyen el vireinato de Buenos- Ai-
res [3]. Su actual extensión [4] en lo largo corre 1ST. S. el es-
pacio de 420 á 450 leguas, desde los 2 grados hasta los 23 próxi-
mamente de latitud S.; y en su mayor ancho se extiende de
100 á 120 leguas E. G. desde el 297 grados hasta el 310 de
longitud O. fijando por primer meridiano el Pico de Tenerife.
El rio de Guayaquil lo divide del nuevo reino de Granada por
la parte septentrional el despoblado de Atacama lo separa
:

del reino de Chile al Mediodia otro desierto horrible de mas


:

de 500 leguas lo aleja, al Oriente, de las provincias del Para-


guay y Buenos- Aires: finalmente el mar pacífico baña sus cos-
tas occidentales.
Una cadena de cerros áridos y fragosos; uuos arenales que
se extienden á lo largo de casi toda la costa unas lagunas de
;

muchas leguas de extensión, algunas de ellas situadas en las


cumbres de la misma cordillera, ocupan mucha parte del ter-

[1] Herrera, decae!. 5, lib. 3, cap. G. Fr. Gregorio García en ^u obra de


Origen de los Indios, lib. 5, cap. 8.
(2) En el año de 1718, siendo virey el Excnio. Señor Principo de Santo
Bono.
(3) En el año de 1778 siendo virey el Excmo. Señor D.Manuel de Guirior.
(4) El mapa geográfico de Santa Cruz, y la carta hidrográfica de Ulloa,
inserta en el tomo 3 de su Vicuje á la América, nos han servido para rectifi-
car los datos longitudinarios y latitudinarios que establecen en esta mate-
ria con bastante variedad. Busching, tomo 12. Echará, tomo 3. La-Croix,
Art. Perú; y otros geógrafos en sus respectivas obras.
—477—
reno peruano. Con todo, las quebradas y los vallesque lo-
gran del beneficio del riego, presentan unas amenas campañas
pobladas de viñas y ciudades, y gozan del mas benigno tem-
peramento. El de los lugares elevados de la sierra es suma-
mente rígido. En las pampas de Bombón [1] el termómetro
de Farheneit se mantiene constantemente de 34 á 40 grados
sobre el cerro.
La población del Perú, en cuanto á las cartas originales, se
compone de Españoles, Indios y Negros. Las especies secun-
darias mas conocidas, que preceden de lamiztion de estas tres,
son el mulato hijo del Español; y meztiso de Español é India.
Las demás subdivisiones que se forman por la mezcla sucesiva
son tantas como las diversas combinaciones posibles de esas
razas primitivas. El trabajo de las chacras [2], y el servicio
doméstico se ha hecho siempre por negros. De cuatro años
á esta parte muchos blanco se ocupan de uno y otro. Ante-
riormente, fuese por preocupación ó por soberbia, se reputaba
en cierto modo infame aquel criado que no era ó negro ó mu-
lato. Algunos políticos ilustrados opinan que seria mas feliz
el reino, y especialmente esta capital, si este perjuicio se de-
sarraigase enteramente.
El comercio del Perú ha tomado un incremento considera-
ble desde que, con la venida de los navios mercantes de Espa-
ña por el Cabo de Hornos, y con el permiso del comercio libre,
se ha emancipado de la opresión bajo la cual gemia en el tiem-
po de los Galeones, y de las Ferias de Portovelo y Panamá.
Antes de esta época, el giro de la plata efectiva sobre escritu-
ras de retorno era el arbitrio mas seguro en el comercio con
España. La habilitación de los corredores formaba el recurso
principal de las negociaciones de esta capital con el pais in-
terno. En épocas menos circulaban, y se confundían los ca-
pitales mas crecidos. Los demás individuos de esta profesión,
ocupados en las ventas de tiendas, daban la ley á los géneros,
así como ellos la recibían de los almaceneros. Ahora el co-
mercio, con haberse subdividido en tantos ramos menores,
mantiene mayor número de negociantes, aunque son mas ra-
ras las fortunas que proporciona. Es menester que el comer-
ciante combine bien sus proyectos y extienda sus especulacio-
nes, para que pueda conservar un giro mediano.

(5) Estas son unas llanuras de 15 leguas de largo y 5 ó 6 de ancho, que


hacen parte de la subdelegacion de Tarma y de la intendencia', del mismo
nombre. Distan de Lima al E, unas 40 leguas. La laguna de Chincha y
Coche las atraviesa á lo largo, y son la parte mas elevada y unida de toda
esta cerranía.
16] Esta toz y la de Chacra, que es la misma, proceden del idioma indico
y significa las haciendas de siembras y plantíos.
Tomo vi. Literatura— 63
—478—
Las fábricas del pais se reducen á pocos obrajes de bayetas,
que llaman de la Tierra, cuyo uso se limita casi solo á los In-
dios y negros. Hay algunas de colchas, de vidrios, de som-
breros, etc., pero no ocupan mucho lugar en el plan de la ri-
queza del Pera. El azúcar, la lana de vicuña, el algodonóla
cascarilla, el cobre y el cacao [aunque estos dos últimos ren-
glones y en parte el antecedente nos vengan de Guayaquil,
etc.], son géneros de nuestra exportación.
los únicos
La minería y tal vez el único manantial de
es el principal
la riqueza del Perú. A
pesar de la debilidad con que se la-
borean las minas, y de los pocos auxilios que el comercio pro-
porciona á los mineros, en el año pasado de 1790 se han fundido
en esta real Casa de Moneda 534,000 marcos de plata y 60,038
de oro, y se- han acuñado 5.162,239 pesos en ambos meta-
les [1].
Solo de los minerales de Gualgayoc (2), y del de Pasco (3)
se extrae cerca de la mitad de la plata que anualmente se fun-
de, acuña y labra. El de Guantajaya (á) es en lo general
de la ley mas subida, aunque no rinde en proporción, por lo
caro que sale su beneficio á causa de las distancia de las ha-
ciendas, y carestía de todo lo necesario al trabajo, á la como-
didad y ala subsistencia. Los metales de 30 marcos por ca-
jón ( 5) no se costean j y asi poco importan las bolsonadas que
á veces ofrece, en las cuales suele cortarse la plata á cincel.
Muchos esperan que si se asentasen bien el proyecto de tras-
portar estos metales al Callao, y beneficiarlos en estas inme-
diaciones, se haria prosperar á un mismo tiempo aquel mine-
ral y todas estas cercanas provincias.
El de Huarochirí (6), que es el que mas inmediatamente
hace sentir á esta capital los efectos de su abundante ó esca-
sa explotación, no se halla en aquel grado de prosperidad que
parece debia corresponderle con proporción á la riqueza de
sus metales y abundancia de minas y vetas. La adopción del

fl] En el año anterior de 1789 se acuñaron 3.570,000 pesos en plata y


765,766 pesos en oro.
(2) Este mineral está en la intendencia de Trujillo; dista de Lima 178 le-
guas y de Trujillo 68.
(3) Llamase Cerro mineral de Lauricocha. En su ribera terminan por la
parte del N. las pampas de Bombón dista de Lima 45 leguas y 22 de
:

Tarma.
(4) Este mineral, que contra las leyes casi generalmente observadas en
la naturaleza, se halla en un paraje arenoso y calidísimo, está comprendido
en la provincia de Tarapacá en la intendencia de Arequipa. Dista de ésta
80 leguas, de Lima 300 y del puerto de Iquique de 1 i á 2 leguas.
(5) Por un cajón se entiende 25 cargas de á 10 arrobas cada una.
(6; Este mineral se extiende en casi toda la provincia de su nombre, cu-
ya capital es el pueblo de Huarochirí, que dista 17 leguas de Lima y 2$ de
Tarma: pertenece á la intendencia de Lima.

— 4 71>

íuétoclode amalgamar por los barriles; el concurso que se le


puede proporcionar de Indios trabajadores; algunas reformas
en la parte práctica de su laboreo y beneficio, estos son los
únicos principios por donde se pueden facilitar este mineral y
todos los demás del reino.
Nuestra navegación es limitada el comercio de trigo nos
:

hace frecuentar los puertos de Chile el de maderas etc., nos


;

lleva á Guayaquil finalmente, los situados y otros pequeños


:

ramos nos proporcionan algunos viajes á Chiloé, Juan Fer-


nandez, Valdivia y Panamá. En lo material se navega con
economía y con aseo; pero en la parte científica estamos atra-
sados. No se piden auxilios á la astronomía. La maniobra
no tiene mas preceptos que los de la imitación. Las cartas
hidrográficas que se consultan son defectuosas por muchos
principios. El arrumbamiento de las costas es mas paralelo
de lo que lo figuran. Por otra parte la niebla, que casi siem-
pre cubre la costa y la oculta al navegante, lo precisa á unos
rumbos oblicuos que retardan mucho el plazo de los viages.
Hasta los años de 1780 ó de 1782 era un principio de riqueza
para una casa de comercio el tener un navio propio empleado
en el tráfico de la tierra. Sucesivamente como se han ido mul-
tiplicando las embarcaciones, los fletes han bajado de precio y
las ganancias son mas repartidas.
La pesca es un ramo de industria peculiar de los indios de
la costa; pero la practican informemente, sin instrumentos
proporcionados, sin barcos, y por lo mismo costeando siem-
pre las orillas, no podiendo alejarse mas de 4 ó 5 leguas mar
adentro. De aqui es la escasez y carestía de pescados que se
experimentan frecuentemente en esta plaza y en todas las de
las costa. Ahora pocos años se ideo poner unas barcas tripu-
ladas en f°rma para que pescasen en toda la extensión de es-
tos mares, pero este proyecto se desvaneció. Las lagunas del
reino no dan regularmente mas que bagres. El Indio con ser
pescador apenas come del fruto de su trabajo. Contento con
su maiz, sus papas y su chicha, mira la multiplicidad de man-
jares como una voluntaria ruina de la salud y de la vida.
La agricultura en lo general podria proporcionar lo bastan-
te para que nuestra subsistencia no fuese tan precaria, ni de-
pendiente de auxilios externos. La alfafa y los cañaberales
ocupan en los valles inmediatos á esta capital aquel lugar que
parece era mas propio para las siembras de trigo. Los malos
y dilatados caminos, los costos delarriage y sus demoras, asi
como impiden la circulación interior de este reino, son obstá-
culos para que prospere la agricultura. El valle de Jauja (1)

(1) Este yalle, que no tiene mas de 17 leguas de circunferencia, es suma-


—480—
ofrece hartas pruebas en abono de esta proposición: la facili-
dad que tiene de enviar sus harinas y maíces al mineral de
Pasco, lo mantiene en un estado mas floreciente.
La historia natural del Perú es fecunda en prodigios. Todos
los sistemas que se han trazado en Europa sobre esta materia,
están sugetos á mil ampliaciones cuando aqui se hace la apli-
cación de sus teorías. Las montañas de Ohanchamayo, Huá-
nuco, Lamas [1], etc., son unos parajes privilegiados de la na-
turaleza en cuanto á la portentosa lozanía y hermosura de sus
producciones. Las circunstancias de unos climas húmedos y
cálidos, y el recelo de los Indios infieles que los habitan, con-
tribuyen á que sean escasas las noticias que tenemos en esta
linea. Con todo hay bastantes para que muchos de nuestros
papeles se ocupen en su descripción y examen.
La ilustración es general en todo el Perú, tanto por la na-
tural agudeza y penetración de sus habitadores nativos, cuan-
to por su adhesión al estudio. En todo lo que no requiere una
meditada combinación de ideas, el bello sexo comunmente ha-
ce ventajas al nuestro. La Eeal Universidad de San Marcos,
y con proporción las demas^del reino, forman un centro de li-
teratura que lleva abundante luz á toda la circunferencia. Ba-
jo sus auspicios las ciencias del humanista y del filósofo han
hecho en estos últimos tiempos increíbles progresos, y los ha-
cen continuamente. Ufanas de verse acojidas en el palacio de
la suprema autoridad, han penetrado todas las escuelas, y de
allí se han esparcido rápidamente en todos los órdenes del
Estado. ¡Ojalá esta luz filosófica sea tan constante y tan efi-
caz, que baste para alumbrarnos sobre el sistema de educación
común, y sobre los medios de mejorarla La educación to-
!

mada en el sentido que comprende á todo el reino, es la úni-


ca parte por donde el Perú está ofuscado con algunas som-
bras. En lo demás el buen gusto, la urbanidad y el dulce trato
son prendas hereditarias de todo peruano;
Creemos haber desempeñado la promesa del Epígrafe ini-
cial. Esta es una idea del Perú tomada en términos genera-
les, y no sujeta aun punto determinado de historia y de lite-

mente poblado. Atunjauja es la capital de la provincia de este nombre de-


pendiente de la intendencia de Tarma, de la que dista 10 leguas y de Li-
ma 38
[1) Las montañas de Chanchamayo empiesan á 25 leguas de Tarma, no
contándolas corbaturas del camino. Las de Huánuco ó Pan atagu as com-
prendidas, como las nominadas, en la intendencia de Tarma, empiesan á
pocas leguas del pueblo de Posnzo, que dista 13 leguas de Huánuco, y la
ciudad de este nombre 65 de la de Lima. Las montañas de Lamas se ex-
tiende hasta Tefe, límites de las posesiones Portuguesas desde los confines
de la intendencia de Trujillo.
—481—
ratura. Es una insinuación prologética; ó si se nos permite
adaptar esta frase, es una composición de lugar para entra-
luego á hablar del reino en toda la serie de los Mercurios, ser
gun la variedad de materias que se han ofrecido.

NOTICIA.
de los trajes, supersticiones y ejercicios de los indios
de la pampa del sacramento y montañas de los
Andes del Perú.

De tres clases de hombres que hay en el universo destina-


dos á inventar fábulas y hacérselas creer á sus semejantes, no
sabemos cuál haya sido la mas atrevida y fecunda en imagi-
narlas, ó mas feliz en persuadirlas. Las tres han inundado la
tierra de visiones, y han tenido igualmente prosélitos de que
no carecen en el dia. Son estos los poetas, los filósofos, y los
aventureros. Los primeros introdujeron la mentira hasta en
el cielo, y la hicieron adorar á los mortales estúpidos. Los se-
gundos disponen despóticamente de la naturaleza y sus mag-
níficas obras, y arrastran tras sí la república de los sabios. Los
terceros fingen maravillas á su arbitrio, y las persuaden á los
ministros y monarcas mas respetables.
Con la conquista de Américas se levantó tal enjambre
las
de los últimos en nuestro continente, que si fueran reales cuan-
tos imperios y ciudades opulentas soñaron, seria necesario co-
locar parte de ellos en el globo de la luna, por no caber en el
terretre. Manoa, cuyo nombre y conquista espiritual ha ocu-
pado nuestra pluma, fué la primera y la mas famosa ciudad
en aquellos tiempos. Suponíase la ca])ital del imperio del Do-
rado, dicho así porque en él no solo brillaba el oro en los tem-
plos, palacios y jardines como en el Perú, sino porque tam-
bién todo su vasto territorio, las orillas y el fondo de los lagos
se hallaban cubiertos, y aun los bosques eran de ese metal
precioso. Uno de sus descubridores que derrotando los cuer-
pos avanzados de las tropas que defendían sus fronteras, pu-
do llegar hasta un punto desde donde se avistaba á la referi-
da capital, reparó que sus murallas estaban coronadas de es-
tatuas y torreones de finísimo oro que alhagaba infinitamen-
te mas á los ojos humanos, que los jardines con que Semira-
mis adornó los muros de Babilonia, y aun que el Elicio de los
poetas. Una nueva tan grata, y creíble después de los despo-
—482—
jos de Atahualpa y Montezuma, cundió con celeridad desde la
América hasta el norte de la Europa. Mientras los Pizarros
desde el Perú, Ordaz desde Quito, y Qnezada desde el nuevo
reino, se preparaban á su conquista; mientras la corte de Ma-
drid ardia en pretensiones sobre el título de Adelantado, y se
disponían naves en las radas de España, al activo inglés y
otras potencias abrian sus arcas y duplicaban sus esfuerzos con
el fin de adelantarse á lograr la presa. Pero esta á manera
de los palacios encantados, volaba de provincia en provincia,
burlándose de sus investigadores. La imaginación y los ojos
ven los objetos de un modo diverso. A
estos se les disminu-
yen con la distancia y van creciendo á proporción que se acer-
can; á aquella por el contrario se le abultan en razón del es-
pacio que los separa, y decrecen de tal manera con la proxi-
midad, que vienen á parar en nada. Así le sucedió á M. Ra-
Jego, Keymisco, Mathamo, y á todos los conquistadores del
Dorado (1).
Mas pudiera haber sido D. Francisco Bohorquez, á ser
feliz
ciertos sus delirios. Por los años de 1635 descubrió el Enim,
llegó á sus linderos, y ordenó se anunciase al monarca de su
arribo. Su airoso talle, su valor, sus prendas y discreción le
franquearon el paso hasta la capital. La planta exterior de
ella, sus soberbios chapiteles, el orden de sus palacios y pla-
zas, y la refinada policía de sus moradores, hubieran asombra-
do á otro que no fuera Bohorquez. No obstante, él fué arre-
batado de admiración á la vista del Alcázar imperial. Fabri-
cado sobre una multitud de columnas de pórfiro y alabastro,
orlaba su pavimento una espaciosa galería, por cuyos extre-
mos corría el cedro y el ébauo, variados en mil figuras. La
majestad del pórtico no podia expresarse, sino diciendo que
la naturaleza y el arte se habían desafiado en aquel sitio para

Pueden verse en el Padre Gumilla [Orinoco ilustrado, t. 1, c. 1, §3,


(1)
c. y 3,] la mayor parte de las noticias que de él se esparcieron. Es-
25, § 1
trañanios mucho, que escribiendo el enunciado Padre á mediados del siglo
preseute, intentase aun sostener la existencia de este reino fingid», y que
pudiendo haber consultado á sus co-hermanos los misioneros de Maynas,
haga una ensalada de los nombres Manoa, ciudad de la Laguna, Omaguas,
y Enaguas. También es notable que M. Condamine [1. c. p. 125] perdiese
el tiempo en andar buscando sitio en que colocar á la ciudad del Dorado, y
lago de Parima, y viniese á parar en el Mabarí, y riberas del Yupará. El
verdadero lago de Parima es la laguna de la gran Cocamas: Manoa es nom-
bre genérico comprehensivo en aquellos tiempos de los Panos, Cocamas,
Maynas, etc., que eran numerosos: Enaguas ú Omaguas es la provincia de es-
te nombre, de cuya capital San Joaquín ya hemos hecho mención: los lagos
de oro son las arenas de este metal, que arrastran los rios que de la cordi-
llera descienden al Marañon y sus brazos, como igualmente al Orinoco. Las
ciudades, estatuas, tejas de oro, etc., inventos de la ambición, y deseos de
hacerse maravilloso.
—483—
competir en sus primores. Las escaleras y los atrios eran sun-
tuosísimos. En todas las piezas interiores brillaba sobre el jas-
pe la energía del pincel retratando los augustos héroes, seño-
res de aquella región afortunada. Eiquísimas alfombras de
plumas cubrían los suelos, y al aire los perfumes de aromas
fragantísimos. Introducido nuestro aventurero en el gabinete
real encontró al soberano reclinado sobre un trono de marfil,
y rodeado de sus primeros cortesanos, que ocupaban varios
estrados de oro superior al de Arabia. Fué recibido con suma
humanidad, y colocado inmediato al solio. El ceremonial, fies-
tas y torneos con que el monarca quiso acreditarle su magni-
ficencia y placer, era asunto propio únicamente de las plumas
de Homero y Virgilio, ó mas bien de la de Miguel Cervantes
Saavedra. Concluidas las diversiones y queriendo regresar, se
le oíreció la primogénita del rey, á quien el dios Cupido ha-
bría introducido la violenta llama del amor envuelta en la ai-
rosa imagen del huésped. Pero nuestro Bohorquez, que debia
unir á las locuras de D. Quijote las mañas de Caco, quiso an-
tes ser depredador que poseedor pacífico del nuevo imperio.
¡Elección feliz que dio con él en un presidio! (1) No salieron
mejor parados D. Antonio y D. Benito Quiroga vecinos de la
Paz, con la conquista del gran Paititi, pues teniendo un cau-
dal florido, lo consumieron todo en ella, quedando muy po-
bres. Premio debido justamente á la ambición desmedida (2).
El tiempo ha ido lentamente disipando semejantes quime-
ras en cierto modo útiles, por haber incitado á algunos misio-
neros á penetrar en las montañas. Por sus relaciones sabemos
que en todas ellas, Manoa y las inmensas llanuras que las se-
paran de la cordillera del Brasil, no hay mas tesoros que los
que hemos apuntado en las ilustraciones á las peregrinaciones
de los Padres Sobrevida y Girbal, ni mas cultura y policía
que la que ofrece la noticia que vamos á dar de los trajes, su-
persticiones y ejercicios de los bárbaros que las habitan, en
cumplimiento de la promesa que hicimos en otra parte.
Viven esparcidos por sus bosques y florestas, congregándo-
se en pequeñas tribus bajo la dirección de uno ó dos caciques,
de las cuales cada una se reputa nación distinta y aun enemi-
ga de la otra. Son por lo comimjaltos, robustos y de buen pa-

(1) D. Francisco Bohorquez, después de haber engañado al Perú con su


fingido Enim, entró por los años de 1643 con 36 españoles á conquistarlo,
y cometió tales piraterías no solo entre los bárbaros, sino también en Jauja
y Tarma, que el superior gobierno se vio en la precisión de enviar tropa á
prenderlo, lo que felizmente ejecutado lo desterró á Valdivia con un Villa-
nueva que era su capitán general.
(2) Véase al Padre Feyjoo, t. 4, Discurso 10, y en la ilustración donde
se hallan acopiadas las noticias del Paititi, y la Argent., Cant. 5.
—484—
recer, porque siempre que nace alguno desconcertado, ó con
cualquier defecto notable, al instante lo privan de la vida co-
mo parto de mal agüero. Tienen el color mas claro que los
Peruanos, y aun algunos, como los Oonivos, competirían con
los Europeos, si la vida montaraz, las unturas, los sancudos y
mosquitos con sus picadas no los ennegrecieran. Ponen todo
su cuidado en tener el cuerpo tieso, la frente y colodrillo cha-
tos, por asemejarse según dicen á la luna llena, y ser los mas
bizarros y fuertes del mundo. Para conseguir lo primero ciñen
á los niños desde su tierna edad la cintura, y todas las coyun-
turas con fajas de cáñamo. Paralo segundo les ponen una ta-
blita cuadrada sobre la frente envuelta en algodón y otra so-
bre el colodrillo, y con cordones las van ajusfando hasta con-
seguir su intento. Así les queda la cabeza prolongada arriba,
y aplanada por delante y por detras. Práctica que no puede
menos que alterarles las funciones del cerebro, pues los bon-
zos, á quienes desde que nacen se les comprime la cabeza has-
ta que adquiere la figura de un i>an de azúcar, para que sirva
de altar en que el ministro encienda el fuego sagrado en señal
de iniciales en el sacerdocio, son reputados por estúpidos. En
efecto, nuestros indios tienen la nota de ser la gente mas des-
memoriada de todo el orbe.
Andan por la mayor parte desnudos, aunque con alguna
distinción. Los hombres llevan una camiseta de algodón pin-
tada de varios colores, con media manga, y que desciende has-
ta la mitad del muslo: llamada JJsti. Las mujeres casadas
traen siempre una pampanilla del mismo tejido, que es un
medio faldellín abierto por los lados, y que solo las cubre de
la cintura á la rodilla. Al sentarse hombres y mujeres cruzan
las dos faldas opuestas por entre las piernas para ocultar las
partes menos honestas. Las doncellas anclan como Eva en el
Paraíso (1). Un aspecto de esta naturaleza nos sacaría de tino.
Al verse entre las naciones enunciadas muchas vírgenes en la
pubertad, deberemos persuadirnos que la costumbre es una
especie de antídoto contra los dardos del impuro dios de los
Huertos, cuyas heridas en los países calientes ciegan, precipi-
tan y atropellan á Jos dos sexos: in furias, ingnesque ruunt.
Otras tribus hay en que todos absolutamente vagan como
aquellos atletas de los juegos olímpicos, que por el vencimien-
to de Orsypo (2) comparecían euterameete desnudos. Ac-
ción muy reprehensible en un pueblo culto como la Grecia,

(!) Podia proponerse el problema siguiente. ¿Porqué entre los indios


mencionados se cubren las casadas y andan desnudas las vírgenes ? ¿De
1

dónde les nace la sensación del pudor en el acto en que se rompen las bar-
reras de ese precioso estado?
(2) Thucyd., lib. 1.
—485—
y quizá no tanto entre nuestros bárbaros por precisarlos á ello
el ardor del clima. Los hombres se cortan el pelo dejándolo
caer por delante basta las cejas, y por detrás hasta la raiz de
la oreja, y encima se colocan el llauto, ó guirnalda entreteji-
da de arrogantes y vistosísimas plumas. Se perforan las bar-
bas, y las ternillas de las narices á manera de los Persas, Ara-
bes, y Malabares, y traen varios pendientes de oro y plata.
Adornan los brazos y cuellos con brazaletes y collares de
dientes de hombres que han muerto en la guerra, ó de anima-
les: echan al hombro el carcax, y llevan en las manos el arco
y la flecha. Las mugeres se cortan también el pelo por la par-
te anterior dejándolo caer hasta las cejas, pero cuidan la pos-
terior para que esparcido les cubran las espaldas, y adornan
sus orejas con primorosos diges. Unos y otros se tiñen los
dientes y labios de negro, el cuerpo de varios colores, y el ros-
tro de encarnado; color que en la antigua roma servia de dis-
tintivo á Júpiter en los dias festivos y decoraba el semblante
de los héroes en sus entradas triunfales (1). Si al dios Cupido
se le quitaran las vendas, él y su madre Venus podrian ser el
retrato de estas naciones. Pero la semejanza del traje no in-
duce en ellas identidad de costumbres, como sucede entre los
Naldivios, á quienes un vestuario análogo ha hecho perder
hasta la idea del pudor.
Comparados con estos nuestros indios, y aun con otras mu-
chas naciones de la Asia, la África y la Europa se deben reputar
por continentes. A
escepcion de uno ú otro cacique que tiene
dos mugeres, el resto abomina la poligamia, y los contratos
con consanguíneos inmediatos hasta el cuarto grado inclusive.
Aman casarse con las de familia' distinta, pidiendo á sus pa-
dres sus futuras esposas con interposición del cacique, ó por
contrato de aquellos se crian juntos desde pequeños, que es lo
mas común, y cohabitan cuando están aptos en señal de ha-
berse efectuado el matrimonio. Por medio de la crianza sue-
len engendrarse amores tan tiernos, que no faltan Artemisas
que sepulten en sus entrañas las cenizas del difunto esposo.
Ko son con todo indisolubles semejantes vínculos, y tan arbi-
tro es el marido á dejar á la esposa y buscar otra siempre que
le agradare, como al contario. Comunmente son las últimas
las que los rompen. Al fin parece que aquí las condiciones son
iguales. Se sabe que entre los Turcos, Partos y otras naciones

(i) Quod rúbens color Heorum sit, unde, el triumj antes facie miniata. Serv.
in Yirg., Edog. 6. No es el amor de la belleza la única causa porque se ti-
ñen los indios de la montaña, ejecutan! o también por libertarse de las pi-
cadas de los insectos, que con su déb'-l aguijón no pueden penetrar el bar-
niz.
Tom. vi. Literatura —64
—486—
del Oriente se inclina la balanza á favor del hombre que en
sus serrallos representa un gallo cercado de innumerables ga-
llinas [1], En Calicut está por las hembras que desposan con
cuantos hombres quieren, y aun los asaltan por las calles. En
este país, dice un sabio, la física del amor tiene una fuerza in-
ven si ble: el ataque es seguro y ninguna la resistencia. De ma-
yores excesos es capaz el hombre sin religión.
Siendo la idolatría un mal tan antiguo, que algunos lo su-
ponen anterior al diluvio (2), y tan pestilente, que habiendo
contaminado todo el mundo, cargo de tal suerte sobre la an-
tigua Caria, que fué preciso que los Caunicos ejecutasen una
solemne cazería en que arrojando con furor sus chuzos al aire,
intentaron perseguir y desterrar de sus confines la multitud
de odiosos é importunos dioses, que no los dejaban respirar
con sus cultos (3), es notable no se encuentre en la mayor
parte de los indios de la montaña. Oreen en un solo dios á
quien dan figura humana y hacen autor de la tierra y el cielo,
á donde dicen se retiró después de concluida la creación de
aquella. Llámanle nuestro Padre, nuestro Abuelo; pero ni le
erigen altar, ni levantan templo, ni le tributan el menor ho-
menaje; solo se acuerdan de él cuando tiembla la tierra. Opi-
nan que esto proviene de levantarse del cielo á revistar á los
hombres vivos, é inferir por el ruido el número de los que
existen, y que en cada paso estremece al orbe. Imbuidos de
la referida creencia apenas sienten el menor movimiento cuan-
do todos salen desaforados de sus chozas, corren, brincan y
patean la tierra gritando: Aquí estamos, aquí estamos. Seme-
jante superstición es originada sin duda de aquellos primeros
sentimientos gravados en el fondo del espíritu humano acerca
de la adorable y benéfica providencia de Dios que vela sobre
los mortales. Sentimientos inefables que jamás podrán borrar,
ni la barbarie, ni la idolatría, ni los perniciosos y perversos
deístas de nuestro siglo, que osan levantar el dedo contra el
mismo que les dio el ser, y cuida de su existencia. ¡Qué bene-
ficio tan graude seria para el género humano, si se pudiesen
recoger á estos fingidos padres de la filosofía y sepultar enme-
dio de los bosques de las Amazonas, para que pateando el
suelo con los bárbaros, siquiera de este modo reconocieran la
Providencia divina, y no turbaran el orden esencialmente co-
nexo con la felicidad y reposo del hombre!
Desenvolviendo las tradiciones de los mencionados indios,
se descubren al través de densas nieblas una ú otra vislumbre

(1) Plutarco escribe que Sureña, general de los Partos, y vencedor de


Craso, tenia diez mil inugeres que lo seguían en la guerra.
(2) Véase Histoire de la PMlosoplúe, t. 1, pág. 408.
(3) Herodot. Clio., cap. 72.
—487—
de aquellos grandes acaecimientos de las primeras épocas de
la naturaleza, y aun de los tiempos posteriores; pero tan dé-
biles, que es una temeridad querer deducir de ellas la predi-
cación de los apóstoles en la América Meridional como pre-
tenden algunos.
Admiten también un ser maligno habitador del centro de
la tierra á quien hacen autor de sus desgracias, y se estreme-
cen al oir su nombre. Los mas advertidos toman de aquí mo-
tivo para hacerse respetables, suponiéndose sus delegados ba-
jo el nombre de mohanes ó agoreros á quienes se consulta
hasta en los asuntos mas pequeños. Ellos rigen las intrigas
del amor, la salud de los hombres y el éxito de las campañas:
todo lo que siendo muchas veces desgraciado recae sobre sí, y
suelen pagar muy bien sus engaños.
Para extender el imperio de Cupido se valen del Piripiri,
nombre genérico de varias suertes de composiciones deduci-
das del reino vegetal: una de ellas tragada se cree disminuir
el volumen de ciertas partes del sexo femenino, y mejorar su
conformación. La planta GuayancM traida por el hombre en
el usti y por la muger en la pampanilla, ó untada en las pier-
nas, brazos, armas, etc., enlaza los corazones y proporciona
buen éxito á cuanto se emprende.
Otra especie de Piripirl mascan y arrojan al aire acompa-
ñado de ciertos recitados y conjuros para dañar á unos, bene-
ficiar á otros, excitar la lluvia, la inundación de los ríos, ó al
contrario para causar la serenidad, y el logro de los frutos, lo
que verificándose casualmente una sola vez basta para con-
firmarlos, aunque haya mil desengaños. Fuera de que en la
persuacion de que no pueden resistir á los influjos del Piripiri
¿cuántos se sentirán arder luego que conocen que se les soli-
cita por medio de aquel? Entonces fijarán los ojos sobre el
objeto apasionado y descubrirán mil rasgos amables ya rea-
les, ó ya fantásticos que antes se ocultaban á la indiferencia.
Pero la principal potestad, la suerte y la desgracia de los
mohanes está en la curación de los enfermos. Todo mal se
atribuye á sus encantos, y al instante se procura averiguar
cuál ha sido el maléfico. Para ello toma el pariente mas cer-
cano una cantidad de sumo de floripondio, (1) y cae al ins-
tante embriagado por la violencia de la planta. Lo colocan
boca arriba para que no se ahogue, vuelve en sí al cabo de tres
dias, y aquel hechicero que en sus entresueños se le presentó
mas al vivo al moharis, debe hacer la cura, ó si ha muerto el en-
fermo suelen ejecutar con él lo mismo. Cuando en los entre-

(1) Datura arbórea. Linn. spec. plantar, pág. 179.


—488—
sueños no ocurrió hechicero alguno, topan con el primero que
tuvo la desgracia de que sé representara su imagen.
No puede negarse que los niohariscs han adquirido con la
práctica y tradición gran conocimiento de muchas yerbas y
venenos con que hacen daño y curaciones pasmosas; pero la
manía de atribuirlo todo á virtud sobrenatural les hace mez-
clar mil ensalmos y supersticiones. El modo mas autorizado
de curar es colocarse dos hamacas próximas, ó en la vivienda
ó en el campo: ert la una está tendido el enfermo, y en la otra
el agorero. Empieza esta á mecerse junto con el otro, y co-
mienza con un canto en falsete á llamar á las aves, los cua-
drúpedos y las plantas para que den la salud al paciente, y de
cuando en cuando se sienta, hace mil morisquetas sobre taca-
ra del enfermo, le aplica sus polvos y yerbas, ó chupa las par-
tes picadas: si la enfermedad se va incrementando, junta el
agorero mucha gente del pueblo, y entonando una cancionci-
11a dirigida al alma del enfermo con este estribillo no te vayas,
no te vayas, lo repite á menudo, y correspondido por el pueblo
se forma una terrible algazara que crece á proporción que el
enfermo desfallece á fin de que pueda oirlos. Cuando no valen
todos los ensalmos y la muerte se acelera, salta el mohán de
la amaca y procura salvarse aligerando los pies de la multi-
tud de troncos y terrones que llueven sobre él. Sucesivamente
se agolpan todos los de la nación divididos en trozos,- y cada
uno, si el que fallece es un guerrero, se le llega y le dice: ¿A
dónde te vas? ¿Por qué nos dejasf ¿Con quién iremos á los
aucas (eyiemigos)"}Y le refieren las hazañas y matanzas que
hizo y los deleites que deja. Esto se práctica en diversos to-
nos: unos levantan la voz, otros la bajan, y el pobre enfermo
debe soportar con serenidad semejantes importunidades hasta
que asomándose los primeros indicios dé que vá á espirar, car-
ga sobre él una multitud de inugeres, de las cuales unas le
cierran la boca y los ojos de por fuerza, otras lo envuelven y
echan sobre él cuanto topan, haciéndolo espirar antes de tiem-
po, otras finalmente, corren á apagar la candela y disipar el
humo, no sea que no viendo el alma el agujero por donde de-
be salir, quede enredada en las tijeras del techo, y para que
lo ejecute con lijereza, y no vuelva mas á aquella choza rodean
sus entradas con inmundicias á fin de que su hedor la des-
tierre.
Sobre el destino de esta hay varias opiniones: creen unos
que vá al otro mundo á vivir como en este, aunque con mas
descanso. Uno délos primeros misioneros délos Maynas pre-
guntó á un viejo moribundo si quería ir á la otra vida: respon-
dió al punto que sí; porque sus parientes lo estaban esperando
allá con plátanos y yucas cocidas. Figurándolo todo material-
—489—
meute, juzgan en consecuencia haber sus bailes y borracheras'
guerras y paseos. Los truenos son los asaltos, el estrépito de
las exhalaciones, los enemigos descabezados que luego se con-
vierten en Aeras, la via láctea el bosque de diversiones. Al guer-
rero se le hace allí un espléndido recibimiento: así al morir
acostubran ponerle una hacha de cobre, ó una flecha para que
entre victorioso. Otros viven persuadidos de la trasmigración
no solo á otros cuerpos humanos, sino también á los brutos.
Los caciques, guerreros y mugeres fieles pasan siempre
á los animales mas apreciadles, á un mono, á un tigre, á un
paugí: y como acierten á inferir que el alma de su padre,
ó cacique entró en este mono rabón, ó el otro barbudo, le ha-
cen mil genuflexiones, y veneran como si fuera un patriarca.
Xo lo pasaría mejor Quinto Enio cuando estuvo en el pavo [1],
ni los Brácmanes que se tienen por dichosos si muren viendo
el están tino de una vaca ó un caballo, y tirándole de la cola [2]
á fin de que lo abra para que su espíritu pueda introducirse
con facilidad por aquella puerta que llamaremos del corral.
Aunque á imitación de los antiguos griegos y latinos juzga
que algunas ánimas voltejean por el aire, © en el fondo de los
rios, [3] y aun en la otra vida por ciertos delitos, ó hasta que
encuentran en quien acomodarse; pero generalmente para
ellos no hay pecados ni infierno. A un Jesuíta que reprendía
á un viejo los primeros y persuadía la existencia del segundo,
le respondió este en tono muy serio: mientes, no hay nada de
eso; mis pecados son muy buenos, yo me hallo con ellos, y no
iré ni quiero ir á quemarme.
Convirtiéndonos del alma al cuerpo, luego que el moribun-
do es sufocado con la tapadura de boca, narices, etc., y en-
vuelto en sus mantas, se llega el indio ó india de mas circuns-
pección, lo levanta entre los brazos del modo que puede, y
dá un gentil grito al que hace eco el llanto descompasado de
los parientes inmediatos y de mil viejas plañideras congrega-
das para el caso. Todo el tiempo del aullido están en un afán
continuo, subiendo la espalda de la mano á enjugar las lágri-
mas y bajándola á secarla contra el suelo. De semejante al-
ternativa resulta que por pestañas y cejas se les forma un cer-
rro de tierra que las pone monstruosas y no se limpian hasta
concluido el luto. Estos primeros clamores terminan con unas
buenas jarras de masato para que ministre líquido al llanto, y

(1) Cor jubet hoc Erini, jpostquam destertuit esse


M&enides quintus, pavone ex Pythagorceo. Pers., sat. 6.
(2) Mo&urs des Sauvages, t. l.pag. 410.
(3) .. Akú<z panduntur inanes
suspensa ad ventos: aliis sub gurgite vasto
infectum eluitur scelus. Virgil., Mn. 1. 6, v. 733.
—490—
haciendo un grande estrépito en los ajuares del difunto, unos
quiebran las ollas, otros los cántaros, otros queman las cus-
mas para que se vaya olvidando su memoria. Cuando el di-
funto es un cacique ó un fuerte guerrero, se le hacen las exe-
quias á lo romano; [1] duran muchos dias llorando á coros
todo el pueblo por un buen rato al alba, al medio dia, al ano-
checer y á media noche. Al llegarse la hora, empieza la des-
graciada música por la casa de su muger y parientes, ento-
nando al son de sus instrumentos sus hazañas; y contesta to-
do el vecindario desde sus casas, unos cantando como pája-
ros, otrosbramando como tigres, los mas gruñendo como el
mono, ó graznando como los loros, y siempre cesan con el
masato y destrozo de lo que ha quedado del finado, siendo el
incendio de su rancho el que concluye los bienes y ceremo-
nias. Entre algunos indios los inmediatos suelen cortarse el
cabello en señal de sentimiento como los Mohabitas y otras
naciones [2].
En el propio dia del fallecimiento meten el cadáver con sus
insignias en una tinaja ú olla pinlada que tienen enterrada
en uno de los ángulos del cuarto, la cubren con una tapadera
de barro, y echan tierra hasta el nivel del pavimento, y ter-
minadas las exequias, no se vuelven á acordar ni de su nom-
bre. Los Eoamaynas los exhuman cnando consideran se ha-
brán consumido las carnes, limpian los huesos, forman su es-
queleto, y lo colocan en un ataúd de barro, adornado con va-
rios retratos déla muerte, como las tablas de los Egipcios
(3), y conducen consigo, aunque no para imitar á
aquelllos
insignes voluptuosos que en los festines mas esplédidos saca-
ban un esqueleto, en que viendo dibujado su triste fin se es-
forzasen á gozar, antes que llegase, cuantos inmundos place-
res ofrecen las pasiones humanas [4], sino para repetir su
memoria, pasado cierto tiempo que parece ser de un año, so-
terrarlo segunda vez y olvidarlo para siempre. El respeto y
caridad para con las cenizas dé los difuntos, no es un carác-
ter peculiar de los pueblos civiles, pues también abraza á los
bárbaros; pero siendo innumerables los que pueblan los dila-
tados países de los Andes y llanuras confinantes, no faltan en-

[11 Honoratorum virorum laudes eundo concione memorantor, casque


namice ad tibiciuem prosequantor. Lex 12, Tabul.
[2] Moab ululavit: iri cunctis capitibus ejus calvitium. Isai., c. 15, v.
2.
Jlegulos quosdam barbam uxorum capita rasisse ad indiciam maximi Itic-
tus. Suet. in Calig. c. 5.
,

[3J NeTcron xylina Herodot. Euterpe. , cap. 85.


[4] Heu, heu, nos miseros; quam totus homuneio nil est!
Sie erimus cuneti, postquam nos auferet Orcus.
JErgo vivamus, dum licet esse bene. Petrou. satyrir.
-491—
tre ellosmasagatos, que flechen á los que ya se acercan á ese
fúnebre ocaso: romanos que los arrojen eu los rios [1]: tro-
glodytas que abandonen los cadáveres,ó cubran de piedras [2];
isedonios que se los coman [3].
Estrabon escribe, que' los Bactrianos entregaban los viejos
vivos á la voracidad de los perros, y Ensebio testifica lo pro-
pio de los Hircanios: inhumanidad que reputa por increíble el
sabio marques de Saint Aubin [4]. No lo es menos en nues-
tro sentir la que refiere el Padre Figueroa [5] de los Coca-
mas y otros bárbaros del mismo país, que cuando les nace un
hijo deliberan sus padres sobre si se le concederá la vida ó se
le dará la muerte, para no cargarse de ellos, ni tener quien los
llore; verificándose la segunda, sepultándolos vivos con las pa-
res, á no ser que uno de los progenitores ó cual quiera otro se
acerque á levantarlos. En este caso los crian y aman tierna-
mente. ¿Podremos creer que una madre contenga sus brazos
en el instante dichoso en que recibe el fruto de sus dolores?
¿Cuándo los tiernos gemidos del infante ponen en movimien-
to todo el afecto de que es capaz el corazón humano, querrán
pasarlos por sí mismas de sus entrañas á las de la tierra! Qui-
zá reputarán tan infelices los dias del hombre, que juzguen
beneficiarlos adelantándoles el término de sus desgracias; pe-
ro no lo harían de un modo tan cruel. Tienen venenos. Es
cierto que los Cartagineses sacrificaban sus hijos á sus falsos
mimenes, [6] y que los Chinos los exponen en los caminos á
la inclemencia y la miseria: muerte ciertamente mas acerba y
efectiva, si no los socorre la piedad del transeúnte. Pero los
Indios no tienen el fanatismo ni indigencias de esos pueblos.
Viven desnudos, no hay mano que los oprima, ni dioses que
exijan holocaustos sangrientos: Securi adversas homines, secu-
ri adversas Déos, [7] y necesitan multiplicarse para laborear
los campos, y sostener las mutuas y continuas guerras que
fomentan.
Dijimos en el Mercurio 76, subsistían difícilmente sin her-
ramientas de labranza, lo que no es por defecto del terreno y
los rios, pues son feracísimos en frutas, pájaros cuadrúpedos y

[1J Corpora post decies senos, qiá credidit anos,


2Iissa neei, sceleris crimine damnat avos. O vid. Fast. lib. 5.
[2] Strab., lib. 2.
[3] Herodot. Melpoiu.
[4] Traite de l'Opiniou. t. 5, pag. 78.
[5] Padre Francisco Figueroa de la extinguida compañía de Jesús, cÉle-
bre misionero de los 2Iaynas, de cuyas provincias hizo una exacta y menu-
da descripción por los años de 1665. La tenemos m. s.; consta de 115 foj.
en folio, y nos La servido mucho en los presentes Mercurios.
|6] Panel sunt soliti suos imrnolare puellos Diveis. Enn. annal. 7.
[7] Corn. Tacit. de mor. Germán.
—492—
peces; pero ellos no pueden pasar sin ciertas raices que requie-
ren cultivo. La principal es la yuca de que forman el masato,
su único consuelo y bebida. Eara vez prueban el agua, que
con el calor y multitud de ciénagas se pone de muy mala ca-
lidad. Para cultivar la yuca, rosan un retazo del bosque con
hachas de piedra labradas con la paciencia [1], queman la
broza, y con unas especies de espadas de palo remueven la
tierra, para que se seque y afloje, entierran la yuca y queda
concluido el laboreo. Cuidan también el algodón, cuyos capu-
llos les ministran la mayor parte del material que emplean en
la fábrica de ustis y pampanillas.
Es tan poco lo que se ocupan en la agricultura y manufac-
turas, que se puede asegurar que su único ejercicio es la caza,
la pesca y la guerra. Sírveuse para los tres fines de unos mis-
mos instrumentos: tales son las cerbatanas, lanzas, macanas,
chinganas [2], puñales, dardos y flechas hechos de palos du-
rísimos, y emponzoñadas las puntas con venenos activos sa-
cados del reino vegetable. Para los pájaros usan de las cerba-
tanas y flechas: para los cuadrúpedos de las últimas y los dar-
dos, arrojándolos con suma destreza. Por esta razón no temen
desafiar en los bosques al tigre ú otro cualesquiera animal fe-
roz [3]. Lo insultan y esperan con serenidad les acometa, en
la persuasión de ser tan violento el veneno, que al primer gol-
pe de esas saetas mas terribles que las de Hércules teñidas en
la sangre de la hidra de Lerna queda muerto el cuadrúpedo
mas fuerte [4]. Tienen igual destreza en la pesca, hiriendo
con flechas las cabezas de los grandes peces luego que los des-
cubren, y valiéndose de garlitos y anzuelos de hueso para
los menores. En el "Mercurio" 75 describimos sus canoas.
Desde la edad de cinco años se acostumbran á regirlas hom-
bres y mugeres, así son fuertísimos y muy hábiles en su ma-
niobra. Bogan parados, colocándose el uno de ellos en la po-
pa con un remo, para hacer oficio de timonel, y otro en la proa,
para ir descubriendo los escollos que suelen formar los árbo-
les corpulentos que arrastran los rios.

[lj El Padre G-irbal trajo de Manoa una de piedra de ala de mosca: fi-
guraba perfectain en te á nuestras hachas, pero en lugar de asa tenia dos
orejas con un canal para asegurar el cabo con cordeles. Las labran con
otras piedras ayudados del chambo, ó hachula de cobre, y luego con agua
y paciencia las van amolando.
¡2] Cierto género de lanza, cuya hasta es de chonta (especie de ébano)
y la púa de carrizos tostados, que abren crueles heridas.
(3) Los Conivos hacen en sus festividades corridas de jabalíes echándo-
los en una plaza cercada, donde los torean y matan con primor.
(4) Es diguo de notarse, que estos indios nunca emplean armas empon-
zoñadas en sus combates: ¡¡¡y que nosotros que inventamos mil artificios
destructores del género humano, y forzamos al yerro y al fuego á que sir-
van contra sus destidos los llamemos bárbaros?
—493—
Pero la pasión dominante,
el objeto de sns fiestas, de sus
placeres y de su mayor felicidad es la guerra. Para empren-
derla se hace congreso general de toda la nación, presidido ó
por el cacique, ó por quien debe comandar las huestes. Se en-
cienden las pipas de tabaco, corren los jarros de masato, y
cuando ya el dios Baco ha comenzado á posecionarse de sus
sentidos y potencias, se delibera sobre este importante asun-
to y la nación que debe ser el objeto de sus iras. Las causas
son, ó el querer robarlas, ó porque los tiene ofendidos, ó por-
que han sido injuriados de otros pueblos de quienes no pueden
vengarse. Resuelta la expedición, encomiendan al mohán
ciertos ayunos que deben practicarse con todo rigor. Con es-
te designio se retira del comercio humano, y se mete en una
choza solitaria de donde suele salir medio muerto. El respon-
de por el éxito de la campaña. Si es próspero, se le tributan
mil elogios y lo mejor del despojo, y si adverso, otras tantas
maldiciones y garrotazos. El dia en que deben marchar se
adornan de todos los ajuares y armas ofensivas que hemos re-
ferido, llevando por defensivas rodelas tejidas de caña y for-
radas con pieles de animales, y se untan de ají los ojos á fin
de tener la vista perspicaz y descubrir al enemigo. Luego se
ordenan en columna: el general les hace un razonamiento ex-
hortándolos á que tengan constancia y valor, y de cuando en
cuando sacude algunos chicotazos por las piernas á los que
repara amilanados ó mal situados. Dispuestos de esta suerte
parten al enemigo.
Como todas estas piraterías son frecuentes y repentinas, los
pueblos que habitan son otras tantas fortificaciones, prontas
á la defensa. Fórmanse de unos grandes caserones con dos
puertas de comunicación, una á la montaña fragosa y otra al
terreno raso. El todo representa una media luna vuelta la
convexidad al bosque, De este modo, mientras son acometi-
dos por la una puerta y los unos reprimen el ímpetu del ene-
migo, los otros ganan por la otra al bosque, y dividiéndose en
dos alas, sostienen con ventajas la defensa del pueblo. Con el
propio fin el centro de la media luna está sembrado de auge-
ros profundos, ó de púas de palo y piedras durísimas, cubier-
tas de tierra y hojas de palma, que atravesando de una parte
á otra los \Áés de los incautos les imposibilitan avanzar con
celeridad. Acierta distancia tienen sostenidos en los árboles
algunos tambores hechos de troncos huecos, que afianzados
levemente en el suelo, al pasar el enemigo hace saltar la cuer-
da, se precipitan, causan estrépito, y avisan del peligro; pero
como todos son de una misma feria, entienden y burlan seme-
jantes estratagemas.
Tom. vi. Literatura— 65
—494—
Luego quelos invasores se consideran próximos á las po-
blaciones que han de asaltar, se detienen y disponen en co-
lumna. El general les hace segundo razonamiento é inflama
sus pechos. Ellos entonces se ajustan bienios llantos, collares
y brazaletes, previenen las armas, y se enfurecen unos contra
otros, queriendo hacerse formidables. Desde allí echan sus
batidores que vayan registrando el terreno y los árboles, y
descubriendo la senda por donde deben partir con seguridad.
Encontrada caminan con sumo silencio y se arrojan con ter-
rible algazara sobre las caserías, pegándoles fuego, quebrando
y degollando á cuantos topan, excepto los niños que conducen
cautivos. Después de haberse saciado en derramar sangre hu-
mana y robar cuanto pueden, principalmente las cabezas de
los que han muerto, regresan victoriosos á sus pneblos. Los
inválidos, unas veces suelen ponerse en defensa, pero ordina-
riamente vence el que acomete: lo mas común es huir al bos-
que donde se convocan para salir al atajo á los immeros, y
suelen tener tan buen éxito, que no dejan uno qne lleve la no-
ticia á su tierra. Pero sea este próspero ó adverso, acaban de
destruir al pueblo que asaltó el enemigo, y se mudan á otra
parte.
Si aquel ha triunfado en todos los lances de la guerra, ade-
lantan un mensagero que anuncie á la nación sus victorias.
Al punto que estas se avisan; se congregan todos los que han
quedado, en especial las mujeres, y salen al encuentro dándo-
les mil parabienes y elogios, según el número de cabezas que
cada uno trae consigo, reprehendiendo y mofándose del que
viene sin ellas, lo que enardece tanto el corazón de aquellos
bárbaros, que morirán antes que entrar en su casa, sin la ca-
beza de un auca ú otra insigne señal de su esfuerzo. JSÍo han es-
tudiado seguramente el corazón del indio, los que escriben,
que no se pica de honor y que no tiene idea de él. Losltuca-
lis á proporción que van descabezando enemigos, van divi-
diéndose el pellejo que cubre el filo de la nariz, y formándose
unos berrugones con hollejuelitos de palma que introducen en
la división, y creciendo muchas veces el número desde la en-
trecoja hasta la punta de la nariz, se les forma un caballete
que los desfigura en extremo. Lo primero que ejecutan con las
cabezas que han conducido, es cocerlas y sacarles el pellejo
entero del casco y la cara, lo embuten de paja y lo secan al
humo formando una mascarilla. Los dientes los extraen para
sus collares, y las calaveras las cuelgan en sus techos en señal
de trofeo.
Celebran á este con mucho aparato en casa del capitán ó ca-
cique, señalando un dia determinado para el cual se previenen
hileras de tinajones de masato y un gran salón con diversos
—495—
según la calidad de los concurrentes. Llegado el dia
asientos,
emplazado se junta todo el pueblo, ataviándose con mil ridi-
culas invenciones.
Los guerreros procuran siempre llevar agarradas por los ca-
bellos las mascarillas que arriba dijimos. Beunidos en la puer-
ta de la casa del convite previenen sus armas, y figuran que van
á entrar por asalto; vuelven para atrás como si fueran recha-
zados, y á la tercera acometida entran de tropel, se forman en
círculo, empieza el baile y el canto, cuyo principal asunto as
injuriar las mascarillas, reprendiéndoles su cobardía, el no ha-
ber ayunado ni untádose ají en los ojos, y elogiar el exfuerzo
de los que las vencieron. La danza se termina bebiendo ma-
sato, y en esta alternativa de bailar, cantar y beber duran sin
descansar dias y noches hasta que se consumen las tinajas.
Con bastante donaire, dice el Padre Figueroa, que no sabe
como tienen cabeza para tanto ruido, garganta para tanto gri-
to, y diente para tanta tinaja.
Concluidas estas se levantan todos, se forman en dos alas,
una enfrente de otra, comienzan á danzar, se embisten, se ti-
ran de los cabellos, se apuñetean y se van á sus casas. Seme-
jantes á losCoribantes, sacerdotes de Cibeles, que en los sacri-
ficios á esta diosa bailaban blandiendo las cabezas, y luego se
topetaban como si fueran carneros.
Los cautivos que conducen nuestros bárbaros son tratados
con suma humanidad, como si fueran sus hermanos: calidad
que observan entre sí mismo ludiéndose perdón cuando se han
ofendido, é igualmente con todos sus huéspedes, á quienes sa-
ludan besándose las puntas de los dedos, pasándoles de allí á
la barba, y extendiendo luego la manó á usanza nuestra.

HISTORIA
DE UX CÓLICO EXTRAORAIÍTARTO.

1. Colocados en medio del gran teatro del universo, admi-


ramos la uniformidad de invariables leyes con que la natura-
leza mantiene en continua armonía la incomprensible multi-
tud de las partes que lo componen. El astro á quien precede
la aurora, no se aparta un punto de la antigua vereda por don-
de vá iluminando los espacios inmensos. La primera antor-
cha de la noche figurando mil variaciones, las ejecuta con tal
arreglo, que puede someterlas á sus cálculos la débil mano del
—496—
hombre. El ignorante y el sabio reconocen esta uniformidad
de la naturaleza: lo que añade el segundo á los conocimientos
del primero, es que persuadido íntimamente de esta misma
consonancia, quiere adelantarse á registrar los resortes ocul-
tos que la promueven y perpetúan. Deseando un rayo de la
luz del Criador, aspira en cierto modo á ser su confidente, y
participar de sus secretos; pero parece que los límites señala-
dos á la razón humana no la permiten penetrar este divino
Santuario. A cada instante naufraga en la inquisición de las
causas físicas que arreglan el sistema del mundo. Por ahora
concebimos que el sol reposa tranquilo en su centro; y que
nosotros, embarcados en la tierra, navegamos por los aires del
Sur al Norte, y del Septentrión al Mediodía, describiendo una
órbita al rededor de aquel planeta: damos igualmente vuelta
del Occidente al Oriente, y nos formamos el dia, la noche y
las cuatro estaciones del año. Al descender del punto mas ele-
vado de nuestro giro, deberíamos caer precipitados á no in-
demnizarnos el impulso y la atracción inherentes á los cuer-
pos celestes. En el momento en que parece vá á originarse
nuestra ruina, se equilibra el universo y nos la evita. Pero apa-
recerán otros fenómenos en el cielo, se descubrirán otros movi-
mientos, ó engendrará nuevas reflexiones el entendimiento
humano, que hechando por tierra estas ideas anularán el sis-
tema celeste actual, y quedaremos en la ignorancia en que es-
tábamos antes que naciera Newton.
2. Cuanto nos acontece en la contemplación de todo el uni-
verso, sucede proporcionalmente en la de cada una de sus par-
tes. Acerquémonos al cuerpo humano en quien brilla la inte-
ligencia del Ser supremo con el mismo esplendor que su mag-
nificencia en la creación de los cielos. Mil veces tocamos y
medimos con nuestras manos las admirables y singulares pro-
porciones de su figura exterior [1]. Observamos las de sus en-
trañas, y una serie continuada de experiencias y combinacio-
nes nos persuade la uniformidad que guarda la naturaleza en
la fábrica de la primera de sus obras. Sobre estos elementos
indagamos las causas, arreglamos los sistemas, y deducimos
métodos, parecer invariables, para conservarla y forzar, si
al
es posible, la barrera opuesta á su duración. Pero cuando mas
satisfechos creemos haber encontrado el origen de la vida y
de la muerte, y que se nos ha confiado la potestad de ser los
arbitros entre una y otra, un nuevo orden nos sorprende, una

[I] Los naturalistas que colocan al mono y al salvaje ú orangputang en


la clasehumana, creyendo son una variedad de su especie, no han adver-
tido seguramente, que jamás se encontrará entre las bestias del modelo del
Apolo del Vaticano, ó de la hermosísima Venus de Mediéis. El hombre so-
lo tiene consonancia ron la Divinidad.
—497—
organización inversa destruye los elementos de nuestra cien
cia, arruina los sistemas y falsifica las conjeturas.
3. La historia de
la anatomía, que es la de las revoluciones
físicas delcuerpo humano, presenta varios casos de este gé-
nero. El que vamos á referir debe colocarse entre los mas sin-
gulares. Por esta razón lo preferimos á algunos otros de da-
tas posteriores, que se han ido acopiando para publicarlos en
los lugares destinados en nuestro periódico á la importante
ciencia de la anatomía.
4. Francisco Águila, Europeo, de oficio marinero, de un
aspecto que representaba cuarenta años de edad, de comple-
xión robusta y sanguínea, hacia largo tiempo gozaba de una
salud cumplida, en que la respiración y todas las demás fun-
ciones vitales, asi como las animales y naturales, se ejercían
con expedición y arreglo. El día 13 de Mayo del año de 1786,
después de haber reposado la comida, que compuesta de arroz,
carnes, y agua natural por bebida, fué bien frugal, sintió ha-
cia las tres de la tarde un dolor sobre el hipocondrio izquier-
do, que corriendo por debajo de las costillas falsas hasta las
mas altas de las verdaderas figuraba un afecto pleurítico.
Juzgando seria originado de algún flato, tomó para disiparlo
una moderada cantidad de mistela mezclada con otro tanto de
aguardiente; mas sin el menor efecto, pues el dolor siguió su-
cesivamente aumentándose hasta por la noche: en esta fue
socorrido por un pulpero, en cuya taberna vivia, con tres ayu-
das y la aplicación de algunos ladrillos calientes sobre el lado
adolorido. Aunque el vientre correspondió copiosamente, el
dolor, lejos de disminuirse, creció con tanta fuerza, haciéndo-
se sentir principalmente de la ternilla xifoides á todo el hi-
pocondrio izquierdo, que el miserable enfermo buscando cuan-
tos recursos le ofrecían sus angustias, se hizo poner un peso
de una arroba sobre el estómago, Sin que la opresión sirviese
para otra cosa que para aumentar sus fatigas, siguió luchando
con ellas hasta las cuatro déla mañana, en que fué conduci-
do al hospitalde San Andrés.
5. Presentóse en este con la respiración muy difícil, pulso
pequeño, precipitado é intermitente, conatos vehementes, pe-
ro ineficaces, al vómito, dolor acerbísimo en los lugares refe-
ridos, y el cuerpo cubierto de manchas amoratadas. Auxilió-
sele con los medicamentos emolientes y laxantes, ungüento
de altea, aceite de almendras, etc. Siguiendo no obstante el
aumento de sns congojas en la misma razón en que se le du-
plicaban los remedios: los deliquios, el sudor frió, la exten-
sión de las manchas amoratadas, la inflación del vientre, y
todos los demás signos que preceden á la gangrena, ocuparon
—498—
los últimos momentos de su vida, la que terminó á las cua-
reDta horas de la invasión del dolor.
6. Todos los síntomas que hemos referido acompañarle, ca-
racterizan un cólico: enfermedad terrible, cuya idea no ha-
biendo sido expuesta con unos mismos términos en los dife-
rentes siglos que forman la historia de la medicina, ha origi-
nado la persuasión de que la ignoraron los antiguos, y que
solo en los tiempos de Tiberio César empezó á conocerse [1].
Sin embargo, repasando las Memorias de los primeros profe-
sores del arte, se descubre haberla comprendido en la descrip-
cripcion de la pasión iliaca, voz que deducida del verbo grie-
go eileam denota muy bien las angosturas y constricciones es-
pasmódicas de los intestinos, que son la causa próxima de los
cólicos [2]. Bajo de este nombre la delineó Hipócrates, [3] y
aun Diocles Caristio, según el testimonio de Celso, lo aplicó
peculiarmente á los intestinos gruesos [4]. Siguiendo el tex-
to del autor mencionado, parece que en sus dias se entabló la
división que hoy seguimos, llamando pasión iliaca á los afectos
de los intestinos delgados, y cólica á la del colon, distinguién-
dolas á la presencia de ciertos fenómenos: [5] bien que Are-
teo habia ya exactamente notado los que resultaban de los
diferentes puntos en que padecía este intestino (6).
7. Contraído alguno de ellos, se han de seguir dos efectos
necesarios: uno de las materias contenidas en su cavidad, otro
de la sangre que corre por los vasos que componen su sustan-
cia. El ciego de donde nace el colon, figura aquella caverna en
que el dios Éolo tenia encerrados los vientos (7). Las mate-
rias fecales allí contenidas se detienen, se pudren, y por esta
mutación separándose en mas copia el aire fijo restaura su
elasticidad, y corre dilatando los diámetros del colon: pero
este, recuperando inmediatamente la fuerza de reacción, de
que están animadas sus fibras musculares, lo empuja sucesi-
vamente, é impide la pneumatosis, ó acumulación de flatos y
sus consecuencias. Mas si una repentina coustriccion detiene
el paso al aire, se aumenta su volumen y fuerza, dilata con
exceso la cavidad del intestino mencionado, y engendra él do-
lor. Si esta escena acontece en la parte que corre bajo del és-

(!) Plin.; Histor. Natur. lib. 26, cap. 1.


(2) Cullen.
[3] Vide Gorreum, veri). Kolike.
(4) Lib, 4, cap. 13.
(5) Girca umbilicum versatur, ubijejunium, et ilewm afficiuntur: ad dor-
8um refertur, si duodenum, vel jejnii principium invadat: soevit in epigastrio,
ethypochondriaca regione, vel ad inguina propagatur qnoties in colum irruit.
Lientaud. Sinojw., tom, 2, p;ig. 268.
(6) De
causis, etsignis morbor. acutor. Lib. 2, cap. 6.
(7) Boerhaav., Pneec, § 108.
—499—
tómago se percibe el dolor en este, y principalmente los co-
natos al vómito (1). ISTo hay intestino que varié mas su posi-
tura que el que vamos refiriendo, y en especial en el hipocon-
drio izquierdo suele hacer unos giros tan multiplicados y ele-
vados, que empuja al diafragma hasta la cuarta costilla ver-
dadera (2). En este caso si allí obra el aire, representará una
pleuresia. El espasmo que impide el tránsito al aire, detendrá
igualmente la sangre, y á las impresiones violentas del aire
se seguirá la flogosis, y todos sus resultados hasta la gaugre-
na, si no ha podido curarse el accidente (3). A
la luz de se-
mejante teoría se explican bien todos los síntomas que pade-
cia Grancisco Águila, y se perciben las causas y sitios de don-
de emanaban. Igualmente se vé, que en la disección de su ca-
dáver debia ser el colon el primer objeto de las indagaciones.
8. Disecados los músculos del vientre y el peritoneo, se ob-
servó que ángulo que forma el colon en la parte cóncava
el
del hígado (4) estaba tan alto que tenia enteramente sumer-
gida á aquella entraña debajo de las costillas falsas: descen-
diendo de aquí; seguia su situación natural orlando la parte
inferior del estómago hasta su gran corvadura. Doblaba por
la parte posterior de esta, y continuando su dirección en bus-
ca del lado izquierdo del espinazo, penetraba en el pecho por
una especie de anillo formado por el encuentro de los apén-
dices posteriores del músculo mayor y menor del diafragma:
lugar en que, según ha notado el mas sagaz de los anatómi-
cos, suelen encontrarse algunos espacios triangulares cubier-
tos únicamente por la pleura y el peritoneo (5). Estrechado
fuertemente el colon por el referido anillo, bajaba directamen-
te á atarse al riñon izquierdo, y seguir su colocación acostum-
brada hasta continuarse al intestino recto. Debe advertirse,
que asi la parte de aquel que corría del ciego al anillo del dia-
fragma como de aquí al recto se hallaba floja, y sin lesión sen-
sible. La extraña perforación que hemos expuesto, incitaba á
que pasándose inmediatamente á la disección del pecho se
concluyesen las observaciones sobre el colon; pero aun que-
daban que notar en el hipocondrio izquierdo otros dos fenó-
menos bastante raros. El centro del ala izquierda del diafrag-
ma se hallaba rasgado por otro agujero que daba paso á una
porción del mesen terio é intestinos delgados, que penetrando
en el pecho se veian igualmente estrechados, aunque no con

(1) Cl. Morgagui, Deseclib. etcaus. morbor., Epist. 34.


[2] Haen., tom. 1, pag. 88, et tom. 3, pag. 158, y hasta la clavicula. Mar-
tínez, Anatom.,-pág. 130.
(3) Van-Swietteu, Comment. acl Aphor. 422. B.
(á) Dustach., Tabul. 10 fig. 2, 4 et 5.
(5) Winslow, Traite des muscles. diajphragme.
—500—
la fuerza que el colon. El bazo arrojado de su sitio natural
ocupaba la parte posterior del ventrículo, muy pequeño, arru-
gado y envuelto en el redaño. Todas las demás visceras del
vientre se hallaban intactas.
9. Concluido su examen, se principió el del pecho, cortan-
do las ternillas de las costillas del lado izquierdo á una pul-
gada de distancia del esternón para no herir al mediastino:
y apenas fué dividida la pleura, cuando saltó un humor insí-
pido y cristalino, semejante al agua natural, que ocupaba la
cavidad izquierda. Computada prudencialmente su cantidad,
sería de tres á cuatro libras. Inmediatamente apareció el
monstruoso colon, que habiendo internado por el sitio referi-
do subia reclinado sobre el mediastino hasta la primera de
las costillas verdaderas, en donde doblándose volvía á bajar
para salir al vientre por el propio lugar de la entrada. Todo
el retazo introducido en el pecho tenia cerca de tres cuartas
de largo con 12 dedos de circunferencia; de suerte que junto
un ramo con el otro, componían un enorme volumen, que opri-
miendo al pulmón, no permitía verlo. Fué para esto preciso
levantar el enunciado intestino, en cuya acción se reparó que
estaba libre, y sin unirse á ninguna parte del pecho. Extraido
de él, y abierto á lo largo, se descubrió tenia muy estrecha
su capacidad interior, presentando solo dedo y medio de diá-
metro, y toda ocupada por una especie de borra pestilente
que imitaba al vino rebotado. Asi todo el aumento del colon
se originaba del grueso que habian adquirido sus túnicas con
la detención de la sangre entre los vasos de ellas. Además de
ser horrible la parte del colon que vamos describiendo por las
circunstancias expresadas, lo era también por la multitud de
manchas moradas y uegras que lo cubrían.
10. Eegistrado el segundo agujero por donde entraban los
intestinos delgados, se encontró de cuatro dedos de diámetro.
Los intestinos y el mesenterio estaban reclinados sobre las
Costillas falsas, y salpicados de una ú otra pinta amoratada.
Las demás visceras del pecho conservaban sus sitios natura-
les, y no presentaron cosa alguna digna de notarse.
11. Tal es la historia de las observaciones hechas en el ca-
dáver de Francisco Águila. Historia verdaderamente peregri-
na, á la que no hemos encontrado igual en los colectores de
semejantes casos; si tal vez no lo es la que, según el testimo-
nio de Haller, se describe en las Transacciones filosóficas [1].
Su contemplación, y el análisis de todas las conjeturas clíni-
cas y fisiológicas que ofrece á un ¡ojo atento y sagaz, dilataría

(1) "Cólica rara. Intestina inthoracem translata." Methodus stuáii medie;


tom. 2,pag. 54.
—501—
demasiado nuestra pluma. Queriendo contraerla, reduciremos
los puntos mas interesantes á ciertos consectarios generales.
12. 19 Francisco Águila falleció de un cólico de aquellos
que Sydenhain nombra espurios: [1] esto es, de un cólico ori-
ginado de una hernia formada por el colon y el diafragma:
hernia singular, no conocida hasta ahora en la medicina, y
que con el nombre de entero-diafragmatocele deberá colocar-
se en la clase de las hernias, si agradase á los ilustres manes
de Sawages y Lineo.
13. Acometido el diafragma de alguna irritación, ó convul-
sión espasmódica, se contrajo con fuerza el anillo ("§> 8): ajustó
al colon, y no permitiendo circular la sangre, ni los materia-
les y flatos contenidos en todo el retazo del pecho, se inflamó
y agangrenó. ¿Y no que figuraba el
sería esta inflamación la
dolor píeurítico (§ 4) ? La
pleura estaba intacta (§ 10). ¿El do-
lor de la ternilla xifoides al hipocondrio, y los conatos al vó-
mito (§ 5), no indicaban con claridad los puntos de donde em-
pezaba la contracción del diafragma, y la tirantez que producía?
Ella era seguramente de la circunferencia al centro; pero se
hará reparable que hubiese tal irritación sin el síntoma de la
risa sardónica. La historia de la medicina nos enseña puede
verificarse un parafrenitis sin ella (2). También puede suce-
der que solo padezca un lado del diafragma, y entonces que-
dará ileso el hipocondrio opuesto. Sabemos que después de la
muerte suelen aflojarse los intestinos dilatados por el aire (3):
y de aquí es consiguiente proviniese el estado en que se en-
contró la parte del colon que corría del ciego al anillo [§ 8].
Todas estas ideas nos ofrecen una nueva explicación de los
fenómenos de este cólico, expuestos antes [§ 7], por las doc-
trinas generales. Por estas igualmente se comprende que la
dificultad en respirar, precipitación, e intermisión del pulso
[§ 5], debían aumentarse en la propia razón en que se engro-
saba el colon, y oprimía los órganos vitales [§ 9]. Finalmente,
que si este raro accidente admitía algún remedio, este debía
encontrarse en la sangría, el opio y los laxantes.
14. 2? Puede dudarse si la penetraciou del colon al pecho
se originó en fuerza del mal, ó si Francisco Águila tuvo siem-
pre la disposición de visceras que hemos descrito (§ 8 y 9). En
apoyo de la primera parte de este x>roblema se ofrece el que
las hernias se forman comunmente en aquellos lugares de la
periferia del vientre que desamparan las fibras musculares (4).

(1) Sect. J. cap, 4; sect. 4, cap. 7.


(2) Haen, toni.3, pag. 31.
(3) A mortc omnia flaccescunt. Haeti, tom. 3, pag. 82.
Académ. de clururgie, tom. 8. pag, 336
(4)
Tom. vi Literatura — 66
—502—
Las visceras empujadas con violencia fuerzan precisamente
los sitios donde es menor la resitencia. El anillo del diafrag-
ma (§ 8) es uno de aquellos; y cuando el aire (§ 7) recupera su
elasticidad y se dilata en fuerza del calor, obra con un impul-
so que prolonga la latitud y longitud del colon, (1) y aun des-
troza sus túnicas; y lo recarga todo el ángulo izquierdo, que
fué el que entró en el pecbo (§ 8) [2],
15. No obstante, las demás circunstancias que bemos nota-
do (§ 7, 8 y 10), convencen que la situación y simetría en que
se encontraron las entrañas de Francisco Águila en la disec-
ción de su cadáver (§ 8 y 9), fueron las mismas que tuvieron
desde su origen. Es cierto que en este caso queda invertido
el sistema clínico y fisiológico, fundado sobre la aparente uni-
formidad de la naturaleza. De contado se falsifica que la su-
perficie exterior del imlmon toca en todo su ámbito la infe-
rior de la pleura: (3) que padece la respiración siempre que en-
tre una y otra se interpone un cuerpo diverso (4). Ya las he-
ces circularán por el pecbo, según una opinión atribuida á
Hipócrates, y las máximas destinadas á explorar por el tacto
de los hipocondrios el estado de hígado y del bazo, (5) para
dirigir el diagnóstico y curación de las enfermedades, debe-
rán usarse con desconfianza. Engañarán al dar indicio de
su estado, aunque de un modo distinto qlie en el niño de Eio-
lano, en quien el hígado estaba al lado izquierdo, y el bazo
en el derecho (6). Confesemos ser precisos estas y otras mu-
chas consecuencias; pero nosotros no somos los dictadores de
la naturaleza; á solo su Autor soberano corresponde imponer
leyes. El regirá y vivificará siempre los seres á su arbitrio;
entre tanto que nosotros, precisados por nuestro destino á
consultar sus obras, percibimos de ese abismo, de misterios,
de ese orden inefable, solo aquellas vislumbres necesarias á
nuestro fin, y efímera vida. De aquí jamás pasaremos en esta
miserable mortalidad al supremo honor de pirar el santuario
de la verdad. La verdad es muchas veces como la sombra de

(1) Haen, tom. 1, pag. 274, ettom. 3, pag. 294.


[2J Lieutaud, 1. c., 271. Haller, Physiolog., tom. 8. pag. 184. Boerhaav.,
1., c, § 109.
Boerhaav., Pcelect § 607.
[3J ,

[4] Entre los casos que persuaden que el hombre puede libremente res-
pirar teniendo lina organi/acion contraria á la que requieren las leyes or-
dinarias, no hay otro mas admirable que el que refiere Antonio Haen, tom.
1, cap. 17. Habiendo muerto cierto hombre que gozaba de una respiración
libre y expedita, disecado el pecho, se encontró que todos sus órganos vi-
tales formaban una sola pieza. ¿Cómo se movia el corazón?
[5] Hipp., Áphor. 40, lib. 6. Prsesag, 31, 32, 33, lib.l, Haen. tom. 3 pág.
159.
("6] Martinez, Anatom complet, pag. 130.
—503—
Oreusa, que en las tinieblas de la noche hace sentir su dulce
voz, señalando á los humanos los vestigios por donde deben
marchar. Entonces, si encantados de los primeros rasgos de
su hermosísimo aspecto, nos abalanzamos á aprisionarla entro
nuestros brazos, huyo indignada con una velocidad superior á
la del viento, y á la de esos espectros fugaces que figura el
sueño.

Ter cona tus ibi eolio daré brachia circuía;


Ter frustra comprensa mamis effugit imago,
Par levibus ventis, volucrique siraillima somuo.
Virgil., JEneid. , lib. 2, v. 792.

Observación Médica

Ventura Medez, soldado del regimiento Real de Lima, en-


mes de Febrero en el hospital de San
tró el día 8 del presente
Andrés acometido de pasmo. Era este de la clase de aquellas
que, el pueblo llama pasmo de arco y los médicos opistótonos.
Fué socorrido con el uso délos oleosos, así interno como ex-
terno, y arrojó de resultas de él una lombriz de aquellas que
nombran los médicos tenias, la que tenia cinco varas y sesma.
Independiente de este retazo unido, salieron otras porciones
menores, y todas juntas formaban cerca de siete varas. El pa-
ciente murió el dia 10, tercero del insulto. En su cadáver po-
dría el enchilo anatómico haber manifestado los desórdenes
que aquella formidable lombriz causó en sus órganos, y si to-
maron de aquí el origen las contracciones de los músculos;
pero no habiéndose concluido la habilitación del Anfiteatro
anatómico, faltan los recursos prontos para la indagación de
unas causas, sin cuyo conocimiento jamás podrá adelantarse
la medicina peruana. Por fortuna vivimos bajo de un gober-
nadoresclarecido, que vá á perfeccionar esta obra interesan-
te, y dejar en ella á la posteridad un nuevo monumento de
sus luces y beneficencia.
—504—

Metamorfosis humanas.

NOTICIA DE LA. EXTRAÑA DESFIGURACIÓN DE UNA NIÑA.

No hay cosa mas natural y común que las transformaciones


humanas. Los que las reputan por sueños, visiones y fábulas
no han meditado que ellas no solo son una cosa real, sino aun
el origen de la fortuna, deleite é instrucción del hombre. Las
intrigas del político, los divinos recitados del poeta, y los bri-
llantes sistemas del filósofo, son únicamente efectos délas me-
tamorfosis del alma. A
la verdad, para no calumniar las ope-
raciones del hombre, que no tiene designio de engañar al gé-
nero humano, sino exponerle lo mismo que siente, que conci-
be con claridad, y de que está íd tunamente persuadido, es me-
nester cubrirlas con el honesto título de transformaciones espi-
rituales. También las hay corporales, pero que siguen una
progresión inversa. Siendo las primeras hijas del ejercicio
y la costumbre, son mas espantosas á proporción que se reti-
ra el espíritu del instante en que recibió el ser. Por el contra-
rio,dependiendo las segundas de impresiones puramente me-
cánicas, son tanto mas notables, cuando está el cuerpo huma-
no mas inmediato á su origen. JV\. imnctum saliens, que en los
primeros momentos obra con una fuerza muy superior á to-
das las resistencias que se le oponen, mientras prolonga unos
vasos y reúne otros, para figurar, aumentar y consolidar el
cuerpo, duplicada su celeridad por cualquier causa pequeña,
es capaz de arruinarlo en todo ó en parte. De este principio
emanan las sigilaciones tan frecuentes en el embrión debidas
á la fuerza de la fantasía de la madre. Al desamparar el niño
sus entrañas, aunque mas vigorizado que en los meses an-
teriores, le quedan aun muchas partes del sistema huesoso,
que no teniendo la solidez correspondiente, están expuestas
á que una impresión un poco activa las haga saltar de sus
propios sitios, y variar de figura y dirección. Mutaciones que,
no pudiendo verificars'e sin alterar la distribución de vasos y
nervios, producirán en el resto de la vida consecuencias no-
tables, y una transformación física que admire. Tal es la que
hace hoy el asombro de nuestra ciudad, no acostumbrada á
ver los efectos de la raquitis, y que vamos á referir.
Jciana Ceñudo nació en el pueblo de Pativilca, el año de 73,
sin lesión alguna. A
los nueve meses, estando echada en una
—505—
cama saltó sobre ella una y moviendo con el estrépi-
gallina,
to y encuentro délas alas una cortina en que se apoyaba, la
precipitó. Desde este instante comenzó á irse desfigurando su
cuerpo, y no crecer en proporción. Luego que amaneció en
ella la expresión del sentimiento, anunció los crueles dolores
que sufrid en todas las coy uu turas de su cuerpo, observándo-
se que estos crecian con los nspectos de la luna. Al año sépti-
mo le acometieron las viruelas, que soportó con felicidad: si
es que puede llamarse tal el tránsito de una enfermedad, que
solo cesa para que con ti míe otra de mayores angustias. En
estos dias ha sido conducida á esta capital, á fin de que sirva
de asombro al pueblo, dé ejercicio á la piedad, y dé materia
á las reflexiones del filósofo. Con el método que este acostum-
bra, expondremos lo que observamos en ella antes de ayer,
dia en que la reconocimos.
Situación general de su cuerpo. Estaba reclinada sobre el la-

do derecho en una cama de vara y media de largo, de la que


solo ocupaba la mitad. Los muslos doblados hacia el pecho,
uno sobre otro. Los piernas seguían su flexión para atrás has-
ta el medio de la espinilla, en donde una torcedura invierte
el pié, presentando el talón por delante, el empeine y planta
por atrás. Los brazos seguían paralelos hacia el esternón, ó
centro del pecho, hasta el codo. De aquí empieza el antebrazo
á formar un arco, cuya convexidad sobresale por la parte in-
terna y superior cíe él. La muñeca y mano tenian una postu-
ra regular.
Situación particular de varias par'tes. El tacto anuncia que
la clavícula está inversa, presentando á la vista el borde in-
ferior, y parte de su superficie posterior. Su extremidad in-
terna se apoya en el borde de la cavidad superior del ester-
nón, la externa queda flotante sin unirse con el acromion; por
consiguiente queda sin seguridad la articulación de la cabeza
del húmero con la cavidad glenoide de la paletilla. El espina-
zo corre por el lado izquierdo, separándose de su situación
natural desde el hueso sacro hasta el ángulo inferior del omo-
plato, en que su mayor distancia á su propio sitio es de tres
dedos: de allí forma un segmento circular para articularse con
las vértebras del cuello. El pecho está un poco levantado, y
declina el esternón á la derecha, cuanto la espina á la iz-
quierda.
Dimensiones. De la coronilla de la cabeza á la planta del pié,
midiendo varias inflexiones del cuerjjo, tienen una vara; de la
coronilla á la barba, cuarta y tres dedos; el pié, ocho; el hueso
del brazo, seis; el antebrazo, seis; y la mano nueve.
Funciones. Contemplando las animales, se encuentran li-
bres todas las operaciones de celebro, y órganos inmediatos.
— 506—
La cabeza reclinada sobre la almohada forma los movimientos
de extensión y flexión que dependen de su articulación con la
primera vértebra del cuello nombrada atlante, y los medios
giros que facilita la apófisis odontóides de la segunda. El bra-
zo carece del movimiento para atrás, y del rotatorio. La mu-
ñeca y manos están expeditas. Los demás miembros no tienen
otros movimientos, sino unos muy oscuros que anuncian vi-
vir. Todo el cuerpo no puede tener otra situación que la que
hemos descrito: así quedaría eternameute apoyada sobre el
costado izquierdo si no la movieran. Considerando sus funcio-
nes vitales, se encuentra la arteria con una pulsación ordena-
da en todos los lugares en que se acostumbra explorar. Es in-
dicio de que la sangre y espíritus penetran todos los miem-
bros, su suma sensibilidad, que no permite mas peso que el de
una sábana delgada. Por lo que respecta á las naturales, el
alimento es sumamente moderado, y ejercita con proporción
todas las demás que le son consiguientes.
Desfiguración, Solo la cara y manos tienen correspondencia
con su edad: los demás miembros, gozando un grueso regular
ásu longitud, tienen todas las variaciones que hemos notado
menudamente, por si alguno quisiere explicar semejante mis-
terio. Para esto es preciso se transforme filosóficamente, pues
solo así se penetra el oscuro reino de la naturaleza.

DESCEIPCION
DE UNAS TERMAS DESCUBIERTAS Y FABRICADAS EN LA VILLA
DE HüANCAVELICA POR D. JUAN ANTONIO DlAZ, Y DE
SUS EFECTOS SALUDABLES.

La Sociedad no puede explicar el gozo que siente todas las


veces que se le. proporcionan ocasiones en que desempeñe la
tercera parte de su Prospecto. Anunciar con elogio al públi-
co las obras que se erigen á beneficio de el, no solo es un acto
de justicia debido al mérito del autor, sino también una lección
de patriotismo, un ejemplo que se le presenta para la imita-
ción. El aplauso es un estímulo poderoso respecto de cuantos
se precian de tener sentimientos racionales. Con este doble
fin ha recordado en otros Mercurios los nombres de algunos
—507—
beneméritos, acreedores á la gratitud de los Peruanos, y si-
guiendo la misma propensión, no olvida en el presente el
de Don Juan Antonio Diaz, vecino de la villa de Huancave-
lica.
Este honrado y piadoso patriota lia descubierto y fabricado
unos baños medicinales, á beneficio de los moradores de la
enunciada villa y de todos los que concurran ;í ella, destinan-
do su producto al culto y decencia del adorable augusto Sacra-
mento. Hallan se¡situados inmediatos ;i la población: constan
de dos piezas edificadas con arte. Cada una tiene sus puertas
y ventanas de reja, hechas de la madera llamada vulgarmente
casi, que es incorruptible, y adornadas con su cortinaje de
lienzo delgado, á fln de que sirvan de obstáculo al aire sin im-
pedir la luz. En su pavimento se han formado unas tinas de
fuerte argamasa capaces de contener un hombre sentado con
toda comodidad., y llegarle el agua hasta los hombros. Esta
se origina de unos venero** que corren por sobre vetas de hier-
ro. Así por la disposición del terreno, como en especial por
la curiosidad con que se han fabricado los cuartos, se consi-
gue que estando uno superior al otro, la tina del primero re-
ciba las vertientes en su plan, de donde corriendo el agua á
la segunda mas inferior, y que dista algunas varas, le entra
por el borde haciendo un salto, á fin de que golpee, si fuere
necesario, sobre el cuerpo que hubiere de usar los referidos
baños. Su temple es agradable gozando de un moderado ca-
lor, y tan expedito su curso que pueden renovarse al arbitrio
propio sin temor de que se estanque la menor porción de agua.
La exposición que acabamos de hacer manifiesta claramente
que estas nuevas termas deben ser muy útiles á la salud, así
por la naturaleza de sus aguas, como por la disposición que
se ha dado á los recipientes. Las preparaciones del fierro se
reputan en la medicina por el último auxilio de la mayor par-
te de las enfermedades que componen la dilatada familia de
las eró* icas. Tiene el fierro una virtud corroborante, que res-
tituyendo eltono á los nervios y vasos mayores, estrecha sus
diámetros, y los hace obrar con eficacia sobre las obstruccio-
nes linfáticas, serosas, etc., originadas de su flojedad y lan-
guidez. Estos obstáculos reprimiendo el círculo son el origen
de la parálisis, de los dolores tenaces, de los tumores duros,
de la caquexia y Éüs resultas. Los vasos, confortados é ir-
ritados suavemente por la acción del fierro, los deshacen, di-
suelven y precipitan. Entonces la sangre gira sin embarazo,
restaura su color purpúreo, se reproducen los espíritus, fluyen
por los nervios, se vigoriza el cuerpo, y recupera la sanidad.
Son dignas de notarse las bellas observaciones del señor Men-
ghini publicadas en las Memorias del Instituto de Bolonia, en
—508—
las que convence con evidencia que las partículas ferrugino-
sas son la causa jirincipal del color rojo de la sangre.
Entre las preparaciones referidas merecen sin disputa la
preferencia las disol aciones del fierro en su estado de perfecta
mineralizacion. Por eso se lian recomendado siempre las ter-
mas cuyos veneros corren por sobre las vetas de este metal.
El agua al pasar por ellas se impregna de su sustancia, no
solo por la actividad de su gas que es un poderoso disolvente
del fierro, sino rjor cierta virtud particular que se descubre en
ella, aun cuando se despoja de aquel espíritu aéreo. Condu-
cen" mucho para hacerlas mas efectivas, el calor y vapores que
despiden. Son estos un producto de la efervescencia que ori-
gina la disposición de las piritas, (1) atacadas por el agua y
el aire. En efecto estos vapores no solo relajan los poros in-
halantes que pueblan la piel, disponiéndolos á que fácilmente
los penetren las menudas riartículas del fierro, sino que tam-
bién ablandan la rigidez de los tendones, y el endurecimien-
to de la sinovia que causan las contracciones de los miembros.
Esos mismos vapores anuncian estar las aguas cargadas de
principios volátiles y elásticos, que en el uso interno lian de
promover con rapidez y poner en acción sus virtudes. Por ser
estos elemecitos fugacísimos, es lo mas acertado usar las aguas
en sus mismos manantiales, porque conducidas á lugares dis-
tantes se disipan á pesar de las mayores precauciones. Hay
casos en que, ó por la dureza de los tumores, ó por la suma
inercia de las partes, no es suficiente la simple ablución: se
necesita dar ímpetu al agua para que con el choque desbarate
aquellos, ó irrite y avive estas (2).
En la historia de los baños medicinales de Huancavelica,
vemos que á su artífice no se ocultó esta sabia precaución;
infiriéndose por otra parte de la comparación de nuestras re-
flexiones con aquella la bondad de los enunciados baños, no
se puede negar su gran utilidad en beneficio de la salud. La
experiencia viene al apoyo de esta conclusión. Un catálogo
numeroso de observaciones acredita haber causado su uso aque-
llos efectos benéficos que hemos computado, combinando las
virtudes de las preparaciones marciales con las leyes á que
está sujeto el cuerpo humano. Apuntaremos las mas notables.
D. José Pedregal padecía un dolor continuo en el dedo pul-
gar de la mano izquierda. D. Juan Antonio Diaz padecía otro
semejante en los lagartos de ambos brazos hasta los hombros,

(1) Las tierras ferruginosas y el azufre son los principios esenciales de


las piritas, según el sabio Henckel, que es el oráculo en estas materias.
(2] Aquarum ruinis partes in passione constituios sunt subjiciendee, quas
Grceei cataclysmus appeltant; plurimum etenim earum percussiones facinnt
orporum mutationem. Cel. Aurel. Morb. ehron., lib. 2, cap. J.
—509—
que uo permitían vestirse sin gr&ií incomodidad. Santos
le
1\ 11 z tenia otro igual en el pecho. Todos tres quedaron perfec-
i

tamente sanos con solo un baño.


Pedro Alegría padeció muchos años de estitiquez, afecto al
pecho, dolores en el cuerpo, envaramiento y torcedura del
cuello. Uniendo á los baños el uso interno de sus aguas logró
libertarse de todos estos accidentes, habiéndole sobrevenido
algunas evacuaciones y vómitos, con cuyas resultas le ha que-
dado el vientre expedito y todas sus funciones arregladas.
Da. Cayetana Fernandez, afligida de varias obstrucciones
y ahogos molestísimos, llegó á consumirse de suerte que pa-
recía un esqueleto: el uso de los baños le va restituyendo su
color, fuerzas y salud. Da. Tomasa Fernandez tenia una obs-
trucción en el vientre como la copa de un sombrero, y al mis-
ino tiempo los ojos cubiertos de nubes. Después de no haber
encontrado recurso en la medicina, lo halló en el uso de los
baños: estos le han minorado una gran parte del bulto, y apli-
cados á los ojos, los han libertado enteramente, de modo que
hoy goza de una vista perfecta.
Isidora Eomero, molestada muchos años de almorranas,
con solo un baño, se ha curado de ellas. Da. Usurla Fernan-
dez, Da. María Josefa, y D. Mariano Díaz, deben á estas ter-
mas (saludables haberse libertado de varias verrugas que te-
nían en diversas partes del cuerpo.
Micaela de N. entró al hospital de la villa casi moribunda
por una fuerte parálisis, que la dejó muda y contraída de pies
y manos. Los auxilios médicos avanzaron poco; los baños le
restituyeron el habla y aflojaron los miembros, aunque ha
quedado algo coja; y al mismo tiempo ha conseguido engor-
dar muchísimo, y que le fluyan los menstruos, quo hacia mu-
chos años que tenia suprimidos. Da. Eulalia Viainoute en vir-
tud de los baños disfruta igualmente de este último beneficio.
Un tarmefio de resultas de una parálisis tenia un brazo es-
tirado y sin movimiento como una estaca, una pierna suma-
mente hinchada, y el pescuezo tan torcido que miraba por
encima del hombro derecho; no habiendo conseguido en el
hospital consuelo alguno á sus males, lo encontró en los ba-
ños, que lo curaron perfectamente.
Lo mismo aconteció á Mariano Palomino, actual mayordo-
mo Real mina de azogue, con unos fuertes dolores gáli-
de la
cos que le tenían impedido el movimiento de brazos y pier-
nas. Dos purgas interpuestas en el uso de los baños lo han
restituido á su antigua salud y empleo.
D. Juan de Dios Aguilar de resultas de unas tercianas que-
Tom. vi. Literatura — 67
_510—
dó con un dolor continuo de cabeza, el que ha cesado bañán-
dose las piernas con las aguas de esas nuevas fuentes.
¡Cuántos individuos inutilizados por sus dolencias podrían
volver al número de aquellos laboriosos que sustentan, prote-
jen ó enriquecen el reino, si hubiera en todas partes personas
sensatas y caritativas que supiesen aprovechar las infinitas
aguas minerales de que abundan nuestros países! Esperamos
que el ejemplo de D. Juan Antonio Diaz estimule á muchos
á promover este ú otros establecimientos favorables á la
salud.
La Sociedad tendrá cuidado de tributarles el elogio que me-
recieren, excitar á los Peruanos á la gratitud, y servirlos con
sus luces, si las hallasen necesarias para dirigir sus operacio-
nes ó instruirlos en sus dudas.

DESCBírCION
BE UN TERNERO. BICÍPITE, SEGUIBA BE ALGUNAS
REFLEXIONES SOBRE LOS MONSTRUOS.

Entre las raras producciones de la naturaleza, con que el


ilustrado y generoso Hesperióphylo [1] coadyuva á la forma-
ción del gabinete de historia natural que desea establecer la
Sociedad, no es la menos apreciable un ternero vicípite, cuyo
cadáver é historia anatómica le ha dirigido desde la provin-
cia de Conchucos. Queriendo la Sociedad satisfacer la curiosi-
dad del público, que mira con admiración estos fenómenos del
reiuo animal, y dar materia á la fina reflexión de nuestros fí-
sicos, lo expone en el dia de mañana y en los tres sucesivos
en el despacho del Mercurio, publicando en este la referida
historia acompañada de las noticias y observaciones que mi-
nistran la meditación y el estudio,

[1] Este socio benemérito lia hecho una dilatada excursión en las pro-
vincias de Tarma, Huanaco, Huamalíes, Conchueos Huaylas y Cajatambo,
comisionado en asuntos gravísimos del Real servicio. Desde diversos pue-
blos de aquellas comarcas, especial mente desde las montañas de los Pana-
tabuas, y de las inmediaciones del Marañon en el partido de Sihuas, ha he-
cho frecuentes remesas así de especies pertenecientes á la ornitología, zoo-
logía y metalurgia, como de diversas observaciones baiométricas, filoló-
gicas, económicas y políticas que algún dia ocuparán nuestras prensas. La
edición de este rasgo lia quedado postergada, por no alterar el orden dis-
tributivo de las materias ya coordinadas para las sucesivas impresiones.
—511—
"El enunciado becerro nació vivo y según sn tamaño en
" el tiempo regular. Su aspecto exterior desde la nuca á
" la cola representaba nn solo cuerpo perfecto con sus ina-
" nos, pies y partes generativas del sexo masculino. De la
extremidad del cuello salían dos cabezas distintas y perfec-
''-

" tas en todos sus órganos. Veíanse estas reunidas por una
" parte de las superficies de los huesos occipital y temporal,
" de suerte que las orejas internas se hallaban perpendicula-
" res, paralelas, y arrimadas la una á la otra, mediando úni-
" camente la distancia de un dedo: las orejas externas venían
" á parar sobre la mitad del cuello. Así cada cabeza miraba
" según direcciones opuestas no enteramente, sino formando
" un ángulo próximo á 70 grados. Vivió 15 dias, aunque algo
" desmedrado. Mamaba con ambas bocas; pero como su situa-
" ciouno permitía ejecutarlo á un tiempo, se alternaban. Toda
1
mi actividad y esmero no pudieron impedir pereciera. Lue-
" go que murió mandé hacer su anatomía. Sus resultados no
" ofrecerán á Vins. mas que una prueba de los deseos que nu-
" tro de ser útil á nuestro amado Mercurio. En lo demás, Vms.
" bien saben que yo no soy anatómico, y que esta es la prime-
" ra vez que empuño el acero y la pluma en clase de diseca-
" dor.
" Abierto el i>echo del monstruo se descubii5 que sus órga-
" nos vitales estaban duplicados desde el fondo de la boca. A
" cada lado habia un corazón con sus pulmones y arterias res-
" pectivas. También estaban duplicados los órganos natura-
" les, excepto el intestino recto que reunía los dos cólones
y
11
se hallaba cubierto por un involucro duplicado. Los órganos
" de la generación se registraban algo confundidos: los cuellos
" de dos vejigas distintas se ingeriau en una sola uretra, en
" la que igualmente se descargaban dos vejigas seminales
" bien abultadas, comunicando cada una con el teste de su la-
" do. Observé que en el esqueleto habia dos diferentes cuellos
" con todas sus vértebras, y que se comunicaban mutuamente
"• por unos cartílagos intermedios. Ambas series se reunían al

" principio del espinazo, corriendo este sencillo hasta el hueso


" sacro y el cóccix. He procurado conservar con el cuero toda
" la configuración exterior de este monstruo. La Sociedad con
u su vista hará aquellas reflexiones fisiológicas de que me pri-
" van los quebrantos de mi salud, y los graves cargos de mi
" empleo."
En otros tiempos fueron reputados por unas señales infaus-
tas de la ira del cielo todos los animales que nacían contra el
orden regular de la naturaleza; esto es, con una conformación
de partes diversa de aquella que caracterizaba su especie. Por
eso los antiguos Latinos los nombraron monstrua, persuadidos
—512—
á que les mostraban ó amonestaban las futuras calamidades, (1)
á tiu de que se acogiesen con anticipación á las aras, y apla-
casen con sus hostias y expiaciones á los dioses irritados. Ni
creian que semejantes sentimientos fuesen efectos del pavor
que induce la ignorancia, venerábanlos como unos movimien-
tos de la piedad y la religión.

Non esse pavoris


Sed pietatis ojpus divorum ostenta Uniere.

Bajo de estos principios establecieron dos clases de monstruos.


En la primera colocaban aquellos que variaban enormemente
el orden, naciendo con la mezcla de diferentes especies. Tales
eran las harpías que describe Virgilio.

De los vecinos montes las harpías


Con espantoso vuelo de repente
Se dejan ver, y con graznidos grandes
Aves, diosas, ó furias: ningún monstruo
Mas triste que ellas hay: los rostros tienen
De
virgen estas aves: asqueroso
El excremento de su voraz vientre,
Como de águila corvas son sus manos,
Pálido por el hambre el rostro siempre [2].

Semejantes portentos eran terribles en el agüero según la de-


claración de los arúspices, y los castigos que amenazaban, no
podian evitarse sino mediante aquellos solemnes sacrificios
lústrales [3] llamados suovetaurüia; porque en ellos se inmo-
laba al cerdo, la oveja y el toro [4].
En la segunda entraban los partos desfigurados que no va-
riaban la especie. Entonces los dioses se aplacaban únicamen-
te con la deprecación de nueve dias;'y asi lo practicó el pue-
blo romano en el nacimiento de los monstruos de Arimino, y
del Campo Piceno, que eran dos niños, el uno sin ojos ni na-
rices, y el otro sin manos ni pies [5].
La religión católica, establecida sobre las ruinas del paga-
nismo, no pudo extinguir enteramente todas las preocupacio-
nes inherentes á la superstición. En el siglo XVI se miraban

(1) Animabiq inhume suam calamitatem procsagiebant. Herodian., lib. 1.


(2; JSneid., lib. 3,

[3J Tnstructum cxercititm site, ove, taurisque tribus lustravit. Liv. lib. 1.
[4] fíiioretaurüia hostiarum trium diversi generis immolationem significant,
tauri, arietís, verris. Fest.
[5] Liv. lib. 34.
—513—
todavia con un horror sagrado los monstruos, y aun sojuzga-
ba descubrir por su aspecto las miserias (pie presagiaban. Un
monstruo de dos cabezas so creia ser un indicio claro de los
infelices cismas que ocasionaba la elevación de dos concurren-
tes al soberano pontificado. El famoso (pie sucedió á la muer-
te de Gregorio IX, y que por el espacio de medio siglo despe-
dazó el seno de la Iglesia, fué anunciado según Aldroban-
do [1] por crecido número de prodigios de este genero. Pero
si estos nacían con las caras, vuelta la una contra la otra en
aire de iusultarse, las consecuencias eran guerras sangrientas
entre príncipes cristianos, ó entre estos y sus subditos. La re-
belión de los Ganteses, y su castigo por Carlos V fueron pro-
nosticados según Ambrosio Pareo [2] por un portento de esta
especie, que nació en Hesse el 4 de Enero de 1540. Llegó á
tal extremo el fanatismo y credulidad, principalmente entre
los Griegos, que se puede asegurar que una de las causas que
influyeron en la ruina de su imperio fué el infante de dos ca-
bezas y cuatro brazos, que se dio á luz en Constan ti nopla en
tiempo del emperador Andrónico. El pueblo tímido y supers-
ticioso lo reputó por un presagio infalible de la caida del tro-
no de sus Césares; y desmayado con estas ideas melancólicas,
proporcionó al Musulmán aquellas ventajas que tuvieron por
límites las ruinas de Bizancio. Siglos de tinieblas en que el
hombre solo veia espectros y sombras, en que el astrólogo y
el físico atribuían á la influencia de los eclipses y cometas la
generación de los monstruos.

Astra no vant formas ccelumqud interserit ora [3].

La observación y el estudio de la buena física han disipado


ya estas sandeces y quimeras. Los monstruos, lejos de ser mi-
rados en el siglo ilustrado en que vivimos como unos presa-
gios sobrenaturales de los torbellinos que alteran la tranqui-
lidad del globo terrestre, se reputan por unos juegos y capri-
chos con qué la naturaleza sorprende al que la contempla.
Semejante á un diestro pintor parece que abandona á veces
las leyes ordinarias, y deja correr el pincel á la dirección de
su divino entusiasmo.
Examinando con atención la metamorfosis del reino animal,
pueden reducirse sus monstruos á cuatro clases: 3? monstruos
por transposición, 2? monstruos por defecto, 3? monstruos por
exceso, 4? monstruos por conjunción. Llamamos monstruos

[1J De monsbris, pág. 367.


[2] Paulian., tom. 5, Monstre,.
[3] Manil ., lib. 4.
—514—
por transposición todos aquellos individuos del reino animal,
cuyas partes interiores no ocupan sus sitios naturales. Licós-
tenes refiere, que en el año de 3819 de la creación del mundo
nació un niño con un brazo y tres pies por haberse transpor-
tado el brazo derecho de las partes superiores á las inferiores.
El mismo aseguró que en el año de 1554 de la era cristiana
nació en Stetin, capital del ducado de Pomeranía, un infante
cuyo brazo izquierdo salia de la oreja del mismo lado. Las
transposiciones de los órganos interiores son mas frecuentes,
y en este número pueden colocarse, entre las muchas que re-
fiere la historia de la auatomía, la situación del colon, el ba-
zo,, etc., que descubrimos en los "Mercurios" números 110 y
111.
Monstruos por defecto se dicen aquellos que nacen con me-
nor número de patas que las acostumbradas. Tales serian los
cíclopes, de quienes se escribe haber tenido un solo ojo colo-
cado en el medio de la frente. Pero sin necesidad de recurrir
á la tabula, la historia nos ofrece muchos monstruos de este
género .Será suficiente nombrar á Francisco Xavier Eaidlmaer,
que ahora diez años vivia aun en Mmes. Este hombre, na-
cido sin brazos en Viena de Austria, fué el objeto de la curio-
sidad y admiración de la Europa, menos por la falta de sus
brazos que por la agilidad y destreza de sus pies con que su-
plía el defecto de las manos. Con "estos ensartaba la aguja y
cocia con delicadeza, cortaba la pluma y escribía con claridad,
preparaba el lápiz y hacia obras maestras en el diseño [1].
Monstruos por exceso se denominan aquellos que nacen con
un número mayor de partes del acostumbrado. Tales sonen
la especie humana los sexdigitales, de quienes suelen encon-
trarse familias enteras, cuyos hijos guardan este carácter aun
cuando sus padres se hayan mezclado con otras familias que
solo tengan los dedos comunes. Entran igualmente en esta
clase todos los partos que salen con dos cabezas, con cuatro
brazos, con cuatro jn es, etc, En el dia 30 deNoviembre del año
1694 nació en esta ciudad un infante que de los pechos para
abajo tenia un solo cuerpo, y de los pechos para arriba se di-
vidía en dos. Cada uno tenia su cabeza y sus dos brazos per-
fectos [2]. Pertenecen á esta clase todos los partos que nacen

[1] Paulian., loe. cit.


[2] Véase la obra intitulada Desvíos de la naturaleza, impresa en Lima
año de 1695. ¡Salió á nombre de D. José Rivilla, cirujano; pero su verdade-
autor fué el Dr. D. Pedro Peralta. La partera bautizó un pié de este mons-
truo que arrojó en el parto con señales evidoutes de que aun vivia. El
enunciado doctor prueba en el cap. 9 y 10 haber tenido dos almas, y haber
quedado ambas bautizadas con solo la ablución de un pió. Así es falsa la
noticia que el P. Luis Fe.uillóe esparció en Europa (Obsevv. pht/s. malh., t. 1,
p. 486) do haber sido 11 ovado á la pila, y preguníádoóe por oí cura al ama
— 515—
con carnosidades en diversas partes del cuerpo, representan-
do crestas de gallo?, arañas, ranas, zapos, frutas, etc. No fal-
tan autores que aseguren haber nacido algunos infantes con
figuras de racimos de motas en los durillos, que se ponian en-
carnadas y florecientes en la estación en que los árboles dees-
tas florecen en las selvas [1]. Suelen encontrarse monstruos
por exceso y transposición á un tiempo. En los dias de Fran-
cisco I, rey de Francia, apareció uno con dos cabezas, de las
cuales una salia de la barriga. Vivió algunos años viajando
la Europa y recogiendo limosnas. Era muy avaro.
Se ha dado el nombre de monstruos por conjunción á los In-
corpóreos; esto es, á los que teniendo dos cuerpos enteros con
todos sus miembros distintos, están unidos por algún lado.
Es singular la historia de dos niñas que nacieron en Quebec
pegadas por un costado. Fueron criadas en cierto monasterio,
cuyo instituto profesaron. Era la una de genio perverso, y la
otra de carácter amable. Vivieron algunos años sucediéndose á
la muerte de la primera pocos dias después la de la segunda [2]
Entre los irracionales se encuentran las mismas variedades.
Se ha visto una liebre bicorpórea unida por el espinazo, de
suerte que cuando una cabeza miraba al suelo, y su respecti-
vo cuerpo insistía en los pies correspondientes, la otra con sus
respectivos pies miraba al cielo. El uso de esta duplicación de
miembros, dice un literato elocuente. [3] ofrecia un espectá-
culo singularísimamente grato á la vista, al verse perseguido
el bruto en la caza; porque cuando se sentía fatigado en la
carrera, volteaba el cuerpo de arriba abajo, y proseguía la fu-
ga con los otros cuatro pies que antes estaban descansados.
También se han observado reptiles y aves de mayor ó menor
número de miembros que el acostumbrado, [4] y muchos cua-
drúpedos bicípites, cuyo número aumenta el ternero que he-
mos descrito.
Los han intentado descubrir las causas de estas ad-
filósofos
mirables metamorfosis de la naturaleza; pero como ella oculta
sus obras cubriéndolas con un velo impenetrable y majestuo-
so, [5] después de muchas inquisiciones han venido á dividir-
se en diversos pareceres, que es el fruto de todas nuestras lu-

sihabía reconocido dos voluntades, y respondido esta que sí; que la una ca-
beza dormía cuando la otra velaba, que la una se reía cuando la. otra llora-
ba, etc., y que en consecuencia se bautizaron con separación. El marques
de Saint-Aubin, t. 7, p. 14S ; incidió en el mismo error siguiendo al enun-
ciado Feuillée.
[1] Haller, Physiolog., tom. 8, pág. 134.
[2] Paulian., loe cit.
[3] Feyjóo, Cart, 1, cap. 6.
14] Haller, loe. cit., et in notis ad Boerhaav.,to7n. 4, pag. 264.
[5] Omitía incerta ratione, et naturia maj estáte abilita. Plin., lib. 2, cap. 31,
—516—
culpaciones. Pedro Silvano Begis, filósofo cartesiano de mu-
cho crédito, opinaba que los rudimentos de todos los mons-
truos habian sido criados en el principio del mundo, igualmen-
te que los gérmenes de todos los cuerpos regulares; y que así
como la generación de estos no se efectuaba sino desenvol-
viéndose sus pequeñas partes mediante, el aura del sémeu mas-
culino que fecunda los pequeños huevos que los contienen, de
la misma manera la generación de los monstruos se efectuaba
desenvolviéndose el primitivo rudimento, en que se hallaban
delineadas todas las partes del monstruo. Siguieron esta opi-
nión, y la sostuvieron con aplauso los insignes anatómicos
Du Verney y Winslow.
Por el contrario Mr. Lemeri [l] y otros muchos físicos han
pensado que los monstruos son el electo de algunos acci-
dentes sucedidos al feto en el seno de la madre. Siendo deli-
cados sus miembros, dicen, no hay impedimento para que la
menor causa pueda destruir una parte de ellos, y se origina-
rán los monstruos por delecto. También puede suceder que
fecundados los huevos, se rompan sus involucros, se confun-
dan ó reúnan sus gérmenes; y según la mayor ó menor des-
trucción que entonces sucediese, se originarán los monstruos
por exceso, ó por conjunción.
El ilustre metafísico Malebranche atribuía muchos de los
fenómenos que hemos referido á la fuerza de la imagiuacion
de la madre. Reina entre esta y su feto una armonía semejan-
te á la que Leibnitz juzgaba existir entre las almas y los
cuerpos. Las imágenes grabadas en el celebro de aquella se
imprimen igualmente en el de este, conducidas por los espí-
ritus animales. En nuestro sensorio existen ciertos resortes ó
fuerzas impulsivas, que dirigiendo los espíritus, hacen sinta-
mos en nuestros miembros aquello que nos horroriza en los
análogos do otro. Por ejemplo, si vemos algún hombre que
tenga la nariz monstruosa, nos horrorizamos, y en el mismo
instante sentimos en la nuestra un movimiento desagradable,
como si se formará en ella la-defoimidad mencionada. El hor-
ror grabó con fuerza en nuestro celebro la representación de
la nariz monstruosa, y los resortes y fuerzas activas de aquel
la dirigieron mediante los espíritus á la nuestra. Estos inten-
tan imprimirla en ella, de donde nacen esas sensaciones in-
gratas, pero como están endurecidas con la edad, resisten á la
fuerza impulsiva. Si una muger preñada experimenta esta
propia sensación, sucede en ella lo referido, y por imitación
en su feto; mas como las carnes de este se hallan aun muy de-
licadas, ceden fácilmente á la impulsión de los espíritus, quie-

(1) Histoire de V Acaclémie det sci enees, año 1714 ; pag. 44.
—517—
nes varían su figura imprimiendo como en cera la imagen del
objeto percibido por la madre. En consecuencia él nace con
esta deformidad.
Hé aquí tres sistemas plausibles destinados á explicar la ge-
neración de los monstruos. Sistemas concebidos después de
muchas reflexiones combinadas con los hechos mas acredita-
dos, pero que ninguno de ellos puede establecerse como una
regla general. Es preciso, ó abrazarlos todos aplicándolos se-
gnu la diversidad de los monstruos, ó desterrarlos para siem-
pre de la física, dejando al hombre sumergido en sus antiguas
tinieblas. El sistema de Silvano ílegis es el único que expli-
ca con energía y claridad la generación de los monstruos por
transposición; porque si el mismo Autor de la naturaleza al
criar los rudimentos del reino animal no organizó los mons-
truos de esta clase, ¿qué choque, qué impulsión, ó qué acci-
dente puede haber acontecido en el seno materno que ejecute
las transposiciones admirables que hemos referido, y otras
muchas que se leen en la historia de la anatomía! Estas me-
tamorfosis dependen inmediatamente del Criador. Eu ellas
resplandece la fecundidad y variedad de su arte infinito, ai
mismo tiempo que su libertad, no estando siempre sujeto aun
mismo plan de construcción.
Pero sin recurrir á las aras, sin hacer que el Criador sea el
autor inmediato de los monstruos por defecto, por exceso y por
conjunción, pueden estos explicarse por el sistema de Lemeri.
Los raros accidentes que acontecen al feto en el vientre de su
madre pueden hacer que se les quiebren, disloquen, no se nú-
trancó pudran los brazos, pies, etc. En esta hipótesis nacerá
sin ellos, y será un monstruo por defecto. Los monstruos bicí-
pites y los bicorpóreos dependen de un mismo principio. Si se
fecundasen dos huevos á un tiempo, y eu estos por las causas
referidas ú otras análogas se destruyesen las partes contiguas
de las membranas que los cubren, se reunirían por la cicatriz
y formarían un solo huevo. En esta suposición los gérmenes
contenidos están próximos á reunirse por sus lados, y como
los rudimentos de sus miembros estén muy tiernos y peque-
ños, si se efectuase la reunión se destruirá mayor ó menor nú-
mero de ellos en razón del contacto. Si este se hizo con fuerza
en toda la longitud de uno y otro germen excepto la cabeza,
como la presión impide que se nutran las partes intermedias,
resultará un solo cuerpo con dos cabezas, cuyos órganos inte-
riores estarán masó, menos duplicados según el número de ór-
ganos que padeciese en la reunión. Bajo de este supuesto de-
be considerarse que el ternero bicípite, objeto de este Papel,
está compuesto de dos terneros distintos que existieron en el
TOM. VI. —
LlTEEATUKA 68
—518—
vientre de su madre en dos huevos separados, y que se reunie-
ron por el método dicho. A la verdad así lo manifiesta la du-
plicación de sus cabezas, cuellos y visceras. Puede también
opinarse que los dos gérmeues del enunciado bicípite estuvie-
ron contenidos en un solo huevo. Fenómeno frecuente en las
aves, por cuya razón suelen nacer con dos cabezas, tres, ó cua-
tro pies. De cualquier modo que se opine, es fácil su explica-
ción.
Cuando los fetos no se unen del modo enunciado, sino que
habiendo crecido y fortificádose en el seno materno se encuen-
tran por algún lado, y con la frotación se forma uua úlcera,
se conglutinan sus labios, se entretejen mutuamente sus fi-
bras y vasos por aquella parte, quedan pegados los dos cuer-
pos y nace un monstruo bicorpóreo.
El sistema de Malebranche dá bastante luz para explicar
las carnocidades representativas de frutas é insectos que apa-
recen en los infantes, originadas de los sustos y antojos de las
madres. El explica de un modo admirable la singular armo-
nía que reina entre uno y otro. Es cierto que Blondel y Mau-
pertuis reputan por sueños y puerilidades cuanto se escribe
en apoyo de esta mutua correspondencia; pero ella tiene á su
favor entre innumerables filósofos al respetable Boerhaave[l].
Los escritos de este sabio y demás autores que hemos citado,
pueden servir á aquellos que excitados por estos breves apun-
tes quieran extender sus conocimientos sobre este importante
ramo de la fisiología.

DESCKIPCION
DEL JIGANTE QUE ACABA DE SER CONDUCIDO 1 ESTA CIUDAD
DE LA DE ICA.

Los gigantes y los enanos son dos naciones antípodas, cu-


ya existencia es todavía un problema para los físicos y natu-
ralistas. Tan incierta se juzga la desmesurada proceridad qne
atribuyen algunos viajantes á los Patagones, como la peque-
nez de los Quimos, habitadores de las montañas de Madagas-
car. Eecorriendo los países de la tierra, se encuentra que la
América meridional es la que ofrece mayor número de testi-

(1) Prcelec, tom. 4, pág. 261.


—519—
mcmios á favor délos primeros. Las historíaseme dos han
conservado sns antiguas tradiciones, refieren que en los tiem-
pos primitivos desembarcó por la pnuta de Santa Elena cier-
ta raza de hombres que de la rodilla abajo tenían tanta lon-
gitud cuanta tiene en todo su cuerpo el hombre de mas alta
estatura. Los sepulcros descubiertos en las propias costas y
los de las provincias de Chichas y Tarija parece que acre-
ditan aquellas narraciones. En el gabinete de historia natural
que vamos formando, tenemos una muela de una momia des-
cubierta en Tarija que pesa libra y media [l]: por consiguien-
te la momia de que se arrancó debia ser de mucha mayor cor-
poratura que el esqueleto desenterrado por Habicot, quien
asegura tenia 25 ¿ pies de alto. [2] Quizá los menciouados
Patagones, cuya estatura se regula de 9 á 13 pies, son reli-
quias de aquellos formidables gigantes que desembarcando
en la punta de Santa Elena se irian propagando hasta las
tierras magallánicas.

(1) Un anciano respetable y verídico, que fué dueño de la enunciada


muela, aseguraba que el cadáver de quien se arrancó había sido conducido
de Tarija al Cuzco á costa de mucho dinero y solicitud del célebre D. José
Pardo de Figueroa, marqués de Valle-umbroso, y que este lo remitió á Ma-
drid; pero que en la navegación fué hecho presa de los Ingleses, quienes lo
llevaron á Londres. Si el Mercurio llegase por allá, podrán estos señores
hacer cotejo, y ver si es cierto que al gigante pillado le falta la muela refe-
rida, dignándose avisárnoslo por medio de las Transacciones filosóficas. El
M. K. P. Francisco González Laguna poseía otra muela semejante, traída
de la misma provincia, que pesaba cinco libras y adarmes aun faltándole
algunos retazos de los raigones. Dirigióla al gabinete de Madrid.
Como los lugares de la América meridional en que se encuentran todos
estos despojos son tierras llanas, y no hay noticia de habeise descubierto
en las sierras elevadas y quiebras del Perú, parece que ellos confirman la
opinión de Alberto Haller de ser mas corpulentos los que habitan los lla-
nos que los que pueblan los montes. Pero se dirá que estos no son despo-
jos de racionales sino de irracionales, no terrestres (porque no hay memo-
ria de que los hubiese corpulentos antes de la conquista hecha por los es
pañoles) sino marinos, restos del diluvio universal. Abrazamos desde luego
esta opinión, pero preguntamos: ¿por qué no se encuentran en las profun-
das quebradas de la Sierra en que era mas natural se empozasen y pere-
ciesen al retirarse las aguas?
(2) Riolano y Daubenton impugnan á Habicot, fundándose por la mayor
parte en la desproporción que se deduce de su historia tenían los miem-
bros del gigante. Por ejemplo, asegurando tenia 25 \ pies de alto, les da
diez de ancho á las espaldas. "Desproporción inaudita. Un esqueleto hu-
" mano de cinco pies de alto no tiene mas de 13 pulgadas de latitud; por
" consiguiente un esqueleto de 25 pies no debería tener mas de 5 pies y 3
" pulgadas por las espaldas; y una latitud de 10 pies supondría un gigante
" de 50 de altura." No pretendemos justificar la relación de Habicot; pero
nos parece que el argumento que se le opone es de ninguna fuerza. En los
gigantes, asi como en los enanus, no se ha de buscar aquella sabia y her-
mosa simetría que sigue la naturaleza en el resto de los hombres. Son aque-
llos unas variedades, ó unas producciones monstruosas que se apartan por
lo común del orden regular: y así como no sería racional negar le existen-
—520—
Por estas razones parecía oportuno que habitando nosotros
esta parte del globo poblada en otros siglos de gigantes, ejer-
citásemos nuestra pluma en la resolución del problema sobre
su existencia. Pero como lo materia que ban ilustrado los
Jancourt, Hans-Sloane, Buffon, Plaller, Torrubia,Daubenton,
etc., no puede tratarse sin un crecido número de nuevos mo-
numentos sobre que puedan adelantarse las reflexiones y las
conjeturas que necesitan algún tiempo de incubación, por no
defraudar al público del placer de lo maravilloso, le adelanta-
mos al número 135 la noticia de Pedro Cano; y por la misma
razón vamos á describirle en el presente á Basilio Huaylas, de
enorme corporatura, que acaba de ser conducido á esta ciudad
para servir de espectáculo á sus moradores el martes 1? de
Mayo en la plaza del Acho.
Basilio Huaylas, Indio natural de la provincia de Castro-
Virreina, de 24 años de edad, es casi de la propia estatura que
el gigante Pedro Cano. Tiene de largo 7 pies castellanos, 2
pulgadas y algunas líneas. La distribución de sus miembros
no está proporcionada. De la cintura para arriba son mons
truosos. Tiene cerca de una tercia de cara, cinco sesmas en el
ancho de la espalda, y tan largos los brazos, que estando de
pié derecho las puntas de los dedos de las manos tocan á las
rodillas. De la cintura para abajo se halla un poco desmedra-
do. La pierna derecha tiene una pulgada menos de longitud
que la izquierda. Cuenta que en su niñez sufrió un golpe en
la primera, y que de allí le proviene este defecto. En los gi-
gantes por lo común los huesos de las piernas no engruesan
á proporción: así no pudiendo sostener la grave mole de la
caja del cnerpo, se encorvan y debilitan [1]. Por esto el gi-
gante Macgrat, según testifica Alberto Haller, era estevado y
flojo, y el nuestro no tiene cara de ser valiente. No obstante
lo delgado de sus piernas, sus pies pueden apostar con los de
Pedro Cano. El peso total de su cuerpo es de 14 £ arrobas.
Una de las causas porque se duda de la existencia de na-
:
c ones agigantadas, es porque no bastarían los vegetables á

cia de los bicípites porque todos los hombres tienen una sola cabeza, tam-
poco la d« los- grandes gigantes porque no guardan proporción en sus
miembros. Si se hubiese de seguir el método de impugnar de Daubeuton,
se diría también ser falsa la velación que nosotros hacemos de Basilio Huay-
las; pues dándole cerca de tres pies de latitud á sus espaldas, no debían
corresponderle 7 pies de alto, sino mas de doce. Y si las medidas se hubie-
sen de deducir de sus manos y dedos, apenas se le podría dar de cinco á
cinco y medio de altura; pues ni la palma de la mano corresponde á lo lar-
go de sus brazos, ni menos los dedos, que aunque gruesos son bien cortos.
(1) Según el cálculo de Muschenbroeck, era preciso que el grueso de los
huesos de un gigante estuviese en razón dupla del exceso que tuviesen en
longitud para conservar el mismo grado de fuerza. (Véase la introducción
á la Historia natural del hombre por Mr. Daubenton. Enáclop., tom. 1. 1
—521—
mantenerlas. Para cada individuo una manzana seria una
guinda, y un melón una manzana: asi necesitaban tener las
rentas del Emperador Maximino, cuya comida ordinaria era
de 40 libras de carne y 36 azumbres de vino; ó qne el resto de
los moradores de la tierra se ocupase en echar guindas á la
tarasca, como lo hacían los paisanos de nn cierto glotón nom-
brado Albín, qne comia sin descansar cien melocotones, diez
melones, quinientos higos, y doce docenas y media de ostras.
Huaylas no es de esta c ase. Come regularmente, y menos
que la mayor parte de la infinidad de golosos qne habitan es-
ta capital. Es cierto que es Indio, y qne ésta es la gente mas
parca del universo cuando se mantiene á su costa. No sabe-
mos lo que será, si se acostumbra á ejecutarlo á la agena; por
qie entonces el Indio mas pigmeo suele comer como un gi-
gante.
Hasta ahora no se ha determinado á que grado de altura
debe aplicarse este nombre; pero como por lo comnn los natu-
ralistas reputan por hombres de grande estatura los qne tie-
nen cinco pies y algunas pulgadas, bien podrá Basilio Huay-
las aumentar el número de los gigantes sin que sea necesa-
rio tenga la estatura de Tifón, hijo de Juno, que tocaba con
la cabeza en el cielo; con la una mano en el Oriente y con la
otra en el Occidente, y de fuerzas tan desmedidas, que para
oprimirlo fué necesario le echasen encima todos los promon-
torios de Sicilia, como lo cantó Ovidio.

Se esfuerza muchas veces y se anima


Por levantarse; mas su diestra mano
Todo el Peloro Ausonio tiene encima.
Tú, ¡ó Paquino! en su izquierda estás ufano,
En sus rodillas Lilibea cima,
Y en su cabeza el Etna de Vulcano.
:

-522—

Apuntes de la Sociedad.

SOBRE LAS CONJETURAS DEL ÜR. CRESPO RELATIVAS A RES-


TAURAR LA LONGEVIDAD DE LOS ANTEDILUVIANOS.

El autor de las conjeturas sobre el flujo y reflujo de los ma-


res, vuelve á proponer otras que serán seguramente mas gra-
tas al linaje humano. Sin que podamos contar en nuestro dias
un momento de placer cumplido, envidiamos los dilatados de
Matusalén, y no cesamos de proyectar el modo de recuperar
la duración de los primeros tiempos del mundo. El torrente
de la vida corre entretanto llevándonos con celeridad á los
confines del sepulcro, sin que nuestras miserables especulacio-
nes puedan removerlos, ni aun el espacio de una línea, del
lugar que ocupan.
Son innumerables las que ha inspirado á los mortales el de-
seo de perpetuarse. Algunos que creyeron la fabulosa ancia-
nidad del ciervo proponían por alimento su corazón. Esto era
lo mismo que recetar patas de liebre al que quisiera ser veloz
en la carrera. Habiendo un viejo alquimista leido entre los ar-
canos de su ciencia ex te, ó rex, tralietur material, spiritus meus
:

mea vita est, saltó gritando : eurekaj Encontré el secreto pre-


cioso de rejuvenecer é inmortalizarme. Tomó inmediatamente
un vaso químico, estuvo noches y dias respirando en él con el
designio de fijar el aliento, que creía ser el verdadero bálsamo
de Medea. El fruto de tan laboriosa operación fué cansarse,
quemarse las pestañas y las cejas, y morir pocos dias después.
Ño han tenido mejor fin los ociosos adeptos inventores del en-
te cedrino, y del árbol de la vida. Temeraria empresa fué la
transfusión de la sangre, que en el siglo pasado se intentó ha-
cer de los animales jóvenes á los hombres viejos, por medio
de un tubo de comunicación de las arterias del bruto a las ve-
nas humanas. Las consecuencias fatales que de aquí resulta-
ron, manifiestan á cuántos riesgos se expone el hombre por
amor de la vida.
No se deben temer estas de las meditaciones del Dr. Crespo,
que parece son mas sensatas y conformes á la naturaleza. Me-
nelao amenazando de muerte á los Griegos que no aceptaban
los retos continuos del fuerte Héctor, les decía

ATV ymeis men pautes ydor ~kai gaia genoiste (1).


Vosotros todos seáis convertidos en tierra y agua.
(1) Homer., Ilicul, lib. 7, v. 99.
—523—
En efecto los dos euuu ciados elementos sod los primeros
constitutivos del cuerpo (1), de cuya mutua proporción depen-
den la vida y la muerte. Siempre que victoriosa la acción del
líquido vital pueda penetrar hasta los menores vasos del sóli-
do, é impedir la nimia cohesión de sus partes, triunfará la vi-
da. Por el contrario, si las partículas terreas llegasen á con-
traer una coherencia que ponga rígidos los miembros, cuya
resistencia se hace superior al impulso del fluido, la muerte se
aproxima. El feto en su aurora es un mero compuesto de va-
sos regados de mucho líquido. El anciano en los confines de
su ocaso es un mármol frió, en que circula la sangre con suma
lentitud y en muy poca cantidad. El término medio entre es-
tos dos extremos, es el punto en que se equilibra la acción del
fluido con la resistencia del sólido punto en que toca el cuer-
:

po humano el ápice de su acrecentamiento.


De semejantes consideraciones se dedujo la máxima esta-
blecida por Francisco Bacon de Verulamio: que cuanto mas
se retarde el incremento del hombre, tanto mayor debe ser su
duración (2). Máxima apoyada por todos los seres de la natu-
raleza (3). Consiguientemente el secreto de prorogar la vida
consistirá en la de dilatar el término al aumento del cuerpo.
Por la teoría que hemos alumbrado, se conoce poderse conse-
guir esto únicamente impidiendo la demasiada dureza de las
partes sólidas, y conciliádoles la flexibilidad y blandura. Los
catáceos viven muchos años porque tienen sus huesos cartila-
ginosos. Los cuadragenarios que de los países frios transmi-
gran á Lima se remozan, porque el calor de nuestro clima ablan-
da sus sólidos. Oree el Dr. Crespo que conservarían ellos la
enunciada calidad mas allá del tiempo acostumbrado, si se
prorogasen los meses de la lactación. Le parece que por el re-
ferido medio se alargaba tanto la vida de los patriarcas ante-
diluvianos. No faltan con todo médicos que juzgan que la le-
che es absolutamente dañosa á los infantes por las violentas
convulsiones á que los expone después, las que en Lima son
casi indomables. Helmonsio quería que en lugar de leche se
sustentasen los niños con panetela, no solo atendiendo á las
resultas de su alteración en el estómago, sino porque su parte
crasa impedia que la angelical esencia del árbol de la vida pu-
diese comunicar al cuerpo las impresiones de la inmortalidad
(4) :así la reputaba por el alimento que mas se oponía á su con-
secución, por una hoz destinada á destrozar los tiernos pim-

(1) Van-Swieten, 1. 1. p. 15.

f 2/ Sistor. Vit. et mort.


(3) Haller, TZlem. pliysiolog., t. 8, pág. 89.
(4) Helmont. ia cap. Infantis nutritio ad vitam longam,
,

—524—
pollos del género humano, después que determinó el Criador
acortar los dias de sus individuos.
Sin embargo la leche es el líquido nutritivo que nos prepa-
ra la naturaleza, y á los cuerpos secos y extenuados les dá un
vigor y humedad maravillosos. Su uso extendió la edad de un
hombre 120 años (J), y un sabio lo recomendaba á los ancia-
nos como muy propio para volver á la mas florida (2). Con
mayor razón, pues, deberá dilatarse en los niños, cuyos tier-
nos miembros están mas dispuestos á recibir sus benéficas cua-
lidades. Sería aun mas efectivo el nuevo plan propuesto, si
las nutrices variasen la dieta común, eligiendo viandas menos
duras y terreas para acercarse al régimen de los antediluvia-
nos (3). De esta suerte según los principios establecidos ha-
bría menos elementos en la sangre de los niños que promovie-
sen la coherencia de sus partes sólidas, y muchos que fomen-
tasen su flexibilidad. ¿Y acaso bajo de este método no se li-
bertaria igualmente al nombre de las viruelas, sarampión, gá-
lico, y demás enfermedades que han nacido después del di-
luvio?
Puede oponerse al sistema que vamos esclareciendo, que
lejosde ser útil á la conservación de la vida la flexibilidad de
las partes del cuerpo humano, ella es el origen fecundo de la
muerte; pues es mucho mayor el número de los que perecen
en la edad tierna, que en la madura. Pero la solución es ob-
via; porque es mayor el número de los que existen en la edad
primera. La
ley del morir es universal á todas las épocas que
forma vida humana. Sean pues 1,000 los hombres, y mue-
la
ra de cada 40, 1, como se observa en las regiones saludables.
Divídase la vida en diez clases. Es cierto que en la 1? mori-
rán 25, por consiguiente ya la 2? no constará de 1,000, sino
de 975 la 3* de 926 la 4* de 853 la 5? se aproxima á 758
; ; ;

la 6* á 645 la 7* á 516 la 8? á 374; la 9? á 203 la 10? á 37.


; , ;

Las muertes seguirán este orden 25, 24 + 15 23, 22, 18,


40
16, 13, 9, 5. Así los que quedan en última clase vivos vie-
la
nen á componer casi ei mismo número de los que murieron
en la 1?
Siguiendo el método de probar del Dr. Crespo, no se deduce
que la dilatada lactación entre los Hebreos les concediese mas

(1) Bainard.,p. 409.


(2) Haller, JElem. physiolog.,
t. 8, pág: 85.
- (3) Bufón, Hofer, Acta helv'ética, t. 3.— Podia entraren el número de
t. 2.
las útiles el chocolate, que Lace buen casamiento con la leche, y abunda de
óleo: los botánicos lo nombran' theobroma [comida de los dioses], y en la
Martinica vivió cierto hombre un siglo usando de solo él por todo mante-
nimiento.
—525—
dias de los que hoy gozamos. Josué murió de ciento diez anos,
y la Sagrada Escritora lo reputa por muy viejo persenilis ceta- :

íis, proc/ressioris cetatis (1). El Eeal Proíeta fijaba al año 70 por


límite último de la vida (2) y consta por los catálogos de Pli-
;

nio, Luciano. Bacon Feijóo, y el incomparable Haller, que á


pesar de la escasa lactación de los siglos sucesivos á la ruina
del pueblo hebreo, se encuentran en ellos muellísimos que ban
superado la segunda y la primera época. No bá muebos años
que en el pueblo de San Juan de lea murió una mujer dejan-
do seis hijos f de los cuales el menor tenia 80 años.
Pero consolémonos por un instante con la persuasión de que
nuestros bijos, criados bajo del plan propuesto, van á gozar
de la muy ponderada ancianidad de los primeros mortales.
En este caso también deberán recuperar su estatura gigantes-
ca. Hemos advertido que el secreto de dilatar la edad consis-
te en retardar el término del aumento del cuerpo humano, á
cuyo fin se requiere que el impulso que la sangre recibe del
corazón, auxiliado por el celebro supere la resistencia que opo-
nen á su círculo las paredes, diámetros y varia dirección de
las arterias, pues solo de esta suerte puede impedirse la nimia
densidad del sólido. Mas la superioridad enunciada no es veri-
ficable, sin que vayan cediendo y prolongándose las últimas
extremidades de los canales en razón del exceso de la fuerza
que los dilata y empuja, de donde se origina el sucesivo y va-
rio (3) acrecentamiento del cuerpo consiguientemente si en
:

la actual situación en que el hombrea mas tardar termina su


incremento á los 25 años, crece 6 pies; si se dilatase á los 30,
40 ó 50, para poder vivir siglo y medio, crecería 9 pies, que es
la mayor estatura que se da á Goliat.
Válganos Dios: !y qué espectáculo tan asombroso seria ver
al Perú poblado de gigantes viejísimos por el nuevo descubri-
miento del Dr. Crespo ¡Si nosotros resucitando de aquí á tres
!

siglos viéramos gateando infantazos de 12 años, y que niños


de 20 se llegaban á sus abuelos á que les refiriesen algu-
nas consejas! ¿Qué les dirían estos de las miserias con que ter-
mina el siglo xvin? ¿Con qué colorido retratarían las uni-

[1] Josué, cap. 23, 1, 2.


[2] Psalm. 89.
1 3] La
acrecencia del hombre es mas rápida cuanto está mas próximo á
su origeu. Y es la razón, porque el celebro y el corazón son mayores y mas
irritables á proporción que el hombre tiene menos edad. Por consiguiente
imprimen mas fuerza á la sangre. En un niño recien nacido la cabeza es \
de todo el cuerpo, á los dos años un quinto, á los cuatro un sexto, en el

adulto un séptimo 1 2. Sue, Mbm. des savants étrangers, t. 2, pág. 572. Por
la mayor violencia que la fie tó comunica al círculo, crecen las jóvenes en
1
,

las enfermedades.
TOM. VI LlTERATUEA — 69
versales angustias de los infelices mortales? El hierro y el
fuego asolan tres partes de este globo desgraciado; mientras
el cielo y la tierra se conjuran contra la cuarta > negándole sus
aguas y sus frutos. ¡Ah! los tremendos parasismos del hombre
mora] son los que necesitan de remedio.
Esta ilustración ó apuntes deben considerarse como una
opinión que ni impugna ni defiende. La Sociedad no profiere
otro juicio acerca del sistema del Dr. Crespo, que el que apli-
can los Italianos á todas las obras de esta especie se non é
:

vero í ben trovato.

Repoblación del Valle de Vitoc

¡ Cual seria la suerte de la tierra, si como abunda en ge-


nios destructores, no produjese igualmente otros que restau-
rasen sus ruinas Las reliquias del hombre extinguido por su
!

propia especie se refugiarían huyendo de las fieras en las ro-


cas é Islas del Occéano, y entonces los campos que habia cul-
tivado su sudor y continuo afán quedarían reducidos á un
espantoso desierto, Por fortuna la verdad no es menos eficaz
en sus impresiones, que la preocupación y barbarie. Asi ve-
mos que aquellos mismos que por un falso concepto reputan
el supremo honor de la vida, hacer temblar la tierra y aglo-
merar sobre ella cadáveres de racionales, conocen que sus ce-
nizas quedan expuestas á los insultos y justa censura de las
futuras edades, si no compensan con la una mano cuanto ani-
quilan con la otra. Alejandro quizo ser el primero de los hé-
roes, y lo consiguió en efecto ;
por que su brazo edificador
se aventajó con exceso al destructor y victorioso (1).
A la verdad, la razón y la filosofía reprueban cuanto no se
dirije al bien del género humano y si los pueblos fueran li-
:

bres para pasar sus sentimientos del corazón al papel, su his-


toria se hallaría sin las manchas de tanto hombre sanguina-
rio, y solo brillarían en ella los elogios de sus benéficos repa-
radores. En el número de estos por lo respectivo al Perú debe-
remos colocar al Señor D. Juan María de Galvez y Montes
de Oca, coronel agregado al regimiente provincial de esta ca-
pital, y ex-intendente de la provincia de.Tarma. La repobla-
ción del fecundo valle de Vitoc que vamos á exponer, es debi-

i(l) Dicción, impar.


—527—
da á aquel celo y actividad con que quiso distinguir y hacer
amable su gobierno. Apoyados en el plan topográfico, y ex-
pendiente que tenemos a la vista seguido en el superior Go-
bierno sobre el enuuciado asunto, igualmente que en el hono-
rífico rescripto aprobatorio de nuestro augusto monarca, no
temeremos haber faltado a la sinceridad y criterio que forma
el carácter de nuestra Sociedad, si acaso en la relación de Ví-
toc mezclásemos algunos elogios de su recomendable persona
Son estos consecuencias naturales del justo entusiasmo que
anima nuestra pluma á favor de aquellas almas singulares que
lejos de hacer gemir los pueblos que rigen, propenden á feli-
citarlos.
El ameno valle de Vítoc es uno de los que componen las
montañas de los Andes, y pertenece á la intendencia de Tar-
ma, de cuya capital dista diez y seis leguas, Hállase situado
á los 11 grados 32 min. de latit. merid. 302 grad. y 15 min. de
longit. Confina por el O. con el partido de Tarma; por el E.
con el rio nombrado Marancocha, que formado de los de Uchu-
bamba y Monobamba desemboca en el de óhanchamayo; por
el S. con el fuerte de Uchubamba; y por el N". con el rio Óhan-
chamayo, que lo divide de las tierras de los indios infieles. Tie-
ne de S, á N". desde lo alto del cerro de Sibis hasta el de Soriano
ocho leguas, y E. á O. del rio Marancocha hasta el cerro del
rio Maraynioc seis leguas. Componese de varias quebradas y
vegas de una feracidad prodigiosa, y que á principios del si-
glo fueron cultivadas con sumo esmero. Por la tradición se
sabe que rendían tres cosechas al año, en tal abundancia que
Vítoc era respecto de las provincias colindantes lo que Sicilia
para el imperio romano. A la fecundidad del suelo une la bon-
dad del clima, careciendo de mosquitos y las demás sabandijas
que inundan la montaña. Por gozar de una y otra ventaja se
habrían establecido en él tres pueblos nombrados Sibis,Pucará
y Colla, anejos á la doctrina de Monobam ba perteneciente á
los Padres dominicos.
El alzamiento del año de 42 forma época en los anales del
Perú. Juan Santos Atahualpa, á quien unos hacen oriundo
del Cuzco, y otros de Huamanga, y todos reo de un homici-
dio, huyendo del suplicio internó en los Andes. Fingiendo
descender de los antiguos Incas se puso por sobre nombre Apu-
Inga Huaynacapac, y se declaró restaurador del imperio. El
amor al dominio y la novedad le condujo en poco tiempo una
multitud de naciones bárbaras, que acometiendo á nuestros
establecimientos arrasaron 25 pueblos de Conversiones, fruto
del celo apostólico y trabajos délos hijos de la santa provincia
de Franciscanos de Lima. Logrando Juan Santos sus primeras
tentativas sobre nuestras débiles y mal ordenadas tropas, no
;

—528—
paró hasta enterrar bajo las ruinas de Quimiri al valeroso D.
Fabricio Bartoli. La conquista de este importante puesto le
facilitó la entrada en Vitoc, que corrió la propia suerte. Sus
vecinos, después de haberse visto señores de haciendas vas-
tas y florecientes, tuvieron que vivir en la miseria en Tapo y
otros pueblos de Tarma. Las flechas del Ohichirene y Sitni-
rinche hicieron tal impresión en aquellos, que el Excmo. Se-
ñor marquez de Mena-hermosa, que entonces lo gobernaba,
tuvo que acordonar con varios fortines la ceja de la montaña,
y señalarlos por límites entre el Español y el Bárbaro.
Quedando Vitoc en poder de este, carecía por consecuencia
Tarma de su granero, cuya falta no habia de tardar en hacer-
se sencible. El Indio y el mestizo gemían en la pobreza á que
los reducía la pérdida de Vitoc. Los hielos que talaban repe-
tidas veces las sementeras de la Sierra, avivaban el dolor y la
memoria de la montaña libre de semejantes calamidades pe- :

ro el orden de no pasar la línea de los fortines era estrecho: el


subdito se exponía á ser tratado de traidor: y no se habia lle-
gado el feliz momento en que el que gobernaba rompiese esas
cadenas injuriosas al valor y comodidad del Español.
El Señor D. Juan María de Galvez, que á manera de los
pretores de la antigua Roma quería dejar señalado su gobier-
no con algún monumento que lo recordase álos siglos veni-
deros, eligió en lugar délas pirámides, é inscripciones hija de
Ja vanidad, restituir á Tarma el frondoso Vitoc. El fuego y
penetración de su espíritu atropellaron el cúmulo de difi-
cultades reales ó quiméricas que se ofrecían á la vista. A una
mano benefactora nunca le faltan recursos para salir con aire
de sus empresas sin gravar el real erario, ni oprimir al subdi-
to. Puntos verdaderamente difíciles de concillarse entre sí
pero el señor intendente en la repartición de las nuevas tier-
ras no solo podia compensar el sudor y trabajo personal de los
pobladores, sino aun felicitarlos. Siendo este su único objeto,
para proceder con toda seguridad ocurrió al superior Gobier-
no, acompañándole una enérgica representación del cabildo
de la villa de Tarma sobre el propio asunto. El Excmo. Se-
ñor D. Teodoro de Groix, después de un maduro examen y el
parecer del real Acuerdo, accedió á las justas solicitaciones
del intendente. Entonces redobló todos sus esfuerzos, reu-
niendo á los que se habían ofrecido gratuitamente á la restau-
ración de Vitoc, proveyéndolos de herramientas y víveres, y
recorriendo personalmente todas aquellas montañas que el
tiempo y el olvido habían hecho intransitables.
El primer objeto que debia desempeñarse érala fabrica de
un fuerte avanzado, que cubriendo al valle lo libertase de los
insultos de los bárbaros vecinos. Vitoc naturalmente defen-
—529—
dido por los altos y escarpados cerros que lo rodean al occi-
dente, al oriente y al sur, solo puede ser acometido por la bo-
ca de la quebrada que mira al norte, terminando en el rio
Chanchamayo nueve leguas distante del pequeño pueblo de
Chibatizo edificado por los gentiles sobre las ruinas de Quinii-
ri. Para elegir el sitio mas proporcionado hizo talar el bosque
por aquella parte, y presentándose un lugar eminente y aco-
modado, concluyó en poco tiempo el edificio de un fuerte con
cuatro baluartes, consagrándolo al nombre siempre amable
de nuestro católico monarca, y titulando los enunciados ba-
luartes con los de nuestra soberana y augustos príncipes. La
extensión, disposición y firmesa de los muros manifiestan su-
ficientemente el talento, celo y actividad del Señor D. Juan
María ni lo acredita menos el haberlo concluido sin el me-
;

nor costo del Erario cuando siendo inferior el de Chaucha-


;

mayo; se consumieron en él de sola la real Hacienda once mil


pesos. Meditando siempre en los medios de no ser gravosa á
esta, ni al pais que quería hacer florecer, encontró los de pro-
veer de tropa aquel puesto, dejando indemne á uno y otro,
proyectando se pasase á él la que existia en los de Comas y
Ulucmayo, absolutamente inútiles aun antes del nuevo esta-
blecimiento del de San Carlos deVítoc; y que por consiguien-
te habían venido á parar de cuarteles de soldados en alberguez
de piratas.
Bajo de la protección del fuerte, y los privilegios que con-
ceden nuestras leyes á los nuevos pobladores, por la eficacia
y sagacidad del intendente se dedicaron estos con todo es-
fuerzo á rezar y hacerse dueños de toda la parte del torrente-
que les proporcionaba su mayor ó menor dedicación y cons-
tancia, entre tanto el señor intendente hacia prepararlos ma-
teriales necesarios para la repoblación de los antiguos pue-
blos de Colla y Pucará. Asistido con esmero del teniente coro-
nel de ejército D. Luis de Herselles, de los tenientes I). Pedro
Pagan y D. Nicolás Moreno, y del sargento Bacilio López,
efectuaba con celeridad cuanto emprendía. En poco tiempo
se vieron reparadas las ruinas de Colla y Pucará, y adornado
el primero con un templo y hospicio competente i>ara los Pa-
cjres misioneros de Ocopa, á quienes por su solicitud, y aten-
diendo al menor gasto que pudiesen tener aquellos vecinos,
se entregó su dirección espiritual. Y para perpetuar la memo-
ria del excelso jefe bajo cuyo gobierno se había principiado
la restauración de Vítoc, tituló al primor pueblo con el nom-
bre de San Teodoro, manteniendo al segundo el primitivo de
Santa Ana.
Cuando el magistrado se j>ersuade que el supremo y único
fin de su alta dignidad es hacer feliz el pueblo á quien rige,
—530—
nádale detiene, todo lo aventuray sacrifica por el bien de
sus subditos: sabe que de aqui han de dimanar los preciosos
laureles que coronen su mérito, El señor coronel D. Juau
María, queriendo dar la última perfección á su obra, abrien-
do un camino cómodo que facilitase el comercio y exportación
de los frutos de Vitoc, expuso su vida milagrosamente con-
servada después del recio golpe de un árbol corpulento ; pero
en recompensa, ¿cnanto no realza su celo y acertado gobierno
la repoblación de Vitoc? Este celoso ministro ha reunido á la
corona un terreno avaluado por si solo en muchos miles ; ha
felicitado ochenta familias que ya habitan en el referido valle;
ha libertado á los moradores de Tarma de la estreches y an-
gustia á que solían reducirlos las faltas de tierras de sembrío
y las heladas. Los minerales de Yauli y Pasco tienen próxi-
mo el socorro del considerable renglón de coca y de los gra-
nos. Mas de cuarenta haciendas de regular extensión que
tiene ya el frondoso Yítoc, sus triplicadas cosechas en coca,
algodón, cacao, café y cuantas semillas se derraman en su fe-
raz suelo, forman un aumento muy notable al soberano y al
Perú.
Ni son estas las únicas consecuencia? de su talento y costan-
cia. La emulación, madre de las grandes acciones, ha tomado
en el corazón de los moradores de la intendencia una fuerza
que no conocían. ]STo queriendo ser menos felices los habitan-
tes de Jauja que los de Tarma, se empeñaron á los fines del
gobierno del referido ex-in tendente en la restauración de Mo-
nobamba. El ha dejado vencidos los primeros y mas difíciles
obstáculos: si su digno sucesor siguiere sus huellas, se hará
acreedor á las bendiciones del pueblo, que es la recompensa
mas sólida á que puede aspirar una alma noble.
Por medio del sistema de repoblar en la montaña de los
Andes, se facilita igualmente la propagación de la brillante
luz del Evangelio en todas aquellas naciones que yacen por
allí en el seno de las tinieblas, de un modo mas eficaz y segu-
ro que con el fuego y el hierro. En otra parte nos expresa-
mos sobre este propio asunto y la analogía de nuestros pen-
:

samientos con las enérgicas reflexiones que el ilustre Ayunta-


miento de Tarma produce, tratando de las ventajas de Vítoc,
nos obliga a copiarlas. " Se interesa, dice, en este proyecto
la religión que tanto desea nuestro augusto monarca en los
infieles por que la misma población de Vítoc, adelantada con
;

tiempo, podrá servir de asiento para comunicarse con los Chím-


enos y viendo estos no se les persigue, ni hostiliza en las tier-
;

ras que poseen, se franquearán á nuestro comercio por las her-


ramientas que tanto han menester, como los de Canadá á los
Franceses, y los de otras colonias á los Ingleses. Con este
—531.—
amigable y frecuente trato se logrará introducir la religión, y
esta se les hará suave y amable por el mismo hecho de no so-
licitarlos por fuerza ó con violencia. Ya vemos que las nacio-
nes de mejor policía han establecido sus colonias y adelanta-
do sus conquistas, principiando por unos asientos que allanan
el trato, como el que hoy se solicita. No es fácil pasar ligera-
mente de la misma barbarie á la cumbre de la perfeccion;pero el
tiempo, el trato, el alicitivo de suministrarles lo necesario pa-
ra el cambio ó negocio, recibiendo lo que les sobra, civiliza
los hombres, los hace amigos, y los induce sin violencia á un
idioma, á unas mismas costumbres y á una religión."
Hé aquí los frutos que ha recogido el señor coronel D. Juan
Maria por haber sabido emplearse en el bien de los pueblos
que se le encomendaron frutos preciosos que granjeándole la
,

gratitud y debido elogio, que á nombre del Perú le tributa-


mos en esta parte, lo ha hecho igualmente acreedor al aprecio
de los jefes superiores [1], y de un soberano piadoso, y justo
renumerador del mérito (2).

Proyectos literarios.

Aun las fortunas de los sabios están sugetas á esa funesta


inconstancia que forma el carácter de la vida humana. Aris-
tóteles, después de haber disfrutado los aplausos de todo el
orbe, penetrando su nombre, su veneración y escritos hasta
las rejiones incógnitas, cuyo retrato cubría de dolor y lágri-
mas al héroe su discípulo por no poder dominarlas su espada
conquistadora [3]; Aristóteles ha ido insensiblemente decayen-
do en un abatimiento excesivo.
Combatido y desterrado de la Europa, se juzgaba impera-
ría tranquilo en el Nuevo Mundo,que lo adoraba como á un
oráculo del cielo. Pero los implacables sectarios de Descar-
tes y Newton transitan el Occeano, é introducen la discordia
y la guerra y los remotos paises que le sirven de último asilo.
Los primeros desde luego han conseguido muy poco en sus
tentativas, no habiendo levantado aquella pol vadera que se

(1) Lo manifiesta el oficio expedido por el supremo Gobierno á 26 de No-


viembre de 1788.
(2) Real cédula dada en Madrid á 24 de Marzo de 1790 á favor del celo
y actividad del enunciado ex-intendente por la repoblación de Vítoc.
(3) 1 1 it., De tranq. anim.
—532—
esperaba de sus twrbillones; pero los segundos han avanzado
con ventaja,en especial después que uno de sus mas ilustres co-
rifeos trató al filósofo de la Grecia con aquel alto menospre-
cio con que él mismo habia tratado á sus predecesores en el
Liceo, y proclamó la libertad en la escuela [1]. Casi todo á
cedido á esta enérgica voz. Los Newtonianos se multiplican
con rapidez: destiérrase el idioma de las cualidades, se susti-
tuye el de las atracciones. Los lugares que poseían los co-
mentarios sobre el ente de razón, apetitos de la materia etc.
son ocupados por los Muschémbroek, Jacquier y Paras, y con-
denados aquellos libros á los humildes destinos que siguen á
cuantos no indemniza la religión y sus elevados misterios,
después que se les acaba el séquito y fugaz aplauso de los mor-
tales. O témpora! O mores! En los actos y conferencias ecolás-
ticas no se oye el nombre del Estagirita, sino para ser impug-
nado.
En medio de esta desgracia y desolación, aun le quedaba
una sombra de gloria. Los estatutos de la Universidad seña-
lan su obra de los físicos para que sirva de texto á las leccio-
nes que se dicen en las oposiciones y grados de esta facultad.
En fuerza de la referida ley, Cartesianos, l^ewtonianos y Ecléc-
ticos, después de haber blasfemado contra Aristóteles desde
el banco, suben á elogiarlo y exponerlo en la cátedra. la A
verdad, este hecho que podria reputarse una representación
pantomimica, no corresponde al decoro y magestad de nues-
tra escuela: mucho menos el que se delegue ja facultad de in-
terpretar á Aristóteles á los que no han militado bajo de sus
banderas. ~Ho es posible que en el corto espacio en que se
preparan las lecciones pueda entenderse un autor sumamente
oscuro. Sábese que uno de sus intérpretes decia, que para
solo comprender Ja voz JEntelecMa fue necesario se la expusie-
se un espíritu. Averroes, después de haber leido cuarenta ve-
ces la metafísica de Aristóteles, aun no penetraba su sentido.
M esta oscuridad es un defecto de las versiones, es un vicio
inherente al original. El mismo filósofo se loaba de haber cu-

(1) Libertas oblata scholis, ablata magistris


Fventu felice reclit: jam cuique licebit
Ingeniun excerccre suum, partosque labores
Promere
Non quid Aristóteles dixit, vel dicere quondam
Discipuli coica, et captiva mente putarunt,
Vestigare, sequi, certunque docere tenemur
Ofelix cetas! Felicia témpora! Félix
Qui daré jucundis studiorum témpora ludís.
Intendis physiece!
(El P. Isidor. de Celis, Prulus ad certam. Fhysic. ann, 1781.)
—533—
bierto sus escritos con un velo misterioso, que él solo podia
levantar.
Semejantes consideraciones inspiraron al Dr. D. Toribio Ro-
dríguez, rector del real colegio de San Carlos, proyectar un
nuevo método que indemnizara á sus alumnos de ejecutar
esas representaciones. El se reduce á elegir un índice de aser-
ciones deducidas de los filósofos modernos, las que deben sor-
tearse entre los opositores. Pero protegidos todavía los manes
de Aristóteles por personas caracterizadas y las leyes de la
Academia, le liuMera seguramente abandonado, y no ser sostenido
por el señor ministro protector del enunciado colegio, D. Am-
brosio Cerdan y Pontero, oidor de esta real Audiencia, y los vice-
rectores y maestros, quienes en la presente oposición han implora-
do la autoridad del superior gobierno.
La exposición del referido método está exactamente deslin-
dada, y fundada su utilidad en los informes del rector, y señor
ministro protector, acreditando el decreto que los acompaña
la prudencia con que nuestro exclarecido jefe pulsa los asun-
tos de su feliz gobierno. Nosotros creemos satisfacer plena-
mente nuestros deberes con publicar las tres relevantes piezas,
sin necesidad de insertar las dirigidas por los vi ce-rectores, ni
el Índice cuestional que por ahora sé ha formado.
Juzgan algunos se acerca un terrible momento, en que con-
movido el mismo solio de Aristóteles, se le va á arrancar con
violencia el cetro de las manos, ó á asegurarlo con pertinacia.
No es asi: el Claustro de la real Universidad de San Marcos
es muy sabio y respetable. Si la mayor parte de él se compo-
ne de ancianos, esas canas son sus glorias y ornamento, pues
no son de aquellos que retrata la incomparable pluma de Au-
relio (1). Son hombres íntegros y prudentes que no adoptan
el mecanismo, ni resisten por capricho, y que en sus contien-
das miran con una máxima inviolable la que prescribe Cice-
rón: Nos et refellere sine pertinacia, et refelli sine iracundiapos su-
7nus (2). La anuencia del señor rector, Dr. D. Tomas de Orran-

(1) Ahí pudet ad nugas istas hi flore juventce,


Majorum stirmilis, incubuisse diu.
Ay! dolet ingenium studiis melioríbus aptum t

Ridiculas damno res didicisse suo.


Hoc vitium est senibus, qui, quce calcata per ipsos.
Est via, calcari á posteritate jubent.
Recta sit, amfallax isthcec vie, quccrere nolunt.
Facta á se, non quce sint faciendo T vident.
. Eis frustra tentes falsos evellere sensus,
Gum sit propositi dura senecta tenax.
Verbera et elatce voces, vultusque mihaces,
Ne mutire quidem cum ratione sinunt.
Aurel. Januar. Eespub. 1 C, pág 185.
(2) Tuse, qacest., lib. 2.
Tom. vi. Literatura— 70.
—534—
tia, se refiere en el decreto del superior gobierno, para la
que
tentativa que se solicita, es un testimonio irrefragable de que
la Universidad de San Marcos está libre de aquellas vulgares
preocupaciones que han desacreditado á otras muy célebres.
Después de esto, ¿porque se ha de dudar, que el exclarecido
congreso de doctores y maestros medite con imparcialidad las
razones que se le expusieren, considere el gusto del siglo, los
deseos de nuestro amable soberano por el mayor lustre de las
letras en todos sus venturosos dominios, y elija el método que
conduzca al esplendor de las aulas?

Otra obra del Dr- Uñarme.

El tomo 69 de la colección de la Memoria de los Vireyes con-


tiene la del Virey-Baylio Gil y Lemus, escrita por la ilustra-
da pluma de Unanue. La circunstancia de ser obra muy vo-
luminosa y ya generalmente conocida nos escnsa de reprodu-
cirla en esta compilación.
—535—

" El Dr. D Hipólito Unanue".


ENSAYO BIOGRÁFICO.
" Una de nuestras glorias médicas, aquel
á cuyo esfuerso debe su origen la Acade-
mia de San Fernando, el inmortal Una-
nue, fue el obrero de este magnifico pensa-
miento".

Discurso del Dr. D. Casvromi


Ulloa pronunciado en la inaugura-
ción de la facultad de medieina de Li-
ma, en 15 de Marsa de 1859.

Entre los eminentes varones que al terminar el último si-


glo marcaron de luz la senda del saber en el Perú, el mas no-
table sin duda es el Dr. D. Hipólito Unanue, sabio y literato
consumado, hablista, matemático, amaestrado en las lenguas
antiguas y modernas, teólogo, filósofo, hombre de estado en
fin, financista y orador.
Tal hombre es digno de un estudio profundo como tipo y
eminencia de su época. Pero al dar ahora á luz algunas de
sus masfaniesas producciones (*) nos circunscribimos á trasar
de un solo rasgo su brillante carrera, reservando al historiador
y al filósofo peruano la tarea de darle á conocer como una de
las figuras mas prominentes del doble cuadro colonial é inde-
pendiente, en que el llenara un puesto tan distinguido.
Nació el Dr. D. Hipólito Unanue en el puerto de Arica, el
13 de Agosto de 1755. Fueron sus padres D. Antonio Una-
nue, vizcaíno de nacimiento, y Da. Manuela Pabon, natural
de Arica, personas, que aunque tenían un puesto destinguido
en el pueblo de su domicilio, no contaban otra fortuna que la
posesión de un buque de cabotaje, que por un acaso se incen-
dió precisamente en los dias en que nacía Unanue, como una
explendida compensación de aquel desastre.
Cuando el niño Unanue hallóse capaz de recibir alguna
instrucción, fue confiado por sus padres al celo inteligente y

(*) Esta Biografía fue escrita de esta capital en Agosto de 1860, por el
Sr. D. Benjamín Vicente Maquena con el objeto de publicarla á la cabeza
de nna adición que debió hacerse en Europa de las obras del ilustre Una-
nue, bajo la dirección de su nieto D. Pedro Paz Soldán Unanue, joven ca-
jas prendas de corazón y de inteligeucia le hacen una de las esperanzas de
bu patria, ya harto honrada con el doble apellido que él lleva.
—536—
bondadoso de un pariente materno, el Dr. Osorio natural de
Tacna, y que por aquellos años servia el curato de Arica-
Grecia de esta suerte el joven alumno, dando ya esperan-
zas de un desarrollo aventajado de su inteligencia, bajo la di-
rección de aquel preceptor, mientras su madre dirigía su alma
y sus tendencias hacia lo que se consideraba entonces el ma-
yor perfeccionamiento del cristiano: el sacerdocio.
Un acontecimiento vino á dar impulso mas decidido á aquel
deseo materno, al que sin duda cooperaba el buen párroco de
Arica. Tal fué la visita diocesana practicada por el obispo de
Arequipa D. Jacinto Chacón y Aguado, por aquellos años,
en que habiendo entrado ya Unanue en la edad en que era
preciso adoptar una carrera, llegó aquel prelado á la parro-
quia de Arica.Conociole al lado de su preceptor, y prendado de
su tierno ingenio y déla belleza infantil de su figura, resol-
vióse á llevarle consigo á la capital del obispado, y educarle
á su lado en el seminario de San Gerónimo de Arequipa.
Partió en consecuencia el joven seminarista en compañía de
su protector é -instalóse luego en su aula, decidido á abrazar
la carrera sacerdotal. Con este propósito trabaió con el tesón
genial de su espíritu y los brios de la temprana edad, hasta
ver casi terminados sus estudios eclesiásticos antes de cum-
plir los 22 años.
Existia por esta época en el oratorio de San Felipe Neri, en
Lima, un hermano de la madre de Unanue tan distinguido
como la mayor parte de sus colegas y á quien cita el virey Jil
de Lemus en la Memoria de su gobierno. Era este el padre
Fray Pedro Pabon. Resuelto pues, Unanue á hacerse sacer-
dote, vino á Lima en demanda de aquel pariente que mejor
que mas altos potentados podía servirle con sus consejos, sus
luces y aun su prestijio. Este primer viage á la capital, en
que el joven provinciano debi a desempeñar después tan en-
cumbrados puestos, tuvo lugar en 1777.
Mas el padre Pabon no era un consejero vulgar, y asi al
menos, debemos creerlo, porque conociendo el carácter ar-
diente y el vuelo de espíritu de su joven sobrino, hízole pre-
sente que la carrera eclesiástica con venia menos á su índole
que el estudio activo de las ciencias y el ejercicio de alguna
de las profesiones del saber humano.
Unanue tubo el buen sentido de aceptar las insinuaciones
de su ti o, y procurando elegir una carrera ventajosa, decidióse
por la que entonces era mas difícil, menos apreciada y aun mi-
rada con desden por las vulgares preocupaciones de la época:
tal érala medicina. Fué pues la noble misión de Unanue y su
mas indisputable gloria, el haber vindicado en el Perú aquella
noble ciencia, y mas que esto, dotádola con la academia mas
—537—
importante que de aquel ramo existe hasta hoy dia en la
América del Sud, después de haberle dado lustre con su plu-
ma como escritor, con su elocuencia en el profesorado, con
sus brillantes aciertos en la práctica y con su notable influjo
político en la administración colonial.
Hacíase entonces el estudio de la medicina mas como por
via de afición, que de enseñanza sistemada, asociándose á al-
guno de los doctores que tenían á la par con los curanderos y
empíricos el ejercicio público de aquella profesión. Mas, para
fortuna de Unanue, habilitaba entonces en Lima el célebre mé-
dico D. Gabril Moreno, en quien la facultad médica del Perú,
reconoce su mas antigua lumbrera y su primer regenerador. A
su lado el joven Unanue, echando ahora á un lado los cánones
y la teología, hizo sus nuevos estudios profesionales con un
éxito tan extraordinario, que en poco tiempo llegó á ser el
protomédico de la facultad. Su adhesión á su maestro y el
aprecio que de él mereció, nos han quedado consignados en
algunos recuerdos de noble gratitud, cual fué la dedicatoria
que Unanue hizo á su maestro de su obra mas aventajada de
medicina (Observaciones sobre el clima de Lima) y un retra-
to, que aunque modesto, fué costeado por el discípulo, y se
conserva todavía en el museo del colegio de San Fernando.
Una brillante pluma nacional, la del distinguido Dr. D. en
medicina Casimiro de Ulloa, nos ha hecho recientemente la
pintura de lo que era la ciencia médica y su noble ejercicio en
las colonias españolas durante los primeros siglos de la domi-
nación castellana. " Las epidemias mortíferas de Tifus, dice
en un discurso profesional, de disenteria, de ciruelas y fiebres
pernisiosas, recorrían con su funesto cortejo de víctimas la in-
mensa extensión de Quito hasta Potosí, sembrando de cadá-
veres nuestros valles y nuestras alturas, y no encontrando en
su debastadora marcha mas que cómplices de sus estragos,
en los que indevidainente llevaban el nombre de curanderos.
Unanue fué llamado á hacer una verdadera revolución en
aquel deplorable atraso, y á los pocos años de su instalación
en Lima, le vemos fundar el primer Anfiteatro anatómico que
hasta entonces había existido en nuestro continente.
Mas ¿como el modesto seminarista de Arequipa, habia lle-
gado ha obtener un alto prestigio y puestose al alcance de eje-
cutar obras de tamaña magnitud! Su extraordinaria inteli-
gencia, su laboriosidad y su íntegra conducta, le allanaron
aquel camino recorrido tan aprisa y con tanto fruto para su
nombre y el bien de sus semejantes.
Recibido apenas de médico, se habia relacionado, en efecto
con las poderosas familias de los Landáburu y de los condes
de Monte Blanco, comprometiéndose para servir de preceptor
—538—
á dos jóvenes de estas casas que estaban unidas entre si por
vínculos estrechos de parentesco. Eran aquellos D. Agustín
Landábnrn; rico propietario de Cañete, cuya fortuna heredó
después Uñarme, y D. Fernando Carrillo y Salazar. La casa
de la madre del primero, Da. Mariana Belsunze, fue de esta
manera el primer asilo que ofreciera á Uuanue la opulenta
Lima, pues se hospedó en ella con sus alumnos; y por medio
de los parientes de estos llegó á ponerse en contacto con la
mas alta y prestigiosa aristocracia de aquella capital.
Héchose conocer de esta suerte, pudo el joven médico lucir
con ventaja sus talentos; y asi, en la primera oposición que
se presentó la de la cátedra de anatomía que se enseñaba en
la Universidad de San Marcos, y que se estableció solo diez
años después de su llegda á la Capital ( 1787 ) obtuvo un bri-
llante triunfo sobre todos sus competidores, y se hizo desde
entonces, aunque muy joven todavía, la primera autoridad
médica del pais, después de su maestro el doctor Moreno y
del no menos aventajado médico y geógrafo español, el famo-
so D. Cosme Bueno.
Adelantado ya rápidamente el distinguido profesor en fa-
ma y en prestijio, alcanzó la realización del mas importante
de sus empeños por el adelanto de la ciencia y fué este la
planteacion del Anfiteatro Anatómico, cuya inauguración so-
lemne tuvo lugar el 21 de Noviembre de 1792, con asistencia
del virey y de todos las corporaciones y autoridades, en cuya
ocasión Unánue pronunció una de sus mas notables arengas
universitarias, género en que después sobresalió de una ma-
nera tan culminante.
En cuanto á los esfuerzos de Unánue para plantear este es-
tablecimiento y los recursos que durante el coloniaje se desti-
naban á la instrucción pública, pueden valorizarse ambos de-
bidamente cuando se sepa que fué preciso echar mano de
unos 3,830 $ que habían sobrantes del ramo de suertes y de
un derecho sobre el de bodegaje establecido en el Callao.
Encontramos, pues, al llegar á esta página de la vida de
Unánue, que antes de cumplir los cuarenta años de su edad,
se había labrado por sus solos esfuerzos el primer puesto de
las ciencias médicas en el vi rey nato del Perú, y quizá en to-
da la América, carrera verdaderamente prodigiosa en un jo-
ven criollo, que se habia presentado á la faustosa capital de
los vireyes sin mas poder que el de su injenio!
Pero llegamos precisamente á la época en que el Dr. Uná-
nue comenzó á figurar en una senda en la que acaso se hizo
mas ilustre que en su profesión científica: tal fué la de la li-
leratura, como escritor y publicista.
Desde un año antes á la fundación del anfiteatro anatómi-
—539—
co, había comenzado, en efecto, á darse á luz aquella notabi-
lísima revista, que puede considerarse como el magnífico si-
labario de la literatura nacional del Perú, el Mercurio Perua-
no, cuyo primer número se publicó el 2 de Enero de 1791.
Unanue se hizo el alma de aquella publicación, no solo redac-
tando los mas notables y variados de sus artículos, que son
todos los que tienen la urina de Avisto, y algunos otros, sino
sirviendo de secretario de la Sociedad de Amantes de Lima, de
cuyos trabajos prácticos era órgano aquel periódico.
Así fué que durante los cuatro años que duró la existencia
del Mercurio Peruano, en cuyo período se publicaron no mo-
nos de doce volúmenes, Unanue trabajó con el mayor tesón
y sin otro salario que la noble fatiga de sus desvelos consa-
grados á las ciencias; y distinguióse entre sus notabilísimos
colegas no solo por la abundante contribución con que enri-
quecía las págiuas de aquella revista, sino por la variedad de
estas que prueban á la vez la universalidad de sus conoci-
mientos y lo elástico y brillante de su injenio.
Repasando á Ja lijera las hojas del Mercurio Peruano, se ve-
rá, pues, que el secretario de su redacción escribió alternati-
vamente, ya sobre los monumentos del antiguo Perú, ó so-
bre la geografía física de sus plantas tropicales; ya sobre las
peregrinaciones por el rio Huállaga y otros del interior, de los
padres Girbal y Sobreviela, ó el elogio lisóricodel célebre D.
Antonio de Parada; ya en fin, sobre la conveniencia de esta-
blecer una escuela de pilotaje x>ara el adelanto de la marina,
ó sobre los Yaravies peruanos, esa deliciosa y melancólica li-
teratura indíjena que vive escondida en el corazón de la Sier-
ra, como las flores de sus ignotos valles ó el cantar de sus er-
rantes pastores.
Pero al propio tiempo en que Unanue brillaba como literato
y eomo protomédico, pues ya habia alcanzado por esta época
tan elevado rango, hacíase notar como cosmógrafo mayor del
virreyuato, colocándose entre los mas dignos sucesores de
Peralta y Cosme Bueno. En esta capacidad dio á luz anual-
mente desde 1793 á 1797, el Guia político, eclesiástico y mili-
tar del Perú, publicación que por su labor y su método, es sin
duda superior á la larga serie de almanaques y guias del Pe-
rú que desde aquella época han trabajado los cosmógraíos,
que se han sucedido hasta la fecha.
Asi mismo por aquellos años (1794) Unanue, haciendo es-
fuerzos extraordinarios de laboriosidad, quiso publicar asocia-
do al Dr D. Juan Egaña, después famoso en Chile, un periódi-
co con el título de Gaceta de Lima; pero no pudiendo dar ci-
ma á la realización de esta empresa, cedieron ambos el privi-
legio que habían obtenido, al impresor D. Guillermo del Rio ?
—540—
quien dio á luz aquel periódico con el nombre de Telégrafo Pe-
ruano.
Para acometer todas estas empresas, TJnanue había tenido,
sin embargo, un alto apoyo y un estímulo constante.
El ilustre virey Gil deLemus le habia honrado no solo con su
confianza pública, poniendo á su disposición todos los archi-
vos del vireynato sino que lo alhagó con su aprecio personal
y el aplauso de sus méritos. A estas señaladas circustancias
debió Unanue el alto honor de ser designado por aquel virey
ara escribir la Memoria de su Gobierno, sin duda una de las
mas notables de aquella serie de documentos administrativos
y la que acaba de ver la luz pública formando el 6? y último
volumen de la colección impresa á expensas del gobierno pe-
ruano. Su título es el siguiente: Relación del gobierno delExcmo.
Señor virey del Perú, D. Francisco Jil de Taboada y Lemus,
presentada d su sucesor el Excelentisimo Señor Barón de Vallenar,
año de 1796. Consta de 353 páginas en folio y está dividida,
como era costumbre en estos trabajos, en cuatro partes que
comprendian las diversas faces del gobierno colonial, á sa-
ber: 1? parte eclesiástica: 2? civil y política: 3? hacienda y 4*
guerra.
No tuvo menos fortuna el sabio Unanue con el sucesor de
su decidido protector y amigo Gil de Lenius, pues el ilustre
O'Higgins, aunque hombre de otro temple,le honró con encar-
gos literarios y científicos de importancia. Entre otros traba-
jos han llegado hasta. nosotros, un opúsculo que Unanue pu-
blicó en 1801, precisamente en el mes en que falleció aquel
virey, y cuyo título dice asi: Discurso histórico del camino del
Callao, construido de orden del Excelentisimo Señor marques de
Osorno por el Dr Unanue. Lima, 1801.
Tan notable habíase hecho ya Unanue, y estribaba su re-
putación en tan brillantes y sólidos títulos que desde los pri-
meros años de este siglo comenzó á conocerse como la mas al-
ta lumbrera de las inteligencias nacionales, y pagábanle este
tributo no solo sus compatriotas, sino los distinguidos extran-
jeros que de tiempo en tiempo visitaban estos lejanos paises.
Fueron de este número el botánico Haencke, el mineralojista
barón de Northenfiieht, los sabios españoles Ruiz y Pabon,
que le dedicaron una nueva planta descubierta por ellos [la
Unanea febrífuga,] el eminentísimo Humbolt, y por último
el ilustre Salvani, enviado á propagar la vacuna en America.
Honrado este sabio por la Universidad de San Marcos con
un grado, tuvo la fortuna de que presidiera Unanue el acto
de su incorporación, quien, por su parte, pronunció en aque-
lla solemnidad el notabilísimo el ojio que se publica en el pre-
sente volumen. Era tan frecuentada la sociedad de este hom-
-541-
bre, ya que uuo de sus mas aventa-
ilustre poi? aquellos años,
jados discípulos el l)i\ D. José Gregorio Paredes, dijo mas
tarde y haciendo uso de una expresión feliz, al aludir á esta
circunstancia: " Que la casa del Br. Uñarme era el derrotero de
los sabios"
Por esta misma época publicó Unanae la obra por mucho
mas notable de su repertorio con el título de Observaciones sobre
el clima de Lima y su influencia en los seres organizados y en es-
pecial el hombre, (cuya primera edición se publicó en Lima en
1806, la segunda en Madrid en 18 L5 y la tercera es la presente
la que desde luego la atención del mundo científico,
le atrajo
no solo en América y España, sino en varios otros paises de
Europa, cuyas sociedades científicas mas notables le inscribie-
ron entre sus socios, en particular la de Baviera, Filadelfia,
Madrid y ISTueva York.
Prolijo seria entrar en el análisis de esta obra científica, pe-
ro desde que la publicamos íntegra en el presente tomo, deja-
mos al lector en la libertad de juzgarla en todo su valor se-
ñalando solo como uno de sus méritos lo que muchas veces
se le ha atribuido como un reproche á saber, la lozanía y brillo
del lenguaje, que algunos críticos quisieran desterrar de las
obras científicas, pero á cuyo error Buffon, Arago y Hum-
boldt entre otras muchas eminencias del saber, han dado en
sus obras tan espléndida reputación.
Pero antes de concluir la era colonial mediante cuyo súbi-
to cambio debia lanzarse Unánue en la corriente á que su ilus-
tración y su nacimiento lo arrastraban, le veremos todavía lle-
var á cabo la mas importante de sus empresas científicas, y
la que existe todavía incólume y salvada de las oscilaciones
de tantos años de ajitacion política como un monumento du-
rable de su gloria. Tal fué la fundación del Colejio de Medici-
na de San Fernando, establecimiento americano debido exclu-
sivamente al celo y esfuerzos del protomédico Unánue.
Encontrárnosla primera noticia relativa á este importantísi-
mo establecimiento en la Minerva Peruana núm. 33, publica-
do el 26 de Julio de 1808, cuyo periódico registra un oficio del
vire}" Abascal al cabildo de Lima solicitando su cooperación
para llevar á cabo un pensamiento tan nuevo y colosal para la
época. El ayuntamiento se prestó desde luego á servir aque-
lla empresa, y con los auxilios que se crearon y que consistían
en la aplicación de algunos mezquinos sueldos de empleos va-
cantes, el producto de cuatro corridas de toros, y de una sus-
cricion de particulares, en la que el arzobispo Las-Heras obló
generosamente la suma de 6,000 pesos, procedióse á la ejecu-
ción. El arquitecto español D. Matías Maestro, puso la prime-
ra piedra el 18 de Julio de 1808, y tres años mas tarde, el 1?
Tom. vi Literatura— 71
-542—
de Octubre de 1811 se hacía la apertura formal de la Acade-
mia, cuyo fundador y presidente era Unánue.
El sistema de enseñanza que desde luego trazó este para
el nuevo establecimiento, acusa cuan noble y dilatada era la
ambición de este hombre en el vasto campo del saber.
"El plan de estudios dice Ulloa en el discurso citado que
Unánue concibiera, revestía colosales proporciones para su
época, y era por lo mismo imposible se llevase á debido efec-
to. A las ciencias matemáticas y naturales, este plan agrega-
ba las ciencias médicas en toda su extensión inclusive la geo-
grafía médica del Perú, ciencia que aun esta por crearse." Pe-
ro ello era cierto que con esta reforma, Unánue habia hecho un
servicio eminente á la ciencia, y aun en la real cédula de apro-
bación del colegio de San Fernando, que Unánue en persona
obtuvo mas tarde en España con fecha 9 de Mayo de 1815 y
que existe en el libro de Actas de la facultad correspondiente
al año de 1812, se declara "que se había suprimido la cátedra
de Filosoíía peripatética y creadose en su lugar ana de Fícica
experimental y Química, conforme ala real cédula de 12 de
Julio de 1807".
El éxito de todos estos trabajos proporcionó á Unánue uno
de los honores mas codiciados en aquella época entre los hom-
bres de la facultad, pues Fernando YII le nombró médico ho-
norario de su real eámara, "no solo por este respecto (dice la
"real cédula, citada, aludiendo á sus servicios en la fundación
"del Colegio de San Fernando) y su eminente mérito literario,
"sino también por su infatigable celo por el bien de la noble
"profesión que ejercía, y por su acendrado amor á la ilustra-
"cion y felicidad de su país, que le constituyen uno de los va-
sallos mas beneméritos."
Hemos dicho que con la fundación del Colegio de San Fer-
nando, que recibió este nombre en honor del virey, terminó
Unánue en cierta manera su evidente vida colonial. Y en
efecto, en otra obra histórica sobre la independencia del Perú
que acabamos de publicar hemos demostrado que coetá-
neamente con esa misma fundación, ya Unánue comenzaba
á ponerse á la altura de la gran idea que trabajaba á la Amé-
rica, y que estalló en una inestinguible revolución en 1810.
Mas denunciado entonces con su colega Paredes, Ohacalta-
na y Pezet, por aquellos primeros asomos de independencia
alarmóse su espíritu de tal suerte, que desde entonces se
vedó á sí mismo todo contacto con la política.
Sin embargo, no por esto Unánue dejaba de poner su par-
te de contribución patriótica á la empresa común, y él mismo
nos ha contado que en 1812 escribió un manifiesto en favor de
los americanos, que firmó el conde de la Vega, poniéndose de
—543—
rodillas para aquel acto. En esa misma época, Uñarme alcanzó
también el alto, aunque no por anhelado honor político, de
él
ser elegido diputado á Cortes por la ciudad de Arequipa.
En prosecución, pues, de su plan de prescindeucia, él retar-
dó su partida para la Península cerca de dos años, y solo se
marchó en 1814, mas por propósitos privados, que con el fin
de tomar cartas en los debates de la política metropolitana.
Llegado en consecuencia á Madrid, después del restableci-
miento de Fernando VII, ocupóse solo de obtener el desembar-
go de los cuantiosos bienes de su antiguo discípulo D. Agus-
tiu de Landáburu, quien establecido en Europa desde 1789,
se habia pronunciado por José en 1808, y merecido por este
motivo el ser declarado traidor con pérdida de todos sus bie-
nes, en virtud de una real cédula que se mandó cumplir en
Lima con fecha 25 de Octubre de 1810.
Unauue habia obtenido desde esa época, de la benevolen-
cia y consideración que Abascal le dispensaba el ser nombra-
do depositario de todas las propiedades embargadas, y de cu-
ya mayor parte era heredero, según el testamento que su discí-
pulohabia otorgado en 1789 al partir para España. Su viaje á
la corte tenia, pues, por principal mira el obtener se revocara la
confiscación de aquellos bienes, y mediante la influencia de
su nombre y el respeto desús relaciones, obtuvo al poco tiem-
po del ministro de Indias D. Silvestre Collar la plenitud de
sus reclamos.
Landáburu habia muerto casi en la misma época en queUna-
nue se dirigía á Europa, ignorando aquel contraste, y fuéle for-
zoso por esta circunstancia, regresar aceleradamente al Perú á
cumplir las últimas disposiciones de su amigo, deber que lle-
nó con acrisolada rectitud.
Como sabio y como peruano, Unanue no olvidó del todo su
misión á España, malograda en gran manera por el restable-
cimiento del absolutismo. Por el mes de Abril ó Mayo de 1815,
elevó, en efecto, al rey un memorial en el que, según las pro-
pias palabras de la real cédula citada, "hacia presente el des-
consuelo y triste situación de los indios y vecinos de los pue-
blos de asientos de minas, por la escasez de hospitales y falta
de buenos profesores que les asistan en sus enfermedades, pa-
ra todo lo que solicitó remedio."
De regreso al Perú, Uuanue, siempre alejado de la política,
consagróse á llenar sus deberes de albacea y á tomar posesión
de la valiosa herencia que Landáburu le habia legado, y la
que, añadida á los bienes de fortuna que él habia adquirido en
su profesión y medante el orden y economía de sus negocios,
le ponia en una posición espectable, aun entre las familias
mas opulentas del país. Hasta el 4 de Marzo de 1817, nos
'
—544—
consta que estaba en sus haciendas del valle de Cañete, ocu-
pado de aquellos objetos.
Mas con la aparición del ejército libertador en las costas del
Perú, comenzó de nuevo la vida pública de Unanue, y solo
desde entonces propiamente campeó por su cuenta en la alta
política de su país.
Como esta época de su vida, que forma se puede decir, la
segunda faz de su existencia pública, es mas conocida y nece-
sita menos detalles personales por estar ligada a los aconteci-
mientos generales del país, nos limitaremos á hacer una bre-
ve reseña de sus servicios y de sus honores.
Nombrado, en efecto, por el virey Pezuela para representar
al vireynato en la comisión diplomática que asistió á las con-
ferencias de Miraflores, lo fué poco después por su sucesor
La-Serna, a las que tuvieron lugar en Punchauca. Pero en
amas Unanue no pudo menos de evidenciar cuan profunda era
su adhesión á la causa de los independientes, y aun de esta
consagración generosa, nos ha quedado un documento, que
aunque no del todo claro, manifiesta sin embargo, hasta donde
llegaban sus comprometimientos con la revolución. Desem-
barcado apenas el ejército libertador en Pisco, el secretario
del generalísimo San Martin, Garcia del Eio, escribe, en efec-
to, al Director de Chile D. Bernardo O'Higgins, en carta de
20 de Octubre, que original tenemos á la vista, estas significa-
tivas palabras: "Por el mismo conducto tuvimos La Gaceta de
Lima y el papel de Unanue de que se remiten copias," y luego
hablando del último documento añade: "Nada digo del papel
de Unanue, porque es la acción mas sublime y el golpe mas fuerte
que se puede haber dado al gobierno de Lima. v Mas cuál era este
papel? Con qué propósito era escrito? Qué compromisos im-
ponía á su autor? Ignórase esto hasta aquí, pues sin duda
aquel fué uno de los grandes secretos que prepararon la caida de
Lima, pero el solo teuorde aquellas palabras, demuestra cuan
grave responsabilidad envolvía para su autor. Garcia del Eío
en su carta solo añade estas palabras que pudieran dar algu-
na luz sobre aquel misterio patriótico. "El conductor de aque-
lla correspondencia (dice aquel al terminar su comunicación) re-
gresó ayer, y si entra en Lima, felizmente y la suerte nos es
propicia, dentro de un mes puede estar concluida la campaña."
Terminada ésta, en efecto, pocos meses después, San Mar-
tin, al instalar el gobierno independiente, dio á Unanue, por
decreto de 23 de Agosto de 1821, la cartera de Hacienda, co-
mo á Garcia del Eio la de Gobierno, y la de Guerra y Marina
á Monteagudo.
Unanue se consagró desde luego con la laboriosidad de sus
hábitos, que no declinaba á pesar de su avanzada edad, pues
^-545—
en aquella época ya contaba 66 años, á arreglar lá hacienda
pública del Perú que entonces, mas que en ninguna época
posterior, era el caos, resultado inevitable, debido á la violen-
ta retirada de los españoles, y al esquilmo en que éstos y un
largo asedio habían dejado las rentas públicas.
El Ministro de Hacienda estableció la moralidad en la ad-
ministración de su ramo, [decreto de 13 de Agosto]; mandó
cerrar y balaucear todas las cuentas del gobierno real, dispuso
se abriesen otras nuevas, y poniéndose de acuerdo con el Con-
sulado y la Aduana, dictó en breve el primer Reglamento de
Comercio del gobierno independiente, lo que sin duda fué el
acto mas importante de su administración. Este aunque con
calidad de provisorio, fué promulgado el 28 de Setiembre de
1821, y se encuentra íntegro en la "Gaceta del Gobierno" de
Lima independiente, TS? 26 correspondiente á aquel año.
Aunque dada en circunstancias tan difíciles y rendidos ape-
nas los castillos del Callao, aquella ley es muy notable, sin
embargo, por los principios altamente adelantados de econo-
mía política que entraña en sus varias disposiciones. 'TBn el,
dice su propio preámbulo, se han reunido los principios mas
liberales sobre las mejores bases para hacer prosperar el co-
mercio," Abolición de la aduana interior, establecimiento de
un derecho fijo de solo 20 "por ciento" sobre las inter-
naciones extrangeras; franquicias completas de derecho de
puerto para los buques, y libertad absoluta de introducción
para toda clase de maquinarias, instrumentos cientiflcos y de
labranza, libros, imprentas, y por fin, licencias fáciles otorga-
das á los buques extrangeros para hacer el comercio de cabo-
taje; tales fueron las primeras conquistas de la libertad, ga-
nada sobre la rutina y el atraso colonial, mediante la atrevi-
da innovación del nuevo ministerio.
Unauue continuó sirviendo bajo el gobierno de San Martin
al que personalmente era muy adicto, hasta que por el aleja-
miento de éste y las catástrofes que su extemporánea separa-
ción atrajo al país, tuvo que emigrar á Trujillo, cayendo Li-
ma en manos de los realistas. Durante aquel período Unanue
fué además Presidente del Congreso Constituyente, Vice-
presidente de la "Sociedad de Amigos del país" instalada en
1822; y miembro del Concejo de Estado, en su calidad de mi-
nistro del Despacho.
Mas desde la llegada de Bolívar púsose decididamente de
parte del Dictador, y fué su mas constante sostenedor en to-
dos los actos de su política, aun en el de la "Constitución vi-
talicia" qae aquei diera al Perú, porque es preciso confesar
que Unanue en politícaera partidario de los gobiernos fuer-
tes y de las leyes coercitivas, de lo que ya habia dado antes
—546—
una prueba suscribiendo con San Martin y Monteagudo los
poderes enviados á Europa para hacer venir al Perú un prín-
cipe que reinase constitucional mente.
Bolivar le hizo por esto su primer inspirador, y cuando se
retiró del Perú (Setiembre 3 de 1826,) le dejó en el alto pues-
to de Presidente del "Consejo de Ministros encargado de go-
1
'

bernar el Perú.
Unanue descendió pronto, sin embargo, de tan encumbra-
do empleo, y mirado con frialdad y casi con enojo por el go-
bierno que sucedió á la dictadura colombiana, sintiendo ade-
más que sus fuerzas físicas cedian á la frecuencia de sus acha-
ques, retiróse completamente déla vida pública, y desde 1827
hasta 1832 habitó en su hacienda de Cañete, donde pasó sus
últimos di as rodeado de sus hijos, en grata paz y sosiego, ocu-
pado solo de sus antiguos estudios, á los que el noble ancia-
no volvía ahora su cansada vista, desengañado de las falsas
pompas del mundo.
Cuando sus males comenzaron á pronunciarse con síntomas
mortales y siendo ya casi octogenario, regresó á Lima y falle-
ció al poco tiempo (15 de Jnlio de 1833) en el duelo de sus
conciudadanos y rodeado de la aflicción de cuatro hijos, á
quienes bajo la aparente severidad de sus hábitos, miraba con
íntima ternura.
Unanue, en verdad, como hombre privado, habia dado
pruebas durante toda su existencia de una moral austera,
enaltecida por un sentimiento religioso profundamente arrai-
gado y consagrado por costumbres purísimas y una rectitud á
toda prueba. Durante su larga existeneia tuvo dos esposas.
Fué la primera en 1799 la señora Da. Manuela Cuba, natu-
ral de Lima y persona muy distinguida á la que Unanue con-
sagra algunas tiernas palabras en la dedicatoria de su obra so-
bre el "Clima de Lima," al perderla en 1805. Su segunda espo-
sa, que le acompañó hasta el último año de su vida; fué una
digna sobrina de aquella Da. Josefa Cuba, madre de los cua-
tro hijos que dejó Unanue.
Sus hábitos domésticos correspondían á los principios de su
moral. Era laboriosísimo, y con la primera luz de la mañana
recordaba á sus hijos personalmente; decia con ellos las pri-
meras preces, y se entregaba después con ardor al estudio,
sea que prosiguiera sus propios trabajos, sea que diera leccio-
nes á sus hijos, que él educaba en personana con un celo tan
vehemente, que aun á sus tiernas hijas les hacia estudiar la-
tín bajo su dirección; y muchas veces en las altas horas de la
noche congregaba en su estudio á aquellas para repetirles lec-
ciones de Astronomía á la vista de los planetas y delaute de
las calladas maravillas de la naturaleza. El resto del tiemop
—547—
que no concedía á su familia, lo consagraba á los quehaceres
de sus diversos empleos públicos y al ejercicio de su profe-
sión, bien que esta la practicó solo durante los primeros años
de su profesorado, pues mas tarde únicamente era llamado
para consultas graves y excepcionales.

El Dr. Unanue tenia en su figura física el sello de sus cua-


lidades y de su organización enérgica y á la vez sencila. Era
alto y de hermoso color pálido; su cabello le caia en negras
guedejas sobre la trente, sombreando sus ojos de un azul
claro que hacia afable su mirar, revelando juntamente la vi-
veza y penetración de su inteligencia. Conservase un retrato
de familia en el que esta fisonomía está diseñada con fideli-
dad, y es el mismo que adorna la portada de este libro. En la
sala de sesiones de la Academia de San Fernando, existe otro
retrato de- su fundador vestido de gala y condecorado con
la placa de la orden del Sol, pero en el que, apesar de los
adornos exteriores, el rostro no brilla con la apacible austeri-
dad del sabio y del cristiano, pues le afea cierto dejo de sober-
bia y de postiza pompa.

Al pié de este retrato de gala, léese una inscripción que co-


piamos aquí porque en ella se reasumen todos los títulos pú-
blicos que Unanue contaba al tiempo en que aquel se trabajó
[1821], La inscripción dice asi:

El JExcmo. Señor Dr. D. Hipólito Unanue, natural de Arica,


Catedrático de prima en la Universidad de San Marcos; Proto-
médico del Perú, primer director y fundador del Afiteatroy Cole-
gio de la Independencia: Socio de las Academias Médicas de Ma-
drid, Ciencias de Baviera, Lineana de París, Filosóficas de Fila-
delfia, Nueva Yorlc; Fundador de la orden del Sol; Concejero, Mi-
nistro de Estado en los Departamentos de Gobierno y Hacienda;
primer Presidente reelecto del Congreso Constituyente del Perú;
Benemérito de la Patria engrudo eminente, y Presidente del Con-
sejo de Gobierno.

El Dr. Unanue fué sepultado modestamente, según su pro-


pio deseo, en el cementerio público de Lima á cuya erección
él habia contribuido en 1808; y ahí en una humilde losa, se
lee este epitafio que nunca el término de la carrera de este
hombre eminentísimo, cuya reputación tan universal como la
de Peralta y Olavide es un timbre de gloría para su patria, y
el que compendiando sus eminentes servicios, dice asií

Aquí reposan los restos del dr. d. Hipólito unanue,


protomédico general,
fundador del colegio de medicina en el atiguo rejimen,
en el nuevo, ministro de hacienda,
presidente ex el primer congreso constituyente,
ministro y presidente del consejo de gobierno,
benemérito de la patria en grado emiente,
célebre por su saber, sus obras y
su elocuencia.
ealleció 1 los 78 años de su edad, el 15 de julio
DE 1833.
ÍNDICE

DEL SEXTO TOMO.

PAGINAS.

Advertencia del Edictor II.


Advertencia a las observaciones sobre el clima de Lima. VII.
Dedicatoria al Dr. Moreno XI.
Introducción , XV.
HISTORIA DEL CLIMA.
I. Situación de Lima 1
II. Estructura y calidad de su suelo í 3
III. Naturaleza de sus aguas 4
IV. La atmósfera y sus variaciones, 6
V. Estaciones é influencias del Sol 9
VI. Influencias de la luna 15
VIL Influencia de los eclipses 15
VIII. Vientos 17
IX. Lluvias 18
X. El trueno y el rayo 20
XI. Temblores 22
XII. Tablas meteriólogicas de 1799 y 1800

LNELUECIAS DEL CLIMA.


I. En vegetación
la 29
II. Sobre los animales 34
III. En la constitución del cuerpo humano 45
-550—
PAGINAS.

VI. En el ingenio 50
V. Tablas de las diversas castas 60

INFLUENCIAS DEL CLIMA EN LAS ENFERMEDADES.


I. Enfermedades del cuerpo 65
II. Del ánimo 78
III. Medios de precaverse 83
IV. Alimentos, Bebidas, Sueño y Vigilia, Gimnás-
tica, Ejercicios corporales y mentales 87

MEDIOS DE CURAR LAS ENFERMEDADES DEL CLIMA.


I. De la autocrasia ó poder de la naturaleza IOS
II. Uso del aire 107
III. De los alimentos 116
IV. De las bebidas y baños 127
V. De la gimnástica 134
VI. Del poder del arte módica 138

CONSTITUCIÓN MÉDICA DE LIMA.


I. Del estío y sus enfermedades 149
II. Otoño 155
III. Invierno 163
IV. Primavera ¿ 168
Conclusión 178

Oración inaugural del anfiteatro 175


Discurso sobre una conferencia de clínica. 207
Discurso sobre la conveniencia de un panteón 215
Discurso en un examen de geografía 225
Prospecto del Periódico que se publicó el año de 1813
intitulado verdadero Peruano 230
Llegada de la constitución , 234
El ciudadano Español 237
Compendio estadístico 241
El Amor conyugal 253
Discurso sobre si el clima influye ó no en las costum-
bres 258
Elogios académicos Y „ 260
Elogio del Exino. Sor. Urrutia 264
Elogio histórico del coronel Pineda y Eamirez 277
—551—
PAGINAS.

Actuaciones literarias sobre la vacuna 285


Disertación sobre cultivo de la coca
el 294
Dedicando la anterior disertación al Exino. Sor. D. Luis
Fermín Oarbajal y Vargas, Conde de la Union. . 323
Disertación sobre la naturaleza y efectos del tabaco. . 327
Introducción á la descripción científica de las plantas
del Perú 340
Discurso histórico sobre el nuevo camino del Callao.. 353
Exposición sobre la hacienda del Perú por el Ministro
de ella 367
Memoria preparada para la representación nacional
por el Ministro de Gobierno y Kel ación es Exte-
riores D.D. H. Uuanue 372
Idea general de los monumeutos del antiguo Perú, é in-
troducción á su estudio 385
Indagaciones sobre la disenteria y el vicho 390
Observación segunda extraída de las que se han hecho
en el Real anfiteatro anatómico 293
Noticia de una máquina inventada por el maestro José
Laos y Cabrera 394
Establecimiento de una academia de pilotaje 396
Rasgos inéditos de los escritores peruanos 399
Actuaciones escolásticas 400
Observación sobre un globo de fuego 404
Apéndice de la Sociedad á las conjeturas del Dr. D. Pe-
dro Nolasco Crespo 405
Noticia de una inscripción encontrada en las inmedia-
ciones dé Cuenca 408
Historia de las misiones de Cajaraarquilla. Origen y
pérdida de las de Manoa 409
Peregrinación por el rio Huallaga hasta la laguna de
la gran Cocama, hecha por el P. P. Apostólico
F. Manuel Sobreviela en el año pasado de 1790. 416
Peregrinación por los rios Marañon y Ucayali á los
pueblos de Manoa hecha por el P. Girbal y Bar-
celó el año de 1790 430
Segunda peregrinación del mismo padre á los pueblos
de Manoa 443
Instrucción del P. Guardian de Ocopa F. M. Sobreviela
á los P. P. Girbal, Márquez y Dueñas en el esta-
blecimiento de las misiones de Manoa y Rio
Ucayali 445
Prosiguen los viages del P. Girbal 452
Regreso del P. Girbal á Lima 458
8

-528—
PAGINAS.

Geografía física del Perú 463


Idea general del Perú , 475
Noticia de los trages, superaciones y ejercicio de los
Indios de la pampa del Sacramento y montañas
de los Andes del Perú 481
Historia de un cólico extraordinario 495
Observación médica 503
Metamorfosis humanas 504
Descripción de unas Termas descubiertas y fabricadas
en la villa de Huancavelica por D. Juan Antonio
Diaz, y de sus efectos saludables 506
Descripción de un Ternero Bicipite, seguida de algu-
nas reflexiones sobre los monstruos. 510
Descripción del gigante que acaba de ser conducido á
esta ciudad de la de lea 51
Apuntes de la Sociedad sobre las conjeturas del Dr.
Crespo relativas á restaurar la longevidad de
los Antediluvianos 522
Eepoblacion del Valle de Yitoc 526
Proyectos Literarios 531
El Dr. D. Hipólito Unanue. Ensayo Biográfico 535

FIN DEL INDTCE.


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