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La Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia en decisión 240

del 29 de febrero de 2000, estableció criterios de capital importancia con


respecto al delito de difamación.

El contexto de la decisión inicia con una editorial redactada por el editor del
periódico 2001, en la cual manifestó que la marca Crest era responsable de
producir cáncer, basándose en una supuesta traducción de un texto científico
en lengua inglesa; publicación esta que motivó de parte de la empresa Procter
& Gamble de Venezuela, C.A., una denuncia penal por difamación, la cual fue
resuelta por el Juzgado Quinto de Reenvío en lo Penal, en atención al proceso
penal dado en las normas del Código de Enjuiciamiento Criminal aplicable en
razón del tiempo, llegando a la conclusión de que lo realizado por el Editor del
periódico 2001, no podía ser configurado dentro del delito de difamación, al
estimar que el delito solo opera cuando la víctima sea una persona natural.

En respuesta, la demandante, en virtud de ser propietaria de la marca Crest,


acudió a solicitar recurso de casación contra la sentencia que ponía fin a la
instancia, denunciando la aplicación errónea en la instancia de los artículos 444
del Código Penal Venezolano y 59 de la Constitución del 1961. En la
motivación de la sentencia de casación, el Tribunal Supremo de Justicia
desarrolló el bien jurídico a ser protegido por el Código Penal en el delito de la
difamación, previsto en el artículo 444 de la norma penal. El TSJ llegó a la
conclusión de que tanto el honor como la reputación son derechos inherentes a
toda persona, razón por la cual todas las personas, incluso los muertos o los
incapaces, pudieran ser víctima del delito de difamación, en tanto cada persona
puede tener la capacidad de valorarse a sí misma y poseer una estima propia
de si misma, como puede tener la capacidad de tener una reputación
construida en base a la relación con su entorno. La sala estimó imposible en su
motivación que una persona jurídica pueda gozar del derecho al honor, ya que
la persona jurídica, al ser una construcción del Derecho y no un ser humano
propiamente hablando, es incapaz de tener una autoestima que le permita
establecer el honor, pero sí le es posible construir a esta persona jurídica una
reputación a través de su trato con los demás, a través de sus actos de
comercio y de la confianza que va construyendo en los demás por medio de su
ejercicio comercial, del cumplimiento de sus obligaciones o incluso de su
responsabilidad social; razones por las cuales se consideró en la sentencia que
la persona jurídica posee el derecho al honor, haciendo uso de una
interpretación del Derecho Penal desde una perspectiva finalista, dejando atrás
las consideraciones meramente derivadas de la exégesis en la interpretación
de las normas sustantivas en materia Penal, esto, visto desde la aplicación de
una norma más favorable a los derechos y garantías de toda persona como lo
es la Constitución de 1999.

La difamación por la Sala Penal fue definida como la acción de palabra que
busca ofender de manera específica a la víctima, lesionando su honor y su
reputación por medio del rumor difundido de manera oral o escrita. En este
caso, se concluyó que el editor del diario 2001, al publicar su artículo de
prensa, tuvo la clara intención de difamar, lo cual fue demostrado desde el
momento en que se vio la traducción de la “fuente” del editor, que resultó estar
tergiversada y manipulada en función de los intereses empresariales de los
dueños del periódico. Por lo tanto, la Sala de Casación Penal declaró con lugar
la denuncia de errónea aplicación del artículo 444 del Código Penal y 59 de la
Constitución de 1961 por parte del Juzgado Penal de Reenvío, al quedar
probado que tanto la empresa sufrió el delito de difamación. Pero, al estar la
acción prescrita, declaró la acción penal como extinguida.

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