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Mborayhu Ñandejara

Amor de dios

Los guaraníes constituyen un pueblo de marcada


trascendencia en la historia de la América indígena.
Combatieron con coraje al español. Luego, bajo la
evangelización, animaron las misiones jesuíticas en el
Paraguay y el norte argentino. En su mitología
destaca una honda afirmación del origen divino del
lenguaje. En el item sobre la poesía de los pueblos,
en este número de Kenos, hemos incluido un poema
guaraní. Aquí, Roberto Ogdon, un reconocido
egiptólogo, se proyecta hacia otro terreno donde
impera la continua intuición de lo sagrado. En este
articulo que nos ha enviado para compartir con
ustedes, Ogdon cristaliza una intensa indagación, con
profuso apoyo documental, sobre la magia entre los
guaraníes. Otra escalera, entonces, hacia el mirador
desde el que columbramos la diversidad cultural de las
prácticas y las creencias.

la cultura guaraní – que cubre una vasta región de


Sudamérica, incluyendo Argentina, Bolivia, Brasil, Guyana
Francesa, Perú y Paraguay; y que contaba con no menos
de 71 tribus relacionadas a la gran familia nativa llamada
Tupí-Guaraní (o Guaraní-Tupí) -, nos encontramos, en
tiempos precoloniales, coloniales y post-coloniales, con
que la misma se encontraba en la fase productiva propia
de una economía agrícola "primitiva" y que sustentaba
una muy consistente ideología religiosa, compartida
prácticamente in toto por las diferentes tribus, incluso a
pesar de las variantes locales en detalles de "mitología" y
prácticas rituales.

En este estado de las cuestiones, la Magia era el marco


de referencia de todos los eventos que acontecían en la
vida de los miembros de la tribu. No existía una frontera
definida entre los mundos "terrenal" y "espiritual", los
cuales, de hecho, para ellos parecen haber constituido
una sola Realidad.

La comunicación entre los hombres y lo sagrado se daba,


principalmente, en sueños, pero el encuentro con "lo
Divino" era un asunto de todos los días en un universo
habitado por toda suerte de "espíritus" y "seres
sobrenaturales", algunos de los cuales eran considerados
como los mismísimos descendientes del Creador del
Mundo o de los Grandes Dioses. Existían – como todavía
lo hacen en el milieu rural – entidades espirituales en
cada animal, árbol, piedra o curso acuático del mundo
físico, así que tales ocurrencias eran bastante
frecuentes y relatos orales sobre este tipo de
manifestaciones eran - y aún lo son - contados en el
campo o en los barrios suburbanos.

Aquí no trataremos en detalle acerca de la "mitología" de


los Tupí-Guaraní, sino que enfocaremos nuestra atención
en el brazo ejecutivo de la Magia, i.e., la persona que es
reconocida comúnmente con el nombre de "chamán" en
las ciencias antropológicas; o, como se le llama en
guaraní, el paje – pronúnciese payé -, término que
literalmente significa "El que sabe (magia)" u "hombre de
conocimiento".

Sin embargo, debemos notar que los Tupí-Guaraní


llamaron al chamán de maneras diferentes, de acuerdo a
los diversos grupos tribales; p.ej., los Avá le
denominaban ñanderú, "nuestro padre". Egon Shaden dijo
que los Avá también le daban el nombre de paí ("padre"),
agregando que esta designación procedía del término
compuesto mba-ira, "El Segregado" o "El Solitario", o,
como fue definido por M.A. Bartolomé, "el hombre que
vive en el umbral entre el ‘Mundo Superior’ y el
‘Inferior’".

La importancia atribuida al paje entre los Tupí-Guaraní


era superlativa, pues estaba a cargo de las relaciones con
el mundo sobrenatural. Aparte de otras actividades
propias de su profesión, el paje era, principalmente,
un medicine-man en el sentido clásico de la palabra. Esto
responde a una condición primordial del paje: esta
condición no era obtenida por cualquiera que quisiera
serlo, sino que sólo podía tenerla quien ya hubiera nacido
poseyendo ciertas habilidades, i.e., el paje devenía
tal por inspiración y desde el vientre materno, y no
debido a un entrenamiento especial o por pertenecer a
un determinado estrato o círculo social.

Este es un aspecto interesante del chamán guaraní: su


capacidad mágica viene junto con él desde el momento en
que es parido, como una señal de que sus poderes
pertenecen y proceden del mundo sobrenatural. También
es una forma de asegurar que él mismo es una criatura
sobrenatural, una condición existencial que le capacita
para intervenir en los asuntos humanos que tienen que
ver con las esferas ultramundanas.

Sin embargo, el consejo y la guía de otro paje anciano


era parte del camino para llegar a ser un arandú,
"hombre sabio", en todo el sentido del término. En las
etapas tempranas de su vida como chamán, el discípulo
era llamado paje mirí, y estaba destinado a pasar por un
número de restricciones, dietas periódicas y
purificaciones, entre otros rites de passage. En ciertas
tribus (i.a., los Pajaguá), si el novicio fallaba en estas
pruebas se le mataba de inmediato – y, lo mismo si, p.ej.,
no tenía éxito en curar a un paciente -, sin duda porque
se consideraba que era un fiasco o a que sus "poderes
naturales" eran vistos como malignos o dañinos.

El paje hacía recurso de varios medios de comunicación


con lo divino. Como se dijo antes, el mundo onírico era de
gran importancia en este sentido, pero los sueños no eran
el único o exclusivo modo de ponerse en contacto con los
poderes espirituales. El chamán guarní también realizaba
una serie de rituales y ceremonias destinadas a tal fin,
entre las que podemos señalar el canto (purahéi o guahú),
la danza (jeroky) y el rezo (ñembo’e). Todas estas
prácticas apuntaban a guiar al chamán a un estado de
trance o éxtasis, lo que le garantizaba la entrada al
"Otro Mundo", ya fuera para curar a un paciente o para
contrarrestar un "daño" (paje vaí) producido por
otro paje o un "mal espíritu".
Como puede verse, el chamán guaraní comparte mucho en
común con sus colegas en otras partes del mundo y de
todos los tiempos. Obviamente, era un herborista capaz,
como usualmente lo suelen ser los chamanes en todos
lados. El herbarium de la región paraguaya, por ejemplo,
es pletórico en plantas útiles y eficaces que se emplean
todavía en la actualidad en las áreas rurales, en tanto
otras – igualmente conocidas por los chamanes nativos –
hoy día están dando lugar a un creciente negocio
alrededor del mundo, desde Japón hasta los EE.UU. de
Norteamérica, pues se usa en la elaboración de pasta de
dientes y las industrias medicinal, dietética y diabética.
Nos referimos a la ka’a he’ê o "yerba dulce" [Stevia
Rebaudiana bertoni, Eupatorieas], que es entre 300 y
400 veces más dulce que el azúcar y una sustancia
natural que balancea el nivel de glucosa en la sangre.

El sistema político de los Tupí-guaraní era de naturaleza


"teocrática" y el paje se encontraba en la cima de la
escala social: conducía los tratos con el mundo
sobrenatural y, por lo tanto, era el centro en torno al
cual giraba la vida de los miembros de la comunidad. Sus
tareas eran numerosas y fundamentales: era un relator
de mitos, por los que mantenía viva la memoria cultural
del grupo, y, por eso, era el sostén de la tradición y la
ideología por la que la tribu mantenía su coherencia y
unidad; era el médico que curaba a los heridos y
enfermos, así como el profeta que anunciaba los eventos
futuros y conocía el pasado que explicaba el presente.
Pero su comportamiento estaba dictado por ciertas
normas éticas establecidas in illo tempore por los míticos
Grandes Dioses; de esta manera, su naturaleza
todopoderosa estaba regulada por fuerzas superiores:
las mismas que le daban nacimiento. Esta es la razón por
la cual la tupã henói, o "invocación individual" a los dioses,
era un atributo exclusivo del chamán, el mburuvichá o
"jefe tribal, cacique", y los ancianos, los "que saben". El
rezo personal de los chamanes usualmente era dirigido a
las "deidades menores" del "panteón" guaraní o, en
ciertos casos, a Tupã.

Tupã (o Tupavé, Tenondeté), era el dios supremo


universal de los Tupí-guaraní, cuya manifestación física
era el sol (kuarahý), en donde vivía luego de haber
creado la luz y el mundo. Pero, a su vez, él era "hijo" de
una todavía más poderosa y muy misteriosa entidad, a la
que llamaban Ñanderutenondé o Ñanderuvusú, una
entidad puramente espiritual, informe, infinita e
invisible, a partir de la cual todos los seres y las cosas
existentes debían su existencia. Sin embargo, este ser
pre-existente y pre-cósmico casi nunca era invocado en
la tupã henói: era como un "dios ocioso"; o se le
consideraba como demasiado distante de los humanos y
sus asuntos como para acudir en ayuda suya cuando fuera
llamado.

Uno de los mayores poderes del chamán guaraní procedía


de sus negociaciones con los tupichúa o "espíritus de la
naturaleza", quienes, al igual que los "espíritus de los
muertos", estaban en contacto permanente con él. Éstos
eran verdaderos "familiares" – en el sentido de las
mascotas de las brujas de la Europa Clásica y Medieval -,
que representaban el papel de poderosos asistentes que
llevaban a cabo las misiones que les asignaba el chamán.
Estos espíritus también eran invocados por medio de
rezos, ya fuera para bien o para mal: para hacer lo
primero, se entonaba un ñe’engara; para lo segundo,
un purahéi vaí o ñembo’e vaí; para rechazar un daño,
un mba’e pochý.

Debemos recordar que, para los Tupí-guaraní, el rezo


era purahéi porque en su realización había un recitado de
palabras, pero también había canto y danza, acompañados
por música, especialmente por sonidos producidos con
instrumentos rítmicos; todos estos elementos eran parte
de un acto único, una acción "holística", tanto en los
rituales mágicos como en las festividades religiosas, i.e.,
al momento de la comunicación con lo divino. En el caso
de los purahéi jeroký o festivales públicos y colectivos,
los mismos eran realizados al aire libre, en el espacio
central dejado entre el conjunto de viviendas de los
habitantes de la villa, o en los llamados oga guasú, "casa
grande", destinados a las ceremonias religiosas.

La más importante función del paje era su ejercicio del


arte de la sanación; esta habilidad incrementaba su
prestigio e influencia sobre los miembros de la tribu y
era su éxito en esta área específica lo que le confería el
título de paí guasú o "gran padre".

La ideología Tupí-guaraní sobre la salud y la enfermedad


es un asunto interesante. No hay ninguna definición
explícita de ninguno de los dos conceptos. Pero se
reconoce que el ser humano puede vivir en un estado de
bienestar, en la que está privado del sufrimiento, y que
recibe el nombre de aguyje. Esta noción refleja la idea
del hombre como un ser maduro y perfecto, que B. Meliá
definió como "las grandes virtudes del guaraní, por lo
menos en sus expresiones modernas, son el ‘bienestar’
(lit., ‘buen ser’): teko porã; la ‘justicia’: teko joja [quizás
mejor entendido como ‘armonía’ o ‘equilibrio’, al referir a
un estado de existencia. N. del A.]; las ‘buenas
palabras’: ñe’e porã; las ‘palabras correctas’: ñe’e joja; el
‘amor recíproco’; johayhú; LA ‘diligencia y
disponibilidad’: kyre’y; la ‘paz’: py’a guapy; la
‘serenidad’; teko ñenboró’y; y un ser interior limpio y
desprovisto de maldad; py’a potí. Estas formas y modos
de ser no están propiamente referidos al
comportamiento individual o íntimo, sino en la relación
con los demás (...)".

Por lo tanto, parece ser que la salud es el resultado


directo de la madurez, en el sentido de haber alcanzado
un modo de vida armónico y equilibrado que se refleja en
el comportamiento social y la relación con sus pares y la
Naturaleza.

Los Tupí-guaraní relacionaban la enfermedad con tres


causas principales; a saber:

1. Aquellas causadas por personas vivas malvadas,


especialmente, otros chamanes, a los que se les
llamaba paje vaí, "hombre sabio malo", así como
también poroavykya, "mal chamán", o mba’aekuaa,
"hacedores de mal, malhechores", entre otros
términos usados según el grupo tribal. Usualmente,
eran extranjeros a, o individuos retorcidos de, la
(misma) comunidad, que eran capaces de introducir
un "cuerpo extraño" en el de su víctima y que era el
que generaba la enfermedad. Esto no sólo afectaba
a la víctima del malhechor, sino que amenzaba el
equilibrio y armonía social, pues en los casos de
epidemia se producían riñas y peleas – a veces,
mortales – entre los miembros de la tribu, con
acusaciones recíprocas de brujería y cosas por el
estilo.
2. Aquellas procedentes de la lucha interna entre el
"alma animal" o "alma negativa" y el "alma divina" o
"alma positiva" del propio individuo. El primero
exacerbaba los bajos instintos del hombre, en tanto
el segundo lo guiaba al cumplimiento de las reglas
sociales, que, a su vez, se adscribían a normas éticas
"divinas y superiores".
3. Aquellas producidas por los "espíritus" y otros seres
sobrenaturales de la Naturaleza, i.e., los habitantes
mismos del Otro Mundo. Estos pueden ser espíritus
de muertos o de animales o similares. Como en el
caso (1), son capaces de invadir el cuerpo de una
víctima o de introducir "cuerpos extraños" para
provocar un daño. En general, "atacan de manera
invisible, tomando la oportunidad de una
circunstancial debilidad de sus almas (scil., las de
las personas), que se produce por una actitud
piadosa débil", como afirma B. Meliá.

Como habrá sido notado por el lector, las enfermedades


eran – y como lo siguen considerando hoy día en las zonas
rurales – vistas como una pérdida de la armonía y la caída
en un estado de perturbación, conflicto o lucha, ya fuera
en lo personal o lo público. El desequilibrio se produce
por medio de la introducción de "cuerpos extraños" en el
cuerpo o en el propio Uno-mismo de la víctima, que
usualmente se consideran de consistencia material.
Existen muchos testimonios, desde tiempos
precolombinos hasta la actualidad, acerca de expulsión
de piedras, granos, "bichos", e incluso llamas de fuego de
los cuerpos de los pacientes, luego de un exorcismo, y no
sólo en aquellos casos realizados por un representante
de la Iglesia Católica Apostólica Romana, sino
principalmente en los que son transmitidos por fuentes
nativas y rurales y por relatos orales tradicionales.

Las capacidades de sanación del paje provienen del


trasfondo mitológico de los Tupí-guaraní. La mayoría de
las actividades del chamán están destinadas a expulsar a
la entidad posesiva que controla al paciente, y, al mismo
tiempo, a neutralizarla, a fin de prevenir que siga
produciendo mayores daños. Y lo que determina el
triunfo o la derrota del chamán, es la lucha entre los
buenos y malos "espíritus" que actúan como los
verdaderos protagonistas del enfrentamiento a vida o
muerte.

Los mitos proveen el conocimiento necesario sobre la


esencia de la enfermedad, i.e., de las fuerzas demoníacas
activas que están detrás de los efectos físicos o
psicológicos manifestados por el enfermo, y que es de
donde procede el poder y la asistencia apropiada que se
necesita para ayudar al paje en su combate contra
aquellas.
Cualquier acción realizada para sanar a la víctima
requiere la terapia adecuada: el paje entona su peculiar y
privativo canto acompañado al ritmo de la mbaraka, una
suerte de maraca, mientras invoca a sus "espíritus
familiares" particulares, que le asistirán en su lucha
contra el mal; es solamente después que entra en sueños
para hablar con los habitantes de la "realidad aparte",
como gustó en llamarle Carlos Castaneda.

Pero, como dijimos antes, no todo es simplemente soñar.


Una vez que despierta de esa duermevela, retorna a su
paciente y comienza a poner en práctica una serie de
operaciones destinadas a extraer y expulsar al invasor.
Estas operaciones, básicamente, son las siguientes:

a. Cura por succión: el chamán chupa la región del


cuerpo en donde se supone que las entidades
intrusas se encuentran ubicadas. Sus poderes le
protegen de ser contaminado por ellas.
b. Cura por soplo: el paje sopla sobre la víctima y, de
esta manera, introduce en su cuerpo una fuerza
mágica que pone fin a la causa de la enfermedad.
Puede soplar sobre las partes afectadas del cuerpo
o sobre la cabeza, que es el lugar por el cual los
intrusos entran para tomar posesión del cuerpo vivo.
c. Cura por rezo: solamente se recurre a ella en casos
severos y cada chamán tiene sus propias e
intransferibles oraciones con las que invoca la
presencia de "familiares" muy poderosos y temibles.
d. Cura por hierbas: el paje conoce y usa un amplio
espectro de especies vegetales, así como otras
sustancias del mundo natural, a fin de preparar la
medicación correcta y eficaz con que restaurar la
salud del paciente y derrotar a la enfermedad. (*)

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