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Cnt 5:2 Yo dormía, pero no mi corazón.

Y oí que mi amado llamaba a la puerta:


“¡Ábreme, amor mío; hermanita, palomita virginal! ¡Mi cabeza está empapada
de rocío! ¡El rocío nocturno me corre por el cabello!”
Cnt 5:3 “Ya me he quitado la ropa; ¡tendría que volver a vestirme! Ya me he
lavado los pies; ¡se me volverían a llenar de polvo!”
Cnt 5:4 Mi amado metió la mano por el agujero de la puerta. ¡Eso me conmovió
profundamente!
Cnt 5:5 (5–6) Entonces me levanté para abrirle a mi amado. De mis manos y
mis dedos cayeron gotitas de mirra sobre el pasador de la puerta. ¡Al oírlo
hablar sentí que me moría! Abrí la puerta a mi amado, pero él ya no estaba allí.
Lo busqué y no lo encontré, lo llamé y no me respondió.

Luc 12:35-36 “Sean como criados que están esperando a que su amo regrese de
un banquete de bodas, preparados y con las lámparas encendidas, listos a
abrirle la puerta tan pronto como llegue y toque.
Luc 12:37 Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos.
Les aseguro que el amo mismo los hará sentarse a la mesa y se dispondrá a
servirles la comida.
Luc 12:38 Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a la
medianoche o de madrugada.
Luc 12:39 Y sepan ustedes esto: que si el dueño de una casa supiera a qué hora
va a llegar el ladrón, no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar.
Luc 12:40 Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá
cuando menos lo esperen.”

Apo 3:20 Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la
puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.

¿Puede la mujer dejar a su esposo afuera de su casa, dejando que el rocío


empape su cabeza, cuando éste intenta entrar? ¿Se puede ser siervo y no abrirle
la puerta a su amo cuando éste llame? ¿Se puede ser Iglesia y dejar al Señor de
su Iglesia afuera, llamando a la puerta y esperando que alguien escuche su voz?

Como hace notar el hermano Watchman Nee, en el versículo dos del capítulo
cinco del libro de Cantares, ésta mujer duerme por fuera, pero por dentro está
despierta, y así debiera ser la experiencia de todo cristiano: dormir a las
sensaciones que este mundo nos ofrece, como así también, dormir a la práctica
del pecado, y estar despierto interiormente, despierto a la voz de nuestro
Amado, la voz del Espíritu, es decir, dormir por fuera, estar en un estado de
pasividad, de nulidad, o hasta de inconciencia, a las cuestiones de este mundo,
como así también a los deseos de la carne, y estar despiertos en nuestro interior,
velando, activos, a los deseos del espíritu, sensibles a la Su Palabra, a su voz.
¿Será que sólo cuando dormimos por fuera pero velamos en nuestro corazón es
que podemos escuchar la voz de nuestro Amado? sólo así el cristiano puede
escuchar la voz de su Amado que dice ábreme…. Pero aún así vamos a ver cómo
el cristiano puede escoger quedarse conformado y satisfecho con ciertas
experiencias espirituales, que no lo dejan avanzar en su caminar espiritual.
Al pedido del Señor de entrar, la mujer responde Ya me he quitado la ropa;
¡tendría que volver a vestirme! Aquí la mujer ya ha dejado las vestiduras que
éste mundo le ofrecía, como dice ese versículo…las cosas viejas pasaron, todas
son echas nuevas. Esta mujer ya ha dejado atrás su vieja vida, su pasado, ya no
se enreda con las cuestiones de este mundo, ahora está desnuda y el Señor que
dice ábreme. Aquí vale aclarar que el deseo del Señor de entrar, no es para
entrar a morar en la vida del creyente, no es para que el creyente le reciba en su
corazón. Esto ya ha sucedido, el creyente ya se ha despojado de sus viejas
vestiduras, el creyente ya conoce y ha tenido su encuentro con el Señor, y como
consecuencia ha recibido su salvación. Si leemos los capítulos anteriores nos
daremos cuenta cómo va avanzando la relación con el transcurso de los
capítulos. Ahora estamos en el capítulo cinco donde la relación entre el creyente
y su Señor ya ha avanzado.
Aquí, el deseo de entrar del Señor es para tener comunión con el creyente.
Continuamos con el versículo dos: Ya me he quitado la ropa; ¡tendría que volver
a vestirme! Claro que para levantarse a abrirle, tendría que vestirse, pues la
mujer se encuentra desnuda. Esta es entonces, la comunión y experiencia que el
Señor quiere tener con el creyente, que éste se levante de donde se encuentra y
se vista, ahora con vestiduras celestiales, espirituales, para abrir y recibir a su
Señor. Es decir, el Señor no quiere que el creyente pase toda su vida cristiana y/o
espiritual satisfecho simplemente con haberle recibido en su corazón, con recibir
su salvación, tanto de la condenación, como de este mundo perverso y de las
garras del enemigo. Tampoco quiere que nos quedemos siempre desnudos. Por
un lado nos quiere sin las vestiduras de éste mundo, pero también nos quiere
vestir de sus vestiduras (espirituales). Aunque esa primera experiencia significa
un montón para el creyente, el señor quiere ir más allá, quiere que el creyente
crezca, quiere llevarlo a nuevas experiencias espirituales. Por lo tanto, el señor
no quiere que éste quede en su lecho, aunque si bien es espiritual y éste está
velando, despierto en su corazón, aún así, el señor quiere que éste se levante,
que no quede así desnudo espiritualmente hablando, desnudo sin tener nuevas
experiencias espirituales, desnudo sin vestirse con nuevos encuentros y
comuniones espirituales, desnudo sin vestirse con las nuevas ropas celestiales
que el señor tiene para darle.

Las excusas del creyente


Pero el creyente aún no comprende el significado de esto, sólo piensa en
quedarse con lo que recibió, pues así se siente bien y cómodo. Claro que éstas
primeras experiencias que el creyente ha tenido, son muy buenas, al punto de
querer quedarse con ellas, siempre. Obvio que si, avanzar espiritualmente no
significa perder lo que uno ha recibido, por el contrario, siempre estarán ahí si
uno continúa creciendo. Aunque también esto puede ser una excusa para no
abrirle al Amado, es decir, no tengo tiempo, etc, etc.
Lo que sigue es Ya me he lavado los pies; ¡se me volverían a llenar de polvo!
Similar a lo que veníamos comentando. Aquí el creyente ya ha sido lavado y se
encuentra limpio del polvo y la suciedad de éste mundo, así como del pecado.
Pero parece que el creyente sigue sin entender. Aquí, el creyente además de
levantarse, debe calzarse y caminar hasta su Señor para abrirle. Esta es la
experiencia que quiere el señor para nosotros, que tomemos nuevos calzados –
espirituales- para un nuevo caminar espiritual, las caminatas espirituales
siempre son hacia el señor, siempre nos conducen hacia el señor y siempre son
para recibir algo de Él (en éste caso para recibirle a Él mismo, así como sus
vestiduras), pues aquí, esto consiste en abrir y recibir. El Señor siempre nos
quiere activos, nunca reposando, nunca detenidos siempre en la misma
experiencia espiritual.
Pero aquí esta nuevamente la excusa del creyente, ¡se me volverían a llenar de
polvo!

¿Cuánto le cuesta al cristiano levantarse y tener comunión con el señor? ¿y qué


precio pagó el señor por nuestras vidas? ¿cuánto le costó al señor éste
momento, para ahora venir a nuestro encuentro? ¿No pagó el señor con su vida,
para el rescate de nuestras vidas? Y nosotros reposando en una cama,
disfrutando de los beneficios de ese precio que pagó el señor ¿no somos
capaces de disponernos tan sólo a abrirle para tener un rato de comunión con
Él?

Versículo 4
El señor insiste en tener comunión con nosotros. Son esos momentos en los que
no pueden pasar desapercibidos. Ella lo ve querer entrar y se conmueve.
Nosotros sentimos, percibimos el momento de tener que estar a solas con él,
pero el momento y el tiempo de hacerlo tiene que ser de mutuo acuerdo, el
señor no nos va a obligar a nada, si nosotros no estamos dispuestos, aunque él
si lo esté, no pasará nada, o pasará algo tremendo que veremos en los próximos
versículos. Entonces, mientras nosotros perdemos el tiempo en prepararnos, en
disponernos, mientras seguimos detenidos en nuestras rutinas espirituales,
detenidos con nuestras excusas de tener que volver a vestirnos o con el temor
de llenar nuestros pies de polvo, es ahí donde el señor se da cuenta de que no
estamos dispuestos para tener comunión con él y se retira.
¿Qué clase de conmoción es ésta? ¿No parece que se conmueve un poco tarde
de lo normal? Creo que cualquiera de nosotros si tan sólo escucháramos una
sola palabra de Dios para nuestras vidas, tan clara como lo escuchó esta mujer
en el versículo dos, nos conmoveríamos al instante.
¿Cuáles cosas son las que conmueven al cristiano, o cuáles deberían
conmoverles? El verso cuatro dice ¡Eso me conmovió… ¿y cuando el señor nos
habla no nos conmovemos? ¿ya no nos conmovemos cuando leemos y
escuchamos sus palabras? En el verso dos el señor está afuera con su cabeza
empapándose con el rocío de la noche ¿y ella ni se conmueve? ¿Tenemos que
esperar a que el señor ordene y haga todo en nuestras vidas, tenemos que
esperar que el señor hable, llame, espere y también abra y entre para que
nosotros tengamos que recién ahí conmovernos para levantarnos e ir abrirle?
¿qué espera el señor de nosotros sino que además de estar velando, le
respondamos y abramos en seguida? Como dice Luc 12:35-36 “Sean como
criados que están esperando a que su amo regrese de un banquete de bodas,
preparados y con las lámparas encendidas, listos a abrirle la puerta tan pronto
como llegue y toque. Ya en el verso dos sabemos que es el amado quien habla y
está a la puerta, no es un desconocido, para esas alturas ya reconocemos bien
cuando es el Señor quien quiere tener comunión con nosotros. Entonces…
¿cuáles son los dos requisitos que el texto de Lucas nos ofrece? (1) preparados y
con las lámparas encendidas y (2) abrirle la puerta tan pronto llegue y toque. Es
decir, no es suficiente sólo con dormir y velar en nuestro corazón, sino abrirle
cuando llegue y toque. Por ejemplo, ¿Qué hacía la iglesia mientras el Señor
estaba a la puerta en la iglesia de Laodicea? Hablaba demasiado, alardeaba de lo
rica que era, de lo bien que le iba y de que no le hacía falta nada, creemos que
ésta no es la forma de estar preparados para abrirle al Señor, de hecho todo lo
contrario, aquí el Señor se encuentra afuera de su iglesia, qué tremendo. ¿Habrá
peor cosa que ser una iglesia sin Dios, un creyente sin Dios?

Gotitas de mirra: Un desperdicio espiritual


Veamos algunos textos donde el aceite aromático o perfume es usado y bien
aprovechado en relación al Señor Jesús: Mateo 26:6 y sus textos paralelos en los
otros evangelios, y Juan 7:37.
Podemos pensar en las gotitas de mirra que caen de las manos y dedos de ella
como un desperdicio de la experiencia espiritual que ella pudo haber tenido con
su Amado. En el texto de mateo citado más arriba, algunos discípulos pensaron
que haber usado tan caro perfume con Jesús era un desperdicio, y si bien no me
quiero detener aquí para indagar en este texto, finalmente vemos que el uso y
derrame del ese perfume resultó en beneficio para la persona que lo usó como
para los que estaban presenciando tal situación. Como menciona Matthew
Henry, si reservásemos para el Señor el perfume de nuestras gracias, en lugar de
ser perezosos en ejercitarlas para él, nuestra vida espiritual sería próspera y
floreciente.
Aquí vemos como ésta experiencia espiritual que bien pudo aprovechar ella con
su Amado, se le termina yendo por sus manos y dedos, ni siquiera sirve para
poder rescatar algo, venderla y así ayudar a los pobres (Mateo 26:9), ni como
para llenar la casa de su olor (Juan 12:3).
No tenemos que dar tantas vueltas al momento de orar, como dice Mateo 6:6
Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en
secreto.

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