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El Cadejo
Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos. Suele aparecer a la
hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas. Tiene
predilección para con los niños de corta edad, aunque también golpea sin
piedad a los mayores.
El "gringo" salió corriendo tan veloz como las piernas le daban y nunca
regresó.
La otra historia, narrada por Lucindo Mamaní, de Tafí del Valle, cuenta que
se vió al duende conversando en un zanjón con un niño que estaba a su
cuidado (actualmente un prominente médico). Al acercarse don Lucindo, el
duende -llamado "enano del zanjón" por los lugareños- salió huyendo.
LA LLLORONA
visitar unos parientes en la noche, era casi media noche pero él ya estaba acostumbrado a caminar
LEYENDA DE LA SIGUANABA
Es por eso es que quienes la han visto describen que cuando la conocieron
vieron a una mujer bella, pero en cuanto la abrazaban y besaban, se
convertía en un espectro horrible, de cabello enmarañado y sus pechos
voluptuosos se transformaban en horribles bolsas con las cuales golpeaba
las piedras donde las mujeres en el día lavaban la ropa. Las manos se
convertían en garras y miraba a los hombres con sus ojos saltones riendo
también entre las sombras de la noche. Las familias de los hombres que tuvieron un encuentro
con el espectro maligno, describen que caen enfermos por semanas, con altas temperaturas de
fiebre y delirios. Las esposas de los infieles que tuvieron un encuentro con este espanto afirman
“está bueno, por infieles y mentirosos”.
EL CIPITIO
El hijo, resultado de la infidelidad del romance prohibido entre Sigüet y un lucero de la mañana fue condenado
por Teotl, el dios de dioses a permanecer como un niño por la eternidad y nunca llegaría a crecer y ser hombre.
Quienes le han visto aseguran que tiene los pies al revés y por eso causa confusiones
en los caminos que anda. Los campesinos que intentan seguir sus huellas, terminan
por perderse ya que por la deformación, siguen el camino de manera errónea, yendo
al lado contrario al que el Cipitío iba. También tiene una enorme barriga y viste ropa
de manta blanca, caites y un sombrero de palma puntiagudo y de grandes alas. Dado
que el Cipitío es un niño, le gusta frecuentar los trapiches de las moliendas de caña,
donde hay miel de dedo y dulce de atado, aunque su alimento favorito es el guineo y
las cenizas. También frecuenta ríos y le gusta espiara las chicas que son bonitas, a las
que les silva y arroja piedras o flores. La leyenda cuenta que el Cipitío también simboliza al dios de los
romances ilícitos .también sería un espíritu burlón. El personaje es ubicado principalmente en la región de San
Vicente, aunque posee el poder de teletransportarse.
La hiena y la liebre
Las hienas y las liebres hoy en día como están
las cosas se odian mutuamente, pero todo
sucede por esta leyenda que comienza en
África hace muchísimo tiempo. El pelaje de las
hienas era completamente marrón para ese
entonces y había una gran amistad entre estos
dos animales. Estas amigas, la hiena y la liebre
eran tan unidas que siempre estaban juntas.
Sin embargo, la hiena era muy mala, celosa,
envidiosa e inteligente.
Cada vez que iba a pescar la liebre, siempre volvía a su hogar con un gran pez que de
una forma u otra, la hiena siempre lograba quitarle, pero siempre hablando con astucia.
Un día, la liebre estaba un poco cansada de que siempre le haga lo mismo cada vez que
venía con un pez, aun así quería a su amiga y le mostró que traía un pez enorme para
comer. La hiena no podía aguantar la tentación de quitárselo y por eso le dijo que su pez
era demasiado grande, pero su estómago pequeño, por ello le haría mal comerlo, o si no
lo comía todo, entonces se le iba a pudrid antes de poder terminarlo, pero la liebre esta
vez más astuta le dijo que no se preocupara porque pensaba ahumarlo para comer
luego lo que sobre.
Durante la noche, la liebre se hizo la dormida junto a las brasas que cocinaban el
pescado y así fue que la hiena tomó el pescado y comenzó a correr creyendo que dormía
su amiga. En ese mismo momento fue que la liebre tomó la parrilla con las brasas y tiró
todo encima de la hiena, dejando todas las manchas negras que hoy en día lleva en su
pelaje. Le dijo que no podía creer que la haya traicionado así y que siempre quería
quedarse con lo mejor, que se vaya y no vuelva nunca más. Así sucedió, nunca más
volvió y comenzaron a odiarse las hienas con las liebres para siempre.