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Para Eva, además de las causas científicas que apuntan los expertos, existe otra
hipótesis relacionada con factores emocionales familiares y sociales. “Los
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adolescentes tienen el don –y la ‘misión’- de señalarnos a los adultos lo que no
tenemos resuelto desde el punto de vista emocional, lo que es disfuncional y no
sirve para una vida mejor. Actualmente, los desórdenes emocionales familiares
y sociales son tantos y tan profundos, que a menudo pienso que anticipan la
adolescencia porque les urge ponernos frente a ellos y que comencemos a
ponerles luz y orden”.
Pero, ¿qué podemos hacer como padres para acompañarles en esta etapa de
la mejor manera posible y frenar este fenómeno? Eva Bach nos da una serie
de claves a tener en cuenta para conseguirlo:
Reflexionar y hablar con nuestros hijos sobre ello. Hablemos con nuestros hijos
antes de que lo haga la industria de la belleza.
Enseñarles que hay otras formas de belleza mucho más importantes que la
física, y que la verdadera belleza no es una cualidad de las personas o las cosas sino
una forma de mirarlas y de mirar la vida y el mundo.
Ser nosotros mismos un buen referente, para poder contagiarles estos valores y
actitudes vitales sanas. No podremos transmitirles los valores adecuados si nosotros
estamos más preocupados por el tener que por el ser, si somos “adictos” al consumo,
si estamos obsesionados por la imagen, si juzgamos y criticamos a las personas por su
apariencia, si queremos realizarnos, obtener reconocimiento o mitigar carencias
emocionales nuestras a través de nuestros hijos.
Nutrir su autoestima de una forma sana. Centrándonos en lo que tiene que ver con
el ser, el sentir, el hacer, el compartir, en sus valores y cualidades como persona, en
lugar de en la imagen, los logros o las posesiones materiales.