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Mijailo Stelmaj
soportar su alma, lo que no pudieron soportar los el tañido-. Y ahora le entierran al infeliz...
dedos maternales, que habían acariciado a Vasil de -¿Habéis oído que han aparecido unas señales en
pequeñito, estrechándole contra el pecho; los dedos aquella lista del Comité de los campesinos pobres
que se habían posado, trémulos, sobre sus hombros que tenía Vasil?
cuando se iba a trabajar de bracero; los dedos -¡Sangre es lo que ha aparecido, y no señales!
callosos que se habían cruzado ante las imágenes -Puede que sea sangre. Yo no lo he visto. Pero lo
rogando a Dios que el hijo volviera de la guerra. que sí he oído decir de verdad, y además lo he
Pero, ahora, aquel clavo manchado de sangre hizo soñado, es que el zar ha juntado ya en Inglaterra un
que se le doblasen las piernas. La madre cayó de millón de soldados.
rodillas y en sus pupilas agrandadas quedó fija la -Pero, ¿no habían matado los bolcheviques al zar?
demencia. Y toda su vida penosa, que había ido -preguntó la vieja, y se estremeció la fina red de
posándose día tras día en su alma, lo mismo que se arrugas que rodeaba su boca sumida.
posa la cera en los panales, se desparramó de pronto -¡Que le van a matar! Dispararon contra él, pero
como un puñado de arena, igual que si no hubiera los ángeles desviaron las balas. Igual que hace con
existido. los cosacos la virgen de Pocháevo.
No lloró la vieja Bogdánija sobre el cadáver de su -Pues de Vasil, nadie las desvió... Y Dios acoja su
hijo, no lo bañó con sus lágrimas, sino que, alma, aunque sea pecadora...
súbitamente, entre la gente abrumada de dolor, La muchedumbre abandonó tristemente el
entonó con voz muy queda un cántico pascual, una cementerio, hollado por la guerra y el ganado. Sólo
canción que en años lejanos, de muchacha, cantaba Stepán y Olga quedaron junto a la sepultura reciente.
en la iglesia llena de gente: Balanceando su fino talle, la mujer se lamentaba a
gritos a la cabecera del oscuro féretro, del que se
Primero planté el aciano, hallaba ahora más cerca el seco palo de la cruz que
¡Eh, eh, planté el aciano! sus manos juveniles, no saciadas aún de acariciar los
Después lo estuve regando, rizos de Vasil.
¡Eh, eh, lo estuve regando! Sobre los ojos negros de la viuda aleteaban las
Y luego corté una flor, largas cejas lo mismo que si hubieran querido
¡Eh, eh, corté una flor! escapar. Tan pronto estaban pegadas a la tierra como
Flor de aciano, florecita, en alto, quebradas, sacudiendo el polvo de la tumba.
¡Eh, eh, florecita! Stepán no consolaba a Olga, ni tampoco lloraba
La más linda de las flores, él. Parecía únicamente como si todo su cuerpo se
¡Eh, eh!... hubiera reblandecido de pronto. Causándole un dolor
continuo y lancinante, desfilaban ante sus ojos los
Así se entremezcló en aquella casa el ¡eh, eh! días y los años pasados con Vasil, lo mismo la época
pascual y el lúgubre tañido que no llegaba ya hasta el en que, pastorcillos, defendían contra los gavilanes a
corazón de la madre. Por eso no permitieron que los gansos pequeños, que parecían ovillos de pelusa
Bogdánija fuera al cementerio, hacia donde marchó, amarilla, como la época en que, ya soldados, les
bogando sobre los hombros encorvados, el féretro de quitaba la respiración en las trincheras el verdoso gas
arce. alemán.
Los sauces del camino, inclinados hacia un lado, Hasta la víspera había perdurado aquel veneno
adelantaban sobre Vasil sus verdes brazos, bañándole extraño, borbotando y removiéndose en el pecho de
por última vez el rostro con su rumor otoñal y sus Vasil, Sin embargo, no había sido él, sino las chatas
lágrimas amargas. Seguía al féretro, entre gritos y balas de los bandidos, fundidas en Austria, las que le
lamentos, Olga, la viuda de Vasil, mientras en la casa habían arrancado del pecho el alma que ahora flotaba
vacía la vieja continuaba plantando el aciano y entre las blancas nubes otoñales hacia el sol, en busca
acariciando la flor que nunca más alegraría su hogar de un nuevo asilo y una nueva tierra.
ni su corazón. Congestionados los ojos, sobreponiéndose a su
Y por la aldea empezó a correr un rumor: dolor, contemplaba Stepán la impoluta gasa de las
-¡Mal augurio es ése, mal augurio! nubes ligeras como la espuma. Sin embargo, lo que
-Planta lo que quieras, pero plántalo en tu tierra - más atraía su mirada era la negra tierra de la tumba.
decía Nastia Denisenko, de turgentes pechos, siempre Se había recubierto ya de una ligera pátina gris,
con mirada iracunda, prestando oído por encima de la salpicada por los manchones negros que dejaban las
cerca al canto de la madre de Vasil. huellas de las lágrimas.
-Si repartieran la de los terratenientes sólo... Pero -¡Ay, Vasil, Vasil!... ¿Qué voy a hacer sin ti? -
es que meten ya mano a la nuestra. repetía Stepán de tarde en tarde, dirigiéndose al
-A pedir limosna esa mano, a pedir limosna... En amigo, sin creer que no existiera ya.
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo - Stepán y Olga regresaban a la aldea cuando el
santiguábase devotamente la vieja Dankó al escuchar crepúsculo matizaba con su nebulosa púrpura las
Que no vierta la sangre 3
primeras manchas áureas que septiembre ponía en la las esquinas oscurecidas de las trémulas aletas de su
enramada. La mujer iba tambaleándose, sin ver nada nariz.
a su alrededor, y a Stepán le martilleaba en la mente Magullados, con las ropas en desorden, los dos
la sensación de que alguna cara, movediza o inmóvil, hombres fueron separados a duras penas por el
asomaba por encima de casi todos los portones de las enorme Svirid Miroshnichenko. Para cubrir las
casas de los kulaks. La cruel curiosidad de los ojos formas, le pegó unos cuantos meneos y un pescozón
ajenos agobiaba a Stepán, le vejaba, remachaba unos a Stepán. Pero a Dankó le apretó de tal manera el
pensamientos inexpresados: cuello, que su cabeza cayó al instante sobre el
"¿Has visto cómo se ha abultado la tierra de hombro desmayada, como si fuera la de un ganso.
nuestro cementerio?" -Perdona si he apretado un poco más de la cuenta
"¡Ándate con ojo si no quieres que te lleven -profirió Miroshnichenko con una mirada de soslayo,
también a ti con los pies por delante!" llevándose los dedos endurecidos y erizados de
Mas bastaba que la mirada de Stepán se cruzase padrastros a los botones que cerraban sobre su
con cualquier otra para que se extinguieran las abultado pecho de marinero la camisa, cuyo cuello
chispas de maldad y los ojos no expresaran ya más dejaba ver los rizos azules de una moza tatuada.
que indiferencia o incluso un fingido pesar. Y -Todos sois de la misma ralea -escupió Dankó con
únicamente Yákov Dankó -Peonza por mal nombre- sangre y odio y, haciendo una mueca de dolor, se
no quiso modificar sus respectivos modales, ya fuera llevó la mano a la clavícula.
porque, acostumbrado a especular con el ganado, -¡Y se enfada encima de que le sacan de un
miraba también a la gente como si se tratara de aprieto!... -sorprendióse Miroshnichenko, haciendo
animales, ya fuera porque Kúshnir había sido gañán otro guiñó a Stepán, que, poco a poco, se acercaba a
de su padre durante toda su infancia. Cuando Yákov Danko-. A ver quién te echa una mano después de
divisó a Stepán y a Olga, una sonrisa distendió su esto...
rostro arrebatado de pómulos prominentes. -¡Echásela a tu madre!
-Ya vais emparejados, ¿eh? ¿A celebrar la boda La rabia animaba el rostro magullado de Dankó,
después del entierro? ¡El Poder soviético lo absuelve hinchado bajo las orejas.
todo! -¿Por qué ladras de esa manera?
Sin poderse contener, Stepán llegó de un salto Miroshnichenko se detuvo. Del ojal desbocado de
hasta el portón y descargó su recia mano sobre la su desteñida camisa volvió a escaparse el botón -obra
lustrosa mejilla roja del ricachón, taraceada por una del propio Miroshnichenko- y en seguida se vio sobre
red de finas venas. Más tarde pudo recordar su pecho la sonrisa de la boca azul de la moza trivial
únicamente que toda la mejilla derecha de Yákov se condenada a no abandonar en la vida al ex marinero
hinchó al momento y hasta la peluda sien se cubrió del crucero Zhémchug.
de fuego. En la mejilla izquierda temblaba ahora, -¿Por qué? ¡Como si no lo supieras! -silbó Dankó,
más acentuada, la mancha desvaída de arrebol. ahogado por el agravio y la rabia-. ¿No quieres hacer
¡Este es por el entierro, y éste por la boda! - que se reparta el grano? ¿Piensas quitarle dos veces
profirió Stepán, y de un segundo bofetón igualó el el pellejo al mismo buey?...
color de los carrillos de Dankó. -¡Claro que se repartirá! -alerta, Miroshnichenko
En un arrebato, Dankó cortó el aire con el puño. se echó detrás de la oreja sus cabellos de rubio
-¿Quieres seguir el camino de tu compinche? ¡Te ceniciento y todas las arrugas de su frente parecieron
voy a sacar las tripas! apuntadas, tenaces, hacia Dankó.
-¡O te las saco yo a ti! -¿Nos amenazas con recortarnos la tierra?
-¡Ya lo veremos! Dankó clavaba su mirada verdigris en los ojos de
-¡Peonza! Miroshnichenko. ¿Y si después de la muerte de Vasil
-¡Comunero andrajoso! se amedrentaba el corazón del marinero? Dankó no
Se enzarzaron por encima del portón, habría reparado entonces en llevar una vaca al
levantándose el uno al otro en tan frenético abrazo, establo de Miroshnichenko para que sus chicos
que crujían los huesos y las tablas. Las gorras dejaran de comer la papilla aguada, sin una gota de
cayeron en seguida al suelo, agitáronse en el aire las leche.
cabelleras alborotadas y luego Dankó, aprovechando Miroshnichenko lanzó al ricacho una mirada que
un momento oportuno, saltó a la calle con la idea de pareció atravesarle de parte a parte.
aplastar a Stepán bajo su cuerpo. Pero no lo -No es una amenaza, Yákov; es que lo voy a
consiguió, y los dos empezaron a girar en la calle, hacer.
jurando, entre nubes de polvo. Los ojos verdigrises -¿Que lo vas a hacer? -Dankó exhaló incluso un
de Dankó estaban inyectados en sangre y el sudor quejido y se llevó la mano al pecho como si se
cubría sus mejillas, totalmente rojas ya. Stepán, en hubiera trasladado allí la moza del marinero.
cambio, había palidecido y unas gotas de sudor, -¡Desde luego! Y para tu propio bien, para ver si
menudas como simientes de adormidera, asomaban a te haces una persona y no un bicho. -Y
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bigote, que ilumina una sonrisa alegre. él, caballero de dos cruces de San Jorge, y le dirían,
-Así soy, Iván Timoféievich -profiere conciliador entregándole un título: "Aquí tienes, Svirid, en pago
Olexandr y se acomoda mejor al lado del inmóvil del sudor y de la sangre que has vertido. Esta es tu
Mirón, cuya frente continúa arrugada por los temores tierra. Tómala, y vive en ella como en el paraíso".
y las cavilaciones. Y ahora ese hombre bondadoso y erudito -
Miroshnichenko coloca finalmente el candil sobre Miroshnichenko no puede evitar una sonrisa- es él
la mesa señorial, se retoca el mechón de pelo que le mismo en su aldea. En todos los conciliábulos de los
cae sobre los ojos y se lleva una mano al pecho, kulaks le llaman salteador, ladrón y judas; unas veces
cubriendo con la palma los rizos de la moza tatuada. le amenazan con un poste y una soga y otras intentan
En la semipenumbra se inmovilizan las cabezas de sobornarle con dinero y con grano. ¡Bah, ya está
los hijastros de la tierra, cuyas greñas peinan los acostumbrado! Lo único que siente es que no se den
vientos y las lluvias. títulos de la tierra: con ellos resonaría más imponente
Sus manos callosas se han pasado toda la vida la ley, tanto para los pobres como para los kulaks,
cultivando el áureo grano. Desde la infancia han Incluso habló de ello en el Comité Regional, pero allí
azotado sus hombros los látigos de los amos; los no le atendieron:
naligach2 ajenos les han desollado las palmas y luego -¡Cuidado que eres raro! ¿De dónde se iba a sacar
el mayal ha alargado sus manos endurecidas, de el papel para los títulos? ¿No estás viendo que
ásperos callos sangrientos. Por eso tienen los imprimimos los periódicos en papel de estraza y
campesinos los brazos más largos que nadie, por eso escribimos a máquina las credenciales en el reverso
siente el alma de los labradores el ansia y la atracción de los documentos de los archivos? Como que el
de su único paraíso, de la tierra. demonio lo enreda y, a veces, ocurre que en una cara
Y ella, ubérrima y miserable, amorosa y cruel, les hay una disposición nuestra y en la otra el águila
ha atraído siempre con el cálido susurro del trigo y zarista amenazándola con el cetro. Los dos poderes
les ha hecho ir a parar a Siberia cargados de fríos juntos en un mismo papel...
hierros; les ha acariciado las manos con las espigas, Muchas cosas pasan por la mente de Svirid antes
suaves como la trenza de una muchacha, y les ha de que pronuncie las palabras mejores de su vida.
desgarrado la espalda con las baquetas de los Todo el mundo pronuncia alguna vez las palabras
alemanes y los gaidamakos3. ¿Será posible que mejores de su vida. Hay quien no pasa del "mamá"
también ahora seduzca al mujik y luego se burle de de la infancia, porque la vida le vapulea y le agobia
él? luego de tal manera, que no le quedan en la boca más
Svirid Yákovlevich sabe que en Kámenets- que obscenidades. Otro halla inesperadamente esas
Podolsk y en Proskúrov pululan como gusanos los palabras para la muchacha que conduce al altar,
hombres de Petliura; que por algo ha abandonado el después de pedirle prestadas unas botas a un amigo.
hetman Skoropadski su lujoso hotel suizo para andar Y, en fin, hay quien las pronuncia al borde de la
de pedigüeño por Inglaterra y Francia; que para nada tumba, para que no se borren en toda la vida de la
bueno han ido los ministros de la RPU4 a Crimea a memoria de sus hijos.
ver a Wrángel, el barón negro. Todavía pueden arar Svirid Yákovlevich no había podido balbucir sus
la tierra con proyectiles, sembrarla de huesos y mejores palabras en brazos de su madre porque el día
regarla de sangre humana; pero lo que seguramente que él nació fue el día de la muerte de ella. Tampoco
no podrán es cosechar nada en ella. ¡Quia! Porque el había de abrir su alma tenaz e inflexible ante la
mujik ha entrevisto ya su ansiada parcela y, al novia: sucedió que, no por amor, sino por compasión,
labrador, ni aun la muerte es capaz de arrancarle de se casó con una joven viuda y, después de tener dos
la tierra. Para él, incluso el cielo es, ante todo, esa hijos con ella, la acompañó al cementerio, con pesar,
misma tierra que se puede arar y sembrar e incluso pero sin lágrimas...
plantar de paradisíacos jardines. Svirid Yákovlevich ha leído muchos libros donde
No hace tanto tiempo que, lo mismo en el mar que se habla de la Revolución, pero sus palabras son
en los fríos cuarteles para las tripulaciones, tanto en sencillas y no tomadas de los libros, las mejores para
los destacamentos marinos donde pocos eran los los trabajadores y los mártires de la tierra sentados en
hombres que quedaban con vida como en los bosques los bancos y los poyos de las ventanas, en el umbral
de guerrilleros, había pensado Miroshnichenko en y en el suelo de la casa del terrateniente, desde cuyos
que un día -una hermosa mañana de sol tenía que ser- muros les contemplan, suspicaces, unas bellezas de
unos hombres bondadosos y eruditos le llamarían a yeso sin rematar.
-Camaradas: el Comité Ejecutivo del distrito ha
2
Cuerda con que se ata las astas de los bueyes cuando van
ratificado nuestro plan de reparto. Ahora, según todas
en yunta. las leyes nuevas, somos los verdaderos dueños de la
3
Durante la guerra civil se llamaban gaidamakos a las tierra. ¿Me habéis oído, buena gente?
unidades de Petliura que luchaban contra el Ejército Rojo. -Te hemos oído, Svirid -contestan a media voz los
4
RPU: República Popular Ucraniana. Nombre oficial que reunidos, inclinando la frente ante la nueva ley y ante
se daban las bandas de Petliura.
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tres de familia nada más. tampoco la hay con el poder de los mujiks. Ahora
-¿Pues, cuántos sois, Maríika? ¿Ya no sois tres? - que si hubiera sido Miroshnichenko el que hubiese
inquiere con gran asombro Miroshnichenko, unido a esperado una criatura, no habría hecho preguntas
Bóndar por una amistad de largos años. estúpidas, sino que le hubiera asignado su norma,
-¡Svirid Yákovlevich! -murmura avergonzada y como un señor, y con propina, además. ¡No se habría
reprobadora Maríika sacudiendo la cabeza y, para hecho el roñoso, no!...
hacerse entender mejor, mueve las manos debajo del Maríika se enjuga los ojos y saca su vientre al
delantal-. ¿Pero no sabéis, y perdonad, que ando ya oscuro pasillo con deliberada cachaza para que todos
en el octavo mes? se den bien cuenta de que una vida nueva está a
-¡Pero no le hagáis caso a este demonio de mujer! punto de salir al mundo. Iván escupe incluso de
¡Es capaz de contaros más cuentos que pelos tiene en rabia:
la cabeza! -grita Iván Bóndar para hacer que calle su "¿Pero no tiene los demonios esta mujer? Ahora
mujer-. Nada más que por hoy, por un día, se ha que, en cuanto dijera alguien que habían traído sal o
añadido un mes entero. Si estuviera en su mano, era kerosén a cualquier sitio, ¡habría que verla correr
capaz de echar mañana al mundo un sietemesino con como si tuviera dieciséis años!..." Pero, de todas
tal de que le den más tierra. formas, se imagina ya la batalla que tendrá que
La carcajada es tan unánime, que tiemblan los sostener en casa con su mujer.
bancos, el suelo y las ventanas de la casa. Las únicas Mientras está entregado a sus pensamientos surge
que no ríen son las esculturas de yeso de las paredes a su alrededor un bosque de manos levantadas.
y Maríika, sobrecogida en el umbral y con el rostro Suspirando, también levanta la mano Polikarp
salpicado de manchas rojas por efecto de la Serguienka; no ha conseguido proponer a ninguno de
vergüenza y de la rabia. Está dispuesta a descargar un sus familiares, aunque fuera de los más lejanos.
torrente de imprecaciones sobre todos los que se ríen, ¿Cómo no se le habrá ocurrido eso antes? Y a pesar
pero decide que lo mejor es empezar por su marido. de que el hombre se siente angustiado, vota
-¿Habéis visto, el muy desvergonzado? -exclama calurosamente por todos los candidatos porque,
señalando a Iván con el dedo-. ¡Si tiene una lengua ¿quién sabe el que será elegido? Y más vale estar a
que es un hacha! Es capaz de clavársela a cualquiera bien con todos.
hasta los hígados, y lo mismo le da que sea la madre Casi por unanimidad se elige presidente de la
que el padre, un anciano o una criatura. Que no se os Comisión de reparto de la tierra a Timofi Goritsvit,
ocurra elegirle, porque os iba a hacer pasar un aunque él intenta negarse diciendo que no entiende ni
calvario como me lo está haciendo pasar a mí desde un tanto así de escritura y que no sabe hablar.
el primer día hasta el día de hoy. -¡Bueno, pues ahora aprendes la escritura y
Maríika está en ese momento convencida de que aprendes a hablar! -exclama el herrero Kirilo
no es Iván el que padece con el genio de ella, sino Ivanishin, hombre ya entrado en años, pegándole una
ella la que padece con el genio de Iván, y unas fuerte palmada en el hombro, y añade con un
lágrimas sinceras asoman a sus ojos hundidos. Y es empujón de su mano, que han vuelto áspera el fuego
que toda la vida, desde que tenía uso de razón, la ha y el hierro-: ¡Anda ya, hijo del demonio, y saluda a la
hecho padecer todo el mundo. En casa la golpeaba gente por el honor que te han hecho!
sin piedad el padre, que era un borracho; cuando Alto y severo, Timofi se levanta confuso del
estaba sirviendo, la perseguía como una fiera el banco, sonríe a la gente con sus ojos tristes y hace
intendente porque evitaba quedarse a solas con él por intención de volverse a sentar, pero Ivanishin se lo
las noches; las muchachas más acomodadas se impide paseando una mirada por la asamblea con
burlaban de sus pobres galas; los muchachos no le estas palabras:
hacían ningún caso porque era demasiado pequeño su -¡Aguarda un poco, Timofi! Yo creo que, en aras
pedazo de tierra. de nuestra gran verdad, el presidente de la Comisión
¿Por qué no apuntarle una persona más de familia de reparto debía comerse ahora un puñadito de tierra.
a Iván, ahora que hay un poder nuevo, ahora que está Para que tenga siempre presente la obra que se le ha
de jefe Svirid? ¿Que tardará un par de meses aún encomendado. ¿O pensáis que podemos fiarnos sin
antes de berrear en su cuna? ¡Pues valiente cosa! Lo más de Timofi?
importante es que ella, Maríika, ha sentido rebullir a -¡Claro que podemos! -se apresura a gritar
su criatura precisamente el día en que se volvió a Polikarp Serguienko para que vea Goritsvit quién le
hablar de la tierra. Y le pareció un aviso celestial: si apoya incondicionalmente.
aquel alma infantil había notado ya el olor de la -¡Timofi es un hombre de fiar! -dicen alrededor, y
tierra, ¿quién podía quitar a un mujik su parte? Por hasta Maríika Bóndar, que asoma por un instante
eso había estado atosigando a Iván, con ruegos y desde la oscuridad del pasillo, hace un gesto de
amenazas, para que apuntara cuatro bocas en las aprobación con la cabeza.
listas. Pero es que en ninguna parte hay justicia. No -¿Has oído? La aldea te confía la tierra. ¿Sabes
la había cuando el poder de los terratenientes y cómo hay que repartirla? -Ivanishin contempla a
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Goritsvit con unos ojos tenaces en los que aún ahora -Eso de las botas, lo has contado con mucha
parecen brillar los vivos fuegos de la fragua. gracia. ¿Y qué más, Mirón? -inquiere
-De manera que tampoco a ti te corresponda un Miroshnichenko.
solo surco de más -profiere lentamente Timofi. -¿Qué más?... -El guardabosque pierde todo su
-¡Pues sí que la hemos hecho buena! -exclama brío de pronto, al llegar a la parte más delicada de la
Kirilo con fingida contrariedad, y es el primero que cuestión-. Pues que nos han designado nuestra
suelta la carcajada al mismo tiempo que hace parcela -y nunca se lo agradeceremos bastante a las
sentarse a Goritsvit a su lado-. ¡No esperaba que me buenas almas-, y mi mujer empeñada en que no
pusieras así en evidencia, hijo del demonio! quiere quedarse con la media desiatina5 que le
-Perdona, Svirid Yákovlevich, pero quisiera recortan a Denisenko.
preguntarte una cosa. ¿Es Timofi o eres tú quien -¿Y tú qué?
puede ahora cambiarme mi parcela? -profiere Mirón -¿Qué queréis que haga, si ella se emperra?
Pidoprigorá, que se ha levantado del banco, -Bueno, pues dejadla si no os conviene -corta
sofocando las palabras entre los bigotes. Miroshnichenko. Ha descubierto el juego del
-¿Cambiarla? -se sorprende Miroshnichenko-. ¿Y precavido Mirón, a quien ahora más de un campesino
por qué quieres cambiarla, viejo? pobre, temeroso de los kulaks, apoya tácitamente.
-Mi mujer, que no me deja vivir -explica Mirón -Y entonces, Svirid Yákovlevich, ¿qué me daréis
con ademán de contrariedad-. Es que no me explico a cambio de esa media desiatina? -pregunta
lo que quiere, vamos. La ha tomado con ese tema, y sobrecogido el campesino, y en las arrugas de su
es capaz de acabar conmigo. frente vuelven a anidar las sombras del temor.
Olexandr mira sorprendido y desconfiado a su -¿Qué te vamos a dar a cambio? -repite
hermano, se encoge de hombros y quiere decir algo, insidiosamente Ivanishin inclinándose como si se
pero Mirón le suplica en silencio con mirada dispusiera a echar mano a Mirón, y luego contesta
lastimera y desvaída. con brusquedad-: ¡Un puño así de grande en las
-Bueno, ¿y qué más quiere tu mujer? -pregunta narices! ¿Te entra miedo?
Miroshnichenko frunciendo el ceño-. Antes venía Mirón se vuelve lentamente hacia el herrero,
todos los días a dar la lata con que no os engallado, y le ataja con rudeza:
olvidáramos, con que vivís al lado mismo del bosque, -No me vengas tú a mí con eso de los puños,
y ahora resulta que no hemos hecho las cosas a su ¿oyes? De sobra me los han enseñado toda la vida...
gusto. Y no me entra miedo... Aunque ahora la vida de un
-¡Ya veis cómo es! Lo que tengo no es una mujer, hombre no vale casi nada, tengo yo pocas ganas de
sino un saco de mal genio, os lo digo de verdad. ¡La seguir el camino de mi primo. Ya que ha habido una
de cosas que se le antojan! -se pone a contar el víctima en la familia, no quiero que la haya también
artificioso Mirón tocando otros temas para ver si en mi casa. Conque a mí, como damnificado, me dais
ablanda a la gente y a Miroshnichenko-. Las mujeres tierra de la del latifundio.
son unos animales insaciables. La mía, antes, iba con -¿Damnificado tú?... -Indignado, Bóndar se
abarcas incluso el día de Pascua. Bueno, pues le levanta del banco; pero en esto llega desde el pasillo
merqué unas botas para los días de fiesta y, ya veis, un suspiro de aviso de Maríika. Iván Timoféievich
se las pone para todos los días. Incluso ahora las quiere bajarle los humos a Mirón porque un hermano
lleva, cuando todavía no hay nieve. "¡Debías tenerle suyo anda todavía con Petliura haciendo padecer a la
temor a Dios, ya que no se lo tienes a tu marido! ¿De gente, mas el recuerdo de Vasil ablanda su cólera-.
dónde quieres que saque calzado para ti?" Y ella, ya Pero, ¿es que te has dejado tú la conciencia en el
veis, emperrada en lo suyo: "Las botas mantienen la bosque con los lobos, Mirón? Como sigas así, no te
sangre caliente". Oyéndola, cualquiera diría que ni el damos nada.
sol calienta tanto como las botas. "A lo mejor se te -Para eso no tenéis ningún derecho -objeta el
antojan ahora unos zapatos después de las botas, guardabosque-, y tú, digo yo, no eres todavía un
¿eh?", le grité un día ya enfadado. Pero ella como si personaje tan grande en la asamblea. ¡Ni que pidiera
tal cosa: "Claro que sí; pero, con un desgraciado yo nada del otro mundo! Si me dais tierra de los
como tú, lo único que se puede conseguir son unas kulaks, a mí es al primero que me quitan de en medio
calenturas y no unos zapatos". en el bosque. Ya sabéis que yo no vivo en la aldea. Y
-¡Puede que tenga razón! -interviene Iván Bóndar a otro puede que le venga bien cambiar mi parcela
riendo, al escuchar, satisfecho, una risa sofocada de por tierra del latifundio.
Maríika en el pasillo. -¡Mírale qué listo!
-Los zapatos, desde luego, no los verá. ¡Pues vaya -¡Como tú lo desearán muchos!
con la señora! -concluye Mirón, dándose cuenta de -¡Y qué pronto le ha echado las culpas a su
que la asamblea le escucha con simpatía y costilla! ¡Una mujer que nunca dice esta boca es mía!
únicamente su hermano se enfurruña más y más y se -Eso mismo pensaba yo hasta que me casé con
muerde los labios.
5
Antigua medida rusa: 1,092 hectáreas.
Que no vierta la sangre 9
ella -replica con rabia el guardabosque. Señor que sea, Mirón se sentiría más tranquilo
Timofi contempla asqueado a Mirón, hace una sabiéndolo bajo tierra.
mueca y le pega con el puño en la espalda. Los temores, las cavilaciones y el dolor sordo y
-¡Oye tú! ¡Déjate ya de perrerías si quieres llegar constante por la muerte de Vasil martillean en la
a ser una persona! Yo cambio contigo. mente de Mirón, y no se da cuenta de que la
-¿Te quedas con la parcela mía de la tierra de asamblea se levanta después de las últimas palabras
Denisenko? -Mirón clava sus ojos desconfiados en de Miroshnichenko.
Goritsvit. Pasado el umbral de la casa, se aplaca el rumor
-Sí, hombre, me la quedo para que te calles - humano. Svirid Yákovlevich apaga el candil y, en ese
suspira Timofi entornando los ojos, alrededor de los momento, se le acerca sigilosamente Maríika Bóndar.
cuales se forman enseguida haces de arrugas. -Svirid Yákovlevich, soy yo -murmura en la
-¿Y me das a cambio la tuya del latifundio? - oscuridad para no asustarle.
insiste el guardabosque, sin dar todavía crédito a sus -¿Qué otra cosa se te ha ocurrido? -rezonga
oídos, aferrado a la manga de Goritsvit. turbado Miroshnichenko-. ¿Dónde está Iván?
-¡A ver cuál te voy a dar! -¡Anda y que se lo lleve el demonio! -Maríika
-¡Gracias, hombre! ¡Muchísimas gracias, Timofi! hace un desdeñoso ademán y, de la rabia que ha
-Mirón le hace incluso un saludo con todo el cuerpo, puesto en él, pega dolorosamente con los dedos
y por las arruguillas de su semblante, ahora más contra el banco, aún tibio.
alegre, echan a correr unas ligeras gotas de sudor-. -Las mujeres sois todas iguales. -Svirid
Siempre se encuentran personas de corazón en el Yákovlevich sacude la cabeza con aire profundo-.
mundo. Si no fuera por mi mujer, yo no os hubiera ¿Se te ha olvidado ya lo loca que estabas por Iván?
molestado. ¿O te has creído que es para mí un plato -Pues ahora, ya no lo estoy -corta Maríika-. ¿No
de gusto pasar por este trance? has visto cómo me ha puesto en vergüenza delante de
Mirón vuelve a sentarse, observando de soslayo a la gente?
Olexandr y, al captar su mirada punzante, murmura -Porque es honrado hasta la médula.
confuso, para justificarse: -¡Todos los imbéciles son honrados! -le ataja la
-En estas cosas, cada cual debe buscar su mujer, casi sin aliento-. ¿Y qué ha ganado con esa
conveniencia. ¡A ver! Timofi no ha cambiado honradez? ¡Cinco dedos en cada mano y ni una
conmigo así porque sí. Es muy listo y sabe que la brizna de nada en la casa! ¡Pero yo quiero tener mi
tierra del latifundio se ha agotado ahora y es peor que hacienda y no ser una pordiosera!
la de Denisenko. Además, hay que tener en cuenta -Bueno, vamos para fuera. Como nos vea alguien
que, como Timofi responde de todas las tierras, la aquí, sabe Dios los chismes que pueden echar a
parcela mía no ha de perjudicarle mucho: total, un correr por la aldea -sonríe Svirid Yákovlevich,
pecado más para un pecador. ¿O no es cierto lo que convencido de que esa testaruda mujer ha de decir
digo? siempre la última palabra.
-¡Tú sí que eres un pecador asqueroso! Has visto Maríika obedece y, en el umbral, casi abraza a
que una persona se ha compadecido de ti, y Miroshnichenko, sin darse ella misma cuenta.
enseguida quieres presentar la compasión como -Svirid Yákovlevich: tú eres como un hermano
astucia. -Olexandr vuelve bruscamente la espalda a para nosotros, la persona que más queremos y
su hermano y pega en el suelo con la culata de la nuestro mejor consejero. No tenemos a nadie más
escopeta. entrañable que tú. ¿Y es posible que con todo eso,
Mirón parpadea varias veces sin atinar a ahora que el poder está en tus manos, no seas capaz
comprender cómo es posible olvidarse en estos de encontrar un trozo de tierra para la criatura que
momentos de la cautela, hoy día único amparo de la voy a tener? Aunque no sea la norma, por lo menos
vida de los campesinos. Eso de la tierra está muy algún pedazo, uno cualquiera. -Y lágrimas de
bien, pero hay que andar alerta, y mucho. Porque no emoción brillan en sus ojos, reflejando el fulgor de
hay quien entienda a la gente. Se habla con una las lejanas estrellas otoñales.
persona en la calle, y parece que siente lo mismo que -¡Maríika, qué me vas a meter en un lío!
uno; pero luego llega una asamblea, y reniega de Miroshnichenko se lleva la ancha mano a la
todo y le deja a uno por tonto. O sea, que hace falta frente, repasando en su memoria las horas inquietas
pensarse las cosas muy bien pensadas si se quiere en que, desde el bosque donde estaban los
embaucar a alguien. Incluso es posible que ahora guerrilleros, llegaba a casa de los Bóndar, y éstos, sin
convenga más vivir haciéndose el bobo, el que no una protesta, partían con él en la oscuridad lo poco
entiende nada. ¡Ah, si hubiera manera de adivinar que tenían, pensando en que vendrían días mejores.
cuál es el poder que ha de establecerse, ya sabría Esos días mejores parecen haber llegado ya, y él
Mirón hacia dónde orientarse! ¿Pero y si, asigna a los Bóndar la misma norma que a los que le
efectivamente, sigue con vida el zar y se dispone a ahuyentaban de sus puertas, entre maldiciones y
venir de Inglaterra a Rusia? Por muy elegido del reniegos...
10 Mijailo Stelmaj
tupidos tilos que la luna riela con su resplandor Para eso, no hay más que el arado.
todavía desvaído. -¡Alto! ¿Quién va? -exclamó una voz brusca
desde atrás de los árboles.
Boga, boga, cisne blanco. Apareció en el camino la silueta alerta de un
Por el mar que corre. cosaco sosteniendo en la mano una carabina que
Crece tú, crece, alamito, lanzaba destellos.
Crece hasta las nubes. -Gente de paz. El presidente del Comité de los
Y llega hasta el cielo, campesinos pobres y el presidente de la Comisión de
Alto, fino y bello. reparto de la tierra.
Y pregúntale al Señor -¿De un mitin? -El cosaco bajó la carabina y se
Cuándo volverá mi amor. enderezó el gorro torcido-. ¿Hablando de la tierra
Crece tú y asómate como siempre?
Al azul del mar, -Como siempre. Y vosotros, ¿contra los bandidos?
Que allí está mi suerte -¿Contra qué demonios vamos a ir si no? Ya es
Y aquí está mi mal. hora de arrancar los dientes podridos de raíz...
-¡Qué bueno sería!...
En las voces juveniles resuenan el pesar y la El resplandor de la luna salpicaba con creciente
esperanza fogosa del amor. Allá en los umbrales generosidad el camino y los árboles cubiertos de
lejanos, junto a los jardines de guindos removidos rocío; las siluetas de los caballos sin desensillar se
por la guerra, allá cerca de los saúcos rojos y de las dibujaban más netamente y las canciones cosacas, en
negras huellas de los incendios, han dejado los voz baja, volaban y volaban hacia los umbrales
muchachos a sus amadas y, montados en los caballos lejanos, hacia los guindos cargados de frutos, los
de los amos o de los escuadrones, han salido para saúcos rojos y las manchas negras de los incendios,
hacerse hombres en los combates, dirigiéndose los donde aún vivía la madre o el padre o el fiel amor. Se
unos hacia el mar azul y los otros hacia el Vístula hablaba en estas canciones del lago de la estepa en el
nebuloso. En los combates se olvida la dulzura que estuvo un cubo pequeño flotando tres días en el
amada de la ajedrea, nacida en la estepa y en el agua; y del pobre segador que siente que le duelen
bosque, cuando se trabaja de jornalero, cuando una los huesos y la cabeza; y del caballo que inclina
muchacha tímida siega el trigo junto a uno, ata una nostálgico el cuello porque no está su amo el cosaco;
gavilla dorada o amontona el heno. Se olvida para y de la muchacha cuyos pies cubre el cosaco con su
luego surgir con mayor fuerza en una canción, gorro. El dolor eterno y las eternas esperanzas se
cuando hay tiempo de cantar. juntaban en las voces juveniles y se extendían sobre
-¡Fíjate qué verdad tan grande! -profirió de pronto el viejo camino, oprimiendo y alegrando el corazón...
Timofi con un suspiro, entregado plenamente a la -En ninguna parte se canta con tanta alma como
canción. en la guerra -suspiró Miroshnichenko, recordando su
-¿Qué verdad? ¿Tienes algo en el buche desde vida de guerrillero en los bosques.
ayer? -preguntó Miroshnichenko, acostumbrado a la Cerca de la casa de Goritsvit los amigos se
lentitud de su amigo, que muchas veces contesta detuvieron, recostándose en el portón.
cuando su interlocutor ha olvidado ya hace tiempo el -Bueno, ¿qué, Timofi? -profirió Svirid sin
asunto de que se trata. preguntar nada concreto, pero preguntando muchas
-No, hombre, me refiero a la canción. Cualquiera cosas a la vez.
diría que la han escrito pensando en nosotros. Aunque pareciera ridículo, quería él a Timofi casi
-¿Qué hay aquí que se refiera a nosotros, viejo? - como se quiere a una novia, la atraía aquel
sonrió extrañado Miroshnichenko. hombretón rubio v callado, de ojos tristes. También
-Pues que la tierra y los hombres están ahora Timofi estaba siempre dispuesto a seguir a Svirid con
divididos en dos mitades. Y así lo dice: en un lado los ojos cerrados, pero nunca había hablado una
está nuestra suerte y en el otro nuestro mal. ¿Cuándo palabra de esto con su amigo, ni aun cuando se
dejará de ser así? juntaban a tomar unas copas. A veces, un poco
-Puede que terminemos este año -contestó bebido, Svirid sacudía la cabeza, pegaba un puñetazo
Miroshnichenko, sorprendido de las palabras de encima de la mesa y daba rienda suelta a su
Timofi. expansión.
-Mucho corres tú -observó pensativo Timofi. -¡Eh, Timofi! ¿Por qué demonios te quiero tanto,
-¿Piensas que no acabaremos con Wrángel y con si hablas menos que un leño?
Petliura antes del invierno? -¿Qué? -A Timofi le temblaban las comisuras de
-Con ellos, puede que sí. Pero, ¿cuándo los labios-. Será porque tampoco te interrumpo
acabaremos para siempre con la miseria? Para eso me cuando estamos bebiendo.
parece que no sirven los fusiles. Y, efectivamente, en ninguna circunstancia
-En eso tienes razón -corroboró Miroshnichenko-. interrumpía a su compañero, sino que le escuchaba
12 Mijailo Stelmaj
siempre con calma y en ocasiones hasta con se puso a rebullir como un animalejo oscuro entre las
asombro, persuadido de que, con el poder que ahora hebras grises.
existía, Miroshnichenko había de llegar a ser, por lo -¿Cómo se contaban? ¿Es posible que se te haya
menos, jefe de distrito. En cuanto a Timofi, no le olvidado? Los años, Timofi, eran una cosa aparte; lo
atraía el mando. No era capaz de envidiar a nadie, que valía era el hombre. Mira: cuando te llevé por
aunque le viera en un palacio de oro, lo mismo que primera vez a que te admitieran los Varchuk,
un príncipe. Su único anhelo era sentirse dueño de la estuvieron mirándote y remirándote por todos lados,
tierra: arar, sembrar, segar, gavillar, trillar... Para ser y luego me preguntaron: "¿Cuántos años tiene el
feliz sólo pedía un trozo de pan en las manos y unas chico?" Y yo les contesté: "Ya sirve de zagal". Así
botas en los pies. fuiste a cuidar del rebaño. Y cuando te llevé a que te
En la calle se escucharon, sonoros, unos pasos apuntaran en la hacienda desde la Candelaria hasta
lentos y el golpetear de un cayado contra el camino San Simón, también me preguntaron en la oficina:
reseco. Del fulgor amarillento de la luna surgió como "¿Qué años tiene tu hijo?" "Pues ya es arriero", les
un profeta bíblico, con la cabeza y la barba blancas, contesté. Y en todas partes donde me preguntaban
el padre de Timofi, que vivía junto al remanso. Al por tu edad, yo contestaba según lo que eras capaz de
ver a Svirid y a su hijo, el anciano se detuvo hacer: "Ya es labrador" o bien: "Ya es segador". Hay
silencioso ante ellos, levantó el cayado y lo descargó quien llega a tener la cabeza gris y no sirve para
sobre el hombro de Timofi. segador; tú, en cambio, no salías aún por las noches a
-¿Ya te has metido a mandar, empecatado? - rondar y eras el que llevabas la voz cantante en el
preguntó con voz rechinante y tomada, moviendo la prado. Y esa fe de nacimiento tuviste siempre, hasta
barba que ondulaba como la avena madura-. ¿Te que te raparon al cero para ir al ejército. Pero ahora
parece poco ser simple mortal? se estilan las cosas de otra manera: hay quien apenas
-La gente lo ha querido -contestó Timofi ha gastado el primer par de pantalones y se mete ya a
apartando tranquilamente el cayado-. ¡Buenas jefe... ¿Qué pretendes, Timofi, buscarte el pan de
noches! balde?
-¡Buenas noches, y así te lleven los mengues! - -Más vale que no hable usted de eso -contestó
seguía indignado el viejo-. Y a lo mejor quieres ya Timofi sin alegría-. Soy un jefe temporero: en cuanto
ponerte pantalones de jefe con refuerzos de tafilete reparta la tierra, a empuñar las manceras del arado.
en el trasero, ¿eh? -¿Temporero? ¿También aquí de gañán? -le
-¡Quite usted, por Dios! ¿Para qué necesito pinchó el viejo. Con todo su aire de profeta, y aunque
semejante cosa? -protestó sorprendido el hijo. por Pascua era quien primero se ponía a leer las
-¿Pues qué jefe vas a ser si no tienes pantalones Acciones de los apóstoles, en la aldea rara era la
así? ¿Te mandan de responsable a alguna parte? persona que no tenía miedo a su lengua: lo mismo
-Repartiré la tierra a la gente -contestó Timofi con sabía pronunciar santas palabras, que llegar mordaz
dignidad. hasta los hígados.
-¿Que vas a repartir la tierra? -gritó el viejo entre -Con usted, no hay manera de acertar -se
sorprendido e indignado, cruzando sobre el cayado enfurruñó Timofi.
las manos que cubrieron sus barbas blancas-. ¿No se -¿Cómo que no? -estalló el viejo, y enseguida
podía elegir a otro de más edad o de más empuñó belicosamente el cayado.
inteligencia? ¡Si tú eres un crío todavía! -Me elige la gente, y a usted no le gusta: me
Timofi sonrió, agachó los ojos con aire amenaza con la estaca...
significativo y volvió la cara para no echarse a reír. -Eso es para que sepas que todavía hay alguien
-En una cosa como ésta no se mira la edad, sino la por encima de ti. Si no, puedes echarte a perder como
honradez -intervino Svirid, saliendo en defensa de su ese del distrito, que le da por la bebida.
amigo. -Y ahora tampoco le parece bien que vaya a ser
-Si se trata de honradez, me callo porque mi hijo, jefe solamente una temporada.
Svirid, no ha sabido fingir nunca. Sólo que es todavía -Es que, en una temporada también se pueden
muy joven para una cosa así. A la tierra le gustan los hacer tales barrabasadas, que luego le dé a uno
hombres de más edad, los que no la conocen vergüenza hasta mirar a la gente. Lo que más importa
únicamente por encima, sino también por dentro. en esto del mando es saber empuñar las manceras.
-¡Abuelo, pero qué ha de ser joven! Su Timofi Porque entonces tendrá la gente pan y conciencia. De
tiene ya los treinta y cinco muy cumpliditos. los pantalones con refuerzos; en cambio, no hay
-¡Treinta y cinco, treinta y cinco! -le remedó el quien saque la conciencia. ¡Y no te sulfures, a los
viejo-. Qué pronto lo hacéis todo, y qué pronto treinta y cinco años, cuando habla tu padre! -El viejo
contáis, corriendo siempre, el demonio que os lleve... suspiró y añadió en voz más baja-: Bueno, pues ahora
Antes no se contaban así los años. ya, hijo mío, pocas noches podrás pasar en casa. La
-Pues, ¿cómo se contaban, padre? tierra, aquí, es una cosa terrible: huele a sangre.
El viejo hundió en la barba la mano derecha, que Conque, te vienes a dormir a mi casa sin que nadie te
Que no vierta la sangre 13
vea. ¿Has oído? alrededor, y todo prestaba oído a la voz del hombre...
-Sí, padre. ¿No quiere usted entrar ahora? La aldea está inundada por la luz de la luna y,
-¡Quia! ¿Para qué voy a sobresaltar a tu gente? aunque ha caído ya el rocío, todavía se desprenden
Que duerman hasta que amanezca. ¿Cómo está algunas gotas retrasadas que, al deslizarse, arrancan
Dmitró? ¿Por qué no me lo mandas el domingo? un suspiro a las hojas marchitas de los fresnos. Las
Habría que hacer un par de colmenas. empalizadas claudicantes arrojan a la calle unas
-Lo mandaré. sombras achatadas y el resplandor lunar palpita en
-Y a mí, Timofi, ¿me incluirás en el reparto? sus rendijas alargadas como palpitan por las mañanas
Aunque no sea más que lo que yo te di a ti. No quiero los bancos dorados de peces en el río.
réditos. -En otoño es cuando mejor huele la tierra -dice
-Pues recibirá usted la tierra con sus réditos, y Timofi como hablando consigo mismo.
grandes. Esta es una cosa que en los Goritsvit viene de
-¿De verdad? ¿Y eso lo haces por ser yo tu padre? familia, y Miroshnichenko no se sorprende, aunque
-El rostro del viejo se había animado. más le hubiera gustado que tuviese Timofi la lengua
-No, como a todo el mundo. como su padre. Lástima que Timofi hablase consigo
-¡Mira qué generosa se ha vuelto ahora la gente! mismo, en una velada, más de lo que hablaba a las
Veremos si este reparto no cuesta también la vida a personas en un año.
los mujiks... Svirid, ¿cómo marchan las cosas con los -¿Dices que cuando mejor huele la tierra es en
polacos y con Petliura? otoño? -murmura a su vez Miroshnichenko, tratando
-Están ya con el agua hasta el cuello. Los polacos de recordar todos los aromas y haciendo una
han pedido la paz. aspiración más profunda.
-¿No mientes? Y es cierto: al principio de la primavera la tierra
-¡Abuelo, pero si usted me ensenó a hablar! huele sólo a las emanaciones que despide y al jugo de
-¡Anda ya, so perro, que me quieres hacer también los abedules del bosque; ahora, en cambio, se han
embustero como tú! fundido el olor de las hojas agostadas y el intenso
Svirid y Timofi se echaron a reír, y el viejo aroma del hinojo, el perfume de los manzanos y la
sacudió la barba con fingido pesar. fragancia melosa del tabaco, el insípido hálito de los
-¡Mira cómo se ríen los jefes! -exclamó mirando granos humedecidos del maíz y el penetrante y
burlonamente a los amigos-. Bueno, y ahora que agradable amargor de las clavellinas. Aunque, ¿a qué
hemos echado unos párrafos, cada mochuelo a su vendrá todo eso ahora que, más que deleitarse con los
olivo. ¡Que os vaya bien! efluvios de la tierra, piensa uno en la manera de
Les tendió una mano surcada de toscas venas y evitar que le peguen un escopetazo por esa misma
apartóse llevando hacia la lejanía inundada por la tierra?
luna el bíblico haz de sus canosos cabellos que olían -¡Vete al demonio, hombre! -protesta enfadado
a enramada otoñal y a la miel de las colmenas. A su Miroshnichenko-. Pareces un brujo: eres capaz de
espalda se escuchó una risa sofocada: ¡pues no se llenarle a uno la cabeza de tonterías y hacer que se
estaban burlando todavía de él los muy pícaros! olvide de lo más importante. Bueno, entonces
Dio el viejo un golpe más fuerte con el cayado y mañana nos encontraremos en el campo, ¿verdad?
advirtió, satisfecho, que se aplacaba la risa junto al -En cuanto salga el sol.
portón. "Los jefes..." El mismo se sorprendía de -Puede decirse que, al fin, estamos de fiesta.
cómo cambiaba la vida. Aunque quizá debiera ser -¡Y menuda fiesta! ¡Fiesta mayor!
así: todo tiene su base en la tierra. Cuando pertenecía -¿De dónde vas a sacar una cadena de
a los señores, también eran señores los jefes; ahora agrimensor?
que había pasado a manos de los mujiks, que fueran -Yo, con cadena, no mido la tierra -unos pliegues
mujiks los jefes. Lo único incomprensible era la tenaces se forman en el rostro alargado y aguileño de
necesidad que tenían de ponerse esos pantalones con Timofi.
refuerzos que les distinguían de la gente. Porque, la -¿Por qué?
verdad, para el verano, no hay mejor moda que unos -Eso de ponerles hierros a los hombres y a los
pantalones de lienzo. campos sólo podía ocurrírseles a los amos. Nosotros
Al sumirse en sus pensamientos no advirtió el mediremos con algo más ligero, para que no se
anciano que se había puesto a hablar en voz alta. Hay resienta la tierra. Si de ella vivimos, también ella está
personas que, a solas, no hablan más que consigo viva.
mismas; pero el viejo Goritsvit tenía un carácter -Para ti, todo está vivo -observa Svirid mirando a
mucho más feliz: cuando pensaba en la tierra, su amigo con aire aprobador-. Bueno, que te vaya
conversaba con la tierra, cuando veía las estrellas, bien.
hablaba con ellas y también encontraba una palabra Le da la mano a Timofi y, bajo las sombras de los
para las abejas cuando andaba entre las colmenas. Y fresnos, se dirige con precaución hacia su casa.
no tenía esto nada de particular: todo vivía a su Timofi le sigue con la mirada, traspone el portón
14 Mijailo Stelmaj
ladeado, que ennegrece el rocío, y se detiene en día que el viejo Varchuk le atravesó por primera vez
medio del patio chispeante, cubierto de hierba. A la con su mirada inquisitiva para poner precio al nuevo
sombra de los guindos calla su casa y únicamente en zagal, los ojos ajenos han estado espiándole
la ventana, cerca de la cual duerme Dmitró, titila incansablemente, lo mismo que canes. Cambiaban
apenas un rayo de luna. A la izquierda de la cueva se los amos, pero eran invariables el temor y la
distingue la forma oscura del granero y encima se desconfianza, la suspicacia y el desdén, el asco y el
alza, triste y solitario, un peral silvestre: único frío, la ira y la rabia de los ojos que siempre le
vestigio del bosque que en tiempos rumoreaba aquí. recordaban lo mismo: "¿No te pagan para que
Las ramas nudosas del peral penden por un lado trabajes?"
sobre los bancales y por el otro sobre el granero y, en Más de una vez se había vuelto bajo el aguijón de
el silencio, se escucha a veces cómo ruedan los frutos estas miradas, y más de una vez le habían parecido
pequeños y recios desde el tejado hasta el suelo, frías monedas los ojos de los amos. Para los demás,
rebotando en la leña apilada. vivían en ellos la risa, la bondad, la ternura; pero a él
"¿Qué vamos a hacer ahora? -se pregunta, le pinchaban eternamente con esta pregunta: "¿No te
siguiendo la costumbre de los Goritsvit-. Parece que pagan para que trabajes?" Y ahora, ciertamente, son
ya sería hora de meterse en la cama; pero, ¿quién muchos más los ojos que le siguen con otra pregunta,
duerme en una noche como ésta?" Timofi lanza una y estos ojos son más crueles.
mirada de reojo hacia la puerta de la casa para Repasa en la memoria a sus enemigos y sólo
cerciorarse de que no le ha oído llegar Dokía y luego entonces se da cuenta de cómo ha aumentado su
se encamina sin ruido hacia el cobertizo. Huele a número en esa noche, aunque hasta ahora no les haya
madera recién cepillada y bajo sus pies susurran unas hecho nada todavía. El odio que rodeaba a
finas virutas. "Se conoce que Dmitró ha estado Miroshnichenko y a Pidoprigorá se ha deslizado,
haciendo algo", se dice Timofi pensando con desde todas las casas y los caseríos de los kulaks,
bondadosa sonrisa en su hijo, igual de taciturno que hasta el patio de Goritsvit.
él. "Esa suerte te ha tocado, Timofi", decide,
Encuentra en su sitio el hacha, la arshín7 de perfilando con el formón la sázhenka; que hoy traza
madera, el formón y la barrena y luego se acerca a la en su vida el surco más profundo. Luego empuña la
pila de troncos. Las ramas secas que hay encima barrena y, con mano hábil, la clava en la madera.
parecen ahora las alas de algún ave prodigiosa. Entre tanto, los ojos ajenos se han fijado en los
Timofi saca de la pila un tronco de olmo, que se hombros de Timofi, que los sacude como queriendo
distingue por su color. En Podolie es el único árbol quitarse la maligna mirada. Vuelve otra vez la cabeza
que tiene el corazón rojo como el del hombre. y descubre tras el portón una silueta negra. Por un
Carnoso y fresco todavía, el olmo se cuartea instante, por un breve instante, se estremece en su
fácilmente, y Timofi se pone a tallar con habilidad mano la barrena, pero pronto se pone de nuevo a
las patas y la traviesa de la sázhenka8 que ha de girar, salpicando de serrín el suelo.
servirle al día siguiente para medir la tierra. Cerca del portón le acecha, inmóvil, la negra
Las astillas, cada vez más menudas, escapan de silueta de Sichkar, ancha como un tocón. Así
debajo del hacha como plumas blancas, las patas van espiaron hace unos días a Vasil Pidoprigorá.
afinándose, y ha llegado el momento de hacerles las Recuerda Timofi haber oído contar a Olga que, antes
entalladuras con la gumía, cuando Timofi nota que de la desgracia, fue a verles Iván Sichkar, y Vasil lo
unos ojos ajenos observan su trabajo. Echa una echó de casa. ¿Vendrá también ahora Sichkar,
mirada al patio y a la calle, pero no se ve a nadie en encorvado, anunciando la muerte lo mismo que un
ninguna parte; sólo murmuran débilmente las hojas mochuelo? ¿Y si se metiera repentinamente en el
de los fresnos, vertiendo una lluvia de monedas de granero, dejándose caer en el montón de trigo sin
luna, y por el tejado del granero ruedan con un aventar todavía o se subiera al pajar? Pero el alma
susurro las peras silvestres, cuyo olor penetrante altiva rechaza con repugnancia estos pensamientos:
persigue al hombre. nunca ha dado lugar a que se riera nadie de él, ni en
Timofi toma el formón y pega unos golpes ligeros la aldea ni en el frente.
en el mango con el hacha, haciendo las entalladuras, Timofi ensambla la sázhenka, poniéndole unas
pero no le abandona ya la desagradable sensación de cuñas, y su memoria teje con infinidad de hilos la
que alguien le espía. tela en medio de la cual está Sichkar como una araña.
Salvo en la infancia, toda su vida han estado Este no se aferró con uñas y dientes, como otros
vigilándole, suspicaces, unos ojos ajenos. Desde el ricachones, a las tierras de labor, sino que se adentró
en los bosques oscuros, abatiendo árboles con su
7
Vara de medir de 0,71 cm de longitud. afilada hacha para mandarlos a otras ciudades o
8
Instrumento de madera en forma de "A" que servía en fabricar con ellos, en su baño, llantas de ruedas. En
Rusia para medir la tierra moviéndolo como un compás. aquellos tiempos de revolución no había que pagar
Debe su nombre a que, de pata a pata, media un sazhen por la leña, y Sichkar talaba de manera despiadada,
(2,134 m).
Que no vierta la sangre 15
con toda la avidez de un salvaje, ocultando luego que se agita la escobilla negra de la barba que se ha
hábilmente en la espesura las llantas, para que no las dejado crecer en la cárcel.
requisaran. Cuando el joven Poder soviético empezó -Buenas noches. -Timofi observa la dura sonrisa
a hacerse también con los bosques, Sichkar se dedicó del visitante, que no promete nada bueno a la gente.
a comprar legalmente en las subastas un sector y talar Los gruesos labios de Sichkar brillan como frotados
luego en torno, por una propina, tantos árboles como de tocino, y la pesada cabeza se inclina hacia la
en cinco sectores de tala por lo menos. Sin embargo, tierra, semejante a un girasol.
incluso esto le pareció poco al avariento ricachón. En -¿Estás haciendo una sázhenka? -pregunta Sichkar
los años de hambre se podía uno hacer de oro jugueteando con la barba y distendiendo más sus
comerciando con víveres, y Sichkar dejó chicos a anchos labios.
todos los especuladores de los contornos. -¿No lo ves?
Por aquella época se consideraba un acto de -Claro que lo veo. -El rostro de Sichkar, no muy
verdadero heroísmo entre los especuladores llegar tostado, con manchas blancas de herpes, se
hasta la ciudad, hasta el mercado, a través de todos entenebrece por un instante. Suspirando, empuja una
los destacamentos y los retenes de milicianos, con un astilla con la punta chata de la bota, levanta hacia
par de puds de grano o un capacho de tocino. En las Goritsvit unos ojos inocentes y dice, lo mismo que si
oscuras noches sin luna, desaseados y mugrientos continuara el curso de algún pensamiento-: En la vida
hasta el alma, los especuladores se deslizaban como ocurren cosas muy curiosas, Timofi. Por ejemplo, un
sombras siniestras por los terrenos baldíos y los hombre está haciendo una sázhenka y mañana le
cenagales hasta la ciudad hambrienta, de la que tienen que hacer a él un féretro.
sacaban ropa, calzado, oro y sacos de dinero: billetes -Ocurre, efectivamente -concede Timofi-. Pero
de Kerenski, gorpinkas9 y kanareikas10, coronas también ocurre que un canalla cualquiera está dale
austríacas y demás papelorios con los que más tarde que te dale, haciendo cuanto puede por cavarle la
se empapelaban en las aldeas las paredes de las casas. fosa a otro, y, cuando menos se lo espera, va a parar
Sichkar, en cambio, conseguía del Comité rural o él a esa fosa.
de los agentes de compra un documento legal -También ocurre -ríe Sichkar-. Porque hasta para
diciendo que llevaba víveres de la contingentación, cavar una fosa hace falta tener habilidad e
metía en los sacos de grano trozos de tocino bien inteligencia -y, como si no supiera nada, pregunta-:
curado y, silbando alguna canción, se ponía tranquilo ¿Piensas volver a medir el campo tuyo con esa
en marcha por la carretera, saludaba alegremente a sázhenka?
los jefes de los retenes, echaba con ellos un cigarrillo -Volverle a medir, no; pero añadirle algo, desde
de fuerte tabaco y les explicaba que, puesto que era luego.
preciso salvar al poder, también él, honrado kulak Sichkar pega un respingo y de su rostro
soviético, le prestaba su ayuda. Y luego realizaba por desaparece toda sombra de risa. Entorna felinamente
bajo cuerda el cereal y el tocino, al que se habían los ojos y, por las rendijas, lanza una mirada de rabia
añadido los gramos, no admitiendo a cambio nada a Timofi.
más que telas o dinero acuñado. -Bien inútil es la empresa en que te has metido:
Nunca había sido descubierto Sichkar en un inútil y peligrosa.
trapicheo de éstos, pero Miroshnichenko le metió -¿Eso es lo que has venido a decirme?
mano por tener escondido un sembrado en el bosque. Sichkar exhala un suspiro.
El reacio ricachón se negó en rotundo a pagar la -Eso es. Porque me da lástima de ti.
multa por aquel encubrimiento y fue a parar a la -¿Desde esta noche te ha entrado esa lástima?
cárcel provincial. Sin embargo, también allí logró -Desde esta noche -contesta Sichkar más
acoplarse mejor que los otros detenidos: era ya la animado-. No pensaba yo que un hombre tan
segunda vez que venía a pasar una semana de apacible como tú quisiera trepar con un poder tan
permiso a su casa. inseguro.
Ahora abre la puerta, se desliza en el patio y, sin -¿No te gusta nuestro poder? -Goritsvit empieza
prisa, lleva hacia la pila de troncos su cuerpo obeso. ya a arder por dentro, pero su rostro refleja una calma
Cubre su cabeza, semejante a una rueda, la ancha absoluta.
gorra que un muelle mantiene tirante, y la visera -¿Qué tiene para gustarme? Antes compraba yo
aplastada y presuntuosa se le clava en el puente de la un rebaño de vacas con doscientos rublos y ahora
nariz. Timofi, que estaba acurrucado, se yergue, y el cuesta doscientos rublos en la ciudad un huevo
hacha brilla en su mano a la luz de la luna. asqueroso. Los bolcheviques tuyos le han arrancado
-Buenas noches, Timofi -Sichkar se detiene cerca al dinero su alma de oro, dejándole sólo el papel. ¿Y
de la pila de troncos. Sonríe su rostro redondo, en el qué es el poder sin dinero ni comida? Pues una cosa
como el afrecho, que soplas y no queda nada.
9
Billetes de cien rublos emitidos por la Rada Central -Pues parece que no sopláis bien, ¿eh? -replica
Ucraniana. Timofi sonriendo irónico por primera vez, y arroja el
10
Billetes de doscientos rublos emitidos por Petliura.
16 Mijailo Stelmaj
hacha sobre la pila de troncos: si es preciso, le basta acuerdo! Al fin y al cabo no tienes más que una
con las manos para ahogar a Sichkar, que ya tiene cabeza, conque no hay que exponerla -concluye, y
más grasa que fuerza. Aunque es poco probable que pega un puntapié a la sázhenka que salta,
Sichkar intente nada ahora contra él. Y en el pecho virginalmente pura y blanca.
de Goritsvit algo sigue royendo sin cesar. Timofi la retiene en el aire y luego dice:
Sichkar advierte los pliegues de repugnancia junto -Bueno, Iván, pues ya que hemos hablado me
a los labios de Goritsvit; vuelve a sonreír, y dice parece que nos podemos marchar cada uno a su casa.
como quien gasta una broma: ¿Cuándo vuelves a la cárcel?
-¡Buena sázhenka has hecho, Timofi! ¿Por qué no -Pasado mañana.
me la vendes? Te daré un buen precio. -Y acaricia -Se estará mal allí, ¿verdad?
suavemente con los dedos el abultado bolsillo. -Hombre, no es ningún plato de gusto; pero, con
-¿Me quieres comprar? -Las cejas de Goritsvit se dinero, todo se puede conseguir.
juntan bruscamente sobre el puente de la nariz y sus -Entonces, mira, te regalo diez mil rublos: llévate
ojos se ensanchan, llenándose del resplandor de la la sázhenka de balde.
luna. -¿Para qué la quiero yo? -ríe Sichkar-. No era más
-No; es que por primera vez quiero comprarte yo que un pretexto para entablar conversación. Ya sabes
alguna cosa a ti. Antes erais tu padre y tú los que me que a mí me gusta gastar bromas.
comprabais a mí las llantas y las ruedas. ¿No puedo -¡Allá cada cual, Iván! Yo pensaba que
comprarte yo ahora a ti una sázhenka? Por el mejor efectivamente le ibas a llevar la sázhenka, y,
juego de ruedas de fresno con ejes y cubos me dabas entonces, me haría yo otra.
tú diez rublos poniendo mala cara, y yo en cambio -¿Cómo que otra? -se alarma Sichkar-. ¿Lo dices
estoy dispuesto a darte por esta sázhenka de nada en broma o te ríes de mí?
diez mil rublos. Cierto que son soviéticos. -¡Si no me cuesta nada hacer otra!
Sonriente, extrae del bolsillo un fajo de billetes Ahora es Timofi quien considera a Iván con ojos
atado con un bramante, lo tira al aire, lo recoge y inocentes, y Sichkar no logra comprender quién se ha
guiña los ojos como diciendo: tuyo es si quieres... burlado de quién. La sorpresa, la desconfianza y la
"No me hace falta", contesta Timofi también por cólera palpitan en todas las arrugas de sus mejillas
gestos. carnosas y de su frente.
Este es el primer dinero de los kulaks que viene a -Pero, ¿de verdad piensas medir la tierra mañana?
buscarle. ¡Tantas veces como ha tenido que ir en su -¡Claro que sí! -se asombra burlón Timofi-. Lo
vida a casas ajenas para solicitar el pago de su que pasa es que no habíamos hablado de ello.
trabajo, y ahora viene a su propia casa un dinero que -¿Te burlas de mí? -se enfurece Sichkar
no se ha ganado! guardándose de mala manera el dinero en el bolsillo-.
-¿No quieres? -se sorprende Sichkar-. Puedo Todo será que luego te toque llorar. Las bromas hay
añadir algo, que no soy roñoso. -Y sopesa el fajo en que saber con quién se gastan. -Las manchas blancas
la mano. de las herpes se han inyectado en sangre-. ¿O no lo
-¡No está mal el amaño, Iván! adivinas?
-¿Qué amaño? -protesta el "comprador" -Lo adivino, Iván. -Goritsvit se yergue, y al
encogiéndose inocentemente de hombros-. El instante parece que Sichkar se ha hecho más
negocio se reduce a que me lleve la sázhenka a mi pequeño.
casa. -¿Te has creído que es conmigo sólo? -pregunta
-Te llevas la sázhenka y dices a tu gente que me arrugando el dinero en el bolsillo.
he vendido yo, ¿verdad? -pregunta Timofi fijándose -¡Deja ya de meter miedo con los que están detrás
en las manchas de herpes que marcan las mejillas del de tu espalda de especulador! ¿Piensas que van a
ricachón. echar ellos abajo el nuevo poder? Pues entonces eres
-Sobre el evangelio estoy dispuesto a jurar que más tonto de lo que yo creía. Y ahora, ya que no has
nadie me oirá decir ni una palabra de ti. Todo lo que hecho negocio, ¡largo de aquí!
ha habido entre nosotros bajará conmigo a la tumba - Siempre con la misma expresión de calma, Timofi
la astucia se borra del rostro de Sichkar, que ya está le señala el portón. Pero Sichkar le silba en la cara:
dispuesto a hacer todas las promesas imaginables a -¡Mírale qué honrado! No quiere coger dinero.
Goritsvit y a prestarle ayuda. Pero bien coges nuestra tierra, ¿eh? Más vale que te
-¿No se lo contarás nunca a nadie? -insiste pongas mañana malo, Timofi. ¿Me oyes? ¡Más vale!
Timofi. -¡Quia, el que se pone malo mañana eres tú! -Y
-¡Ni en el juicio final! -Sichkar levanta hace salir a Sichkar furioso, empujándole por los
solemnemente la mano con el dinero. hombros.
-Bueno, pues gracias. -¡Ponte mañana malo, Timofi, y mejor será! -
-¡Bravo, Timofi! -exclama con emoción Sichkar-. quiere asustar le Sichkar por última vez desde la
¡Ya sabía yo que contigo se puede llegar a un calle. Pero Timofi, ahora riéndose, hace un ademán
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uno de ellos dijo desde el umbral: "Pues, a lo mejor, resultaba algo de eso", se dice
-Buen amo eres, y por eso hay que matarte -y se Mirón pasando de largo con cuidado; pero enseguida
puso a quitarse tranquilamente la escopeta del se desentiende de la idea al acordarse de lo charlatán
hombro. que es Polikarp. Ahora bien, que no hay aquí ningún
Y le hubiera matado, de no ser por la mujer, que orden, eso está más claro que la luz del día. Ya que le
se arrojó a sus pies, llamándole misericordioso e hijo han puesto al campesino la contribución forzosa en
suyo. Entonces el bandido lo pensó un poco y disparó especie, que por lo menos el poder le defienda para
contra las colmenas. Detrás de la cerca se puso a que no le saquee todo el que quiera. Porque así
zumbar el enjambre inquieto, y las abejas se pasaron resulta que no es una contribución, sino que son tres
la noche abandonando una por una su mutilada las que tiene uno que pagar. Además, no hay manera
vivienda. de encontrar en ninguna parte ni un piojoso trozo de
Sólo de recordar tanto bien como ha ido a parar a hierro y el kerosén y la sal están por las nubes. Por
sucias manos extrañas, Mirón se siente súbitamente ejemplo, hace falta una cuchilla para el arado y, en su
abatido y se pone a tararear una triste canción; pero lugar, hay que acoplar una bayoneta austríaca. Pero,
enseguida calla asustado: ¿y si le toman por cualquier ¿merece la pena remover por eso los huesos del
activista y le sueltan un escopetazo? Y, de pronto, se elegido del Señor? Que se quede bajo tierra sin hacer
acuerda de que no podrán tirar ni hasta la Cuaresma nada a nadie, y tampoco a él le hará nadie nada...
con el grano que les queda. La mujer tendrá que Algo se agita a un lado, junto a un granero.
mezclar tallos de maíz molidos a la harina. Asustado, Mirón se acoge a la sombra de una
De una calle lateral llegan distintamente unas empalizada. Muy cerca se escucha una voz de
voces. Mirón hace intención de dar un rodeo, pero en muchacha:
esto reconoce el habla ceceante de Polikarp -¡Te digo que te estés quieto!
Serguienko y el verbo pausado de Semión -Pero, ¿qué hago yo? -protesta un muchacho con
Poberezhni, que vive a la orilla misma del Bug. voz de bajo que todavía hace gallos.
Recostados en una empalizada, prosiguen la -Nada. Quita las manos.
conversación que trata de la tierra y de política. -No sabes decir otra cosa.
-Que no hay orden, Polikarp, que no lo hay - "¡Qué demonios! Ni la revolución puede con
suspira Poberezhni pegando con el hierro en el ellos", piensa Mirón y, más animado, se yergue e
pedernal. incluso mete la mano en el bolsillo para buscar el
-¡Qué ha de haber! -corrobora de buen grado mechero. Aunque, no; mejor será fumar en casa.
Polikarp, agradecido a Poberezhni porque le trata Al final de la aldea, pasado el puentecillo, una
como a un igual. Pocas veces hablan con él de esa calleja estrecha desciende a un pequeño barranco.
manera, aunque escuchen con gusto su cháchara. Luego corre hacia una hilera de sauces y se mete en
-Parece que tiene uno ya la tierra entre las manos, una portalada. Poco más allá comienza la hacienda
y no sabe si acabará escapándose lo mismo que una de Mirón.
anguila... -El viejo pescador frunce el ceño y sopla en Ya se ven las manchas que pone la luna en el agua
la mecha. corriente y fresca del estanque. Como siempre, las
-Es muy capaz de escaparse -delgado como una hojas de los juncos se inclinan en la misma dirección
pértiga, Polikarp se inclina sobre la empalizada. del viento que corre por la orilla. Como siempre, sin
Enciende el cigarrillo con la yesca y se conoce que pesares, susurra alegremente el incansable arroyuelo
da una chupada demasiado profunda porque la tos más abajo del estanque. Mirón se despierta y se
resuena sordamente en su escuálido. duerme arrullado por él y cuando se ausenta por un
-¡Pero si estamos rodeados de bandidos, y nada día o dos, nota que algo le falta.
más! Cuando no es Galchevski, es Shépel; cuando no Pone el pie en el minúsculo dique sombreado por
es Shépel, es alguno de los de "Alza, comadre, y no los sauces, que separa el estanque del arroyo, y se
llores"11. Y todo porque no tenemos quien nos estremece: detrás de unos avellanos está el carricoche
mande. Ya no hay la severidad y el orden que con el de Varchuk y los lustrosos lomos de sus caballos
zar. corvinos brillan a la luz de la luna. Al otro lado de
-¡Ni muchísimo menos! -asiente Polikarp con el los caballos están Varchuk, enjuto, negro como un
mismo afán, y de pronto suelta-: ¡Lo bien que se gitano, y Larión Denisenko, ancho de hombros, con
arreglaría todo si el zar hiciera las paces con los la cabeza greñuda. Aguardan en silencio a que Mirón
bolcheviques! El zar, digo yo, reinaría en su palacio se acerque. Y Mirón va hacia ellos como quien va
de cristal y los bolcheviques repartirían la tierra a los hacia unos asesinos. ¿Qué querrán de él, que sólo
campesinos. Y entonces sería nuestro país el mejor ansía la tranquilidad? Aunque, ¿dónde se puede
del mundo. encontrar ahora tranquilidad sobre la tierra?...
-¡Mucho pides tú! -Poberezhni hace un ademán -Mucho discurseáis, Mirón -sacudiendo la cabeza
evasivo y da una chupada al cigarro. cuneiforme, Varchuk le ofrece una mano pequeña.
-Hay quien puede pasarse sin comer ni beber con
11
Así se llamaba en Podolie a los hombres de Majnó.
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tal de hablar en los mítines -Denisenko se apodera de -Toma, Mirón, es un regalo. Ya sé que andas mal
la mano de Mirón antes de que la haya soltado de grano. He estado rebuscando para traerte algo.
Varchuk-. ¿Qué ha habido allá? -pregunta señalando -Ya me arreglaré, Larión -replica Mirón con una
hacia la aldea con la cabeza, que parece una rueda. mueca.
Entre sueños, un pato grita en el estanque y les -¡Qué te vas a arreglar! ¡Demasiado sé cómo
asusta a los tres. Denisenko echa mano al bolsillo y andas! -Y Denisenko deposita resueltamente su
Mirón se lleva los dedos cruzados a la frente, regalo entre los brazos del guardabosque.
humedecida por el sudor. Desconcertado, Mirón agarra por abajo la
-Pronto acabaréis teniendo miedo de vuestra almohada, que se queda pegada a su cuerpo lo mismo
propia sombra -observa Varchuk con una mueca que un vientre postizo.
desdeñosa de sus finos labios. Varchuk y Denisenko suben al carricoche
-No nos vengas aquí con tu valentía, Safrón. hablando a media voz. Los caballos negros,
Ahora nadie sabe por dónde puede acecharle la jugueteando con las manchas de luna, marcan un
muerte. Bueno, vamos a ver, ¿qué habéis discutido, sonoro repique sobre los troncos del dique y, al sentir
qué habéis resuelto? las riendas, pasan de golpe al trote largo. Ciega los
-¡Más vale no hablar de ello! -contesta Mirón con ojos del guardabosque el brillo insoportable de las
ademán desesperanzado, y agacha la cabeza bajo el ruedas salpicadas de rocío. El carricoche se aleja con
peso de dos miradas suspicaces. las dos figuras oscuras por el camino del bosque, y
-¿No se han negado los campesinos a coger la cerca del dique queda un hombre solitario con sus
tierra nuestra? -pregunta Safrón acercándose al angustiosos pensamientos y el grano ajeno, que es
guardabosque. para Mirón peor que robado, aunque nadie ha de
-Únicamente yo. enterarse de ello, ni siquiera su hermano.
Mirón advierte por primera vez que la nariz Chapoteando, un pez da en el estanque un salto
grande de Safrón, con una chepa en el arranque fuera del agua y los círculos silenciosos se ensanchan
mismo, se funde en un extremo con la línea corrida sobre la superficie, hasta llegar a las orillas y
de las cejas y en el otro con el bigote del color de la ocultarse bajo las raíces de los árboles. Para los
brea. pensamientos, en cambio, no hay ningún refugio
-¿Tú solo? -sorprendido, Safrón frunce el ceno y seguro: siempre están atormentando al hombre.
mira incrédulo al guardabosque para convencerse de Mirón deposita la almohada en el suelo, la desata
que no le engaña. y mete una mano dentro. Por el solo tacto advierte
Y Mirón empieza a disculparse atropelladamente. que el grano está sin aventar. Luego levanta un
-Cuando yo, con perdón, me negué a coger la puñado hasta la altura de los ojos. Jugando, el viento
tierra de Larión y dije que cogería únicamente la del ligero arranca de su mano el cascabillo, y los granos
latifundio, hubo algunos detrás de mí que quisieron de trigo, rojos lo mismo que cuentas de coral, tan
apoyarme. Pero Miroshnichenko les hizo callar. pronto brillan como se extinguen bajo la sombra de
-¿Que les hizo callar? ¿Y no habrá procedido los sauces.
contra la ley? -pregunta Safrón con la esperanza de Tiene en la mano ese mismo trigo que hace
aferrarse a la menor cosa. tiempo hubiera querido cambiar por algo a Larión
Y Mirón se espanta pensando si habrá traicionado para la siembra y por el que le había pedido un precio
a Miroshnichenko. increíble. Ahora, en cambio, lo ha traído él mismo.
-¡Qué va! Me dijo: "Si no quieres la tierra de Mirón lanza una triste mirada a su alrededor y, sin
Larión, no la cojas; pero otra no te damos". Y pesar, deja que rueden los granos de su mano al
entonces los demás se callaron. Con eso se puede estanque; caen susurrando y, como si se hubiera
hacer callar al mujik e incluso acabar con él -deja tratado de una ofrenda a un dios ignoto, le alivian el
escapar, yéndose otra vez de la lengua. alma. Luego levanta Mirón la almohada, abre un
-¡Con el mujik no acaban ni los mengues que se lo cuchitril y deja caer la lluvia del grano, que retumba
lleven! -Los ojos de Safrón tienen un brillo de odio-. sordamente. Y, en ese momento, se le aparecen los
¿Mañana harán el reparto? ojos despectivos de Miroshnichenko. El
-Sí, mañana. guardabosque se disculpa mentalmente ante él: no les
-Bueno, pues es posible que disfruten unos días de ha dicho nada de particular a Varchuk y a
nuestra tierra. En cuanto a ti, Mirón, sigue como Denisenko...
hasta ahora y saldrás ganando. ¡Que te vaya bien! - Antes, cuando Mirón vertía el grano en su sitio,
Safrón descarga su mano huesuda sobre el hombro siempre se detenía a removerlo con las manos; pero
del guardabosque, como si le diera permiso para esta vez da media vuelta y cierra precipitadamente el
vivir. cuchitril.
Encorvado, Denisenko echa a andar pesadamente En la casa duerme su hija, toda destapada sobre la
hacia el carricoche, saca de él una almohada y se la cama. En cuanto a su mujer, asustada, también se ha
entrega al guardabosque suspirando. acostado hoy en la despensa. De la mesa llega olor a
20 Mijailo Stelmaj
pescado frito: lo pescó su Vasilinka con nasas. Pero empezó a publicar en Viena poesías ucranianas,
no tiene ganas de comer. Se quita el gorro, las botas bastante malas por cierto.
y la chaqueta y, vestido todo de lienzo, se santigua No era la corona de poeta, sino la corona del reino
devotamente y empieza a murmurar con fervor frente ucraniano lo que soñaba alcanzar el heredero del
a las imágenes. archiduque. Jugando con el pincel de su bigote,
-Con la cruz me santiguo, con la cruz me acuesto gustaba de repetir cuando estaba de buen humor: "Si
y la cruz me acompaña en mi sueño. Purísima que el carbón es el rey y el trigo, la reina, Ucrania es el
estás a la cabecera, ángeles que estáis a los lados, trono real".
velad por mi alma hasta la medianoche y desde la Sí, Ucraniano era para él nada más que un trono
medianoche hasta el día, y desde el día hasta la en el que esperaba asentar sus magras posaderas.
noche, y desde la noche hasta la eternidad. ¿Cómo no se había dado cuenta de ello el ambicioso
Sin embargo, ni la Purísima de la cabecera ni los atamán que no podía imaginarse a Ucrania sino bajo
ángeles de los lados le dieron la calma aquella noche. su dominio exclusivo?
Y aunque Poguiba no tenía gran aprecio por
V Petliura, jactancioso y aficionado a los desfiles y las
Desde Kámenets- Podolsk, última residencia de aventuras, y en cambio fundaba todas sus esperanzas
Simón Petliura, se disponían a cruzar la línea del en Yurkó Tiutiúnik, un día del otoño de 1919 dejó
frente el teniente coronel Kindrat Poguiba, de la entrever al atamán los recónditos propósitos del
sección política, y el sótnik12 Danilo Pidoprigorá. nuevo jefe de la sección política. Dos pequeñas
Con ropas aldeanas usadas y la guadaña al hombro, arrugas se estremecieron bajo los labios hinchados
volvían de Moldavia, como si fueran temporeros. Por del atamán.
precaución, incluso el tabaco que llevaban en las Hizo una ruidosa aspiración y, enseguida, por una
petacas era moldavo. costumbre adquirida hacía ya mucho tiempo, se llevó
Cierto que le habían ofrecido también a Poguiba estudiadamente la mano al cuello ornado con un
cigarrillos envenenados para el camino, por si tridente y unas flores. En los distintivos parecía
necesitaba mandar discretamente a alguien al otro buscar una nueva solución y, aunque no le observaba
mundo, pero el experto teniente coronel sonrió más que un hombre, el atamán posaba también ante
irónicamente, haciendo que se frunciera la piel en él, sin distinguir la frontera entre lo grande y lo
torno a sus ojos de color tabaco y alegrándose su ridículo.
cara, siempre triste y en forma de sandía. Y se había tornado ya ridículo para Poguiba en los
-Me los llevaría únicamente en el caso de que, días del otoño de 1918. Cuando los hombres de
¡Dios no lo quiera!, tuviese que trabajar mucho Petliura expulsaron de Kíev a Skoropadski, el atamán
tiempo en los Soviets. Pero, de momento, mi misión tardó aún cinco días en penetrar en la capital,
es mucho más sencilla. dedicado a otra operación: los soldados de
Poguiba era conocido en el Ministerio de la intendencia arrancaban el paño rojo y verde de los
Guerra como militar valiente y hábil oficial de asientos de los vagones de lujo para hacer a Petliura
Estado Mayor. Taciturno y reservado, no perdía la y a su Estado Mayor capotes de cosaco. El jefe no
cabeza en los combates, no se metía en pequeñas podía entrar sin ellos en la capital.
aventuras y, desde el Estado Mayor, pareció adivinar -Gracias, pan13 teniente coronel. Me enteraré -el
antes que el propio Petliura los ambiciosos planes del atamán señaló a la puerta con sus ojos cansados,
gran príncipe austríaco Guillermo de Habsburgo. ocultos por unos carnosos párpados con venillas
Cuando el escuálido heredero del archiduque azules y, quitando la mano de las insignias de su
Carlo Estefano fue a parar por segunda vez a Ucrania poder de atamán, oprimió el botón disimulado de un
después de haber pasado por el cautiverio rumano, el timbre.
atamán le acogió con los brazos abiertos y una orden Mas entonces sobrevinieron tales
suya convirtió al capitán Guillermo de Habsburgo en acontecimientos, que obligaron evidentemente al
el coronel Vasil Vishivani, del ejército ucraniano. atamán a desentenderse de los sueños de realeza de
Naturalmente, después de Brest, después que los Vishivani. "El jefe supremo" del ejército ucraniano
alemanes y los austríacos estuvieron a punto de venir de Galitzia, Mikola Tarnavski, firmó un acuerdo,
a las manos disputándose los jirones de Ucrania según la orden secreta del dictador Petrushévich,
arrebatados a la delegación de la RPU, se podía hacer entre el mando de Galitzia y el ejército voluntario de
del capitán un coronel y hasta un general; pero Denikin. El ejército ucraniano de Galitzia, que
también se debía haber pensado en por qué le habría prolongó por unos meses la agonía del atamán batido
entrado al gran príncipe el amor por Ucrania; en por en la primavera de 1919, se lanzaba ahora en brazos
qué andaba tanto, con su camisa bordada, entre los del enemigo que, no se sabe por qué, consideraba
tiradores de la Sech; en por qué, después de haberse bolchevique a Petliura. Para Petrushévich resultaba
esforzado con empeño para aprender el ucraniano, más aceptable ser nombrado por Denikin
12 13
Jefe de un escuadrón de cosacos. Señor.
Que no vierta la sangre 21
"gobernador de Galitzia" dentro de la Ucrania "única caja de caudales, llegar hasta Liubar en una carreta y,
e indivisible", que sumarse al acuerdo con Pilsudski, desde allí, escapar de sus propios atamanes y unirse a
que los diplomáticos de Petliura habían preparado a los polacos.
hurtadillas de Petrushévich. Por aquellos mismos días de noviembre huía
Y por aquellos días otoñales, en Kámenets- también a Austria el pretendiente a la corona
Podolsk, donde desde junio se habían instalado los ucraniana. No se presentó ya al atamán cuando éste
dos gobiernos "ucranianos", el callado odio existente volvió a Ucrania con los aliados, a los que, poco
entre los dos reyezuelos se convirtió en rabiosa antes, amenazaba con las palabras del poeta:
enemistad entre el directorio y el gobierno de la "¡Castiga a los señores polacos, castígalos!"
República Popular de Ucrania Occidental. Mientras En dos años de servir como un gitano al atamán,
el tifus segaba sin compasión a los hombres de Poguiba había perdido ya la posibilidad de
Petliura y a los tiradores de la Sech, mientras el determinar quién merecía verdaderamente el castigo.
frente se desmoronaba y los ministros retiraban de él Los enemigos de ayer se tornaban aliados; los aliados
a combatientes para evacuar al extranjero el producto de ayer se convertían en enemigos feroces; la
de sus robos, en Kámenets-Podolsk se sostenía una orientación de Petliura cambiaba como cambia el
empeñada lucha por el poder, un interminable viento en primavera, y todo esto debía ser pagado
regateo para determinar quién debía gobernar a con sangre, con trigo y con carros de dinero
Ucrania y a qué verdugo convenía más servir. Al fabricado en Berlín y en Kámenets.
último consejo unificado de ministros celebrado en el Angustiosos pensamientos agitaban a veces el
despacho del dictador Petrushévich asistió solamente alma de Poguiba, y lo que más le asustaba era que
un ministro de la RPU, y por algo advirtió cada día se alejaba más de su Ucrania. También él
mordazmente el doctor Makuj que habían intervenido hubiera podido estar hace mucho tiempo en el
en el consejo de ministros dieciocho jefes de extranjero; pero, después de la fuga de Petliura al
negociado porque los ministros habían huido de lado de Pilsudski, él marchó con Omelianóvich-
Ucrania con los bienes "inviolables". Pavlenko y Tiutiúnik a la dura campana de invierno
Mas, tampoco se logró un acuerdo entre el para quedarse por lo menos en Ucrania. Luchó contra
directorio y la República Popular de Ucrania las tropas de Denikin y de los rojos, se refugió en los
Occidental cuando los dos gobiernos poseían caseríos cuando estaba enfermo de tifus y, en la
únicamente dos provincias incompletas. El viejo primavera de 1920, recibió de los polacos,
abogado, convertido súbitamente en dictador, trató de sangrándole el corazón, los desechos del antiguo
conciliar a las dos partes después de cargar con ejército austríaco para vestir a sus cosacos. Eso era
habilidad la culpa de la firma del acuerdo sobre todo lo que habían merecido sus combatientes,
Tarnavski e incluso de detenerle para guardar las hambrientos, desharrapados y comidos de piojos.
formas. Cierto que todavía vieron con asombro las insignias
-¡Para la historia, tenemos que morir juntos! de general cosidas por los nuevos aliados en la
Estaba persuadido de que la historia era ya guerrera del atamán Omelianóvich-Pavlenko y,
inseparable de él, como estaba persuadido de que maldiciendo de todo lo habido y por haber, tomaron
arrojaría de sus páginas al corso de Kobeliak, posición en el flanco derecho del Sexto ejército
conforme llamaban en secreto a Simón Petliura. polaco con aquellos pingajos austríacos.
-¡Para la historia, tenemos que morir juntos! - Y aunque Petliura había vendido a Pilsudski, a
repetía, levantando trágicamente las manos hacia los cambio de los restos de su poder, Galitzia, la región
bigotes negros, evidentemente teñidos. de Jolmí, Volín y Polesie, Poguiba debía mantenerse
Sin embargo, también ante la muerte planteó el a su lado: durante aquellos dos años sangrientos
dictador cuatro exigencias al directorio: admitir a un había corrido la misma suerte que Petliura. Y esta
representante de Galitzia en el directorio, dejar a suerte sería funesta si Wrángel no distraía un mayor
Petliura el título honorífico de atamán, pero apartarle número de unidades rojas del frente polaco.
de las tareas operativas, cambiar el gabinete y dar a Acostado en el granero de un campesino, Poguiba
los representantes de Galitzia la cartera de Finanzas. observa por una rendija el cielo ceniciento e
Los restos del gobierno de la RPU se negaron a indiferente que, al caer la noche, se ha revestido de
satisfacer las exigencias de Petrushévich porque, nubes al borde de la tierra: allí, detrás de aquellas
¿dónde se había visto que Petliura limitase, aunque nubes otoñales, se extiende ya otra tierra, a la que
fuera un ápice, su poder de atamán? El 15 de tiene que llegar hoy mismo.
noviembre, Petrushévich y su gobierno Dos campesinos entrados en años pasan por los
desaparecieron misteriosamente de Kárnenets- huertos haciendo sonar unos arreos. Uno de los
Podolsk y el atamán abandonó a su suerte los restos hombres tiene un labio recién partido y en su barba,
del ejército para huir hacia Proskúrov con unos gris como la niebla, se ven huellas de sangre
cuantos miembros del gabinete y la caja de caudales. coagulada.
Mas, por el camino tuvo que abandonar también la -¡Sí que nos ha servido de mucho pasarnos la vida
22 Mijailo Stelmaj
cuidando de las bestias! -profiere el otro, bajito, moreno, tostado por el sol y los pómulos algo
parecido a un tocón descuajado de la tierra, como salientes de simple muchacho aldeano, cuya belleza
hablando consigo mismo-. Así se los lleven los se reduce a los labios lozanos, puerilmente abultados
demonios... y unos ojos de color gris oscuro, algo bravíos, que
-Ahora, como no nos pongamos nosotros estos hasta sonríen con recóndita nostalgia. ¡Y cualquiera
arreos... -replica el de la barba gris sacudiendo una sabe si esos grandes ojos ocultan la nostalgia de la
rienda y luego, igual que si se tirase al agua de tierra o del parloteo infantil con el que todavía hoy
cabeza, exhala un grito del alma-: ¡Señor, si por lo sigue sonando el antiguo maestro de pueblo!
menos vinieran los rojos! ¡Apiádate, Señor! -¿Qué hay, pan sótnik? -El teniente coronel
-¡Bah! -protesta incrédulo el bajito agitando su levantó sobre el heno la cabeza, demasiado pesada
mano callosa-. Para el mujik, ningún poder trae nada para su cuello.
bueno. Los rojos te hacen pagar la contingentación. - Se ha encontrado un vado, la lancha está lista y,
-¡En cambio te dan tierra! en la orilla opuesta, parece que no hay nadie desde
-Eso, según: a unos se la dan y a otros se la ayer. De aquí a que salga la luna, llegaremos al
quitan. caserío de Veremi -precisó concisamente el sótnik
-A nosotros no iban a quitárnosla. todo lo que ya sabía, a rasgos generales, el teniente
"¡Canallas! -jura cansado Poguiba para sus coronel.
adentros-. Está uno vertiendo la sangre por ellos, y -¿Y Veremi es un hombre seguro, pan sótnik?
les da pena separarse de un jamelgo asqueroso". ¿No se habrá pasado? -preguntó el teniente coronel
Sin embargo, detrás de aquel jamelgo -y el acentuando la última palabra.
teniente coronel lo comprendía- estaban todos los Pidoprigorá frunció el ceño, disgustado por su
infortunios padecidos por los campesinos en aquellos temblor interno.
años. Apaleado y saqueado por efímeros poderes, por -No creo. Con los rojos no tiene él nada que
los atamanes y los batkas14 de todo género, sin hacer.
kerosén, sin sal, sin cerillas, sin calzado, vestido de -¿Es grande el caserío?
tosco lienzo, se alzaba el campesino en los derroteros -Cincuenta desiatinas.
de la historia, fija la mirada en la tierra. Y a su lado -La norma de Vinnichenko -recordó con sonrisa
estiraba el cuello el sumiso jamelgo de flancos irónica el teniente coronel la explicación del ex
desollados, que padecía tanto como el campesino presidente de la secretaría general-. ¿Y qué tal lo
para lograrle a él y a sus hijos un pan negro, amargo pasa ahora su ídolo?
de la colza y regado por el sudor. El teniente coronel sabe que el sótnik no se separa
Aunque la verdad es que, ahora, Poguiba casi nunca de las obras de Vinnichenko, a quien
envidiaba incluso a veces la suerte del campesino. considera uno de los mejores dramaturgos europeos.
Cualquiera que fuese el poder que llegara, aquel El sótnik Evséi Golován se ha burlado muchas veces
harapiento mujik se quedaría en Ucrania, en el rincón de Pidoprigorá en Kámenets-Podolsk.
suyo, aunque fuese malo, y es posible que hasta -No te creas que Vinnichenko es de la madera de
lograse tener su tierra e incluso hacerse bolchevique que se hacen los reyes. Es madera de un árbol que se
el muy hijo de perra. En cambio, ¿adónde arrastraría inclina hacia todos los lados y a cuya médula no ha
a Poguiba la vorágine de la guerra? ¿Qué llegaría él a llegado nadie todavía...
ser dentro de poco? -No sé cómo lo pasa ahora mi ídolo -y
Desde que los polacos habían empezado a hablar Pidoprigorá observó atentamente al teniente coronel-,
de armisticio con los bolcheviques, Poguiba había pero nos ha lanzado un nuevo llamamiento.
escrutado con horror el porvenir, sin ver ningún -Para eso, ¡es un hacha! ¡Ya lo creo! -rió
refugio para su alma. En efecto, ¿dónde meterse? descaradamente el teniente coronel Poguiba-. ¿No
Odiaba a Pilsudski, tenía miedo a los bolcheviques y orienta ya a la gente hacia las cincuenta desiatinas?
no hacía caso a Petliura. Aún le quedaba como Aquella risa indignó al sótnik. Un minuto antes,
esperanza Wrángel y un milagro. Y, para que este no sabía si mostrar a Poguiba lo que había
milagro se produjese antes, había aceptado sin encontrado fortuitamente en casa de un campesino.
vacilación cruzar la línea del frente y alzar a todos -No. Ahora nos orienta hacia el... comunismo.
aquellos batkas a una acción organizada. El teniente coronel no pudo reprimir un silbido de
Resonó secamente el cerrojo de madera, sorpresa, pegó un respingo y, como hacen los chicos,
abriéronse las dos hojas de la puerta del granero y, se dejó deslizar por la paja sobre las posaderas.
con el torrente de luz vespertina penetró, -¿Se ha impreso algo? ¿Dónde? -preguntó
inclinándose, el sótnik Pidoprigorá. Ni la pobre sacudiéndose rápidamente.
chaquetilla, ni el gorro despellejado de carnero, ni las Pidoprigorá extrajo de un bolsillo interior un
botas parduscas remendadas lograban afear la recia y número de Visti, de Podolsk, impreso en basto papel
bien plantada figura del sótnik. Tenía un rostro azulenco de estraza.
Poguiba le arrancó con impaciencia de las manos
14
Padre. Nombre que se daba a los jefes de banda.
Que no vierta la sangre 23
el umbral paterno, de no ser por el miedo. ¿Es precipitado desde las románticas cumbres hasta una
posible que seas tan cobarde? ¿Es posible que tengas sima apestosa? Las ideas de Nechuivíter le parecían
alma de liebre? ¡Quia! ¡De cortar, tiene que ser hoy excesivamente primitivas y férreas para su alma
mismo, todo, de cuajo! campesina, enamorada de los majestuosos
El cielo desciende más, absorbe la sombra del monumentos antiguos y de su apacible paraíso de
álamo, llega hasta la orilla y agita encima las nubes siete desiatinas.
oscurecidas. -¿Cómo vamos tan abatido, pan sótnik? -De un
Como entre sueños desciende Danilo Pidoprigorá manotazo, el teniente coronel había estrellado contra
hasta el río. Lleva al hombro una vieja guadaña el suelo los recuerdos.
torcida. Se le engancha en los matorrales, y las hojas - Los pensamientos y las preocupaciones...
partidas de los alisos susurran, salpicadas de rocío. -¿Miedo?
Rompe marcha, con un remo en la mano, un - Algo de eso hay también -confesó Pidoprigorá, y
muchachuelo que renquea descalzo, silbando una el muchacho descalzo se volvió asombrado.
cancioncilla. Le sigue el teniente coronel con un paso -¿Miedo a qué? Los rojos no hacen nada a los
que hacen pesado las botazas. ¿Qué no daría Danilo campesinos -dijo el barquero señalando con los ojos
por montarse ahora en su lancha de sauce con el la guadaña torcida, y nadie hubiera podido entender
remo en la mano y llegar hasta la casa apacible donde si se burlaba o hablaba en serio.
están sus hermanos, donde está su mujer?... ¿Qué El teniente coronel percibió un matiz de astucia en
habrá sido de ella? el tono del barquero, y le miró suspicaz.
Siendo ya maestro, a los veinticinco años, la Cerca del río flota el olor entre salado y agrio del
conoció en la rocosa orilla del Téterev. Después de la limo y las escamas de pescado. Por un claro de los
exuberante y suave naturaleza de Podolie, todo le mimbrales aplastados se ve brillar ya un remanso del
sorprendía en la espesura de los bosques de Polesie: Bug y la orilla, rayada por las negras sombras de los
la piedra taraceada por el viento, en la que crecen árboles semejantes a gigantes ahogados que
pinares, los yacimientos de mármol cerca del intentasen emerger del fondo. La orilla es aquí de
Robledal de Diákov, las canteras de los bosques tierra negra, está tapizada de hierbas, y el agua no
donde se dedicaban a su penosa labor unos hombres susurra como sobre la arena, sino que borbotea.
morenos y bien plantados, descendientes de italianos ¿Contra quién va la cólera del agua cuando arranca
emparentados hacía mucho tiempo con los trozos de tierra con arbustos y hierba áspera? En la
ucranianos. Una vez se encontró con un grupo de orilla izquierda, en lugar de los sauces y los arbustos,
estudiantes en la orilla derecha del río. Un muchacho, se distinguen unas sombras chepudas. ¿Qué les
con el pelo negro y ojos de rebelde, apretaba en la acechará en aquella oscuridad: un silencio de muerte
mano una piedra y, gesticulando, explicaba con ira y o un disparo fatal?
calor a sus compañeros: ¡Qué bien convertirse ahora en niño pequeño,
-¡Parece mentira! Este es, por ahora, el único escuchar la voz de la madre y olvidar el fardo de lo
yacimiento de mármol gris y rosa de Ucrania. Vetas pasado y el espanto de lo porvenir! Todo el mundo,
finísimas lo cubren, dándole la prodigiosa delicadeza cuando ha hecho algo malo, vuelve la mirada hacia
de las sienes de una virgen. -Y les enseñó una su infancia. Ese es un consuelo, pero no una defensa:
muestra-. Lo puntean granos de grafito negro y la pureza de la infancia no puede quitar la basura
cristales de pirita, fluorita y hematites. En esta piedra adquirida en los años adultos.
habría que esculpir diosas y héroes, pero toda esta Inclinado, el muchachuelo saca la barca de entre
maravilla es destruida en los hornos de un salvaje, los arbustos, invita con el gesto a Poguiba y
del terrateniente Koróstishev. ¡Quema mármol para Pidoprigorá a que suban a ella y, por su parte, hace
obtener cal! una gran señal de la cruz. El sótnik toma asiento en la
-¡Qué vandalismo, pero qué vandalismo! -se proa, más cerca del peligro; luego monta el teniente
indignó una muchacha linda y esbelta, cuya coronel y el barquero se mete de un salto cuando,
armoniosa voz sedujo inmediatamente a Danilo. después de haberlo empujado con las manos y el
Se llamaba Galia. En cuanto al iracundo pecho, se aparta el bote de la orilla chapoteando.
estudiante de ojos y porte de rebelde, tenía un La oscuridad aplasta la barquilla contra el agua.
apellido de lo más apacible: Nechuivíter15, como una Los dos hombres armados y el muchachuelo que
hierba. ¡Cuánto tiempo y qué poco tiempo había maneja el remo vigilan, alertas, la orilla. Como lo
transcurrido desde entonces! La linda muchacha desconocido, el agua atenaza la lancha hecha a
había pasado a ser la esposa de Danilo; de Grigori escoplo y le susurra algo en su lengua. Se han
Nechuivíter, como era de esperar, había salido un entumecido ya los dedos agarrotados sobre la pistola,
presidiario y un comunista. En cuanto a él, Danilo, se pero la lancha continúa su balanceo, arrancando a las
había convertido, en vez de poeta, en soldado de olas desgarradas un murmullo, un suspiro o un
Petliura. ¿Y qué le importaba a nadie que se hubiese chapoteo de cólera.
La orilla surge de golpe. La lancha se clava en
15
No siente el viento.
Que no vierta la sangre 25
ella de proa, como un perrillo, y empieza a girar. coronel? -preguntó en tono de reproche el sótnik.
Danilo salta a la maleza, que cede bajo sus pies, y -Para que aprenda a guardarse la lengua en el
mira a su alrededor, moviendo los ojos y la pistola. bolsillo. Habla sin saberlo que dice y nos insulta.
Reina en la orilla el silencio del otoño, alterado -¡Ya lo creo que sabe! ¡Por el hábito se ve al
únicamente por el chapoteo del agua. Los tres prestan monje! -cortó bruscamente Pidoprigorá, disgustado
oído y es el muchachuelo quien primero exhala un consigo mismo por no haber sabido replicar más
suspiro de alivio: dignamente al teniente coronel.
-¡Hemos llegado en buena hora, gracias a Dios! -¡Anda y que se vaya a paseo! -concluyó Poguiba,
En ese momento, detrás de los mimbrales parte, ya más tranquilo, con ademán de desprecio-. Pero
chillona y beoda, una canción: "Marusia se ha tiene una voz, ese Andríiko, que le remueve a uno el
envenenado, la llevan al hospital..." Cerca de allí se corazón. Como para cantar en el Teatro Imperial.
escuchan el chirriar de un carro y unas voces de Claro que con la barbarie que hay aquí...
hombres y mujeres que pronto absorbe el silencio. Haciendo susurrar los arbustos, atraviesan el
Pero al poco tiempo vuelve a ser desgarrado por una camino, blando del polvo, y se dirigen a campo
voz hermosa y solitaria que vierte, no se sabe para traviesa hacia el caserío de Veremi que, no se sabe
quién, la tristeza del kobzar16 sobre el camino por qué, había elegido para residencia una
apisonado de Podolie, pidiendo que no se haga correr hondonada; era feliz con sus estanques y sus peces y,
la sangre humana. más que cereales, plantaba antes oloroso cáñamo que
vendía.
La sangre humana no es agua, -¿No se extraviará usted aquí? -pregunta el
que no se vierta la sangre... teniente coronel, perdiendo la orientación en la
maraña de caminos, senderos y trochas que
Y, ante la fuerza de este dolor, ante la fuerza del atraviesan los campos.
amor humano, los dos asesinos dejan caer -Todo esto lo han recorrido mis pies desnudos
involuntariamente las manos y las frentes. cubriéndose de magulladuras.
Únicamente el barquero, con el remo en alto, va -¡La poesía de las magulladuras! -ironizó el
volviendo la cabeza lo mismo que un girasol, hacia la teniente coronel.
canción de su tierra regada de sangre. - Sí; en nuestra tierra, la verdadera poesía ha sido
- Es Andríiko el ciego. ¡Vaya una voz que le ha siempre la poesía de las magulladuras. Y no
dado Dios! -profirió el muchacho con pesarosa encuentro nada divertido en ello.
admiración. En el valle resaltan oscuros los carices del caserío,
-¿Quién dices? -inquirió Pidoprigorá volviéndose. altos como montes. Junto a la presa aguarda a
-Un hombre -contestó, ya evasivo, el barquero. Poguiba y a Pidoprigorá un agente del servicio de
-¿Ciego de nacimiento? espionaje del atamán: Denís Barabolia. Para mayor
-¡Qué va! Le han dejado ciego. seguridad, enciende una cerilla y a su luz observa a
-¿Quién? Poguiba y a Pidoprigorá, a quien enseguida se le
-¡Cualquiera sabe! -Hosco, el muchacho quería graba en la mente una silueta baja y redonda y un
callar, pero no pudo contenerse-: Unos dicen que los rostro que parece una pelota de lana por lo peludo. El
atamanes; otros, que gente de la vuestra... agente saluda cordialmente a Poguiba y, como una
-Pero, ¿sabes quienes somos nosotros? -estalló el muchacha amorosa, no hace más que acariciarle una
teniente coronel volviéndose bruscamente hacia el manga.
barquero. -¿No hay aquí nadie? -El teniente coronel, que no
-Temporeros -contestó con calma el muchacho. siente gran cariño por los espías, retira con
Mas esto le pareció al teniente coronel una precaución la manga de entre los brazos de
mordaz alusión. Barabolia.
-¡Cállate, so perro, si no quieres que te acorte -En este momento, ni un alma. Pero, a veces,
también la otra pata! -silbó, alzando la pistola sobre llegan hasta el caserío los cosacos rojos: comen algo
el cojo. y se llevan un par de gavillas de avena para los
-Hombre, gracias -replicó el muchacho con voz caballos. Con el fin de evitar sorpresas, les instalaré
sonora-. Así podré decir que no os he pasado de en una vieja carpintería. Por allí no aparece nadie.
balde. -¿Está lejos el frente?
Saltó a la barca y, sin una palabra más, se alejó de -Se ha apartado de aquí. Los rojos no tienen
la orilla. El agua se agitó y llevó al muchacho hacia muchos hombres. Remiendan sus líneas como
el otro lado, donde también le aguardaba a él alguna pueden. Desde el Bug hasta el Dniéster no tienen más
palabra de cariño. que el 14 Ejército, la Brigada de Kotovski y la
-¿Por qué ha hecho usted eso, pan teniente Primera división de cosacos rojos. El pan atamán
tiene muchas más fuerzas. Con un golpe en un
16
Bardo ucraniano que se acompañaba con un instrumento momento bien elegido, trituraremos a los
llamado kobza.
26 Mijailo Stelmaj
bolcheviques -afirma Barabolia con una risita. teniente coronel, al ver también dos jergones con
-Pronto lo haremos; pero hay que preparar bien la sábanas limpias.
retaguardia. ¿Hay aquí alguno de los batkas o de los -Sencillo, al estilo de los bárbaros. -La peluda
atamanes seguros? fisonomía de Barabolia adquiere inmediatamente un
-Cerca de Litín anda Galchevski; a seis verstas de aire de gravedad-. Y yo creo, pan teniente coronel,
aquí tenemos al batka Paliliulka y cerca de que sólo con la barbarie y el paganismo se puede
Zhmérinka se encuentra el atamán Chornogús con salvar ahora a la civilización. Para el cristianismo es
fuerzas considerables. Y, aquí cerca, hay un distrito una cosa superior a sus fuerzas.
que ni es nuestro ni es de ellos. -¡Mucho tiempo hace que no oía citar a Nietzsche
-¿Qué quiere decir eso? bajo los sauces ucranianos! -observa el sótnik con
- Que los aldeanos han proclamado la república una mueca.
campesina y no reconocen más poder que el de su Las miradas de Pidoprigorá y de Barabolia se
gente. Han nombrado incluso a sus ministros y no les cruzan y ambos experimentan una profunda antipatía
importa celebrar las reuniones vestidos con el uno por el otro.
pantalones de lienzo. Y a uno de ellos le han -¡Tengan la bondad de acercarse a la mesa!
mercado unas botas entre todos: no tenía, y un Barabolia rueda como una pelota delante del
ministro sin botas no lo quieren ni siquiera los teniente coronel, y Pidoprigorá siente asco de ese
mujiks. -Y volvió a reír con una risa postiza, fullero que, por un capricho del destino, ha sido más
separando cada uno de los "ji, ji". de una vez juez y verdugo de la vida humana, única e
-¿Cómo explica usted esto, pan sótnik? -Al inimitable. Algo parecido debe experimentar
teniente coronel se le habían marcado unos surcos Poguiba.
desde las comisuras de la boca hasta la barbilla. -¿Y usted ha cenado ya, Denís Ivánovich? -
-¡Pues muy sencillamente! El campesino se ha pregunta el teniente coronel advirtiendo, asombrado,
pasado siglos buscando la justicia y un buen zar. Si que una línea invisible divide en dos el rostro
en los cuentos, incluso Iván el Tonto llega a ser rey redondo del agente: una mitad alegre, con un ojo
en un país lejano, ¿por qué no ha de llegar a ser obsequioso, mientras la otra mitad es hosca y tiene
ministro el mujik en su distrito? un ojo precavido y hostil.
-¿Y qué moneda tienen? ¿También una suya? - -Lo confieso, lo confieso -Barabolia levanta hacia
inquirió el teniente coronel con una sonrisa. Poguiba sus ojos diferentes y vuelve a desgarrar el
-De momento, hay dinero de todas clases. Pero silencio su risita, sin que se pueda decir si es natural
están buscando una máquina. Se han enterado de que o si es adquirida durante su labor de agente para
nuestro atamán ha abandonado varias veces durante alejar las sospechas.
los repliegues clichés y máquinas de imprimir -Entonces, haga el favor de ir ahora mismo a ver a
billetes, y han mandado a gente en su busca. Quieren Paliliulka, y que venga aquí.
hacer algunos retoques en esos clichés para tener su -¿Hoy? -uno de los ojos del agente manifiesta
moneda propia del Estado. -Y de lluevo se rompió la asombro y el otro rabia.
cadena de la risita. -¡Lo antes posible!
En previsión de la llegada de los visitantes se -Bueno, pues iré.
halla abierta la puerta del caserío y están encerrados Barabolia se acerca de mala gana a un extremo de
los perros, que ahora ladran furiosos detrás de la la carpintería, saca de debajo de un jergón un látigo y
puerta del zaguán. un zurrón de lienzo. Se echa el zurrón al hombro,
Denís Barabolia corre como una pelota por el cambia con un movimiento la forma del gorro,
patio cubierto de leña recién talada, se sube a la valla transforma en el mismo instante la expresión del
y salta pesadamente al jardín. Entre los perales de rostro, hace restallar perezosamente el látigo, y ante
Podolie, altos como robles, hay aquí un pequeño los otros dos hombres asombrados no aparece ya el
taller de carpintería, todo churretoso de las lluvias. El agente servil, sino un pastor desesperado porque ha
agente del atamán abre el pesado candado que perdido su rebaño.
chirría, y lo arranca con ambas manos. Luego hace -¡Menudo artista es usted! -se alzan las caídas
pasar a los visitantes, echa el cerrojo, penetra en el comisuras de la boca del teniente coronel.
taller y enciende una cerilla. La cerilla empieza por -Una sola yegua de mala muerte tenía, y se ha
chisporrotear, despide en todas direcciones azufre y largado con Petliura o con Trotski... ¡Qué desgracia!
un olor apestoso y, al fin, prende. -Barabolia sacude entristecido sus hombros
Los ventanillos están cuidadosamente tapados. En femeninos y ni una chispa de astucia brota de sus
el banco de carpintero, lleno de cortes y arañazos, ojos distintos-. Que lo pasen bien. Voy a ver si
hay comida, aguardiente casero, samogón, y un licor encuentro a mi bestia.
oscuro. En el suelo de madera crujen unas clavellinas Apoyó mejor el zurrón en el hombro y salió del
bajo los pies. taller como un auténtico pastor.
-¡Pues no se está mal aquí! -observa satisfecho el -¿Ha visto usted? -el teniente coronel lanzó una
Que no vierta la sangre 27
mirada al sótnik-. Le he mandado en busca de campana, Petliura esperaba recolectar toda una
Paliliulka para no escuchar su risita pegajosa, pero es cosecha de atamanes más o menos importantes y
un verdadero artista. confirmar el poder de los batkas de nuevo cuño que
-¡Artista de una espantosa barraca de feria! - se mantenían, no gracias a sus ideas, sino por medio
contestó Pidoprigorá mirando con desprecio a de los pogromos, las matanzas y el samogón.
Barabolia conforme se alejaba. Poguiba escribe en una credencial el nombre de
-No me gusta usted hoy, pan sótnik, no me gusta Paliliulka y vuelve a meter las demás en la caña de la
usted nada -el teniente coronel le observó bota, haciendo un gesto con las cejas, arqueadas lo
atentamente y quedó pensativo: otra vez despertaba mismo que la boca.
en él la desconfianza por aquel maestro blandengue. -¡Batkas de la caña de la bota! Puede que algún
-Tampoco yo me gusto -contestó abatido día se acuerden nuestros descendientes de cómo
Pidoprigorá sin ocultar sus ojos bravíos. hemos trabajado... Bueno, y ahora, ¡a cenar!
-Eso son nervios, y nada más. Se cura con Pidoprigorá adelanta la mano hacia el licor, pero
aguardiente y con mujeres. Y usted vive como un Poguiba le arrebata la botella.
asceta. ¿Cree usted en la fidelidad de su mujer? -¿Puede beber un cosaco este jarabe? ¡Nosotros
-¡Mi mujer es una santa! -replicó Pidoprigorá con necesitamos algo más fuerte! -escancia con finura el
orgullo y hostilidad: no podía resistir las alusiones de samogón en los vasos-. ¡A su salud, pan sótnik!
doble sentido y las obscenidades. Se vierte de un golpe el aguardiente en la boca,
-La guerra hace pecadores incluso a los santos. La carraspea satisfecho, y sacude la pesada cabeza. En el
vida tiene sus exigencias -continuó el teniente cuello delgado va y viene la nuez como un émbolo,
coronel sin parar mientes en el tono del sótnik. retenida por dos gruesos tendones.
-La vida siempre tiene sus exigencias; pero con Una oleada de fuego se extiende inmediatamente
eso no se justifican todas las vilezas. por el elástico cuerpo del sótnik y en sus ojos prende
Poguiba iba a objetar, cuando en el jardín se una llama tenaz y atrevida.
escucharon linos pasos pesados y crujientes Apuran otro vaso y el teniente coronel, ya alegre,
acercándose al taller. Ambos echaron mano de las olvidando la precaución, trata incluso de entonar la
pistolas, se apartaron de los ventanillos y se canción preferida del atamán y de su ejército:
consultaron con la mirada como preguntándose si no "Menuda la que se armó cuando el mosquito con la
les habría metido en alguna trampa el agente del mosca se casó...” Pero, al llegar aquí, mira de soslayo
atamán. Mientras tanto, en el jardín, junto a las a la ventana, enmudece y luego se pone a filosofar:
mismas ventanas, se volvió a escuchar un crujido y - No hay tierra que se pueda comparar con
un rechinar de hierro. Ucrania. Esto es lo mejor de la vida. Y la vida son
-¡Pero si son caballos trabados! -Pidoprigorá entrevistas y despedidas, es el pan y el agua, la vodka
sonrió aliviado-. ¿No oye usted el ruido de las trabas y la sangre... "Menuda la que...”
de hierro? Entre los labios enarcados de Poguiba asoman
-¿Es posible? -el teniente coronel apartó con cada vez con más frecuencia los anchos dientes
cuidado la manta y se asomó al jardín. Junto a los achatados. Y tanto dios como el pegajoso mosquito
frambuesos, pisoteando las matas con los cascos, que "se casó" con la mosca, como la filosofía del
pacían unos altos caballos-. ¡El demonio se los lleve! teniente coronel, irritan a Pidoprigorá. Bebe, pero no
¡Ha sido como un latigazo en los nervios! apura el fuerte samogón, que pone una corona de
Apartóse de la ventana y, riendo, adelantó la espuma en el vaso. Ni la embriaguez puede con sus
mano hacia las fuentes cubiertas por platos. pensamientos.
En la primera había unos apetitosos carasios fritos -Conque usted piensa que su mujer es una santa,
bañados en crema. ¿eh? -le aguijonea Poguiba con untuosa sonrisa,
-¡Vaya aroma! -observó el teniente coronel dándole vueltas a la alianza que lleva en el dedo.
aspirando el olor del pescado-. Dan ganas de Danilo se yergue.
arremeter contra ellos enseguida, pero debemos -Prefiero hablar de las mujeres con palabras
esperar todavía un instante. ¿O no puede usted cuerdas.
aguantar? -¿Por qué se enfada usted? -sorpréndese el
- No tengo hambre. teniente coronel escanciando más samogón-. ¡Beba,
Con una mueca, Poguiba se quita la bota derecha, pan sótnik! ¡Estupendo samogón! ¿Quién sabe
un poco justa, vuelve con cuidado el borde de la cuándo volveremos a beber juntos?
caña, descose con un cuchillo el forro negro y extrae -No creo que volvamos a beber nunca más juntos.
unos papeles arrugados. Los alisa, y Pidoprigorá ve Pidoprigorá mira fijamente a Poguiba y se encoge
que son unas credenciales, firmadas de puño y letra como antes de un combate. Es que ha acudido a él la
por Petliura, para formar destacamentos "insurrectos" tenacidad innata que más de una vez le ha guiado en
y ponerse a su frente. Con ayuda de estos los bruscos virajes. Naturaleza blanda y sonadora,
documentos fabricados por la oficina militar de cede fácilmente a las personas más empeñadas y
28 Mijailo Stelmaj
separarse del tallo, los tibios y delicados claveles. fijaba en cómo tejía la luna en ella trémulas redes.
-Nunca he disparado todavía contra un caído. Susurraban los mimbrales: eran las aves que salían en
El sótnik retrocede hacia el umbral, aunque bandada hacia los rayos de la luna. Entonces, sin
mantiene la pistola a la altura de la cabeza de apuntar casi, disparaba contra la bandada.
Poguiba. Sacudiendo las gotas de agua de las alas, las aves
-¿Quieres que me levante, si te da reparo? abandonaban asustadas el remanso y quedaban
En el cuello fino, echado hacia atrás, se agita a quietas detrás de los salces y los alisos tupidos.
sacudidas la nuez como un enanito repugnante y da Entonces él pasaba a otro remanso, y de nuevo se
la impresión de que es precisamente ella la que ayuda tendía de cara a la luna sobre las pellas cubiertas de
a Poguiba a expeler las palabras. rocío, penetrando en los misterios de aquella tierra
-Lo mejor será que te estés ahí acostado, sin perdida, con sus horribles boquetes y sus tibios
levantar la cabeza. Esta será nuestra despedida -y, respiraderos donde, incluso en invierno, brillaba el
con el hombro, Pidoprigorá abre la puerta que tiene agua quieta y transparente y verdecía la hierba. Los
detrás. viejos contaban que antiguamente, cuando irrumpían
-¡Pero todavía nos veremos, pan sótnik! -profiere los tártaros en Podolie por el camino de Kuchmén, en
el teniente coronel acompañándole con mirada de estos pantanos buscaban refugio los habitantes de las
odio y no de gratitud-. ¡Todavía han de cruzarse aldeas y los caseríos vecinos.
nuestras sendas! Danilo Pidoprigorá deja el camino y echa a andar
-Pues será peor para ti. Tienes los nervios débiles en línea recta, a través del pantano: así está mucho
-ironiza el sótnik a través de su rabia-. ¡Adiós! –Y más cerca la casa y, además, aun en el caso de que a
desaparece. Poguiba y a Barabolia se les ocurra perseguirle, no
-¡Hasta la vista, traidor, hasta la vista! ¡Y será tendrán el valor de meterse aquí.
terrible el encuentro! -lanza Poguiba tras él con voz A un lado, seguramente en el mijo, una perdiz
ronca, rebosante de odio. cuchichea y le responden dos aves más. El agua
"¿No será cosa de volver y aplacar para siempre a escapa silbando bajo los pies y el peso del cuerpo
ese manojo de maldad?" hace hundirse la tierra. Menos mal que precisamente
Pidoprigorá vacila un instante, pero termina por sale la luna, poniendo pinceladas claras en los
escupir con desprecio y salta resueltamente al jardín. confusos contornos de las nubes. Estas pinceladas
Sólo entonces recuerda que ha dejado la guadaña en caen también sobre un lago pequeño. Empieza a oler
el taller; pero no hace intención de ir a buscarla. Si al venenoso beleño, a la rojiza cicuta, a raíces agrias.
hay que acabar con esto, que sea de una vez. Y lo ha Se estrecha más y más en el pantano el rosario de las
hecho antes de lo que pensaba. huellas, que se convierte ya en grietas tapadas por la
Y, ahora, ¿qué? ¿La vida o la tierra de una hierba. Pronto éstas desaparecen también, y el verde
sepultura? Y, de nuevo, el odio y el miedo estrujan su manto virgen cede a lada paso y se desgarra bajo el
alma como una terrible garra. Siempre ha volado peso del hombre. Cuando esto ocurre, no hay más
palpitante hacia su hogar, hacia la tierra natal, al que retirar tranquilamente el pie y seguir adelante sin
estanque que hay junto a la casa de Mirón, a los detenerse.
bosques sobre cuyas copas descansan los extremos A la derecha, igual que por arte de magia, aparece
de las nubes, hacia las trenzas doradas de su mujer. un remanso redondo y liso. La luna ha abierto en él,
¡Si fuera posible fundirse con esos bosques y con esa hasta la mitad, un surco verdoso y a su alrededor
tierra! ¡Si allí estuviera el final de su camino! ¡Si no reina la misma oscuridad que si alguien hubiera
hubiese que presentarse al Comisariado militar y a la obtenido ese agua de una infusión de piedra negra.
Cheka, tan terribles!... También las aves son aquí negras: picotean fas
Con Poguiba ha hablado atrevida y duramente reflejos de la luna, lavándose las alas.
incluso de la tierra de la sepultura; pero, a solas Danilo contornea pensativo el remanso, donde la
consigo mismo, ante el cendal de lo desconocido, el luna ensancha su surco, y los patos no vuelven ni
valor va escapándosele gota a gota a cada paso. siquiera la cabeza a los pasos del hombre. Se conoce
que nadie los ha asustado desde hace mucho tiempo.
VII Después del segundo remanso, contornea de pella en
Cerca de un pozo torcido, con su cruz claudicante, pella la "boca del lobo", un boquete velado por
el camino que parte del caserío de Veremi se divide hierbas y flores palustres, se desliza entre las matas
en dos brazos negros que abarcan un gran pantano de líber que se han ornado ya con todos sus zarcillos,
con remansos. y otra vez descubre las huellas casi invisibles.
De niño, cuando el verano era seco, Danilo había Finalmente, todo sucio, húmedo del rocío, sale a
traído aquí a pastar el rebaño al borde del pantano; la orilla firme, a la tierra de su infancia, porque ahora
luego, de muchacho, había venido por las noches de no tiene ya tierra propia. Tiritando, se arranca de la
caza. Se tendía junto a un remanso de cara a la luna, cabeza el gorro ajeno y pega a la tierra los labios
prestaba oído a los suspiros que exhalaba el agua y se sudorosos y salados. En su rostro se han mezclado el
30 Mijailo Stelmaj
fino oído, ha captado el nombre del padre -SÍ, tío Danilo -le mira tímidamente y agacha la
pronunciado fuera. cabeza.
Pidoprigorá aguza el oído y, en efecto, escucha Danilo ve por un instante a una mujer pequeña,
una voz que le parece conocida: morena y linda, su difunta madre. Es ella la que ha
-Mirón, abre, que soy yo... Mirón... transmitido todos sus rasgos a esta niña de grandes
-Si ya le decía yo que no eran bandidos -murmura ojos, que seguramente tampoco será muy alta y más
la niña. agradará por el rostro que por el tipo. Y sonríe a sus
-Mirón, Mirón... -repite la voz detrás de la propios pensamientos: ¿para qué correr tanto? Debe
ventana, despertando una emoción en el pecho de ser un rasgo masculino enfocar así la belleza.
Mirón. Danilo le da un beso a Vasilinka en la frente y se
"¡Ave María! ¿Será Danilo? ¿De dónde habrá pone a buscar precipitadamente por los bolsillos algo
salido?" Mirón siente alegría y temor. No es la que le pueda ofrecer. Pero no hay más que objetos
muerte la que le visita, pero tampoco es ninguna inútiles, las pistolas y los cartuchos. De haber sido un
dicha. muchacho, habría podido jugar por lo menos con los
Después de pegarse un fuerte golpe con la esquina cartuchos; pero, para una niña, no tiene nada que
del baúl, sale al centro del cuarto, se fija, presta oído ofrecer, no se ha hecho con nada en los dos años de
y luego, con brusco movimiento, se pega a la guerra. Ese ha sido su único mérito en el ejército de
ventana. Petliura: no ha tocado ni un ápice de nada ajeno.
-¿Eres tú, Danilo? Entonces Danilo levanta a la niña en brazos y la
-Yo soy, hermano -contesta con un susurro estrecha en ellos. Vasilinka siente alegría y un poco
agitado. El rostro que está pegado al cristal no de vergüenza: el padre ve que la está acariciando, y
recuerda en nada al Danilo de que tan orgullosa eso no está bien. Y murmura:
estaba toda la familia. -Deje usted, tío Danilo. Ya no soy pequeña, ya
Atropellando a Vasilinka, corre Mirón al zaguán, voy a la escuela.
quita las trancas con manos trémulas, tira de la puerta -¿A qué grupo? -Danilo deja con cuidado a la
y, como una pesada cruz, cae en brazos de su criatura en el umbral y, suspirando, recuerda a sus
hermano menor. Danilo le estrecha contra su pecho, discípulos de la región de Zhitómir, lejana y olorosa
le besa en los bigotes punzantes, luego exhala una a pinos.
queja y, aferrándose desvalido a sus manos, se deja -Al segundo.
caer de rodillas. -¿Y qué estáis estudiando ahora?
-¡Levanta, por Dios, Danilo! Yo no soy tu padre, -Cosas de la Revolución de Octubre. Y de Lenin.
ni tampoco quien para juzgarte. ¿Usted ha visto a Lenin, tío?
Mirón levanta del suelo el cuerpo desfallecido del -No le he visto, hijita -suspira Danilo.
hermano. Ha comprendido ya lo que le ha sucedido a -En el pueblo no hacen más que hablar de Lenin;
Danilo y lo que le espera. Únicamente no sabe lo que pero, por más que pregunto, nadie le ha visto. Ni
deben hacer ahora Olexandr y él. siquiera nuestro maestro le ha visto -suspira
Danilo pone las manos sobre los hombros de Vasilinka-. ¿Y tiene usted libros para leer, tío?
Mirón y los dos están observándose largamente, sin -Tampoco tengo libros, Vasilinka -contesta
advertir siquiera que en el umbral, tapando el escote Danilo, palpando maquinalmente la pistola-. ¿Te
de la camisa, les mira asombrada una niña pequeña y gusta leer?
regordeta. Ha adivinado ya que es el tío Danilo, el -Yo sigo firmando con una cruz, y ella lee que
que tanto sabe, quien ha vuelto de pronto. Pero lo que parece que le han dado cuerda -interviene Mirón
le parece extraño e incomprensible es que se haya contemplando con cariño a su hija-. ¡Y no puedes
dejado caer a los pies del padre y que le tiemblen las imaginarte el Yurkó de nuestro Olexandr! Todos los
lágrimas en los ojos como si fuera un niño pequeño. libros del amo se ha leído y ahora empieza a hacer
En fin, los mayores hacen tantas cosas extrañas e las cosas a su manera en el campo y en el huerto. Se
incomprensibles...”A lo mejor hay que hacer eso conoce que es la sangre de la familia: o la tierra, o el
cuando se va a ver a alguien", se dice finalmente. saber. Y la sangre es una gran cosa. A la nuestra, no
Bueno, pues también ella hará lo mismo cuando vaya se la rebaja con samogón como les ocurre a algunos
el domingo a ver a la tía Galia. en la guerra.
-Pasa, hermano, pasa aquí -invita Mirón -No te apures, Vasilinka, que te encontraré libros.
señalando el zaguán. -¡Uy, qué bien! -se alegra la niña.
Y entonces es cuando Danilo advierte, en el Mirón contempla a su hija con ojos luminosos: la
umbral, a una niña toda de blanco recostada en el quiere mucho, siempre le han gustado los chicos. Y,
quicio. de pronto, le pregunta a Danilo:
-¡Vasilinka! ¿Eres tú? -Adelanta hacia ella las -¿Y en tu casa, has estado?
manos, de las que se desprenden algunos granos de -¡Qué va! -contesta el hermano con ademán de
arena. desesperanza-. Ni siquiera sé dónde está ahora mi
32 Mijailo Stelmaj
mujer, si sigue donde antes o ha desaparecido. ¡Qué no daría ahora por el destino apacible de
-¿Cómo que no lo sabes? ¿De verdad? -Mirón Mirón! Vivir inadvertidamente junto a un pequeño
manifiesta asombro e incluso alegría. estanque como éste, marchar detrás del arado, criar a
- Pues claro. Después del repliegue del año los hijos y olvidarse de todo, de todo absolutamente:
pasado, no he vuelto a saber nada de ella. de la maldita guerra, del tufo de Petliura, que le ha
Danilo mira con anhelo a su hermano: ¿sabrá algo mareado, del miedo que emponzoña la idea del
Mirón de su mujer? futuro. ¿A quién tendrá que hablar de todo esto?
Una ancha sonrisa ilumina el rostro de Mirón, que ¿Quién comprenderá, de los del nuevo poder, que él,
tiende la mano a su hermano y le dice solemnemente: lo mismo que ese carasio, vio el cebo pero no el
-Pues entonces, deja que te felicite por tu hijo. Se anzuelo? Cierto que en el bolsillo, sobre el corazón,
le bautizó en nuestra iglesia y se le puso Petró de lleva varios documentos y, entre ellos, un
nombre, como el abuelo. De manera que ya eres llamamiento del Comité revolucionario de Podolie.
padre. Por una cosa así, hay que echar una copa. En él se garantiza la vida a los soldados y los
-¿Pero es verdad, Mirón? oficiales que se pasen al lado de los rojos. Claro que
Sobrecogido, Danilo retrocede. por algo se dice que del dicho al hecho hay mucho
-¿No lo sabías? Pues ha cumplido ya nueve meses trecho.
tú cosaco. Dice "mamá" y, si estuvieras tú aquí, Mirón vierte el samogón en los vasos con cuidado
también diría "papá". Porque los críos son ahora más -todo lo hace siempre con cuidado- y mira a su
listos de lo que eran antes. hermano pesaroso y compasivo.
- Bueno, ¿y dónde están, Mirón? ¿Viven bien, -¡A tu salud! Por que te vaya bien en la vida y no
tienen salud? ¡Un hijo, Señor! ¿Cómo no me lo has te hagan daño ni Dios ni los hombres.
dicho enseguida? -Danilo sacude a su hermano por -¡Ojalá! -suspira Danilo y apura el vaso hasta la
los hombros. última gota como si de esa gota dependiese,
- De aquí, viven bastante cerca... Je, je... En efectivamente, su porvenir.
Beriózovka. Tu mujer, como antes, está de maestra... -Come, hermano, cena hoy en mi casa, que
¡Mira qué alegría se ha llevado! Algo de mañana te preparará la cena tu mujer... Hará cosa de
racionamiento le dan y, para no morirse de hambre, un mes que le llevé a tu Petró cuatro gallitos. Que se
ha plantado un huerto en la escuela. De manera que acostumbre desde pequeño a las aves. A mí me gusta
es una ayuda. Con todo lo pequeña que es, tiene que le despierten al hombre las aves, lo mismo si es
nervio y escarda lo mismo que las mujeres nuestras. un ruiseñor que una codorniz o un simple gallo.
-¿Estará delgada? Después de alisarse los bigotes cobrizos y
-Nunca ha tenido muchas carnes -contesta Mirón torcidos, húmedos del samogón, Mirón contempla
con tosquedad campesina-. Ahora está igual que de con reproche a Vasilinka, que se ha sentado junto a
soltera: unas trenzas como no las hay en todo el Danilo y no aparta de él sus grandes ojos pensativos.
pueblo, hueso recio, la piel tersa... Claro que de Su corazón infantil le ha dicho que el padre no ha
espaldas... Tú me perdonarás, pero el que no tiene recibido debidamente al sabio tío, que por alguna
para leche menos tiene para queso, ¿no? Y no puedes razón se ha ensombrecido al hablar de un
imaginarte lo que sufre por ti. No hace más que soñar establecimiento oficial, y procura adivinar el secreto
contigo, y te ve siempre en un establecimiento de los adultos. Y es que todos, incluso las chicas
oficial. mayores, tienen sus secretos; todos padecen por ellos
-¡Vaya un sueño! ¡No quiera Dios que me vea, y sufren, como si no se pudiesen vivir sin ellos.
efectivamente, en un establecimiento oficial! -replica Vasilinka ha resuelto firmemente que ella no tendrá
Danilo enseguida, ensombrecido. ningún secreto para la gente y nunca andará hablando
También se ha ensombrecido Mirón. en voz baja con sus amigas como hacen las chicas
Inclinándose, los dos hermanos entran en el cuarto. mayores.
El mayor tantea al borde del fogón, y se queda Han bebido otra vez. El padre, apoyando la
cortado. ¡Qué cosas! Con sólo ver a su hermano le ha cabeza en la mano, le pregunta al tío:
parecido volver a los tiempos en que había cerillas en -¿Y qué piensas hacer ahora, hermano?
la casa. Abre la puerta del horno y, con dedos -No sé -contesta el tío lo mismo que contestan los
encallecidos, rebusca en las cenizas el fuego eterno. chicos en la escuela cuando no se han aprendido la
Las brasas brillan como oro. Acerca a ellas una tea, lección.
sopla para que prenda, y enciende el candil. -¡En mal momento has venido, hermano! ¡En qué
Vasilinka coloca ya sobre la mesa unas escudillas y mal momento! -suspira dolorosamente el padre.
unas cucharas, quita el tapetillo, y Danilo vuelve a "¿Cómo se podrán decir esas cosas a una persona
ver carasios fritos. Le recuerdan todo lo que ha en su misma cara, y más todavía a un hermano?", se
pasado en esa velada y el estanque junto al cual ha pregunta Vasilinka, sonrojándose incluso por su
permanecido hace poco, tratando de dominar sus padre. Y el tío enseguida se ha enfurruñado.
sentimientos y sus ideas. -¿Te molesto? Pues dilo.
Que no vierta la sangre 33
-¿A qué viene eso? ¿Te quiero ya mal? ¿No y ambos se sienten violentos y aliviados.
hemos sido Olexandr y yo los que nos hemos privado Aprovechando este respiro, Mirón presenta el vaso a
de todo para que tú llegaras a ser maestro, para que, su hermano, y beben de pie por la salud de los niños.
dicho sea con perdón, no te oliesen las manos a -¿Piensas dormir en el corralillo o en el pajar?
estiércol? -En el pajar.
-Entonces, ¿qué quieres de mí? -Danilo se levanta Fuera cantan unos gallos. Los hermanos se
de la mesa y coge el gorro-. ¿Quieres que me marche sobresaltan. Mirón se siente incluso ofendido: ¿cómo
de tu casa como un perro tiñoso? ha podido asustarle un ave? Coge una manta y una
-Estás diciendo tonterías -replica Mirón con una almohada de la cama y lleva a su hermano hacia el
mueca. pajar.
-¡Habla tú mejor! -Danilo mete el puño en el -¿En qué puedo ayudarte ahora? -pregunta en el
gorro, que se mueve como los espantajos cuando patio.
sopla el viento. -Si puedes, entérate de quién tenemos aquí en el
-Pues te diré lo mismo: que has venido en mal Comisariado militar y en la Cheka, de si son
momento. Mañana repartirán la tierra. Como se ucranianos o no y de lo que hacen con la gente de mi
enteren de que estás aquí, pueden darnos a Olexandr estilo.
y a mí una parcela de esas que te matas a trabajar y -De eso hay que hablar con Olexandr, que sabe
no sacas nada en limpio. La gente, con esto de la más de esas cosas.
guerra, se ha endurecido. Incluso sin hablar de la -Pues háblale.
gente: hasta las abejas se han vuelto peores. Mirón busca a tientas la escalera del pajar,
-SÍ, la tierra tiene más valor que la sangre - comprueba si está segura y la señala al hermano.
murmura Danilo, y propone-: Entonces, hay que -Sube al pajar. Buenas noches. Y no estés
hacer que nadie se entere. enfadado conmigo. No era yo, era la tierra la que
-Lo mismo pienso yo. Hoy te quedas a dormir hablaba.
aquí, y luego te marchas a Beriózovka, con tu -Buenas noches. -Por una costumbre de su
familia. Pero tampoco te presentes allí de golpe a la práctica de maestro, Danilo repite para sus adentros
gente. las últimas palabras del hermano: "Era la tierra la que
-¿Y no será peor? hablaba". Es posible que más tarde, si queda con
-Que sea peor para uno solo y no para todos - vida, escriba acerca del poder de la tierra.
razona Mirón, y sólo después de pronunciar estas En el pajar se filtra, a través de las rendijas, la luz
palabras se da cuenta de que le causa pesar a su de la luna. Junto al portón susurran las hojas otoñales
hermano. Y, para borrar de alguna manera el efecto, de un árbol, angustiando al cansado Danilo. Si su
vuelve a escanciar samogón. hermano le ha acogido de esa manera, ¿cómo le
-No, Mirón, basta -Danilo abandona la mesa-. Si acogerán los extraños? Para ellos, lo más valioso es
no, eres capaz todavía de reprocharme alguna vez la tierra, ya nadie le importa si permanece sobre ella
esté samogón. un hombre más o si cae junto a un muro frío.
-¡Eso no viene a cuento! -protesta Mirón, ¡Cuidado que se le han metido en la sangre los
levantándose también-. Demasiado sabes tú lo que malditos hábitos de intelectualillo! ¿Hasta cuándo
nos da la triste parcela del abuelo: está uno trabaja puede uno atormentarse pensando en la misma cosa?
que te trabaja de sol a sol y a veces habría que comer Si se trata de una vida ajena, la volvemos del revés lo
piedras en lugar de pan. Pero ahora huele a tierra, y mismo que un calcetín, la criticamos e incluso la
yo tiemblo por ella más que por mi propia vida. De mutilamos, si no es con las armas, por lo menos con
manera que perdóname si te he dicho toda la verdad la lengua. Pero, en la vida propia, pesamos bien
en la cara. pesados todos los pros y los contras. Y Danilo
-Olexandr no me habría hablado así. resuelve que se presentará al juicio de los hombres
-Porque él tiene más valor; pero yo soy de un desechando la mentira, que les referirá todos sus
natural temeroso -confiesa Mirón y, a renglón sufrimientos y sus dolores, ya que necesita
seguido, reprende a su hija-: Pronto cantarán la purificarse ante los hombres. Claro que preferiría
tercera vez los gallos, y tú sigues aquí enredando. confesarse a un solo hombre. Pero tampoco ha de
Vasilinka mira agraviada a su padre, pero sin gran faltarle el valor para una confesión más terrible.
susto, y apoya la cara en la mano de su tío. Ahora bien, ¿qué será de él después?
-No se enfade usted con él, tío Danilo. Es bueno, El dolor deja de oprimirle por un momento, y se
sólo que está muy asustado. Todo el que viene del traslada mentalmente junto a su mujer y su hijo.
bosque, viene a asustarnos: unos se llevan el grano, Ahora que se encuentran a pocas verstas de él, tiene
otros sacan la miel de las colmenas... Aquí, más miedo que hace unos meses atrás de que ocurra
cualquiera se vuelve miedoso. algo que le impida verlos. ¿Cómo sería la primera
Los hermanos bajan al mismo tiempo los ojos entrevista con su mujer, qué le diría Galia y qué
hacia la infantil cabeza, luego se cruzan sus miradas, habría quedado del amor después de aquel espantoso
34 Mijailo Stelmaj
año y medio? ¿Y si la guerra había marcado también suspira y acaricia las trenzas de la niña, que parecen
con su garra la santidad del sentimiento? Entonces... de seda.
Entonces le quedaría aún su hijo. -Pero usted es bueno, ¿verdad, tío?
Los pensamientos y las dudas le envuelven como -No lo sé.
la niebla otoñal, y así se queda traspuesto. Pero, entre -¿No sabe usted si es bueno? -se sorprende la
duerme y vela, oye un ligero roce en el pajar. niña-. Eso, no se lo he oído decir a nadie.
Alguien atraviesa la era y sube la escalera haciéndola Y se queda pensando en si se reirá su tío de ella o,
crujir. Luego se escucha una tímida y dulce efectivamente, no sabe él mismo si es bueno o malo.
vocecilla: Entonces, ¿cómo puede ser maestro? No; lo que pasa
-Tío Danilo, ¿no duerme usted? es que está bromeando, igual que todos los mayores.
-¡Vasilinka, criatura! ¿De dónde has salido? - El tío le acaricia la cabeza pensando en sus cosas,
Danilo se sorprende y se inquieta: ¿habrá corrido la cuando de pronto advierte que la niña huele a
voz de su llegada? colmenar. -Oye, Vasilinka, ¿cuidas tú de las
La niña tiene una risa ligera, sus piececillos trepan colmenas?
por la escalera y, desde el último peldaño, salta a la -¡Pues claro que sí! Y las abejas me quieren -
paja. Con las piernas recogidas, se sienta junto a su contesta, y añade con orgullo-: Este año, incluso he
tío. ido a buscar agua para ellas el día de Reyes.
-¿Por qué no duermes, pequeña? ¿Y eso, para qué?
-Quería venir a hablar con usted... ¿De manera -¡Como si no lo supiera usted!
que no ha visto ni una vez a su Petró? -Pues no me acuerdo. A ver, cuéntame.
-No le he visto, pequeña -contesta Danilo, Vasilinka se acurruca mejor y, en voz muy queda,
notando que empiezan a temblarle los párpados. como temerosa de que alguien la escuche, empieza:
-¡Qué lástima! -Vasilinka se lleva el dedo índice a -El día de Reyes hay que ir a buscar agua con un
la barbilla con ademán de pesar-. Es muy bonito. cantaro limpio, llenarlo hasta los bordes y decirle al
Rubito, con los ojos que parecen unas veces grises y pozo: "Buenos días, lirio del Jordán, tú que te llamas
otras azules. Tiene el pelito rizado y es muy Oliana. Tienes tres fuentes: una para beber, otra para
tranquilo, muy tranquilo, como una estampa, vamos. la miel y la tercera para la leche. No quiero del agua
¿Y sabe usted lo que le gusta? -recuerda de pronto, y para beber, ni quiero del agua para la leche, sino que
se echa a reír. quiero del agua para la miel". Conque, hay que coger
-¿Cómo voy a saberlo, Vasilinka? de ese agua, y guardarla en el cántaro hasta la
Danilo se incorpora sobre un codo y trata de primavera. Y cuando hace ya buen tiempo y las
discernir el rostro de la niña a los pálidos rayos de la abejas se han acostumbrado a volar, hay que hervir
luna; pero las franjas de luz caen únicamente sobre en ese agua, para ellas, miel y un bebedizo de
las trenzas y la camisilla mientras el rostro queda en abejera, de manzanilla y de potentilla. El viejo
la oscuridad, permaneciendo desconocido e ignorado. Goritsvit así hace también.
-Pues cuando se le coge en brazos, se dobla así, La lejanía de los siglos y las supersticiones
apoya la cabecita en el hombro y se pega a la ancestrales resuenan en las palabras de la niña, que
mejilla... Y también le gustan las manzanas. El no cree de todo corazón en el agua del Jordán y en el
puede todavía arrancarlas, y entonces toma mi mano, milagroso bebedizo.
o la de su madre, y la levanta hacia la rama. ¿Ha Danilo la contempla conmovido y se sume en el
visto usted qué listo? mundo, tan distante y tan próximo, de sus
-¿De verdad? -pregunta Danilo con alegría. antepasados. En fin, es posible que también eso le
-De verdad. sirva si queda con vida.
Y sólo ahora comprende plenamente que tiene un -¿Y de qué otra manera se puede obtener una
hijo, un hijo inesperado. Danilo lo ve de pronto tal y buena cantidad de miel? -pregunta de pronto
como lo ha pintado Vasilinka y, pensando en él, interesado.
estrecha a la niña contra su pecho. -Tío, ¿no se está usted riendo de mí? ¿Usted, que
-Tío Danilo, ¿y usted tiene algún secreto muy lo sabe todo, quiere aprender algo de mí? -la
grande? -pregunta de pronto Vasilinka muy cerca de desconfianza se ha despertado en la niña, que se
su tío. inclina para ver su rostro.
De la sorpresa, Danilo se estremece: -¡Ni pensarlo, Vasilinka! Yo nunca he tenido que
-¿Por qué lo crees? ver nada con las colmenas.
-Por todo. Si no fuera así, ¿a que no hubiera usted -¿Ni ha comido miel? -sonríe la niña.
venido a nuestra casa, sino que hubiera ido a casa de -Sí. Pero eso es más fácil -contesta sonriendo
la tía? Además, el padre me ha dicho que no lo también Danilo-. Conque, explícame cómo haces
cuente a nadie que ha estado usted aquí. Y eso, para que den las abejas más miel.
seguramente, tampoco será así porque sí. -Cuando ha caído un buen rocío sobre las flores,
-Tienes razón, pequeña, tienes razón. -Danilo despierto a las abejas antes del día.
Que no vierta la sangre 35
de pronunciar una palabra cuando Barabolia le deja blanda tierra de turba cede elásticamente bajo las
pasmado con una frase apabulladora: ruedas.
-El día que se vea obligado, también usted se Junto a una cruz, en la que pende un icono ornado
convertirá en un artista tan grande como yo, aunque con una toalla bordada, les dan el alto unos centinelas
le ha dado reparo sentarse a la mesa conmigo. bien armados; pero, al reconocer la carretela del
Este súbito ataque desarma a Poguiba y eleva a atamán, enseguida les dejan continuar su camino.
sus ojos al agente. El agente del atamán llega hasta el edificio de
-Perdone usted, Denís Ivánovich, pero no le había ladrillo de la escuela. Bajo sus altas ventanas se
adivinado al pronto. agrupan los bandidos; en el patio, una mujer llora
-Ni me había descubierto yo. -En los ojos crueles retorciéndose las manos y sobre unos troncos,
brilla una chispa de engreimiento, aunque al instante vigilados, hay unos detenidos medio desnudos,
es ahogada por la habitual expresión entre atontada y cabizbajos.
soñolienta-. ¿Y qué hacemos ahora con Paliliulka, -De los del ejército de requisas -explica Barabolia
pan teniente coronel? a Poguiba-. Hoy les llena el batka la tripa de grano.
-¿No ha venido? Suben por una escalera de piedra, poco sólida, y
-Se ha vuelto precavido desde que batieron a penetran en la escuela. Dos muchachos altísimos, con
Shépel en Jmélnik. Ha mandado su carretela en busca sendos látigos, les ceden el paso. El aula está llena de
de usted. bandidos, sentados con todo abandono en los pupitres
-¿Le van mal las cosas a Shépel? en desorden. Al fondo ve Poguiba, detrás de una
-No se ha salvado más que el Estado Mayor. Ni mesa grande, a un hombre pequeño y recio con
del gobierno ha quedado nadie: se han escapado tabardo y un gorro de cordero. Debajo de sus bigotes
todos. rizosos pende una larga pipa cosaca donde el tabaco
-¿Acaso tenía Shépel su gobierno propio? -se arde como un ojo inflamado. Encima de la mesa,
sorprende Poguiba, recordando al atamán de delante del atamán, hay una fusta y una pistola.
Voniachinski, un hombre bajito. Detrás tiene a unos guardaespaldas, con un rosario de
-¡Cómo no! Después de nuestra tragedia del año bombas de mano por correaje.
pasado, proclamó en Litín un nuevo gobierno de la Barabolia avanza zigzagueando, lleva a Poguiba
República Popular Ucraniana; incluso metió en él a hasta la mesa y le presenta al hombrecillo recio, al
un representante de Galitzia para que en el gobierno batka Paliliulka.
figuraran la Ucrania del Dniéper y la del Dniéster. El atamán se quita la pipa de la boca, suelta una
-¡Qué bribón! -exclama el coronel riendo-. Se ha bocanada de humo hacia arriba y observa al teniente
apoderado de un distrito y forma un poder lo mismo coronel con ojillos astutos.
que si tuviera toda Ucrania. -¿De manera que viene usted de parte del atamán
-Un gorrión con resabios de águila. Esto de las jefe?
aventuras es una gran cosa en la vida porque, ¿y si -De su parte vengo.
saca uno el as? -Luego hablaremos. Ahora, siéntese ahí en la
-Bueno, ¿vamos a ver al batka Paliliulka? ventana.
-A decir verdad, no sé muy bien qué hacer. El En el semblante tranquilo y cerrado del batka no
olfato me dice que el batka anda marrulleando. Está se puede leer un solo pensamiento.
de atamán en unas cuantas aldeas, pero lo que hace Esta recepción, verdaderamente muy seca, no
es esperar a ver quién gana. turba tanto a Poguiba como a Barabolia. Las aletas de
-Bueno, pero, por lo menos, ¿es sinceramente su corta nariz se ensanchan, olfateando lo que allí
partidario de Petliura? ocurre, y sus ojos, después de pasear inquietos por
-Sinceramente, no es más que partidario de sí las fisonomías de los bandidos, se detienen en la faz
mismo y de sus aldeas. Espera poder armar un reino lívida del jefe de Estado Mayor. Bien plantado, con
con los mujiks, sin terratenientes, generales ni poder. casaca de húsar como Majnó, está sentado a la diestra
-En fin, nadie escapa a su destino. Así veremos de Paliliulka y se levanta inquieto a cada instante de
por lo menos a lo que huelen los Soviets. su silla. El rostro largo, de mejillas aplastadas,
Barabolia cede el paso al teniente coronel, hace a expresa una desesperación a punto de escapar por las
hurtadillas tres veces la señal de la cruz frente a una rendijas de los ojos entornados. También se agita en
imagen de Nikolái el Milagroso y apaga la luz. su silla, turbado, un obeso escribiente con el gorro
A la puerta, bajo unos árboles, hay una carretela echado sobre las mismas cejas. El olfato de espía
pintada, de las de Taraschansk. Unos recios caballos avisa a Barabolia de que algo malo ha ocurrido allí
golpean la tierra con los cascos, y en sus ojos brillan antes de su llegada.
cuatro chispas de luna. Barabolia sube de un salto al En el pupitre primero están sentados tres
pescante, vuelve la cabeza hacia el teniente coronel, campesinos bastante bien vestidos.
enseña los dientes en una sonrisa, agita el látigo -¿Quiénes son ésos? -pregunta a media voz
sobre la cabeza y los caballos arrancan a galope. La Poguiba.
Que no vierta la sangre 37
que se pongan las cosas peor. cabeza grande queda inclinada sobre la mesa.
- Si vamos juntos, no nos harán nada. Uno a uno, -Escuchad, muchachos, un consejo que quizá sea
nos pueden matar. el último: hace mucho tiempo que me conocéis y
Cuando empieza a aplacarse el rumor, Barabolia hace mucho tiempo que vengo pensando lo que nos
salta del poyo de la ventana y corre hacia la mesa por conviene hacer. De Petliura no hay que esperar ya
delante del jefe de Estado Mayor, mudo de nada. Los polacos quieren hacer las paces con los
desesperación. La redonda figura del agente de rusos. En cuanto a Wrángel, es uno de los de arriba, y
Petliura llama enseguida la atención. hace falta retorcerle el pescuezo. Así resulta que más
-¡No hagas eso, batka! -La voz de Barabolia vale pegarles a los de arriba que al poder
tiembla-. Llevas a los muchachos a la muerte... bolchevique. Conque, yo me paso a los rojos y con
-¡Calla, demonio, cuando la gente está pensando! ellos marcharé contra Wrángel, y se acabó. El que
-le grita el atamán. quiera, que me siga; el que no, que tire hacia donde
Mas Barabolia no puede callar: le parezca. No lo prohíbo. Cada cual es libre de hacer
-¡Piensa en Dios, batka! Los rojos os degollarán lo que se le antoje. ¿Digo bien, muchachos?
como a pollos. Cuando quieras pensar en tu cabeza, -¡Viva el atamán! -grita la mayoría de los
será tarde. bandidos arrojando los gorros al aire, y unos cuantos
-¿Pero quién te manda meterte? -sorpréndese empiezan a deslizarse hacia la puerta.
Paliliulka, y baja la voz insidiosamente para añadir-: Les sigue a galope el jefe de Estado Mayor. Nadie
A ver, muchachos, soltadle un par de docenitas para les pone ningún impedimento.
que no haga el listo. -Bueno, chicos -dice Paliliulka a sus guardias-,
-¡Batka! -chilla Barabolia, y pega un salto hacia traed todo lo que haya por ahí de comida. Vamos a
atrás, pero para debatirse ya entre las fuertes manos darnos todavía una panzada porque, cuando estemos
de los bandidos. con los bolcheviques, eso se acabó: allí tienen
Se apoderan del gordo con mucha habilidad, le racionamiento.
quitan los pantalones, y le doblan en dos sobre el -¿Y qué se hace con los del ejército de requisa,
pupitre de donde se levantan los guardaespaldas de batka? -grita alguien desde el patio por la ventana.
Paliliulka. Brillan los látigos en el aire, se oye un -Que se vayan con Dios.
chillido y otra vez se alzan silbando los látigos sobre -¡Eh, vosotros, largaos de aquí! -grita la misma
el cuerpo de Barabolia. voz desde fuera, luego se escuchan unas palabras de
Un sudor frío perla la frente del teniente coronel: asombro, y el escolta entra en la escuela.
en aquel silbido nota el hálito de su propia muerte. -Batka, los malditos esos no quieren marcharse
Comprende que Paliliulka se pasará aquel mismo día sin los pantalones. Les da vergüenza.
con su banda a los rojos, sin importarle llevarle a él -¿Y qué habéis hecho vosotros con esos
también. pantalones, hijos de perra?
En ese momento irrumpe en la escuela la mujer -Los hemos cambiado por samogón. Nosotros no
que lloraba en el patio. Lanza una mirada sabíamos que iban a salir tan bien parados -contesta
enloquecida de dolor al pupitre donde azotan a riendo el bandido.
Barabolia, cierra los ojos, vuelve a abrirlos y los -¡Así os lleve el demonio a todos! ¿Os habéis
pasea por el aula, tratando de buscar angustiosamente creído que lo sabía yo? Pero algo hay que hacer.
a alguien. Paliliulka se levanta de la mesa y dirígese hacia la
-¡Mamá, estoy aquí! -grita el cosaco con el gorro salida. Los bandidos le siguen, y tras ellos,
de fondo rojo. temblándole todo el cuerpo, echa a andar Poguiba
-¡Hijo mío, hijo de mi alma! -y la mujer cae con precaución. Nadie para mientes en él. Amparado
trémula sobre su pecho-. ¿No es a ti a quien azotan? en la sombra de la escuela, pasa al jardín, salta la
-Ya ve usted que no... -La tranquiliza tímidamente cerca y se encuentra en una calleja angosta. Allí
el hijo, mirando confuso a los bandidos. acelera el paso, calculando cómo podrá llegar al
-¡Venga, fuera de aquí! ¡Vaya con las ñoñerías! caserío donde vive Veremi.
¡Si queréis lloriquear, os vais a vuestra casa! -grita Fuera de la aldea divisa en el camino a un hombre
Paliliulka a la madre y al hijo, que salen lentamente bajito y gordo que, con paso inseguro, se aleja bajo la
de la escuela. sombra de los árboles. Es desde luego, el agente del
Extenuado, Barabolia se levanta gimiendo del atamán Petliura. Vuelve la cabeza asustado y se
pupitre, tropieza, vuelve a levantarse y, con manos alegra al ver al teniente coronel.
que ahora parecen seniles, tira de los pantalones que -¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios! No sabe usted
se le han caído al suelo. Después de abrochárselos, la de cosas que he pensado por el camino. -En los
sale de la escuela, encogido y lamentable. Nadie le ojos de Barabolia late el dolor. Se vuelve y amenaza
detiene, y Poguiba siente envidia de él. rabioso a la aldea con el puño-. ¡Te has reído de
Paliliulka aguarda a que desaparezca el triste nosotros, pero ya verás lo que te van a costar esas
Barabolia, luego se saca la pipa de la boca, y su risas! Te vamos a echar la soga al cuello a ti y al pan
Que no vierta la sangre 39
-Una ondina de los bosques. También las llaman más, como si Nadezhda fuera culpable de que se
mavka17. Es guapa la chica, ¿verdad? hubiera casado con ella sin amarla. N o con ella, sino
-No está mal. Pero cualquiera diría que se va a con su riqueza.
romper. Mitrofán se había casado con ella a los quince
-Es cierto. Seguro que come peor que nosotros - años, cuando todavía no era siquiera mujer, y la
observó Poguiba indicando la mesa con los ojos. pobrecilla le huía, escondiéndose por todos los
rincones, como si presintiese que el matrimonio no
X había de darle más que dolores a su alma y a su
Si Dios ha mandado la noche sobre la tierra es cuerpo. Y así fue. Aun teniendo una buena mesa, la
para que, en la calma, crezcan las hierbas y mujer languidecía, se ajaba, se tornaba amarilla.
descansen las personas. Aquella noche es posible que Siempre estaba rodeada de hechiceras y curanderas.
crecieran los trigos de otoño bajo las estrellas; pero Furioso, Mitrofán le puso de mote "costal de
los hombres descansaron poco. No sentían sueño los enfermedades" y se consoló con otras mujeres.
que debían recibir la tierra; tampoco dormían los que Nadezhda no le había aportado de dote dinero,
iban a verse privados de parte de los terrenos y los sino tierras, y así se las llevara el demonio a ellas y a
caseríos logrados por todos los medios, buenos y la mujer, puesto que ahora le quitaban la tierra. ¡Mira
malos. si le hubiera quitado a la mujer al mismo tiempo! Por
Apenas habían tenido tiempo los primeros de lo menos habría recordado con menos pesar su yugo
dispersarse después de la reunión del Comité de los matrimonial. Ni siquiera para parir -¡Y cuidado que
pobres, cuando iniciaron los otros su precavido eso tiene pocas complicaciones!- era como las demás
pulular por la aldea y empezaron a tamborilear personas. Todos los embarazos se frustraban; sólo
ligeramente en los cristales las manos que con más consiguió echar al mundo un hijo y, para eso,
unción se santiguaban en la iglesia y las que con más parecido a una cigüeña, delgaducho y pálido como
agilidad se embolsaban los rublos en el mercado. un retoño de patata crecido en un sótano.
Las manos por las que más dinero corría en la En el patio se puso a ladrar frenéticamente el
aldea eran las del tendero Mitrofán Sozonenko. perro. Mitrofán salió de la casa sin echarse nada
Pecoso como un huevo de cuco, con los brazos del encima, acercóse a la tupida cerca, pegó el oído a ella
color del orín cruzados sobre el pecho, permanecía y sólo después preguntó:
sentado, inmóvil lo mismo que ídolo, detrás del -¿Quién anda por ahí?
mostrador o armaba más algazara que nadie, -Soy yo, Mitrofán Vakúlovich -contestó la voz
semejante a un diablo pelirrojo, en las bodas y los sumisa de Kuzmá Vasilenko, colándose por el ojo de
bautizos. En estas fiestas, Sozonenko no tiraba el la cerradura.
dinero ni ofrecía regalos, sino que, delante de todos, Sozonenko abrió la puertecilla con ruido de
extraía de su elegante cartera los pagarés de las hierros, y Vasilenko, su eterno deudor, se deslizó en
deudas y los arrojaba majestuosamente sobre la mesa el patio de costado para no rozar al amo. Sus anchos
como dote de la novia o del recién nacido. En el pantalones de lienzo estaban oscuros como si hubiera
pueblo, cada cual veía a su manera las ocurrencias permanecido acostado en una zanja.
del ricachón, cuya garra se había posado para -Buenas noches, Mitrofán Vakúlovich. -Kuzmá se
siempre sobre el arshín y llamaban a sus pagarés quitó el gorro, inclinó se y suspiró.
"billetes de Sozonenko". Lejos de molestarle, esto no -Vamos para la casa. -Sozonenko se asoma con
hizo más que elevar a Mitrofán a sus propios ojos e sigilo a la calle y mueve la cabeza a derecha e
incluso encargó para los pagarés cuartillas de un izquierda.
formato igual, pero de distintos colores a fin de que -No hay nadie. No he traído a ningún testigo
pareciesen a la gente dinero de verdad. detrás..., je, je... -observa Vasilenko con risa
Aquella noche, después de cenar tristemente, servicial-. He venido dando rodeos por los huertos
Sozonenko cerró por dentro y por fuera su tienda y para que no me viera nadie. Estoy empapado de
aguardó con impaciencia a que alguien viniese a rocío.
traerle las malas noticias de lo acordado sobre la -Yo no les tengo miedo a los testigos. ¡Anda y
tierra en la reunión de los campesinos pobres. que...! Miraba a ver si ha salido la luna o no -le ataja
Nadezhda, siempre aquejada de alguna Sozonenko, rabioso de que incluso un ser tan
enfermedad, deslizó por la puerta sus hombros insignificante como Vasilenko advierta su
torcidos y bastó que su marido alzase la cabeza y la precaución.
mirara para que desapareciera en la habitación - Ha salido, ha salido. Aquí, claro, detrás de esta
contigua lo mismo que si se la hubiera tragado la valla, ni la luna se ve. ¡Menuda fortaleza! -dice
oscuridad. Sólo dio la impresión de que había Kuzmá, elogiando la hacienda del kulak, siempre sin
suspirado la puerta a su paso. ponerse el gorro.
"Carroña", pensó sombrío Sozonenko una vez Una vez en la casa, Sozonenko se sienta junto a la
mesa y Kuzmá mueve tímidamente los pies descalzos
17
Bruja joven en el folklore ucraniano.
Que no vierta la sangre 41
sobre el suelo recién fregado. Sus ojos húmedos, A través del agujero abierto en un poste para la
entre tristes y serviles, le cuadrarían mejor a un llave, una gota de resplandor lunar penetra en el patio
peregrino. Cierto que, cuando ha bebido, también y fluye hasta la mano. Mitrofán sacude esta gota de
Kuzmá se parece a las personas y puede lanzar, luz lejana y, con una mueca, penetra en la casa.
sentado a la mesa entre beodos, una palabra mordaz o Entonces, con ademán habitual, saca de detrás de los
una broma que, sereno, se guardaría muy bien de iconos un fajo multicolor de pagarés, los desata y,
decir. olvidado por un instante de la tierra, se queda
-¿Ha terminado la reunión? -pregunta Mitrofán contemplando su letra menuda. Más de una vez ha
palpando a Kuzmá con los ojos. El tendero tiene una hecho sentir esa letra sudor frío a hombres como
mirada de tasador: enseguida determina lo que vale castillos que se presentaban cabizbajos; ha hecho
un hombre por dentro y por fuera. verter raudas y gruesas lágrimas a las mujeres y caer
-Ha debido terminar. Yo no me he quedado hasta en sus brazos a las jóvenes viudas, desesperadas,
el final para acercarme aquí sin peligro. retorciéndose las manos. Únicamente con ellas y no
-¡Lo que tiene uno que ver! Bueno, ¿y qué ha con su fría y ajada mujer ha conocido Mitrofán la
habido en esa reunión? pasión y el amor. Claro que era un pecado eso de
-Algo infinitamente malo -contesta Kuzmá gastar sus bienes en mujeres; pero, al fin y al cabo,
sacando, no se sabe para qué, una palabra rebuscada. no los regalaba.
Luego suspira nuevamente y contempla a Mitrofán Hojeaba los pagarés, y cada uno de ellos le decía
con ojos de perro fiel. algo, le contemplaba con sonrisa de dolorosa
-De manera que ni la muerte de Pidoprigorá ha humillación o de súplica. Ya estaba aquí la cruz
servido de nada... -Una ola de calor inunda todo el trazada por Olexandr Pidoprigorá debajo de la
cuerpo de Sozonenko. palabra "firma". Y éstos eran los indómitos garabatos
-No ha servido; ni pizca -Kuzmá se lleva la mano de Karpets. Había suscrito aquel compromiso
a la cabeza, en medio de la cual, hasta la misma dolorosamente, apoyando el pecho entero y no la
coronilla, despunta una calva prematura, como mano sobre la mesa. Pero, ¿qué remedio queda
cubierta de pelusa. cuando quiere uno juntar para comprarse un
-Todavía tiene que servir -promete sombríamente caballejo? Y por fin se había comprado una yegua
el tendero-. La tierra mía se la llevan Olexandr gris con el dinero que le prestó Sozonenko.
Pidoprigorá y Karpets, ¿verdad? Era una risa ver aquel rocín de mirada astuta, que
-Ellos, claro que sí. ignoraba lo que era el trote porque sus patas,
-¿Y no han renunciado a la de ninguna hacienda? hinchadas en las rodillas, conocían únicamente el
-No. Únicamente Mirón Pidoprigorá ha paso acompasado del trabajador. Pero bastaba hacer
conseguido a duras penas que le cambien la de restallar un látigo para que pegara una espantada
Denisenko. rabiosa y sus ojos reflejaran un furor humano. Sin
-Bueno; pues, entonces, acércate en una carreta a embargo, una vez que los lustrosos caballos de
casa de Karpets y de Pidoprigorá y diles que vengan Polischuk se habían atascado en un charco, ese
ahora mismo a verme. Anda, que a la vuelta algo te mismo jamelgo había dado prueba de su fuerza
espera. tirando de doble carga. Desde entonces, nadie había
-¡Volando! vuelto a reírse de Karpets ni de su caballo.
La promesa de Mitrofán hace que se alegren los Los pagarés multicolores distraen por poco rato a
ojos de Kuzmá. Se cubre con el gorro los ralos Sozonenko de la idea principal. Pero esa claridad se
cabellos y se vuelve hacia la puerta mostrando la parece a la de los días de otoño, cuando una mancha
espalda remendada. de sol asoma entre las rendijas de las nubes de color
-No corras, que está ahí el perro. de humo. "¿Para qué apurarse?", se ha dicho más de
Con una mueca, Sozonenko pasa a cierta distancia una vez Mitrofán. Si al fin y al cabo no le quitan más
de Kuzmá, que huele a sudor y a tabernucho, y le que siete desiatinas. Pero esa tierra se le antoja ahora
hace salir por la puertecilla a la calle, que la luz de la la más valiosa, la mejor.
luna ha revestido de sombras y manchas claras. Sozonenko vuelve a atar los pagarés y a
Entre las sombras, también Kuzmá se convierte en guardarlos detrás de las imágenes, quedándose sólo
una sombra, y sólo el ladrido de los perros hace con dos. ¡Ya veremos lo que pasa! Les perdonará las
adivinar por delante de qué casas pasa. Cierto que los deudas a Karpets y a Pidoprigorá con tal de que
canes se ponen a ladrar de pronto también en Kosi renuncien a la tierra.
Krai, hacia donde no tiene por qué tirar Vasilenko. "¡Mira que tener que pagar para quedarse con lo
Pero este hecho no sorprende a Sozonenko: por allí de uno! ¡Buena libertad nos ha llegado! Ese
también andará algún mensajero recorriendo las descamisado de Miroshnichenko hace de la aldea lo
casas de los mujiks que han puesto los ojos en la que quiere..." Tristes e iracundos pensamientos atizan
tierra de sus paisanos. ¿Servirán de algo estas idas y su furor, y siente ya el deseo de dejar todas esas
venidas?... artimañas de topo a que recurre Safrón Varchuk y
42 Mijailo Stelmaj
emprender algo más serio. peor. Dice: "Le contestas a tu Sozonenko que, si
Fuera resuena entrecortadamente el picaporte de quiere verme, puede venir él aquí. Porque, ahora,
hierro que atraviesa el poste. Sozonenko se mete bien poco pinta".
presuroso los pagarés en el bolsillo, y sale al patio. Estas palabras están a punto de enajenar a
Abre la puertecilla. En el hueco aparece la figura Sozonenko. Nunca ha oído desplante como ése en su
abatida y sin esperanzas de Kuzmá, inundada por la vida.
luz de la luna. Su aspecto no promete nada bueno. -¡Pues vais a ver! -exclama, amenazando a
-¿Qué hay, Kuzmá? -Sin saber por qué, se aparta alguien con el puño-. ¡Ahora soy yo el que se va a
y le cede el paso como a una persona. dedicar a ir y venir por las noches!
-Infinitamente mal -desmadejado, Kuzmá repite Olvidado ya de Kuzmá, entra corriendo en la casa,
sus estúpidas palabras, y una oblicua franja de se pone su chumarka18 de color ciruela y, después de
sombra penetra en el patio con él. apagar la luz, sale a la carrera, repasando ya en la
-Di lo que sea, sin darle más vueltas -estalla memoria a sus amigos y a los que piensan como él.
Mitrofán, e incluso a la luz de la luna puede verse El relente otoñal no enfría su frente, sudorosa de
cómo enrojece su cara pecosa. rabia, ni la hora avanzada retiene su paso precipitado:
-¿Qué voy a decir? Que los mujiks se han vuelto Dios no ha mandado la noche sobre la tierra para que
locos. Karpets, por ejemplo, ha enganchado la yegua descanse el amo.
y se ha largado de noche al campo de usted.
De la sorpresa y el agravio, Sozonenko se lleva la XI
mano al pecho para calmar el dolor. Al llegar a su casa se encontró Svirid
-¿En mi caballo y a mi campo? Miroshnichenko con que estaban esperándole Uliana
-Sí, señor. Así me lo ha dicho su hija. Zaviruja, pariente lejana por parte de su madre de
-¿Ni siquiera ha podido esperar a mañana, el hijo leche, y el maestro, Grigori Márchenko. Sentados a
del diablo? -los labios lívidos de Sozonenko la sombra, en un ancho banco, charlaban a media
tiemblan. voz. Al ver al maestro recordó de golpe
-Esperará allí. ¡Menudo es! -Y Kuzmá levanta el Miroshnichenko que estaba en deuda con la escuela.
puño cerrado, sorprendido, en el fondo de su alma, de En la aldea de Novobúgovka no había habido
la audacia de Karpets. nunca una escuela decente; además, los labradores no
-¿Y Pidoprigorá, qué? ponían gran afán en que fueran a ella sus hijos. "A
-¡Calle usted, que más vale no hablar! pope no llegará, decían, y escribientes borrachines,
-¡Habla! maldita la falta que nos hacen". De manera que los
Vasilenko penetra en el patio y Sozonenko, de un estudios de sus hijos y sus hijas solían empezar, más
portazo, extingue el resplandor de la luna. que nada, pastando un rebaño o trabajando en la
-He encontrado a Olexandr en su casa. hacienda del terrateniente. La escuela había
Precisamente, después de cenar, estaba hablando con arrastrado antes una vida lamentable y, en la
su familia del día de mañana. Y su Yurkó tiene tantos Revolución, acabó por cerrarse; el sacristán que hacía
libros como si fuera un estudiante: al lado de las de maestro, viendo la ración de hambre que le daban,
imágenes, encima de los bancos, en el baúl... ¿Querrá se marchó a atender su caserío, los libros sirvieron
ése también estudiar para algo? para liar cigarros a los mujiks y hubo almas
-¡A mí qué demonios me importan sus libracos! caritativas que incluso se llevaron los marcos de las
¡Venga, al grano! -estalla Mitrofán-. Estás ahí, ventanas.
dándole vueltas y más vueltas, igual que si le Mas, aquel año, la Sección de Instrucción Pública
retorciera a uno las tripas... había enviado a la aldea a un maestro con tesón que
Kuzmá suspira, echa una mirada obtusa al tendero se ganaba bien las treinta libras de centeno, la libra
y farfulla: de azúcar y las dos cajas de cerillas que recibía al
- Pues le dije a Olexandr que viniera volando mes. Cuando Svirid Miroshnichenko le encontró por
aquí. Conque, él me mira lo mismo que si me diera primera vez en la escuela moliendo a brazo el grano
una limosna, y me pregunta: "¿Piensas seguir mucho entre dos muelas el maestro no mostró la menor
tiempo sirviendo de criado a Sozonenko?" turbación al enjugarse con la mano la frente
-¿Ha dicho eso? -Mitrofán no da crédito a sus sudorosa.
oídos. -Por fin nos hemos conocido -sonrió
-Eso mismo ha dicho, así se lo lleven los melancólicamente Miroshnichenko contemplando
demonios. Dice: “¿Piensas seguir mucho tiempo pesaroso las muelas.
sirviendo de criado a Sozo...? -Encantado de ver en mi casa al primer comunista
-Eso ya lo he oído. Pero sigue, por los clavos de -le saludó el maestro, ofreciéndole una mano blanca
Cristo... -Mitrofán exhala un gemido como si le de harina.
dolieran las muelas. -¿Piensa usted quejarse? -preguntó
-Es que luego, Mitrofán Vakúlovich, ha seguido
18
Especie de levita con frunces.
Que no vierta la sangre 43
-¿Qué tienen que hacer las mujeres en las -Antes de que caiga la nieve tienes a Denís en
reuniones? Dar lugar a risa y nada más... casa. ¡Pero si Wrángel está dando las boqueadas!
-Eso son tonterías, Uliana. ¿Quién mejor que tú -¡Ay, Svirid Yákovlevich! Para usted, todos están
para dar ejemplo? Tu marido se marchó voluntario dando ya las boqueadas: Petliura, Pilsudski,
contra Wrángel, tu hermano lucha contra Petliura. Wrángel...
-Es igual, no me convencerá usted, Svirid -¡Pues claro que sí! ¡Naturalmente que las están
Yákovlevich, No iré... a ninguna parte. dando! ¿Tú sabes lo que es el proletariado
-¿Por qué? internacional?
-¿Por qué? Pues porque tengo miedo a las La pobre Uliana no solamente ignoraba lo que era
calumnias. el proletariado internacional, sino que no habría
-¿De qué calumnias hablas? podido ni pronunciar aquellas palabras; por eso,
-Demasiado lo sabe usted. preguntó precavida:
-No lo sé. -¿Está con nosotros, o contra nosotros?
-En cuanto una mujer va a una reunión, las malas -¡Con nosotros, Uliana, con nosotros! Y tu marido
lenguas se ponen a decir que anda de pingo. -Uliana vuelve aquí antes del invierno, ya lo verás.
estaba agitada y le temblaban con mueca de agravio -¿De verdad?
los alegres labios, de comisuras levantadas. -¡Qué duda cabe! -afirmó Miroshnichenko,
-¡Pero si eso lo dicen los kulaks! absolutamente persuadido de que así había de ser-. Y
-Sea quien sea el que arroja el lodo, Svirid tú, enseguida, hecha un mar de lágrimas. -Con los
Yákovlevich, la huella queda. Y yo no quiero picos del propio pañuelo de Uliana, le enjugó los
escuchar palabras indecentes a mi espalda... ¿Qué ojos.
hay de mi parcela? Uliana tenía ya puesta la mano en el picaporte,
- Tres desiatinas de la mejor tierra, como familia pero vaciló.
de un voluntario. Vete mañana al campo. -Como si fuera una niña pequeña -sonrió la mujer,
-¿Y junto al montículo? todavía hipando-. ¡Ay, Svirid Yákovlevich, por algo
-Una desiatina entera. dice mi hermana que no hay nadie como usted para...
-¡Gracias, Svirid Yákovlevich! -Uliana se inclinó- mentir!
. Y perdone si he venido tan tarde; pero ya sabe usted -¡Ella sí que es una mentirosa redomada! Prokop
que no tengo a nadie que me eche una mano en casa. Denisenko anda dando vueltas alrededor de sus
La mujer iba a abrir ya la puertecilla, cuando faldas. Malo será que se burle de una pobre viuda y
pareció dudar. la convierta en correveidile de los kulaks. Que le
-¿Querías algo más, Uliana? eche a estacazos a ese sarnoso. Y como vuelva a
-¡Ay, sí! -exhaló un profundo suspiro y agachó la hablarte de la curandera, la meto en la cárcel. Y tú,
cabeza. La sombra del pañuelo le cayó sobre el Uliana, echa al mundo un cosaco como Denís o una
rostro, cambiando su expresión-. No sé ni cómo chatita como tú. A mí me gustan sobre todo las
decírselo... chatas: ven las cosas con más alegría que las demás.
-Dilo a las claras, que somos gente sin arrumacos. Incluso la naricilla chata le invita a uno a reír.
Miroshnichenko se acercó a Uliana, que alzó -¡Qué cosas se le ocurren a usted, Svirid
hacia él los ojos, llenos de dolor y arrasados en Yákovlevich! -Uliana, ya más alegre, se enjugaba las
lágrimas. lágrimas.
-Quizá sea un pecado hablar de estas cosas con un -Es la pura verdad. Hay a quien le gustan las
hombre -murmuró, tragándose las palabras y las narigudas -y no sé lo que encontrarán en ellas-; pero,
lágrimas-; pero, ¿a quién me dirijo si no? Mi suegro a mí me gustan las chatas.
está sordo como una tapia y mi hermana se empeña -Pero, si llega a venir una nariguda, le dice usted
en que vaya a la curandera. Estoy embarazada, Svirid que le gustan las narigudas. ¿A que sí? -rió Uliana,
Yákovlevich. retocándose el pañuelo de la cabeza.
-¿Y por eso te apuras? Lo que debes hacer es -Qué rabia me da cuando las mujeres quieren
andar más orgullosa que una princesa. medirlo todo por su rasero. Si he dicho que las
Uliana hizo un triste ademán. chatas, es que son las chatas. Sal pronto del paso,
-Lo que puedo andar es como una pordiosera, si Uliana, y me avisas para que sea el padrino. Además,
me matan al marido. si no me llamas, iré yo.
-Pero, ¿quién lo va a matar, tonta? - Le dio una palmadita en la espalda, y Uliana, sin
Miroshnichenko agitó incluso el puño-. Si tu Denís molestarse, contempló a Miroshnichenko por encima
ha de ahogar por sus propias manos a Wrángel en el del hombro, enarcó alegremente las cejas y
Mar Negro, ¿me oyes? ¿O es que no conoces a tu desapareció con suavidad en el resplandor de la luna.
Denís? Svirid Yákovlevich exhaló un profundo suspiro.
-Claro que lo conozco -la mujer iba calmándose Había estado hablando con Uliana igual que si
poco a poco. hubiera sido Kerenski. La verdad era que más valía
46 Mijailo Stelmaj
alborotar y maldecir con los mujiks, que tener que la madre. Levkó tiene seis años y, sin embargo, ríe
vérselas con aquellas lloricas... Levantó la cabeza y poco. Incluso suspira con frecuencia, igual que la
divisó, a través de la enramada, el guiño de la luna, difunta.
vertiendo sobre la aldea sus hilos de plata. Svirid Yákovlevich toma el candil de manos de su
"En una noche como ésta, lo mejor es estar en el hija y se acerca a la cama. Debajo de la chaqueta del
molino", le sugieren los lejanos recuerdos de sus padre duerme acurrucado su hijo. Del calor y del
años juveniles. polvo tiene un párpado hinchado. Las pestañas
Se acerca a la casa y ve, en el banco, una escudilla negras, largas como las de una muchacha, destacan
tapada con una hoja de bardana en lugar de trapo. netamente. Algunos puntos blancos salpican la carita
Svirid Yákovlevich levanta la hoja y aspira el olor morena: son señales de la viruela loca. Los labios
del requesón fresco. La cosa está clara: lo ha traído rosa, abultados, están entreabiertos lo mismo que un
Uliana para los chicos. Muchas vacas de los capullo.
terratenientes han pasado a la gente del pueblo a -¿Ha cenado nuestro Levkó? -pregunta el padre,
través de las manos de Miroshnichenko y, sin notando que la emoción le hace respirar
embargo, le ha parecido mal quedarse él con entrecortadamente.
ninguna. Por eso le traen a veces de las casas pobres -Sí que ha cenado -replica la clara voz de
un tarro de nata, una rueda de requesón o una bola de Nástenka desde el lado del horno-. Hice galushkas19.
mantequilla. Incluso llegó alguien a enviar al Comité Las probó y se fue a la cama. "¿Por qué no comes?",
Ejecutivo del distrito una denuncia diciendo que el le pregunto. "Porque tengo frío". Entonces le eché
presidente del Comité de los pobres se hacía pagar por encima la chaqueta de usted y le dije: "Siéntate
una contribución en leche. Svirid sabía que aquello como si fueras tú el padre". Hasta se echó a reír.
no era cosa de la ignorancia de los pobres, sino de la Luego se sentó a la mesa, cenó y fue a acostarse con
rabia de los kulaks; de todas formas, sintió durante la chaqueta y todo. Rebulló un poco debajo y acabó
varios días un desagradable regusto en el corazón. quedándose dormido.
Disgustado, pidió que no le llevaran nada; pero en Svirid Yákovlevich le da un beso en la sien a su
vano. Incluso llegaron a reprocharle que se había hijo y, con una sonrisa de lástima, como las sonrisas
engreído. de las mujeres, se aparta para no despertarle. Entre
Svirid Yákovlevich abre con cuidado el pestillo tanto, Nástenka anda atareada junto a la pequeña
de madera de la puerta. Pero Nástenka ha oído ya el alacena y disponiendo sobre la mesa una cena bien
ruido: llega de un salto desde la cama hasta el umbral simple.
y queda colgada del cuello del padre. -Venga usted, y coma algo.
-¡Cuidado, criatura, que vas a tirar la escudilla! - La niña ha mezclado en la escudilla las galushkas
advierte, levantando con una mano el cuerpo frágil y el requesón y se sienta a la mesa, en el mismo sitio
de la niña. donde solía sentarse la madre.
-¡Huy, cómo pincha usted! -Nástenka se aparta de -¡Eres una verdadera ama de casa! -elogia el padre
sus barbas y pasa por ellas los dedos finos. después de probar las galushkas.
Este ligero roce parece quitar de los hombros de Nástenka sonríe picaresca:
Miroshnichenko las preocupaciones cotidianas; sus -Guise lo que guise y lo guise como lo guise,
ojos se alegran y sólo en el fondo del pecho le roe la siempre le parece bueno. ¡Qué bien debía vivir con
conciencia de su culpa: ¡qué poco tiempo, qué usted nuestra madre!
poquísimo tiempo pasa con sus hijos! Crecen como Estas confiadas palabras le causan al padre un
crece la hierba a la orilla del río. Hay veces que se terrible dolor: no había vivido muy allá su mujer con
asombra de cómo puede su Nástenka llevar el él; pero que los chicos no lo sepan. Bastantes penas
gobierno de la casa. En cuanto acaben con el reparto tienen por delante.
de la tierra, nadie le apartará de los chicos... Cierto -Pero, ¿verdad que no me salen a mí las galushkas
que podría casarse con alguna viuda; pero es que, peor que a la tía Dokía?
hasta ahora, no ha sentido por ninguna amor, ni -Te salen mejor.
siquiera la compasión que le inspiraba su primera -Mejor es ya mucho decir -objeta Nástenka
mujer. aunque, en el fondo de su alma, está convencida de
Nástenka enciende el candil y, protegiéndolo con que así es.
la mano, lo lleva hacia la mesa. La llama incierta se ¡Si Dmitró, el de la tía, probara lo que ella
trasluce a través de sus deditos sonrosados y unas guisa!... Nástenka sonríe y se avergüenza de sus
sombras corren por su carita alargada y morena con pensamientos. Desde esta primavera, que Dmitró la
unos ojos tan grandes como los de su madre. sacó medio ahogada del Bug y la llevó en brazos
¡Cuidado que es sorprendente la naturaleza! Pocos hasta su casa, le quiere con toda el alma. ¿Qué tiene
hombres habrá en la aldea más recios que Svirid de particular? Si las chicas mayores pueden querer a
Yákovlevich; sin embargo, ni su fuerza ni sus rasgos
19
sencillos han pasado a los hijos; los dos se parecen a Plato ucraniano que consiste en bolitas de masa hervidas
en la sopa o en leche.
Que no vierta la sangre 47
los muchachos, ¿por qué no va a poder ella, a los Nástenka agacha la cabeza igual que un niño que ha
once años, querer a su salvador? Le querrá toda la cometido una travesura. Así agachaba también la
vida, y le tiene bordado ya un pañuelo con hilos de cabeza su madre. Incluso eso ha heredado.
fábrica; sólo que no se atreve a regalárselo.
-Padre: mañana pienso ir con Levkó al bosque a XII
buscar endrino, que a usted le gustan mucho las Cubren las ventanas, como pájaros negros, unos
bayas en salmuera. pañolones pesados, con flecos, para que no pase la
-¿A buscar endrino? -el padre deja la cuchara en luz: ni la de fuera ni la de dentro.
la escudilla-. No vayas, hijita, que el bosque no está Encima de la mesa hay un quinqué de hierro, una
todavía tranquilo. Este año nos pasaremos sin estrecha botella de samogón y gruesas lonchas de
endrino. tocino: ya se ve que no ha sido una mano femenina la
-Pero si no nos alejaremos: nada más que en el que ha preparado la cena. En cuanto a los reunidos,
lindero. -Nástenka agita los pies bajo la mesa, y esto parece que no están bebiendo samogón, sino algún
es lo único que la hace diferenciarse de una auténtica veneno: la ebriedad no despierta ni una sonrisa en sus
ama de casa. rostros sombríos.
-¡Que no se te ocurra siquiera ir al bosque, El único que sonríe en ese cuarto de la casa de
Nástenka! ¡Pues sí que hace falta mucho para que Sozonenko, es el último zar en su retrato. Por detrás
ocurra cualquier cosa! de Denisenko, mira de soslayo, con ojos astutos que
-Bueno, entonces, iremos al prado. Allí también lo entienden todo, sin hacer el menor caso a la
hay endrinos, aunque en el bosque tienen más bayas. mirada fría de la zarina de blanco escote, cubierta de
-Si es al prado, de acuerdo. Gracias, hijita, por la perlas. Así miraba también en los billetes; hace
cena -dice el padre mirando con cariño a aquella tiempo que el zar está bajo tierra, pero los billetes
mujercita. siguen viviendo. Cierto que los mujiks ahora los
-Gracias a usted -replica con dignidad Nástenka, admiten de mala gana, prefiriendo la plata y el oro o
que se levanta la primera de la mesa y lleva bien los katerinka o los petrovka20.
gravemente la cuchara y la escudilla de porcelana Safrón Varchuk contempla pensativo al zar y no
hacia el fogón, donde se pone a fregarlas con agua sabe si apenarse o indignarse de que no exista. A la
tibia sobre el cubo. zarina, hace tiempo que le ha dirigido los peores
-¿Dónde piensa usted dormir hoy: en el prado o insultos -y todo por Grishka Rasputin-; pero algo le
en el pajar? -pregunta, suspendiendo su faena. impide hacer lo mismo con el zar. Al fin y al cabo,
-Hoy me quedo a dormir con vosotros. gracias al zar se instaló en su caserío, se hizo con
-¡Huy, más vale que no se quede! -objeta la niña tierras, hasta guardó algún dinerillo por si se ponían
asustada-. Nosotros nos arreglaremos aquí, pero las cosas mal y ha pasado a ser Safrón Andréievich
usted váyase al pajar. Cualquiera sabe... Ayer, sin ir en la aldea entera. Gracias al zar se hizo de la
más lejos, estaba diciendo el hijo de Dankó que nos nobleza, aunque ahora sólo le llamen "noble de
íbamos a quedar huérfanos del todo. Y eso es porque Stolipin" para burlarse de él. Sí, hasta hace poco
se lo ha oído a los mayores... tiempo no se imaginaba Safrón la de desgracias que
Miroshnichenko siente que se le oprime el iban a caerle encima. Antes, se podía decir muy bien
corazón y, a pesar de todo, sonríe: eso de es pobre porque es tonto; ahora, en cambio,
-No te apures, hijita, que pronto se desvanecerán hasta el más rico puede quedar por tonto. Y la
todos los temores como el humo. Te mandaré a la angustia se mezcla dentro de él con la rabia, lo
ciudad a estudiar y te compraré una zamarra con mismo que se mezcla el agua con la tierra.
bordados de lana. En la mesa alborota Larión Denisenko, caldeado
-¿Y podré hacerme maestra? -le pregunta por por la bebida. Vuelve hacia todas partes su rostro,
enésima vez al padre. Porque no hay en el mundo con sus cabellos en forma de rueda, y grita:
nada mejor que ser maestra: puede una leer todos los -¡El mundo se hunde, amos! Se hunde porque, en
libros que quiera y, además, enseñar muchas cosas a cuanto nos quiten la tierra, reventarán todos de
los niños... hambre.
-¡Pues claro que sí! Además, si eres ya casi una Del esfuerzo, resuenan unas notas cabrunas en la
maestra. tosca voz de Larión, y esto le hace gracia únicamente
-Usted lo echa todo a risa... -La niña se seca las a Sichkar, que parece ser quien toma con más
manos con un paño de lienzo y se acerca al padre. filosofía la noticia del hundimiento del mundo.
-¿Quién le ha enseñado a Levkó a leer, vamos a En ese momento, incluso le acuden a la
ver? imaginación ideas indecentes acerca de la Nastia de
-Levkó es otra cosa. Es tan listo, que puede contar Larión: ésa, aunque mire a todo el mundo con ojos
él solo hasta mil. eternamente rabiosos, no les hace cara sólo a los
Svirid Yákovlevich atrae a su hija y, con su peludos. Y, para sus adentros, se burla de Denisenko,
enorme mano de marinero, le acaricia las trenzas.
20
Billetes del Banco zarista.
48 Mijailo Stelmaj
que no ve cómo salta su mujer la valla para andar con estar hablando del extranjero hasta que amanezca -
otros. No guarda fidelidad ni siquiera a los amantes. observa con una mueca Sozonenko-. Tú dinos, por lo
Tiene los pechos tersos como dos manzanas. Ante los pronto, lo que debemos hacer ahora.
ojos de Sichkar se alza Nastia, flexible y fina, y -¿Ahora? Pues agarrar un hacha y no movernos de
recuerda sus besos, que apuran el ardor de los labios, nuestra tierra. Si no, son capaces de recortarla de tal
y sus palabras desvergonzadas en las disputas y en manera que no le dejen a uno ni el sitio necesario
las lides amorosas. Aunque, la verdad es que eso le para arrodillarse. De modo, que sólo queda un
gusta en ella a Sichkar: una mujer con fuego, con remedio: ¡atizar! Atizar a todo el que se acerque.
pimienta y avidez vale siempre más que un pelele. -Cuando el pope es tonto, también es tonto el
Echa una mirada de reojo a la reunión para ver si sermón -estalla Yákov Dankó-. En la barba le han
ha advertido alguien en sus ojos la inoportuna llama madurado ya las mieses, y en la cabeza no ha
de lascivia. Exhala un suspiro y se pone a escuchar y empezado a arar -añade, pegándose con un dedo en la
a ver atentamente lo que ocurre en el cuarto. Detiene frente-. Le atizas a uno, luego te cae toda la aldea
la mirada en el abatido Suprún Fesiuk. Sobre el encima, te cascan todo lo que quieran y te mandan al
rostro seco y las profundas órbitas de Fesiuk pende otro mundo.
un pequeño haz de cabellos de color desvaído. Las -¡De todas formas hay que atizar! ¡A ver si no! -
altivas arrugas de las comisuras de su boca hablan insiste Zayatchuk, descargando terco su mano
ahora de dolor más que de otra cosa. Se ha cogido peluda, y se vuelve hacia Dankó-. Tú harás lo que
con la mano la barbilla alargada, y está dándole quieras, pero yo he afilado ya el hacha. Ya
vueltas a sus tristes cavilaciones. Miroshnichenko es al primero que se la clavo en la
Sichkar tiene recelo de Fesiuk: aunque ha llegado cabeza hasta el mango.
a ser un amo de los de verdad, quiere seguir viviendo -Eso ya me parece menos mal -Dankó asiente con
como un justo. Bueno, al fin y al cabo, si tantos su cabeza de pelo crespo, y Fesiuk hace una mueca-.
deseos tienes de ver la justicia por todas partes, vive De pegar, hay que pegar sólo donde más daño se
de esa manera y no metas las narices en los asuntos pueda hacer. Porque, ¿qué sacamos con partirle la
de los demás. Sin embargo, Fesiuk ha instigado cabeza a un Polikarp Serguienko cualquiera?
varias veces a la gente a cazar a Sichkar cuando está -Pues hacer de él un mártir soviético y que le
robando leña. ¡Se habrá creído que es tan fácil lleven al cementerio con banderas desplegadas, cosa
pescarle con las manos en la masa! Y no puede que no podía ni soñar él -interviene con precaución
imaginarse el muy cretino la alegría y la satisfacción Safrón Varchuk, que siempre prefiere quedarse fuera
que causa un robo hecho con verdadera habilidad. de las discusiones.
No se trata ya siquiera del dinero, sino de haber Sozonenko toma de la mesa la botella de
tenido astucia, de haber burlado todas las trampas. Lo samogón, la agita, y Sichkar ve cómo sube del fondo,
único malo es que ha ido a parar a la cárcel. Pero igual que una nubecilla, el saludable sedimento de la
aquí no ha sido cosa de la habilidad, sino del orgullo. "lágrima de Cristo". El hombre paladea incluso:
En fin, ya poco le queda. Su mirada vuelve a posarse ¡demonio de bebedizo!
en Denisenko, y se acuerda de Nastia. ¡Qué fuerza Todos beben en silencio y adelantan las manos
endemoniada tienen sus ojos furiosos! grasientas hacia el tocino. Únicamente a Fesiuk se le
Después de Denisenko empieza a zumbar como olvida tomar un bocado. ¡Con cuánto, con cuantísimo
un zángano Danilo Zayatchuk; su rostro, que parece trabajo ha logrado las desiatinas que tiene! Otros
tallado a hachazos, sólo tiene vello hasta la mitad. En conseguían la tierra por herencia, con cambalaches,
las sienes le nace una calva monda como la palma de vendiendo su alma al diablo... Pero él no quiso
la mano. lograrla nada más que con su salud, con sus manos y
-El Poder soviético, digámoslo así, vive del pan su amor propio. No vendió su alma al diablo, pero se
nuestro. Pero, ¿de qué va a vivir el día que nuestra empeñó hasta los ojos en el Banco Campesino. La
tierra caiga en manos de esos pordioseros que ni gente se reía de él en sus narices y a sus espaldas; se
siquiera podrán alimentarse ellos porque están reían los mismos con los que hoy bebe y se lamenta
hambrientos? ¿Qué significa un poder así? Pues pensando espantado en el día de mañana. Al
significa: roba, arrambla, y no vuelvas la cabeza. En ahuyentar esas dolorosas visiones, sacude el haz de
una palabra, quítaselo a unos para dárselo a otros. Y sus cabellos pasados y se agarra la alargada barbilla.
digo yo: a tantos poderes hemos sobrevivido, que Zayatchuk vuelve a su tema del extranjero y de
también sobreviviremos a éste, si Dios quiere. Y le que el tío rico ayudará al pobre Petliura.
sobreviviremos, porque el extranjero no puede -¡No es un pobre, sino un embaucador! -gritó con
entregar Ucrania a los Miroshnichenko; porque rabia Denisenko, causándole risa a Iván Sichkar.
Ucrania le hace más falta que el aire al extranjero; Cuando Martos, el ministro de Finanzas de
porque el extranjero es para Ucrania como un tío Petliura, decretó el cambio del dinero por calderilla,
rico. ¡Eso es lo que pienso yo! Denisenko fue, por su falta de luces, uno de los
-Mañana nos van a quitar la tierra, y éste puede primeros que llevó al banco de Kámenets-Podolsk su
Que no vierta la sangre 49
-Entonces, ¿por qué te has dejado meter en la ¡Y qué penosamente había hecho su caza de la
cárcel? ¡Vete al bosque con los bandidos! -replicó tierra! Había corrido hacia todas partes para ganarse
rabioso Fesiuk, pero enseguida bajó la voz-. Lárgate unos kopeks, había buscado trabajo en Taúrida, en
de mi lado y no me martirices el alma, que casi se me Crimea, en Odesa, en Moldavia... Y, de pronto, había
está escapando del cuerpo. encontrado la felicidad gracias a Olesia, tranquila y
-Pues agárrala con las dos manos mientras se te recia como una avellana.
escurre la tierra entre los dedos. ¡Y mucho cuidado La vio por primera vez en la aldea vecina, un día
con la lengua! -advirtió Sichkar finalmente y, sin de fiesta mayor. La aldea entera estuvo de fiesta
despedirse, torció por una calle lateral. Iba pensando hasta por la noche en torno a la iglesia, y hasta por la
si le convendría más volverse a casa de Sozonenko o noche no hizo él sino dar vueltas, procurando
acercarse aunque sólo fuera un momento a ver a encontrarse lo más frecuentemente posible con la
Nastia. muchacha. Y, al caer la noche, cuando sobre los
Ante la casa de Denisenko lanzó Sichkar un ligero álamos asomó la fina hoz de la luna creciente,
silbido que hizo separarse del pajar al perro Suprún siguió a Olesia, que se dirigía a su casa,
gruñendo. Todavía dudaba: ¿valía la pena de pensar situada al lado de un prado donde andaban libres
en mujeres en una noche como aquélla? Aunque, ¿de unos gansos. Pero de la casa partía un olor tan
qué servían los reparos? ¡Si no vivimos más que una apestoso, que miró sorprendido a la muchacha, y ésta
vez! Se metió en el patio, deslizóse hasta una ventana se ruborizó y agachó la cabeza.
lateral y pegó unos golpes ligeros en el marco. -Mi padre es curtidor... -explicó con un hilo de
En la casa se escuchó un suspiro, unos roces; voz, casi con lágrimas.
luego sonó el picaporte de la terracilla y Nastia, alta, -¡Hombre, muy bien! -alegróse Suprún-. La
con una falda sobre la camisa, salió al umbral ocasión no podía ser mejor. Precisamente necesito
desperezándose. Sichkar besó sus labios y, con toda cuero para unas suelas. ¿No tendría algo tu padre? -
la mano izquierda, estrujó sus pechos pequeños. preguntó, mirando ya con amor su rostro turbado.
-¡Ni que estuvieras rabioso! -suspiró Nastia -Seguramente. -La muchacha se sonrojó todavía
inclinando su fino talle-. Nos pueden ver. más, adivinando hacia dónde tiraba aquel muchacho
-¿A quién se le va a ocurrir andar por la calle a de ojos hundidos y un haz de cabellos como las
estas horas?... mieses agostadas.
Sichkar notaba más embriaguez de aquellos labios En la casa, mientras el viejo Omelián iba
que del samogón y, a través de la ropa, percibía el enseñándole trozos de cuero, Suprún estuvo a punto
estremecimiento de las ardientes y estrechas caderas. de asfixiarse: allí mismo, en el suelo, se encontraban
Nastia paseó una larga mirada por la calle y la las tinas de macerar y la del alumbre. ¿Cómo era
huerta, suspiró y abrazó con fuerza a su visitante. posible vivir en aquella casa, y durmiendo en el
suelo, además? Cualquiera hubiese podido pensar
XIII que, de dormir allí una noche, se convertiría la
Suprún Fesiuk, siempre ocupado, no tenía tiempo cabeza en una tina como aquéllas. Pero la familia de
para contemplar la naturaleza; sin embargo, también Olesia no paraba mientes en los olores de las pieles
él sabía que cuando más hermosa estaba la aldea era maceradas y curtidas ni de los curtidores.
a la luz de la luna. El sol acariciaba el agua, los Suprún compró sin regatear media piel de buena
árboles, las flores y la belleza virginal; pero hacía calidad, pero dijo que volvería a buscarla en otra
resaltar despiadadamente, y a veces con escarnio, las ocasión porque no era cosa de regresar de una fiesta
chozas de ventanillos cegatos y los patios llenos de mayor llevando una compra bajo el brazo. Así
estiércol. La luna, en cambio, se compadecía de los empezó a visitar a la familia del curtidor, con el
habitantes de las chozas, ponía tal juego de luz y de tiempo se hizo al espantoso olor que allí reinaba e
sombras, tal embrujo en una casucha cualquiera incluso aprendió a curtir las pieles de buey, de
sobre cuyo tejado se alzaba una cigüeña en su nido, caballo y de cabra.
que creía uno en la felicidad humana más de lo que En el oficio de curtidor, donde todo se hace por el
realmente existía esa felicidad en la tierra. olor y el ojo, Suprún tuvo suerte: la piel de Rusia le
Mas aquella noche le pareció a Suprún la aldea quedaba perfecta, lo mismo si era blanca que si era
espantosa: quieta, olvidada por los hombres, se negra, sin vetas, y el tafilete rojo tenía un brillo
asemejaba a un cementerio, y la luna vertía sobre ella delicado y fluido. De manera que los negociantes de
una fría luz enfermiza. Envuelto también en esa luz, las ferias y los zapateros le arrebataban la mercancía
Suprún iba como un sonámbulo, mirando a la tierra y de las manos.
pensando en la tierra. Le había entregado su juventud Una vez que aprendió a fondo el oficio del viejo
y sus fuerzas gota a gota, trozo a trozo, y la tierra Omelián, Suprún le pidió la hija, celebró una boda
había ido juntándose, por surcos, por cuartos de sin lujos y pasó a ser el mejor curtidor del distrito.
desiatina, dándole alegría y elevándole a sus propios Invirtió casi todo lo que poseía en montar una tenería
ojos. donde era posible trabajar simultáneamente treinta o
Que no vierta la sangre 51
cuarenta pieles; él mismo revistió de tablas apretadas como se habla con las personas? ¿De manera que te
la fosa de macerar, que abrió en el extremo del apuntan en un papel, y se acabó tu destino?
huerto, él mismo fabricó las tinas de macerar y las Como si fuese un extraño, se acercó al patio
del alumbre, así como el zurrador. En cuanto al espacioso de su casa y abrió la puertecilla. De los
raspador y el depilador, los trajo Olesia de casa de su troncos oscuros donde estaban sentados sé levantaron
padre. Riéndose, Suprún dio a aquellas herramientas para recibirle Olesia y Gnat. El hijo iba siendo ya
el pomposo nombre de "dote" de su mujer y, con toda casi tan alto como la madre. Silenciosos, los tres se
la seguridad de la juventud, puso manos a la obra. juntaron en el centro del patio. El primero que habló,
Fueron aquéllos unos días de grandes esperanzas. sin levantar la cabeza, fue Gnat.
No vendía al demonio ni el alma ni las pieles, sino -¿Qué han decidido allí? -preguntó, señalando con
que las arrancaba de los animales muertos, las la mano hacia el sitio de donde había venido el padre.
tomaba a crédito y así fue saliendo adelante, envuelto -No se ha decidido nada -contestó Suprún,
en el hedor de la sangre de vaca y de la raíz de roble sorprendido de que su hijo supiera que venía de casa
y en la suciedad de las desolladuras y de la lana de Sozonenko.
impregnada en alumbre. -¿Les ha dado miedo? -El hijo levantó la cabeza,
Curtía que daba gusto y, no obstante, odiaba este demasiado pesada para un adolescente, y esbozó una
oficio con todas las fibras de su corazón de hombre sonrisa maligna que disimuló con la mano.
de la tierra. No era la suciedad de la tenería, sino el -¡Chiss! -Suprún miró a su alrededor-. He dejado
tafilete dorado y verde de los campos lo que tenía a esa gente y he sido el primero en tirar para casa.
ante los ojos mientras preparaba para su venta pieles - Mal hecho. La casa seguirá también en su sitio
multicolores. Y las pieles le dieron primero el pan y dentro de una hora.
algo para acompañarlo, y después la tierra. Se pasaba El hijo levantó nuevamente la cabeza y miró
el día y la noche en el campo y, en verano, incluso retador a su padre. Los ojos punzantes, igual de
almorzaba apoyado en la guadaña. Tampoco dejaba hundidos que los de Suprún, se habían oscurecido de
respirar a su mujer. Y así dio a luz al hijo: en un rabiosa terquedad.
prado, al pie de una hacina. Desangrándose, le cortó Suprún no veía más que una mancha oscura y no
ella misma el cordón umbilical, mientras Suprún se los ojos del hijo.
movía desconcertado junto al carro. Luego, para no -¿Desde cuándo has aprendido a hablar así con tu
hacer el viaje de vacío, cargó el heno, lo recubrió con padre? -preguntó sombríamente.
una lona y depositó con cuidado a la mujer encima. Sin embargo, tampoco esto retuvo al muchacho;
Así fue cómo la tomó en brazos por primera vez... le torcían la boca una rabia y una rebeldía impropias
Sólo ahora comprende Suprún lo penosamente de sus años.
que se ha atormentado y que ha atormentado a su -Que haya aprendido hace mucho o hace poco, el
mujer con un trabajo superior a sus fuerzas. Y se caso es que ahora no es el momento de apartarse de
habían atormentado incluso teniendo braceros, la gente.
porque su hacienda había empezado a girar como una -Pero, ¿tú sabes que esa gente está dispuesta a
rueda diabólica donde su mujer y él no eran más que matar? -profirió Suprún sin poder casi contener su
sumisos radios. Y, de pronto, alguien había indignación.
destrozado aquella rueda de un solo golpe, -Por la tierra, se puede hasta matar -replicó con
dispersando la llanta, los radios y el eje. La tierra que firmeza el hijo, repitiendo algunas palabras ajenas-.
durante años había estado empalmando gracias a las Porque la tierra es sagrada.
pieles de colores, pasaba a unas manos ajenas, y Suprún quedó sobrecogido un instante; pero,
Suprún la lloraba con gruesas lágrimas que iban a enseguida, le soltó un bofetón a Gnat.
parar a su alma. -¡Calla, hijo de perra! ¿De dónde sabes tú,
Únicamente Dios sabía el trabajo que le costaba carroña, lo que es la tierra y si vale más que la sangre
quedarse sin sus riquezas. Pero él no empuñaría el humana? Lo que debes hacer es ganártela primero,
hacha: tenía las manos para trabajar y no para matándote a trabajar en ella. ¡De Karp Varchuk
asesinar. Pero, ¿por qué le habían puesto en la misma habrás aprendido esos horrores! ¡A latigazos te quito
lista que a Varchuk y a Sozonenko, a Denisenko y a yo a ti esa maldad!
Sichkar? En los años lejanos en que empezaba Levantó la otra mano, pero su Olesia, siempre tan
únicamente a abrirse paso, ésos le llamaban callada, se colgó de ella.
desollador. Pero es que él desollaba a los animales, y -¡Cálmate, Suprún, cálmate, querido! La criatura
no a las personas como ellos; él alimentaba: a sus no sabe lo que dice, repite algo que ha oído...
braceros con pan, y ellos en cambio con mendrugos A todo esto la "criatura" escupió sangre en la
mohosos y lágrimas; él no había faltado nunca a su palma de la mano, la contempló, miró de soslayo a su
palabra, ni ante los grandes compradores ni ante el padre con inquina, luego dio media vuelta y,
último de los braceros... Entonces, ¿por qué no era murmurando algo entre dientes, dirigióse hacia el
capaz el nuevo poder de hablar por lo menos con él pajar. Y pegó tal portazo que, cerca del pozo, sonó el
52 Mijailo Stelmaj
porque lo suyo le dolía más-. Aunque, si vas a disfrazada de verdad, y costará trabajo arrancar esa
pensarlo, no siempre he sido un kulak. mentira de las mentes, de las iglesias desgastadas por
-Efectivamente -asintió Miroshnichenko-. Me las rodillas de los creyentes-. ¿Y si te consolara
acuerdo muy bien de cuando Olesia y tú salisteis a diciéndote la verdad, Suprún?
vender el primer carro de pieles. Yo iba entonces -Con la verdad, si es mucha, incluso se puede
mucho por vuestra casa y hasta aprendí un poco de la matar a una persona impensadamente.
ciencia de curtir. -Pero es que en la Revolución, Suprún, de todo
-¿Y te acuerdas de cómo nos ardían los dedos, de hay mucho, menos pan.
cómo se nos despellejaban cuando enjuagábamos la -¡Hombre, muchas gracias! Es un alivio. -Bajo los
lana que había estado en el alumbre? labios de Suprún se estremecieron unas arrugas-. ¿Y
-También me acuerdo, Suprún. ¡Menudo trabajo sabes cómo ha sido el alivio? Pues igual que si le
era! hubieran echado a uno la soga al cuello y, cuando
-No todos los curtidores se atrevían con esa lana. tiene casi toda la lengua fuera, hubiesen aflojado una
Y, ahora, me has puesto a la misma altura que chispa como diciendo: bueno, respira un poco, pobre
Varchuk y Sichkar. ¿Qué debo hacer, vamos a ver? hombre. ¿Buen alivio?
¿Agarrar una escopeta y matarte? -Eso que dices son tonterías -replicó sombrío
-Eso, Suprún, será lo que te aconseje la conciencia Miroshnichenko-. Yo creo, en cambio, que has sido
-contestó tranquilamente Miroshnichenko-. Si tú, con tu riqueza, el que ha ido apretándose más la
durante los años de tu riqueza se ha convertido en un soga. ¿Qué te ha dado tu riqueza? ¡Tierra y dinero!
puñado de cieno, agarra la escopeta y ponte a matar ¿Y qué te ha quitado? Te ha quitado tu risa alegre, ha
gente. Las grandes riquezas siempre empiezan o mutilado tu alma bondadosa, ha agotado tu
terminan así. generosidad. Cientos de veces me habías regalado
En un instante pasan por la imaginación de antes manzanas compradas en la feria con el dinero
Suprún lo menos diez ricachones que conoce en el de tu trabajo. Pero, cuando te viste con una gran
distrito, y se dice que las palabras de Svirid pomarada, te protegiste de la gente con perros
Yákovlevich vienen pintiparadas a muchos de ellos. furiosos y tú mismo llenabas cartuchos con sal y
-Pero mi riqueza, Svirid, ha nacido de la verdad, trocitos de cerdas. ¿Para quién preparabas la sal y las
de los callos sangrientos, y no de la vileza. Por eso, cerdas? ¿Para algún enemigo? No; para los traseros y
tampoco terminará con una vileza. ¿Vas a decirme las espaldas de las criaturas. Sentías que se llevaran
que no me he ganado honradamente mi tierra? algunas manzanas los chiquillos. Las manzanas del
-No toda, Suprún. huerto, que ni siquiera habías comprado, adquirieron
-¿Cómo que no toda? para ti más valor que la sangre de las criaturas.
-La que te has ganado tú, ha sido honradamente. Cuando traías las manzanas de la feria, las traías
Esa tierra es tuya y está más pura que el sol. Pero no como una persona. Entonces, ¿por qué te has vuelto
puedo decir lo mismo de las que te ganaron los un perro, y perdona, al lado de tus manzanos? Ha
braceros. En esos campos brilla el sudor ajeno. sido obra de tu riqueza. Yo no tengo nada contra ti.
-Pero yo a los braceros les proporcionaba trabajo, Me das lástima. Eres un hombre inteligente, y altivo.
les daba pan. Te dejamos diez desiatinas enteras de las tierras que
-¿No diría lo mismo Varchuk? Exactamente igual. tenías antes. ¿Es posible que necesites más para tres
Y ahí es donde habéis ido a parar al mismo camino. personas que sois de familia? ¿O es que necesitas,
-¿Y en la misma lista han apuntado nuestros igual que una zarina, comer galushkas de oro y no de
destinos? masa? Saca la cabeza de la soga, y vive aunque sólo
-Lista, Suprún, no hay más que una -observa sea un poco para la familia y no para la riqueza.
Miroshnichenko al advertir lo que inquieta a Fesiuk-. Agarra y cómprale por lo menos ahora a tu Olesia
Pero lo que la gente piensa de ti y lo que piensa de unos zarcillos. ¿Recuerdas que hace lo menos veinte
Varchuk, no es igual. años te los pidió con lágrimas en los ojos, y tú te
-Algo es algo, Svirid. A ti, como hombre del enfadaste, la insultaste de mala manera y, por fin, no
Partido, se te puede creer, porque no tenéis mucho le compraste los pendientes?...
cariño a la gente como yo. Bueno, ¿y qué hago yo -¡Sí que se te han metido los pendientes esos en
ahora? ¿Me vais a quitar la tierra? los hígados! Yo en tu lugar, no les haría tanto caso a
-Desde luego. los caprichos de las mujeres. Si no, acaba uno
-Eres un hombre terrible, Svirid: todo se lo dices a pareciéndose a ellas... He escuchado todo lo que has
la gente en la cara. Podías haberme dado algún dicho, Svirid. Con razón asegura la gente que no
consuelo, aunque fuera mintiendo. tienes pelos en la lengua. Con el poder nuevo, no vas
-La mentira, Suprún, es efectivamente un a ir ya a la cola de los bueyes, sino que llegarás a ser
consuelo bastante grande -replicó Miroshnichenko un jefe de algo. Y es posible que eso te hunda, lo
después de un silencio, pensando en la mentira en el mismo que a mí la riqueza. Y, ahora, dime una cosa
plano mundial: ha envuelto la tierra entera, más: hoy me quitas lo que a vuestro entender tengo
54 Mijailo Stelmaj
de más como kulak; pero, ¿no se os antojará hacer lo -Lo que necesito, Fedora, son unos zarcillos -
mismo mañana? explicó Suprún describiendo como un círculo con el
-Si tienes braceros, todo podría ocurrir; no te dedo alrededor de la oreja-. A ti la gente te trae la
aseguro nada. mar de cosas. ¿No encontrarías algo que me
-Es decir que, conforme pones tú las cosas, debo convenga?
empezarlo todo de nuevo, ¿no, Svirid? -¿De oro? -inquirió Fedora con su voz de siempre,
-Si puedes, sí... y borró la sonrisa de sus ojos.
-También es verdad -asintió Suprún con un -¡Pues claro que sí! De oro, desde luego -contestó
movimiento de cabeza, y miró sorprendido a Suprún exactamente igual que si nunca en la vida los
Miroshnichenko como preguntándole: "Bueno, y tú, hubiera comprado de otra clase.
¿de qué vives? Eso del Partido está muy bien; pero -Siendo para usted, miraré a ver. Aunque sólo sea
del latifundio, debías haberte llevado una vaca y no porque se ha acercado a mi casa por primera vez.
bulbos de dalias. De todas formas, no llegarás a Pasó presurosa al cuarto contiguo, donde se
santo, comunista". encerró y se la oyó trastear.
Y se separaron, llevándose cada cual la dolorosa En esto rechinó la puerta del zaguán. Suprún
maraña de sus pensamientos y sus cavilaciones, sin sintió hasta sudor frío: no tenía ninguna gana de que
saber cómo iban a encontrarse a la mañana siguiente le vieran en casa de Fedora Kutsaya. Apareció en el
ni el rumbo que habían de tomar sus vidas al otro día. umbral un adolescente descalzo, con una cabeza
En el hombre, lo grande linda siempre con lo alargada lo mismo que un melón y una gorra toda
pequeño, y sus pensamientos se parecen al grano rota debajo de la cual escapaban unas greñas que no
recién trillado, pero sin aventar, donde están habían tocado las tijeras en mucho tiempo. Al ver a
mezclados el cereal y el cascabillo. Eso le ocurría Vasilenko acodado en la mesa, acercóse a él sin
ahora a Fesiuk. Iba por el camino pensando con ruido.
angustia en la tierra y en otras muchas cosas. Y, de -Es hora de ir para casa. La madre ha dicho que, si
pronto, al ver brillar una lucecilla en casa de una no, se presenta aquí con una estaca.
viuda llamada Fedora Kutsaya, empedernida -¡Ah, eres tú, Klim! - Vasilenko primero se
fabricadora de samogón, tiró hacia allá. sorprendió, luego adelantó la mano hacia la botella y
A su llamada salió enseguida Fedora, toda echó samogón en un vaso-. Bebe, hijo mío, que esto
asustada. es salud.
-¿Quién es? -preguntó desde el umbral. Klim tomó el vaso, lo miró atentamente y su
-¡Abre, Fedora! Soy yo, Suprún. rostro se volvió grave, como el de un auténtico
-¡Madre de mi alma! ¿Pero es usted? -exclamó labrador; lo apuró de un trago y enseguida lo dejó; su
encantada la viuda, y se echó a reír mientras abría el boca pequeña se había torcido del amargor.
zaguán-. ¡A usted sí que no le esperaba! Muchas Suprún no pudo contenerse:
gracias por haberse rebajado hasta nosotros... -Klim, piensa en Dios si no te da reparo de las
Fedora empezó a dar vueltas a su alrededor y, personas. ¿Dónde se ha visto apurar de golpe
rozándole con los vuelos de su falda fruncida, le hizo semejante cantidad de este veneno? -exclamó,
penetrar en la casa donde, acodado sobre la mesa, señalando con el dedo el vaso vacío.
bebía estúpidamente Kuzmá Vasilenko las propinas -Estoy acostumbrado -sonrió Klim en lugar de
de los kulaks. También se sorprendió al ver a Suprún, ofenderse, y adelantó una mano delgada hacia el pan.
quiso levantarse y lanzarle alguna pulla, pero las Y Suprún, aunque no debía dar lecciones al hijo
piernas no le obedecían ya. de nadie estando el padre delante, se puso a decirle:
-Se le ha ido la mano -dijo Fedora señalándole-. -Mal fin vas a tener, muchacho, si sigues por el
¿Qué samogón quiere usted: más amargo, más mismo camino que tu padre. A quien debes obedecer
suave? -Los ojos atrevidos y los labios abultados de es a tu madre, a ella, que es una mártir.
la viuda sonrieron al mismo tiempo. -Si tampoco con mi padre voy a estar mucho
-No he venido para eso, Fedora, y que se quede tiempo. Me marcharé a la ciudad a unos cursillos -
entre nosotros lo que me trae... -vaciló Suprún. contestó despreocupado Klim con la boca llena de
Alerta, Fedora sonrió enigmáticamente, lanzó una pan.
mirada de reojo a Kuzmá y cruzó los brazos debajo Suprún sabía que Klim y el chico de Olexandr
de los pechos, cuyo blanco nacimiento asomó por el Pidoprigorá eran los que mejores notas sacaban en la
escote de la camisa. escuela de la parroquia y ahora se les había metido en
-Pues, la verdad, no me imagino lo que puede la cabeza el seguir estudiando. Que no querían andar
querer un hombre como usted -replicó bajando removiendo estiércol, ya ve usted. En fin, Yurkó
todavía más la voz, y sólo entonces advirtió Suprún puede que llegase a ser algo; pero, ¿qué iba a estudiar
la atracción diabólica que tenían sus mejillas Klim, que ya sentía pereza por el trabajo y afición a
arrebatadas y la dulce sonrisa que se estremecía en empinar el codo?
sus gruesos labios. Del otro cuarto salió muy solemne Fedora, miró
Que no vierta la sangre 55
con indiferencia a Klim y abrió el puño delante de los aldea y hasta pasear, sin que le pase nada, por el
ojos de Suprún. Tenía en la mano dos pares de techo del campanario. Y únicamente si alguien grita,
pendientes. Unos negros, bruñidos, y los otros se despierta uno y se estrella contra el suelo.
resplandecientes como chispas de sol. El sueño desaparece como por encanto y ve
-Me llevo éstos -dijo Suprún tomando de la palma desfilar más visiones de las que pueden abarcar los
de Fedora los mejores-. ¿Cuánto pides por ellos? ojos de golpe. Mas entre los lejanos campanarios, los
-Admito únicamente grano y no dinero. campos, los prados y la luna, anda suelto el miedo.
-¿Mucho? Porque, ¿quién sabe lo que puede estar escondido
-Un saco de trigo. detrás de la puerta, encima del horno o debajo de la
Sólo por un instante frunció Suprún las cejas, mesa y los bancos? Se puede poner a bailar de pronto
preguntándose si no le pediría demasiado, pero la herrada del agua o salir de un perol algún duende
enseguida replicó: peludo.
-Mañana mismo te traigo el grano. ¿Puedo "¡Pero si hace tiempo que han cantado por tercera
llevarme estos colgajos, o no te fías? vez los gallos!", se dice el chiquillo llevándose una
- ¿Quién va a desconfiar de usted en la aldea? alegría, y vuelve los ojos hacia la luna, a la que no se
Lléveselos. Hasta pena me da -suspiró Fedora, puede mirar. Un estrecho círculo de terciopelo pone
acompañando respetuosamente a Suprún hasta la una sombra dorada en torno a ella: eso es que va a
puerta. llover. Entonces, ¿por qué canta el grillo anunciando
Una vez en la calle, Suprún abrió el puño, buen tiempo? De estas señales, a las que oye referirse
contempló atentamente los zarcillos, que parecían diariamente a los mayores, pasa el chiquillo a los
dos jarritos, y le entró la duda de si merecía la pena sueños. Primero le crecen alas, y vuela sobre la aldea,
haberlos comprado. Y esta duda perduró entre sus y le contemplan con envidia todos los chicos, todos
lentos y dolorosos pensamientos todo el tiempo que los que están recogiendo acederas en el prado o
tardó en volver a su casa. No se sorprendió al ver que pastando a los gansos grises. "Bandido", el jefe de los
Olesia continuaba sentada en un tronco cerca del gansos, alarga hacia él su cabeza de serpiente, pero
pajar, con la barbilla apoyada en las piernas. Al se limita a batir las alas. ¡Cómo te vas a comparar tú
escuchar los pasos del marido levantóse ágilmente y con Levkó! Tú sólo puedes volar a ras del suelo,
salió a su encuentro. Y entonces Suprún puso en su mientras que Levkó vuela debajo de las mismas
mano, con gesto indiferente, el regalo que llegaba nubes, allí donde viven el arco iris, el relámpago y el
con veinte años de retraso. trueno...
-¿Qué es? -sorprendióse Olesia y, al abrir el puño, Levkó tiene miedo a los relámpagos y a los
lanzó una exclamación de asombro. Lo que estaba truenos; pero, en cambio, le gusta el arco iris. Le
viendo no eran los zarcillos de oro, sino su juventud, parece una muchacha que hubiera adornado su
perdida, y las lágrimas afluyeron a sus espesas cabeza con cintas multicolores, lo mismo que una
pestañas. novia. Y la primavera también le parece una
-Esta mujer es tonta -observó disgustado Suprún, muchacha, sólo que el arco iris vive en las nubes
a quien las lágrimas no ablandaban, sino que le mientras la primavera anda por la tierra y se la puede
ponían furioso-. Cuando no le compré los zarcillos ver en el prado cuando abren sus botones los sauces,
lloró, y ahora que se los he comprado también llora... o en el campo, junto a la fuente, cuando va a coger
No se dieron cuenta de cómo se había deslizado agua, o en el río, cuando se desliza en una barca de
Gnat detrás de ellos. Al ver los zarcillos, tuvo un plata, remando con una pala de oro. Levkó ha ido
gesto de aprobación. muchas veces con Nástenka a recibir a la primavera
-Ha hecho usted bien, padre. Ahora es el mejor al río y al prado y al campo. Pero, de verdad, no la ha
momento para comprar oro. El oro, con un poder o visto nunca. Mientras mira hacia un lado, Nástenka
con otro, siempre es un capital. señala con el dedo hacia otro: "¡Mírala, mírala allí!"
Mira hacia el velo verdoso que envuelve un
XIV tupido salcedo y ve que, en medio de un marco
Levkó despierta, abre los ojos y se queda verde, alguien ha movido las ramas nuevas y se ha
sobrecogido: Nástenka no está a su lado. En el escapado. Y el chico siente tanta pena de no haber
silencio late su corazoncillo, llevando el miedo a visto a la primavera, que le entran ganas de llorar. Y
todo el cuerpo. Nástenka está tirándole ya de la manga y señalando
El niño levanta la cabeza hacia la ventana: allí, en con sus grandes ojos unas copas de sauces que se
el poyo, hay unos tiestos de geranios y la luna, inclinan y se levantan, mecidas por el viento.
traviesa, ha volcado la ventana sobre un saco -¡Por allí ha pasado, por allí! Con una falda verde
extendido en el suelo donde negrean también las y una corona de flores... ¿Pero no la has visto? ¡Hace
sombras de las flores. A Levkó le da miedo mirar a la falta ser tonto!
luna porque entonces se vuelve uno sonámbulo y las Pero tampoco esta vez ha visto Levkó la falda
noches de luna puede andar dormido por toda la verde ni la corona de flores. El hermano y la hermana
56 Mijailo Stelmaj
-A veros he venido, respetable camarada Levkó - contesta, riendo también, Levkó al notar que su padre
contesta Zamriborsch gravemente, lo mismo que si está de buen humor.
hablara con una persona mayor. -Quítatelos, destrozón, y ponte otros -le manda
El "respetable camarada Levkó" deja Svirid Yákovlevich.
inmediatamente de sonreír, se tira de los -¿Los de las fiestas?
pantaloncillos y saluda muy satisfecho al -Sí.
motociclista de blancos dientes dándole la mano. -¡Pero si con éstos voy muy bien, padre! -protesta
-¿No me va usted a pasear un poco, tío lastimeramente Levkó porque no hay nada peor en el
Zamriborsch? -pregunta Levkó levantando sus largas mundo que llevar ropa nueva: que no te sientes así,
pestañas negras. que no te acuestes de la otra manera, que no te
-No sé qué decirte -contesta pensativo revuelques... Como si no tuviera que hacer nada más
Zamriborsch-. Es mucho gasto de gasolina... que cuidar de la ropa.
El rostro de Levkó se pone triste, y Zamriborsch Zamriborsch se acerca riéndose a Miroshnichenko
sonríe. y le saluda.
-En fin, ¿qué le vamos a hacer? Te daré un paseo, -Me han mandado a buscarle, Svirid Yákovlevich.
pero no de balde. Le traes inmediatamente, me han dicho, y se acabó.
-¿De dónde voy a sacar el dinero? -protesta, más -¿Quién lo ha dicho?
triste todavía, Levkó-. Nosotros somos muy pobres. -El vicepresidente del Comité Ejecutivo.
-Si no pido mucho: que cantes algo, y nada más. -¿Pues dónde está el presidente?
-¿De veras? -exclama incrédulo Levkó, y su carita -Ha salido contra una banda.
morena expresa el asombro. -¿Para qué me llaman?
-De veras. -No me lo han dicho. Ha venido un miembro de la
-¿Y qué quiere que cante? -inquiere Levkó, presidencia del Comité provincial y está llamando a
temeroso todavía de que sea un engaño. todo el mundo con mucha prisa. De pasada le he oído
-¿Qué quiero? Pues mira, sin ir más lejos, una maldecir de cómo andan las cosas.
cosa que canta Nástenka de un ruiseñor que pasa la Nástenka sale de la casa terminando de hacerse la
noche en el prado. ¿La sabes? trenza. Después de dormir y de lavarse tiene la carita
-¡Claro que la sé! -Levkó carraspea y pone la más lozana.
mano sobre la motocicleta-. Sólo que hay que -Buenos días, tío... -al llegar al apellido, se echa a
cantarla a dos voces. ¿No quiere usted que le cante reír- Zamriborsch.
mejor otra, también de un ruiseñor? -¡Verás como me quite el cinto! -El motociclista
-Venga, canta otra. Tú sabes mejor lo que haces - frunce sus tupidas cejas y se lleva la mano al
accede de buen grado el motociclista, conteniendo cinturón.
una sonrisa. -¿A que no se lo quita? - grita Nástenka saltando.
Levkó carraspea de nuevo, lanza una mirada a la -Vamos, Svirid Yákovlevich.
puerta y su límpida vocecita se escucha en todo el -¡Ah, en qué mal momento has llegado, Olexa! -
patio: profiere sombrío Miroshnichenko-. Precisamente
cuando hace falta repartir la tierra.
Qué lindo el ruiseñor hizo -¿Qué se le va a hacer? Así se han puesto las
Su nido en la fronda espesa. cosas.
Y toda la noche - Bueno, pues vamos si tanta prisa corre.
Cantando -¿Y el almuerzo, padre? -protesta Nástenka
Para que vaya su compañera. mirándole con reproche y pasando luego los ojos al
camarada Zamriborsch como diciendo que no se
Svirid Yákovlevich ha oído desde el zaguán puede consentir que se vaya sin almorzar-. Entre
cantar a su hijo sobre un ave, y parecía que ella había usted, haga el favor, descanse un poco y yo, en un
transmitido a los hijos su canto. Se acuerda de su momento, les cuezo unas patatas y se las comen con
difunta mujer, y el corazón se le oprime como unos pepinos.
presintiendo una desdicha. Para no asustar a Levkó, -Muchas gracias, muchacha, pero no tenemos
aguarda a que termine de cantar, y sale a la terracilla tiempo. -Zamriborsch se sube al sillín, monta detrás a
cuando su hijo está ya montado sobre los escuálidos Levkó, y el padre se mete como puede en el sidecar.
hombros de Zamriborsch. -Vamos a pasar primero por casa de Timofi
-Levkó, ¿qué has hecho con una pernera del Goritsvit -dice Miroshnichenko.
pantalón? -pregunta riendo el padre al ver que le falta -Pero, por lo menos, le daré algo para el camino,
la mitad. padre -insiste Nástenka apenada-. Luego tendrá usted
-Los perros la habían destrozado tanto, que hambre.
colgaba por todas partes. Entonces hemos cogido -Déjalo, hijita.
ayer, Nástenka y yo, y la hemos arrancado del todo - De todas formas, la chiquilla vuelve presurosa a la
58 Mijailo Stelmaj
casa mientras la motocicleta sale del patio. Demasiado sabe ella que la tía Dokía está siempre
¡Qué estupendo es ir así! Hasta los ojos se diciendo que le gustaría tener una nuera así de
entornan de gusto. Y, detrás, el viento hincha la dispuesta. ¿Lo dirá en broma, o lo pensará
camisa como si fuera una campana. Levkó se podría efectivamente así? También sabe eso Dmitró; pero,
pasar así la vida entera. Lástima que el tío Timofi claro, no se da por entendido. Únicamente lanza unas
viva tan cerca. miradas de reojo a la chica para ver qué tal es.
En el patio de los Goritsvit anda ya trajinando En cuanto a Nástenka, escucha lo que dicen los
Dmitró. Inclinado sobre un banquillo de carpintero, mayores acerca de la tierra y del día de hoy, y no se
talla con un afilado cuchillo un diente para un atreve a levantar los ojos hacia Dmitró. Sólo mira su
rastrillo de arce. Del huerto llega la tía Dokía con la pie, todo agrietado por el agua y el rocío, que sigue
falda remangada. Trae, en una herrada, patatas y trazando rayas en la tierra.
pepinos. Ya que no hay vaca en la casa, que sirva la
herrada para las legumbres. Al ver a los recién XV
llegados, les saluda, sonríe y entra presurosa en la Como por debajo de una ceja peluda, echó una
casa. Al poco sale, ya vestido, el tío Timofi. El padre mirada el sol a la tierra tras una nubecilla, y se quedó
abre el portón y se dirige hacia él. sorprendido de que hubiera salido tanta gente al
-Bueno, Timofi: hoy eres tú el amo de toda campo. Acudían de todos los confines del pueblo
nuestra tierra. -Y Miroshnichenko señala con amplio como para una procesión de Pascuas. Las botas
ademán los campos que envuelve una neblina azul. gastadas y los pies cubiertos de grietas hacían
-¿Cómo es eso? -pregunta sorprendido e inquieto desprenderse el rocío mate, gris aún, pisaban las
Timofi-. ¿Y tú? sombras matutinas y detenían se en las parcelas
-Voy al centro del distrito. Arréglate sin mí. donde se encontraba su suerte.
-¡Esta sí que es buena! -suspira Timofi-. ¡Tantas El mayor grupo se había congregado en torno a
ganas como tenía yo de que repartiéramos la tierra Timofi Goritsvit. Avanzaba en silencio, con su
juntos!... limpia sázhenka, notando que se posaban en él
-¿Piensas que no me da lástima a mí? Toda la vida centenares de ojos. Unos le daban el calor de sus
soñando con este día... ¿Te arreglarás solo? esperanzas; otros, le taladraban con su odio. Con las
-Probaré -contesta Timofi con una mirada de listas en la mano iba y venía en torno a Timofi un
soslayo a la puerta del zaguán porque en ella aparece muchachuelo de cabellos rubios, Yurkó Pidoprigorá,
Dokía-. Pero no le digas nada a mi mujer, que tiene porque el secretario del Soviet rural -Taganets, el de
mucho miedo... los bigotes cobrizos, antiguo escribiente del distrito-
-¿Te crees que no se va a enterar? -objeta Svirid había agarrado tal borrachera desde por la mañana
Yákovlevich bajando la voz y mirando también a temprano, que se había desentendido de las listas e
Dokía. incluso de su parcela.
-Que sea más tarde, por lo menos. -El que tiene un caballo tiene también que
Casi simultáneamente se acercan a ellos, por uno enjaezarlo. Yo, con mi caligrafía, siempre viviré
y otro lado, Dokía y Dmitró. aunque sea sin la tierra vuestra -dijo, pasándose la
-¿Vais a empezar? -pregunta Dokía. lengua pastosa por los gruesos labios, acostumbrados
-Allá vamos -contesta Miroshnichenko. a la mentira y a vivir de balde.
-¡Que Dios nos ayude! -exclama y, con gesto A poca distancia del estanque, allí donde se juntan
femenino, apoya en la palma de la mano su rostro los campos de las aldeas de Novobúgovka y de
agraciado, de alta frente; ya no mira a los hombres, Liubartsi, llegó Timofi a la linde de las tierras de
sino a la tierra lejana que se extiende detrás de la Varchuk y se detuvo. Buscó con los ojos al
neblina azul. colmenero Markó Grigórovich Sinitsa, hombre
-Arrodíllate delante de las imágenes y reza un barbudo, entrado en años, le sonrió y miró al sol.
poco, Dokía, a ver si nos ayuda -ironiza Precisamente acababa de asomar junto a una estrecha
Miroshnichenko. nubecilla sonrosada, y con sus flechas áureas
Pero ella, sin aceptar la broma, contesta ahuyentó velozmente las sombras asustadas que,
gravemente: palideciendo, se dispersaron, echaron a correr por el
-Si nuestros ruegos llegasen a oídos del Señor... vallecillo y cayeron al estanque produciendo
En esto aparece corriendo Nástenka con un hatillo chispeantes estremecimientos.
blanco muy limpito en la mano. Timofi no encontró la palabra que tradujera todos
- Esto es para el camino -le dice al padre, sus sentimientos. Primero tuvo intención de
entregándole el hatillo. Pero sus ojos se cruzan con santiguarse mirando al sol; pero cambió de idea y
los de Dmitró y, avergonzada, se pone a trazar unas profirió en voz baja dirigiéndose a los mujiks:
rayas con el pie en el suelo. -¿Empezamos esta buena obra?
Dokía y el padre se miran, sonriendo -Que Dios te acompañe, Timofi, que Dios te
misteriosamente, y Nástenka se pone como la grana. acompañe -contestaron unos cuantos, y Markó
Que no vierta la sangre 59
Grigórovich se santiguó tres veces: era el primero había retrocedido hasta la misma linde y estiraba su
que recibía tierra. largo cuello para no perder ni una palabra.
Su mujer hizo lo mismo; pero enseguida se echó a Safrón clavó en Timofi unos ojos sombríos,
llorar y enjugóse los ojos con un pico del pañuelo. opacos, y profirió con toda calma y fuerte voz:
-¡Calla, trasto viejo! -la reprendió su marido-. ¡Sí -¿Puedes decirme en virtud de qué ley te apoderas
que has encontrado buen momento para llorar! -Y se sin más ni más de las tierras de las haciendas?
llevó el jalón al otro extremo de la linde. -¿No lo sabes tú?
Cuando la sázhenka empezó a girar en manos de - Me gustaría oírtelo a ti.
Timofi midiendo la primera parcela, se acercaron - Pues en virtud de la ley que ha dictado la
corriendo Safrón Varchuk y Larión Denisenko, Iván Revolución -contestó Timofi mirándole fijamente.
Sichkar y Yákov Dankó. Varchuk no pudo contenerse más:
-¡Espera, Timofi! -gritó con voz ahogada Safrón -¡Mientes como un perro!
llevándose una mano al corazón-. ¿Me oyes? ¡Te -¡Más perro eres tú!
digo que esperes! -¡La Revolución ha dictado otra ley, buenas
Mas Goritsvit ni siquiera volvió la cabeza hacia gentes! -gritó Varchuk-. Esa ley dice que hay que
él. Iba por la tierra tranquilo, con paso igual, llevando repartir las tierras de los latifundios y del Estado,
mentalmente una cuenta en la que se sumaban la pero que no hay que tocar las nuestras. -Extrajo
alegría de sus paisanos, y su propia alegría, y las violentamente un periódico del bolsillo interior, lo
lágrimas derramadas por la mujer de Markó desplegó y lo agitó en el aire-. ¡Aquí está impresa la
Grigórovich. ley verdadera!
-¡Espera, Timofi! -la mano negra de Varchuk se -Pues léela -replicó Goritsvit con tranquilidad,
posó sobre la blanca sázhenka-. Tenemos que hablar aunque notó que se le oprimía el corazón pensando si
contigo. se habría publicado en los últimos periódicos alguna
-¿Por qué no descansas un poco después de lo que cosa nueva que él no conociese...
has corrido, Safrón? Estás que te ahogas. Y entonces Los mujiks formaron un oscuro círculo alrededor
hablaremos. -Timofi quitó imperiosamente de la de él y de Safrón, que se llevó respetuosamente el
sázhenka la mano del ricachón y continuó midiendo. periódico hasta los mismos bigotes y, después de
A su lado restalló un juramento. Larión reflexionar un poco, dijo:
Denisenko enarboló una tranca nudosa; pero Iván - Voy a leeros la ley del gobierno obrero y
Bóndar se la arrebató al instante y la arrojó al otro campesino referente a la tierra, del cinco de febrero
lado del camino. de 1920.
-¿Qué haces, hijo de perra? -se enfureció Larión. -¿Quién la ha firmado? -preguntó alguien.
-Quiero que vivas otro poquito. Sentiría que -Ha firmado esta ley Grigori Petrovski, presidente
saltara de tu cabezota lo que tienes en lugar de sesos. del Comité Revolucionario de Ucrania. ¿Reconocéis
-Lo que vas a sentir es que te saque yo las tripas - su firma? -La voz de Varchuk iba adquiriendo más
rugió Larión embistiendo hacia Iván con su cabeza fuerza.
peluda en forma de rueda. -¡Déjate de trinos, y lee! -le atajó enfadado
-¡Cierra la bocaza, Larión! Kúshnir, y se asomó al periódico por encima del
-¡Ándate con ojo si no quieres marcharte de aquí a hombro de Varchuk, no fuera a ser que el ricachón
estacazos! -gritaron alrededor, y varias manos retorciera a su manera lo que allí estaba escrito.
enarbolaron estacas y palos de los que, para las -¡Empiezo a leer la ley!
lindes, habían sido tallados a conciencia en maderas Varchuk adoptó una postura más cómoda y
de las más resistentes. carraspeó tapándose la boca con la manga.
Denisenko lanzó una significativa mirada en -"El gobierno obrero y campesino de Ucrania,
torno, y los labios, apenas visibles debajo de los restaurado gracias a la sangre del ejército obrero y
bigotes, se estremecieron en su rostro chafado: eran campesino ruso y ucraniano, al iniciar su labor
muy capaces de echarle a estacazos... estatal, considera deber suyo liberar definitivamente
Timofi llegó hasta el camino por la línea de las al campesino de Ucrania, liberarlo de una vez para
lindes, se detuvo y dijo a Yurkó: siempre del poder de los terratenientes, entregarle
-Apunta, hijo: ciento dos sazhens de largo. -Luego tierra y crear, con sus propias fuerzas, las
volviéndose a Varchuk, preguntó-: ¿Qué hay, Safrón condiciones necesarias para afirmar el poder del
Andréievich? ¿No se te ha pasado aún? ¿No te has trabajo sobre la tierra.
calmado? El gobierno obrero y campesino declara, para
Varchuk y los suyos se acercaron a Goritsvit hasta conocimiento de los obreros y los campesinos, y de
que su odio empedernido estuvo separado las autoridades, tanto civiles como militares de
únicamente por la virginal delicadeza de la blanca Ucrania:
sázhenka. Detrás estaban, alerta, Bóndar, Kúshnir, Primero: De ahora en adelante, en el territorio de
Sinitsa y Olexandr Pidoprigorá; Polikarp Serguienko Ucrania el derecho de usufructo de la tierra pertenece
60 Mijailo Stelmaj
únicamente a los trabajadores. sus vecinos y sobre todo a su familia fuera conocido
Segundo: Todas las actuales haciendas de en la aldea entera. En sus ojos, siempre iracundos,
trabajadores, que han pertenecido hasta ahora a los brilló por primera vez el miedo; luego asomaron las
campesinos que las cultivaban ellos mismos, a los lágrimas. Súbitamente vio, espantada, la impudicia
cosacos, a los antiguos campesinos del Estado, etc., de su carne que no podía ya disimular ni aun el más
continúan siendo invulnerables y también en el lujoso atuendo, porque lo que en una aldea conocen
futuro gozarán sus propietarios, libremente y sin unas cuantas personas pronto lo conocen todas. Con
limitaciones, de toda la tierra en las formas que la tal de que no se enterasen su marido y su hijo...
han gozado hasta hoy: hacienda individual, caserío, Aquella mañana desfiló ante los ojos de Timofi
hacienda común o parcial, etc..." más de un cuadro de alegría y de vileza humana y
-¡Eso es lo que dice la ley verdadera! -gritó más de una expresión de dicha y de ira. Sin embargo,
Denisenko-. Nadie tiene derecho a tocar nuestras todo lo malo se desprendía como se desprende el
haciendas individuales y nuestros caseríos. La de los barro de un cisne blanco y, en cambio, iba
terratenientes, sí, haced con ella lo que queráis. acopiándose en el corazón todo lo emocionante. Le
Y, de pronto, le atajó Goritsvit: entraban en el alma los apretones de las manos
-¡Míralos qué listos! Buen trabajo os habrá rugosas que habían anhelado la tierra durante toda su
costado encontrar alguna rendija por donde meter la vida, los ojos húmedos y los besos de los que
cabeza. ¿Os habéis creído que la ley se puede amañar recibían la tierra. Los campesinos pobres, las viudas
como se quiera? Ya no ocurre eso. ¡La ley de ahora y los huérfanos le decían hermosas palabras, le
no ha sido escrita para vosotros! -Nunca había deseaban salud y, por lo bajo, le invitaban a tomar un
hablado tanto delante de la gente, pero las palabras le trago por la noche.
salían ahora solas del pecho-. Estas argucias de -Como tuviera que beber con todos vosotros, me
Varchuk y de Denisenko nos deben importar menos estallaría la cabeza -rehusaba Timofi.
que un comino. La ley dice bien claramente que no -Al contrario, Timofi; con laque nosotros te
deben tocarse las haciendas de trabajadores. ofrecemos, no hará más que despejarse -le
-¿Y cómo son las nuestras? -exclamó Varchuk aseguraban los demás.
enfurecido. Y, de campo en campo, llevaba una bondadosa
-Las vuestras salen adelante a costa del sudor sonrisa, algo triste, asomada a los ojos y a los labios.
ajeno. Al mismo tiempo no hacía más que mirar con el
-¡Muy bien dicho, Timofi! Se habían creído que corazón palpitante si llegaba Svirid Miroshnichenko
nos iban a embaucar -intervino satisfecho Bóndar a medirle la tierra a él. Cierto que, alrededor del
mientras, para sus adentros, pensaba admirado: mediodía, su esperanza dichosa fue alterada
"¡Demonio de Goritsvit! ¡Por fin ha hablado! ¡Y muy momentáneamente por Suprún Fesiuk. Este
bien hablado!" aguardaba desde por la mañana a Goritsvit y a la
En el campo se formó un gran alboroto. Los gente en su campo. Suprún no lanzó ninguna
kulaks insistían en lo suyo y los campesinos pobres amenaza ni ningún insulto y únicamente permaneció
en lo contrario, sin que nadie escuchase lo que decían como petrificado en su linde. Y cuando Goritsvit
los demás y amenazándose todos: Entre tanto, Timofi pasó de largo con la sázhenka, Suprún se tambaleó de
hizo dar media vuelta a su sázhenka y se puso a pronto, desplomóse en la linde y allí se puso a llorar,
medir la anchura del campo como si lo que ocurría sacudido por un temblor nervioso.
no tuviese nada que ver con él. Al poco rato, -¡Mi tierra, mi tierra! -repetía y, lo mismo que un
perseguidos por las risas y los silbidos, los kulaks ciego, la palpaba con las manos, arrancando puñados
salieron juntos al camino y se dirigieron hacia la que metía en los bolsillos de su chaqueta, con hierbas
aldea de donde acudían sus mujeres entre y todo.
lamentaciones e insultos. Con una mueca, Varchuk Timofi sintió compasión de él. Se acercó, le
intentó detenerlas. ayudó a levantarse, recogió el gorro que había dejado
-No hay nada que hacer. Más vale que volváis caer y sacudió la cabeza.
grupas. -No te pongas así, Suprún. Más que tú han pasado
-¡Déjame por lo menos que arranque los ojos a los otros, más que tú han sufrido.
ese Goritsvit! -dijo Nastia Denisenko con los ojos -¡Pero mi tierra, mi tierra! -balbucía Suprún,
desorbitados de rabia y tanta ira, que todos pensaron conservando un puñado de polvo negro entre los
que no se detendría ante nada. dedos febrilmente crispados.
Pero las mujeres de los campesinos pobres -No tiene más valor que los hombres -contestó
aplacaron enseguida el belicoso ardor de Nastia. Con Timofi-. Tú eres un hombre capaz de comprender las
toda su llaneza aldeana la llamaron perra y le cosas.
nombraron a sus amantes. De manera que Nastia En silencio, la gente pasó de largo delante de
huyó de allí: nunca le había pasado por la Suprún, que permaneció solitario en la linde arañada
imaginación que lo que con tanto cuidado ocultaba a por sus dedos.
Que no vierta la sangre 61
Si Suprún Fesiuk había causado cierta emoción a se arrastraba una avispa soñolienta.
Timofi, en cambio les hizo reír a todos Vasil Karpets, -Ahora no puedo hacerlo de ninguna manera -
hombre bigotudo, tan entendido en caballos como un contestaba Sichkar, que se había vuelto más
gitano. Era tal su impaciencia por recibir su parcela, precavido desde aquella noche-. Hay que esperar a
que estaba con su mujer desde la víspera en las mañana.
tierras de Sozonenko. El matrimonio pasó una noche -¿Pero qué te importa hacerlo hoyo mañana, Iván?
de frío espantoso en el carro y, cuando amaneció, Un día tiene ahora más valor que un año.
Karpets dijo que no había por qué perder tiempo - Me importa mucho. Mañana, como tengo que
inútilmente y se puso a arar después de calcular a ojo volver a la cárcel, nadie sospechará de mí.
lo que podía ser media desiatina. Su mujer quiso - Bueno, pues esperaremos -aceptó de mal grado
disuadirle; pero él le dijo que era una estúpida y la Varchuk, y pegó a la flor tal puntapié, que la avispa
amenazó con romperle la vara del látigo en las cayó al suelo.
costillas, en vista de lo cual Mokrina, acostumbrada Hundió al insecto en la tierra blanda con la punta
ya a las voces de su marido, empuñó el látigo, atizó de la bota observando de reojo cómo trataba de
con él primero a Vasil y luego arreó a los caballos. liberar su pobre cuerpo agitando las alas mutiladas.
La jugosa tierra negra se despedazaba, cortada por -¿No es el cachorro de Timofi el que viene por
la reja, las raíces eran partidas con suavidad, y el ahí? -preguntó Sichkar, y Varchuk apartó los ojos de
rostro de bigotes cobrizos de Karpets resplandecía de la avispa.
dicha. Inclinado sobre el arado, veía únicamente los A campo traviesa, con el mismo andar posado que
cuartos traseros de los caballos y la tierra. Cuando su padre, llegaba Dmitró. Pendían de su mano,
una pella había quedado levantada, ponía bailoteando, dos pucherillos en un hato. Se conoce
cuidadosamente el pie encima para que la tierra no que el muchacho le llevaba el almuerzo al padre.
sintiera dolor. -¿El de Timofi? -repitió Sichkar.
Karpets no volvió a decir una sola palabrota a su -¿No lo ves? ¡Si es el padre clavado!
mujer. Únicamente le gritaba de vez en cuando para Sichkar salió al encuentro de Dmitró plantándose
que arreara al caballo; pero no al suyo, sino al en el camino con las piernas muy separadas.
prestado. Cuando llegaron al sitio donde Vasil había -¿A dónde vas, renacuajo? -El labio de Sichkar se
colocado la linde a ojo, le acometió la duda de si no adelantó, brillante como si le hubieran frotado con
sería aquello menos de media desiatina. Volvió a tocino, y debajo de sus orejas se marcaron unos
medirlo a grandes zancadas y, ya persuadido de que bultos-. ¿Piensas que tu padre se va a morir si no
se había quedado corto, continuó en línea recta con el come hasta la noche?
arado, aunque su mujer trató de disuadirle. Al llegar El muchachuelo lanzó una mirada hostil al
al campo con la gente que le acompañaba, Gontsvit ricachón, pero no profirió ni una palabra.
dijo enseguida que Karpets había medido demasiado. Únicamente pudo advertirse cómo se contraía todo su
Y así era. Esta circunstancia sacó de quicio al cuerpo.
labrador. -Déjame ver por lo menos de que se mantienen
-¡Tantos surcos como le tengo labrados a ese los bandoleros -prosiguió Sichkar inclinándose sobre
maldito Sozonenko, que así arda vivo, y hasta hoy ha el hatillo de la comida con el propósito de arrebatarlo
salido ganando! Pues ahora le denuncio, y que me de manos de Dmitró.
pague lo que le he arado. -¡Quite usted de ahí! ¡Y vaya usted a oler en los
-Entonces, Vasil, más vale que le ares todo el pucheros de su casa! -Dmitró se pasó el hatillo a la
campo y le denuncies después -sugirió Stepán otra mano y se apartó un poco, sin quitar del ricachón
Kúshnir con aire ingenuo, suscitando una carcajada a su mirada alerta.
su alrededor. Incluso Mokrina Karpets se ahogaba de -¿Has visto qué descarado? -lanzó Sichkar a
risa por mucho que su marido adelantara con aire Varchuk-. En nuestros tiempos, por una cosa así, nos
feroz el labio inferior, taraceado de finas arrugas. agarraban de los pelos de esta manera -añadió de
Aparte de la gente, confabulándose, andaban pronto adelantando su gruesa mano hacia la cabeza
Safrón Varchuk e Iván Sichkar. Como podían fiarse de Dmitró.
plenamente el uno del otro, se descubrían todo el -¡Que se quite de ahí! -Dmitró ladeó la cabeza,
abismo de sus almas, en cuyo fondo no se pálido de la tensión y del agravio.
arremolinaba aquel día más que la rabia. De todas Mas Sichkar empuñó los cabellos rizosos del
formas, llegaron a la conclusión de que no les muchacho, le tiró de un mechón y se echó a reír.
convenía mancharse ellos mismos las manos con un - Así es como nos enseñaban a nosotros... -dijo, y
asesinato: un Fesiuk cualquiera era capaz de se atragantó sin comprender lo que le había ocurrido.
traicionarles. Dando un paso atrás, Dmitró había descargado
-Este es el mejor momento para recurrir al batka sobre la cabeza de Sichkar los pucheros con tanta
Galchevski -decía Varchuk mirando fuerza que los tibios cascotes cayeron por el suelo y
melancólicamente a una florecilla blanca por la que la sopa y la papilla de leche fluyeron por las mejillas
62 Mijailo Stelmaj
Miroshnichenko? -Y, sin aguardar la respuesta, -Y los que engendran a los bandidos, los atamanes
espetó otra pregunta-: ¿Han repartido ya la tierra en y los batkas -se revolvió Kulnitski.
Novobúgovka? -Pues más engendrarán si les quita usted la tierra.
La pregunta le sentó a Miroshnichenko como un No hurgue en las heridas tan dolorosas de la aldea
jarro de agua hirviendo. ¿Qué se ocultaría detrás de porque no sirve de médico para ellas. -En los ojos
ella? ¿Una reprimenda por falta de rapidez o algo grises de Miroshnichenko se oscurecieron las gotas
peor? Con el rabillo del ojo dijo "ayúdame" a azules como de mar.
Rudenko, que estaba precisamente detrás de -Así es como piensa un comunista -profirió
Kulnitski. Kulnitski bajando siniestramente la voz-. ¡Nos
El vicepresidente, amigo de Miroshnichenko promete que habrá mayor número de bandas! ¿No
desde su época de guerrillero, bajó ligeramente los será que echa de menos el cargo de atamán?
párpados sobre los ojos y agachó la cabeza. No hizo Miroshnichenko tenía lívidos los labios. Si
falta más. Kulnitski pronunciaba una palabra más, no sabía lo
-La hemos repartido -contestó resueltamente que era capaz de hacer. Quiza le tirase por la
Miroshnichenko, y Rudenko lanzó un suspiro de ventana... El profundo silencio fue roto por la voz
alivio. descontenta de Rudenko:
-¿Cómo les ha dado tiempo? -los labios de -¡Va usted demasiado lejos, camarada Kulnitskil
Kulnitski se contrajeron sarcásticamente. ¿No conoce usted a Miroshnichenko? ¿Cómo se
-Pues levantándonos temprano y acostándonos puede jugar con semejantes palabras?
tarde. Algunos han arado ya y hay quien ha sembrado Una oleada de sangre afluyó al rostro de
incluso -prosiguió muy serio Miroshnichenko. Kulnitski, pero se contuvo viendo él mismo que
Las chispas picarescas de los ojos de Rudenko había ido demasiado lejos. Y, ya con más calma, dijo
parecieron dispersarse por sus pestañas. a Miroshnichenko:
Kulnitski tamborileó nerviosamente sobre la -No me ha comprendido usted. Necesitamos la
mesa, reflexionando en algo y luego pegó un golpe tierra para la causa común, para el sovjós de
resuelto con los nudillos en el tablero. Liubarski. Hay que ayudarle.
-Camarada Miroshnichenko, necesitamos quitar a Svirid Yákovlevich exhaló un suspiro de alivio y
su aldea seiscientas desiatinas. ¿Qué le parece? estuvo a punto de sonreír: se le había quitado un
Svirid Yákovlevich notó que se le nublaba la vista enorme peso de encima.
y un espasmo doloroso le contraía la garganta. -Al sovjós de Liubarski no podemos darle ni una
Mentalmente vio toda la tierra de su aldea y sintió desiatina. Todo lo que se refiere a los sovjoses está
tanta pena de desprenderse de ella como si hubiera dicho en una resolución del Comité Revolucionario
sido suya propia. Por un instante acudió a su de Ucrania, y no tenemos el propósito de infringirlo.
imaginación la idea de que la misma pena le daba a -¡Pero hay que ayudar a los de Liubarski! Una
Fesiuk desprenderse de sus desiatinas; pero es que ayuda no puede ser una infracción a lo que ha
Fesiuk no pensaba más que en sí mismo, mientras el dispuesto el Comité Revolucionario. Ellos dicen que
pensaba en centenares de personas. Veían en la tierra la tierra de ustedes es mejor.
la salvación que, de un plumazo, podía arrebatarles -Es tierra negra idéntica a la de ellos. Pero,
aquel presuntuoso forrado de piel. conforme están trabajando ahora los de Liubarski, de
-¿Quitarnos seiscientas desiatinas? -repitió nada puede servirles ni la mejor tierra del mundo. Lo
Miroshnichenko notando que cambiaba el timbre de que les tienen ustedes que cambiar no es la tierra,
su voz-. ¡Si es la mitad de la tierra que le ha dado a la sino los métodos -objetó fogosamente Svirid
aldea la Revolución! Yákovlevich.
-Y también en nombre de la Revolución se la -¿Y en qué le parecen a usted mal esos métodos? -
quitamos -replicó Kulnitski adelantando una de sus inquirió Kulnitski, y a sus ojos saltones asomó una
largas piernas. expresión de maldad.
-¿Y se ha parado usted a pensar lo que dirán de la -En muchas cosas. Los que dirigen el sovjós no
Revolución los campesinos? -Miroshnichenko se son hombres del campo, sino veraneantes.
pasó una mano por los ojos para apartar el velo que -¡Son comunistas, camarada Miroshnichenko! -le
los cegaba-. Dirán que con una mano da y con la otra atajó Kulnitski.
lo quita. -En algún sitio puede que sean comunistas; pero,
-A mí, camarada Miroshnichenko, no me interesa para los campesinos, son unos extraños. ¿Dónde se
lo que puedan decir los elementos pequeñoburgueses. ha visto que, durante la siega, cuando cada día puede
Los destinos del futuro no dependen de ellos. dar de comer para un año entero, se trabajen ocho
-¡Cuidado con las expresiones, camarada horas?
Kulnitski! -estalló Miroshnichenko-. Esos elementos -Es la norma del obrero industrial.
pequeñoburgueses son los que le dan a usted el pan y -Pues por culpa de esa norma se les ha desgranado
los que defienden el grano con su sangre. el trigo sin segar y por culpa de esa norma tienden
64 Mijailo Stelmaj
ahora la mano al Estado diciendo: "¡Una limosnita agitarse en una sonrisa bondadosa.
para cubrir nuestras necesidades!". Y eso cuando son -¡Ya lo creo! -suspiró Miroshnichenko-. En
ellos los que debían ayudar al Estado. ¡Quia! Para un cuanto se ha puesto Kulnitski a hablar de la tierra,
sovjós así no doy yo nada, y mucho menos tierra... parecía como si no quisiera quitarme desiatinas, sino
-¡Usted no tiene ni la menor idea de lo que es una arrancarme el corazón del pecho.
gran hacienda! Si conseguimos cubrir todo el Estado -Por algo se dice que nuestro mujik tiene en el
de sovjoses y agruparlos en gigantescos trusts, pecho a un lado el corazón y al otro un puñado de
lograremos emanciparnos económicamente del tierra.
pequeño propietario. ¡Ese es el objetivo hacia el que -Lo del puñado de tierra no sé si será verdad, pero
deben tender nuestros esfuerzos! -concluyó lo cierto es que nos corre por la sangre, Iván. ¿No lo
briosamente KuInitski. notas tú mismo?
-En esa emancipación suya puedo enredarme yo -Claro que sí, Svirid -corroboró Rudenko y
lo mismo que en la hojarasca de un sandiar -profirió continuó, divertido por alguna cosa que había
Miroshnichenko con ironía apenas disimulada-. Yo recordado de pronto-. Por poco se me olvida decirte
no sé más que una cosa: que ahora no son los trusts, una cosa. En el distrito se ha encontrado una
sino el campesino quien debe recibir su parcela. En tienducha clandestina. Y, a fin de no dejar mal a
cuanto se mate en el labrador la esperanza secular de cierto presidente del Comité de los campesinos
tener tierra, se pondrá a mirar a los trusts como pobres, hemos destinado quinientas arshines de tela
explotadores. para vuestra escuela.
-Usted no es un comunista, ¡usted es un pingajo! - -¡Gracias, Iván! -Miroshnichenko miraba
dejó escapar Kulnitski, y se dirigió imponente a la conmovido a su amigo-. Ahora no se desmoronará ya
puerta, todo enfundado en cuero. nuestra escuela.
-¡Y usted no es más que una chaqueta de cuero! – -¿Y lanzarás algún otro rumor? -preguntó riendo
gritó Miroshnichenko a su espalda. Rudenko.
Tenía por costumbre llevar todas las cosas hasta el -Ni pensarlo. Si este año se da a los campesinos
fin, incluso los altercados. tela para que les hagan algo a los chicos, todos
-¡Algún día se acordará usted de esta quedarán persuadidos de que el poder les dará botas
conversación! -lanzó Kulnitski desde el umbral-. Aún al año que viene. Al campesino Iván, hay que
hablaremos de otra manera. comprenderle. No basta con insultarle, hay que tener
-Es muy posible -contestó Miroshnichenko. compasión de él.
Cuando no quedaron en el cuarto más que -Yo procuro entenderle, Svirid, procuro -suspiró
Rudenko y él, Svirid Yákovlevich abrió la ventana.... Rudenko con fingido pesar, y los dos amigos se
-¡Vaya humareda! Aquí se puede uno ahogar. - echaron a reír. Les daba pena separarse, pero a los
Con una mueca de asco se quitaba de encima el dos les llamaba la tierra.
desagradable regusto de la porfía que había tenido Al poco tiempo, Zamriborsch llevaba a toda
con Kulnitski. velocidad a Miroshnichenko hacia la aldea. Pero, al
-¿Cómo te has desatado hoy de esa manera, llegar al robledal, la motocicleta se puso a estornudar
Svirid? -preguntó Rudenko guiñando los ojos. tristemente, a resoplar y a pegar botes como un
-¡Pero si es que estos presumidos de las chaquetas saltamontes, hasta que se detuvo.
de cuero están echando a perder las cosas más -Estire usted un poco las piernas, Svirid
sagradas! -contestó Svirid Yákovlevich todavía Yákovlevich, mientras veo lo que le ocurre a este
agitado-. Se han creído que la Revolución no es más trasto -dijo Zamriborsch apeándose del sillín
que tiroteos y mítines, bellas promesas y reuniones. combado.
-No sé lo que pensará Kulnitski, pero te has Llevó la motocicleta hasta la cuneta del camino, y
ganado un buen enemigo. No te envidio. Miroshnichenko se dirigió hacia el lindero,
-¡Anda y que se lo lleve el demonio! Déjame otra desbaratando con la punta de la bota el anillo
vez la motocicleta, y me voy a toda prisa a repartir la embrujado de unas setas de fino tallo. Hasta poco
tierra. tiempo atrás había considerado que aquellas setas
-Bueno, Svirid, márchate y termina la cosa cuanto eran venenosas; pero luego se enteró, estando de
antes... Si no, como os caiga encima la plaga de guerrillero en los bosques, que eran comestibles y
Kulnitski, se acabó todo, y vas a quedar como un que su salsa resultaba sabrosísima e incluso tenía un
embustero redomado. ligero gusto a ajo.
-Con tal de que no venga hasta pasado mañana... - Pasado el lindero alzábanse unos magníficos
dijo Miroshnichenko estrechando con fuerza la mano robles seculares, y los retazos de cielo se incrustaban
de Rudenko. en ellos como los azules manantiales en la tierra
-Bueno, ¿y sigue muy arraigado en ti el elemento verde. Aquí y allá, en aquel azul de septiembre,
pequeñoburgués? -inquirió Rudenko, y las ligeras destacaban como campanillas repujadas los racimos
pecas que rodeaban su nariz recta volvieron a de bellotas y resaltaba la silueta de un ave. Dos
Que no vierta la sangre 65
los tres, atraviesan el patio y, pasado el portón, se junto a un árbol para que no desbordaran sus
besan por tres veces. sentimientos, para divisar más claramente la figura
Danilo había cruzado ya la presa, cuando oyó a su que vislumbraba a lo lejos, la figura que había
espalda ruido de pisadas infantiles. llevado como una reliquia a través del dolor de la
-Tío Danilo -dijo Vasilinka, que llegaba corriendo separación.
con un zurrón-: llévese este poco de pescado para su Sabía que no hay muchas familias
casa. -Y le entregó el zurrón de lienzo del que verdaderamente felices. Incluso los que se han
todavía chorreaba el agua. Dentro se agitaban los casado por amor van desgranándolo en los surcos
peces recién pescados. prosaicos de la vida cotidiana y, al cabo de un par de
Danilo notó que se le oprimía el corazón: no había años, no piensan ya en un paraíso apacible, sino que
traído nada a la niña, y ella le hacía un regalo. tiran del chirriante yugo conyugal. La familia suya,
-Gracias, Vasilinka, pero no me hace falta... en cambio, había nacido como una hermosa canción.
-¿Porqué no? -sorprendióse la niña-. Si es Al principio tenía mucho miedo a que la sombra de
fresquísima, todavía está vivo. Son todos carasios Nechuivíter entenebreciese su dicha. Le atormentaba
como de oro. la idea de que aquella muchacha había conocido ya
-¿Nada más que carasios? -repitió Danilo. las caricias y el sabor de los besos de otro y quizá
La niña asintió con la cabeza. algo más. Vanos temores. Lo que unía a Galia y
-En otoño, cuando el cielo está estrellado, se Nechuivíter era una amistad. Lo que la unía a él era
pescan muy bien si se mete un poco de orujo en el el amor. Se había casado con una linda muchacha de
garlito. espléndidas trenzas doradas que junto a él se había
-Bueno, ¿sabes lo que vamos a hacer con ellos? - convertido en una hermosa mujer: su rostro casi
preguntó Danilo acercándose a un arce que inclinaba infantil floreció enseguida, la silueta menuda y frágil
todo su tronco sobre el agua. se desarrolló y más de una vez había escupido de
-No lo sé. rabia cuando algún alocado se fijaba excesivamente
-Pues vamos a echarlos otra vez al agua. Que en su mujer.
guarden un buen recuerdo de nosotros. "Así te quedes tuerto", repetía tres veces
-¡Pero si ellos no pueden tener recuerdos! -objetó mentalmente porque, aunque maestro, aún vivían en
la niña riendo. su interior los prejuicios campesinos. Muchas veces
- Estoy seguro de que sí pueden: al fin y al cabo, se desesperaba por no poderla llevar bien vestida,
mejor tienen que encontrarse en el agua que en la pero Galia le consolaba diciendo que algún día
sartén. tendrían de todo. ¿En qué fundaba sus esperanzas?
Con mucho cuidado, bajaron desde la orilla al Desde luego, no era en el sueldo de ellos, sino en el
entarimado sobre el que inclinaba el sauce sus ramas porvenir que le había prometido Nechuivíter. Danilo
y extrajeron el primer carasio del zurrón. En la mano no podía prometerle ni aun eso.
parecía efectivamente un trozo de oro opaco. Sus ¿Cómo le acogería ahora Galia? ¿Qué habría
flancos se agitaban penosamente. quedado de su amor? ¿Y si no quedaba más que la
Danilo lo soltó en el estanque. En el primer amargura? Porque Danilo le había cortado todas las
momento el pez se quedó inmóvil, luego se salidas... Una angustia sobrehumana penetraba en su
estremeció y desapareció en la profundidad del agua. alma. Y es que, para él, su mujer era la vida entera.
Cuando hubieron soltado a todos los carasios, Danilo Ya se convierten los bosques en islas de árboles y
le devolvió el zurrón a su sobrina. La niña le miró sotos. Delante, a la luz de la luna que acaba de salir,
con asombro y de pronto le preguntó: se dibujan las siluetas negras de los edificios. Danilo
-Tío Danilo, dígame usted una cosa, pero de bordea un sector de tala y, desde allí, por los huertos,
verdad: ¿por qué le ha dado pena de los carasios? llega al centro del poblado.
Y Danilo contestó con labios trémulos, no sabía si En un pasadizo que da a una calle ve una cruz de
suspirando o riendo: roble semejante a los brazos extendidos de un
-Pues mira, Vasilinka, porque tu tío también se gigante. Sobre sus hombros de madera pone una
parece ahora a un carasio metido en un zurrón. melancólica mancha una toalla campesina bordada.
-¡Qué cosas se le ocurren! -rió la chiquilla Otra cruz y otra toalla iguales se ven en otra calle. Y
estrechándose contra él con todo su cuerpecito. otra más junto a una casa dormida. ¡Si resulta que
Aquella risa hizo acudir las lágrimas a los ojos de todo está rodeado de cruces! Esta primavera, cuando
Danilo. Abrazó a la niña, se despidió de ella y el tifus segaba implacablemente las vidas sin reparar
dirigióse casi a la carrera hacia el robledal. En el en edades, la aldea había erigido cruces para rogar a
lindero fue acogido por el silencio y por el llanto del Dios que la protegiera de aquella plaga. Y ahora
rocío. En el cielo, oscuro como un campo de tierras continuaban en todas las encrucijadas, al lado de
negras, refulgía la constelación de Orión recordando todos los pozos, estos testigos de madera de la
con su resplandor que la mayor sabiduría humana es impotencia y del sufrimiento humanos.
arar la tierra... De vez en cuando Danilo se detenía Después de pasar por un huerto, atraviesa la calle
Que no vierta la sangre 67
que le había regañado diciéndole que se debía tratar -Es que no se puede aguardar más. ¿De dónde
con respeto a los mayores y que la madre no había vamos a sacar un caballo? Porque el nuestro no se
estado guisando para que él restregase la comida por sostiene.
la cabeza de nadie. Dmitró quiso acercarse una vez -Tendremos que pedírselo al abuelo y al hermano
más a la aldea y traer otra cosa que comer, pero el de Miroshnichenko también. Procura mañana no
padre no lo consintió. perder el día si no quieres que el viejo Gorenko te
-Nunca en la vida me han traído dos veces el mida las costillas con un arshín.
almuerzo -dijo, provocando las risas de los -Es muy capaz -sonrió Dmitró-. Siempre tiene el
campesinos. arshín a mano. Bueno, pero por lo menos me
Entonces Vasil Karpets se abalanzó a su carro y acercaré al atardecer.
volvió al poco trayendo vodka y una rebanada de pan -Si es al atardecer, de acuerdo. -El padre posó su
de cebada, brillante de tanto ajo como había mano cansada sobre los hombros huesudos del hijo-.
restregado encima. Oye, Stepán, ¿cómo no he visto en el campo a Olga
-Bebe un trago, Timofi, para que te anden los pies la de Vasil?
solos por la tierra. -Vasil había olvidado ya que -Es verdad que no estaba -contestó Kúshnir, que
tendría que entablar querella con Sozonenko y los iba delante, desgarrando la niebla greñuda con su
efectos de la bebida se dejaban sentir no sólo en sus recio cuerpo.
piernas, sino también en el ancho rostro atravesado -¿Se habrá puesto mala?
por la herradura de los bigotes cobrizos. -No lo sé.
-Cuando estoy haciendo algo, no bebo, Vasil - -Pues acércate a enterarte.
profirió Timofi rechazando el jarro-. A la bebida, le -Bueno -accedió Kúshnir después de una breve
gustan las horas de ocio. vacilación.
Pero Vasil no se turbó lo más mínimo, y objetó Por primera vez en la semana pensaba visitar
solemnemente: aquel día a Yulka Shapoval, muchacha de lengua
-Por la Revolución, Timofi, se puede beber mordaz, que más llamaba la atención por el cuerpo
aunque esté uno haciendo algo, y más aún si se está que por la cara. Bajo los pliegues de su humilde
haciendo una cosa tan sagrada como lo que haces tú vestido se adivinaban los envidiables atractivos de la
hoy. juventud, y sus senos, de neto contorno, ansiaban ya
Timofi clavó entonces la sázhenka en la tierra, la maternidad. Stepán, que no se mostraba nunca
tomó el jarro y el pan, y miró a los que le rodeaban. muy cohibido en compañía de las muchachas, había
-¡Por la Revolución! pensado quizá por primera vez en su vida estando
-Así sea. con Yulka en que también era hora de que tuviera él
-¡Dios lo quiera! -dijeron varias voces a su mujer e hijos. La hija del herrero le seducía por sus
alrededor. encantos; pero nunca le había permitido ni adelantar
El jarro pasó de mano en mano, y los hombres la mano hacia sus senos: le pegaba en los dedos con
bebieron solemnemente por la Revolución, de pie en fuerza digna de un hombre. ¿Cómo tendría tanta
el campo, porque ella les había dado aquel campo. fuerza? Incluso llegó a preguntárselo a ella, y la
Las nubes ígneas se habían cubierto ya de un velo muchacha contestó sonriendo:
ceniciento y se fundían con la oscuridad en el -Pues te pego con cuidado, no poniendo casi
poniente, cuando Timofi, su hijo y Kúshnir fuerza.
regresaban hacia la aldea. La vaguada estaba más -¿Lo dices por presumir?
oscura: la niebla se alzaba aquí de puntillas para -Al contrario, me quedo corta -replicó suspirando.
luego tenderse suavemente sobre la tierra haciendo A fin de entablar mayor conocimiento con su
susurrar los salces. Timofi echó un brazo sobre los familia, Stepán fue a ver al padre de Yulka, un
hombros de su hijo, que se pegó al padre, como solía herrero aún no viejo, para que le pusiera una llanta a
hacer de niño. Y tanto el padre como el hijo sentíanse una rueda. Mientras el hierro se calentaba sobre las
felices de marchar así, silenciosos, fijándose en los brasas, Shapoval salió al huerto a llamar a su hija.
confusos contornos de los árboles que se asomaban al Yulka llegó presurosa y, al ver a Stepán, se quedó
riachuelo y prestando oído a la canción que partía de cohibida. El padre colocó la llanta sobre el yunque y
la última casa. le dio a Stepán las tenazas para que la sujetara. Yulka
-¿Cómo has dejado hoy la carpintería? -preguntó empuñó un martillo y pegó contra el hierro. Antes de
Timofi después que cruzaron el río. que pudiese Stepán volver de su asombro, el padre y
-Porque no podía trabajar -suspiró el hijo-. la hija le habían forjado la llanta y se la habían
Además, ¿ha trabajado hoy alguien en la aldea? puesto en la rueda. Sólo entonces comprendió que,
-¿Te tiraba la tierra? efectivamente, Yulka le pegaba con cuidado. Y se
-Claro. Pensaba que también hoy a nosotros nos dijo pesaroso: "Cualquiera hace valer sus derechos
darían la parcela. con una mujer así..."
-Aguarda otro poco. Stepán llegó a su casa después de despedirse de
Que no vierta la sangre 69
los Goritsvit, se lavó en el canalón del pozo, se fulgores de luna que hay en sus ojos.
cambió de ropa y sólo entonces fue a ver a Olga. -Es cierto, tienes razón: la tierra no puede
Sobre los huertos se había levantado ya la luna y, devolver a los muertos -la voz de Kúshnir va
a su luz, alguien afilaba una guadaña, disponiéndose haciéndose más persuasiva-. Pero tampoco tú puedes
sin duda a segar el mijo o el alforfón tardío. En las pasar sin tierra. La tierra es una gran cosa.
casas, aquí y allá, iban apagando los candiles y el -Pues quédatela tú, que no lo sentiré.
silencio nocturno invadía los patios. Stepán llegó al La viuda retrocede hacia el fondo del zaguán y
portón de los Pidoprigorá y se detuvo indeciso: desaparece al cerrarse la puerta interior.
¿entraba o no entraba? Temía el canto de la vieja Sobrecogido, Stepán se queda un instante en el
Bogdánija y las lágrimas de Olga. No obstante, acabó umbral, viendo todavía la silueta de la mujer que ha
por abrir el portón y entrar en el patio. Junto al desaparecido. Y entonces recuerda que quería visitar
cobertizo, a la fría luz de la luna, una gavilla trillada a Yulka. Pero los encantos de la muchacha, sin que
lanzaba reflejos opacos. La brisa agitaba de vez en pudiera decir por qué, han perdido mucho de su
cuando una brizna de paja que producía el mismo brillo. Pensativo, con la cabeza baja, se aleja de la
sonido que una flauta. terracilla.
En la casa había luz todavía, aunque la puerta Cerca del cobertizo algo susurra dulcemente y le
estaba cerrada con cerrojo. Empuñó el llamador y, al parece oír suspirar a Olga. Vuelve la cabeza: no hay
poco rato, salió Olga a la terracilla, semejante a una nadie en ninguna parte. Solamente la gavilla trillada
monja. En la cara blanca y enflaquecida destacaban lanza su reflejo de oro verdoso y el viento estremece
netamente las cejas negras y los ojos quietos estaban las briznas de paja, tañendo una flauta invisible.
rodeados de ojeras oscuras. La mujer no se
sorprendió ni preguntó nada, y únicamente en su XIX
barbilla se estremeció el hoyuelo. Y Stepán se dio La cabeza de distrito arranca, al norte, de unos
cuenta enseguida de la gran distancia que había profundos barrancos que llegan en quebrados
puesto entre ellos el luto. Notó remordimientos de pliegues hasta la misma carretera y sobre los cuales
conciencia: ¿cómo había podido estar pensando poco se alzan los chepudos contrafuertes de piedra. La
antes en retozos amorosos? Y, al principio, no pudo parte de arriba, detrás de los barrancos, es un austero
llamarla como la llamaba antes. campo sembrado de riscos grises que hace pensar en
-Olga Víktorovna, ¿cómo no ha venido usted...? un cementerio de gigantes en el que emergieran
Los ojos quietos de Olga se ensanchan y sus cejas cráneos y esqueletos. Pero, inmediatamente después
se quiebran dolorosamente, se enarcan. Stepán siente del camino, la tierra extiende su lisa capa negra bajo
vergüenza. el manto azul del cielo, desprendiéndose de manera
-Olga -se corrige-, ¿por qué no has venido al mágica de la pétrea austeridad añosa que ha dejado a
campo? su espalda.
-¿Al campo? ¿Para qué? -Y sus ojos se llenan de Antes, cuando no había estallado la guerra, unos
pronto de resplandor lunar. tallistas en harapos arrancaban la piedra a los
-¿Cómo que para qué? -exclama sorprendido barrancos para hacer casas a los vivos y cruces a los
Stepán-. Para recibir la tierra. muertos. Ahora se ha formado aquí, una vez por
-¿La tierra? -repite Olga con voz extraña que, aun semana, algo como un mercado. Bajo el cariñoso sol
en estos momentos de horrible angustia, sigue siendo dormitan tristemente los caballos cansados y chillan
melodiosa y cantarina-. No necesito tierra... Ella es la enloquecidos los lechones que han ido a parar, del
que me ha quitado a mi Vasil... Ya no quiero nada aire libre y del lodo, a la oscuridad de los sacos. No
más... -Olga se sostiene con las manos en el quicio de se negocia con gran animación. Por bajo cuerda se
la puerta y aspira el aire con la boca. puede conseguir no solamente la ropa más
Stepán sujeta a la viuda para que no se caiga. Y la extraordinaria, fruto del robo, sino incluso pantocrina
única lágrima minúscula que se desprende de sus en píldoras y ametralladoras.
ojos parece abrasarle los dedos. Cuando se acercan al barranco donde ya rebulle el
-Olga, no llores -trata de consolarla, notando mercado, Olexandr detiene a Danilo por la mano.
cómo se estremecen sus hombros. -Vamos a ver lo que hay en ese barullo -propone
-Márchate, Stepán, márchate y no me hagas sufrir señalando al fondo del barranco con un movimiento
más -acaba por decir Olga, cegándole con la luz de de cabeza.
sus ojos arrasados en lágrimas y con la expresión de -¿Para qué? -se sorprende Danilo.
dolor de su rostro atormentado. Todo el camino ha venido dándole vueltas a sus
-Pero, ¿y la tierra, Olga? -insiste todavía Stepán, tristes pensamientos y tratando de vislumbrar lo que
tratando de atraer sus pensamientos hacia lo que más ha de ocurrir, aunque sólo sea al día siguiente. En sus
valor tiene en la vida del campesino. mejillas arden todavía los besos, y las lágrimas de su
-No me devolverá a Vasil -contesta la viuda, mujer y en sus oídos resuena el balbuceo del hijo.
extinguiendo bajo las pestañas las lágrimas y los Antes de ponerse en camino se sentaron Galia y él en
70 Mijailo Stelmaj
los peldaños de piedra de la terracilla y llegaron a la dedo índice como quien oprime un gatillo-, yo te
conclusión de que más valía no ocultar nada a las traigo a ti unas botas que te durarán más de diez
nuevas autoridades. años.
-Mirón y yo queremos comprarte unas botas. Para Danilo se quedó lívido, ¿qué sería aquello? ¿Una
el que trabaja en el campo eso es lo principal. provocación o efectivamente un negocio bandidesco?
-Sí, porque con éstas no vas a ir muy lejos - Se acercó a sus hermanos, los alejó del zapatero, y
corrobora Mirón, señalando con el dedo las los tres se dirigieron rápidamente hacia el Comité
miserables y remendadas botas del hermano. Ejecutivo. Una vez allí, Olexandr le entregó a Danilo
-Bueno, si tenéis dinero, acepto -contesta Danilo-. un zurrón con algo de comida y las pistolas, y le
Quizá pueda yo también ayudaros algún día. -En el sacudió por los hombros como diciéndole "Nada,
fondo del alma, se siente feliz de andar libre por lo hombre, no tengas miedo". Mirón le bendijo.
menos otra media hora, de alejar el minuto espantoso Cuando llegó al último peldaño, Danilo volvió
de verse frente a frente con el comisario militar y la otra vez la cabeza y quiso sonreír a sus hermanos,
Cheka. pero sus labios se estremecieron dolorosamente y,
Los hermanos descendieron al barranco por un entornando los ojos, atravesó el gastado umbral como
sendero pedregoso. Negociantes que infundían si hubiera cruzado un precipicio. En sentido contrario
sospechas pululaban por entre la gente y el ganado, llegaba despacio una muchacha muy joven, con el
mirándolos a ellos, deslizando precipitadamente en pelo corto y un lazo rojo sobre el pecho. Traía unos
los oídos palabras resbaladizas y dejando asomar papeles en la mano, tarareaba algo y todo su aire
algo de las mercancías que llevaban ocultas. despreocupado decía que había encontrado su lugar
Los hermanos se detuvieron cerca de un zapatero sobre la tierra.
inclinado sobre su labor: estaba volviendo a poner la -¿Podría usted indicarme dónde se encuentra el
suela arrancada de una bota con firmes puntas de comisario militar? -le preguntó Pidoprigorá.
madera de haya. Detrás de él, con un pie descalzo, un -Sígame -ordenó la muchacha.
hombre muy alto y recio saboreaba el pan y el tocino Le hizo pasar a una habitación espaciosa dividida
que engullía mientras sus ojos observaban la por un tabique detrás del cual una gran mesa de
multitud. Llamó la atención de Danilo su rostro poco despacho parecía querer asustar a los visitantes con
corriente y, sobre todo, la nariz ganchuda y las las terribles fauces de una voluminosa Underwood.
mejillas que huían hacia las orejas como temerosas En la máquina tecleaba un soldado rojo con la cabeza
de la vecindad de aquel temible pico. vendada.
Mirón pidió precio de unas botas de puntera -¿Qué asunto le trae a usted? -preguntó la
ancha, como se estilaban entonces. muchacha mirando hacia una de las puertas con un
El zapatero miró a los hermanos y, sin sacarse los rótulo que decía "Comisario militar."
clavos de la boca, farfulló: -He venido a presentarme -contestó Danilo
-Las vendo, pero por dinero de verdad. bajando los ojos.
-¿Y qué dinero es ése? -¿De una banda? ¿De Petliura? -siguió la
-El zarista. No reconozco otras autoridades. muchacha sin sorprenderse.
-¿Y a ti, Vasiuta, te reconocen? -preguntó riendo -De Petliura.
uno de los compradores. El soldado rojo de la cabeza vendada le lanzó una
-A mí me tiene sin cuidado -murmuró Vasiuta sin mirada y continuó escribiendo. Se conoce que no era
dejar su bota. la primera vez que recibían visitantes como él.
Luego se sacó las puntas de la bota y empezó a -Aguarde usted un instante. -Con el mismo paso
regatear perezosamente con Mirón. pausado, la muchacha abrió la segunda puerta y
Mientras ajustaban el trato, advirtió Danilo que el desapareció.
hombre grandote del pie descalzo le examinaba con Aquel instante le pareció a Danilo una eternidad.
los ojos. Luego se acercó a los hermanos y llamó a Pero la puerta volvió a abrirse al fin, y la muchacha
Danilo aparte. le llamó. Penetró en un cuarto pulcro y se detuvo
-Amigo, yo puedo ayudarte a conseguir unas frente a un muchacho de unos veinte o veintidós
buenas botas. Lo que se llama botas de ministro - años, con uniforme de cosaco rojo. ¿Sería aquél el
murmuró metiéndole casi la nariz ganchuda en el famoso jefe de escuadrón que sembraba el terror
oído a Danilo. entre los polacos blancos y retaba a sable a los más
-¿Dónde están? feroces enemigos? Olexandr le había referido que el
-Ya las encontraremos si tienes tú "un juguete" - camarada Klimenko no abandonó el campo de batalla
murmuró el larguirucho con voz más baja todavía. ni aun después de haber recibido dos heridas.
-¿Qué juguete? Sostenido por unos cosacos que habían echado pie a
-No te hagas el tonto, muchacho. ¡Como si no se tierra, estuvo mandando hasta que rompió las tenazas
viera que has dejado de combatir hace nada de del cerco y sacó de él a sus combatientes.
tiempo! Si me traes el juguete -añadió moviendo el Junto a los labios del comisario militar se
Que no vierta la sangre 71
estremecen unas pequeñas arrugas que le dan cierto Cuando Pidoprigorá terminó su relato, sudando a
aire de dolorosa repugnancia, y sobre su alta frente chorros, Klimenko le hizo una sola pregunta:
cae un mechón rizoso, pálido por abajo como una -¿No se ha olvidado nada de lo principal?
espiga de centeno y de color cobrizo por arriba. Danilo comprendió la delicadeza del comisario: le
-Siéntese -invita el comisario militar con un preguntaba si no había ocultado nada.
movimiento de cabeza, y toma asiento frente a -Lo he dicho todo, como si estuviera
Pidoprigorá-. ¿Es usted de por aquí? -pregunta luego, confesándome -contestó Danilo mirando con
y se agitan las prematuras arrugas de sus sienes. franqueza a los ojos de Klimenko-. Mi mujer y yo
-Sí. De Novobúgovka. hemos pensado que debía decir toda la verdad por
-¿Hijo de kulak? ¿Hijo de pope? amarga que sea.
-De campesinos pobres. -Muy bien pensado -aprobó el comisario-. Llene
-¿De veras? -se sorprende el comisario-. Tina, usted otro cuestionario.
deme usted un cuestionario. En esto se abrió la puerta, dando paso a un
La muchacha se acerca a un armario, revuelve muchacho moreno y enflaquecido, que se apoyaba en
unos papeles y deja delante de Danilo una hoja de una pequeña muleta.
papel duro en la que debe caber toda su vida. Klimenko le salió rápidamente al encuentro, le
-¿Hace tiempo que ha vuelto usted a la aldea? - saludó con alegría y, ofreciéndole una silla, alzó
pregunta el comisario militar con voz tranquila picaresco la ceja derecha, que tenía más alta que la
tomando un cigarrillo-. ¿Fuma usted? izquierda.
Presenta la caja de cigarrillos a Pidoprigorá, que -¿Otra vez vienes a buscar materiales, Kindrat?
coge uno. Y su rostro se perla de sudor lo mismo que ¿O has venido, quizá, a pasar simplemente un rato
si hubiera levantado una muela de molino. conmigo?
-He vuelto anteayer. Soy sótnik... -Se apresura a -A buscar materiales otra vez -suspiró abatido
referir todo lo que le concierne para terminar cuanto Kindrat-. ¿Querrás contarme por fin alguna cosa
antes con ese martirio... tuya?
-¿Conque ha abandonado usted a su atamán, eh? - -Cuando esté más desocupado, desde luego. Hoy
La mirada de Klimenko se alegra de pronto, y no tengo tiempo.
también se alegran las pequeñas arrugas que tiene -¿Cuántas veces me habrás dicho lo mismo?
junto a los ojos y a los labios-. Parece que arde la Debías comprender que los materiales que se refieren
vela de Petliura... a ti hacen falta para la historia.
Pidoprigorá comprende la alegría del joven -No es para la historia, sino para tu folleto -
comisario militar: a través del dolor, sin aplacar precisó Klimenko y, a fin de borrar el agravio
todavía, despunta ya el triunfo del vencedor. Ahora causado por estas palabras, profirió en tono de
bien, ¿conoce la magnanimidad del vencedor? Y disculpa-: De verdad te digo que hoy no puede ser.
Danilo contesta, pensativo: Y, a propósito, ya que escribes de los de Petliura, ¿no
-Arde por los dos extremos. sacarías algo de lo que cuenta este antiguo sótnik? -
-Cierto, ¡arde por los dos extremos! -Y los ojos añadió señalando a Pidoprigorá, que terminaba
alargados del comisario militar, grises como el acero precisamente de llenar un cuestionario.
de un sable, lanzan destellos. -Hombre, tiene interés -aprobó enseguida el
Danilo nota cierto alivio: por lo menos, tiene que muchacho moreno aproximando su silla a la de
tratar con un comisario militar distinto al que le Pidoprigorá-. ¿Podría usted hablarme con toda
habían pintado su imaginación enfermiza y la franqueza? ¡Pero lo que se dice con franqueza
propaganda de Petliura. absoluta!
-Refiera usted cómo se ha pasado a nosotros. -El -Sí que podría -accedió a desgana Danilo-. Pero
comisario militar aproxima la hoja de papel, y sobre temo que, al no comprender yo las cosas como usted,
ella se inclina su mechón de dos colores-. Pero pueda parecerle que no soy sincero.
piénselo usted bien primero -añade animándole, al -A mí lo que más me importa es comprender
ver la agitación de Danilo. La experiencia ha hecho cómo entiende las cosas usted, precisamente -le
comprender a Klimenko a quién tiene delante. tranquilizó Kindrat-. ¿Pertenecía usted antes de la
Pidoprigorá habla, muy agitado, y su relato guerra civil a un partido?
interesa enseguida al comisario militar. Klimenko -No; la lucha de partidos no me ha atraído ni me
pregunta, sobre todo, detalles acerca de Poguiba y ha interesado nunca.
Barabolia, comprueba y toma nota de sus señas -Pues, ¿qué le interesaba?
personales, sin poder perdonar a Pidoprigorá que no -La literatura y la etnografía.
haya exterminado a Poguiba y, de pronto, llega a tres -¿Recogía usted materiales, ha publicado algo?
conclusiones: las víboras muerden en todas partes, el -Sí, unos cuantos apuntes etnográficos.
sótnik no es, en realidad, un oficial de carrera, su -¿Cómo fue usted a parar a las tropas de Petliura?
profesión es la de maestro. -Esa es una historia bastante triste.
72 Mijailo Stelmaj
-Lo comprendo. Sin embargo, a usted, como franqueza? Pues le diré todo lo que hasta ahora sigue
intelectual, ¿qué le atrajo hacia Petliura? asustándome. Es un sentimiento nacional. Petliura
-Las circunstancias, y nada más... -Danilo miró consiguió primero hacer que nos dominara ese
suspirando hacia la ventana mientras reunía sus sentimiento nacional y persuadirnos de que los
recuerdos. bolcheviques están en contra de la nación ucraniana.
Por la ventana se veía el cielo, con una nube a un Y a ello le ayudaron, por extraño que parezca,
lado y el sol resplandeciente al otro. Sobre la tierra, algunos de vuestros militares y de vuestros políticos.
unos gorriones jugaban y se peleaban en un charco; -¿Se refiere usted a las manifestaciones de Bujarin
los suaves rayos del sol secaban el rocío de la hierba; y de Piatakov? -preguntó el comisario militar.
erguido el talle, cruzaba la calzada una mujer joven -Sí, me refiero a las manifestaciones de Piatakov
con unos cubos llenos de agua que, al mecerse, y de Bujarin y a la terrible conducta de Muraviov y
trataba de cazar en su espejo al sol. Todo aquello era de algunos dirigentes de base. A los intelectuales
la vida. Entonces, ¿cómo llamar a todo lo que tanto ucranianos les dolieron mucho los obstáculos
dolor y tanto sufrimiento había causado a él ya otros opuestos al renacimiento y al desarrollo nacionales,
muchos? ¿Y habría que referirle todo eso al la falta de claridad en la cuestión de la formación
muchacho imberbe que, de todas formas, le mediría estatal de Ucrania y de la lengua; y Muraviov, con
en su folleto por el mismo rasero que a los demás?... sus matanzas provocadoras, arrojó una sombra
Envolvió nuevamente a Kindrat con una mirada y terrible sobre los bolcheviques. Todavía se sigue
comenzó su relato: dándole aquí y en el extranjero el nombre de "Zar
-Recuerdo perfectamente la primavera de 1918, Kalín de la Horda, de la tierra de oro, de un reino
cuando Skoropadski, un atamán de circo, subió al fabuloso". Con él y con las recientes heridas de los
trono de Ucrania. En el circo de Kíev besaba intelectuales ucranianos supo jugar hábilmente
entonces a los terratenientes y les decía muy Petliura hasta un momento determinado. Y ya saben
solemne: "Ruego a Dios que nos dé fuerzas para ustedes la facilidad de palabra que tiene. La
salvar a Ucrania". Ya sabe usted que esa fuerza no se naturaleza le ha negado el talento del militar, la
la dio Dios, sino el kaiser, y que esa fuerza hizo que amplitud del político, la maestría del literato e
Ucrania gimiese bajo las baquetas de las incluso la probidad del hombre corriente. Pero le ha
expediciones de castigo. ¡Y, todavía, si la cosa se concedido el raro don de la elocuencia. Y así se ha
hubiera limitado a las baquetas!... Aquí, en Podolie, sostenido y se sostiene: con las bayonetas extranjeras
en la región de Braílov, los alemanes y los y su lengua... Y ya he contestado a la pregunta de por
gaidamakos hacían formar incluso colas delante de qué no terminé antes con el ejército del atamán... La
las horcas, incapaces de colgar de golpe a todos los falta de claridad en la cuestión nacional ha estado
desgraciados mujiks acusados de alguna falta por el atormentándome últimamente.
amo o su administrador. Y los hombres de las aldeas -Dice usted que le ha estado atormentando.
empuñaron las hachas y las horquillas. ¿Ahora no le atormenta ya? -Y el comisario militar
Destacamentos campesinos se formaban en los se levantó, recordando la sangrienta orgía de
bosques, preparándose para una lucha a muerte. Y, Muraviov.
entonces, Petliura alzó a los tiradores de la Sech en -Parece que menos, aunque no lo entiendo todavía
Biélaya Tsérkov y publicó su universal contra todo.
Skoropadski llamándole mercenario del zar, traidor e -¿Y qué le ha hecho pensar de otra manera?
impostor y declarándole fuera de la ley por los -La propia gente de Petliura. He visto que no
delitos cometidos contra la República independiente hacen más que explotar el sentimiento nacional y en
de Ucrania, por las detenciones en masa, por la cambio venden Ucrania a los extranjeros. Y también
destrucción de aldeas, por los atropellos de obreros y la profundísima impresión que me produjo la orden
campesinos. Mucha gente le creyó entonces de buena al Ejército Rojo, firmada por Lenin, diciendo que el
fe; y yo también. Me despedí de mi mujer y tomé el Ejército Rojo fuera a Ucrania como defensor de los
camino de Biélaya Tsérkov para liberar a Ucrania de ucranianos y de la cultura ucraniana. Esta es, en
los terratenientes extranjeros y propios. Yo entonces pocas palabras, toda la historia de la caída y los
pensaba qué me alistaba bajo las banderas de la sufrimientos de un hombre. -Danilo sonrió
libertad para barrer la basura feudal. Luego, ya sabe tristemente, solo con los ojos; se puso en pie y
usted: dejábamos una cosa mala para meternos en preguntó al comisario-: ¿Ahora debo ir a la Cheka?
otra peor. Notó que una ola fría le invadía el corazón: se
-Es cierto -asintió Kindrat-. Y usted, por ejemplo, aproximaba, a su entender, el minuto más terrible de
que llegó a comprender gradualmente que seguir a su vida. Había oído hablar tanto de la Cheka, que se
Petliura era seguir el camino de la traición, ¿por qué asustaba con sólo leer esta palabra en los periódicos.
no rompió antes con él pasándose a los rojos? El comisario le miró, entornó los ojos y en sus
-Me daba miedo -confesó Danilo-. Y no sólo por sienes se agitaron las arrugas en forma de abanico.
mi pellejo... ¿No quería usted que hablara con -No creo que tenga usted necesidad de ir a la
Que no vierta la sangre 73
Cheka. Toda la gente de allí ha salido hoy para una La luna creciente que embruja la noche, un beso acre
aldea apartada. Ya les haré llegar los materiales. que se sube a la cabeza... y desapareció la virginidad
-Entonces, ¿qué debo hacer? como desaparecen las olas sobre el río...
-Volver a su casa -sonrió el comisario-. Y, antes No, el amor de su Galia no era así. Ya se había
de marcharse, podría usted pasar a ver al encargado inclinado su corazón hacia Nechuivíter cuando
de la sección de Instrucción Pública. Tienen el Danilo la vio. Para ella, Nechuivíter era una campana
propósito de abrir dentro de poco unos cursillos de que tocaba a rebato, mientras él había sido la flauta
recalificación de los maestros. Los sigue usted, si le que repite suavemente el susurro de melodías
parece, y le mandaremos a una escuela. conocidas. Los tañidos de la campana daban alegría,
-¿Me mandarán a mí a una escuela? -Danilo no libertad y miedo; resonaba desde Ucrania hasta
daba crédito a sus oídos y pensó que se mofaba de él. Siberia. La flauta, en cambio, hablaba claramente de
-Naturalmente que sí. Tenemos escasez de las noches de San Pedro, de los olorosos almiares,
maestros. Pero tendrá usted que trabajar a conciencia. del romero y del amor. El alma de la muchacha
-¡Dios mío! Si soy capaz de trabajar por tres... - aspiraba a lo sublime y a lo desconocido, pero se
Danilo se dejó caer en la silla, metió una mano en el inclinó hacia las orillas habituales y familiares. Y,
zurrón para sacar las pistolas; pero enseguida la por las noches, en lugar de oír hablar de la
levantó y se enjugó la frente. Revolución, del partido, de la insurrección, del
Cuando alzó con indecible gratitud su mirada zarismo podrido, de la burguesía, del partido de los
hacia el comisario, Klimenko le contestó con un kadetes y de los octubristas, se oía llamar pececillo,
guiño picaresco: alondra, paloma y corazón y, de vez en cuando,
-Tendrá usted que acostumbrarse a mentar menos escuchaba algunas frases acerca de la autonomía de
a Dios, Danilo Petróvich. El no va a ayudarle. Ucrania y de sus reivindicaciones nacionales.
Danilo asintió alegremente mientras pensaba: Se habían conocido en el verano y se casaron en
"¡Dios mío! ¿Será posible que todos los temores y el invierno. Acudieron a la boda todos los invitados
todos los sufrimientos hayan terminado lo mismo que menos Nechuivíter: aquel día habían venido a
en un cuento de Nochebuena?" registrar su casa, los gendarmes se lo llevaron a la
cárcel y sólo tuvo tiempo de hacer llegar, a través de
XX su patrona, un pañuelo de seda para la novia. La seda
La tierra no puede vivir sin sol ni el hombre sin de colores no se posó sobre su cabeza, sino sobre su
felicidad. En las horas de grandes sufrimientos y conciencia, como un reproche profundo. Turbada,
grandes inquietudes nuestro corazón se parece a un Galia ocultaba aquel pañuelo para no verlo ni que
manantial que se depura del limo: entonces es cuando tampoco lo viera su marido. Y sólo ahora, al cabo de
se conoce el valor verdadero del sentimiento humano unos años, se lo ponía porque no tenía ya nada más
y cuando se conoce la felicidad. En momentos como que ponerse. A la mente de Danilo acudió de pronto
ésos descubre uno lo poco y lo mucho que necesita la idea de que quizá ocurra lo mismo con el
en la vida, lo mal que ha recorrido su camino, lo bolchevismo: que no se nota de pronto su necesidad,
artificialmente que ha repetido "buenos días" sin que no todo el mundo llega a él fácilmente. Pero ya
crear esos días buenos y, peor aún, lamentándose de pensaría en eso más tarde. Ahora quería únicamente
ellos, ya que las menudencias de las jornadas gozar de su felicidad de hombre vuelto a la vida y,
cotidianas le han velado muchas veces el sutil encaje sin reservas, fundirse en esta felicidad.
del rayo de sol. La noche vierte en el cuarto torrentes de un azul
Estos pensamientos se atropellaban en la mente de inefable y al cielo se asoman las apretadas estrellas
Danilo Pidoprigorá, y entonces miraba conmovido a de septiembre. ¿Y si no fueran estrellas, sino
la tierra, a su mujer y a su hijo. Veía el sol y le lágrimas celestiales que tiemblan en las pestañas de
sonreía; soplaba en los finos cabellos claros de Pétrik la noche y caen suavemente sobre la tierra? Danilo
y le ahogaba una oleada de dulzura; besaba las nota que esta noche, estas estrellas, esta pudorosa
piernas esbeltas de su mujer y se extasiaba ante la sonrisa de su mujer quitan las trabas de su alma y la
santidad del cuerpo femenino. bañan en nuevas esperanzas.
Su mujer estaba ahora acostada sobre las trenzas -¡Galia! -Danilo se inclina sobre su pecho
deshechas como sobre una gavilla de oro, y su lindo semidesnudo y desliza un brazo bajo sus hombros.
rostro, casi infantil, le recordaba a Danilo la Santa -¿Qué quieres, vida mía? -murmura Galia.
Inés de Ribera. Hasta hoy se cubría púdicamente los -Nada. Que soy feliz de que exista ese nombre en
senos ante el marido y bajaba sus grandes ojos, que el mundo.
no sabían aún lo que era la pasión ni lo que era la -Lo mismo pensaba yo de ti.
mentira. Esa misma circunstancia asustaba a veces a -¿De verdad? -se inclina más todavía sobre su
Danilo: ¿por qué se habría enamorado de él? ¿No se mujer y nota en las mejillas el roce de sus pestañas.
habría casado con él como se casan las muchachas, Y también eso significa felicidad.
sin saber por qué, cuando llegan a los dieciséis años? Cada persona tiene, por malvada que sea, un
74 Mijailo Stelmaj
rincón purísimo o por lo menos un recuerdo en el con graciosas voces cascadas, y Pétrik, despertado,
alma. Danilo tenía dos rincones así: la tierra rompió a llorar. La madre corrió a él. Sonriendo,
primaveral, que recordaba desde su infancia, con las Danilo se acercó a la ventana.
manchas amarillas de la anagálida y los discos Por el cielo corría una estrella, deshaciéndose, y
cóncavos de los lagos, y el alma pura de su mujer. sus últimas gotas verdes cayeron hechas rocío sobre
Durante los años de separación había soñado con la la tierra, donde su luz dibujó por un instante, con más
tierra de su infancia, con aquellos prados donde se nitidez, la silueta del arbolado en la oscuridad. Por el
blanqueaba el lienzo y se encallecían los pies; en sus camino llegaba un carricoche que se detuvo de
sueños, la tierra se volvía cien veces más hermosa e, pronto junto a la valla. Tres hombres saltaron
inevitablemente, veía en ella a su mujer. Pero una ligeramente de él y corrieron, inclinados, hacia la
vez que, cenando, habló de ello con Evséi Golován, escuela. Para cualquiera estaba claro, por la manera
un compañero suyo de armas, éste no hizo más que de llevar los brazos, que iban armados. Los pasos
retener una sonrisa condescendiente bajo los bigotes: cautelosos apenas inquietaban la tierra, inundada por
-Todo eso no es más que idealización y el azul de la noche.
estilización, una reminiscencia todavía sin aplastar de -¡Galia! -murmuró Danilo ahogándose, y se
mujik atrasado para quien, hasta ahora, los bueyes de apartó de la ventana, detrás de la cual se había
anchas astas siguen siendo un valiosísimo tesoro, y el detenido una sombra.
ideal de la belleza, una muchacha púdica. La mujer comprendió por la voz que algo malo
Golován, que no había adquirido sabiduría sino había ocurrido, y corrió hacia Danilo; pero, en ese
vicios en Europa, admiraba el sensato practicismo, el momento, alguien llamó a la puerta.
régimen estable de los países occidentales y su -Han venido a buscarme, Galia.
sicología, capaz de analizar hasta el átomo los Abrazó a su mujer y la besó en la frente y en las
sentimientos, tanto de las reinas como de las trenzas.
prostitutas. Conocía varias lenguas extranjeras, pero -¡No puede ser, no puede ser! -repetía Galia
hablaba en ucraniano con la frialdad de un hombre de temblando con todo el cuerpo-. Si lo has confesado
otra tierra, y todo lo relacionado con el mundo todo, todo...
espiritual del ucraniano era bautizado con ligereza "¿Y si fueran bandidos?", se le ocurrió de pronto,
por él de estancada estilización y volvía la espalda a y sintió haber entregado la pistola.
esas cosas como si se tratase de algo inferior y La puerta gemía ya bajo los golpes. Danilo apartó
prehistórico. Ni su tierra patria, ni la canción sencilla a su mujer, sacó el hacha de debajo de la cama y se
de una muchacha, ni la bondad de una mujer podían acercó a la puerta.
ya agitar su alma: estaba acostumbrado a vivir y a -¿Quién es? -preguntó con voz endurecida,
amar más rápidamente que como vivían y amaban las escuchando a sus espaldas el llanto de Galia y de
púdicas muchachas aldeanas en las veladas de Pétrik.
Ucrania. -¡Abra usted, ciudadano Pidoprigorá! -pronunció
¿Por qué recordaría todo esto Danilo? Pues una voz autoritaria, que despertó el eco del zaguán.
porque en el cañamazo de su felicidad estaban -¿Pero quién llama?
bordadas las sombras del pasado y el temor del -De la Cheka provincial.
porvenir. ¿Quién sabía lo que podía ocurrir mañana? En la terracilla se escucharon pasos de dos
El ala meridional del frente se apoyaba todavía en el personas más.
Bug. Ahuyentando estos pensamientos angustiosos, El hacha cayó de las manos de Danilo. Su mujer
se acercó a la cuna. En el cesto de mimbre dormía la lanzó un grito y corrió a él; pero Danilo avanzaba ya
criatura, moviendo de vez en cuando los labios con todo el cuerpo, y sus manos endurecidas abrieron
porque, entre sueños, le parecía estar agarrado al la puerta. Una linterna eléctrica le deslumbró y unos
seno maternal. ¡Qué bien pensado está todo en el labios duros preguntaron:
mundo! -¿Es usted el ciudadano Pidoprigorá?
-¿Duerme? -preguntó inquieta la madre -Sí -contestó mecánicamente.
levantándose. Y los labios duros pronunciaron:
-Sí. -En nombre de la República, queda usted
Danilo se llevó un dedo a los labios y se acercó a detenido.
la mesa donde, junto al tintero, había unas cuartillas. -¿Por qué? -preguntó en un grito.
Aquel día, después de una larga pausa, había vuelto -¿Por qué? -repitió Galia interponiéndose.
con satisfacción a sus apuntes etnográficos, -Mejor lo sabrá usted -le contestaron
entretejiéndolos de canciones y dichos. Para él, despiadadamente, y otra linterna se puso a recorrer la
aquellos apuntes olían al oro de los campos y al buen habitación como un ojillo alegre, iluminando los
aroma del pan de centeno. Rebosaban luminosa fe en cabellos de Galia, a Pétrik en su cuna y las cuartillas
el alma humana. limpias sobre la mesa...
En el zaguán volvieron a cantar los gallos jóvenes Sacaron a Danilo cogido de los brazos y le
Que no vierta la sangre 75
montaron en el carricoche. Su mujer se desplomó una tallado. Se quita el gorro, usadísimo por el tiempo, y
vez más a sus pies. Alguien la apartó y el carricoche lanza con voz profunda sobre el perezoso estanque:
echó a rodar por el camino. La mujer corría detrás, -¡Buenos días, abuelo Nikodim! ¿Cómo va esa
gritando, seguida por el oscuro haz de sus cabellos. salud? ¿Aguanta todavía?
Uno de los escoltas miró hacia atrás y dijo -¡Valiente salud puede tener un viejo como yo!
compadecido: -No vaya usted a creer, que ahora tampoco andan
-¡Pobrecilla! muy bien los jóvenes. -La calva de Zayatchuk,
Danilo quiso levantarse del asiento de cuero: tostada por el sol, está brillante-. Se llevan a la gente
-¡Suéltenme, suéltenme! ¿Por qué me llevan?... como si la segaran, a la gente y a la salud.
Mas unos recios brazos le domeñaron. Volviendo El viejo levanta un dedo y, sentenciosamente,
la cabeza cuanto pudo, sólo vio caer a su mujer en el pronuncia las palabras de las sagradas escrituras:
camino. Pequeñita, lejos de él, yacía como una -No temáis a los asesinos del cuerpo, porque el
gavilla que alguien hubiera perdido en la carretera alma no se la puede asesinar.
polvorienta. -Eso del alma está muy bien, pero es una lástima
El carricoche corría ya por el camino dormido; los quedarse sin el cuerpo -suspira Zayatchuk hundiendo
tilos seculares huían como aves negras; las cruces una mano en su barba enmarañada-. ¿Está Iván en
que protegían del tifus a las aldeas se alejaban casa?
semejantes a esperanzas crucificadas y los cascos de -¿Pues dónde va a estar?
los caballos martilleaban una sola palabra: "Che-ka, -¿Se dispone a marcharse?
Che-ka". -Ya debe tenerlo todo preparado. Ve corriendo a
verle, no sea que el vodka se eche a perder sin ti.
XXI -¡Je, je! ¡Ya lo remediaremos, abuelo, ya lo
Bajo los enjambres de mosquitos brilla al sol el remediaremos! -contesta riendo Zayatchuk, y se
pequeño estanque que tiene Iván Sichkar en el dirige gallardamente hacia la casa, envuelta en los
bosque. Los salces ponen sus rizadas sombras verdes efluvios del bosque.
en las orillas y, al fondo, se deshilacha el encaje de Una vez dentro, le sorprende una novedad:
las nubes. arbustos de espino albar levantan una tupida cortina a
Una barquichuela se aleja inadvertidamente de la todo lo largo de la valla.
orilla. Inclinado, con los lentes sobre la punta de la "¡Mira lo que se le ha ocurrido al hijo de perra!
nariz, va en ella el abuelo de Iván con su barba Ahora no hay quien entre y, el que lo intente, se
blanca, leyendo alguna sagrada escritura. Antes abría queda tuerto", piensa Zayatchuk observando el
los libros religiosos en los días de fiesta; pero ahora espinoso cercado.
que sus manos no sirven ya para ningún trabajo, no Delante de las fauces abiertas del baño, un
deja la Biblia ni en los días de labor. La barquichuela bracero de Sichkar está engrasando los ejes de la
se mece sobre el agua, las letras bailan delante de los carretela y, aunque el muchacho va cubierto de
ojos y, más allá del estanque, surgen reinos lejanos, harapos en lugar de ropa, silba despreocupadamente
el temible Dios hebreo, el apacible Jesús y sus la canción "evasca siguiendo el ritmo de la música
apóstoles. El viejo suspira dolorosamente con todo el cuerpo y hasta con la brocha. Zayatchuk
entretejiendo el pasado con el día de hoy: antes ha advertido más de una vez que aquel diablejo
andaban por la tierra Dios y sus elegidos; ahora bailotea incluso en la iglesia y, cuando hay alguna
andan danzando los hijos de Satanás. No tiene fiesta en el pueblo, pega tales saltos, envuelto en sus
necesidad de hablar de los demás, puesto que le tiene harapos, que hasta los muertos resucitarían viéndole.
miedo a su propio nieto. Y, al pensar así, el viejo -Pavló, ¿dónde esta Iván?
vuelve la cabeza hacia el alto vallado que rodea la Pavló Troyán vuelve rápidamente su cabeza rubia
casa, el huerto y el jardín de manera tan tupida, que hacia Zayatchuk y señala con la brocha el fondo del
no podría deslizarse ni una anguila. patio.
El viejo Nikodim no quiere a su nieto -ese -¡En el huerto!
bandolero no lleva a Dios en el alma-, y aunque Iván -¿Te deja tu amo?
tiene que volver hoy a la cárcel, el abuelo no se -Sí, parece que se va -contesta el muchacho
apena por ello. iniciando otro motivo.
"A ver si le enseñan allí a ser una persona a ese -Ahora quizá tengas poco trabajo aquí. Entonces,
hijo de demonio. Porque ese engendro no tiene apego vente a mi casa -dice Zayatchuk bajando la voz
ni a las personas ni a los animales. Se ha podrido porque sabe que Pavló es muy dispuesto para todo y
hasta la médula por el dinero". hace tiempo que le ronda la idea de quitárselo a
En el camino, cubierto de hierba y de polígala, Sichkar.
donde blanquean únicamente las rodadas poco -Es posible que nos pongamos de acuerdo en el
profundas, aparece Danilo Zayatchuk. Al ver al viejo precio si dan de comer como a las personas.
Nikodim una sonrisa distiende su rostro toscamente Una burla se desliza hacia las comisuras de los
76 Mijailo Stelmaj
ojos grises de Pavló. Hace tiempo que está harto de trigo, habría evitado que le estuvieran ahora
trabajar para el despiadado Sichkar, que incluso a su chupando la sangre las chinches de la cárcel. ¡Y todo
mujer le hace echar el bofe. El año anterior quiso el por culpa de Miroshnichenko! En fin, poco tiempo le
muchachuelo marcharse con los cosacos rojos, pero queda ya a Svirid. Quiera o no quiera, seguirá el
no le admitieron, no tenía edad para confiarle un mismo camino que Pidoprigorá.
caballo y un sable. Lástima que no se le ocurriese Sichkar sale al sendero donde ha dejado las botas
llevarse algún potro del amo. Entonces le habrían altas, sacúdese de la ropa el polen dorado de los
admitido. girasoles y, de pie, envuelve cuidadosamente en el
Zayatchuk se acerca más a Pavló y, en voz baja, peal su pie regordete que la grasa blanquea. Con su
compasivamente, le dice: eterno piar, caen unos gorriones sobre los girasoles.
-En mi casa, muchacho, no ibas a andar con estos Envuelven a Sichkar los olores del cánamo y de los
guiñapos. Acércate mañana y hablaremos. -Y, muy girasoles talados, haciendo hervir más intensamente
solemne, pasa al vasto huerto de Sichkar, que ocupa dentro de él su odio a Miroshnichenko.
dos desiatinas. Aunque las mesas están dispuestas ya en la casa,
Detrás del maíz maduro, con sus zarcillos ya los invitados forman grupos cerca de la puerta y del
renegridos, se inclina el mijo sin recoger; más baúl. Y, cuando penetra Sichkar, le saludan
adelante azulean las coles y, tras ellas, doblan el talle compasivos, suspiran, hacen muecas y van
los girasoles. Entre ellos se mueve el corpachón de sentándose en los bancos. Alguien advierte que falta
Iván Sichkar. Taja con una cuchilla las cabezas ya el viejo Nikodim, pero Zinka explica, suscitando
hechas de girasol, dejando incólumes los discos de risas de aprobación, que, desde que ha llegado el
las flores jóvenes en los tallos mutilados. nuevo poder, el abuelo ha cambiado el vaso por los
Estos altos tallos de los girasoles le parecen a libros piadosos.
Zayatchuk personas. Al ver la maestría con que -¡Dios quiera que nuestro Iván tenga un feliz viaje
Sichkar maneja su afilada cuchilla, exclama riendo: y que vuelva pronto a su casa y a su mujer! -
-¿Estás quitándole las cabezas a los padres? pronuncia Larión Denisenko, levantando
Sichkar parece comprender lo que ha pensado solemnemente el vaso.
Zayatchuk. Corta el aire con la cuchilla, hace caer a Los invitados gritan "Dios lo quiera" y, entre
sus pies una gran cabeza granada y contesta tanto, Iván cambia una mirada de pesar con Nastia,
significativamente: que es, sin duda, la que más siente que se marche de
-A los padres hay que quitarles la cabeza; pero la aldea. Incluso sus ojos, eternamente enfurecidos,
que vivan los hijos. tienen un ligero velo. Zinka ve hacia dónde mira su
La voz baja y la risita de su rostro, desfigurado marido y estalla de rabia, pero no deja traslucir sus
por las herpes, le causan un escalofrío al visitante, sentimientos y se limita a fruncir amaneradamente
que enseguida se arrepiente de haber querido quitarle los labios. Si en un momento como ése no le quita
Pavló a Sichkar. ¿Quizá sea mejor hablar de ello con ojo a ese pendón, ¿por qué ha de sufrir Zinka con su
el propio Iván, más aún porque no parece estar muy ausencia?
satisfecho de su bracero? Nadie se estuvo mucho rato porque no había
Por el camino acude, agitando las anchas mangas motivo para divertirse y porque la mayoría pensaba
de su blusa blanca, Zinka, la mujer de Sichkar, menos en Sichkar que en su tierra.
gruesa, corta de piernas y con la mirada muy viva. Después de despedirse de los invitados y de
Las espigas del mijo negro huyen temerosas de su acompañarlos hasta el portón, Sichkar recorrió
falda roja como si le rechazaran con las manos. De pesadamente una vez más su patio, metió en la
entre el mijo remontan el vuelo, piando, los carretela el zurrón de la comida, lleno hasta arriba,
gorriones. colocó con mucho cuidado dos botellas de samogón a
-¡Iván, pero ven, hombre, que ya se impacienta la sus pies e hizo montar a su mujer en el asiento
gente! ¡Si que has encontrado buena ocupación! trasero.
¡Hola, Danilo! Pavló enganchó los caballos y fue a subirse a la
-Que la salud te acompañe, Zinka. Tú siempre tan carretela, pero Sichkar tomó el látigo de sus manos.
guapa, ¿eh? -replica recreándose en el rostro lustroso - Quédate en casa, que yo guiaré.
y rebosante de salud de la mujer. -¿Y a la vuelta? -sorprendióse el muchacho.
-¿Quién habla ya de eso? -protesta Zinka -El ama se arreglará -contestó Sichkar señalando a
llevándose una mano al pecho y suspirando por Iván su mujer-. Que aprenda, ahora que tenemos poder
si bien le pone ojos tiernos a Danilo que, aunque sea nuevo.
feo, tiene tanta fuerza como un buey. Los briosos caballos salieron disparados del patio,
A Iván le entra tristeza mirando a su mujer. Pocas y contornearon al galope el estanque donde,
ganas tiene de abandonar todo eso para encerrarse inclinado en su barca, el viejo Nikodim continuaba
entre los muros de la cárcel. ¿Qué falta le haría leyendo la Biblia.
ponerse cabezota aquel día? Con haber entregado el -¿Cómo no te has traído a Pavló? -preguntó la
Que no vierta la sangre 77
mujer-. Yo les temo a estos caballos más que al -¡Cuánto te echo de menos, Timofi! Lo mismo
fuego. que si acabaras de volver de la guerra alemana.
-Aprende a guiar tú sola, que ahora llega la -¡Qué cosas! -replicaba Timofi, mirándola
comuna -cortó el marido y, hasta la aldea misma, no condescendiente y, según su costumbre, quedaba
pronunció ni una palabra más. pensativo, sumido en sus preocupaciones.
"Va pensando en Nastia ", se dijo la mujer con ...Asoma el sol entre las nubes por una estrecha
mayor rabia todavía. rendija y pone a los pies de la mujer la sombra
Una vez en la aldea, Sichkar fue deteniéndose caprichosa de un copudo manzano.
muy ostensiblemente en las casas de sus parientes, A lo lejos se escuchaba un sonoro repique de
donde entraba con la botella por delante y, después cascos y pronto aparecieron cuatro jinetes montados
de beber un trago, reanudaba su recorrido. No olvidó en caballos lustrosos y de alta alzada. Tres llevaban
a un solo familiar, próximo o lejano. gorros al estilo de Budionny, el cuarto,
La aldea entera pudo ver que Sichkar se despedía probablemente el jefe, gorro de piel, y los cuatro las
de su familia antes de volver a la cárcel. carabinas al hombro y franjas rojas en sus pantalones
azul marino.
XXII Adelantándose a los jinetes pasó como un
El sol de septiembre descendió inadvertidamente remolino una tachanka con una ametralladora, y un
detrás de las nubes tenues y resquebrajadas y cosaco alto, de pelo alborotado, que iba briosamente
enseguida extendió a lo lejos, más allá del bosque, de pie en ella, les gritó algo por encima del hombro.
unos lienzos grisáceos. Junto al lindero del bosque Los jinetes se echaron a reír, lanzaron algunas
tableteó enfurecida una ametralladora y el eco le palabras al ametrallador acerca de la banda de
contestó con voz de mujer que se ahoga de miedo. Galchevski y, al unísono, acompasadamente,
Prestando oído al tiroteo, Dokía se detuvo junto a entonaron con voces juveniles la canción del
la valla. regimiento de Bogunski.
"Eso es que ha aparecido otra vez una banda. "Van a luchar contra una banda, y van riendo, van
¿Habrán atacado a los del Comité?" Suspiró, cantando como si no les importara la muerte. ¡Qué
pensando no tanto en la banda como en Timofi. gente!" La mujer siguió a los jinetes con larga mirada
También ese día se había marchado antes de que nublada.
amaneciera a repartir la tierra del latifundio y de los Habían desaparecido ya detrás de un recodo,
kulaks y aún no había regresado a casa. El corazón quizá para siempre, incluso su canción había dejado
de Dokía se oprimió; en cuanto ocurría cualquier de escucharse, pero el corazón continuaba
cosa, se angustiaba ante todo por el marido, por toda angustiado: Dokía sentía inquietud por los hijos de
la familia y los parientes, sin saber a quién dirigir sus los demás lo mismo que por el suyo propio.
ruegos para que el destino les protegiese de la Y, absorta en sus pensamientos, ni siquiera oyó
desgracia. cómo llegaba hasta el portón un carro enganchado a
Tantos años como han pasado desde que el dos caballos y penetraba en el patio su Timofi, alto y
silencioso y austero Timofi acarició cohibido por narigudo.
primera vez a Dokía, tan mayor como es ya el hijo, y -¡Dokía! -llamó la voz querida, algo sorda, como
ella sigue queriéndole igual que de soltera, continúa saliendo de las profundidades de la tierra.
sintiendo nostalgia cuando no le ve aunque, delante Dokía corrió hacia él, advirtiendo al mismo
de la gente, no traicione sus sentimientos ni con una tiempo el rostro esclarecido del marido, a Svirid
palabra... Cuando Dmitró nació, cuando descubrió el Yákovlevich junto a los caballos, el arado y los
mundo luminoso e inquieto de la maternidad, un aparejos de pescar que iban en el carro.
matiz nuevo se sumó inadvertidamente a su amor: -¿Otra vez te marchas a alguna parte, Timofi?
Timofi pasó a ser para ella no solamente el marido, Buenas tardes, Svirid Yákovlevich. Pase usted a la
sino también algo así como el padre. Quizá fuera casa -le invitó con una ligera inclinación.
porque su viejo padre murió precisamente por -¡Buenas tardes! -contestó Miroshnichenko
entonces. Y Dokía experimentaba una felicidad asomando la cabeza por detrás del pajar-. No
inefable cuando, al crepúsculo, salía al encuentro de tenemos tiempo que perder. Suelta pronto a tu
su marido que volvía de trabajar y, estrechándose marido. Mañana por la mañana empezamos a labrar
contra él, le ponía la cabeza en el pecho y aspiraba nuestras parcelas.
los aromas de la ancha estepa o del bosque -¿La tierra del amo? -sorprendióse Dokía igual
embriagador que aún conservaban los pliegues de su que si no supiera nada ni esperase aquella parcela, ni
ropa. hubiera estado viéndola en sueños y en realidad.
-¡Pero mujer! -decía entonces él lacónicamente y, - No es la del amo, sino la nuestra -enmienda
con una sonrisa en sus negros ojos tristes, le ponía su riendo el presidente.
mano fuerte sobre la cabeza como si se tratara de una -¿La nuestra? -continúa Dokía sin comprender-.
criatura. Si nuestra desiatina la hemos sembrado ya.
78 Mijailo Stelmaj
- Es que, ahora, también la otra es nuestra. Era del lanzó un gemido y, soltando la hoz, desplomóse
amo, pero ha dejado de serlo. lentamente a su lado. Se cortó con ella, pero no le
-¿O sea, que la del amo? -repite Dokía, como brotó la sangre y solamente unas gotas espesas
deseosa de confirmar una vez más su alegría con aparecieron en la mano quieta al mismo tiempo que
alguna otra palabra. unas minúsculas burbujas. El sudor perló sobre sus
-¡Que no es del amo, que es nuestra! - labios cuarteados, oscurecidos por el polvo.
Miroshnichenko, nervudo y ancho de rostro, se Y sólo entonces advirtió Dokía con espanto que el
tambalea de risa-. No hay manera de que os rostro, las manos nudosas y los pies arañados de su
acostumbréis a que esa tierra es ya nuestra. madre estaban negros como la tierra, entretejida de
-¡Nuestra, nuestra! -suspira Dokía con alivio y, raíces, que se acaba de arar.
todavía incapaz de creerlo, queda inmóvil en medio -Se le ha escapado la vida como una paloma gris -
del patio. murmuró, inclinando sobre la madre su sombra
Los pensamientos la inundan como el agua de una chepuda, una segadora ya entrada en años,
crecida. Una oleada poderosa y tibia invade su consumida por el sol y la miseria.
cuerpo y Dokía no ve ya el cielo otoñal ni el patio -Ha tenido una buena muerte: trabajando -envidió
pequeño, ni el negro pajar claudicante picoteado aquí uno de los braceros.
y allá por las balas... -Cuando se trabaja para los demás, ni la vida ni la
Le parece que los campos matutinos, muerte pueden ser buenas -replicó alguien con
intensamente verdes, se han estremecido, se han palabras que parecían salir de la profundidad de los
desbordado en el horizonte chispeante, ondulan sobre siglos.
el fondo de oro fundido de las nubes y se bañan en Evocada por estas palabras, que se parecen al
los rayos del sol. En ellos no se ven ya ni los ovillos melancólico susurro de las hojas de otoño, se alza
de alambre espinoso oxidado por las lluvias, ni las ante sus ojos la tumba de la madre que boga, con
líneas de trincheras. Incluso las recientes tumbas de otros muchos pequeños túmulos, semejante a una
los soldados rojos son sumergidas por las olas del barquichuela sobre las olas chepudas. Un sauquillo
crecido trigo de invierno y se adornan con los lazos lavado por el rocío llameó junto a la tumba como un
rojos de las amapolas que el sol hace salir de la tierra. pañuelo rojo. Igual que lágrimas inagotables, gotea
Las balas no siegan ahora las espigas, sino que las año tras año el rocío desde los pesados racimos a la
mece una perdiz dichosa de ver que sus pequeñuelos cabecera de la campesina semiolvidada que nació en
corren por la tierra como tibias pelotas y ascienden al la miseria, que parió en el dolor y murió tristemente
cielo sostenidos por sus jóvenes alas. Y ella, Dokía, en un trigal ajeno y erizado. Allí donde el sauquillo
va, anda que te anda, con Timofi, por el camino que deja caer sus gotas de color rosáceo, la hierba crece
atraviesa los campos, hacia su tierra. más tupida y más alta.
La voz cantarina de la espiga la acaricia, busca su El guarda sordo, de canosas cejas revueltas, la
seno con manos pueriles y deja caer sobre sus pies segaba dos veces todos los veranos y en aquellos
descalzos un rocío oloroso. pequeños haces de heno hojeaba el viento las tristes
"¿Será posible que llegue a ver todo eso?...” páginas de centenares de historias de hijastros de la
Y se estremece igual que si hubiera visto sus tierra, tan distintas y tan parecidas las unas a las
tristes años juveniles en un jirón de nube negra… otras.
...La estepa reseca. ...Dokía ahuyentó aquellos recuerdos inquietantes
Los trigales del amo. y entró con su marido en la casa.
Y los labios abrasados de los segadores, que -Prepárame algo para llevarme al campo -dijo
sangran casi por las grietas. Los niños de pecho se Timofi mirándola cariñosamente-. Bueno, mujer,
asfixian de calor. Las madres no tienen leche en los pues nos han dado tres desiatinas de tierra. ¿Estás
senos agotados. Sólo tienen saladas lágrimas en los contenta?
ojos, que rocían las caritas amarillas de los niños y la -¿Tres desiatinas? -Dokía se acercó a su marido
amarga gavilla, pago de su jornada después de segar sin dar crédito aún a aquellas palabras-. ¿Ya para
doce para el amo. siempre? ¿O será para un par de años? -insistió,
Ahí está su madre, a los dos días de haber dado a incrédula.
luz, sin levantar cabeza, hundiendo la hoz en el trigo -Para siempre. ¿Qué nos falta ahora? -Timoti dio
frágil, demasiado maduro. Rechina los dientes de unos pasos por la casa-. Procura preparar algo para
dolor, se muerde los labios hinchados y, de todas mañana por la noche. Vendrá nuestra gente. Hay que
formas, siega extenuada. celebrar este acontecimiento para ver si la dicha se
-Madre, siéntese usted a descansar un poco. queda por fin en nuestra casa.
-Ahora enseguida, hija. La mujer asintió con la cabeza, luego sonrió a sus
La madre miró a su alrededor como si hubiera pensamientos, y en torno a sus ojos pardos
querido absorber el cielo entero con sus ojos tristes y resplandecieron las finas arrugas.
opacos; se enderezó, enjugóse el sudor de la frente, -Si nos diesen media desiatina más, Timofi,
Que no vierta la sangre 79
tendríamos cinco justas, una cifra redonda. algo quiere algo le cuesta. Poco tiempo les queda ya
-¡Mira tú, no te has equivocado! -comentó Timofi de vivir con lo que les dan los kulaks. Además,
riéndose y en esto advirtió, quizá por primera vez, Svirid Yákovlevich lleva la escopeta. Bueno, no te
que el cutis de su mujer era más claro en torno a los pongas triste. Ya sabes que no me gusta. Siempre
ojos que en el resto de la cara. estás sufriendo por algo. ¡Pero qué mujeres! -Y
-¿No digo bien? -replicó riendo también Dokía, a fuerte, pausado, echó a andar con paso firme hacia el
sabiendas de lo que había pensado su marido. portón.
-Presenta una solicitud al Comité de los Después de las rigurosas palabras de su marido,
campesinos pobres. Lo dices así: "Para la cuenta Dokía se sintió más tranquila. Mientras estuviese
redonda, me falta media desiatina. A ver si la pueden Timofi en el mundo, no tenía nada que temer. Salió
sacar de alguna parte". tras él, presurosa, llevándole una chaquetilla
-Claro que la escribiría, si supiera que me la desteñida por el tiempo y las lluvias para que, en el
daban. campo, Timofi se cubriera por la noche las piernas
-Convida a la gente. heridas en la guerra y le siguió con mirada húmeda
-También la convidaría. de emoción y de feliz ansiedad conforme se alejaba a
-¿Y de dónde ibas a sacar el samogón? lo largo del camino por donde, poco antes, habían
-Lo haría yo misma, y del que arde con llama pasado los jinetes.
azul. Ni por un instante se le ocurrió pensar que no
-¡No hay quién conozca a las mujeres, aunque volvería a ver vivo a su marido.
viva un siglo con ellas! -comenta sorprendido el El carro subió la cuesta. La cabeza de Timofi
marido-. Teniendo ganado y salud, también cubrirán pudo verse todavía un instante y luego quedó oculta
las mieses esta tierra con un manto igual que tu por los frondosos árboles del camino, que parecían
Danubio y no tendremos ya necesidad de ir a pedir clavarse en las nubes bajas.
nada prestado a casas ajenas.
De la alegría, Dokía no sabía ni qué decir. Se -¿En qué estás pensando? -preguntó
estrechó con todo el cuerpo contra su marido, Miroshnichenko, y su rostro enérgico, de grandes
notando que unas lágrimas de felicidad la picoteaban ojos azules, se iluminó con una sonrisa-. ¿Siempre en
en los ojos. Timofi despedía un olor a campo otoñal, la tierra?
a hojas tardías y al acre cáñamo todavía sin cortar, -Claro -contestó lacónicamente Goritsvit.
ese olor que impregna la húmeda camisa del -Hemos removido el avispero. ¡Buenos están los
trabajador. kulaks! Si estuviera en su mano, a más de cuatro nos
Recordó que, cuando salían a arar en primavera, harían pasar de encima de la tierra a debajo de la
tanto su padre como Timofi se ponían siempre la tierra.
camisa que usaban para comulgar. ¿No merecía otro -Sí -corroboró Timofi-, los terratenientes han
tanto aquella labranza? Dokía corrió al baúl, levantó huido, pero su simiente y su raíz continúan en las
la pesada tapa, y extrajo de él una camisa ligeramente casas y los caseríos de los kulaks. No abandonarán
arrugada que estiró con el rollo de madera. los ricos así como así sus campos. Todavía
-Póntela, Timofi, que vas a labrar. tendremos que luchar mucho con ellos. ¡Menudos
El marido la miró primero a ella, luego a la son los Varchuk y los Denisenko para entregar su
camisa, sonrió extrañado, pero empezó a mudarse. tierra de balde! Ya he visto con los ojos que nos
Dokía conocía mejor que él todas las creencias miraban. Las arrugas de la jeta de Varchuk se
relacionadas con la tierra, de las que ahora se podía retuercen como si estuvieran enterrándole vivo. -
dudar, pero que no debían desdeñarse. La tela limpia Goritsvit acabó sudando después de tan largo
le refrescó el cuerpo. Aquella camisa había sido discurso.
tejida con los hilos más finos hilados por Dokía. Con -De nada les servirá. El pasado no resucita,
razón decían en el pueblo que, entre sus dedos, la aunque se vuelvan tarumbas. ¡Anda y que se vaya al
fibra más burda se convertía en hilo de plata. demonio ese nido de víboras! Más vale que hablemos
-Bueno, tengo que marcharme. En fin... -Hubiera de la vida.
querido decirle algo cariñoso, pero no halló palabras. Sin embargo, tuvieron que aplazar esa
Echó un brazo en torno a los hombros de su mujer y, conversación: a su espalda resonaron unos cascos de
cosa extraordinaria, besó su negra trenza. Luego se caballo y se les adelantó una ligera carretela que iba
marchó. dejando tras ella un oblicuo remolino de polvo.
-Timofi -le retuvo ella, agitada, cuando ya estaba Erguidos, mordiendo el freno, los lustrosos caballos
en el zaguán-, no debíais marcharos por la noche. La no parecían correr sino volar, impelidos por las alas
banda de Galchevski anda por ahí desatada... de sus melenas. Conducía la carretela un hombre
Dokía hablaba como si su marido no hubiera delgado y negro, echado hacia adelante como si fuera
sabido de sobra lo que ocurría a su alrededor. a caerse sobre los caballos. Volvió la cabeza y sus
-¡Cuidado que sois lloronas las mujeres! El que ojos negros lanzaron un destello de incontenible
80 Mijailo Stelmaj
El bandido observó de reojo, atento y hosco, al dejarnos hasta sin el último trapo.
inesperado visitante. -¡Les han quitado la tierra! -adivinó Krupiak y, en
-¿No está? -replicó Varchuk pensativo-. Entonces, su rostro inmóvil, se reflejó la compasión.
hablaré con el jefe de Estado Mayor, con -Así es. -Safrón se ahogaba al expeler las palabras
Dobrovolski. que le desgarraban la garganta-. Es lo mismo que si
-Ahora está ocupado. me hubieran abierto en canal y hubieran abandonado
-Bueno, esperaré. los pedazos en el camino. ¡Con lo que yo he sufrido
-Espera. Pero te marchas a aquel extremo de la por esta tierra! Y ahora que empezaba a ver los
calle. Aquí no puede andar ningún civil. Esa orden frutos, ha ido a parar todo mi bien a manos de esos
tengo. descamisados. ¡Si me hubieran arrancado el corazón
-¡Ordenes! ¡Y habéis cogido cada borrachera de no habría sufrido tanto! ¡Pero me han quitado la
samogón, que lo habéis puesto perdido todo! tierra!
-Como sigas hablando, te echo las tripas fuera -se -Por poco tiempo -afirmó convencido el bandido-.
revolvió el centinela quitándose el fusil del hombro. De Occidente llegan grandes refuerzos. Como dicen
-Vas a asustar a tu mujer, que yo he visto cosas de por ahí, tampoco Pilsudski está en contra de sacar
éstas cuando tú andabas todavía a gatas... ¡Anda, tira, tajada. Los nuestros atacarán de un momento a otro
hijo de perra! Y el batka te retuerce luego a ti el desde la orilla derecha del Dniéster y del Bug. Y
pescuezo como a una gallina. - Varchuk clavaba en el esto, naturalmente, no será más que los preliminares
centinela sus ojos negros, que se habían vuelto de la verdadera lucha. Luego se armará una tormenta
redondos. que barrerá a los bolcheviques sin dejar rastro.
Y en esto, alguien exclamó alegremente: -¡Dios lo quiera, Dios lo quiera! -murmuró
-¡Hombre! ¡Safrón Andréievich! ¿Qué viento le Safrón, y quiso santiguarse como de costumbre, pero
ha traído? bajó la mano al tropezar con la mirada burlona de su
El centinela se aplacó enseguida y retrocedió interlocutor, y prosiguió en tono de ruego-:
hacia la profundidad de la terracilla. Ayúdame, Omelián, y te quedaré eternamente
-¿Omelián? ¡Omelián Krupiak! -exclamó agradecido... No puedo marcharme a casa de vacío.
sorprendido y aliviado Varchuk agarrándose como a Se me desgarra el alma. ¿Cómo haríamos para
una tabla de salvación con su negra mano peluda a terminar de una vez con los de nuestro Comité? Son
los dedos secos y huesudos del bandido. más temibles que los soldados: todo lo saben, no hay
Este, bajito, inquieto, con pantalones bombachos medio de esconder nada porque lo encuentran hasta
encarnados, sonreía a Safrón haciendo brillar sus debajo de tierra. Hoy es el momento más adecuado:
dientes pequeños y agudos. En sus ojos oblicuos, de las tropas se han marchado de la aldea para una
color gris oscuro, que se clavaban en el estrecho redada, dejando solamente a los del cuerpo de tren.
puente de la nariz, brillaban unas chispas ocultas y Krupiak observó a Safrón sorprendido, mientras
cambiantes. sus dedos finos jugueteaban con el trenzado cordón
-¡Buenas tardes, Safrón Andréievich! ¿También amarillo de su pistola: nunca había visto tan
usted ha venido aquí? ¿Para siempre, quizá? Pues le miserable y desvalido a aquel hombre hábil. Las
felicito, le felicito. ¿Quiere luchar contra la comuna? bolsas redondas y liliáceas que tenía debajo de los
-decía atropelladamente Krupiak-. ¿No puede ojos estaban ahora hundidas y, en el rostro
aguantar más en su caserío? ¿Está harto? ¿Ha cuneiforme, su larga nariz le llegaba hasta los labios.
decidido sumarse a nosotros? -¿Solamente los del cuerpo de tren? -repitió de
-Bien que me gustaría; pero los años no me lo pronto Krupiak, muy serio, reflexionando.
permiten ya. -¡Nadie más! -Varchuk levantó los ojos con
-¡Oh, lo que hacen los años conmigo! -exclamé desesperación y esperanza-. El presidente del Comité
Krupiak sacudiendo sus anchos pantalones y, de los campesinos pobres, el peor de todos, pasará la
después de adoptar una postura teatral, se echó a reír- noche en el campo para labrar. También podíamos
. Entonces, ¿trae usted alguna noticia para el batka? rematarle sin ruido... ¿Y si se lo dijéramos a
-Siempre hay algo -eludió la respuesta Varchuk-. Dobrovolski?
Pero parece que no está. -¡Ni hablar! -protestó el bandido frunciendo el
-Efectivamente. Se ha marchado a Maidán cejo, y Safrón aguantó inquieto a que Krupiak
Trepovski. Allí estudió en tiempos. Además, tiene explicara, bajando la voz-: No me fío mucho de él
algún devaneo allá por Zgar. Le gusta cambiar -dijo estos últimos tiempos. Temo que se largue con los
Krupiak. rojos. Tiene el colmillo muy retorcido. Como ahora
-¡Buen momento ha ido a elegir para andar de han hecho eso de las amnistías.... ¡No me inspira
faldas! -se enfurruñó Safrón-. Cuando lo que nos confianza!
ocurre es como para dejarse morir de pena. Además, "Seguro que le calumnia porque quiere ser el jefe
si no nos echáis una mano, no esperéis tampoco nada de Estado Mayor -pensó Varchuk, que conocía la
de nosotros. Se llevan hasta la última raíz, quieren ambiciosa naturaleza de Omelián-. Pero, ¿y si es
Que no vierta la sangre 83
cierto?" Miró con temor hacia las ventanas de la casa hace sufrir tanto el paludismo, que la chica está
del pope. ¿Le habría visto el jefe de Estado Mayor? agotada, parece transparente.
Bajo el oscuro labio inferior de Safrón se movía -¿Se acercará usted a ver al practicante?
nerviosamente la nuez alargada. -Claro que sí. Le llevo un trozo de tocino. Todo se
-¿Tienes miedo? -preguntó Omelián, fustigándole hará conforme es debido.
con una risita desagradable-. No pasa nada. Ahora -Ya sé lo precavido que es usted -comentó
está ocupado, bebiendo samogón. Entre tanto, Krupiak descubriendo con una sonrisa sus dientes
nosotros caemos sobre la aldea. ¡Tengo unos finos y deslumbradores. Luego recobró la seriedad-.
muchachos que son demonios! ¿Habrá algún botín? Eso del practicante está muy bien, pero, después de
-¡Pues claro que sí! Algunos del Comité de los nuestro golpe, no vuelva usted por la aldea.
pobres tienen ahora buenos caballos. -¿Y dónde paso la noche?
-¡Anda! Caballos también tenemos nosotros. Krupiak quedó pensativo, luego se llevó la mano
¡Unos caballos como fieras! Los hemos cogido de al gorro ladeado y dijo:
una granja especial. Va uno montado en ellos, y el -Como tiene buenos caballos, lo mejor es que se
viento le abrasa las orejas -se jactó Krupiak. No acerque hasta Vínnitsa y, una vez allí, vaya
permanecía quieto ni un instante. Todo su cuerpo directamente al Comité provincial.
estaba en movimiento-. ¡En marcha! No hay tiempo -¿Y para qué? -sorprendióse Varchuk-. Gracias a
que perder -resolvió, y sus ojos oblicuos se tornaron Dios, nunca he tenido que ver a un jefe soviético tan
enseguida más duros. alto.
-¡Eso sí que está bien! -alegróse Varchuk y, -Allí busca usted en la sección de agricultura a
desentendiéndose va de la mirada burlona de Yarema Gurkalo, un amigo mío, le da recuerdos de
Omelián, hizo un gran signo de la cruz y escupió por mi parte y este trozo de tocino, porque, con la ración
encima del hombro. El dolor que sentía en el corazón de los bolcheviques, pocas carnes se pueden echar.
iba aplacándose poco a poco y empezaba a creer que Luego le pide usted a Yarema que la sección de
se realizarían sus deseos. agricultura le devuelva a usted, como propietario
Se imaginaba claramente a Miroshnichenko entendido en las cosas de cultivo, la tierra que le han
muerto, arrojado a las aguas verdes del Bug; se quitado.
imaginaba a los del Comité matados a tiros y -¡Hijo de mi alma! ¿Pero se puede hacer eso
hachazos y sus casas en llamas. Y de nuevo se legalmente? -exclamó sorprendido y dichoso Safrón.
extendía ante él toda su tierra, incólume, sin repartir, -Los bolcheviques no les hacen nada a los
los cinco campos como si fueran los cinco dedos de propietarios entendidos. ¿No tiene usted incluso una
la mano. "Y que me habían cortado de golpe un dedo. condecoración?
¿Qué digo un dedo? Me habían cortado las venas". -Sí, una medalla de plata que conservo todavía.
Krupiak subió de un salto al carricoche y ordenó: ¡Gracias por el consejo! ¡Vaya cabeza la tuya,
-¡Tire para el estanque, que allí están mis Omelián! ¡De ministro!
demonios! Omelián contestó sólo con un suspiro: él tenía
Embriagado por la afluencia de una fuerza y un mejor opinión que nadie de sus capacidades; pero
entusiasmo insanos, Varchuk lanzó los caballos a tal resultaba que, incluso entre los atamanes de Petliura,
velocidad por la aldea, que unas lágrimas abrasadoras no había llegado a ser personaje. Unas veces por las
le llenaron enseguida los ojos y, a los lados del heridas, otras por la lengua demasiado larga, otras,
camino, los árboles y las casas iniciaron una danza por cualquier eventualidad, iba quedando en la
desordenada. sombra, mientras mocosos de veinticinco años
Su tierra volvía a acercarse a él: parecía emerger, llegaban a embajadores y a ministros. Cierto que
girar y extenderse delante del carricoche, llegando Petliura tenía ministros para llenar toda Europa; pero,
con sus cinco campos hasta aquellos desconocidos al fin y al cabo, era un honor: por lo menos hablaban
huertos otoñales. de ellos en los periódicos.
Krupiak hizo desvanecer sus dulces e inquietantes En la vorágine de la guerra, Krupiak había tratado
visiones: con toda clase de gente, había conocido las
-¿Y se ha dado alguien cuenta de que se marchaba penalidades de los combates y la vergüenza del
usted, Safrón Andréievich? cautiverio, había visto al zar ya Rasputin, se había
-¡Cualquiera oculta nada en la aldea! -contestó entrevistado con Petliura y Vishivani, había vivido en
Safrón estremecido y encogiendo sus hombros residencias de los marqueses de Baden y en las
huesudos. míseras casas gutsulas; sin embargo, en ninguna
-Entonces, si después de nuestro ataque se meten parte había encontrado a una persona que estuviera
con usted, ¿qué va a decir? ¿Encontrará alguna satisfecha de su vida. Tampoco él lo estaba.
fábula? Junto a un amplio patio sin portón, Varchuk hizo
-Diré que había ido a ver al practicante. detener en seco a los caballos y, enseguida, le
Precisamente tengo enferma a Marta, mi pupila. La ensordecieron las lamentaciones de una mujer, el
84 Mijailo Stelmaj
el Comité provincial. Ya cerca del alto edificio Antanás se apeó del caballo y, cojeando, se acercó a
escondió la muleta detrás de una verja y se dirigió al Svirid Yákovlevich-. ¡Eres un gran inventor! -
secretariado procurando no cojear. Pero allí, concluyó, señalando el cañón.
enseguida le desbarataron las ilusiones. -¿Sirve? -inquirió Svirid Yákovlevich mirando
-A la lucha contra los bandidos no le vamos a esperanzado a los ojos verdes del lituano.
mandar, porque está usted enfermo. -¡Sí, sirve! Lo he mirado y remirado por todas
- Entonces, ¿qué hago, me presento en los seguros partes -el rostro pálido y enflaquecido, salpicado de
sociales? -preguntó mordazmente. pecas, resplandecía con ancha y franca sonrisa pueril.
Y el caso es que nadie advirtió su ironía y, en -¡Estupendo! -suspiró aliviado Svirid
cambio, le contestaron muy serios: Yákovlevich-. Al fin y al cabo es un cañón.
-¿Por qué no? Es un buen trabajo. -¡Qué importa el cañón! Lo que importa es la
Todos sus esfuerzos, sus argumentos, sus ruegos y inteligencia. La inteligencia de un hombre trabajador.
hasta sus argucias fueron inútiles: que no, y que no. Este ingenio vale más que todos los cañones.
Finalmente logró que le dieran el cargo de En 1918, los alemanes habían abandonado en
encargado de la sección de agricultura. medio del camino, al huir, un cañón estropeado. Y
Como en el distrito pululaban los restos de Miroshnichenko había decidido emplearlo en la lucha
Petliura y de Shépel, Antanás se pasaba días enteros contra los bandidos. En el taller de ruedas puso al
sin apearse del caballo. Su silueta, pequeña, cañón afuste de madera; los herreros estuvieron
recortada, era conocida en toda la cuenca del Bug. La mucho tiempo buscando el arreglo del cerrojo, donde
gente gustaba de escuchar sus discursos alegres y faltaba una pieza del mecanismo de percusión y,
ardientes. finalmente, ajustaron con mucha habilidad al cerrojo
Y nadie podía imaginarse la nostalgia que sentía un enorme clavo de hierro. La idea del presidente era
el corazón del joven comunista pensando en su sencilla: en cuanto pegasen con un mazo en el clavo,
querida Lituania, donde habían quedado sus padres y el percutor rompería la cápsula y el proyectil saldría
su novia y donde por primera vez había vertido su disparado.
sangre. Al repartir las tierras, allá por el Bug, soñaba Aquella invención le causaba alegría y temor al
con el momento en que podría hacer lo mismo a mismo tiempo. "¿Y si no resultaba?"
orillas del verde Nieman. Ahora se veía, según Antanás, que la idea había
-¿De dónde has sacado eso? -preguntó sido ingeniosa.
Miroshnichenko al fijarse en una escopeta que Al crepúsculo, los del Comité de los pobres y los
llevaba Bóndar. combatientes estaban ya junto al río. Antanás se
-Era de un bandido que los soldados rojos han había enterado de que los restos de la banda de
matado en la linde del bosque. ¡Lo que he tenido que Salenko, después de su derrota, habían salido de los
rogar para que me la dieran! -replicó Bóndar, ya sus bosques de Barski para unirse a Galchevski, y quería
labios gruesos asomó una sonrisa inteligente y pícara. cortarles el camino. Cuando salieron al campo les
-¿Y no te da miedo llevarla sin tener permiso? envolvió el aroma de la tierra húmeda, recién
-Para defender a nuestro Poder soviético no hace labrada.
falta permiso -contestó seria y gravemente Bóndar-. -Nuestra gente ha arado hoy -explicó
Bueno, vámonos. Miroshnichenko a Antanás sobreponiéndose a su
-Que te vaya bien, Timofi. Procuraré volver antes emoción, porque continuaba pensando en el cañón.
de que amanezca. Si me retraso, te mandaré a Las tinieblas se espesaban. Sobre el horizonte
Dmitró. ¡Qué contrariedad! ¡Tantas ganas como tenía descendía un nubarrón, extinguiendo torrentes de
de haber arado el primer surco sobre mi tierra! -el púrpura.
pesar suavizaba los duros pliegues del rostro tenaz-. Y, de pronto, un extremo del nubarrón pareció
Vamos, Iván. estremecerse, desprenderse y volar hacia la aldea.
-Vamos -y Bóndar echó a andar junto á -¡Media vuelta! -gritó Antanás a los servidores de
Miroshnichenko. la pieza.
Parecían dos hermanos, ambos anchos de Los caballos describieron un semicírculo y la
hombros y recios. obtusa boca del cañón quedó apuntando hacia
El sendero llevaba, por un campo hinchado y occidente, hacia la estepa inquieta y envuelta en la
negro de las lluvias, hasta la misma aldea. Llegaron a oscuridad. Los soldados rojos y los del Comité se
la escuela por los huertos y enseguida vieron a diseminaron por el campo arado.
Antanás. Montado en un potro inquieto, que Por debajo de la nube llegaban a caballo los
enseñaba rabioso los dientes, estaba explicando algo bandidos. El camino resonaba con fuerza creciente,
con animación a los del Comité y a unos soldados levantando hacia el cielo dos alas de polvo.
rojos que emplazaban en medio de la calle un cañón El cerrojo del cañón encajó pesadamente.
alemán de tres pulgadas. Miroshnichenko levantó con ambas manos el mazo,
-¡Miroshnichenko, salud! ¡Te felicito, te felicito! - echóse hacia atrás y lo descargó. La boca de la pieza
Que no vierta la sangre 87
vomitó una larga lengua de fuego festoneada. La ahora que catorce países han tenido que volver a sus
tierra rugió, sacudida. Una tromba desmelenada, madrigueras huyendo de nuestra joven potencia, no
entretejida de fuego, se levantó delante de los me haría ninguna gracia caer bajo la bala de un
bandidos, hinchose y fue posándose con menos bandido. Son muchas las ganas que tengo de trabajar
fuerza. en mi tierra. Y cuando veo que la desgarran todos
-¡Así mismo! -exclamó Antanás, corriendo hacia esos cuervos, me sangra el corazón, como si fuera a
el cañón. él, y no a la tierra, a quien estuvieran despedazando.
De la cámara salía un humo acre; pero sus -Ya no hay fuerza que nos quite la tierra -contestó
apretadas guedejas fueron enseguida deshechas por Bóndar.
un nuevo proyectil. -Eso pienso yo también. ¡Y se sienten unas ganas
-¡Así mismo! -Miroshnichenko volvió a descargar de vivir! Lo mismo que si acabara uno de nacer.
el mazo y otra vez se estremeció la tierra. Usted, Iván Timoféievich, que es mayor, no puede
Semejantes a una bandada de grajos, los bandidos sentirlo así.
se apearon de los caballos. Iban a tirarse al suelo. -Sí que lo siento -contestó Bóndar reservadamente
Pero enseguida estalló un surtidor de tierra que y, después de pensar un poco, añadió-: Por eso estoy
dispersó en todas direcciones pequeñas siluetas; aquí con el fusil en lugar de haberme escondido en
encima de la tierra empezaron a brillar un agujero como una marmota... ¡Fíjate, se largan!
desordenadamente los chispazos de los disparos. Las -Se retiran! ¡Buena idea ha tenido
llamaradas que salían de las escopetas eran mayores Miroshnichenko con eso del cañón!
y parecían más temibles que las luciérnagas de los -¡Aguarda! ¿Qué galope es ese que se oye en el
fusiles, aunque en realidad fuesen menos peligrosas. bosque? -dijo alarmado Bóndar.
Iván Bóndar lo sabía muy bien y, con su El camino volvió a retumbar bajo los cascos y,
voluminoso cuerpo pegado a la tierra, disparaba desde el sitio donde estaban los bandidos, se
pesadamente contra las luciérnagas. escucharon exclamaciones de alegría.
Había tenido tiempo de pasarle su escopeta a -¡Me parece que les ha llegado refuerzo a esos
Stepán Kúshnir que, tendido en el surco inmediato, miserables! -profirió inquieto Bóndar, prestando oído
profería horribles juramentos después de cada al sordo retumbar de la tierra.
disparo: la corta escopeta tenía tan fuerte retroceso, -¡Así es!
que casi lanzaba por los aires al tirador. ¡En qué mal momento! Si se hubieran retrasado
-¡Me ha engañado usted, me ha engañado usted, una hora, no habrían quedado ni los restos de
Iván Timoféievich! -acabó por estallar Kúshnir. aquellos malditos.
-Lo confieso -reconoció Bóndar-. Pero ya estás Donelaitis dio unas órdenes concisas, y los
viendo que era para bien de la causa. soldados rojos echaron a correr por el campo. Los
-¡Claro que lo veo! ¡Cómo que lo iba yo a artilleros se llevaron el cañón un poco atrás, luego
soportar si no! Es mi único consuelo. Así va dijo algo Svirid con aire preocupado, y en el camino
quedando menos basura. ¿Digo bien? empezaron a estallar ya, a breves intervalos, los
Bóndar no contestó. Delante, muy cerca, apareció, proyectiles tanteando el móvil torrente de los jinetes.
enderezándose, la larga y torpe silueta de un bandido. Pero los bandidos pasaron por entre las explosiones,
Se puso a gritar algo frenéticamente; pero su alarido, gritando y silbando, echaron pie a tierra y trataron de
agudo y penetrante, se convirtió enseguida en un envolver al destacamento como un negro alud.
débil y ronco balbuceo. -¡Ahora, aguanta firme, Stepán! -gritó Bóndar y
-¡Ahora te vas a comerla tierra! -observó Iván echó a correr, inclinado, perpendicularmente a la
volviendo a cargar el fusil. avalancha que llegaba.
-Ya tenemos a un enemigo menos. Kúshnir miró con tristeza a su alrededor, lanzó un
-¡Mira si en una noche se les pudiera apaciguar a suspiro y siguió a Iván Bóndar, disparando sobre la
todos con plomo! marcha su terrible escopeta.
-¡Ya les apaciguaremos! Aunque no a todos de Las balas llenaban de chillidos penetrantes y
golpe. Cada cosa necesita su tiempo, como dice tristes la hermosa noche y rastrillaban con rabioso
Miroshnichenko... ¡Pero qué retroceso tiene esto! resoplido los surcos recién abiertos segándoles las
Noto ya el hombro en carne viva -rezongó Kúshnir crestas. "¡Esta es la primera siembra que recibe
con una mueca-. Parece que se han largado los nuestra tierra!", se le ocurrió a Svirid.
bandidos... ¿No tiene usted miedo, Iván Un pequeño grupo de bandidos corría hacia el
Timoféievich? cañón. Donelaitis y Svirid fueron los primeros que se
-De momento no doy todavía diente con diente. lanzaron a su encuentro. Pero, en aquel instante, una
-Pues yo sí tengo miedo -confesó Stepán, y su voz ametralladora soltó desde un pequeño barranco una
se convirtió en un murmullo-. Y no vaya a pensar ráfaga breve y rabiosa, pareció atragantarse y, como
que tiemblo por mi pellejo. Hace tiempo que lo tengo enfadada consigo misma, volvió a tabletear
curtido. Antes no pensaba así en la muerte. Pero entrecortada y resueltamente.
88 Mijailo Stelmaj
-¿Quieres que cambiemos? banda en dos partes. Los bandidos se quitan las
- No, que el que cambia y recambia... carabinas y las escopetas del hombro y se ponen en
-¡Lástima que seas pariente de nuestro batka! - marcha en direcciones distintas.
observa el bandido riendo, y se aparta del carricoche. La aldea aparece ya, con sus casas que blanquean.
El destacamento sale ya al camino, pero los Los bandidos lanzan los caballos a galope, y Sichkar
pensamientos de Safrón continúan atropellándose sin vuela por el camino polvoriento, bien agarrado a un
ton ni son en su cabeza; y no da con la argucia que le estribo. Le molesta el zurrón, y el corazón se hace
permita alejarse de los bandidos. ¡Qué cansado está sentir, recordándole que la juventud ha quedado
de esos pensamientos! Nunca ha estado tan cansado, atrás.
piensa con angustia; mas delante se alza ya, en la El maldito zurrón le aprieta debajo de los sobacos,
cuneta, una cruz con un crucifijo. Aquí debe estar el peso de los panes blancos y del tocino exprimen de
esperándole Sichkar. su cuerpo el sudor que, por la cintura, corre hasta el
Safrón y Krupiak se cifien más a la cuneta y vientre y las caderas. Delante de sus ojos giran las
retienen los caballos. estrellas y las casas. Han llegado ya a la casa de
-Iván, ¿estás aquí? -pregunta Varchuk en un Svirid Miroshnichenko. Como borracho, Sichkar
susurro. abandona el estribo y cae sobre el portón. Cruje bajo
Del reguero que separa los tilos del camino se su peso, oscila y vuelve a crujir. Se conoce que el
levanta una silueta negra y hasta en la oscuridad se amo no lo ha retocado hace mucho tiempo. Los
puede reconocer la espalda encorvada de Sichkar, bandidos envuelven por todas partes la casa y el
que parece todavía más corva por el zurrón de la pajar. Alguien pega un culatazo en una ventana y los
comida que lleva a hombros. cristales rotos vuelan produciendo un triste sonido.
-Bueno, gracias por la ayuda, ¡muchas gracias! - ¡Eh, los de la comuna, salid aquí!
dice respetuosamente Sichkar al presentarse a -¡Que salgáis si no queréis que os quememos a
Krupiak, y toma con cuidado en su pesada mano los todos vivos!
dedos ligeros del otro. Brilla una luz, y en la casa se escucha un llanto
Krupiak da unas chupadas al cigarrillo y a su luz infantil.
ve las huellas de las herpes, redondas como sellos, en Orientándose por él, echa a andar Sichkar. Al
las mejillas de Sichkar, invadidas por un húmedo compás de sus pasos se mueve el pan en el zurrón,
arrebol, y los reflejos malignos de la lumbre en las rozándole la espalda sudorosa. ¡Cuidado que Zinka lo
pupilas y en el blanco de los ojos. ha atado mal!
La crueldad de los ojos de Sichkar deja En el zaguán y en la casa pululan ya los bandidos
sorprendido a Krupiak. "Únicamente la guerra ha y se agitan las sombras de la antorcha. Iluminadas
podido engendrar estos ojos", piensa, quitándose el por sus inquietos reflejos rojos, se han inmovilizado
cigarrillo de la boca para no ver la mirada de su dos pequeñas figuras, sin más ropa que unas
eventual ayudante. camisillas de lienzo.
Sichkar advierte la turbación de Krupiak, y sonríe: -¿Dónde está el padre? -pregunta un bandido
le gusta que las miradas de los demás se aparten de enjuto apuntando a los niños. Tiene un ojo hundido y
sus ojos. Eso quiere decir que su interlocutor es más el otro saltón, y en éste tiembla, solitario, el reflejo
débil que él. de la antorcha-. A ver, ¿dónde está?
-¿Qué, Iván, no hay nada nuevo? -pregunta - No... no lo sé... Se marchó por la tarde al campo
Varchuk, siempre con la esperanza de lograr -contesta Nástenka, trémula del susto y de las
escabullirse de los bandidos. lágrimas, notando cómo ruedan a sus pies las bayas
-Sí que lo hay -contesta Sichkar acercándose a él-. de endrino que los bandidos han tirado al suelo.
Svirid no va a pasar la noche en el campo, sino que Sichkar traspone el umbral, se reajusta el zurrón y
ha vuelto a la aldea. saca la pistola del bolsillo. Mira a los niños con
-¿Y Timofi Goritsvit? inquina. Llevan la sangre de Miroshnichenko. Si se
-Junto al río se ha quedado. hacen mayores, saldrán al padre; si mueren, le
Safrón teme verse obligado a conducir a los mermarán las fuerzas al padre. Los niños muertos
bandidos contra Svirid, y su pensamiento trabaja pueden hacer doblegarse a cualquiera.
febrilmente. Y se apresura a decir a Krupiak: Pisando las bayas de endrino y ocultando a la
-¡Qué mala suerte! Bueno, pues entonces, yo espalda la mano que empuña la pistola, se acerca al
envío en un instante unos cuantos hombres contra bandido y envuelve a los niños en una mirada que
Goritsvit, y que Iván vaya corriendo donde Svirid ignora la piedad. En sus camisillas blancas se refleja
Miroshnichenko. un fulgor sangriento y en sus rostros pálidos el
-De acuerdo -acepta Krupiak. horror. Pero Nástenka le reconoce de pronto, y una
Se acerca a sus bandidos, designa al que va a chispa de esperanza brilla en sus grandes ojos.
mandar el grupo que se dirija hacia la aldea, da unas -¡Tío Iván -grita-, sálvenos usted! -se cubre el
órdenes breves y, de un golpe de su látigo, divide la rostro con las manos y, entre los dedos, escapan las
90 Mijailo Stelmaj
rogaba cada una de las células de su cuerpo. el ruido de sus cadenas. En la tierra clara de la orilla
Con unos saltos más, habría llegado el fin. Timofi fluyó con más fuerza la sangre del jefe, que dejó una
cerró incluso los ojos. huella entrecortada hasta la misma barca. No parecía
Una voz juvenil, baja y alterada, le dijo algo al que la sangre viva y tibia había manchado la arena,
ametrallador. Y éste replicó entre dientes, con sino que, jugando en la orilla un día de otoño, los
tranquilidad y rabia: niños habían salpicado aquel arenal amarillo con
-Un momento, camarada jefe. Les vamos a dar de dedales de bellotas.
lo lindo. Ni en el rostro pálido y tranquilo del jefe, típico
Y, enseguida, la ametralladora vomitó, rostro del obrero ruso, ni en sus ojos oscuros, de
atragantándose, una llamarada blanca. Entre gritos y reflejo ambarino, había visto Timofi señales de dolor
juramentos, la línea de los bandidos se arrojó o la expresión de debilidad y angustia habitual
inmediatamente al suelo. Protegidos por la Colt, los cuando se produce una gran pérdida de sangre. El
soldados rojos se replegaban rápidamente: los herido estaba tieso, concentrado, bello en su
extremos de la línea de los bandidos iban estoicismo.
acercándose al río. -¡Levanta la mano, camarada jefe, que te va
-Camarada jefe -pronunció Timofi, que se levantó goteando la vida! -profirió Timofi, severo como
y quedó inmóvil delante de un combatiente de escasa siempre, y tiró con todas sus fuerzas de la fina
estatura con un gorro de piel y una pistola en la mano cadena herrumbrosa.
izquierda-, bajen ustedes detrás de mí hasta el Bug, y Sintió un intenso dolor en los dedos, aplastados
yo les pasaré en una lancha. por la cadena; pero cedió uno de los eslabones y
-¿Y tú, quién eres? Timofi se alegró: ya no tenía que abrir el candado, y
Unos ojos inquisitivos y severos se aproximaban a se ahorraban unos instantes preciosos.
él. De puro blanco, el rostro del jefe parecía azulado, Habían llegado ya al centro del río cuando en la
casi transparente, en la semipenumbra. orilla aparecieron unas siluetas oscuras y brillaron
-¿Yo? -Timofi se quedó incluso cortado. "¿Qué le unos fogonazos. En torno a la lancha chapoteaba el
voy a decir? Todavía es capaz de tomarme por un agua en pequeños surtidores cantarines, semejantes a
bandido"-. Un campesino pobre. Estoy con el Poder pajarillos de alas azules.
soviético. Al poner el pie en la orilla, todos lanzaron un
-¡Se acabó! -exclamó el ametrallador con un suspiro de alivio.
juramento-. No me queda ni un cartucho. -Gracias. Gracias, en nombre del Ejército Rojo -
Empuñó la ametralladora, abrasándose las manos dijo el jefe estrechando con la mano izquierda la
con el cañón ardiente, y juró una vez más con pesar y recia mano del guía.
amargura. -A ustedes hay que dárselas. Por todo. Traiga que
De la mano derecha del jefe goteaba la sangre en le vende la herida. Tengo la camisa limpia - Timofi
hilillos negros. Una bala le había atravesado sin duda tiró resueltamente del cuello de la camisa de hilo que
el brazo, y la sangre fluía de los dedos, abiertos por solía ponerse para ir a comulgar. Los pequeños
el dolor, lo mismo que si todos ellos estuvieran botones cayeron como cuentecillas a sus pies.
heridos. El jefe sonrió, extrajo un paquete del bolsillo y
-¡Vaya, hombre! ¡Maldita sea! dijo al ametrallador que vendara el hombro a
-¿Qué te ocurre, Ivanenko? Ivanenko. El levantó la mano, y la sangre de los
-Me han pegado en el hombro -replicó un dedos le corrió dentro de la manga.
combatiente tendido en un surco, y continuó -Deje usted. ¿Cómo se llama?
disparando frenéticamente. -Goritsvit. Timofi Goritsvit.
-¿Puedes correr? -Pues yo me llamo Márkov. ¿Cómo podríamos
- Sí, camarada jefe. expresarle nuestra gratitud?
Echaron a correr hacia el Bug bajo los disparos -No necesito nada. Ya le he dicho que he sido
ininterrumpidos. Las balas caían con odioso silbido soldado... La Revolución no ha venido para eso...
sobre la orilla erizada de arbustos; pero su fuerza Hubiera querido decir muchas cosas, pero le
disminuía, lo mismo que disminuía la sensación de costaba siempre trabajo hablar, y mucho más ahora
peligro conforme se acercaban al río. que la sangre espesa continuaba goteando en la
Por detrás de una nube desgarrada asomó la luna hierba otoñal azulenca. Y añadió, ya con su voz
y sobre el río cobraron vida, en el fluido resplandor pausada de siempre:
irisado, unas lanchas negras. Suspirando, torpemente, -Vayan ustedes a Ivchanka, porque allí les
las prietas olas otoñales las mecían, las golpeaban ayudará la gente aunque llegue alguna banda.
entre los tocones de los sauces, quizá los mismos -¡Que le vaya bien!
sauces de que estaban hechas. Luego volvían a Con los labios pálidos y apretados del dolor,
aletear las lanchas, como aves enjauladas, Márkov besó a Timofi, estrechó contra el pecho la
apartándose de la orilla, y sobre el agua se escuchaba mano herida, como si fuera una criatura envuelta en
92 Mijailo Stelmaj
pañales y echó a andar hacia las casas por un sendero luego desapareció y volvió a emerger.
que atravesaba los prados. Y a Timofi siguió Los bandidos abandonaron su escondite. En torno
pareciéndole mucho tiempo que la sangre goteaba en al sitio donde nadaba Timofi el agua formaba
la orilla y se hundía en la arena como dedalitos de multitud de surtidores. En cuanto a Varchuk,
bellotas. enloquecido de miedo y de rabia, corría de un lado
"¡Qué buenos muchachos!", se decía Timofi para otro entre los bandidos, señalando con el dedo:
pensando en los combatientes como piensa un padre -¡Allí está! ¡Allí! ¡Ahora ha salido!
en sus hijos. También los soldados rojos pensaban en -¡Anda y vete ya... primo de Galchevski! –acabó
él en aquel instante y recordaban con gratitud al gritándole el bandido alto y patizambo que estaba de
desconocido que les había ayudado. centinela en el puente-. ¿Te has creído que no lo
Lo que acababa de hacer -y todo podía haber vemos?...
terminado de manera muy distinta porque la muerte Varchuk calló, ofendido; pero cuando aparecía
rondaba por todas partes- elevaba a Timofi ante sus sobre el agua la cabeza del nadador, la señalaba de
propios ojos y le llenaba de alegría. De pronto, le todas formas con el dedo.
embargó la inquietud: los bandidos podían llevarse El agua helada le produjo a Timofi una sensación
los caballos... Prestó oído. de fuego. Todo su cuerpo se puso en tensión. Con
Por el agua llegaban, desde la otra orilla, las voces ágiles movimientos, se quitó debajo del agua la
de los bandidos discutiendo. Y, súbitamente, oyó la chaqueta y las botas altas y, después de hacer una
de Safrón Varchuk. profunda aspiración, empezó a nadar. Sus brazos
"¿Será que me ha parecido?...” recios hendían el agua densa como si fueran remos.
Las oscuras siluetas subían lentamente la cuesta. El nadador no oía el chapoteo de las balas a su
El ruido de los cascos se extinguió a lo lejos. alrededor: los oídos le dolían, igual que si los tuviera
Mas Varchuk había reconocido ya antes a Timofi, llenos de cola caliente.
cuando le vio saltar del barranco guiando a los "No te apures, Timofi, que todavía no hay
combatientes hacia la lancha. Y, al reconocerle, se ninguna bala fundida para ti", decía para consolarse,
había llevado tal susto, que el sudor perló su frente como solía hacer en el frente. Lo que entendía él por
aplastada. bala era la muerte, ya que heridas había tenido varias.
"¿Y si Timofi Goritsvit me ha visto a mí En las cintas a rayas, de color naranja y negro de las
también?" cruces de San Jorge que guardaba en un rincón del
Tuvo que pedir casi de rodillas a Krupiak, irritado baúl, negreaban las manchas de la honrada sangre de
por el fracaso, que dividiera la banda en dos grupos soldado. ¡Quia! El no podía admitir la idea de que le
para mandar el núcleo mayor a la aldea y dejar unos mataran ahora. "Que me hieran, bueno. Eso no es
cuantos hombres entre aquellos arbustos. nada nuevo. ¡Pero yo cruzaré el río!"
Se acercaba el amanecer. El agua borbotoneaba abriéndose ante él. Y él
Con los ojos desorbitados de la fijeza, miraba tajaba las elásticas corrientes profundas, trituraba con
Varchuk al río, pensando tristemente todo el tiempo sus brazos poderosos los remolinos y percibía con
en lo mismo: si le habría, reconocido Timofi y si cada uno de sus nervios la resistencia de los
volvería a aquella orilla. Y, como hace la mayoría de músculos gélidos y electrizados del río. "No te
las personas creyentes en un momento de apuro, apures, Timofi, que todavía no hay ninguna hala
elevó todas sus preocupaciones a Dios, dirigiéndole fundida para ti". Y, con aquellos esfuerzos, no
una absurda plegaria para que hiciera volver a advertía que el agua estaba ya teñida con su sangre.
Timofi. De pronto ocurrió algo extraordinario y terrible.
Por fin se escuchó, en el centro del río, el crujido Todo su cuerpo recio se encogió, se retorció, y los
de un remo. Safrón se olvidó al instante de su huesos heridos fueron traspasados por un agudo
plegaria y hasta de Dios. dolor como acometidos por el hielo.
Desgarrando la oscuridad, apareció una lancha. Sobreponiéndose, Timofi se liberó de aquella cárcel
De pie en ella, el remero, alto y fuerte, manejaba pétrea. Los brazos, la cabeza y los hombros le
pausada y hábilmente el remo. El fondo liso de la obedecían, pero las piernas paralizadas tiraban de él
barca encalló suavemente en la arena. Timofi saltó a hacia abajo.
la orilla y, en el mismo momento, restalló un disparo. Y Timofi lo comprendió todo.
Por un instante le pareció a Safrón Varchuk que Levantó la cabeza por última vez sobre el agua, y
era su corazón el que había estallado. Se llevo ambas envolvió en pesarosa mirada las anchas orillas
manos al pecho, sin apartar la mirada de Goritsvit. sumergidas en la neblina del amanecer. Y sintió
"¡Se ha tambaleado!", alegróse Varchuk. Las pena. No era miedo. Era una angustia que se había
manos le resbalaron del pecho, pero enseguida volvió apoderado de todo su cuerpo ya medio muerto, una
a llevarse al corazón los dedos febrilmente nostalgia de algo que no lograría vivir ya nunca. Y
agarrotados: con inesperada agilidad, Timofi se había no comprendía que sentía nostalgia de los años no
tirado al agua. Su cabeza tardó mucho en surgir; vividos, de los que hacía ya tiempos latían en sus
Que no vierta la sangre 93
mejores esperanzas, pero no habían llegado aún en molestaba para rezar; pero, de pronto, Varchuk pego
realidad... Y cuando se habían aproximado esos años, un respingo: en lugar de la canción había partido una
él se marchaba para siempre. "Es posible que Dokía, briosa copla atea. En la voz del que cantaba había
Dmitró...” Y a sus ojos afluyó una ola tibia. Toda la notas traviesas y tímidas. Pero, terminada la copla, el
vida desfiló en un instante ante él lo mismo que cantor se había echado a reír con alivio y eran ya dos
desfila el ejército inmortal por delante del camarada voces las que, ahogándose de asombro y admiración,
muerto. entonaban:
Vio desfilar su infancia, las noches lluviosas
pasadas en el frente de Galitzia, y se sintió más cerca Dicen que en los cielos
de los amigos muertos y de la tierra... "¿La tierra del Ya él mismo no es Dios.
amo?" -"Que no, hombre, la nuestra". -"¿Conque del Se asomó al infierno,
amo?" -"Era del amo, pero ya no lo es. Ahora es Casi se abrasó.
nuestra. Nos la ha dado la verdad de Lenin...”
Ahora se veía con Svirid y Dmitró en el camino, "¡Blasfemos, demonios malditos!" Furioso,
entre los trigales. Desde lejos les sonreía el rostro Varchuk estuvo a punto de abandonar su refugio,
amado de Lenin...”Los campesinos le llevaron una pero se retuvo a tiempo y miró al río.
hogaza...” ¡Si eran ellos los que habían recibido a Hacia el sitio donde había aparecido por última
Lenin ofreciéndole un pan! Svirid lo había vez la cabeza de Timofi, llegaba una barca. En el
embrollado todo, absolutamente todo... fondo había unas nasas y en la lancha iban dos
En los últimos segundos de existencia anhelaba muchachuelos: Grigori Shévchik y Varivón Ocheret.
con todo su ser aquella raya del futuro desconocida y -¡Buena copla, Grigori! Lástima que no puedas
tan próxima ya: porque él había vivido siempre cantarla en casa porque los viejos te arrancarían los
pensando en el futuro, y pocos minutos de felicidad pelos con piel y todo -dijo Varivón riéndose y,
tenía en el pasado. después de mirar a su alrededor, añadió en un
Timofi notaba cómo paralizaba el agua helada sus susurro-: ¡Mira unas nasas! ¿Las vaciamos?
venas, hinchadas y rendidas, igual que si quisiera -¡Quita, hombre, quita! -protestó Shévchik
arrancárselas del cuerpo, cómo lo envolvió la rápida agitando las manos, y en su rostro moreno y
corriente y le llevó hasta el medio del río. agraciado se reflejó un sincero susto.
-¡Se acabó! -dijo el bandido alto y patizambo. -Vamos a probar una sola. Si no hay nadie. Lo
Luego se echó la escopeta al hombro y trepó por el que se dice nadie -Varivón agarró un palo y atrajo la
sendero. nasa-. ¡Lo que pesa! Seguro que está llena de peces.
-¡Vaya resistencia que tenía el condenado! - ¡Ayuda, Grigori!
exclamó otro con aire satisfecho, mientras encendía Hicieron un esfuerzo más y ambos quedaron
un cigarrillo-. paralizados de espanto. Sobre el agua apareció, antes
-¡Hay que ver lo que ha nadado con el frío que de que saliera la nasa, el tranquilo rostro de Timofi
hace! Goritsvit con los ojos a medio cerrar. En los abanicos
Safrón hubiera querido pedirles a los bandidos de arrugas que tenía en torno a los ojos y los labios
que aguardasen otro poco por si emergía de nuevo brillaban al sol unos húmedos granos de arena.
Timofi; pero, al darse cuenta del estado de ánimo que
les embargaba, no se atrevió y optó por quedarse allí XXVII
un rato sin apartar la mirada del río. Su rostro El dolor descargó, como un mazazo, sobre Dokía.
narigudo conservaba todavía una mueca de la Sin palabras, sin un gemido, cayó de rodillas en
tensión. medio del patio. Su mano subió hacia el pecho,
Los bandidos habían subido ya por el barranco de buscando el corazón, pero sin encontrarlo. Quiso
la orilla, y los cascos de los caballos se escuchaban incorporarse, pero volvió a caer. Las tupidas trenzas,
arriba, la aurora había extendido ya sus alas, la barca, deshechas, la envolvían enteramente.
lisa y vacía, empujada por el agua, se había Luego, desollándose las rodillas, llegó a rastras
estremecido y, con un suspiro, seguía a su amo, pero hasta el portón y, agarrada a él con ambas manos, se
Varchuk no lograba decidirse a abandonar los incorporó.
arbustos de la orilla. En la calle chirriaba tristemente un carro. Dokía
"Señor misericordioso, ayuda a este pecador en se levantó y, sin saber lo que hacía, corrió a su
una hora tan difícil. Con tal de...” Y se ponía a encuentro.
enumerar las ocupaciones más urgentes que tenía Un manto negro, semejante a un nubarrón, cubría
mientras sus ojos oscuros, opacos, subrayados por las el carro. Incrédula aún, Dokía levantó el manto y
bolsas liliáceas, se empañaban con la humedad del notó que le faltaba la tierra bajo los pies: tenía ante
amanecer. los ojos el rostro tranquilo de su marido, que parecía
Al uniforme murmullo de Safrón se había unido de cera. No reflejaba ni el dolor ni la angustia de la
un canto que llegaba del río. Al principio no le agonía. Únicamente bajo las cejas había una sombra
94 Mijailo Stelmaj
de pesar como si todavía le contrariara no haber poblados lejanos, austeros y polvorientos, con sus
realizado algo. Difuminándose, el rostro perdía los pesadas chaquetillas de mujik, con su ropa tosca de
rasgos familiares y se aproximaba a Dokía hasta el lienzo, con su dolor campesino y con el pan bendito
punto de parecer que Timofi iba a fundirse de un entre las manos. Los labios agrietados, que a veces
momento a otro con ella, iba a penetrar en ella para dejaban escapar una plegaria y otras un juramento,
siempre. besaban a Svirid, el hombre sencillo y justo. Luego
-Le hirieron unos bandidos... Cayó al agua y un dejaban el pan sobre los bancos porque encima de la
calambre acabó con él. Como ya estamos en otoño... mesa estaba el ataúd. En un mismo féretro habían
Estas palabras llegaron hasta ella igual que a depositado unas manos piadosas al hermano y la
través de la sorda pared de la lluvia, sin que pudiera hermana para que también en el otro mundo
comprender quién las pronunciaba, quién le ofrecía anduviesen juntos por los prados y los bosques
su consuelo... verdes, para que siguieran buscando la primavera que
En un esfuerzo sobrehumano se echó hacia atrás, no habían visto.
pero sus ojos no vieron el cielo, sino únicamente el Svirid Yákovlevich se pasó todo el día y toda la
negro manto que envolvía a su marido y ahora noche junto a sus hijos, desmayada la cabeza de
también la rozaba a ella. marinero sobre el pecho que más de una vez se había
La mujer osciló y se desplomó sobre el carro. Su ofrecido a la muerte. La gente veía el dolor
cabeza golpeó en la ropa mojada del marido, y los sobrehumano que atenazaba su corazón, las arrugas
abundantes cabellos, empapados por las lágrimas y el que iban cercando sus ojos, de los cuales no se había
agua del río, cubrieron la mitad del carro. desprendido ni una lágrima, como si se le hubieran
-¡Timofi, levántate, Timofi! -murmuraba, no agotado todas. Únicamente por la mañana salió de la
como un ruego, sino más bien como una orden, casa, llegó hasta la cerca tambaleándose, miró hacia
palpando sus manos frías donde azuleaban los nudos el oriente y fue el sol y no la muerte lo que, al fin,
endurecidos de las venas. arrancó de sus ojos unas dolorosas lágrimas. No las
De pronto advirtió, a través de sus lágrimas, que enjugaba y caían sobre la hierba cubierta de rocío por
en la camisa que solía ponerse para comulgar había donde, un día antes, corrían los piececillos de sus
quedado un solo botón de cristal, semejante a una hijos.
lágrima. En la calle, más allá de la casa de Karpets,
-¡Levántate, Timofi! resonaron con secular melancolía las cuerdas de una
-¡Madre, no llore! ¿Me oye, madre? kobza y una voz solitaria, oprimiendo el corazón,
Haciendo un esfuerzo, Dokía se apartó las manos echó a volar sobre la aldea:
de la cara y, a través de sus lágrimas, no pudo
distinguir, al principio, si era Dmitró o Timofi quien La sangre humana no es agua.
estaba frente a ella. Que no se vierta la sangre...
-¡No llore, madre!
A los ojos enrojecidos del adolescente se Era Andríiko el ciego quien rogaba a los videntes
asomaron las lágrimas, y tuvo que morderse los que no derramasen la sangre humana, porque no es
labios para no sollozar. Este esfuerzo desfiguraba y como el agua, que lo mismo está en la nube que en la
envejecía su rostro, le surcaba la frente de arrugas y, hierba, en el lago que en el pozo. La sangre existe
por eso, Dmitró se parecía más aún a su padre. sólo sobre la tierra: es la vida de los padres y de los
-Tim... Dmitró, hijo mío, ¿estoy llorando? Es mi hijos, el delicado arrebol de las muchachas y el brillo
dolor el que llora, el que me atraviesa el corazón. audaz de los ojos juveniles. En la hazaña del
Bañada en lágrimas, Dokía avanzó hacia su hijo. combatiente y la delicada sonrisa del niño.
Y, súbitamente, notó que exhalaba el mismo aroma a
campos y a amargas hojas otoñales que tenía Timofi XXVIII
la víspera. Sólo entonces comprendió plenamente Ahora estaba junto a su nodriza, junto a Katenna
que su marido no existía ya. Chumak, de rostro oscuro como la tierra sagrada.
Hosco y envejecido, se acercó Svirid. Seis hijos suyos y cuatro ajenos había llevado en
Inclinóse en silencio sobre Timofi, rebosante de brazos, había criado en la cuna y en la barca, junto al
su dolor propio y del dolor ajeno, y, como en una río, para que amasen a los hombres, la tierra y el
pesadilla, se dirigió hacia su casa. agua, los peces en los ríos y las aves en el cielo, el
Sobre la aldea se esparcía la triste voz de bronce grano en el campo y el árbol en la orilla. Y toda ella
de las campanas. Delante de las casas, los hombres se estaba tejida de amor, de canciones y de trabajo. Sin
descubrían y las mujeres se llevaban las manos a las protestas, había cumplido todas las labores, hasta las
mejillas. Ni siquiera los enemigos se alegraban aquel más penosas, primero las femeninas y, después de la
día: la sangre infantil repelía incluso a sus almas. muerte de Karpó, también las de hombre. De su
La casa y el patio de Svirid estaban llenos de campo recogía hacina y media, juntaba hasta
gente. No paraban de llegar, de los bosques y los doscientos haces de rizosos guisantes y, a la luz de la
Que no vierta la sangre 95
luna, para que la gente no la viera, segaba tan bien madre a media voz.
como el mejor segador el centeno y la avena; -Sí, madre.
manejaba el mayal con más habilidad que cualquier -¿Quieres venir conmigo a la otra orilla? Tengo
trillador; molía en muelas de mano, les hacía y les allí segados unos juncos.
bordaba las camisas a sus hijos y ella misma techaba -Vamos, madre.
de paja la casa y el granero. Cuando el trabajo era Suben a la barca, pero ahora no es la madre quien
muy duro, lo más que hacía era enjugarse la frente la conduce, sino el hijo. En el agua se tiñe de color
con la manga, absorta en sus pensamientos; pero, guinda una mancha de sol olvidada, al cielo asoman
cuando el trabajo estaba al alcance de sus fuerzas, las primeras estrellas y sobre el prado, detrás de los
cantaba o intercambiaba algunas bromas con su lento almiares, se alzan las nubes grises como bosques de
Karpó. Era muy ágil de lengua, más atrevida que su carpes; el agua solloza bajo el remo, y Svirid cree
marido en las bromas, y Karpó la amenazaba incluso escuchar las voces de sus hijos. Sufre por ellos, y la
con pegarla por ello aunque, en fin de cuentas, nunca madre sufre, además, también por él.
en la vida le puso la mano encima... -Esta es tu isla, Svirid -dice señalando un círculo
La madre sale a recibir al hijo hasta el extremo del verde de tierra que sobresale encima del agua de
huerto donde, sobre el impetuoso cáñamo, los color guinda azulenco.
girasoles y las flores, ondula el tibio resplandor Efectivamente, aquélla había sido su primera
vespertino y el río despide el hálito sonrosado que tierra. En ella ondulaban unas cuantas matas de salce.
precede a la puesta del sol. Katerina Chumak es, Katerina, que no poseía tierra, debía llegar hasta su
desde toda la vida, amiga y adversaria del río, unas último día trabajando para los demás; sin embargo,
veces cariñoso como una criaturita dormida y otras para cada uno de sus hijos encontraba alguna
furioso como una fiera. Katerina tiene ahora en una pequeña isla en el Bug, y los hijos se consolaban con
mano la hoz en cuya hoja dentada negrean el jugo aquellos palmos de tierra lo mismo que se consolaba
verde y la tierra, y apoya la otra en el pecho que crió la madre, esperando que llegaría a tener una parcela
a Svirid. Al lado del hijo, la madre parece ahora una mejor. La había recibido ahora, medida por su hijo,
criatura y solamente sus expresivos ojos dorados cuyo amor a la tierra quizá partiese de aquella isla
llevan el gran fardo del final de un siglo y el minúscula.
principio de otro. Ambos siglos han dejado en torno a Al llegar a la otra orilla, más baja, Katerina se
sus ojos, en surcos apretados, la huella de sus días sienta en un haz de juncos, y Svirid se acuesta sobre
más difíciles; pero no han extinguido en ellos el la tierra.
brillo travieso e inteligente, ni la risa sincera ni la -Te vas a enfriar, Svirid...
franqueza que alegra a las personas abiertas y ofusca -¡Si supiera usted lo que sufro, madre!
a los embusteros. -Lo sé, hijo mío. Tú has ido dos veces al
-Aquí estoy, madre... Vengo de nuevo a verla en cementerio, y yo he ido cuatro... -le hace levantarse
el momento más penoso. del suelo y le sienta a su lado, en el crujiente haz de
-Tú, hijo mío, sufres para bien de las personas. juncos-. ¡Pobre hijito mío!
Alguien debe sufrir por ellas, para que sean mejores - Conteniendo las lágrimas, le cuenta cómo fue en
la madre se echa la hoz al hombro y se acerca a este los primeros días y los primeros meses de su vida,
hijo suyo, el mayor de todos. cómo la llamó mamá por primera vez y cómo le dio
Svirid toma su mano apergaminada, que cabe el primer beso. También ahora besa Svirid sus
entera entre los dedos de él. Y ahora, ante esta mujer cabellos grises y su mano áspera, y vuelve a sentirse
pequeñita, ante la tristeza de sus ojos inteligentes, se niño. Entonces, con voz suave, la madre separa su
siente otra vez un niño. Cerca de los sauces se mece dolor de su rabia y extingue el odio, ya que él no
una barca, y también ella trae retazos de recuerdos de sufre únicamente por sí mismo, sino también por los
la lejana infancia, cuando la madre le llevaba hacia demás, o sea, debe saber más y debe amarlos más,
las misteriosas orillas. A la vuelta, venían cargados puesto que ellos son todavía desgraciados.
de peces, de salces o de hierba. Y cuando las estrellas De noche, cuando el cielo y el río se habían
se desdoblaban ya en áureas libélulas, la madre le juntado ya en un manto estrellado, la madre y el hijo
cantaba alguna canción de cuna donde se hablaba de volvieron al pueblo. Ahora conducía ella la barca
una cigüeña, de una gaviota, de una grulla o de un mientras Svirid iba tendido en los haces de juncos.
ruiseñor, porque amaba a las aves. Debajo se deslizaban los peces, arriba revoloteaban
La madre y el hijo se miran, luego miran al río unos pájaros oscuros y, con el murmullo de sus alas y
sobre el cual van y vienen enjambres de moscas el chapoteo del remo, Svirid empezó a quedarse
pequeñas y vuelan los pájaros. Las aves se llenan las dormido. Entre sueños se veía niño, escuchaba a la
alas del resplandor rosáceo y se lo llevan a los nidos madre cantarle la canción de la cigüeña que andaba
que tienen en la orilla, invadida ya por el azul que por su isla. Aunque también es posible que Katerina
precede a la aparición de las estrellas. le cantase efectivamente en voz baja algo acerca de
-¿Tienes un rato libre, hijo mío? -pregunta la los pájaros, acunando su dolor, porque ni aun en los
96 Mijailo Stelmaj
momentos de tristeza se olvidaba la madre de las Yákovlevich se puso a andar con más cuidado por la
aves... casa y, de pronto, inició la canción de las aves de su
Al día siguiente se despidió de su madre y se infancia...
dirigió al Comité de los campesinos pobres. Mas, por
el camino, Svirid Yákovlevich se sintió atraído hacia XXIX
su casa, que ni siquiera había cerrado al salir. Cuanto El viento removía las pesadas aguas del río,
más se acercaba, mayor, peso sentía en el corazón; produciendo un ruido sordo y agitando el encaje
todo lo pasado revivía, las voces de sus hijos volvían verdoso de la espuma. Al otro lado del río, sobre
a resonar y todo le recordaba nuevamente a Levkó y Ivchanka, se extendía una nube rizosa y, pegada a la
a Nástenka. tierra, su copa de color de humo liláceo se deshizo en
No había llegado aún a la casa, cuando escuchó en lluvia.
ella una risa infantil. Y aquella risa le sobrecogió de -Buena lluvia ha caído sobre Ivchanka -observó
tal manera, que Svirid Yákovlevich se detuvo delante Semión Poberezhni, entornando alegremente los ojos
del portón ahogándose, incapaz de comprender si no al amparo de las cejas bajas, mientras manejaba el
se le había turbado la razón. Sin embargo, otra vez remo con ademán habitual.
resonó la risa infantil y también una melodiosa voz -Muy buena. Sólo falta que se prolongue un poco
femenina desconocida. Svirid Yákovlevich abrió la el calor -corroboró Rudenko, y miró hacia el cielo
puerta y traspuso con temor el umbral. Inclinada, una oscurecido.
mujer menudita, de cabellos áureos estaba sentada en Sólo Svirid miraba, inclinado y silencioso, al
un banco y sobre sus rodillas lanzaba risotadas un fondo embreado de la barca, tapizado de musgo y de
pequeñuelo muy rubio. La mujer advirtió la presencia escamas. Los espacios eran ahora insoportables a sus
de Svirid, se levantó, y una sonrisa temerosa pasó ojos, marchitos en los últimos días. Los hoscos
fugazmente sobre su bello y triste rostro. Avanzó al horizontes se cernían sobre Svirid lo mismo que en el
encuentro de Svirid Yákovlevich estrechando con crepúsculo. Mas los pensamientos volvían una y otra
más fuerza a la criatura contra su pecho. vez hacia el palmo de tierra donde descansaban sus
-Perdone que haya venido a molestarle, Svirid hijos bajo unos guindos. Había recubierto ya la
Yákovlevich... Pero no hay nadie más en el mundo tumba de césped y había plantado en ella margaritas
que pueda ayudarme en este dolor. He oído hablar de las que trajo con las dalias de la casa del
tanto de usted a la gente... -Las lágrimas temblaban terrateniente. No aceptó más que flores por el trabajo
en sus ojos, semejantes a cerezas maduras bañadas que había realizado allí, sorprendiendo bastante a sus
por el rocío matutino. paisanos con esta ocurrencia.
El niño volvió la cabeza hacia el recién llegado. "Si no llueve, tendré que regar las flores", pensó
Torpemente, Svirid Yákovlevich adelantó los brazos Svirid.
y el pequeño, arrugando su naricilla con alegría, Iván Rudenko contemplaba a Svirid Yákovlevich
enseguida se inclinó hacia él. Después de ajustarle con compasión y procuraba apartar de la lancha sus
mejor la mantilla de franela, la madre entregó su hijo ojos fijos. Rudenko había solicitado del presidente
a Svirid, sin sospechar que así le hería en pleno del Comité Ejecutivo unos días de permiso para
corazón. pasarlos con su amigo en Novobúgovka. Ni siquiera
Svirid Yákovlevich iba y venía por la casa, su mujer, que continuaba viviendo en una aldea
mientras la mujer le relataba llorando cómo se habían lejana del distrito, rezongaba por ello, y se limitaba a
llevado a su marido a la Cheka provincial. Le contó reprocharle suavemente: "Entre ese trabajo y las
cuanto se refería a su Danilo, a quien Svirid amistades, te olvidas por completo de la familia y de
Yákovlevich recordaba, y le confesó que habían la tierra". -"¡Qué fácil es decirlo! -objetaba el
decidido no disimular ni un solo pecado para no marido-. ¿Cuántas veces te habré pedido que vengas
sufrir luego. ¡Tanto como esperaban que el nuevo a vivir donde estoy yo?" Pero la mujer no aceptaba.
poder le salvara, le perdonara! Y Svirid Yákovlevich "Yo no tengo por qué ir de un lado para otro: aquí he
se persuadía de que aquellas personas no podían nacido, aquí está mi tierra. Con lo que se compra y se
tener malas intenciones. trae de otros sitios, yo no podría vivir. En cuanto a tu
Después de escuchar atentamente a Galia, le dijo: trabajo, es como el viento: nunca sabe uno hacia
- Ignoro si podré ayudarles de verdad. Pero hoy dónde va a soplar. No hay mejor ocupación que la de
iré al Comité provincial y hablaré con un comunista ocuparse de la tierra". Y así había resultado que, en
muy bueno que también quiso ser maestro en los últimos tiempos, ella vivía como si fuera viuda y
tiempos. Espero que él pueda hacer algo. él como si no tuviera familia.
- Gracias, Svirid Yákovlevich -la mujer cruzó las El fondo de la barca rechinó contra la arena al
manos sobre el pecho. clavarse en la orilla, y Rudenko fue quien primero
Entre tanto, Pétrik, que había estado rebullendo y saltó a tierra, sujetando con una mano la funda de la
frotándose los ojos, empezó a quedarse dormido. pistola. Le siguió Svirid, poniendo un pie sobre la
Observando dolorosamente su carita, Svirid cresta de espuma de una ola.
Que no vierta la sangre 97
-¿Les espero? -preguntó Poberezhni desde la hablar ya de Odesa. ¡Sería poco menos que un genio
lancha. militar! -Rudenko volvió a sonreír, pero luego
-Márchese si tiene alguna ocupación. frunció el ceño-. De los límites del distrito no sale,
-Mi única ocupación, ahora, es la pesca. La media nada le distingue como no sea su coraza de cuero,
desiatina nuevecita ya la tengo sembrada, gracias a vive de echar discursos y broncas, y también se las
Dios, y basta. Ahora me acerco al campo, extiendo da de personaje revolucionario.
las manos y noto que despide un aire más tibio que -¿Por qué no le echáis?
los demás -pronunció el taciturno pescador, hablando -¿Podrías tú pescar a una anguila con las manos?
inusitadamente más que de costumbre. -No creo.
-¿De verdad es más tibio? -sonrió con picardía -Pues Kulnitski es una anguila. Inteligente, cruel y
Rudenko. resbaladizo. Caza al vuelo las ideas ajenas y las hace
En torno a su nariz se habían puesto en correr por toda la provincia, o se amolda a ellas como
movimiento las pecas que, poco profundas, no más le conviene. Es de esas personas que, saben
afeaban al apacible óvalo del rostro, sino que nadar y guardar la ropa.
aproximaban la sangre a la pie!, por lo cual, lo -Mientras todo sea entrar y salir por los oídos,
mismo en invierno que en verano y en los minutos de ¡menos mal! Pero, ¿y si se entra en el corazón y no
alegría o de pesar, el rostro de Rudenko se ponía sale? -Svirid miró con firmeza, por debajo de los
como la grana. párpados hinchados, a los ojos de su amigo.
-La tierra de uno, lo mismo que el hijo de uno, es Rudenko se detuvo incluso, sorprendido por sus
mejor que todos los demás-. Poberezhni enarcó sus palabras. Pero enseguida pensó que quizá habían
cejas pesadas, como esculpidas-. Mientras no había exagerado los defectos de Kulnitski. Los pecados
un campo en el que recrear los ojos, tampoco había ajenos parecen siempre más graves.
ninguna alegría. Porque éste no es un pan seguro - -Donde se entra es en los hígados. De manera que
añadió levantando el remo, del que fluyó el agua al para llegar al corazón, le queda mucho. Además, no
río y dentro de su manga-. Sin embargo, con él me he tiene bastante altura.
defendido toda la vida de la miseria y hasta he -También las agujas son pequeñas; pero, se le
ahorrado para un caballo. -La mirada del pescador mete una en las venas a una persona, y ésta ni se
era ahora más cálida-. Bueno, vengan esta noche a entera de que lleva la muerte dentro. Tú, Iván, piensa
comer una sopa de pescado. en la actitud de Kulnitski, fíjate en él. Es posible,
Poberezhni se alejó de la orilla, y la lancha claro está, que me haya pasado un poco de la raya en
empezó a saltar sobre las olas como una avecilla lo que se refiere a él; pero es que me ha llegado a lo
negra. vivo. Quizá sea simplemente un arribista y nada más.
-Buen hombre, este pescador -pronunció Rudenko -¿Y sabes tú lo que dijo Lenin de los arribistas?
tratando nuevamente de distraer a Svirid. Pues que no tienen ninguna idea, que no tienen
-Honrado hasta la médula y tenaz como el ninguna honradez... Ya me fijaré en Kulnitski;
pedernal. Cuando los austríacos se replegaban de lástima que está un poco lejos de mí. Y, ahora,
Ivchanka, no quiso que pasaran por su aldea. vamos a ver dónde alcanzó la banda a Timofi
Escondido en la orilla, se puso a golpear con una Goritsvit.
cuchara en un cubo vacío. Pero, con tanta habilidad, Se separaron y echaron a andar por la orilla,
que ni siquiera los ametralladores austríacos supieron fijándose en las huellas. Contornearon un risco que
distinguir el ruido del cubo del tableteo de una se alzaba sobre la tierra igual que un puño musculoso
ametralladora. y apretado. Entre sus dedos, semejante a una viva
-¿Qué me dices? -sonrió Rudenko, alegrándose de bandera roja, se mecía un arbusto.
que su amigo se incorporase poco a poco a la Rudenko lo contempló admirado:
conversación. -Ha crecido por milagro, y por milagro se
-La verdad. Y por eso no llegaron entonces los mantiene.
austríacos a nuestra aldea. No hay quien lo entienda. Anduvieron otro poco y, en la orilla tapizada de
Porque, en nuestra aldea, sería difícil encontrar matas, advirtieron multitud de huellas y de vainas de
persona más callada que Semión Poberezhni. Es cartuchos.
verdad que toda la vida se ha defendido de la miseria -Desde aquí dispararon los bandidos contra el
con el remo. Pero, en esta ocasión, se puso frente al pobre -suspiró Svirid Yákovlevich.
enemigo. ¿Y con qué? ¡Con un cubo! Y la gente ni Vagaron un poco al borde del agua y luego
siquiera se hubiese enterado de no ser por Uliana subieron a los campos. Allí, en la grasienta tierra
Zaviriuja. Estaba ella precisamente en el campo, negra, abundaban las huellas de cascos. Llamaron la
muerta de miedo, pensando que las balas austríacas atención de Rudenko dos rodadas.
iban a terminar con ella y con su Semión. -Sería seguramente el carricoche del atamán o,
-Si Kulnitski llega a realizar una cosa por el estilo, más bien, del que trajo aquí a los bandidos.
hace tiempo que se hubiera sabido en Moscú, sin -Ese día se marchó precisamente Varchuk en su
98 Mijailo Stelmaj
carretela diciendo a la gente que iba a ver al y el del jefe una mueca de condescendencia. Gurkalo
practicante. Pero, ¿a cuál? -Los ojos de Svirid se no mira a Varchuk cuando entra, pero le señala un
habían entornado. tronco con el dedo, y Varchuk se sienta, callado.
-¿Y volvió de la visita al practicante, o sigue Unas manos se adelantan hacia él, entre el humo, con
curándose? -preguntó interesado Rudenko. una copa, un trozo de pan y otro de jamón, y todos
-Me parece que no ha vuelto. levantan en silencio sus copas. A Varchuk le da
-El caballo tenía la herradura un poco suelta en la miedo de aquel silencio: es como si, efectivamente,
pata izquierda -Rudenko señalaba una huella hubiera ido a parar al infierno. El humo le llena los
netamente marcada-. Por si acaso, sacaremos un ojos de lágrimas, y una de ellas cae en el samogón.
molde -dijo, trazando un círculo en torno a la huella -No rebajes el aguardiente con agua, buen
con la puntera de la bota, y se apartó porque le hombre, que pierde el gusto -pronuncia
preocupaba todavía más la huella del carricoche o, enfáticamente Gurkalo y, detrás de la cortina de
mejor dicho, la irregularidad de la rodada derecha-. humo, se escucha una risita servil.
¿No te parece que la llanta de la rueda trasera de la -Ahora no lo bebemos con agua, sino a medias
derecha estaba algo torcida? con sangre -replica con firmeza Safrón, y Gurkalo le
Svirid Yákovlevich se inclinó sobre la huella y envuelve, interesado, en una larga mirada.
pudo convencerse de que, efectivamente, habían -¿Escuece? -pregunta palpando a Varchuk con sus
quedado en ella los caprichosos dibujos de una llanta ojos pardos, turbados ya por los vapores del alcohol.
desplazada. Varchuk comprende que en aquella humareda hay
-En la aldea habrá unos diez carricoches; de unos hombres desconocidos que piensan como él, a
manera que los inspeccionaremos todos. Quizá quienes agradan sus palabras y, sin vacilar, dice:
demos así con el nido de víboras. -Claro que escuece. Con una brasa sola que coja
uno tiene que estar pasándola de mano a mano; pero,
XXX ahora, es un puñado entero de lumbre el que le han
Varchuk arreaba a los caballos casi derrengados. metido a uno dentro, y no hay manera de sacarlo con
Inclinado sobre ellos, los golpeaba tan pronto con el las manos.
látigo como con la vara, salpicados de espuma. Cerca -¡Pero qué bien habla el hombre! -le apoya una
de Vínnitsa alguien le había robado su largo látigo, y voz desde la nube de acre humo.
Varchuk había tenido que pagar quinientos rublos - Echadle una copa, y que apague ese fuego. -Se
por otro que era una porquería. Después de romper ha animado la resuelta fisonomía de Gurkalo con las
sobre los lomos de los caballos el seco mango de cejas rizosas y la nariz torcida, briosamente
carpe, cortó a hurtadillas en un cementerio apartado respingona. Su cutis, tosco en las mejillas, se torna
un guindo flexible, anudó a él las correas del látigo, más fino hacia las sienes y deja traslucir una red de
subió de un salto al pescante y, doblado por la venillas azul pálido. Se levanta, y enseguida queda
cintura, se puso a hacer bailar encima de los animales grabada en la memoria de Varchuk su silueta, que
el delicado arbusto. parece un puntiagudo haz de heno vuelto hacia abajo:
Nunca se había mostrado tan cruel como entonces la anchura de los recios hombros termina abajo en
con los caballos. Y es que debía dar con ese disminución, aunque también es posible que dibujen
condenado de Yarema Gurkalo que, no se sabe por así a Gurkalo la amplia guerrera inglesa y el pantalón
qué demonios, había salido del Comité provincial a de montar ajustado.
recorrer las aldeas. Varchuk dio con su huella en los Gurkalo sale del tabuco al ancho patio, y Varchuk
caseríos de Miziakovskie y se adentró en la cuenca le sigue.
del Bug, fijándose en todo con sus ojos oscuros y -Yarema Ivánovich -dice bajando la voz-: tengo
opacos: también aquí habían vuelto a medir las que pedirle un favor muy grande.
tierras y ahora sembraba la gente con grano tardío -Hoy, amigo mío, no se habla de eso. Beber,
sus nuevas parcelas. ¡Así se helaran! puedes beber conmigo, te lo permito; pero los
Dio con Gurkalo en un lejano caserío que rodeaba asuntos quedan para mañana. -Se frota con un
un huerto por tres lados y, por el otro, un estanque. Y pañuelo el grisáceo arrebol y sonríe mostrando sus
le sorprendió bastante no encontrar a aquel personaje caballunos dientes amarillos.
en la casa, hojeando papeles de importancia, sino en ...Y Varchuk tuvo que estarse bebiendo casi todo
un tabuco, junto al alambique del samogón. Tenía el día. Hacía ya tiempo que la leña encendida debajo
sobre las rodillas una pistola Mauser con funda de del alambique se había extinguido, revistiéndose de
madera y, encima de la funda, una escudilla con una camisa gris; que el humo del tabuco se había
fiambre y una copa verdosa del samogón. disipado y que habían caído redondos los mujiks que
El tabuco está lleno de humo y, entre el humo, atendían a la levadura, y Gurkalo seguía empeñado
como en el infierno, van y vienen dos hombres más, en vencer a Varchuk, pero sin conseguirlo. Menos
atendiendo al alambique y al huésped de rango. Los mal que pendía sobre sus cabezas un jamón
rostros de los campesinos tienen una expresión servil ahumado. Descubriendo más el hueso a cada tajo, los
Que no vierta la sangre 99
nuevos amigos cortaban del centro jugosos trozos de agricultura no ha vuelto, será una suerte para ti; si ha
carne mechada de ajo, olvidándose incluso del pan. vuelto, habrá que esperar a que salga de nuevo a
Pudiendo acompañar así la bebida, Varchuk era recorrer la provincia. Con él, no se puede jugar.
capaz de medir sus fuerzas hasta con el diablo. Este -¿Y si nos largásemos ahora a la ciudad?
rasgo agradaba a Gurkalo, que sonreía -Hoy es ya tarde. Mariana saldremos. Y, ahora,
condescendiente a Varchuk. vamos a terminar el samogón para que no se
-¡Este es un compinche, y no ésos! -exclamó estropee.
Gurkalo señalando a los mujiks dormidos, que Al amanecer, Varchuk llevaba va a Gurkalo en su
incluso en sueños se defendían de alguien levantando carricoche hacia Vínnitsa, sorprendidísimo de que el
sus codos agudos. porte estirado y el rostro rozagante de Gurkalo no
-Bueno, ¿qué te ha traído aquí? recordasen en nada la reciente borrachera. Para
-Le traigo recuerdos y un paquete de parte de ahuyentar los vapores del alcohol, Yarema Ivánovich
Omelián Krupiak -contestó enseguida Varchuk, y al bebió como desayuno una jarra de kvas; después
mismo tiempo advirtió que, de la bebida, se le habían sostuvo un breve conciliábulo con el dueño de la casa
hinchado las venas de las sienes a Gurkalo. y saltó briosamente al carricoche. Durante el camino
-¿De Omelián? -los ojos de Gurkalo se serenaron, le dio tiempo a enterarse de todo lo necesario e
y miró de soslayo a los mujiks y a la puerta del incluso se alegró de que Varchuk fuese de
tabuco-. ¿Cuándo le has visto? Novobúgovka, donde Svirid Miroshnichenko era
-Anteayer. quien llevaba todos los asuntos.
-¿Dónde estaba? -interrogó rápidamente Gurkalo. Para suerte de Varchuk, el jefe de la sección de
-Cerca de Litín. agricultura no había regresado aún; por eso,
-¿Hace mucho que le conoces? aprovechando un momento oportuno, Gurkalo entró
-Desde el diecinueve. Cuando los nuestros se con aire despreocupado en el despacho de Kulnitski,
replegaban, le recogí herido en el bosque y le cuidé y enseguida dio rienda suelta a su indignación:
en mi caserío. -¡Yo no sé qué hacer ya con ese anarquista de
-¿Dónde estaba herido? Svirid Miroshnichenko! Está talando la rama que nos
-En la cadera. sostiene.
Las respuestas de Varchuk parecieron satisfacer a Con estas palabras hirió Gurkalo en el sitio más
Gurkalo. Quitó la escudilla y la copa de encima de la vulnerable a Kulnitski.
mesa, se puso en pie y propuso a Varchuk dar un -¡Lo que hace falta es expulsarle del partido! -
paseo por el jardín. Se ponía el sol, y el polvillo de gritó pegando un puñetazo encima de la mesa-. ¿Qué
sus últimos rayos temblaba en los árboles tupidos y otra cosa ha hecho?
musgosos, que despedían el calor de sus frutos y de -Pues nada bueno, como es su costumbre. Empezó
las viejas oquedades. En el estanque chapoteaban los peleando contra el sovjós y ahora ha llegado hasta la
peces y estaban metidas hasta el corvejón en el agua hacienda ejemplar de un campesino. Este hombre
las vacas de cuyos hocicos se desprendían gotitas de obtuvo una vez una medalla de plata, y su
color escarlata. Varchuk contempló este cuadro, y experiencia podría servir para las aldeas vecinas. Si
estuvo a punto de llevarse la mano al corazón por lo empezamos a portarnos así, podemos llegar a los
idéntico que era todo aquello a su caserío y su métodos primitivos. ¿Y qué va a comer entonces la
estanque. Sólo que en el suyo no había peces porque República?
las mujeres lo emponzoñaban todos los años con el Después de esta tirada habló como le pareció de la
cáñamo. Si la cosa se arreglaba, tenía que criar hacienda de Varchuk.
carpas y prohibir que remojaran el cáñamo en el Kulnitski puso primero mala cara, sin atreverse a
estanque. resolver la cuestión en ausencia del jefe de la sección
Allí, cerca de un remanso, entre los chillidos de de agricultura; pero, convencido por las hábiles
los patos, Varchuk le refirió todo a Yarema Gurkalo deducciones de Gurkalo, optó por un compromiso:
que, silencioso, se pasaba el cigarrillo de una -Se adopta la decisión de devolver a Varchuk
comisura de la boca a la otra. parte de su tierra. Pienso que, para una hacienda
-Bueno, pues mira: quizá te pueda ayudar en algo. modelo, basta perfectamente con veinte desiatinas.
Toda la tierra, no hay modo de devolverla, porque -¡Claro que sí! ¡Esa es una decisión de estilo
sería demasiado con el nuevo poder. Pero diez revolucionario! -exclamó Gurkalo elogiando a su
desiatinas, desde luego, habrá modo de sacar. jefe, y ambos quedaron satisfechos de la decisión y
-¡Que sean diez por lo menos! También es un de sí mismos.
bocado, y por él he de encomendarle a Dios en todas En casa de Gurkalo, al despedirse de éste, notaba
mis plegarias. Varchuk que luchaban dentro de él dos sentimientos:
-¡Sí que me iba a servir eso de mucho! -desdeñó la roñosería y la justicia. ¿Debía pagar el favor o
Gurkalo las plegarias de Varchuk-. Pero tu asunto dejarlo así? Mas, habiendo calculado que sería una
requiere tiempo. Si el jefe de la sección de gran cosa tener semejante padrino en la capital de la
100 Mijailo Stelmaj
provincia, profirió con un suspiro ahogado: un tono que hizo latir frenéticamente el corazón de
-La verdad, Yarema Ivánovich, que no sé cómo Varchuk.
manifestarle mi agradecimiento. Aquí, en la ciudad, Era indudable que sospechaban de él. Kuzmá
tienen ustedes que pagar por todo. Hasta por un Vasilenko vino por la noche a confirmar esta
pepino asqueroso hay que dar dinero, ¡y qué dinero! hipótesis suya. Le refirió que Miroshnichenko y el
Con el nuevo poder se ha puesto todo caro. ¿No vicepresidente del Comité Ejecutivo del distrito
querría usted aceptar algo por el trabajo que se ha habían andado mucho tiempo por la orilla del Bug,
tomado? Sin molestarse, porque nosotros somos inspeccionando las huellas.
gente sencilla y no sabemos cómo se hacen estas -Bueno, ¡pues que anden todo lo que quieran! -
cosas... Varchuk logró hacer que asomara una sonrisa a su
-También nosotros somos gente sencilla. No rostro seco, aunque notaba que la inquietud ahondaba
clavamos a nadie, ni tampoco rechazamos lo que nos más y más en su corazón. Gracias a Dios, no había
merecemos -replicó Gurkalo moviendo sus cejas ahora ninguna prueba contra él. Era preciso que
rizosas. tampoco las hubiera en adelante.
-Muy agradecido -sonrió Varchuk, aunque le daba Al cabo de un par de días, Varchuk presentó de
pena de que Gurkalo no hubiera rechazado la nuevo en el caserío donde había encontrado a
propina. Porque hay personas tan nobles que les mete Gurkalo. Indemnizándole, volvió a comprar al dueño
uno el dinero en la mano y lo rechazan y encima dan del caserío, asombrado, los caballos y el carricoche.
las gracias... Por la noche llegó hasta un barranco profundo,
Varchuk se desabrochó la camisa, desgarró una desenganchó a los caballos y empujó el carricoche a
cinta cosida al cuello y dejó caer, por el roto, unas la oscuridad del barranco. Cuando escuchó abajo el
cuantas monedas de oro en la mano. último crujido de la madera al astillarse, Varchuk se
-¡Bien pensado! -exclamó Gurkalo riendo. montó en uno de los caballos y los condujo al río.
-La necesidad es buena maestra -suspiró Varchuk, Saltó al agua, les silbó para que nadasen mejor, les
y alineó las monedas sobre la mesa. hizo llegar a un sitio profundo y metió la pistola en la
-¿Y si nos las bebiéramos, Safrón Andréievich? - oreja del caballo de tiro. Resonó un disparo.
propuso Gurkalo echando una mirada de soslayo a Doblando pesadamente las rodillas, el caballo de tiro
las monedas. cayó enseguida al agua, mientras el de encuarte, al
-¡No tengo tiempo, Yarema Ivánovich, no tengo sacudir muy alta la cabeza, envolvía a Varchuk en el
tiempo! Beba usted sin mí, y que le aproveche. Y aleteo de su larga melena.
muchas gracias otra vez -rehusó Varchuk, que tenía -¡Quieto, estúpido! -Varchuk hizo agachar la
prisa por emprender el regreso. cabeza al caballo tirando de las riendas. Restalló otro
Al poco tiempo su carricoche rebotaba por la disparo seco y los caballos desaparecieron de su
calzada de Vínnitsa, que la guerra había mutilado, y a vista, meciéndose como dos pequeñas islas negras.
él le angustiaba un pensamiento febril: ¿qué hacer Varchuk los vio alejarse tristemente; sin salir del
con los caballos? ¿Y si de pronto empezaba una agua, se santiguó tres veces y luego, cruzados todavía
investigación en la aldea y lo husmeaban todo? los dedos, quitóse las lágrimas de los ojos.
¡Cualquier cosa podía ocurrir! Por mucho que
sintiera desprenderse de aquellos buenos caballos, XXXI
Varchuk decidió venderlos. Salpicado por el rocío otoñal, acababa de granar
Al día siguiente, sin regatear mucho, los vendió el alforfón segado.
en la feria, con carricoche y todo, al mismo mujik en Al borde mismo del campo de Veremi, un jirón de
cuyo caserío había estado bebiendo. Después se niebla se estremece, adquiere un matiz rosáceo al ser
dirigió hacia Kalicha con la esperanza de encontrar traspasado por los rayos del sol y desaparece de la
allí a algunos paisanos que hubieran ido al mercado y vista, posándose quizá sobre el purpúreo alforfón y
volver con ellos a su casa. ¡Cuántas veces dio luego dándole toda la delicadeza de sus húmedos colores.
gracias a Dios por haberse librado de los caballos y Delante resalta en azul intenso el muro almenado de
del carricoche! No había hecho más que llegar al un bosque en cuyas cumbres se encienden y se
caserío, cuando se presentaron allí Svirid cruzan, deshaciéndose, los hilos de los rayos solares.
Miroshnichenko y un desconocido. Entre abundantes Denís Barabolia marcha presuroso por una trocha
suspiros, Varchuk le explicó que le habían robado y, entornando los ojos, olfatea el campo, las netas
unos bandidos, de los que logró huir con lo puesto. lejanías otoñales y el propio sol. La solemne calma
Incluso les enseñó la cinta arrancada debajo del de septiembre suaviza su suspicacia y hasta la ira
cuello: hasta allí habían llegado los bandidos para cuajada en su pecho es envuelta por el resplandor
quitarle los últimos céntimos. Se daba cuenta de que dulce y angustioso de una pasión ahogada. Hace ya
no le creían, pero gemía, suspiraba y pedía que le varios días y varias noches que le corroe, que le
ayudasen a recuperar sus caballos. inunda de sangre el corazón. ¿Será posible que esa
-Quizá lo consigamos -dijo Miroshnichenko con chiquilla de grandes cejas aladas haya logrado no
Que no vierta la sangre 101
sólo curarle, sino también despertar los sentimientos "Qué vergonzosa es esta pequeña salvaje..." -
embotados por efímeros caprichos? Barabolia hace como si no hubiera advertido nada, se
Hubo un tiempo en que también él esperaba un acerca a Mariana y le entrega las setas.
amor celestial y lo ensalzaba, en que se fijaba en las -Toma esto que he encontrado, tú que eres el ama
muchachas y esperaba la fiesta de su alma. Pero -le dice, y nota que la palabra "ama" le ha causado
siendo todavía liceísta cayó en los brazos de una una dolorosa punzada a la moza. "¡Hombre, parece
prostituta experta y costosa que le emponzoñó la que también a ella le gustaría ser ama de verdad!
santidad del amor. Digan lo que digan, servir sólo les gusta a los
Y ahora, súbitamente, un sentimiento distinto perros".
rozaba su alma corrompida. ¿Qué era aquello? Se acercan en silencio a la choza techada de
¿Lástima de una desdichada huérfana o, en efecto, juncos sobre la cual extiende la negra corona de sus
algo de lo que se llamaba amor en los libros? ramas un peral silvestre.
Aunque, ¿a qué venía la lástima? "¿Vas a ver a una -¡Oh, qué bonito es esto!
mujer? No se te olvide el látigo", decía Zarathustra. Barabolia penetra en la choza, donde huele a toda
Esta máxima provoca ahora una sonrisa: ¡cuidado clase de hierbas y se tiende en el montón de paja que
que empareja mal con el paisaje y con el estado de apenas cubren unos harapos; Mariana se acurruca
ánimo! enfrente, sonriendo, asombrada de que su miseria no
A través de un pico menos tupido del bosque le cause repugnancia al visitante.
brilla el cielo nacarado y por él bogan los pesados -Mariana, ¿por qué no fríes las setas? -pregunta
barquitos blancos de las nubes. Se diría que aquél es Barabolia, y señala la hoguera de donde todavía salen
un mundo totalmente distinto al que rodea a algunos hilillos de humo.
Barabolia. Se olvida por un instante de su oficio de -No tengo con que -contesta amargamente la
espía, se olvida de Nietzsche y de las negras sombras muchacha, sin levantar los ojos que desde su infancia
de Devonshire y, detrás de los barcos del cielo han rebosado de miedo.
otoñal, boga también su infancia, apacible y ahíta. En -¿No os da grasa el amo?
esto, detrás de los árboles, junto a las nubes mismas, -Sí nos da... por Navidad y por la Pascua.
aparece un hombre, y el rostro de Barabolia adquiere -¡Pobrecita mía! -dice compadecido Barabolia, y a
la expresión atontada de costumbre, mientras la razón la muchacha se le saltan casi las lágrimas del rubor-.
se exacerba. El desconocido tira hacia los campos Entonces, las asaremos. ¿Te gustan las setas asadas?
lejanos, y Barabolia, después de seguirle con la -Sí.
mirada de sus ojos entornados, penetra en el soto y -¿Y yo? -pregunta en broma, mirando a Mariana.
descubre al poco tiempo una familia entera de Se agitan las cejas de la muchacha, que se encoge
torneados hongos. Con sus gorros de terciopelo, como un ovillo y calla.
parecen miniaturas de árboles que por el otoño han -Di lo que te gusta más, mujer: ¿yo, o las setas?
vuelto pardos. Denís Ivánovich mira una vez más a -¡Hace usted mal en reírse de una pobre bracera! -
su alrededor y luego arranca con raíz y todo las setas observó Mariana y, después de mirarle
frescas, cuya familia apenas cabe en sus dos manos. dolorosamente, se dirigió a las colmenas.
Un pájaro carpintero golpea sin prisa un árbol encima Barabolia salió corriendo de la choza, alcanzó a la
de su cabeza y el sutil silencio desgrana los picotazos muchacha y le cortó el paso.
sobre la tierra como cuentas invisibles. -¿Te has enfadado conmigo, Mariánochka? ¡No
Cerca de un calvero donde dormitaban unas estés enfadada, guapa!
colmenas advirtió la fina silueta de Mariana. La La muchacha levantó hacia él unos ojos
muchacha le volvía la espalda. De pronto se inclinó empañados por el dolor y, con un hilo de voz, le
sobre una hierba forestal, y Denís Ivánovich pudo ver rogó:
perfectamente sus piernas. Y aquellas piernas -No me llame usted así, porque soy capaz de
esbeltas que se alzaban sobre las abarcas de corteza llorar.
de abedul le hicieron subir a la cara una vaharada de -¿Por qué?
calor. La muchacha se enderezó con un tallo en la -Porque únicamente mi madre... hace mucho
mano, sopló en la raíz para quitarle la tierra, arrancó tiempo... me llamaba Mariánochka.
las hojas y se guardó la planta en el pecho. Y, efectivamente, rompió a llorar, cubriéndose los
Denís sonrió involuntariamente, aguardó a que ojos con sus manos estrechas y bronceadas. Cerca de
Mariana se hubiera apartado un poco y entonces las uñas, los dedos finos cambiaban de matiz: el
gritó, como se grita en el bosque: bronce estaba allí cubierto de manchitas rojas y unos
-¡Eh, Mariana! padrastros recientes desfiguraban sus falanges.
Los hombros de la muchacha se encogieron con Barabolia se puso a calmar a la muchacha, le
temor. Miró a su alrededor, le vio, apartó confusa los acarició las manos y los hombros, rozó como sin
ojos y, con movimiento casi inadvertido, sacó del querer el pecho que, incluso a través de la camisa,
pecho la planta que acababa de guardar allí. abrasó sus dedos con un fuego elástico. ¿De qué
102 Mijailo Stelmaj
viviría ese fuego en aquel cuerpo frágil que sólo se -Mariana, ¿te casarías conmigo? Soy mucho más
alimentaba de agua y de miseria? Condujo con viejo que tú...
cuidado a Mariana hacia la choza, la hizo sentarse e Pensaba que la muchacha se asustaría y empezaría
incluso espantó una mosca que se le había posado en a protestar; pero no hizo más que envolverle en una
un pie. Y, al parecer, este gesto la conmovió más que larga mirada y, bajando los ojos, contestó a media
todas las palabras. voz:
-¡Qué bueno es usted, Denís Ivánovich! -¿Qué falta le hago? Yo puedo ser bracera suya,
Le miraba con unos ojos muy abiertos, y el pero no su mujer... Porque yo no tengo nada, lo que
asesino no pudo resistir aquella pura mirada: agachó se dice nada...
la cabeza. -Tampoco yo tengo nada, Mariana. Soy tan pobre
Pero Mariana se levantó de un movimiento ligero, como tú -mintió él sin vacilar, aunque estaba viendo
salió de la choza y echó algunas ramas a la hoguera. las tierras y la propiedad de sus padres.
-Voy a hacer kulesh25. ¿Lo comerá usted? - ¿De verdad? -la muchacha se alegró y enseguida
preguntó confiada a Barabolia, y sonrió. se cortó, confusa.
-Contigo, Mariánochka, todo lo como. -De verdad, Mariana... Y los pobres debemos
-No me llame usted así -volvió a rogar la estar al lado de los pobres. Te darán a ti tierra, me
muchacha; descolgó un puchero pequeño de una darán a mí, y ya saldremos adelante. Ahora, el nuevo
rama y corrió a buscar agua. poder nos defiende -continuó, empleando los
Cuando el kulesh empezó a borbotonear en la argumentos de aquellos contra quienes había jurado
hoguera, Mariana echó un puñado de colza en un luchar toda su vida.
mortero de madera, lo machacó y lo vertió en el Y vio cómo había sobrecogido a la muchacha la
puchero. palabra "tierra", cómo se había animado al posar una
-Este es el aliño. Perdone usted, pero no tengo amarga mirada llena de esperanzas en los
nada mejor -y, de nuevo, miró confiadamente a sombreados campos vespertinos y cómo había ido
Barabolia. detrás su alma, aún viva.
-Contigo, aunque el kulesh no tuviera nada me Esta mirada impresionó profundamente a
parecería un plato de fiesta -contestó Barabolia Barabolia: le pareció que en los ojos de aquella
admirando la habilidad con que sus manos iban y bracera había leído su condenación.
venían sobre la hoguera.
Comieron aquel sencillo plato campesino de la XXXII
misma escudilla torcida. Barabolia retenía con su La paciencia del hombre es infinita.
cuchara la cuchara de la muchacha y luego escuchaba La vida puede arrebatarle los seres queridos,
la risa límpia que había provocado. Después de destrozar su amor, robarle la dicha; pero, de todas
comer, Mariana le enseñó todos los rincones del formas, el hombre sigue siendo el hombre. Sin
bosque. Encontraron la madriguera del viejo tejón embargo, basta con destruir la esperanza -confuso
que durante el otoño había andado por el huerto de espejismo de realizaciones seductoras y engañosas-
Veremi. Estuvieron un rato sentados cerca de una para que el hombre se convierta en un cadáver vivo.
fuente, comieron manzanas silvestres e incluso Así le había ocurrido a Danilo Pidoprigorá.
treparon a un cerezo tardío en el que aún pendían Habían transcurrido bastantes días desde que se
algunos frutos, menudos y lacios. La muchacha iba encontró en la cárcel interior de la Cheka provincial
encariñándose con Barabolia por momentos, lo y, después de sus primeras entrevistas con el juez de
mismo que una criatura. De sus ojos desapareció instrucción, Danilo había dejado en realidad de vivir;
poco a poco el temor y empezó a sonreír con más lo hacía todo mecánicamente, como en sueños. Mejor
alegría al sol, a los árboles y a la tierra; y solamente a dicho, vivía sólo cuando soñaba. Los sueños le traían
él le ocultaba su sonrisa de niña grande. de la profundidad de los años la pureza de la infancia
Cuando la niebla del crepúsculo empezó a y los húmedos prados primaverales con su alfombra
deslizarse entre los árboles y el bosque a parecer más amarilla de lirios de Siberia, le traían la figura de su
espeso, Barabolia se dispuso a regresar al caserío, por mujer con las áureas trenzas y le permitían acariciar
muchos deseos que tuviera de quedarse. Le daba el cuerpecito del rubio Pétrik, a quien los gallos
miedo romper la tela de araña con cualquier paso jóvenes despertaban por la noche. Y aquella felicidad
imprudente: aquella muchacha atemorizada no era, ni perdida le hacía sollozar en sueños. Entonces era
mucho menos, tan tonta como decía Veremi. despertado sin ningún miramiento por el huesudo
Mariana le acompañó hasta el campo y allí, donde comerciante Guerus, de perfil de ave, al que habían
el reflejo del día se cruzaba con la tarde, le pareció metido una semana antes en la misma celda que a
más guapa todavía a Barabolia. Al despedirse, la Pidoprigorá.
atrajo hacia su pecho y preguntó de pronto: -¡Arriba, anti-lectual! -gritaba Guerus arrancando
a Danilo del sueño con sus dedos secos y riendo con
25
Sopa ucraniana de mijo limpio con tocino y cebolla sus ojos y sus labios estrechos.
frita.
Que no vierta la sangre 103
Guerus era un viejo zorro: el tribunal -Sí -Danilo tomaba maquinalmente tabaco de la
revolucionario le había juzgado ya una vez; pero se petaca bordada del juez de instrucción. No esperaba
habían arreglado las cosas con ayuda de los amigos. ya las palizas, como las había esperado en los
Ahora le habían sorprendido jugando fuertes primeros días; pero tampoco esperaba compasión:
cantidades a las cartas. Los trabajadores de la Cheka unos hombres tenebrosos le habían abocado al
le habían quitado tres mil rublos en oro y siete mil en fusilamiento.
coronas austríacas, y Guerus se presentaba como un -Sería mejor para usted si dijera toda la verdad -
jugador empedernido, echado definitivamente a proseguía el juez de instrucción, acercando el
perder por el viejo régimen. encendedor a su cigarrillo.
-A los bolcheviques les gusta la gente que se -¿Dónde está esa verdad? Si yo le digo lo que
arrepiente, y yo me arrepiento: tengo todo el pecho usted quiere escuchar, será una mentira. Por ella, me
negro de puñetazos. Arrepiéntete también tú - fusilarán ustedes. Y también me fusilarán sin ella.
aleccionaba por lo bajo a Pidoprigorá, sin apartar los ¿Por qué han de fusilarme obligatoriamente por una
ojos de la mirilla. mentira?
Aunque a Guerus le inquietaba todavía otra cosa. -No; lo que yo quiero es solamente la verdad -
Después que le cerraron la tienda, se había metido en detrás de los lentes, le contemplaban unos ojos
la Sociedad de compras al por mayor de Vínnitsa reflexivos, cuya mirada se parecía a la mirada de un
que, por estupidez, se negó a admitir de los maestro. ¿Sería posible que también hubiera
cooperadores dinero soviético. Eso olía a política, y maestros en la Cheka?
en este caso Guerus no se mostraba arrepentido, sino Y otra vez iba Danilo, escoltado, por el largo y
que quería demostrar a toda costa que no había estrecho pasillo hacia su celda y se dejaba caer sobre
tenido nada que ver con ello. Por lo demás, era un su camastro de lienzo, anhelando una sola cosa:
optimista, esperaba ayuda de sus numerosas quedarse dormido. Los hermanos y su mujer le
relaciones y tenía una fe absoluta en que, aunque enviaban paquetes de comida y de ropa. Una vez le
todo desapareciera en el mundo -los zares y los reyes, hizo llegar Galia dos pollos con el pan: seguramente
los monarcas y los presidentes, la ciencia y la iglesia- los que despertaban por la noche a Pétrik. Danilo
, quedaría siempre el comercio, por ser la raíz de miró las aves y se llevó ambas manos al corazón. Le
todo. Y, en voz baja, entonaba picantes cuplés con dio los pollos a Guerus, que se puso a engullirlos
música de La manzanita y de La calle. atropellada y ruidosamente, chupando hasta el último
En el asunto de Pidoprigorá tenía su opinión hueso. Ahíto ya, sacó un cigarrillo, llamó a la puerta
definida: si de verdad se había arrepentido y, por la mirilla, le pidió fuego al centinela,
honradamente, le dejarían libre sin ninguna elogiando a los que dirigían la cárcel.
complicación. Los bolcheviques soltaban a gente de -Ellos no tienen apenas nada que fumar; pero a
más importancia: incluso antiguos generales nosotros nos largan todos los días nueve cigarrillos.
trabajaban para ellos. Además, ¿no mandaba un ex Antes, en cambio, con que oliese a tabaco en las
oficial de Petliura un regimiento en el propio ejército cárceles apaleaban hasta dejar medio muerta a la
de Kotovski? Hasta una condecoración le habían gente. -Guerus le daba coba a todo el mundo, incluso
dado. El propio Guerus cambiaría de buena gana las a los que le conducían: también ellos podían
acusaciones que pesaban sobre él por las de Danilo. comunicar a los jefes el estado de ánimo del
Mas Pidoprigorá no daba crédito a una sola de sus detenido.
palabras y aguardaba obtusamente lo peor. Porque no Mas a Danilo no podía distraerle nada. Los días
era una nubecilla, sino un nubarrón negro lo que uniformes y sin esperanzas, como amasados de dolor,
pendía sobre su cabeza: le acusaban de haberse se arrastraban pesadamente y a cada hora se borraba
pasado a la Ucrania soviética como agente secreto en la conciencia todo lo que quedaba de la libertad.
del atamán en jefe. Ante el juez de instrucción había Muchas veces le daba lástima de que su existencia se
jurado por la vida de su único hijo que no era cierto; hubiera encauzado de manera tan desafortunada. Le
pero el juez fruncía el ceño después de escucharle y daba lástima de su mujer, a la que, con su regreso,
le aconsejaba: había estropeado la vida aún más: antes, la habrían
-Piénselo una vez más y diga todo lo que se considerado como la mujer de un simple partidario
refiere a usted y a Paliliulka. de Petliura; pero, ahora, también sobre ella pesaba su
-¡Si no le he visto ni una sola vez! nueva culpa. ¡La mujer de un espía, el hijo de un
-¿Y si le falla la memoria? -insistía con su voz espía! ¿Podía haber estigma más vergonzosa para la
uniforme el juez, en el que no había nada, lo que se juventud de Galia y para la infancia de Pétrik?
dice nada, de los chequistas que había oído Danilo Acabarían maldiciendo muchas veces los huesos del
describir a los hombres de Petliura. padre y del marido.
-¡Juro que no me falla! El agente Barabolia se Le ahogaba el dolor, que le restaba facultades
disponía únicamente a llevarnos con Paliliulka. mentales de día en día. A veces le daba la impresión
-¿Fuma usted? de que tocaba el umbral de la locura.
104 Mijailo Stelmaj
Una tarde le llamaron súbitamente para ser ¿No será una alucinación? ¿No será que desvaría?
interrogado por Serguéi Pirogov, el jefe de la Sección Pero, no; es que al otro lado del mundo se decide su
Especial. muerte, y se decide vilmente, no cara a cara, sino con
"Esto es el fin". Los ojos de Danilo se ayuda del hilo negro del teléfono... O sea, que él,
enturbiaron, y notó que se le doblaban las piernas. Danilo, es el inculpado de Nechuivíter, el cual juzga
Apoyándose con las manos en las paredes del a él, a su mujer y a su hijo por el amor robado. ¿Y
estrecho pasillo, llegó como un ciego hasta el qué delito no es capaz de cometer un hombre por
despacho y allí se detuvo, con el centinela, en el amor?... El amor llena todas las tragedias del mundo,
umbral: le había deslumbrado una luz intensa. Aunque también es posible que se trate sólo de una
Detrás de la mesa estaba sentado un hombre de fantasía de su mente enferma, atormentada por la
cierta edad, con el rostro amarillo como el de un pérdida de todas las esperanzas. ¿Cómo ha podido
palúdico. Un estremecimiento agitaba sus hombros aparecer aquí Nechuivíter? Y, admitiendo que sea él,
bajo el vistoso chaquetón húngaro que los cubría. A ¿cómo se ha enterado de lo que le sucede a Danilo?
su lado mostrábase algo inquieto un hombretón El ciego remolino de los pensamientos gira en su
achaparrado, con levita forrada de pieles y alto gorro cabeza.
azul. Una pipa larga pendía debajo de sus tupidos Pirogov, entre tanto, ha dejado el auricular y se
bigotes. Miró atentamente a Pidoprigorá; el jefe de la ajusta mejor el chaquetón sobre los hombros, Danilo
Sección Especial miraba a los dos. se adelanta, febril, hacia él:
Al cabo de un largo minuto de silencio, el jefe se - Ciudadano jefe, dígame: ¿ha hablado usted de
dirigió a media voz al desconocido: mí con Nechuivíter?
-¿Ha visto usted a esta persona en alguna ocasión? -Sí. ¿Lo ha adivinado? Pero, ¿qué le ocurre?
-preguntó señalando a Pidoprigorá con los ojos, ¡Cálmese! -se sorprende al ver el estado de ánimo de
aunque la respuesta estaba ya clara. Danilo.
-En ninguna parte he visto esa cara. -El de los -Y mi vida... ¿depende de Nechuivíter?
bigotes se sacó la pipa de la boca y fijó una mirada -Sí. .. En cierto modo.
suspicaz en Pidoprigorá. -Entonces, yo... -Quiere arremeter contra
-¿Y usted? -continuó el jefe dirigiéndose esta vez Nechuivíter, pero se contiene: ¿para qué? Eso no le
a Pidoprigorá, al mismo tiempo que se llevaba una ayudará a arrancarse de las tenazas de la fría celda.
mano al oído amarillo, como hecho de cera. Se pasa una mano por los ojos y los arcos ciliares,
-También me ha dispensado Dios de verle - suspira dolorosamente y queda abatido.
contestó Danilo, y se encogió de hombros con -¿Y usted conoce al camarada Nechuivíter?
indiferencia. -Sí. Aunque, mejor fuera que no le conociese.
El jefe tendió al desconocido una mano estrecha y -¿Por qué? -se sorprende Pirogov.
transparente: -¿Porque? -estalla Danilo-. Pues porque resulta
-Perdone que haya tenido que molestarle, Gracias que no podemos vivir los dos sobre la tierra. Yo le
por su ayuda. causé en tiempos a Nechuivíter un gran dolor. Allá
-Que le aproveche -contestó el otro sonriéndose y, de mozo... le quité una novia... Hoy es mi mujer, la
con un suspiro de alivio, se dirigió hacia la salida. madre de mi único hijo. Sé que Nechuivíter no ha
En este momento sonó el timbre del teléfono. El podido olvidar mi acción. Y ahora se venga... Quizá
jefe de la sección hizo una mueca, acercóse al hubiera hecho yo lo mismo en su lugar. No le
voluminoso aparato y tomó el auricular. escuche usted, si es posible... -Rendido, Danilo se
-¿Camarada Nechuivíter? -dijo, y se le iluminó el sienta y deja caer la cabeza entre las manos.
rostro-. Buenas tardes, Grigori Petróvich... En cuanto al jefe, continúa en el mismo sitio,
Estas palabras abrumaron a Danilo como un silencioso, asombrado.
trueno. Fuera, libre, bajo el sol y las estrellas, se - En fin, una aventura de novela barata. -Se
encuentra un antiguo conocido suyo al que quitó la levanta y su chaquetón cae al suelo; pero Pirogov ni
novia en tiempos. Galia se envuelve hasta hoy día la siquiera se inclina para recogerlo.
cabeza en su pañuelo de seda, sin saber si vive o no - Eso es, de novela barata -balbucea Danilo
el hombre que por primera vez hizo palpitar su tratando de incorporarse. Lo mismo que una ropa
corazón virginal. hecha jirones, el orgullo y la dignidad humana se
Danilo hace un esfuerzo para comprender si es desprenden de él, y en su voz resuenan unas notas de
que está volviéndose loco o si, efectivamente, la ruego-: Si es posible, no escuche usted a
conversación se refiere a él. Nechuivíter... Está enfurecido por su fracaso
-¿Lo que pienso del inculpado por el cual se amoroso...
interesa? Pues lo mismo que usted. Se ha dejado El rostro del jefe se torna de pronto duro y se
abatir... "Hombre es", como escribió Grabovski. sonrosan sus orejas de cera.
Sobre la mente aterrada de Danilo caen, una tras -¿Quiere callarse ya?
otra, lo mismo que moles, las horribles hipótesis. "¡Ah, por fin ha sacado los dientes!, observa
Que no vierta la sangre 105
casa en el mismo estado de ánimo que si la hubiera cuantas veces blasfema a Maríika y de ensombrecerle
tocado la gracia divina. Y sólo allá en lo recóndito de su plácido estado de ánimo, el pope se alejó en la
su sueño divisaba un animal de labor mordisqueando oscuridad, parecido a una negra campana con su
la hierba o tirando del arado por el campo. sotana ondeando al viento...
Había traspuesto ya la verja de la iglesia, cuando Por primera vez en la vida empezaron a inquietar
dio alcance a Maríika el padre Nikolái. Ella le pidió a Maríika los asuntos de la guerra el día en que las
la bendición, inclinando la cabeza cubierta por dos tropas de Petliura abrieron una brecha al Sur de
pañuelos, y le besó la mano gordezuela como un Létichev. Desde entonces, en todas partes procuraba
panecillo, que olía a tabaco, a incienso y a dinero enterarse de si avanzaba o retrocedía ese demonio de
viejo que ha estado oculto en la tierra. ¡Qué billetes Petliura y de si acabarían pronto con ese diablo de
no traerían ahora los mujiks! Wrángel. Y como en aquellos días, por todos los
Lo mismo que acerca de las demás personas, en la caminos cundían los rumores más inverosímiles y en
aldea existían opiniones diversas acerca del pope. En cada casa había un político, nada tenía de particular
los tiempos del atamán, había estado en contra de los que Maríika se rindiera de fatiga tratando de llegar
alemanes; ahora, con los rojos, estaba en contra de hasta la verdad.
los bolcheviques. Y aunque el pope tenía la barba Unas veces corría desalada en busca de Svirid
gris, seguía fijándose en las mujeres jóvenes y en las Yákovlevich gritando que el Poder soviético no
fiestas mayores tenían que llevarle a su casa hecho tomaba medidas para calmar a los mujiks; otras
una cuba porque bebía el padre Nikolái hasta que no llegaba con aire sumiso a las casas de los kulaks y
veía ni el color de la casulla. Pero celebraba la misa repetía en un susurro algún secreto sorprendido a
con verdadero frenesí y una voz profunda, y no Iván, o se ponía a cardar el cáñamo a mitad de precio
regateaba mucho en el pago de los oficios. Este para ablandar, por si acaso, a los que se habían unido
capítulo era más de la incumbencia de la popesa, para siempre contra su testarudo Iván que, empeñado
achaparrada como una colmena. en lo suyo, no cedería por nada del mundo, sin pensar
El padre juguetea como de costumbre con su cruz que, de esa manera acabaría por lo menos cansando a
pectoral y suspira. la gente.
-¿Os ha ocurrido alguna desgracia, Maríika? ¿Por -¡Tú anda menos en eso de los comités y en eso
qué llorabas tanto en el templo del Señor? -Levanta de los comunistas! -le gritaba al marido cuando al fin
la manga negra de su sotana y se lleva la mano a la lograba enterarse con exactitud de que el gran duque,
profusa barba gris-. ¿Acaso está enfermo Iván? Me hermano del zar, había venido en barcos ingleses y
parece que se pasa demasiado tiempo en las franceses y había desembarcado en Petrogrado y en
reuniones. ¿O es que pagan mucho por eso? Moscú o que los alemanes habían cruzado la frontera
-Por eso, padre, pagan dos de nada y el tercero de rumana, se habían apoderado de las colonias
lo mismo -contesta Maríika-. Sólo que quizá valga alemanas y ahora iban hacia Kíev, donde en la ciudad
más estarse en las reuniones que pasarse jugando a entera habían echado a vuelo las campanas.
las cartas hasta que canten los gallos. A ver si -¿Qué dicen los periódicos, Iván? -preguntaba
aprende algo tratando con la gente. mirando con impaciencia las incomprensibles letras
-También es posible -concede a desgana el padre cuando había oído decir que la revolución mundial
Nikolái-. Pero, ¿por qué llorabas, vamos a ver? vencía a los alemanes y a los ingleses.
Maríika vaciló, preguntándose si debía decir cuál Desgraciadamente, se publicaban menos noticias
había sido su plegaria. Pero en aquel instante era buenas acerca de la Revolución que acerca de
incapaz de disimulo, y contestó con franqueza al Wrángel, de la familia del zar y de los generales
pope. Después de escuchar sus palabras, el padre se alemanes, japoneses, ingleses, franceses y rumanos y
la quedó mirando lo mismo que si debajo de sus de todos sus criados, que unos bufaban y otros
pañuelos hubieran asomado los cuernos del demonio. enarbolaban las armas. Por eso el dolor anegaba más
Levantó una mano con tanta ira, que la manga de la y más los ojos de Maríika, que se tornaban entonces
sotana cayó desmayada hasta el codo. casi grises.
-¡Estúpida desdichada! ¡Zoquete! ¡Blasfema! Claro que, por mucha que sea la angustia, el
Tanta falta le hacía a Dios tu plegaria como a un hombre piensa siempre en la vida y calcula dónde
carro cinco ruedas. ¡Si no sabes oraciones puede salir adelante valiéndose de la verdad y dónde
verdaderas, no las inventes! ¿Y no has rezado debe recurrir a la astucia. Por eso, en las noches de
también por Trotski? insomnio y en los tristes días otoñales, Maríika
Maríika no comprendió toda la perfidia encerrada sembraba su tierra, no con grano, sino con
en la pregunta del padre y contestó humildemente pensamientos. Al fin, después de haberse enterado
que no había rezado por Trotski porque no era el más bien de todos los precios -de los de las tierras negras,
importante. Y, por mucho que la reprendiese después de las arcillosas y las arenosas-, decidió firmemente
de esto el padre Nikolái, continuó dudando de la vender las dos medias desiatinas que les habían
justeza de sus palabras. Luego de llamar todavía unas correspondido de las propiedades de los ricachos y
Que no vierta la sangre 107
conservar sólo la tierra del latifundio. Le habló de Ahora que no estaba Iván, tenía más libertad
ello a Iván, que le contestó pegándole con un dedo a incluso para pensar. Maríika dio unas vueltas por el
la frente. patio y entró en el pajar. A la izquierda de la era, una
-¿Hace mucho que has perdido el último tornillo? división de tablas partía en dos mitades el espacio.
¿O es que tienes la frente para cascar nueces con En tiempos, una de las mitades había servido para
ella? almacenar el heno y la otra estuvo ocupada por un
A ver quién es capaz de hablar después de esto caballejo campesino de ojos color violeta. Pero las
con una persona que no ve más allá de sus narices y ávidas moscas del otoño trajeron la fiebre aftosa y los
no adivina lo que es la astucia campesina. Entonces ojos color violeta se enturbiaron de dolor y de
Maríika empezó a llevar a cabo sus argucias a lágrimas. Hubo que matar al caballejo y ceder la piel,
espaldas del marido. ¿Quién tenía la culpa de que los por una miseria, a Suprún Fesiuk, que ni de los
maridos de las demás fueran hombres con sentido animales enfermos tenía aprensión.
común y a ella le hubiera correspondido, en cambio, Con el atontado de su Iván, éste era el día que
el más inútil y el más zote? continuaba sin caballo: no se habían aprovechado en
Precisamente por aquellos días el Comité de la hacienda ni tampoco cuando los de Galitzia, en
Abastos de la provincia de Podolie había destinado a pleno deshielo primaveral, pasaron por allí en la
la población veintitrés vagones de sal, y Bóndar y época del tifus. En fin, si tenía un marido tan inútil,
Kúshnir fueron designados por el Comité de los no le quedaba más remedio que ocuparse ella del
campesinos pobres de Novobúgovka para ir a recoger ganado.
su parte a Vínnitsa. Con su ligereza femenina, Maríika traspasó a Iván
Más estúpidos era difícil encontrarlos en toda la la culpa de todas las desdichas y se imbuyó del papel
aldea: no eran capaces de guardarse ni un grano de de salvadora de la casa: es que, hasta ahora, su
sal en el bolsillo o en la caña de la bota. marido no había arado siquiera los rastrojos. Y,
El sábado, cuando Stepán llegó briosamente al nuevamente, con recóndita esperanza, miraba hacia
portón conduciendo unos caballos grises, Maríika se el sitio donde en tiempos estuvo el caballejo. Una vez
apresuró a cortar hasta la corteza de abajo una en su casa, Maríika se puso la ropa de los días de
hogaza recién cocida, hizo un agujero con el cuchillo fiesta, estuvo un buen rato retocándose delante del
en una de las mitades, metió allí un trocito de espejo -tanto que incluso se lo llegó a reprochar-;
manteca y lo deslizó todo ello con cuidado en el pero acabó llegando a la conclusión de que era una
zurrón donde había puesto ya pepinos, cebollas y mujer de muy buen ver todavía y de que su alta
manzanas. Luego, ostensiblemente para que Stepán frente estaba hecha para abrigar su inteligencia y no
lo viera, entregó a su marido una pizca de sal para que partieran nueces con ella, como muy pronto
envuelta en un trapito. se convencería el burlón de su marido. Después de lo
-Mucho no te pido, marido mío; pero devuélveme, cual, muy satisfecha, salió con solemnidad de la casa,
de la sal que vas a traer, este poco que te llevas de echó el pestillo y se dirigió, atravesando toda la
casa. aldea, hacia los prados donde, al borde mismo del
Iván carraspeó, echóse a reír y volvió hacia Bug, vivía Semión Poberezhni, lejano pariente suyo
Stepán su cuerpo recio y bien proporcionado. por parte de la madre.
-Esto, amigo mío, es una alusión muy fina a que En la espaciosa casa de Poberezhni huele a lino, a
tienes el puño apretado. pescado y a hilos húmedos: se conoce que quieren
- Los demás barren todos para su casa; tú, en vender algo de lo hilado y le han dado la humedad
cambio, todo para fuera -continuaba Maríika necesaria. Cerca de la ventana, entretiene su soledad
levantando más la voz-. Está ahí como una estaca, y el amo de la casa: inclinada la cabeza, arregla una red
ni para coger miel se agacharía. de pescar con una canilla fina como un pececito.
-¡Ja, ja! ¡Buena miel es la tuya! -contestó -¡Buenas tardes, tío Semión! -saluda Maríika,
irónicamente Iván. levantando más su alto vientre y juntando, en una
Sus ojos inteligentes, de alegres chispas, leían sonrisa, las arrugas que rodean su nariz ganchuda-.
hasta el último pensamiento en el rostro de su mujer; ¿Está usted solo? ¿Y la tía?
pero nunca se sorprendía bastante de la elocuencia de -Se ha marchado con Zajar a vaciar las nasas.
su testaruda compañera. Sin enfadarse, se despidió de Poberezhni se levanta de la silla baja donde está
su mujer y de su hija, salió al patio y se subió al carro sentado y la red le sigue, enganchada a él. Con ese
donde iban los sacos para la sal. fondo, resulta más agradable todavía el pensativo
Maríika hubiera querido añadir aún algo acerca de pescador, ya entrado en años, de cejas caídas, por
la sal -que se llenara él los bolsillos por lo menos, o cuyas manos han pasado tantas lanchas de pescado y
algo así-; pero le dio reparo y, cuando Iván arreó a que a más de una persona ha salvado de morir en el
los caballos, hizo la señal de la cruz en la espalda del agua.
marido y permaneció junto al portón hasta que el -¿Y no le da a usted miedo dejarla que vaya al
carro desapareció de su vista. río?
108 Mijailo Stelmaj
-Si es ella la que no puede vivir sin el río. Está tiene en el Comité de los campesinos pobres? -replica
acostumbrada. En cambio, cuando me casé con ella, Maríika, liándose ya del todo-. Conque le pide que le
ni mirar al pescado quería. busque usted un caballo sin armar mucho ruido y que
-¿Y a usted, le miraba? -pregunta riendo Maríika. se quede usted con la tierra o la venda, según le
-Tampoco me miró mucho, porque no le dio parezca mejor.
tiempo. -Al hablar, Poberezhni parece medir cada -¡Cuidado que es infeliz el mujik! -comenta
palabra-. Yo la vi una vez en la iglesia, y enseguida pensativo el pescador-. Aunque ahora se tenga tierra,
mandé a pedirla. ¡no la va a trabajar uno con los cinco dedos!
-¡Vaya prisa! -¡Pues no hacen falta pocas cosas además! -se
-Sí, ahora ya no son así las cosas: ahora se pasan lamenta también Maríika-. Que si el caballo, que si el
tres años tonteando y al cuarto se separan. ¡Que no arado, que si la excavadora, y una reja también, y un
hay quien les atice en cierto sitio! Siéntate, hija mía. carro sin el que no se puede pasar. Se pone una a
¿Querías pescado? pensar, y se le vuelven los sesos agua -continúa,
-No. Pero, ¿se pesca ahora algo? olvidando al instante que le ha mentido al pescador,
-Lo de ahora no tiene de pez nada más que el porque la amarga verdad de la vida campesina se ha
nombre. ¡Antes sí que había peces! Pero es que a apoderado de ella.
ellos también les gusta la calma. Y, ¿dónde hay ahora -Bueno, pues a Iván le echaré una mano, que es
calma, vamos a ver? una buena persona -Poberezhni se pone a andar,
-No la hay, ni para la gente ni para los peces - pensativo, de punta a punta del cuarto-. Su tierra me
confirma Maríika-. Dicen que en Proskúrov la habría convenido a mí, pero es que yo estoy
Petliura, esa asquerosa, ha atontado a todos los peces. reuniendo para comprar unos caballos. ¿Y qué media
-Desde que Petliura había puesto en peligro su desiatina pensáis vender?
parcela, estaba dispuesta a cargarle cuanto escuchaba -La que era de Sichkar. La que está junto al
y cuanto no escuchaba, y sólo hablaba de él en calvero.
género femenino, identificando, no se sabe por qué, -¿Cuánto pedís?
el concepto "Petliura" con el de "basura". -Con tal de tener un caballo bueno...
-¿De dónde habrá salido para desgracia nuestra? - -¡Bah, ya veremos cómo nos arreglamos! -se
profiere Poberezhni frunciendo las pesadas cejas que decidió el pescador-. Llévate mi zaino, y ya
casi le tapan los ojos-. Ahora que se había alejado un apañaremos mañana lo de vuestra tierra. Estoy
poco la guerra de nuestro umbral, nos la vuelve a pensando en uno que acaba de llegar de Moldavia y
traer él. no le ha alcanzado el reparto. ¡Trato hecho!
En la casa se establece el silencio, y únicamente Maríika estuvo a punto de dar un salto de alegría;
debajo del fogón pulsa su violín un grillo incansable. pero se contuvo a tiempo y dijo muy seria:
-¿Sabe usted a qué he venido, tío Semión? - -Está bien, tío Semión; pero todavía tiene usted
pregunta Maríika, venciendo el último temor que le que remojar el trato. -Y pegó con su mano en la del
impone Iván y sin levantar los ojos hacia el pescador. pescador. Aquello de sacar tajada le gustaba a ella.
-Cuando me lo digas lo sabré. -¿Quieres que me ponga a beber contigo faltando
-He oído que vende usted su zaino. tu marido? -protestó riendo Poberezhni.
-Es cierto. -Poberezhni enarca asombrado las A Maríika le brillaron los ojos con picardía.
cejas-. Mañana voy con él a la feria. -¿Por qué no podía beber, ya que no se ha
-¿Es buen caballo? atrevido a venir mi marido? -Había llegado a
-Se defiende. Sólo que, ahora que tenemos más persuadirse de que Iván no se había atrevido a hablar
tierra, creo que reuniré para una pareja, aunque no con Poberezhni.
sea muy allá. -Quia, hijita, eso de beber con mujeres no se debe
-Quizá nos convenga el trato a los dos. hacer -contestó Poberezhni sacudiendo la cabeza.
-¿Es que queréis comprarme el zaino? Sacó de la alacena un tarro pequeño de madera de
-Así es. tilo, salió al zaguán con él y lo llenó de miel-. Toma,
-¿Y por qué te metes tú en estas cosas, Maríika? esto por el trato -pronunció ofreciéndoselo.
¿Cómo no ha venido Iván? Maríika se inclinó sobre la miel y la probó con la
-Es que se trata de una cosa delicada, tío Semión - punta del meñique. Su agradable acritud le dijo
contesta Maríika bajando la voz-. De dinero, no enseguida de qué flores habían libado las abejas.
tenemos ni un cuarto, como suele decirse, y hemos -¿De girasol?
decidido vender media desiatina para comprar un -Sí, y recién recogida. ¿Te llevas ahora el caballo
caballo. o vendrá a recogerlo Iván?
-¡Ah, vamos! -Poberezhni queda pensativo-. Pero, -¡Qué ha de venir él! -objetó Maríika frunciendo
de todas formas, ¿cómo quieres tú hacer el trato y no los labios con amaneramiento-. El no sabe más que
Iván? pasarse la vida de reuniones, mientras su mujer carga
-¿Cree usted que puede hacerlo con el cargo que con todo.
Que no vierta la sangre 109
Salieron de la casa, y abrieron la pequeña cuadra. por el trato. -Y le presentó a su padre el tarro de tilo.
Poberezhni entró, inclinando la cabeza al trasponer el Iván miró con odio al tarro y salió enfurecido al
umbral, llegó al pesebre, donde se escucharon ruidos patio. ¡Pensar que su propia mujer le ponía en aquel
de arreos, y pronto apareció con un caballo de buena ridículo! ¿Qué no dirían ahora los kulaks? "En cuanto
alzada. se les da la tierra a esos descamisados, la malbaratan,
-Toma, Maríika, y que sean surcos de oro los que la cambian, se la comen, se la beben...” De la
te labre -dijo Semión entregando la rienda a la mujer. vergüenza y la rabia tan pronto agitaba los puños
Luego acarició el lomo del caballo y exhaló un como se llevaba las manos a la cabeza.
suspiro. Al llegar al campo divisó desde lejos a Kiriniuk y
Sólo entonces se apoderó el miedo de Maríika; a Maríika. Estaban sentados el uno frente al otro
sólo entonces vio frente a ella los ojos burlones de delante del haz dorado de la hoguera y sobre ellos
Iván, pero esta vez no eran ojos reidores, sino extendía su sombra caprichosa el frondoso peral.
coléricos. Iván cayó sobre ellos como una bomba, agarró el
"¡Anda y que se vaya al demonio!" Ahuyentó látigo que tenía Kiriniuk a su lado, lo levantó y lo
aquel temor momentáneo, le dio las gracias a dejó caer en los hombros de Maríika, que ya huía de
Poberezhni y se llevó el caballo tirando de él, como la hoguera.
hacen las mujeres. -¡Que me mata! ¡Socorro, buenas gentes! -se puso
Al día siguiente, Semión vendió la media a chillar corriendo hacia el carro.
desiatina, y Maríika se marchó por la noche, para Mas el marido no la persiguió y limitóse a decir
empezar a arar al día siguiente, con Esip Kiriniuk, con voz opaca por la indignación:
hombre ya entrado en años y sumamente taciturno. -¡Si no estuvieras preñada, te atizaba una como
Maríika estaba encantada con aquella compañía: Esip para que te siguieran atizando los demonios en el
no le preguntó siquiera de dónde había sacado el otro mundo! Pero no importa: con la lección que voy
caballo ni cuánto había pagado por él, y no mentó a darte se te quitarán las ganas de volver a meterte
para nada a Iván. En eso de las conversaciones, él igual que una estúpida en las cosas que requieren
tenía su opinión: el que tiene algo que decir, lo dice entendimiento. ¡Miren ustedes la negocianta que me
de todas formas. Conque, ¿para qué gastar saliva? ha salido!...
Cuando llegaron al campo, Esip encendió una Bajó a la hondonada, dio con el zaino, lo llevó
hoguera de ramas secas debajo de un peral silvestre, hacia la hoguera y, para mayor seguridad, le preguntó
trajo algunas patatas de un campo de por allí, las a Kiriniuk:
metió en el rescoldo y tomó asiento, atendiendo a los -¿Es éste?
resoplidos de los caballos que pastaban en una Kiriniuk asintió con la cabeza.
hondonada. En cuanto a Maríika, primero se acostó -Buen caballo -alabó Iván-. ¿Me deja usted su
en el carro, arrepentida ya de que la impaciencia la látigo, Esip?
hubiera hecho venir aquí a pasar una larga noche -Cógelo. ¿Dónde vas?
otoñal cuando hubiera podido muy bien salir al -Voy a llevar el caballo a la ciudad y lo entrego
amanecer. Además, le daba miedo pensar lo que para las tropas que luchan contra Wrángel.
podía ocurrir si volvía Iván por la noche. -¡Dios mío! ¡Señor mío de mi alma! ¡Apiádate de
Y, efectivamente, Iván volvió por la noche de mí! -gritó Maríika desde el carro-. ¡Iván, de rodillas
Vínnitsa, se sorprendió y se puso furioso al encontrar te lo pido!
en casa a Yuguina sola. Los celos se habían Efectivamente, surgió corriendo de la oscuridad y
apoderado de él súbitamente. cayó de rodillas delante de la hoguera. El reflejo de
Despertó a su hija y le preguntó dónde estaba la las llamas jugueteó sobre las manos que se retorcían
madre. desesperadas y brilló en las lágrimas, rojas como la
-Se ha ido con el tío Esip para empezar mañana a sangre, que se agolpaban al borde de las pestañas.
arar -contestó Yuguina adormilada, apartándose con Pero Iván ni siquiera miró a su mujer.
los puños los pelos que le caían sobre la carita Agarrándose con una mano a las crines del caballo, le
redonda y guiñando los ojos a la luz. echó encima su cuerpo pesado, se enderezó y tiró
-¿Qué la habrá hecho ir de noche ya en otoño? - hacia el camino a campo traviesa.
murmuró sorprendido Iván. El ruido de los cascos del zaino resonaba con
-Su caballo -contestó Yuguina, echándose de lúgubre tañido en el corazón desgarrado de Maríika.
pronto a reír al acordarse de las vueltas que había - Hum... -fue el único comentario que hizo
dado la madre en torno a su adquisición. Kiriniuk.
-¿Su caballo? -repitió Iván, que no daba crédito a Aguardó a que se hubiera consumido la hoguera
sus oídos-. ¿De dónde lo ha sacado? hasta la última brisa, luego bajó también a la
-Madre lo ha cambiado por media desiatina - hondonada, trajo a su caballo, lo enganchó y señaló a
exclamó Yuguina con su vocecilla, y luego añadió, Maríika el carro. Volvieron al pueblo como dos
corriendo hacia la alacena-: Incluso ha traído miel sombras. Maríika no tenía siquiera fuerzas para
110 Mijailo Stelmaj
sollozar o para injuriar a Iván: la había aniquilado negro ladeado, se marchó al Estado Mayor de su
aquella manera terrible de desbaratarle las ilusiones. unidad y los ministros, con una guardia de tiradores,
Penetró en la casa tambaleándose y, cuando encendió se dispersaron por las habitaciones del director de la
la luz, vio encima de la mesa, como una amarga fábrica de azúcar de Yaltúshkov, donde debían pasar
burla, una pizca de sal envuelta en un trapito. El la noche, alguien hizo correr el rumor de que el
marido le había traído lo que le pidió. general se proponía detener al "gobierno de la
República Popular Ucraniana". Asustados, los
XXXIV ministros se metieron todos en una habitación, donde
El jefe supremo Simón Petliura había expuesto en esperaron con horror el cumplimiento de su destino.
Yaltúshkov, durante una reunión conjunta del Sin embargo, nadie se presentó para detenerlos y, a la
consejo de ministros de la República Popular mañana siguiente, el propio Tiutiúnik quedó
Ucraniana y los mandos del ejército, el plan de asombrado de que todo el "gobierno ucraniano"
ocupación de las regiones de la margen izquierda y la hubiera estado tan incómodo. Alguien dijo que los
margen derecha del Dniéper y, con la inspiración ministros habían estado pensando en la fecha de la
teatral que le era propia, más que pintarlo, lo ofensiva aunque, en realidad, lo que más les
esculpió. Con ambas manos levantaba el frente que preocupaba era encontrar el medio de salir
se extendía desde el Dniéster hasta Létichev, y el disparados en su camión de Yaltúshkov para
frente hacía un milagro: los hombres de Petliura Kámenets-Podolsk.
avanzaban, y los rojos huían; los hombres de Petliura La ofensiva de todo el frente quedó fijada para el
entraban en Kíev, donde eran acogidos por las 12 de noviembre. Pero, al amanecer del 11,
campanas de la catedral de Santa Sofía y donde los resonaron cerca de Stáraya Murafa las trompetas del
habitantes les ofrecían el pan y la sal sobre toallas Catorce Ejército soviético. La Octava División de
bordadas. caballería fue la primera en atacar a los hombres de
El plan operativo de la ofensiva era más sencillo Petliura. Tenía la orden de romper el frente y dejar
que el plan del año dieciocho de los alemanes y los aislada a la caballería blanca, acuartelada cerca de
gaidamacos, plan que, dicho sea de paso, repitió Moguiliov-Podolski.
Petliura sin la menor modificación, en el diecinueve. La campaña de la Octava División arrancó con
Esta charlatanería, de color de rosa y sin ningún buen éxito: en la aldea de Shestakovka empezaron a
fundamento, hacía contraerse de rabia el rostro arrojar las armas y entregarse prisioneros los
voluntarioso, de maciza barbilla cuadrangular, del campesinos de Novoushitsa, movilizados por Petliura
general Yurkó Tiutiúnik. Lo que estaba viendo no poco antes. Mientras la Octava División ocupaba
eran los ojos de un jefe, sino la mirada fosforescente Ivashkovka, Luchinets y Kukavka, la Segunda
y estrábica de un maniático que se embriagaba con el Brigada llegaba a Moguiliov y, después de un
hueco sonido de sus palabras. A Tiutiúnik le sacaba encarnizado combate con la caballería de Frolov,
de quicio aquella mezcla de ineptitud militar y de irrumpía en la ciudad. El Grupo Sur de Petliura, no
afirmaciones absolutamente infundadas acerca de la pudiendo soportar la presión del Catorce Ejército, se
victoria. Su actitud llamó la atención de los ministros había replegado y una parte pasó a Rumania
y del presidente Andri Levitski. Tiutiúnik abrigaba la cruzando el Dniéster. Los blancos lucharon unos días
esperanza de que el torrente de palabras de Petliura con buen éxito en el norte: aquí, la división de
sería atajado por Omelianóvich-Pavlenko, el jefe del Yákovlev había ocupado Litín en la dirección de
ejército; pero éste se limitaba a llevarse, sorprendido, Létichev y la división del general Peremikin
la mano al pequeño triángulo de su barbeja y guardar avanzaba, desde Derazhni hacia Zhmérinka. Pero, el
silencio para eludir toda responsabilidad. El astuto y 16 de noviembre, ambas divisiones se replegaban
precavido Ornelianóvich-Pavlenko era hermano bajo los golpes de los cosacos rojos.
carnal de Simón Petliura en el arte de cargar la La vela de Petliura ardía por los dos cabos.
responsabilidad sobre cualquiera y no sobre sus Entonces lanzó al combate sus últimas reservas -diez
hombros. mil tiradores-, no ya para la victoria, sino para que, al
Entonces fue Yurkó Tiutiúnik el que habló con precio de su sangre, dieran tiempo a que se hiciera
toda dureza. Después de su discurso, el plan de pasar el Zbruch a los bienes de los ministros y a la
Petliura empezó a oler mal. Al mismo tiempo que su tesorería. Petliura y todos los ministros, menos
plan de ofensiva, Tiutiúnik propuso, por si acaso, Arjípenko, huían de sus tropas a la tierra ucraniana
elaborar también un plan de retirada: la guerra es la que habían entregado a Pilsudski. Y el Bonaparte
guerra, y pueden darse toda clase de sorpresas. En polaco no olvidó el servicio que le había prestado el
torno a esta proposición se entablaron grandes corso ucraniano; Pilsudski buscó para Petliura una
debates. Ni los ministros ni el atamán jefe querían capital: la pequeña ciudad de Tarnov. Allí, en el hotel
pensar en la retirada: para retroceder no hace falta "Bristol", se instaló todo el aparato estatal del
plan. atamán: los ministerios, los embajadores, la
Cuando Tiutiúnik, furibundo, con su alto gorro cancillería militar de campaña, la tipografía y el
Que no vierta la sangre 111
propio atamán con su Maliuta Skurátov26, como arrancarle la alianza. Poguiba no lo pensó mucho y,
habían puesto de mote a Chebotariov, su secuaz. calladamente, sin tomar impulso, descargó el puño en
En los aposentos del "Bristol", que olían a cocina, el sitio donde se juntaban la nariz y los bigotes del
fue donde el atamán se dio cuenta, quizá por primera merodeador, que lanzó un grito salvaje y se echó
vez, de lo efímero de su poder. Petliura convocó a hacia atrás, circunstancia que el teniente coronel
todas las personalidades que le rodeaban y, en una aprovechó para desaparecer en la oscuridad, donde se
asamblea de partidos, anunció con voz trágica un escuchaban ruidos de armas y entremezclados
"acto de enorme trascendencia histórica": él, el juramentos de los aliados.
atamán jefe, había firmado su abdicación. Esperaba
que la asamblea iba a rogarle sollozando que Después de andar hambriento por Tarnópol,
permaneciera en el poder. Pero la asamblea, Poguiba fue a parar, con cinco mil petliuranos, al
desmoralizada por los últimos acontecimientos, sucio campo de Vadovets, construido antes por los
callaba. austríacos para los prisioneros rusos. Y los
Y esto sobrecogió a Petliura más aún que la comandantes polacos se pusieron aquí a rematar por
derrota en el frente. Imploraba con la mirada que el hambre, el frío y la crueldad aquella carne de
alguien saliera diciendo que Ucrania no podía existir cañón dispuesta a marcharse a cualquier parte,
sin su atamán. Pero le contemplaban seres medio aunque fuera para caer en las garras del demonio, con
muertos, privados del don de la palabra y de la fe en tal de dejar el campo semidestruido rodeado de
el atamán. Furioso, tuvo intención de abandonar alambradas.
altivamente la sala muerta; pero la compasión que se La sopa de guisantes, en la que flotaban, en lugar
inspiraba él y la indignación que le inspiraba la de chicharrones, los gusanos hechos una bolita, y la
ingratitud de sus correligionarios le obligaron a apestosa carne de caballo despertaron la indignación
pronunciar un nuevo discurso histérico, improvisado, en el campo; pero los aliados la sofocaron enseguida
después del cual el atamán jefe rompió su abdicación con las armas. Más difícil era luchar contra las
inesperadamente para todos, considerando sin duda enfermedades intestinales, la sarna y las espantosas
que más valía tener un aparato estatal en un hotel que úlceras. Millares de hombres, que pagaban pecados
no tenerlo en ninguna parte. ajenos, lloraban por su Ucrania, y solamente el
El 21 de noviembre, las últimas unidades y los nombre de las ciudades y las aldeas donde habían
convoyes de Petliura cruzaban a la orilla derecha del nacido resonaban sobre ellos como un lejano repique
Zbruch por un puente que protegían las tropas de de Pascuas. Los combatientes de la víspera, con
Tiutiúnik. Nadie dirigía ya el cruce del río. En el sombreros de paja y tosco calzado de madera,
puente todo se había amontonado. Los convoyes deambulaban como sombras por el campo,
chocaban unos con otros, los tiradores y los jinetes se maldiciéndose a sí mismos y maldiciendo al atamán
abrían paso a puñetazos entre juramentos, los carros jefe, que no había tenido el valor de venir a verlos
y los caballos caían al agua, y el relincho agónico de desde su residencia del hotel "Bristol".
los animales no conmovía ya a los hombres medio El teniente coronel Poguiba, perdida ya la
enloquecidos. El fantasma de Kotovski causaba esperanza de que le salvase Petliura o cualquiera de
espanto a los restos de las unidades de Petliura y los allegados del atamán, presenciaba espantado las
solamente los más audaces inutilizaban las armas en últimas convulsiones de aquellas tropas y sólo temía
la orilla para que no fueran a parar a manos de los una cosa: caer hasta el nivel en que la vida pierde ya
polacos y, abandonando toda la impedimenta, se todo valor. Mientras conservó alguna que otra cosa
pasaban con las manos vacías a sus aliados de la de valía, fue cambiándola por comida y cuidó, en lo
víspera. posible, de que no le devoraran los piojos; pero,
La brigada de Kotovski se acercaba ya a cuando se quitó del dedo enflaquecido la alianza, su
Volochisk y corría hacia el Zbruch, cuando el último objeto precioso, notó que todo había quedado
teniente coronel Poguiba, abriéndose paso entre los atrás en la vida y no había ya por qué luchar.
restos de la división salvaje, cayó sobre el grueso de
las tropas. Vestido como iba con una chaquetilla XXXV
campesina, por poco le tiraron a las frías aguas del De entre la plateada niebla matutina salen, al
río, que invadía ya el crepúsculo. Poguiba se agarró mismo tiempo que el sol, los álamos. En su corteza
espantado a los hombres que encontró más cerca, y la cuarteada se derrite la escarcha rosácea y, al poco
vorágine humana le arrojó a la otra orilla. Pensó que tiempo, los árboles están envueltos en vapor lo
podía respirar tranquilamente al fin; pero enseguida mismo que oreados por un tibio aliento. En las ramas
cayó sobre él un polaco bajo y grueso, con una nariz se mecen las últimas hojas, que parecen zarcillos de
azulenca debajo de la cual asomaban unos bigotes oro, y sobre la hierba blanqueada destaca todavía el
como garras. El teniente coronel no llevaba armas, pespunte oscuro de unas huellas de liebre.
pero el polaco se aferró a su mano tratando de Apretando contra su pecho a Pétrik, bien
abrigado, Danilo Pidoprigorá llega al extremo de la
26
Uno de los ayudantes de Iván el Temible.
112 Mijailo Stelmaj
aldea, que disemina sus casitas blancas por el bosque. está el hermano con una camisa limpia de lienzo y
Hay menos cruces junto a los pozos y en las corta solemnemente los panales en trozos que va
encrucijadas: el tifus no hace ya estragos en las dejando en una gran escudilla de madera. Un hilillo
aldeas, que recobran la alegría, y son menos de miel brilla en sus bigotes, y por él se desliza,
frecuentes, por la noche, los ataques de las bandas. soñolienta, una abeja. El rostro del hermano le gusta
Después de la derrota de Petliura, el poder arremetió ahora a Danilo más que hace algunos días. ¡Claro! Es
enseguida contra los atamanes y los batkas que no que han desaparecido de él las sombras de temor.
habían depuesto las armas. También ese día se había ¡Por algo estaba tan contento de que Petliura hubiera
escuchado el tableteo de las ametralladoras cerca de huido al extranjero! Como que el atamán jefe puede
Verbka y habían llegado corriendo caballos sin despedirse ya de las tierras de Mirón.
jinetes hasta los bosques de Beriózovo. Después de almorzar, todos salen a la vieja
-¡Ma-ma-ma-ma, ma-ma-ma-ma-! -grita Pétrik, carretera donde el vientecillo levanta áureos
agitando sus manitas. remolinos de hojas de tilo. Hombres y mujeres
Ha advertido a la madre, que llega por entre los aguardan aquí y allá, con escudillas de comida,
árboles. dorados panecillos, manzanas, pan y tabaco que
-¡Hijo mío! ¿Tardaba la mamá? -dice Galia huele a miel. Se oye hablar a las mujeres,
tomando al hijo de brazos del padre, y Pétrik busca el lamentándose. Los hombres comentan que, en
pecho con gesto habitual, aunque la madre se lo ha Verbka, han aplastado a esos malditos bandidos. A lo
retirado ya. lejos, detrás de un recodo, aparece corriendo un
El sendero del bosque suspira, haciendo susurrar puñado de chicos, que atruenan la aldea con sus
las hojas caídas, serpea entre los troncos y, lo mismo gritos: "¡Ya vienen! ¡Ya vienen!"
que en un cuento fabuloso, conduce hacia lejanías Entre los tilos aparecen los primeros jinetes y
ignotas donde el sol desgrana sus rayos sobre los altos y chirriantes carros campesinos en los que van
quietos calveros. Pétrik vuelve a pasar a brazos del acostados los heridos. Las mujeres los acompañan
padre, y Galia, después de retocar las pesadas trenzas con sus suspiros.
debajo del pañuelo, se adentra en el bosque, arranca La gente rodea la triste hilera de los carros; sobre
con cuidado un racimo de arándano maduro, y de los heridos se inclinan las trenzas de las muchachas y
pronto exclama: las barbas de los hombres.
-¡Danilo, ven a ver! -¿No quieres un poco de miel, hijito?
El marido se acerca y detiénese asombrado cerca -Prueba este pan blanco recién cocido...
de un gran tocón: entre sus raíces, como dos Sobre la paja van juntándose las sencillas
campanitas, inclinan sus cabezuelas unas flores de ofrendas de los campesinos. Un soldado rojo
nieve recién abiertas. ¿Cómo se les habrá ocurrido jovencito, con un brazo vendado, toma de manos de
florecer en el otoño a estos heraldos de la primavera, Galia un pedazo de oloroso panal y le dice riendo:
cómo no habrán querido esperar su nebuloso marzo? -¡Gracias, preciosa, que tienes las trenzas como el
Galia, que todavía cree en los augurios, goza de oro! ¡Quiera Dios darte un marido que no sea celoso!
ver las florecillas, pero se pregunta si su aparición Galia se sonroja y también ríe. Ofrece otro trozo
anunciará algo bueno. de panal a alguien más y, de pronto, su marido le tira
- Todo lo que florece, es para bien -asegura su de una manga. Se fija en sus ojos, que parecen casi
marido-. Y así debes comprenderlo: desde este otoño blancos, luego vuelve la cabeza hacia donde está
comienza nuestra primavera. mirando Danilo y descubre un rostro conocido. Unos
El sendero les conduce a un estanque del bosque y cabellos alborotados sobre la alta frente, unas
por el dique, con las trenzas al aire, corre hacia ellos mejillas demacradas y enflaquecidas, la nariz recta,
Vasilinka, gritando de alegría. Sólo entonces advierte afilada, los párpados dolorosamente apretados... Es
Danilo que la boca de su sobrina tiene un dibujo Grigori Nechuivíter. Galia corre detrás del carro
triste y que tampoco los ojos de color gris oscuro son lanzando un gemido, y Grigori abre con dificultad los
alegres, aunque hayan refulgido al verles. "Es el ojos, como si lo hubiera escuchado; pero no ve ni a
bosque que hace a la gente así", concluye, y le deja a su primer amor ni a su rival. Con mano trémula,
la niña que tome a Pétrik en brazos. Galia se quita de la chaqueta las delicadas
-¡Chiquitito mío! ¡Precioso! ¡Palomita mía! - campanitas de las flores de nieve otoñales y las
arrulla Vasilinka al niño, informando de paso a los deposita sobre el pecho de Nechuivíter, igual que dos
mayores de que su madre se ha ido a la iglesia y su gotas de su puro amor maternal por ese hombre de
padre acaba de sacar unos panales, que está cortando verdad. Danilo abraza a su mujer, como si temiese
en trozos, porque dentro de poco pasarán por la que le fuera a abandonar ahora, y murmura con
carretera unos soldados rojos heridos en el combate labios grises:
contra una banda, y hay que ofrecerles, por lo menos, - Mira, de qué modo hemos ido a encontrarnos,
algo de miel. Grigori. Mira cómo nos hemos encontrado.
En casa, bajo una imagen bordada de la virgen, El carro se aleja, dejando caer de vez en cuando
Que no vierta la sangre 113
unas gotas de sangre en la carretera. -Ayer. Maríika quiere que sea contigo con quien
Al paso de su montura, absorto en tristes primero brinde por su salud.
reflexiones, sigue al carro un hombre moreno, bien -Pues hay que hacerle caso -accedió
plantado, de nariz aguileña, todo vestido de cuero. Al Miroshnichenko, notando cómo se le concentraba el
ver inclinarse a esa guapa mujer de trenzas doradas dolor bajo los párpados.
sobre la carreta de Nechuivíter, una sonrisa sarcástica En casa de los Bóndar andaban de un lado para
anima por un instante su rostro; pero enseguida la otro Yuguina y la partera que, precisamente en ese
ahuyenta de sus labios: desde la noche pasada, no momento, metía en la cama de la recién parida un
tiene ya derecho a burlarse de Nechuivíter, como se trozo de hierro para que a él fuera a parar, y no a la
burlaba todavía unos días atrás, a burlarse de su criatura, el mal de ojo.
romanticismo, de que Grigori encuentre todavía Svirid Yákovlevich sonrió al ver aquellas
tiempo para estudiar los asuntos de un sótnik de las brujerías y Maríika, rendida aún, agitó una mano en
tropas de Petliura. La noche pasada ha ocurrido algo su dirección:
espantoso: cuando los bandidos lograron partir en -No hay por qué reírse, aunque seas comunista.
dos su destacamento y Kulnitski vio sobre la cabeza Iván Bóndar saca el vodka en el que se ha hecho
de Nechuivíter el resplandor, lívido a la luz de la macerar galanga y polvos de piedra roja, y llena los
luna, de unos sables cruzados, sofocó un grito y vasos. Svirid Yákovlevich se inclina sobre la cuna
escapó a toda velocidad hacia el bosque. Desde allí donde duerme el chiquillo, pequeñito, arrugado como
pudo ver cómo huían de Nechuivíter los bandidos y un viejo.
los caballos sin jinetes y el propio Nechuivíter -¿Qué te parece? -pregunta temerosa Maríika.
inclinaba la cabeza sobre el cuello de su potro zaino. -¡Una hermosura! ¡El retrato del padre! Y tiene la
Entonces Kulnitski corrió en su auxilio, se adelantó a nariz muy fina -contesta Miroshnichenko, y Maríika
los soldados rojos; pero Nechuivíter se apartó de él exhala un suspiro de alivio porque le parecía que su
como de un sapo y cayó en los brazos acogedores de hijo tenía la nariz demasiado achatada.
los soldados rojos. -¡A tu salud, Maríika, ya la salud de los hijos! -
"¿Se salvará?... Más vale morir que padecer con Svirid Yákovlevich apura el vodka de un trago y
semejantes heridas...”, piensa Kulnitski echa mano al bolsillo para dejarle algo al recién
contemplando tristemente a Grigori, y descubre que nacido; pero no lleva dinero.
quiere ahogar con la compasión su ruin e indigno -No te preocupes, Svirid, ya vendrás a acunarle -
temor a lo porvenir. Aunque, en fin de cuentas, no es dice Maríika para tranquilizarle.
un pecado tan grande que haya escapado unos -Encantado -accede Miroshnichenko-. Pero es que
minutos al bosque. ¿Y si hubiera estado allí a tu hijo le regalo la desiatina de mi Levkó.
defendiéndose contra los bandidos como hacía -¡Quita, hombre, Svirid! ¿Estás loco? -protesta
Nechuivíter en el lindero?... Estos pensamientos Maríika, asustada de tan valioso regalo-. Si es una
podían calificarse de engendro de una vileza; pero así tierra muy cara...
podía haberlos calificado otra persona cualquiera y - Que la parcela de una criatura vaya a parar a otra
no él. Además, ¿a qué venía esa fustigación criatura -contesta Svirid Yákovlevich, y sale
intelectualoide? Más le valía ir preparando precipitadamente de la casa, incapaz de retener las
mentalmente el informe que debía presentar acerca lágrimas: ¡cuidado que se le han debilitado los ojos
de la derrota de la banda y determinar el sitio que desde la muerte de Levkó y de Nástenka!
dedicaría al final a Nechuivíter y el que se
consagraría a él mismo... Aunque también esto XXXVI
dependía, claro está, de que se salvara o no Callados, como si volvieran de un entierro,
Nechuivíter. regresaron a su casa a través del bosque; callados
Cuando la triste comitiva había salido ya de la llevaban el pesado fardo de lo sufrido y de los
aldea, Iván Bóndar se acercó a Svirid recuerdos. Aquella mañana sus pensamientos eran
Miroshnichenko. El dolor y una tímida sonrisa todavía ligeros como las nubecillas que flotan en el
rivalizaban en su semblante. cenit entre la malla de los rayos solares; ahora, en
-¡Que se repongan cuanto antes! -dijo, señalando cambio, pesaban sobre su corazón como un témpano.
con la cabeza el sitio por donde habían desaparecido Las gotas de sangre humana casi coagulada que caían
los carros-. Y, ahora, Svirid, quisiera que vinieses a en la carretera abrasaban sus mentes y no les dejaban
mi casa. ver el camino. Para cualquier persona es siempre
-¿Pues qué te ocurre? terrible descubrir que alguien ha pagado la vida de él
-¡Que tengo un hijo! con su sangre, ya sea la madre que le trajo al mundo,
Un estremecimiento agitó a Svirid Yákovlevich, ya el padre que ha agotado sus fuerzas trabajando
pero enseguida se rehízo. para los demás, ya el compañero ignorado que un día
-Que se críe bien, para alegría de los padres y de fue más audaz y mejor que él. Muchos procuran no
las buenas gentes. ¿Cuándo ha nacido? pensar en esto como si efectivamente no tuvieran
114 Mijailo Stelmaj
nada que ver con ello, y así se vuelven peores, más femenina madurez. Solamente en la juventud puede
ruines, a los ojos de las gentes y a sus propios ojos. pensarse que la amada no cambiará nunca en la vida.
Danilo abrazaba con más fuerza a Pétrik dormido Tanto en su camino como en el camino del hombre,
y enviaba su gratitud hacia la larga carretera donde se dan horas de confusión espiritual, días equívocos
probablemente avanzaba todavía, meciéndose y de secretas atracciones o, quizá, incluso algo peor.
chirriando, el carro con Nechuivíter. En cuanto a Por eso no se sorprendió Danilo cuando, después
Galia, se sumía como en las pesadas aguas de las clases, se le acercó su mujer con aire decidido.
primaverales en la profundidad de los años pasados. Fijaba en él una mirada pura, apenas matizada de
Las partículas medio olvidadas o perdidas de su dolor.
primera juventud, los retazos del primer amor - Danilo: uno de nosotros debe ir a ver a Grigori.
emergían de aquellas profundidades, chispeaban en O tú o yo... Es posible que el pobre no tenga allí ni
la memoria como la escarcha de los abedules del quien le de un sorbo de agua...
camino. Nuevamente la envolvió el hálito de los años - También había pensado yo lo mismo. Ve tú,
en que su corazón se sentía atraído hacia Nechuivíter; Galia -pronunció haciendo un esfuerzo.
notaba con nueva fuerza su culpa ante él y, sin Galia se alegró al principio; pero luego vaciló:
querer, trataba de imaginarse lo que habría sido su -¿No sería mejor que fueras tú?
vida si no se hubiera puesto Danilo en su camino. -No, Galia, no; al fin y al cabo, tú eres mujer.
Ahora iría ella golpeando con la cabeza el adral del -Ya ves que te lo he dicho yo; pues ahora me
carro, hincándose de rodillas para rogar al cielo y a la entra un poco de miedo -dijo mirando confiada a su
tierra que le conservasen la vida de su marido. marido.
Aunque, seguramente, tendría Grigori quien le -De las buenas obras, no se debe tener miedo. -
llorase. Lo que hacía falta era que se salvara. Hoy se Una sonrisa iluminó su rostro, pero el alma se le
había desvanecido por primera vez a los ojos de ensombreció.
Galia la figura de Danilo y por eso la acongojaban ya Delante de la verja de hierro del hospital, la
no una culpa, sino dos, que nadie había de adivinar audacia abandona definitivamente a Galia y toda su
nunca. ¡Señor! ¿Por qué será así el corazón voluntad le basta tan sólo para no asomarse al
humano?... porvenir de Grigori.
Los abedules del camino dejaban desprenderse de Unos peldaños de piedra, desconchados, llevan a
las minúsculas yemas soñolientas el rocío helado y una húmeda antesala donde flota un intenso olor a
en el alma de Galia caían unas lágrimas invisibles. Y, yodoformo y a fenol. Una enfermera, delgadísima y
sin embargo, en los labios trémulos de dolor de pecho liso, enrolla vendas viejas, ya hervidas, y
resplandeció una sonrisa cuando el pequeño se echó a contempla con ojos indiferentes a la visitante.
llorar entre sueños sobre el pecho de Danilo. De -¿A quién viene usted a ver, joven?
brazos del padre, tomó a la criatura como un escudo -A Grigori Nechuivíter.
que la protegiese de todas sus inquietudes. -No puede recibir visitas -contesta la enfermera, y
Por la noche, cuando Pétrik se quedó rendido y su rostro adquiere un aire de compasión.
Danilo concilió un sueño inquieto, Galia lloró -¿Por qué? -suspira Galia, adivinando que Grigori
largamente, con toda el alma, como una pobre mujer, está mal.
por Grigori y por su juventud que, quizá, no había -Está grave. Necesita una calma absoluta. ¿Es
sido lo que debió ser. usted familiar de él?
Mas bastó que su marido se despertara para que -¿Yo?... Soy... su mujer -pronuncia de pronto
Galia enmudeciese apretando los labios. Y así Galia.
permaneció hasta el amanecer, hasta que se formó en -¿Su mujer?
torno a las estrellas una aureola de niebla dorada. La enfermera se sobresalta y queda confusa. Sus
Luego rompió a llorar Pétrik, y hubo de levantarse y dedos corroídos dejan escapar la venda, amarilla de
de iniciar un día nuevo, de nuevas preocupaciones y tantas lavaduras; pero, sin mirar siquiera adónde cae,
nuevas ideas. abre precipitadamente otra puerta y desaparece. Al
Estaba preparando ya el desayuno cuando se poco rato surge en la antesala una médica de cierta
despertó Danilo y le sonrió entre sueños, aunque edad y paso decidido. Saluda a Galia y le sonríe con
enseguida se ensombreció: bajo los ojos de su mujer unos ojos cansados, pero duros.
había advertido unas rayas moradas. Le decían más -Tan jovencita y ya... casada.
que las palabras y engendraban en él una confusa Galia nota que esa palabra disimula otra: "viuda".
inquietud. Y enseguida se entristeció, aunque procuró -Dígame, ¿cómo está?
noblemente disimular su pena mostrándose atento -No hay que perder las esperanzas... Se había
con Galia. La conocía mejor de lo que se conocía ella desangrado... Pero, no hay que perder las
misma, comprendía que su mujer continuaba siendo esperanzas... Se lo enseñaré un instante. Y, se lo
en el fondo del alma una púdica muchacha y temía el ruego, sobrepóngase, no llore: no olvide que es usted
momento en que su virginal dulzura se convirtiese en la esposa de Nechuivíter -pronuncia, dando a
Que no vierta la sangre 115
entender el enorme significado que confiere a este inscripciones se burlaban de él, recordándole la
nombre. momentánea cobardía que habría desaparecido hacía
Por el pasillo medio a oscuras van y vienen unos tiempo en el olvido si Nechuivíter durmiese ya el
hombres consumidos por las heridas y las sueño eterno.
enfermedades y golpean indiferentes el suelo con
muletas improvisadas que sostienen a cuerpos XXXVII
juveniles de combatientes mutilados. El sol se extiende como una confusa mancha de
La médica abre la puerta de la última sala, y Galia aceite sobre las nubes sucias. Por la mañana ha
reconoce enseguida el rostro demacrado de Grigori, cubierto la tierra una nieve húmeda que ahora se
con la nariz afilada y unas manchas amarillas convierte en lodo bajo las abarcas desgastadas hasta
enfermizas. Lo único que no logra reconocer es el el último grado y el monstruoso calzado de paja y de
cuerpo liso, como aplastado, y la voz que aún madera. Con ese calzado y la ropa hecha jirones,
pronuncia retazos de órdenes. Tragándose las parecen una amarga burla las grasientas escarapelas
lágrimas, se detiene a la cabecera de Nechuivíter y de multicolores de los gorros de los antiguos tiradores.
sus manos cae con ruido seco el hatillo de las Lo que ayer seducía como afeite nacional está hoy
galletas; pero no se agacha para recogerlo: no puede desteñido y sucio, y los propios tiradores llaman a los
apartar los ojos de su primer amor. gorros sacos de requesón y, entre dientes, entonan
No sabía el tiempo que había estado inclinada esta triste canción acerca de su refugio:
sobre Grigori, conteniendo los sollozos; pero alguien
le rozó un hombro. Galia volvió la cabeza y vio a su ¡Eh, por aquellas lentejas
lado a un hombre bien plantado, de nariz aguileña, Nos largamos al extranjero,
todo vestido de cuero. Eh, por aquellas lentejas!
-¡No se desanime, no se desanime! -trataba de
calmarla acariciándole el hombro con su manga Sin embargo, hoy reina en el campo de Vadovets
crujiente de cuero. una soñolienta animación: de un momento a otro
La hizo salir con mucho cuidado al patio del deben llegar unos emisarios de los "insurrectos
hospital, procurando captar con empeño la mirada de ucranianos" que todavía no han depuesto las armas.
sus ojos arrasados en lágrimas. Rumores increíbles agitan a los hombres convertidos
-Si necesita usted algo, yo haré siempre todo lo ya en sombras y les sugieren migajas de esperanzas
que pueda. Soy un amigo de Grigori, me llamo de regresar a Ucrania o, por lo menos, de escuchar
Kulnitski. No sabía que estuviera casado. algo verosímil acerca de lo que en ella ocurre.
-No soy su mujer -suspiró Galia enjugándose los Porque, hasta ahora, la verdad ha sido barrida por la
ojos con un pico del pañuelo de seda. riada de las fantásticas mentiras. No sólo toda la
-¿No es su mujer? -sorprendióse Kulnitski, y por Ucrania de la orilla derecha se encuentra, a
primera vez la contempló como se mira a una mujer, excepción de Kíev, en manos de los atamanes que
advirtiendo que era guapa. aguardan únicamente la llegada de Petliura para
Atragantándose, Galia le refirió cómo había tomar Kíev; es que, además, se sabe que los
ayudado Nechuivíter a su marido a salir de la cárcel. bolcheviques han reconocido su error. Confiesan que
"¿No habrá aquí alguna historia romántica?" no debían haber tomado el poder y ahora sólo desean
Cuando este pensamiento ruin acudió a la mente de una cosa: encontrar alguien a quien traspasarle ese
Kulnitski, volvió a envolver a Galia en una mirada y poder. Naturalmente, debe tomarlo Simón Petliura,
se persuadió de que, por una mujer tan hermosa, ya que la Entente le va a reconocer de un momento a
valía la pena hacer algo. otro como gobernante de Ucrania.
Al notar aquella mirada, Galia se estremeció y se Poguiba, medio enfermo, escuchaba aquella
apresuró a despedirse. charlatanería, y su olfato le decía que aquellos
-¿Ha venido usted a pie? rumores eran sembrados por los agentes del atamán
- Sí. jefe. Petliura, que no aparecía por allí, temeroso de la
-¡Eso se llama amistad! -Estuvo a punto de decir cólera de los indignados reclusos, enviaba a lacayos
"amor", pero se contuvo a tiempo-. ¿Quiere usted que suyos que se volvían tarumbas para disculpar y
la acompañe en mi carricoche? ensalzar a su amo del "Bristol". Poguiba no salió a
-¡No! Muchas gracias... -protestó asustada Galia, recibir a los emisarios: sabía de antemano quién los
y echó a andar por la carretera. enviaba, y no esperaba escuchar nada interesante. Al
Kulnitski la vio alejarse de reojo, lamentando que fin y al cabo, sus vecinos de barraca le dirían lo que
aquella hermosa mujer fuera de otro. Luego se fuera.
dirigió hacia su carricoche, trofeo conquistado a los Cuando todos se marcharon, envolvióse lo mejor
bandidos, en el que aún estaba escrito por delante: que pudo en su chaquetilla campesina.
"Tú eres capaz de alcanzar al demonio" y, detrás: Experimentaba un solo deseo: el de entrar en calor y,
"¡Aunque revientes, no me alcanzarás!" Estas por lo menos en sueños, vivir algo mejor. Pero, al
116 Mijailo Stelmaj
principio, incluso el sueño atormentaba el cuerpo -Las muchachas de aquí son como la pólvora -le
extenuado del teniente coronel. Soñaba que el advirtió chasqueando sus gruesos labios-. Incluso a
comandante del campo, un antiguo coronel zarista, un muerto son capaces de inducir al pecado.
rodeaba nuevamente de alambre espinoso los muros -Entonces, téngame usted por más muerto -replicó
de Vadovets y en su ayuda llegaban Petliura y Poguiba-. No estoy para muchachitas.
Vishivani. De pronto se les metió en la cabeza que Súbitamente, el rostro del teniente coronel se
también encima del campo debía haber una red de animó un poco y sus ojos taladraron la oscuridad que,
alambradas y, al poco tiempo, Poguiba veía con durante aquellos meses, había ido espesándose en
horror sobre su cabeza el cielo dividido en cuadrados torno a sus párpados:
iguales por el alambre espinoso; en uno de esos -Y usted, Denís Ivánovich, ¿no ha olvidado a su
cuadrados, lo mismo que una mariposa clavada con mavka?
un alfiler, aleteaba el pequeño sol invernal. Pero, -¿A Mariana? -El rostro ahíto del agente expresó
súbitamente, llegaban hasta Poguiba maravillosos satisfacción.
aromas de comida y, desentendiéndose del sol, abría -Sí, Mariana, la misteriosa mavka de Podolie.
una puerta. Daba paso a una habitación donde estaba -Todo en la mujer es misterio, y todo en la mujer
puesta una mesa que se venía abajo por el peso de las tiene una explicación que se llama preñez. Así dijo
fuentes y las botellas. El teniente coronel se abalanzó Zarathustra -declamó Barabolia, entre unos cuantos
sobre la mesa..., pero le despertó una algarabía de de sus odiosos "ji, ji".
voces: en su barraca penetraban los prisioneros y los -Supongo que con Mariana no llegaría hasta eso. -
emisarios del atamán jefe. Encorvado, Poguiba se La mirada de Poguiba se extinguió.
levantó de su petate y estuvo a punto de lanzar un -Con ella precisamente llegó -volvió a reír
grito: en la puerta había visto la redonda silueta de Barabolia.
Barabolia y la fisonomía asqueada de Evséi Golován, -¿Será posible?
que sentía náuseas de cuanto había visto en el campo. -A las mujeres les miento; pero, cuando hablo de
-¡Dios mío, pan teniente coronel! -exclamó las mujeres, no digo más que la pura verdad -profirió
Barabolia. Cruzó las manos y, con sincera alegría, Barabolia dando una nueva prueba de ingenio, y él
corrió a Poguiba, le abrazó, le besó y enjugó con mismo se quedó admirado de sus palabras-. Pronto
femenil pañuelo una lágrima imaginaria. saldremos juntos para Ucrania y puede que veamos
-¡Estilización! -observó burlón Evséi Golován al allí a nuestra mavka. -Ni siquiera le había preguntado
ver los ojos secos de Barabolia, y saludó al teniente al teniente coronel si estaba de acuerdo en hacer el
coronel-. ¡Hola, hombre, hola! No esperaba oficio de espía.
encontrarle en este matadero humano. -¿Solos?
-¡La flor de la nación en campos apestosos! - -De momento, solos; pero recibirá usted los
exclamó Barabolia yendo y viniendo en torno a poderes del atamán jefe. Que no se le ocurra a usted
Poguiba-. ¡Pero les arrancaremos de aquí! ¡Les dirigirse a Yurkó Tiutiúnik. En la reunión de los
arrancaremos a todos! -continuó, dirigiéndose a los generales celebrada en Tarnov le nombraron jefe del
habitantes de la barraca-. El pan atamán jefe prepara Estado Mayor de los guerrilleros y los insurrectos.
una nueva campaña y todos ustedes volverán, bajo Pero el atamán jefe no se fía de Tiutiúnik, y esa
las banderas amarillas y azules, a sus tierras de aguas enemistad le puede perjudicar a usted.
apacibles, a sus bellos amaneceres. - Está bien -accedió Poguiba y, aunque tenía más
-Idealización -rezongó Golován en la horquilla de confianza en Tiutiúnik que en Petliura, ahora ya le
sus bigotes, y fue quien primero salió en busca del daba igual: el campo había terminado de desgajar de
comandante del campo de Vadovets. su alma todas las convicciones anteriores.
Poco después, unos recios caballos, que hacían Comprendía que era capaz de servir no solamente a
sonar una campanilla maciza, llevaban hacia Krákov Petliura, sino también a Barabolia, que le había dado
al pan teniente coronel, a Barabolia y a Golován. Sin de comer y le había vestido.
ningún miramiento, Golován había hecho sentar a
Poguiba junto al cochero, por miedo a que los piojos XXXVIII
cebados del campo se pasaran a su ropa, perfumada a En el cobertizo, misterioso y callado, huele a miel
la europea. Y esta falta de miramientos le agradó a y a las hierbas que más les gustan a las abejas. El
Barabolia: que notase el pan teniente coronel que su viejo Goritsvit abraza una colmena, pega a ella el
vida dependía ahora enteramente de ellos. Y Poguiba oído y se pone a hablar con sus alados habitantes. A
lo notó. En Krákov, con unos cuantos billetes de mil, Dmitró le gusta y le da un poco de miedo escuchar
Barabolia vistió y calzó al teniente coronel, le esa conversación: el abuelo habla con las abejas
acompañó al baño y a la peluquería y luego, con su como si fueran personas. Sabe una palabra mágica
risita odiosa, le preguntó si le gustaría cenar en un que hace salir antes a los enjambres y les ayuda a
restaurante o en una casa donde también se podía recoger en abundancia la mejor miel. En la aldea hay
pasar un rato con las muchachas. quien llama brujo al abuelo, pero eso es mentira, el
Que no vierta la sangre 117
abuelo va a la iglesia y dice que las abejas son las -Tu grasa, Iván, no hay aguijón que la atraviese:
lágrimas de la Virgen, y la miel, el rocío del Señor ni el de una abeja ni el de un abejón -dice el viejo sin
que la niebla lleva de un lado para otro. De todas las volver la cabeza.
flores liban sus aladas obreras, menos de aquellas Las abejas han vuelto y, ayudado por Dmitró, el
que no se lo permiten y esconden su miel y del abuelo mete de nuevo las colmenas en el cobertizo:
centeno, que es para el agricultor más dulce que la ahora que se estén así todavía un par de semanas, y
miel. luego se las puede ya poner para todo el tiempo en un
El abuelo termina al fin su apacible plática y se sitio resguardado. Entonces, el viejo Goritsvit dará la
vuelve hacia Dmitró: vuelta a su colmenar con el primer pan sacado del
-Agarra esa colmena, hijo, y vamos a sacarla un horno, salpicará un poco de agua con las espigas de
rato al patio. un haz que está desde Navidad debajo de los iconos,
-¿Y no se morirán las abejas, abuelo? Todavía y pronunciará otra palabra para que las abejas no
hace frío. abandonen sus colmenas y recojan la miel y la cera.
-En casa del holgazán, hasta en sitio tibio se -Bueno, hijo mío, ahora que hemos hecho esta
mueren. Ahora, hijo mío, están las abejas en la cosa buena para las abejas, podemos pensar en
primavera, y en esta época, lo mismo que ocurre con nosotros.
las personas, mueren más que en todo el año. Pero El viejo se detiene en el umbral como si pensara
ahora bañamos a las abejas en los rayos del sol y se qué nuevo trabajo empezar. Se dirige hacia el
curan. cobertizo y, con el nieto, repasa el arado, la grada y
Suspendido el aliento, sacan al patio la primera la vertedera de madera que parece un ganso. Tiene
colmena. Alrededor, las nieves refulgen una pata rota. Dmitró se pone enseguida a fabricar
deslumbradoras al sol, el borde de los tejados tiene otra. El hacendoso abuelo siempre encuentra alguna
una fina capa de hielo del que fluyen unas gotas faena, todo lo sabe, todo lo hace diligentemente y,
azules y, sobre un lila, pía briosamente un verderón, gota a gota, de manera inadvertida, le transmite al
invitando al agricultor a dejar el trineo y tomar el nieto como una abeja lo que ha juntado durante
carro... Por el cielo bogan ya unas nubecillas blancas largos años.
primaverales y el bosque acaricia la mirada con su Dmitró trabaja encantado con el abuelo, aprende
azul violáceo que titila como un espejismo. encantado todas las ciencias que le enseña y come de
El patio del abuelo está limpio de nieve y cubierto buen grado toda clase de comidas, aderezadas de la
de juncos para que, cuando caigan a la tierra las manera más extraña, que prepara el viejo. Durante el
abejas que salgan, no se enfríen ni se hielen. Y es invierno, el muchacho ha dado un estirón, se ha
extraño ver cómo salen por la piquera abierta las tornado más tranquilo y ya no llama por las noches a
abejas en tibia nubecilla y se bañan en el aire soleado su padre entre sueños. Ahora duerme profundamente
lo mismo que si no brillase la nieve a su alrededor. y no oye cómo el abuelo, al amanecer, se pasa a
El rostro riguroso del abuelo resplandece y, veces largos ratos sentado a su cabecera.
entornando los ojos, levanta la barba y ofrece al sol El hijo se parece cada día más al padre. El abuelo,
de marzo su bondadosa sonrisa. Junto al portón se que nunca tuvo consideraciones para hacer trabajar a
detiene la gente, mirando sorprendida la colmena, las Timofi, deja dormir al nieto hasta que sale el sol y se
abejas y al abuelo. enfada con Dokía si reclama demasiado pronto a
-¡Es un viejo brujo! -oye decir Dmitró. Dmitró cuando pasa una temporada con él.
En esto, el abuelo frunce el ceño: Iván Sichkar se -Si tanto quiere usted a Dmitró, padre, ¿por qué
ha detenido cerca del postigo. El viejo murmura no se viene a vivir con nosotros? -le ha ofrecido
enfadado: varias veces la viuda.
-El que echa mal de ojo, que se quede tuerto. Pero el viejo contesta, incomodado:
Siempre que se tropieza con Sichkar, Dmitró -¡Claro, mujer, a tu casa voy a ir! ¡Mañana
siente un escalofrío en las corvas; dispuesto a un mismo, con un saco al hombro! Y luego, en cuanto te
nuevo choque con el ricacho, se tensa como la cuerda dijera una palabra que no te agradase, a empapar el
de un arco, procurando disimular su emoción. delantal de lágrimas. Por mi mujer sé que todas sois
Sichkar mira las abejas y al viejo, y exclama lo mismo; y como yo tampoco me muerdo la
sorprendido: lengua...
-Abuelo, ¿es que sacan tus abejas miel de la -Eso lo dice todo el mundo -sonríe Dokía.
nieve? -¡Ande y que se vayan a paseo! Hay gente que, si
-Claro que sí. Hay quien saca miel y hay quien no la pinchas, no salta. ¿No piensas casarte?
junta grasa -replica con rabia el viejo. -¡Qué cosas se le ocurren a usted! -contesta
Los demás ríen, y Sichkar hace como si no le Dokía, saltándosele las lágrimas de lo colorada que
zahirieran las palabras de Goritsvit. se ha puesto.
-Como el viejo se ha pasado la vida entre abejas, -¿Ves tú? Ya estás enfadada... ¡Si todavía eres
acaba picando igual que ellas. joven!
118 Mijailo Stelmaj