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Hay que descartar desde un principio el concepto simplista según el cual las organizaciones
que nos hacen competencia son aquellas que producen el mismo producto que nosotros. T.
Levitt llama “miopía de márketing”el error común que consiste en preocuparse únicamente
de la competencia obvia, la de las empresas que fabrican la misma cosa, para finalmente
ser derrotados por la introducción de productos substitutivos.
Hay competencia cada vez que varios vendedores tratan de conseguir simultáneamente el
presupuesto limitado de un comprador. Esta definición que suena poco científica pero que
tiene la ventaja de ligar la noción de una competencia al acto de compra y a la conciencia
de una elección por parte del comprador. Así es como si un librero y un agente de viajes
tratan simultáneamente de convencernos de que pueden satisfacer nuestra necesidad de
evasión, se encuentran de hecho en competencia.
Cada una de estas fuerzas influyen en mayor o menor medida para determinar el nivel de
competitividad que ha de alcanzar una empresa dentro del sector en el que quiere operar.
Si existen muchos competidores en él, la organización deberá tener varias ventajas
competitivas pasa sobrevivir. Éstas también son necesarias en el caso de que puedan
aparecer productos sustitutivos o nuevos competidores dentro del sector. Las buenas
relaciones con los proveedores y los posibles compradores (márketing de relaciones) elevan
la competitividad del grupo.