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Universidad Abierta Para Adultos

UAPA

Antropología
(Asignatura)

Onofre Osiris Germán Peguero


(Participante)

14-6071
(Matricula)

Ramona Jiménez
(Facilitadora)

Santo Domingo
05 de Febrero 2014
TAREA V
1- Investiga en la web acerca del regionalismo del lenguaje
dominicano e identifica las palabras de origen taíno y africano
de uso cotidiano en las diferentes regiones. Subir informe a la
plataforma virtual.

De la cultura taína restan muy pocos remanentes, y estos corresponden sobre todo a los
aspectos materiales de la misma. Cuando los taínos empezaban a extinguirse, los
negros habían logrado ya dominar la técnica del cultivo de la yuca y la preparación del
casabe, que era el alimento básico de aquellos.
los nombres de personas, tal vez por influencia del indigenismo romántico que dominó
la literatura en la segunda mitad del siglo 19, y por ello hoy es tan común encontrar
gente que responde a los nombres de Hatuey, Caonabo, Guarionex, Anacaona,
Guarocuya, Cotubanamá y Tamayo, para sólo mencionar los más comunes.
Existe todo un diccionario de indigenismos que penetra el lenguaje dominicano
contemporáneo.
Entre las palabras de ese diccionario hay muchas que no sólo son de uso corriente
porque describen cosas físicas, sino también las hay que nombran fenómenos naturales,
como es el caso de los ríos Ozama, Yuna, Yaque, Yuma, Bajabonico; o lugares como
Macorís, Neiba, Bahoruco, Jaragua, Jánico, Higüey, Yaguana, y otros.

La influencia africana en el lenguaje dominicano no es muy significativa, pero aún así


es posible rastrear numerosos vocablos importados por el esclavo negro y que se han
incorporado al léxico popular. Citamos, entre otros, las voces bemba, bachata, guineo,
quimbamba, añangotarse, etc.
El término criollo, aplicable en sentido general a todo lo originario de los países
americanos, estaba reservado exclusivamente, a partir del siglo XVI, para denominar a
los hijos y nietos de africanos nacidos en estas tierras.
El diccionario de palabras africanas que pasaron a las islas de Caribe es también
bastante amplio. La palabra ñame, por ejemplo, viene de África, lo mismo que la planta
que ella describe. También son africanas las palabras bembe y maco, como lo es la
práctica de construir viviendas campesinas en las zonas secas del país con una
tecnología muy apropiada llamada tejamaní.

Hace más de cuarenta años los antropólogos señalaron que entre las supervivencias
africanas más comunes en las sociedades caribeñas está la costumbre de las madres de
cargar en sus caderas a sus niños pequeños.

Se ha perdido entre las dominicanas la costumbre de sentarse en el suelo en cuclillas, no


así entre las mujeres haitianas en donde las supervivencias africanas son más
observables.

Podría disputarse si la costumbre universal de los dominicanos de hablar alto, casi


gritando, es también de origen africano, pero los que han viajado por África tropical
encuentran un claro paralelismo de esa costumbre en ambos lados del Atlántico.
La toponimia dominicana también heredó algunas palabras africanas, como Engombe
(de ngonbe, que significa ganado, buey), con lo cual queda esclarecido el origen del
nombre de ese lugar a orillas del río Haina en donde hubo un ingenio azucarero que
utilizaba esclavos africanos a mediados del siglo 18.

La comunidad de Pedro Brand deriva su nombre de un grupo de esclavos carabalíes que


aportó sus brazos a la economía colonial dominicana.

Lo mismo ocurre con San Lorenzo de Los Mina, que se formó con esclavos libertos
procedentes de Mina, Angola, que escaparon de las plantaciones francesas de la colonia
de Saint-Domingue.

Los ejemplos mencionados podríamos llamarlos supervivencias por resistencia o


implantación, dependiendo del caso, pero existen muchos otros que podrían ser
llamados supervivencias por difusión, como es el caso del uso de ciertas plantas
importadas de África y adaptadas al trópico americano.

El plátano es una de esas plantas (ya hemos mencionado el ñame), que aunque no vino
directamente de África, sino de las Islas Canarias, su origen africano es indisputable,
como lo es también el llamado manicongo, hoy casi en desaparición pero todavía de
consumo corriente en algunos campos de San Cristóbal en ciertas épocas del año.

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