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COLMILLO BLANCO

Escrito por Jack London

Cuenta que unos hombres escapaban en


un trineo, se llamaban Henry, Bill y Alfred,
tenían escasa comida y eran perseguidos
por lobos. Los lobos fueron llevándose a
los perros atraídos por una loba y
después atacándolos entre todos.

Colmillo blanco es hijo de un lobo tuerto y


de una loba, vivió sus primeras
experiencias junto a su madre, de la que
fue aprendiendo como viven los animales
salvajes. Cachorro aún, entró en contacto
con el hombre; uno de ellos, Castor Gris,
lo adoptó a él y a su madre, y los llevó a
vivir al campamento de su tribu. A los
pocos días, comenzó su educación, lo
que para Colmillo Blanco significó el inicio
de su verdadera esclavitud. Sufrió severos e injustos castigos destinados a enseñarle las
leyes de los hombres, de las cuales las más importantes eran respeto y sumisión.

A medida que se iba desarrollando, Colmillo Blanco impuso obediencia a los cachorros
de su edad y terminó por imponerlo también a los perros adultos. Para lograrlo debió
sostener frecuentes y sangrientas luchas, en las que obtuvo siempre la mejor parte.

Cuando viajaron al Yukón surgió un sujeto llamado Guapo Smith, quien se apoderó de él
a través de artimañas y lo hizo vivir un mundo de crueles peleas de las que siempre salía
airoso. En una de estas casi muere, siendo rescatado por Scott, un buen hombre que lo
extrajo casi muerto de una pelea y obligó a Smith a que se lo vendiera, llevándoselo
consigo.
Comenzó así una nueva etapa en la vida del perro lobo, aquella en que le enseñaron a
querer y lo fueron conquistando por la bondad y el cariño. Poco a poco, su afecto fue
creciendo hasta tal punto, que durante una ausencia de Scott -enfermo de melancolía-,
no quiso comer y habría muerto de inanición si su dueño no hubiera regresado a tiempo
para salvarlo.

Así transcurrían los meses, su vida había


cambiado; se puso gordo, de hermoso
aspecto y aire feliz. Pero una noche,
mientras Scott dormía, Colmillo Blanco
despertó, olfateó en el aire la presencia de
un extraño y sus oídos percibieron los
apagados rumores de sus movimientos. No
prorrumpió en furiosos ladridos. El forastero
avanzaba silenciosamente, pero con mayor
cautela aún. Entonces atacó sin previo
aviso, sin un gruñido. Se lanzó de un salto y
fue a caer sobre la espalda del intruso. Se
aferró con las patas delanteras a los
hombros del desconocido y le clavó los
colmillos en la nuca. Juntos se desplomaron
sobre el suelo. Se oyeron tiros de revólver; los gritos de un hombre, mezcla de horror y
angustia; terribles gruñidos.

En medio de todo aquel desastre de muebles caídos y destrozados, casi de lado y con el
rostro oculto por el brazo, estaba un hombre. Weedon se inclinó, retiró el brazo y volvió
hacia arriba el rostro del caído. Era Jim Hall, un asesino al que habían sentenciado hace
poco tiempo y volvía a vengarse del juez y su familia. Colmillo Blanco había sido herido
también, pero al poco tiempo se recupera y encuentra a sus cachorros recién nacidos,
causándole la mayor alegría.
COLMILLO BLANCO
Escrito por Jack London

Cuenta que unos hombres escapaban en


un trineo, se llamaban Henry, Bill y Alfred,
tenían escasa comida y eran perseguidos
por lobos. Los lobos fueron llevándose a
los perros atraídos por una loba y
después atacándolos entre todos.

Colmillo blanco es hijo de un lobo tuerto y


de una loba, vivió sus primeras
experiencias junto a su madre, de la que
fue aprendiendo como viven los animales
salvajes. Cachorro aún, entró en contacto
con el hombre; uno de ellos, Castor Gris,
lo adoptó a él y a su madre, y los llevó a
vivir al campamento de su tribu. A los
pocos días, comenzó su educación, lo
que para Colmillo Blanco significó el inicio
de su verdadera esclavitud. Sufrió severos e injustos castigos destinados a enseñarle las
leyes de los hombres, de las cuales las más importantes eran respeto y sumisión.

A medida que se iba desarrollando, Colmillo Blanco impuso obediencia a los cachorros
de su edad y terminó por imponerlo también a los perros adultos. Para lograrlo debió
sostener frecuentes y sangrientas luchas, en las que obtuvo siempre la mejor parte.

Cuando viajaron al Yukón surgió un sujeto llamado Guapo Smith, quien se apoderó de él
a través de artimañas y lo hizo vivir un mundo de crueles peleas de las que siempre salía
airoso. En una de estas casi muere, siendo rescatado por Scott, un buen hombre que lo
extrajo casi muerto de una pelea y obligó a Smith a que se lo vendiera, llevándoselo
consigo.
Comenzó así una nueva etapa en la vida del perro lobo, aquella en que le enseñaron a
querer y lo fueron conquistando por la bondad y el cariño. Poco a poco, su afecto fue
creciendo hasta tal punto, que durante una ausencia de Scott -enfermo de melancolía-,
no quiso comer y habría muerto de inanición si su dueño no hubiera regresado a tiempo
para salvarlo.

Así transcurrían los meses, su vida había


cambiado; se puso gordo, de hermoso
aspecto y aire feliz. Pero una noche,
mientras Scott dormía, Colmillo Blanco
despertó, olfateó en el aire la presencia de
un extraño y sus oídos percibieron los
apagados rumores de sus movimientos. No
prorrumpió en furiosos ladridos. El forastero
avanzaba silenciosamente, pero con mayor
cautela aún. Entonces atacó sin previo
aviso, sin un gruñido. Se lanzó de un salto y
fue a caer sobre la espalda del intruso. Se
aferró con las patas delanteras a los
hombros del desconocido y le clavó los
colmillos en la nuca. Juntos se desplomaron
sobre el suelo. Se oyeron tiros de revólver; los gritos de un hombre, mezcla de horror y
angustia; terribles gruñidos.

En medio de todo aquel desastre de muebles caídos y destrozados, casi de lado y con el
rostro oculto por el brazo, estaba un hombre. Weedon Scott se inclinó, retiró el brazo y
volvió hacia arriba el rostro del caído. Era Jim Hall, un asesino al que habían sentenciado
hace poco tiempo y volvía a vengarse del juez y su familia. Colmillo Blanco había sido
herido también, pero al poco tiempo se recupera y encuentra a sus cachorros recién
nacidos, causándole la mayor alegría.

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