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5.

Filosofía de Excelencia

El don de la libertad

Libertad es la facultad natural que tiene todo ser humano para alcanzar
su plena realización.
Libertad es mantener nuestra integridad y nunca perder la opción de
ejercer nuestra voluntad.
Libertad es asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras
decisiones.
Libertad es la fuerza y determinación que nos hace vivir con plenitud
nuestra propia vida.
Libertad es lograr que nuestra mente permanezca autónoma e inde-
pendiente, aunque seamos oprimidos por la represión y la esclavitud.
Libertad es liberarnos de la ignorancia y la superstición. Libertad es
entender y aceptar que todos los seres humanos poseemos iguales
derechos.
Libertad es el compromiso y la alegría de ser nosotros mismos. Libertad
es poder comprometernos con 16 que amamos. Libertad es mantener
levantado el espíritu hacia las estrellas y luchar con valor para
alcanzarlas.
Libertad es el don más grande de la humanidad; derecho humano que
hasta Dios respeta.

Ser libre significa tener el valor de reclamarse a si mismo, de


adueñarnos de nuestra propia vida, de realizar nuestra propia
arquitectura y de forjar el mundo que deseamos tener; ser libre significa
elegir el amor como medio de realización y atrevemos a ser hijos de Dios.
Caleidoscopio

Un padre de familia que por un grave accidente se vio privado de la


vista, a través de los años desarrollé una gran habilidad manual; un día
se vio asediado por su pequeño hijo de siete años, para que le hiciera un
caleidoscopio, ese pequeño cristal multifacético que al girarlo multiplica
en forma mágica los objetos; el padre haciendo gala de su destreza, pulió
con mucho cuidado el cristal y hábilmente, valiéndose solamente de su
tacto, lo monté en un cono perfecto, e1 niño entusiasmado se lo llevó a la
escuela y sus compañeritos de clase ¡disfrutaron con él, tan espléndido
regalo; uno dc ellos le pregunté:
—¡Oye!, ¿quién te lo hizo?
—Mi padre —contestó.
—¡Imposible! —le increpé su amigo—:
—Tu padre está ciego.
El pequeño guardé silencio, reflexioné un momento y respondió:
—En efecto, mi padre está ciego pero solamente de los ojos.

Aprendamos a ver con el corazón.

Lo importante del camino

Un joven de clase social alta, le solicité a su padre le llevara a conocer


la cima de una alta montaña. Por supuesto, su padre pensé en los altos
riesgos que esto implicaba, por lo que desarrolló un plan para evitarle
esfuerzos al adolescente; renté un moderno helicóptero y eligió un día
soleado para llevar a su hijo a la cima del volcán. Es evidente que lo que
el adolescente observé fue todo el paisaje, pero con poco asombro. Para
poder apreciar mejor la experiencia, debería haber escalado la montaña
durante la madrugada para que al mediodía cuando al haber alcanzado la
cima, sudoroso y agotado, hubiera sentido el éxtasis de alcanzar la
cumbre de la montaña con su propio esfuerzo,
Lo importante no es la cima, sino el camino que se elige para llegar a ella.

Un regalo para la humanidad

En los albores del siglo xxi, los Tres Reyes Magos quisieron darle un
regalo muy especial a la humanidad:

Baltasar le otorgó la libertad, una igualdad que aún hasta nuestros días
no es una realidad; la ofrendé para que los seres humanos comprendieran
al fin que el color de la piel no hace ninguna diferencia, que la verdad está
en el espíritu humano, el cual no se distingue por tinte alguno, siendo el
don de la libertad un derecho que hasta Dios respeta.

Melchor le otorgó la justicia, pues la ambición del ser humano ha sido


tan mezquina, que sin importar la sangre derramada ha invadido,
asesinado y violado, para apoderarse de lo que por derecho natural a
otros pertenece; y la paz, una de las mayores aspiraciones de muchos
pueblos que padecen la codicia y la tiranía de unos cuantos seres
virulentos que han pisoteado los derechos humanos y la verdad.

Gaspar le quiso entregar a la humanidad la virtud de la fraternidad; un


mundo sin divisiones y sin fronteras, sin estructuras jurídicas y sólo unido
por el amor, por ese sentimiento de solidaridad dc quien le duele la
pobreza y la miseria de sus semejantes, de quien no tolera el llanto de un
niño abandonado, la soledad de un inválido o el olvido de un anciano; un
mundo para compartir, no importando la nacionalidad, raza o color.

Los Tres Reyes Magos discutieron sobre la forma de hacer llegar esos
presentes a todos los seres humanos, quienes a pesar de haber sufrido
guerras, hecatombes y desastres aún no han comprendido los valores
universales que deben regir a la humanidad. Finalmente decidieron
colocar estos regalos en una estrella en el firmamento que con su
luminosidad guiara a los idealistas de nuestro tiempo, para seguir el
camino del amor y de la bondad y pidieron a Dios que tocara el corazón
de los soñadores: hombres y mujeres, paladines comprometidos con su
misión histórica para forjar la paz de un mundo mejor y de ser el origen
de una nueva generación, la era de los seres que luchen por su
naturaleza: la esencia del Amor.

La cita con Dios

Llegué a mi casa más temprano de lo acostumbrado, quería ducharme y


arreglarme con mis mejores ropas, pues por la noche tendría la cita más
maravillosa de mi vida, había conseguido una entrevista, nada menos que
con el ser más importante que pudiera existir.

Salí de casa con bastante anticipación, queriendo asegurarme de llegar


a tiempo, pues tendría que cruzar toda la ciudad, no podía fallar, ¡cómo
podría llegar retrasado a una cita tan increíblemente fantástica! En esos
momentos nada era más importante que ese compromiso.

Me hallaba sumamente nervioso, pues comprendía muy bien que en


verdad yo era una persona privilegiada, el único ser terrenal que había
sido elegido para charlar con El.

Subí a mi automóvil y me dirigí hacia el sur por el periférico.


Curiosamente había poco tráfico a esa hora, lo cual me tranquilizó, pues
así lograría llegar bastante adelantado a la gran cita. Pensé para mis
adentros: tal vez, Él me esté facilitando el camino.

Salí del periférico y al llegar al primer semáforo, noté que se acercaba


a mi ventanilla un chiquillo de no más de diez años, de esos niños de la
calle que deambulan por la ciudad, en busca de un medio de subsistencia.
Su rostro era triste pero su mirada limpia, su cuerpecito parecía frágil
pero su andar era firme. Al llegar junto a mi, me extendió su mano
pequeña y temblorosa, quiso emitir una palabra, pero no lo dejé que
hablara, supuse que quería una limosna y se la di, incluso no me percaté
del importe del billete que saqué de la cartera, no quería perder tiempo,
éste era en esos momentos mi recurso más valioso, pues estaba ansioso
de llegar a mi destino.

La luz verde apareció en el semáforo y me apresuré a retomar mi


camino; sin embargo, antes de poner en movimiento el coche, el niño
cayó al suelo fulminado por un ataque de epilepsia. Sin pensarlo dos
veces, me vi bajando de inmediato del automóvil para socorrer a la pobre
criatura. Al sentirlo en mis brazos palpé la ligereza de su cuerpecito
delgado y débil, un destello de ternura y compasión inundé mi ser, lo subí
rápidamente al auto y me dirigí al hospital más cercano que pude hallar.

Al salir de la clínica, ya con la tranquilidad de saber que la criatura


estaba en buenas manos, recordé mi cita. Se había hecho muy tarde, subí
al auto y pisé el acelerador a fondo para llegar lo más pronto posible.

Desafortunadamente para mi, Él ya no estaba, miré el reloj, me había


retrasado quince minutos, imaginé que se había marchado por mi
demora, me sentí desilusionado y e1 desconsuelo se apoderé de mi ser,
con un sabor de amargura en la boca, alcancé a escuchar mi voz que
decía: ¿por qué, Dios? si sólo me retrasé unos cuantos minutos y fue
debido a una emergencia, ¿por qué no me esperaste?, reclamé.

Guardé silencio y todavía montado en cólera, observé la inmovilidad de


la noche y de pronto creí volver al mismo niño que había auxiliado, su
rostro era idéntico pero ahora irradiaba una luz especial y escuché una
voz profunda y suave que me decía: “Hijo mío, no te pude esperar y salí a
tu encuentro”.
Una obra sin final

Algún día, hijo mío, hojearás aquellas páginas de un viejo libro,


contienen la obra de mi existir y en él percibirás mi aroma. Mis ni anos se
deslizarán sobre las tuyas y te acompañarán en el suave murmullo de
cada página que me inspiré para tratar de entender la vida y ahora con el
pasar de los años te puedo decir:

Ama hasta dar de ti lo más valioso; con el corazón en la mano entrega


hasta que duela, únicamente así aprenderás a amar.

El tiempo te enseñará que solamente conociendo el amor hasta la


profundidad se puede comprender el tiempo perdido que te ha vencido,
cuando lo que debiste dar a los demás, lo debiste entregar sin protestar.

Hijo mío, ten presente que la vida tiene una sola ocasión y que jamás
se ensaya, lo espontáneo es lo único verdadero, cree en aquellos que con
una lágrima o en una sonrisa y en un solo instante te entregan el
corazón.

Nunca pienses comprar con dinero nada que verdaderamente valga; si


algo tiene precio no vale la pena. Los valores en la vida solamente en el
corazón germinan y el espíritu es invaluable; el amor, la justicia y la
libertad son tesoros que nadie puede comprar, solamente los honestos los
pueden poseer.

Cuando la fatiga y el cansancio venzan tu cuerpo, pero tu mente quiera


seguir, no ceses de soñar, convéncete de que tu vida está llena de
estrellas y deja libre tu alma, pues no hay fuerza en este inundo que te
pueda contener. Busca a Dios, que es el único refugio de los soñadores, él
solamente en su sabiduría puede entender a los idealistas, refúgiate en su
paz, y su compañía te consolará hasta el final, y cuan-do cierres este libro
por favor agrega tu razón de existir para que la obra pueda continuar...

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