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TEMA 9.2: CLAVES PARA ACOMPAÑAR: LA PERSPECTIVA


INTEGRAL DEL ACOMPAÑAMIENTO EN LA VIDA COTIDIANA1
COTIDIANA1

En este tema se trata de responder a la pregunta “desde dónde y cómo acompañar” o


también “desde dónde entender a la persona y a qué atender en el acompañamiento en la
vida cotidiana”.

1. CLAVES PARA ACOMPAÑAR


Las claves son aquellas que hay que tener en cuenta de forma articulada en el diálogo de
acompañamiento cuando el acompañado expresa su discurso. Hacen referencia a cuatro
aspectos fundamentales de la persona cuando la entendemos como totalidad, en diálogo con el
Espíritu. Son: a) la comprensión que tiene de sí y la consciencia con la que vive; b) los
movimientos de su afectividad; c) las motivaciones que le alientan; d) la experiencia religiosa
que se suscita en lo que vive, y en su existencia toda.

1.1 Atender a la comprensión de sí y consciencia con la que vive.


Cada persona se dice en aquello que dice. Nuestro modo de acontecer y hablar a los
otros con el cuerpo y la palabra, es una declaración de cómo nos vivimos, valoramos y
sentimos a nosotros mismos. Qué es lo que nosotros hacemos con lo que la vida hace con
nosotros.
Por eso es tan importante escuchar el discurso verbal y no verbal del acompañado; pero
la relevancia está, no tanto en la información literal que nos ofrece, sino en la comunicación
vivencial de quién es el que habla en esto que dice, qué dice de sí mismo, que idea
(autoconcepto), sentimiento (estima) y actitud muestra hacia sí mismo en eso que dice. Qué
dice de sí en esto que dice.
Así pues atender a la comprensión de sí y consciencia con la que vive a través del
discurso que dice es la primera clave de lectura del acompañamiento.

1.2 Atender los movimientos de la afectividad


Cuando hablamos aquí de movimientos nos referimos a los continuos impulsos
afectivos que sentimos en nuestro interior, provenientes de nuestra energía, y que nos llevan,
tanto a impactarnos por lo que nos llega de fuera (nuestra sensibilidad queda afectada), como
a reaccionar de una forma dada, movilizando energía y proyectándola en torno a algún

1 ARRIETA L. (1999), Acoger la vida acompañando la vida. El acompañamiento en la vida cotidiana, Vitoria,
Frontera Hegian, pp. 49-63.
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objeto, según las emociones que suscite dicho estímulo (se activa la dinámica del deseo y del
amor).
Si en la clave anterior decíamos que la persona se dice en su discurso, hay que reiterar
aquí que los movimientos que se suscitan en la persona son el lenguaje más puro y genuino
con el que el acompañado se dice a sí, ante otros y ante Dios.
En cada ser humano conviven aspectos sanos y aspectos enfermos. Los movimientos
afectivos se pueden suscitar desde lo que hay en nosotros de sano e integrado, desarrollado y
ordenado, o desde lo más enfermo, consciente o inconsciente para nosotros mismos. Lo sano
provoca sentimientos de dignidad y valoración, genera armonía y contento. Lo enfermo hace
experimentar la indignidad y la degradación, el recelo, el miedo y la desconfianza.
Los movimientos afectivos hacen posible la operativización de las diferentes decisiones
y la puesta en juego de las propias capacidades realistas y actitudes coherentes con el proyecto
de vida; pero igualmente nos empujan hacia conductas y compartimentos verdaderamente
desintegrados y enfermizos. Cuando arrecian éstos últimos padecemos un auténtico
purgatorio, se genera sensación de alejamiento de Dios, aparece el dolor y el mal con toda su
fuerza, existe el riesgo de la desesperación.
Los movimientos afectivos se rigen por leyes dinámicas de la afectividad. Estas
muestran el grado de estructuración y configuración con que la afectividad es vivida por cada
persona.
El fluir de la energía afectiva y la sana capacidad de concentrarse en valores que
asumimos en la vida no siempre está garantizado. Es fruto de un largo trabajo educativo y
purificador. La afectividad puede generar movimientos sanos y de avance en una serie de
aspectos de la vida, y puede estar bloqueada en algún área o situación determinada en la que
hubo problemas o quedó atrofiada en el desarrollo.
En ocasiones, la afectividad toda puede estar bloqueada o interceptada, así como
desparramada, por lo cual no obedecerá al centro rector de la vida, el yo consistente, sino
que actuará por libre buscando el placer, el alimento necesario para las propias necesidades o
el apaciguamiento del propio instinto.
La fuerza de la afectividad es tal que nunca deja indiferentes; siempre se vive en tensión
dialéctica y es por ello fundamental una sana estructuración de la misma.
Los movimientos de la afectividad se expresan en las reacciones y relaciones, en las
decisiones conscientes e inconscientes que se toman en la vida diaria y en la misma situación
de entrevista en el acompañamiento. Estas decisiones son de avance y retroceso, provocan idas
y vueltas, altos y bajos, hasta que poco a poco se va haciendo posible que el centro rector de la
propia vida, el yo maduro, asuma el timón.
Los movimientos de la afectividad provocan estados de ánimo, emociones y
sentimientos; todos ellos hay que ir detectándolos y educándolos pacientemente en el
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acompañamiento a base de aprender a contactar (aprender a dar nombre), identificar y orientar


cada uno de ellos de forma sana y acorde con el proyecto de vida.
La energía afectiva para estructurarse y configurarse no puede ser reprimida sino
clarificada, y requiere igualmente descubrir y acoger contenidos sanos y ordenados según el
proyecto de vida para poder vivirla positivamente.
En clave vocacional y religiosa, en la relación con Dios, también se suscitan
movimientos afectivos espirituales. La afectividad con Dios se rige en principio por las
mismas leyes dinámicas que al amor humano, por eso van apareciendo imágenes diversas que
hay que procesar y purificar pacientemente hasta encontrarnos con el Dios verdadero que nada
tiene que ver con nuestras propias proyecciones.
El acompañamiento en la vida cotidiana apunta a una configuración de la afectividad en
torno a los valores propios del seguimiento. Pero para que estos valores sean asumidos hace
falta que lleguen a convertirse en verdaderos intereses vitales de la persona. Es necesario
invertir en ellos energía afectiva, y vivirlos con entusiasmo y positividad; así dejan de ser
impuestos para asumirse como verdaderamente queridos y elegidos.
El acompañamiento se orienta a sanar las capacidades invadidas por el conflicto y el
pecado, como a potenciar las áreas sanas, libres de conflicto. El principio de la flexibilidad
para discernir los contenidos a enfatizar, el dónde y cómo orientar la atención según los
movimientos que se susciten en una situación dada, es una segunda clave de
acompañamiento.

1.3 Atender las motivaciones de la persona presentes en cada situación


Si la captación de los movimientos nos permiten detectar los impulsos afectivos
(sentimientos) que se suscitan en la persona, las motivaciones nos ayudan a descubrir el
significado y sentido que cada persona da a su conducta: ¿Qué te mueve a actuar así, de este
modo?
Las motivaciones son el conjunto de consideraciones y de fuerzas psíquicas que
contribuyen a formar la intención de una persona en su actuar.
Están asociadas al modo de interpretar cada realidad existente. A la significación que le
damos a los acontecimientos. A los procesos de pensamiento que dominan en nosotros.
El comportamiento de una persona rara vez se encuentra determinado por una
motivación única. Habitualmente nos limitamos a nombrar los motivos más aparentes y
positivos de nuestro actuar, dejando de lado otros muchos. Puede ser incluso que la
motivación manifiesta no sea la verdadera motivación que mueve, pero sí la que la persona
cree o necesita creerse.
En cada situación que la persona vive y afronta se pueden distinguir diversas
motivaciones organizadas y jerarquizadas por la influencia de mecanismos muy complejos.
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En toda persona, a lo largo de su vida, conviven motivaciones de tipo primario


(orientadas a satisfacer necesidades básicas) y motivaciones de tipo secundario (presididas por
valores e intereses vitales). Las primarias tienen finalidad en sí mismas, las secundarias
ayudan a la persona a trascenderse.
En el acompañamiento buscamos conocer cuál es la motivación dominante en una
situación dada, y qué otras existen. Habrá que dirigirse tanto a las motivaciones primarias
como a las secundarias. Detectarlas, identificarlas, atender unas, tranquilizar otras, clarificar
las tensiones entre ambas, alimentar las auténticas, ayudar a que vayan jerarquizándose
acorde con el proyecto de vida. Esta es la tercera clave de la perspectiva integral.
En clave vocacional es importante seguir la evolución misma de las motivaciones para
que la persona vaya tomando conciencia de cómo van cambiando y cómo va ganando terreno
en ellas la acción de la gracia.
El testimonio y la comunicación de fe, vida y misión en una comunidad es una
experiencia fundamental de apoyo y acompañamiento, en el alimento y configuración de las
motivaciones.
La clarificación y alimento de las motivaciones, ayuda a que la persona se entienda y
clarifique en su situación actual; va posibilitando una visión de conjunto de la propia vida. Le
ayuda a vivir desde su centro vital.

1.4 Atender a la experiencia espiritual que se suscita en su existencia y en cada


circunstancia.
La vida espiritual nos hace reconocer que no es suficiente con estar comprometidos en
la causa del Reino si no vivimos con la actitud y talante de hacer experiencia cristiana en
toda realidad vivida, buscar a Dios en ello, porque de él nos recibimos y somos.
En una perspectiva de fe y cristiana, se trata de ver cuál es la experiencia de Dios que
se suscita en esta situación.
La experiencia fundante de Dios posibilita sentir que vivimos enraizados en su amor, y
seguimos sus caminos hasta poder encontrarlo cara a cara. Se va mostrando en los avatares de
la vida, en los desvelos por el Reino, en las dificultades, va dejando su huella de amante, va
moviendo la propia vida hacia la entrega, pero eso sí con idas y venidas, entre claros y
oscuros.
Como dice C. Domínguez: “la experiencia religiosa que, poco a poco lleva a
configurar la propia vida como un existir desde Dios y para Dios, va intuyéndose como un
testigo señalador de lo que nos sobrepasa, recordatorio de que vivimos envueltos en la
densidad del misterio, de que lo real está más allá de lo que se nos ha dado a conocer.
El acompañamiento se orienta a resituarse en esa clave de existencia en la que confesar
a Dios ya no es cuestión de imágenes sino de dejar a Dios por Dios mismo, abrirnos a su
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gracia y no querer vivir sino de esta actitud de obediencia y amor que, lejos de hacernos
espiritualistas, nos devuelve al mundo transformados para jugarnos la vida como Él y con Él.

SITUACIÓN VITAL: Todas las dimensiones están en juego. ¿Qué hago yo con lo que
la vida hace conmigo?.

Contenido o Tema

Cierre,
Apertura Situación relectura
vital y envío

Activar la iniciativa Relación


de la persona vincular correcta

1º Nivel: Clave de la realidad: Hecho o hechos que desencadenan una situación. La


clave es objetivar. Preguntas a este nivel: ¿Qué traes? ¿Qué pasa?¿Qué quieres?
2º Nivel: Clave socio-psicológica. El nivel psicológico hace referencia a la vivencia. El
nivel sociológico: esa vivencia está condicionada por unas circunstancias. Las preguntas a este
nivel son: ¿Qué sientes? ¿Cómo te vives a ti mismo en eso que pasa?
3º Nivel: Clave existencial. Hace referencia al significado, a las motivaciones de la
vida. Las preguntas a este nivel son: ¿Qué significa para ti esto que ocurre? ¿Qué sentido
tiene? El nivel existencial no engaña.
4º Nivel: Clave teologal. Hace referencia a la experiencia de Dios que se suscita en esa
situación. Las preguntas a este nivel son: ¿Cómo se muestra Dios en eso que pasa? ¿Qué
moción te suscita? ¿A qué te mueve? ¿Has hablado con Jesús de esto qué te ocurre?
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2. CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
En el quehacer cotidiano, hay que tratar de avanzar y ayudarnos uno a otros
sirviéndonos de una serie de criterios pedagógicos que nos pueden ser de gran utilidad en la
tarea.
2.1 Individuación
La propia psicología modula su modo de expresarse, pero nucnca puede ser catalogada
ni estandarizada su vivencia. Se puede analizar lo que vive para comprenderlo, pero es
necesario escuchar hasta el final para captar los matices inéditos que expresa y vive.
En el acompañamiento la iniciativa siempre tiene que ser de la persona. No es posible
suplantarla. Hay que habituarse a su ritmo y manera. Es ella la que se moviliza y dispone a
concentrar todas sus energías en el seguimiento de Jesús.

2.2 Contextualización
Ayuda a la comprensión adecuada del acompañante. Lo que cada persona es y expresa
necesita ser contextualizado en sus condiciones de vida, edad, situación vital; sólo así se
descubre el color y sabor de su mensaje, lo que verdaderamente supone cada situación en ella.
La contextualización es un criterio profundamente significativo dentro de perspectiva
integral, porque nos ayuda a tomar decisiones operativas en el acompañamiento. A veces
ocurre que una persona se atasque en el acompañamiento, no porque le falte motivación o
buena voluntad. Quizás haya que proponer cambio en algún aspecto de sus condiciones de
vida, de lo contrario será difícil que se desencadene ningún otro cambio en orden al proyecto
que quiere vivir.

2.3 Interrelación
Ayuda para devolver al acompañado lo que se escucha. Hacer continua relación entre lo
que la persona expresa en su lenguaje verbal y no verbal. Entre su discurso y la calidad de
vida, entre los diversos niveles que están actuando en una situación dada. La interrelación
ayuda a establecer nexos, a ampliar perspectivas, a descubrir nuevas claves de lectura.

2.4 Gradualidad
Ayuda a no bloquear el avance en el acompañamiento. Porque aunque trabajemos con
visión de conjunto, y tratemos de hacer un trabajo de simultaneidad interrelacionando todos
los niveles que acontecen en una situación dada siempre hace falta diferenciar.
El momento, el ritmo, las fases por las que la persona atraviesa, exige evidenciar la
relevancia de unos signos y no de otros. La gradualidad lleva igualmente a evidenciar las
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diferencias que se dan en el modo de afrontar la persona un hecho de magnitudes semejantes,


en dos momentos diferentes de su proceso.

2.5 Flexibilidad
Es otro criterio que se deduce de la gradualidad. Porque el ritmo, momento y fase del
proceso hace que las mediaciones que son válidas en una etapa no lo sean en otra. Porque es lo
que permite respeto y manejo adecuado a la integralidad del proceso.

2.6 Simultaneidad
Porque en el acompañamiento en la vida cotidiana lo espiritual se trabaja y emerge en la
maduración de lo humano, porque el Espíritu se manifiesta en los acontecimientos diarios,
aunque no con ello queremos reducir a ello su manifestación.

2.7 Jerarquización
Ofrecer lecturas adecuadas y clarificadoras al momento del proceso y orientarlo siempre
al Espíritu. Ayudar a objetivar y diferenciar impulsos personales, de los impulsos del Espíritu.
Saber decidir la clave de lectura que conviene utilizar como prioridad según el momento del
proceso que la persona vive.
2.8 Discernimiento
Para confrontar en el momento oportuno con lucidez y sabiduría; para proponer saltos,
cambiar de nivel, abandonarse en Dios. Señalar los avances que se van percibiendo por pura
Gracia de Dios. Reconocer al Dios que está aquí y proclamarlo.
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3. Motivaciones que dan


sentido (significaciones)

1. Comprensión 4. Experiencia
de sí y consciencia de Dios que se
con la que vive Situación vital suscita en ésta

2. Movimientos de su
afectividad (fuerzas en
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