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Breve relación
Oscar Freire
Arte y Tèkhne
El uso corriente del término "arte" del lat. ars o artis, como se sabe, proviene de una traducción literal del griego
tèkhne). Ahora bien, debido a una evolución de significados, señalemos que el concepto de "técnica" atribuido a la
voz griega tal, y como hoy se entiende, difiere hondamente de la noción original. Así, para Platón (ver el
Protágoras) el significado de la tèkhne (en su doble sentido de arte y ciencia) era algo diferente de lo que se concibe
en la actualidad, y por lo cual, se expresaba un verdadero conocimiento en el sentido y el orden de las ciencias
tradicionales. Dicho conocimiento se resume en la producción de cosas y objetos por parte del artesano humano,
tomando como modelo análogo las Ideas que el Artesano divino (o Demiurgo) contempla en su inmediato esplendor.
Esta imitación del "Dador de las formas" (uno de los aspectos de la Posibilidad Infinita o atributo afirmativo de lo
Indecible) implica uno de aquellos aspectos esenciales que encierra el término griego de referencia, y que supone el
dominio o posesión de una virtud (aretè, pero en el sentido original griego retomado por Platón de orden,
proporción, armonía o justa medida) capaz de arrojar luz sobre el caos o compuesto negativo de la existencia.
Siendo de tal modo que, la palabra tèkhne, al margen de sus variadas aristas o múltiples aplicaciones se refiere, mas
bien, y desde un punto de vista estricto, al núcleo que anima los cánones sagrados operativos, y que muy bien, como
en este caso, puede expresar diversas reglas tradicionales tal como la de "número, medida y peso" (con la cual, y
mediante mymesis, se trazan las proporciones, según un esquema universal de manifestación) que hace posible no
solamente alumbrar el mundo ("mundo" en el concepto original griego, y aún en el latino como sinónimo de "bello")
a los efectos de eliminar su contrario, lo in-mundo o la oscuridad del caos, sino también, remitir u ordenar
(Kosmein) el influjo ejercido por las sombras, el azar (tyche) o el destino.
Otro aspecto con el que se invierte la noción original del término se expresa en el respectivo "producto etimológico"
cuyo sentido general es difundido convencionalmente por los actuales léxicos y diccionarios (aún con algunas
derivaciones explicativas y con la variedad de matices y especializaciones correspondientes). Dicha acepción se
resume, mas o menos, "en una virtud, vocación o talento para hacer alguna cosa en sentido de manifestación de la
actividad o industria humana mediante la cual se plasma una impresión particular y desinteresada que interpreta lo
real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros" (1).
Respecto a la expresión de "producto etimológico" recordemos que antes del siglo XVIII se abandonó el uso
dialéctico normal del término "etimología" en el sentido tradicional de la analogía número-nominal de las raíces del
habla con las designaciones atributivas de la divinidad. Asimismo, en el siglo XIX, prácticamente se desconocía su
uso, y por lo cual, dicho término comenzó a emplearse, paulatinamente, con el significado que adquiriera luego
dentro de la moderna morfología.
Podríamos, por otro lado, señalar que, a partir de la misma generalización dentro de la literatura moderna se sigue
produciendo una interminable sucesión de significados (siempre entendidos como una idealización de las formas
sensibles y no como una actualización de las Ideas) que rodean o se vinculan a tal "producto etimológico" y,
evidentemente, sin la tradicional cualidad potestativa por lo cual, las expresiones derivadas quedan simplemente
reducidas a una fijación mental cuya excentricidad (distanciamiento de su centro) respecto de la Idea la hace como
desentendida de posibilitar alguna transposición de orden tradicional, en tanto su alejamiento de todo lo que implica
la noción original
Esto mismo, sobre la carencia de cualidad potestativa, sirve de ejemplo para confirmar el curso relativo que
adquieren las palabras en el uso corriente de los lenguajes modernos. Aún, dentro del mismo marco de la morfología
moderna ya no se cree en las propiedades ciertas o en la eficacia de una "etimología", debido ello a los fenómenos
que se producen por la tendencia a asociar a cada término un sentido particular determinado, a los trastrueques
semánticos y a la preponderancia de los "cruces" ("contaminación") basados en imaginarios supuestos etimológicos.
Esto significa que el mismo término de "etimología" (probablemente debido a una suerte de "entropía" o proceso de
destitución verbal al que se hallan sometidas las lenguas modernas) ha venido, poco a poco, adquiriendo dentro del
cuadro de denominaciones usuales para dicha morfología cierta sinonimia con la acepción de "paretimología" o se le
declare como principal elemento funcional de una "atracción paronímica", es decir, lisa y llanamente, constituida
como uno de los factores principales de la ilusión verbal (2).
El curso de dicha destitución verbal que involucra a las definiciones modernas sobre el arte, evidentemente, ha dado
lugar a una multiplicidad indefinida de nociones y elementos contrapuestos que a partir del denominado "idealismo
artístico" (3) devienen separados entre sí. Contrariamente a ello, y según René Guénon, la palabra latina artes se
aplicaba tanto en el mundo antiguo como en la Edad Media en el mismo sentido que las ciencias tradicionales (4).
Del mismo modo, Ananda K. Coomaraswamy distinguía la impropiedad y lo inadecuado de las palabras "abstracto y
"convencional" para definir el carácter no representativo del arte tradicional y definía claramente el patrón de un
esquema universal de manifestación seguido en tehoría y en "justa medida" por todo artífice verdadero (5).
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1) Ver como ejemplo en RAE //2, XXII ed.
2) Sugerimos ver nuestra anotación "La ilusión verbal- comentarios a la literatura profana".
3) En otro aspecto explicativo, pero que sirve al mismo orden de cosas, esto se corresponde con la noción moderna del "idealismo
lingüístico" a partir de las concepciones de W.Humboldt, luego elaboradas filosóficamente por B.Croce en el sentido de un caos
de "creaciones lingüísticas", cada una de ellas autónomas y dueñas de sí; y, mas tarde, modificadas, en parte, por K.Vossler quien
propone aplicar el criterio de "la evolución".
4) "...pues aquí, todo está íntimamente relacionado y se enlaza necesariamente en la unidad fundamental de la doctrina que la
multiplicidad de sus aplicaciones no podría destruir ni tampoco afectar; la concepción de ciencias estrictamente "especializadas"
y del todo separadas unas de otras es claramente antitradicional en la medida en que se manifiesta un defecto de principio, y es
característica de la mente "analítica" que inspira y rige las ciencias profanas, mientras que todo punto de vista tradicional no
puede ser mas que esencialmente "sintético". Con esta reserva, se puede decir que lo que constituye el fondo mismo de todas las
artes es principalmente una aplicación de la ciencia del ritmo en sus diferentes formas, ciencia que se relaciona ella misma
directamente con la de los números; y por otra parte debe entenderse bien que, cuando hablamos de ciencia de los números, no se
trata de la aritmética profana tal como la entienden los modernos, sino de aquello cuyos ejemplos mas conocidos se encuentran
en la Kábala y en el Pitagorismo, y cuyo equivalente existe también en todas las doctrinas tradicionales, con expresiones variadas
y con desarrollos mas o menos extensos". (René Guénon, Melanges, Cap.III).
5) "Nuestra abstracción significa, como mucho, la eliminación de las cosas no esenciales; lo que nosotros tenemos de esta manera
no son universales, sino solamente generales, que no difieren de los particulares en el tipo, sino solo en la conveniencia. Es de
esta misma manera como la ciencia empírica deduce "leyes", que no son realmente absolutas, sino solo resúmenes de estadística.
Este no es el método del arte tradicional, que comienza desde los universales, en los que está contenida, no menos, sino mas
eminentemente, toda la integridad natural de las cosas, y, desde estos principios primeros, deduce cualesquiera aplicaciones que
puedan requerirse. Las formas de la cruz, el círculo y la espiral, cuyos rastros pueden reconocerse en la naturaleza, no son
innaturales, sino supra-naturales, es decir, superlativa o extragenéricamente 'naturales' " (A. K. Comaraswamy, "La Filosofía del
arte Medieval y Oriental").
"Creación" y Belleza
El término de "Hacedor divino" nos remite a una serie de complementos atributivos tales como Demiurgo, Creador
o Formador (1) que se dicen del sujeto principal, pero que no revela su verdadera naturaleza. Así, por ejemplo, el
verbo "crear" contiene, entre otras cosas, las acepciones de formar, fundar o manifestar (2) algo que no existía. En
rigor, significa el pasaje del no-ser al ser o de lo no manifestado a lo manifestado (3). Evidentemente, de suyo queda
establecido que dicho verbo contiene y explica la analogía del ser con el no-ser, y por lo cual, necesariamente,
debería poseer o implicar un sentido de transposición o anagógico que resuelva la aparente contradicción y aluda a
un estado de Totalidad absoluta que sea su principio y que comprenda a ambos a la vez. De esto mismo, se
desprende la operación intelectual y el orden implícitos en la afirmación de los nombres atributivos que son
expresados por la ortodoxia de las doctrinas tradicionales; y, por otro lado, también se explica lo que corresponde a.
las funciones estrictamente cosmológicas que competen a dichos nombres ordenados dentro de la Posibilidad
universal, es decir, que no son una pura nada, y por tanto, se comprenden dentro de algún grado de realidad.
Es probable que, esta declaración de principios, nos permita vislumbrar el correcto sentido que aplicaba Platón en su
concepción del universo como una obra de arte (configurada por medio de las Ideas-números en una visión
simbólica y "extra-científica"); y del Demiurgo o "Artesano del mundo" como "intelecto ordenador del cosmos". Por
analogía, se establece el papel de aclarar lo oscuro, poner orden en el desorden y unidad en la multiplicidad que
debería corresponder al artifex humano, en tanto su cualificación y predisposición personal, en su participación o
absorción de tales Ideas-números o en la imitación del prototipo divino. El apercibimiento sobre la ausencia de este
patrón o la generalización de los defectos de tales principios podrían, según lo indicara René Guénon en otro
contexto semejante (y explicando la noción del término hindú swadharma) "aplicarse muy fácilmente a las
condiciones de la época actual" (4).
Para Platón una de las principales cualidades del arte se resume en el sentido profundo de la belleza, cuya verdadera
virtud contrapuso en numerosas ocasiones a la definición hedonista de lo bello por parte de los sofistas y a la ilusión
de los artistas productores de apariencias, cuyos conocimientos, se limitaban a los objetos sensibles y a sus
extensiones meramente imaginarias. En la definición de la belleza como "esplendor del Cosmos", Platón sintetizaba
la luz y el orden, referidas a dos nociones fundamentales e inherentes al simbolismo de la mayoría de las doctrinas
tradicionales. Respecto del primer término, ya el mismo René Guénon, en uno de sus tantos enunciados anafóricos,
se había encargado de asociarlo al segundo, en el sentido que todas las tradiciones asimilan la producción del
"orden" como una "iluminación" poniendo el ejemplo del Fiat Lux del Génesis y trazando, además, en términos
subsiguientes, las claves de un esquema universal de manifestación (5).
Otro de los aspectos fundamentales del orden es la medida que no hace mas que expresar el amplio concepto
tradicional de la belleza desarrollado por Platón, y en consonancia con las nociones pitagóricas. De ella surge la
proporción (symmetria) que expresa el acorde y la armonía, cuyas manifestaciones en el arte, aluden a la
participación del hombre con lo divino. El simbolismo trazado por Platón, cuyo significado cosmológico parte de las
proporciones adecuadas se resume en los "cuerpos perfectos" atribuidos a las cinco figuras regulares (6) que, según
una disposición "perfecta", comprenden precisas relaciones entre líneas rectas, círculos, planos y volúmenes sólidos
como base de la teoría de las artes imitativas y según la cual el arte representa la realidad (en su doble aspecto
externo e interno) conforme a la verdad, en tanto se respete la apariencia del mundo (lo cual nada tiene que ver con
las teorías naturalistas) y no se abandone su conformidad con un esquema universal de manifestación o plano divino
del cosmos, en tanto que depósito de las leyes universales, de las cuales se extraen los criterios tradicionales de
veracidad y justedad.
De lo dicho es posible deducir el carácter preciso del término griego tropee que reseñábamos (ver nota 4ª, 2º c,
infra) como nominativo de una "fuerza" o "movimiento" caótico "anterior" a la acción demiúrgica (7) y del cual,
podríamos decir, que va en dirección contraria a la del verdadero arte. Esta es una de las claves del "discurso
verosímil" planteado por Platón y que, desde el punto de vista tradicional, justifica ampliamente sus criticas severas
al arte de su tiempo, tanto como su condena a las vanidades de la novedad y la variedad, a las obras de subjetividad,
a la deformación de la perspectiva (8) y al individualismo e ilusionismo a los que contraponía un arte verdadero
cimentado en simbolismos tales como el de la luz y del orden, implícitos en la teoría del conocimiento y de la
metafísica tradicional cuales, para nosotros como seres manifestados, en rigor no expresarían sino un modo normal y
legítimo que tenemos de representarnos las cosas, nada mas que esto.
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1) Extendiéndose en el sentido tradicional de algunas denominaciones usadas por Platón tales como Artesano, Magistrado o
Timonel, etc.
2) Extendiéndose a producir, establecer, etc.
3) Lo manifestado en el concepto tradicional que comprende sus dos estados corporal y sutil.
4)"En la concepción tradicional, al contrario, cada cual debe desempeñar la función a la que está destinado por su propia
naturaleza; y no puede desempeñar otra sin que ocurra por eso un gran desorden, que tendrá consecuencias en toda la
organización social de la cual el individuo forma parte; además, si semejante desorden se generalizara llegaría a tener efectos
sobre el mismo medio cósmico porque todas las cosas están ligadas entre sí según correspondencias rigurosas" (René Guénon,
Mélanges, "La iniciación y los oficios", Cap. I)
5) "Se ve aquí que la idea de medida está en conexión íntima con la de «orden» (en sánscrito rita), que se refiere a la producción
del universo manifestado, siendo ésta, según el sentido etimológico de la palabra griega P`F:@l, una producción del «orden» a
partir del «caos»; este último es lo indefinido, en el sentido platónico, y el «cosmos» es lo definido. Esta producción es asimilada
también por todas las tradiciones a una «iluminación» (El Fiat Lux del Génesis), puesto que el «caos» es identificado
simbólicamente a las «tinieblas»: el «caos» es la potencialidad a partir de la cual se «actualizará» la manifestación, es decir, en
suma el lado substancial del mundo, que se describe así como el polo tenebroso de la existencia, mientras que la esencia es su
polo luminoso, puesto que es su influencia la que efectivamente ilumina ese «caos» para sacar de él el «cosmos»; y, por otra
parte, esto concuerda con la aproximación de los diferentes significados implicados en sánscrito en la palabra srishti, que designa
la producción de la manifestación, y que contiene a la vez las ideas de «expresión», de «concepción» y de «irradiación
luminosa». Los rayos solares hacen aparecer las cosas que iluminan, haciéndolas visibles, y, por consiguiente, puede decirse
simbólicamente que las «manifiestan»; si se considera un punto central en el espacio y los rayos emanados de ese centro, se podrá
decir también que esos rayos «realizan» el espacio, haciéndole pasar de la virtualidad a la actualidad, y que su extensión efectiva
es, en cada instante, la medida del espacio realizado. Estos rayos corresponden a las direcciones del espacio propiamente dicho
(direcciones que se representan frecuentemente por el simbolismo de los «cabellos», el cual se refiere al mismo tiempo a los
rayos solares); el espacio es definido y medido por la cruz de tres dimensiones, y, en el simbolismo tradicional de los «siete rayos
solares», seis de estos rayos, opuestos dos a dos, forman esta cruz, mientras que el «séptimo rayo», el que pasa a través de la
«puerta solar», no puede ser representado gráficamente más que por el centro mismo." (René Guénon, "El reino de la cantidad y
el signo de los tiempos", Cap.III, ver notas respect.)
6) Cuyas funciones y principio de correspondencias ha sustentado el arte tradicional de griegos, romanos, cristianos medievales y
árabes; tanto como el de diversas sociedades.
7) "Dado que el receptáculo no posee en si mismo equilibrio, al entrar en él las cosas sensibles es sacudido y a la vez las sacude,
y el resultado es un movimiento desordenado e irracional. El fuego, aire, tierra y agua tenían huella de las ideas respectivas, pero
hasta que no se produjo el primer acto demiúrgico no estaban constituidas como tales" (Epigrf. del apart. "Movimientos de las
cosas en el receptáculo", Tim, 52e1-53b7)
8) Un dato de indudable valor para los estudiosos de este tema puntual subyace en la admiración que sentía Platón por el
simbolismo hierático del arte egipcio basado en la representación plana de imágenes con dos dimensiones y en su virtud de no
proyectar sombras.