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Texto de introducción a los estudios de Género

Estudios de la Mujer; Estudios de Género y Estudios de Masculinidad

Material realizado por


Yafza Reyes Muñoz (Antropóloga)
1.- Principales aportes del movimiento feminista y los Estudios de la mujer.
(Nivel de participación femenina y posibles cambios sociales que provocó el posicionar una
reflexión sobre la mujer y sus roles).

El interés contemporáneo en la mujer implica la recuperación de temas y perspectivas propios


de la reflexión sobre la historia, la sociedad y la cultura del siglo XIX. Esta reflexión ha sido
actualizada por la irrupción de las protestas de las mujeres, así como también por las primeras
propuestas feministas.

Los estudios de la mujer (y posteriormente los estudios de género), comienzan a aparecer


como producción en el campo intelectual, en el siglo XX, particularmente, en el periodo de
entreguerras. De esta manera, tras los nacionalismos y fascismos imperantes en la Europa
occidental de los años ’50, se generan investigaciones que intentan “comprender” lo humano,
como una “construcción cultural” de la sociedad y no sólo como una cuestión existente por sí
misma, omnipotente e incuestionable.

Es así como desde la antropología, la historia y la psicología, se comienzan a analizar las


construcciones identitarias de los sujetos, y “surgen voces que cuestionan las posturas
sustancialistas de las producciones humanas, e incorporan una perspectiva crítica respecto de
cómo se ven, se viven y se interpretan los fenómenos humanos” (Texto de estudio Diplomado
Género U. de Chile; pág. 13)

De esta manera, una de las disciplinas que aporta un gran elemento, es la antropología, al
señalar que existirían “distintas” concepciones de lo femenino y de lo masculino, dependiendo
de las culturas y las tradiciones de cada pueblo, por lo que no “existiría” una forma de ser
hombre o ser “mujer”. Esto supone también el cuestionamiento a los roles que le han sido
asignados a unos y a otras. Un gran aporte hacía este cuestionamiento, es el que hace la
antropóloga Margaret Mead en los años ’20. En su estudio “sexo y temperamento en tres
sociedades primitivas” da cuenta de la diversidad en la división del trabajo, las estructuras de
parentesco y los papeles del género en distintas culturas, evidenciando con ello que el género y
las estructuras de poder que subyacen a él, no son “universales”, puesto que cada cultura le
atribuye significados distintos, son “construcciones culturales” y por tanto, construcciones que
pueden irse modificando.

Concretamente los estudios de la mujer son investigaciones teóricas y empíricas específicas de


las disciplinas sociales y humanas que tienen como eje central a la “mujer”. Dichos estudios
nacen en las universidades de Estados Unidos y Europa entre los años ’60 y ’70, tras la irrupción
del movimiento feminista, las academias feministas y los contextos de amplios movimientos
sociales y políticos que manifiestan un malestar “general” frente a las desigualdades sociales.
(Un hito importante a considerar es la revolución universitaria y obrera acaecida en Francia,
más conocida como “mayo del ’68” – símbolo de esa fuerza e inquietud social).
Uno de los principales aportes de los estudios de la mujer, son fundamentalmente:

- Sacar a la luz el problema de la “invisibilidad analítica” de las mujeres, con lo cual se


muestra en la escena social y política, la “invisibilidad” en la cual ha permanecido la
mujer, en todo orden de cosas, especialmente en el “conocimiento” y

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- El “cuestionamiento” a las producciones científicas de las ciencias sociales, por ser
androcéntricas, o sea centradas sólo desde los hombres, anulando la voz de las mujeres
y dando por obvio que las mujeres están “subordinadas” en todas las sociedades y
culturas. Además, estos estudios cuestionan el etnocentrismo con el cuál estos se
realizan. Esto es, estudios generados desde los referentes propios de sus autores, en
este caso, casi exclusivamente desde la cultura occidental sin considerar las
apreciaciones e interpretaciones que “lo/as otro/as” tienen sobre temas específicos.

Según Glynis Carr, en “estudios de la mujer” (2002), el término estudios de la “mujer”, se usa
con dos significados: Primero, como una crítica feminista y saber feminista en general y
segundo, como “nombre” del conjunto de organizaciones profesionales, publicaciones
académicas, departamentos universitarios, centros de investigación, etc., dedicadas
específicamente a “promover” ese tipo de conocimiento. Por su parte, Catherine Stimpson
(1986) resume tres objetivos de los estudios de la mujer:

- enseñar el tema de la mujer adecuadamente


- terminar con la discriminación sexual en la educación (en todos los niveles)
- Integrar el activismo feminista al pensamiento feminista.

En general puede decirse que los estudios de la mujer han establecido una firme diferenciación
entre sexo y género y han introducido el género, como categoría legítima de análisis. “Los
estudios de la mujer han documentado la opresión de las mujeres en todas las esferas de la
vida social; han fomentado la conciencia pública en torno de una serie de problemas que
incluyen la violencia contra las mujeres y la feminización de la pobreza; han contribuido a crear
conciencia de y respeto por los múltiples roles de la mujer en la economía y la “brecha de
género” en política; y han promovido el saber acerca de la acción de las mujeres en la historia y
sus aportes en las artes” (Carr: 2002)

Ahora, si bien es cierto los estudios de la mujeres constituyeron grandes aportes en la des –
invisibilización de las mujeres, así como también en el estudio de las causas de esta temática
repetida en gran parte de las culturas, sus principales falencias estuvieron marcadas por un
esencialismo y un universalismo de la mujer en dichos estudios. Como consecuencia de ello,
nacen en la década de los ’80 los estudios de género y comienza a hablarse de “las mujeres” y
ya no de la mujer.

Unas de las primeras críticas hacia los estudios de la mujer, provinieron de mujeres, pero de
“otras” mujeres. Es así como en 1982 Hull, Scout y Smith, condenan en los estudios de la mujer
su racismo, esto desde una práctica feminista que excluye a las mujeres negras, escruta la
problemática posición política de las investigadoras negras en la academia, especula sobre las
posibilidades radicales de la enseñanza negra, y distribuye un vasto material para apoyar esas
enseñanzas (Texto de estudio Diplomado Género U. de Chile; Pág. 70)

Esto significa un gran avance en la re-significación de las identidades de las mujeres, puesto que
comienzan a tomarse en cuenta ya no sólo la distinción “femenino masculino”, sino variables
como la clase socia, la etnicidad, etc.

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“El análisis de raza-clase-género ha tenido una poderosa influencia sobre los estudios de las
mujeres blancas y los estudios negros y étnicos androcéntricos, e incluso ha inspirado una
revisión por parte de los hombres blancos”.

Con esto, los estudios de la mujer llevaron a considerar que los hombres y mujeres son
“plurales”, y se hizo evidente que la categoría “mujer” adolecía también, de rasgos
universalistas y esencialistas y por ende los estudios de la mujer “impedían” comprender las
diversas posiciones en las que hombres y mujeres se encontraban. Es así como las
investigadoras de estos estudios, reflexionan sobre su propio saber y hacer, dando paso en los
años ’80 a los estudios de género.

Según la antropóloga Ximena Vidal (2006), ha sido el feminismo la contribución más


significativa en la reflexión sobre la condición de la mujer 1, y se ha caracterizado porque esta
creación de conocimientos surge y se recrea en la voluntad de transformarla. A partir del
feminismo se da una fractura en la concepción del mundo filosófico: el ser mujer es producto
de lo concreto histórico, es diferente, distinto y no opuesto al ser hombre.

Vidal sostiene que la propia realidad ha hecho evidente que el mundo no puede ser
conceptualizado de manera androcéntrica, y se ha plasmado en cambios en la propia identidad,
en la conciencia de las mujeres y en su acción política en todo el mundo.

Especialmente significativo para la antropología es el período posterior al auge mundial del


feminismo de los setenta, ya que es a partir de él donde se promueven cambios
epistemológicos profundos.

Por la irrupción de las mujeres en la historia como sujetos sociales, el conjunto de


preocupaciones que se ha planteado la antropología, se ha visto transformado y ampliado. Se
aprecian nuevas formas de ver la cultura, contenidos metodológicos diferentes, orientaciones
ideológicas y prácticas científicas diversas. Han surgido como parte de las distintas corrientes
de la antropología, preocupaciones, investigaciones y trabajos que construyen problemas de
investigación en torno a la condición de la mujer y a la situación de las mujeres.

2.- Con el concepto de género se introducen nuevos aportes y perspectivas teóricas-


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De acuerdo con Marcela Lagarde la condición de la mujer es una creación histórica cuyo contenido es el conjunto
de circunstancias, cualidades y características esenciales que definen a la mujer como ser social y cultural genérico:
ser de y para otros. Las mujeres comparten como género la misma condición histórica, pero difieren en cuanto a sus
situaciones de vida y en los grados y niveles de opresión. Es importante señalar que a pesar del carácter dominante
de la opresión de la mujer, no la abarca en su totalidad. Cambios históricos muy importantes han transformado e
incluido elementos de vida, relaciones, productos y formas de conciencia, creaciones de las mujeres que son actos,
momentos y espacios de libertad que conforman de manera simultánea con los opresivos, es decir, existen espacios
de vida de las mujeres que no son opresivos, forman parte de sus situaciones concretas y de su condición histórica
(Lagarde: 1990; 18-19-72).

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metodológicas.
(Aportes teóricos y metodológicos introducidos por el concepto de género que permitieron
superar las falencias de los estudios de la mujer).

La introducción del concepto de género y con ello de sus estudios, son cruciales para entender
las lógicas que han operado en la construcción de las identidades. Así por ejemplo en 1970 se
evidencia un vacío en los estudios de género, con respecto a las “masculinidades”.

En la década de los ’50, Robert Stoller y John Money, acuñaron el concepto género, desde el
campo de la medicina. “Ellos plantearon que lo que se había entendido hasta entonces como
ser hombre o ser mujer tenía relación fundamental con un aprendizaje sociocultural más que
con las características biológicas de machos y hembras humano/as”. Ellos, a través de estudios
realizados con personas hermafroditas, concluyeron que era más importante el género que el
sexo biológico, en la determinación de sus identidades, fueran éstas femeninas o masculinas.
“La adquisición de identidades de mujer u hombre, en los casos estudiados, dependía más de
las formas en que los individuos habían sido sociabilizados y de la identidad asignada por los
padres que de los datos biológicos u hormonales” (Texto de estudio Diplomado Género U. de
Chile; Pág. 81). Para Stoller lo que determina la identidad de género, son las experiencias, ritos y
costumbres atribuidas a cierto género, desde el nacimiento.

De esta manera, podemos decir que el concepto “género”, se usa para aludir a una construcción
social, cultural y simbólica de las diferencias sexuales, superándose con ello, los estudios de la
mujer.

Esta distinción entre lo biológico y lo cultural (sexo / género), permitió comprender y


demostrar que cada sociedad entiende la “diferencia sexual” de una forma particular, por
tanto cada cultura atribuye sentidos distintos a lo que es “ser” hombre o “ser” mujer y por
tanto en relación a lo masculino y lo femenino. Propone como clave en la superación de los
dogmas y universalismos de estas categorías, modos “particulares” de relación entre ambos.

Los avances conceptuales y analíticos que surgen de la incorporación del concepto de género,
con respecto a la distinción sexual que sostenían las investigaciones y reflexiones anteriores,
son las siguientes:

- Variabilidad: mujer y hombre son construcciones culturales que varían de cultura en cultura

- Carácter Relacional: género como construcción social de las diferencias sexuales. La necesidad
de estudiar las relaciones entre mujeres y hombres, puesto que éstas, en la mayoría de las
sociedades y culturas, originan procesos desiguales.

- Multiplicidad: Se intenta comprender a hombres y mujeres, no sólo desde el género, sino en


interrelación con su etnicidad, clase, edad, ideologías, etc.

- Posicionamiento: Supone el estudio de los “contextos” en los cuales se dan las relaciones de
género y la diversidad de posiciones que ello/as ocuparán.
En relación a los aportes metodológicos del género, podemos señalar dos grandes enfoques:

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- Un enfoque simbólico, relacionado con conceptos tales como lenguaje, identidades y
valores, creencias e ideologías. Es decir, aquellos que enfatizan en la construcción
simbólica de lo femenino y lo masculino

- Un enfoque social, relacionado con temáticas tales como: trabajo, política y economía.
O sea, aquellos que proponen el acento en lo económico como calve para entender
cómo se posicionan hombres y mujeres en la vida social.

Sherry Ortner es la principal exponente del simbolismo genérico. La autora señala que un
elemento primordial para comprender la construcción simbólica del género, es la noción de
“prestigio”. Para ella, una de las claves para entender la supuesta universalización de la
desvalorización de las mujeres está dada por la “relación” de la mujer con la naturaleza. De esta
manera, la mujer es asociada a la naturaleza, vale decir a algo inferior y a lo cual los hombres
deben dominar, y estos son asociados a su vez, con la cultura, lo superior.

Si bien es cierto estos planteamientos fueron criticados por su contenido etnocéntrico, se


rescata de ellos la importancia de analizar a mujeres y hombres como “categorías simbólicas”
que logran identificar los valores particulares que cada cultura da a lo femenino y lo masculino.

En relación al enfoque social, podemos decir que éste deriva de los aportes de la teoría
marxista, señalando la importancia de las condiciones materiales de existencia en la
organización social y simbólica.

Una de las referencias teóricas es Federico Engels, en su texto: “El origen de la familia, la
propiedad privada y el estado”. La postura básica de este enfoque se centra en que el género
tiene un significado específico, determinado por las estructuras sociales (sistemas de control y
de poder que norman y fijan las relaciones de producción). Estas estructuras sociales, son las
que determinan las prácticas sociales que producen y reproducen las inequidades de género.

Dentro de sus exponentes se encuentra la antropóloga Eleanor Leacock, quien rechaza la idea
de que el estatus de la mujer está dado por su función de parir y criar hijos, y que la distinción
público / privada sea una oposición válida interculturalmente para el análisis de las relaciones
de género.

Uno de los grandes aportes de este enfoque es el “descubrimiento” de que en todas las
sociedades las mujeres hacen aportes importantes a la economía y a la producción y su estatus
no depende de su confinamiento a la esfera doméstica ni a su rol de madres. Al contrario,
depende de su control o no, respecto de: acceso a recursos, condiciones de trabajo,
distribución de los productos de su trabajo.

Sin embargo, esta corriente, al igual que la anterior, ha recibido críticas. Una de ellas:
generalizar y no considerar los factores de “resistencia” de las sociedades precapitalistas.

Lo que se plantea hoy, con mayor fuerza, es una comunión entre ambos enfoques, con el fin de
abordar mejor, las inequidades de género. “Al analizar el vínculo entre lo social y lo cultural
vemos que muchas veces son las ideologías de género las que subsisten a pesar de las
transformaciones en el plano de la división sexual del trabajo”. Por ello, la división de ambos

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enfoques, dificulta la comprensión de muchos fenómenos que no pueden ser abordados sólo
desde una de estas corrientes.

3.- En cuanto a las masculinidades, en la temática de la hegemonía


a) ¿Qué se entiende por masculinidad hegemónica?
b) ¿Cuáles son los tipos de relación que ésta supone?
c) ¿Existen alternativas a la masculinidad hegemónica?, ¿Cuáles?

La propuesta epistemológica del feminismo para criticar la dominación masculina y el


patriarcado, permitió desarrollar esta misma reflexión en relación a los estudios entre
masculinidad y feminidad. De esta forma ambos conceptos son vistos como categorías
racionales que estructuran las relaciones sociales, ya sean de clase, etnia, etc.

Los estudios sobre masculinidades son aquellas investigaciones que tienen como eje u objetivo
principal – desde una mirada de género – a los hombres (como “sujetos” de estudio). Podemos
mencionar como dato que uno de los primeros autores que destacó la importancia de estudiar
a los hombres y su comportamiento grupal, como sujeto social específico, fue Lionel Tiger
(1969)

Según Sonia Montecino (1996) los estudios de las masculinidades se derivan de un vacío de
estos, en los estudios de género. Según la autora: “Este vacío estuvo relacionado a nuestro
juicio con un doble movimiento: por un lado, por el hecho de que las teorías sobre La Mujer
habían reificado una imagen de Hombre dada por el uso del concepto de patriarcado como un
sistema universal y omnipotente, dibujando una silueta masculina estereotipada e idéntica para
todas las sociedades; por el otro, el hecho de que desde muchas disciplinas como el
psicoanálisis, la propia filosofía, la historia, el “hombre” aparecía como un sujeto
incuestionable”.

Frente a este vacío se comienzan a desarrollar en los años ‘80 – ’90, una serie de estudios
respecto de las masculinidades, principalmente en los países anglosajones. Los objetivos de
estos estudios fueron particularmente:

- Indagar en las características identitarias “esenciales” de los varones;


- Reconocer la importancia que tiene su presencia en la configuración del orden patriarcal;
- Abrir la posibilidad de redefinir las formas de asumir sus roles y su participación social en los
ámbitos públicos y privados
- Plantear la necesidad de proveer nuevas formas de relación consigo mismo y con lo/as otra/os
(Texto de estudio Diplomado Género U. de Chile; página 188)

Robert Connell, plantea la existencia de cuatro tipos de aproximaciones teóricas hacia la


masculinidad. Estas con: Esencialista, Positivista, Normativista y Semiótica, siendo ésta última la
que cuenta con más terreno en los estudios y análisis culturales. Esta postura entenderá que
todas las masculinidades surgen dentro de relaciones de género, por tanto escapa a la
arbitrariedad del esencialismo, y de las paradojas en las definiciones positivistas y normativas.
Este mismo autor también señala que existen cuatro tipos de relaciones entre masculinidades:

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- Hegemonía. Concepto derivado del análisis de Gramsci de las relaciones de clase. Supone la
existencia de un grupo que exige y sostiene una posición de liderazgo en la vida social del
resto. En este caso específico habría una masculinidad que ejerce poder y supremacía ante
otros tipos de masculinidades, la cual las oprime y las anula.

- Subordinación. La hegemonía, como dijimos anteriormente, supone una relación de


dominación/ subordinación. Por ejemplo, la dominación de los hombres heterosexuales por
sobre los homosexuales; los hombres blancos sobre los negros e indígenas; etc. Esto
desencadena no sólo sistemas de subordinación, sino también de opresión, exclusión y
violencia (ya sea legal, ilegal, callejera, etc.).

- Complicidad. Relación de complicidad con el proyecto hegemónico. Las masculinidades


construidas de formas tal de que permitan realizar el dividendo patriarcal, sin las tensiones o
riesgos de estar en la primera línea de éste. Y finalmente

- Marginación. “La hegemonía, la subordinación y la complicidad son relaciones de tipo interno


al orden de género… Existen otro tipo de relaciones más amplias como son la clase y la
etnicidad… La marginación será siempre relativa a una autorización por parte de la
masculinidad dominante”. No es raro entonces ver marginar al indígena, al negro, al pobre, al
analfabeto, etc.

Se entiende por Masculinidad hegemónica, un “ideal” o prototipo del ser “hombre”. Un modelo
tradicional, socialmente “aceptado” de la masculinidad, al cual los hombres, aspirarían llegar.
Es, sin embargo, un modelo contradictorio, pues se impone como norma, pero al mismo tiempo
representa enormes dificultades para su meta.

Michel Kufman (1989) señala que esta identidad hegemónica del ser “hombre” constituye un
proceso doloroso, en el cuál los hombres deben estar constantemente expuestos a “pruebas”
que les permitan demostrar a los otros, su “hombría”. Muchas veces, la imposibilidad de poder
lograr este ideal, se desencadena en episodios de violencia hacía otros hombres en el espacio
público, tales como actos xenofóbicos, homofóbicos, etc. por ejemplo. (Muchos de los
hombres que tratan de cumplir ese perfil, se encuentran que no pueden demostrar poder,
dominación y autoridad ante otros hombres, y ejercen en los espacios privados de la familia,
violencia en contra de sus hijo/as y parejas. Esta violencia además es “legitimada” por muchas
mujeres, al sentirla como “natural” puesto que sus madres también fueron golpeadas, sus tías
y hermanas también son golpeadas, al igual que sus hijas).

El modelo de masculinidad hegemónica, es altamente estereotipado, distorsionado y limitante


de otros tipos de masculinidades y las instituciones sociales son las encargadas de transmitir
dichas normativas. Entre ellas podemos mencionar: la familia; la iglesia; la escuela; el estado; los
medios de comunicación y los grupos de pares.

Las presiones ejercidas por el mundo académico feminista que criticaron la masculinidad
tradicional; los procesos macro de la sociedad que indicaron que tanto el lugar asignado a las
mujeres y a los hombres estaba cambiando (lo que hizo replantear el lugar de los hombres con
respecto a otros hombres y fundamentalmente consigo mismos); y el cuestionamiento de qué,

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para los hombres, el constituirse como tales, no era un proceso natural, sino una construcción
cultural que tiene en algunos casos, enormes dificultades, han dado pie a “crisis” en la
masculinidad hegemónica (modelos de masculinidad imperantes), lo cual ha llevado a una
aceptación de nuevos modelos de masculinidad y a nuevas formas en las relaciones de género.
Esto porque la crisis es entendida como dinamismo y cambio.

Hoy podemos decir que gracias al movimiento feministas, los estudios de género y los procesos
de redefinición de las identidades de las mujeres, se puede ver a un número no menor de
hombres que “escapan” al prototipo de la masculinidad hegemónica. Así nos encontramos con
hombres que creen y actúan en pro de una equidad entre hombres y mujeres; también existe
un reconocimiento de las identidades masculinas homosexuales; una valoración de la persona,
por sobre su clase social, género, identidad sexual, etc. Existe por tanto una convivencia entre
modelos de masculinidades tradicionales, con modelos más equitativos, los cuales conciben a
los seres humanos, como personas “libres”. Esto es un gran avance y constituyen el reflejo de
la existencia de alternativas a la masculinidad hegemónica.

Sin embargo no es posible dejar de mencionar que si bien es cierto, existen hombres que
trabajan por la equidad entre los géneros, aún falta mucho por hacer a nivel de política pública,
economía privada, relaciones laborales, previsión y salud sexual y reproductiva.

Finalmente como dato importante podemos mencionar que a finales de los años ’90 se ha
generado un trabajo completo y detallado en relación a estudios de género de
homosexualidad, ya sea: lesbianismo; homosexualidad masculina, identidades tran-géneras,
etc., lo que ha permitido comenzar a hablar ya no sólo de dos géneros (femenino y masculino),
sino de distintas identidades genéricas (Consultar textos ISIS Internacional).

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