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De Guillermo Barber Soler (que bueno saber que aún existe el sentido común)

Me dijeron que proponían el aborto porque morían chicas. Les pregunté haciendo
qué morían esas chicas, y me dijeron “abortando”. Les pregunté si esas muertes se evitarían si
no se abortara y me dijeron que era machista.

Me dijeron que el problema era la clandestinidad. Les pregunté si el riesgo que conllevaba
realizar otros actos ilegales también era motivo para legalizar aquellos actos, y me dijeron que
no, que era ridículo. Les dije entonces que el argumento que proponían era el mismo, y entonces
era ridículo, y se enojaron.

Insistieron en que era un problema de salud pública por la cantidad de muertes. Les pregunté
cuántas eran y no se pusieron de acuerdo. A las que dieron números pequeños les pregunté si no
sería más efectivo a nivel salud invertir esos recursos en prevenir otras muertes más numerosas,
y me llamaron insensible. A las que daban números exorbitantes les pregunté cómo pensaban
repoblar el país. Les mostré que en países donde era más fuerte y eficiente la prohibición, había
muchos menos casos de muertes maternas por abortos que en los países donde era legal que se
hicieran. No les importó. Les mostré que otros países ya estaban sacando de circulación, por el
peligro que traía a la salud materna, el misoprostol. No les llamó la atención.

Empecé a dudar. Pensé que quizá se podía resolver el núcleo de la cuestión, que tiene que ver
con la vida y la libertad. A los que les hablé de metafísica, me dijeron que eso era chamuyo. A los
que les hablé de ciencia, me dijeron que la ciencia no tenía competencia en la ley. A los que les
hablé de ley, me dijeron que era una cuestión de principios. A los que les hablé de principios, me
dijeron que todo era relativo. A esos les pregunté entonces por qué estaban tan seguros, y me
llamaron dogmático.

Me dijeron que era una cuestión de pobreza. Les pregunté si les parecía bien matar pobres. Se
enfurecieron. Les pregunté si no era mejor mejorar la economía, y les hablé de modelos
económicos exitosos. Se aburrieron y me miraron raro, como si hablara otro idioma.

Me dijeron que era un tema de igualdad de género. Les pregunté si los padres podían demandar
el aborto en contra de la voluntad de la madre. Se escandalizaron. Les pregunté si creían en que
a un padre se le puede exigir legalmente hacerse cargo de un hijo que él no quiso. Lanzaron
gritos de guerra.

Me dijeron que nadie podía obligar a una mujer a ser madre. Estuve de acuerdo. Pero les
pregunté primero por qué sí se podía obligar a un hombre a ser padre. No entendieron. Les
pregunté si creían que el derecho a decidir estaba por encima del derecho a vivir. Dijeron que era
relativo. Les pregunté por qué, mejor, no buscamos una propuesta superadora que respete las 2
vidas y la elección de los padres a no hacerse cargo. Me dijeron que no les hable de adopción.
Les pregunté por qué. Callaron. Les insistí en por qué no mejorábamos el sistema de adopción.
Me dijeron que era imposible. Les comenté de otros países donde se hacía. No quisieron
escuchar. Les mencioné proyectos de ley en nuestro país para mejorar el sistema. Pero nadie
había hecho pañuelos por ese proyecto.

Las vi vestidas todas de un mismo color, vitoreando a su equipo, agradeciéndole las emociones
que les hizo vivir. Les dije que había ahí un fenómeno de masificación, y me llamaron
racionalista. Les pregunté si no seguían sin cuestionar lo que la masa, manipulada por medios y
poderes, les proponía. Me llamaron nuevamente dogmático. Sí. A mí.

Me di cuenta entonces que eran todas excusas. Que directamente la vida no les importaba. Ni la
de los seres humanos en gestación ni la de las gestantes. Si no, habrían dudado. Si no, habrían
escuchado. Si no, habrían investigado. Si no, habrían militado por propuestas superadoras. Pero
no. No les importa.

Las chicas sólo quieren poder matar. Los chicos sólo quieren desentenderse y no hacerse
responsables.
Guillermo Barber Soler

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