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SACRE

Análisis del Repertorio III


Javier Ara Sauco
27/05/2015

SACRE
Sasha Waltz propone con SACRE, su versión de la Consagración de la Primavera, una obra teatral-
abstracta desprovista de una única interpretación y que evoca en su intensidad y potencia el poder de la
naturaleza.Un ejercico donde el uso del espacio, la música y el trabajo con la energía son ejes
vertebrales de la creación.
En este caso, la coreógrafa utiliza la esencia del libreto original para hablarnos de temas universales (la
violencia,el grupo frente al individuo, la soledad, el aislamiento, la amenaza, el sacrificio...) y así traer la
obra a la actualidad.

La particular musicalidad de la coreógrafa quedá reflejada en el uso de la trepidante partitura de


Stravinsky. Se vale de sus acentos, sus marcados ritmos, pero también de sus menos evidentes capas
musicales, dotando así a la pieza de una musicalidad única y cautivadora. La música además sirve de
punto de partida y permite el trabajo de diferentes calidades de movimiento: espasmódico, astillado, más
lírico...

La complejidad en el uso que se hace del espacio reside en el convulso tráfico escénico que invade el
escenario durante toda la pieza. Las diferentes formaciones (duos, trios, solos, grupos numerosos...) se
dibujan y desdibujan constantemente en el espacio , generando una sensación de caos organizado, un
devenir milimétricamente pensado, pero que parece azaroso. Sasha Waltz hace alarde de su control
espacial, creando una exquisita "arquitectura en danza" que permite al espectador elegir qué ver. El foco
de atención cambia a su elección debido a la riqueza de la composición escénica.

Por su parte, el material coreográfico, que surgió de la improvisación, está cargado de mucha fuerza y su
virtuosismo, más que en la complejidad técnica, radica en la energía desde la que hay que interpretarlo y
la lucha contra la extenuación que produce su ejecución. Aunque abstracto, el movimiento está tintado
de numerosas referencias (que van desde la escultura griega y la imaginería de tribus primitivas hasta
simbologías religiosas relacionadas con la ofrenda, la siembra, el festejo, la adoración...) y en ciertas
ocasiones de una mirada casi expresionista. El equilibrio que se consigue entre belleza y brutalidad,
forma definida y "suciedad", aporta un interesante contrapunto al conjunto.

En SACRE la individualidad de cada bailarín se inserta en la energía común del grupo, la cual va in
crescendo a lo largo de la pieza hasta llegar a la extenuación y termina engengrando un estado de trance.
La escucha (al grupo y a la música) se convierte en hecho imprescindible para generar la atmósfera
salvaje, ancestral y animal que desprende la pieza.

Una enorme vara de bronce que se cierne sobre los bailarines en el transcurso de la obra reafirma la
presencia de la muerte, latente durante toda la pieza. A su vez, un montón de turba artificial en el centro
del escenario se esparce al ritmo de las frenéticas deambulaciones de los intérpretes. El humo que
genera se mezcla con el sudor, un vestuario de tonalidades terrosas que vuelve a la idea de la naturaleza
y el cansancio de una comunidad entregada al sacrificio.

Sasha Waltz vuelve a demostrar en SACRE su capacidad poética y de seducción. Logra reinterpretar la
catedral musical que supone la Consagración de Stravinsky siendo fiel a su estética, pero respetando la
esencia de la partitura.

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