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Para esta fijación, y como parte del manejo de las máximas de experiencia,
el juzgador compara entre sí los hechos que van arrojando cada uno de los
medios de prueba, rechazando total o parcialmente los contradictorios, o
escogiendo entre estos los que lo convenzan como acaecidos, y de seguidas
agrupa los que considera verdaderos. Pero a su vez, y como parte de los
argumentos que sirven para apuntalar su razonamiento, el juez puede utilizar
hechos ajenos a los litigiosos pero que consten en el proceso e inciden sobre
la certeza en la fijación que él hace de los hechos, y así: las estadísticas, el
modus operandi de un delincuente o los antecedentes, vienen a cohesionar y
apoyar la conclusión primaria del silogismo fáctico. Se trata de argumentos
fáctico s extras que complementan el proceso de fijación de los hechos, y
que apuntalan la certeza que se está obteniendo. Además de lo que quedó
probado en autos sobre lo sucedido, existe el dato comprobado -por ejemplo-
que lo demostrado coincide con el modus operandi del imputado, o con sus
antecedentes, etc.
Siendo ello posible (razón por la cual el juez también puede utilizar las
estadísticas, para motivar una conclusión), el diagnóstico psicológico sobre
un delincuente, tomado de la escena del crimen, podría convertirse en una
herramienta importante para ayudar en la formación del silogismo fáctico.
Por todo ello, además, consideramos viable y útil, que en los prontuarios
criminales, no sólo se identifiquen los modus operandi de los delincuentes
junto con sus caracteres fisicos, sino que también contengan sus perfiles
psicológicos. Se trata de la aprehensión de caracteres del individuo con fines
criminalísticos, cuya recolección no transgrede -en nuestra opinión- derechos
humanos. El Estado en su lucha contra la criminalidad tiene el derecho de
constatar las características del individuo, que son físicas y psíquicas.
Conforme al art 1151 del CC1, el juez para declarar la violencia deberá tomar
en cuenta que los hechos ejecutados sean tal que hagan impresión sobre una
persona sensata y que pueda inspirarle justo temor de exponer a su persona
o sus bienes a un mal notable; atendiendo en la materia a la edad, sexo y
condición de las personas.
Si bien es cierto que el juez con sus máximas de experiencia propias puede
resolver qué hechos ocurridos pueden impresionar a una persona sensata
(promedio), sin embargo, resulta algo muy personal, si la violencia (no la
absoluta, que es aquella que priva totalmente la voluntad) puede inspirar en
un individuo justo temor de exponer a su persona o a sus bienes a un mal
notable, y ese justo temor depende de la condición psíquica de cada sujeto,
ya que hay quienes pueden ser más impresionables que otros. Esta precisión
sólo puede ser objeto de un examen psicológico de quien pide la nulidad de
la obligación por violencia, quien en principio tendrá el interés de proponerla.
Los expertos que deben ser oídos por el juez de ejecución penal, en mI
opinión, deberían ser los miembros de un equipo, que necesariamente tendrá
psicólogos.
La psicología jurídica hace tiempo que fue acogida por las leyes. Hay
enfermedades profesionales causadas por factores psicológicos o
emocionales, que se manifiestan por una lesión orgánica, enzimática o
bioquímica, temporal o permanente, contempladas en el art 562 LOT;
mientras que el art 6 LOPCIMAT contempla los riesgos laborales
psicosociales. El art 28 de la misma ley, las enfermedades (laborales)
causadas por factores psicológicos y emocionales, y el art 31 eiusdem, la
alteración de la integridad emocional y psíquica del trabajador lesionado.
El CIMF las ignoró y sólo reguló la experticia médico forense para muertes,
lesiones, atentados al pudor y abortos.
A las pericias psiquiátricas, autores norteamericanos como Deamond y
Louiselle (pp 942 Y 943)3 o Moensenss e Imbaum4 han señalado
recomendaciones que creemos aplicables a las experticias psicológicas para
que puedan considerarse válidas y con eficacia probatoria.
Se trata del respeto a las normas sobre secreto profesional, así como los
derechos a la protección del honor, vida privada, intimidad, confidencialidad
y reputación, consagrados en el artículo 60 CRBV.
Igualmente, será necesario declarar reservasdas las pericias psicológicas que
puedan afectar la dignidad del ser humano, pudiendo sólo las partes
conocerlas, quedando a su vez vedada su comunicación al público mediante
copias certificadas.
Claro está, las afirmaciones de los autores norteamericanos citados y las que
hacemos nosotros, son sólo recomendaciones sobre los contenidos de los
informes, diagnósticos y dictámenes, aprovechable s en el proceso
venezolano a falta de una regulación legal del contenido, alcance y estructura
de la pericia psicológica, o del informe técnico integral, el cual tiene por
objeto conocer las relaciones familiares y la situación material y emocional de
las personas objeto de exámenes.
Para el proceso penal, el art 239 COPP expresa cuál debe ser el contenido del
dictamen pericial, pero dicha norma generaliza5, y consideramos que este especial
dictamen requiere de precisiones como las que señalamos. Dentro de la generalización del art
239 COPP caen los exámenes y operaciones comentadas, pero ello no basta, hay que explicarlos
y concatenarlos con la conclusión.
No está demás acotar, debido a las diversas leyes que las contemplan, que las pericias
psicológicas no buscan detectar o informar sobre enfermedades mentales (demencias, psicosis,
neurosis, adicciones y otros desórdenes de la personalidad) éstas son del campo de la psiquiatría
y su diagnóstico, tratamiento, etc, pertenecen al mundo de la psiquiatría y no al de la psicología.
Son los psiquiatras quienes dictaminan el trastorno mental del imputado (art 128 COPP);
igualmente el CPC al regular el procedimiento de interdicción (art 733) prevé la intervención de
facultativos para que examinen al notado de demencia (enfermedad mental), o quien sufre
perturbaciones psiquiátricas graves, previstas en el art 185 del CC).
El procedimiento de interdicción se sigue para la inhabilitación, por debilidad de entendimiento
y, por ello, son médicos (facultativos según la ley), quienes examinan al posible inhabilitado,
aunque la debilidad de entendimiento podría ser constatada por psicólogos, utilizando tests de
inteligencia, al igual que la determinación del retardo mental, tanto orgánico como socio-
cultural.
Tanto las pericias psiquiátricas como las psicológicas, así como las de los equipos
multidisciplinarios que dictaminen sobre asuntos mentales, necesitan de un ambiente particular
para interrelacionarse con el examinado. La necesidad de estos ambientes, así no sea en
particular para estas pruebas, fue tomada en cuenta en leyes especiales como la LOPPNNA (art
480) que prevé que el testimonio y examen de menores tenga lugar en espacios dispuestos
especialmente para ello en el tribunal.
Tratándose de experticias con características muy especiales donde la relación personal entre el
perito y el individuo sujeto a examen, requiere de un clima de confianza, sin interrupciones, con
aplicación de técnicas, con un raport entre psicólogo y paciente, nos queda la duda, si los
consultores técnicos, prevenidos para el proceso penal por el COPP (art 148) quienes pueden
presenciar las experticias, o la asistencia de las partes o sus delegados a las diligencias de los
expertos a fin de que hagan las observaciones que crean convenientes, contempladas en el art
463 CPC, para la pericia del proceso civil, pueden concurrir a la formación de estas pruebas.
Otro ámbito de actividad para la psicología, es la policial. Son psicólogos entrenados los mejores
interlocutores para llegar a acuerdos en casos de rehenes, o en cuadros de violencia familiar en
pleno desarrollo y otras situaciones semejantes. La mediación del psicólogo, entrenado
previamente en los caracteres psíquicos tipos de quienes cometen estos delitos, no sólo abonan
a la solución del problema, sino que los convierte en testigos calificados (debido a sus
conocimientos científicos) que en el debate oral van a contribuir a probar la ocurrencia de los
hechos y la identificación y actitud de los intervinientes.
Se trata de conocimientos de los hechos que se juzgan, que los adquieren los psicólogos
policiales, no porque las personas se los confíen, sino porque es parte de un trabajo que se
efectúa a favor del colectivo y que muchas veces es recogido por medios audiovisuales para
demostrar que la actuación policial fue legítima, ceñida a la legalidad.
La naturaleza de estos entrevistados no es la de un testigo, los que además no existen como tales
en la fase de investigación penal, sino de personas necesarias para efectuar el peritaje, cuya
comparecencia puede ordenarla el Ministerio Público o el Juez, conforme al articulo 240 COPP,
sujetos a mandatos de conducción por la fuerza pública, a fin de ser entrevistados por los
psicólogos (art 310 COPP).
La utilización de la psicología en la criminalística ya es de vieja data, sobre todo en la recopilación
de caracteres de quienes cometen determinados delitos, como ocurre con los asesinos en serie,
cuya personalidad psíquica se viene estudiando, al menos, desde 1929, cuando el Dr. Karl Berg
examinó en Alemania a Peter Kersten, conocido como el vampiro de Dusseldorf, quien había
cometido más de 80 crímenes, bebiéndose en muchos casos la sangre de las víctimas.
A medida que los abogados y el Poder Judicial tomen conciencia que la psicología es hoy una
ciencia auxiliar del derecho y del proceso, que a veces se imbrica inescindiblemente dentro de
ellos, el interés por dicha ciencia y la compenetración con el derecho irá en aumento.
Hoy en día a la prueba de ADN (art 31 de la Ley para la Protección de las Familias, la Maternidad
y la Paternidad) legalmente adquiere importancia fundamental en los procesos de filiación, y ¿es
que acaso no hay rasgos psicológicos hereditarios e identificatorios?
Así como hay hijos que caminan o tienen expresiones corporales idénticas a sus padres que no
conocen, y que por tanto no puede tal expresión ser achacada a imitaciones o a factores
culturales o de convivencia, así mismo hay rasgos psíquicos (iguales inclinaciones, reacciones,
miedos, etc) que conectan a los diversos miembros de una familia, lo que también puede ser
utilizado en procesos filiatorios cuando la prueba de ADN no se pudo realizar, o se llevó a cabo
en condiciones inseguras.
No voy a extenderme en los tratamientos psicológicos ordenados por los jueces, ni otros
aspectos del uso de esta ciencia, como el estudio subrepticio de la contraparte o de sus testigos,
ordenado por la otra parte, para manipulados o invalidarlos en juicio, lo que se discute si es o no
legítimo. Hacerlo es salirse de los límites de unas palabras que lo que buscan es resaltar la
importancia que hoy tiene la psicología con relación al derecho y que, como apunté, crecerá en
el futuro, sorprendiéndonos. De allí la importancia de foros, talleres, congresos y otras reuniones
sobre la psicología jurídica, a la cual los profesores Emilio Mira y López y Luis Muñoz Sabaté ya se
refirieron en sus obras Manual de Psicología Jurídica y Psicología Jurídica, respectivamente y de
la cual no escapan los detectores de tensión emocional o detectores de mentiras, o el uso de la
hipnosis y sus efectos, con fines criminalísticos. La psicología jurídica apenas si se asoma al uso
forense venezolano.
En el proceso penal, esas víctimas pueden prestar testimonio (art 297 COPP) ¿y cómo influye la
atención psicológica sobre dichas personas, o sobre los terceros testigos que sufrieron una
impresión psíquica con motivo del delito o los hechos presenciados, cuando expongan dentro
del proceso? Es más, debemos interpretar la definición del artículo 5 de la Ley de Protección de
Victimas, Testigos y demás Sujetos Procesales, en el sentido de que víctima directa no es quien
presencie un hecho así lo afecte, como lo expresa dicha norma, sino la persona contra quien va
dirigida la ofensa que emana del delito. Pero manteniendo tal interpretación, la víctima directa
de un delito que impresiona su psiquis se encuentra en la misma situación de quien lo presencia
y también se ve impresionado por él, y ambos pueden merecer tratamiento médico o
psicológico, sin que el art 8 de la ley especial los diferencie en cuanto a la posibilidad de
tratamiento.
Finalizada en estos casos la atención psicológica ¿cuánto influye ella en la declaración a prestarse
en juicio? Pensamos que esta es una incógnita que debe ser despejada por la psicología. Así
como se dice que la hipnosis sugestiona al hipnotizado, por las órdenes que recibe del
hipnotista, ¿no puede suceder lo mismo con la atención psicológica preprocesal?
Los cambios de personalidad que gracias al tratamiento psicológico pueden acontecer en una
persona después de presenciar sensorialmente unos hechos, opinamos es un elemento que
debe ser ponderado, y al cual la ciencia tiene que responder en sentido positivo o negativo, ya
que tales cambios pueden influir en la precepción de los hechos sobre los cuales se va a declarar.
Se dice que la hipnosis puede sugestionar a una persona, hacerlo olvidar hechos o implantarle
en la mente otros falsos.
Hay drogas que podrían ocasionar igual tipo de trastornos, y nos preguntamos si tal efecto
también puede provenir de un tratamiento psicológico, a veces imprescindible, que re encuadre
la situación, o de terapias para que los hechos percibido s no agraven las condiciones mentales
de quienes sufrieron o presenciaron los sucesos; o para mitigar daños psíquicos a las víctimas y
testigos. La última palabra sobre estas posibilidades las tiene la neurociencia. Pero si tales
sugestiones son posibles, la existencia de tratamientos antes de la declaración, tendrían que ser
ponderados por el juzgador, para desentrañar cuál es la real verdad, si en el proceso existen
pruebas de que los deponentes fueron sometidos a estas terapias. Tal vez una discusión entre
profesionales podría aclarar si son o no inocuos, o si permiten tergiversar lo aprehendido.
En Venezuela han ocurrido en muchas oportunidades homicidios que tienen como denominador
común que un cazador mata a un compañero de cacería, porque lo confunde con un venado con
características muy particulares, prácticamente un venado mágico.
En la década de los 50 del siglo 20, un autor cuyo nombre no recuerdo, así como el de la obra,
publicó en el país un estudio sobre varios casos de este tipo.
Lo difícil pareciera ser determinar si se trata de una alucinación, o de una condición especial que
surge dentro del lance de caza; es más, si con la "intervención del venado" se trata de encubrir
un crimen.
De nuevo aparece la psicología en escena, ya que pensamos que sólo un estudio psicocultural
del homicida, sus creencias, sus tendencias a lo mágico o a la alucinación, podría presentar una
Imagen aproximada de lo ocurrido, considerando la posibilidad de una alucinación u otra
perturbación psíquica, producto -no sólo de la mente del homicida- sino de la influencia de
creencias, mitos cinegéticos, lugares de cacería, etc.
Después de todo lo que hemos apuntado, juzguen ustedes mismos cuál es la importancia de la
psicología con relación al proceso y en particular a la prueba.
A veces pensamos si el criminal residivista no es un individuo que además de sus traumas
psíquicos es impulsado por ideas o mecanismos consumistas, ya que consume vidas, objetos,
mujeres, etc. Los va acumulando como el que consume compulsivamente objetos, a veces
inútiles.
Contribuyendo, en alguna forma, a que los estudios sobre la mente aporten al derecho, al
proceso y a la prevención del delito, la Escuela Nacional de la Magistratura, viene realizando un
experimento que se me había ocurrido hace años, y que vamos desarrollando con el equipo
audiovisual de la Escuela y cuyos resultados están a la orden de criminólogos, criminalistas e
investigadores de la conducta. Dicho experimento que en la práctica lo llevan adelante la Dra.
María Elena Moreno Angulo y el Dr. Rafael López, consiste en pasar videos de los transeúntes
que caminan en una calle concurrida (salida del Metro de Chacao), a fin de que atracadores
presos a quienes se les proyecta el video, señalen a quienes entre esos peatones atracarían, y
sorpresa, el sesenta y dos por ciento (62%) de los entrevistados ha señalado a la misma persona,
lo que resulta un dato que amerita ahondar la investigación.
Esperamos que este Congreso promueva el interés por la psicología jurídica y criminal, ya que no
es posible pensar en políticas antidelictivas, si los psicólogos y sociólogos especializados, no
marcan las pautas a seguir; sino se desmonta la cultura delictiva, que parece apoyarse en una
sociedad ambigua que rechaza al delincuente y al mismo tiempo lo celebra.
Gracias.