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Discurso del Magistrado, Jesús Eduardo Cabrera Romero, en el ocasión

del Primer Congreso de Psicología Jurídica celebrado en la Universidad


Yacambú del Estado Lara

Cuando un juez va a sentenciar, realiza dos silogismos: uno, el silogismo


sentencial, donde utiliza como premisa mayor a la norma jurídica, como
premisa menor los hechos del litigio sobre los cuales ha adquirido certeza, y
si estos hechos encajan en el supuesto de hecho de la norma, como
conclusión: aplica el mandato en ella contenido.

Pero antes de ejecutar ese silogismo, ha realizado otro, que podríamos


llamar el silogismo o cuasi silogismo fáctico, donde el juez utiliza como
premisa mayor las reglas de lógica y de experiencia (comunes o
especializadas); como premisa menor, los hechos que incorporan los medios
de prueba al proceso, y si éstos se subsumen como posibles dentro de las
reglas de lógica y las máximas de experiencia, como conclusión: los fija como
ciertos.

Para esta fijación, y como parte del manejo de las máximas de experiencia,
el juzgador compara entre sí los hechos que van arrojando cada uno de los
medios de prueba, rechazando total o parcialmente los contradictorios, o
escogiendo entre estos los que lo convenzan como acaecidos, y de seguidas
agrupa los que considera verdaderos. Pero a su vez, y como parte de los
argumentos que sirven para apuntalar su razonamiento, el juez puede utilizar
hechos ajenos a los litigiosos pero que consten en el proceso e inciden sobre
la certeza en la fijación que él hace de los hechos, y así: las estadísticas, el
modus operandi de un delincuente o los antecedentes, vienen a cohesionar y
apoyar la conclusión primaria del silogismo fáctico. Se trata de argumentos
fáctico s extras que complementan el proceso de fijación de los hechos, y
que apuntalan la certeza que se está obteniendo. Además de lo que quedó
probado en autos sobre lo sucedido, existe el dato comprobado -por ejemplo-
que lo demostrado coincide con el modus operandi del imputado, o con sus
antecedentes, etc.

Siendo ello posible (razón por la cual el juez también puede utilizar las
estadísticas, para motivar una conclusión), el diagnóstico psicológico sobre
un delincuente, tomado de la escena del crimen, podría convertirse en una
herramienta importante para ayudar en la formación del silogismo fáctico.

Si un psicólogo acompaña a los funcionarios que acuden a la escena del


crimen, con base en lo que allí percibe, tal vez pueda hacer un perfil
psicológico tentativo del criminal.
Puede concluir, que se trata de un delincuente violento, cruel, insensible,
sádico, exhibicionista, narcisista, con tales o cuales características de
personalidad, y si al imputado se le hace dentro del proceso un
reconocimiento psicológico y se determina que su perfil concuerda con el que
se atribuye al delincuente según lo observado en la escena del crimen, el
juez tiene un argumento adicional para convencerse de que el reo es el
criminal, blindando con un elemento más los componentes del silogismo
fáctico.

La circunstancia anotada, de por sí, denota la importancia de la psicología


como ciencia auxiliar -al menos- del Derecho Probatorio, y la necesidad que
tiene el Ministerio Público, como titular de la acción penal, de utilizar
psicólogos como parte de la actividad criminalística o investigativa, así como
de promover en juicio experticias que determinen el perfil psicológico del
imputado y 10 conectan con el perfil tentativo obtenido en la escena del
crimen. En este sentido la psicología jurídica deviene en una ciencia que va a
ayudar o a orientar al juez a obtener certeza sobre los hechos.

Al igual que con cualquier manifestación psíquica, el psicólogo que examina


la escena del crimen, no va a estar apreciando únicamente lo obvio, que
puede ser falso, puesto allí para confundir o desviar la investigación hacia
erradas pistas; su labor está dirigida hacia 10 que el profano no detecta y
que conduce a conocer la mente del criminal, las características psíquicas de
su conducta.

La presencia del psicólogo en el lugar del crimen, coetáneamente con los


funcionarios que allí comienzan la investigación, permite registrar caracteres
psíquicos, que al ser comparados con otros obtenidos en otras escenas,
pueden permitir conocer si se está -por ejemplo- ante un asesino serial, y
determinar mediante estos requisitos, cuándo comenzó su actividad y cuál es
la huella o signo que repite. Como se mueve, lineal o en círculo, etc.

Por todo ello, además, consideramos viable y útil, que en los prontuarios
criminales, no sólo se identifiquen los modus operandi de los delincuentes
junto con sus caracteres fisicos, sino que también contengan sus perfiles
psicológicos. Se trata de la aprehensión de caracteres del individuo con fines
criminalísticos, cuya recolección no transgrede -en nuestra opinión- derechos
humanos. El Estado en su lucha contra la criminalidad tiene el derecho de
constatar las características del individuo, que son físicas y psíquicas.

Pero el aporte de la psicología al derecho y al proceso no se detiene en el


proceso penal. En el proceso civil, en materia probatoria, la pericia
psicológica puede ser o devenir, en una de las pruebas importantes para
determinar la existencia del vicio del consentimiento: violencia.

Conforme al art 1151 del CC1, el juez para declarar la violencia deberá tomar
en cuenta que los hechos ejecutados sean tal que hagan impresión sobre una
persona sensata y que pueda inspirarle justo temor de exponer a su persona
o sus bienes a un mal notable; atendiendo en la materia a la edad, sexo y
condición de las personas.

Si bien es cierto que el juez con sus máximas de experiencia propias puede
resolver qué hechos ocurridos pueden impresionar a una persona sensata
(promedio), sin embargo, resulta algo muy personal, si la violencia (no la
absoluta, que es aquella que priva totalmente la voluntad) puede inspirar en
un individuo justo temor de exponer a su persona o a sus bienes a un mal
notable, y ese justo temor depende de la condición psíquica de cada sujeto,
ya que hay quienes pueden ser más impresionables que otros. Esta precisión
sólo puede ser objeto de un examen psicológico de quien pide la nulidad de
la obligación por violencia, quien en principio tendrá el interés de proponerla.

De interpretar se el art 1151 del CC en el sentido, de que es al juez a quien


corresponde sin otras pruebas, y con sus máximas de experiencia,
determinar si la violencia ejercida era capaz de inspirar justo temor al
demandante de exponer su persona o sus bienes a un mal notable, tal
interpretación no impedirá al demandado promover en la causa una
experticia para demostrar que al accionante (supuesta víctima de la
violencia), los hechos no le inspiraban temor, y tal pericia no podrá ser otra
que un dictamen de psicólogos.

La falta de una voluntad libre en una persona para otorgar su


consentimiento, a veces ha sido cuestionada en materia contractual,
alegándose en el juico que uno de los contratantes no gozaba de plena
conciencia cuando se comprometió. Si la nulidad pedida se basó en que un
difunto, parte en la convención o en un acto jurídico, no tenía plena
conciencia al momento del negocio o del acto, conocemos casos donde para
comprobar tal situación se promovió en la causa una autopsia psicológica a
fin de que los psicólogos dictaminaran si era posible que una persona hubiera
donado unos bienes a uno de sus herederos, o a otro individuo, con quienes
se afirmaba no tenía buenas relaciones.

En el caso que conocemos, a los expertos se les proveyó de cartas cursadas


entre el difunto y el donatario, así como se les ordenó estudiaran los
testimonios que corrían en autos y documentos de diversas fechas,
anteriores a la muerte o contemporáneos a la época del deceso, que
permitían a los peritos representarse el tipo de relación entre las partes del
negocio; y con este material y otras investigaciones que hicieron los peritos
(posibles dentro del proceso civil si se aplican por analogía disposiciones de
la pericia médica forense -art 29 CIMF -, que permite al perito investigar),
produjeron su dictamen. Una vez más, la psicología obró al servicio de la
justicia.

Son las autopsias psicológicas, pericias importantes cuando se investiga una


muerte, a fin de dilucidar si ella fue un suicidio, un homicidio, o una muerte
por causas naturales que luce dudosa; o cuando se discute en un proceso
mercantil por cobro de un seguro, donde el riesgo de suicidio del asegurado
no estaba cubierto, si el deceso provino porque el asegurado se quitó la vida.
La propensión al suicidio determinada por la autopsia psicológica, vendrá a
obrar como un argumento más, unido a los otros elementos del proceso,
para que el juez determine si el occiso se suicidó o no.
No ha faltado quien ha querido en juicio probar los daños morales mediante
una expertica psicológica que dictamine sobre la depresión o el abatimiento
del reclamante.

La violación de los derechos inherentes a la personalidad, trae como


consecuencia normal un dolor o sufrimiento, y el menoscabo de esos
derechos per se produce un daño, por 10 que él no requiere de prueba y al
juez sólo le corresponde cuantificarlo.

Pero como la normalidad no es absoluta, ya que hay anormales o individuos


que se encuentran transitoriamente en una situación anormal, el demandado
por éstos personajes podría probar mediante pericias psicológicas que el
demandante es insensible y que no responde a los sentimientos naturales,
por 10 que el daño moral no existe. La naturaleza y forma de estas
experticias tendrían que identificarse plenamente al promoverlas, a fin de
que la contraparte del proponente pueda discutir la credibilidad del método
(test, etc) que guiará el examen, y así poder controlarlo.
No está de más hacer aquí un alcance, cual es la diferencia entre el daño
moral y el daño psicológico. El daño moral o espiritual es aquel que sufre
necesariamente una persona, por hechos que afectan sus derechos
inherentes a la personalidad.

La muerte de un ser querido, las lesiones físicas, o al honor y a la reputación


-por ejemplo- al ocurrir, automática y normalmente, causan dolor al espíritu
del afectado, y ello es del ámbito del daño moral; pero este daño al espíritu
puede generar traumas psíquicos que van más allá del dolor o la
perturbación anímica en sí, que se extienden persistentemente sobre la
conducta de la víctima del daño, y que requieren de la intervención de
profesionales de la psicología para mitigado o enervado. Este es el daño
psicológico que será tratado por psicólogos, y que sólo puede ser
diagnosticado por ellos si judicialmente se pidiere la indemnización por estos
daños (referidos al tratamiento, etc). Ellos no son daños morales, sino
materiales o quizá de otra especie.

Los daños provenientes de la pérdida de la vida de relación de un sujeto


(imposibilidad de recrearse, de amar, de gozar de un buen libro o una buena
comida, etc) son también indemnizables, y la magnitud del trauma causado
por la pérdida del disfrute de los placeres de la vida, creemos no es cuestión
que pueda cuantificar el juez a su arbitrio, ya que ello no 10 confundimos con
los daños morales, y la lesión debe ser determinada por psicólogos. Hay
traumas que anulan la creatividad, el deseo de vivir, el disfrutar del sexo, del
amor, etc. Podríamos pensar que un sufrimiento extensivo paraliza o
distorsiona la psiquis de la víctima, le cambia la vida.

Si se aplican textualmente articulo s como el 1196 del Código Civil


venezolano, ó 250 del Código de Procedimiento Civil, el juez es quien
acuerda la indemnización sin tomar en cuenta la intensidad del sufrimiento y
sus efectos. Tomando en cuenta otros parámetros, el juez ante la lesión a los
derechos inherentes a la personalidad -a su ámbito- acuerda el monto de la
indemnización del daño.

Él conoce que la víctima normalmente sufrió un dolor y lo indemniza. Pero si


se demuestra en juicio cómo se extendió el sufrimiento espiritual de la
víctima, paralizando o enervando su vida de relación, su quehacer cotidiano,
sus relaciones familiares y sociales, lo que se logra probar mediante una
pericia psicológica, resulta injusto que e] juez no valore tales circunstancias,
que son independientes de los tratamientos psicológicos a que deba
someterse el dañado, que van más allá del precio del dolor, de la lesión
normal al espíritu, por le cual opinamos que en este sentido este sufrimiento
se prueba, y tiene que ser objeto de otro tipo de indemnización, más allá de
la del dañe moral, así quede a criterio del juez. Es por ello que el art 1196 CC
obliga a reparar todo daño material o moral causado por el acto ilícito. Éste
es el principio. Pero dicha norma agrega que: especialmente el juez puede
acordar indemnizaciones a la víctima Opinamos que esta indemnización
especial corresponde a otro tipo de: daño separable del moral propiamente
dicho, emparentado con él porque está referido a una lesión espiritual, pero
que se proyecta hacia el futuro, y que en muchos casos tendrá que ser
probado.
Este tipo de daño debe corresponderse con la magnitud de la lesión) la
calidad del hecho ilícito.

El art 46 de la CRBV establece el derecho de toda persona a su integridad


psíquica. Viene a ser la tortura una forma de vío1ar esa integridad psíquica,
10 que constituye un delito a tenor del art 182 del CP; además que la
información obtenida por esos métodos es ilegítima dentro del proceso penal
(art 197 COPP), y las pruebas personales (declaraciones) nulas por falta de
voluntad de la víctima de la violencia, tal como 10 señalan las Leyes
Aprobatorias de le Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura (art 10) o de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes (art 15).

El sufrimiento mental que pueda ser considerado tortura SI no es


consecuencia de medidas legales, en algunos casos podrá ser establecido por
el juzgador utilizando sus máximas de experiencia comunes, pero en otros, el
dictamen de psicólogos será el instrumento que le permita concluir que una
persona estuvo sometida a sufrimientos mentales y cuál es el alcance de
estos, para sentenciar si hubo o no tortura.

Por otra parte, la necesidad del asesoramiento psicológico dentro de proceso,


es algo que han vivido la mayoría de los jueces, cuando en el juicio oral se
están recibiendo declaraciones de partes o testimonios de terceros. Muchas
veces los juzgadores quisieran tener conocimientos de neurolingüística para
detectar en el comportamiento del deponente, indicios que lo convenzan o no
sobre su veracidad.

Ello ha llegado a plantear la posibilidad de que en procesos regidos por el


principio de inmediación, que deben ser sentenciados al finalizar el debate y
donde las pruebas que se reciben en la audiencia son, coetáneamente con su
recepción en estrados, estudiadas por el juez a fin de apreciarlas, este pueda
al presenciar la incorporación de las probanzas, asesorarse con psicólogos
que lo orienten con relación al dicho de algunos testigos.

Nosotros creemos que ello es posible, así no lo diga expresamente la ley, ya


que la situación de un juez ordinario no puede ser diferente en cuanto a la
apreciación de las pruebas, a la de un juez que juzga a niños, niñas y
adolescentes, o que los examina dentro de la justicia de género; y si este
juzgador puede acudir al auxilio de un grupo multidisciplinario, al cual
pertenecen los psicólogos (arts 179 LOPPNNA y 121 LOSDMVLV) para oír y
entender o estimar el testimonio de los menores (art 480 LOPPNNA y 122-4
LOSDMVLV), o para recibir, obtener y apreciar la opinión de los mismos (art
484 LOPPNNA y 122-4 LOSDMVLV), cómo es que el juez ordinario no va a
poder acudir a ellos para que 10 ayuden a apreciar la prueba testimonial en
cualquier juicio donde impera el principio de inmediación, donde lo
importante no sólo son las respuestas del testigo recogidas o no en un acta,
sino lo que se aprehendió en la declaración oral, observando en el deponente
su expresión corporal, la inflexión de su voz, el tiempo de respuesta, así
como otros síntomas que aportan indicios sobre la verosimilitud del
testimonio. Es allí donde resulta importante el auxilio del profesional de la
psicología, máxime cuando en la actualidad hay estudios para detectar la
mentira, entre otros, los que se basan en la micra expresión facial, que surge
de los músculos superiores o inferiores de la cara, lo que hace necesario,
para apreciar la posible mentira, un entrenado experto en la materia.

La previsión de la LOPPNNA (art 480), en el sentido de que en el examen del


niño, la niña o el adolescente, que actúa en el proceso como testigo, puede
intervenir el equipo multidisciplinario para auxiliar al juez, lo entendemos
como un aporte especializado para expurgar al testimonio de los menores de
las distorsiones que puede contener, debido a influencias, sugestiones y otros
motivos que crean en ellos una falsa memoria.

Pero tanto la falsa memoria, como la distorsión del testimonio, narrando


hechos como ciertos, que no sucedieron en la forma cómo se expresan,
porque desaparecieron o decayeron en la memoria y que se re inventaron
con otros eventos para llenar las lagunas mentales, no es exclusividad de los
niños y de los ancianos, sino que pueden ocurrir en adultos normales que
obran de buena fe.

Cuando esto sucede, el testigo ha incorporado a sus recuerdos los hechos


sustitutivos o fantasías distorsionantes, e incluso cree en ellas. Después del
evento percibido, la memoria de las personas empieza a decaer y se va
contaminando con informaciones que se reciben y las lagunas, dudas o
imprecisiones de los hechos, se reelaboran después de la percepción inicial,
por 10 que a veces se re inventan los hechos en el recuerdo.

Dentro de un estado de justicia (art 2 CRBV), que por tanto en el proceso


debe tratar de aproximarse a la verdad, el expurgar la memoria del testigo
para que declare conforme a ella, debe ser una meta que para lograrse
requiere de métodos científicos, siendo los psicólogos los especialistas en la
materia.

La inserción de estos especialistas en el proceso, ya es otro tema, debido a


que el trabajo con el testigo para identificar lo que realmente recuerda (sin
distorsiones), debería tener lugar si su dicho se impugna, y ello no
funcionaría sino después de la declaración.

No se trata de un testigo falso, tachable, sino de un testigo inexacto; y así


como creemos que el testigo puede ser impugnado después de la declaración
por falsedad en la misma, sin necesidad de tachado previamente, a fin de
que la falsedad de lo depuesto sea constatada por ser una figura la tacha de
la persona del testigo y otra la impugnación de su declaración, también
opinamos que la declaración del testigo puede ser atacada no sólo para
demostrar su falsedad, sino para demostrar inexactitudes en lo expuesto,
para atacar su credibilidad. A este fin se abriría una articulación probatoria.
Francisco Gorphe en su obra "La Crítica del Testimonio" (Instituto Editorial
Reus, S. A. Madrid. Cuarta edición, 1962), ya se ocupaba de la relación del
testigo con los hechos, de los peligros de la declaración de niños menores de
15 años, y de ancianos, debido a la sugestibilidad, y con respecto a los
ancianos apuntaba el debilitamiento de los recuerdo, y la tendencia
inconsciente a completar la imperfección de las sensaciones.

Asimismo, formulaba recomendaciones para conocer y controlar la capacidad


mental de reproducción del testigo, el trato hacia sucesos remotos, a la
existencia de puentes mnemónicos, predisposición e idética y el tomar en
cuenta conmociones cerebrales, etc.

No tenemos dudas al afirmar que estos exámenes de la memoria del testigo,


están dentro del ejercicio de la psicología, y que las partes (inclusive el
promovente de la prueba) podrían acudir a la pericia psicológica, para que se
dictamine sobre la memoria del testigo, lo que abona a la veracidad de su
dicho.
Entre los servicios judiciales que creemos debe prestar el Estado a la
administración de justicia, debería estar un equipo de psicólogos
especializados en declaraciones orales, para ayudar al juez y a las partes en
la obtención de la credibilidad de los dichos.

Cuando la jurisdicción se ejerce en materia de niños, niñas y adolescentes, el


mencionado equipo multidisciplinario, integrado entre otros profesionales por
psicólogos, debe legalmente dictaminar en los procesos de responsabilidad
de crianza, convivencia familiar, obligación de manutención, patria potestad
o familia sustituta (arts 394-A y 395-D LOPPNNA), a fin de ayudar a formar
la convicción del juez; y en materia de responsabilidad de menores la ley
exige un informe psicosocial (y debemos subrayar lo de psico) para que el
juez pueda establecer la sanción (art 22 LOPPNNA).
Otros informes de estos equipos multidisciplinarios son necesarios a los fines
de la determinación judicial de las modalidades de familias sustitutivas que
corresponden a cada caso (art 395-D LOPPNNA), o para rendir el informe
técnico integral cuyo objeto es conocer las relaciones familiares y la situación
material y emocional de los menores, al cual se refiere el art 481 LOPPNNA
en materia de responsabilidad de crianza.

Luego, la psicología jurídica no está llegando al proceso por una puerta


escondida, sino por la puerta principal, y tal vez no estamos tomando
conciencia de ello.
A otro equipo multidisciplinario, integrado, entre otros profesionales, por
psicólogos (art 121 LOSDMVLV), en los procesos por delitos de género, le
corresponde emitir experticias bio-psico-social-legal (art 121); realizar
experticias en el proceso mediante informes técnicos integrados (122
LOSDMVLV) y auxiliar al tribunal de violencia contra la mujer en la ejecución
de las decisiones judiciales (art 122-5 LOSDMVLV).

Somos partidarios de la existencia, como auxiliar del juez, de los equipos


interdisciplinarios, pero no limitados a los procesos de menores o de violencia
de género. Pensamos que en cada circunscripción judicial debería existir, al
menos, un equipo a la orden de los juzgadores, ya que en un estado social
de derecho y de justicia, muchas veces ésta se logra aprovechando detalles
psico¬-socioeconómicos que permiten conocer mejor los hechos; o en
materia penal, conforme a las aptitudes ocupacionales de las personas, así
como sus tendencias, imponerle al penado una medida (como trabajo
comunitario, por ejemplo) o señalar el alcance de las medidas de seguridad,
tanto las prevenidas en el COPP como en el art 105 LOCTICSEP; o la
extensión del régimen de prueba del penado, para 10 cual la ley, entre las
obligaciones que puede el juez imponerle, se encuentra el tratamiento
médico-psicológico (arts 44-7 y 495-5 COPP), o el asistir a centros de
práctica de terapia de grupo.

Los expertos que deben ser oídos por el juez de ejecución penal, en mI
opinión, deberían ser los miembros de un equipo, que necesariamente tendrá
psicólogos.

Son estos entes multidisciplinarios, por su especialidad, los que garantizan a


su vez, la incorporación de todos los avances que aporta la neurociencia
relativos al manejo del comportamiento social y moral del individuo.

La psicología jurídica hace tiempo que fue acogida por las leyes. Hay
enfermedades profesionales causadas por factores psicológicos o
emocionales, que se manifiestan por una lesión orgánica, enzimática o
bioquímica, temporal o permanente, contempladas en el art 562 LOT;
mientras que el art 6 LOPCIMAT contempla los riesgos laborales
psicosociales. El art 28 de la misma ley, las enfermedades (laborales)
causadas por factores psicológicos y emocionales, y el art 31 eiusdem, la
alteración de la integridad emocional y psíquica del trabajador lesionado.

La ley aprobatoria de la Convención Interamericana sobre Restitución


Internacional de Menores (GO Ext 5070 de 28-5-96) en su art 11 contempla
la oposición de una parte al regreso del menor a restituirse, por riesgo grave
de peligro psíquico; y en la Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso
a los Bienes y Servicios, el art 7-8 prohíbe la publicidad subliminal, engañosa
que induzca al consumismo o que contenga métodos coercitivos que
distorsionan la conciencia; y dentro de la justicia constitucional, nos parece
que muchas veces serán los psicólogos, al igual que en la aplicación de los
artículos inmediatamente citados, o en las leyes donde se prohíbe la
publicidad subliminal, quienes pueden orientar al juez sobre si al accionante
le han coartado su derecho fundamental al libre desenvolvimiento de su
personalidad (art 20 CRBV), o se está ante una publicidad subliminal o con
métodos coercitivos que distorsionan la conciencia.

La LOSDMVLV2 protege la integridad psicológica de la mujer (art 5-2). En su


art 15 prevé como forma de violencia psicológica contra la mujer (art 15-1)
la amenaza de un daño psicológico, e igualmente, reconoce su indemnización
mediante el tratamiento psicológico que necesite la víctima (art 61), así
como los exámenes psicofísicos durante la investigación de los delitos (art
97), y el decreto de medidas cautelares para la protección psicológica de la
víctima (art 92-8). Por otra parte, la Ley de Protección de Víctimas, Testigos
y demás Sujetos Procesales, en su artículo 5, considera víctimas directas del
delito, a las personas que individual o colectivamente hayan sufrido cualquier
tipo de daño físico o psicológico Si jurisdiccionalmente se plantearan todas
estas alteraciones o influencias psíquicas, ningún juez del país está en
condiciones per se de poder apreciarlas y poder juzgar con responsabilidad.
Necesariamente, el auxilio técnico de psicólogos es imprescindible (son ellos
los que pueden aportar qué es la integridad psicológica o el daño
psicológico).
Pero a pesar de todas las normas citadas, las leyes adjetivas no traen
ninguna recomendación sobre cómo debe ser la experticia psicológica.

El CIMF las ignoró y sólo reguló la experticia médico forense para muertes,
lesiones, atentados al pudor y abortos.
A las pericias psiquiátricas, autores norteamericanos como Deamond y
Louiselle (pp 942 Y 943)3 o Moensenss e Imbaum4 han señalado
recomendaciones que creemos aplicables a las experticias psicológicas para
que puedan considerarse válidas y con eficacia probatoria.

El CIMF, aunque se refiere a la intervención del médico forense, y cuyas


normas por analogía pudieran aplicarse al psicólogo forense (o al que
interviene en un juicio), no trae disposiciones que orienten sobre el peritaje
psiquiátrico o psicológico, sino sobre la sustanciación de la experticia médico
forense, donde el CIMF distingue las pericias a utilizarse en el proceso penal
de las del proceso civil, las cuales se rigen por el CPC.

De allí, que tengamos que acudir a la doctrina internacional y a nuestras


propias conclusiones, para estructurar los requisitos que debe llenar la
experticia psicológica, a fin de que el juez venezolano pueda validarla y
aplicarla.

A estos fines consideramos que el informe o dictamen debe contener:


1) Una descripción de la completa relación entre el experto con el paciente o
con las partes, como legitimadora de los motivos de su información.
2) Una descripción integral, no fragmentada, del examinado, de manera que
su historia, que comienza a veces antes de su nacimiento, influida por su
herencia familiar, social y cultural, ayude a reflejar su realidad psíquica. De
allí que el experto debe relatar cómo se conectó con el paciente, su
interacción con éste, cómo ha manejado la información obtenida y, cómo
reconstruyó los eventos de la vida del examinado, y qué es lo que ha inferido
sobre los invisibles y secretos procesos de la mente.
3) Los tests o pruebas psicológicas utilizadas (tests de personalidad,
inteligencia, psicomotores, etc), su necesidad y sus resultados, con
explicación de los mismos, ya que el juez, si no es psicólogo, no conoce su
manejo, nI puede interpretar los resultados de estas pruebas.
4) La base científica del diagnóstico, señalando la conexidad entre los
resultados de los exámenes que se mencionan en el informe o dictamen, con
las conclusiones, de manera de minimizar la subjetividad del o de los
expertos. Para garantizar los resultados, y que se pueda patentizar el control
de la prueba, los tests con sus resultados deben anexarse al dictamen.
5) Para el caso que se utilizaren medicamentos o drogas que faciliten el
diagnóstico, la identificación de las mismas, su necesidad y efectos; así como
la autorización del examinado para consumirlas. La utilización, aún con su
consentimiento, de drogas, medicinas o métodos que menoscaben la
voluntad, anulan la prueba pericial, al menos dentro del proceso penal,
conforme al art 125-11 COPP.
6) Opinamos que además, el peritaje debe contener una referencia a las
normas que sirven de base a la pretensión, ya que el conocimiento y
entendimiento de los peritos de la norma cuya aplicación se pide, permite
oriental el diagnóstico.
La comprensión por los peritos de la norma jurídica que se aplicará en el
fallo, así como el conocimiento de los hechos litigiosos, los reputamos
importantes (y tal vez decisivos) para fundamentar correctamente el
dictamen psicológico.

Igualmente, es un requisito de eficacia probatoria el que el informe,


diagnóstico o dictamen, sea elaborado en un lenguaje que el juez lo
entienda, y no cargado de tecnicismos incomprensibles para quien no sea
psicólogo.

En la preparación del dictamen los profesionales, en muchos casos, tienen


que enterarse de la vida íntima de los examinados, quienes la confían a los
peritos, y por ello en diversos casos, el dictamen tendría partes secretas,
eximidas del principio de publicidad del proceso, y las audiencias para recibir
la prueba en el proceso oral, podrían ser a puertas cerradas, como lo
establecen los arts 24 CPC y 333 COPP, conforme el proceso sea civil o penal.

Se trata del respeto a las normas sobre secreto profesional, así como los
derechos a la protección del honor, vida privada, intimidad, confidencialidad
y reputación, consagrados en el artículo 60 CRBV.
Igualmente, será necesario declarar reservasdas las pericias psicológicas que
puedan afectar la dignidad del ser humano, pudiendo sólo las partes
conocerlas, quedando a su vez vedada su comunicación al público mediante
copias certificadas.

Sólo siguiendo estas recomendaciones, la imparcialidad, como presupuesto


del peritaje, podría ser apreciada por la sana crítica; por la que el juez -a
pesar de la cientificidad del dictamen- puede apartarse de él.

Claro está, las afirmaciones de los autores norteamericanos citados y las que
hacemos nosotros, son sólo recomendaciones sobre los contenidos de los
informes, diagnósticos y dictámenes, aprovechable s en el proceso
venezolano a falta de una regulación legal del contenido, alcance y estructura
de la pericia psicológica, o del informe técnico integral, el cual tiene por
objeto conocer las relaciones familiares y la situación material y emocional de
las personas objeto de exámenes.

Para el proceso penal, el art 239 COPP expresa cuál debe ser el contenido del
dictamen pericial, pero dicha norma generaliza5, y consideramos que este especial
dictamen requiere de precisiones como las que señalamos. Dentro de la generalización del art
239 COPP caen los exámenes y operaciones comentadas, pero ello no basta, hay que explicarlos
y concatenarlos con la conclusión.

No está demás acotar, debido a las diversas leyes que las contemplan, que las pericias
psicológicas no buscan detectar o informar sobre enfermedades mentales (demencias, psicosis,
neurosis, adicciones y otros desórdenes de la personalidad) éstas son del campo de la psiquiatría
y su diagnóstico, tratamiento, etc, pertenecen al mundo de la psiquiatría y no al de la psicología.
Son los psiquiatras quienes dictaminan el trastorno mental del imputado (art 128 COPP);
igualmente el CPC al regular el procedimiento de interdicción (art 733) prevé la intervención de
facultativos para que examinen al notado de demencia (enfermedad mental), o quien sufre
perturbaciones psiquiátricas graves, previstas en el art 185 del CC).
El procedimiento de interdicción se sigue para la inhabilitación, por debilidad de entendimiento
y, por ello, son médicos (facultativos según la ley), quienes examinan al posible inhabilitado,
aunque la debilidad de entendimiento podría ser constatada por psicólogos, utilizando tests de
inteligencia, al igual que la determinación del retardo mental, tanto orgánico como socio-
cultural.

Tanto las pericias psiquiátricas como las psicológicas, así como las de los equipos
multidisciplinarios que dictaminen sobre asuntos mentales, necesitan de un ambiente particular
para interrelacionarse con el examinado. La necesidad de estos ambientes, así no sea en
particular para estas pruebas, fue tomada en cuenta en leyes especiales como la LOPPNNA (art
480) que prevé que el testimonio y examen de menores tenga lugar en espacios dispuestos
especialmente para ello en el tribunal.

Tratándose de experticias con características muy especiales donde la relación personal entre el
perito y el individuo sujeto a examen, requiere de un clima de confianza, sin interrupciones, con
aplicación de técnicas, con un raport entre psicólogo y paciente, nos queda la duda, si los
consultores técnicos, prevenidos para el proceso penal por el COPP (art 148) quienes pueden
presenciar las experticias, o la asistencia de las partes o sus delegados a las diligencias de los
expertos a fin de que hagan las observaciones que crean convenientes, contempladas en el art
463 CPC, para la pericia del proceso civil, pueden concurrir a la formación de estas pruebas.

Corresponde a los profesionales de las neurociencias establecer los parámetros de sus


exámenes, a fin de que el juez los regule y adapte los artículos 148 COPP y 463 CPC (ambas
expresiones del derecho de defensa de las partes) a los requerimientos de la prueba. En nuestro
entender, el art 7 CPC, permite al juez civil señalar formas para la realización de los actos cuando
estos -con sus circunstancias especiales como en estos supuestos- no están prevenidas en la ley,
por 10 que si la pericia no puede realizarse con la intervención de personas distintas a los
expertos nombrados, los derechos de las partes deben adaptarse a tal situación, señalando el
juez cómo se ejercerán. Tal vez la reproducción audiovisual de las sesiones con los examinados,
para el estudio por los delegados o consultores técnicos podría ser una solución.

Por lo delicado de estos exámenes, y la subjetividad que pueden generar en el examinador,


consideramos que el testimonio calificado del profesional que trató extrajudicialmente a una
persona, cuya condición psicológica debe ser comunicada en estrados, así como la declaración
de un perito-testigo, sobre lo que ha averiguado de una persona en el área psíquica, aspectos
que interesan al proceso, sólo tienen eficacia probatoria si están soportados en estudios
documentados que se insertan en la causa, a fin de que las partes ejerzan el control cabal de la
prueba, y el juez pueda obtener credibilidad en concreto sobre 10 que se expone en la audiencia
de presentación del testimonio o del peritaje.

Otro ámbito de actividad para la psicología, es la policial. Son psicólogos entrenados los mejores
interlocutores para llegar a acuerdos en casos de rehenes, o en cuadros de violencia familiar en
pleno desarrollo y otras situaciones semejantes. La mediación del psicólogo, entrenado
previamente en los caracteres psíquicos tipos de quienes cometen estos delitos, no sólo abonan
a la solución del problema, sino que los convierte en testigos calificados (debido a sus
conocimientos científicos) que en el debate oral van a contribuir a probar la ocurrencia de los
hechos y la identificación y actitud de los intervinientes.

Se trata de conocimientos de los hechos que se juzgan, que los adquieren los psicólogos
policiales, no porque las personas se los confíen, sino porque es parte de un trabajo que se
efectúa a favor del colectivo y que muchas veces es recogido por medios audiovisuales para
demostrar que la actuación policial fue legítima, ceñida a la legalidad.

De allí que el secreto profesional que impide testimoniar si se comunicare arbitrariamente lo


confiado, no funciona en estos casos, como tampoco opera cuando el psicólogo estudia las
mentes de los criminales durante la pesquisa, para poder identificarlos, o frustrar un delito o su
continuación.

Confeccionar perfiles concretos de sospechosos, muchas veces obliga a entrevistar a familiares y


amigos del investigado, los cuales pudieran tratar de no colaborar.

La naturaleza de estos entrevistados no es la de un testigo, los que además no existen como tales
en la fase de investigación penal, sino de personas necesarias para efectuar el peritaje, cuya
comparecencia puede ordenarla el Ministerio Público o el Juez, conforme al articulo 240 COPP,
sujetos a mandatos de conducción por la fuerza pública, a fin de ser entrevistados por los
psicólogos (art 310 COPP).
La utilización de la psicología en la criminalística ya es de vieja data, sobre todo en la recopilación
de caracteres de quienes cometen determinados delitos, como ocurre con los asesinos en serie,
cuya personalidad psíquica se viene estudiando, al menos, desde 1929, cuando el Dr. Karl Berg
examinó en Alemania a Peter Kersten, conocido como el vampiro de Dusseldorf, quien había
cometido más de 80 crímenes, bebiéndose en muchos casos la sangre de las víctimas.

A medida que los abogados y el Poder Judicial tomen conciencia que la psicología es hoy una
ciencia auxiliar del derecho y del proceso, que a veces se imbrica inescindiblemente dentro de
ellos, el interés por dicha ciencia y la compenetración con el derecho irá en aumento.

Hoy en día a la prueba de ADN (art 31 de la Ley para la Protección de las Familias, la Maternidad
y la Paternidad) legalmente adquiere importancia fundamental en los procesos de filiación, y ¿es
que acaso no hay rasgos psicológicos hereditarios e identificatorios?

Así como hay hijos que caminan o tienen expresiones corporales idénticas a sus padres que no
conocen, y que por tanto no puede tal expresión ser achacada a imitaciones o a factores
culturales o de convivencia, así mismo hay rasgos psíquicos (iguales inclinaciones, reacciones,
miedos, etc) que conectan a los diversos miembros de una familia, lo que también puede ser
utilizado en procesos filiatorios cuando la prueba de ADN no se pudo realizar, o se llevó a cabo
en condiciones inseguras.

No voy a extenderme en los tratamientos psicológicos ordenados por los jueces, ni otros
aspectos del uso de esta ciencia, como el estudio subrepticio de la contraparte o de sus testigos,
ordenado por la otra parte, para manipulados o invalidarlos en juicio, lo que se discute si es o no
legítimo. Hacerlo es salirse de los límites de unas palabras que lo que buscan es resaltar la
importancia que hoy tiene la psicología con relación al derecho y que, como apunté, crecerá en
el futuro, sorprendiéndonos. De allí la importancia de foros, talleres, congresos y otras reuniones
sobre la psicología jurídica, a la cual los profesores Emilio Mira y López y Luis Muñoz Sabaté ya se
refirieron en sus obras Manual de Psicología Jurídica y Psicología Jurídica, respectivamente y de
la cual no escapan los detectores de tensión emocional o detectores de mentiras, o el uso de la
hipnosis y sus efectos, con fines criminalísticos. La psicología jurídica apenas si se asoma al uso
forense venezolano.

A pesar de que no puedo abarcar en estas palabras de presentación de un Congreso, lo diverso


del campo de la psicología jurídica, sin embargo quiero resaltar algo. A las víctimas protegidas,
por aplicación de la Ley de Protección de Victimas, Testigos y demás Sujetos Procesales, por
mandato legal (art 8) se les presta, cuando sea necesario, atención psicológica para afianzar su
seguridad y bienestar, lo que involucra mejorar su estado psicológico.

En el proceso penal, esas víctimas pueden prestar testimonio (art 297 COPP) ¿y cómo influye la
atención psicológica sobre dichas personas, o sobre los terceros testigos que sufrieron una
impresión psíquica con motivo del delito o los hechos presenciados, cuando expongan dentro
del proceso? Es más, debemos interpretar la definición del artículo 5 de la Ley de Protección de
Victimas, Testigos y demás Sujetos Procesales, en el sentido de que víctima directa no es quien
presencie un hecho así lo afecte, como lo expresa dicha norma, sino la persona contra quien va
dirigida la ofensa que emana del delito. Pero manteniendo tal interpretación, la víctima directa
de un delito que impresiona su psiquis se encuentra en la misma situación de quien lo presencia
y también se ve impresionado por él, y ambos pueden merecer tratamiento médico o
psicológico, sin que el art 8 de la ley especial los diferencie en cuanto a la posibilidad de
tratamiento.

Finalizada en estos casos la atención psicológica ¿cuánto influye ella en la declaración a prestarse
en juicio? Pensamos que esta es una incógnita que debe ser despejada por la psicología. Así
como se dice que la hipnosis sugestiona al hipnotizado, por las órdenes que recibe del
hipnotista, ¿no puede suceder lo mismo con la atención psicológica preprocesal?
Los cambios de personalidad que gracias al tratamiento psicológico pueden acontecer en una
persona después de presenciar sensorialmente unos hechos, opinamos es un elemento que
debe ser ponderado, y al cual la ciencia tiene que responder en sentido positivo o negativo, ya
que tales cambios pueden influir en la precepción de los hechos sobre los cuales se va a declarar.
Se dice que la hipnosis puede sugestionar a una persona, hacerlo olvidar hechos o implantarle
en la mente otros falsos.

Hay drogas que podrían ocasionar igual tipo de trastornos, y nos preguntamos si tal efecto
también puede provenir de un tratamiento psicológico, a veces imprescindible, que re encuadre
la situación, o de terapias para que los hechos percibido s no agraven las condiciones mentales
de quienes sufrieron o presenciaron los sucesos; o para mitigar daños psíquicos a las víctimas y
testigos. La última palabra sobre estas posibilidades las tiene la neurociencia. Pero si tales
sugestiones son posibles, la existencia de tratamientos antes de la declaración, tendrían que ser
ponderados por el juzgador, para desentrañar cuál es la real verdad, si en el proceso existen
pruebas de que los deponentes fueron sometidos a estas terapias. Tal vez una discusión entre
profesionales podría aclarar si son o no inocuos, o si permiten tergiversar lo aprehendido.

El mundo de la psicosis es apasionante. Pericias psicológicas podrán ayudar a descubrir si un


delincuente, o parte, o testigo, alucinó, situación que a comienzos del siglo 20 tomaba en cuenta
Francois Gorphe en sus obras "La Crítica del Testimonio" y "De la Apreciación de las Pruebas
(Edit. E. J. EA. Buenos Aires. 1955). Alucinaciones, desmemorias, desatención y otros vicios que
afectan los recuerdos y las declaraciones en general, pueden ser detectados por psicólogos,
quienes si lo diagnostican en testigos impugnados o tachados, pueden hacer perder eficacia
probatoria a la prueba personal, al menos en los sectores donde se detectó el síntoma. Un
examen psicológico al testigo tachado o impugnado, dentro del sector del proceso destinado a
probar los hechos que se le imputan, develaría la circunstancia de que no dice la verdad o que
sus recuerdos y afirmaciones son borrosas o inseguras. Esta declaración podría ser el resultado
de sus condiciones psíquicas y no del dolo.

Un mitómano podría ser descubierto con las repreguntas en juicio, si se contradice


palmariamente; pero por lo regular el mitómano cree en la mentira que ha elaborado, y sólo un
examen psíquico lo desenmascararía.

En Venezuela han ocurrido en muchas oportunidades homicidios que tienen como denominador
común que un cazador mata a un compañero de cacería, porque lo confunde con un venado con
características muy particulares, prácticamente un venado mágico.

En la década de los 50 del siglo 20, un autor cuyo nombre no recuerdo, así como el de la obra,
publicó en el país un estudio sobre varios casos de este tipo.

Lo difícil pareciera ser determinar si se trata de una alucinación, o de una condición especial que
surge dentro del lance de caza; es más, si con la "intervención del venado" se trata de encubrir
un crimen.
De nuevo aparece la psicología en escena, ya que pensamos que sólo un estudio psicocultural
del homicida, sus creencias, sus tendencias a lo mágico o a la alucinación, podría presentar una
Imagen aproximada de lo ocurrido, considerando la posibilidad de una alucinación u otra
perturbación psíquica, producto -no sólo de la mente del homicida- sino de la influencia de
creencias, mitos cinegéticos, lugares de cacería, etc.

Después de todo lo que hemos apuntado, juzguen ustedes mismos cuál es la importancia de la
psicología con relación al proceso y en particular a la prueba.
A veces pensamos si el criminal residivista no es un individuo que además de sus traumas
psíquicos es impulsado por ideas o mecanismos consumistas, ya que consume vidas, objetos,
mujeres, etc. Los va acumulando como el que consume compulsivamente objetos, a veces
inútiles.

Contribuyendo, en alguna forma, a que los estudios sobre la mente aporten al derecho, al
proceso y a la prevención del delito, la Escuela Nacional de la Magistratura, viene realizando un
experimento que se me había ocurrido hace años, y que vamos desarrollando con el equipo
audiovisual de la Escuela y cuyos resultados están a la orden de criminólogos, criminalistas e
investigadores de la conducta. Dicho experimento que en la práctica lo llevan adelante la Dra.
María Elena Moreno Angulo y el Dr. Rafael López, consiste en pasar videos de los transeúntes
que caminan en una calle concurrida (salida del Metro de Chacao), a fin de que atracadores
presos a quienes se les proyecta el video, señalen a quienes entre esos peatones atracarían, y
sorpresa, el sesenta y dos por ciento (62%) de los entrevistados ha señalado a la misma persona,
lo que resulta un dato que amerita ahondar la investigación.

Esperamos que este Congreso promueva el interés por la psicología jurídica y criminal, ya que no
es posible pensar en políticas antidelictivas, si los psicólogos y sociólogos especializados, no
marcan las pautas a seguir; sino se desmonta la cultura delictiva, que parece apoyarse en una
sociedad ambigua que rechaza al delincuente y al mismo tiempo lo celebra.

Gracias.

1 Artículo 1151: El consentimiento se reputa arrancando por violencia,


cuando ésta es tal que haga impresión sobre una persona sensata y que
pueda inspirarle justo temor de exponer su persona o sus bienes a un mal
notable. Debe entenderse en esta materia a la edad, sexo y condición de las
personas.

2 Ley que consideramos inconstitucional ya que establece una discriminación


con base en el sexo, prohibida por el art 21-1 CRBV, pero que -para remediar
dicho vicio- podría ser interpretada por la Sala Constitucional, en el sentido
que los hombres tienen los mismos derechos que dicha ley otorga a la mujer.

3 Louiselle, Kaplan y Waltz. Principies off Evidence and Proof. Foundation


Press. New York. 1977

4 André Moensses y Fred Imbaum. Scientific Evidence in Criminal Cases.


Foundation Press. New York. 1978.

5 Artículo 239. Dictamen pericia l. El dictamen pericial deberá contener, de


manera clara y precisa, el motivo por el cual se práctica, la descripción de la
persona o cosa que sea objeto del mismo, en el estado o del modo en que se
halle, la relación detallada de los exámenes practicados, los resultados
obtenidos y las conclusiones que se formulen respecto del peritaje realizado,
conforme a los principios o reglas de su ciencia o arte.
El dictamen se presentará por escrito, firmado y sellado, sin perjuicio del
informe oral en la audiencia.

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