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MATERIA: NATURALEZA Y MÉTODO DE TEOLOGÍA

PROFESSOR: D. FELIX MARIA AROCENA


ALUMNO: FR. RAYMUND FAJARDO ALCANTARA
FECHA: 13 NOVIEMBRE 2018

ESCRITURA
Después de hablar de la Liturgia y de la Iglesia, ahora nos toca a tratar otro
tema muy importante. Lo veo muy esencial porque ser un buen teólogo católico
tiene que tener una comprensión correcta de la Palabra de Dios y, más aun, tiene
que ser fiel a las enseñanzas del Magisterio sobre la Escritura.
Se puede afirmar, sin gran temor a equivocarse, que el siglo XX ha supuesto
para Iglesia Católica un redescubrimiento de la Sagrada Escritura. La Escritura,
especialmente tras el Concilio Vaticano II, ha ocupado un lugar preferente en la
liturgia, en la teología, y, en general, en todas las dimensiones de la vida cristiana. La
Constitución dogmatica Dei Verbum trata de manera orgánica la naturaleza de la
Sagrada Escritura y de su lugar que ocupa en la Revelación cristiana y en la Iglesia.

I. DEI VERBUM: ITER REDACCIONAL

El documento conciliar es resultado de tres movimientos: la renovación


litúrgica de la primera mitad del S. XX, la renovación de los estudios bíblicos y la
nueva mirada sobre la tradición. En la constitución se pone de relieve la gran
importancia de la relación entre Escritura y la Tradición, que, a su vez, esta relación
solo se puede entender bien desde la perspectiva de su relación con la Revelación y
la Iglesia.
El iter de la composición de Dei Verbum ha tardado años. En 1962 el primer
schema titulado de De Fontibus revelationis encontró una fuerte contestación y fue
retirado después de su presentación en al Aula. Después de dos años se presentaron
a los Padre un nuevo texto: De divina revelatione. Textus emendatus (1964) que
tiene algo nuevo por tener un primer capítulo denominado De Ipsa revelatione. El
anterior pasaba al capítulo II que se titulaba De divinae revelationis transmissione y
que versa sobre los lugares donde cristaliza la revelación: la Escritura y la Tradición.
Después de muchos cambios llegó la aprobación de Dei Verbum en 1965.

II. REVELACION, SAGRADA ESCRITURA Y TRADICION

La constitución Dogmática Dei Verbum se quiere situar, y se sitúa, en


continuidad con los concilios de Trento y Vaticano I. Ahora bien, dentro de esta
continuidad, lo que resulta admirable es la nueva comprensión del ser de la Sagrada
Escritura y su relación con la Tradición y la Revelación.
En la constitución dogmatica, la revelación divina no se entiende ya como
locutio, sino como acontecimiento. La palabra no se excluye, pero la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos en una historia que culmina
en Cristo mediador y plenitud. Es importante tener en cuenta que en Dei Verbum,
revelación y palabra de Dios en cierta manera se identifican. Así lo sugiere la unión
del título —Dei Verbum, palabra de Dios— con el subtítulo que afirma que va a
tratarse de «la divina revelación». Por tanto, puede decirse que para Dei Verbum, la
palabra de Dios es la revelación (Dei Verbum, n. 2).
El documento conciliar habla de la Sagrada Escritura en el marco general de la
Revelación y ésta no se entiende como un conjunto de decretos dados por Dios a los
hombres sino como un desplegarse del amor de Dios a los hombres que se
manifiesta en acciones y palabras y que tienen su sentido y su unidad en Jesucristo.
Por ello, la Sagrada Escritura no aparece sino en el capítulo II, cuando se aborda la
transmisión de la Revelación divina y, desde esa aparición, pasa a ser el tema del
resto de la constitución. Situados en el marco general de la Revelación, la explicación
de las nociones relativas a la Sagrada Escritura —inspiración, interpretación, relación
entre los dos testamentos, — recibe su luz de la acción de Dios en la historia de los
hombres, y de la manifestación en Jesucristo.
¿Qué es la Sagrada Escritura? En primer lugar es inspirada, y por ser inspirada
es obra de Dios. En esto Dei Verbum sigue a Dei Filius casi al pie de la letra: la
inspiración constituye a Dios autor de los libros sagrados que, «escritos bajo la
inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales se le han
confiado a la misma Iglesia» (Dei Verbum, n. 11).
La Escritura y la Tradición, su fundamento y sus relaciones, se tratan en el
capítulo segundo del Dei Verbum. Ambos no se refieren a la constitución de la
revelación, sino a su transmisión. Esta economía de la revelación se describe en dos
pasos: en el primero (DV7) se aborda la Tradición apostólica, y en el segundo se trata
de la Escritura y la Tradición – -Sacra traditio, la denomina el texto- como los
instrumentos con los que la Tradición apostólica se transmite en la Iglesia: aquí se da
transmisión horizontal, de los apóstoles a sus sucesores.
Se ve claramente que la constitución dogmatica presenta la Escritura y
Tradición como fuentes de la revelación, en que la fuente (scaturigo) era sólo una y
los modos de transmisión dos: la Escritura (locutio Dei) y la Tradición que transmitía
la Palabra de Dios (verbum Dei). La fórmula de Dei Verbum donde la Sagrada
Escritura «una cum Sacra Traditione» constituye la regla de fe y la fuerza y el vigor de
la Iglesia hace justicia a la tradición católica y a uno de los principios de la Reforma.

III. INSPIRACION, VERDAD, INTERPRETACION

Dei Verbum enseña que la inspiración constituye a los escritores sagrados en


verdaderos autores; en consecuencia, el comienzo de la interpretación es siempre el
sentido literal querido por los autores sagrados en el momento en que compusieron
su obra. Inspiración, verdad e interpretación de la Escritura se tratan en el capítulo
III. Hay relación lógica entre la verdad e inspiración en cuanto que la verdad es el
objeto formal de la inspiración. El que hay entre inspiración e interpretación es
también natural, ya que según se definan los términos de la inspiración se describirá
también la interpretación.
La constitución enseña también que la Sagrada Escritura en primer lugar es
inspirada, y por ser inspirada es obra de Dios. En eso Dei Verbum sigue a Dei Filius
casi al pie de la letra: la inspiración constituye a Dios autor de los libros sagrados que,
«escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como
tales se le han confiado a la misma Iglesia» (Dei Verbum, n. 11). Y eso significa, que
«todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman debe tenerse como
afirmado por el Espíritu Santo» (Dei Verbum, n. 11). Ahora bien, que Dios sea autor
de los libros sagrados por la inspiración, no implica que cada libro sea por eso mismo,
ipso facto, palabra de Dios dirigida a mí. Esto implica tres cosas importantes.
En primer lugar, implica que los autores humanos sean verdaderos autores. La
inspiración de los hagiógrafos, como dice Dei Verbum n. 11, hace que sean
«verdaderos autores» del libro que componen. En segundo lugar, la inspiración hace
de los libros instrumento para comprender la revelación histórica en el mismo
decurso histórico de la revelación. Eso se percibe especialmente en los capítulos que
Dei Verbum dedica al Antiguo y al Nuevo Testamento. En tercer lugar, la inspiración
se orienta a una función que tienen los libros sagrados en la Iglesia. No se trata aquí
de que gracias a la inspiración vayamos de los libros al acontecimiento, sino de que
gracias a la inspiración, el hecho, la palabra de Dios, llega a nosotros. Ahora se habla
de funciones de la Escritura, pero ahora no en el decurso histórico de la revelación,
sino en la Iglesia.
En cuanto a la enseñanza conciliar sobre la interpretación bíblica, se ve
claramente que una consecuencia de que, al situar la Escritura en el marco más
dinámico de la Revelación y de su transmisión, la constitución ofrecía una salida
donde las encíclicas bíblicas anteriores habían embarrancado: en la noción de
inspiración entendida en un margen excesivamente estrecho, reducido a la acción de
Dios sobre los hagiógrafos. Dei Verbum ofrecía también continuidad en lo que se
refería a los otros aspectos tratados en las encíclicas anteriores: la investigación de la
Sagrada Escritura con los métodos históricos y filológicos y la búsqueda del sentido
literal. El ejemplo más claro se puede ver en los tres párrafos número doce (n. 12)
que la Constitución dedica a la interpretación de la Sagrada Escritura.
En estos párrafos se perciben con claridad los dos motivos que han presidido
la exégesis crítica de las décadas anteriores. En el primer párrafo se afirma que el
único camino para descubrir el sentido de los textos sagrados buscado por Dios,
autor principal, es el que tiene presente el sentido intentado por los autores
humanos. Por otra parte, el segundo párrafo dice claramente que para entender el
sentido de los textos hay que acudir a los géneros literarios y a lo que se asimila a
ellos. Esta segunda conclusión es más importante de lo que puede parecer a primera
vista, ya que, a tenor de los contenidos de Dei Verbum, se puede pensar que para la
investigación del sentido literal de la Sagrada Escritura se recomienda de alguna
manera el método histórico-crítico.
Pero el texto de Dei Verbum sobre la interpretación de la Sagrada Escritura
afirma explícitamente que el «sentido exacto » de la Sagrada Escritura no es
necesariamente el sentido literal querido por el hagiógrafo, sino el que deriva de la
intencionalidad del Espíritu con que se escribieron los textos, y que los exegetas
tienen que descubrir a partir del sentido literal, pero teniendo presente la unidad de
la Sagrada Escritura, la Tradición y la analogía de la fe.

IV. CONCLUSION

La Constitución Dogmática Dei Verbum ha supuesto una enseñanza muy


importante a la hora de considerar la relación de la Sagrada Escritura con la Iglesia.
La constitución enseña que el encargo de interpretar auténticamente la palabra de
Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente a la Iglesia, o al Magisterio.
Este Magisterio no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, la oye con piedad,
la guarda con exactitud y la expone con fidelidad.
Dicho de otra forma, el Magisterio interpreta la Escritura para servir a la
palabra de Dios y proponerla. Y el trabajo de la exegesis es un trabajo al servicio de
los fieles, y del Magisterio, en particular, para que llegue a todos la palabra de Dios.

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