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S a A barrado
En el plano de la relación con el O oral no hay necesidad del otro sino necesidad en el A,
dependencia respecto de la madre que produce la disyunción entre el S y el a, el seno
materno que forma parte del mundo interior del S y no del cuerpo de la madre.
a $ A barrado
En el 2.º piso, el del O anal, tienen la demanda en el A. Demanda educativa y O anal que
es el resto en la demanda en el A.
H -fi M
En el 3 ° piso, el falo y toda la dialéctica en la función del -fi; función única respecto a
las otras en la medida en que se define por una falta, una falta de O. Aquí la llamaremos
goce en el A; la relación de este goce en el A con la introducción del instrumento faltante
-fi es una relación inversa. Esto es lo que articule en las últimas dos lecciones y lo que
constituye la base de la angustia de castración.
S x + fi
anal escópica
oral a superyó
En todos los niveles de esta constitución circular, el O persiste como a. En las diversas
formas en que se manifiesta, se trata siempre de la misma función y de saber como se
vincula a la constitución del S en el lugar del A y lo representa.
En el estadio fálico la función del a está representada por una falta, por la ausencia del
falo en tanto que constituye la disyunción que une el deseo con el goce. Los estadios 4 y
5 están en una posición de retorno y de correlación con los estadios 1 y 2 (estadio oral-
superyó-voz y estadio anal-escoptofilia).
La causa necesita siempre la existencia de una hiancia entre ella y su efecto, esto tiene su
origen en el hecho de que la causa, en su forma primera, es causa del deseo; o sea, de
algo no efectuado. En el deseo anal, el excremento no desempeña el papel del efecto, es
la causa de dicho deseo.
El excremento entra en la subjetivaación a través de la demanda del A, la madre. Se le
pide al niño que retenga, haciendo de él una parte de su cuerpo; luego se le pide que lo
suelte. Esta parte por la que el S siente aprehensión de perder es reconocida y elevada a
un valor especial, porque aporta la satisfacción a la demanda del A; aparte que se
acompaña de todos los cuidados conocidos.
La mierda adquiere el valor del ágalma, y éste es sólo concebible en su relación con el
falo, con su ausencia, con la angustia fálica en cuanto tal. El a excremencial simboliza la
castración. Es necesario captar en toda la fenomenología obsesiva el vínculo del
excremento tanto con el -fi, como con las demás formas del a.
En el estadio oral, el S no puede saber que el seno, la placenta, es el límite de a respecto
del A; cree que a es el A y que cuando se ocupa de a, en realidad se enfrenta al A. Por el
contrario, en el estadio anal tiene por primera vez la oportunidad de reconocerse en un O.
Algo en este gira, son los dos tiempos de la demanda (guárdalo-dalo); éste se obtiene a
demanda y es admirado, pero en el segundo tiempo es repudiado. En esta primera
relación con la demanda del A nos encontramos con un reconocimiento ambiguo; eso de
ahi es al mismo tiempo él y no debe ser él, incluso más adelante, no es suyo.
Las satisfacciones se van perfilando y ahí puede estar el origen de la ambivalencia
obsesiva, a es la causa de esta ambivalencia, sí y no. Es mío, este síntoma, y sin embargo
no es mío. He aquí un orden de causalidad. Sólo que esta estructura basada en la demanda
deja fuera de su circuito el vínculo con el deseo.
El O podrá simbolizar aquello de lo que se tratara en el estadio fálico, el falo en tanto
que su desaparición hace en el hombre de intermedio entre los sexos; la evacuación del
resultado de la función anal, en tanto que exigida, tendrá todo su alcancen el nivel fálico
como imagen de la pérdida de este.
Cuadro -fi
5 voz a Deseo del A
4 imágen Potencia del A
3 deseo Angustia -fi Goce del A
2 huella Demanda del A
1 angustia a Deseo x el A
El hecho de que el deseo macho encuentre su propia caída antes de la entrada en el goce
de la pareja femenina, e incluso el hecho de que el goce de la mujer se aplaste en la
nostalgia fálica, implica que la mujer se ve condenada a no amar al A macho más que en
un punto situado más allá de aquello que la detiene a ella también en cuánto deseo, el
falo. A este más allá se apunta en el amor, el A macho no es el A en tanto que se trataría
de estar unido a él; el goce de la mujer está en ella misma, no se une con el A.
Esta función central es el lugar de angustia de la caducidad del órgano, en tanto que da
cuenta, de forma distinta en cada lado, de lo que se puede llamar la insaciabilidad del
deseo. El hombre sólo está en la mujer por delegación de su presencia, bajo la forma de
este órgano caduco, órgano del que es castrado en y por la relación sexual.
Hombre y mujer no dan nada, y sin embargo, el símbolo del don es esencial en la
relación con el A. La metáfora del don está tomada de la esfera anal.
Es porque todo está simbolizado, tanto el $ como la unión imposible, que resulta
sorprendente que el propio deseo no lo esté. Dada la necesidad en que se encuentra el S
de culminar su posición como deseo, lo hará mediante la categoría de la potencia, o sea,
en el piso 4. El vínculo está en la relación especular, en el soporte narcisístico del
dominio de sí en su relación con el lugar del A.
Un obsesivo constituido, con deseos del único tipo que puede llegar a constituir en el
registro de la potencia, o sea, deseos imposibles; haga lo que haga para realizarlos, él no
se encuentra allí. El obsesivo nunca está al término de la búsqueda de su satisfacción.
Se trata de una proyección del S en el campo del ideal, desdoblado entre el alter ego
especular -el yo ideal- y, por otro lado, lo que está más allá, el ideal del yo. Allí donde se
trata de recubrir la angustia, el ideal del yo adquiere la forma del todopoderoso y ahí es
donde el obsesivo encuentra el complemento de lo que necesita para constituirse como
deseo, o sea, el fantasma ubicuo.
Existe un profundo vínculo entre los estadios 2 y 4 que enmascaran la imposibilidad
fundamental, aquella que separa en el plano sexual, el deseo y el goce. El obsesivo
muestra la relación entre el S y un O perdido y repugnante, sin embargo, necesario para la
producción idealista más elevada. El próximo paso será dar cuenta de la relación del
fantasma del obsesivo con la angustia que lo determina.