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Latinoamérica: las ciudades y las ideas

Introducción

El libro se lleva a cabo con el objetivo de descubrir cuál es el papel que cumplieron las ciudades
para el proceso histórico latinoamericano. En Brasil los procesos sociales y culturales pasan por las
áreas rurales durante los primeros siglos de la Colonia; en el área hispánica las grandes haciendas
asumen los caracteres predominantes. Para el siglo XVI Latinoamérica era una proyección del mundo
europeo, mercantil y burgués con vigorosos centros de concentración del poder, con las ciudades
asegurando la presencia de cultura europea dirigiendo el proceso económico y trazando el perfil de
las regiones sobre las que ejercían su influencia. La historia de Latinoamérica es tanto urbana como
rural pero predominantemente rural pues este se mantuvo estable mientras que las ciudades
desencadenaron los cambios por causa de los impactos externos.El estudio propone establecer y
elaborar el proceso de la historia social y cultural latinoamericana creyendo así que allí se encuentran
las bases para la comprensión de las sociedades urbanas.

Mientras que en Brasil predominó la ruralidad, el área hispánica se conformó como un conjunto
de sociedades urbanas dejando a las áreas rurales como instrumentos económicos que dependían de
las sociedades urbanas; para España, la ciudad era la formas más que podía alcanzar la vida humana.
La América indígena fue, sobre todo, un mundo rural en el que se encuentran lagunas culturas
superiores como Tenochtitlan y Cuzco pero eso no opacaba el hecho de que la corriente principal de
la vida pasaba por los campos y aldeas rurales haciendo que los caracteres básicos de la cultura
fueran también rurales; si Cortés ordenó la destrucción de Tenochtitlan no fue porque representara
una amenaza sino por su significación simbólica pues en ese lugar debía estar la capital hispánica.

Ciudades como Cuzco atrajeron la atención de los conquistadores por su posición geográfica, de
manera que estos se limitaban a re-fundarlos y reorganizarlas según los módulos de la conquista. En
todos los casos de conquistas los españoles operaron como si la tierra estuviera vacía, y es que en
verdad, para ellos, estaba vacía culturalmente, poblada por gente que debía ser arrancada de si
cultura para incorporarse al sistema económico español por vía de la catequesis religiosa de la Nueva
Europa.

En Portugal la tarea recayó en los señores, estos recibieron tierras aptas para la agricultura en
donde comenzaron a producir azúcar, tabaco y algodón, después surgieron las plantaciones y los
ingenios, unidades económicas y sociales sobre las que se organizó la vida de la colonia.Durante un
tiempo las ciudades fueron factorías que almacenaban la riqueza que luego se enviaría a Europa;
hasta el siglo XVIII con ciudades como Salvador de Bahía y la Recife holandesa que insinuaban la
capacidad de influir sobre la aristocracia terrateniente. En cambio, España imaginó su imperio como
una red de ciudades, le asignaba a la colonización una trascendencia que no se terminaba en la
explotación económica sino que era una misión que sobrepasaba el objetivo de enriquecimiento
personal para lo cual la ciudad debía estar en funcionamiento y su fundación crearía una sociedad
compacta, homogénea y militante, a esta el correspondía conformar una realidad circundante,
adecuar los elementos al designio preestablecido. Lo sociedad urbana estaba conformada por un
ideología y estaban invitados a defenderla e imponerla sobre la otra realidad inerte y amorfa.

La supuesta capacidad virtual para conformar la realidad se apoyaba en dos pilares: el primero
era el carácter inerte y amorfo de la realidad preexistente y, la segunda, era la decisión de que esa
realidad inerte no podría tener un desarrollo autónomo y espontáneo; dentro de esto la sociedad
española descartaba la posibilidad de cualquier contingencia como si la ciudad designio estuviera al
abrigo de todo cambio y proceso de diferenciación. Para evitar el riesgo del mestizaje pareció eficaz
construir la red de ciudades como sociedades urbanas compactas, homogéneas y militantes,
encapsuladas dentro de un sistema político jerárquico que se apoyaba en la sólida estructura
ideológica de la monarquía cristiana. La red de ciudades debía crear una América hispánica europea y
católica, en síntesis un imperio colonial dependiente y sin expresión propia fiel reflejo de un mundo
metropolitano. Para poder se un imperio era necesario que el aparato estatal fuera rígido y que el
funcionamiento doctrinero fuera aceptado, también era necesario que la nueva sociedad aceptara su
dependencia y que se alejara de la movilidad pues sólo una sociedad jerárquica y estable aseguraba a
dependencia. Esta ideología española esperaba moldear la realidad, una realidad latinoamericana que
ya era caótica por lo tanto en proyecto español se vio entorpecido por cuestiones incontenibles que
fueron frustrando el designio.

La colonización portuguesa fue más pragmática, la sociedad agraria hizo su ciclo completo y
delineó un área en la que los señores aceptaron la formación espontánea de una nueva sociedad y
luego de una nueva cultura. Este delineamiento se vio alterado por la presión del mundo mercantilista,
en el que Brasil y toda Latinoamérica estaban incluidos; cuando esa presión creció las ciudades y las
sociedades urbanas empezaron a tener una significación creciente. El desarrollo económico y la
diferenciación provocaron una autonomía que se manifestó con la formación de burguesías locales a
lo largo del siglo XVIII. Las ciudades, una vez fundadas y organizadas, comenzaron a asumir el papel
ideológico creando nuevas ideologías adecuadas a cada situación regional particular empezando a
cobrar cierta autonomía.

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