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Este concepto posee un acento político social en el mundo romano. Así, la “dignitas”
está ligada tanto a la esfera política como a una recta, moral, por lo cual debía el
hombre luchar por conquistar y mantener, ya que, no sólo otorgaba derechos sino
también obligaciones. Esta se manifiesta en un sistema de competencias otorgadas
en razón a una serie de capacidades o cualidades que posee el individuo ligadas a
una conducta moral recta, que otorga a quien la detenta el llamado “derecho al
poder”, equilibrando la relación entre persona y comunidad, teniendo presente que
aquel encuentra su límite en la libertad del otro. (ALCALA, 2015)
En el libro la Puta de Babilonia (VALLEJO, 2007) La Dignidad tiene a los ojos del
cristianismo un triple fundamento: Su origen divino, en su calidad de imagen y
semejanza a Dios y su finalidad en el creador mismo. En misma Biblia, libro de
Génesis, principal texto dentro del Cristianismo, dice: “Luego dijo Dios: creemos al
hombre a imagen y semejanza nuestra”. Concepto enraizado en las mentes de
grades pensadores de la humanidad como: -Cicerón, quien afirmaba “El alma de el
hombre fue creada por Dios” - Ovidio, gran poeta clásico; autor del controvertido y
audaz libro “El arte de amar”, a su vez afirma: “Prometeo creo al hombre de tierra y
agua, a imagen de los dioses” - San Juan Crisóstomo (347–404), patriarca de
Constantinopla, es considerado por la Iglesia Católico-romana uno de los cuatro
originales Doctores de la Iglesia del Oriente. Es uno de los primeros en referirse a
la Dignidad en la Historia, afirmaba: “Primero revelo Dios la Dignidad del hombre...,
pues sólo la creación del hombre la considera digna de ser obra de su propia mano”
La Dignidad definida en estos términos, para todos los hombres por igual en relación
directa con Dios, con independencia de otra condición como la raza, la nacionalidad,
el sexo, la posición política o social, la pertenencia a un determinado grupo. La
Dignidad dota al hombre de ciertos derechos inalienables que ningún poder terrenal
puede enajenar.
Es fácil comprender si nos situamos dentro de este contexto histórico esta nueva
concepción de mundo, en donde el alma toma preeminencia sobre el cuerpo, tanto
como el hombre sobre el resto de la creación. 35 San Agustín (354 - 430), es uno
de los cuatro Padres de la Iglesia de Rito Latino, autor de “La ciudad de Dios” (De
civitate Dei libri XXII), afirmaba: “Así como Dios supera a cada criatura en dignidad,
así también supera el alma a todas las criaturas corpóreas” La Dignidad dentro de
la Concepción Cristiana, no es un valuarte que acompañe al hombre eternamente
una vez otorgado, sino muy por el contrario, es susceptible tanto de ser pérdida
como recuperada. Así se dice en la misa del Concilio Vaticano: “Dios, que fundaste
la Dignidad en la sustancia humana admirablemente y que más admirablemente
aún la renovaste”.
Así todos los hombres son concebidos como iguales, abandonándose una
Concepción Elitista de la misma, propia de los romanos. Schiller (1759-1805),
famoso poeta y dramaturgo alemán, miembro de “sturm und drang”, movimiento que
enfatizaba el valor de la libertad y Dignidad humana. Será quien por primera vez
hablará sobre el “Deber del Estado de preservar y velar por la Dignidad de los
hombres”,concepto que remecerá el acontecer político, dado que el Estado como
institución social al servicio de la persona humana, tendrá no sólo derechos sobre
esta sino además obligaciones, de las cuales deberá responder ante la Comunidad
Mundial. Es esta Dignidad interna kantiana y cristiana la que llegará a los oídos de
la Revolución Francesa, convirtiéndose en el fundamento de los Derechos
Humanos. Schiller ve a la Libertad como exigencia necesaria de la Dignidad, por lo
que al analizar la realidad en que vive nos anuncia: “Sólo pueden conseguirse la
libertad y la dignidad interiores”. “La humanidad a perdido su dignidad, pero el arte
la ha salvado y conservado.” Es en esta rememoración de la Dignidad Romana
donde el hombre reivindica su poder frente a la comunidad, pero este ya no sólo es
un atributo de unos pocos, muy por el contrario, “hoy será el hombre común quien
reclamara su derecho como ciudadano frente a la sociedad toda”. Ello se manifiesta
en la “consagración constitucional de este derecho, que el Estado se limita a
reconocer y proteger”. Partiendo de la base que es la defensa de la persona y el
respeto de su Dignidad el fin mayor que persigue, tanto el Estado como la sociedad
en su conjunto, es que podemos comprender como la Dignidad se convierte no sólo
en el soporte estructural de los Derechos Humanos sino más aún, de todo el
Sistema Constitucional y del modelo de sociedad que aspiramos tener. 38 “La
Dignidad concebida como valor y principio supremo dentro del sistema, fundamenta
axiológica y jurídicamente las disposiciones y actuaciones constitucionales tanto de
los poderes políticos como de los agentes sociales, es más, establece los principios
rectores y límites para los derechos y garantías constitucionales”. Esta forma de ver
y sentir la Dignidad es propia del Constitucionalismo Social, que ve a toda persona
como un ser libre y capaz, que tiende a auto realizarse humanamente, contando en
esta tarea con la promoción y ayuda del Estado y la sociedad. Para llegar a este
estadio, la humanidad tuvo que aprender de los errores del holocausto, producto de
la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En estos tiempos reinaba la Concepción
Liberal Clásica sobre la Dignidad de la persona humana, desde un punto de vista
negativo, es decir, tanto el Estado como los agentes sociales debían abstenerse de
intervenir en el libre desarrollo de la persona, lo que desencadenó en un
Constitucionalismo Abstencionista. Este constitucionalismo asume que la persona
cuenta con las capacidades y potenciales suficientes para ejercer y velar por sí
misma sus Derechos Fundamentales. (GARAY, 2008)
Fue a través del análisis de la estructura de los sistemas jurídicos que llegó a la
conclusión de que toda norma emana de una legalidad anterior, remitiendo su origen
último a una «norma hipotética fundamental» que situó en el Derecho internacional;
de ahí que defendiera su primacía sobre los ordenamientos nacionales. Según sus
propias palabras: "Desde el punto de vista de la Ciencia jurídica, el derecho bajo el
dominio nazi fue derecho. (GALLO, 2014)