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¿Cómo debería ser un partido político para que nos motive?

Cristián Mackenna
Es cierto, en ninguna parte la política es una profesión muy bien mirada, pero tras nuestras
últimas elecciones, no pude evitar preguntarme cómo fue posible que, habiendo tenido el
país una elección presidencial con nueve candidatos tan diversos como los que hubo, tan
poca gente hubiera ido a votar.
¿Eran realmente tan malas todas las alternativas?
La verdad no lo sé. Y si bien soy de los que siempre elije votar aunque sea por el mal menor,
lo hice desmotivado porque ninguna alternativa representaba mi idea de lo que debería ser
la política, la visión del país que imagino, el tipo de liderazgo que aspiraría a seguir. Y por
eso, me propuse poner en palabras cómo sería el partido al que me gustaría pertenecer o
por el que estaría dispuesto a votar.
Y como estoy convencido que los comentarios de los lectores de El Definido pueden
enriquecer esta mirada y aportar las mejores ideas para que, eventualmente, alguien
levante el guante y la haga realidad, he decidido compartir mi visión con ustedes e invitarlos
a participar en la discusión.
El partido político en el que quiero estar
El partido en el que quiero estar es un partido que cree en las personas, pero que cree en
las personas en serio, empoderándolas no para vivir haciendo denuncias, sino que para
hacerse cargo de su destino con herramientas que le den verdadera libertad y verdadera
conciencia de sus actos, para que a través de sus propias acciones, cada persona se
convierta en un agente de cambio positivo que construya un País más justo, sustentable y
feliz.
Un partido que convoque a todos quienes quieren desarrollar una vida con sentido,
buscando la virtud y el crecimiento, tanto personal como social. Una vida con significado,
en que los esfuerzos individuales rindan frutos y aporten a un esfuerzo colectivo por la
construcción de un mundo mejor para cada persona, su familia, sus seres queridos, la
sociedad, el país y el planeta en general. A personas que entiendan que el sistema, el
mercado y la economía son la suma de nuestras acciones, es decir, que su resultado es el
reflejo de lo que somos nosotros, por lo que, si no partimos por cambiar nosotros como
personas, las cosas no van a cambiar.
Por lo mismo, el partido en el que quiero estar, es un partido que no segrega ni separa entre
buenos y malos, que no genera odios ni monstruos ficticios, sino que se preocupa de ser
siempre de proposición y nunca de oposición, que entiende que la verdadera revolución es
intentar mejorar uno mismo para que otros también lo hagan, es decir, que el cambio parte
por ti.
Romper el paradigma de gobierno u oposición
Y en ese sentido ¿Por qué la política siempre se termina separando entre gobierno y
oposición? Por qué no romper ese paradigma y poder declarar que somos de proposición y
que sin importar quien gobierne, siempre nos pondremos al servicio de los gobernantes de
turno para sacar adelante las iniciativas que intenten hacer de País un país feliz.
Compromiso con los más débiles
Pero también quiero estar en un partido que reconozca que no todos tienen las
herramientas para cambiar o empoderarse hoy mismo, por lo que el partido en el que
quiero estar, tiene que poner a los niños, a los pobres y a los débiles en el centro, para que
así, todos los agentes más vulnerables que no tienen la fuerza o los recursos para ser
escuchados, sean el principal foco de atención de cualquier política que se lleve a cabo.
Porque no puede ser que los beneficios de las políticas públicas recaigan sobre los que
tienen más poder o sobre los que gritan más fuerte, sino que tienen que recaer sobre los
que más lo necesitan y en ese sentido, el partido en el que quiero estar, tiene que tener un
fuerte compromiso con la educación y el desarrollo de los niños, para que desde el primer
minuto, los más jóvenes tengan acceso a una educación que forme ciudadanos conscientes,
virtuosos y empoderados, que les permita desarrollar al máximo sus talentos (cualesquiera
sean éstos) y que los comprometa a cumplir alegremente con sus deberes cívicos, como así
también a exigir sus derechos de manera informada, respetuosa, constructiva y
participando activamente de la democracia, entendiendo que la expresión y demanda de
nuestros deseos debe seguir siempre una vía pacífica y justa, que puede tomar muchas
formas, pero que tiene en el voto su máxima expresión.
Compromiso con una democracia real
En ese sentido, tenemos que fomentar y transparentar al máximo la participación
democrática, para que sea a través de ella y no a través de mecanismos ilegítimos de
presión, la forma en que se tomen las decisiones en el país y así, a través de una
participación activa, que busque ser más inclusiva, dándole mayor independencia a las
regiones, a las comunidades o a los agentes afectados por cada decisión política, aumente
la convocatoria y nos permita sentirnos orgullos y confiados de nuestra política.
Pero para que esto suceda, es importante volver a recalcar que el cambio debe partir por
nosotros, ya que, si continuamos despotricando contra cualquiera que se mete en política,
nunca vamos a avanzar y, en ese sentido, citando las palabras de Marco Canepa en su
columna No quiero ser presidente, les recuerdo que "si no empezamos a valorar a quienes
deciden entrar en política, van a terminar quedando los peores."
Y como ahí también dice: "Si queremos realmente que la gente que vale la pena llegue al
gobierno, tenemos que empezar a tratar mejor a los políticos. Y no se trata de creerles todo,
ni de aceptar genuflexos cualquier cosa, pero tenemos que empezar a informarnos mejor,
más desprejuiciadamente, desde más fuentes. Tenemos que dejar esa desconfianza
patológica, esa fobia atávica que sentimos hacia los políticos y empezar a actuar un poco
más racionalmente, más respetuosamente, más comprensivamente, más civilizadamente,
ya que, a fin de cuentas, si queremos convocar a los mejores, tenemos que empezar por ser
mejores nosotros."
Y en cuanto a la ideología ¿qué?
La verdad que ahí, si bien uno creería que esta es la parte más importante de los partidos,
es decir, analizar qué dicen "sus ideas", "sus principios", etc., basta que uno se lea los
manifiestos de los partidos de la actualidad, para darse cuenta que casi todos comparten
los mismos ideales de libertad, justicia e igualdad de oportunidades, que por supuesto yo
también comparto, pero en la práctica, vemos que si bien todos tienen buenas intenciones,
terminamos siempre enfrascados en discusiones entre derecha e izquierda, estado o
mercado, que en nada aportan, por lo que también hay que cambiar eso.
¿Y cómo cambiamos eso?
Tal vez cambiando el lenguaje o creando uno nuevo, porque qué pasaría si en vez de entrar
en esa pelea histórica entre izquierdas y derechas y sus luchas entre la construcción de un
Estado grande, solidario y más controlador versus un Estado subsidiario, pequeño y
promotor de la libertad individual, nos sumamos todos a la idea de un Estado Facilitador. Sí
FACILITADOR, es decir, un estado que rompa ese viejo paradigma y que concientice el hecho
que todos somos el estado, para así, facilitar el encuentro entre personas para que las cosas
buenas pasen y se escalen, promoviendo la colaboración público-privada, para que sin
importar de dónde vengan las soluciones, sean las mejores soluciones ya probadas, las que
se impulsen y crezcan.
Y por lo tanto, el foco de este Estado Facilitador, debiera estar puesto en identificar las
soluciones que ya se están desarrollando a nivel micro y que sirven como referente
inspirador hacia otros actores de la sociedad, para que ese ejemplo exitoso, se informe, se
promueva y se escale a nivel gubernamental, para que así termine favoreciendo a la mayor
cantidad de personas.
Y así, creyendo en las personas y confiando en que ellas mismas pueden ser los agentes de
cambio que encuentren las soluciones en los contextos más difíciles, todos juntos
construyamos un País de ciudadanos felices, que saben que cuentan con el apoyo de todos
sus compatriotas para salir adelante. Un País de ciudadanos comprometidos con su país,
conscientes del impacto de sus decisiones en la vida de los otros y la suya propia. Un país
de personas empoderadas, que saben que pueden ser actores decisivos en la solución de
los problemas del mundo. Un País que entiende que el desarrollo tiene más que ver con la
calidad de las personas que componen su sociedad, que en la de sus ingresos económicos.
En ese partido yo sí quiero estar. Ya que, si ese es el punto de partida, no me cabe duda que
personas de distintas ideologías, religiones o visiones, podrían juntarse a conversar
constructivamente sin imposiciones y respetando las decisiones conscientes e informadas
de la mayoría.

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