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2. Nociones (2 puntos):
2.1. Los prisioneros y las sombras.
2.2. El ascenso al mundo de arriba y el sol.
2.3. El retorno a la caverna y las tinieblas.
3. Temas (3 puntos):
3.1. Teoría de las ideas.
3.2. La educación platónica.
4. Contextualización (3 puntos):
4.1. En la obra del autor (1,5 puntos).
4.2. En la historia de la filosofía y/o en la época (1,5 puntos).
2. Nociones:
En primer lugar, pues, hemos de decir que la concepción que Platón tiene del conjunto
de la realidad, de todo lo que es o existe, es dualista. Es decir, hay dos tipos de realidad:
el mundo sensible (representado en el mito por la caverna) y el mundo inteligible
(representado por el exterior de la misma). Mientras que, desde el punto de vista del
conocimiento (de acuerdo con su analogía de la línea dividida), la caverna equivaldrá a
la mera opinión (dóxa) o, lo que es lo mismo según Platón, a la ignorancia; y el exterior
simbolizaría el conocimiento (epistéme). En tercer lugar, Platón nos estaría hablando de
su concepción del ser humano como ser dual, puesto que el cuerpo, según él, pertenece
al mundo de lo sensible, mientras que el alma procede del inteligible. Y, por último,
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aparecen aquí también sus teorías éticas, pedagógicas y políticas, de acuerdo con las
cuáles el filósofo se siente obligado moralmente a “salvar la pólis”, educando a los
ciudadanos de modo que gobierne la ciudad aquel que llegue a conocer el Bien.
La “caverna”, en la que unos prisioneros ven tan sólo sombras proyectadas en la pared
del fondo, podemos identificarla, pues, con el “mundo sensible”, al que pertenece todo
aquello que podemos percibir por los sentidos (vista, oído,..). Los “prisioneros”, que ni
siquiera pueden ver los objetos mismos sino tan sólo sus sombras y, por tanto, creen que
las imágenes que ven y oyen son la auténtica realidad, que dichas sombras son la
realidad misma (puesto que, para ellos, es lo único que existe), vendrían a representar a
todos “aquellos (hombres o mujeres) que imaginan que conocen” el mundo porque
creen que todo lo que perciben por los sentidos (lo que ven, lo que oyen..) es real. De
modo que basan sus opiniones en aquellas imágenes (imaginación o eikasía) y no saben
cómo son las cosas realmente, viviendo en la más absoluta ignorancia. Es más, son
engañados por los porteadores de objetos que, al menos, pueden distinguir los objetos
sensibles de sus sombras.
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
La “liberación” del prisionero representa el “proceso educador” del filósofo que cree
que la realidad no puede estar compuesta por aquellas imágenes míticas (artísticas o
poéticas); que los mitos de los poetas no son una buena explicación del mundo (debido
a su irracionalidad), sino que debe existir otro tipo de explicación de carácter racional.
Con ello, Platón se estaría refiriendo a los filósofos presocráticos que ofrecen este tipo
de explicación y ya no hablan de los dioses sino de la naturaleza o “phýsis”. Es decir,
que detrás de los fenómenos naturales que podemos percibir mediante los sentidos
(que vemos, oímos,..) como una marea, o una tormenta, no hemos de buscar la voluntad
de Poseidón, o de Zeus, sino tan sólo a la naturaleza misma. Más allá de la superstición
de los mitos, los filósofos (como prisioneros liberados) creerían, pues, en una
explicación racional del mundo de los objetos sensibles que nos permitiría liberarnos de
la irracionalidad del mito.
Heráclito, por ejemplo, de cuyas teorías sería discípulo el joven Platón, pensará que
todo lo que existe está sometido al cambio constante: todo tiene un origen temporal,
después sufre un proceso continuo de cambio y, finalmente, desaparece. De modo que la
realidad no deja de transformarse en ningún momento. Pero ésta tampoco sería la
auténtica realidad para Platón, ni las teorías de Heráclito serían auténtico conocimiento
sino “creencias” (pistis) pertenecientes al mundo de la opinión (dóxa). Pues, más allá
del cambio, debe haber algo inmutable, que no cambie a pesar del paso del tiempo, y
eso sería la auténtica realidad, objeto del verdadero conocimiento (epistéme). Nos
equivocaríamos, por tanto, si pensásemos que la “phýsis” es la auténtica realidad, como
se habría equivocado el esclavo si se hubiera limitado a contemplar los “objetos de la
caverna y el fuego”.
Pero, aún sería posible ir más allá en esta búsqueda de la verdad, por parte del filósofo
que descubra el mundo de las Ideas; como le ocurre al esclavo que acaba por
acostumbrarse a contemplar las “cosas del mundo exterior”. Pues, la “dialéctica” las
superará, según Platón, mediante su método inductivo (o ascendente), que partiendo de
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objetos particulares será capaz de abstraer de ellos lo común, las Formas o Ideas de las
que aquéllos son copias sensibles e imperfectas. Es más, llegará un momento en que el
filósofo, acostumbrado ya a abstraer las Ideas de las cosas, accederá a una
contemplación directa de las mismas (sin necesidad de ese proceso dialéctico de
abstracción) y a esto Platón lo llamará “inteligencia” (noesis), la forma más elevada del
verdadero conocimiento.
Por último, el filósofo conocerá la idea de “Bien”, al igual que el esclavo llegará a ver el
“Sol” directamente y, si este último (como nos dice Platón, en su analogía del Bien con
el Sol) es necesario para que los ojos vean, porque es el que hace visibles los objetos al
iluminarlos, la idea de Bien será necesaria para que el alma comprenda las Ideas. El
Bien será aquello a lo que todas las Ideas tienden, su finalidad, su sentido, la razón o la
causa de su existencia, que para Platón no puede ser otra cosa que proporcionar algún
tipo de bien o beneficio.
El esclavo que, tras salir de la caverna, llega a ver las cosas y al sol mismo y, más tarde,
regresa a la caverna para contar lo que ha visto en el exterior y liberar a sus compañeros,
representa al filósofo que ha llegado a conocer las Ideas y se siente obligado a ayudar a
los hombres a salir del engaño en el que se encuentran, mostrándoles cuál es la
verdadera realidad. Es decir, el “retorno a la caverna” simboliza la “obligación moral
del filósofo” que trata de “salvar la pólis”, convertirse en educador de la ciudadanía
para liberar a ésta, a un mismo tiempo, de las cadenas de la superstición o la ignorancia
y de la cárcel de los regímenes políticos que se aprovechan de su ignorancia para
tratarlos como esclavos.
Ahora bien, como señala Platón, no es extraño que el filósofo que trata de educar, como
el esclavo que al regresar a la caverna se encuentra con las “tinieblas”, que le impiden
ver bien los objetos de su interior (al estar acostumbrados sus ojos a la luz del sol), se
muestre torpe cuando tenga que discutir en los tribunales, o en cualquier otro lugar,
sobre las “apariencias” de las cosas: de lo justo, de lo bueno, etc., cuando él ha llegado
a conocer la Justicia en sí, la idea de Bien, etc.. De manera que, los ciudadanos
representados por los prisioneros, comenzarán burlándose de sus palabras y, lo que es
peor, acabarán amenazándole e incluso matándolo en el momento en que “sus Ideas”
pongan realmente en peligro su concepción del mundo o el sistema político establecido.
Como ocurrió, efectivamente, a Sócrates (en quien Platón se inspira), al que condenaron
a muerte por “impiedad” o “no honrar a los dioses” y por “corromper a la juventud”. Es
decir: por no apoyar su pensamiento en los mitos y enseñar que más allá de los bellos
discursos, con los que se manipulaba a los ciudadanos, se ha de buscar la verdadera
justicia.
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
persuasión mediante “lo aparentemente justo o bueno” para hacerse con el poder. Los
sofistas enseñaban a los políticos de la democracia ateniense a manejar las pasiones de
los ciudadanos mediante bellos discursos (retórica), sin tener en cuenta qué es bueno y
qué malo, justo o injusto, puesto que su única intención era gobernar. Del mismo modo
que los “porteadores de objetos de la caverna” engañaban a los prisioneros haciéndoles
creer que las sombras eran la auténtica realidad. El que regresa a la caverna vendría a
defender, por tanto, que el mundo de la opinión es tan sólo aparente, porque más allá del
mismo es posible encontrar la verdad basada en Ideas inmutables: la auténtica Justicia y
el verdadero Bien, de acuerdo con los cuales, debería gobernarse una ciudad justa en la
que todos serían felices.
3. Temas:
Toda la obra de Platón puede interpretarse como un esfuerzo por “salvar la pólis” del
“relativismo moral” de los sofistas y de las imperfecciones de todos los sistemas
políticos conocidos, que llevan a los ciudadanos a cometer o padecer la injusticia. Para
ello, se propondrá descubrir si más allá de las opiniones acerca de las cosas, como pensó
Sócrates, hay algún tipo de realidad objetiva a la que podamos referirnos a la hora de
organizar políticamente la ciudad y llegará a la conclusión de que debe existir la Justicia
en sí, así como la Idea de Bien, que el gobernante tendrá que conocer para organizar la
sociedad de la manera más justa.
La teoría de las Ideas es la parte más importante de toda la filosofía platónica, dado que
el resto de su pensamiento se basa en ella. Y es así porque Platón parte de su concepción
del conjunto de la realidad (ontología o metafísica) para fundamentar en ella el resto de
su filosofía (sobre todo, la ética y la política, que como hemos dicho son su principal
objetivo). Ahora bien, como dijimos al hablar de las nociones, la concepción que Platón
tiene del conjunto de la realidad, de todo lo que es o existe, es dualista. Es decir, hay
dos tipos de realidad: el mundo sensible (representado en el mito por la caverna) y el
mundo inteligible (representado por el exterior de la misma).
- El mundo sensible es la parte de la realidad que nos muestran los sentidos (vista,
oído, tacto, olfato y gusto). De modo que se trata del mundo material, de los seres
concretos que están sometidos al paso del tiempo. Esto es, que nacen, crecen, envejecen
y mueren, en el caso de los seres vivos; o bien, en el caso de los no vivos, tienen un
origen (por ejemplo, geológico), son deteriorados con el paso del tiempo (por la erosión,
en nuestro ejemplo) y acaban también desapareciendo. Es, en fin, la realidad tal y como
fue descrita por un presocrático como Heráclito: el continuo cambio de las cosas
materiales.
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Ahora bien, al hablar de las Ideas, Platón parece referirse a las definiciones universales
(de virtud, de justicia, etc.) que buscaba Sócrates, más allá de las opiniones particulares,
acerca de las cosas. Pero las Ideas platónicas no son simples conceptos o contenidos
mentales, sino objetos reales a los que se refieren nuestros conceptos o contenidos
mentales. Es decir, objetos que subsisten independientemente de que sean o no
pensados por alguien. Pues, si en sus diálogos de juventud, Platón no hace más que
desarrollar lo aprendido de su maestro (y, por ello, se llama a dichos diálogos
“socráticos”), a partir del Menón, Platón hablará de la existencia separada de las Ideas.
Pero, ¿qué son, entonces, exactamente esas Ideas? En primer lugar, podemos decir que
las Ideas son las “esencias” de las cosas materiales, lo esencial de las cosas, las “cosas
en sí”, las “formas puras” de las cosas, o, dicho de otra manera, las características
comunes a una especie natural o a una clase de objetos. La esencia sería aquello que no
podríamos quitar a una cosa sin que dejase de ser “lo que es”. Por ejemplo, al definir
una mesa, podríamos decir que es: alta, grande, pesada, marrón, redonda, de madera,
que tiene cuatro patas, etc.. Y, en cambio, también podríamos hablar de otra mesa que
no tuviese ninguna de estas características y seguiría siendo, a pesar de todo, una mesa.
De modo que ninguno de esos rasgos pertenecería a la esencia de la mesa. Pero, si
dijésemos que una mesa es una superficie plana sobre la que podemos apoyar otras
cosas sin que se caigan por sí solas, estaríamos acercándonos a la definición de “lo que
es” una mesa y, por tanto, a sus características esenciales (o, simplemente: esencia), que
pertenecerían a la idea de mesa. Pues bien, con esta explicación de en qué consiste la
definición de una cosa, Sócrates habría quedado satisfecho. Sin embargo, Platón
pensaría que nos falta añadir que, aunque en ello se base nuestro modo de conocer las
Ideas, éstas no son tan sólo “lo común” a las cosas sino que son también
“transcendentes” a las mismas cosas. Esto es, que las esencias de las cosas no se
encuentran en ellas mismas sino más allá, porque forman parte de un mundo
independiente que es el de las Ideas o Esencias.
Pero, si las Ideas se encuentran más allá de las cosas, ¿cómo es posible que encontremos
las Esencias en éstas? La razón se encuentra en que el mundo inteligible constituye la
realidad propiamente dicha, que subsiste por sí misma (puesto que es eterna e
inmutable), y es modelo de la sensible, que no es más que una copia material imperfecta
de la primera. Platón explica la relación entre las Ideas y las cosas mediante su teoría de
la “mímesis”, como “imitación” o “participación” de las Ideas por parte de las cosas.
Así que la semejanza mutua que existe entre los objetos de una misma clase o especie se
debe a que todos ellos “imitan” a un mismo modelo, son “copia” de una misma Idea. O,
lo que es lo mismo, las cosas participan de las Ideas en la medida en que tienen, en
parte, la “forma” de estas últimas. Aunque, decimos “en parte” porque la copia siempre
resultará defectuosa por la imperfección propia de la materia, que jamás deja de estar
sometida al cambio (generación, degeneración y corrupción), mientras que las Ideas
copiadas permanecerían inmutables, precisamente, por ser inmateriales. Y, ¿cómo es
ello posible? En uno de sus diálogos de vejez, el Timeo, Platón dice que, al igual que un
artesano, por ejemplo un alfarero, no podría dar forma al objeto que fabrica a partir del
barro si no tuviese ya una idea de lo que quiere hacer, ha debido existir una especie de
“dios artesano” o “demiurgo divino” que dio forma al cosmos, a partir de la materia
eterna pero informe, tomando como modelo el mundo de las Ideas.
Por lo que se refiere al aspecto ontológico de la teoría de las Ideas, sólo nos quedaría
añadir que, para Platón, todas las Ideas no tienen el mismo rango ontológico sino que
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
Por último, a partir de la teoría ontológica platónica que acabamos de ver, surge la
pregunta epistemológica: ¿cómo es posible conocer ese mundo de las Ideas si vivimos
en el sensible? Platón explica la posibilidad de su conocimiento recurriendo a la teoría
de la “anámnesis” o “reminiscencia”, para la que “conocer es recordar”. Pues, si
mediante los sentidos no podemos percibir más que las cosas sensibles, ¿cómo puede
nuestra inteligencia llegar a conocer las Ideas? Las Ideas sólo pueden ser conocidas por
contemplación directa en el mundo inteligible. Con lo cual, parece imposible que
lleguemos a conocerlas. Sin embargo, Platón concibe al ser humano como un ser dual,
cuyo cuerpo pertenece al mundo de lo sensible (y es, por ello, perecedero), mientras que
el alma procede del inteligible (y es, por tanto, inmortal). De manera que, como el alma
humana ha vivido en el mundo de las Ideas y ha podido contemplarlas directamente,
tendrá la posibilidad de recordarlas aunque las haya olvidado al encarnarse en un
cuerpo. Ahora bien, recuperar este conocimiento es, como se describe en el “símil de la
línea dividida”, requiere un proceso educativo que comienza cuando creemos que,
más allá de las apariencias de las cosas (que nos muestra la imaginación) hay algo que
éstas deben tener “en común” (creencia), pero aún no sabemos bien de qué se trata
(como le ocurrió a muchos presocráticos). Más tarde, continúa con las “matemáticas”
que, como descubrió Pitágoras, nos demuestran que podemos pensar en las relaciones
numéricas, o en las figuras geométricas, al margen totalmente de las cosas
(pensamiento). Y culmina con la “dialéctica” que, mediante un razonamiento
inductivo, busca a partir de las cosas particulares definiciones universales de las Ideas
más abstractas y elevadas de la ética y de la estética, como son las de Belleza, Justicia y
Bien. Pues, la “inteligencia” o contemplación directa de dichas Ideas sólo le es dada al
alma que se ha liberado del cuerpo o al filósofo que, acostumbrado a llegar una y otra
vez a las Ideas mediante la dialéctica, acaba contemplando las Ideas.
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3.2. La educación platónica
Veamos, pues, cuál es la concepción platónica del “ser humano” para entender en qué
se basa la virtud y, a continuación, veremos en qué consiste la justicia. Platón concibe al
ser humano como un ser dual, cuyo cuerpo pertenece al mundo de lo sensible (y es, por
ello, perecedero), mientras que el alma procede del inteligible (y es, por tanto,
inmortal), de modo que el alma se encarna en un cuerpo cuando nacemos y vuelve al
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
mundo de las Ideas cuando morimos. Ahora bien, el alma está compuesta de tres partes
como si fuese un carro alado compuesto por un auriga, que representa a la parte
racional, cuya virtud es la sabiduría, y dos caballos, uno noble (parte irascible) y otro
rebelde (parte concupiscible), que simbolizan respectivamente la parte del alma que
debe ser guiada por la virtud del valor, para no caer en la temeridad, y la que debe
actuar de acuerdo con la virtud de la templanza, para no dejarse arrastrar por los
apetitos. Dado que, precisamente debido a estos últimos, el alma acabará perdiendo las
alas y cayendo a tierra, donde quedará encerrada en un cuerpo cuando se produzca el
nacimiento de un ser humano. Pues bien, de acuerdo con esta concepción del ser
humano, será bueno, justo o virtuoso aquel en que la parte racional de su alma
(mediante la virtud de la sabiduría) dirija a las otras dos (la irascible y la concupiscible)
hacia sus respectivas virtudes (el valor y la templanza), como el auriga que dirige a sus
caballos, no dejando que caigan, respectivamente, ni en la temeridad y ni en el vicio y
estableciendo, así, la armonía (o justicia individual) entre las tres partes.
Pero, ¿cómo deben ser la educación los ciudadanos para que reine la armonía social y la
justicia? Cada individuo será educado de acuerdo con sus capacidades naturales y la
virtud que le sea propia. Según el “intelectualismo social o político” de Platón, el
desarrollo de las propias capacidades individuales, mediante una educación adecuada,
dará como resultado una sociedad jerarquizada y dividida en clases sociales, donde la
justicia vendrá dada por la armonía social cuando cada uno realice la función que le es
propia. Pues la falta de justicia de los estados existentes se debe a que se ha dejado la
educación en manos de los padres que han proporcionado a sus hijos la educación que
han querido. Platón establece, por tanto, un sistema de educación obligatoria bajo el
control del estado.
El plan educativo de Platón comienza con la educación elemental, que prepara a los
jóvenes hasta la edad de veinte años y comprende gimnasia y música. Se trata de formar
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ciudadanos capaces de desempeñar la función de guardianes. La gimnasia tendrá por
objetivo formar cuerpos ágiles y fuertes y, al mismo tiempo, debe desarrollar la virtud
del valor. La música les educará en todo lo relacionado con las Musas, o diosas de las
artes, de manera que no se tratará tan sólo de aprender a tocar un instrumento sino de
conocer a los mitos de los poetas. Ahora bien, se censurarán aquellos mitos que
presenten a los dioses y a los héroes como seres egoístas gobernados por sus pasiones,
capaces de matar por venganza, de ser infieles, de mentir para sacar provecho e incluso
de odiarse entre sí y llegar a enfrentarse. Pues, los jóvenes los imitarían y serían tan
malvados como ellos. Así que, por el contrario, el aprendizaje del arte tratará de
estimular los mejores modos de pensar y actuar mostrando tan sólo a los poetas que
describan a los dioses como seres bondadosos que puedan convertirse en modelos a
imitar para los jóvenes. Es decir, para que imiten su virtud, su valor, su piedad y su
dignidad. Una vez finalizada esta educación elemental, los que hayan superado esta
etapa demostrando aptitudes para ello (fuerza y valor) serán los guardianes del estado. Y
sólo los mejores de ellos pasarán a la siguiente etapa.
Las primeras ciencias que los ayudarán a pasar de las tinieblas de lo sensible a la luz de
lo inteligibles serán las matemáticas: la aritmética, ciencia del cálculo, que da por
supuestas ciertas nociones, como lo par y lo impar, y de estas nociones que no admiten
demostración (axiomas) deduce diferentes conclusiones (teoremas). La segunda, la
geometría, que se basa en imágenes de las figuras geométricas para reflexionar, pero no
pensando en ellas mismas, sino en aquello de lo que son imagen. Así que, por ejemplo,
dibujan un cuadrado, pero sacan conclusiones acerca del cuadrado en sí y no tan sólo
acerca del que han dibujado. Viendo así lo que sólo puede ser visto por el pensamiento.
Por último, estudiarán astronomía.
Al llegar a los treinta años, se escogerá de entre ellos a los que hayan mostrado mayor
interés y capacidades naturales para el estudio y para la guerra y se les iniciará en el
aprendizaje de la dialéctica. Ésta es una especie de método inductivo que parte de
hipótesis (una definición provisional), por ejemplo la noción de lo justo, para ir
eliminando lo que no se ajuste a dicha hipótesis e ir así subiendo peldaños que nos
permitan ascender hasta el principio de todo aquello que llamamos “justicia”, un
principio ya no hipotético sino verdadero. De este modo, de Idea en Idea, se alcanzará al
final la Idea suprema de Bien, de acuerdo con la cual ha de gobernarse la ciudad.
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
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4. Contextualización
El fragmento del “mito de la caverna” que hemos analizado pertenece al Libro VII de
La República, una de las obras de madurez de Platón, en las que éste expone sus
principales concepciones filosóficas: su teoría de las Ideas, su concepción de la
educación, etc. Ahora bien, para no insistir más en lo que hemos visto hasta aquí,
veamos ahora cuál es el significado general de dicha obra. Su título original era
“Politeia” (es decir: “Política”), pero fue traducido al latín como “Res pública” (“Cosa o
ente público”) y, por ello, se la conoce como “República”. De manera que estamos ante
una teoría del Estado, una obra de filosofía política. El diálogo comienza cuando
Sócrates y sus interlocutores tratan de determinar cuál es la naturaleza de la justicia.
Pero, al final del Libro I, declaran que no saben qué es la justicia y Sócrates propone
dejar de examinarla en el individuo y estudiarla en el Estado. De modo que el diálogo se
centrará, a partir de ese momento, en investigar cuál pueda ser la mejor organización del
Estado y en explicar por qué debemos rechazar el resto de formas de gobierno.
Veamos ahora cuál habría sido la evolución del pensamiento de Platón a lo largo de su
vida y en el resto de sus obras:
Se dice que el verdadero nombre de Platón era Aristocles, aunque era conocido como
“Platón” por sus anchas espaldas. Nace en Atenas en el siglo V a.C. Y su juventud
coincide con la guerra del Peloponeso, en la que Esparta quita a Atenas la hegemonía
sobre Grecia e impone el gobierno de los “Treinta Tiranos”. Ahora bien, es pariente de
algunos de los políticos de dicho gobierno y desea participar en la política, aunque
pronto descubre su corrupción y se desanima. Entonces, consigue imponerse la
democracia, pero ésta sería aún más corrupta y, además, condena a muerte a su maestro
Sócrates de la manera más injusta. Por lo que Platón acabará aborreciendo la
democracia y, más tarde, tratará de diseñar él mismo el gobierno más justo o ideal. Por
otra parte, tras la ejecución Sócrates, se ve obligado a huir de Atenas y viaja por Egipto
y la Magna Grecia y es, entonces, cuando comienza a escribir sus primeros diálogos en
recuerdo de su maestro.
A esta época de juventud pertenecen los diálogos en que Platón escribe bajo la total
influencia de su maestro Sócrates, que aparece como personaje protagonista, buscando
mediante el diálogo definiciones universales de los asuntos éticos tratados (como el
deber, el valor, la amistad, la virtud, etc.). Sus diálogos comienzan, pues, analizando
una cuestión (de carácter ético) acerca de la cual Sócrates reconoce su ignorancia; a
continuación, va refutando las opiniones erróneas de sus interlocutores, frecuentemente
sofistas, demostrando por qué no pueden aplicarse a todos los casos; y, por último,
aplica su “mayéutica” haciendo preguntas que ayuden a su interlocutor a “dar a luz”
respuestas que se aproximen a la verdad (acerca del asunto tratado) al poder aplicarse
universalmente. Ejemplos de estos diálogos son: Apología de Sócrates y Protágoras.
- Diálogos de transición:
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
Diálogos escritos después del primer viaje de Platón a la Magna Grecia (actual sur de
Italia), donde conoce las teorías órficas y pitagóricas en las que basará su pensamiento a
partir de entonces. De modo que aparecen, por primera vez, en la obra de Platón, temas
como: la teoría de las Ideas, la inmortalidad del alma, la teoría de la reminiscencia, la
reencarnación del alma y la importancia de las matemáticas y la música en la educación.
Con lo cual, Platón deja de ser tan sólo un discípulo de Sócrates para empezar a elaborar
sus propias teorías filosóficas. Ya no se limitará a buscar definiciones sino que dirá que
las Ideas existen al margen de las cosas. Por último, a su regreso a Atenas fundará su
propia escuela filosófica a la que llamará “Academia”. A este período pertenece, por
ejemplo, el diálogo: Menón.
- Diálogos de madurez:
En esta época, Platón lleva a la máxima perfección su teoría de las Ideas y elabora una
teoría del Estado. Presenta a Sócrates mucho más convencido de sus teorías, como
poseedor de la verdad, ya que se ha convertido en un simple personaje que se limita a
expresar la filosofía de Platón. Aparecen, además, sus principales mitos: el “carro
alado” sobre la naturaleza del alma; la “caverna” como resumen de toda su filosofía; el
“símil de la línea dividida” como expresión de su teoría del conocimiento, etc. El
diálogo más importante de este período es: La República.
- Diálogos de vejez:
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en su teoría de las Ideas como “mundo sensible”: todo lo que existe de carácter material
y está sometido al paso del tiempo.
5) De Sócrates, como hemos visto ya, Platón hereda su búsqueda de las “definiciones
universales” de los conceptos morales, que se independizarán totalmente del mundo
sensible, convirtiéndose en las Ideas que formen el mundo inteligible.
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I. Filosofía antigua: Tema 1. PLATÓN, La República, libro VII, 514a-518b.
“La Scuola di Atene” di Raffaello Sanzio, Stanza della signatura, Musei Vaticani,
Roma.
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